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Academia de Buenas Letras de Granada DISCURSO PRONUNCIADO POR EL EXCMO. SR. DON FRANCISCO IZQUIERDO MARTÍNEZ EN SU RECEPCIÓN PÚBLICA COMO ACADÉMICO SUPERNUMERARIO ACTO CELEBRADO EN EL PARANINFO DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA EL DÍA 10 DE MAYO DE 2004 GRANADA MMIV

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Academia de Buenas Letras de Granada

DISCURSOPRONUNCIADO POR EL

EXCMO. SR. DON FRANCISCO IZQUIERDO MARTÍNEZ

EN SU RECEPCIÓN PÚBLICA

COMO ACADÉMICO SUPERNUMERARIO

ACTO CELEBRADO EN EL PARANINFO

DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA

EL DÍA 10 DE MAYO DE 2004

GRANADA

MMIV

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DISCURSODEL

EXCMO. SR. DON FRANCISCO IZQUIERDO MARTÍNEZ

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Mariana de Pineda, mártir de la leyenda

En el 200 aniversario de su nacimiento1804 - 2004

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Excmo. Sr. Presidente,Excmos. e Ilmos. Sres. Académicos,

Señoras y señores:

U NO de estos días, concretamente el 26 de mayo próxi-mo, se cumplen los doscientos años de la muerte, del

asesinato de Mariana de Pineda. De este maravilloso perso-naje andaluz, granadino, sacrificado a los veintisiete años porlos defensores del oscurantismo y tristemente olvidado porlos que se erigen en padres de la libertad, solo se acuerdan lospoetas, al menos en el último siglo, y no siempre para bien,pues confunden intencionadamente la generosa entrega deMariana de Pineda a la causa de la justicia con los enloque-cidos amoríos de una joven burguesa. Confusión, manipula-ción sería la palabra exacta, encanallada por intereses ruínes,es decir, dirigida al favor del público, al rendimiento comer-cial, al éxito teatral. Estos autores reducen la magnitud delpersonaje histórico, su poderoso ejemplo patriótico y suofrenda por las libertades, a un argumento pobre de “ciegocorazón enamorado” Federico García Lorca, que mas ade-lante sería víctima de ésta manipulación, dijo: “Todos loshéroes del XIX español que tienen estatua, han tenido tam-bién un dramaturgo. La única que no lo tenía era MarianaPineda, quizá porque esta necesitaba un poeta”. Y el caso deFederico es el mejor de los casos, pues ha habido escritor queempequeñeció tanto la figura de la heroína que la rebajó abicho vergonzante de sainete, del sainete trágico a la maneraXIX, haciendo de ella un ser vociferante, estúpido, desver-gonzado y pendón.

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Con esta especie de prologuillo y anticipándome, quierohacer votos para que, si alguien recuerda el hecho de sumuerte a lo largo de estos meses, lo trate como uno mas delos muchos crimenes cometidos contra la libertad y no comouna turbia venganza de un policía despechado. Ya queRamón Pedrosa no sentenció a Mariana de Pineda porque senegara a acostarse con él, como Ramón Alonso no denuncióa Federico García Lorca porque fuese homosexual.

Antes de seguir adelante con la defensa de Mariana comoanimal político, voy a recordar someramente su biografía,aunque ustedes ya la conocen.

Mariana nació el 1 de setiembre de 1804, año en que seprodujo en Granada un temblor de tierra tan tremendo que,como consecuencia de él, aun existen parroquias de la pro-vincia que celebran cada año solemne fiesta religiosa encumplimiento de las promesas que hicieran entonces. Si fué-semos agoreros pensaríamos que aquel espantoso terremotoera una profecía aciaga, inexorable, del futuro de la granadi-na. Porque la vida de Mariana, desde el mismo vientre de sumadre, es una conmoción impresionante que, posiblemente,marcó su actitud posterior.

Su padre, Mariano de Pineda, capitán de navío, descen-diente de una familia de abolengo, se fugó con María de losDolores Muñoz, “hija de padres honrados, pero no hidalgos”,que es lo que se decía y dice aún en estos casos, cuando ellatenía 18 años y él 20 mas. “El capitán Pineda, dice AntoninaRodrigo, sin atender a diferencias sociales, huyó de Lucenacon doña María de los Dolores” y, añade, “a pesar de la dife-

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rencia de edad que existía entre ambos surgió un gran amor,que triunfó pese a los prejuicios de la época”. Pero no triun-fó, como veremos enseguida.

Don Antonio de Pineda, bisabuelo de Mariana, fue oidory alcalde de casa y corte de la Real Chancillería de Granada.Un hijo de éste, don José de Pineda, que había sido oidor dela Chancillería de Guatemala, regresó a su patria chica en1756 y se hizo cargo de la alcaldía del crimen de laChancillería granadina. Recuerdo estos datos para advertirsobre la ascendencia de nuestro personaje, datos que en elcaso de Mariana se tornan patéticos, pues un alcalde delCrimen de la misma Chancillería, Ramón Pedrosa, habría deperseguir, acusar y ejecutar a la biznieta de sus antecesores.

Sigamos. Estando embarazada doña María de los DoloresMuñoz, la cual figura como manceba en los padrones con-temporáneos, don Mariano de Pineda, gravemente enfermo,otorga testamento y comienza diciendo: “Hace mas tiempode dos años saqué de su casa y llevé en mi compañía a doñaMaría de los Dolores Muñoz, siendo soltera, y hoy avencida-da en Granada, con la que he tenido amistad tan íntima queha producido dos hijos, el uno llamado Rafael, que nació enSevilla y falleció en Granada, donde está enterrado, y el otroes el que tiene en el vientre, por cuanto se halla embarazaday próxima a su parto, y por ser yo también de estado soltero,lo declaro por mi hijo o hija natural”

Don Mariano, sin embargo, no muere entonces. Asiste alnacimiento de su hija, le impone el nombre de Mariana y,algo mas adelante, cede sus derechos sobre la pequeña a su

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madre, la doña Dolores, “con la que ha tratado de contraerlegítimo matrimonio, según se dice en el documento, impi-diéndolo la condición de noble del demandante” Deterioradala convivencia entre ambos padres, quizás por esta premisa,don Mariano otorga escrituras sobre la herencia, a lo que lesedujo, dicen, doña María de los Dolores, y, de inmediato, seproduce el desastre. Doña María de los Dolores escapa conuno de Almería, “que estaba preso al fiado”, y se lleva“ropas, muebles y cuanto ha querido y alhajas y dinero”,según se queja don Mariano en la denuncia que hace a lasautoridades.

De esta desoladora etapa surge un nuevo pleito, que acabacon la vida, ya muy quebrantada, de don Mariano; que dalugar a la desaparición de Doña Dolores en compañía delfulano de las Cuevas de Almazora, de los cuáles no se hasabido mas, y la encomienda de Marianita a su tío José dePineda, nombrado tutor por el hermano antes de fallecer.

Este don José de Pineda, soltero, ciego y rapaz, decidecasarse a los 48 años (que, como se ve, es la edad amorosade los Pineda), y, para ello, renuncia a la tutoría sobre lasobrina, autoridad que traspasa a un matrimonio sin hijos,José de Mesa y Úrsula de la Presa, a cambio de una pensióndiaria, que recibirá hasta 1813, y parte de la herencia. DonJosé de la Peña y Aguado, amigo íntimo de Mariana y su pri-mer biógrafo, dice que el ciego José de Pineda, ciego y rapaz,lo que ya es una contradicción, se alzó con la herencia deMarianita, se apropió los créditos, alhajas y dinero y, prácti-camente, la dejó en la miseria. Nos sorprende la cantidad dealhajas, ropas y dinero que se manejan entre los implicados,

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pues por mas que se llevan unos y otros, siempre queda algoque robar. El señor de la Peña y Aguado llega a decir: “elmatrimonio Mesa se quedó con la niña sin recibir ni reclamarjamas del desnaturalizado tío el menor socorro” Sin embar-go, Antonina Rodrigo, que ha estudiado a fondo la vida deMariana, disiente de esta tésis.

Mariana de Pineda vive con el matrimonio Mesa desdelos tres años, infancia que debió ser un oasis en su corta exis-tencia, pues a la bondad de José de Mesa y el cariño deÚrsula de la Presa, habría que añadir que eran confiteros y, alos niños, ya se sabe, jugar entre y con dulces es como criar-los en el paraíso. Mariana, sin embargo, pronto se hizo mujer,una espléndida moza. “No rayaba en los catorce años, diceun amigo de la granadina, cuando ya se la consideraba unportento de hermosura” Y José Francisco de Luque, historia-dor, que la conoció personalmente, la describe así:“Presencia noble y majestuosa, ojos azules, pero de miradapenetrante y cariñosa; tez blanca cual la nieve del Veleta;rubio el cabello como el mismo oro; sonrosado el rostro;bellos, perfectos sus contornos; pura como el céfiro de lamañana; inocente, compasiva, bondadosa para con el desva-lido: he aquí, termina el escritor, el conjunto de las gracias yhechizos con que naturaleza dotara aquel ser sobrenatural”

Con esos atributos es lógico que los pretendientes la rode-aran como enjambres. Y, por citar algunos de los mas famo-sos y no menos tenaces, diremos del apasionado amor juve-nil por la granadina de José de Salamanca, luego Marqués deSalamanca: de la turbación del General Torrijos cuando laconoció y asistió a las tertulias de Mariana; del encendido y

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ridículo amor del Conde de Torre Marín, que fue el primeroque dijo aquello de que a “la Pineda”, así, había que cantar-la en odas; del canónigo Maestre-Escuela de la Catedral deGranada y Rector de la Universidad, del que todos los auto-res callan el nombre, pero que nosotros sabemos que se lla-maba Julián Herrera y que, despechado, colaboró conPedrosa en la acusación y muerte de Mariana.

La joven, sin embargo, a los quince años se casa con donManuel de Peralta, de veinticinco, natural de Huéscar.Peralta, cadete de infantería, dado por inútil para continuar elservicio, guapo, noble, golfales y sin una gorda, se casa masque deprisa con la jovencísima Pineda. Efectivamente, a loscinco meses les nace el primer hijo, José María, y algo masde un año después el segundo hijo, Úrsula María. Nadie sabede qué vivía don Manuel de Peralta después de retirarse delejército. Peña y Aguado explica que “era poseedor de unacorta vinculación” y que, en el año 20 vendió una casa. Esposible que don Manuel de Peralta, que era “negro”, nombredado a los partidarios del sistema constitucional, fuese lo quehoy llamamos un liberado, es decir, un militante al que se leayuda económicamente para que pueda asumir plenamentesu labor. Y, al menos, el Peralta a ello se dedicó hasta lamuerte, que le sobrevino en el mes de mayo de 1822.

Mariana de Pineda queda viuda, pues, a los 18 años y condos hijos de veintiséis y nueve meses. Peña y Aguado diceque “mas de un año pasó antes que recobrase su antigua ale-gría” Y precisamente cuando recobra su antigua alegríaregresa al poder Fernando VII, como monarca absoluto y porla gracia de Dios empujada con los Cien mil hijos de San

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Luis. En esta época, Mariana desarrolla toda su admirablelabor política. Antonina Rodrigo explica que en la vida sen-timental de Mariana de Pineda hubo tres hombres que fueronmilitares liberales. Su marido, el Peralta; luego CasimiroBrodett y, por último, Fernando Alvárez de Sotomayor que,además, era pariente de la granadina.

Hay un romance que se cantaba en el siglo pasado que,con algunas variantes, reproducen todos los cronistas. Diceasí:

Marianita salió de paseoy a su encuentro salió un military le dijo: Ay, mi Marianita,corre peligro, vuélvase atrás.

y todos los autores se preguntan: ¿a cual de los tres militaresse refiere el romance? ¿Fué, acaso, el de Casimiro Brodett elgran amor de Mariana? La existencia de este capitán y surelación es silenciada por los biógrafos de la granadina, peroAntonina Rodrigo, que ha sido la que mas intensamenteinvestigó el tema y la descubridora de este personaje vital, sepregunta “¿Pudiera ser la clave de esa pasión amorosa que sele atribuye, y que hasta ahora se creyó despertada por suprimo Fernando Alvárez de Sotomayor?” El 8 de setiembrede 1824 Casimiro Brodett dirige al Rey una instancia en soli-citud de real licencia para contraer matrimonio con Marianade Pineda y el 6 de diciembre se le concede la licencia. Perola boda no se celebra. Quizá porque la licencia se le da conuna condición: que Brodett tiene que purificar su situacióndentro de la política imperante. “Con sujeción a las bases

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establecidas”, dice el documento. Se le exige la abjuración asus principios liberales y la fidelidad al monarca absoluto.

Lo cierto es que la boda no se lleva a cabo y que, tantoMariana como Casimiro desaparecen de la haz de la tierradurante dos años, desde 1825 hasta 1827. Es la primera vezque la granadina no figura en los padrones al lado de suspadres adoptivos ni en ningún otro lugar. Un silencio total ensu vida. Antonina Rodrigo se pregunta: ¿Siguió hastaBurgos, en donde residía, con licencia indefinida, su prome-tido? De Brodett sabemos que murió en 1837, a los seis añosdel sacrificio de Mariana, peleando en tierras catalanas ycuando ya había ascendido al empleo de teniente coronel.Por testimonio de su madre, la señora Carbonel, conocemosque Casimiro “había muerto en el estado de soltero” Catorceaños de fidelidad a su “amor granadino”, como dice Luque.

A partir de aquí, Mariana se entrega en cuerpo y alma ala causa por la que venía luchando desde muy niña: la defen-sa de la Constitución de 1812. Pero en ese momento llega aGranada don Ramón Pedrosa, nombrado alcalde del crimende la Real Chancillería por Fernando VII. Inmediatamenteasume los cargos de subdelegado de policía, presidente de laComisión Depuradora de los delitos de carácter político yalcalde de casa y corte. José Francisco de Luque lo describeasí: “Para las causas de infidencia se había establecido unjuzgado especial a cargo del alcalde del crimen, don RamónPedrosa, revestido, a la vez, del carácter de jefe de policía,cuya circunstancia acabó de turbar el sosiego a los granadi-nos, pues de las arbitrarias pesquisas de ésta y de los injus-tos fallos de aquel, nadie se hallaba exento, por muy arre-

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glada que fuese su conducta y su comportamiento. El carác-ter de Pedrosa era cortés, pero falso, sanguinario e hipócri-ta, haciéndose temer en Granada de tal modo, que solo sunombre horripilaba, y era suficiente para arrebatar la tran-quilidad a la mas limpia conciencia. Las persecuciones fue-ron continuas durante su ministerio, sus sentencias, justas oinjustas, aprobadas por el gobierno” Los calificativos quecosechó Pedrosa, a partir de 1836, recuperada ya la libertaddel país, son muy significativos: tirano, fanático, verdugo,hiena, asesino, etc. Incluso uno, definitivo, que hemos vistoescrito al margen de un ejemplar del “Boletín Oficial de laProvincia de Granada”, fecha sábado 28 de mayo de 1836, yjunto a un poema intitulado “A la ilustre víctima de laLibertad. Doña Mariana Pineda” El exabrupto dice en mag-nífica letra redondilla: “Maldito Pedrosa, hijo de la massucia perra”

Mariana y su criado Antonio Burel fueron procesados, alprincipio, por deslealtad. Y por la confesión de un revolucio-nario, Romero Tejada, detenido en Málaga. Este dijo queMariana era “muy considerada entre los anarquistas expa-triados en Gibraltar por los servicios que había prestado yestaba prestando a los mismos” Agregó el preso que mante-nía correspondencia con los reos de la causa y se comunica-ba con ellos utilizando nombres supuestos. La policía some-tió a intensa vigilancia a la viuda y su criado, Antonio JoséBurel, que había servido como oficial a las órdenes del gene-ral Riego. Se sorprende, bajo espionaje, cómo el criado reti-ra cartas de la estafeta y, al momento de la detención, se lecae un papelito con diferentes nombres y apellidos que coin-ciden con los de varios reos de la causa. Se procede de inme-

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diato a un registro de la casa de Mariana y en ella se encuen-tran documentos que atestiguan la relación de la granadinacon los dichos reos. A raíz de ello, Mariana es procesada ysufre prisión en su propia casa por sentirse enferma de gra-vedad. Este truco, netamente femenino, lo repetirá la jovenen próximas ocasiones.

Desde este momento queda clara la militancia liberal dela granadina y toma cuerpo una tenaz sospecha de las autori-dades sobre sus actividades políticas, pero, sorprendente-mente, las diligencias se paralizan sin llegarse a sentenciar elproceso. Sin embargo, nada mas aparecer Ramón Pedrosa,reactiva la causa y, ante la morosidad del expediente, sometea Mariana de Pineda a una constante vigilancia.

Antonina Rodrigo dice que, desde entonces, Mariana estáprácticamente condenada, pues sus actividades no cesan.

En 1828, entre los numerosísimos presos liberales, seencuentran dos familiares de la granadina, su tío, el cura donPedro García de la Serrana, y su primo, don FernandoAlvárez de Sotomayor. El primero era un exaltado promotordel sistema constitucional, por lo que había sido procesado.El segundo, comandante de batallón, fue encarcelado y con-denado a la última pena porque, detenido tras un altercadocon soldados realistas que conducían presos liberales, se ledescubrió una carta cifrada, remitida por un emigrado enGibraltar, en la que se afirmaba que se podía contar conAlvárez de Sotomayor, incondicionalmente, para un alza-miento en Andalucía. Mariana de Pineda visitaba diariamen-te a su tío y a su primo, a los que llevaba socorros y, natural-

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mente, la correspondencia que, bajo nombres supuestos, lle-gaba para ellos de dentro y fuera de España.

Ramón Pedrosa, conociendo la vitalidad liberal delcomandante de batallón y temiendo cada día mas sus mane-jos revolucionarios, aún estando detenido, decide cumplir lasentencia y mandarlo al Campo del Triunfo y, para ello, vuel-ve a recordar que los cargos contra Fernando Alvárez deSotomayor son: “infidencia, conspiración y asesinatos, maslas persecuciones implacables, durante el trienio constitucio-nal, a jefes y adeptos del absolutismo”. Fernando Alvárez deSotomayor escapa de la difícil y vigilada cárcel de laChancillería vestido de capuchino, con barbas postizas, gorronegro y enorme rosario de madera. El hábito, el gorro, elrosario y las barbas, que pertenecían a una cómica granadi-na, se los proporcionó Mariana, llevándole algunos efectosella misma y otros por su criado.

El mismo Alvárez de Sotomayor nos dejó un relato de sufuga. Es una aventura novelesca, casi increíble, pero real ymaravillosa, como consta, no solo por la historia deSotomayor, sino por el informe del alcaide de la cárcel, alque naturalmente abrieron proceso y destituyeron del cargo.Fernando Alvárez de Sotomayor, nada mas huir de la cárcel,se encamina a casa de Mariana, se despoja del disfraz y,seguidamente y tras numerosas peripecias, consigue escapara Gibraltar.

Descubierta la fuga, Ramón Pedrosa copa la ciudad consus esbirros y registra una a una todas las viviendas de losindividuos mas o menos simpatizantes con los liberales. El

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huido Sotomayor nos cuenta estos días de terror: “Se desple-gó tal energía para buscarme, que todos estaban amedrenta-dos y nadie se atrevía a darme asilo por mas de 24 horas” Y,luego, añade algo muy interesante: “Mi ángel tutelar, que meesperó a la salida de la cárcel, se ocupaba en proporcionarmenuevo hospedaje y, al anochecer, me buscaba o bien salía yoa buscarle en un paraje determinado” Sotomayor oculta elnombre, pero el ángel tutelar era, es claro, Mariana de Pineda.Como lo fue de tantos otros en las mismas dificultades.

La policía, desde el primer momento, sospechó de ellacomo cómplice en la fuga de Sotomayor y lo prueba el queRamón Pedrosa, nada mas conocer el hecho, ordenó registrarla casa de la granadina y no andaba equivocado, pues instan-tes antes de aparecer los policías, Sotomayor salía por lapuerta trasera. Peña y Aguado comenta:“Este suceso, quesupo a ciencia cierta la policía, pero que nunca pudo legal-mente justificar, hizo que redoblasen la vigilancia sobre ladesdichada Mariana, que se la rodease de espías encargadosde venderla traidoramente”

En los inicios de 1831, la virulencia de los acontecimien-tos políticos y la persecución a las esperanzas liberales,hicieron que los constitucionales sintieran el mayor desalien-to tras las varias y fallidas intentonas y alzamientos. Torrijospretende desembarcar en Algeciras el 28 de enero y fracasa.Manzanares intenta la sublevación en la serranía de Ronda yfracasa. Ante los descalabros de los liberales, Mariana dePineda, que había encargado una bandera para el levanta-miento de los granadinos, suspende su confección y decideesperar a que se definan las intenciones.

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Ramón Pedrosa, alcalde del crimen, que tanto tiempoespera la prueba de la infidencia o de la conspiración deMariana con los subversivos, halla, al fin, un testimonio parala acusación. Encuentra al delator. Y aunque los dos meca-nismos de espionaje de Pedrosa eran el confesionario y lasqueridas o amigas de los sospechosos, en este caso, sin per-tenecer a ninguno de los dos mecanismos, correspondía, sinembargo a ambos. El padre de un cura liberal, amoscado porlos amores de su hijo con una de las hermanas que bordabanla bandera que había de servir, como enseña, para el inmi-nente alzamiento de los “negros”, individuo, además, absolu-tista, fanático del rey, fue y le contó a Pedrosa el hecho. Elcura liberal, amante de una de las bordadoras, es llamado adeclarar por el alcalde del crimen y, entonces, para salvar elalzacuello del garrote vil, abjura de sus ideas y denuncia aMariana como la persona que ha encargado que se confec-cione la bandera. Resulta que de este cura hablamos alcomienzo. Es aquel maestre-escuela de la Catedral y Rectorde la Universidad al que Mariana, repetidísimas veces, diócalabazas. El nombre de este indivíduo, lo vuelvo a citar paraque no lo olviden, era Julián Herrera. Para mi, la delación delfulano, olvidando incluso su negación política, es una de lasmas sucias acciones de la historia, porque, aparte de que noestá claro que Mariana mandase bordar la bandera, es frutodel rencor inspirado por el rechazo amoroso. Y en un cura!

Pedrosa procede de inmediato al registro de la casa deMariana, uno mas, y, allí, malescondida, aparece la banderaa medio terminar. Es decir, un papel de marquilla con el letre-ro “Igualdad, Libertad y Ley”, dos paños de tafetán moradocon un triángulo verde y, ya bordadas con hilo carmesí, las

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letras B, E, A, L y una D a medio hacer. Esto dicen que halla-ron los policías, pero Úrsula de la Presa, la tutora de Mariana,ya vieja y torpe, en su declaración viene a afirmar que seencontró con las letras y el paño en las manos sin sabercómo, cuando el celador le gritó: “¡Quite ese lío de ahí yrecójalo!” Parece que da a entender que la policía lo habíapuesto allí. El criado Burel niega haber visto tales cosas en lavivienda y lo mismo aseguran las criadas. José Francisco deLuque, amigo de Mariana, opina “que la bandera pudo muybien introducirse por algunos de los satélites de Pedrosa” Y,en otro lugar, afirma: “que el ministro Pedrosa, supeditadopor una pasión frenética hacia la Pineda, rechazada por éstacon dignidad y con honor, produjo la maquiavélica venganzade la bandera para conducirla al suplicio”

Federico García Lorca, en su obra “Mariana Pineda”, lehace decir a la heroína:

Yo bordé la bandera con mis manos;con estas manos, ¡mírelas, Pedrosa!

pero lo cierto es que la granadina no sabía dar una mala pun-tada. Los testimonios son abrumadores en la encuesta delproceso. Su hijo, José María, de once años, así lo afirma.Mariana de Pineda, diestra en muchos saberes, no era capazde zurcir ni un calcetín.

Pedrosa procede a la detención de la granadina, pero éstarecurre nuevamente al truco de “la grave enfermedad” y esconfinada en su propia casa, donde permanece custodiadanoche y día por los secuaces del alcalde del crimen, mien-

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tras se siguen las diligencias. Pero Mariana, que no deseasometerse a la inquina de Pedrosa y experta en preparar yllevar a cabo fugas de amigos, salta de la cama, se cubre conun manto de su madre adoptiva, toma un rosario y sale de lacasa ante las mismas narices de los vigilantes. No está clarosi por los gritos de una de las criadas, que anuncia la huida,criada que luego fué la única exculpada de toda la familia, opor corazonada de uno de los vigilantes, el caso es queMariana es capturada cuando prácticamente estaba fuera delalcance de los guardianes. Pedrosa, entonces, ordena elencierro de la acusada en el Beaterio de Santa MaríaEgipcíaca, convento-reformatorio de putas y cárcel de muje-res. De este lugar saldría para la cárcel, donde estuvo en capi-lla, tres días antes de su muerte, llevada a cabo el 26 de mayode 1831, cuando Mariana tenía 27 años.

La “Gaceta de Madrid”, único periódico existente enEspaña tras la prohibición de prensa decretada por el absolu-tismo, dio la noticia de esta manera: “El día 26 de mayo últi-mo sufrió en Granada la pena de muerte doña MarianaPineda, vecina de aquella ciudad. Sorprendida su casa por lapolicía el 13 de marzo próximo anterior, se encontraron enella una bandera revolucionaria a medio bordar y varios obje-tos análogos; y empezadas las diligencias por la policía yseguida la causa por el Tribunal con toda actividad, el delitode doña Mariana Pineda ha sido probado plenísimamente. /Si aún son mas dolorosos estos castigos en las mujeres queen los hombres, no por ello dejan de ser tan precisos para elescarmiento, especialmente después que los revolucionarioshan adoptado la táctica villana de tomar por instrumentos ypor escudos de sus locos intentos al sexo menos cauto y mas

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capaz de intentar ajena compasión.” El comunicado terminadiciendo: “Toda la Península goza de perfecta salud” despuésde este tremendo testimonio de la tiranía realista y del exa-brupto final, comienza la manipulación de la imagen auténti-ca de Mariana Pineda. Distorsión que, nos atrevemos a certi-ficar, inició el régimen policíaco de Ramón Pedrosa y losconsabidos aduladores, ávidos de puestos y prebendas.

Son cinco años en los que, el pueblo, “esas voces vagas,pero voces que raramente se engañan en sus sospechas y pre-sentimientos”, según indica José Francisco de Luque, cantaen romances la historia de los amores de Mariana y cómoesos amores le llevaron al patíbulo, pero esta vez, como enmuchas otras, el pueblo se engaña con sus presentimientos,pues los romances y cantares no surgen del pueblo, no losinventa el pueblo. Es el pueblo el que los difunde, creyéndo-se autor de ellos, y contribuyendo inocentemente a la mani-pulación y minimización de un personaje político que, comoenseña, podía hacer mucho daño al régimen dictatorial deFernando VII. Y, en esta trampa y ya pasados los años derepresión, siguen cayendo escritores y autores teatrales. Y laplaga llega hasta nuestros días.

Mariana de Pineda era una mujer liberal, liberal en todoslos sentidos, asombrosa actitud en una ciudad comoGranada, hace ahora 200 años, aunque, a decir verdad,Granada no ha variado apenas en sus gestos provincianos. AMariana, está claro, le importaba un verdadero comino el quédirán las gordas beatas de la Magdalena. Los amores deMariana, que fueron muchos, como los amores de todas lasgranadinas de entonces y ahora, eran un desafío a la mezqui-

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na y torpe hipocresía religiosa de la Carrera de la Virgen. Erauna hembra hermosa y muy apetecida y, además viuda, puesmuy bien, como otras y notables hembras granadinas deentonces y ahora que se podían permitir el lujo de elegir ypresumir de sus conquistas. Era una mujer culta, elegante,alegre, bromista, amiga de los amigos, etc., pues muy bien.Otra mujer granadina, amorosa y amada, hermosa y apeteci-da, culta, elegante, alegre, bromista, amiga de los amigos y ala que le importaba un pito la discreción granadina y quetambién sabía elegir, fue Eugenia de Montijo. Y podríamoscitar veinte casos semejantes.

No, a Mariana de Pineda no la llevaron al patíbulo por susamores y por sus desamores. Mariana de Pineda no sufriógarrote vil porque amó a Fernando de Sotomayor o aCasimiro Brodett, liberales militantes, o porque no se acostócon el cura Herrera con el alcalde del crimen Pedrosa. AMariana de Pineda no le acusaron las mezquindades socialesgranadinas. Ni su silencio por amor con respecto a los nom-bres de los comprometidos en la revolución. Mariana es sen-tenciada y ejecutada por su vitalísima entrega a la causaconstitucional. Francisco Villanueva, liberal del círculo de laheroína, cuenta que le oyó a Mariana en una reunión públicalo siguiente: “Yo, aunque débil por mi sexo, también empu-ñaré la espada. Seamos libres. Los déspotas nos afligen condemasía. Una sola vida tengo, si mas tuviera a la libertad delmundo consagrara” Y, en otro lado, apunta, que oyó decir auna compañía de soldados realistas que acaban de pegarfuego a los pajares del cortijo de Mariana, porque era unaNegra.

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Natalio Rivas, que lo conocía por su padre, liberal de latertulias de Mariana, escribe: “La redención del pueblo fuesu permanente y arraigado deseo. Los que han atribuido sutrágico fin a misteriosas historias de amor no conocen el tem-ple de aquel carácter de acero. / No es lícito empequeñecerla gloria ni disminuir el mérito de Mariana Pineda. Ella teníasu pensamiento fijo en una aspiración ideal, la de ayudar a lacampaña libertadora de la patria” Y, mas adelante, añade:“Yo he conocido personas ancianas que vivían en Granada yque presenciaron aquellos días tan tristes y jamás escuché aninguno, ni aún siquiera por vía de comentario, que alrede-dor de la figura de Mariana hubiera surgido la mas ligerasospecha de que detrás de su gesto heróico por la Libertad ypor la Patria hubiera ni la mas pequeña sombra de interéspersonal, aunque éste fuera tan humano como el que sientauna mujer enamorada”.

Esta tesis está en todos los autores contemporáneos. Pero,en tanto, la leyenda y las coplas seguían su curso y, poetas yescritores de años mas recientes insisten en el rumor des-preciando lo auténtico.

Y la culpa es nuestra, de los granadinos, que nunca fui-mos capaces de honrar a nuestros héroes. Y lo hemos com-probado últimamente con Federico García Lorca. Pues enambos casos hemos alimentado la leyenda que terminó pordevorar a la realidad. Con Federico lo hemos advertido, locomprobamos cada día, tanto, que hoy los chismes, falaciasy mariconerías que corren en torno a su figura, aparte dehaberse hecho carne histórica, han conseguido apagar nume-rosas afirmaciones y auténticas actitudes políticas y sociales

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del poeta. Con Mariana sucedió tal cual. Desde las omisio-nes, mejor aún, ocultaciones de José de la Peña, tan próximoa Mariana que fue el padre de su última hija, hasta las de JoséFrancisco de Luque, eludiendo hechos decisivos, con lo quela tentación del cotilleo cobra argumentos para los amoresoscuros de la granadina y empequeñece sus amores profun-dos a la libertad. En esta cuestión, Mariana y Federico hansufrido de paralelismo.

Y, curiosamente, Federico García Lorca, contra el que laleyenda también se revolvió, ha sido uno de los autores quemas insisten en el tópico de mentidero con respecto aMariana. Aparte distorsiones del personaje, quizá anecdóti-cas, como que tenía mas de treinta años cuando la ajusticia-ron, como que era una loca mujer, como que era burguesa,etc., Federico, en carta a Melchor Fernández Almagro, cuen-ta: “¡Si vieras que emoción tan honda me tiembla en los ojosante la Marianita de la leyenda!” Yo quisiera, sigue, hacer“una especie de cartelón de ciego. Un crimen donde el rojode la sangre se confunda con el rojo de las cortinas” Y, luego,“Mariana es una mujer pasional hasta sus propios poros, unaposesa, un caso de amor magnífico de andaluza en unambiente extremadamente político. Ella se entrega al amor,mientras los demás están obsesionados por la libertad, sien-do en realidad víctima de su propio corazón enamorado yenloquecido” Fernández Almagro le contesta: “Mariana dePineda no pudo ser de otra manera. La historia con aparatodocumental no te daría la razón” En entrevista con FranciscoAyala, Federico insiste: “Mariana es una burguesa. Al final seconvierte en la personificación de la Libertad por haber com-prendido que su amante la traicionaba con la libertad”.

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Es sorprendente, pero lo que Federico dice sobreMariana, casi textualmente es lo que otros han dicho sobreFederico. Y lo que contesta Melchor Fernández Almagro esla tesis de tantísimos biógrafos antes y después de IanGibson, aunque a este historiador, el mas objetivo, el apara-to documental tampoco acaba de darle la razón por culpa dela leyenda. Y las disparatadas y torpes “marianas” de autoresrecientes, que todos conocemos, siguen manteniendo el tópi-co de la mujer braguetera, con fidelidad de suripanta y quese deja estrangular antes que delatar a sus amantes. Este inte-resado machacar en el tópico es, creo, un crimen mas repug-nante que aquel brutal asesinato realizado por los fanáticosdel absolutismo.

Y, para terminar, leo un fragmento de Cándido Ortiz deVillajos, el cual, con Antonina Rodrigo y otros pocos auto-res, muy pocos han sabido defender a Mariana de tan triste ytorpe leyenda. Dice: “La belleza de Mariana de Pineda fuepara Ramón Pedrosa, alcalde del crimen, un detalle sinimportancia, lo mismo que su juventud y su sexo. Tras deaquellos accidentes, con todo su poder fascinador y emotivo,había un espíritu valientemente, rabiosamente liberal, y a élhabía que atacar por derecho, sin dejarse conmover por lascircunstancias puramente subjetivas que rodeaban al enemi-go perseguido. Mujer u hombre. Hermosa o fea. Joven ovieja. ¡Bah! Liberal. Y liberal de lucha, que ya había demos-trado doña Mariana muy dignamente que no aprendió elcredo de la justicia para rezarlo en el remanso de su perfu-mado gabinete”

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Este discurso, editado por la

Academia de Buenas Letras de Granada,

se acabó de imprimir en Granada,

el 3 de mayo del año 2004,

Exaltación de la Santa Cruz,

en los Talleres de La Gráfica S.C. And.,

estando al cuidado de la edición

la Ilma. Sra. Doña Amelina Correa Ramón,

Bibliotecaria de la Academia.

Granada,

MMIV

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