Alvaro Vargas Llosa - Reino Unido- El Socialismo Arrepenti…

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    Alvaro Vargas Llosa - Reino Unido: El socialismo arrepentido

    JUNIO 1997

    A primera vista, el triunfo del Partido Laboral sugerira reformas ycambios drsticos. Pero, como aqu demuestra Alvaro Vargas Llosa, talescambios no seran sino la prolongacin de las polticas conservadoras.Qu ha cambiado? Nada, al parecer. Adems de esta perspectiva, ofrecemosun artculo de Gore Vidal, una pieza estupenda que combina la profundidadcon la irona.

    La vida electoral de los pases democrticos registra, cada cierto tiempo,uno de esos trastornos que el lxico sajn, empleando una metforamartima, denomina seachange (cambio ocenico), y que hacen las delicias

    de los historiadores. Son la versin civilizada y democrtica -y por tantomucho menos traumtica- de las revoluciones de fines del siglo XVIII y elsiglo XIX con las que republicanos de distinta ideologa enterraron elabsolutismo monrquico en buena parte de Europa (los ingleses, tanexcntricos como de costumbre, haban hecho su revolucin un siglo antes).Ni cruentos como las revoluciones ni irreversibles como las avalanchas,los trastornos que produce la alternancia en el poder al cambiar el mapaelectoral pueden, sin embargo, durar ms y mejor que las primeras y ser locontrario de las segundas, no una fuerza de destruccin sino una energavivificante para el pas.

    Todo el mundo ha dicho que se ha producido en 1997 en el Reino Unido unseachange, una verdadera avalancha electoral del Partido Laborista, y los

    historiadores han salido a explicar, con toda razn, que en trminosestadsticos se trata del mayor triunfo laborista de su historia de unsiglo (el de 1945, que haba sido cataclsmico, no le dio ni tantosescaos como el de ahora ni una diferencia tan grande sobre la suma detodos los otros partidos como la que tiene esta vez en los Comunes).Efectivamente, con una mayora de 179 escaos en Westminster y un nmerode parlamentarios que triplica al del Partido Conservador, se trata de unacontecimiento electoral histrico. Mi opinin, sin embargo, es que, porprimera vez en el Reino Unido, un cambio masivo del mapa electoral novendr aparejado de un cambio poltico e ideolgico sustancial y que, porello, esta abrumadora victoria laborista no ser realmente el seachangeque parece.

    Los tres grandes virajes polticos de este siglo se produjeron en 1906,1945 y 1979. El de 1906 inaugur la era del Partido Liberal en el gobiernobritnico, con Lloyd George a la cabeza. El de 1945 ocurri cuando, contratodos los pronsticos, el vencedor de la guerra, Winston Churchill, fuederrotado por el Partido Laborista, que haba formado parte de lacoalicin de Gobierno durante el conflicto blico, y, bajo el mando deClement Atlee, empezaron a echarse los cimientos del moderno Estado delBienestar britnico. El de 1979 llev a una mujer por primera vez en lahistoria a la cabeza del gobierno de Londres y abri las puertas a la ms

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    exitosa ofensiva registrada en Europa contra el socialismo, aun cuando latarea, obviamente, no est terminada. Mayor que esas tres victorias desdeun punto de vista estadstico, el triunfo del Partido Laborista de TonyBlair de 1997 es exactamente lo contrario de aquellos tres trastornoshistricos. El primero lo haba sido, no tanto por razones ideolgicas,pues la era liberal no alter los fundamentos sobre los que estaba

    construido el pas que hered, sino porque por primera vez se rompi, deun modo real y ms o menos duradero, el sistema bipartidista, representadoa lo largo del siglo que acababa de terminar por whigs y tories. Elsegundo y el tercer trastorno s tuvieron un contenido que apuntaba altema esencial de la poltica: el papel del Estado, o, para ser msabstractos, las relaciones entre el poder y la libertad. El cambio queencarna Tony Blair no altera el sistema de dos partidos hegemnicos, porms que el Partido Liberal Demcrata haya aumentado sus escaos a 46, niviene a cuestionar los fundamentos del modelo de sociedad que hereda suGobierno. Al contrario: algunas de las objeciones que hace al modeloapuntan a una profundizacin de las reformas ya hechas.

    La victoria de Blair, en cambio, s representa un trastorno de

    proporciones enormes en un pequeo sector de la sociedad britnica: elpropio Partido Laborista. Los cambios de este partido no son obraexclusiva del periodo, entre 1994 y 1997, en que Tony Blair ha estado almando. Ya venan dndose, de manera tmida, desde los ltimos tiempos deNeil Kinnock, y, durante el lapso breve que le toc dirigir a sus huestesantes de morir de un infarto cardiaco, desde John Smith. Pero fue Blair,sin duda, apoyado en una guardia pretoriana ideolgica en la que destacanlos nombres de Peter Mandelson, Gordon Brown, Robin Cook, Jack Straw yHarriet Harman, entre otros, el que aceler la transformacin de supartido, liberndolo de dos ataduras tirnicas: la ideolgica y lainstitucional. Ambas estaban estrechamente vinculadas, pues uno de losintereses creados al interior del laborismo que impedan renovar la

    propuesta poltica era el de los sindicatos, institucin que por controlarel setenta por ciento del financiamiento del partido y casi en igualproporcin las votaciones de los miembros del congreso anual de loslaboristas haba secuestrado a la organizacin.

    Desde el comienzo Blair mostr que iba en serio: al cambiar la sacrosantaclusula 4 de la constitucin del Partido Laborista referida a lapropiedad estatal de los medios de produccin, inaugur una serie decambios tanto del ideario como de la organizacin que dejaron atrs elmarxismo, redujeron el peso de los sindicatos a proporciones manejables,atrajeron a una nueva clientela de clase media numerosa y muy visible,mordieron la base del Partido Conservador y embarcaron a cientos de milesde jvenes en la aventura de llevar al Nuevo Partido Laborista al poder.

    El adjetivo "nuevo" se convirti casi en el epteto homrico del PartidoLaborista, y no hubo desde entonces hasta la victoria del pasado 1 de mayouna sola referencia al Partido Laborista en boca de algn miembrosignificativo de la dirigencia que no lo utilizara. La pericia tcnica dePeter Mandelson en la transformacin de la imagen del partido y ladisciplina cuasi leninista impuesta por Blair a su organizacin(reproducida ahora en el poder con la centralizacin de las comunicacionesde todos los departamentos gubernamentales y una coordinacin poltica conel partido manejada desde las mismas oficinas del primer ministro)

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    hicieron el resto.

    Se lleg as a una situacin inslita: la aceptacin, por parte delsocialismo britnico, de todas las reformas importantes de la eraconservadora, dominada por Margaret Thatcher y, en mucho menor medida,John Major. Entre ellas las privatizaciones, desregulaciones, reducciones

    de impuestos y dems pilares de la ofensiva contra el Estado socialistaque haban sido denunciadas con furia a lo largo de estos aos por elPartido Laborista. Pero no slo eso: tambin el aspecto "conservador" deMargaret Thatcher y John Major fue aceptado por el laborismo,especialmente el papel cada vez ms intromisor de la polica que, bajo elmanto de la lucha contra el crimen, se ha ido verificando en este pas,proceso que felizmente los jueces han logrado desacelerar. Esta aceptacinno vena acompaada, claro, de un mea culpa laborista, y en muchos casosera disimulada con crticas ms ruidosas que sustanciales. Y en el caso dela privatizacin de los ferrocarriles, hecha muy recientemente bajo elgobierno de John Major, el Nuevo Laborismo os elevar la voz paradenunciar el desastre que sera arrebatar al Estado un medio de locomocintan importante. Aun as, a pesar de que el propio Blair denunci con

    virulencia esta privatizacin, el nuevo gobierno no revertir el cambio.Todo esto lleva a la lgica conclusin de que si no fuera por losconservadores la transformacin de la era conservadora no se habraproducido. Pero hay una segunda conclusin, menos obvia: el socialismolaborista es tan consciente del xito de las reformas liberales delPartido Conservador que prefiere, antes que la coherencia poltica, esdecir antes que actuar de forma consecuente con aquello que su denuncia delos conservadores permita presagiar, poner en evidencia que el socialismose ha convertido en una retrica hueca e insustancial como un fuego fatuo.Importa poco preguntarse qu hace que Blair no nacionalice los trenes unao despus de oponerse a su privatizacin (el clculo electoral juega unpapel decisivo en gentes que han escarmentado despus de estar 18 aos

    fuera del poder). Mucho ms importa constatar que los laboristas han sidoderrotados por la realidad.

    Si la era conservadora fue tan buena, por qu perdieron losconservadores? Antes de responder a esta pregunta, hay que matizar lapremisa. Las reformas conservadoras han introducido cambiosextraordinarios, pero no han acabado la tarea. El Estado del Bienestarbritnico sigue intacto, a un costo de ciento cuarenta mil millones delibras anuales (incluyendo los cuarenta mil millones de la sanidad pblicay los cerca de cien mil millones de la seguridad social, pero excluyendola educacin pblica). Todava el gobiemo consume algo ms del cuarentapor ciento de la renta nacional, porcentaje no muy distinto del queconsuma cuando Margaret Thatcher subi al poder en 1979. Uno de cada

    cuatro hogares britnicos depende de algn subsidio como ingreso esencial.De todos aquellos hogares britnicos que reciben subsidios, el nmero dequienes se beneficiaban de subsidios no vinculados a su nivel de ingresosera menor antes de 1979 (20%) que ahora (30%). Por tanto, bajo losconservadores el subsidio indiscriminado ha aumentado. Todo lo cual quieredecir que el peso del Estado sigue siendo grande y la cultura de ladependencia -con sus secuelas sociales- todava muy extendida, por lo quela mediocridad de ciertos servicios o prestaciones sociales -desde laspensiones hasta la educacin- es muy alta y afecta la calidad de vida de

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    muchas personas.

    Lo que permiti a los conservadores potenciar en ciertas reas el Estadodel Bienestar que heredaron -en contra de una retrica socialista que losacus desde 1979 de querer acabar con l- fue, justamente, la prosperidadde la era Thatcher. Al reducir en un 60% la presencia del Estado en la

    industria britnica (Major continu reducindola), liberalizar la economaa travs de las desregulaciones y reducir los impuestos sobre la renta,los gobiernos de Thatcher inauguraron una era de bonanza que, a pesar dealtibajos propios de la economa global, se mantiene hasta hoy. Uno decada cuatro britnicos es dueo de acciones gracias a los conservadores ycasi un milln de puestos de trabajo han pasado del sector estatal almercado libre. La reduccin impresionante del poder de las cpulassindicales tuvo el efecto de acelerar la creacin de riqueza y por tantola creacin de empleo, a lo que tambin contribuy de forma decisiva ladesregulacin laboral. Luego de un periodo alto en los aos ochenta, elparo se redujo de un modo sostenido hasta llegar, en estos tiempos, a unnivel -6%- que es la envidia de Europa. El clima antes descrito haconvertido a este pas en el mercado preferido en la Unin Europea para

    las inversiones extranjeras de fuera de Europa. Gracias a una disciplinamonetaria rigurosa y a una poltica fiscal que, a pesar de no haber sidosiempre muy prudente, fue mucho menos irresponsable que la de susantecesores, los gobiernos conservadores crearon un clima de estabilidad yconfianza que constituy el marco adecuado para las reformasinstitucionales o microeco-nmicas.

    Pero -vaya paradoja- aqu mismo est una de las claves de la derrotaconservadora. La agenda del partido, sobre todo por culpa del liderazgomediocre de este hombre decentsimo pero sin ideas que es John Major, seagot. En lugar de proceder, empinndose sobre estos xitos econmicosindiscutibles, a desmontar el Estado del Bienestar con frmulas radicales

    que embarcaran a los britnicos detrs de nuevas aventuras de cambio, lostories se dedicaron a una guerra civil por el tema de las relaciones conEuropa que estuvo a punto de desintegrar al partido. La propuesta, en lasltimas semanas del gobierno, de traspasar la pensin suplementaria alsector privado fue una excepcin que confirm la regla de unaadministracin Major a la que se le haba secado la imaginacin y detenidoel pulso. En ese clima aptico, las guerras intestinas corroyeron elcuerpo del partido y ofrecieron un espectculo lamentable, dando laimpresin de que la Moneda Unica -el tema que aparentemente motivaba lalucha de facciones- era en realidad la punta del iceberg de una crisis mshonda. Esa crisis honda es la que hoy enfrentan los conservadores, cuandovarias de sus figuras han sido derrotadas en sus respectivascircunscripciones y alejadas por tanto del Parlamento y de toda figuracin

    poltica, y cuando la eleccin de un nuevo lder viene acompaada deinnumerables dudas acerca de la posibilidad de volver a crear unamaquinaria moderna y eficiente, unida en torno a un conjunto de ideas tanrevolucionarias como las que presidieron a ese partido en los aosochenta. Que el Partido Conservador se haya quedado sin escaos en Escociay Gales no es tanto consecuencia de sus prevenciones contra la autonoma-que quieren amplios sectores de esas regiones (especialmente de Escocia)y que el Partido Laborista ha cosquilleado con su propuesta de parlamentosautnomos- cuanto una consecuencia de su parlisis poltica.

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    No sera raro que, bajo las presiones de un pas que va agotando sucapacidad de financiar al Estado del Bienestar como hasta ahora, TonyBlair acabe ponindole el cascabel a ese gato y, en contra de todas susproclamas, privatizando de una u otra forma las pensiones, limitandodrsticamente los subsidios, extendiendo a niveles superiores el muy

    tmido plan de reparto del bono escolar que los conservadores empezaroncon las guarderas y, quin sabe, potenciando, en lugar de abolir, ese"mercado interno" creado por los tories en la sanidad pblica, mediante elcual los mdicos pueden manejar sus propios presupuestos y competir entreellos.

    Profundizar las reformas conservadoras sera la "opcin neoze-landesa", unmodelo de laborismo liberal que Blair tiene bastante presente. Tanpresente que su primera medida importante ha sido, inspirndose en l,otorgar al Banco de Inglaterra libertad para fijar las tasas de inters,responsabilidad que hasta ahora recaa en el ministro de Economa. Aunqueotorga mayor independencia real al Banco de Inglaterra y despolitiza lapoltica monetaria britnica, la medida no es, por supuesto, suficiente

    indicio de que Blair har un gobiermo de cambio liberal en lugar de ungobierno conservador de preservacin de lo ya hecho con algunos retoquesllamativos aunque secundarios. A estas alturas no es posible determinarcul de las dos vas emprender, pero s es posible constatar que loscambios que han beneficiado a la sociedad britnica ya han creado unbolsn de resistencia tan grande contra cualquier intento de revertir,desde el socialismo, el aumento de la libertad econmica que los propiossocialistas han hecho suyas las enseanzas de la realidad.

    Es probable que Europa determine el xito o el fracaso poltico de estegobierno. Tambin en ese tema -a pesar de una retrica ms amable haciaEuropa- los laboristas se han dejado ganar la moral por los conservadores,

    pues han dicho que no creen que el Reino Unido participe en la primera olade pases que se integren a la Moneda Unica. Las presiones europestas enel partido, sin embargo, son grandes y la inclinacin del propio Blair -apesar de que en 1983 peda como candidato al Parlamento sacar al ReinoUnido de la Comunidad Europea- es europesta. Ya lo ha demostrado,confirmando que firmar el Captulo Social, peligroso caballo de Troya pordonde pueden colarse aqu una serie de regulaciones laborales quedesvirten las reformas gracias a las cuales se ha reducido el paro tandramticamente. Aunque esa medida evidencia que todava quedan tomos desocialismo en l, Blair probablemente la ve como una forma de simbolizarel nuevo espritu de las relaciones con Europa y como compensacinadelantada de decisiones menos europestas, en el futuro, forzadas por unclima euroescptico en el pas. El nuevo primer ministro sabe bien que la

    presin de los tories euroescpticos y la muy influyente prensaconservadora han puesto a la defensiva a quienes hasta hace poco podan

    jactarse de que una mayora de britnicos era partidaria tanto de la UninEuropea como de la Unin Monetaria. Aunque las objeciones al socialismoque se pretende introducir desde Bruselas en el Reino Unido por la puertatrasera son muy legtimas y vlidas, el movimiento euroescpico britnicono tiene en el fondo una entraa liberal sino peligrosamente nacionalista.Querr Blair, en defensa de una Europa a la que el Reino Unido podravolver menos socialista desde adentro, enfrentarse a la ola nacionalista y

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    arriesgar un xito que hasta ahora se debe en buena cuenta a su lecturacorrecta del espritu de los tiempos? De la respuesta a esa preguntadepender probablemente que Blair sea reelegido en el 2002 o que, como lesocurri ya a Margaret Thatcher y a John Major, Europa sea su tumba.