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Existen en el territorio mexicano todo un conjunto de acueductos sobre arquerías verdaderamente notable, aunque desgraciadamente bastante desconocido. De este desconocimiento se salvan los acueductos exis- tentes en algunas ciudades, construidos para el abas- tecimiento de su población y afortunadamente per- fectamente conservados, entre los que cabe citar los de Morelia en Michoacán, el de Querétaro, el de Chihuahua y otros. Sin embargo otros desaparecieron o fueron destruidos por el desarrollo urbano, como el de Chapultepec en México, D.F.. Hay otro gran nú- mero de acueductos que se construyeron en los gran- des latifundios, las haciendas, que son los que pre- sentamos en este trabajo. Entre ellos veremos ejemplares absolutamente sorprendentes, muchos bastante bien conservados. ANTECEDENTES Cuando los españoles llegan a los territorios que hoy forman el estado de México se encuentran con unas civilizaciones en algunos casos fuertemente urbani- zadas, y que por tanto han tenido que enfrentarse con los problemas del agua potable, desarrollando siste- mas hidráulicos, en algunos casos muy sofisticados, y que denotaban un buen conocimiento de la materia. En el caso de Tenochtitlan el problema del agua era especialmente complicado y por tanto habían tenido que recurrir a sistemas hidráulicos de gran compleji- dad. Situada en un conjunto de lagos, Texcoco, Chal- co y Xochimilco, la ciudad tenía que defenderse a la vez de las inundaciones producidas por las lluvias en una cuenca endorreica y, dada la mala calidad de esas aguas desde tiempos antiguos, abastecerse de agua potable transportándola desde las zonas aleda- ñas. Cuando los españoles llegan a Tenochtitlan, y así lo cuenta el propio Hernán Cortés, existían un conjunto de acueductos consistentes en unos canales hechos con madera, tierra y plantas, o piedras con es- tuco, sobre taludes o semiflotantes a base de canoas llenas de morrillo y carrizo, llamados apipilolli en lengua nahual. Ellos permitían llevar al centro de la ciudad agua potable desde los manantiales de Cha- pultepec y Coyacán siguiendo la calzada de Iztapala- pa. Allí era repartida mediante canoas a la mayor parte de la población y mediante una red de acequias a las casas de la nobleza mexica. Las continuas inte- rrupciones producidas por las averías de tan frágil conducción habían llevado a construir dos conductos paralelos que permitían llevar aguas de distinta cali- dad simultáneamente o utilizar uno de ellos solamen- te mientras se reparaba o se limpiaba el otro (Nava- rrete 1996). A la llegada de los españoles, inmediatamente vie- ron que era necesario y urgente mantener los acue- ductos en perfecto funcionamiento y así lo hicieron en principio utilizando las mismas técnicas de los in- dígenas. Pero desde época muy temprana se darían cuenta de que éstas podían ser mejoradas y empeza- rían a construir acueductos en base a canoas o tron- cos ahuecados elevados sobre horcas de madera y Acueductos en las haciendas de Mexico Antonio de las Casas Gómez Isabel García García

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Existen en el territorio mexicano todo un conjunto deacueductos sobre arquerías verdaderamente notable,aunque desgraciadamente bastante desconocido. Deeste desconocimiento se salvan los acueductos exis-tentes en algunas ciudades, construidos para el abas-tecimiento de su población y afortunadamente per-fectamente conservados, entre los que cabe citar losde Morelia en Michoacán, el de Querétaro, el deChihuahua y otros. Sin embargo otros desaparecierono fueron destruidos por el desarrollo urbano, como elde Chapultepec en México, D.F.. Hay otro gran nú-mero de acueductos que se construyeron en los gran-des latifundios, las haciendas, que son los que pre-sentamos en este trabajo. Entre ellos veremosejemplares absolutamente sorprendentes, muchosbastante bien conservados.

ANTECEDENTES

Cuando los españoles llegan a los territorios que hoyforman el estado de México se encuentran con unascivilizaciones en algunos casos fuertemente urbani-zadas, y que por tanto han tenido que enfrentarse conlos problemas del agua potable, desarrollando siste-mas hidráulicos, en algunos casos muy sofisticados,y que denotaban un buen conocimiento de la materia.En el caso de Tenochtitlan el problema del agua eraespecialmente complicado y por tanto habían tenidoque recurrir a sistemas hidráulicos de gran compleji-dad. Situada en un conjunto de lagos, Texcoco, Chal-

co y Xochimilco, la ciudad tenía que defenderse a lavez de las inundaciones producidas por las lluvias enuna cuenca endorreica y, dada la mala calidad deesas aguas desde tiempos antiguos, abastecerse deagua potable transportándola desde las zonas aleda-ñas. Cuando los españoles llegan a Tenochtitlan, yasí lo cuenta el propio Hernán Cortés, existían unconjunto de acueductos consistentes en unos canaleshechos con madera, tierra y plantas, o piedras con es-tuco, sobre taludes o semiflotantes a base de canoasllenas de morrillo y carrizo, llamados apipilolli enlengua nahual. Ellos permitían llevar al centro de laciudad agua potable desde los manantiales de Cha-pultepec y Coyacán siguiendo la calzada de Iztapala-pa. Allí era repartida mediante canoas a la mayorparte de la población y mediante una red de acequiasa las casas de la nobleza mexica. Las continuas inte-rrupciones producidas por las averías de tan frágilconducción habían llevado a construir dos conductosparalelos que permitían llevar aguas de distinta cali-dad simultáneamente o utilizar uno de ellos solamen-te mientras se reparaba o se limpiaba el otro (Nava-rrete 1996).

A la llegada de los españoles, inmediatamente vie-ron que era necesario y urgente mantener los acue-ductos en perfecto funcionamiento y así lo hicieronen principio utilizando las mismas técnicas de los in-dígenas. Pero desde época muy temprana se daríancuenta de que éstas podían ser mejoradas y empeza-rían a construir acueductos en base a canoas o tron-cos ahuecados elevados sobre horcas de madera y

Acueductos en las haciendas de Mexico

Antonio de las Casas GómezIsabel García García

Administrador
Texto escrito a máquina
Actas del Séptimo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Santiago 26-29 octubre 2011, eds. S. Huerta, I. Gil Crespo, S. García, M. Taín. Madrid: Instituto Juan de Herrera, 2011
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más tarde sobre arquerías de piedra o piedra y ladri-llo, tal como habían visto en su tierra de origen. Elarco no era conocido en las culturas prehispánicas, nisiquiera en aquellas que habían desarrollado una in-tensa actividad constructiva antes de la llegada de losespañoles, como los mayas, aztecas o mexicas. Por lotanto este sistema fue llevado por los españoles yadesde época muy temprana como veremos ense-guida.

LOS ACUEDUCTOS EN ESPAÑA Y EN LOS TRATADOS DE

CONSTRUCCIÓN DISPONIBLES

¿Qué acueductos podrían conocer los españoles quellegaron a la Nueva España? Dado que las expedicio-nes salían de los puertos andaluces de la costa atlán-tica, Cádiz, Sevilla o Huelva, en las zonas cercanases donde debemos buscar los acueductos que tomarí-an como modelo los primeros constructores, en gene-ral gente de escasa o ninguna formación teórica, aun-que muy pronto podría conocer cualquiera de lapenínsula e incluso, en algún caso, acueductos deotros países, visitados en viajes comerciales o en ex-pediciones militares.

En primer lugar hay que citar el denominado Ca-ños de Carmona en la propia Sevilla, de origen roma-no aunque muy transformado por los árabes y que haestado en funcionamiento hasta 1912, completamen-te de ladrillo. Constaba la zona elevada sobre el te-rreno de más o menos 400 arcos sobre pilares, puesgrandes tramos transcurrían apoyados en el terreno osubterráneos. En segundo lugar los acueductos deMérida en la provincia de Badajoz, dos acueductosimportantes con arcadas que se conservan parcial-mente hasta la actualidad: el de los Milagros y el deSan Lázaro, ambos de piedra y ladrillo, mezcla queencontraremos con frecuencia en México. El prime-ro, de finales del siglo I a.C., que conducía el agua ala ciudad desde el embalse de Proserpina, tenía unalongitud de 840 m de arcadas y una altura máxima de25 m., el segundo traía a la ciudad el agua proceden-te de varios arroyos y manantiales situados al norte ynoroeste pero solo se conservan unos pocos pilares ysus arcos intermedios.

Naturalmente se puede pensar en otros acueductosentre los que hay que destacar el de Segovia, que yagozaba de justa fama y otros de menor importanciacomo los de Baelo Claudia, ciudad romana en la pro-

vincia de Cádiz cerca de Tarifa o el de Almuñecar enla provincia de Granada. Igualmente habría que teneren cuenta una serie de acueductos contemporáneoscon los de Méjico, entre los que cabe citar los de SanAntón en Plasencia y los Arcos de Teruel del sigloXVI, o el de San Miguel en Algeciras construido ha-cia 1780.

La construcción en la Nueva España (Loría2004), tras la llegada de los españoles, se organizóa imagen y semejanza de las instituciones, usos ycostumbres de la península. Los trabajadores esta-ban organizados en gremios según los distintos ofi-cios. En la construcción de los acueductos partici-paría un primer grupo de oficios relacionados con laextracción o fabricación de materiales de construc-ción, especialmente los canteros y los dedicados ala fabricación de ladrillos y aglomerantes, particu-larmente la cal. Un segundo grupo, que en el casode los acueductos adquiere una singular importan-cia, el de los trabajos destinados al diseño, traza ydirección de la obra, algo parecido a lo que másadelante serán los arquitectos e ingenieros. Dadaslas exigencias de una rigurosa nivelación de la obra,para evitar el total fracaso de la obra, habría que re-currir a expertos alarifes que asegurasen el éxito dela misma. El tercer grupo lo constituían aquellosoficios relacionados directamente con la ejecuciónde las obras, entre los que cabe destacar los carpin-teros para la fabricación de cimbras y andamios ylos encargados de las fábricas, de piedra, ladrillo omixtas.

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Figura 1Acueducto de los Milagros en Mérida

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Cada gremio establecía unas ordenanzas en quequedaban fijadas las condiciones para el acceso a laprofesión, aunque estas eran modificadas con fre-cuencia y eran distintas para cada ciudad, o al menosen las principales de ellas. El acceso a la profesión sellevaba a cabo entrando de aprendiz al servicio de unmaestro por una serie de años, tras los cuales obteníala categoría de oficial, lo que le permitía ejercer eloficio a las órdenes de un maestro. Transcurridos unaserie de años y cumplidas ciertas condiciones, entrelas cuales estaba contar con la cantidad necesariapara establecerse por su cuenta, podía solicitar la rea-lización de una prueba para alcanzar el grado de ma-estro (Terán 1998).

En los tratados de construcción utilizados en laépoca, hasta finales del siglo XVIII, solamente enalguno de ellos (Plo 1767), dedicado precisamenteal virrey de México, se dan orientaciones sobre lapendiente que debe darse a los canales de agua: Unapulgada cada 100 varas, igual 1/3.300 (Terán 2001).Mucho más completo, un verdadero tratado sobrelos acueductos con multitud de temas y figuras, en-contramos en Los 21 libros de los ingenios y lasmáquinas, atribuido a Juanelo Turriano, en los quese dedica a los acueductos el tomo segundo librosexto: Del llevar aguas en diversas maneras y deaguaductos; libro séptimo Para llevar aguas quepassen unas por debajo de otras; y el libro octavoDe las diferencias que ay en el llevar de las fuentes.Sin duda para hacernos una idea de cuales eran losconocimientos de hidráulica de los arquitectos no-vohispanos del siglo XVII contamos con los escri-tos del carmelita Fray Andrés de San Miguel. Naci-do en Medinasidonia (Cadiz) en 1577, desarrollauna amplia actividad constructiva y era consideradoespecialista en hidráulica. Mantuvo una agria polé-mica con Enrico Martínez sobre las obras de desa-güe de los lagos que éste estaba dirigiendo. Muereen 1644 en Salvatierra (Guanajuato) (Toussaint1945). Desgraciadamente nada sabemos de los co-nocimientos teóricos, ni los instrumentos de nivela-ción que tendrían Fray Antonio de Bermul cons-tructor del acueducto de Acámbaro, Fray Franciscode Tembleque constructor del de Zempoala, el her-mano jesuita Pedro Beristain constructor del deXalpa o Ildefonso Iniesta arquitecto que intervinoen este último y en el de los Remedios, el único delos citados del que consta que contaba con una pre-paración teórica.

LOS ACUEDUCTOS URBANOS

Tras las reparaciones de los acueductos realizadas enTenochtitlan desde los primeros días después de laconquista, muy pronto nos encontramos con cons-trucciones llevadas a cabo con ideas nuevas importa-das de la península, para abastecer a ciertas poblacio-nes. Nueve años después de la llegada de Cortés, en1527 el franciscano Antonio de Bermul comienza elprimer acueducto conocido sobre arcos en Acámba-ro, Guanajuato. Mucho mayor significado tiene sinembargo el construido en 1571, por el también fran-ciscano Fray Francisco de Tembleque en Zempoala,Hidalgo (Mendieta 1870; Torquemada 1983), parallevar agua desde el cerro de Tecajete al pueblo deOtumba, en el actual estado de México. Se trata deun acueducto de 44 km con tres arquerías: la prime-ra, en la Hacienda Tecajete, de 46 arcos; la segundade 13, en la Hacienda de los Arcos; y la más impor-tante y conocida cerca de Zempoala, con 67 arcos,una longitud 1.020 metros, una altura máxima de38,75 metros y un canal de 36 por 20 cm. Construidoen mampostería con sillares de una esmerada talla enlas bóvedas y esquinas de las pilas, aún se conservaen magnífico estado de conservación. El construiruna conducción de esa longitud con un desnivel de200 m sin duda exigía unos conocimientos muyavanzados.

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Figura 2Acueducto del Padre Tembleque en Tepeyualco, Hidalgo

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Ya en el siglo XVI y hasta los inicios del siglo XXse levantan en México numerosos acueductos paraabastecimiento de las ciudades, algunos de ellos congrandes arquerías. Podemos citar entre ellos los deSanta Fe o Tlaxplana, Belen o Chapultepec (XVI),hoy prácticamente desaparecidos, en el Distrito Fe-deral, los Remedios en el Estado de México (1765),los de Querétaro (1738), Morelia (1785), Guadalaja-ra (1903), Chihuahua (1783), San Luis Potosí (1833)o Zacatecas (1810) y otros muchos (Romero de Te-rreros 1949).

LAS HACIENDAS EN MÉXICO

Desde el inicio mismo de la conquista los españolescrearon las encomiendas de indios y el repartimientode tierras y aguas a la manera cuasi feudal, ideal queperseguían los conquistadores. Con ello se ponen lasbases del latifundio que en el siglo siguiente desem-bocará en la creación de la hacienda, institución típi-ca mexicana que perdurará al menos durante trescenturias. Las explotaciones mineras fueron sin dudala gran aspiración de los españoles, pero para hacer-las posibles, además de aprovechar las explotacionesagrícolas existentes antes de su llegada, que eran ca-paces de abastecer las importantes ciudades existen-

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Figura 3Acueducto de Belén o Chapultepec, México D.F.

Figura 4Acueducto de Querétaro, Que.

Figura 5Acueducto de Morelia, Michoacán

Figura 6Acueducto de Zacatecas, Zac.

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tes, hubo que crear nuevas explotaciones. Ellas esta-ban las dedicadas fundamentalmente a nuevos culti-vos como los cereales, especialmente el trigo, la cañade azúcar y las dedicadas a la ganadería. Con ellas sebuscaba cubrir las necesidades alimenticias, las muyimportantes de animales de trabajo o para el acarreode mercancías. Aunque solían ser especializadas, nofue infrecuente que las haciendas mineras contasentambién con una importante explotación agrícolapara garantizar su propio abastecimiento (Rendón1994; von Wobeser 1989).

Haciendas azucareras

Las haciendas azucareras fueron unas de las más im-portantes, desde los primeros años tras la llegada delos españoles. Ya Hernán Cortés llevó desde Cuba lacaña de azúcar, donde se había introducido muy tem-pranamente. Él mismo y una buena parte de sushombres, junto con las órdenes religiosas y la noble-za, recibieron mercedes de tierras en lo que actual-mente son los estados de Morelos y Guerrero, en lasque crearon enormes haciendas destinadas a este cul-tivo. Tuvieron una gran importancia entre los siglosXVII y XIX, gracias a que era de los pocos cultivoscon valor comercial. Al tratarse de una planta muyexigente en agua, hubieron de realizarse importantesobras hidráulicas, en particular acueductos y jagüe-yes o estanques, para asegurar el riego y más tardetambién para mover las máquinas para la elaboraciónde la caña. De esta forma se transforman los trapi-ches en ingenios, al sustituir la tracción animal por lahidráulica. Éste último uso exigió en muchas ocasio-nes la realización de importantes acueductos para te-ner el agua con una determinada altura para mover lamaquinaria.

Haciendas mineras

Junto con las anteriores eran las más importantes,pues de ellas se extraían los metales, principalmenteplata, la riqueza más importante y codiciada de laépoca. Aunque originariamente se dedicasen de for-ma exclusiva a estas labores, pronto se dedicarontambién a trabajos agrícolas, como queda dicho, yaque se encontraban muy alejadas de las zonas endonde podrían abastecerse de alimentos. El agua se

utilizaba para abastecimiento de personas y animalesy riego de los campos, y pronto para la molienda delos minerales, lo que podía exigir obras de mayor en-vergadura.

Entre estas haciendas cabe citar, a modo de ejem-plo, la de San Juan Bautista en Taxco, cuya construc-ción parece ser que fue ordenada por el conquistadorHernán Cortés antes de su partida en 1540. Destacaen ella el ingenioso sistema de conducción de agua, através de las paredes de la propia construcción, unared o sistema hidráulico intramuros, que servía paraconducir el líquido, desde el acueducto principal, queparcialmente se conserva (Fig. 8), hasta los molinosdel mineral y los patios con estanques.

Las haciendas de beneficio de metales debían reci-bir de las minas las piedras de mineral; despedazarlaso triturarlas; extraerles el mineral, en este caso la pla-ta; hacer lingotes con los metales extraídos y sacarlosde la región en caravanas de mulas. Para moler laspiedras había molinos de tracción animal y otros mo-vidos por agua, de manera que las corrientes natura-les eran muy apreciadas en las regiones mineras.

En un principio, la plata se extraía utilizando elmétodo de las lumbradas; es decir, se aplicaba fuegoa las piedras, lo que no permitía extraer el metal lim-pio. Se atribuye al dominico de origen sevillano Bar-tolomé de Medina (1530-1580), asentado en el Mine-ral de Pachuca, la idea de la amalgama en frío delmineral con el azogue o mercurio. El método consis-tía en mezclar el polvo negro, que se obtenía de laspiedras molidas, con el mercurio, para extraer la pla-ta. Ya amalgamados, los dos metales eran separadosmediante calentamiento para evaporar el mercurioque en parte se recuperaba y en parte se perdía. Estemétodo se denominaba «beneficio de patio», porqueel proceso se realizaba en patios con estanques a cie-lo abierto que se pueden ver perfectamente en la exhacienda de Taxco el Viejo. El sistema de beneficiode patio resultaba costoso, pero transformó la econo-mía de la Nueva España al duplicar la cantidad deplata extraída, y por lo menos redujo a la mitad elconsumo de madera.

Haciendas cerealistas

Con la llegada de los españoles el trigo vino a gene-ralizarse como alternativa al maíz que hasta su llega-da había sido el soporte fundamental de la alimenta-

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ción de la población. De esta forma se crearon en elcentro de México grandes haciendas dedicadas a estecultivo destinado principalmente al abastecimientode la población de origen español de las ciudades.Como se trata de un cultivo de secano no dieron lu-gar a la construcción de acueductos, excepto en al-gún caso para alimentar los molinos necesarios paraelaborar la harina.

Haciendas ganaderas

Dadas las grandes necesidades que enseguida apare-cieron de animales de carga y trabajo, para el trasla-do de personas, para el ejército, para la alimentación,etc., se formaron haciendas dedicadas a la cría delganado, que más alejadas de las grandes poblacionesocupaban amplios espacios. En ellas apenas se hací-an obras hidráulicas por no ser necesarias.

Otras haciendas

Ya desde muy temprano o en épocas posterioresaparecieron haciendas especializadas en otros tiposde producciones. Cabe citar entre las mismas y conorigen muy temprano, las dedicadas a la cochinillay el índigo, tinturas muy apreciadas. Las pulquerasy mezcaleras para el cultivo del magüey y la elabo-ración de las bebidas alcohólicas extraídas del mis-mo, el pulque, el mezcal y el tequila. Al tratarse deuna planta muy poco exigente en agua no necesita-ban hacerse obras hidráulicas. En la península delYucatán adquirió gran auge el cultivo de otra espe-cie de magüey, el henequén, utilizado en la fabrica-ción de fibras, que aunque de origen prehispánico,adquirió una gran importancia en el siglo XIX,dando lugar a las haciendas henequeneras. Tam-bién tuvieron en distintas épocas y en diferenteszonas según el clima y el agua necesarios, una gran

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Figura 7Acueducto de la Hacienda de San Lucas Matlala, Puebla

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importancia las haciendas dedicadas al cacao y alcafé.

LOS ACUEDUCTOS DE LAS HACIENDAS

Desde la época prehispánica fue necesaria, para man-tener a la población de las grandes ciudades y loscampos, la construcción de obras hidráulicas, presas,acueductos y canales, debido a la prolongada épocade sequía en mucha zonas. Aparentemente en el ini-cio los españoles utilizaron las obras existentes, peromuy pronto introdujeron innovaciones. Por ello des-de el siglo XVI se construyeron presas, canales yacueductos para conducir el agua a las explotacionesmineras (Navarrete 1996).

En la agricultura también fue precisa la construc-ción de obras hidráulicas. En los cultivos, cuyo ciclode crecimiento era más largo que la época de las llu-vias, la irrigación era indispensable, el agua de irri-gación además de humedecer el suelo, proporcionabafertilizantes a la tierra y por esta razón se llegó apracticar inclusive en la época de lluvias, ademásmataba a algunas plagas como las ratas y las hormi-gas. En las regiones donde existían fuentes de agua,la construcción de obras hidráulicas se centró en laconducción del líquido, mientras que en las regionesdonde estas fuentes eran escasas se hizo necesarioademás la ejecución de obras de almacenamiento. Elagua se conducía a las haciendas a través de acue-ductos, que frecuentemente terminaban junto al cuar-to de molienda para accionar el molino. Estos acue-ductos llegaban a medir muchos kilómetros, en elsiglo XIX, la hacienda azucarera de Santa Ana deTenango en Morelos tenía una red de acueductos de37 km, sin contar la distribución del agua dentro delingenio.

La necesidad de contar con suficiente agua fue tangrande que, en algunas haciendas, el valor de lasobras de infraestructura hidráulica llegó a representarun alto porcentaje del valor total de la propiedad,como en la hacienda de San Antonio de Atlacomulcoen Morelos, en la que suponía un tercio del mismo.Las haciendas azucareras se extendieron principal-mente por los estados de Puebla, Morelos, Michoa-cán y Veracruz. Solamente en el primero de estos es-tados, en el municipio de Izucar de Matamoros, seencuentran todavía restos de acueductos en las ha-ciendas de San Nicolás Tolentino, San Félix Rijo,

San Juan Raboso, San Lucas Matlala, San Juan Co-lón, y en otras nueve más.

MATERIALES

Los acueductos construidos en las haciendas son demateriales muy diversos, predominando el ladrillo yla mampostería y siendo menos abundante la sillería,lo que parece lógico en unas construcciones cuyo pa-pel fundamental es práctico y se sitúan en el campo.

Ladrillo

Aunque lo más habitual, cuando encontramos ladrillosen los acueductos, sea mezclado con piedra de diversasformas, no faltan ejemplos en los que el acueducto escompletamente de ladrillo, como ocurre por ejemploen el de la hacienda Belén de Pihuamo, Veracruz.

Piedra y ladrillo

Más habitual, como queda indicado, son las mezclasde piedra y ladrillo, principalmente en dos formas di-ferentes. En el acueducto de Chapultepec en MéxicoD.F. (Fig. 3) encontramos mampostería con franjasde ladrillo cada 70/80 cm, en una distribución que re-cuerda la del acueducto de Los Milagros de Mérida.(Fig. 1) En este mismo acueducto, así como en el de

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Figura 8Acueducto de la Hacienda de San Nicolás de Tolentino,Puebla

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Guadalupe también en el D.F., encontramos la mis-ma alternancia de piedra y ladrillo en las dovelas delos arcos, lo que recuerda la distribución usada en losde la mezquita de Córdoba. Estas referencias, sinduda no pasan desapercibidas al observador. Másfrecuente sin embargo es utilizar el ladrillo solamen-te en los arcos, siendo el resto de la obra de mampos-tería. Con ello se evita tallar las dovelas en piedra,tarea difícil y costosa. Tal puede verse, entre otrosmuchos ejemplos, en el acueducto de la Hacienda deSan Nicolás de Tolentino en Puebla.

Mampostería

El material más habitual, como queda dicho, es sinduda la mampostería. De muy diversos tipos y aspec-tos, va desde una mampostería con piedras muy pe-queñas que bien podríamos considerar un hormigón,como puede verse en el acueducto de San Andrés deChalchicomula en Puebla, hasta una mamposteríaconcertada, cercana ya a la sillería. Otras veces seusa de forma que podríamos llamar clásica, con silla-res en bóvedas y esquinas o de formas más originalescomo en el acueducto de Nochitlan, Zacatecas, enque se alternan grandes sillares bien tallados, conmampostería de pequeñas piedras. En algún caso lossillares de las bóvedas y esquinas, son de una piedrade distinta naturaleza y color que el resto, como ocu-rre en el acueducto de Querétaro, consiguiendo unbello efecto cromático (Fig. 4).

Sillería

Aunque menos frecuente no faltan casos de acueduc-tos hechos completamente de sillería de una talla cui-dada, sean con caras lisas, sean almohadilladas.

TIPOLOGÍAS

Número de plantas

La solución más general es sin duda la de los acue-ductos con una sola planta de arcos y solo cuandohay que cruzar una vaguada muy profunda, se recu-rre a colocar varias arquerías superpuestas, que lle-gan hasta cuatro en el emblemático acueducto deXalpa o del Sitio (Romero de Terreros 1949), enTepozotlan, México. Se trata de una obra monu-mental proyectada por el hermano coadjutor jesuitaPedro Beristain, natural de Azpeitia, Guipúzcoa,Administrador de la Hacienda de Xalpa y pertene-ciente a la comunidad del cercano colegio de SanFrancisco Xavier de Tepotzotlán. Para ello contócon el asesoramiento del arquitecto IldefonsoIniesta que también había intervenido en el acue-ducto de los Remedios. La obra fue levantada apartir de 1764, por el maestro de obras GonzaloAntonio González bajo la dirección del Padre San-tiago Castaño. Debido a la expulsión de la orden en1767, la obra quedó inconclusa, pero los trabajosse retomaron casi un siglo después bajo la direc-

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Figura 10Acueducto de la Hacienda de Nochitlán, Zacatecas

Figura 9Acueducto de la Hacienda de San Andrés de Chalchicomu-la, Puebla

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ción de Manuel Romero de Terreros, tercer condede Regla, perteneciente a una familia enriquecidacon la explotación de minas, que adquirió la ha-cienda, terminándose en 1854. Con una longitudtotal de unas 10 leguas, esto es 41,9 km, atraviesauna cañada, en donde la arquería alcanza los 62metros de altura, cuenta con cuatro niveles de arcosy una longitud de 430 metros. Otra arquería alcan-za los 42 metros de altura y tiene también un túnelde unos 730 m. de longitud. Su capacidad es de unbuey de agua, es decir una vara cuadrada o 8.360cm2.

Tipo de arcos

Aunque el arco de medio punto es el utilizado concarácter general no falta algún caso excepcional enque se utiliza otro tipo de arco, carpanel de tres cen-tros o rebajados, sea con carácter excepcional comoen el acueducto de Tecayec, sea en todo un tramocomo en el acueducto de Yuatepec, ambos en More-los o en el acueducto de la Hacienda La Mesa en Ta-maulipas con arcos apuntados.

Tímpanos huecos

En la Hacienda Calderón en el municipio de Cuautla,Morelos, existe un acueducto con una tipología degran originalidad que apenas tiene antecedentes hasta

la llegada de la ingeniería del hormigón. Se trata deahuecar los tímpanos sobre los arcos mediante otrosarcos del mismo radio que los principales que se apo-yan en estos aproximadamente a la mitad de su altu-ra. Sobre unas pilas de mampostería de piedra de co-lor negro y argamasa de color muy claro se elevanlos arcos de medio punto de ladrillo de grosor cons-tante desde los arranques a la clave. Aproximada-mente a los 600 de altura se apoya un arco igualmen-te de ladrillo del mismo radio que los principales conun ángulo aproximado de otros 600. Su grosor es sinembargo la mitad del anterior, salvo en la parte cer-cana a los apoyos y en la parte superior del mismoque es del grosor de los arcos principales. De estaforma queda hueca la zona sobre las pilas entre estearco secundario y los dos principales, con lo que ellosupone de ahorro de material. De alguna manera po-dríamos encontrar un antecedente de este trazado enlos arquillos que los romanos construyen sobre laspilas en buena parte de sus puentes, que deberían te-ner además de su función estética, el disminuir elempuje de las aguas sobre los tímpanos en caso decrecida y disminuir algo el peso sobre las pilas y elvolumen de los materiales necesarios. Cada cuatropilas, ésta se eleva de mampostería a modo de con-trafuerte, igual que el resto de las pilas, pero con hi-ladas de ladrillo, hasta la parte superior del mismo ycon un ancho mayor que el resto. La franja superiordel acueducto, la que corresponde a las paredes delcanal superior es nuevamente de ladrillo, mientrasque la zona sobre los arcos hasta llegar a ésta es demampostería enlucida con argamasa de color claro.Aunque muy lejos de la elegancia que encontramos

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Figura 11Acueducto de la Hacienda de Xalpa, México

Figura 12Acueducto de la Hacienda de Calderón, Morelos

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en este acueducto, los tímpanos ahuecados mediantearcos los encontramos también en el acueducto de laHacienda de Belén de Pihuano, Veracruz o en el deTepayeca, Puebla.

En planta este acueducto está compuesto por líne-as rectas formando ángulos lo que coincide con lo in-dicado en los tratados de construcción y con algunosprecedentes de la península. Nos encontramos puesante una obra de gran originalidad, un alzado muyingenioso y delicado y una ejecución muy cuidada,tanto más sorprendente por tratarse de una construc-ción rural. Seguramente ello haya que achacarlo auna sociedad, los hacendados, ya en los siglos XVIIIy XIX muy refinada y que reflejaba este gusto en to-das las construcciones del casco de la hacienda. Ade-más en este acueducto queda reflejado el gusto de losmejicanos por los colores, cosa muy poco habitual enlas obras de ingeniería y que encontramos no solo eneste acueducto, sino en bastantes otros entre los quecabe citar el acueducto de Querétaro o el de Atlixcoen Puebla, donde se mezclan delicadamente piedrasde color rosa y gris. Bien merecería esta obra ser másconocida.

Soluciones originales

Hay algunos acueductos con soluciones de gran ori-ginalidad como el ya citado de la Hacienda de SanLucas de Matlala (Fig. 7). Cuenta con un cuerpo cen-tral, compuesto por dos fuertes y elevados machones,que sirven de apoyo a otros tantos grandes arcos demedio punto superpuestos. El superior está bajo cin-co arcos pequeños. A ambos lados de este cuerpocentral se desarrollan dos órdenes superpuestos dearcos menores. El conjunto da la impresión de unaconstrucción tan fuerte como elegante y acusa a lasclaras la mano maestra del autor. Aunque en no muybuen estado aún se conserva en buena parte. Conta-mos con un grabado (García Cubas 1857), que nosda una idea de su grandiosidad y elegancia, que lehace comparable a los mejores ejemplares de losacueductos romanos como el Pont du Gard, otoma-nos como el de Moglova o de cualquier época, tantomás sorprendente cuanto que se trata del acueductode una hacienda. Aunque no existe seguridad (Rome-ro de Terreros 1947; 70) es de mediados del XIX yobra del arquitecto de origen español Lorenzo de laHidalga, que además de sus numerosas obras arqui-

tectónicas, también llevo a cabo numerosos trabajosde agrimensura e hidráulicos.

Mención especial merece también el acueducto delos Remedios aunque estrictamente no sea de una ha-cienda. Alfonso Tello de Guzmán en octubre de 1616obtuvo una merced de agua otorgada por el virrey,para abastecer a la ermita de Los Remedios y los so-brantes beneficiarían a los indios para que regaransus tierras. La construcción se inició en 1620; pero seplaneó para conducir agua por tubos o caños subte-rráneos, manufacturados con barro y después cocidosy para salvar la depresión, se proyectó hacer un si-fón. Al inicio y final del mismo, se edificó una torretroncocónica de cantera labrada, de ocho metros dediámetro en la base y 23 metros de altura, con nuevecuerpos escalonados. En su interior se encuentra unconducto vertical para regular la presión y eliminarel aire de la tubería. Popularmente se conocen comolos «caracoles». La solución se saldó con un comple-to fracaso. Más de cien años después, el ingenierodel rey, Ricardo Aylmer, y el maestro mayor de ar-quitectura, Ildefonso Iniesta, desecharon el sifón, ylos sustituyeron por un conducto sobre una arquería,que se llevó a cabo en 1765. La arquería y el conduc-to son de cantera labrada en bloques rectangulares;cuenta con cincuenta arcos de medio punto de 6,70m de luz y el más alto de 16 metros. Las bases de laspilastras son de 2.05 por 1.70 metros.

230 A. de las Casas, I. García

Figura 13Acueducto de los Remedios, México

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xico.Rivera Cambas, Manuel. 1880. México pintoresco, Artístico

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Acueductos en las haciendas de México 231

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