Abenalcotía: Historia de La Conquista de Espana de Abenalcotia

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Abenalcotía el cordobés (1926), Historia de la conquista de España

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  • D E

    OBRAS ARBIGAS D E H I S T O R I A Y G E O G R A F A ,

    QUE PUjBLICA LA

    REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

    TOMO SEGUNDO

    HISTORIA DE LA CONQUISTA DE ESPAA D E

    A B E N A L C O T A EL C O R D O B S

  • \

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  • H I S T O R I A DE LA

    C O N Q U I S T A DE ESPAA POR

    A B E N A L C O T A EL, C O R D O B S

  • COLECCIN D E

    OBRAS ARBIGAS D E H I S T O R I A Y G E O G R A F A ,

    QUE PUBLICA LA

    REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

    T O M O S E G U N D O

    HISTORIA DE L A CONQUISTA DE E S P A A DE

    A B E N A L C O T A E L C O R D O B S

    SEGUIDA DE FRAGMENTOS HISTRICOS DE ABENCOTAIBA, ETC.

    T R A D U C C I N DE

    DON JULIN RIBERA ACADMICO D E NMERO

    MADRID TIPOGRAFA DE LA "REVISTA DE ARCHIVOS"

    Calle de Olsaga, I . 1 9 2 6

  • P R L O G O

    A D V E R T E N C I A P R E L I M I N A R

    Antes de exponer las noticias u observaciones necesarias

    para que el lector culto se entere de quin fu el autor de la

    crnica, que constituye la materia principal del presente libro,

    y del valor histrico de la misma, debemos informarle acerca

    del motivo por el cual hubo de recaer en mi el encargo de tra-

    ducirla.

    L a Real Academia de la Historia inici a mediados del pa-

    sado siglo la publicacin de una serie de obras rabes referen-

    tes a Espaa. Encomend, en primer trmino, al joven y distin-

    guido arabista seor Lafuente y Alcntara la publicacin y

    traduccin del Ajbar Machma. Despus de salir a luz esta

    crnica interesantsima, encargse de publicar la de Abenal-

    cota don Pascual de Gayangos. Este prestigioso maestro, a

    quien tanto deben los estudios orientales en Espaa, de cuya

    escuela proceden casi todos los arabistas posteriores, hizo sa-

    car copia del manuscrito de Pars, nico que se conserva \

    Mas por su ausencia casi continua de Madrid, en atencin

    i En el nmero 706, que tambin contiene el Ajbar Machma. Vase Al-bayano 'l-Mogrib, por Dozy, vol. I, pg. 10 de la introduccin.

  • V I I

    al elevado cargo que en la Biblioteca del Museo Britnico ocu-

    paba, la edicin hubo de realizarse lenta y trabajosamente; los

    cajistas de rabe que en aquel entonces haba en las imprentas

    espaolas no eran demasiado hbiles ; exigan la intervencin

    personal muy prxima, asidua y atenta del editor literario.

    Tales circunstancias hicieron precisa, para terminar la im-

    presin del texto rabe, la colaboracin amistosa de dos arabis-

    tas amigos y discpulos del seor Gayangos : los seores Saave-

    dra y Codera, los cuales cuidaron de realizar la publicacin con

    notas, correcciones, ndices, etc. Acabse de imprimir en el

    ao 1868.

    Esperbase entonces la traduccin que seguramente deba

    tener preparada el seor Gayangos; pero transcurrieron los

    aos sin que apareciese el manuscrito de la traduccin, bien

    sea por extravo o'prdida, o por otras causas, el caso fu que,

    al morir el insigne maestro, qued el texto rabe impreso en

    los fondos de la Academia, y en ellos ha permanecido duran-

    te algunos lustros sin terminar la obra.

    L a importancia de esta crnica haba llamado ya la aten-

    cin de los especialistas. El clebre Dozy la haba aprovechado

    ampliamente en su Historia de los musulmanes espaoles. Cher-

    bonneau tradujo largo fragmento de la misma 1 , y Houdas pu-

    blic el texto rabe de los primeros captulos, con su correspon-

    diente traduccin 2 .

    Esas publicaciones parciales estimulaban y avivaban el de-

    1 Histoire de la Conqute de l'Espagne par les musulmans, traduite de la chronique d'iBN E L - K O U T H I A . . . , par M . A . Cherbonneau. Journal Asia-tique, nm. 32, 1856.

    2 Histoire de la conqute de l'Andalousie, par IBN ELQOUTHIYA. M . O .

    Houdas.

  • Seo de que saliese a luz la crnica en su integridad y se tra-

    dujera al espaol. L a Real Academia me encarg que la tradu-

    jese y, correspondiendo a ese honor, he tratado de cumplir

    la tarea como buenamente he podido.

    Habindose realizado la publicacin del texto rabe, hace

    tanto tiempo, teniendo a la vista solamente una copia hecha a

    primera lectura sobre el original, sin poderla cotejar con ste

    de manera asidua y escrupulosa, y sobre todo habiendo de uti-

    lizar los servicios de cajistas no muy expertos, no es de extra-

    ar que se hayan deslizado algunas erratillas.

    Mas como en la actualidad es facilisimo proveerse de una

    fotocopia del original, he credo mejor servirme de ste para

    hacer la traduccin, y cuando en la fotocopia advierta algo que

    discrepe de lo editado y se haga preciso indicar mi lectura, pon-

    dr al pie de las pginas la nota correspondiente \

    A B E N A L C O T A Y S U C R N I C A

    Si por imaginacin pudiramos nosotros trasladarnos ahora

    al lugar y tiempo en que vivi el autor y nos enterramos por

    solas apariencias visibles de su persona 'y del ambiente social

    que le rodeaba, quiz nos formaramos idea algo engaosa del

    mismo y de la sociedad en que viva.

    Podramos visitar a este personaje musulmn, que se lla-

    maba Mohmed (nombre del Profeta) a mediados del siglo x

    de nuestra era, en la hermosa quinta que posea en uno de los

    i En nombres propios me atendr a la escritura del ms.; v. gr., en Ala-mundo, Artobs, aunque difieran, de las que aparecen en otras crnicas o manuscritos. El sistema de transcripcin ser el del seor Saavedra, acep-tado actualmente por la Academia.

    2

  • frondosos valles, ornados de lindas casas de camp y n de

    mansiones'suntuosas, que se abren'en las pintorescas faldas del

    monte de Crdoba. Desde que Abderrahmen III haba cons-

    truido las magnificencias del sitio real de Azahra, se haba im-

    puesto la moda aristocrtica de poseer una alquera en aquellos

    contornos.

    Una tarde nuestro Mohmed, vestido con amplios y visto-

    sos ropajes orientales, bajaba montado a caballo, desde su

    quinta a la ciudad, a tiempo en que el poeta Abenhudeil le

    sala al paso y le .saludaba en verso rabe que (traducido por

    Valera) dice as:

    Sol que el mundo iluminas refulgente

    de do vienes, varn a quien respeto?

    Y nuestro autor, con la sonrisa en los labios, contesta de im-

    proviso: :

    De donde meditar puede el creyente

    y el pecador pecar puede en secreto.

    Aludiendo al delicioso retiro de su quinta.

    El poeta Abenhudeil, admirado por la pronta y aguda con-

    testacin, no pudo contenerse y le bes la mano y se deshizo en

    cumplimientos. Haba sido discpulo suyo y veneraba a su

    maestro. *

    Efectivamente, nuestro Mohmed era uno de los maestros

    musulmanes ms sabios y prestigiosos de Crdoba: en materia

    gramatical y en conocimientos lxicos de la lengua rabe nadie

    en su edad le aventaj, ni siquiera pudo alcanzar la altura de la

    suela de su zapato (segn la expresin de los crticos de aque-

    lla poca). Respecto de tales disciplinas escribi obras que per-

  • X I

    duraron en las instituciones de enseanza durante muchos

    siglos y se publican al presente como libros clsicos' 1.

    Adems de fcil y correctsimo poeta, era tambin juris-

    consulto eminente y muy docto en tradiciones religiosas mu-

    sulmanas; pero en estas ltimas no se sujet a la rutina peda-

    ggica de los faques de su tiempo. Estos le achacaban la ex-

    cesiva libertad de ensear las tradiciones profticas atenin-

    dose exclusivamente al sentido, a la idea, sin que sus referen-

    cias se autorizaran por textos aprendidos por riguroso enca-

    denamiento de la tradicin religiosa. No por ello dejaron de

    tenerle por musulmn convencido: se le consider como uno

    de los siervos de Al y aun se le estimaba como varn piado-

    ssimo y devoto.

    En su larga y laboriosa vida de enseanza pasaron por

    su clase varias generaciones de discpulos que fueron despus

    maestros y hombres de gran suposicin que ocuparon altas ma-

    gistraturas en los varios rdenes de la organizacin poltica.

    Si juzgramos a este reverendo faqu, slo por estas apa-

    riencias de sus estudios, de su religin, de su lengua y de su

    traje, nos inclinaramos a creer que perteneca a familia de

    exclusivo abolengo rabe. Nos equivocaramos: este reveren-

    do faqu que diaria y devotamente rezaba en la mezquita y

    i L a biografa ms extensa y autorizada de Abubquer Mohmmed, hijo de Ornar, hijo de Abdelaziz, hijo de Ibrhim, hijo de Isa, hijo de Moz-him, conocido por Abenalcota, la escribi A L F A R A D I , nm. 1316 de la edicin Codera.

    Vase la bibliografa y noticias de este autor y sus obras en Historiado-res y Gegrafos arbigo-espaoles de FRANCISCO PONS BOIGUES, pg. 83.

    Adase, como prueba de que perdur en la enseanza el aprendizaje de sus obras, A B E N J A I R , tomo X de la Eibliotheca arbico-hispana de Codera-Ribera, pg. 344. Y la obra II libro dei verbi di... IBN A L - Q T I Y Y A , publicato da IGNAZIO G U I D I . Leida, Brill, I8Q4 i

  • X I I

    enseaba en ella la lengua rabe y las doctrinas religiosas mu-

    sulmanas en tiempo de Abderrahrnen el Grande, era un des-

    cendiente directo de la familia real de Vi t iza : tipo ejemplar

    en que podramos cifrar las caractersticas de la civilizacin

    rabe-andaluza o espaola (como quiera llamarse). Habremos

    de decir que fu historiador rabe, porque en rabe escribi,

    mas con ese apellido no ha de borrarse su esencia individual

    espaola., A l y a otros muchos representantes eximios de la

    cultura rabe de la pennsula se les puede llamar rabes, como

    se apellida latinos a los autores espaoles que escribieron en

    latn, sin dejar por ello de ser espaoles; no slo por haber

    nacido en Espaa, sino por tener la sangre espaola.

    Esa misma es la que corra por sus venas y la que infor-

    maba su espritu; y hay que tener en cuenta ese elemento para

    explicar gran parte del contenido de la crnica que nos ha

    llegado con su nombre.

    De aquella edad, del mismo tiempo, se han conservado dos

    principales obras histricas: el Ajbar Machma y la de nues-

    tro Abenalcota, las cuales se autorizan y completan mutua-

    mente en cierto modo.

    Dozy las conoci muy bien y las aprovech, pero se me

    figura que no acert al determinar la poca en que se compil

    la primera \

    Lafuente Alcntara, pg. v i del prlogo'de su edicin del

    Ajbar Machma, siguiendo a Dozy dice que el autor debi vi-

    vir en el siglo x i de nuestra era.

    El fundamento de este juicio parece ser el prrafo siguien-

    te de esa crnica: "Ornar ben Abdelaziz tena el pensamiento

    I Al-bayano' el-Mogrih, V. I, pg. 10.

  • X I I I

    de hacer salir a los musulmanes de Espaa, por lo muy sepa-

    rados que estaban de los dems, y pluguiese a Dios haberle

    dado vida para ejecutar su propsito, porque si Dios no se

    compadece de ellos ser su fin deplorable."

    Esto, en opinin de Dozy, no se le podra ocurrir decirlo

    sino a un musulmn espaol que viviera en el siglo x i .

    A l historiador no le es fcil siempre colocarse en el punto

    de vista de los personajes histricos de quienes trata, prescin-

    diendo de su punto de vista personal. E n el caso presente no

    debemos olvidar que la perspectiva de un escritor musulmn

    que vivi en Andaluca en aquellas edades remotas, no es la

    misma que la de un historiador de los sucesos que viva en el

    Norte de Europa diez siglos despus.

    En todos los tiempos, aun en los mejores para una comu-

    nidad social, hay individuos que los califican de malsimos si

    no le son^favorables a l, a su familia'o a su clase. Y o creo que

  • XIV

    dos, puestos con posterioridad a la redaccin primitiva, sin re-

    lacin visible con lo que interesaba al primer redactor.

    Es indudable para m que han intervenido en su composi-

    cin varias personas de distinta cultura, distintos criterios y

    gustos y aun de distintas edades, y se reconoce por las distintas

    materias que narran, distintos juicios o maneras de ver y hasta

    por el estilo personal de cada uno: unas veces el relato es ex-

    tenso, suelto, amplificado con todo 'pormenor (como el de los

    primeros redactores); otras veces es denso, abreviado, com-

    pendioso ; unos gustan de referir expediciones militares, sucesos

    polticos, desdeando todo lo dems como menudencias ftiles;

    otros se complacen en tratar de asuntos religiosos, cuestiones

    jurdicas y morales, que son las- que les atraen o interesan.

    Pero hay que decir que todos ellos siguen una tendencia de

    raza o de clase, como si pertenecieran a una sola familia o

    linaje.

    Uno de los primeros redactores debi ser 'un militar, pues

    no slo fija su atencin principalmente en las expediciones mi-

    litares, sino en los ingenios y estratagemas que se usan en la

    guerra (pg. 4 4 ) 1 , en la necesidad de guas que indiquen los

    sitios indefensos, en-la utilidad de espas conocedores del pas;

    comprende las situaciones peligrosas de las conquistas (pgi-

    na- 54), las medidas de precaucin o seguridad en las ciudades

    que se toman (pg. 24), lo necesario que es examinar la situa-

    cin de amigos y enemigos (pg. 83); hasta se entretiene en

    contar el nmero de los soldados de los ejrcitos (pg. 28), el

    orden en que se colocan en las batallas (pg. 84); y las descri-

    be sin acudir a leyendas (pg. 65), explicando los movimientos

    1 Cito las pginas de la traduccin de Lafuente y Alcntara.

  • tcticos en los combates y las sorpresas y .otros accidentes gue-

    rreros, como si los conociera por tradicin tcnica militar, no

    por razones vulgares, como muy experto y avezado (pgs. 45,

    53 y 46).

    E s adems un poltico. Explica los sucesos por sus grandes

    causas, desdeando las hablillas populares (pg. 43); despre-

    cia a la gente menuda (pg. 85) y a la soldadesca, " a los que

    ignoran el estado de las cosas" (pg. 84). Y narra las nego-

    ciaciones polticas de Abderrahmen I con minuciosos pormeno-

    res que denotan haber sido, testigo presencial de algunos de

    aquellos sucesos.

    Es un cordobs. Habla de los lugares de Crdoba como

    quien los conoce de visu (pg. 33); est enterado de los lugares

    de la. ciudad en que han ocurrido cambios de construccin, de

    destino o de nombre, como mezquitas, cementerios (pgs. 65,

    67) exponiendo la razn de esas mudanzas, etc.

    Es un rabe de linaje noble, de la tribu de Coraix. Conoce

    al dedillo el incontable nmero de tribus rabes, los lazos de

    amistad con que unas a otras se unen; est informado al por-

    menor de las alianzas y enemistades familiares (pg. 69 y pas-

    sim); se interesa mucho por los linajes y familias nobles y

    por los cargos que ejercen, y estima como hombres de rango

    inferior a los individuos de la clientela que no tienen sangre

    rabe. Se cree obligado, cuando nombra a uno de la tribu de

    Coraix, a referir las fracciones o ramas de la misma (pg. 36)

    y si alguna vez (aunque, pocas) ignora algn pormenor genea-

    lgico, lo confiesa como una debilidad (pg. 33). Gusta de con-

    signar la etiqueta que ha de guardarse con los de la tribu de

    Coraix y la de sus clientes, e inculca el deber de respetar a los

  • patronos, mantenindose cada cual en el rango de su clase,

    aconsejando que no ha de pretenderse ms nobleza que la que

    a cada uno corresponda (pg. 37), conservando las jerarquas

    y destinando para los altos cargos a los patronos (pg. 38). A

    su juicio, el pertenecer a la tribu de Coraix era razn para

    varios privilegios, incluso el de que no debiera atentarse jams

    contra su vida (pg. 51).

    Es,-por fin, un individuo de la familia Omeya. Refiere la

    suerte de casi todos los Omeyas, antes de la venida de los Aba-

    ses'en Oriente, y cuida de referir los hechos de los individuos

    relacionados con esa familia (pg. 70). E n las expediciones

    militares seala determinadamente el puesto que ocupan los

    Omeyas (pg. 85), recuerda hasta los bajos oficios que algunos

    de ellos ejercieron (79), la etiqueta y formas de respeto que

    guardaban al superior (pgs. 89, 90) y se entretiene en enume-

    rar con minuciosidad las familias omeyas que fueron entrando

    en Espaa despus de la venida de Abderrahmen I (pg. 90).

    U n narrador de tales condiciones no ha de extraar que

    por lo enterado e inmediato a los sucesos y por su carcter mi-

    litar y poltico, nos haya dado una bastante fiel y pormenori-

    zada crnica que comprende hasta la subida al trono de Hi-

    xem I.

    De ah en adelante ya cambia por completo la decoracin:

    es otra muy distinta la manera de narrar y de elegir la materia

    histrica; a estos ltimos redactores ya no les interesan las

    expediciones guerreras ni los asuntos militares; si alguna vez

    los mencionan es sin pormenores tcnicos, como lo hacen per-

    sonas inexpertas; ni aun los sucesos polticos les atraen. Su afi-

    cin ms declarada son los asuntos religiosos. Comienzan por

  • X V I I

    3

    describir a los prncipes no por sus hazaas, sino de modo

    abstracto, por sus mritos intelectuales, por sus virtudes mora-

    les, su piedad, su devocin, su cario a los faques y literatos:

    insertan mximas morales de buen gobierno y versos rabes,

    lo cual sugiere la idea de que el ,que escribe esta parte de la

    crnica es un faqu literato, perteneciente a noble familia de

    Coraix, en cuyo archivo se conservaran como documentos

    familiares las narraciones antiguas que el faqu debi conti-

    nuar. De este tipo de faqu corax se conocen algunos, como

    aquel popularsimo a quien el pueblo de Crdoba le aplic un

    apodo romance, Sapencia, sin duda por la fama de su sabi-

    dura \

    Y en qu tiempos vivira o escribira el ltimo redactor

    faqu de esta coleccin de noticias histricas titulada Ajbar

    Machma?

    Y o creo que en tiempo de Abderrahmen III , en que se ter-

    mina la narracin. E l que el cronista haya hablado de aquellos

    tiempos como temibles y aun como calamitosos, de gran deca-

    dencia del poder rabe, no es obstculo.

    A cada individuo, como hemos dicho, se le figuran malos y

    aun psimos los tiempos en que ocurren sucesos desfavorables

    a su persona, familia o pueblo. Se ha hablado, por so, siempre

    mal de los mejores tiempos de una nacin.

    Recurdese, para este caso, que A l j o x a n 2 nos refiere rque

    un juez de Crdoba del tiempo de Abderrahmen III hablaba de

    las desdichas polticas de aquella edad, de la corrupcin, de la

    1 ABENALABBAR, biog\ 2695. En la Miscelnea de estudios y textos ra-bes, del Centro de Estudios Histricos. Madrid, 1915.

    2 Historia de los jueces de Crdoba (texto rabe y traduccin espaola por Julin Ribera. Madrid, Maestre), 1914.

  • x v m

    arrogancia de la pillera, de los negocios dudosos, del mal go-

    bierno, etc. El mismo Aljoxan (pg. 238), al hablar de ese mis-

    mo juez, hombre sensato, de irreprochable conducta, de loables

    intenciones, serio y reposado, aade que esas cualidades de los

    andaluces se haban perdido en tiempo de Abderrahmen III .

    E n l preponderaban en Crdoba muchos seores latinados

    (y por tanto no rabes) que hasta entonces se haban manteni-

    do rebeldes y acababan de rendirse por capitulacin de sus

    plazas fuertes, los cuales se permitan licencias graves contra

    la ley islmica del Estado (ALJOXAN, pg. 227). Hasta lleg

    a sonar como candidato para el cargo- de juez de la capital.is-

    lmica un sujeto espaol que descenda de padre y madre lati-

    nados, cosa que escandaliz extremadamente a los integristas

    musulmanes (ALJOXAN, pg. 233).

    Qu impresin moral no causara a un devoto faqu de la

    noble estirpe de Coraix el espectculo poltico de los tiempos

    de Abderrahmen III , en que los seores latinados espaoles ve-

    nan a relegar a la nobleza rabe de abolengo, que hasta enton-

    ces preponderaba en la poltica cordobesa, a un puesto secun-

    dario, deslucido u obscuro? Familias espaolas de rango im-

    provisado, sin pizca de sangre rabe, sustituan a los nobles

    coraxes'en los cargos polticos y militares del imperio omeya.

    Para un corax deban ser aquellos tiempos de gran peli-

    gro para la comunidad musulmana, el fin de su dominacin en

    la Pennsula, es decir, los tiempos peores que se puedan ima-

    ginar.

    Y que ste realmente era el efecto que causaba al noble

    faqu que escriba la crnica, nos lo prueba el juicio que le me-

    rece la conducta de Abderrahmen III en este particular. Des-

  • X I X

    pues de exponer los triunfos personales del monarca dice: "pero

    su orgullo le extravi.. . inclinse a los placeres mundanos...

    comenz a nombrar gobernadores ms por favor que por m-

    ritos, nombr por ministros a personas incapaces e irrit a los

    nobles con los favores que otorgaba a los villanos, tales como

    Nechda y sus compaeros de la misma ralea. Dio a ste el

    mando de su ejrcito y le confi los ms arduos asuntos, obli-

    gando a los nobles de los tercios militares, a caudillos]y visires,

    a que estuviesen bajo sus rdenes y le prestasen entera obe-

    diencia1."

    No se explica ahora perfectamente que un corax de los

    tiempos de Abderrahmen III hablara de aquel reinado con l-

    gubres vaticinios?

    Siendo los autores del Ajbar Machma de familia rabe

    noble corax, no debe extraarnos su desdn por gente de vi-

    llana estirpe, sobre todo por los indgenas espaoles. Su pre-

    ocupacin casi exclusiva fu historiar los hechos del elemento

    rabe, y dentro de se los de la tribu de Coraix y, sobre todo,

    los de ,1a familia Omeya. Los otros elementos sociales apenas

    aparecen en nfimo lugar y con pasajeras alusiones en el Ajbar

    Machma. Ese es el gran vaco de esa crnica.

    E n cambio, la de Abenalcota, que ahora se traduce, inspi-

    rada por un individuo de indudable origen indgena espaol,

    de la familia de Vitiza, ya es diferente: sta vendr a llenar

    algunos vacos que la otra dej.

    L a estructura de la crnica de Abenalcota, tal como nos

    ha llegado, hace dudar si efectivamente l fu el autor directo,

    que de propsito la escribiera. No es un conjunto cuyas partes

    i Ajbar Mwhma, pg. 135,

  • ; x x I

    se hayan ordenado y enlazado sistemticamente, como obra li-

    teraria de autor muy instruido y culto, cual nos dicen que fu

    Abenalcota; ms bien parece una serie de notas copiadas al

    dictado por oyentes curiosos, cuadritos parciales, algunas ve-

    ces desligados entre s, como narraciones sueltas de hechos his-

    tricos. El que cuenta no es el propio Abenalcota, sino un oyen-

    te: "refirime Abenalcota." Y entre lo contado aparecen le-

    yendas poticas populares de fondo histrico, sin vnculo es-

    trecho entre las mismas, ni coordinacin particular; a veces,

    como ocurre al final de la crnica, se insertan ancdotas com-

    pletamente postizas que evidencian lo descosido de la na-

    rracin.

    Tales indicios sugieren la idea de que Abenalcota no escri-

    bi personalmente esta crnica, sino que son apuntes tomados

    de varias conferencias suyas en que trat de exponer lo que

    l saba de la historia de Espaa, por alguno de sus discpulos,

    o notas histricas que l guardara y fueron coleccionadas por

    alguno de sus hijos o descendientes.

    H a y otros indicios de que Abenalcota no compuso esta

    crnica con intento de realizar obra literaria personal.

    El clebre bigrafo e historiador Alfarad fu discpulo

    directo de Abenalcota; l mismo nos dice que asisti algunos

    aos a las conferencias literarias que daba ste en la ciudad

    de Crdoba y le admiraba y elogiaba como gran maestro. Al-

    farad sobrevivi a Abenalcota treinta y seis aos \ De haber

    sabido 'Alfarad que Abenalcota tuviese escrita una crnica,

    no la hubiera aprovechado para su Diccionario biogrfico o

    la hubiera citado alguna Vez como cit la de Abdelmlic, hijo

    i Abenalcota muri en el ao 367 de la Hgira.

  • X X I '

    de Habib, la de Rasis, la de Aljoxan y otros? Ni una sola vez

    cita la obra histrica de Abenalcota. Y en la biografa que de

    l compuso, la ms completa que nos ha llegado, trata al por-

    menor de los libros gramaticales y lxicos que Abenalcota

    escribi. Alfarad, adems, estaba enteradsimo de que Abe-

    nalcota profesaba mucho cario a las materias histricas y

    hasta nos dice "que tena gran aficin a recordar los hechos

    de la historia de Andaluca; que era celoso en referir las ges-

    tas de los emires, y ancdotas acerca de los faques y poetas

    andaluces; pero dictaba estas cosas de memoria17, mas no dice

    expresamente que hubiera escrito l ninguna crnica o libro

    especial sobre la historia de Andaluca. Esto, a mi juicio, prue-

    ba que durante la vida de Abenalcota y algunos aos despus,

    la crnica que lleva su nombre no se haba an publicado.

    Pero dentro de su familia continuaron vivas las aficiones

    cientficas y literarias que aqul mantuvo: un hijo suyo lla-

    mado Ornar Abuhafs, literato y poeta de Crdoba, refera tra-

    diciones que haba aprendido de su padre1; y un sobrino lla-

    mado Abdelmlic, jurista, matemtico, hbil notario y docto

    en literatura, se dice 'que fu narrador yde historia que refera

    por autoridad de su to Abubquer (Abenalcota) 2 . Uno de

    ambos, o cualquier otro discpulo, debi ser el que compuso

    la crnica tal como se nos ha conservado.

    Ahora bien, aunque no fuese Abenalcota el que personal-

    mente redactara el conjunto de la crnica, los materiales que

    en ella se le atribuyen casan perfectamente con todo lo que

    sabemos de su persona, raza, familia, educacin, cultura, etc.

    En' esto no se ofrecen dudas al nimo.

    1 A B E N PASCUAL, biog. 849.

    2 dem, biog. 765.

  • X X I I

    Los historiadores, aun sin darse cuenta ellos mismos, nos

    comunican su visin propia; cuentan lo que les interesa ms,

    y lo hacen conforme a su personal psicologa. Y el contenido

    de esa crnica corresponde muy bien con la psicologa de ese

    autor.

    Es un faqu malequ de Crdoba; pero de amplio criterio.

    Literato muy instruido, tiene una partecilla de sangre rabe,

    es'cliente de los Omeyas; pero en lo ntimo de su ser se mueve

    y bulle el espritu espaol y el puntillo de honor de su noble-

    za goda.

    Musulmn convencido, educado en ambiente religioso bas-

    tante severo, puesto que aprendi las doctrinas de la secta ms

    tradicionalista musulmana, mantiene un criterio histrico mo-

    ral que se trasluce en su crnica; para l los que hacen buenas

    obras, los virtuosos y piadosos, tienen un premio en esta vida;

    a los malos les llega tambin aqu en la tierra el castigo del

    cielo. Son buenos los monarcas que honran a los faques, a

    los hombres doctos que profesan la ciencia religiosa, y por tal

    conducta logran ser felices y hacer dichosos a sus vasallos 1 ;

    pero no se muestra excesivamente intolerante, ni fantico:

    trata con simpata f a Ziriab, a pesar de que fu msico, y no

    tuvo reparo, en la transmisin de las tradiciones mahometa-

    nas, en separarse de la rutina de los puristas de su tiempo.

    Por sus firmes creencias islmicas no tena por qu aver-

    gonzarse de la conducta de aquellos individuos de su familia

    que favorecieron la conquista musulmana; aun quiz exagere

    los servicios que sus antepasados prestaron a los rabes por

    su connivencia traidora contra el pueblo espaol. El, como fiel

    i Vanse pgs. 41 y 42 de nuestra traduccin,

  • X X I I I

    creyente, debi considerar la conquista como un beneficio di-

    vino para la salvacin de las almas.

    L a relacin de clientela que su familia adquiri con los

    Omeyas, por el hecho de haber influido stos en el casamiento

    de su tatarabuela Sara la Goda con un musulmn, le hara

    considerar a los monarcas andaluces como patronos suyos. Por

    tal motivo las aficiones de Abenalcota y sus juicios histricos

    en este particular haban de coincidir con los de los autores del

    Ajbar Machma, que eran Omeyas. Estos y Abenalcota ha-

    ban de estar conformes en sus respectivas crnicas en des-

    prestigiar a Muza y a Rodrigo: a ste considerndole como

    un usurpador, un soberbio y vano, conculcador de tradiciones

    religiosas, violador de mujeres, etc., etc. Para ambos el tipo de

    Muza, destituido injusta y bochornosamente por los Omeyas

    de Damasco, es el de un ambicioso vulgar, que envidia la

    suerte del general afortunado a quien l encomend la con-

    quista de Espaa, y al que apalea como vil esclavo y con quien

    rie por la pata de una mesa. Como Muza y su hijo se concer-

    taron y aun enlazaron ntimamente con la familia de Rodrigo,

    Omeyas y Vitizanos detestaron y aborrecieron a Muza y sus

    clientes, y a Rodrigo y sus partidarios. En esto coinciden Ajbar

    Machma y Abenalcota.

    Pero hay, como hicimos notar . anteriormente, una mar-

    cada diferencia en el contenido de ambas, que deriva del dis-

    tinto linaje de sus autores. El 'corax, autor del Ajbar, mues-

    tra desdn soberano por el elemento indgena del que apenas

    trata, interesndose casi exclusivamente por las hazaas de

    los rabes y dentro de stas por las de los Coraxes y espe-

    cialmente las de los Omeyas, mientras Abenalcota, sintiendo

  • X X I V

    correr por sus venas la sangre espaola y manteniendo viyo

    en su espritu el puntillo de honor de su raza, introduce en

    su crnica multitud de relatos en que se narra la conducta

    del elemento indgena espaol.

    Ese puntillo de honor estuvo.ya muy exacerbado en tiem-

    pos anteriores a los de Abenalcota, sobre todo en los del emir

    Abdala, en que todos los elementos sociales de la Espaa mu-

    sulmana se agitaban violentamente por falta de una fuerza

    central que los dominase.

    En pas, como la pennsula de entonces, en que convivan

    individuos de diferentes razas y religiones, musulmanes, cris-

    tianos, judos, rabes, godos, romanos, etc., y de linajes que

    conservaban todava con viveza sus diferencias familiares y

    de tribu, como rabes y germanos, no ha de extraar que se

    exaltara, en la lucha social, el orgullo de pertenecer a tal tri-

    bu, familia, religin, etc. Los musulmanes despreciaban a ju-

    dos y cristianos y evitaban la comunicacin y roce con ellos,

    y los de familias nobles desdeaban el trato con villanos y

    gente de vil condicin.

    Mas como la convivencia ineludible y las necesidades de

    la vida les obligaban muchas veces a tolerarse y en algunos

    casos a unirse, el puntillo de honor se transport a otras es-

    feras de categora moral, distinto o independiente de raza o

    familia. , . ,' .

    Llegse a la formacin de un sentimiento de decoro per-

    sonal extremo,.por cuya virtud la persona que haba adquirido

    algn prestigio social se crea ofendida si se le obligaba a

    juntarse con otra de inferior categora 1 ; una conducta mo-

    I ALJOXAN, pgs. 240, 247.

  • X X V

    ral irreprochable daba gran consideracin y crdi to 1 ; s per-

    sonas de prestigio sealaban o 'distinguan a un individuo

    como digno, ste, por ese solo 'hecho,, ascenda en la aprecia-

    cin social. 2; si persona'de la nobleza de Coraix realizaba

    alguna indignidad, el juez de Crdoba poda descalificarle y

    humillarle 3 . No slo era la conducta personal, sino la de la

    familia lo' que influa para ser considerado: la mala conducta

    de un hijo implicaba a veces la descalificacin del padre: un

    juez de Crdoba tuvo que dimitir por una calaverada de un

    hijo s u y o 4 , y por el solo hecho de llegar a mayor edad un

    hijo del juez, naca la presuncin o sospecha de falta de inte-

    gridad del padre ; y el'pedir o solicitar por s mismo un cargo

    pblico, considerse alguna vez como cosa indigna 6 .

    Este sentido moral tan escrupuloso y fuerte en el pueblo

    andaluz dio por resultado la formacin de grupos sociales

    selectos cuya opinin segua el pueblo y a los que tenan que

    respetar los soberanos.

    Ese tan alto sentido cvico, aparte de otras circunstancias

    polticas y sociales, prepar la grandeza del imperio Omeya

    en lAbderrahmen III .

    Influido por esa atmsfera moral, Abenalcota debi sen-

    tir todos esos estmulos que le'inclinaron a distinguirse por sus

    estudios, por su conducta, su religiosidad y por sus antepasa-

    dos rabes y godos, y narr los hechos en que su familia in-.

    1 Vase en A L J O X A N lo de Yenair, individuo exclusivamente latinado

    o romanceado. 2 dem, pgs. 123 y 239. 3 dem, pg. 140. 4 AILJOXAN, pg. 140. . .

    5 dem, pg, 105. 6 dem, pg. 85.

  • xxVi

    tervino en los asuntos pblicos: como llevaba sangre de dos

    razas, a las dos sirvi en su crnica.

    En ella puede leerse un buen nmero de leyendas naciona-

    les que debieron correr entre el vulgo musulmn nacionalista

    espaol 1 , reflejo claro del predominio del elemento indgena

    en su tiempo, el cual, en su inconsciencia, narra los hechos sin

    desfigurarlos intencionadamente.

    Abenaleota, sin darse cuenta, se sentira atrado por el na-

    cionalismo de algunas sectas que pulularon en Andaluca, aun-

    que moderadamente por su instruccin malequ y sus relacio-

    nes con la familia Omeya. L a ancdota de Artobas con Aso-

    mail y Maimn (narracin de ascetas nacionalistas derivada

    tal vez de tendencias xies) nos presenta a los rabes como ig-

    norantes y soeces y al vitizano Artobs como hombre de gran

    talento y delicado y aun exquisito trato social.

    Nuestro autor inserta tambin-en su crnica varios relatos

    picos, aunque breves, de la poca ms caballeresca (reinados

    de Mohmed a Abdala) en la Espaa 'feudal en que florece la

    poesa pica de Temam, hijo de Alcama (poeta casado con la

    hija del'Conde cristiano de Andaluca), y en que los Benicasi

    de Aragn, espaoles islamizados, enardecan su espritu gue-

    rrero con la recitacin de los versos de Antara.

    A u n cuando Abenaleota no aplaudiera la conducta de los

    rebeldes a la dinasta Omeya, se complace en trasladar narra-

    ciones como las del poeta nacionalista Garbib con los tole-

    danos, las proezas de El Gallego de Badajoz, la de Izrac el de

    i Gran parte de las narraciones de Abenaleota derivan de tradicin oral, odas a sus maestros espaoles, aparte de algunas tomadas de la obra histrica de Abdelmlic, hijo de Habib, y del poema pico perdido de T e -mam, hijo de Alcama.

  • X X V I [

    Guadalajara, las de Abenhafsn, en algunas de las cuales apa-

    rece sin disfraz ni atenuacin la tirria popular que forja en

    las leyendas el castigo que Dios impone al malvado, v. gr., por

    la traidora matanza de los toledanos le qued en los ojos al

    monarca cordobs la martirizante visin del brillo de la es-

    pada con que los mat.

    Esa tendencia nacionalista moderada es la que caracteriza

    la crnica de Abenalcota y le da' bastante valor, porque am-

    pla el contenido de las historias rabes haciendo entrar en ella

    elementos indgenas que otros cronistas desdearon.

    Quedan, a pesar de todo, en obscuridad o entre claridades

    muy tenues otros elementos con los que se completara en toda

    su plenitud el cuadro histrico de la Espaa musulmana: el de

    los nacionalistas antiomeyas y antirabes contagiados de las

    doctrinas xies, procedentes de Persia, de los cuales slo se con-

    servan noticias o alusiones breves, como chispazos de insu-

    rreccin,'rastros que habran quedado imperceptibles si no se

    hubieran conservado sus doctrinas latentes en obras de tiem-

    pos posteriores, como las de los sufes 1 . '

    Otro elemento tambin postergado fu la comunidad cris-

    tiana y la juda, que vivieron entre los musulmanes andaluces,

    despreciadas por todos los cronistas islmicos.

    Tras de la crnica de Abenalcota, don Pascual de Gayan-

    gos tuvo el acierto de publicar algunos otros fragmentos his-

    tricos 2 , especialmente las narraciones de Abencotaiba 3 . Aun-

    1 Han quedado multitud de leyendas histricas en que se notan in-fluencias persas y de ms remoto oriente: la de Teodomiro, la de la casa cerrada de Toledo, etc.

    2 Cuyo texto rabe y traduccin se hallan contenidos en este volumen. 3 Las tradujo en su obra The liistory of the Mphammedan. Dynasties

  • XXVIII

    in Spaifij vo\, I, pgs. L y siguientes del apnHice, y vol. II , pgs. n i y siguientes, ! , ;

    que en stas no se refieren principalmente los hechos realiza-

    dos en Espaa,'sino en Oriente, relativos a Muza, despus que

    ste abandon la Pennsula !(y ser adems leyendas en que se

    desfiguran hechos histricos, iios aclaran un poco .'la visin

    de los tiempos de la conquista, obligndonos a fijar la atencin

    en algunas personas y hechos que los cronistas del partido

    omeya y vitizano tuvieron inters en relegar todo lo posible.

    L a impresin que en Oriente produjeron las grandes con-

    quistas de Muza se refleja muy bien en las leyendas de Aben-

    cotaiba. L a gente islmica oriental debi asombrarse y entu-

    siasmarse al saber la rapidez con que se iba dilatando el im-

    perio mahometano: a los noventa y dos aos de la Hgira ha-

    ba llegado hasta el mar tenebroso, lmite de la tierra conocida,

    y, saltando el estrecho, se haba extendido por una buena parte

    de Europa. En la exaltacin de los entusiasmos hubieron de

    forjarse las ficciones ms exageradas y estupendas: ponder-

    ronse extremadamente las riquezas y los tesoros que se iban

    encontrando eil Espaa, como si fuese un Eldorado para los

    musulmanes. ' !

    Esa ponderacin excesiva debi influir en hacer sospechosa

    la conducta del jefe, Muza; se crey que ste ira reservando

    para s aquellos grandes tesoros, ya que no ingresaba en las

    arcas del Estado la parte proporcional, que legalmente corres-

    ponda, de tan fabulosas riquezas. Como justificacin de esa

    sospecha se inventaron leyendas de que tena bajo sus rdenes

    multitud de reyes con sus coronas y cinturones de oro, canti-

  • XXIX

    dades imaginarias de piedras preciosas, tapices, muebles de

    ricos metales, etc.

    Adems, la consideracin de que ese caudillo musulmn y

    su familia dominaban en grandsima extensin del imperio,

    desde Tnez a Marruecos y Espaa, y las noticias de sus tratos

    y avenencias con los reyes extraos a quienes sometan, in-

    cluso el casamiento de uno de sus hijos con la viuda del rey de

    Espaa, suscitaron en el espritu del califa Omeya la sospecha

    de que Muza intentaba declararse independiente.

    El Califa, intranquilo y celoso, decide llamarle y destituirle;

    y Muza, anciano achacoso ya y creyendo que su leal conducta

    en servicio de los musulmanes y de su monarca le haba de

    granjear respetada y tranquila senectud en su tierra, se so-

    mete, abandona a Espaa y se presenta en la Corte.

    Los incidentes de la recepcin y la conducta del Califa rei-

    nante, con la terrible y baja providencia de ordenar el asesi-

    nato del hijo de Muza, casado con la viuda de Rodrigo, prue-

    ban hasta la evidencia xun poco se agradeci a ese Hernn

    Corts del califato de Damasco, su habilsima conducta de gran

    general y gran patriota, fiel a su monarca y a su pueblo.

    Todas estas cosas.que, mezcladas con leyendas,'nos cuenta

    Abencotaiba, amplan algo la perspectiva histrica de Ajbar

    Machma y Abenalcota y nos ayudan a comprender mejor la

    trama de los grandes hechos.

    Habr, a pesar de los testimonios, dudas sobre pormenores

    que se presten'a discusin, menudencias como la de,si Tric se

    guard o no la pata de la mesa, si Julin fu as o as, etc., etc.,

    pero al que atienda slo a estudiar en sntesis los fenmenos

    sociales y polticos encontrar en estas crnicas que publica la

  • X X X

    Real Academia de la Historia explicacin bastante clara de

    los elementos con que lleg a formarse en Espaa el imperio

    Omeya, que perdur mucho tiempo.

    L a salida de Muza para Oriente y el asesinato de su hijo,

    casado con la viuda de Rodrigo, debi traer gran mudanza en

    las relaciones polticas espaolas. A los clientes de Muza y a

    los espaoles partidarios de Rodrigo se les sustituye por gente

    rabe ms adicta a los Omeyas (como tropas siracas, etc.) y

    por espaoles vitizanos. Estos ltimos acaban por concertar-

    se y unir su suerte con los Omeyas orientales.

    Hubo un momento de interinidad cuando Ysuf el Fihr

    qued de gobernador en Espaa en que los destinos de sta

    pudieron aparecer indecisos. Entonces las leyendas histricas

    nos presentan al vitizano Artobs sentado en su silln, como

    en un trono, rodeado de los jefes rabes de ia Pennsula que

    se le presentan implorando su generosidad soberana.

    Los Abases de Oriente, al ser destronada la familia Omeya,

    no podan contar con grandes simpatas aqu en la Pennsula,

    tan alejada de las luchas que promovieron la exaltacin de la

    nueva dinasta. Uno de los vastagos de la familia Omeya en-

    contr condiciones para fundar ac un reino independiente:

    pudo obtener la ayuda de sus clientes familiares y de un ele-

    mento indgena espaol todava muy prestigioso. Las leyendas

    histricas nos presentan a'Abderrahmen I en sus excursiones

    por la Pennsula, acompaado de Artobs el vitizano. Ocu-

    rrieron sin duda desavenencias graves entre los dos, y Abde-

    rrahmen se atrevi a arrebatar los feudos del vitizano; pero,

    al fin se avinieron, y Artobs obtuvo de aqul la dignidad de

    Conde de los cristianos de Andaluca,

  • ' X X X I

    Los vitzanos aprovecharon todas las circunstancias para

    mantener el mayor rango posible.

    L a descendencia vitizana, por lnea de.varn, conserv sin

    duda sus creencias religiosas cristianas y su rango social den-

    tro de la organizacin cristiana, la cual pudo mantenerse des-

    pus de la conquista rabe; desempe altos cargos religiosos

    como el de metropolitano de Sevilla, cargos judiciales y pol-

    ticos, como los de juez de Toledo y conde de Andaluca; mas

    la descendencia por lnea femenina, cual la de Sara la Goda,

    hubo de convertirse al islamismo, por exigencia de la ley mu-

    sulmana. Sara la Goda, al sentirse maltratada por su to A r -

    tobs, vindose dbil como mujer, acudi al califa Omeya de

    Damasco, el cual le busc un marido musulmn que defendiese

    a ella y a sus posesiones; ms tarde enviud y torn a aceptar

    otro marido musulmn recomendado por Abderrahrnen I ; y

    la descendencia musulmana de Sara acept complacida el ape-

    llido de su cristiana madre- con preferencia al de su padre mu-

    sulmn. Abenalcota afirma que los descendientes de Sara

    fueron, dentro de la comunidad islmica, ms ilustres y ms

    prestigiosos que no los hijos que los maridos de su madre tu-

    vieron con otras mujeres.

    Los vitizanos, pues, no slo pueden alabarse de haber sido

    los que ayudaron a la cada de Espaa en tiempo de Muza, sino

    los que contribuyeron, por su inters personal, a consolidar

    el imperio islmico en los tiempos posteriores. E n el reinado

    de Abderrahrnen III , en el que vive Abenalcota y en que aca-

    ba su crnica, an lata en pechos islmicos la sangre de V i -

    tiza. JULIN RIBERA.

    Madrid, noviembre de 1926.

  • EN NOMBRE DE DIOS MISERICORDIOSO Y C L E M E N T E

    Bendicin y salud para nuestro seor Mahoma y compa-

    eros.

    Refirime Abubquer Mohmed, hijo de Ornar, hijo de Ab-delaziz (Abenalcota), que algunos sabios de nuestra tierra, entre los cuales recordaba al jeque Mohmed, hijo de Ornar, hijo de Lobaba; a Mohmed, hijo de Sad, hijo de Mohmed el Morad; a Mohmed, hijo de Abdelmlic, hijo de Aymn, y a Mohmed, hijo de Zacara, hijo de Atancha el Sevillano (en paz descansen), contaban todos e l los 1 haber odo decir a sus maestros que el postrer rey de los godos en Espaa, Wit iza 2 , dej al morir tres hijos: llambase el mayor Alamundo, se-guale despus Rmulo y luego Artobs. Como al tiempo de mo-rir su padre an eran nios, quedse su madre en Toledo regen-tando el reino; y Rodrigo, que era un general nombrado por el rey difunto, alejse (de la corte), seguido de los militares

    'que servan 3 a sus rdenes, y se fij en Crdoba.

    Cuando * Tric, hijo de Ziad, penetr en Espaa, en tiem- * po del califa Algualid, hijo de Abdelmlic, escribi Rodrigo a los hijos del rey (Witiza), los cuales ya eran bien mozos y sa-ban manejar un caballo, invitndoles a que le ayudaran y se le uniesen contra el enemigo comn. Ellos concentraron las

    5

  • '2

    tropas de frontera y se pusieron en marcha, hasta acampar rt Secunda 1 , no atrevindose a entrar en Crdoba porque no se fiaban 2 completamente de (Rodrigo: ste tuvo que salir de esta ciudad para unirse a ellos.

    Inmediatamente furonse al encuentro de Tric, y cuando ya estaban ambos ejrcitos a punto de combatir 3, pusironse de acuerdo Alamundo y sus hermanos para hacer traicin a Rodrigo. A l efecto, aquella misma noche mandaron emisarios a Tric para hacerle saber que Rodrigo no era ms que uno de los vasallos ms viles que su padre haba tenido y pedirle se-guro a fin de poder a la maana siguiente trasladarse a su campo, y que les confirmara y asegurara la posesin de las he-redades o cortijos que su padre tena en Espaa. Eran tres mil aldeas, que posteriormente vinieron a llamarse " L o s Feu-dos Reales". A l amanecer pasronse al campo de Tric con las tropas que consigo haban venido. Esta fu la causa de la con-quista.

    A l presentarse (los hijos de Wit iza) a Tric le pregunta-os- 4. ron: " E r e s t el jefe supremo, o hay otro * de quien depen-

    des?" Tric contest: " Y o dependo de otro, que a su vez tiene superior." Luego concediles permiso para pasar a fr ica a tratar con Muza, hijo de Nosair, y arreglar aseguradamente el asunto, dndoles, a peticin suya, una carta en que se le informaba del negocio pendiente y de aquello .que Tric se haba comprometido a dar.

    Furonse, pues, llevando consigo la carta de Tric en que-se consignaba la sumisin aceptada de una parte y las condi-ciones otorgadas por la otra, en busca de Muza, al cual halla-ron en las proximidades de los pases de los berberiscos a tiem-po en que se diriga a Espaa. Muza, hijo de Nosair, (a su vez) les mand al califa Algualid, hijo de Abdelmlic, el cual les ra-

  • - 3 -

    tific el convenio con Tric, mandando redactar un documento para cada uno de ellos, en el cual se ordenaba: " Q u e a nadie hubieran de hacer acatamiento ni al entrar ni al salir de su presencia."

    De vuelta a Espaa continuaron as las cosas hasta que muri Alamundo, dejando una hija que se llam Sara la Goda, y dos hijos menores, uno de los cuales fu el Mtrpol 1 , en Se-villa, y el otro Opas, el que muri en Galicia. Artobs ensanch sus posesiones arrebatando las de sus sobrinos, all por los prin-cipios del califato de Hixem, hijo de Abdelmlic. * (Sara la Goda) se hizo construir un barco en Sevilla, que era la ciudad donde haba fijado su residencia su padre Alamundo; pues (se ha de saber que) las mil aldeas que le correspondieron las tena en la parte occidental de Espaa, (as como a) Artobs le toca-ron en la parte media, entre Oriente y Occidente de la penn-sula y viva constantemente en Crdoba. Entre sus descendien-tes se cuenta a Abusad el Conde. Del mismo Artobs se refie-ren hechos suyos, que le acaecieron con Abderramen, hijo de Moavia, y con los siracos que vinieron a Espaa en compaa de los omeyas y los rabes, los cuales demuestran su buen jui-cio 2 . Y a los referiremos, si Dios quiere, en su lugar correspon-diente, conforme nos los han comunicado los sabios. A Rmulo le correspondieron mil aldeas en el Oriente de Espaa, habien-do elegido, por lugar de residencia, Toledo. Entre sus descen-dientes figura Hafs , hijo de Alvaro, juez de los cristianos.

    Despus (de haber construido el barco, segn bamos di-ciendo), Sara la Goda naveg con sus hermanos el rumbo de Siria, hasta desembarcar en Ascaln y continu viajando hasta que vino a parar a la puerta (del palacio) de Hixem, hijo de

    1 Conservo la forma de la palabra, tal cual est en el original, porque me parece que puede ser la forma romance de Mefopolitano,

  • 4 -

    Abdelmlic: (Una vez all) 'hizo que ste supiera su llegada y se le informara del compromiso adquirido por Algualid en favor del padre de ella, con las quejas que presentaba contra la in-justicia cometida por su to Artobs. El califa la recibi a su presencia y (en aquella ocasin) vio ella a Abderramen, hijo de Moavia, que era un joven que estaba delante del califa. Esto se lo sola recordar Abderramen I en Espaa, cuando Sara iba 1 a Crdoba y le dejaban entrar en palacio a visitar la fa-milia de ese monarca. Hixem, por favorecer a Sara, escribi a Hantala, hijo de Safun el Quelb, gobernador de frica, man-

    * i-'g. 6. dando que se cumpliese * la disposicin de Algualid, hijo de Abdelmlic, y se transmitiera (al efecto) la orden al goberna-dor (de Espaa) Hosam, hijo de Dirar, conocido ordinaria-mente por Abuljatab el Quelb, que fu el que cumpli la dis-posicin.

    El califa Hixem (adems) la cas con Isa, hijo de Moz-him, el cual fu a Espaa con ella y recobr la posesin de sus aldeas. Este Isa fu el abuelo de los Benialcota. De este ma-trimonio hubo dos hijos, Ibrahim e Ishac.

    El mismo ao que vino a Espaa Abderramen, hijo de Moavia, ella enviud y a porfa la pretendieron Playa, hijo de Molamis el Madhich y Omair, hijo de Sad; pero Talaba, hijo de Obaid el Chodam, intercedi por Omair, hijo de Sad, cerca de Abderramen, hijo de Moavia, y ste se la dio en ma-trimonio. De esta unin naci Habib, hijo de Omair, abuelo de los Benisid, Benihachach, Benimoslema y Benialchorz 2, lina-jes ilustres, cuya nobleza no pudieron alcanzar otros hijos que a Omair, al propio tiempo, de otras mujeres, le nacieron en Se-villa. Esta noticia, o la mayor parte de ella, la incluye Abdel-mlic, hijo de Plabib, en su libro que trata de la conquista de Espaa, en la archuza (composicin potica en metro rechez)

    * Pag. 7. de Teman, hijo de Alcama. *

    1 c^ ' l . 2

  • 5

    El encuentro de Tric y Rodrigo tuvo lugar a orillas del ro Beca, (del distrito) de Sidonia, y Al puso en fuga a Rodri-go, el cual, cargado con el peso de 'sus armas, se arroj al ro Beca y ya no se le hall.

    Cuntase que los reyes godos tenan (en Toledo) una casa en la que (se guardaba) un arca, y en dicha arca (se encerra-ban) los cuatro Evangelios, por los cuales ellos juraban. A esta casa la tenan en gran consideracin y no la solan abrir sino cuando mora un rey, momento en que se inscriba en ella su nombre. A l llegar a manos de Rodrigo la autoridad real, se ci por s mismo la corona, hecho que el pueblo cristiano no aprob; y, a pesar de la oposicin que ste le hizo, abri luego la casa y el arca, encontrndose pintados en sta a los rabes con sus arcos pendientes a la espalda y cubiertas sus cabezas con turbantes, y en la parte inferior de las tablas se hallaba escrito: "Cuando se abra esta casa y se saquen estas figuras, invadir y dominar a Espaa la gente pintada aqu."

    L a entrada de Tric a Espaa tuvo Jugar en el mes de Ra-madn del ao 92, y la causa (u ocasin) del suceso fu que un comerciante cristiano llamado Yulin, que sola ir y venir de

    Espaa a los pases berberiscos, siendo Tnger sobre

    ella y el pueblo de Tnger era * cristiano y sola lie- * F - 8-var a Rodrigo buenos caballos y halcones de este pas. A este comerciante se le muri su mujer, dejndole una hermosa hija. Rodrigo (por aquel entonces) le encarg que pasase a f r i c a ; pero l se excus con la muerte de su seora y no tener persona a quien encomendar su hija. Rodrigo dispuso que la introduje-ra en palacio; fijse en ella, parecile hermosa y la viol. A l volver su padre, ella se lo dio a entender; y ste dijo a Rodri-' g o : " (Ahora) s que he dejado yo unos caballos y unos halco-nes que no se h a n 1 visto semejantes!" Autorizle Rodrigo

  • 6 -

    para volver por ellos; Yulin llev consigo su dinero y fuese en busca de Tric, hijo de Ziad, a quien llam la atencin so-bre Espaa, encareciendo la excelencia (de la tierra) y la debi-lidad de su pueblo y dicindole que era gente cobarde. Tric, hijo de Ziad, escribi a Muza, hijo de Nosair, participndose-lo ; y ste orden que entrase en la 'Pennsula. Tric reuni tro-pas. . . (ya se-ha dicho en otro lugar lo que sucedi).

    Cuando ste se embarc con su gente, durmise, y se le apa-reci en sueos el Profeta (a quien Dios bendiga y d paz), ro-deado de los que le acompaaban en la huida y de los Defenso-res, con las espadas ceidas y los arcos pendientes. Y , al pasar el Profeta, (la paz sea sobre l), por el lado de Tric, le dijo: "Adelante en tu asunto! Y as estuvo viendo Tric, en sue-os, al Profeta y compaeros; y hasta les vio entrar en Espa-a, por lo cual alegrse l y albrici a los que le acompaaban.

    Cuando de las costas de fr ica pas a Espaa, lo primero P.%- 9- que conquist * fu la ciudad de Carteya \ de la jurisdiccin

    de Algeciras, y mand a su gente que hicieran pedazos (los cadveres de) algunos prisioneros que mataron, y que cocieran la carne en calderas, y dispuso luego que soltasen a los prisio-neros que quedaban, los cuales contaron esto a todos los que encontraban; y Dios llen sus corazones de pavor. Despus si-gui adelante y tuvo el encuentro con Rodrigo, segn se ha dicho anteriormente.

    Luego se dirigi a cija y a Crdoba; despus a Toledo; luego al desfiladero que se llam desfiladero de Tric, por el que se pasa para entrar en Galicia, la cual atraves hasta lle-gar a Astorga.

    Cuando M u z a supo lo fcil que haba resultado a Tric la expedicin, entrle envidia por ello y se puso en marcha con un grande ejrcito,,.

  • - 7 -

    N o queriendo penetrar por el mismo lugar en que 'haba en-trado Tric, dirigi el rumbo hacia el sitio conocido por "el puerto de M u z a " , corrindose por las costas de Sidonia para no seguir el camino que el otro haba recorrido. Muza entr un ao despus de Tric. [Dirigise a Sidonia, y luego] a Se-villa, que conquist 1 . Despus de Sevilla se fu a Lecant, (es decir), a un lugar que se llam "el desfiladero de M u z a " , en las cercanas de Lecant, en direccin a Mrida. Algunas personas peritas han dicho que * Mrida no se tom a la fuerza, sino por * ? g_ capitulacin.

    Muza sigui adelante y entr en Galicia (pasando) por un desfiladero que recibi su nombre, y la atraves, hasta encon-trar a Tric en Astorga.

    Luego recibieron rdenes de Algualid, hijo de Abdelmlic, para volverse, y se volvieron, despus de haber mediado entre ambos algunas diferencias.

    Muza abasteci los castillos o fortalezas de Espaa, nom-br a su hijo Abdelaziz para que le sucediese en el mando de la pennsula, y le estableci en Sevilla, dejando en su compa-a a Habib, hijo de Abuobaida, hijo de Ocba, hijo de Naf i el Fihr. Abdelaziz continu conquistando las ciudades espao-las que hasta entonces no se haban tomado.

    Psose en camino Muza, hijo de Nosair, llevando consigo 400 hijos de jefes espaoles que llevaban sobre sus cabezas co-ronas de oro y el cuerpo ceido' con cinturones del mismo metal; y cuando ya estaba cerca de Siria, Algualid se puso enfermo de la enfermedad que le llev al sepulcro, y Suleiman le mand a decir: "Retarda la marcha a fin de llegar cuando yo haya sido nombrado califa, pues mi hermano, con seguridad, va a m o r i r " ; pero Muza, que era hombre de carcter rgido y seve-ro, y agradecido a los favores-que le dispensaban, contest al

  • - 8 -

    mensajero de Suleiman: " P o r Al, no har lo que me pides;

    mi propsito es continuar el viaje; y si la 'Providencia ha dis-

    * Pg. I I . puesto que el seor a quien debo favores muera * antes de que yo llegue, entonces se har lo que (Suleiman) desee." Muza en-

    tr en la corte antes de que Algualid muriera \

    Despus, cuando entr a gobernar Suleiman, encarcel a

    Muza, hijo de Nosair, y le mult; y aun orden a cinco rabes

    de los principales de Espaa que matasen a su hijo Abdelaziz;

    entre ellos estaban Habib, hijo de Abuobaida el Fihr y Ziad,

    hijo de Anabiga el Temim. Fueron a buscarle , al ama-

    necer sali Abdelaziz para ir a la mezquita; psose en el mih-

    rab, y, despus de haber ledo el primer captulo del Alcorn

    y el 56. 0 (llamado sura Alguaquea), levantaron aquellos hom-bres las espadas y descargaron golpe a la vez; recogieron la

    cabeza y se la enviaron a Suleiman. Esto tuvo lugar en la

    mezquita de Robina, la qual domina el campo sevillano; pues

    l viva en la iglesia de Robina, y, al casarse con una seora

    goda, llamada Om Asim, la habitaron los dos; y se haba cons-

    truido a la puerta de esa iglesia la mezquita en que fu muer-

    to, donde hasta hace poco se conservaba su sangre.

    A l recibir Suleiman la cabeza (de Abdelaziz), hizo que le

    trajeran a Muza, hijo de Nosair, y ensesela sobre un aza-

    fate. (Entonces) djole M u z a : " Pardiez ! Le has matado a

    tiempo en que ayunaba y rezaba!"

    A Suleiman, durante su reinado, no le acaeci ni sucedi

    otra cosa tan grave como lo que haba hecho con Muza.

    L a muerte (de Abdelaziz) fu a fines del ao noventa y

    ocho; y pasronse algunos aos sin que hubiera [en Andalu-

    P G . 12. ca] un jefe con quien estuviesen conformes, * excepto los

    berberiscos que eligieron ellos mismos a Ayub, hijo de Habib

    el Lajm, que era hijo de una hermana de Muza, hijo de N0-

    1 vX^-JI '>y> J*a J,>.i>i.

  • - 9 -

    sair. De este A y u b queda descendencia en las nmedacone de Pea, del distrito de Raya (Mlaga).

    Luego Suleiman, hijo de. Abdelmlic, nombr gobernador de fr ica y de las comarcas occidentales adjuntas a Abdala, hijo de Yecid, cliente de Cais, despus que se irrit contra Muza y le destituy de la gobernacin de esos pases, el cual Abdala nombr gobernador de Espaa a Alhorr, hijo de A b -derramen el Tacaf , pues Espaa estaba sin gobernador y co-rresponda al de fr ica nombrar a quien quisiera.

    Alhorr estuvo de gobernador hasta que subi al califato Ornar, hijo de Abdelaziz (en paz descanse), el cual nombr a Asmah, hijo de Mlic el Jaulan, gobernador de Espaa, y a Ismael, hijo de Abdala, cliente de los Benimajzum, goberna-dor de frica.

    Ornar, hijo de Abdelaziz (a quien Dios haya perdonado), dio orden a Asmah para que hiciese . salir de Espaa a los musulmanes, por temor de que alguien fuese contra ellos y les vencieran los enemigos; pero ste le escribi manifestando la fuerza que tena 'el islamismo en Espaa y la multitud de sus ciudades y lo excelente de sus fortalezas. Entonces fu cuando (el califa) envi a Chbir, su cliente, para cobrar el quinto (que le corresponda) * y ste se fu a residir 'a Crdoba 1 * P i -el cementerio y la Mosala en el arrabal; despus supo la muer-te de Ornar (Dios se haya contentado de l) y se abstuvo de co-brar el quinto, y ' construy el puente' sobre el Guadalquivir al lado de las ruinas (?) \

    A l ocupar el califato Yecid, hijo de Abdelmlic, nombr gobernador de fr ica a Bxer, hijo de Safun, el cual nombr gobernador de Espaa a Ambaza, hijo de Zohaim el Quelb. Despus de Ambaza fu gobernador Yahya, hijo de Zalema el Quelb; luego Otmn, hijo de Abutisa 1 el Jatam; luego Ho-

    E n el original j^srl, quiz por V L > | . 2

    6

  • 10 -

    dara, hijo de Alahgus el Cais; luego Alhatam, hijo de Ab-delcafi; luego Abderramen, hijo de Abdala el Gafequ; luego Abdelmlic, hijo de Catn el Fihr.

    Abderramen, hijo de Abdala, pretende que el nombramien-to de gobernador de Espaa de su antepasado Abderramen no lo debi al gobernador de fr ica, sino que fu expedido por el mismo Yecid, hijo de Abdelmlic, y dicen los de esta familia que ellos tienen en su poder prueba documental que lo acredi-ta. Esta familia resida en Moraana (?) de los Gafekes del A x a r a f e de Sevilla.

    Pg. 14. Despus fu califa Hixem, 'hijo de Abdelmlic, * y nombr gobernador de fr ica a Obaidala, hijo de A lhabhab 1 , cliente de la familia de los Benizalul, hijo de Cais, y ste 2 nom-br gobernador de Espaa a Ocba, hijo de Alhachach el Za-lul, en el ao 11 o, el cual continu hasta que se sublevaron los berberiscos en Tnger contra Obaidala, hijo de Alhabhab, con Maizara, el apodado el Haquir (el despreciado), que era un aguador del mercado de Cairun, y mataron a su propio jefe Ornar, hijo de Abdala, el Morad. Cuando los de Espaa tuvie-ron noticia de la sublevacin berberista en Tnger, se subleva-ron (tambin) contra el gobernador Ocba, hijo de Alhachach, y

    . ' lo destituyeron. El jefe de este movimiento, que fu Abdelm-lic, hijo de Catn el Fihr, vino a ser gobernador, pero sin sacudirse de la obediencia y sumisin (a los califas); y Espaa se le someti.

    Luego que Hixem, hijo de Abdelmlic, separ de la gober-. nacin de fr ica y pases contiguos del Occidente al hijo de Alhabhab, nombr gobernador de la misma a Coltum, hijo de lyad el Cais, y le orden que combatiera a los berberiscos. Este, por si acaso tena un fin desgraciado, encarg que le sucediese en el mando a Blech, hijo de Bxer el Coraix, su sobrino, y

    1 1_1^*JS\J). 2 sil! l W C .

  • - 11 -

    para el caso de que ste tambin muriese, le sucediera Talaba, hijo de Zalema el Amil.

    Dirigise Coltum al fr ica acompaado de treinta mil hom-bres, diez mil [clientes] de la * familia de Omeya y veinte mil * f g ; 15. de la nobleza rabe, los cuales saban por predicciones que la dinasta de los Omeyas haba de caer y que la familia de Abas les haba de suceder en el imperio, y que el reino de los Aba-ses no haba de pasar ms all de Alzab; pero creyeron que era el Alzab de Egipto, cuando era el Alzab de frica. Y efec-tivamente as fu, porque no pas de Tobna y comarcas cir-cunvecinas.

    Coltum se ocup en ordenar el gobierno de frica, ponin-dola en estado de defenderse y hacer la guerra; despus fuese a combatir a los berberiscos que se haban unido a Homaid el Zenet y a Maizara el Haquir, antes nombrado, encontrndose ambos ejrcitos en un lugar que se llamaba Nafdora, trabn-dose ruda batalla en la que perecieron Coltum y diez mil hom-bres del ejrcito; (otros) diez mil se fueron al f r i c a (Tnez), donde formaron parte de los cuerpos de tropas siracas, hasta el tiempo de Yecid, hijo de Htim, hijo de Almohalab, gober-nador por Almanzur, que los licenci, sustituyndoles con otras tropas rabes del Jorasn que trajo consigo; y as siguen las cosas.

    Blech, hijo de Bxer, retirse con (los restantes) diez mil hasta acampar en la .ciudad de Tnger, que se llamaba " la V e r d e " . De estos diez mil haba dos mil de gente liberta y ocho mil rabes.

    Los berberiscos comenzaron a sitiarle y hostigarle, y l mand emisarios a Abdelmlic, hijo de Catn, que le recorda-sen lo que haba pasado entre l y Coltum, hijo de Yyad, su to, y le pidiesen que, mandara naves para pasar * a (Espaa. A b - * Pg. 16. delmlic consult el caso con los hombres de su consejo, y s-tos le dijeron: " S i dejas entrar a ese siraco y viene contra ti.

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    seguramente te destituir"; y l, atenindose a tal consejo, no le dio contestacin.

    Pero Blech, al desesperar de que le auxiliase, construy unos crabos 1 y se apoder de los barcos mercantes que all se hallaban; meti en ellos hombres que lo condujeron a la Atarazana de Algeciras y se apoder de los barcos, armas y pertrechos que en ella se encontraron. Y entr en la Pen-nsula.

    Cuando el Fihr tuvo noticia del desembarco, reuni tro-pas y salile al encuentro en los alrededores de Algeciras, tra-bndose encarnizado combate, del que tuvo que huir el Fihr. Renovse la batalla, y Blech le oblig a huir desde Algeci-ras a Crdoba diez y ocho veces, hasta que por fin cay pri-sionero y le crucific al extremo del puente de Crdoba, en el lugar donde ahora est la mezquita; y entr en Crdoba.

    Abderramen, hijo -de Ocba 2 el Lajm, que estaba en Nar-bona de gobernador, nombrado por el Fihr, del que era par-tidario acrrimo, al saber lo sucedido reuni tropas de fron-tera, a las que se unieron por la misma causa muchos rabes y berberiscos de Espaa, y se puso en marcha con intento de vengarse.

    Blech sali de Crdoba, para irle al encuentro, con diez mil hombres del partido de los Omeyas y siracos. Abderra-men, hijo de O c b a 3 , llevaba 40.000. Trabse batalla en (las inmediaciones de) una de las alqueras. Acua Portora, de la regin de Huebo 4 , y continuaba el'combate por la tarde,

    Pg. 17. despus de ha * ber muerto diez mil hombres del ejrcito del hijo de Ocba 5 y otros mil de Blech, cuando Abderramen, hijo de O c b a 6 , que-era uno de los mejores arqueros, dijo: " M o s -

    1 B^I"^- Q-* ^-"^q'4 J - ^ ^ ^JSVAJI V-^ly* 0a

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    tradme a ese Blech." Enseronselo en el mismo campo de batalla; arm su arco, dispar su flecha y vino a introducrsele a ste por la manga de la cota de mallas hasta penetrar en el cuerpo. Entonces dijo: " A h o r a s que le he acertado." L a ba-talla con ello se apacigu. Blech vino a morir al segundo da.

    Quedse como emir de Crdoba y jefe de los siracos y omeyas Talaba, hijo de Zalema el Amil ; y Abderramen, hijo de O c b a 1 , volvise a la'frontera. Los rabes y berberiscos de Espaa continuaron haciendo la guerra a los siracos y ome-yas, y defendiendo la causa de Abdelmlic, hijo de Catn el Fihr. Y decan a los siracos: "Nuestro pas no basta ni aun para nosotros: marchaos y dejadnos." Los combates se reno-vaban a cada momento por los cerros del sur de Crdoba.

    Cuando Hixem, hijo de Abdelmlic, supo la desgracia ocu-rrida a Coltum y el desorden que en fr ica y Espaa trajo por consecuencia aquel suceso, consult el caso con su herma-no Alabas, hijo de Algualid, a quien haba encomendado el cargo que en el consejo haba ejercido su hermano Moslema. Aqul le contest: " E n este asunto no hay mejor solucin que la de hacer lo que a los principios se hizo. Dignaos confiarlo a esos Cahtanes."

    * Este consejo fu aceptado a tiempo en que llegaron los * P s- s. siguientes versos que Abuljatar el Quelb escribi a Hixem desde f r i c a :

    "Habis devuelto oh hijos de Merun! a iCais nuestra sangre: Dios os lo tome en cuenta,, s no habis hecho recta justicia. Tal parece,, cual si no hubierais presenciado (la batalla de) la Pradera de Ni hubierais sabido quin obtuvo all la victoria; [Rhit, Nosotros os preservamos, en el ardor del combate, con nuestros pechos; Eran entonces en poco nmero vuestros caballeros y peones: Y cuando veis que el fuego de la guerra se ha apagado, Y que por ello se os hace agradable la vida (literalmente el comer y beber), Y a no cuidis de nosotros, como si la desgracia no nos afligiera;

    1 JU2t .

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    (Al menos) yo no s que vosotros hagis nada (por remediarlo). Sin embargo, no os 'aflijis, si otra vez la guerra muerde (se enciende) Y la sandalia al andar resbala en la pendiente, El.vnculo de la unin y las fuerzas desfallecen, ' ,' i

    Fg. ig. * Porque an es posible reanudar los lazos si abandonis esa conducta des-[defiosa.

    A l recibirse estos versos, Hixem nombr gobernador de fr ica a Hantala, hijo de Safun el Quelb, dndole rdenes para que a su vez nombrara gobernador de Espaa a su pri-mo Abuljatar, el cual se llev la credencial expedida por Han-tala, hijo de Safun, acompaado de treinta hombres. Esta fu la segunda porcin de tropas siracas (que entraron en Espaa).

    Traa su pendn ceido al hierro de una lanza y guarda-do en su funda, y al acampar en el Guadajoz se visti y arre-gl, hizo clavar en un asta el hierro de la pica al que estaba adherido el estandarte, y luego se puso en marcha.

    A tiempo en que llegaron a lo alto del puerto de Almeida, haban trabado combate siracos y omeyas de una banda y rabes y berberiscos espaoles de otra; pero, al (distinguir ambos ejrcitos aquella bandera, ces la batalla y apresur-ronse todos a presentrsele. Abuljatar les di jo: "Haced el ob-

    ' sequio de prestarme atencin." Ellos contestaron: "Bien est." El entonces les di jo: "Este es un diploma expedido por mi primo Hantala, hijo de Safun, nombrndome vuestro jefe, por encargo del Emir de los creyentes." Los rabes y berbe-riscos espaoles contestaron: "Nosotros estamos dispuestos a obedecer; pero es preciso que se nos libre del vejamen de soportar a estos siracos: que se marchen y nos dejen." A b u l -jatar replic: " A h o r a entrar en Crdoba a descansar; despus ya se atender vuestros deseos, pues tengo un proyecto que a

    * Pg. 20. todos os dejar satisfechos, * Dios mediante."

    Una vez dentro de Crdoba, dio rdenes para que se hi-ciese salir de Espaa a Talaba, hijo de Zalema el Amil, a

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    Guacas, hijo de Abdelaziz el Quinen, y a Otmn, hijo de Abu-tisa el Jatam, mandndoles a decir: " E l Emir de los creyen-tes y Hantala, hijo de Safun, saben seguramente que vos-otros tenis la culpa del desorden que hay en Espaa." Estos salieron de Crdoba y se fueron a Tnger:

    Entonces Abuljatar puso su cuidado en ir alojando a los siracos por varias comarcas de Espaa, alejndolos de Cr-doba, que no poda soportarlos. Estableci 1 a los de Damasco en Elvira, a los del Jordn en Raya, a los de Palestina en Si-donia, a los de Emesa en Sevilla, a los de Quinesrina en Jan, a los de Egipto en Beja, y una porcin de estos ltimos en Todmir, corriendo su mantenimiento a cuenta de aquellos, (cris-tianos) espaoles que se haban sometido por medio de tra-tado, y quedando los rabes balades y los berberiscos dueos de las posesiones adquiridas en guerra, sin faltarles un pice.

    Como Abuljatar durante su mando mostr parcialidad con-tra los de Modar, stos se le sublevaron y se dirigieron a Cr-doba en ocasin en que estaba desprevenido. El saliles al en-cuentro con quien a mano tuvo, y trabaron combate en Secun-da. Capitaneaba a los de Modar Asomad, hijo de Htim el Quilab. Abuljatar huy y sus tropas se dispersaron; en su huida vino a refugiarse en la casa molino de la Almunia de Nsar, de donde se le extrajo * de debajo de la solera 2 . Presen- * p g . 21. tado al Quilab, ste le decapit a sangre fra.

    Entonces se pusieron de acuerdo en nombrar gobernador a Yzuf, hijo de Abderramen, hijo de Habib, hijo de Abuo-baida, hijo de Ocba, hijo de Naf i el Fihr, cuyo gobierno dur algunos aos; y como Asomail, que era su ministro y el que verdaderamente ejerca la autoridad, mostr parcialidad con-

    2 E n los formularios de contratos que se conservan en la coleccin de manuscritos rabes del Centro de Estudios Histricos de Madrid, al describir el molino se llama jky*> a la muela solera, en oposicin a la mvil que en roman-ce andaluz llamaban rote%jio.

  • - 16 -

    tra los Cahtanes, estaban muy contentos y nada les Impuso temor, a no ser la venida de Bder, cliente de Abderramen, hijo de Moavia (Dios se satisfaga de ambos). v

    Y esto fu que Bder vino comisionado por su patrono, que estaba escondido en el pas de los berberiscos entre los Beniguanass, clientes de Abdelaziz, hijo de Merun. Diri-gise primeramente a buscar a Abuotmn, que era entonces el ms respetable de los clientes (omeyas) y hombre a quien se le guardaba mucha consideracin. Fuese, pues, a parar a la alquera de T o r o x ; Abuotmn mand llamar a su yerno Ab-dala, hijo de Jlid, y le habl de la comisin que haba trado Bder. Como Y z u f estaba para salir de expedicin guerrera a tierra enemiga, ambos le dijeron a Bder: "Espera a que se lleve a efecto esta expedicin y en ella nos reunamos con nuestros amigos." El mismo Y z u f llamaba clientes suyos a los clientes de Omeya y mostraba inclinacin favorable a ellos. E n aquella campaa acompaaron ambos a Yzuf y confe-renciaron con Abusabah el Yahsob, que era el jefe de los Y e -

    Pg. 22. menes en el Occidente de Espaa y viva * en la alquera de Mora del A x a r a f e de Sevilla y con otros jefes rabes: unos no se mostraban propic ios 1 ; a otros les pareca bien. Acabada la campaa se volvieron. Ltiego encargaron a Abuab-da Hasn, hijo de Mlic, que se insinuara hbilmente con Abu-sabah, ya que eran convecinos en Sevilla, y que hiciera por recordarle los favores que ste haba recibido de Hixem, hijo de Abdelmlic, que ciertamente eran de consideracin. Esto hizo que Abusabah se decidiera en favor de Abderramen. Des-pus entraron en plticas con A k a m a , hijo de Gayat el Lajm y con A b u a l a c a 2 el Chodam, abuelo de Fahil Axach el de Sidonia y Ziad, hijo de Amer el Chodam, abuelo de los Be-niziad de Sidonia, que eran los jefes de los siracos en esa

    1 i > y > l * x J | . 2 ' ^ i _j.il.

  • - -poblacin, y todos contestaron afirmativamente. Luego habla-ron a los Cahtanes de Elvira y Jan, tales como el abuelo de los Beniadja 1 del Hamadn y al abuelo de los Benihasn y al de los Beniomar de la tribu de Gasn, seores de Guadix, y a Mayzara y Cahtaba, los de la tribu de T a y en Jan; y hablaron por fin a Alhosin, hijo de Adachn el Ocail, que haba roto las relaciones de amistad con Asomail, hijo de Htim, siendo el nico de la tribu de Modar que se inclin a favor de Abde-rramen, hijo de Moavia; pero no emprendi nada con los su-yos, porque stos eran partidarios de Yzuf , hijo de Abderra-men, pues tena de ministro a Asomail y ambos detestaban a los de Cahtn.

    Acabadas estas negociaciones, dijeron a Bder: " V e t e por l ." Pero al comunicarle a Abderramen este recado, contest: " N o me * parece bien entrar en Espaa sin que alguno de ellos * Pg. 23. venga a acompaarme." Bder volvi a traerles la contestacin.

    Como Yzuf, hijo de Abderramen iba a salir a hacer la guerra a Zaragoza, pues se le haba sublevado en ella Amir e l C o r a i x el Amir , del cual tom el nombre 2 la puerta de Amir en esta ciudad, Abuotmn y Abdala, hijo de Jlid, su yerno, furonse a Crdoba a presenciar la salida de Y z u f ; pero, temerosos ambos de que ste se enterara del asunto que deseaban llevar a feliz trmino, fueron a visitar a Asomail, hijo de Htim, pidindole jconferenciar secretamente con l. Acep-tada la peticin, ellos recordaron a ste los favores f eme l y sus ascendientes haban recibido de \los Beniomeyas, aadien-do: "Abderramen, hijo de Moavia, se ha refugiado en los pa-ses berberiscos; est escondido all, porque teme por su propia persona; ha enviado mensaje pidiendo salvo-conducto y re-clama por favor lo que ya bien^sabes y debes recordar." El les contest: " S , s, con mucho gusto; a ese Yzuf le obligare-mos 3 a que le d su hija en matrimonio y adems participa-

    7

  • - 18 l i -

    cin en ei gobierno; y si no, la espada dar buena cuenta de esa calva que trae."

    E n esto salironse ambos y celebraron una reunin con los clientes (omeyas) de Crdoba que eran amigos, tales como Y -zuf, hijo de Bojt ; Omeya, hijo de Yecid, y otros que se com-prometieron en el asunto. Luego pasaron a ver otra vez a Aso-mad para despedirse y dijo a ambos: " H e estado cavilando res-pecto de lo que me habis propuesto, y se me ha ocurrido que

    Pg. 24. Abderramen es de tal * casta, que si uno de ellos orina en la pennsula nos vamos a ahogar en el meado; sin embargo, yo me callar el secreto que me habis confiado, y os deseo que Dios os sea propicio en lo de vuestro patrono." Y efectivamente guar-dle! secreto.

    Apenas acababan de salir (de casa de Asomad) he aqu que - de manos a boca 1 topan con Temam, hijo de Alcama; y creye-

    ron de tan buen augurio el tropezar con quien as se llamaba, que se lo llevaron consigo. Inmediatamente dieron encargo a Abuforaya, que era uno de los clientes siracos que se haban declarado partidarios, e inteligente marino, que fuera por Ab-derramen, hacindole ir acompaado de Temam, hijo de Al-cama, : y de Bder.

    Hecha la travesa, al reunirse con Abderramen dijo ste: "Dme, Bder: quin es ste?" El contest: " T u cliente Te-mam, y ste tu cliente Abuforaya ." Dijo entonces Abderra-mem " T e m a m ! . . . Eso quiere decir que nuestro asunto termi-nar bien, Dios mediante. Abuforaya. . . Eso quiere decir que conquistaremos el pas, si Dios quiere. . ." Hicironse luego a la vela y desembarcaron en Almucar. - All salieron a recibirles Abuotmn y Abdala, hijo de J-lid, llevndoselo primeramente a la residencia de Abdala, hijo de Jlid, en Alfontn, quedes vena al paso, e inmediatamente

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    despus a Torox, de la regin de Elvira, residencia de Abuot-mn. 'Luego le mandaron recado a Chidar 1 hijo de Amer * * Pg. 25. el Cais, el abuelo de los Beniaquil, que en aquel entonces era jefe de los rabes en la regin de Raya, hacindole saber la lle-gada de Abderramen. El les contest: "Traedle a la Mosala de Archidona el da de Pascua de Alfitar, y veris lo que hago, Dios mediante."

    Llegado all, al venir el predicador levantse Chidar y, di-rigindose a l, dijo: "Djate de nombrar en el sermn a Y -zuf, hijo de Abderramen, y declara como prncipe reinante a Abderramen, hijo de Moavia, hijo de Hixem, pues ste es nuestro Emir e hijo de nuestro E m i r . " E inmediatamente (di-rigindose a la multitud) dijo: "Pueblo de Raya!, t qu di-c e s ? " Y contestaron: " L o que t quieras." Hzose el sermn a su nombre y fu proclamado al acabar los oficios del rezo. Tngase en cuenta que Archidona en aquel tiempo era la ca-pital de la provincia de Raya. Luego Chidar se lo llev y le hosped en su casa. Sabida la noticia por los Benialjal de Tecorona, clientes de Yecid, hijo de Abdelmlic 2 , vinieron con cuatrocientos caballeros; inmediatamente (Abderramen) se puso en marcha en direccin a Sidonia, presentndosele el abuelo de los Benialys, tambin con muchas tropas y engrosndo-sele cada vez ms su ejrcito. Luego se le presentaron los de Sidonia, que ms arriba se han mencionado, y la plebe rabe de la misma ciudad, tanto siracos como balades. Abusabah sali tambin de Sevilla, y Haya, hijo de Molamis, que eran los rabes principales de todo el Occidente de Espaa 8, a pre-sentrsele y reconocerle. Abderramen permaneci en Sevilla los restantes das del mes de Xagual , y fueron viniendo los del Occidente a ofrecer su obediencia, con lo cual todas las comarcas occidentales de Espaa le reconocieron.

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    pg. 26. As que lleg lo sucedido a noticias de * Yzuf , al vol-ver de la campaa en la que haba cogido prisionero al Co-raix el Amir , que se le haba sublevado, se puso en marcha en direccin a Sevilla, viniendo a acampar al castillo de Niba. Sabido esto por Abderramen, dirigise a Crdoba. Ambos ejr-citos llevaron ro en medio durante el mes de Adar. Cuando Yzuf conoci el intento de Abderramen de marchar sobre Crdoba, retrocedi por volver a ella. Entonces Abderramen acamp en la alquera de Villanova de los Bahres, de la re-gin de Tocina, del distrito de Sevilla, y le dijeron los hombres de ms consideracin del ejrcito: " N o conviene que un Ge-neral est sin estandarte." Invitronle, pues, a levantar ban-deras; pero, al ir a buscar por el ejrcito un asta o pica donde asegurar el pendn, apenas si encontraron ms que la lanza de Abusabah, el antes mencionado, y la de Abuacrama Chafar, hijo de Yecid, tronco de los Beniasalim de Sidonia. E n aque-lla alquera fu donde se ataron los estandartes; Farcad el zaragozano, el santo varn de la Espaa de aquel tiempo, pre-senci el acto de levantar banderas. Estos Benibahro (o Bah-res) son rama de la tribu de Lajm.

    Abderramen pregunt: " E n qu da estamos?" Contes-tronle: "Jueves y da de A r a f a . " Entonces Abderramen dijo: " D a de A r a f a ! . . . Vspera de la Pascua del Carnero cayendo en viernes?.. . Y habrselas con un Fihr? . . . Ah! , entonces

    * Pag. 27. el da de maana es parecido al de la Pradera de Rhit! * Efectivamente, el da de la batalla de la Pradera de Rhit, en que pelearon Merun, hijo de Alhcam, y Adahac, hijo de Cais el Fihr, general de Abdala, hijo de Azobair, fu viernes y Pascua del Carnero. E*l suceso fu favorable a Me-run y desfavorable para el Fihr, muriendo juntamente con l setenta mil hombres de las tribus Caises. Por eso deca Abderramen, hijo de Alhcam:

    " A los de la Tribu de Cais, nada les sale bien, ni ninguno de. sus auxiliares Despus del da de la ,Pradera de Rhit, cuando se dispersaron." [medra

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    Inmediatamente Abderramen, hijo de Moavia, mand a su gente que se pusiera en movimiento para caminar durante la noche, y que pudiera amanecerles a las puertas de Crdoba, diciendo a los que le acompaaban: " S i obligamos a los de a pie a que hagan la marcha a nuestro lado, se van a cansar y no nos s e g u i r n 1 ; lo mejor ser, pues, que tome cada uno de vosotros a uno a la grupa." Luego, volvindose a un joven que le haba llamado la atencin, le dijo: " Chico! Cmo te lla-m a s ? " El mozo le contest: "Sbic, hijo de Mlic, hijo de Yecid." Entonces aadi Abderramen, " S b i c ? . . . Eso quiere decir que ganaremos la carrera. Mlic? Seremos reyes. Y e -cid?. . . Nosotros prosperaremos. V e n ac, a ti te toca montar a la grupa de mi caballo." Los descendientes de este mozo viven en Morn; les apellidan los Benisbic el Radif * y son * p& 28. de la tribu de Albaranis. Se cuenta entre ellos a Abumerun Atarif .

    Caminaron aquella noche, y al amanecer llegaron a Byax. Y z u f (por su parte) se puso en marcha y entr en el Alc-zar a la hora del alba. Abderramen, al brillar la aurora, se puso en movimiento para combatirle, despus de habrsele pre-sentado en aquella misma maana los rabes de Elvira y de Jan; sin embargo, el ro no era fcil de pasar, por la corrien-te 2 , y ambos ejrcitos estaban frente a frente cerca del vado que est debajo de la Noria. El primero que se precipit al ro, de los del ejrcito de Abderramen, fu sim, hijo del Orin, abuelo de los Benisim; y visto aquello, todo el mundo, in-fantes y caballeros, se echaron al ro y pasaron a la otra parte. Yzuf no se aprovech de la ocasin 3, la batalla :se trab en la Almozara, pero breves momentos, porque luego se declar Y z u f en fuga, sin entrar siquiera en el Alczar. Adelantse Abderramen, entr en palacio y se fu a buscar las ollas de

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    la cocina, almorzando de lo que all haba la mayor parte de los que le acompaaban.

    Tras esto se le presentaron la mujer y las dos hijas de Yzuf y le dijeron (a Abderramen): " P r i m o nuestro, ten la bondad de tratarnos como Dios te trata a t i . " El les contest: " A s lo har. Eh, que venga el jefe de la oracin!" E r a en-tonces el que desempeaba este cargo el abuelo de los Benisal-mn, los lectores (tan conocidos). Como era cliente de Fihr, le mand que se llevara a aquellas mujeres a su casa.

    Abderramen aquella noche la pas en el Alczar. L a hija Pg. 29. e i pjhr * le dio una manceba llamada Holal, que fu la

    madre de Hixem, a quien Dios haya acogido en s miseri-cordia.

    " Mayzara y Cahtaba, los de la tribu de Ty , se destaca-r o n 1 desde la puerta del Alczar con un escuadrn de caba-llera, pasaron a la otra parte del ro, a casa de Asomail, hijo de Htim, en Secunda, donde tena su residencia, y saque-ronla, mientras Asomail los estaba mirando desde la ladera del monte que domina a Xobollar. Entre las cosas que encon-traron se hallaba un arca con diez mil dinares en plata. A l ver todo aquello Asomail se puso a decir:

    " H o l a ! , hola!, mi dinero lo guarda un Tay en depsito!

    Da vendr en que los depsitos se habrn de restituir."

    Aquel da Abderramen, hijo de Moavia, fu a la mezquita aljama, presidi la oracin de viernes y en el sermn les pro-meti bienandanzas (de su gobierno).

    El Fihr se fu a Granada, que conserv bajo su poder; pero seguida sale Abderramen en su persecucin, le pone cerco y le mantiene el sitio hasta que posteriormente vino a rendirle a discrecin.

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    El hijo de Yzuf el Fihr, que estaba en Mrda, tuvo no-ticia de lo que estaba ocurriendo a su padre; se va a Crdoba y entra en el Alczar en ausencia de Abderramen; ste, al tener noticia de ello, retrocede; * pero as que aqul lo sabe,* t'g. 30. huye de Crdoba y se va a Toledo. Abderramen entonces man-d llamar a Amir, hijo de Al , el abuelo de los Benifahd, los de Ruzafa, que era hombre de mucha autoridad y rango en-tre los Cahtanes y le nombr para que hiciese sus veces en el Alczar, encomendndole su guarda. Inmediatamente volvi Abderramen a ponerse en camino hacia Granada y mantener el cerco y conseguir la rendicin, como antes se ha referido.

    T r a s esto el Fihr falt a la lealtad y sali ftigitivo de Cr-doba hasta llegar a Toledo, donde le mataron sus mismos ser-vidores ; con lo cual los mismos sucesos iban asegurando el poder de Abderramen.

    Este confirm en el cargo de gobernador de Narbona y co-marcas adjuntas hasta Tortosa a Abderramen, hijo de Ocba; y nombr para la gobernacin de Toledo a un hombre de la descendencia de Sad, hijo de Obada el Ansar , que viva en la misma ciudad.

    Luego le fu denunciado que Abusabah haba dicho a T a -laba, hijo de Obaid, al tiempo de huir Y z u f el Fihr y entrar Abderramen en el Alczar: " A h , Talaba! No se te ha ocu-rrido que se pueden matar dos pjaros de una pedrada?" "Cmo es eso?" , le contest Talaba, y dijo Abusabah: " Y a . nos hemos desembarazado de Y z u f ; desembaracmonos de ste y Espaa ser de los Cahtanes." Talaba le revel esto a Abderramen; ste le exigi juramento y pudo certificarse de la verdad del caso. U n ao despus Abusabah era muerto arteramente. Y a antes se ha dicho que era el hombre ms principal en el Occidente de Espaa. E n Niebla * era jefe su* P g . 3 I . primo Abdelgafar; en Beja un primo suyo tambin, Amer, hijo de Talut, y Coltum, hijo de Yahsob. < .." -

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    Todos estos se irritaron por lo ocurrido a Abusaban y se dirigieron a Crdoba. Abderramen, que estaba en la Frontera, al saber la noticia vino apresuradamente y acamp en Ruzafa, donde entonces se hallaba su ministro A r i f a \ Xohaid, el lu-garteniente quien haba encomendado la guarda del Alczar, sali de ste para presentarse (a Abderramen) y le dijo: " S i entraras en el Alczar podras descansar esta noche." A lo cual respondi Abderramen: " O h , Xohaid!, qu provecho me ha de hacer el descansar una noche sin haber vencido a los que tengo delante?"

    Luego, al amanecer, se puso en marcha para hacerse cargo de las tropas enemigas que haban acampado en el valle de Amanbis [Bembzar?], y se aposent en la alquera de V i -as, en un barrio de la misma conocido por Arracunn, que la gente suele llamar Arracquina; por la tarde mont a ca-ballo acompaado de los oficiales de ms confianza entre sus clientes y caballeros y de una patrulla de soldados, y oy con-versar a los berberiscos del ejrcito contrario, los cuales ha-blaban en su idioma nativo; llam a sus clientes berberis-cos, tales como los Beniljala, los Beniguanass y otros, y les dijo: "Habla