aceptas

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LUZ ATENUANTE En medio de la penumbra que vuelve a trabar cada uno de mis pensamientos, logré divisar como los destellos del claro de luna, se esparcían por cada barra de mi ventana, dibujando su silueta en el frio piso de mi cuarto, y en medio de tanta confusión, me invadió la sensación de sentirme presa, no por el hecho de estar sola entre cuatro paredes, si no presa de mí misma, de aquellas ideas que retumbaban mi cabeza con cada segundo que marcaba el reloj sin piedad alguna con su estruendoso “tic-tac”. En medio del caos, quise que la paranoia reflejada se detuviera, pero en su lugar, comenzó a preguntar tortuosamente, a recordarme por qué eh vuelto a buscarla, si hace tiempo que la reemplace por mi soledad, sin que ella nos contemplase si quiera, al fin y al cabo a ella, le fascina ver cómo me desmorono estrepitosamente, con lágrimas confundidas, con sollozos y gritos, mientras ella reía a carcajadas, en su típico rincón, disfrutando cada pequeño sonido de suplicio, sin piedad alguna.

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LUZ ATENUANTE En medio de la penumbra que vuelve a trabar cada uno de mis pensamientos, logré divisar como los destellos del claro de luna, se esparcían por cada barra de mi ventana, dibujando su silueta en el frio piso de mi cuarto, y en medio de tanta confusión, me invadió la sensación de sentirme presa, no por el hecho de estar sola entre cuatro paredes, si no presa de mí misma, de aquellas ideas que retumbaban mi cabeza con cada segundo que marcaba el reloj sin piedad alguna con su estruendoso “tic-tac”.

En medio del caos, quise que la paranoia reflejada se detuviera, pero en su lugar, comenzó a preguntar tortuosamente, a recordarme por qué eh vuelto a buscarla, si hace tiempo que la reemplace por mi soledad, sin que ella nos contemplase si quiera, al fin y al cabo a ella, le fascina ver cómo me desmorono estrepitosamente, con lágrimas confundidas, con sollozos y gritos, mientras ella reía a carcajadas, en su típico rincón, disfrutando cada pequeño sonido de suplicio, sin piedad alguna.

Tenía miedo de que comience, pero lo hizo, me preguntó, imitando mi tono de voz (logrando hundirme más) ¿Por qué sigues esperando un cambio, si en cada nueva oportunidad, te fallará perfectamente? Y en medio de un silencio ilimitado de eternidad, pasaron por mi mente miles de respuestas preciosas en su improvisación, no supe cuál elegir, pero……… ¿para qué? Al fin y al cabo, ella sabe en qué punto aprisionarme para que termine soltando

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infinitas verdades, ella las conoce, pero ese es su deber, solo preguntar por plena satisfacción; y en el instante menos predecible respondí: “Lo sabes bien, lamentablemente las heridas que su última guerra causó, terminaron cambiándolo, no solo a él, si no todo a su paso, incluso el entorno y el aire que ahora lo rodea, mi niño cambió, (quizá creció)”.

Y como jamás ha sucedido, en todos estos años, su inservible burla se detuvo, debió ser porque supo, que me encontraba asumiendo paso a paso la realidad que elegí vivir, cuando de repente pregunto: ¿y tú? Y esta vez, sin ni si quiera analizarlo, respondí al mínimo segundo: -“También”. Ella lo entendió, que en esa pequeña palabra, intervenían un sinnúmero de sentimientos, de entre los tantos el más invaluable, era el hecho de no sorprenderme con aquellos actos.

Todo había cobrado sentido, elegí vivir esa realidad, pero jamás deje de observar mi horizonte, porque en él siempre ha existido una luz atenuante, que susurra en días abrumadores como hoy, a mi oído ¿Aceptas?...