Al otro lado del océano ana moglia

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BajaLibros.com

ISBN978-987-34-1796-2

©AnaMoglia,2012©ElEmporioLibrosS.A.,20129deJulio182-5000CórdobaTel.:54-351-4117000/4253468/4110352E-mail:[email protected]:[email protected]

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ADaniel,AnaPaulayLorenzo

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Capítulo1PuertodeNápoles.Septiembrede1925

María se aferró fuertemente a la barandilla delTramonto (atardecer).Tomóelhierroconfuerza,comosiquisieradescargartantodolorqueleibahaciaadentro,destruyendocualquierposibilidaddeesperanza.Comosihubiera tenido lacertezadeque jamásvolveríaaaquel lugar.Elgranbarcosealejó lentoyatrásquedóNápoles;atrásquedaron,hundiéndoseen el recuerdo, el gran castillo fortalezaMaschio Angioino (ubicado enunodelosaccesosdesdeelmar,enlapartecentraldelpuerto),lasiluetaimponente delVesubio y elmuelleBeverello.María era unamás de losmiles de italianos quedesde1850 en adelante partían haciaAmérica delSur,CanadáyAustralia.El clima era bello y templado enNápoles y elmarMediterráneo era

másencantadorenseptiembre,másazul,máscalmoymástentadorqueenpleno verano. El paisaje, que para María había sido testigo de épocasfelices,depaseosaescondidasconLorenzoporelmuelle,tomadosdelamano,setransformabaahoraenunamezcladegrisesporquesucorazónsedesgarrabadeapoco.Esepaisajeseconvertíaenarcoyenflechaqueapuntaban hacia ella misma. Aquella tarde de septiembre de 1925, elatardecer en el puerto ya no seríamásqueunapostal oscura y amarga;sería la hoja filosa que cortaría su corazón para siempre, sobre todo,cuando la asolaran los recuerdos; sí, sobre todo eso. Allí quedabaLorenzo, cada vez más lejos, parado en la orilla, inmóvil aunquesaludándolamecánicamente,agitandosupañueloblanco.–Algo haré para alcanzarte, María, algo haré para alcanzarte, lo so.

Anche tu losaiamoremio!... (Losé.También tú losabes, ¡amormío!)–repetíaunayotravezenvozbaja.Lasmiradasde los jóvenes seprometieron, casi como jurándose,que

jamás dejarían de amarse. De pronto la figura de Lorenzo se hizomáspequeñayMaríasefueesfumandojuntoconlasiluetadelgranbarcoquelallevabaa“tierrasbenditas”comodecían,atierrasprósperas;enfin,lallevabaadondedonGiuseppeysuesposaChiarahabíandecididoenviarlaporqueyanohabíamásalimento,nitrabajo,niesperanzaparasushijos.Aúnsepagabanlasconsecuenciasdelagranguerra,deladesunión,delasambiciones de aquellos que decidían por el pueblo. Sus hermanos

Gusy
Resaltar
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mayoreslaaguardaríanenlaArgentina.ElhoteldelosInmigrantesseríasuhogarporunoscincodías, tiempoqueestabapermitido,ydesdeallí,desde la zonadelpuertodeBuenosAires, a casi seiscientoskilómetros,EmilioVicenteBungeseríasupróximolugar.Lalocalidaderasólounpuñadodetierrasquesehabíanobtenidoenun

remate, un pueblo que había sido fundado apenas veinte años atrás, en1905, cerca de General Villegas. Allí la esperaba don José Ferrer, eseespañol de Zaragoza, para contraer matrimonio, el queya había sidodispuesto,aúnantesdeconocerlo;eseespañolqueyateníasutierraysuhacienda. Ese español, que su hermano mayor llegado un tiempo atráshabíaelegidoparaella.

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Capítulo2AeropuertoInternacionalFiumicino,Roma.1999

–¡Liberaronalviejo!,¡lodejaronenlaautopistaRoma-Fiumicino!–¡Estávivoparece!Clara no entendía por qué tanto alboroto. Eran sólo voces que

escuchabaentrelamultitudyqueproveníandelosagentesdelaeropuertoperosedesinteresó;sólobuscabaelcartelquedijeraClaraFerrer.Eraloúnico que quería.Estaba sola y si bien sus veintiocho años le permitíandesenvolverseconperfectacalmaymadurez,lasensacióndeestarenotropaís, a tantos kilómetros de su casay enun aeropuerto, era angustiante,“¡EstarenRomaesdemasiado!”pensaba.Volvera la tierradesuabuelaMaríalainquietaba.Duranteellargoviajehabíapensadotantoenella.Talvez ahora le sería más fácil entender por qué ella nunca había queridoregresarasutierra.Unacamioneta la transportó juntoaotrospasajeroshastaelhotelque

estaba enviaErcolePasquali cercana a la zona de la universidad deLaSapienza,hastaquepudierapresentarseenlaresidenciadelauniversidadaldía siguiente.Unavezubicadaenelasientosedispusoamirarpor laventanilla y cuando divisó el Arco de Tito, supo inmediatamente queaparecería el Coliseo. Como era de noche estaba iluminado. Laproyeccióndelaslucesibadesdeabajohaciaarribaentonosanaranjados.Fue una sensación increíble pasar frente a una construcción de dosmilaños de antigüedad. Pensó en todo lo que allí había sucedido: en esasluchas desgarradoras entre hombres, y entre hombres y fieras, en lasbatallasnavalesquereconstruíanenlaarena,enelpocovalorqueteníalavida,enquelamuertefueraconsideradaun“espectáculopúblico”ypensótambiénqueestabasoñando,perono,noeraunsueño,erareal.Estabaallí,enRoma.En el hotel, lo primero que hizo al ingresar en la habitación fue

asomarse por el balcón. Era cierto, ver la silueta de Roma entrada lanocheeracomouncuentodehadas.Extendidasobrelascolinasconstituíalavisiónperfecta.Habíaestadoallí tantasvecescon supensamientoquenolopodíacreer.Ysupoquealgomágicosucedería.Sintióenlasvenas,ensupiel,ensucorazón,esaextrañasensacióndequealgolaaferrabaa

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esa tierra. Al poner susmanos sobre el balcón, volvió a acordarse, sinsaberporqué,desuabuelaMaríayaimaginárselaconapenasdiecisieteaños, cuando se despedía deLorenzo en el puerto deNápoles, tomandofuertementeconsusmanoslabarandilladelbarcoquelatraíaaAmérica.SeacordócuandolecontóesahistoriaunanocheenlaqueestabanlasdosjuntassentadasbajolapérgoladelagrancasonadelosFerrer–deestoyahacíacasicincoaños–antesdequemuriera.AquellanocheaClaraselehabía ocurrido comentarle que en algunos años, luego de finalizar susestudios, viajaría a Italia, tal vez con una beca; no lo sabía aún, pero laposibilidaddeestudiarenLaSapienza, enRoma, era ciertay fue enesemomentoquenotólosojosdesuabuelallenosdelágrimas.ClarapensóquesuemociónsedebíaaqueItaliaerasutierranatal,aunquelellamólaatención porque nunca la había visto ponerse nostálgica ni la habíaescuchado contar nada sobre su infancia que no fuera más que algunaanécdota de niños y, mucho menos, sobre su adolescencia, pero Maríasólo miró las estrellas, que se disponían en manojos en el cielo azulprofundo del campo, y simplementese preguntó: “¿Será el momento decerrarheridas?”.Claranoentendióbienquéhabíaqueridodecirconesopero al comenzar a escucharla sólo pudo admirarla aúnmás y entendersus silencios, su rudeza, sus pocas lágrimas en momentos difíciles, suentereza...Yalapobrehabíaagotadosucapacidaddedolor,esedolorquematapordentro,eldolordelanostalgiaquehaceolvidarhastalapropiaesencia.“Ya es tarde, me voy a dormir”, pensó, volviendo al presente,

suspirando hondamente como para dejar de recordar aquella historiaincompleta de su abuela.Y sin dejar demirar la ciudad eterna desde subalcón,cerróelventanalydescansó.

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Capítulo3LosfuneralesdeD’Incarzioliacaparabanlasprincipalespáginasdelos

diarioslocalescomoelNapoli,ytambiénlasdelCorrieredellaSerayLaRepubblica, entre otros de gran tirada en el país. En Nápoles, no sehablabadeotrotema.Elmar,losmarinosytodoslosquehabíantrabajadoconélestabandeluto.Aquelviejo,deojosverdesjade,habíadadosuvidatrabajando siempre alrededor del mar; y así se había ido... Lo habíanencontrado sin vida en la orilla, recostado sobre unas piedras como sihubieseestadomirandohaciaeloeste,buscandoquiénsabequécosa,quérespuesta,enelMarTirreno.“Uninfarto”,dijeron.La opinión pública daba por sentado que elmagnate de los astilleros

italianoshabíamuertocomoconsecuenciadelsecuestrosufridounosdíasatrás. A sus noventa y cuatro años, a pesar de su lucidez y buen estadogeneral,tenerquesoportarencierrosymalostratos,temiendoyanoporsuvida,sinoporelsufrimientodesufamilia,sobretodoeldesunietotanquerido que era lo único que le quedaba, ya no era empresa fácil. Suesposa había muerto por achaques de la edad y su hijo Saro habíadesaparecido hacía muchos años en un naufragio durante una violentatempestadenaguasaustralianas.Esteepisodiohabíaterminadodedestruirlalegendariafortalezadeaquelhombrequeanadatemía.Luegodecobrarunexorbitanterescate,lossecuestradoreslohabíandejadoenlaautopistaRomaFiumicino, a la vera del camino, bajo los laureles que bordean lacarretera. Estaba en buen estado de salud al principio, pero fuedeteriorándosehastanopoderresistir.Loscantierinaval(astilleros),entodosuesplendor,eranpuracreación

deD’Incarzioli.Habíadedicadotodasuvidaalaconstruccióndebarcos.EstosyelpuertodeNápoles–elsegundoenimportanciadeItaliadespuésdelpuertodeGénova–eransuvida.Quienestrabajabanconél,asegurabanque no había nada más importante que sus naves. Él, ya con sus añosencima, aún se paseabamuy temprano en lamañana supervisando todo,absolutamente todo. Había empezado con el negocio hacía tanto tiempoque hasta había sobrevivido a muchos de sus empleados. Los que loacompañabandesdesusiniciosasegurabanquehabíansidomuypocaslasvecesenlasquelohabíanvistomodificarsushábitosdetrabajo.Siemprecalmo,sereno,inmutable.Nadaloafectaba,nadaloatemorizaba,nadalo

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hería. Algunos conjeturaban que era a causa de la guerra, terriblesituaciónpor la que tambiénhabíapasado “el viejo”, como lo llamabancariñosamente.SibieneraoriundodeNápolesyallíhabíaconstruidosuindustria,élhabíapreferidoestablecersuresidenciaenSorrento,apocoskilómetrosdeallí.Jamáshabíaexplicadolasrazonesdesudecisión.Sóloselimitabaaresponderirónicamentequehabíallegadoallíatraídoporlassirenas, mitad mujeres y mitad peces, que forzaban a los navegantes anaufragar contra sus rocas. Él era un navegante y entonces así habíallegado al lugar, atraído por la leyenda del origen de Sorrento. Suincreíble residencia, edificada mucho tiempo atrás y modificada con elcorrerdelosaños,teníavistasalgolfodelmismonombre.LosacantiladosdeSorrento, impresionantes,eranelmarcodelujosos

hoteles que habían encantado a famosas personalidades como EnricoCarusoyLucianoPavarotti,peroempalidecíanantelamajestuosidaddelavilla D’Incarzioli. Con tonos naranjas y rojizos la mansión trepaba lamontaña en tres niveles, los que quedaban perfectamente definidos porbalcones de hierro especialmente trabajados para la familia por losmejoresartesanosdeEuropa.Magníficaspérgolas,coloridasbuganvillasyfloresdecolorfucsia,rojoylilaendiferentestonalidadesexplotabanenprimavera y eran el toquemágico de aquel lugar de ensueño endulzadoporlabrisadelazonacostera;pero,paraelmagnatedelosastilleros,ellugar perfecto de aquella casa era su propio muelle al que descendíaasiduamenteporunaslargasyondulantesescalerasconstruidasenpiedra,elementoesencial en laconstrucciónde la zona,hastadescubrir entre lafrondosavegetaciónelcolorazul inigualabledeesemarúnico.Llegabaasí a su pasatiempo preferido, Il Desiderio (El Deseo), una pequeñaembarcación,supredilectadeentremilesdealiscafos,buquesdevaporylujosísimosyatesquesuemporiohabía fabricadodurante tantosaños.Amenudo viajaba en ella hastaNápoles o, cuando tenía la posibilidad, enalgúnatardeceremprendíaelviajehastaPositano,unapequeñacomunaenlacostaAmalfitana sobreelGolfodeSalerno,haciael surdeSorrento.Exclusiva y privilegiada por ser la preferida de los ricos, Positanoconstituía una válvula de escape para toda la familia. La villa que allíposeíanera esplendorosa pero no por el exceso de lujo, sino por lanaturalezaquesepodíaapreciarincrustadaencadarincóndelacasa.Losreflejosdelmarazulparecíanrompercadaambienteconlafuerzadeunaflecha.Eldiseñoeraextraordinarioycasihastaintencionalmente,elmar

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estabapresentedesdetodaperspectiva.Elmar,siempreelmar...Alanochecerdecadadía,elviejoregresabadesdeNápolesaSorrento.

HabíaformadosufamiliaconCatalina,unasicilianadetezmorenaycejasbienmarcadasquehabíaconocidoenunodesustantosviajeshastalagranislaenelsuritaliano.Catalinahabíasidounabuenacompañeradecamino.Lehabíadadosuúnicohijo,Saro,peroyaningunodelosdosestabavivo.La de su hijo había sido una pérdida inesperada, demasiado temprana.Sólo le quedaba su único nieto, Luciano, el encargado de todoprácticamenteycriadoparaesefindesdetempranaedad.

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Capítulo4–LaSapienzaeslauniversidadmásgrandedeEuropa.CreadaenRoma

en 1303, cuenta con más de veinte facultades y la misma cantidad enmuseos,cientocincuentaycincobibliotecas,...Clara escuchaba al guía en su primera visita a la universidad. Todo

sucedíatanrápidoquesumentecomenzabaapedirunpocodeaire.Habíallegadoalgunosdíasantesy todavía tratabade recuperarsedelviaje.Noobstantesucansancio, sabíacuálerasuobjetivoynadapodríadesviarladeéste.ObteneresabecaparaestudiarenlaFacultaddeJurisprudencianohabíasidofácil,asíquedebíamentalizarseyponertodasuenergíaenestaoportunidadqueselehabíapresentadoenlavida.–VamosDonatella,hoyesnuestratardelibre.¡Llévameporlascallesde

la ciudad eterna!–le pidió a una compañera de clase luego de un díaagotador.Claracompartíasusleccionesnosóloconextranjerossinotambiéncon

italianosqueproveníandediferentesregiones.Comodominabaelidiomanolehabíacostadoentablarconversaciónconningunodeellos,almenoscon quienes se habíanmostrado hospitalarios con ella y, de a poco, ibaconociéndolos y mostrándose, ella también, tal cual era. Donatella, queaparentabatenerunoscuántosañosmásqueClara,eraunaapasionadadesu trabajo y constantemente perfeccionaba sus estudios. A pesar de suformadeserunpococerrada,susactitudesygestoshaciaClaraerandeunagenerosidadinfinita.–Te llevaré a la tumba de los Papas, creo que es algo que debes

conocer–ledijounamañana.Clarasintióqueletemblabanlaspiernas,nopodíasercierto.Conoceríaun lugarque jamáshabíapensadoquepodíaconocer. Era septiembre y ya comenzaba a sentirse el aire fresco delotoño,peroesonoeraunobstáculo.Sepusosuabrigo,ysalieronhaciaelVaticanoapenasterminólaclase.–¡Roma es nuestra!–expresó Clara como una forma de iniciar la

aventura.–¡Romaesdelmundo,querida!–respondióDonatella.Claranotóquesu

amiga revisaba algunos detalles para el ingreso en el ala derecha de laBasílicadeSanPedro.–Supongoquenoserálaprimeravezquevienes,Dona.

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–Sí, así es. Es la primera vez–respondióDona y agregó–: Tengo queconfiarte algo, Clara, yo no creo en estas cosas, es más, conozco elinteriordelVaticanoporquevineunavezporuntrabajodelauniversidad,perodeestaparte,¡notengoniidea!–Entonces....,enton...–Notepreocupes–cortóenseguidaDonatella–esmiregaloparati.Tu

erescreyenteypiensoqueunametaimportanteparaalguienquecreedebeserconocerestelugar¿no?Vamos,entremos.–Ambassedirigieronhaciaunos de los laterales de la Basílica, debieron hacer la fila junto a otraspersonasqueestabanallíesperandosuturnodeingreso.Clara sintió una mezcla de sensaciones. Por un lado, estar allí era

realmenteunabendiciónyporotro,hastaquépuntosehabíabrindadosuamigayendoalcentrodelcatolicismodelmundoaúnnosiendocreyente,sóloporelhechodehacerleunamuestradehospitalidadydeamistad.–¡Eresincreíble,Donatella!Gracias,noolvidaréestegestojamás–dijomirándolaprofundamentealosojosconsumanoderecha

en el corazón y se hundió en un silencio profundo, producto de laemociónquelaembargaba.Latardeestabacayendoyemprendieronelregreso.CaminarporlaVia

Condotti había resultado el paseo más glamoroso de la jornada. Lastiendasmásrefinadasse lucíanallí.Sepodíaobservarcómolosclientesingresabanytrasellos,losempleadoscerrabanlaspuertasconllaveylosinvitabanatomarasiento,sobretodoseobservabanestosmovimientosenlasjoyerías.–Estoy agotada,Dona, regresemos –suplicóClara–.Hemos caminado

todalatarde.–Imposible,Clara,debesconocerlaFontanadeTrevipersonalmente–

sentencióconfirmezalaitaliana.–¿Podemoshacerloennuestrapróximatardelibre,porfavor?–imploró

Clara.–Sólo estamos a pocos metros. ¡Vamos! –la alentó Donatella, y

emprendieronlamarchaapesardelasquejasdeClaraporelcansancio.La muchedumbre estaba abstraída en sus pensamientos y en sus

acciones.Siguiendolaleyenda,tirabamonedashaciaatrássinvoltearparaquesecumplieransusdeseos.Lagentetomabafotografíasincesantemente.El espectáculo que ofrecía el lugar eramuy atractivo. La perfección de

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esasfigurasesculpidas,elreflejodelagua,esafuentequepresenciabaensilenciotantosanhelos,tantosdeseos...Sesentaronenlasescalinatas.–¿Secumplenlossueños,Donatella?–preguntóClarapensandoenvoz

alta.–NoestaríasenItalia,siasínofuera.¿Nocrees?–respondiólaitaliana

haciendounguiñoconsuojo.–Tienesrazón–respondióClara–.Laspersonasnecesitamosaferrarnos

a algo, tal vez a nuestros sueños... Quizá para seguir o quizá para nosentirnosculpables.–¿Enquépiensas,Clara?,porqueenalgoestáspensando.Loqueacabasdedecirmeparecequetienealgoescondido,¿no?–intuyóDonatella.Clarasuspiróhondoydandovueltasparacomenzar

ahablar,largólaspalabras:–Antesdeemprenderesteviaje,dejéaalguien.Estábamosadosmeses

decasarnos.La confidencia deClara dejó atónita aDonaque, como si no hubiera

entendido, volvió a preguntar: ¿qué dices?, ¿estabas por casarte en dosmeses?; no puede ser cierto, quiero decir, ¡¿lo dejaste?! –Donatella nopodía creer lo que acababa de escuchar–, ¡pero habrás tenido todopreparadomeimagino!–Sí,casitodo.Sólofaltabandetallesperonoteníasentidoprolongarla

relación –dijo Clara con firmeza–, todo se precipitó además, cuandorecibílanoticiadeestabeca.Élnoteníainconvenienteenretrasarlaboda,despuésdetodosonsóloseismeses,peronoeralasoluciónalproblema.Fuemierror,loasumo.Debíparartodoantes.Notuveelvalor.–Errorhubierasidosicontinuabasasuladosinamarlo,aunquedebede

serdifícilestarensulugar.Siteama,seguramenteestásufriendomucho–reflexionóDonatellaenvozalta.–¡Muchísimo!,peroestoyseguradequenoesloqueyoquieroparamí,

Donatella–ymirandohaciaabajo,insistió–:no,noloes.–¿Y qué es para ti? –preguntó con calma la italiana, descubriendo

lágrimasenlosojosdeClara.–¡Amor!Esoesparamí:amor.Quieroenamorarme.¿Esdemasiado lo

quepido?Noquieroacostumbrarmeanadie,Dona.Esmás,ladistanciaenestacircunstancianohubiera sidounobstáculo sihubieraexistidoamordeverdad,peronoesasí.Nolosiento,noloextraño,noextrañosuvoz,

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ni siquiera eso: ¡ni siquiera extraño su voz! Preferí decírselo antes delviajeporquenohubiera tenidosentidocontinuar.Piensoqueél tampocohubierasidofeliz.–Casi habrás matado de un infarto a tu familia, supongo– intentó

adivinarDonatella.–Tal vez. Nuestras familias tienen una amistad de años. Dona se dio

cuentadequeClaraestabaapuntodellorar.Sufamiliaestabalejosynoeraconvenienteentrarenaquelterritoriointeriordondelanostalgiajuegaavecesunamalapasada.Terminósúbitamentelaconversacióntratandodesacarasuamigadeeseestadodetristeza:–Vamos,debemosvolver.–Sí,vamos–dijoClara,asintiendotambiénconsucabeza.Hizoconsu

miradaunúltimorecorridodellugarhastaquedeprontosedetuvo:–Dona,observaallí.Miraaqueljoven.–¿Quién?¡Haycientos!,porfavorvamos,senosharátarde.Haciaunode los lateralesde laFontana,un jovenestabasentado,casi

irreconocibleporelabrigoquelocubríayunabufandadetelalivianaqueenvolvíasucuelloaltoescondiendounacabelleraque,ajuzgardeClara,parecíarebelde.Conunadesusmanossosteníaunpapelyconlaotrasecubríaelrostro.–Míralo,Dona,estáleyendounacarta.–¿Y qué nos importa eso a nosotras?, ¿qué te sucede? – preguntó

cuandosediocuentadequeClaraestabacomohipnotizada.–Está triste.Obsérvalo.Estásufriendoporalgo,oporalguien talvez.

Míralo,¿noteconmueve?–¿Sabes la cantidad de historias que hay aquí, en este instante? –

preguntó su amiga tratandode restar importancia al tema.Sin embargo,nolopodíanegar,lehabíallamadolaatenciónlareaccióndeClaraanteaquel muchacho. Ambas se levantaron y se tomaron del brazo paracubrirseunpocomásdeesabrisaque,apesardeserotoñal,eramuyfríay,ante la insistenciadeClara, sedirigieronsigilosamentehaciael lugardondeseencontrabaelhombreque,segúnellas,nirepararíaenmirarlas.–Estállorando–insistióClara.–¡Basta,Clara;quénosimporta!–intentóenvanoDonatellatratandode

convencerasuamiga–,aunquedeboadmitirque,enmiopinión,laqueloabandonó es una desgraciada, una descorazonada. ¡Dejar esa increíble

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belleza! ¡Quizá tampoco llora por eso y nosotras estamos perdiendo eltiempo! –exclamó Donatella–, igualmente tengo la sensación de que loconozco.Nosé.Escomosilohubieravistoenalgúnlado.Noimportaesoahora.¡Vamos!–insistió.–Lo que haya sido, creo que la que lo abandonó, hubiera tenido que

decírseloenlacaraynoatravésdeunacarta–conjeturabaClara,entonodebroma...–Yyocreo,amicamia,queacabasderecibirunflechazo–afirmó,con

unamuecaensucara,Donatella.–No,sólosoymuyobservadora–manifestóClaraconcerteza.Reacomodaronsusbolsosysedispusieronainiciarelregresopero,de

pronto,Clarasintióuntirónquecasiledesgarraelhombro.–¡Ay,cretino!,devuélvememibolso!¡Mislibrosestánahí!,¡mislibros!

–gritódesesperada–.Se tomóel rostrocon lasdosmanos,ycomenzóallorar desconsolada y nerviosa. Un tumulto de gente se reunió a sualrededorperotodoeraconfusión.Uncarabiniere(policía)queestabaenellugarseacercóconelfindeenterarsedelasituaciónperoyaeratarde;unjovenzueloconlacamisaafuera,mediodesprendidaymuydesalineadohabíaescapadoconelbolsodeClarayyanadasepodíahacer.–Comprenda signorina, qui hay muchas personas –dijo intentando

calmaraClara–,siloshechosnosucedenantenuestrosojos,esimposiblepescaraestospillos,sonragazzinimuyrápidos.Acompáñemeporfavor,haremosladenunciacorrespondiente.Venganconmigoustedysuamiga.–No hace falta –dijo una voz grave que irrumpió de pronto entre la

multitud.–Aquítienesignorina,estoes loque lehabíanquitadovero?El joven,

queunmomentoantesClarahabíavistollorandoenunodelosflancosdela Fontana de Trevi, le extendía la mano, con la respiración un tantoagitadaparaentregarlesubolso,consusqueridoseimportanteslibros.Yagregó:–Justolevantélamiradayvielprecisomomentoenquecasilatiraal

sueloysaliócorriendodelantedemí,comodisparado.Atinéaseguirloypudealcanzarlo.Claratratabadevolverensíantelasorpresa,olaconfusión,enrealidad

no sabía qué era lo que sentía. En un momento tuvo la sensación dealejarsedeallíconsumenteyconsualma,abandonandosucuerpo.Todo

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se hizo silencio y lo único que tenía delante de ella era ese hombre tanitalianoporsuformadehablar,gentil,valiente,perfecto...–Signorina,¿lapuedoayudarenalgo?,¿necesitaayuda?,¿quierevenir

conmigo?–dijoelpolicía.–Estoybien,gracias.Nopasónada,estátodobien.Clara trataba de ocultar su sorpresa. Su impresión. Donatella se dio

cuentadequesuamiganoestabasorprendidaporelincidentesinoqueloque lahabíadejadoboquiabiertaeraaquel jovenqueunosminutosantesella había estado mirando y que ahora acababa de escabullirse entre lamuchedumbre.–¿Loviste?,¿vistesusojos?–lepreguntóClaraimpávida,aDona.–No,sinceramentenopero,¿quétenían?–preguntóDona.–Estabanunpocohinchados;élllorabaalleeresacarta,¿recuerdasque

telodije?–Maldeamores–dijoDonatellacomoparacerrarlaconversación.–Tienes razón, la que lo abandonó es una desgraciada. Su cara y su

expresiónsondeunapersonanoble.Estásufriendo.–¡Clara!,¿quéteocurre?,casitearrebatantucartera,porfortunanote

caísteyporloúnicoquetepreocupasesporelmotivodelatristezadeésequenosabemossiquieraquiénes.Comosifuerapoco,talveznisiquieralloraba, quizá fue sólo tu idea. ¿Por qué no nos vamos?, cerrarán laentradaynotedejaránpasaralaresidencia.Sinembargo–pensóenvozalta–aunquequieraevitarlo,sigocreyendoqueloconozco.Las dosmujeres se dirigieron almetro. Donatella partió rumbo a su

casayClarahacia la residenciade launiversidad.Ésehabía sidoundíadistinto. ¿De dónde conocería Dona a aquel hombre?, ¿dónde lo habríavisto?, ¡cómo le hubiera gustado reaccionar inmediatamenteagradeciéndole en ese instante su gesto!; sin embargo, había quedadocomounaestúpida,callada,conlabocaabierta,comosinosupieradecirniunapalabraenese idioma tandulcequecobrandovidaenesavoz, lahacíavibrarensusfibrasmásíntimas.

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Capítulo5–Irásalaexposiciónesteaño,Luciano,supongo–dijoEzequiel,amodo

deultimátum.Elhombre,yaconsuscabellosblancos,habíaacompañadodurantetoda

su vida al viejoD’Incarzioli como su secretario personal.A la edad decincoañossuspadres,judíos,selohabíanentregadoparaquelosalvaradelaspersecucionesydeunamuertesegura.Deellosnosehabíasabidonuncamássuparadero.D’Incarziolilohabíacuidadocomoaunmiembromásdelafamilia,hastaelpuntodequetodoslollamabanel“tíoEzequiel”por iniciativa de Saro, que de pequeño, creía ver en Ezequiel a unhermanodesupadre.Luego,portantoafectoquebrindabayquerecibíasimultáneamente por parte de todos, teniendo en cuenta que eran muypocoslosmiembrosqueconstituíanlafamiliaD’Incarzioli,loadoptarondefinitivamentecomo“tío”.Conel tiempo,seconvirtióenelhombredeconfianza y mano derecha del viejo. Al morir Saro, único hijo deD’Incarzioli,Ezequiel fueprácticamenteunacolumnadeapoyoparaesafamiliaqueestabadestrozada,peroelviejoerafuerte;teníaunaferocidadpara reponersede las desgracias, de las tragedias, de lasmalas jugadas,Ezequiel a veces ya no entendía de dónde la sacaba. Se levantaba y conesos ojos que siempre parecíanmirarmás allá, siempre hacia lo lejos,comenzabaacaminarlavidadevuelta.–Deberástomarlasriendas,Luciano,ahoraquetuabuelonoestá.Note

estoydiciendonadanuevo,hijomío–ledecíaconafecto–,túsabesqueesasí,yaestabaplaneadoyorganizadoquecuandoelviejofaltaratútendríasqueencargartedetodo.–Nome interesa ahora elSalónNáuticodeGénova,Ezequiel. ¡Tengo

tantascosasenlacabeza!–¡Hace38añosquevamos!,es laexposiciónnavalmás importantede

Europa, además presentamos el yatchmás grande conocido hasta ahorapor el que, probablemente, nos entreguen el título de “nave-insignia”.Lleva el nombre de tu padre, “Saro”, y fue el sueño de tu abuelo y...¡¿dices que no estarás porque tienes muchas cosas en tu cabeza?! Seinauguraráunnuevopabellóndedospisosalquetienenpensadoponerelnombre de tu abuelo desde antes de que él muriera por toda sucontribuciónalmundonaval italianoy... ¿¡dicesqueno sabes si irás?!–

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preguntó irónicamente–.Mira,Luciano–dijo con furibundamirada–,yoentiendoque lamuertede tu abuelo te afecte, esmás,yoestoy tan tristecomotú;ledebolavidaalviejo,fuecomo...comomipadre¿entiendes?–expresóconlavozcasicortada–,perosiélestuvieraaquí,aúncontodossusañosencima,seguramenteestaríatrabajandoahoramismo,felizcomosiempre, armando todo para obtener por no recuerdo ya cuántas vecesconsecutivas el gran premio. Se presentarán más de tres milembarcacionesyelseñordice“tengotantascosasenlacabeza”...–insistió,nuevamenteconironía.–¿Yquétehacepensarqueélfuefeliz,Ezequiel?,¿quétehacepensar

quemiabuelofuefelizrealmente?Onosabesque...–Lucianosecallósúbitamente.Tomóaireydiovueltalacabezaparano

mirarmásal“tíoEzeq”,comosolíallamarlo.–¿Qué tengoque saber,Luciano?, dime, ¿quédebo saber?, ¡míramey

dimequéesloquenosé!–leespetóEzequielhaciendoinmediatamenteunsilenciosepulcral.–Nada,tío,nada.Fuesólounpensamientoimpulsivo,discúlpame.Estoy

muy cansado y desorientado.Muy confundido.No sé qué es lo primeroquedebohacer;noséparadóndedeboir.–¡AGénova!,alSalónNáutico,comosiemprehasidocontupadrehasta

que élmurió y luego con tu abuelo pero como ahora ya no está, debeshacerlo tú solo. ¿Entendiste Luciano?; dime que entendiste por favor yreflexiona, sólo tepidoquepiensesqueestá todoy todosen tusmanos,nadamásqueentusmanos.Ereselúnicodueñodeesteimperio,caromio.Tal vez, luego delmatrimonio con unaBattenti incrementesmás aún lafortunadelosD’Incarzioli,fortuna,queenestemundoètua...esolotua.Dimequeentendisteporfavor–repitió.–Sí,escierto...estátambiénmimatrimonio,entreotrascosas.Lucianosetiróhaciaatrásenelsillóndesuescritorioycerrólosojos

respirandohondamente:–NorecuerdonisiquieraeltiempoquellevamosjuntosconÁngela,tío.

Sólorecuerdoquejugábamosdesdepequeños;paseábamosconnuestrospadresdevezencuandoporelgolfoenalgunaembarcaciónnuestraoenalgunadelasdesupadreperonorecuerdocuándomeenamorédeella.Esmás,Ezequiel,¿meenamorédeellaalgunavez?–¡Necesitas descansar, Luciano, no estás coordinando las cosas que

dices,estáslargandopalabrasalaire!–exclamóEzequiel.Pidiópermiso,

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diomedia vuelta y se retiró, dejando pensativo a Luciano, ahora únicoamoyseñordelosastillerositalianos,losqueseencontraban,graciasaltrabajoyesfuerzodelafamilia,entrelosprimerosdelmundo.Apesardelainmensafortuna,losD’Incarziolieranconsideradosbuena

gente, honesta y humilde. Los lugareños vivían del trabajo quepermanentemente les daban. Y no sólo la gente del lugar sino tambiénpersonalde todoelmundoqueestuvieraespecializadoen la fabricacióndebarcos.Entre los encargadosdeldiseño, losmejoresproyectistasdelmundoeranlosargentinos.–Son buenos con nosotros los padroni (patrones). Se mezclan con

nosotros que somos lavoratori –se escuchaba decir a menudo a lostrabajadores que andaban siempre rondando por el puerto cuando sereferíanalosD’Incarzioli.Aunqueteníanoficinasdistribuidasporelmundo,Lucianoprefería,al

igualquesuabuelo,latranquilidaddelavillafamiliarparallevaradelantesus negocios. Volver allí cada atardecer era como encontrar el refugioansiado.Enunadelasplantasdelagranvillahabíaunaampliahabitaciónconparedesvidriadasdesdedondesepodíaobservarelazulprofundodelgolfo.Unazulqueembriagabayquellevabalamentea lugares íntimos.Enlosúltimosdías,Lucianonohacíamásquemiraresepaisajetratandodeencontrarrespuestasasusinquietudes:¿cuálseríaelrumboquesuvidatendría que tomar ahora que su abuelo ya no estaba físicamente entreellos?¡Tantosproyectosinconclusos!,¡tantossueñostruncos!–¿Porquéa ti abuelo?, ¿porquénoshicieronesto?–preguntóenvoz

alta–, ¡malditos cretinos! –gritó con todas sus fuerzas, sabiendo que elinfarto del viejo había sido causado por el sufrimiento del secuestro; ydando un golpe de puño sobre el roble del escritorio rompió a llorardesconsoladamentellevandosusmanosalacabeza.TeníarazónEzequiel,era hora de tomar decisiones y seguir con todo. Muchas familiasdependíandecadadecisiónsuyaynopodíaequivocarse.Loqueélsintieratendría que pasar a segundo lugar. Su abuelo y su padre, que tan jovenhabíadesaparecidoen laspeligrosasaguasdelsuresteaustraliano,yanoserían su guía; ahora era él quien debía tomar el timón de semejanteimperio. Sin embargo, algo en su interior había temblado cuando leyóparte de la carta que le había entregado su abuelo antes demorir y nopodíadejardepensarenello.Pensóenretomarlaperoyahabía leídolosuficientecomoparaagregarmástristezaaesemomentodesuvida...

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Capítulo6Clara,seadentróenunadelastantasinmensasyfascinantesbibliotecas

de launiversidad.Librosymás librosseapoderabande todosuser.Eramágico.Quisoretirarunodeunestantesuperioryponiéndoseenpuntasdepie intentó tomarloperofueenvano.Enunsegundo intentovolvióaestirarseperounamanomásaltaqueladeellatomódesdeatrásellibroquepretendíasacar.Clarasintióuncuerpocasipegadoaldeella.Losintióun cuerpo amplio, cobijador y aún sinmirar, sintió vergüenza de estassensaciones.Permanecióinmóvil,tímidayruborizadapordisfrutardeeseinstante.–¿Ésteeselquebuscas?–Clarasediovuelta,elevósucabezayasólo

centímetrosdeellaseencontróconelrostromásdulceyserenoquehabíavistoensuvida.–Diosmío–sólopudoexclamar–,perosieres...eres...–Sí,soyeldelaFontanadeTrevi.Ytúereslaquegritabasdesesperada

buscando tu cartera ¿recuerdas? –preguntó Luciano, sin cambiar suarriesgada posición, manteniendo esa mínima distancia que estabaenloqueciendo a Clara, que permanecía estática. Su cabeza girabaalrededordeeserostro.Ellalohabíavistollorandoaqueldíaauncostadodelafuenteconunpapelenlamano.Eraél.Sí,eraél;¿cómoolvidarlapenaquelehabíacausadoverloasíytambiénlogentilquehabíasidoconellaalarriesgarsepararecuperarsubolso.Aqueldía,Clarahabíaquedadotansorprendidaquenisiquieralepreguntósunombre,sóloleagradecióyadecirverdad,tampocoéllehabíadadolaoportunidadporqueasícomohabíaaparecido,habíadesaparecidoenmediodelamuchedumbre.–Es nuestro destino encontrarnos por casualidad, me parece –dijo

Luciano.–Sí,asíparece–respondióClara.Buscózafardeesehombrequetenía

delante,fingiendounaincomodidadquenoexistíaperoquecorrespondíaaparentar–.Measustaste.–No fue mi intención, scusa, pero vi que no podías tomar el libro.

¿Estudias aquí? –preguntó casi susurrando debido al lugar en el que seencontraban–,déjameadivinar:eresargentina.–Sí,hablopésimotuidioma,¿cómonoteibasadarcuenta?–dijoClara

tratandoderecomponerse.

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–Noesporesoquetelodigo.Esporqueconozcotuacento.Megustaelespañol.Loestudioaúnpormitrabajoymeesmuyútil.–Lo hablas muy bien–dijo Clara con una sonrisita entre ingenua y

temblorosa–.Tengounabecaporseismeses–explicó.–Deboirme–dijoLucianoderepente.–¿Y tú, estudias aquí?–preguntó Clara , tratando de obtener alguna

informaciónantesdequeélsemarchara.–No,no trabajoenestauniversidad,aunquemeencantaría.Misvisitas

soncircunstanciales.Deboirme.Fueunplacer,“argentina”.Arrivederci!Clarasintióquetodosucuerpohabíaquedadoestremecido.¡Qué bien había sonado ese nombre que le acababan de inventar:

“Argentina”,¡quédulcehabíasonadoenlavozdeél!“¡Quéestúpida!”–serepetíaunayotravez–,¡eslasegundavezquequedocomounaestúpida!,nisiquieralepreguntéelnombre–sereprochóasímisma.Tomóellibroypartióaclases,buscandoentenderloquehabíasucedido.Una vez en la sala de conferencias, sentada junto a Donatella, le

comentólosucedido:–¿Y qué hiciste? –preguntó su amiga con los ojos chispeantes de

picardía.–Nada–respondióenojadaClara–.Mequedémuda,balbuceandoalguna

queotracosay...–Y seguimos sin saber quién es el “joven de la fontana” –suspiró

Donatella.Lamuchedumbrequecolmabaelsalónquedósúbitamenteensilencio;

comenzaronabajarsesuavementelaslucescuandoentraron,unaauna,lasdistintas personalidades que conformaban el panel de conferencistas.TamañaimpresiónsellevóClaraytamañonudosehizoensuestómagocuando entre ellos distinguió al joven que un momento antes la habíasorprendidoenlabibliotecayunosdíasatráslahabíaayudadoarecuperarsucartera.Al escuchar almoderador,Dona expresó con sorpresa: “¡Ah! pero si

es...,es...D’Incarzioli!,yasabíayoqueloconocíadealgunaparte!”.–¿QuiénesD’Incarzioli?–preguntóClaraenvozbaja.–Delosdiarios,delatelevisión.¡Claro,deallíloconozco!–aseguraba

Donatella,sinescucharasuamiga.–¿Quién es? –insistió Clara a punto de perder la paciencia y aún

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sorprendidadeveraesehombreconunadiferenciabastanteevidentedeedad respecto de los panelistas–, ¿es profesor de aquí?, me dijo en labibliotecaquesusvisitaserancircunstanciales.–No,creoquenodaclasespero,porloqueheoído,esuneconomista

brillante y tal vez por eso lo hayan convocado –opinó Donatella–; sinembargo hay más, amiga, no lo conozco sólo por eso sino porque sufamiliaesunade lasmás ricasde Italiayprácticamentede todaEuropa.Son dueños de los astillerosmás importantes del país y es por eso queviene.Sontriunfadoresenlosuyoyvalelapenaescucharsuexperienciaenelmundodelosnegocios.ApenaslovienlaFontanatuvelasensacióndeconocerloaunquenoesdelosquesemuestranmucho¿entiendes?,noanda por ahí como los otros ricachones ventilando su vida. Su abuelosufrió un secuestro hace poco tiempo y luegomurió, días atrás. Ahoraprobablementeseaélquienestéacargodetodo.Alguien cercano les pidió silencio y ambas debieron callar de

inmediato. Clara escuchó a todos hablar pero no prestó atenciónabsolutamente a nada ni a nadie porque en realidad estaba aturdidainternamente.Algolepasabaconesehombredesdeelprimermomentoenque lo había visto. Algo que no podía explicar. La dejaba sin palabras.Desprotegida.Ellaquesiempreteníarespuestasparatodoyparatodos.Lonormal era sentir dolor por su ruptura con Esteban, su novio de tantosañosyprometido.Sinembargoyanoteníavueltaatrás.Eraestehombrequien la había atrapado, pobreomillonario, economistao loque fuese,algohizoqueesedíaenlaFontanadeTrevielladirigieralamiradahaciaeserincónylodescubrierallorando.Éllahabíasalvadoenunmomentodifícil esa tardeyella... ellahabía sido testigo silenciosodealgoque lohabíahechoconmoverhastalaslágrimas.

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Capítulo7–Quieroelprimerpuesto–afirmóLuciano.–¡Si ya lideras el mercado europeo en embarcaciones de recreo!–

aseverósorprendidoEzequiel.–Pero no a nivel mundial. La verdad es que ya estoy cansado de

secundaralosEstadosUnidoseneltema.Actualízameelnúmerofinaldelañopasado–pidiósecamente.–Casitresmilmillonesdeeuros–respondióinmediatamenteEzequiel.–¿Cuánto de exportación?–continuó sin dar tregua mientras Ezequiel

abríaunaviejalibreta.–¡No puedes tener eso, tío, es una vergüenza! ¿Cómo puedes llevar

números ahí?–exclamó Luciano, señalando con su mano la libretaamarillentaquesosteníaEzequiel.–Éste es un regalo de tu abuelo, Luciano. Le tengo mucho afecto –

afirmósindarlugaraningunaopinión–.Lucianobajólacabeza,suspiróyapoyandosumanoderechaenelhombrodeEzequiel,lepidiódisculpas.–1700millones–largóEzequiel.–¿Quécosa?,¿quédatosmeestásdando?–¡Luciano!,mepedisteelnúmerofinaldeexportacionesdelañopasado.–¡Ah! sí, sí. Mm... 1700, 1700... –repetía en voz baja, caminando

lentamente de un lado hacia el otro de la habitación, tocándose lamandíbula– Quiero aumentar ese número –dijo decidido–, debemosposicionarnosmásfirmesenAmérica,Ezequiel.¿Aquién tienesenNewYork?–preguntó.–MarkTerri–respondióalinstanteEzequiel.Apesardesusaños,teníaunamemoriaquedejabaatónitoacualquiera.

Almorirelviejo,élmismolehabíapropuestoaLucianoquepodíadejarsu lugar aotrapersona si él así lodisponía, peroLuciano, lepidióporfavor que lo acompañara como lo había hecho con su abuelo y con supadre: “no podría soportar que tú también me dejaras, tío”, le habíaconfesadoapenasmuertoelviejo.–Loquieroaquíentresdías.–¿Paraqué,Luciano?¡Terriesexcelente!–Ezequiel,porfavor,yonotepreguntécómoesTerri.Sólotepedíque

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organices todo para que en tres días esté en Italia –dijo Lucianosuspirando profundamente y agregó–: Por favor, tío, limítate a hacer loquetepido.–Está bien, lo arreglaré pero Mark, te repito, es excelente– insistió

Ezequiel.–Y también puede mejorar –dijo secamente Luciano–, deberemos

buscarnuevosdiseñadoresyproyectistasparaesazona.Nomepreguntesqué hacer, tío, ya te di las instrucciones necesarias. Sólo recuerda quequiero superar el nivel de exportación y ser el primero en lomío, ¿deacuerdo?–Ten cuidado, Luciano –dijo Ezequiel con su habitual mansedumbre.

Esamansedumbreque incomodabaporque seguramente eraproductodelosañosydelaexperiencia.Cuandoeltíohablabaconesetono,Lucianosabía que algomásprofundoquería trasmitir–.Estás hablando comounhombresinescrúpulos–continuóconsuvozcalmadayexperta.–Tío,estoyhaciendoloquemeenseñómiabuelo–respondióLuciano.Ezequiellomirófieramenteysindemostrarunápicedetemor,espetó:–¡Mientes! Tu abuelo jamás te hubiera enseñado esto. ¡Él conocía de

límites, Luciano –dijo exaltado– por eso no mereció tanto sufrimiento.Bajó la cabeza como para ocultar las lágrimas que lo traicionaban, quebrotabandeindignación;conlavozentrecortadacontinuó–:nomereciólamuerte de Saro, ese hijo tan querido, su único hijo, ni la de tu abuela.Catalinaeraunacompañeraexcelente.–¡Mi abuela! –cortó súbitamente Luciano, meneando la cabeza de un

ladoaotro–.¡Simiabuelahubierasabido!–¿Si hubiera sabido qué cosa? –preguntó desconcertado Ezequiel por

laspalabrasy,sobretodo,porlaexpresióndeLuciano–,¡noeslaprimeravezqueandascontantomisterio!–Nada,tío.Estoycansado,yanoséniloquedigo.Meiréadescansary

tú también debes hacerlo. Sonmomentos difíciles para nosotros pero aestahoradelanochetampocolosharemosmásfáciles.–Apretóelpuñoysellevólamanoalaboca,comosiquisieraevitar,portodoslosmedios,queseleescaparanmáspalabras.–Antesdeiradormirquierodecirtequemañanadeberáscomenzarlos

trámites.NopuedespostergarmástumatrimonioconÁngela,Luciano–dijo Ezequiel– hay muchas cosas por organizar; si ahora eres tú quien

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continúas con todo esto, tendrás que pensar dónde van a residir y quélugar ocupará ella en la empresa. Sabe del negocio. Los Battenti pesanfuerte aquí, ya lo sabes. Son tan legendarios como lo fue tu abuelo.Recuerdaqueallíaprendióeloficio,¡hacetantosaños!–Losé,peronopesantantocomonosotros,tío.–Puede que tengas razón, sin embargo tienen un alto índice de

exportaciónaOriente, locualnosdejaenunaposiciónmásdébilenesesentido–opinóEzequiel.–Sí,sóloenesesentido–asintióLucianoyagregó–:¿Quémedicesde

los portacontainers 888 TRB que sacamos a Irlanda? ¡Tenemos Irlanda,tío!Esunimportantepuntoafavor.–Sí, es cierto, pero igualmente no podemos descuidar ningún flanco,

Luciano.TambiényasabesqueÁngelaesambiciosayconvendráponerlaen alguna posición importante dentro de la empresa... deberán arreglarmuchascosas,enloqueanegociosconcierne...–reflexionó.–¿Quétienesconella,eh?–preguntócuriosoLuciano–,noentiendotu

acotación.–Nada,Luciano,notengonada.Su padre y tu abuelo fueron muy amigos –recordó Ezequiel con

expresión nostálgica en su rostro–, aunque debo reconocer que CarloBattenti,siempredisputóatuabueloloshidroalasylosferrieslocales,nonos engañemos; pero establecieron códigos. Eso fue una constante enambos.Yyaqueteunirásasuhijaenmatrimonio,megustaríaqueesoscódigos sirvan para bien. Ahora sí me iré a descansar –y con algo defatiga, Ezequiel diomedia vuelta para retirarse, pero volviéndose haciaLucianoagregó–:dimeunacosamásantesdeirme,quisierasabersiestematrimonioesunaeleccióntuya–preguntósinrodeos.Haciendounsilenciosepulcralporuninstanteycongestodesorpresa,

eljovenrespondióconunapregunta:¿Mecreesinconscientetío?,¿sinceramentemecreescapazdecasarme

si no es lo que siento? –pero Ezequiel no respondió y con un hondosuspirodijo–:Hastamañana.–Hasta mañana, tío –respondió Luciano con la sensación de que

Ezequielnohabíaquedadoconvencidoconsurespuesta–yocúpatetúdelospreparativosparalaboda.Buscalagentenecesariaparaquetodosalgaperfecto.Noquieroerrores.QuetenganaltantodelosdetallesaÁngela.

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Yo no tengo tiempo para esas cosas. Que se haga todo a su gusto. Yoestarédeacuerdo.–Estábien.Siasílodispones,estábien.Perotúencárgatedeprepararel

viajeaGénova.–Sítío,iremosalaexposiciónynosvendremosconel“naveinsignia”.–¡Asímegustaescuchartehablar!Así,comohablabatuabuelo...

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Capítulo8–Deberíasaprovecharestosdíasdedescanso,Clara,paraconocermás

lamiaItalia–sugirióDonatella.–Tienes razón, Dona, debería aprovecharlo. Este tiempo ha sido

sumamenteagotador.Cuandollegoalfinaldelasemanaestoyrendida.–Peronohashechomásqueestudiar,aunqueconalgúnqueotropaseo.–Despuésdetodo,¿aesovineno?–dijoClaradandounapalmadaenel

hombrodesuamiga.–Chiara,Chiara... –suspiróDonatella leyendo entre líneas las palabras

desuamiga–,meimaginocuángrandeesturemordimientoporanulartumatrimonio, pero de nada te servirá quedarte encerrada. Debes darte laoportunidaddedisfrutarlavida,¡tenemosunasola,Clara!,sólouna.Vencon nosotros –le propuso–; como Alessandro es ingeniero, cada añovamosalagranexposiciónenGénova,alSaloneNauticoInternazionale,¡noselopierdepornadadelmundo!–¿Yquépuedohaceryoviendobarcos,Donatella?–preguntóClaraen

tonoburlón.–Nunca se sabe, amiga. Nunca se sabe. Vamos, ven con nosotros –

insistió–.AdemásGénovaesincreíblementebella.EstálaGénovaantigua,la de las callejuelas estrechas y tortuosas, la de los claustrosrenacimentales pero también está la Génova moderna, con sustransformaciones y reconversiones post industriales –explicabaentusiasmadaDonatella.–Estábien.Estábien.Nosigas,yameconvenciste–dijoClarariendo.–Entonces mejor ve y prepara tus cosas. Alessandro y yo nos

ocuparemosdelresto.Estaba bastante fresco pero eso no empañaba la emoción del viaje.

Donatella,suesposoAlessandroyClarapartierontempranoparaGénova;noqueríandesperdiciarabsolutamentenada.El complejo era magnífico. Participaban más de mil quinientos

expositores. Había más de dos mil embarcaciones expuestas entre lascualessepresentabanmásdeuncentenardenuevosmodelos.Unanuevadársena técnica dedicada a la vela constituía una de las atraccionesfavoritas.Il Salone Náutico Internazionale significaba el encuentro más

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importanteparatodoslosapasionadosdeltema.–Génovaesbella,Clara.Yalaconocerásmejor–dijoDonatella.–Sí, ha sido una decisión acertada venir. Tenías razón –dijo Clara

mientrasmirabadeunvistazoelpaisaje.–Tiene el encanto de una antigua ciudad marina; ofrece infinitas

sorpresas a quien sabe mirarla con ojos atentos –advirtió Donatella,tomandodelbrazoasuamiga.–¡Siempreme quedo pensando luego de tus frases finales! ¡Hastame

danmiedo!–aseguróClarayrieronjuntas.ElingresoenelSalónNáuticoInternacionalnoeraempresafácil.Miles

de personas visitaban cada año la exposición naval más importante deEuropa. Era única por sus dimensiones: casi 300.000 metros cuadradosedificados,cuatropabellonesmultiplanosconampliassuperficiesalairelibreyespaciosespecialessobre lamismasuperficiedelmarofrecíanalos visitantes un recorrido de ocho kilómetros. Decididamente era elacontecimiento más esperado por los amantes de la navegación y porquienesmoríanpor aparecer en las revistasde actualidad, fotografiadosjuntoaalgúnpersonajedelaaltasociedaditaliana.Alpasarporelsalónprincipal,Alessandrosedetuvosecamente.–¡Aguarden!–ordenóalasmujeres–.Eselmomentodelapremiación.

¡Vamos!–lesdijoinstándolasaentrar.–Yolosesperoaquí–dijoClara–.Estoycansada,hecaminadomucho.

Buscaréunlugarparasentarme.–¡Vamos!–laentusiasmóAlessandro–esunmomentoalucinantecuando

entreganelpremio.VerásnavesincreíblesClara.Inviertenmillonesenlaconstrucción.Noesalgoquepodamosveramenudo.–Eso es cierto, amiga –confirmó Donatella, dando crédito a lo que

decíasuesposoy lepropusocerrando losojos–:cuandoveas lasnaves,imaginaestarbronceándotesobreunadeellas,enelazuldelMediterráneo–ycasiempujandodeunapalmadaaClara,laconvencióparaentrar.YadentrodelSalón,sepercatarondeunavozquemanteníaexpectantea

lamuchedumbreselectaqueesperabaansiosaelanuncio:–Este año, el títulodeNaveInsignia se lo lleva unyatch cuyas líneas

externas se identifican con el inconfundible estilo italiano, hecho deeleganciaydebuengusto,conlíneasarmónicasdelucesydeformas.Suinteriorestáamuebladoconfinosmaterialesdelíneasclásicas.Cuentacon

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unsofisticadoymodernosistemadecontrolydeseguridad.Poreldiseñode su casco alcanza unavelocidad excepcional.Estas son algunas de lasrazonesporlascualessehaceacreedordelNaveInsignia–hizounapausaparaaumentarlaespectativa–¡el“Saro”!Todoscomenzaronaaplaudirconfervor.Clarahacíalopropio,alvera

Alessandro y Donatella aplaudir con entusiasmo. Se habían ubicadobastantecercade la tarimacentral.Aplaudíacomounaespectadoramás,aún sin entendernadadel tema,perode repente frenóelmovimientodesus manos, bruscamente, cuando vio subir al estrado al joven de laFontana.Donatella,quesehabíapercatadoalinstantedelareaccióndesuamiga,latomófuertementedelbrazoderechoyexclamó:¡Esél,Clara!,¡esél!Sin embargo, Clara no podía pronunciar palabra alguna. Estaba

sorprendida...estupefactaporesaaparición–porqueesoeraparaella:unaaparición–; siempre había ocurrido así con él. Desde aquella vez en laFontanadeTrevi,luegoenlabibliotecadeLaSapienzayahora,despuésdeunlargotiempo,enelSalónNáuticodeGénova...ysiemprelamismasensación recurrente: su respiración entrecortaday supecho agitado.Lavoz deDonatella le sonaba lejana.No podía volver en sí. Las voces detodo el lugar se tornaban un murmullo casi inaudible. Clara tenía lamirada fija en aquel hombre que extendía su brazo bien formado pararecibirelpremio.Ellasóloobservabalosmovimientosdelabocadeél,sin poder oír nada. Su turbación había llegado al extremo. ¡No podíaentender!, ¡no podía! Y como una adolescente buscó salir del recinto,abriéndosepasolomásrápidoposible.Luciano,comosihubiesesabido,comosihubieseseguidounapremonición,notósupresencia,perosevioobligadoacontinuarconlaspalabrasdeagradecimientomientrasrecibíael premio, lo que últimamente era una actividad habitual para losD’Incarzioli.Clara, absorta, dándose cuenta de su expresión, logró escabullirse.

Buscaba el aire fresco. Trataba de disimular su vergüenza, su actitudinfantil.Caminórápido;sinrumbo.Llegóhastaelmuelle.Buscabaalgúnrincón,unlugarparaocultarloqueniellasabíaquéera.Cayóderodillassobre unos maderos y con sus manos se cubrió el rostro. “¡Eresincreíblementeestúpida,Clara!”,sedijoasímisma,“¿quétesucede?,¿esque ni siquiera puedes comportarte como una mujer?, ¡reacciona!,¡reacciona!” –se ordenó, aún sin descubrirse la cara; pero unamano se

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apoyóensuhombroizquierdoyunbrazolarodeóhastacubrirsucuerpode la brisa que comenzaba a sentirse fresca.No fue necesario quitar lasmanosdesusojosparadescubrirquiénera.Lopercibía;losentía.Eraél.Levantósucabezaylomiró,aúnconlosojosempañados,ydescubrióesamiradaque la atravesaba con la fuerzadeun rayopero conuna ternurainfinita...–Cosa te sucede, argentina?, ¿por qué escapaste? –preguntó Luciano,

con una serenidad que doblegaba a cualquiera, pero Clara no podíaarticular las palabras. No sabía qué responder y, después de todo, ¿quérespondería?,siniellasabíaporquéhabíaactuadoasí.–¿Por qué te fuiste?, ¿cómo te llamas? Aún no sé cómo te llamas.

Siemprenoshemosencontradoasí,tanfugazmente,quenisiquierahemospodidohablar–reclamóLuciano,contranquilidad,tratandodenoperderlacordura,quetambiénélsentíalimitadaenesemomento.“Yo sí sé cómo te llamas y quién eres, Luciano”, pensó Clara y

respondió:–MinombreesClara.–Chiara... –lo pronunció tan dulcemente que erizó la piel de Clara–.

Piacere.ElmíoesLuciano.–Luciano...–repitióClara,yenunarrebatoquelaembriagódeímpetu,

el azul delmar se lemezcló con el colormiel de aquellos ojos que lesostenían la mirada. Se quitó totalmente las manos de su rostro yacercándose peligrosamente... lo besó. Fue el beso que más caló susentrañasysupodesdeesemomentoqueéleraelamordesuvida.Lucianocorrespondió,yvayasilohizo...perosúbitamentelatomódelasmuñecasy la apartó. Desconcertado por la actitud de esa mujer que se habíacruzadoensuvidadeunaformainesperadayqueacababadebesarlodeunmodoquehabíapenetradohastasushuesos,nosupoquédecir.Clara,haciendo un gesto de negación con su cabeza, se incorporó y saliócaminando, casi corriendo, avergonzada por su actitud, fuera de lugar,imprudente.Sinembargo,yalosabía:éseeraelhombre,elhombreparaella, el que había despertado todos sus instintos al unísono, aunqueestuvieraalotroladodelocéano...

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Capítulo9–Lapagaesbuona.–Sinembargoesarriesgado,Dino–dijoCarloantesdesorberelúltimo

tragodevinodesuvaso.–Yasabesqueasísonlostrabajosquenosencargael“zorro”.–Tidicoquenoesfácilestavez,Dino.Sacardeeselugarelplano...los

D´Incarziolitienenunafortalezayporlosdatosquetenemos,unsistemadeseguridaddelqueconozcopocos.–Confiemos en el “zorro” Carlo; es muy hábil, muy listo. A mí, lo

únicoqueme interesaes lapaga,comosiempre,ysabemosqueélpagabien. Hace tiempo que trabajamos con él, nunca ha salido algo mal. Apesardequenoloconozcopersonalmente,medalaideadeuntipomuyastuto.–¡Ayay...–dijorelamiéndose–meimaginolacaradel“padroncito”ese

cuandoseenteredequedesaparecióeldiseñooriginaldesu“barquito”.–¡Porcamiseria!,¡conloquecuestasólounodeesosviviríaporaños!–Bene,hagamoseltrabajoyterminemosconesto,Dino.LanocheenlavilladelosD’Incarziolieraserena,comosiempre.Sólo

seescuchabaelrumordelasolas.Lalunaatravesabaelmar,sinpiedad.Desde lahabitacióndeLuciano,que teníados inmensosventanales, se

podíaobservarcómoelazuldelmarcambiaba,enlasnochesnítidas,aunplateadointenso.Enelsilencionocturno,tratabadeconciliarelsueñoperoeraunalucha

inútil.VeníanasumenteimágenesdeClara...deaquellavezenelmuelleen Génova y la sensación, cada vez más recurrente, de aquel beso quemovilizósucuerpoysualma; imágenesquesemezclabanconlavisióndeÁngela,vestidadenovia,conlacartaqueleyóenlaFontanayconlamirada de Clara; otra vez Clara... Nunca más la había visto aunquetampocolahabíabuscado,loadmitía,perosinsaberlarazón.Talvezpormiedoa reconocerqueesamujer lehabíaquitadovariasvecesel sueñopor las noches, como en esa por ejemplo, tal vez porque simplementeestabadefiniendoyalosdetallesfinalesdesubodaconÁngelaynocabíanesos pensamientos en su cabeza;no, no tenían lugar. Transpirado einquieto,selevantóenbuscadeunvasodeaguaycreyósentirunruidoenla planta baja. Pensó en Ezequiel pero luego, al ver la hora, le pareció

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extrañoyaqueelhombrecaíarendidomuytempranoporlasnochesynosufríaproblemasdeinsomnio.Abriólapuertadesuhabitaciónyalnotarunsilencioabsolutoenlacasa,lellamólaatenciónyaquesihubierasidoEzequieloalguiendelpersonal,hubierahabidolucesencendidas.Tuvounpresentimiento feo; se dirigió a la gran escalera hacia la derecha delpasilloparairasuestudioperoalintentarencenderlasluces,ungolpeensecolocegóporcompletoyperdióelconocimientodeinmediato.–Tuvo suerte, signor D’Incarzioli. Si el golpe hubiera sido unos

centímetrosmásabajo...–ledijoelmédicodelProntoSoccorso,señalandola sien. Luciano, tratando de entender lo sucedido, buscó un rostrofamiliarhastaquevioaEzequielasulado.–Tío, ¿qué ocurrió? –preguntó con voz débil–, no recuerdo nada

exceptoquerecibíungolpe.Quiseveniralestudio,meparecióescucharun ruido pero me llamó la atención la oscuridad absoluta de la casa yluego...luego....–dijotratandodereincorporarseperoeldolordecabezaseloimpidió.–Ya, Luciano; tranquilo. Debes descansar –le aconsejó Ezequiel–

estuviste unos instantes inconsciente, casi te llevan al hospital, pero loimportante es que te recuperes para saber cómo procederemos. Terecostarás por ahora aquí –le ordenó mientras colocaba un almohadóndebajo de su cabeza–, este sillón esmuy cómodo. En un rato llamaré aGianna para que te acompañe hasta la habitación y te prepare un técaliente.Teharán,porprecaución,estudiosderutinamañanatemprano.–Pero no entiendo –dijoLuciano algo confundido– ¿a qué te refieres

con que debo saber cómo procederemos?, ¿qué se llevaron?, ¿quéquerían?–preguntóLucianomientraseraatendidoporlosmédicos.–RobaronelplanodelSaro–dijoEzequielbajandoalmismotiempola

mirada,comosibuscaranopresenciarlareaccióndeLuciano.–Figli di putana!, figli di putana! –exclamó. Sus ojos brillaban de la

furia, del dolor, de la tristeza–, ¡el Saro no! –dijo con profundaindignación...Aesepunto,yahabíasidomedicado,porloquesesentíacasisinfuerza

debidoalefectodelospotentescalmantes.–¿Por qué Ezequiel?, ¿por qué? –pero debió cerrar nuevamente sus

ojos,nosoportabaeldolorquelehabíaproducidoelgolpe.

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Capítulo10LosdíaspasabanenblancoynegroenlamentedeClara.Desdeaquel

díaenelmuelle,enGénova,yanadaera igual.Era imposiblepensarenotrohombre.Porprimeravezensuvidaalguienlehabíaprovocadoesossentimientos, puros por un lado, tan carnales por otro.Estaba enRoma,cumpliendo su sueño; había viajado feliz hasta la ciudad eterna y, sinembargo, las imágenes de la Fontana, de la biblioteca, la del muellecuandosedejóllevarylobesó,serepetíanyseenredabanensucabeza.–¿Qué te pasa, Clara? –interrumpió de pronto Donatella–, ¿otra vez

Luciano?,¿cuántotiempopasóyadesdelaúltimavezqueloviste?–Casidosmeses–respondió–desdeaquellavezenGénova.–Llevas la cuentapor loqueveo.Apropósito,nuncamecontasteque

pasóesedíaenelSalónNáutico.Jamásquisepreguntartepero,¡cambiastetantodesdeesedía!Sihubierasvistolaexpresióndetucara...detusojos.Alessandro y yo nos dimos cuenta de que los tenías hinchados de tantollorarperonuncanosatrevimosa irmásalláypreguntartequé tehabíasucedidorealmente.Medicuentaenseguidadequeenalgunapartehabíastenido un encuentro con él, ¿verdad? Lo vi salir casi detrás de ti.Alessandro no entendía nada pero yo sí; yo sí sabía lo que estabasucediendo.Creoqueyaes tardepara tratardeconvencertedequeno teenamores–intuyóDona.–Sí,Donatella,yaes tarde–reconocióClara,confirmandola intuición

desuamiga.Suspiróprofundo;tomócorajeyleconfió:–Ese día, lo vi y me asusté. Me asusté. Temblé como una hoja, salí

corriendo comouna tontay lleguéhasta elmuelle.Evidentemente, él lonotó y me siguió hasta el lugar. Cuando oí su voz, cuando lo tuve tancerca,lobesé,sindecirpalabraalguna.–¡¿Qué?!, ¡¿lo besaste?!, ¿¡tú a él!? –preguntóDonatella con los ojos

bienabiertos.–Sí,así;sinmás–respondióClarasintitubeos.Donatellanodabacréditoa loqueescuchabayconlamiradabuscaba

másrespuestasdesuamiga.–Lo besé y fue el beso más dulce que sentí en mi vida... y él me

respondió. ¡Me respondió,Dona!, sin embargo, enseguidame tomó porlasmuñecasymeapartó,¡comosihubieravistoalmismísimodemonio!

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–¡¿Y qué pretendes?! –inquirió Donatella–. No te conoce siquiera,¡¿estásloca,Clara?!–Talvezsí–respondióClara,ycontinuó–:luegosalícorriendoporque

nosoportémirarloalacara;mesentítanavergonzadaenesemomentoyallíquedóél,atónito.Nolohevistomás,Dona.–Clara...,Clara...–pronuncióconserenidadDonatella–esoesloqueha

ocupadotucabezatodoestetiempo¿verdad?,perdistelaalegría.Noereslamismapersonaquellegóhaceuntiempo,¡conganasdecomerseRoma!Ahoraescúchamebienamicamia–dijoseriamentecambiandoel tonodesuvoz–,séqueestássufriendoperonohasperdidonada,porquenadaseconstruyóentreustedesdos,capito?Esaclasedegente...–¡Aquéclasedegente te refieres?!–reaccionóClara,ycontinuó–:yo

no sabía quién era, Donatella, cuando lo vi por primera vez. Eso nopuedesdiscutírmelo.–Lo so, lo so (lo sé, lo sé) Clara, sólo trato de explicarte que esas

personas...–Y la sigues con “esas” personas –replicó malhumorada Clara

interrumpiendoasuamiga.–¡Nosonnormales,Clara!,quierodecir,nollevanunavidanormal,una

vidacomúncomocualquieradenosotros.Estánenotradimensión.Tienenloqueselesocurraaunchasquidodesusdedos.Lopidenyya.Tratodequeentiendasbienporquenoquieroquesufras–dijoDonaacariciandolacabeza de Clara al ver que las lágrimas comenzaban a rodar por susmejillas.–Élmebesó,Dona...lopudesentir.–Él es hombre, Clara, no piensa sólo con el corazón, ¿me explico o

quieresqueseamásespecífica?–Teentendíperfectamente,Donatella–retrucóClara–.Yapasará,“debe

pasar”,seordenóasímisma.Tienesrazón.Nohasucedidonadaentrelosdos... ¿Qué haría sin ti, Donatella? – preguntó dejando escapar unasonrisa–, ¡has sido tangenerosa conmigo!...Vamos–ordenómientras seesforzabaparamostrarunanaturalidadquenosentía–ollegaremostardealauniversidad.–A propósito de la universidad, el viernes es la fiesta de fin de año.

Iremos.Necesitasdistraerte.Ademásconocerásaotraspersonas.Teharábien.Quizáhastaquieranconocerteati.Elrumordetugrancapacidadya

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circula por los pasillos, amiguita. Eres brillante, debo reconocerlo –admitióDonatella,tomándoladelbrazo–;enestosmesestehasdestacadoentodo.–Gracias–respondióClara–peroesonomehacecompletamentefeliz,

Dona.–¡Manaccia!–profiriólaitaliana.–¡¿Qué?! –preguntó Clara, sorprendida. Era la primera vez que

escuchaba a su amiga insultar en voz alta almantener una conversaciónconella.–Nada,niente...–cortóDona–¡loúnicoquefaltaba!,perderseunafiesta

porunapenadeamor,perodeunamorquenofueamor,quierodecir...–¡Dona!;basta,noiré.–¡Irás!–Veremos...

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Capítulo11–Ezequiel,¿quédicelapolicía?,¿haynovedades?–No,Luciano,niente.–¿¡Cómopuedeser!?–dijoLucianoexaltado–.Vivoblindadoyentran

en mi casa como el mismísimo aire, con una precisión que asusta, sindejaralgoquenosdé,almenos,unapista...–Yalosencontrarán.–Nopuedosacármelodelacabeza.Fueungolpebajo,Ezequiel,fueron

directoalplanodelSaro.¡Exactosentodolostipos!Luciano se desplomó en el sillón que daba justo al gran ventanal y

suspirandoreclamó:–Necesito ami padre; necesito ami abuelo, Ezequiel. ¡No puedo con

todo!,¿porquépierdoaquienesamo?;notengohermanos,aúnnotengohijos...sóloestástú,queerescomodemisangre,yanadiemás,tío.Bajó la cabeza, cerró los ojos y luego de un instante de silencio

confesó–: extraño las escapadas con el viejo a la villa de Positano,Ezequiel.Élhizoesacasacontodoloqueyoquería.¿Sabes?, siempremedecía que cuando semepresentara un problema

meescabulleraporelmuelledenuestracasaymefueraenelDesideriohasta allí, porque ese lugar eramágico y curaba todas las heridas. Sí –repitió–extrañoalabuelo;sientoquesoyunniñoahora.Quisieravolvereltiempoatrásparaqueélmeproteja.MesientosoloEzequiel,débilantela maldad de algún cretino que pretende dañarme y dañar todo lo quehemoslogrado,¡robándomeenmipropiacasa!–yagregó–:sí,extrañoalviejo...yaClara.–¿Aquién?–preguntósorprendidoEzequiel.–No me hagas caso tío, –pidió Luciano mirando nuevamente al mar

desdeelventanal.–¿Cómoquenotehagacaso?;noestoysordotodavía.Dijiste“Clara”y

que yo sepa tu novia es Ángela. ¿Qué parte de la película me perdí? –preguntóirónicamente.Luciano suspiró. No sabía si valía la pena confiar a Ezequiel ese

sentimiento tan extraño y único que había nacido en él, luego de losucedido tiempo atrás con Clara. “¿Qué sentido tiene?”, pensó, si nisiquierahabíavueltoaverla, tampocohabíahechonadaporencontrarla.

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Su matrimonio se llevaría a cabo en poco tiempo, no estaba bien quetuviera esos pensamientos; pero los tenía; sí, los tenía y giraban en sucabeza desde el preciso segundo en que Clara lo había besado en elmuelle,peroaEzequielnopodíaocultarlenada...–Eresviejozorro–ledijohaciendounamuecasimpática.–Puede ser –respondió Ezequiel–. No te aflijas–pronunció con voz

serena–. No hacen faltan muchas explicaciones. Ya entendí lo que estásucediendoaunquemefaltendetalles.–Esqueniyosé,tío.Nisiquierahetenidomáscontactoconella...Note

preocupes...Estátodoenorden.Mecasoenpocosmesesyyaestátodoenmarcha.Seguramenteestoesproductodemipropioagotamientoquenomepermiteverconnitidez lascosas.Nosignificaalgo importante–dijotratandodeconvencerse.–¿No?... –preguntó Ezequiel– yo no estaría tan seguro. Mírate –le

ordenó–,tetienetambaleando,cuandoyaestásapuntodecasarte.–Insisto, eres un viejo zorro –le dijo afectuosamente Luciano– que

además,tienesueñoyyanosabeloquedice...Lucianodiomediavueltaycomenzóadesprenderselacamisa.–Me voy a dormir, mañana nos espera un día bastante agitado. Qué

descanses,tío.

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Capítulo12–Estásbella,amiga.–Gracias,Donatella,mesientocomounembutidodentrodeestevestido

peroyaestá,ahorasalgamosantesdequemearrepienta.–Ricorda:elpúrpuraesirresistible...–leaseguróDonaconunguiñode

ojo–.Vamosadivertirnos,nuncasesabeloquedeparaRoma.–Túytusenigmas–suspiróClara,ytomandosucartera,ambasamigas

seaprontaronparapartirrumboaLaSapienza.La noche en Roma era estupenda. Como todos los viernes, Donatella

habíainvitadoaClaraasucasaparapasarelfindesemana.Alessandrocruzólaciudadpara llegara laUniversidad.Claramiraba

porlaventanilladelautomóvilobnubiladacontantabelleza.Losarcosquecruzabanlascalles,lasvillas,lasestatuas,eltránsitoalocadoqueaturdíaal más calmo de los seres mortales... Llegaron. Era un acontecimientoimportante para la comunidad universitaria porque alcanzaba también alasesferaspolíticasyeconómicas.Losgrandesempresarioseindustrialesteníanelojopuestoenlosestudiantesquesedestacaban.El salón auditorio donde se hacía la recepción era de una elegancia

indescriptible;serespirabaerudiciónyclasicismo.Entreuncomentarioyotro,Clarasealejabaconsumentedelmundoreal.Aúnnocreíatodoloquehabía sucedidodesde aquella charla con la abuelaMaría.Si hubierapodido contarle dónde estaba. Si hubiera podido ella, en persona,encontraralquehabíasidoelamordesuvidayvolvereltiempoatrás...Sihubierapodido...perodegolpe,lamanodeDonalatomódesubrazoylahizovolverrápidoalarealidad.–¡MiraClara!,allí,detrásdelacolumna.¿Noes...?Clara hizomedio giro, disimulado, y lo vio. Sintió una corriente que

paralizabasucuerpo.Sí,eraLuciano,peroconunamujerhermosaqueloacompañaba. Altísima, como él. El cabello dorado le caía como unacascadaporsushombros.Unvestidonegro,Versaceseguramente,leceñíauna increíble cintura. “¿Se lo habría regalado él?”. Sintió ganas deapartarladeunempujón.“¡Quéhermosaes!”,pensó,“justoparaél”.–Sí,Dona,esél–confirmó–.Teníasrazón,sólomehicehistoriasenmi

cabeza.Estáacompañadoyquébellaes.Seguramenteesunaricaherederaque da con su perfil –se anticipó Clara, con un cambio rotundo en la

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expresión de su rostro–. Después de todo, no puedo culparlo de nada,Dona, él no hizo nada, sólo ayudarme en algunas ocasiones. Fui yo latontaque–perosedetuvoderepentecuandoalhacerunmovimientoconsu brazo derecho, tocó la copa que tenía en mano una mujer, bastanteentrada en años, que se encontraba conversando a su lado con otrosinvitados. Tal fue la desesperación de Clara que sólo pedía disculpas ytrataba de arreglar lo que ya no tenía compostura y que era el elegantevestidocolormarfildelaanciana,ahoramojadoensupartedelanteraconuncostosísimochampagne.–¡Perdónemeusted,porfavor!,scusi, scusi...no lavi,yo–peroClara

no pudo continuar; estaba muy avergonzada. Sus mejillas parecían dostomates y sentía un calor que la ahogaba. Lo único que pudo hacer fuesalir a paso rápido por una puerta lateral buscando que su vergüenzapasara un poco. Caminó rápido, sin rumbo dentro de la universidad,tomando por donde encontrara algún portal abierto que la dejaracontinuar el recorrido. Caminó y caminó, al tiempo que lloraba porsentirse tanridícula.Nohabíarazónalgunaparapasarpor loqueestabapasando.Donatellateníarazóncuandolehabíadicho“perderseunafiestaporunapenadeamor,perodeunamorquenofueamor”...¿porquéteníaquefijarseenelhombreequivocado?–¡¿Porqué?!–gritósindarsecuenta.Seapoyóenunacolumna;porlopocoqueveíahabíallegadoaunsitio

con forma de capilla; no veíamuy nítidamente por la oscuridad de esahora. Aún apoyada en el frío mármol y con lágrimas en sus ojos,comenzó a deslizarse, con su espalda apoyada sobre el suave material,dando la vuelta. Tal fue su sorpresa cuando la figura de Luciano lainterceptó, sin respetopordejardistanciaalguna, tomándolaotravezdesusmuñecas,comoparaquenosesoltase.–Aquíestás,pudeencontrarte–ledijoconsuvozgrave.Consudedoíndicequitóelmechóndecabelloquecaíasobreelrostro

deClarayconesadulzurainfinitaque,segúnella,laperdíaagregó:–No llores, ragazza, eresmuy bella para eso... Confía enmí: ¿qué te

sucede,argentina?–lepreguntóenunsusurro.Clara no podía explicarle que era él lo que le sucedía; que no podía

borrarlo de su cabeza, que no soportó verlo con otramujer pero, ¿quéderechoteníaapedirleexplicaciones?Tratóderecomponerseparapoderdeciralgocreíble.

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–Noséadóndellegué,sólosalíatomarunpocodeairefresco.–¿Aire fresco? –preguntó incrédulo–. Estamos casi en invierno,

argentina,hacerealmentefrío–acotóLucianoanteelinsólitocomentario,y le explicó–: llegaste a la Capilla Universitaria, dedicada a la DivinaSapienza. Está en manos de los padres jesuitas; es muy bella. De díapodrásapreciarlamejor.Ella escuchaba sin prestar demasiada atención. Trató de aclarar la

situación:–Nomesentíabien;necesitabasalirdelrecinto.¿Porfavor,mepuedes

soltar? –le pidió a Luciano que ahora le sujetaba las manos– “aunquepreferiríaquenolohagas”.Deél,apenasveíalaslíneasdelrostroquelaluzdelalunalepermitía,peroesolebastabaparadescubrirloperfecto.–Suéltame,porfavor–repitió.–¿Esoesloquequieres?“No”.–Sí, eso quiero. Además, ¿qué sentido tiene que te diga lo que yo

quiero?,casiniteconozco.Estoyagradecidaportodoslosgestosquehastenidoconmigoperonadamás.LucianonotomabadistanciayseguíatancercadeClaraquehastasentía

latibiezaquesedesprendíadesupiel.Tampocopodíaapartarse.¿Porquéle sucedía esto? No tenía razón, ni explicación. Ángela lo estabaaguardandoydebíavolverconella,seríasuesposaenpocotiempo.–Además –agregó Clara bajando la mirada–, estás muy bien

acompañado.DebesvolveralsalónLuciano.“Noquierovolver,quieroquedarmeaquícontigo”,pensóél.–Noesnadaimportante–sintióunapuntadaenelestómago,porqueno

estaba diciendo la verdad.Debía decirle sin ningún rodeo que se estabaporcasar.Esoeraimportante,peronopudo.–¿Deverdadnoloes?,¿noestunovia?–preguntóinquisidora.–No,noloes.Habíamentido.Algo en esamujer lo venció. Sabíamuy poco de ella

perojamáshabíasentidoalgoasí.Mintióyyanopudovolveratrás.–¿Tieneslibreelfindesemana,Clara?,¡venconmigo!–lemurmuróal

oído.Clara quiso responder con seguridad, con calma, como era su

costumbre pero no lo logró. Otra vez delante de él, se quedaba sinpalabras.

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El silencio era casi absoluto, las voces del salón eran prácticamenteimperceptibles.Elcontornodeesaedificacióncentenariaquesepercibíasóloporlaluzdelaluna,conformabaunaescenaextraídadeuncuento:Clara apoyada sobre una columna y él, a centímetros de su oído, casirozandoconsubocaladeella,pidiéndolequesefueraconél.–Venconmigo,argentina–insistió.Clara no podía ver que él tenía los ojos cerrados y sus labios tensos

cuando le suplicó que se fuera con él; seguramente porque esto iba encontradetodossuspronósticosydetodossusprincipios.Claranoestabaensusplanes.Deprontocerrósupuñoy lepegódespacioa lacolumnaconteniendo su fuerza para no romperse los huesos. Bajó su cabeza ylanzóunhondosuspiro...–Discúlpame,Clara.Quizánodebí...PeroClaralointerrumpióapoyandosudedoíndiceensuslabiosysin

rodeos,lecontesto:–Sí,Luciano,llévamecontigo.–¿Lo dices en serio? –preguntó agitado. Apretó sus manos, casi

temblorosas, como las de él. Ambos se miraron profundamente,queriendo decir tantas cosas pero sobraban las palabras. Cuando él seinclinó para besarla, el golpe seco de una puerta los sacó de suensimismamiento. Alguien se aproximaba. Luciano se apresuró a decir:anótameaquíladirecciónporlacualdebopasarabuscarteo¿tequedasaquí, en la universidad? –preguntó, sacando un pedazo de papel de subolsilloizquierdo.–No, losfinesdesemanamequedoenlacasademiamigaDonatella.

Ellatieneunafamiliahermosa,mehospedanconmuchagenerosidad.–Hablaremos después, Clara, no podemos continuar aquí, pueden

vernos–dijoLucianoenvozbaja.–¿Quién? –preguntó algo sorprendida Clara–. ¿Quién puede vernos?

¡Ah!, disculpa; trabajas aquí circunstancialmenteme dijiste, ¿verdad?Teconocen.–Suelo dar algunas conferencias sobre temas pertinentes a comercio

exterior, lo relacionado a comercio marítimo específicamente, pero adecirverdad,nocuentocon todoel tiempoconelquesedeberíacontarpara dedicarme más a esto.... Por favor, ahora debemos marcharnos.Entraremos nuevamente en el salón y haremos como si nada hubiera

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pasado.Mañanaaprimerahoraquieroqueestéslistayllevaunamudaderopa.Ellunesregresarásparalahoradeingresoalauniversidad.Claratratódereponerse.Estabaaturdidaportantassensacionesalavez:

sentíamiedo,vergüenza,“pensaráquesoyunacualquiera”,“lopensará”...,sentía también lujuria. Sí, quería estar con él; para ella tampoco habíamarchaatrás.–¿Dóndeestabas,miamor?–preguntóÁngela–yateextrañaba.–Publicrelations–respondióLuciano,tratandodehablarlomássereno

posible,yaqueloqueestabadiciendoeraunaexcusa–.Siempreesbuenoconoceralosnuevosingenieros.Nosotrosnosvalemosmuchodeellosymás en esta época que es en la que damos las becas a los mejorespromediosparatrabajarenlosnuevosdiseños.–Hacesmuchoporestauniversidad,miamor–dijoÁngela, al tiempo

quepasabasumanoporlamejilladeLuciano.–Estudié aquí. Mi abuelo siempre tuvo excelente relación personal y

comercialyesporesoqueaceptédarseminarioscadatanto,siempreenlamedidademisposibilidades.Nopuedodedicarmemás,yanomealcanzael tiempo, pero quiero a esta universidad, siempre me ha traído cosasbuenas... –y bajó lamirada, pensando en losmomentos previos vividosconClaraenelpatio,delantedelacapilla.Lehabíahechounainvitación.Le había prometido que pasaría por ella en la mañana. Tratódisimuladamentedememorizarladirecciónquehabíaanotadoenelpapelparatirarlodeinmediato.Apretósupuñodentrodelbolsilloizquierdoypensóparasí:“Yaestá.Mentí.Lesmentía lasdos.Nohaymarchaatrás.Nopuedodetenerme.¿PorquénopudedecirlaverdadaClara?,noselomerece. Es tan transparente pero no, no hay marcha atrás”. La buscódesesperadamenteconlamiradaentrelamultitud,hastaquefijósusojosenellaqueestabaenesemomentohablandoconsuamiga.“Sí,eresmía...yescontigoconquienquieroestar...”.HizoungestoaEzequiel,queseencontrabaconversandoporallí.Había

viajado con él porque debía atender otros asuntos enRoma.Además, legustabaconversarconél.Eralaúnicafamiliaquelequedaba.–Discúlpame, Ángela. Aguárdame un minuto. Debo dar algunas

instruccionesaEzequiel.Regresoenseguida.–Contigoestoyacostumbradaaesto,miamor.Teesperaréaquí.

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Capítulo13–Sólotepidoquenohagasnadadeloquepuedasarrepentirtedespués,

amicamia–lepidióDonaquehabíaescuchadoporvigésimavezelrelatoque Clara le había hecho desde el mismo momento en que se habíaproducido el encuentro con Luciano la noche anterior–. No olvides larazón por la que viniste. No olvides que ya te equivocaste una vez. Nosufrasmás,notelopermitas.–¿Porquémedicesesto,Dona?,¿Quésucedecontigo?Porprimeravezsientoestoporunhombre.Casinoloconozcoperoes

como si lo cono... –¡ese es el punto!, la interrumpió Donatella–, ¡no loconoces!Sólosabesquiénesporloqueyotecontéperosonpersonasqueestán en otra posición, en otra situación..., ya te lo dije. No quiero quesufras,eseso,nadamás.Claratomóconsusmanoslamanoderechadesuamiga:“mesientofelizporprimeravezenaños,Dona”.–Y yo te creo –respondió Donatella–. Y estrechó a su amiga en un

abrazo.–Inboccaallupoamicamia!–exclamó.–¿Esoes“buenasuerte”enitaliano,no?–Asíes...Enesemismomomento,untaxillegabaalazonadeIpogeodegliOttavi

ytomabalaViadellaLucchina.SedetuvofrentealacasadeDonatella.Elchofer se bajó del auto y tocó el timbre en la dirección que le habíanindicadotelefónicamentedesdeelaeropuertoFiumicino.–¡Esél!–exclamótemblorosaClara.–No querida, es un taxi –confirmó Donatella al asomarse por una

ventana lateral–. Tú quédate ahí –ordenó–, no debes perder el aire de“importante”–rio.AbriólapuertayelhombrepreguntóporlasignorinaChiaraFerrer.–“Clara”–locorrigióDona–.Unmomentoprego!–lepidió.Arrimóla

puertaysevolvióhaciasuamiga.Claraestabaparada,consubolso,sinpronunciarpalabrahastaquepreguntóaDonatella:–¿Creesqueestoyloca,verdad?–Sí...–respondióDonahaciendounamueca–perotambiénpiensoque,

finalmente, no tienes nada que perder. Este ragazzo te ha dado vuelta la

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cabeza. Debes comprobar por ti misma qué es lo que sientes. Aunqueadmito queme asusta, Clara.No quiero que sufras. Beh!, beh!, basta demalospensamientos.¡Teesperanafueraconrumboalodesconocido!Ambasabrieronlapuerta.ClaranotóqueLucianonoestaba.Cuandose

dispusoatomarsubolsonuevamenteparaascenderaltaxi,elchoferseloimpidió.–No, signorina. Ho l’ordine di portare io, tutti i bagagli. (Tengo la

ordendellevaryo,todaslasvalijas).ClaramiróaDonaquedesdeelumbraldelapuertaexpresó:“Detrásde

estohaytodouncaballero”...Claraserioylevantandosumanoderechasaludóasuamigaantesde

subiraltaxi.Elcoche tomó laautostradaRoma-Fiumicino.Según las instrucciones

recibidas,debíallegartempranoalaeropuerto.Elaviónpartíaalas09:45.Clarateníalosdedosanudados.Pensabaque,almenos,Lucianonohabíafalladoensupromesadebuscarlapero,¿porquénoestabaél?,¿porquénohabíaidopersonalmente?–Scusi...mastiamoperarrivareall’aeroporto?(Disculpe,pero¿estamos

por arribar al aeropuerto?) –preguntó, tratando de expresarse lo mejorposible.–Sì signorina –Clara comprendió que no era en Roma donde se

quedaríaesefindesemana.Entreunpensamientoyotro,entreconjeturasqueibantomandoformaensumente,sediocuentadequehabíanllegadoal aeropuerto aunque ingresaron por un acceso lateral, no por elconvencional.–Siamoarrivati–expresóelchofer.Clarasebajódelautoyquisotomar

subolsoperonuevamenteelchoferseleadelantó.–No signorina, Lei non deve far niente, il signoremi ha detto cheLei

nonfaccianiente! (No,señorita.Ustednodebehacernada. ¡Elseñormehadichoqueustednohaganada!)Y así era... Luciano había ordenado al chofer que llevara todo lo que

Clara trajese y que no la dejara sola hasta encontrar el contacto en elaeropuerto.Claranotóqueunhombre,entradoenañosperoconunaeleganciaque

lodistinguía,seacercabadirectoaellos.–Buendía,signorinaChiara.

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“Hablaespañol”,pensóClara–Buendía,soyClaraFerreryustedes...–Ezequiel.SonoEzequiel.Acompáñemeporfavorybienvenida.Sedespidierondelchoferycontinuaronambos,parahacerlostrámites

de rigor. Una vez finalizados, se dirigieron hacia la terminal quecorrespondía. Mientras caminaban, Clara observaba al hombre que laacompañaba.¿Quiéneraél?Hablabamuybienelespañolaunqueconunacentoitalianosumamentemarcado.Selonotabaunhombremuycultoydistinguido.DeprontoEzequiel,interrumpiósuspensamientos:–Iomeestoypreguntandolomismoquetú.Clara,conunamuecasimpáticaensurostro,lerespondió:–¿Deveras?,¿yquéesloquemeestoypreguntando?–¿Quiéneséste?,¿adóndemelleva?–contestóEzequiel–.Iotambiénme

preguntolomismo:quiénerestúqueaparecisteasíderepente,peronontipreoccupare ragazza, yo te cuidaré –le dijoEzequiel, dándole unapalmaditaensuespaldacomoparatratardedarleconfianzaalnotarlaunpocoasustadaantelodesconocido.“¿Enquétemetiste,Luciano?”,pensó.“¿Enquélíoestásmetido?”,volvióapreguntarseEzequiel.–Allíestá,llegamos–dijoEzequiel.Clara sólo veía avionesmás pequeños en la pista. “Estos son aviones

privados”,dedujo.–¿De qué se trata esto, Ezequiel? –preguntó con una confianza que

despertó complicidad de amigos en el hombre–. ¿Es un jet? –intentóadivinar,sinsaberabsolutamentenadadeltema.–Ecco!,unLearjet60–especificó.–¡Guau!–exclamó Clara, con la boca entreabierta –es realmente una

“joyita”.–Una “joyita” un poco más cara que las convencionales, Chiara –

agregóEzequiel.–Bueno, yo, en realidad no soy muy fanática de las joyas; no estoy,

digamos... habituada al uso de joyas tan caras. Por eso no sé en quédimensiónestamoshablando.–En una que supera los trece millones de dólares,Chiara – explicó

apresuradoyenvozbajaEzequielaldarsecuentadequeLucianobajabaporlaescalerillapararecibirlos.Clara, que aún estaba tratando de asimilar el comentario deEzequiel,

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quedómássorprendidaaúncuandovioqueesejovenquehabíavistoporprimeravezcuandoestaballorandoaqueldíaenlaFontana,sepresentabaahora, delante de ella, espléndido, radiante, con un jean y una camisablancaquelesentabamuybienconelcolorcastañodesucabello.Yesosojos...esosojoscolormielque lahabíanhechizadodesdeelprimerdía,enmarcados por negras y enmarañadas pestañas que la miraban conternura infinita. Perdía el dominio de símisma cuando estaba, perdía lanocióndeltiempoydelespacio.“¿Quéestoyhaciendo?”,“estoesunalocura”,serepetíaunayotravez.–Viniste, argentina... –dijo Luciano. Extendió su mano y tomó la de

Clara.–Vieniconme...notengasmiedo–agregó.“Jamástendríamiedodeti”.“Iríaadondemelopidieras”.Ellaasintióy

tratódereaccionaranteeseencantamiento:–¿Piloteasestascosas?–preguntóparasalirdelasituación,mirandoal

lujosoaparatoqueteníadelantedeella.–No exactamente –respondió Luciano–. Los aviones no sonmi punto

más fuerte –le explicó mientras se ubicaban dentro de la máquina y sealistabanparadespegar.–Los autos tampocopor loqueveo–dijoClara–.Hoyenviaste aotra

personapormí.–Tienes razón. No me gusta conducir, lo hago muy poco. El ritmo

frenéticoquehayenlascallesmeponemuymal,argentina.Prefierosóloen...–perocortólaconversación–bueno,yaverás.Ahoraacomódate,porfavor,estamospordespegar.Se ubicaron en el habitáculo. Escucharon las instrucciones de rutina.

Ezequiel se sentó en otro compartimento, no sin antes dar un vistazo atodoypreguntaraLucianosinecesitabanalgo.Clara se sujetaba fuertemente del asiento y observaba con extrema

atencióncadadetalle.Lostapizados,lasterminaciones...Noaguantómásypreguntó:–¿Adóndevamos,Luciano?Tengoderechoasaber.–Amiparaíso,Clara.Confíaenmí.Anteesaorden,queatravesósucorazón,Claraquedósinrespuestas.“¿Qué locura estoy haciendo?”, se preguntó nuevamente “¿Por qué?...

yonosoyasí...perollévamecontigo;sí,llévamecontigo”...

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–¿Qué ocurre, argentina?, te quedaste muda. No te asustes. Es unasorpresa.Yotecuidaré.–Estábien–aceptóClara–,confiaréenti,Luciano.Las palabras de Clara sonaron como una sentencia en los oídos de

Luciano.Ellaconfiabaenélyélnopodíadecirlelaverdad.Despegaron. Al cabo de una hora aterrizaron en la Terminal 2 del

aeropuerto de Nápoles; sólo usada para vuelos chárter. Luciano sedespidió de Ezequiel que se quedaba en la ciudad para resolver temaspendientes. Luciano tomó la mano de Clara y caminaron hasta elestacionamientoprivado.–Buon giorno signore! –Clara se dio cuenta de la familiaridad del

saludo.Seguramenteviajabamuyseguido.Lucianoretiróeljuegodellavesycontinuaron.LlegaronaunPorsche

cabrioletdecolornegroqueaClaralepareciófascinante.–Entendíquenotegustabaconducir.–Así es.Nome gusta. Te dije que lo hagomuy poco, luego dije que

prefería hacerlo en otro lugar pero no podía adelantarte parte de lasorpresa;ahoravesdóndeprefierohacerlo:aquí,enmilugar.–Meimaginolavelocidadquealcanza–dijoClara.–Si te dijera y lo pusiera en práctica, creoque te bajas ahoramismo,

argentina, pero ya te comenté que no soy fanático de la velocidad.Igualmente,nodurarádemasiadoelrecorrido.Haysólosietekilómetroshastaelcentrode laciudaddesdeaquí.Luegocambiaremosnuevamentedetransporte.Salierondelaeropuerto.Alcabodepocosminutosarribaronalaciudad.–¿Estássorprendida?Nápolesesasí.Tanbellacomocaótica...perono

esaquídondeterminanuestroitinerario,explicóelitaliano.Alcabodeunosminutosllegaronalpuerto.Clarasintióunescalofrío

almismo tiempoqueunaemociónmuyprofunda le cerraba lagargantacuandorecordóelrelatodesuabuelaMaría.Ellahabíapartidodesdeallí,unatardecerde1925.–¿Estásbien?,¿quétesucede?–lepreguntóLucianoalnotaruncambio

ensuexpresión.–Nada. No es nada. Es bello el paisaje... Sonmuchas cosas que debo

procesar al mismo tiempo... –dijo Clara sin poder revelar el verdadero

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motivode la emociónque la embargaba.Se imaginó a su abuela... se laimaginóconlágrimasensusojos,conelcorazónhechopedazos.No,nopudo hablar.Quizá hubiera necesitado estar sola en esemomento. Estarconalguieneneselugarnoeraloquehabíaplaneadoyesolaconfundió.En realidad nada estaba resultando como lo había planeado.Luciano noestaba en sus planes al iniciar este viaje y ahora lo sentía hasta en sushuesos... aún sin saber mucho de él. No se detuvieron allí, sino quetomaronporuncaminolateralbordeandosiemprelacosta,hastaalejarsede la zona más poblada. De pronto el Porsche disminuyó su marcha.Giraronhaciala izquierda.Sedetuvieron.Lucianosaludóalguardiaqueestaba dentro de una casilla a un costado del gran portón de hierro ycolocóenunaespeciededetector–segúnpodíaentenderClara–sudedopulgarparaidentificarse.Detrás del portón y de los extensos cercos reforzados, podían verse

grandes grúas, galpones, gigantescas estructuras de hierro queClara nopodíadescifrar,peroalgorelacionadoconelpuertoera,dadalacercaníaabsolutaconelmaryconelpuertodeNápoles.–Buon giorno signore! –saludó el hombre desde la casilla. Su voz se

escuchó por el mismo lugar en donde Luciano había pasado su dedopulgar.–Buongiorno!–respondióél.–Tuttoapostosignore?–preguntóelhombre,conunafectoqueagradó

aClara.–Sí,tuttoapostocaro.Grazie.El italiano de Luciano sonó a una música que tenía una fuerza

sobrenaturalparaelcorazóndeClara.Alabrirseelgiganteportóneingresarlentamenteenellugar,Clarafue

entendiendoquese tratabadeunastilleroodedos...ode tres...nopodíadeterminarcuáleraellímitedetodoaquello.Lucianoingresóelvehículoenunestacionamientoydetuvolamarcha.

Invitó a Clara a bajar y luego entregó las llaves a un hombre que seacercabasolícito:–Buongiornosignore!,com’èandato tutto? (¿cómoanduvo todo?), –

preguntó.–Bene,Bruno.Bene...Clara notó que llamaba a las personas por su nombre. Ese gesto la

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enternecióaúnmás.Comenzaronacaminar.Luciano lehabía tomadosumano...yellaconfiabaenél.Eselugarleresultabainmenso.Observabaelmovimiento incesante de personas, el rumor ensordecedor de lasmáquinas,elgolpeteo,eliryvenirdevehículosdeungalpónhaciaotro.Se detuvieron delante de una mole que se les cruzó de pronto; era elvehículo que transportaba una embarcación lista para su botadura y allírecordóloquelehabíacomentadoDonaaqueldíaenlaUniversidadantesdecomenzarlaconferencia;ellalehabíadichoquelafamiliadeLucianoeraunadelasmásricasdeItaliaydeprácticamentetodaEuropa,queeranlosdueñosdelosastillerosmásimportantesdelpaís.“¿Quéhagoyoaquí?”.“¿Quiéneres,Luciano?”.“Yonotengonadaqueverconesto”.“Tengomiedo...”.Absortaensuspensamientosmientrascaminaba,nosepercatódeque

habíanllegadoaunpequeñomuelle.–Sube –le indicó Luciano exagerando un gesto de reverencia para

invitarlaasubiralaembarcación.–¿Quéesesto?–preguntóClara,incréduladeloqueveía.–Unyate–contestósimplemente.–Sí,sí–respondióconfundidaClara–medoycuentadeloquees,pero

quierodecir,¿quésignificaesto?,¿adóndevamos?Luciano llevó su dedo índice a los labios de ella e hizo un gesto de

silencio.LuegorecorrióconsusmanoselrostrodeClara;descendióporlos brazos hasta tomarle las manos–: no te asustes, principessa, yo tecuidaré.Yotecuidaré...Siempresonabatanprotector;sesentíaperdidaantesu

voz grave y pausada. Los ruidos circundantes quedaban lejanos en esemomento.Éllaalejabadelmundorealcuandolamiraba.“Nomemiresasí”...“Quédulceeres”...“Nopuedocontigo”...–No tengas miedo –insistió Luciano, sacando a Clara de su

ensimismamiento–.Sube–repitió.Claraasílohizo,nosinantesrepararenelnombredelaembarcación.–¿Por qué se llama Il Desiderio? –preguntó mientras ingresaba y se

acomodabaenellujosoyate.–Es el nombreque eligiómi abuelo–respondióLuciano sintiendoun

nudoenlagargantaybajandolamirada.Clara recordó nuevamente el comentario de Donatella el día de la

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conferenciaenGénovaaldarsecuentadequiéneraLuciano.–Tuabuelomurióhacepocotiempo,¿verdad?Lucianorespiróhondoparaocultarlaemociónqueaúnlodominabaal

recordarlo.–Sí,caramia...–Creoquepuedoentenderte,Luciano.–No,nolocreo–respondió–.Élfuemásqueunabuelo.Fuecomomi

padre,aquientambiénperdí,Clara,duranteunatormentaenelmar.Apoyósusmanosenlabarandillaymirandohaciaelhorizonteagregó:–Nosotros amamos el mar. Siempre lo hemos hecho... pero a veces

piensoquehasidodemasiadoingratoconnuestrafamilia.Claranopudoevitarapoyarsumanosobreladeél.–Estásmuytriste.¿Porquémedalasensacióndequenoeresfeliz?–

preguntóClara.Para Luciano, esas palabras fueron como una puñalada. Tantas

imágenesvinieronderepenteasumenteperodebíacallar.Estabanenelflyylabrisafrescayasehacíasentir.–Vamosabajo.Ahorasíconduzcoyo–dijoLucianoguiñandounojoa

Claraydirigiéndosehacialacubierta,alatimonerainterior.Il Desiderio se alejó lentamente de la costa, dejando un paisaje

enmarcadoporlasiluetadelVesubioyporunmartanazulquenoparecíareal.Claraloobservabaaprestarseensupuestodemando.Tomóeltimóny

luegohablóporradiodeunaformamuyveloz.Ellanopudoentenderconclaridadperoseguramentepasabadatosaalguien.Eranmuchosnúmeros.–¿Debesinformarcadavezquesales?–preguntóporsimplecuriosidad.–Sí, cara, hago mi rol de navegación. Informo mi matrícula, la del

barco,elhorarioprevistodellegadaadestino,lacantidaddetripulantes.Hoy somos solamente dos pero generalmente voy acompañado por mitripulación.–¡Conquelotuyosonlosbarcos!–dijosonriendoClara.–Sí, ahora te das cuenta por qué los prefiero.Mira a tu alrededor –le

indicó,mirandoél también–,¿noesembriagadoresteazul?,¿note llenadepaz?Clara asentía y coincidía con él pero aún no entendía con claridad lo

que le estaba sucediendo. No había planeado llegar hasta Nápoles. No

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habíaqueridohacerlo.Suabuelahabíaderramadotantaslágrimasaquellanoche en el campo al contarle su historia, que ella misma decidió noincluirestelugardurantesuestadíaenItalia.Pensóquelaapenaríamucho.Maríahabíasidofelizallíperoalgo lehabíadestrozadosucorazón;sinembargoallíestaba.Había llegado, sinsaberlo,hastaelpuertomismoyahoraestabaenmediodeesasaguasazulesque ladejabansinaliento,yLuciano... que se había aparecido como por arte de magia, en distintosmomentos,enlossitiosmenosesperados.Esehombreaquienjamáshabíabuscadoperoquesiempresehabíacruzadodeunaformaodeotraensuvida.Ladejabasinpalabras,ladesarmaba.Noeradueñadesusactos.

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Capítulo14Las aguas del golfo deNápoles bañaban la península de Sorrento. El

paisajeparecíauncuadropintadoconacuarela.Enplenorecorrido,Clarapreguntóotravezhaciadóndesedirigían.–Hacia la costa amalfitana, ragazza, Positano. Estamos entrando en el

GolfodeSalerno.¡LedaremoslaespaldaaNápoles!–dijoriendo.Estaba cayendo la tarde. El sol eramuy tenue en esa época pero sus

rayos débiles parecían hilos de brillo que caían sobre ese lugar deensueño encaramado entre los acantilados. Situada en la montaña einmersaenunapintorescavegetaciónmediterránea,Positanoconformabaun cuadro impactante para los ojos. Sus casitas de colores, que sederramabanhaciaelmar,parecíanlaescenografíadeuncuento.Claranotóqueelmotorcomenzóaralentarsuvelocidad.Lucianotomó

el timóne inicióunamaniobra.Sedirigíanhaciaunazonaunpocomásalejadade lacomuna.Unpequeñomuellenacíadeentre lavegetaciónyallí, ganando un poco más de altura, se asomaba en la montaña unaincreíbleedificación.Noeraellujo,sinoelencantoqueejercíaenquienlamiraseloquellamólaatencióndeClara.–Eshermosa,Luciano... ¿Vives aquí? –preguntó, casi sin alientoy sin

dejardeobservaresamagníficaconstrucciónqueteníadelantedeella.–Cuando puedo, sí. Es mi lugar en el mundo, Clara, pero no puedo

permanecertodoeltiempoaquí,comomegustaría.–Tienesestoynolopuedesdisfrutar...–dijoella.OtravezlaspalabrasdeClaratuvieronelefectodeunrayo.–Escierto.Tengocasitodoperodisfrutopoco...–dijoLucianopasando

sus dedos por la frente deClara.Ella sintió que algo nomarchaba bienperoprefiriócallarhastaqueélselodijera.Subieronunaanchayrústicaescaleradeingresoqueseencontrabaauncostadodelacasa.Atravesabancentenares de flores multicolores y cada tanto debían despejar de sucaminolastupidasramasquecaíansobresuscabezas.Atrás,seescuchabael suave golpeteo de las olas. Clara, al darse vuelta para mirarlas, seencandilóconesereflejotanextrañoybelloqueproducíaelsolalcaerenpicadaenesasaguastanazules.–Es imposiblevivir la realidadaquí–aseveróClaraenvozalta–.Este

lugarpareceencantado–agregó.

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Luciano se quedómirándola. Ella tenía razón.Almenos él no estabaviviendo la realidad. Se aproximaba su boda con Ángela y ya estabasegurodequenoeraaellaaquienamaba,perotampocopodíadestruirleel corazón. Lo había acompañado toda su vida, prácticamente habíancrecido juntos en el mundo de los barcos, habían compartido buenosmomentos,porquénegarlo...peroClara,Claralehacíaperderelcontrolsobrelascosas,sobresumente,sobresucorazón.Al abrir la gran puerta de ingreso, a Clara la envolvió una calidez

inexplicable. La casa era grande, pero con los espacios increíblementeacogedores. Un gran ventanal sin cortinas permitía observar el mar entodasudimensión.Quedócomoextasiadaalvereseinmensopaisajequeparecíadevorarla.–¡Luciano–exclamó–,estoesmaravilloso!Éllaobservaba.Observabasusgestos,susexpresiones,sucuerpo.Ella

lollevabaconlafuerzadeunaolahaciaalgúnterritorioquejamáshabíaexplorado antes de conocerla. Lo hacía despegar de la tierra y volver,pero también comprendía que su vida, desde ese momento, sería unmartirio. Debía decirle lo de su boda y no sabía cómo. No podía, noquería.Definitivamenteeraaaquellamujer,quehabíavenidodelotroladodelocéano,aquienamaba.Sinquesedierancuenta,lanocheyahabíacaídoenPositano.–Nocenamostardeaquí,enItalia,asíqueprepararéalgoespecialpara

ti–dijoLuciano.Enlacocina,comenzaronunarutinaqueparecíacompartierandeaños.–Tededicaréunaensaladadepulpoalagenovesa–dijoexultante.Sacóde laheladera loqueClara entendió eranpapas, judíasverdesy

luego algo que enseguida se delató como pesto, por su olor. En pocosminutos saborearon una exquisita cena que pareció transcurrir ensegundos pero que en realidad había llevado casi una hora y media.Perdíanlanocióndeltiempocuandoestabanjuntos.Lacasateníaunaampliaterrazacolmadademacetonescolorterracota,

llenos de flores, de esas que nacen sólo en invierno. Estaba frío peroigualmenteClaranopudo resistir la tentacióndesaliryverPositanodenoche. La vista desde allí era algo que no tenía comparación.Miles delucecitas incrustadas en la montaña parecían luciérnagas que hacían suvuelo nocturno y el mar... el mar parecía sucumbir ante la luna que,imponente,sereflejabaeneseespejoinmenso.

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Claracerrólosojos.Algoallílatrasladabaarinconesdesualmaqueaún desconocía. Sintió los brazos deLuciano que la envolvieron. Sintióque su sangre hervía cuando esas manos comenzaron a recorrerla. Losintió.Sediovuelta.ElrostrodeLucianojamásperdíaesaserenidadquelacautivabaperosusojos...esosojosteníanlafuerzadeunhuracán.Esosojosladevoraban.Esosojoscolordelamiel,queconsóloconmirarlalehacíanbajarlavista.–Bésamecomo lohiciste enelmuelle,ragazza.Bésame sin detenerte.

Hazmeprisionerodetusinstintos.–Fuistetúquienmeseparódetiaquellavez–respondióClara.–Aquellavez...sentímiedo–dijoélsusurrando–,miedoante laverdad

quesemerevelaba.Medicuentadequeteamabaydequeyanopodríacambiar este sentimiento –le confesó mientras desprendía de a uno losbotonesdesucamisa.–No debes cambiarlo, sólo sentirlo y vivirlo, Luciano –dijo Clara

tratando de mantener la cordura que ya evidentemente quería perder alsentirquelosdedosdeLucianoseacercabanasuspechosturgentes.“Sí, debo cambiarlo... debo cambiar esto que siento, sufrirás si no lo

hago,amoremio”...,pensóLuciano,peroelimpulsodebesarlafuemayory la besó con desesperación, perdiendo toda la serenidad que locaracterizaba.ElcieloenPositanoeraunmantocolmadodeestrellasylalunaeratan

grande,tanredonda,queparecíacaerasuencuentroamorosoconelmardeunmomentoaotro.Claranoteníamásnocióndeloquesucedíaasualrededor.Uncalorquenacía en suspartesmás íntimas la invadíahastaquemarla. Le pertenecía a ese hombre. No tenía más dudas. Aún noconocíatodasuvidaperoeraconélconquienqueríaestarelrestodesusdías.Él la seguía besando; ella sentía su lengua comoun látigo.Era unviaje sin retorno... y así pasaron las horas nocturnas. Se amaron conternura. Se amaron sin conciencia. Se amaron con sus cuerpos,devorándose,disfrutándose...yseamaronconsusalmas.Elsonidodelasolasacompasabasusjadeosysusmovimientos.Seamaroninfinitasveces.SeamaronenPositano.Ellunesporlamañana,muytemprano,emprendieronelregreso.Antes

de zarpar, Clara aprovechó y tomó una fotografía de Luciano junto alDesiderio.Élhizolomismo,altiempoquedecía“misdosamores”.Desprenderse al llegar a Nápoles tuvo para ambos un sabor amargo.

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Para ella, porque esperaría con ansia el próximo encuentro y ya estabasintiendonostalgiayLuciano,porquesentíaquesucorazónempezaríaahacersetrizasdesdeesemomento.El regreso en el Desiderio con las primeras luces del alba que

encendían esemar, ibagrabándosepara siempre en las retinasdeClara.Llegaronal lugardedondehabíanzarpado,elmuellequeerapropiedaddelosD’Incarzioli.Unapersonalosestabaesperando.Lucianolaayudóadescenderylaacompañóhastaelvehículoquelosaguardaba.–Continuaráselregresotúsola,amoremio.Yodeboquedarmeaquípor

unashorasmás;menecesitan, perono tengasmiedo, he arreglado todoparaqueestéssegura.LehepedidoaEzequielquepermanezcaenRomahastaturegresoparaquepuedaacompañartedesdeelaeropuertohastalamisma universidad. Llegarás algo retrasada pero llegarás –le dijotranquilo, con la seguridad de quien tiene todo previsto y organizado.AntesdequeClarasubieraalautomóvil,larodeódelosbrazos:–NoestaréenItaliaporunosdías;deboviajar.Desdehoyalmediodía

estaréenLubiana,enEslovenia,peroescúchamebien,tieneselnúmerodeEzequiel y cualquier cosa que llegaras a necesitar, sólo debes llamarlo.Estaremosjuntosenquincedías,Clara.Yonoteperderé.Erestúelamordemi vida. ¿Escuchaste bien?, esto es lo único que debes recordar parasiempre.EsaspalabrassonaronextrañasaClara,peroloamaba,loamabatanto

que no podía pensar las cosas con serenidad ni tomar distancia de loshechosqueacontecían.Loesperaríaporquesóloqueríaestarconélyconnadiemás.–Ezequieltetraeráderegresocuandoleavisedemiretorno.–¿MellevarásaPositano?–Adondetúquieras,miamor.–Sí,llévameotravezaPositano,enelDesiderio–Clarariosuavemente

yescondiósucabezaenelpechodeél.–Adondetúquieras,miamor–repitióLucianoylaabrazóconternura

infinita.–Luciano...,necesitosaberalgo:¿porquéllorabasenlaFontanaeldía

quenosvimosporprimeravez?Él le acarició el cabello.Aún lamantenía rodeada con sus brazos.Le

tomósucabezaylaapoyócontrasupechonuevamente.Suspiróprofundo.

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Luegolamiró:–Tecontaréamiregreso–fueloúnicoquedijoalrespecto.Despuésse

dirigióalhombrequeseencontrabaapocosmetrosapostadoenelauto,esperandoconlapuertatraseraabierta:–Cuídala por favor –le ordenó– y la dejas enmanos de Ezequiel, en

Fiumicino,élyasabequéhacer.Sefundieronenunúltimoabrazo.Sebesaronconpasión.Sobraronlas

palabras...

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Capítulo15–Fueronlosdíasmásfelicesdemivida,Dona–confesóClaramientras

recorríanlaViadell’Antiquariato.–¡Hace cinco días que me cuentas lo mismo! Me convenciste: estás

enamoradísimadeLucianoD´Incazioli.–Tienes razón –dijo Clara y rieron juntas, mientras pedía a un

transeúnte que les tomara una fotografía en ese lugar tan particular deRoma.Ese fin de semana se hizo largo para Clara. Donatella la invitó a

caminarporlazonadelForoImperial.LlegaronaunmiradordespuésdepasearporlaPiazzadelCampidoglio.DesdeallíteníanunavistaúnicadelForo.Clara trataba de ocultar su tristeza porque esperaba, almenos, unllamadodeLuciano.–Imagínateestaescenahaceaproximadamentedosmilaños–dijoDona

conlosojoscerrados–:lagenteyendoyviniendo,haciendosuscompras,buscandonoticias,viniendoalaplazaaencontrarseconamigos,mujerescon túnicas, doncellas caminando con delicadeza, esclavos, gladiadores,soldados...–¡Cuántashistoriasdeamorsehabrántejidoaquí!PiensoenJulioCésar

yenCleopatra–dijoClarariendo.Donatellaabriósusojosyexpeditivaagregó:–También Cleopatra tuvo su desilusión... toda la vida esperó una

decisióndeJulioCésar,amiga...peroélsemurió...ÉstavezClaraintentóreírperonopudo.Sehizounsilencioabsolutoy

ambas decidieron emprender el regreso. Caminaron por Via del Corsohasta llegaraPlazaSpagna.TomaronelmetrohastaValleAurelia y allíabordaron el tren con dirección Viterbo Cesano. Luego esperaron elautobúsque las llevaríahasta laViadellaLucchina.Allí,Alessandro lasaguardabaconlatanansiadapasta.Llegaron,aúncomentandolabellezaylahistoriadelForoycomenzaronaponer lamesacuandoelsonidodelteléfono interrumpió la charla familiar. Donatella atendió, mostrandoalegríaalprincipio,perosu rostrocomenzóacambiar.Susemblante setransformó. Pidió con una seña aAlessandro que apartara un instante aClara.Élentendióquelascosasnoestabanbien.–Pon estos platos sobre la mesa, chiara, io llevo il vino –le dijo

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intencionalmente. Luego observó aDona colgar el teléfono, tratando almismo tiempo de secarse las lágrimas. Donatella respiró profundo yllamóaClara,mirandoaAlessandrocomoparabuscarfuerzas.–Caramia,vieni....Clara la miró y al instante comprendió que le anunciaría una mala

noticia. Sintió escalofríos en su cuerpo. Donatella le tomó sus manosmientras trataba desesperadamente de encontrar las palabras paracomunicarlelahorriblenoticiaquehabíandadounmomentoantes.–Dímelodeunavez,Dona–dijoClara,sinrodeos.–Caramia...creoquedebesregresardeinmediato.Quierodecir...debes

regresaratucasa.Es...tuhermano.–¡¿Sebastián?!, ¿qué sucede con él?, ¡dímelo por favor! – suplicó con

desesperacióneimpaciencia.–Loencontraronenelcampo....Donabajólacabeza,tratandodeencontrarfuerzasparacontinuarpero

Clara no necesitó más aclaraciones y desconsolada rompió en llanto.Alessandrolatomóporloshombrosylaayudóasentarse.–¿Quésucedió?–insistióentrelágrimas.Suamiga,tratandodedaruna

tranquilidadficticiaalasituación,tratódehablarleconserenidadporquenosabíapordóndecomenzar:–Hubo algunos problemas estos últimos meses en tu pueblo; la

situaciónesmuydelicada.Latuamamamehacontado,entresollozos,quemuchoscamposdellugarseinundaron...–¿¡Qué!?–preguntóClaraexaltada–.¿Inundados?¡Imposible!¿Quéme

estásdiciendo,Dona?–siguiópreguntandoincrédula–;no,esimposible–repitió–.Soncamposaltos,elaguanopodríallegarnuncaaBunge...pero–se tomó la cabeza con las manos–, ¿qué pasa con mi hermano?, ¿quétienequeverlainundación?¡PorDios!,díganmequéestásucediendo.Noentiendo.¡Debohablarconmimadreahoramismo!–No. Aguarda. Siéntate, querida... por favor –le pidió Dona tomando

valorysecándoselaslágrimasanteelpanoramaquepreveía:–Caramia...séqueesdifícilperodebodecirteloquetuamadreacaba

de contarnos –y con serenidad comenzó–: Desde hace unos meses, lasituación comenzó a complicarse porque llegó una inundación a tupueblo, sobre todo a los campos; el de tu familia no estuvo exento;lamentablemente también fue afectado. No puedo darte más detalles, no

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entendí bien el idioma, pero tampoco quise preguntar más porque tumadre no podía hablar. Estaba muy acongojada... –hizo una pausa paratomaraireycontinuó–:tuhermano,Sebastián,noresistióy...–buscóconlamirada aAlessandro para no quebrarse ante el profundo dolor de suamiga–loencontraronahorcadoenungalpóndelcampo...Clara se llevó lasmanos a su boca, espantada ante lo que acababa de

escuchar.Sehizounhondosilencio.–¡¿Por qué no me dijeron nada?!, ¿por qué me ocultaron lo de la

inundación?,¡¿porquénomeconsideran?!,¿¡quélespasóamispadres?!–reclamómostrandoenojoenmediodesupena,sintiendoqueelcorazónseleoprimía–,¿ySebastián?,¿quéhizo?,¡porDios!,¿porqué?–yrompióenllantonuevamente.–Clara,amicamia...–dijoDonatellatambiénconlágrimasenlosojos–

teayudaremosaemprenderel regresocuantoantes.En loposibledebespartirhoy.Iremoscontigohastaelaeropuerto–ledijo,yluegolaabrazóconelafectomáspuro.ElcaminohaciaFiumicinofueeternoparatodos.Laspalabrasestaban

ausentes.Sobraban.Claraibaconsucabezarecostadasobrelaventanilladel auto.De a ratos rompía en llanto, de a ratos entraba en unmutismoabsoluto. Donatella y Alessandro trataban por todos los medios deacompañarlaenesemomentotanduroeincomprensible...perosabíanqueseríamásangustianteaúnloquequedabaporrecorrer.ClaradebíapartirdeItaliadelaformamenosesperadayquerida.Dejabasussueños,dejabasu amor... su único amor, aunque no sabía nada de Luciano desde hacíaunos días.Desde su despedida en Positano no se había comunicado conella.Faltabandosdíasparaelviernesenquedebíanreencontrarse.Ellaloshabíacontadounoauno.Lucianolehabíaprometidoencontraseenquincedías;repetiríanelmágicofindesemanaenPositano.Esperó...yesperóelllamadodeEzequielque laacompañaríanuevamentehastaNápolesperotampocoéllahabíallamado.Leresultabaextraño...Yonoteperderé.Erestúelamordemivida.¿Escuchastebien?,estoes

loúnicoquedebesrecordarparasiempre.Las palabras de Luciano, aquella vez en los astilleros, giraban en su

cabeza,incesantes,peroahorasemezclabanconelllamadodesumadre,con el dolor que sentía en su pecho oprimido, con su hermano... y laslágrimasbrotabanunayotravez.El momento de la despedida fue de una angustia y de un dolor tan

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profundosquetodossintieronelcorazónhechotrizas.DonatellaabrazóaClarayledijoaloído:–Recupérate... porque tarde o temprano volverás por lo que es tuyo,

amicamia...Sedespidieronensilencio.Clara, sola y vencida, sin fuerzas y con los ojos hinchados de tanto

llantoabordóelaviónquelallevaríadenuevoalaArgentina.Tomósinmirar, casi sin pensar por qué lo hacía, un periódico que se encontrabaapiladojuntoaotrosadisposicióndelospasajeros.Seubicóenellugarquelecorrespondía;seabrochóelcinturóndeseguridadyaldarvueltaelCorriere para acomodar sus cosas, leyó un nombre que le paralizó susentrañas:entrelostitulares,unoanunciabalamajestuosabodadeLucianoD’Incarzioli, elmagnate de los astilleros, conÁngelaBattenti.No pudocontinuarleyendo.Sintióquelavistaselenublaba,queelairenollenabasus pulmones y que un zumbido se apoderaba de sus oídos. Creyó queestabasoñandoyqueyadespertaría...No,noeraunsueño.Sintióquesuvidaterminabaeneseinstante.Elavióndespegóenunafríaytristenocheromana.

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Capítulo16EmilioV.Bunge,ProvinciadeBuenosAires.

Febrerode2000.

EnelcaminoderegresodesdeelaeropuertodeBuenosAireshastaelpueblo, la tensión ganaba, de a ratos. Todos querían encontrarexplicaciones. Clara, en silencio, reprochaba inconscientemente a suspadres la muerte de Sebastián; los culpaba también de que a ella leocultaranaellalaterriblesituaciónquehabíanestadoatravesando,quizáhubiera regresado antes y Sebastián no hubiera tomado semejantedecisión.Sumadretratabadeexplicarqueladecisióndesuhermanohabíasidocomounmazazoparatodos;jamáslohubieranesperado.Supadreserecriminaba el nohabermostradomás fuerzas ante suhijo... Sea lo quefuere, era tarde; Sebastián ya no estaba y ahora todos tendrían queencontrarlaformadeseguiradelante.Clarasesentíaenel infiernomismo.Aúnnoentendíadel todo loque

lestocabavivirporesashoras.¿Podíaunserhumanopasartanrápidodelparaíso al infierno?, un par de meses atrás su hermano abrazándola,diciéndole que era feliz porque ella cumpliría su sueño y ahora estabamuerto.Unosdíasantes,habíavividolosmomentosmásmaravillososdesuvidajuntoasuamor,eseamorqueahoraestabaaunpasodecasarseconotra, tan lejosde allí. ¿Porquéeldestino se ensañabadeesa formaconella?Nuevamenterompíaenllanto.Inconsolable.

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Capítulo17En la mañana del viernes, muy temprano, el sonido del teléfono

despertóaEzequiel.–¡Portodosloscielos!,¿adóndeestás,Luciano?,¡¿estásloco?!Tienesel

casamiento encima, la casa está patas para arriba. No puedo frenar aÁngelaquevieneacadaratoadejarpaquetescomosinadapasaray,–¡Basta tío! –cortó Luciano– aún estoy en Eslovenia, pero ya me

encuentroenDivacha.–¿Divacha?,¡¿estásenlafrontera?!¿Quéhacesahí?¿esaesunaantigua

estacióndetren,verdad?,¿Porquénovienesenavión?Divachaeraellugarindicadoparaescapardealgo...odealguien.Una

pequeña estación de tren, simple, bella, solitaria... a una horaaproximadamentedeLubiana,lacapitaleslovenayadiezkilómetrosdelafronteraconTrieste,enelnoresteitaliano.–Tranquilízate.Estoybien–dijoLuciano,buscandocalmaraEzequiel.–¡¿Cómoquieresquemetranquilice!?Tevas,nollamas;comosifuera

poco,tecasaslasemanapróxima...,y¿pretendesquemetranquilice?–Notepreocupes,entraréporTrieste.Tomaréeltrenenunosminutos.

YagregóenuntonoquesonódistintoaEzequiel,totalmenteajenoaquienestá a punto de casarse, haciéndole recordar cuando era pequeño y lobuscabaparaencontraruncómplicealplanearalgunatravesura:–Tío, apenas llegue te avisaré, pero no digas a Ángela que te

comunicasteconmigoo,mejor,dilequeestoybienperomuyocupadoyque,–¡Luciano!–cortóEzequiel–noséenquéandasperoserámejorqueseastúquienarregleestasituación.Estonoterminarábien–

sentenció y cuando se disponía a contarle acerca del llamado que habíarecibidodeDonatella,Lucianolointerrumpió:–Ezequiel,loúnicoqueséesquequierollegarcuantoantes,yescapar

enelDesiderioaPositanoconChiara,miúnicoyverdaderoamor...Sinembargo,enseguidacayóenlacuentadequeEzequielestabaenla

casadeSorrento,ynoenRomadondedebíaacompañaraClarahaciaelaeropuertocomolaúltimavez...–¿Quéhacesallí,enlacasa?,¿porquénoestásenRoma,tío?,¡¿porqué

no estás con Chiara?!, hoy era el día fijado para reencontrarnos, yo di

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todaslas indicaciones,¿quéocurre?–preguntóexaltado,sintiendoqueelcorazónseleaceleraba.–Cálmate, Luciano. Trata de venir cuánto antes porque Chiara partió

anoche para Argentina. Te explicaré apenas regreses. Arrivederci caromio.Ezequielprefiriónocomentarporteléfonolosucedidoalnotareltono

impacientedeLuciano.Cortólacomunicaciónytomórealconcienciadelproblemaenelqueesemuchacho,queélqueríacomosifuerasuhijo,sehabíametido.La suerte estaba echada.Lo único que quedaba era que secasaraytrataradeolvidaraesaargentinaquelohabíaenloquecido...“Dio!... ¿porqué losD’Incarziolinopueden ser felicesdeunavez!?”,

suplicóenvozalta.YllamóaGiannaparaqueretiraralospaquetesdelasalaprincipalantesdequelosvieraLuciano.DesdeDivacha,ydurantetodoelcaminoderegresoaNápoles,Luciano

intentó en vano comunicarse con Chiara. Sentía que iba enloqueciendo.¿Qué había pretendido al no llamarla?: ¿pensar?... ¡qué estupidez! “DebíllevarlaconmigoaEslovenia.Hesidouncobarde”,serepetíaunayotravez. Se cubrió el rostro con sus anteojos oscuros para disimular laslágrimasquepujabanporsalir.Alcabodeunashoras,pudoreencontrarseconEzequiel.Loabrazócomounniñoapenaslovio.–Figliolomio...¡ tienesunaspectofantasmal!Debescalmarteahora,yo

tecontaré.Luciano dejó caer su bolso. Pasó susmanos por su cabeza, estirando

haciaatrássucabelleracomosiquisieradespejarsumenteparaentenderloqueestabapasando.Setirósobreelgransillónybuscósumaramado.Ese mar en el que siempre intentaba encontrar respuestas. Ezequiel lecontóloquelehabíarelatadoDonatellalanocheanterior.ApesardequeClaralehabíaprohibidoabrirlaboca,Donatellacreyó

queinformaraEzequieldelosucedidoseríalomásconveniente.SibienellatampocoentendíalaactituddeLucianodenocomunicarseconClara,pensóqueéldebíasabersobrelatragediaquehabíaocurridoenlacasadelosFerrer.Luciano escuchó cada palabra. Sintió que el mundo caía sobre su

cabeza...yEzequiel,porprimeravez,nosabíacómoayudarlo.“Carinamia...carinamia”...susurrabaLucianoconlavozentrecortada.

Mientrascaminabadeunladoaotro,inquieto,nervioso,conelpuñodesumano cerrado como si quisiera contener su ira, su impotencia ante la

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imposibilidaddevolvereltiempoatrás,suarrepentimientopornohaberhecholascosasdeotromodo.–¡Qué he hecho tío!, ¡nada!, eso he hecho: ¡nada! –repitió con

vehemencia–. ¡Amo a esamujer!, jamás sentí con alguien lo que sientocuandoestoyconella.LaviaquellavezenlaFontanaynuncamáspudesacarla demi cabeza...Y cuandome besó tío –dijo cerrando sus ojos yapretandosuslabios–,cuandomebesóenelmuelle,enGénova,supequenopodíavolverconÁngela...losupedesdeaqueldía.Bajó la cabeza para ocultar la humedad que iba ocupando sus ojos.

Ezequiel reconociópara sí que era la primeravezqueveía quebrado almuchacho. No era el que estaba acostumbrado a ver: fuerte, audaz,inquebrantable, intrépido, decidido, el que sabía salir de todas lasdificultades.EsteLuciano estaba vencido, desorientado, sin voluntad.Lotomódelbrazoydandounapalmadaensuespalda,loatrajohaciaélyloabrazócomosi fuera supadre.Luciano,quedeafectospoco recordaba,rompióallorarcomounniño...–Sóloentiestáladecisiónfigliolomio–dijoEzequielconlasabiduría

quelocaracterizaba.–Sé dónde encontraré la respuesta, Ezequiel –respondió súbitamente

Luciano.Ezequiel notó que estaba actuando de forma impulsiva al verlo que

tomabasuabrigodelanabeigedeunmanotazo.–¿Adónde vas?, ¿adónde vas? –preguntó alzando la voz mientras

Lucianosealejabahacialapuerta.–¡Porfavor!,tencuidado–lepidió.–Haréloqueteníaplaneado,tío.Necesitohacerlo.Necesitorecorrerese

caminoaunquesólolleveaClaraenmispensamientosyenmicorazón...porqueellaestáenmicorazón,yaestardeparasacarladeahí.–Clarasefue,Luciano,esaeslarealidad.Tecasasenunosdías.¡Ángela

notieneideadeloqueteestásucediendo!¡Detente!,ydeténestasituaciónqueteharádañoati,antesqueanadie.¡Quéconfundidoestás,hijomio!,¡sipudieraayudarte!–peroLucianoyanoescuchólasúltimaspalabrasdeEzequiel.Salió como una ráfaga, se subió a su auto y partió con rumbo a

Nápoles. En pocos minutos, ya se encontraba en la zona del puerto.RecordóeldíaquehabíallegadoconClara,laprimeravez...Aellaalgole

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había llamado la atención pero no habían tenido todavía el tiempo parahablar.Clara...siempreClaraensuspensamientos.Llegóasusastillerosehizolarutinadesiempreparael ingreso.HabíadispuestodesdeLubianaqueprepararanIlDesiderioparazarpardesdeallíynodesdeelmuelledesu casa.Quería repetir cadaminuto vivido conClara; sin embargo, quédistintaeralasituaciónahora.“Estará pensando que la he olvidado. No puedo llamarla, no querrá

atenderme.¿Quéexplicaciónledaría?¿YÁngela?,¿quéhagoconella?”...Su cabeza giraba en un mar de preguntas sin respuestas. Bajó de suporscherápidamente.SaludóaquienesencontróensucaminosyabordóIlDesiderio.Suestadodedesesperacióninterioreratalquezarpósinhacerel rol de navegación. Sólo necesitaba alejarse de todos. Sólo necesitabaescapar.SólonecesitabaaClara...

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Capítulo18EnlacasonadelosFerrertodoeradolorydesolación.Claranoasumía

el hecho de haber sepultado a su hermano. Sebastián había sido unreferenteparaella,sucompañerodejuegos,suconfidente,elquesiempreteníaunasoluciónparacadaproblema...Elsilencioenesasalaeraensordecedor.CuandoestabaenItaliahabía

pensadoenvolveralcementeriodelpuebloparavisitarasuabuelaMaría,peroahoraodiabaeselugar.Se sentaron los tres para compartir un café y tratar de hablar. En ese

mismo lugar donde solía estar toda la familia compartiendo buenosmomentos, anécdotas, charlas interminables con amigos, guitarrasacompañandochacarerasyzambas;sinembargoahora...tantaspreguntaspasaban por la cabeza de aquellas tres personas.Clara trataba de buscaralgunaexplicaciónlógica–¿latenía?–ysuspadres,desgarrados,débiles,indefensos,expuestosatodo...Teresarespiróprofundoytomólamanodesuhija:–Queridamía...eltiempotranscurridohasido...tandifícilparanosotros

–la mujer bajó la cabeza y tomó aire como para recuperar fuerzas ycontinuar:–Hace unosmeses comenzó a expandirse el temor de una inundación

entre todos losproductoresde lazonanortedeBunge.Decíanqueen laciudad de Jovita habían desviado el curso del ríoQuinto haciaSerrano.Las lluvias fueron tan intensas que desbordaron las lagunas y el aguacruzóhaciaelnortedeCharloneycomotodorío,siguiósucurso...yfuehaciaelnortedeBunge.Claraunía loquesumadre leestabanarrandoalpaisajedesoladoque

había observado durante el viaje de regreso e iba tratando de entender.Notaba a su padre, sentado junto a sumadre, como si no supiese dóndeestaba.Sebastiánerasuúnicohijovarón.¡Cuántasilusionesdepositadasenél! Quizá nunca imaginó que su hijo fuera capaz de semejantedeterminación.¿Sentiría culpa por haberlo sobreestimado y pensar que llevaría con

fierezalasituación?,¿quépasaríaporlacabezadeesehombreahoraqueescuchabaelrelatodesumadre?“¿Podremossalirdeésta?”sepreguntabaClarasintiendounayotravez

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unnudoenlagarganta.Sumadrecontinuó:–FinalmenteseprodujolallegadadelríoQuinto.Fueterrible...Teresaluchócontralapelículaquepasabaporsumentealrevivirtodo

aquelloycontinuó:–Controlábamoslainmensamasalíquidaquecadavezseacercabamás

y más. Las aguas avanzaban y llevaban todo lo que había. Eldesplazamiento no era sereno, al contrario, asustaba el ruido que hacíamientrasganabaterreno.Clara observaba cómo esas imágenes de terror se reproducían en los

ojosdesumadre,rebasadosporlaslágrimasalrecordartodoaquello.–Encincodíascubriótodoelcampoysellevótodo:lasojalistaparala

cosecha, las pasturas, las alfalfas, en fin, la destrucción fue total...Recordarlomeparteelcorazón–dijoTeresaytomófuertelamanodesuesposo,buscandoconsuelo.–Mamá, no tenés que seguir si no querés, ya demasiado daño ha

causadotodoesto–dijoClara,sinsoltarlamanodesumadre.–No, hija, debes saber todo –y retomó el relato–: puedo escuchar

todavía la llegada del ríoQuinto. Era un ruido que asustaba. Las aguasavanzaban con fuerza.Nos dejó todo el campo como un río que corríaembravecido y caudaloso. Los terneros nadaban, debíamos caminarsiempre con botas por miedo a las ramas, las espinas, los alambres.Queríamossalvar lasherramientasy llegarhastaelgalpónpero ¡cuántosacrificio!, porque el agua me sacudía y me desplazaba hasta losalambrados.Elesfuerzoporsalvarloinsalvableeracotidiano.Losviejoshabitantesnopodíancreerloqueveían.Tantopenarporlas

lluviasque siempreeranescasas, ahora llorar alver loscampos fértilesconvertidosenlagunas...TuvimosquellevarlasvacasapastoreoalcampodePedroVelázquez, quenos alojó conmás cariñoquepasto.Las callesvecinales eran brazos del río que desbordaban agua sobre todas lasparcelas vecinas. Nuestro campo pasó de ser tierra fértil a una lagunahabitadapornutrias,gaviotas,cisnes,patosquesecomíanlosgranosdesoja. Las pérdidas fueron terribles. Tratar de recuperarnos no fue fácil.¡Solamente el Señor sabe las penurias pasadas, querida mía! –y laslágrimas le ganaron–, ¡hasta los árboles que habíamos puesto con tantoesfuerzosesecabanporlagrancantidaddeagua!Ahora, recién después de varios meses podemos volver, o al menos

intentarlo con los pocos animales que quedan; sin alambrados, porque

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hastaesonosdestruyóelagua.Sehaconsultadoaexpertoseingenierosysegúnellos,esunproblema

queseráirrepetible.DesdeentonceselcaucedelríoQuintoesnormal,a150 kilómetros de nuestro campo. En medio de todo este dolor... –dijobajando la cabeza y apretando sus manos contra el pecho que sentíadespedazado– Sebastián...No sé qué pasó con tu hermano; con tu padresentimostantaculpa.¿Quéesloquenosupimosver,hija?Claraleshabló,alosdos,enmediodeundolorqueparaella,también

eradesgarrador:–Hansidoexcelentespadres.Noshanenseñadotodo,mamá.Sisabemos

loqueesunafamilia,esgraciasaustedes,alaabuelaMaríaquevinodeItalia con nada, sólo con la necesidad de sobrevivir, y salió adelante apesardetodo...dejandotodo,conelcorazónensusmanosdetantodolor,de tantodesprendimiento,de tantas cosasqueridasquequedaban lejosy,sinembargo,salióadelante,mamá.QuizáSebastiánnosoportóver tantapérdida.Élhaestadomásqueyoeneltrabajodiariodelcampo,talveznopudo soportar verlos sufrir, que día a día perdieran algo más. Tal vezdebamos perdonarnos todos; yo también sentí mucha furia cuando meenteré,tarde,delasituación.Hubieradejadotodoenseguidaparaestarconustedes... pero también ahora los comprendo y sé que no fue por notenermeencuenta,sinoporqueestabanevitandoqueseinterrumpieramisueño.Lohicieronporqueustedes dos –dijo rodeando con sus brazos asus padres– tienen un corazón grande, tan grande que los ayudará asobrellevar este dolor que nos hace trizas a todos.Yo también perdí unhermano –sintió que el llanto la ahogaba–, yo también perdí y sinposibilidaddesoluciónalguna,peroseguimossiendounafamilia.Somoslos Ferrer. Saldremos de alguna manera, con Sebastián que estaráacompañándonosdesdeelcielo.Sólohayquepedirfuerzasytiempoparaquepodamoscomprenderloquenoshasucedido,esoesloquejustamenteahoranopodemoshacer–dijo recordando tambiénenalgún lugardesumenteaLuciano,queestabaadíasdecasarse...¡yselohabíaocultadotodoeltiempo!

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Capítulo19–Gianna! –gritó Ezequiel mientras salía apresurado del escritorio de

Luciano para ir hacia la cocina– ¿has recibido alguna llamada deLuciano?,yatendríaquehabersecomunicado.Si bien Ezequiel sabía que el muchacho había salido como loco al

enterarsedequeClarasehabíavueltoalaArgentina,noeranormalqueno se comunicara cuando salía a navegar. Ezequiel sabía que Lucianodebería haber tomado una decisión. Le reprochaba esa actitud. No eracomún en él actuar de esa forma. Se había equivocado al no frenar lascosasatiempo,alocultaraClaralaexistenciadeÁngelayalnodecirlaverdad a esta última. “Pobre mujer” –pensaba– “sigue organizando suboda”.LoqueEzequielnosabíaeraqueClarayasehabíaenteradoydelapeor

forma, de que Luciano se casaba en pocos días, y que ella no pensabavolverjamásaItalia.–Señor, quizámi Luciano se fue a la casa de Positano. ¡A él le gusta

tantoeselugar!–dijoGianna,queconocíaaldedilloalúnicoD’Incarzioliquequedabavivo.–No, Gianna, no es eso. Hay algo que no me gusta –dijo Ezequiel,

ocultando a la mujer la verdad de lo que había ocurrido, para nopreocuparla aúnmás.Ya no era lamismade antes: ágil, joven, llena deenergía...losañoshabíantomadocuerpoenesamujerquehabíadedicadosuvidaa cuidar a losmiembrosde la familia, especialmenteaLuciano,quehabíaperdidoasumadre,luegoasupadre,asuabuelodequienhabíasido, además, amigo entrañable. Luciano era todo para ella. No, no lapreocuparíaaúnmás.Ya era tarde. Llamó primero a los astilleros. Allí le informaron que

Lucianohabíapartidoefectivamentealahoraprevista,peroquenohabíahabladoconnadie.Traspasóapuradolazonadeingresoysóloselimitóasaludaralostrabajadoresqueenesemomentoestabanallí.–¿¡Perohizosuroldenavegación?!–preguntóexaltadoEzequiel.–Nosignore.Niente–respondierondelotrolado.Llamóentoncesalasoficinasdelaguardiacosteraylarespuestafuela

misma:–NingúnD’Incarzioli,niningunaembarcaciónIlDesideriohizosurol

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denavegaciónsignore–respondieronterminantes.Efectivamente, en el horario aproximado indicadoporEzequiel no se

había recibido ninguna comunicación que detallaramatrícula del barco,cantidadde tripulantes,destino,horarioprevistode regreso...por loqueEzequiel comprendió inmediatamente que la situación no era halagüeña.SabíaqueLucianoeraimpulsivoaveces,quenadalodeteníacuandoalgose le metía en su cabeza. Había llevado la industria familiar a logrargananciasexorbitantes,peronoerairresponsable.Eraelúnicodueñodetodo,sabíamuybienquecadamovimientoenfalsoquedieseproduciríaconsecuencias desastrosas hacia abajo. De él dependían centenares defamilias.No,algonoestababien.Elsonidodelteléfonolosacódecuajodesusconjeturas.–Pronto!Chié?–preguntóEzequiel, exaltadopensando enquepodría

serLuciano.Luegoalcomprobarquenoloera,mirósurelojporqueleparecíatardeparaunllamado.Era el inspector Donni. Ezequiel no quiso comentar nada acerca de

Luciano,todavía.Prefiriósercautohastareportarsudesaparición.–Buonasera! Ezequiel. Sono Donni. Quisiera hablar con el signor

D’Incarzioli–Noseencuentra,Inspector,peropuededejarmeelmensaje.Donni sabía del lazo casi familiar que había entre el hombre y el

magnateperoigualmenteprefiriópasarsólopartedelainformación.–Mire,Ezequiel,estamossiguiendounalíneadeinvestigaciónsobreel

roboquesufrieronustedesenlacasadeSorrento.–Ha pasado tiempo, Inspector. Ya casi lo estamos olvidando –dijo

Ezequiel,unpocoenbromayunpocoenserio,marcandoapropósitosuactitudirónica.–No es fácil, Ezequiel. Comprenda que ha sido un plan de robo casi

perfecto. Por eso necesito intercambiar unas palabras con el signorD’Incarzioli.Porfavor,alsuoritornoledicequemellame,vabene?–Sí,Donni,por supuesto.Diosquiera seesclarezcapronto.Esocausó

muchodañoaLuciano.–Justamente... –hizounapausa– esa fue la intención,Ezequiel –dijo el

Inspector.–Buona notte! Donni –saludó Ezequiel, resignándose a que no iba a

obtenermásinformación.

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–Adomani.Pasaron algunos minutos. Ezequiel llamó nuevamente a la guardia y

reportóladesaparicióndeIlDesiderio.

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Capítulo20Luciano, agotado, se había adormecido en el compartimento de

tripulaciónmientraspensabaenelgravísimoerrorquehabíacometidoalno haber informado su rol de navegación y en cómo iba a hacer paradesistirdesubodaconÁngela.Habíasalidocomolocodelacasaluegodehablar conEzequiel, confundidoy cansado; angustiadopornopoderacompañaraClaraenelmomentotancruelporelqueestabapasando.Sesentía culpable por su actitud arrogante y cobarde.Aún sin que hubieramuertosuhermano,lahubieraperdidodetodosmodos.Nohabíatenidoelvalordedecirle laverdad.Habíapreferidoel silencio...mientrasella,seguramente,habíapasadocadaminutodecadadíaesperandounllamadosuyo.¿Porquénohabíatenidoelcorajeparadecirlequelaamaba?Ensuestadodesomnolencialasimágenesylospensamientossesucedíanunostrasotros.Sedespertódegolpealsentirunmovimientonohabitualenelbarco.Conelcorazónagitadonotóqueyaeranochecerrada,quehabíademorado más de lo normal en arribar a Positano. Se incorporósobresaltado y miró la brújula como primera medida. Con espantocomprobóqueestabamuerta.Comenzóaobservarasualrededoratravésdelosvidrios,mientrassubíaalflyadondeestabaeltimónexterno;desdeallítendríaunavisiónmáscompleta.Sediocuentadequenoreconocíaellugarydelasturbulenciasdelasaguasqueyaestabancasiembravecidas.Elvientohabíadejadodeserunabrisaparatransformarseenunaamenazaconcreta de alguna complicacióny las olas cobraban cada vez mayoraltura. Bajó nuevamente de un salto a la sala de tripulación. Comprobóotra vez el estado de la brújula pero ésta seguía igual. De repente, laembarcaciónquedótotalmenteaoscuras.Tomóunalinternaquesiempreestaba al alcance. No era la primera vez que atravesaba situacionesdifíciles en el mar pero algo así jamás le había ocurrido. A pesar delmiedoydeladesesperaciónalrecordarinvoluntariamenteasupadre,quehabía desaparecido en una situación similar, se propuso mantener lacalma; a pesar de todo... A oscuras, tanteando, encontró el chalecosalvavidasybalanceándoseselocolocó.Recordabaasuabueloquedesdepequeñolollevabaenesebarcotanqueridoysiempreledecíaquesinoseponíaelchalecoantesdezarpar,noabordaría.“Abuelo,acompáñameenésta”,suplicó.

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Como el sistema de comunicaciones estaba muerto, verificó el deemergencia que ante este tipo de situaciones debía activarseautomáticamente;sinembargo,nolohabíahecho.Eralaprimeravezqueocurrían estos desperfectos. Las olas cada vez eran más altas y ya nopodríacontrolarlasituación.Estabasinmotoryaoscuras.Intentó,comopudo,operarelsistemahidráulico,únicaesperanzaquelequedaba,perofueenvano,tampocofuncionaba.“¿Dóndeestoy?Dioaiutami!”,pensóenEzequiel,laúnicafamiliaque

le quedaba y pensó en Clara... su verdadero amor. “Chiara... Chiara...amore mio, scusami. Scusami!”, gritaba mientras daba vueltas en elcompartimentointentandomilmaniobrasytratandodepensarcómoharíapara salvar su vida. Ya no había caso con el instrumental, ni con lostimones.Un fuerte golpe a estribor lo lanzó hacia al otro lado, golpeando

fuertemente con su cabeza.Sintióque el agua lo empapó.UnaolahabíaganadoelinteriordeIlDesiderio.“Chiara...amoremio”...fueloúltimoquepudoexpresar.–Nadierespondeaningunaseñalderadio,signore.Yasaliólaprimera

patrulla.Lomantendremosinformado–dijerondesdelapolicíaportuaria.–¿Pero hay tormenta en alguna parte, llegando a Positano? –preguntó

Ezequiel, aunque sabía que lo que estaba preguntando no tenía sentido.Aquellanoerazonadetormentas.“¿Dóndeestás,Luciano,quéhiciste?”.–No,signore.Noseregistrantormentasporlazona.–Manténganme informado. Algo ocurrió. Luciano jamás deja de

comunicarsecuandoestámaradentro.

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Capítulo21Claracaminabaconsumadreporelcampo;ambasmirabanelpaisaje

desoladoyvacíoquehabíadejadolainundación.Lasdeudascadavezeranmás grandes. Se había perdido gran cantidad de animales, pasturas y...hastaunhijo.Teresamiraba al horizonte aúnconmocionadapor loqueveía, quizá,

con la ilusión de que todo aquello no fuera más que un sueño del quedespertaríadeunmomentoaotro...–Sólo me reconforta no habernos entregado y saber que existen los

buenosamigos–dijopensandoenelgestodelosVelázquez–.Igualmentelasdeudassongrandes,Clara.Tupadreseniegaaaceptarquedeberemostomar una decisión: vender la tierra o al menos gran parte de ella, oponerle el hombro, lo cual será duro, será como resurgir del barro.Además,yanadaseráigualsinSebastián,nada.–Lo sémamá–aceptóClara con resignación.Ya nada será igual para

ningunodenosotros.–Vuelve a Italia –dijo Teresa, expeditivamente–. Debes regresar hija.

Notóque losojosdeClarase llenaronde lágrimasdeunaformaque lellamólaatención.–¿Quésucedecontigo?,siesportuviaje,aúnhayfondos.Por nada del mundo abandonarás lo que tanto te ha costado. No lo

permitiremoscontupadre.Yafaltapocoparaqueterminesallá,¿verdad?–Noesesomamá–dijoconunaseguridadquesorprendióaTeresa.Se

llevóambasmanosasurostroparatratar,dealgúnmodo,deocultartantaamargura,tantatristezaydesilusión.–ConocíaalguienenItalia...–Ahoravoyentendiendo–dijoTeresa,pasandosubrazoporeldeClara.–Meenamoré.–Esoesmuybueno,¿pero?...–preguntóTeresaalverquelaslágrimas

nocesaban.–Pero se está por casar en pocos días,muy pocos.Yme enteré de la

peorforma.Teresaquedósinpalabrasuninstante.–Hubieras pensado desde el principio que eso sería para problemas,

¿no?

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–¡Nunca supe siquiera que tenía novia! –dijoClara levantando la voz;indignada,defraudada,herida...–Ya,tranquila.¿Loamas?–Para toda mi vida... –respondió Clara con una certeza que dejo

boquiabiertaasumadre.Teresa se dio cuenta de que era un momento extremadamente difícil

paraClara.AdemásdetodoloqueestabaocurriendoenelcampoydelatragediadeSebastián,sesumabaunadesilusiónque,segúnlasapariencias,habíacausadoestragosenelcorazóndesuamadahija.Eralaprimeravezquelaescuchabadeciralgoasí.–No vuelvo más, mamá. Ya no. No tengo fuerzas para volver a ese

lugar. No lo soportaría. Fui feliz con él. Me enamoré sin pensarlo, nibuscarlo.Eselhombrequeamo.Yséqueélmeentregósucorazónperoen fin, debo aceptar que no fue suficiente, que no cumplo con algunos“requisitos” –dijo en tono burlón–, como tenermucho dinero, aparecersiempreenrevistasydiarios,unpadremillonario...–¡Clara, no digas pavadas! No es bueno hablar desde el enojo.

Seguramenteestáconfundido.Yarecapacitará...–¿Noentiendes,mamá?–preguntóconénfasis–.¡Secasaconotramujer

de la que nunca se separó mientras estuvo conmigo! –dijo ya casilevantandolavozynuevamentesintióunnudoensugarganta.–Quizáfísicamentenoseseparó,perosíconsucorazón...–¿¡Loestásjustificando!?¡Porfavor,mamá!–¡Cálmate!,ybajaeltono.Sigosiendotumadre.–Sí,discúlpame.Nomesientobien.–Es lógico.Anadie legustan losdesengaños...pero sidicesqueestás

seguradequeél teama...enesonohaymarchaatrás,hija.Nopodemossacaraalguiendelcorazónsóloporquelodispongamos.Quizáreflexione,lopiense...–Siento que yo también deberé resurgir del barro. No regresaré –

afirmómuysegura–.Ahoraestoyaquí, enmi tierra, en loquequedadeella,paraayudarlos,mamá.Saldremos juntosdeésta.LaabuelaMaríaySebastián nos acompañarán desde el cielo. En poco tiempo estaráspensandoquésembrarypreparándoteparalacosecha.Nosacordaremosdeestoyseráunacosamásquehemospasado.Sebastiánestarásiempreennuestroscorazones;esoesloúnicoquenocambiará.

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Teresa sabía que su hija decía eso para darse ánimos y paraacompañarlosaellosperoelpanoramaeconómicoerasombríoyaClarano le creía un ápice en cuanto a que olvidaría así, como si nada, a eseitaliano... pero prefirió respetar la decisión de su hija. Ya tendrían laoportunidaddeconversardenuevo,ensuslargascaminatas.“Estaremos juntos en quince días, Clara. Yo no te perderé. Eres tú el

amordemivida.¿Escuchastebien?,estoes loúnicoquedebesrecordarpara siempre”, eran las únicas palabras que venían a lamente deClara,unayotravez...

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Capítulo22–Cálmese,Ezequiel,DioayudaráamiLuciano–ledijoGianna,alver

que el hombre caminaba de un lado a otro del salón. Se sentó frente algranventanalqueadorabaLucianoyllevándoselasmanosalrostrodijo:–Gianna...noquisierapensarlopeor,peroyahanpasadoalgomásde

veinticuatrohorasdesdequezarpóyno tenemosnoticias.Algosucedió.Élesresponsable.Perdióasupadreenelmar.Noharíalocuras.Noséquépudohaberleocurrido.El sonido del timbre interrumpió la conversación. Gianna abrió la

puertayÁngelaexplotóenllanto,abrazándolamuyfuerte.–Poverina,figliolamia!(Pobrecita,hijitamía)–ledijoGiannatratando

de calmarla porque lloraba desconsolada–. Él volverá. Ya verás.ConfiemosenDio.Debevolver.Nosotros lo estamosesperando.Ven, teprepararéalgoparatomar.Pasa,Ángela.LlamaréaEzequiel,creoquefuealabiblioteca.Ezequiel no sabía cómo enfrentar la situación, Luciano amaba a otra

mujer, de eso no había duda, Ángela lo esperaba para casarse y ahoraestaba perdido en quién sabe qué parte del mar. Dudaba si hacer unllamadoaDonatellaparaqueellainformaradelasituaciónaClarapero,¿quésentidoteníaalertarsobreloqueestabaocurriendoalaargentina?,erahacerlasufriraúnmás.EsamujerlehabíadadotodoaLuciano.Hacíamuchotiempoquenoloveíatanfeliz.Laincertidumbreylaangustiaseagolpabanensucabeza.Enelastilleroprincipalestabanapuntodevotarvariasembarcaciones,

Luciano jamás se perdía esos momentos. Salió súbitamente de suspensamientosyfueaabrazaraÁngelaqueestabadesesperada:–Querida, tuveque llamarte,debessaber loqueestásucediendo.Todo

saldrábien.Noentiendoquépudohaberpasado,peroconfiemos.Loestánbuscando intensamente. Aparecerá, Ángela –le dijo, tratando detranquilizarla.–Ezequiel–dijolajovenmirandoalosojosdelhombre–,entiendesque

tengotodolistoparacasarme¿verdad?–preguntóconlavozdébil–,quetengo el vestido que siempre soñé para casarme con el hombre quesiempresoñé,¿puedesentender?–preguntódandoénfasisasuspalabras.–Sí, Ángela... io te comprendo pero quisiera antes entender a mi

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Luciano... “para poder decirle que la decisión que sienta tomar,seguramente será la correcta” –respondió Ezequiel, alejándose de ellahastallegaralventanalquelepermitíaimpregnarsedeesemarquetantoamabasumuchacho.–Ángela–ledijo–,creoquedeberíamosestarpensandoensuspenderla

boda.Nosabemosquétiempopuedellevartodoesteinfiernoqueestamosviviendo.Diomio!–sequebró–sialgolellegaraapasar,io...–¡Ezequiel!,nodigaeso.Élvolverá.Sabequeloamamos.Lucianoseha

criadosobrebarcos,nocometeríajamásunaimprudencia.–Justamente por eso estoy preocupado,Ángela. Él no es una persona

imprudenteymuchomenosimprovisada.Yahanpasadomuchashoras.Veadescansar ahora,mujer.Sonmomentosdifícilespara losquedebemosestarfuertes.–GraciasEzequiel...mealiviaunpoco saberque estáusted.Cualquier

novedadmellama,porfavor.Yonocreoquepuedadescansarmucho.Adomani.Mellamancualquiernoticia.Laquesea...peromiamorvolverá.Ezequiellaacompañóhastalapuerta.Con el trascurrir de las horas, la noche se percibía triste, larga y

desolada. Ezequiel caminaba de un lado a otro, inquieto y preocupado.Entrabaencadahabitaciónde lacasabuscandoquiénsabequécosa,quéconsuelo.¡Cómoamabaaeseragazzo!,eraelhijoquenohabíatenido,lohabía visto nacer, corretear por cada rincón, sufrir tantas pérdidas yrecomenzar... aunque jamás lo había visto tan angustiado y confundidocomolonotabaúltimamente.Perderasuabuelohabíasidomuydolorosopara él pero más allá de eso, algo extraño había en Luciano desde lamuerte del viejo y que no había querido compartir con él. Lo conocía,algoleocultaba.Sesobresaltócuandosonósuteléfono.EraDonni:–Ezequiel, necesito quevengaurgente.Luciano está vivo.Es lo único

que puedo adelantarle. Le pido que no diga nada a nadie fuera de lafamilia,estamostratandodemanejarestoconabsolutareserva,sobretodopor la prensa ¿me entendió? –se aseguró Donni antes de cortar lacomunicación.Ezequiel,agitadoporlanoticiaqueacababaderecibir,sólosetomóel

tiempodeavisaraGiannaydepedirlesilencio.Tomóunabrigoypartióraudamente hacia la policía. Al llegar se dio cuenta de que habíaamanecido, lo que le hizo tomar conciencia de la velocidad con que

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transcurrían las horas. En el hall de ingreso lo estaban esperando paraacompañarlohastalaoficinadeDonni.Elinspectorlorecibióyleofreciótomarasiento.Pidióalrestoquelosdejaransolos.Elhombreeramayor,teníaexperienciayprincipalmenteolfato–segúndecían–.–Dígame por favor cómo está Luciano, dónde está, dónde lo

encontraron...–CálmeseEzequiel.Élestábien;estáenVentonene.–¿¡Dónde!?–preguntóEzequiel, sorprendido–, ¿Ventotene?, pero ¿qué

haceallí?,nisiquieraséconexactituddóndeseencuentraeselugar...¿quésucedió?–Ezequiel–dijoDonni,levantándoseyyendohaciaunmapaqueteníaa

unladodesuescritorio–Ventoteneseencuentraaquí–leexplicómientrasseñalaba la pequeña isla en la costa occidental de Italia, entre Roma yNápoles–.Espequeña,notienemásdeochocientoshabitantes.–¡Pero no entiendo qué hacía Luciano allí! –interrumpió sorprendido

Ezequiel.–Permítame continuar, Ezequiel, necesito que me escuche –le pidió

Donni–. Ventotene es una zona afectada por frecuentes tormentas ypeligrosascorrientessubmarinas.EncontraronlaembarcacióndeLucianoencallada en una roca; por fortuna, no destrozada totalmente, lo que lepermitió precisamente, encallar y no dar vuelta de campana, de locontrario...–Pero¿quiénesloencontraron?,¿cuándo?–Ezequiel, por lo que sé, Luciano pasó la noche dentro de la

embarcación,enestadodeinconsciencia,yhaceapenasunashoras,luegode una tormenta, fue hallado por otra embarcación que inmediatamentedioavisoalaguardiacostera,aúnsinsaberquedentrohabíaunapersona.Enseguidasedirigieronallí.GraciasaDios–dijoDonniluegodedarunsuspiro–porqueporesazonanoteníamospatrullas.Estálejosdelarutadebúsquedaqueteníamostrazada.–Estoy tratando de entender –comentó Ezequiel, recuperando

lentamentelacalmaalsaber,almenos,queLucianoestabavivo–:Lucianozarpódelastilleroalahoraqueteníaprevistadesdehacequincedías–dijorecordando la fecha en la queLuciano pensaba regresar a Positano conClara–. Apenas llegó de Eslovenia, salió de la casa como un loco alenterarsedequeClarahabíaregresadoalaArgentina...

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–¿Clara?–preguntóDonni–.¿QuiénesClara?–Nosésiesimportantepero,–Todo es importante ante un hecho como este, Ezequiel – replicó el

inspector.Ezequieltratódeordenarloshechosensucabeza,comopudo.–Ezequiel, espere. Hay algo más que no me cierra –interrumpió el

inspector–:D’Incarziolinoesunnovatoenelmar,yalosabemos.Aúnnotengo muchos datos de lo sucedido pero por lo poco que sé laembarcaciónsólopudohaberllegadohastaallípordesorientación.–¿Adóndequierellegar,Donni?–preguntósinvueltasEzequiel.–Quiero esperar el informe, Ezequiel, quiero ver el estado de la

embarcacióncuandolahallaronyluegoleestarécomunicando.–Escúcheme,Donni –ordenó Ezequiel, tratando demantener la calma

que últimamente parecía haber desaparecido de la familiaD’Incarzioli–.Éstenoeselprimerhechoextrañoquesucede.CuandorobaronelplanodelSaro, lohicieronconunobjetivoconcreto:dañaraLuciano.Nohayotraexplicación,ustedyalosabe.Nosellevaronabsolutamentenadadelapropiedad y ¡hay para llevarse! Ahora me dice que Luciano, queprácticamentenaciósobreunbarco,aparecióenunaislacercadeRomaodenosédónde,porquepodríahaberestado“¿desorientado?”...Hablesinrodeos conmigo –le pidió Ezequiel–. Dígame, vamos: ¿qué estásucediendo,Donni?–Tranquilícese, Ezequiel. Lo entiendo. Estamos haciendo todo lo que

podemos.–¿QuéesloqueustedpiensaDonniyquéesloquemeestáocultando?

Mire–continuóEzequiel–soylaúnicafamiliaquelequedaaLuciano;nollevosusangreperoloquierocomosifueramihijo.Esemuchachoyanotieneanadie,¿meentiende?, sóloyopuedo luchardesdeeste lugarparaque él salga de esto y para que todo termine de una buena vez. Se lomerece,Donni. Viven muchas familias de su industria, más de las queustedseimagina.Ezequielbajólacabezayenseguidasereincorporó:–No recuerdo un día en que su abuelo no haya trabajado desde el

amanecerhastaocultarseelsol.Fueélquienmesalvódelosnaziscuandoyoerapequeño...¡ahoraquieroquesunietoseafelizdeunavezportodasyharétodoloposibleparaeso...

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¡aunquesealoúltimoqueyohaga!–Loresolveremos,Ezequiel–leaseguróDonnialintuirqueelhombre

estaba a punto de quebrarse–, sólo le pido un pocomás de tiempo. Loresolveremos.Alguien le alcanzó un teléfono. Era una comunicación de larga

distancia.Donninosehizoesperar.Alcortar,sehizohaciaatráscerrandolosojosymoviendosucabezadeunladoaotro,enungestodenegación:–Como lo temía, Ezequiel. Luciano está en el hospital, despertando

lentamente,peroya lehanpodidotomar lasprimerasdeclaraciones.Porloquehadicho,dentrodesuestado,todopareceindicarquehasido–hizounbrevesilencio–unsabotaje...–Madonna santa!, protegge questo ragazzo...– fue lo único que pudo

expresarEzequiel.

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Capítulo23LasemanacomenzódistintaenlacasaD’Incarzioli.Losespaciosdela

casadabanlasensacióndevacío.GiannainsistíaconprepararlapastacaseraqueLucianosiemprepedía

peroqueahoradejabacasiintactaenelplato.–Debescomer,hijomío,debesrecuperarte–insistíalamujer.–Estoy bien, Gianna. No tengo mucho apetito; quizá por las

medicaciones.–Dejadementir,¿quieres?–lepidióEzequiel.–¡SignorEzequiel!–exclamólamujer–¿porquéloatacaasí?Hapasado

porunmomentoterrible.¡Dioprotejaamiragazzo!Seguramentecuandotermineslamedicación,recuperaráselhambre.–El remedio que tu ragazzo necesita se llama Clara, Gianna– dijo

Ezequiel,directoalosoídosdetodos.–¡Tío!–reaccionóLuciano–¿quédices?–Laverdad–respondióEzequiel,sinvueltas.–Ellayanoestá,tío.Semarchó.–Debióirse.Losabes.–Sí,escierto–reconocióLuciano,altiempoquesentíaunnudoquele

presionabasugarganta–peronosecomunicó.–TútampocolohicistedesdeEslovenia.–Necesitabapensar.–¡Nomehagas reír!... ¡pensar!–repitióEzequiel, ironizando–¡¿quées

lo que debes pensar?! ¿Te olvidaste por qué te sucedió lo que acaba depasar?: saliste directo a hacer el recorrido que tenías planeado realizarconellahaciaPositano,¿oyaloolvidaste?–insistió.–Voy a la cocina a lavar los platos –dijo Gianna–.Me parece que se

debenunacharladehombresustedesdos.Lesprepararéunté.Luciano y Ezequiel quedaron solos. Se dirigieron hacia el ventanal.

Lucianomiraba elmar, como cada vez que intentaba buscar respuestas.Contenía palabras. Contenía emociones. Contenía deseos... EranrecurrenteslasimágenesdelosmomentosvividosconClara,enPositano.–Hijoquerido... –ledijoEzequiel,poniendo subrazo sobre la espalda

del muchacho que estaba absorto en sus pensamientos– te desconozco.

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Erestanexpeditivoparatodoyahoratesorprendofrágilyconfundido...–Tío,yaleísteelinformedeDonni;elsistemadecomunicacionesyel

deemergencianofuncionaron.Lomismosucedióconelhidráulico.–Sí, es extraño pero también puede suceder –dijo Ezequiel para

tranquilizar a Luciano. Le había ocultado desde el primer momento elcomentario de Donni sobre el sabotaje para no preocuparlo, al menoshasta que estuviera repuesto, sin embargo con el informe, ya no teníaescapatoria.–Puedesucedercuando...pretendenmatarte.Las palabras de Luciano dejaron helado a Ezequiel, que se negaba a

aceptar esa posibilidad aunque él ya sabía que alguien andaba detrás detodolosucedidoúltimamente.ElInspector lehabíadichoquehabíasidounsabotaje,peroconfirmarloresultabaescalofriante.EzequielnotabaqueLucianoibamuchomáslejosconsusilencio.–Tienestucorazóninquietoydolido¿verdad?–preguntó.–Yocreíqueteníatodoloquealguienpuedequerer–dijoLuciano,con

sumiradafijaenelmarysusojosempañados.–Lo tienes, mira a tu alrededor.Mira todo lo que tienes.Mira dónde

vives,todosloshogaresquedependendeti...–Creoquemellevélavidapordelante,tío.Nohicecasoaseñalesque

fuirecibiendodeldestino.Soytan“perfecto”–agregóirónicamente–queno tuve lahumildadparaaceptarque lascosaspuedennosucedercomounoquiere...MeasustédespuésdePositano;despuésdepasarlosdosdíasmásmaravillosos demi vida con Clara, porque entendí que es a ella aquien amo, pero ¿cómo resolvía las cosas con Ángela? Ella me haacompañado desde que tengo uso de razón, su padre, toda su familia.Teníamosplanes.Noquieroquesufrapormiculpa,Ezequiel.–Túmismoestáshablandoenpasado.–Tío,loúnicoqueséesquemecasoenunpardedías.Ángelanotiene

ideadelaexistenciadeClaraypretendoquetodosigaasí.Creoquehicebien en no comunicarme con... –dudó– mi argentina; ella hubieracontinuadoalentandoesteamorquenopuedeser.–¡Ni tú crees loque estásdiciendo!–lo increpóEzequiel–.Te tuve en

brazosalnacer,¡mirasiteconozco!–Lascosas sonasí, tío.Noquieroherirmásanadie.Ángela tampoco

merecequelaabandone...Estátodolistoparalaboda.

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–SinembargoellanoteimportócuandotefuisteconClara...–¡Símeimportó!–dijoconénfasis.–Sí,yenLaSapienzacasimeenloquecesparaquetecubrayparaque

organicetuhuidaconlaargentinaaPositano...¿loolvidaste?–preguntóapropósitoEzequiel.–¡No lo olvidé! Jamás olvidaré ese fin de semana... –dijo Luciano

cerrandosupuñoyllevándolohaciasuboca–perosillamabaaClara,lehubieradestrozadoelcorazón,¿quéleibaadecir?–Laverdad–respondióasecasEzequiel.Lucianolecontestóconunasonrisatímidaquelosorprendió:–Parece que fuera lamaldición de losD’Incarzioli, ¿eh?: casarse con

quiennoseama...–¿Quédices?,¿aquéterefieres,Luciano?;explícate¿quieres?–ordenó

Ezequiel.Lucianotomoaireprofundamenteyexpresó:–Las cosas son así. Debo volver a trabajar. Entregamos encargos en

estosdías.Quierodejartodoorganizado.–Organiza primero tu corazón porque es un desastre –respondió

Ezequiel.–Sí,escierto,tío.Esundesastreymicabeza,niteimaginas.Nopuedo

serfelizynodejoalrestoquelosea...–¿Quién es el resto?, entiendoque solamenteClara.Es a la únicaque

destruirásconestecasamiento.Ah,no,disculpa...tedestruirásatitambiénperoeso...yanoimporta.CuandoLucianosedisponíaacontestar la ironíadeEzequiel,sonósu

teléfonocelular, loque leextrañópor lahora.AlverqueeraDonni,nodemoró en atender. Escuchó con atención las palabras del Inspector.CuandocortómiróaEzequiel:–Tienenalosqueentraronaquí,aunqueestácomplicadosacarlesalgo.

MeesperaDonniahora.¿Vienes?–No–respondióEzequiel–,prefieronoverleslacara.Lesmeteríauna

trompadaporeldañoquetecausaron.–¡Tío!–exclamó.–Esmiprimerinstinto,Luciano,perosí,teacompañaré.Notedejaréir

solo. Dejemos trabajar a Donni. Si Dio nos ayuda, él descubriráseguramentequiénfueelautordelsabotajealDesiderio.

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–Eso espero, pudehabermuerto enVentotene –reflexionóLuciano envozalta.Aquella noche intentó por todos los medios recuperar su pasión por

Ángela,siguiendoladecisiónquehabíatomado.–Quédateestanoche,Ángela.Quédateconmigo.–Seremos felices, mi amor. Has pasado por malos momentos pero

seránsolounrecuerdo–leaseguróÁngela.EllatomólasmanosdeLucianoyloatrajoparasí.Élbuscósuslabios

desesperadamente pero sólo deseó, todavía más, los labios de Clara.Buscósupiel,peronohizomásquerecordarlatibiezadelapieldeClara.La miraba a los ojos, sin embargo no hacía más que buscar los ojosinquietos de la argentina. Finalmente buscó su cuerpo, siguiendo losmovimientosylaagitacióndeÁngelaqueseempeñabaenexcitarloperoquesólosirvióparaconvencersemásaúndequeeraClaraquienlohacíasentir y estremecerse. Era sólo ella la que le hacía sentir un deseodesenfrenado.“Te extraño, argentina, te extraño tanto. ¿Qué estarás haciendo ahora,

amoremio?”.Pasólanoche,yparaLucianohabíapasadolaangustia.

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Capítulo24Los días eran iguales paraClara. Ella y sus padres iban y venían del

bancodelpueblo,tratandodesalvarsustierras.Yanopodríanresponder,nohabíamaneradesaldarsemejantedeuda.Losinteresesdeloscréditosque habían obtenido para la siembra se habían escapado a las nubes.Tampocosepodíavenderanimalesporunasimplerazón:yanoquedaban;a los pocos que habían salvado gracias a los Velázquez, los habíanvendido para poder pagar, al menos, los sueldos de los empleados yalgunaqueotradeudamáspequeña.Claracaminabaesatarde,comosolíahacerlocadadíaconsumadre,en

medio del terruño haciendo lo posible para aceptar la impotencia quesentíaanteloinminente.–Venderemos,hija.Yanopodemoscontinuar.Lohemosintentadotodo

perononosquedasalida.Tupadrehaluchadohastaellímite.Loadmiro,Clara.Quedódestrozadoconlamuertedetuhermano–sehizounsilencioquehablópormilpalabras–.Nosquedas tú,queeresnuestra razónparaseguiradelante.VuelveaItalia,hijaquerida.Siguecontuvida,porfavor.Notequedesconasuntospendientes...Las palabras de sumadre siempre resultaban precisas y directas para

Clara. Aún sin explicarle detalles, ella parecía comprender siempre susproblemas,sutristeza,susemociones...–Esta vez no me dieron la oportunidad de sentir que tengo algo

pendiente,mamá.Ya no tengo ni la esperanza. ¿Cómo se vuelve de unadesilusión?,¿cómo?–preguntó,casisinfuerzaensuvoz–,enpocosdíassecasa,mamá–miróhaciaelotroladoparaqueTeresanolavierallorar.–Quizátehagabienllorar–dijoTeresa.–Contigo no puedo ¿verdad? –respondió Clara tratando de

recomponerse–. Menos mal que los tengo, mamá; a ti y a papá. Nosoportaríaestemomentotandifícilsinustedes,aunqueahorasóloimportaesta tierra y es en eso que debemos poner todas nuestras fuerzas.Saldremosdeestasituación–aseguró,fingiendoatodacostasuprofundatristezaalimaginaralamordesuvidaesperandoenelaltaraotramujer.NohabíaqueridocomunicarseconDona,ellaentenderíasusilencio...ysudolor.Nohubierasoportadoquelehicieraalgúncomentarioacercadelabodaque,seguramente,eraelcentrodeatenciónenItaliaporesosdías.

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Teresasedesvióhaciaunodeloscorrales,alescucharqueelcapatazlallamaba. Clara continuó su camino, trayendo a su mente la primeraimagen de Luciano, sentado en la Fontana, aquella tarde. Él estaballorando.Ella lohabíanotado.Nuncaseatrevióapreguntarlequéera loque tanto daño de había causado; sin embargo ahora, ¿qué importanciatenía?Tendríaquecomenzardenuevo.Sacarlodecuajodesucorazón.Ladistancialaayudaría.Despuésdetodo,susmundoserandiferentes.“Quéestúpida he sido” –pensaba mientras entraba en la casa– “¿cómo pudepensarquenuestrosmundospodíanjuntarse?”.SedirigióasuhabitaciónydesuagendasacólafotografíaquelehabíatomadoaLucianojuntoalDesiderio, enPositano.Mirabaese rostro,queríaodiarlo,queríadecirlequesehabíaacabado,peronopudo:Lucianoeraelamordesuvida.Nohabía dudas. Sus ojos, siempre contemplándola con tanta dulzura, susmanos...esasmanosquealrecordarlasleerizabanlapiel.Suvoz,graveyserena...–¡¿Por qué me mentiste, hijo de perra?! ¡Cobarde! –dijo mientras

mirabalafotoqueteníaensusmanos–,cómoquisieraodiarte...,nosésilo lograré algún día –y rompió a llorar sin consuelo, aturdida por elrecuerdodelaspalabrasdelitalianoquelainvadíansinpiedad:“Yonoteperderé.Erestúelamordemivida.¿Escuchastebien?,estoes

loúnicoquedebesrecordarparasiempre”.Se secó las lágrimas, y se prometió no nombrar jamás a Luciano,

convenciéndose a sí misma de que el océano que separaba a ambosfísicamente, también separaba sus corazones y se dispuso a enfrentar labatalla quevenía: la venta de las tierras.Trató de conciliar el sueño esanoche,perofueenvano.Delotroladodelocéano,todaNápolessepreparabaparalagranboda.LucianoseaprestabaavestirseconunexclusivoVersacenegroquela

casa le había diseñado para la ocasión. Esa mañana había ido a losastilleros, como cada amanecer. Al verlo, los trabajadores se habíansorprendido,pensandoenque,eneldíadesuboda,noiría;sinembargo,se había presentado temprano, como siempre y sin hacer comentarioalguno.Ahoraseencontrabasoloensuhabitación;nohabíaqueridohablarcon

nadie; mucho menos con Ezequiel, con quien habían hechoinvoluntariamenteunpactodesilencio.Gianna sufría por su ragazzo. Cada mañana luego de despedirlo, le

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decía a Ezequiel que no lo notaba bien pero Ezequiel se limitaba aresponder:–Esloqueeligió,Gianna.Mientras se abrochaba la camisa, cubriendo su torso desnudo,miraba

desde el ventanal el mar azul que comenzaba a doblegarse ante lainminente llegada de la luna. Por más que intentara evitarlo, no podíadejar de pensar en Clara; sentía que cada ola traía un recuerdo que leperforaba lasentrañas.Volvíaconsumemoriaa lasnochesenPositano,noches infinitas; mezcla de deseos inconmensurables, de pasióndesbordada, de entrega absoluta... Volvía a la sonrisa de Clara, a susgestos, a sus expresiones, a su emoción cuando le había contado quepisabaporprimeravezlatierradesuabuela...yacadamomentoenqueseinterrumpíanlaspalabrasparadarpasoalosbesos.

“Chiara,Chiara,amoremio,tetengoenredadaenmisvenas...”

Ensimismadoensuspensamientos,llegóalospuñosysediocuentadeque le faltaban los gemelos. Fue hacia sumesa de luz, abrió el cajón ycuandocomenzóabuscarlacajitadeterciopeloazulquelehabíaregaladosuabuelo,notóquedebajodeéstahabíaunsobreblancoqueteníadentrounahoja dobladapor lamitad.Enseguida se percató de que era la cartaque le había dado el viejo unos días después de ser liberado, con lapromesa de que sólo la leería el día que él ya no estuviese.Había sidocomounapremoniciónporquepocosdíasdespuéslohabíanencontradoaorillas del mar, sin vida. Le temblaron las manos al tomarla. RecordóaquellatardeenlaFontana,cuandosentadoaunodesusladoscomenzóaleerla hasta que escuchó los gritos de Clara en el momento en que lehabían robado su cartera. En ese instante había doblado la hoja aún sinterminarparasalircorriendo,porinstinto,aperseguiralladronzuelo.Las palabras de su abuelo le habían causado tanta tristeza, que nunca

más había querido volver leerla. La guardó en ese cajón y allí habíaquedado... hasta ese momento. Desde entonces, su vida había cambiado.Clarasehabíacruzadodelaformamenosesperadaesatardeyahoraélseencontrabaconesacartajustoantesdecasarse.Intentóhacercasoomiso.La tomó. La dejó. La tomó nuevamente y comenzó a releerla, ésta vez,hastaelfinal.

Caronipotinomio(queridonietomío):

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Noteimaginascuántasvecescomencéestacarta.Nosécómohacerlo.Sin embargo siento que hoy es el momento. Creo que lo mejor es serhonesto, aunque sea tarde, pero quisiera irme de esta vida sin deudaspendientes;contandolaverdad.Quizásealaformadeliberarme,laúnicaque encuentro, al final demis días... Esa verdad que he guardado enmicorazón durantemuchos años... ¡muchos!, pero que vive enmí tan viva,desgarradora y cruel, desde aquella tarde de Setiembre de 1925. Unsecretoquegritadentrodemí,haciéndomesentiruncobardeyquemehahechotaninfeliz.Noculpesamissecuestradorespormidesmejoramientofísico.No,no

lohagas.Enrealidadloúnicoquepretendieronfue,comosiempre,obtenerdinero.Aunviejocomoyo...nopuedenhacerlenada,Luciano.Estavez,soyyoquiennotienemásganasdeseguir.Heluchadomuchoenmividayestedolorque,coneltiempo,envezdemorirnaceconmásfuerzatodosycadaunodemisdías,meatormenta,caromio.Metortura.Sientoqueprontoiréconella.Sientoqueprontolepodrétomarlamano,

volver almuelle deNápoles y pasear como cuando éramos adolescentesenamorados...No quiero hacerte daño diciéndote que no quise a tu abuelaCatalina,

porquelarespetésiempreylediunavidamásquedigna.Tuvotodoloquequiso. Fue una fiel compañera y me dio un hijo al que amé y sigo aúnamandoaunquenoestéconnosotros.LapérdidadeSarofueundolorquenomecicatrizarámientrasviva...peromiamor,Luciano,miprimeryúnicoamorfueMaría,MaríaPasquali.María...María...

Luciano recordó que hasta allí había leído aquella vez. Desde esemomento, trató de aceptar la verdadde su abuelo, comopudo.Lehabíaquedado claro que no había sido su abuela Catalina el amor de su vidapero hasta ahí había llegado... sintiendo enojo de a ratos, aceptación enotros... ¿él estaba repitiendo la historia al casarse conÁngela?, ¿era uncobardeolohacíapornohacerlasufrir?...Sentadoenelbordelacama,suspiróycontinuóleyendo:

Te estarás preguntando qué le sucede a este viejo loco; pensarás quedivago a causa de mis años; sin embargo, nunca he hablado con tantahonestidad.AméaMaríaconlocura,contodamialmaycontodomiser.CuandoaquelatardecerdeSeptiembrezarpó IlTramonto llevándolaa

América, sentí que el corazón se me despedazaba, Luciano. ¿Puedes

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entenderestasensación?,unasensaciónquenomehaabandonadoentodamilargavida...Mepreguntosiesuncastigovivirtantosañosparaquepuedarecordar

la promesa que no cumplí. Le juré volver. Le juré hacer algo paraalcanzarla,Luciano.Laveíaalejarseenelbarco,yyomemoríaalverlapartir;peronotuveelvalor;¿ysiarruinabasufelicidad?,¿ysirehacíasuvida conalguienquepudieradarle un futuromejor?, ¿qué le aguardabaconmigoenaquelentonces?:sólomiseria,hambreysufrimiento...sóloeso.Tuve que respetar la decisión de sus padres de enviarla a la Argentina,¿quéotracosapodíahacer?Quedétandesolado,quevolvíatodoslosatardeceresalamismahorade

lapartidaaunqueseapararevivirsuimagenenmisretinas.Pasaron los años y supe que había contraídomatrimonio con alguien

muyricodeesos lares,un talJoséFerrer, enunpequeñopueblo,EmilioBunge; también que había tenido una hija, Teresa, hasta que perdí elcontactoconquienesmetraíanlainformación,aescondidasdeella.Notuveelvalordeirabuscarla,hijoquerido...

Luciano sintió que las piernas no le respondían y que sus manostemblaban,incontrolables.ElapellidodeClaraeraFerreryelnombredesuabuelaeraMaría.SupueblonataleraéseyTeresaeraelnombredesumadre,ellalahabíanombradoenalgúnmomento.Comopudoretomólalectura:

Coneltiempo,comencédeapococonelnegociodelaconstruccióndebarcos, aprendiendo el oficio en el astillero de Giacomo Battenti, elbisabuelo de Ángela.Dios quiso que cada vez fuera progresando más ymáshastaquelogrémipropionegocioylasgananciasgiraronamifavor.Movido por una fuerza inconsciente, dediqué todami vida a construir

barcos. “Il Desiderio” es justamente la prueba de ello: “el deseo” dequerer llegar a María para decirle que la amaba con locura y que sevolvieraconmigo...peroaparecerensuvida,cuandoyahabíaformadounafamilia,meparecióindignodeuncaballero...Maríafueelamordemivida,Luciano,yloseráporsiempre.Un amor prohibido es un tormento eterno; espero no lo sufras jamás,

queridomío.Teabrazoconmicorazónycontodamialma.

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Tuabuelo,Lorenzo.

Lucianosintióquesucorazónsedesbocaba.ClaraeralanietadeMaría...SuabuelohabíaestadoenamoradotodasuvidadelaabueladeClara...Élnopodíaperderla.¡Nopodíadarlevueltalacaraaldestino!–¡Nomecaso!–dijoenvozalta.Sereincorporóysaliócorriendodela

habitación.–¡Ezequiel!, ¡Gianna! –gritó mientras bajaba la gran escalera con la

camisaamedioprender.–¡Ezequiel!–¿Quétesucede,Luciano?,¿estásloco?–¡Tío!,venporfavor.Sube.Debohablarconustedes.¡Gianna!–volvióallamaralamujerquesalíadespavoridadelacocina.–¿Porquétantoalboroto?–sequejóGianna,quealverlosediocuenta

enseguidadequehabíaestadollorando.Luciano los reunió a ambos en su habitación. Tenía la carta en sus

manos.–Nomecasaré–lesdijoterminante.Antes de que Ezequiel y Gianna pudieran reaccionar, comenzó a

contarleslodelacartadelviejo,aúnconmovidoporloquehabíaleído.–Ahora voy entendiendo... –dijo Ezequiel–, por eso me preguntaste

aquella vez sobre qué me hacía pensar que tu abuelo había sido felizrealmente.Túyahabíasleídopartedelacarta...¡esoeraloquemeocultabas!Sinsalirdelasombroeincréduloantesemejantejugadadeldestino,se

sentóenelampliosillónqueLucianoteníafrentealventanalycontinuó:–¿SignificaentoncesqueClaraesnietadeMaría?–Sí,Ezequiel.–¿Quetuabueloysuabuelafueronnovios?–Sí–continuóLuciano.–¿Recuerdascómoencontraronatuabuelo?,sentadoenlaorilla,como

lohacíasiempreensuspaseos,mirandohaciaeloeste...creoquepuedoadivinar loque estaría pensando–dijoEzequiel ya casi con lágrimas ensusojos,antelarevelaciónqueleshabíahechoLuciano–.Debesbuscaralaargentina–leordenó.–Sí,Ezequiel, lo haré.La amo.Nopuedo casarme conotramujer.Es

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inútilseguirconÁngela,jamásfueigualdespuésdeClara.¡Jamás!¿Quémepasóqueseguíadelanteconsemejantecosa?–sereprochaba–.Hablaréconella.Quisieraevitaravergonzarlaaúnmástodavía.Diomio!,yadebeestar llegando a la capella! ¡Debo frenar todo ahora! ¡No puedo seguirconesto!–confesósobresaltado.Habíanperdidolanocióndeltiempo.–Por favor, Ezequiel, haz los trámites pertinentes y consígueme un

pasajeenelprimervueloparaBuenosAiresytú,Gianna,prepáramealgoderopa.–Noteapresures,Luciano,actúaconcalma–leaconsejóEzequiel–.No

seráfácilconÁngela.–Losé...peroenfrentaréloqueseapararecuperaraChiara.Los tres se fundieron en un abrazo. Ezequiel presentía que no sería

fácil, conocía a Ángela pero veía feliz a sumuchacho. Y el viejo... eseviejo tan querido que se había guardado ese amor durante toda su vida.¿Cuánto habría sufrido?, ¡con cuánta dignidad había sobrellevado esaausencia!Elruidodeunportazoqueproveníadelaplantabajalosasustó.–¿Dejastealgoabierto,Gianna?–preguntóEzequiel.–¡Jamás!Además, laguardiadelaccesonoshubieraavisadoantealgo

extraño–conjeturóGianna.–Iréaver–dijolamujer.–Déjame, iré yo –le ordenó Luciano, pero cuando se dirigía hacia la

puerta,Ángelaseapareció.Quedaronparalizados.Eralaimagenperfectadelalocura.Vestidadeblanco,sutil,longilínea,firmeydecidida.SosteníaensumanounarmaqueapuntabadirectoaLuciano.–¿Adóndecreesquevas?–preguntóserena,esbozandounasonrisa–¿A

buscaratuargentina?–Ángela, ¡¿quéhaces?!–fue loprimeroquepudopronunciarLuciano,

anteelespanto–bajaelarma,porfavor–lesuplicó.Podíasentirelsollozode Gianna detrás de él. Daba pánico el cuadro de esa mujer vestida denoviaconunarmaenlamano.–Respóndeme –insistió Ángela–. ¿Vas a buscarla como un perrito

faldero?¿Eh?–No sabes lo que estás haciendo. Baja el arma por favor –le pidió

nuevamente Luciano, adelantándose unos pasos; pero Ángela lo detuvo

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apuntándoleaúnmásfirme:–No temuevas,Luciano.Nomeprovoquesporqueno tengonadaque

perder.¿Conquenoséloqueestoyhaciendo?Mírame,teestoyapuntando.–Ángela,hablemos.Porfavor,bajaelarma.DejaqueEzequielyGianna

se retiren de aquí. Ellos no tienen nada que ver –sin embargo Ángela,altiva y soberbia, se limitaba a negar con la cabeza, sin pronunciarpalabra.–Nos quisimos Ángela... Por todo lo que hemos vivido, trata de

reflexionar–peroellanoescuchaba...–CuandofuisteaGénova–comenzóarelatarconlavozentrecortada–

quise darte una sorpresa. Regresé antes de mi viaje para poder estarcontigo en la premiación. Sabía lo importante que era el Saro para ti ytodalaesperanzaqueteníasdepositadaenél;fueentoncesqueentréenelSalónNáutico.Teníalaintencióndeacompañarteenesemomento.Lleguélo más rápido que pude y me mezclé entre la muchedumbre. ¡Meemocioné tanto al escuchar el nombre del barco! Al verte subir queríasalir corriendo a abrazarte pero decidí esperar para que disfrutaras esemomento,luegomeextrañóquetefuerasporunodeloslaterales.Decidíseguirte,hastaquellegastealmuelle;allíobservéqueunamujerestabaderodillasconlasmanosensurostro.Meocultéparaverquéhacías.Túlaayudasteyluego...luego,–¡Basta, Ángela!, ya conozco el resto –dijo Luciano, tratando de

disimular su sorpresa. Ella lo había visto abrazar a la argentina yseguramenteviocuando lohabíabesado.Ángela seguía su relatocon lamiradaperdida,loquehacíaqueLucianonointentaraningúnmovimientoenfalsoporqueeraevidentequenoestabaensuscabales.–Juré desde ese momento hacerte el mismo daño que tú me estabas

haciendo.Anteestaconfesión,Lucianosetomólacabezaconsusmanosyatónito

aventuró:–FuistetúquienplaneóelrobodelSaro...–admitiócondolor.Ángelacomenzóallorarsinconsueloycontinuó:–LanochedelafiestaenLaSapienzaempecéabuscartecuandoteperdí

enelsalón.Tevienuninstante,cuandosalisteyfuidetrásdeti,hastaquedesapareciste.Estabaseguradequetehabíavistoirhaciaelpatiointerno,

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endirecciónalacapilla.Enaquellugarreinabaunsilencioabsoluto.Fueentoncescuandoescuchéunmurmullo;meacerquéparafocalizarmejorpor la oscuridad de la noche y allí estabas –dijo alzando el tono de suvoz–, tan cerca de ella, casi por besarla. Sentí morir, sentí hielo en lasangre,sentífuriay,–Elruidodelapuerta...–interrumpióLucianoenvozalta–,túfuistela

quehizoelruido...–Volvíaverlos,otravez...–¡¿Cómopudiste?!–preguntóLucianoqueestabaatandocabosdetodos

loshechosquehabíansucedidoúltimamente–,¿cómopudistehacermeunacosa así?, planificaste el robo, ¿verdad?, y después... seguiste como sinada, a sabiendas del dañoquemehabías causado robando el planodelSaro,¡demipropiacasa!–¡¿Cómopudistetú,acostarteconunadesconocida,llevarlaaPositano,

seguramente a lamisma cama endonde te acostaste conmigo!, ¡Irte conunacualquiera!,¿¡Cómopudiste!?–gritóÁngelaenfurecida.Lucianonopudocontenerseantelosdichosdelamujerqueinjuriabaa

Clara y se abalanzó sin pensarlo, siguiendo su instinto casi animal. FuemásrápidoquelareaccióndeÁngela;logrógolpearleelbrazoydesvióelarma hacia arriba. Se escuchó un tiro al aire, pero esa mujer tenía lafuerzadelamaldadmismayledabapeleahastaconsusuñas.Ungritode“alto o disparo” los detuvo repentinamente. Donni había llegado en elmomento justo antes de que sucediera otra desgracia. Dos policíasapuntabanaÁngela,mientrasayudabanaLucianoareincorporarse.–Quedadetenida,signorinaBattenti–dijounodelospolicías.DonnisealejóconLucianoqueaúnestabaagitado,furioso,conganas

contenidasdemataraesamujer.–Tranquilícese, D’Incarzioli, ya está. Tranquilícese. Lucianomiraba a

Ángela,comosiquisieraentenderquiéneraesamujerqueteníadelantedeél,conquienhabíacompartidotantosañosdesuvida...–¿Tuviste que ver con lo del Desiderio?, ¡dímelo! –gritó. Ángela,

esposada,yahoraconunaserenidadquellenabadepánicoacualquiera,sedetuvoantesdesalirdelahabitaciónalescucharlapreguntaqueleestabahaciendoLuciano:–Querido... quise hacerte daño con lo del robo pero luego, quise

matarte.

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–¡Estás loca! –dijo Luciano, al punto de compadecerse pero ellacontinuóhaciendocasoomisoalaacusación:–Ibasa irtenuevamenteconellaaPositano...peroalgosucedióque tu

amiganofuecontigo.–¡¿Seguistemismovimientos?!–preguntóasombrado.–Pagando se pueden obtener muchas cosas Luciano. ¡pobre!, eres tan

ingenuo...Luegomearrepentíperoyaeratarde.Teníanquemorirlosdos,enalgúnmomento,dealgunaforma,tardeotemprano.Lointentaréhastalograrloamormío...jamásaceptaréquemedejes...–Llévensela,porfavor,sáquelademivista,Donni–suplicó.Ezequiel contenía a Gianna, que temblaba como una hoja, inmóvil,

aterrada.AmboscorrieronaabrazaraLuciano.–Tranquilos.Estátodobien–loscalmabaLuciano–.Sialgolespasabaa

ustedes...Apoyado contra la pared, se deslizó hasta llegar al suelo, como si

estuvieraabatido,agotado...hizosucabezahaciaatrás:–¡cómopudecaerenestatrampa,Ezequiel!–exclamó–¿Aquiénteníaa

milado?–Esdifícilaceptarquelapersonaaquienseamaesunamorimposible,

causaundolormuygrande...Deunbrinco,Lucianosepusodepie.–¡Yoharéquemiamor seaposible,Ezequiel!, estaveznodesoiré las

señalesdeldestino.¡Lacarta!,necesitolacarta.Lallevaréconmigo...LapesadillahabíaterminadoenlavillaD’Incarzioli...elmurmullode

lasolasvolvíaatraeresperanzaparaLuciano.

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Capítulo25Lanocheenelcampoeranítidaybella,comocadanochedeverano.Lasestrellaspintabanelcielo.Elairenocturnotraíaaliviodespuésde

undíatórrido.LosVelázquez llegaríandeunmomentoaotromientras,enelasador,

sehacíalentamenteuncorderofaenadoparalaocasión.Ladecisiónyaestabatomada:venderíanlastierras.ParalosFerrerno

había otra opción; sin embargo, trataban de sobrellevar esa profundaamarguraconlamayorfortalezaposible.LosVelázquezeranamigosdetoda la vida. Habían compartido jineteadas, yerras, carneadas y otrosacontecimientos campestres. Con la muerte de Sebastián habíandemostrado aún más su amistad, acompañando a la familiaincondicionalmente.Éstatalvezseríalaúltimaoportunidaddereunirseenel terruño. Todos hacían lo posible para disimular la pena que se lesagolpabaenelpecho.Clarafueacaminar,comolohacíahabitualmenteantesdelacena,por

elsenderoquellevabaalaentradadelcampo.Algunasveceslohacíasola,otrasconsumadre.Laluzdelalunateníatantafuerzaqueteñíadeblancola inmensidad de la tierra.Apenas se escuchaban los grillos.El silencioera casi absoluto. Las voces quedaban atrás, como susurros. Antes delviaje a Italia había sido su paseo favorito en verano, pero ahora esesilencionohacíamásquetraeraLucianoasumente,unayotravez,hastael punto demortificarla.Cómoextrañaba su voz, su aroma, sus labios...extrañaba el mar y la calidez de aquella casa... extrañaba al amableEzequiel, al Desiderio y las noches en Positano... Repetía la historia deMaríadejandounamorenItalia.Ellatampocovolveríajamásaesatierra.¡Cómotecomprendoahora,abuela!–dijomirandoalcielo.Elruidodel

motordeunautoqueseacercaba la sacóde suspensamientos.AntesdequelaencandilaranlaslucesdiomediavueltaparairaavisarasuspadresquellegabanlosVelázquez.Comenzóarecorrerelcaminohacialacasa.Escuchóqueelvehículosedetuvo,elgolpedeunapuertaquesecerróyluego,otravezelmotor.Noveíaalolejos.Lellamólaatenciónporquelatranqueraestabaabiertayelautohubierapodidoingresarsiasílohubiesequeridoperosehabíaido.Siguiócaminando.Alcabodeunosminutosleparecióescucharunospasos...

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–¿Argentina?Clarasintióqueelcorazónseleacelerabasinpoderlocontrolar.Quedó

estática, sin darse vuelta, por temor a que estuviera imaginando lo queacababadeescuchar.–¿Argentina?–sonóotravezenesavozinconfundible.Claraapretósus

puñosaambosladosdesucuerpo,comosiestuvierajuntandocorajeparamirar.Aesepunto, las lágrimas eran incontenibles.Distinguiría esavozentremillones. Comenzó a girar, despacio. Luciano estaba allí, frente aella.–Dimequeeresreal,porfavor.–Argentina... amore mio. Perdóname, Clara, por el amor de Dios,

perdóname...Clara estaba paralizada ante lo que acontecía. Luciano estaba allí; el

mismo hombre que imaginaba a miles de kilómetros, mirando el mardesdesuventanaenunanochefría,ahoraestabaallí,enplenoverano,ensutierra...–Caramia –volvía a sonar esa música en sus oídos cuando Luciano

pronunciaba esaspalabras– simedicesquememarche, loharé, aunquememuera de tristeza, en vida... pero por favor, necesito que antes sepasalgo–dijomientrassacabaunpapeldeunode losbolsillosdesubolso.Tomóaireparaencontrarlaspalabras.Claraloobservaba,ensilencio,sindar un paso, sin hacer movimiento alguno, quizá por temor a que laaparicióndeLucianofueraunsueño.–Éstaesunacarta...,unacartaquemeescribiómiabueloantesdemorir.

Eldíaqueteviporprimeravez,enlaFontana,yolaestabaleyendo.–Lo recuerdo perfectamente –aseguró Clara– y hasta me atrevería a

afirmarquenoerannoticiasmuyhalagüeñas...–Interrumpí la lectura al escuchar tus gritos y la guardé rápido hasta

que, por motivos que ahora no interesan, la encontré otra vez y pudeterminardeleerla.–¿Qué tengo que saber, Luciano? No te estoy entendiendo, ¿adónde

quieresllegar?–preguntóClara.–Lo que debes saber es que...mi abuelo amó toda su vida a una sola

mujer.Clara escuchaba atenta. Trataba de comprender lo que estaba

sucediendo. Quería abrazar a ese hombre. Siempre tenía el mismo

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sentimiento hacia él, cada vez más intenso, pero intentaba no perder lacordura.–Sigue Luciano, por favor... –le pidió, al notar que la emoción no lo

dejabacontinuar.–LaúltimavezquevioaesamujerfueunatardecerdeSeptiembre,enel

puertodeNápoles,en1925...Claracomenzóasentirunescalofríoquelerecorríaelcuerpodesdela

cabezahastalospies.–Esa mujer se llamabaMaría... y era tu abuela, Clara... – Luciano se

quebró,tratabadecontenerlaslágrimasperoaúnlecostabacomprender.–MiabueloeraLorenzo–agregó–perosiempreledijeron“elviejo”.Clarasecubriólabocaconsusmanos.Meneabalacabezadeunladoa

otro, lloraba y se reía al mismo tiempo. Recordó el día en que habíallegadoaRomayhabíaescuchadoalgoacercadeunsecuestro...–Miabuela loamótodasuvida,Luciano.Ellame loconfesóantesde

queyoviaje.Cuandomelocontó,recordócadadetalledelmomentodelapartida,enNápoles.Nuncaquisovolver,poreldolorquesentiríaalpisarlatierradeLorenzo–hizounapausa,comosiestuvieratejiendoimágenesen sumente y continuó–. Significa que el día que nos cruzamos, fue elmismodíaenelqueteestabasenterandodeesto,¿verdad?–Sí,caramia...Noquierorepetirlahistoriademiabuelo.Vine a buscarte, Argentina –le dijo con esa ternura infinita que para

Claralohacíaúnico–.Cometíerrores,Clara,habrátiempoparacontartepero,por favor,venconmigo.Esa ti aquienamo.Estonopuedehabersucedidoporcasualidad...–Creoquedeberíasexplicarmemuchascosas,peroalmenosdimesite

casaste.–No. ¿Cómo podría, amoremio? Por favor, ven conmigo. Esta tierra

seguirásiendotutierra,aunquetevayas.Estoyaltantodetodoyladeudaestásaldada.Clara dejó paso a sus impulsos. Lo abrazó fuerte como si quisiera

aferrarloasusentrañas.Sefundieronenunbesoeterno.–Luciano, ¿crees que Lorenzo y María se habrán encontrado en el

cielo?–Sí,creoquesí,caramia.Erainevitable.

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AgradecimientosADaniel,

“miamor,micómpliceytodo…”

AAnaPaulayaLorenzo,porserlarazóndetodoloquehago.

ADanielBucciarelli

AlaabuelaTatita(laabuelaqueadoptéenlugardelamía,

queestáenelcielo)porcontarmeloquemeinspiróparaescribirestahistoria.

AAnnamaria,DonatellaeMariaCaterina,lemiecareamicheitaliane.

AVirginiaIturriadeMarra…ellasabeporqué.

AlArq.CarlosMenuMarque(mitío)porinstruirmeentemasdesconocidosparamí.

¡Porsupaciencia!.

AlaDra.CarolinaGiménezMilán,miqueridaprofesora,porsuguíayayudaenmomentodedefiniciones.

AlosescritoresFlorenciaBonelli,OvidioLagos,VivianaRivero,GloriaCasañasyCristinaLoza,

porsuspalabrasdealientoenlosmomentosenquelasnecesité.

Alaescritora(miamiga)GracielaRamos,porcruzarseenmicamino.

Amifamilia,toda,poraceptarmisdecisiones.

EspecialmenteamiqueridahermanaAnaFátima.

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ATamara…mieditora…ymiguíapero,especialmente,porserbuenapersona.

PorsupuestoaDios,porqueeligióparamílaperseveranciaylavoluntad.

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TableofContentsCapítulo1Capítulo2Capítulo3Capítulo4Capítulo5Capítulo6Capítulo7Capítulo8Capítulo9Capítulo10Capítulo11Capítulo12Capítulo13Capítulo14Capítulo15Capítulo16Capítulo17Capítulo18Capítulo19Capítulo20Capítulo21Capítulo22Capítulo23Capítulo24Capítulo25Agradecimientos