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1 AGUSTINI, DELMIRA Nacida el 24 de octubre de 1886 en Montevideo y fallecida violentamente, en 1914, 28 años después, en la misma ciudad, la poetisa uruguaya ha dejado una breve aunque poderosa obra lírica cuyo mayor exponente es el libro de poemas que lleva por título Los cálices vacíos (1913) (V.). Su nombre se suma, aunque muy fugazmente, a los del grupo de escritores que integran la llamada Generación del 900 en Uruguay ──Carlos Reyles (V.), Javier de Viana (V.), José Enrique Rodó (V.), Florencio Sánchez (V.), Horacio Quiroga (V.), Carlos Vaz Ferreira (V.), María Eu- genia Vaz Ferreira (V.), Julio Herrera y Reissig) (V.)──. Contemporánea de poetas de la talla de Vallejo (V.), Huidobro (V.) y Gabriela Mistral (V.), la obra de Delmira Agustini se encauza por derroteros personalísimos, que exploran principalmente aspectos relacionados con el tema erótico: la espera, el cuerpo del amado, el encuentro sexual, el ensueño y el torbellino de pasiones que se desencadenan a partir del amor y se trascendentalizan en visiones ideales, de potente sensualidad. Poemas como «Visión», «El arroyo», «Otra estirpe», «A Eros», «Fiera de amor», «Plegaria», rompen los modelos más recatados de la lírica femenina y abren las compuertas de una liberada y espontánea expresividad que rinde menos tributo a las modas poéticas que a la interioridad potente que los produce. El primero de sus libros se titula El libro blanco y aparece cuando la autora contaba solamente 20 años, en 1907. El libro asombra por la osadía y precocidad de su lirismo, dando pie a una leyenda que exaltó, desde entonces, la doble cualidad de ingenuidad y pasión de su autora. En Los cantos de la mañana , de 1910, la imaginería poética de Delmira Agustini se hace más madura y descarnada, apuntando a una trascendencia que conduce

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AGUSTINI, DELMIRA

Nacida el 24 de octubre de 1886 en Montevideo y fallecida violenta-mente, en 1914, 28 años después, en la misma ciudad, la poetisa uruguaya ha dejado una breve aunque poderosa obra lírica cuyo mayor exponente es el libro de poemas que lleva por título Los cálices vacíos (1913) (V.). Su nombre se suma, aunque muy fugazmente, a los del grupo de escritores que integran la llamada Generación del 900 en Uruguay ──Carlos Reyles (V.), Javier de Viana (V.), José Enrique Rodó (V.), Florencio Sánchez (V.), Horacio Quiroga (V.), Carlos Vaz Ferreira (V.), María Eugenia Vaz Ferreira (V.), Julio Herrera y Reissig) (V.)──.

Contemporánea de poetas de la talla de Vallejo (V.), Huidobro (V.) y Gabriela Mistral (V.), la obra de Delmira Agustini se encauza por de-rroteros personalísimos, que exploran principalmente aspectos rela-cionados con el tema erótico: la espera, el cuerpo del amado, el encuentro sexual, el ensueño y el torbellino de pasiones que se desencadenan a partir del amor y se trascendentalizan en visiones ideales, de potente sensualidad. Poemas como «Visión», «El arroyo», «Otra estirpe», «A Eros», «Fiera de amor», «Plegaria», rompen los modelos más recatados de la lírica femenina y abren las compuertas de una liberada y espontánea expresividad que rinde menos tributo a las modas poéticas que a la interioridad potente que los produce.

El primero de sus libros se titula El libro blanco y aparece cuando la autora contaba solamente 20 años, en 1907. El libro asombra por la osadía y precocidad de su lirismo, dando pie a una leyenda que exaltó, desde entonces, la doble cualidad de ingenuidad y pasión de su autora. En Los cantos de la mañana, de 1910, la imaginería poética de Delmira Agustini se hace más madura y descarnada, apuntando a una trascendencia que conduce desde el amor y el sexo hasta las fronteras de la Muerte y el deseo de Dios, en una simbiosis de pasiones de considerable efectividad lírica.

Con la publicación de Los cálices vacíos, en 1913, la promesa lírica de los poemarios anteriores cristaliza, superando inclusive las expectativas abiertas por las primeras entregas literarias de su autora. Como indicara Rodríguez Monegal, con Los cálices vacíos «Delmira se pone a la vanguardia de la lírica de todo un continente; abre el camino que recorrerán luego la chilena Gabriela Mistral, la ar-gentina Alfonsina Storni y la uruguaya Juana de Ibarbourou». Este «primer grito hondo de la sexualidad poética femenina en la América hispánica» remueve, en efecto, el sosegado ambiente cultural de la

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«Belle Epoque» rioplatense, proyectándose como una atrevida propuesta estética a nivel continental. El libro, que antologa los dos anteriores agregando también algunos poemas inéditos, marca sin duda el punto más alto del lirismo de Delmira Agustini, tronchado por su prematura y violenta muerte, en 1914. El volumen incluye como «Pórtico» una carta de Rubén Darío en la que manifiesta su admiración por la obra poética de Delmira. Al final del libro aparecen una serie de opiniones de escritores nacionales y extranjeros. Se anuncia también en esa primera edición de Los cálices vacíos la próxima aparición de Los astros del abismo, que sólo aparecería pós-tumamente y en forma parcial en 1924, como segundo volumen agregado a su obra anterior, a la que el editor Maximino García daría el título de El rosario de Eros.

La profunda sensualidad que caracteriza la poesía de Delmira Agustini se aplica, en sus composiciones líricas, no solamente al tema del amor y el amado sino asimismo a la idea de la muerte, que con frecuencia recorre sus versos. De ahí que la obra poética de esta escritora haya sido vista como una dialéctica de luz y sombra, cuerpo y espíritu, pasión y pensamiento, donde la voluptuosidad se debate entre Eros y Thanatos creando un torbellino fuertemente apoyado en imágenes de gran efecto visualizador. El amor es así una experiencia totalizante, como se expresa en el poema titulado «Ofrendando el libro» que abre Los cálices va cíos , en cuya segunda estrofa se lee, por ejemplo: «Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo/ esencial de los troncos discordantes/ del placer y el dolor, plantas gigantes». El amante es asimismo, mensajero de la muerte. Su boca es «copa de vida donde quiero y sueño/ beber la muerte con fruición sombría». Las estructuras oximorónicas, las frecuentes acumu-laciones («Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante/ y sea águila tigre, paloma en un instante» [«La Musa»]), el efecto de desrealización que comunican sus imaginativas comparaciones y metáforas, son todos componentes de una estética de ruptura que incorpora muchas de las innovaciones poéticas del momento a un caudal cultural también enraizado en lo mejor de la tradición poética occidental.

La poesía de Delmira Agustini presenta sin duda ecos románticos y sobre todo una fuerte influencia modernista, principalmente en cuanto a la construcción de imágenes, selección léxica, uso de neologismos, sinestesias y referencias mitológicas. Además de la dominante influencia rubendariana, se han rastreado en sus poemas rastros de precursores del Modernismo hispanoamericano como Manuel Gutiérrez Nájera (V.), Salvador Díaz Mirón (V.), José Martí

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(V.). Su nombre se asocia asimismo con el de sus compatriotas Alvaro Armando Vasseur (V.), María Eugenia Vaz Ferreira y Julio He-rrera y Reissig, con quienes compartió el ambiente intelectual del 900. Rastreando fuentes y posibles influencias, la crítica también ha relevado la afinidad de Delmira con la estética del escritor franco-uruguayo André Giot de Badet, con quien la escritora mantuviera una estrecha amistad. A través de Giot de Badet Delmira habría en-trado en contacto con la obra de Baudelaire, Verlaine, Samaint y D'Annunzio, cuyos aportes estéticos se canalizarían en los versos de la escritora uruguaya. Edgar Allan Poe ha sido también indicado como una de las fuentes de inspiración de la poetisa, quien hace alusión a sus obras en sus apuntes personales. Con él habría compartido Delmira la inclinación por la «hermosura lúgubre», como indicara Concha Zardoya, así como la predilección por atmósferas de misterio y ensueño. Sin embargo, la poética de Delmira Agustini sigue derroteros muy personales, que tienen que ver, sin duda alguna, con su necesidad de representar su universo lírico a partir de modelos expresivos no canonizados para la expresión de la perspectiva femenina. Con frecuencia Delmira se refiere al poeta y a la poesía utilizando imágenes de elevación, música, vuelo y luz, como observara Doris Stephens, ensamblando la tradición romántica y la modernista en su concepción del poeta como un iluminado vate. El arte «es un pájaro que canta como un dios»; «el poeta leva el ancla» y «el ancla de oro canta». Pero la creación es también pensamiento que pugna por encontrar salida a través de la palabra lírica, que es tránsito desde lo inefable hasta lo terreno: «Yo muero extrañamente... No me mata la Vida/ No me mata la Muerte, no me mata el Amor/ Muero de un pensamiento mudo como una herida...» («Lo inefable»).

Infortunadamente, el genio poético de Delmira Agustini se trunca trágicamente, interrumpiendo una brillante carrera que contaba ya con reconocimiento internacional. El 14 de agosto de 1913, poco después de la publicación de Los cálices vacíos, Delmira se casa con Enrique Job Reyes, con quien mantiene vida en común por un total de 1 mes y 23 días y a cuyas manos moriría asesinada de dos balazos en la cabeza el 6 de julio de 1914. Una serie de enigmas biográficos y psicológicos permanecen aún sin aclarar respecto a la vida y desaparición de Delmira Agustini, cuya exigua aunque sólida obra poética sigue reclamando la atención de la crítica.

[Mabel Moraña]

BIBLIOGRAFIA SELECTA

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A)

El libro blanco (Prólogo de Manuel Medina Betancort. Ilustraciones de Alphenore Goby). Montevideo: O. M. Bertani, editor, 1907.

Cantos de la mañana (Prólogo de M. Pérez y Curis). Montevideo: O. M. Bertani, editor, 1913.

Los cálices vacíos (Pórtico de Rubén Darío). Montevideo: O. M. Berta-ni, editor, 1913.

Delmira Agustini. Las mejores poesías líricas de los mejores poetas (Prólogo de Fernando Maristany). Barcelona: Ed. Cervantes, 1923.

Los astros del abismo (Prólogo de Alberto Zum Felde). Montevideo: Maximino García, 1924.

Obras completas. Montevideo: Maximino García, 1924. 2 tomos.

Poesías completas (Prólogo de Alberto Zum Felde). Buenos Aires: Lo-sada, 1944.

Antología (Selección y prólogo Esther de Cáceres). Montevideo: Bi-blioteca Artigas (Col. Clásicos Uruguayos), 1965.

Poesías completas (Edición, prólogo y notas de Manuel Alvar). Barce-lona: Ed. Labor, 1971.

B)

Alvar, Manuel. La poesía de Delmira Agustini. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1958.

Machado, Ofelia. Delmira Agustini. Montevideo: Ed. Ceibo, 1944.

Medina Vidal et al. Delmira Agustini. Seis ensayos críticos. Montevi-deo: Ed. Ciencias, 1982.

Rodríguez-Monegal, Emir. Sexo y poesía en el 900 uruguayo. Montevideo: Alfa ed., 1969.

Silva, Clara. Genio y figu ra de Delmira Agustini . Buenos Aires: EUDE-

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BA, 1968.

Stephens, Doris T. Delmira Ag ustini and the Quest for Trascenden ce . Montevideo: Ed. Géminis, 1975.

Visca, Arturo Sergio: Co rres pondencia íntima de Delmira Agus tini y tres versiones de «Lo ine fa ble» . Montevideo: Biblioteca Nacional, 1978.

[M. M.]

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