Adolescencia Siglo Xxi

download Adolescencia Siglo Xxi

of 11

Transcript of Adolescencia Siglo Xxi

  • Adolescencia en Espaa a principiosdel siglo XXI

    ALFREDO OLIVA*Universidad de Sevilla

    ResumenEn este artculo hemos pretendido analizar los cambios sociales que est experimentando la sociedad espaola

    y su posible repercusin sobre el desarrollo de los chicos y chicas que realizan su trnsito a la adultez en los albo-res del siglo XXI. As, hemos considerado los efectos de la globalizacin, los movimientos migratorios, la mayorpresencia de los medios de comunicacin, las nuevas tecnologas, el descenso el ndice de natalidad o los cambiosen la estructura de la familia. Esta transformacin social va a presentar nuevos retos a adolescentes y jvenesque pueden hacer ms compleja la transicin a la adultez y hacer aparecer nuevos problemas, por lo que creemosnecesaria la adopcin de polticas imaginativas y globales encaminadas a su prevencin.Palabras clave: Adolescencia, cambio social, jvenes.

    Adolescence in Spain at the beginning ofthe 21st century

    AbstractIn this paper, we wished to analyse the social changes that are taking place in Spanish society and the possi-

    ble repercussions on childrens development as they go through the transition to adulthood at the dawn of the21st Century. We consider the effects of globalisation, migratory movements, the increased presence of the media,new technologies, the drop in the birth rate and changing family structures. This social transformation presentsyoung people and adolescents with new challenges, which could make the transition to adulthood yet more com-plex and create new problems. That is why we believe in the need for imaginative and all-encompassing policiesto counteract these new forces.Keywords: Adolescence, social change, youth.

    Correspondencia con el autor: Alfredo Oliva Delgado. Departamento de Psicologa Evolutiva y de la Educacin.Facultad de Psicologa. C/ Camilo Jos Cela s/n. Sevilla 41018. E-mail: [email protected] recibido: Febrero, 2002. Aceptado: Octubre, 2003.

    2003 by Fundacin Infancia y Aprendizaje, ISSN: 1135-6405 Cultura y Educacin, 2003, 15 (4), 373-383

  • La adolescencia como una difcil etapa en el desarrollo

    Uno de los principales debates tericos en el campo de la psicologa evolutivaes el referido a la consideracin de la adolescencia, bien como un periodo de fre-cuentes conflictos familiares y de intensos problemas emocionales y conductua-les, bien como una transicin evolutiva tranquila y sin especiales dificultades.Los planteamientos iniciales de autores como Stanley Hall o Anna Freud sesituaron en la visin catastrofista del storm and stress (tormenta y drama). Sinembargo, autores ms recientes y con acercamientos ms empricos, como Cole-man (1980), presentaron una visin ms favorable de la adolescencia. No obstan-te, en las ltimas dos dcadas ha venido acumulndose una cantidad importantede datos que tambin han cuestionado esa imagen optimista de la adolescencia.Como ha planteado Arnett (1999), la concepcin de storm and stress precisa serreformulada a partir de los conocimientos actuales, ya que aunque no puedamantenerse la imagen de dificultades generalizadas, s hay suficiente evidenciaacerca de una importante incidencia de problemas relacionados con tres reas: losconflictos con los padres (Laursen, Coy y Collins, 1998) la inestabilidad emocio-nal (Buchanan, Eccles y Becker, 1992), y las conductas de riesgo (Arnett, 1992).

    Las razones de estas dificultades tienen mucho que ver con el carcter transi-cional de la esta etapa, con los cambios fsicos y psquicos que conlleva y con losnuevos roles que se deben asumir. No es infrecuente que en algunos casos elestrs generado por estos cambios lleve al surgimiento de problemas de conductao trastornos emocionales. A pesar de la mayor vistosidad de los primeros, lasmayores amenazas para la salud de los adolescentes parecen estar ms en el planoemocional que en el fsico, ya que los trastornos depresivos, que suelen comenzaren la adolescencia, van a convertirse en las prximas dcadas en la segunda enfer-medad con mayor impacto y carga social en los pases desarrollados (WHO,1998; Call et al, 2002).

    Hoy da, los modelos contextuales o ecolgicos (Bronfrennbrenner, 1979;Lerner, 1991) representan un importante marco terico de cara a explicar el desa-rrollo y sus problemas. Segn este enfoque, los factores macrosistmicos socia-les, culturales y econmicos pueden tener una influencia directa sobre lo queocurre en los contextos inmediatos o microsistmicos de nios y adolescentes,por lo que terminarn influyendo sobre su desarrollo y su ajuste psicolgico. Porlo tanto, creemos que es un modelo que puede resultar muy til para analizar elimpacto sobre la adolescencia del contexto socio-histrico actual. Vivimos en unmundo caracterizado por la globalizacin, los movimientos migratorios, loscambios sociales y demogrficos, y el uso de nuevas tecnologas, y resulta bastan-te improbable que nuestros jvenes y adolescentes no vean afectadas sus trayec-torias vitales por estas transformaciones. En este trabajo hemos pretendido mirarhacia el presente y hacia el futuro inmediato, y basndonos en la cada vez mayorcantidad de datos de que disponemos sobre el desarrollo adolescente, y en loscambios sociales, econmicos, tecnolgicos y demogrficos que estn teniendolugar, anticipar un diagnstico sobre los problemas que estn afrontando los chi-cos y chicas espaoles en este comienzo de siglo. Una pregunta esencial que ten-dremos que hacernos es si estos cambios van a facilitar el paso por la adolescen-cia, o si, por el contrario, generarn nuevos retos y dificultades que harn msprobable la aparicin de problemas. Sin duda, hacer predicciones de este tiporesulta altamente arriesgado por la alta imprevisibilidad de los sistemas sociales,no obstante, nos arriesgaremos a hacer algo de futurismo (Boulding y Boul-ding, 1995; Larson, 2002) y trataremos de prever la influencia que estas tenden-cias sociales tendrn sobre el desarrollo adolescente. Igualmente haremos algu-nas sugerencias acerca de intervenciones que pueden servir para promover una

    Cultura y Educacin, 2003, 15 (4), pp. 373-383374

  • mayor integracin social y una mejor transicin hacia la adultez de nuestrosjvenes.

    Ampliando las fronteras de la adolescencia

    A lo largo de las ltimas dcadas se ha venido produciendo un adelanto gra-dual en la edad de inicio de la pubertad, de tal forma que algunos de los primeroscambios fsicos comienzan a edades tan tempranas como los 8 aos. Las mejorescondiciones de vida, pero tambin la influencia de ciertos agentes contaminantessobre el sistema endocrino pueden tener la responsabilidad de este adelanto.Diversos estudios han encontrado relacin entre la pubertad muy precoz y el usode pesticidas en la agricultura intensiva y de hormonas en la alimentacin yengorde del ganado (Herman-Giddens et al, 1997; Herman-Giddens, Wang yKoch, 2001).

    Este inicio ms precoz de los cambios puberales tiene su influencia sobreaspectos emocionales y comportamentales. Por una parte, vamos a encontrarnoscon nios y nias que an muestran una gran inmadurez psicolgica pese ahaber alcanzado una avanzada maduracin fsica, circunstancia que diversosestudios han considerado como un importante factor de riesgo para su ajuste psi-colgico y conductual, especialmente en el caso de las chicas (Flannery, Rowe yGulley, 1993; Graber, Lewinsohn, Seely y Brooks-Gunn, 1997). Por otro lado,muchos comportamientos que hasta hace poco eran propios de jvenes y adoles-centes estn empezando a ser frecuentes en la niez tarda: inicio de relaciones depareja, conductas consumistas, uso de nuevas tecnologas, etctera (Coleman,2000). No obstante, adems de los factores fisiolgicos relacionados con lapubertad, en la anticipacin de estos comportamientos propios de la adolescen-cia a los ltimos aos de la niez pueden estar implicados factores sociales comola influencia de las series y programas televisivos. Las relaciones familiares pue-den verse afectadas por este cambio en el calendario con que tienen lugar unaserie de comportamientos, ya que la mayora de padres de adolescentes va a con-siderar demasiado precoz la edad con la que sus hijos e hijas pretenden iniciarseen actividades como salir en pareja, mantener relaciones sexuales, permanecer enla calle hasta altas horas de la noche, o beber alcohol. Como han encontrado algu-nos estudios (Casco, 2003; Dekovic, Noom y Meeus, 1997) los adolescentes sue-len mostrar expectativas ms precoces que sus padres, lo que contribuir aaumentar la conflictividad parento-filial.

    Pero no slo se ha adelantado de forma sensible la edad de inicio de la puber-tad, adems nos encontramos con un retraso en la edad a la que los adultos jve-nes comienzan a trabajar y se independizan de sus padres. Aunque en pases denuestro entorno la situacin es similar, Espaa ocupa junto a Italia una de lasltimas posiciones en cuanto a la independencia con respecto a la familia de ori-gen y al inicio de la actividad profesional (Coleman y Schofield, 2001). La edadmedia para el matrimonio es de 30,1 aos para los hombres y de 28,1 para lasmujeres, mientras el primer hijo se tiene con 30,7 aos, lo que ha supuesto unretraso de 2 aos en el ltimo cuarto de siglo (INE, 2002). Las dificultades paraencontrar empleo, la caresta de la vivienda y las buenas relaciones con unospadres que distan mucho de mostrar el estilo autoritario de generaciones prece-dentes podran justificar esta larga estancia. El periodo comprendido entre los 18y los 25 aos, que tradicionalmente supona la adquisicin de responsabilidadesy roles que marcaban el inicio de la adultez, se ha transformado en una etapa deprolongacin de la adolescencia que Arnett (2000) ha denominado adultez emer-gente. Alejados de las responsabilidades propias de la adultez, estos jvenes mues-tran un estilo de vida con bastantes similitudes al de los adolescentes, como son

    375Adolescencia en Espaa a principios del siglo XXI / A. Oliva

  • las conductas de bsqueda y exploracin o la asuncin de riesgos. Aunque esteestilo de vida supone una oportunidad para alcanzar una mayor madurez psico-social, tambin puede representar un problema, en la medida en que siguenestando presentes algunas de las conductas de riesgo tpicas de la adolescencia.Por otra parte, el hecho de que estos jvenes no hayan alcanzado an su indepen-dencia econmica y prolonguen su estancia en el domicilio familiar va a suponerpara sus padres una carga y un factor de estrs que puede aadirse a otros proble-mas propios de la mediana edad: enfermedades, padres incapacitados, etc. Sinolvidar lo difcil que puede resultar asumir un rol tan ambiguo como el de serpadre o madre de un joven de casi treinta aos que contina dependiendo eco-nmicamente de su familia.

    Medios de comunicacin y representacin social de la adolescencia

    Sin duda, los medios de comunicacin han jugado un papel fundamental enla difusin de una imagen conflictiva de adolescentes y jvenes, ya que las noti-cias que difunden suelen establecer una asociacin estrecha entre adolescencia ojuventud y crimen, violencia o consumo de drogas (Casco, 2003; Dorfman ySchiraldi, 2001; Males, 2000). Esta imagen estereotipada divulgada por losmedios ha contribuido a crear actitudes de miedo y de rechazo hacia este grupode edad. Es de esperar que este fenmeno no slo se mantenga sino que tienda aaumentar por la mayor presencia de los medios de comunicacin en nuestrasociedad. Resulta muy llamativo el contraste entre las representaciones socialesacerca de la infancia y la adolescencia: mientras que el nio o nia es consideradovulnerable, indefenso, inocente, vctima y necesitado de afecto y apoyo, el ado-lescente es visto como invulnerable, autosuficiente, conflictivo, culpable, trans-gresor y agresor. Investigaciones realizadas tanto en Norteamrica (Buchanan yHolmbeck, 1998; Holmbeck y Hill, 1988) como en nuestro pas (Casco, 2003;Oliva y Casco, 2002) ponen de relieve la vigencia actual entre los profesionales yen la ciudadana de las concepciones sobre la adolescencia cercanas a los plantea-mientos del storm and stress.

    Esta imagen desfavorable puede generar un intenso prejuicio social hacia estecolectivo que influya negativamente sobre las relaciones entre adultos y jvenes,aumentando la conflictividad intergeneracional, especialmente en el contextofamiliar y en el escolar. Adems, puede constituir un marco de referencia para lainterpretacin de determinados problemas sociales y para la justificacin dealgunas decisiones a nivel poltico y legislativo. Por ejemplo, si los adolescentesson inestables y conflictivos por causas naturales el control estricto por parte delos adultos parece una respuesta inevitable. Igualmente, si los alumnos de educa-cin secundaria presentan problemas de indisciplina, falta de motivacin y esca-so rendimiento escolar, el problema estara en unos adolescentes conflictivos eincapacitados para asumir responsabilidades y realizar tareas escolares exigentes,y no en las limitaciones que pueda presentar la institucin escolar para adaptarsea las cambiantes necesidades del alumno.

    Medios de comunicacin, nuevas tecnologas y socializacin

    Tambin en la vida de los jvenes la presencia de los media ha alcanzado unascotas nunca antes conocidas. En Espaa, el 99% de los hogares dispone de uno oms televisores la media es de 1.71, y jvenes y adolescentes dedican cerca de2 horas diarias a ver la televisin. Adems, el 43% de jvenes tiene en casa unordenador, y el 24.7% acceso a Internet, acceso que es de esperar que se generali-ce en la prxima dcada, ya que en el contexto escolar cada vez se exige ms su

    Cultura y Educacin, 2003, 15 (4), pp. 373-383376

  • uso (Martn y Velarde, 2001). En la actualidad, un 55.3% de chicos y chicas de14 a 18 aos utiliza internet para chatear, y un 57.5% para navegar. El uso devideojuegos tambin est muy generalizado, ya que un 58.5% de los adolescen-tes espaoles los utilizan, un 26% casi a diario (Rodrguez, Megas, Calvo, Sn-chez y Navarro, 2002). Tambin las revistas para adolescentes han alcanzado unagran difusin, y escuchar msica es una de las actividades ms habituales entrelos adolescentes (Elzo et al., 1999). Ante esta creciente inmersin en los mediosde comunicacin y las nuevas tecnologas, ha aumentado la preocupacin socialpor su influencia sobre sobre el desarrollo adolescente, ya que suele considerarseque esta influencia es negativa. As, a la televisin se le atribuye una responsabi-lidad directa en la promocin del consumo de tabaco y alcohol, la actividadsexual precoz, y los roles de gnero muy estereotipados. Pelculas y videojuegoscompiten por el primer lugar como instigadores de las conductas violentas,mientras que la imagen ideal del cuerpo femenino difundida por las revistas paraadolescentes tendra responsabilidad en muchos trastornos en la alimentacin yproblemas de autoestima. Tal vez convenga desdramatizar y ser ms exigentes ala hora de considerar probables consecuencias negativas, ya que la evidenciaemprica no siempre apoya esta idea, y algunos estudios han encontrado efectospositivos sobre el desarrollo adolescente derivados del uso de videojuegos (Phi-llips, Rolls, Rouse y Griffiths, 1995; Durkin y Barber, 2002), de la exposicin aprogramas televisivos (Mares, 1996), o de la utilizacin de Internet (Conde,Torres-Lana y Ruiz, 2002; Hellenga, 2002). No obstante, lo que parece induda-ble es que han aumentando sustantivamente las influencias a las que estnexpuestos nuestros adolescentes, y ya no se limitan a los clsicos contextos defamilia, escuela e iguales. Esta nueva situacin supone ms tarea para los padres,que no deben limitarse a controlar las amistades de sus hijos, sino que tambindeben supervisar programas de televisin, videojuegos, revistas, etc.

    La rapidez de los cambios sociales

    Los ya clsicos trabajos de las antroplogas Margaret Mead y Ruth Benedictpusieron de manifiesto que en sociedades tradicionales, las relaciones entrepadres e hijos son menos tumultuosas que en la sociedad occidental. Estas cultu-ras tradicionales se caracterizan porque nios y adolescentes viven desde peque-os insertos en actividades significativas que presentan una gran similitud conlas que realizarn durante la adultez, mientras que en las sociedades escolarizadaspermanecen un largo periodo segregados del mundo adulto y realizando activi-dades que tienen muy poco que ver con las propias de la adultez. Por otra parte,en las culturas tradicionales hay una importante continuidad entre el pasado, elpresente y el futuro, como consecuencia de la lentitud con la que se producen loscambios en costumbres, estilos de vida o valores. Sin embargo, si hay algo queclaramente caracteriza a nuestra sociedad es la rapidez vertiginosa con la que seproducen los cambios. Todo resulta tan efmero que en un periodo de 30-40aos, que suele ser el que separa a una generacin de otra, se producen importan-tes innovaciones que transforman el mundo. La poca en que nuestra generacinvivi su adolescencia tiene poco que ver con la actual, y muchas de las cosas porlas que vivimos y luchamos no dicen nada a nuestros hijos, lo que puede suponerun aumento de la brecha generacional, con el consiguiente deterioro de la comu-nicacin parento-filial. A ello hay que aadir la cada vez mayor globalizacincultural, con la consiguiente alteracin de los gustos y estilos de vida tradiciona-les. Si tenemos en cuenta que una de las tareas que debe afrontar el adolescentetiene que ver con la adquisicin de una identidad personal, que hace referencia alcompromiso con una serie de valores ideolgicos, religiosos y vocacionales (Erik-

    377Adolescencia en Espaa a principios del siglo XXI / A. Oliva

  • son, 1968), podemos adivinar que esta tarea no se ver facilitada por tantamudanza, y puede llevar a muchos jvenes a la incertidumbre, la alienacin o larenuncia al compromiso personal. Contrariamente a lo que podra parecer a pri-mera vista, esta no es una poca fcil para hacerse adulto, al contrario, la sociedadoccidental actual es mucho ms complicada que cualquier cultura tradicionalque ofrece un abanico de opciones muy reducido, y en la que se mantienen a lolargo de generaciones los mismos valores y los mismos estilos de vida. Por lotanto, no debe sorprendernos una mayor problemtica adolescente en relacincon la adquisicin de la identidad personal, que puede llevar a chicos y chicas adiversos trastornos emocionales y conductuales (Jones, 1992).

    Cambios socio-demogrficos

    Menos jvenes y ms personas mayores

    No todos los cambios juegan en contra de nuestros jvenes: as la tendenciade crecimiento demogrfico que se manifest de forma llamativa a partir de losltimos aos del franquismo y durante la transicin, comenz a invertirse enEspaa en la dcada de los 80. En los ltimos 10 aos, el nmero de menores hadescendido en dos millones (INE, 2002). Teniendo en cuenta esta tendencia,resulta evidente que los jvenes espaoles que actualmente tienen en torno a 30aos formaron parte de una generacin muy numerosa que pas por la niez y laadolescencia en unas condiciones poco favorables, ya que estuvieron escolariza-dos en aulas masificadas, tuvieron ms dificultades para acceder a las carrerasuniversitarias que deseaban y para encontrar trabajo e independizarse de suspadres. A principios del siglo XXI, el panorama es bien distinto, con una ten-dencia demogrfica a la baja Espaa es junto a Italia el pas con el menor ndicede natalidad de la Unin Europea, que se sita en 1,2 (INE, 2002) que va asuponer que en los prximos aos los adolescentes espaoles sern un bien cadavez ms escaso que la sociedad deber cuidar con esmero. Este bajo nmeropodra suponer una mayor disponibilidad de recursos, y una menor competitivi-dad para acceder a plazas universitarias o puestos de trabajo que llevara a unatransicin a la adultez ms cmoda y libre de problemas. No obstante, ellorequerira que se mantuviesen o incrementasen los presupuestos dirigidos a estesegmento poblacional. La realidad, que ya se adivina, puede ser bien distinta, yaque parte importante de los recursos antes destinados a jvenes pueden derivarsehacia las personas mayores, un colectivo cada vez ms numeroso y con muchasnecesidades. A diferencia de las personas mayores, los adolescentes no suelenvotar, bien por ser menores de edad, bien por indiferencia hacia esta forma departicipacin poltica (Mateos y Moral, 2001), por lo que tal vez no generentanta preocupacin a nuestros gobernantes, que podran ignorar el papel priori-tario que los adolescentes actuales juegan en el futuro de nuestra sociedad.

    Diversidad tnica y cultural

    Junto a esta tendencia a la disminucin del nmero de jvenes, hay que sea-lar el aumento de la diversidad tnica que se est produciendo en Espaa con lallegada de inmigrantes que ya representan un 3,8% de la poblacin de nuestropas (INE, 2002). Hasta hace poco, Espaa era un pas de una gran homogenei-dad tnica, cultural y religiosa; sin embargo, estas poblaciones de inmigrantesmuestran un ndice de natalidad muy elevado y estn acercando a Espaa a unasituacin de multiculturalidad que conocen bien pases europeos como Francia,Holanda o Inglaterra. Sin duda, estamos ante un fenmeno que va a tener surepercusin sobre las experiencias que vivirn los adolescentes y jvenes en el

    Cultura y Educacin, 2003, 15 (4), pp. 373-383378

  • futuro inmediato. Por un lado, podemos encontrarnos con una parte importantede adolescentes hijos de inmigrantes que vivan en situaciones de marginacin,pobreza y exclusin social que faciliten el surgimiento de problemas emocionalesy comportamentales. Es probable que al igual que est ocurriendo en EEUU yotros pases europeos, la delincuencia juvenil termine estando protagonizada engran parte por jvenes procedentes de estas minoras marginadas. Este hechopuede llevar a que las polticas de justicia centradas en la rehabilitacin, como lareciente Ley de Responsabilidad Penal del Menor, sean sustituidas por una filo-sofa que priorice la proteccin a la sociedad ante la amenaza que suponen losjvenes delincuentes. Tambin es de esperar una menor empata ante las dificul-tades de los jvenes, y un menor deseo de intentar la reeducacin cuando un por-centaje importante de los delincuentes son jvenes de otras razas o culturas. Noobstante, hay que sealar que cada vez es mayor el nmero de datos que indicanel fracaso de las medidas punitivas frente a las rehabilitadoras (Cullen y Wright,2002). Por otro lado, nos encontraremos con la aparicin de nuevos valores pro-cedentes de estas minoras, que enriquecern nuestro acervo cultural, pero quepueden hacer ms difcil la consecucin de la identidad personal, generandosituaciones de identidades hipotecadas o en difusin, especialmente entre aque-llos chicos y chicas que tengan que compatibilizar los valores propios de su cul-tura de origen con los del pas de adopcin. Por todo ello, creemos necesario quese destinen recursos encaminados a conseguir una mejor integracin de estasminoras, con las polticas sociales, laborales y educativas necesarias. Nos gusta-ra destacar la importancia de incluir en los currcula escolares contenidos rela-cionados con la interculturalidad que sirvan para promover actitudes de acepta-cin y para desterrar los prejuicios y el rechazo injustificados.

    Cambios en la familia

    Muchos de los cambios sociales mencionados van a tener su repercusin en elcontexto familiar, que no es ajeno a esta evolucin social, y est experimentandosu propia metamorfosis. Una tendencia observada en nuestro pas y en la mayorparte de los pases desarrollados es que las familias son cada vez menos numero-sas, ya que en veinte aos el tamao medio de la familia espaola ha pasado de3,81 en 1970 a 3,28 en 1991 (INE, 1998), lo que supone una menor disolucinde los recursos que se destinan a cada hijo y una mayor dedicacin y atencin porparte de los progenitores. Adems, cabe suponer que de forma paralela a nuestrasociedad, la familia espaola se ha hecho mucho ms democrtica e igualitaria, loque ha podido tener una influencia muy positiva sobre la autoestima y satisfac-cin de los adolescentes. En este sentido, la mayora de los estudios disponibles,que encuentran una relacin positiva entre los estilos parentales democrticos yel ajuste psicolgico y comportamental (Steinberg, 2001; Oliva, Parra y Sn-chez, 2002; Steinberg y Silk, 2002). Sin embargo, tambin es cierto que en bas-tantes ocasiones los padres, ms que democrticos se muestran excesivamentepermisivos o incluso indiferentes, actitudes que cada vez son ms frecuentes noslo en los sectores ms desfavorecidos, sino tambin entre aquellas familias declase media-alta en las que padre y madre tienen profesiones que exigen muchotiempo y dedicacin. Estos estilos excesivamente indulgentes van a afectar nega-tivamente el desarrollo y ajuste adolescente, haciendo ms probables los proble-mas emocionales, los comportamientos antisociales y el consumo abusivo dedrogas y alcohol (Fuligni y Eccles, 1993; Kurdek y Fine, 1994; Steinberg, 2001)

    Por otra parte, estn teniendo lugar importantes cambios en la estructura dela familia con el surgimiento de nuevos tipos de familia monoparentales oreconstituidas que pueden resultar ms complicadas (Iglesias, 1998). Estas

    379Adolescencia en Espaa a principios del siglo XXI / A. Oliva

  • nuevas situaciones familiares pueden suponer una mayor complicacin a la horade ejercer los roles parentales, y en algunas ocasiones surgirn conflictos impor-tantes durante la adolescencia. Por ejemplo, la reconstitucin familiar, cuandotiene lugar en el momento en el que el chico o chica estn atravesando el procesode desvinculacin emocional, puede resultar especialmente traumtica, haciendomuy complicadas las relaciones entre el adolescente y la nueva pareja de su pro-genitor (Buchanan, Maccoby y Dombusch, 1996; Hetherington, Henderson,Reiss, Anderson y Bray, 1999). Con respecto a la ausencia de la figura paterna enun hogar monoparental, los datos son menos concluyentes, aunque algunos estu-dios encuentran que esta ausencia puede suponer un dficit en control y supervi-sin y una falta de modelos masculinos que contribuya al surgimiento de com-portamientos antisociales (Amato y Keith, 1991; Dornbusch et al., 1985).

    Preparando un mejor futuro para los adolescentes

    En las pginas anteriores hemos realizado un recorrido por muchos de losretos que estn afrontando nuestros jvenes y adolescentes como consecuencia delas transformaciones que est experimentando nuestra sociedad. Creemos queestos cambios sociales estn haciendo de la adolescencia una etapa ms complica-da puesto que traen de la mano nuevos retos y riesgos, y van a demandar una exi-gente poltica social y educativa de atencin a los adolescentes y a sus familias siqueremos que realicen una transicin saludable a la adultez. A continuacin,apuntamos algunas sugerencias que pueden servir para apartar algunos riesgos ypromover un mejor desarrollo en nuestros adolescentes.

    Debera equilibrarse la atencin prestada a la salud fsica y al bienestar emo-cional de los adolescentes, ya que un nfasis excesivo en los problemas fsicos yconductuales lleva a ignorar dificultades que pueden resultar muy preocupantesdesde el punto de vista de la salud mental. Por otra parte, estos trastornos emo-cionales van a estar relacionados con problemas de comportamiento tales comoel consumo de drogas, la iniciacin sexual precoz o las tentativas de suicidio(Haugaard, 2001).

    La mayor parte de investigaciones e intervenciones sobre adolescentes estncentradas en el estudio, la prevencin o el tratamiento de problemas en el desa-rrollo y el comportamiento delincuencia, consumo de drogas, problemas de ali-mentacin, embarazo adolescente, siendo muy escasos los que se ocupan deldesarrollo positivo o saludable durante la adolescencia o juventud (Larson, 2000;Rich, 2003). Sin embargo, es importante resaltar la importancia que tiene elestudio de aquellas experiencias positivas que sirven para promover un desarrolloptimo en adolescentes y adultos. Es conveniente considerar la adolescencia nocomo un problema que hay que abordar, sino como un recurso a desarrollar. As,creemos que es preciso que, adems de los programas dirigidos a prevenir loscomportamientos de riesgo, se destinen recursos a promover en los adolescentesactitudes y habilidades como la iniciativa, la competencia cvica, el sentido crti-co y la participacin social. Algunos estudios han puesto de manifiesto la impor-tancia de las actividades estructuradas voluntarias para el desarrollo de estascompetencias (Dworkin, Larson y Hansen, 2003; Larson, 2000). El voluntariadotiene un enorme potencial formativo, y va a permitir que chicos y chicas partici-pen, empiecen a asumir responsabilidades y se sientan parte de nuestra sociedad,por lo que deben contemplarse no slo desde el punto de vista de la labor socialdesarrollada, sino tambin como un recurso fundamental para promover la com-petencia de los jvenes (Youniss et al., 2002).

    En relacin con lo anterior, conviene aclarar que cuando se piensa en la parti-cipacin poltica de la juventud, la primera impresin que surge es la de apata y

    Cultura y Educacin, 2003, 15 (4), pp. 373-383380

  • pasotismo. Esa idea puede parecer cierta si consideramos vas tradicionales departicipacin ciudadana como votar en las elecciones, sin embargo, si utilizamosunos criterios menos restrictivos el panorama resulta bien diferente. Pensemos,por ejemplo, en la implicacin de los jvenes en protestas ciudadanas, como enlos recientes movimientos en contra de la L.O.U. o de la guerra en Irak, o ante lamarea negra ocasionada en Galicia por el hundimiento del Prestige.

    Los medios de comunicacin son un elemento clave para mejorar la imagen yfavorecer la integracin social de adolescentes y jvenes, ofreciendo una visinms positiva y menos sesgada hacia los comportamientos antisociales. Ello con-tribuira a eliminar muchos de los prejuicios existentes hacia este colectivo y amejorar las relaciones intergeneracionales. Igualmente, la limitacin de la vio-lencia y de los comportamientos de riesgo, y la inclusin de actitudes y conduc-tas saludables en los programas televisivos para jvenes han mostrado ser unmtodo muy eficaz para la promocin de la salud (Call et al., 2002). Tambin sepueden promover valores cvicos como la tolerancia entre grupos tnicos, la cola-boracin intergeneracional o la supresin de actitudes y comportamientos sexis-tas.

    Uno de los elementos claves de los modelos ecolgicos y contextualistas es elimportante papel que juegan los individuos en su propio desarrollo. En estalnea, hay que destacar que los adolescentes pueden desempear un papel muyactivo en su desarrollo saludable, colaborando como mediadores sociales y agen-tes activos en la implementacin de programas dirigidos a ellos mismos. Unclaro ejemplo sera la utilizacin por parte de la Consejera de Salud de la Juntade Andaluca en su programa Forma Joven de jvenes voluntarios como mediado-res formados para intervenir en la prevencin de problemas de consumo de dro-gas, de sexualidad, alimentacin o seguridad vial (Consejera de Salud de laJunta de Andaluca, 2001).

    Hay muchas razones que justifican que ser padre o madre de un adolescentesea ms complicado que serlo de un nio o nia de menor edad: por su mayorcapacidad cognitiva que le hace un adversario duro y difcil de convencer en lasdiscusiones, por su mayor poder tanto fsico como de influencia en las decisionesfamiliares, y porque el adolescente se encuentra en un proceso de desvinculacinemocional que le lleva a mostrarse especialmente crtico con sus progenitores,haciendo ms complicadas las relaciones familiares. As, la mayora de estudiosindica un aumento en la conflictividad entre padres e hijos al inicio de la adoles-cencia (Laursen et al., 1998; Parra y Oliva, 2002), y aunque suelen ser conflictosrelacionados con asuntos cotidianos y no demasiado graves, su efecto acumulati-vo suele afectar el ajuste emocional de los padres. Resulta paradjico que en estasedades difciles disminuyan los recursos destinados a la familia programas deeducacin de padres, escuelas de padres o servicios de orientacin y apoyo. Desdenuestro punto de vista esto es un error, ya que, si tenemos en cuenta las muchasnecesidades que presentan los padres de adolescentes, parece necesario que dis-pongan de recursos que le permitan relacionarse con sus hijos de forma adecuaday les ayuden en su tarea educativa (Coleman y Roker, 2001). Esto podra contri-buir a la reduccin de muchos de los problemas de ajuste interno y externocaractersticos de este periodo evolutivo y facilitara una transicin ms saludableal mundo adulto. No olvidemos que la familia contina siendo un contexto fun-damental de desarrollo, y en ella tienen su origen muchos de los comportamien-tos de riesgo propios de los adolescentes.

    Como ya hemos tenido la ocasin de sealar, los cambios demogrficos quehan supuesto el aumento del sector poblacional de edad avanzada y la disminu-cin del nmero de adolescentes pueden ser aprovechados por los poderes polti-

    381Adolescencia en Espaa a principios del siglo XXI / A. Oliva

  • cos para recortar la asignacin presupuestaria destinada a la juventud, y destinaresos fondos a satisfacer las muchas necesidades de los mayores. Sin embargo, nodebe perderse de vista la importancia de optimizar el desarrollo adolescente, yaque la sociedad futura ser compleja y abrir nuevas posibilidades, pero va aplantear tambin nuevos retos que precisarn de una generacin de adultos muyformados y preparados para afrontarlos con xito. Sin duda, van a ser necesariaspolticas de juventud imaginativas, que empleen recursos variados y se lleven acabo en escenarios diferentes. El futuro de nuestra sociedad estar en manos deesas nuevas generaciones, y su fracaso ser el fracaso de todos.

    Cultura y Educacin, 2003, 15 (4), pp. 373-383382

    Notas* Alfredo Oliva Delgado es profesor titular del Departamento de Psicologa Evolutiva y de la Educacin de la Universidad de Sevi-

    lla. Sus investigaciones estn centradas en el estudio del desarrollo adolescente, prestando especial atencin a los cambios que seproducen en las relaciones parento-filiales y al anlisis de la familia como contexto de desarrollo. Tambin lleva a cabo programasde apoyo a padres de adoelscentes.

    ReferenciasAMATO, P. R. & KEITH, B. (1991). Parental divorce and the well-being of children: A meta- analysis. Psychological Bulletin, 110,

    26-46. ARNETT, J. (1992). Reckless behavior in adolescence: A developmental perspective. Developmental Review, 12, 339-373. ARNETT, J. (1999). Adolescent Storm and Stress, Reconsidered. American Psychologist, 54, 5, 317-326. ARNETT, J. (2000). Emerging adulthood: A theory of development from the late teens through the twenties. American Psychologist,

    55, 469-480.BOULDING, E. & BOULDING, K. (1995). The future: Images and processes. Thousand Oaks, CA: Sage.BRONFRENBRENNER, U. (1979). The Ecology of human development. Cambridge: Harvard University Press. (Trad. cast: La ecologa del

    desarrollo humano. Barcelona: Paids Ibrica, 1987).BUCHANAN, C. M., ECCLES, J. S. & BECKER, J. B. (1992). Are adolescents the victims of raging hormones: Evidence for activational

    effects of hormones on moods and behavior at adolescence. Psychological Bulletin, 111, 62-107.BUCHANAN, C. M. & HOLMBECK, G. (1998). Measuring beliefs about adolescent personality and behavior. Journal of Youth and

    Adolescence, 27, 609-629.BUCHANAN, C. M., MACCOBY, E. E. & DORNBUSCH, S. M. (1996). Adolescents after Divorce. Cambridge, MA: Harvard University

    Press.CALL, K. T., RIEDEL, A., HEIN, K., MCLOYD, V., PETERSEN, A. & KIPKE, M. (2002). Adolescent Health and Well-being in the

    21st Century: A Global Perspective. Journal of Research on Adolescence, 12, 69-98. CASCO, F. J. (2003). Ideas y representaciones sociales de la adolescencia. Universidad de Sevilla: Tesis no publicada.COLEMAN, J. (1980). The nature of adolescence. Londres: Methuen (Ed. cast: Psicologa de la Adolescencia. Madrid: Morata, 1985).COLEMAN, J. (2000) Young people in Britain at the beginning of a new century, Children and Society. 14, 230-242.COLEMAN, J. & ROKER, D. (Eds) (2001). Supporting Parents of Teenagers: A Handbook for Professionals. Londres: Jessica Kingsley.COLEMAN, J. & SCHOFIELD, J. (2001). Key data on adolescence (3 ed.). Brighton: Trust for the Study of Adolescence.CONDE, E., TORRES-LANA, E. & RUIZ, C. (2002). El nuevo escenario de Internet: las relaciones parasociales de adolescentes y jve-

    nes en la red. Cultura y Educacin, 14, 133-146.CONSEJERA DE SALUD DE LA JUNTA DE ANDALUCA (2001). Plan de atencin a los problemas de salud de los jvenes en Andaluca. Sevilla:

    Consejera de Salud. Junta de AndalucaCULLEN, F. T. & WRIGHT, J. P. (2002). Criminal justice in the lives of american adolescents: choosing the future. En J. T. Morti-

    mer & R. Larson (Eds.), The changing adolescent experience. Societal trends and the transition to adulthood (pp. 8-28). Nueva York:Cambridge University Press.

    DEKOVIC, M., NOOM, M. J. & MEEUS, W. (1997). Expectations regarding development during adolescence: Parental and adoles-cent perceptions. Journal of Youth and Adolescence, 26, 253-272.

    DORFMAN, L. & SCHIRALDI, V. (2001). Off balance: Youth, race & crime in the news. Washington, DC: Building Blocks for Youth.DORNBUSCH, S. M., CARLSMITH, J. M., BUSHWALL, S. J., RITTER, P. L., LEIDERMAN, H., HASTORF, A. H. & GROSS, R. T. (1985).

    Single parents, extended households, and the control of adolescents. Child Development, 56, 326-341. DURKIN, K. & BARBER, B. (2002). Not so doomed: computer game play and positive adolescent development.. Applied Develop-

    mental Psychology, 23, 373-392.DWORKIN, J. B., LARSON, R. & HANSEN, D. (2003). Adolescents accounts of growth experiences in youth activities. Journal of

    Youth and Adolescence, 32, 17-26.ELZO, J., ORIZO, F.A., GONZALEZ-ALEO, J., GONZALEZ, P., LAESPADA, M.T. & SALAZAR, L. (1999). Jvenes espaoles 99. Madrid:

    Fundacin Santa Mara.ERIKSON, E. H. (1968). Identity: Youth and Crisis. Nueva York: Norton.FLANNERY, D. J., ROWE, D. C. & GULLEY, B. L. (1993). Impact of pubertal status, timing, and age: Adolescent sexual experience

    and delinquency. Journal of Adolescent Research, 8, 21-40.FULIGNI, A. J. & ECCLES, J. S. (1993). Perceived parent-child relationships and early adolescents orientation toward peers. Develop-

    mental Psychology, 29, 622-632.

  • GRABER, J. A., LEWINSOHN, P. M., SEELEY, J. R. & BROOKS-GUNN, J. (1997). Is psychopathology associated with the timing ofpubertal development? Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 36, 17681776.

    HAUGAARD, J. J. (2001). Problematic behaviors during adolescence. Nueva York: McGraw-Hill.HELLENGA, K. (2002). Social space, the final frontier: Adolescents on the Internet. En J. T. Mortimer & R. Larson (Eds.), The chan-

    ging adolescent experience. Societal trends and the transition to adulthood (pp. 208-249). Nueva York: Cambridge University Press.HERMAN-GIDDENS, M. E., SLORA, E. J., WASSERMAN, R. C., BOURDONY, C. J., BHAPKAR, M. V., KOCH, G. G. & HASEMEIER, C.

    M. (1997). Secondary sexual characteristics and menses in young girls seen in office practice: A study from the pediatric rese-arch in office settings network. Pediatrics, 99, 505-512.

    HERMAN-GIDDENS, M. E., WANG, L. & KOCH, G. (2001). Secondary Sexual Characteristics in Boys. Archives of Pediatric AdolescentMedicine, 155, 100-22-1028.

    HETHERINGTON, E. M., HENDERSON, S. H., REISS, D., ANDERSON, E. R. & BRAY, J. H. (1999). Adolescent siblings in stepfamiliesfamily functioning and adolescent adjustment. Monographs of the Society for Research in Child Development: 64, no. 2, serial 257.Mauldon, MA: Blackwell.

    HOLMBECK, G. & HILL, J. (1988). Storm and stress beliefs about adolescence: Prevalence, self-reported antecedents, and effects ofan undergraduate course. Journal of Youth and Adolescence, 17, 285-306.

    IGLESIAS, J. (1998). La familia espaola en el contexto europeo. En M. J Rodrigo & J. Palacios (Eds.), Familia y desarrollo humano(pp. 91-114). Madrid: Alianza.

    INE (1998). Espaa en cifras, 1998. Madrid: Instituto Nacional de Estadstica.INE (2002). Avance del censo de poblacin de 2001. Madrid: Instituto Nacional de Estadstica.JONES, R. M. (1992). Ego identity and adolescent problem behavior. En G. R. Adams, T. P. Gullotta & R. Montemayor (Eds.),

    Adolescent identity formation (pp. 216-230). Park, CA: Sage Publications.KURDEK, L. A. & FINE, M. A. (1994). Family warmth and family supervision as predictors of adjustment problems in young ado-

    lescents: Linear, curvilinear, or interactive effects? Child Development, 65, 1137-1146.LARSON, R. (2000). Toward a Psychology of positive youth development. American Psychologist, 55, 170-183.LARSON, R. (2002). Globalization, social change and new technologies: What they mean for the future of adolescence. Journal of

    Research on Adolescence, 12, 1-30.LAURSEN, B., COY, K. & COLLINS, W. A. (1998). Reconsidering changes in parent-child conflict across adolescence: A meta-analy-

    sis. Child Development, 69, 817-832. LERNER, R. M. (1991). Changing organism-context relations as the basic process of development: A developmental contextual

    perspective. Developmental Psychology, 27, 27-32.MALES, M. (2000). Kids and guns: How politicians, experts, and media fabricate fear of youth. Monroe, ME: Common Courage Press.MARES, M. L. (1996). Positive effects of television on social behavior: A meta-analysis (Annenberg Public Policy Center Report Series,

    No. 3). Philadelphia: Annenberg Public Policy Center.MARTIN, M. & VELARDE, O. (2001). Informe Juventud en Espaa. Madrid: Instituto de la Juventud.MATEOS, A. & MORAL, F. (2001). El comportamiento electoral de los jvenes espaoles en elecciones generales. Madrid: Instituto de la Juven-

    tud.OLIVA, A. & CASCO, F. J. (2002). Beliefs about adolescence: A study on parents, teachers,elders and adolescents. Poster presenta-

    do en el VIII Biennial Congress of the European Association for Research on Adolescence, celebrado en Oxford (UK) en septiembre de2002.

    OLIVA, A., PARRA, A. & SNCHEZ, I. (2002). Relaciones con padres e iguales como predictoras del ajuste psicolgico durante laadolescencia. Apuntes de Psicologa, 20, 225-242.

    PARRA, A. & OLIVA, A. (2002). Comunicacin y conflicto familliar durante la adolescencia. Anales de psicologa, 18, 215-231.PHILLIPS, C. A., ROLLS, S., ROUSE, A. & GRIFFITHS, M. D. (1995). Home video game playing in schoolchildren: A study of inciden-

    ce and patterns of play. Journal of Adolescence, 18, 687-691.RICH, G. J. (2003). The positive psychology of youth and adolescence. Journal of Youth and Adolescence, 32, 1-3.RODRGUEZ, E., MEGAS, I., CALVO, A., SNCHEZ, E. & NAVARRO, J. (2002).Jvenes y videojuegos. Madrid: FAD, INJUVE, 2002.STEINBERG, L. (2001). We know some things: Parent-adolescent relationships in retrospect and prospect. Journal of Research on

    Adolescence, 11, 1-19. STEINBERG, L. & SILK, J. (2002). Parenting adolescents. En M. Bornstein (Ed.), Handbook of parenting: Volume 1. Children and paren-

    ting (2 ed.) (pp. 102-133). Mahwah, NJ: ErlbaumWORLD HEALTH ORGANIZATION. (1998). The world health report 1998: Life in the 21st century. Ginebra: Author.YOUNISS, J., BALES, S., CHISTMAS-BEST, V., DIVERSI, M., MCLAUGHLIN, M. & SILBERESEIN, R. (2002). Youth civic engagement in

    the twenty-first century. Journal of Research on Adolescence, 12, 121-148.

    383Adolescencia en Espaa a principios del siglo XXI / A. Oliva