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REALIZAR UN ESTUDIO SOBRE EL PENSAMIENTO ERRADO DE ELIFAZ, BILDAD, ZOFAR, Y ELIÚ. EL LIBRO DE JOB Es el primero de los cinco llamados poéticos y sapienciales. La prosa narrativa ocupa en él un espacio muy reducido; tan solo se encuentra en el prólogo (cap. 1-2), en el epílogo (Job_42:7-17 ), en un breve pasaje de transición (Job_32:1-6 ) y en algunos versículos introductorios del diálogo. El resto, prácticamente la totalidad del cuerpo del escrito, es poesía. EL PRÓLOGO El protagonista, Job, es un rico hacendado (Job_1:3 ) que vive con su familia en Uz, población situada, según se cree, en la región aramea que se extendía hacia el sudeste de Palestina. Hombre de fe, descrito como «perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal» (Job_1:1 ), Job es víctima de una cadena de desdichas que lo dejan bruscamente sin hijos y sin hacienda, enfermo y reducido a una condición miserable (Job_7:4-5 ). A pesar de todas las desgracias, él confía en Dios y lo bendice (Job_1:21 ), no deja que sus labios pequen contra el Señor, y aun sale al paso de las quejas de la esposa preguntándole: «¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» (Job_2:10 ). En aquella situación, tres amigos del protagonista acuden «a condolerse con él y a consolarlo»: «Elifaz, el temanita, Bildad, el suhita y Zofar, el naamatita» (Job_2:11 ). Contestando a los lamentos de Job, sus visitantes hablan por turno, y él responde a cada intervención. De esta manera se disponen tres series de discursos (3.1-31.40), a cuyo término aparece otro personaje, el joven «Eliú hijo de Baraquel, el buzita» (Job_32:2 , cf. Job_32:6 ), que toma la palabra para reprender con ironía a Job y a sus amigos. Ninguno de ellos replica al largo y afectado discurso de Eliú (32.6-37.24), después del cual es Jehová mismo quien interviene y pone fin a todo el diálogo (38-41), al que solo seguirán unas palabras de arrepentimiento pronunciadas por Job (Job_42:1-6 ) inmediatamente antes del epílogo en prosa. PENSAMIENTO DE LOS AMIGOS DE JOB. En las tres rondas de discursos se sostienen estos mismos postulados: * Dios es justo. * Dios castiga sólo a los pecadores. * Dios bendice a los justos. MAURICIO OYOLA CAMPOVERDE ANTIGUO TESTAMENTO III CUARTO NIVEL 1

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analisis al libro de Job, y las posturas de sus amigos

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REALIZAR UN ESTUDIO SOBRE EL PENSAMIENTO ERRADO DE ELIFAZ, BILDAD, ZOFAR, Y ELIÚ.

EL LIBRO DE JOB Es el primero de los cinco llamados poéticos y sapienciales. La prosa narrativa ocupa en él un espacio muy reducido; tan solo se encuentra en el prólogo (cap. 1-2), en el epílogo ( Job_42:7-17), en un breve pasaje de transición (Job_32:1-6) y en algunos versículos introductorios del diálogo. El resto, prácticamente la totalidad del cuerpo del escrito, es poesía.

EL PRÓLOGO

El protagonista, Job, es un rico hacendado (Job_1:3) que vive con su familia en Uz, población situada, según se cree, en la región aramea que se extendía hacia el sudeste de Palestina. Hombre de fe, descrito como «perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal» (Job_1:1), Job es víctima de una cadena de desdichas que lo dejan bruscamente sin hijos y sin hacienda, enfermo y reducido a una condición miserable (Job_7:4-5). A pesar de todas las desgracias, él confía en Dios y lo bendice (Job_1:21), no deja que sus labios pequen contra el Señor, y aun sale al paso de las quejas de la esposa preguntándole: «¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» (Job_2:10).

En aquella situación, tres amigos del protagonista acuden «a condolerse con él y a consolarlo»: «Elifaz, el temanita, Bildad, el suhita y Zofar, el naamatita» (Job_2:11). Contestando a los lamentos de Job, sus visitantes hablan por turno, y él responde a cada intervención. De esta manera se disponen tres series de discursos (3.1-31.40), a cuyo término aparece otro personaje, el joven «Eliú hijo de Baraquel, el buzita» (Job_32:2, cf. Job_32:6), que toma la palabra para reprender con ironía a Job y a sus amigos. Ninguno de ellos replica al largo y afectado discurso de Eliú (32.6-37.24), después del cual es Jehová mismo quien interviene y pone fin a todo el diálogo (38-41), al que solo seguirán unas palabras de arrepentimiento pronunciadas por Job (Job_42:1-6) inmediatamente antes del epílogo en prosa.

PENSAMIENTO DE LOS AMIGOS DE JOB.

En las tres rondas de discursos se sostienen estos mismos postulados:

* Dios es justo.* Dios castiga sólo a los pecadores. * Dios bendice a los justos.

Con esto, los amigos afirman que Job ha tenido que pecar; que no es sincero, que su piedad no es genuina, bueno, que nunca lo fue.

Contrario a estos conceptos, Job mantiene los suyos:

* Dios es justo. * También los justos tienen que sufrir. * A los impíos a menudo les va mejor que a los justos.

Al decir que también los justos tienen que sufrir, Job defiende su justicia. Incluso se aventura a decir que la forma en que Dios procede con él le parece injusta (32:2).

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ELIFAZ

PRIMER DISCURSO

Elifaz oye la queja vehemente que Job dirige a Dios, y eso le confirma lo que había deducido, tras mucha reflexión, sobre la desgracia de Job: Job tenía que haber pecado; no era un justo tan ejemplar como parecía a primera vista, cuando enseñaba a otros (v. 3-4). Con cierta reserva, deja entrever que ya no puede creer del todo que Job es temeroso de Dios e íntegro; porque si realmente fuera un santo intachable, ahora no estaría tan consternado, sino todavía lleno de confianza (v. 5-6). Además: Es bien sabido que los impíos son castigados y no los justos (v. 8-11). Elifaz quiere reforzar su conjetura al revelar a continuación de donde ha obtenido su saber: de una visión nocturna (v. 12-16). Elifaz aplica su hipótesis a Job y le exhorta a arrepentirse (5:8). Si lo hace, experimentará como Dios le perdona y vuelve a enaltecer (5:17-27).

"Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Gál 6:7). Pero esto no es toda la verdad. El universo moral de Dios es más amplio, más profundo, más alto; es misterioso. La gracia traspasa la ley inexorable. El amor, aparentemente, obra en contra de la ley: Porque a quien Dios ama, castiga con golpes, no sólo al pecador. Sí, a quien Dios ama, castiga incluso antes que al pecador (Ap. 3:19).

La relación entre la magnitud del pecado y la magnitud del castigo es demasiado compleja en un mundo de pecado, como para poder echar las cuentas con una calculadora. Por eso debemos dejar que Dios juzgue (ver Jn 9:1-3). El Señor Jesús también enseñó que no es lícito juzgar por la grandeza del desastre la magnitud del pecado cometido: "Aquellos dieciocho, sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ) pensáis que ellos fueron más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? No, os digo; antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis asimismo" (Lc 13:1-5). El Señor dice que "No" a esta ecuación errónea: MAGNITUD DEL DESASTRE = MAGNITUD DEL PECADO. Además vemos aquí que Dios trae calamidad sobre las personas por diferentes motivos. Uno de ellos es que quiere avisar a las otras personas. Preserva a personas que deberían haber sufrido la misma desgracia. Esto es expresión de su gracia que contrapesa su gobierno justo. Otro motivo por el que Dios permite aflicción y escasez en sus amados, es para que se conozcan mejor a sí mismos (Dt 8:2).

El error de Elifaz demuestra eficazmente nuestra necesidad de una revelación, para entender la justicia de Dios durante el período en que el maligno aún está en el mundo y le gobierna. ¿No dijo el mismo Señor que Satanás es el príncipe de este mundo (Jn 12:31)? Sin la mirada al cielo que nos concede en los capítulos introductorios, no comprenderíamos el problema de Job. La ignorancia de los amigos de Job se puede excusar, pero no su atrevimiento y audacia al sacar conclusiones de gran alcance, desde su ignorancia. Deberían haber callado y confesado que sólo Dios sabe, por qué Job sufre su aflicción. Deberían haber admitido que les faltaban los conocimientos necesarios para explicar lo inexplicable. Su necedad y pecado está en que no se contuvieron, y Dios les reprenderá por ello (42:7-8).

SEGUNDO DISCURSO

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Elifaz piensa de sí que es "un sabio" y por eso no responderá con "ciencia vana". Eso es cosa de Job, según él. Con toda seguridad, esto no es una buena introducción para un discurso, en el que se pretende querer ayudar al otro. Pero hay que decirlo: (cuántas veces seguimos este mal ejemplo! Damos a entender a nuestro interlocutor que él no sabe mucho, pero que nosotros, en cambio, somos los sabihondos. Como Elifaz, le damos a entender, que se ha comportado indignamente, pero que nosotros nos dignamos a descender a su nivel. Así nos ponemos por encima de nuestro interlocutor, en cuanto a la moral. El Señor Jesús no lavó la cabeza a sus discípulos, sino que se ciñó como un siervo y les lavó los pies.

Elifaz se comporta como si él hubiese estado escuchando en el "consejo de Dios", como si hubiese oído el juicio de Dios sobre Job y su conversación con Satanás (1:6-12).

Y después Elifaz se queja de que Job ha rechazado sus palabras amables. ¿Al señorito le parecían poco "las palabras dichas con dulzura"?. Aunque formalmente las palabras de Elifaz habían sido suaves, el contenido, por el contrario había sido inaceptable. Sus palabras "dulces" eran tanto más amargas, porque se basaban en malvadas acusaciones no demostradas.

Según Elifaz Job había extendido su mano contra Dios, había arremetido en contra de él, porque Dios le había concedido grosura. Dice que Job había confiado en "vanidades", de ahí que su casa floreciente se hubiese hundido antes de tiempo. Mientras que por fuera aparentaba ser justo, dentro de su seno llevaba "engaño", había concebido "iniquidad".

TERCER DISCURSO

Elifaz ha dejado de lado toda reserva y osadamente afirma lo contrario de lo que había dicho en su primer respuesta a Job (cap.4). Ya no quiere reconocer que Job había ayudado al pobre y apoyado el débil. Ya no le es suficiente afirmar que Job ponía en peligro el temor de Dios en los demás (15:4). No, ahora dice que Job había urdido actos maliciosos, embargando al hermano y desnudando al despojado, dejando hambriento al necesitado y moliendo a los huérfanos y a las viudas. Palabras tan injustas y rudas no pueden llegar nunca a sensibilizar la conciencia del que las oye. Así pues, habla al aire; Job ya ni siquiera le escucha, como demuestra su discurso final en el que no responde ya a la tirada de Elifaz, sino que se explaya en un monólogo, al que Bildad responde brevemente, sin referirse directamente a las palabras de Job. El cisma entre los amigos se ha hecho tan profundo, que han dejado de escucharse y por eso ya no pueden hablarse.

EVALUACIÓN FINAL SOBRE ELIFAZ

Todo el tiempo, Elifaz pretendía ser muy erudito. Parece que todo está clarísimo para él: desde el primer momento había calado a Job y su caso. Se cree muy sabio. Pero los verdaderos sabios nunca están tan seguros de sí mismos, eso es más una seZal de los necios (Prv 26:12; 28:26). Job es totalmente diferente: Una y otra vez reconoce su desorientación y confusión. No puede comprender los caminos de Dios ni sondearlos. Eso es un rasgo típico de un sabio: puesto que reconoce su limitación, no se apoya en su propia prudencia (Prv 3:5). Por eso Dios reprende a Elifaz y sus compaZeros por no haber "hablado de mí con rectitud, como mi siervo Job" (42:8).

BILDAD

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PRIMER DISCURSO

Igual que Elifaz, Bildad menciona el origen de su opinión sobre la forma en que Dios gobierna: Mientras que el primero se remitía a sus experiencias personales y una visión nocturna, Bildad confía en lo que los padres han transmitido (v. 8- 10). Lo que sigue son probablemente una serie de esos proverbios de los padres que dicen que el hombre que se aparta de Dios desaparece como la hierba que es cortada, y que el hombre que confía en otra cosa y no en Dios, no tendrá ayuda.

Mientras que Elifaz dijo que sus conocimientos se basaban en visiones de Dios, Bildad recurre a las tradiciones de los padres.

Según el modo de ver de Bildad, la cosa está clara: Job no es un justo. Sólo ha aparentado serlo, pero en realidad es un impío. Si esto es verdad, entonces Job es un hipócrita, o - por usar la expresión literal del Nuevo Testamento - es un actor. Se puede decir que esta es la peor acusación que se puede lanzar contra un santo.

"Y aunque tu principio haya sido pequeño, tu postrer estado será muy grande": En esto también tendrá razón Bildad. El fin de Job será mayor que su principio. Pero este fin no se conseguirá con los requisitos que Bildad sospecha. Su manera de pensar obedece totalmente a la ley de mérito y retribución. Dios restaurará a Job por su gracia, y le dará muchísimas cosas que él no ha merecido. Aunque hay que decir que hasta cierto punto Bildad tiene razón: Job tendrá que arrepentirse antes. Pero no por las cosas que Bildad se imagina, sino por otras cosas totalmente diferentes.

La lógica de Bildad es irrefutable - a su modo de ver y a medida de lo que un hombre puede ver y saber. Pero él no sabe lo que Dios ha dicho sobre Job, y no ha visto lo que se ha tratado en el cielo. Sus conclusiones, por lo tanto, son totalmente falsas. Bildad no se imagina que él, al final, estará avergonzado delante de Job, y que Dios llenará de risa la boca de Job, de otra manera y bajo otras condiciones. Aprendamos de los amigos de Job a no juzgar precipitadamente (Prov. 20:25a; 1 Cor. 4:5), y a no tener muy alto concepto de nuestra capacidad de juicio y discernimiento.

SEGUNDO CURSO

De nuevo es Bildad el que más abiertamente ataca a Job. En este discurso nombra todas las maldiciones de Dios determinadas para el impío (v.5). Con ello, sin lugar a dudas, dice que para él Job es un desechado. Le califica como alguien "que no conoció a Dios" (v. 21). Al igual que Elifaz, Bildad no sabe decir nada esencialmente nuevo comparado a su primer discurso. Igual que allí, habla del fin del impío utilizando comparaciones parecidas (comp. v. 16-17 con 8:16-18). Lo inmutable de sus prejuicios se ve en que elige las mismas palabras. Ambos discursos comienzan con la misma pregunta: "¿Cuándo ..." (8:2; 18:2). Si consideramos algunas de estas maldiciones, pronto nos daremos cuenta que con toda la fuerza en sus palabras sólo da en el aire. "La luz de los impíos será apagada" (v.5). Job sigue teniendo luz y pronto entrará otra vez en la claridad de la luz de Dios. No será llevado "al rey de los espantos" (v.14), sino que tendrá una larga vida por delante. Y por supuesto que no "perecerá su memoria de la tierra" (v.17). El nombre de Job ha llegado a ser y sigue siendo uno de los más conocidos en toda la historia de la humanidad. Su nombre es el único que nos es familiar en el libro que estamos estudiando. Los nombres de los tres amigos, en cambio, los conocen sólo los que leen la Biblia con detenimiento. Además es el único nombre de este libro que se menciona en libros bíblicos posteriores (Ez 14:14; Stg. 5:11). Job no quedará sin "hijo ni nieto" (v.19), y su día de seguro que no nos "espanta" (v.20), sino todo lo contrario: Job es para nosotros un

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gran ejemplo en su paciencia en el sufrimiento, y nos alienta a esperar en el fin determinado por el Señor. De modo que no le maldecimos, ni su suerte, sino que le tenemos por bienaventurado (Stg 5:11).

TERCER DISCURSO

En su tercer discurso dirigido a Job repite por tercera vez su posición: Dios es justo; el hombre es siempre el culpable (v.4). La conclusión sería: Si Dios castiga, es que Job ha tenido que haber incurrido en un delito, de otra forma Dios no castigaría. Pero Bildad no lo dice, sino que permanece notablemente moderado. Además, Dios es poderoso (v.2), por lo cual el hombre, que es meramente un gusano delante de Dios, se rebela siempre en vano contra el juicio justo de Dios (v.6). Como ya en su segundo discurso, aquí habla también de la luz (18:5; 25:3). La intención de Bildad con estas afirmaciones verdaderas (si se miran fuera de este contexto), ya la ha expresado claramente junto con sus amigos, por eso ya no tiene que repetir lo que piensa sobre Job.

ZOFAR

PRIMER DISCURSO

Los discursos de Zofar de Naama son el eco fiel de lo que Elifaz y después Bildad ya expusieron. Resalta lo mucho que se parecen los argumentos de estos tres hombres, incluso en el orden en que los presentan: Los tres comienzan con una pregunta retórica (4:2; 8:2-3; 11:2). Después contrastan la justicia indiscutible de Dios con la injusticia del hombre (4:17; 8:3; 11:5-6) exhortando a Job a que busque a Dios (5:8; 8:5; 11:13). Finalmente, los tres comparan el bienestar del justo con el fin del impío (4:8-11; 5:19-26; 8:11-22; 11:13-20). Job acababa de decir que Dios es "sabio de corazón" (9:4), lo cual desafía a Zofar a contestarle a Job deseándole que Dios le declare "los secretos de la sabiduría". Entonces, según él, Job iba a reconocer que no era tan puro, sino lleno de iniquidad (11:1-6). Y en lo que respecta a la sabiduría de Dios, es mucho más sublime y mucho más profunda de lo que Job sospecha (11:7-12). Para Job hay sólo un camino para la restauración: Dirigir su corazón a Dios, extender sus manos a Él y quitar la iniquidad de su mano, entonces hallará un bienestar inconmovible. Si, por otro lado, deja de hacer esto, no le quedará esperanza excepto la "expiración del alma" (11:13-20).

Después del primer turno de discursos, podemos resumir que los discursos de los tres amigos son el eco de la voz de Satanás. Igual que al principio la mujer de Job, ahora sus amigos se dejan utilizar como su portavoz. Satanás había puesto en duda la honestidad de Job (1:9-10); Dios, sin embargo, había defendido la integridad de Job. Al cuestionar la justicia de Job, hablan con Satanás en contra de Dios. ¡Qué fácil es que nos convirtamos en un instrumento del adversario de los hermanos, si nuestro ojo no es sincero y puro! Especialmente propensos a caer en este fallo son las personas muy convencidas de sus conocimientos bíblicos.

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Zofar no dice nada nuevo. Dios es todopoderoso, su ser no se puede sondear. Como bien señala, ningún hombre puede penetrar la altura, profundidad, largura y anchura de Dios. En el Nuevo Testamento hallamos algo como una alusión a esta declaración, que representa al mismo tiempo un contraste magnífico. En Cristo nos es dado reconocer, junto con todos los santos, la altura, la profundidad, largura y anchura de Dios (Ef. 3:18).

La incapacidad del hombre para llegar a Dios, invita a Zofar a razonar equivocadamente, igual que sus amigos: Dice que si Dios castiga en su omnipotencia, entonces tiene sus razones, y éstas sólo pueden ser impiedad, porque él "conoce a la gente falsa". Job tiene que pertenecer a este grupo, según él; pues aparte de haber hecho lo malo, lo niega además, por lo cual es un hipócrita, es un hombre falso. Por eso no tiene sentido que Job intente oponerse a la mano de Dios (v.10). ¡Qué seguro está Zofar de su juicio, y cuán terriblemente equivocado! Se cree muy sabio, al pensar que Job aparte de ser un hipócrita es también un "hombre vano", un necio. Le parece tan imposible que los vanos puedan hacerse sabios, como que el asno montés se transforme en un hombre.

Ni Zofar, ni Elifaz, ni Bildad han visto "la iniquidad en tu mano". Pero aseguran que hay iniquidad en su mano. Piensan haber visto lo que ni siquiera Dios ha visto. Que malo es cuando nos constituimos en jueces sobre los hermanos, sin serlo ni ahora ni en el futuro. Qué grave es la acusación de Zofar que "en su casa mora la injusticia". Juez, no nosotros. ¡Ay de nosotros cuando queremos apropiarnos el lugar que sólo le pertenece a Dios!

SEGUNDO CURSO

Zofar comienza su segundo discurso, que será su último. No le mueve ni la súplica de Job de tener compasión con él (19:21-22), ni su aviso de que juzgar injustamente tendrá sus consecuencias (19:28-29), sino que repite sus afirmaciones ya hechas, que la dicha de los impíos será breve y engañosa, mientras que su fin será seguro. Su lenguaje es más severo y su lógica más implacable. Comienza su discurso con la observación de que desde el principio está determinado que la suerte de los impíos nunca dura mucho tiempo (v.4-5). Juicio inevitable "es la parte que Dios prepara al hombre impío" (v.23-29). De nuevo Zofar dice con estas palabras que Job es uno de esos impíos, que ahora va hacia su fin merecido. Contrastando con su primer discurso, aquí ni siquiera le deja ya la posibilidad de echar de su mano la iniquidad (11:13-14), sino que se limita a anunciarle el fin seguro.

Es verdad que a Job se le han escapado palabras inconsideradas e imperdonables. Eliú se lo tendrá que censurar. Pero no es de extrañar, si consideramos lo que tuvo que aguantar por parte de personas que se consideraban sus ayudadores y amigos. Es asombroso que bajo ese fuego continuo Job tuviera fases de gran sensatez y discernimiento en las que supo decir verdades y cosas muy bellas sobre Dios y sus caminos.

Zofar no piensa ni un sólo momento en que el cielo posiblemente pudiera descubrir también su propia culpa. Job quiso recordárselo (19:29); pero de nada ha servido. Dios al final le mostrará su culpa. Cuán agradecido estará Zofar entonces de que Dios no procede con él tan despiadadamente como él procedió con Job; y de que no le impone el juicio, después de descubrirle su pecado, sino que le muestra el camino del perdón.

ELIÚ

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No es en vano que Eliú esté en este lugar con su intervención: entre las discusiones infructíferas de Job con sus amigos, y la respuesta de Dios. Es verdaderamente un mediador que comienza donde han cesado Job y sus amigos. Y, después de cesar él, deja a Job allí donde Dios puede continuar. ¿No había deseado Job tener un árbitro (9:33)? Aquí está. Siendo un mediador humano, nos recuerda a Aquel Mediador entre Dios y los hombres, al hombre Jesucristo (1 Tim 2:5). Con su servicio Eliú demuestra la verdad de su explicación dada en el cap. 33:6: "Heme aquí a mí en lugar de Dios, conforme a tu dicho". Moisés también fue un mediador para su pueblo, a pesar de que era sólo un hombre. Hablaba de parte de Dios al pueblo, y de parte del pueblo a Dios, después de que habían caído en el pecado (Éx 32-34). El Mediador perfecto, Cristo, es al mismo tiempo verdadero hombre y verdadero Dios, sabiendo hablar de parte de Dios al hombre y de parte del hombre a Dios de tal forma que el hombre es reconciliado con Dios. Eliú había esperado hasta que Job y sus amigos no sabían ya qué pensar y hacer, porque entonces es cuando estaban preparados para su servicio. Lo mismo ocurre con el verdadero Mediador:

No habló hasta que la ley había resultado inútil y débil (Heb. 7:18) Nosotros personalmente ya no sabíamos que hacer y nuestras fuerzas se habían acabado

Eliú dice expresamente que no sabe hablar lisonjas (32:22). Nuestro Eliú, el Señor Jesucristo tampoco. En nuestra aflicción comenzamos a desear y anhelarle, y entonces entra en nuestra vida. Pero, ¿qué es lo primero que hace? Ponernos en la luz, para convencernos de nuestras maldades, decirnos la verdad sobre nosotros; y esta verdad no es nada lisonjera.

Inadvertidamente, Eliú había estado todo el tiempo presente y había oído las palabras de Job. Lo mismo ocurrió con nosotros. Cuando el Señor empezó a hablar con nosotros, nos estremecimos al pensar que todo el tiempo de nuestra vida Él había estado presente oyendo cada palabra que hablábamos sobre Dios, sobre nosotros mismos y sobre otros.

EL CARÁCTER DE ELIÚ

* No justifica a ninguno de los dos partidos (comp. Ro 1-3), pues su ira se enciende contra Job (32:2) e igualmente contra sus tres amigos (32:3).

* Se contiene (32:6; comp. Prv 14:16; 15:28; 18:13).

* Sabe que sólo Dios y su Espíritu pueden dar comprensión (32:7-8).

* No hace acepción de personas (32:21).

* No lisonjea a nadie (32:21-22; comp. Gál 1:10). Elifaz, en su primer discurso, había tratado de ganar a Job con palabras lisonjeras; Eliú no lo intentará.

* Teme a Aquel que tiene el poder de tomar la vida y de darla (32:22).

* Habla como piensa (33:3).

* Eliú sabe que depende de Dios (33:4).

* No se pone por encima de Job (33:6-7).

* Desea justificar a Job (a la manera de Dios) (33:32).

* Muestra celo por atribuir justicia a Dios (36:3).

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LOS DISCURSOS DE ELIÚ

En su primer discurso (cap.33), Eliú habla de cómo dios habla a los hombres. En su segundo y tercer discurso justifica a dios por los reproches que Job le hace, mostrando que dios gobierna con justicia perfecta (cap. 34), y que dios es el Señor soberano y que no puede ser el siervo de nuestros deseos (cap. 35). En su último discurso, Eliú demuestra que el Creador es justo (36:3) explicando cómo la omnipotencia de Dios es impulsada por Su amor perfecto (cap. 36) y como la Soberanía, potencia y sabiduría de Dios se revela en las obras de su creación (cap. 37).

Descubrimos un bello diseño en la composición de sus pensamientos, pues después de su discurso básico del capítulo 33 dice en primer lugar que Dios es justo (cap. 34) y que es soberano (cap. 35). Después sigue testificando que Dios es amor (cap. 36) y que es soberano (cap. 37).

Eliú se enfadó también por los tres amigos de Job, porque no podían rebatir a Job, pero no obstante le declaraban culpable. Qué mal obraron al hacerlo, traspasando el mandamiento de amar al hermano, que es equivalente al primer y mayor mandamiento. Cuán abiertamente demostraron que les importaba más tener la razón que ayudar a Job. Estaban dispuestos a valerse de la violencia contra Job, sólo para defenderse a sí mismos y su asunto. Todo el tiempo hicieron lo prohibido: Han osado juzgar sobre cosas que no sabían, ni podían saber. Traspasaron el mandamiento de "No juzguéis" (Mt 7:1). Teniendo en nada este mandato de Dios, se han sentado en el trono del juez y legislador (Stg 4:11-12). Por eso su pecado es mayor que el de Job, y por eso, a diferencia de Job, Dios les reprende a ellos abiertamente, y justifica a Job delante de ellos (42:7-8).

En su último discurso por fin, Eliú muestra que Dios es sublime y que no podemos asimilar su poder y sabiduría; pero que en todo ello hay amor. Omnipotencia y amor están unidos en Dios de forma maravillosa.

Dios es nuestro enseñador, Dios es el enseñador de Job. Todo lo que hace en la creación y en hombres particulares, todo nos quiere enseñar quién es Él y cómo es Él. Es como si Eliú le preguntara "¿No te has dado cuenta que Dios te está enseñando? Él no ve en ti un enemigo, sino un amigo y por eso te instruye (ver Jn 15:15)." No hay nada mejor que Dios pueda hacernos. La vida eterna significa que conozcamos al solo Dios verdadero y a Jesucristo (Jn 17:3). Y cuando le conocemos a Él, entonces nos conocemos a nosotros mismos. Qué razón tiene Eliú con lo que dice. Eso se muestra en el cap. 42:5-6. Allí confiesa Job que por medio de las palabras de Dios, por fin ha aprendido eso precisamente: Quién es Dios y quién es él mismo.

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