A través del espejo Poética del agua, II · mábanse las de los ríos, y nereidas, como el...

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92 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO Algo santo hay en el río nadando, nada en él mismo, feliz como un niño, el agua en sus tumbos refrescando al agua, y va discu rien- do el río en todas sus texturas: ya liso co- mo seda, ya en rizos de cordero blan co, ya suave, ondulado, colinas en movimiento, dibujando el perímetro generoso de ca de- ra de muchacha de Diego Velázquez, vis ta de espaldas, desnuda, tendida ante al es- pejo. Discurre el torrente, avanzando por- que la ley del río es siempre avanzar y avan- zar, ¿o has visto dudar a un río? Nada lo detiene, todo obstáculo sortea y cuando desemboca en el abismo no vacila y se de- ja ir al vacío, atlético y audaz en la curva im- periosa de la catarata. No sé mucho de dioses, pero pienso que el río Es un vigoroso dios pardo… Pero hay agua quieta, cabalmente se- den taria, basta para obtener la frialdad, frial- dad severa, menos cero. Y ahí en esa aus- teridad, la nieve precipitándose en la nevada silenciosa. Suave nieve, crujiente y escul- tórica, lo fluyente amansado y modelable. Nada más limpio y cordial que el mundo bajo nieve reciente. Hasta el muladar re- pulsivo se vuelve terreno inmaculado ba- jo la nieve generosa. Toda esta gentileza desaparece en el bramido colérico de la tormenta, aire bes tial que engendra lobos corriendo ya cerca del trineo donde viajan asustados damas y caballeros rusos to ca- dos con gorros de piel. Los griegos clásicos entendieron que cer- ca del agua moraban siempre los dioses. Las ninfas, para ser exactos, hijas de Zeus y per- sonificaciones de las fuerzas que presiden la fecundidad de la naturaleza. Náyades lla - mábanse las de los ríos, y nereidas, como el glorioso danzón, las del mar. A nosotros, tan lejos de la magia del agua que nos basta girar el grifo para te- ner agua, nos está vedado saber de esas co- sas: Si sorprendiéramos a una ninfa des- puntando entre la espuma, no podríamos reconocerla. Hemos perdido la habilidad para personificar, y ninfas, ángeles, hadas, duendes y hasta fantasmas, aburridos de nues tra ceguera, nos han abandonado. Y piensa el iceberg flotador, bola del gran billar oceánico. Y arriba, airosa, la nube blanca, agua vo- ladora. Qué lenta y deleitosa es la nube, qué sugerente es el juego de sus formas. Hamlet y Strindberg anotaban en sus diarios los di- bujos de las nubes que habían ido viendo durante el día. También la nube es agua, pero agua ilusoria que, como los anhelos hu ma- nos, es nítida en la lejanía, y va tornándose espectral, dispersa e inmaterial en la proxi- midad y la entraña. El mar de altamar, verde oscuro, y sobre él marineros, el iceberg y la delgada goleta que avanza muy ceñida al viento, y arriba la nube, iceberg pero de pluma, y debajo el camino de la ballena y los peces y más aba j o el oscuro jardín con sus peces, ágiles flores de lo profundo, y ahí también el submari- no, pez de metal, intruso en los hondos des- filaderos, y dentro del submarino el Capi- tán Nemo toca Bach en el órgano, no toca bien, pero toca con emoción exaltada, ines- perada en un hombre tan frío y calculador como él, y piensa que en la paz armoniosa de lo profundo se está a cubierto de la su- perficie inestable y tormentosa, lejos del mundo de los humanos con sus guerras y necedades: la industria irracional invadién- dolo todo en un frenesí metalizado de co d i- cia tecnológica que todo lo va emponzoñan- do. Y hasta este gigante, el mar, sal misma de la vida, puede sucumbir. Nemo bajo el agua, qué envidia, y no- sotros acá arriba. Que llueva, que llueva. Otra ladera del arquetipo del agua, la llu- via. Orozco pintó al campesino con las ma - nos juntas y apretadas, desesperado, implo - rando agua. Agua, agua, pero no demasiada, y a tiempo, ni antes ni después. Es dema- siado pedir, tal vez, pero la plegaria del agua universal. Uno de los más bellos versos mexicanos, es - cribe Alfonso Reyes —inútil es decir que es de Manuel José Othón—, propone sencillamen- te esta imagen directa, sencilla, clara, compa- rable a la poesía griega: “Llena el agua los surcos del sembrado”. Pues ésta es el agua que queremos, agua útil. Por fortuna el agua lleva en la utili- dad la belleza, de suerte que al par deleita y aprovecha. A través del espejo Poética del agua, II Hugo Hiriart J. W. Waterhouse, estudio para Hylas y las ninfas, 1896

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92 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

Algo santo hay en el río nadando, nada enél mismo, feliz como un niño, el agua en sustumbos refrescando al agua, y va discu rrien -do el río en todas sus texturas: ya liso co -mo seda, ya en rizos de cordero blan co, yasuave, ondulado, colinas en movimiento,dibujando el perímetro generoso de ca de -ra de muchacha de Diego Velázquez, vis tade espaldas, desnuda, tendida ante al es -pejo. Discurre el torrente, avanzando por -que la ley del río es siempre avanzar y avan -zar, ¿o has visto dudar a un río? Nada lodetiene, todo obstáculo sortea y cuandodesemboca en el abismo no vacila y se de -ja ir al vacío, atlético y audaz en la curva im -periosa de la catarata.

No sé mucho de dioses, pero pienso que el ríoEs un vigoroso dios pardo…

Pero hay agua quieta, cabalmente se -den taria, basta para obtener la frialdad, frial -dad severa, menos cero. Y ahí en esa aus-teridad, la nieve precipitándose en la nevadasilenciosa. Suave nieve, crujiente y escul-tórica, lo fluyente amansado y modelable.Nada más limpio y cordial que el mundobajo nieve reciente. Hasta el muladar re -pulsivo se vuelve terreno inmaculado ba -jo la nieve generosa. Toda esta gentilezadesaparece en el bramido colérico de latormenta, aire bes tial que engendra loboscorriendo ya cerca del trineo donde viajanasustados damas y caballeros rusos to ca -dos con gorros de piel.

Los griegos clásicos entendieron que cer - ca del agua moraban siempre los dioses. Lasninfas, para ser exactos, hijas de Zeus y per -sonificaciones de las fuerzas que presidenla fecundidad de la naturaleza. Náyades lla -mábanse las de los ríos, y nereidas, comoel glorioso danzón, las del mar.

A nosotros, tan lejos de la magia delagua que nos basta girar el grifo para te -ner agua, nos está vedado saber de esas co -sas: Si sorprendiéramos a una ninfa des-puntando entre la espuma, no podríamosreconocerla. Hemos perdido la habilidadpara personificar, y ninfas, ángeles, hadas,duendes y hasta fantasmas, aburridos denues tra ceguera, nos han abandonado.

Y piensa el iceberg flotador, bola delgran billar oceánico.

Y arriba, airosa, la nube blanca, agua vo -ladora. Qué lenta y deleitosa es la nube, quésugerente es el juego de sus formas. Hamlety Strindberg anotaban en sus diarios los di -bujos de las nubes que habían ido viendodurante el día. También la nube es agua, peroagua ilusoria que, como los anhelos hu ma -nos, es nítida en la lejanía, y va tornándoseespectral, dispersa e inmaterial en la proxi-midad y la entraña.

El mar de altamar, verde oscuro, y sobreél marineros, el iceberg y la delgada goletaque avanza muy ceñida al viento, y arribala nube, iceberg pero de pluma, y debajo elcamino de la ballena y los peces y más aba joel oscuro jardín con sus peces, ágiles floresde lo profundo, y ahí también el submari-no, pez de metal, intruso en los hondos des -filaderos, y dentro del submarino el Capi-tán Nemo toca Bach en el órgano, no tocabien, pero toca con emoción exaltada, ines -perada en un hombre tan frío y calculadorcomo él, y piensa que en la paz armoniosade lo profundo se está a cubierto de la su -perficie inestable y tormentosa, lejos delmundo de los humanos con sus guerras ynecedades: la industria irracional invadién -dolo todo en un frenesí metalizado de co di -cia tecnológica que todo lo va emponzoñan -do. Y hasta este gigante, el mar, sal misma dela vida, puede sucumbir.

Nemo bajo el agua, qué envidia, y no -sotros acá arriba. Que llueva, que llueva.Otra ladera del arquetipo del agua, la llu-via. Orozco pintó al campesino con las ma -nos juntas y apretadas, desesperado, implo -rando agua. Agua, agua, pero no demasiada,y a tiempo, ni antes ni después. Es dema-siado pedir, tal vez, pero la plegaria del aguauniversal.

Uno de los más bellos versos mexicanos, es -cribe Alfonso Reyes —inútil es decir que es deManuel José Othón—, propone sencillamen -te esta imagen directa, sencilla, clara, compa -rable a la poesía griega:

“Llena el agua los surcos del sembrado”.

Pues ésta es el agua que queremos, aguaútil. Por fortuna el agua lleva en la utili-dad la belleza, de suerte que al par deleitay aprovecha.

A través del espejoPoética del agua, II

Hugo Hiriart

J. W. Waterhouse, estudio para Hylas y las ninfas, 1896