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Agaete mi pasión: Costumbres y tradiciones del Agaete de laprimera mitad del siglo XX
Las tradiciones y costumbres van cambiando con el paso de tiempo,
unas veces por influencias de los contactos con otros grupos que nos
imponen las suyas o por la evolución del propio razonamiento humano. Esas
costumbres y tradiciones, ya en desuso, no deben ser olvidadas, forman
parte de nuestra historia y de nuestra cultura.
Con esta entrada quiero hacer un viaje en el tiempo a aquel Agaete de
primera mitad del pasado siglo XX, a través de recuerdos y del testimonio de
muchos ancianos, la mayoría ya fallecidos, otros que aún viven y que
superan los 90 años de edad.
LOS PARTOS:
Los embarazos no tenían ningún control médico, las mujeres daban a
luz en las casas sin más ayuda que el practicante (enfermero), alguna mujer
amañada a la que llamaban la partera o su propia madre.
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Parto en casa.
Como eran tiempos de supersticiones, nada más nacer, hasta el
momento del bautismo, que tenía lugar en los dos o tres días posteriores al
nacimiento, se colocaba debajo del colchón donde descansaba el neonato,
unas tijeras abiertas en forma de cruz y una cinta roja, con el fin de que "el
demonio y las brujas no causarán ningún mal o algún vecino le hiciera mal
de ojo al niño". Una vez bautizado, el traje de bautismo se colocaba con el
mismo fin en la cabecera de la cuna del recién nacido durante unos días,
como prueba de su cristianización y como amuleto contra "las fuerzas del
mal".
Los padrinos del niño; si era primogénito eran los mismos de la boda y
partir de ese momento pasaban a ser "compadres" de los progenitores.
Cuando te encontrabas con ellos había que pedirle la bendición, con
un "écheme la bendición", igual que a los abuelos y a los ancianos en
general, ellos te contestaban con un "dios te bendiga".
En los cuarenta días posteriores al alumbramiento, medio pueblo
pasaba por la casa de la parturienta para conocer el niño. Se organizaban
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tertulias donde se cantaba, se bailaba y se transmitían los chismes del
pueblo.
Si el niño lloraba y no se calmaba, se decía que tenía mal de ojo y se
recurría a una "experta en rezados" para curarlo.
Uno de esos rezos que usaba mi madre es el siguiente:
Santa Teresa por la cabeza,
San Vicente por la frente,
Santa Lucía por los ojos,
San Agustín en la nariz,
Santa Apolonia en la boca,
Santa Bárbara en la Barba,
San Lorenzo en el pescuezo,
y Jesús por todo el cuerpo.
Así como María entró en Jerusalén, sal el mal del cuerpo de... (nombredel niño) y a la mar vaya a tener.
Si a continuación la santera bostezaba, "había mal hecho" y se procedía
a rezar una serie de padrenuestros y avemarías, para sanar al niño.
LAS COMUNIONES:
Procesión del Corpus, Agaete 1918.
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El pueblo era muy pobre, algunos niños hacían la primera comunión
descalzos, otros con ropas prestadas de los más pudientes, no había regalos
ni recordatorios, la celebración si tenía lugar consistía en una comida familiar.
Un tío mío, que la hizo en los años treinta, nos contaba que comulgó de
madrugada por vergüenza, no tenía zapatos, fue descalzo.
En los años sesenta del pasado siglo, cuando empezó a mejorar la
economía de la villa, después de la comunión, por la iglesia y el
ayuntamiento se organizaba una chocolatada en la plaza para todos los
niños y padres.
LOS NOVIAZGOS:
La villa no tenía agua corriente en las casas, las mujeres jóvenes de las
familias eran las encargadas de ir a por agua a la fuente de los "chorros" en
el barranco, lugar donde se apostaban los muchachos para ligar, ver a su
pretendida y acompañarla llevándole el bernegal hasta su casa. Por el
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camino se iba dejando caer el agua para que volviera otra vez a los chorros a
llenarlo y poder estar más tiempo con ella.
Si pretendías una relación formal había que pedir permiso al padre, si la
autorizaba, la dejaba salir a pasear los jueves y los domingos.
Entre semana como la mayoría trabajaba en los almacenes de
empaquetado de tomates, las esperaban en la puerta para acompañarlas
hasta la casa. Mientras los chicos esperaban fuera, ellas les cantaban coplas
y canciones desde dentro:
Anoche me dio las doce empaquetando tomates, está noche me dará
conversando con mi amante
Y le contestaban otras;
Si quieres que te lo diga ven aquí y te lo diré ese novio que tu tienes
son sobras que yo deje....
De la Habana vine navegando en un sartén solo para verte hocico de
perigué.
y le contestaban;
En el fondo de mi caja tengo un durazno guardado
para pasártelo por los besos pedazo de demonio.
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A las ocho de la noche sonaba un pitido anunciando la puesta en
marcha del motor que daba luz eléctrica a la villa, como si de un toque de
queda se tratara esa era la señal para que todas las chicas regresaran a su
casa. A partir de esa hora si se quería ir al cine u otro lugar debían de hacerlo
en compañía de una pareja casada o familiar mayor.
Los noviazgos eran largos, muchos años la mayoría. Mientras llegaba el
día de la boda, las novias iban preparando su ajuar, consistía en ir reuniendo
ropa de cama, sábanas, calderos y demás utensilios de uso común en las
casas. Si había suerte y los padres tenían algo de dinero, se encargaba al
carpintero la fabricación de un dormitorio y una mesa con cuatro sillas. El
ajuar se terminaba de completar en los días previos a la boda con los regalos
de los familiares y amigos, toallas, juegos de café, cuberterías, losa en
general, cuadros,...
LAS BODAS:
Todas por la iglesia, no podía ser de otra manera. Había bodas de primera,
segunda y tercera, con su pago correspondiente. En los años cincuenta del
pasado siglo, si eras pobre y no tenías para pagar los cinco duros que
cobraba el cura, no te abría la puerta principal, tenías que entrar por un
lateral de la iglesia. Dependiendo de lo que pagaras el cura se revestía de
una manera u otra, usaba monaguillos o no, si era una familia pudiente
incluso venían varios curas de las localidades cercanas y se revestían con
las mejores galas. En algunos casos si la pareja que se casaba había "vivido
en pecado", tenían hijos fuera del matrimonio, etc., los casaba en la sacristía
y sin más vestimenta que la sotana. Si la boda coincidía con luto familiar por
la muerte de algún allegado y no había celebración, tenía lugar de forma
discreta en la misa de madrugada, a las cinco o seis de la mañana. Si los de
luto eran muy pudientes, el cura los casaba en su domicilio.La celebración
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del casorio tenía lugar en las casas, se hacía una comida un poco especial,
se mataba una cabra si había, se hacían licores, dulces caseros y poco más.
LOS BAILES:
En las primeras décadas del siglo XX, se organizaban en las casas los
bailes de taifas. Para ello se habilitaba una habitación, en ocasiones se
sacaban los muebles a la calle para dejar libre la estancia. Me contaba mi
abuela Nina que las mujeres se colocaban en un lado y los hombres en
otro, separados por mesas, solo se podían dar las manos para bailar. Se
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cobraba una cantidad simbólica de dinero o en especie, para pagar la
parranda y ayudar a la economía de la familia de la casa que lo organizaba.
Los hombres esperaban fuera e iban entrando por tandas, en la puerta
un anciano les retiraba los cuchillos o naife que formaba parte del vestuario y
se los devolvía cuando terminaba el baile para evitar "las desgracias", por los
numerosos altercados que se formaban como consecuencia del consumo de
vino, ron y las disputas por las mujeres.
Estos bailes fueron desapareciendo y transformándose en bailes
oficiales con ocasión de fiestas y eventos, tenían lugar en los salones del
antiguo ayuntamiento y en los casinos.
LOS ENTIERROS:
Llegado el final del ciclo de vida, había que enterrarlo y hasta para eso
había clases.
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No habían llegado aún las funerarias a sablearnos. Cuando alguien
moría, fuese a la hora que fuese se avisaba al carpintero "Mastro" José
Medina Perdomo, experto en cajas para enterramientos, la carpintería se
encontraba frente de la puerta del ayuntamiento por la calle Antonio de
Armas. Mastro José se trasladaba al lugar del cuerpo presente, colocaba el
cadáver sobre una mesa, tomaba las medidas correspondientes y en un par
de horas tenía lista la caja para el difunto. En los años cuarenta según
facturas que consta en el archivo municipal, los precios por los servicios de
"mastro José", oscilan desde las 78 pesetas (0,50 euros) de una caja rústica,
a las 200 pesetas (1,50 euros) de una de mejor presencia forrada de tela
negra.
Si eran tan pobre que no tenían ni para la caja rústica, ni eran capaces
de recolectar entre los allegados para comprarla, existía una comunal en el
cementerio, que una vez usada para el traslado, se volvía a guardar para el
siguiente.
Cajas comunales.
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Los entierros también eran una fuente de ingresos para la iglesia, según
pagaras, había de primera, segunda, tercera o cuarta. Si no estabas
bautizado porque no te dio tiempo o eras de otra confesión, no había
ceremonia religiosa, te enterraban en un lugar llamado "limbo". En el actual
cementerio el limbo estaba donde "Manue el sepulturero" vende las flores en
la actualidad.
El velatorio tenía lugar en la casa del difunto, se exponía el cadáver en
el salón o en la habitación más amplia, apartando los muebles a un lado. En
la cocina se colocaba una botella de ron y una de anís, para que los hombres
y mujeres se brindaran durante el acompañamiento.
El enterramiento tenía lugar pasadas 24 horas del fallecimiento, no
fuera que el supuesto difunto se encontrara vivo, como alguna vez
sucedió en el siglo anterior cuando se enterraba sobre la marcha.
El medio para comunicar el fallecimiento era el toque de campanas a muerto,
"doblar" decimos en Agaete, en otros lugares toque de gloria.
El siguiente paso era conducir el cadáver a la puerta de la iglesia,
salía "con los pies por delante" (de ahí la expresión popular), salvo los
sacerdotes y niños que solían salir al revés.
La comitiva dependía de la posición social y lo que pagaran a la iglesia.
Si el entierro era de pobres o de caridad (cuarta), el cura lo esperaba en la
puerta de la iglesia, con una capa de tela de sacos de azúcar, guano o
harina, teñida de negro, con un monaguillo, una cruz simple y allí mismo lo
despedía o lo acompañaba hasta la Cruz de los Caídos como mucho,
doblaban las campanas tres veces y punto. Si era de segunda el cura y los
monaguillos lo iban a buscar a la casa con cruz alzada y lo acompañaba
hasta "Las Chisqueras", actual gasolinera "BP". Si era de primera era todo un
espectáculo, el cura iba varias veces al domicilio, entre cánticos, sahumerios,
revestido de las mejores casullas fúnebres, hasta que al final entraba en la
casa y sacaban el cuerpo, las campanas doblaban durante todo el
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ceremonial y lo acompañaba hasta el cementerio. Podías pagar un extra y
venían varios curas de las localidades vecinas, así como carro fúnebre y otro
para las coronas. En los años cincuenta, el famoso párroco D. Manuel Alonso
Lujan, en los entierros de primera se ponía las gafas nuevas y el reloj de oro
que le había traído su hermano de Cuba (testimonio de D. Tomás Martín).
El concilio Vaticano II, acabó con todas estas prácticas poco éticas y que
hubieran hecho que el "hijo del carpintero", pusiera el grito en el cielo, nunca
mejor dicho.
Este tuvo que ser de primera con todos los extras.
En los días posteriores los vecinos se acercaban a la casa de finado
para acompañar y rezar el rosario, los del Valle le traían comida, café,
azúcar, granos, etc., para hacer más llevadero el duelo a los familiares del
difunto.
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LOS TOQUES DE CAMPANA:
Las campanas despertaban al pueblo entre semana a las seis de la
mañana, con el toque "del alba", 33 campanadas. Seguían los repiques de
campanas anunciando la misa de siete de la mañana. Los domingos la misa
era a las cinco de la mañana, por lo que desde las cuatro de la madrugada
comenzaban el repique de campanas, un sin vivir, pero cualquiera se metía
con la iglesia en aquellos tiempos.
Durante las misas se tocaban campanadas al alzar el cáliz y consagrar,
si eran misas de difuntos se doblaba con toque de campana mayor y media.
Si el cura necesitaba que el monaguillo de turno le hiciera algún recado,
normalmente ir a por agua a la fuente de los chorros, tocaba cinco
campanadas, el monaguillo debía acudir a la mayor brevedad a la casa del
cura, aún estando en la escuela, los maestros rápidamente le daban
permiso.
Colocación de las nuevas campanas 1963.
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Los bautizos se anunciaban con diez campanadas medianas, en el
momento de recibir el agua bautismal se repicaba durante un rato,
anunciando al pueblo el nuevo cristiano.
Cuando moría alguien lo primero que había que hacer era comunicar al
cura que tipo de entierro quería y pagarlo. Según la categoría se
doblaba más tiempo o menos tiempo, con la campana mayor y media. El de
cuarta categoría tres toques de compromiso y el de primera todo el día
doblando, hasta media hora seguida sin parar.
Con ocasión de sucesos imprevistos como incendios, otras calamidades
o anuncios de proclamación de reyes, Papas, visitas ilustres, etc., se tocaba
a rebato, para avisar a la población de algo grave o novedoso. En resumen
las campanas formaban parte y marcaban la vida cotidiana de la villa.
La mayoría de estas tradiciones se han perdido, es importante que no se
olviden todas estas historias que formaron parte de nuestra cultura y han ido
pasando de padres a hijos.
Testimonios de:
D.Tomás Martín.
D. Valentín Armas.
D. Matias Armas.
Doña Andrea Suárez (fallecida)
D. José Santana (fallecido)
José Ramón Santana Suárez
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