Análisis de El Extranjero

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Literatura

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  • A Parte Rei 59. Septiembre 2008

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    El Extrao Caso de Amoralismo de Monsieur Meursault.

    O Lecturas de El Extranjero en clave Multicultural. Breve ensayo crtico

    Ester Mass Guijarro1

    [email protected]

    Resumen

    Se presenta un conjunto de reflexiones, en claves filosfica, antropolgica yliteraria, inspiradas en primera instancia por la obra de Camus El extranjero. Este textono es enteramente una resea, ni un ensayo, ni un artculo acadmico sino que, msbien, se halla entre esos tres y otros varios modelos posibles de expresin acadmica.

    Pretende interpelar al lector, incluso mediante su misma forma heterognea,sobre ciertos tpicos eternamente humanos en lo eternamente cultural, que, de claraemergencia ya a mediados del siglo pasado, adoptan hoy un cariz puntero para elnuevo milenio: los conflictos personales, psicolgicos, colectivos, morales a los que losindividuos se ven arrojados en las sociedades perennemente multiculturales (lo quesignifica tambin en perpetuo cambio); las encrucijadas, crudamente resueltas amenudo, entre los varios y dudosos caminos que se abren y cierran para estosindividuos desubicados; la urgencia cada vez mayor de tales ocurrencias en el mbitode la globalizacin.

    Palabras clave

    sociedades coloniales y poscoloniales, reconocimiento cultural, tica, referenciasidentitarias, globalizacin.

    Presentacin de la novela; algunas pinceladas a modo de obertura

    Albert Camus escribe su primera novela, El extranjero, en 1947, cuandocuenta con 34 aos. En ella el autor franco-argelino nos muestra ya, mediante unaformidable narracin, algunas de las claves fundamentales de su vida y supensamiento sobre el absurdo existencial y sobre la pulsin vital que, pese a aqul,prevalece en la escritura y el devenir humanos.

    La trama de la historia puede resumirse brevemente: Monsieur Meursault, unciudadano francs residente y trabajador en la Argelia colonial, se ve envuelto en unasesinato casi fortuito y fruto de una causa casi arbitraria, con la que el personaje nose identifica, por la que es procesado y condenado finalmente a muerte. Estos datos,escuetos, telegrficos, han de ser ledos previendo y conociendo la sabia densidadhumana con que Camus pertrecha la historiaconociendo la final desesperacin deMonsieur Meursault por el sesgo de una vida que siempre resulta, comoquiera, finita ycondenada; por el hallazgo de motivos vitales en el sol y el cabello de mujer y losruidos de la ciudad amada; todo ello en el contexto de la vida de un hombre que, sifuera juzgado por ciertas acciones solamente, podra ser tildado de insensible,inconsciente o, peor an, de malvado.

    1 Universidad de Granada. Departamento de Filosofa II. Facultad de Filosofa y Letras B.Campus de Cartuja, s/n, 18071 Granada. (+0034) 958 24 37 79.

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    Primeras impresiones: el amoralismo

    Ama usted esta tierra hasta ese punto? Murmur. No respond nada.

    Albert Camus.

    Le la historia de Monsieur Meursault, opera prima de Camus de 1947, porprimera vez durante mi segundo ao de facultad en la carrera de Filosofa. Entoncespens que me hallaba ante el extrao contexto de la vida de un hombre cuya clave erael absurdo y cuyo instrumento la indiferencia. Me pareci que Monsieur Meursaultpracticaba una grotesca insensibilidad ante lo que constituyen los grandes tpicosexistenciales del ser humano: la muerte (su madre), el amor (Mara), el dolor (primerasimpresiones en la celda, el vecino Salamano o el viejo perro), los proyectos vitales defuturo (las proposiciones del patrn sobre el trabajo en Pars), la violencia (el asesinatodel rabe), la responsabilidad para con el otro y la colectividad (su colaboracin en labrutal carta de Raimundo y su testimonio favorable en la comisara).

    Nunca se cambia de vida, afirma Meursault a modo de justificacin cuandorechaza la posibilidad de ascenso en Pars. Era esto el eptome del inmovilismo, delo esttico, de una suerte de ataraxia prerreflexiva frente a lo humano por excelencia:el movimiento, el cambio, lo vivo? Meursault se me antojaba un caso raro y absolutode amoralismo, radicado en el nihilismo ms inveterado. Su incapacidad (oinvoluntariedad) de mentir, por ejemplo, en los primeros interrogatorios del procesojudicial, en los cuales le habra convenido inventar ciertas cosas si es que amaba lavida, no se debe a escrpulos ticos en cuanto al deber ciudadano de veracidad; msbien, es tal su indiferencia ante todo elemento del entorno, casi pusilnimeaparentemente, que ni siquiera se molestar en prepararse una buena mentira parasalvar la piel.

    Yo era ms joven cuando le esta fascinante primera novela de Camus, y antena los ideales puestos en el lugar equivocado, si es que hay errores posibles entales materias; no me pregunt por qu Meursault se comportaba y pensaba como lohaca, sino que pas inmediatamente a juzgarlo. La impetuosidad de ciertos aos nosinclina peligrosamente a juzgarlo todo antes de intentar comprender, ya quecomprender es lo ms difcil mucho ms que perdonar, incluso, como escribi lasabia Yourcenar.2 A su vez, perdonar es ms difcil que juzgar sin compasin, que eslo que yo hice. Y lo que solemos hacer.

    En aquel momento me salvaron de esa condena absoluta del personaje susprimeras demostraciones emotivas; yo encontr entonces que la expresin de laemocin constitua el elemento descriptor esencialmente humano, aquello que pudieradistinguir, en un momento dado, a un androide replicante de ltima generacin3 de unser humano de carne y tiempo. Por primera vez desde haca muchos aos tuve unestpido deseo de llorar porque sent cunto me detestaba aquella gente, expresaMeursault durante el juicio; tambin hallamos demostraciones de gratitud a lo largo delproceso, en las evocaciones de su exigua felicidad (cierta hora en la que ocurramesentirme feliz) o de una ciudad a la que amaba todo ello culminando en esetorrente desatado de humanidad cuando Meursault se rompe casi al final de la novela,en un estallido en el que se mezclaban el gozo y la clera.

    Pero no. Todo esto estaba equivocado y yo me haba convertido, como lectorajoven, en la jueza ms injusta e ignorante. Meursault estaba tan lleno de humanidad y 2 En su formidable obra de juventud Alexis o El tratado del intil combate.3 Ver la obra Suean los androides con ovejas elctricas?, de Philip. K. Dick o la fabulosaproduccin cinematogrfica inspirada en ella Blade runner.

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    consciencia, desde el principio, que los rboles no dejaban ver el bosque. Es fcilperderse, si se carece de mucha experiencia, en la maraa de terrible lucidez queenvuelve a Meursault. A Monsieur Meursault, que sabe que todas las certezas del curaque acude a su celda no valan lo que un cabello de mujer. A Monsieur Meursault,que afirma que nadie tena derecho a llorar por la muerte de su madre. A MonsieurMeursault, que ve transcurrir su proceso judicial, y decidir sobre su vida, sin que se leconsulte la opinin (mi suerte se decida sin pedirme la opinin; aqu hallamos algunaveta de lo irracional e irreversible de El proceso kafkiano), y que no ignora sin embargoque ello no es nada nuevo en la existencia que, en realidad, siempre sucede as, yque Era siempre yo quien morira, ahora o dentro de veinte aos.

    Por eso sabe que nunca se cambia de vida; por eso es capaz de entregarseal desenfreno ms vergonzoso (es decir, hacer el amor y baarse en un ro conMara) al da siguiente de la muerte de su madre. Y por eso est ms all de losnombres cotidianos, a menudo slo coordenadas forzosas y pobres, con los que lagente organiza el mundo: Necesit tiempo para comprenderle en ese momentoporque deca su amante y para m ella era Mara.

    Y sin embargo, no podemos olvidar que es un hecho que Meursault mata a unhombre, causa por la que le juzgan y condenan a pena capital. En qu clave hemosde entender esto qu ejercicio de comprensin cabe realizar aqu con Meursault, yaque sabemos de su consciencia lcida de la vida?

    En otras palabras, por qu mata Monsieur Meursault al rabe? Por qu, sipodra haber pasado sin matarlosi lo mata casi con desganasi lo mata slo porquehaca sol? Por qu Monsieur Meursault se expone a sentir remordimientos y el pesode la conciencia de por vida (lo que habra sido normal en una persona que, de formaexcepcional, se ve en la tesitura de matar a otra por primera vez), ms an, a perdersu vida bajo el yugo de la justicia? Por qu, si no le importa matarlo o no, si no esrelevante para l?

    Por qu de ese vaco, esa ceguera moral, ese agujero negro, esa sensacin dehorrible vaco emocional en Monsieur Mersault, esa alexitimia pasmosa, esabanalizacin de eventos supuestamente cruciales en las coordenadas vitales de losindividuos

    Relectura: la prdida de referencia identitaria en el contexto colonial o laimportancia del reconocimiento

    El reconocimiento forja la identidad.Charles Taylor.

    Pocos aos ms tarde, pues, rele por fortuna El extranjero y descubr, casi conplacer, que haba aprendido a sentirme ms prxima a Monsieur Meursault, y por tantoms comprensiva con las escalas de grises, con la tierna complejidad humana que noadmitimos en la insolencia tirnica de la primera juventudcon los espejismosbipolares que suelen convertir nuestra conciencia en un campo de fuerzas difcilmentedirimible sin traumas o dolor. Y uno aprende a pasar por encima de ese dolor porque,si no, uno se morira demasiado pronto.

    En primer lugar, pienso que toda lectura profunda de El extranjero debeacarrear una reflexin sobre la conformacin de la identidad humana en esferasindividuales y colectivas; es la identidad de Meursault, en realidad, la que se juega enla novela, y es la aparente ausencia de ciertos anclajes identitarios la que nosdesubica y desconcierta al aproximarnos a ella, la que nos alarma.

    Resulta ya proverbial sealar el ambiguo y proteico juego simblico que existeen el ttulo mismo de la novela; tranger, el nombre original en francs, significa a lavez extrao y extranjero, retrucano de palabras que implica por cierto una riqueza

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    de significados intraducible al castellano. Porque el que se extraa es un pocoextranjero, y a su vez el extranjero es siempre y en primera instancia un extrao,aunque sea un extranjero voluntario. No hablemos ya del elemento trgico ydesarraigado del exilioo de las peculiares connotaciones del extranjero-colono,doblemente extrao, doblemente deslegitimado en su juego de dominacin.

    El gran Frantz Fanon, el mdico negro de La Martinica y combativo idelogo dela liberacin africana, supo entender con una lucidez inusual esas reificaciones y esosciegos que suceden en una sociedad colonial; l se centr, sin embargo, en lasmutilaciones que sufran los colonizados y en cmo el pensamiento y el activismoafricano deban, en aquellos aos sesenta, realizar un ejercicio de independenciainterna y externa, de revalorizacin de lo propio (frente a los mimetismosnauseabundos; Fanon, 1961: 292), de generacin de autoestima colectiva frente alreconocimiento de los vnculos grupales, cambiando la piel y desarrollando unpensamiento nuevo. Fanon instaba, en los apasionados textos que eran fruto de sumisma vida, a vencer esa cobarda en el momento decisivo de la lucha (Fanon, 1961:136): [] en la guerrilla, efectivamente, la lucha no es ya donde se est sino adondese va. Cada combatiente lleva a la patria en guerra entre sus manos desnudas(op.cit.).

    En definitiva, Fanon constituye un formidable ejemplo de pensamiento dereaccin donde se ponen de manifiesto algunas de las claves de la identidad colectiva,de la relevancia para la salud fsica y mental- y el bienestar de las personas que susdiversos vnculos tengan cabida y sean reconocidos.

    Camus relata a mi entender en El extranjero, de modo literario en lugar desociolgico, la otra cara de la moneda en una sociedad colonial, ese otro rostro acerboy tan lleno de matices del colonizadorsu disolucin de identidad en una estructuraracional y fra de burocracia en diferido, exportada fsicamente de la Francia originalcomo si un genio maligno hubiera hecho volar los edificios oficiales desde Pars oNantes o Lion hasta Argel, sin considerar las barreras arquitectnicas, culturales,ntimas, que pudiera hallarse en esta ciudad norteafricana. O en tantas otras.

    Retrata esa prdida de inters, de insercin humana, en una sociedad dondeformalmente el extranjero domina, e ntimamente ha de enfrentarse cada da alreflejo mismo del desprecio del nativo frente a esta injusta dominacin, legitimadacomo digo slo en la forma, mas no en el radical fondo moral de la conciencia.

    El filsofo canadiense Charles Taylor4 me ayud a comprender a Meursaultms an. Su elocuente pensamiento sobre el reconocimiento cultural aporta nuevaluminosidad para asumir que los problemas de Meursault no son slo los problemasde Meursault sino que se enrazan en una global falta de estructura, fruto, en su caso,de la vida en la colonia francesa de Argelia (claro trasunto de la propia vida deCamus), de la ausencia de referencias y de adscripcin a alguna suerte de identidadgrupal mnimanente definida. Es la misma identidad de Meursault la que estmenoscabada, pues; y, cmo hallar coordenadas morales en ese campo vaco?Cmo hallar razones de peso para matar o no matar al rabe? O para ser camaradao no serlo?: No dije nada y me pregunt otra vez si quera ser su camarada. Dije queme era indiferente, y pareci quedar contento".

    Para Taylor (1992), el reconocimiento de la especificidad cultural no es unacuestin balad, no es una reflexin adyacente sino que adquiere una relevanciacentral para la conformacin de la identidad individual. Lo que vindica es, pues, lalicitud de la especificidad y la diferencia.

    4 Taylor recoge tambin a Fanon, de un modo especialmente lcido: La premisa fundamentalde estas demandas es que el reconocimiento forja la identidad, particularmente en suaplicacin fanonista: los grupos dominantes tienden a afirmar su hegemona inculcando unaimagen de inferioridad a los subyugados (Taylor, 1992: 97).

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    Entendemos que un individuo realiza su primera y su segunda socializacin,claves para la conformacin de su identidad psicolgica, en un marco determinado, encrculos vinculados con caractersticas culturales concretas. Cuando esta especificidades invisibilizada, desconsiderada sistemticamente o, peor an, denostada, es laidentidad misma de los individuos la que se menoscaba, la que se fracturagravemente, no pudindose expresar ni respirar en libertad o, cuando menos,normalidad; as, se desatan procesos crecientes (difcilmente combatibles) de falta deautoestima en la propia conciencia, de resentimiento contra el frente que constituye laalteridad.

    La alteridad, pues, se convierte en un frente de combate. En lugar de ser unfrente de reconocimiento.

    Y es de este modo, en este contexto y segn estas claves, donde y como megusta entender la historia del extrao-extranjero Monsieur Meursault. Su radicaldescentramiento vital no es, insisto, y pese a que pudiera parecerlo, una cuestinindividual.

    Tambin Gadamer (1986) tiene mucho que decir en torno a la fusin dehorizontes y los juegos lingsticos, dialgicos y por tanto sociales, entre losindividuos, para lo que es preciso compartir tambin una serie de cdigos horizontales.En una sociedad colonial difcilmente podrn sucederse estos juegos dialcticos, yaque las relaciones sociales y personales no estn trazadas segn un principio dehorizontalidad sino en virtud de una jerarqua esencial; no se trata de que ac o all,en ste o aquel registro, existan jerarquas, lo cual de facto sucede en toda agrupacinhumana. Se trata de que, de modo intrnseco, se asuma que los individuos seseccionen constitutivamente en dos grupos de valoracin diferenciada.

    Para que exista una permeabilidad entre los individuos se precisa que lasfronteras entre ellos sean, efectivamente, porosas; las fronteras fsicas, geogrficas, ylas tnicas esas que son las fronteras humanas, no las del misterio, como recitabael divino Silvio (Rodrguez). Pero entre los individuos que conviven en una colonia noexiste posibilidad de esa profunda, verdadera permeabilidad moral porque no existenfronteras se obvian, se ciegan, se ignoran.

    Se ha afirmado que, si bien las fronteras coloniales llevaban en s mismas elgermen de la protesta, dado que los africanos eran sbditos, no ciudadanos, laflexibilidad no planteaba grandes problemas filosficos (Nugent y Asiwaju, 1996: 41).Ser sbdito en lugar de ciudadano ubica al ser humano en una posicin no reflexiva,en una situacin de no combate, de no reconocimiento, de no derechos, deobediencia y no vindicacin. Sin embargo, los seres humanos siguen siendo sereshumanos aunque vivan en un rgimen que los convierta en sbditos; o, desde el otrolado, aunque vivan en un rgimen que los convierta en monarcas absolutos ocolonizadores (trmino que implica un punto ms de actividad, de gerundio, que elms esttico colonos).

    El extranjero, el extrao, el extraado Meursault, viva en el norte de fricalejos de unos supuestos lugares referenciales a los que tampoco amaba Cuandotiene oportunidad de vivir y trabajar en Pars, contesta con evasivas porque en elfondo me era indiferente. Aunque, bien pensado, tambin responde de igual modocuando Mara le pregunta que por qu no se casan: Dije que me era indiferente y quepodramos hacerlo si quera.

    No tena ninguna importancia. Aquello no tena demasiada importancia oninguna. Monsieur Meursault no acababa de tener pas, ni tribu.

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    Un poco ms adentro, un poco ms profundo: Monsieur Meursault y El coraznde las tinieblas

    Cmo poder imaginar entonces a qu determinadaregin de los primeros siglos pueden conducir los pies de unhombre libre en el camino de la soledad, de la soledad extremadonde no existe polica, el camino del silencio generoso que sehace eco de la opinin pblica? []

    Vivimos como soamos solos.Joseph Conrad.

    Joseph Conrad realiz un primer viaje al Congo en 1890; esta ruta constituir lasemilla de su futura obra magna Heart of Darkness, El corazn de las tinieblas,publicada en 1902.

    Diario de viaje de Conrad, inclemencias del Congo: Mosquitos. Ranas.Horrendo, Contento de ver el final de esta estpida trampa. Me encuentro bastantepachucho.5 Pero Conrad vivir en frica alguna experiencia ms aparte de las propiasdel choque cultural e incluso meteorolgico, que en algunos momentos recuerdanvagamente a los malestares relatados por Lvi-Strauss en Tristes trpicos. SegnVargas Llosa, Conrad muestra en El corazn de las tinieblas una exploracin de lasraces de lo humano, en el contexto de un impactante contacto conflictivo entre elaparentemente civilizado y razonable occidente blanco, que se revelar en realidadcomo una de las mayores fuentes de horror, y el presunto salvaje sur negro (y tngaseen cuenta que an no haba sucedido el Holocausto ni siquiera la Primera GranGuerra). En palabras de Vargas Llosa, la obra es una dura crtica a la ineptitud de lacivilizacin occidental para trascender la naturaleza humana, cruel e incivil (enConrad, 1902: 17).

    Haba resumido, haba juzgado. El horror! (Conrad, 1902: 45); estas son lastremebundas palabras con las que Conrad por boca de su narrador, Marlow, concluyesobre el personaje central, aunque casi constantemente ausente, de la obra: elformidable y terrible coronel Kurtz, que se ha vuelto loco de lucidez.

    Pienso que podemos hallar una vinculacin profunda entre la impersonalidad,la cierta insociabilidad de nuestro Monsieur Meursault y la experiencia de Conrad enel Congo. Tambin all el gran viajero y explorador que fue Conrad se top de brucescon el vaco existencial que sucede cuando las personas han de vivir desubicadas ydescentradas de sus lugares de origen, sus sentidos relacionales habituales en unapalabra, sus coordenadas simblicas referenciales. Arrebatar el orden y el acomodoque representa un mito compartido es uno de los etnocidios mayores posibles, almenos en su sentido ms metafrico; desde luego, no debe hacerse gratuitamente.Todo esto lo pudo observar Conrad en frica como hace entender al lector cuandoafirma que [] lo importante era saber a quin perteneca l, cuntos poderes de lastinieblas lo reclamaban como suyo (Conrad, 1902: 113). Lo importante era saber aquin perteneca l Adnde pertenece uno es importante en una guerra, o en unaemigracin. Tal vez tambin por eso el capital social suele circular ms fluidamenteentre los grupos diferenciados de inmigrantes en sociedades complejas.

    Conrad aborda en la novela su nocin de la tierra como una estacin detrnsito: La tierra para nosotros es un lugar donde vivir, donde debemos llenarnos devisiones, sonidos, olores [] (Conrad, 1902: 114). Tambin la descripcin y recreacin 5 Me refiero al diario personal de Conrad sobre su viaje al Congo, del que se incluye una parteal final de la edicin de El corazn de las tinieblas que he manejado. La cita en el textopertenece a l (p. 173).

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    de las ciudades occidentales recuerda en algo al cido contraste cultural en lascolonias expresado por Camus; denota Conrad una visin muy pesimista de lacivilizacin europea representada por la ciudad espectral o el sepulcro tranquilo(que era la matriz de la Compaa) en el corazn del Congo; y, a su vez, habla deldesprecio que emerge al regreso de frica a Europa, de la distancia que se sientepara con la ciudad occidental, la percepcin de esa falta de autenticidad y deverdadera vibracin de la vida:

    Me encontr una vez ms en la ciudad sepulcral, sin poder tolerar lacontemplacin de la gente que se apresuraba por las calles para extraer unos de otrosun poco de dinero, para devorar su infame comida, para tragar su cerveza malsana,para soar sus sueos insignificantes y torpes. Eran una infraccin a mispensamientos (Conrad 1902: 153).

    Duras palabras las de Conrad y que sin embargo, tal vez, pudieran haber sidoperfectamente pronunciadas por Meursault. Con ellas habla Conrad, a travs deMarlow, con ese casi sentimiento de superioridad del iluminado, del visionario o,acaso, del que ha regresado sabio de un periplo a travs del mundo, y no tiene msremedio que contemplar con desprecio lo que antes era clidamente familiar y ahorase revela como miserable. Tal vez suceda siempre as, siempre que se viaja abierto ala experiencia polidrica de la Tierra y sta nos penetra hasta la mdula.

    Y hace regresar siempre con una mirada distinta. Necesariamente distinta.Inexorablemente.

    No pretendo defender, como es obvio, lo indefendible: est claro que MonsieurMeursault no es Marlow ni Kurtz, ni Camus es Conrad. Pero s pienso que puedepalparse bastante proximidad entre ellosuna vecindad, al menos, entre sussoledades y errancias, entre sus mecanismos de soledad incluso sucedidos en laatmsfera colonial de la Argelia de El extranjero y el Congo invadido de El corazn delas tinieblas; sus latitudes y longitudes se acortan, en esas exploraciones anlogas delas ausencias y las contradicciones, trgicas a veces, que nacen del contacto cultural yla interpenetracin vivencial, cuando los choques son tan profundamente humanos.

    Cuando suceden en las races de lo humano.

    Reflejos en la actualidad. Proyecciones

    Y bien; llegados a este punto, qu reflejos de la desubicacin, la prdidareferencial de Meursault podemos observar en nuestras propias sociedades delnorte? Quisiera centrar la reflexin aqu en un nico punto concreto, pese a la variadagama de implicaciones que podra sugerir el libro de Camus en clave multicultural,como reza el ttulo de este trabajo.

    Corren hoy ros de tinta sobre la cuestin de la inmigracin en las sociedadesoccidentales o del norte (metafricamente hablando, en cierto modo), y las distintasperspectivas frente al encaje y acogimiento de los fenmenos que acarrea en losdiversos lugares del globo. Sin embargo, creo que no debemos desligar estasrealidades de un anlisis y una aproximacin profunda a lo que la emigracinrepresenta para sus protagonistas activos, los y las migrantes; y con esto me refiero alo que representa humana, familiar, psicolgica, colectiva y moralmente, es decir, deun modo holista.

    Pocas migraciones, o ninguna, son estrictamente voluntarias (en el sentido deque no se evitaran si ello fuera posible); y esto debera hacernos reflexionar sobre lasituacin de cualquier migrante -en particular y mxime si est empobrecido y carentede algn poder socioeconmico que favorezca su insercin- que ha de resultardesvalida o, cuando menos, no sencilla.

  • Ester Mass Guijarro

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    Va mucho ms all de la integracin econmica y laboral, lo que necesita unindividuo que se ve abocado a la decisin de emigrar, por una u otra razn. Y ladistancia social que sucede, en la mayora de los casos, entre estos emigrantes y losactores de la sociedad receptora, est alimentada por esa misma falta de comprensinprofunda del fenmeno, mucho ms all y ms ac de actitudes xenfobas o racistasexplcitas en su raz.

    Naturalmente, el seno de una sociedad netamente liberal, en el sentido de queno quisiera o no se preocupara activamente por la cuestin de los derechos culturalesy colectivos en alguna medida, no sera un buen lugar donde las personas emigrantespudieran ejercer su identidad sin menoscabo. El liberalismo es tambin un credocombatiente, afirma Taylor (1992) en su rechazo de las visiones de la pretendidaneutralidad liberal. El liberalismo, pues, no es neutral, pese a que trata de simular esergimen de convivencia vaco de moral donde todas las concepciones vitales sonpermitidas y salvaguardadas por la gama de derechos estrictamente individuales; estono es as, ya que el liberalismo se enmarca y contextualiza en el mbito de unadeterminada etapa histrica, de un tiempo y un lugar determinados, y con ello conllevauna carga importante de ideologa, usos y costumbres particulares que en ningnmodo pueden considerarse estructuralmente neutrales.

    No voy a entrar aqu a juzgarlos, ya que no es el objeto de este pequeotrabajo; s deseo, sin embargo, remachar este apunte sobre la falaz neutralidad delliberalismo y, tambin, sobre mi creencia en la conveniencia de la afirmacin de loindividual por va de lo colectivo cuando es necesario, o dicho de otro modo: reconocery validar lo individual debe pasar, en muchas ocasiones, por reconocer y validar unacolectividad determinada, tanto como lograr la igualdad debe pasar tantas veces por laadopcin de medidas desigualitarias de discriminacin positiva.

    Quisiera finalizar mi reflexin, pues, solamente invocando con nfasis estacuestin de la desubicacin y el descentramiento de los emigrantes en una sociedadnueva y compleja; llamando la atencin sobre la conveniencia de practicar (tambin aescala individual, ya que todo lo personal es poltico) una aproximacin a la realidadsocial y psicolgica, dira incluso, de la persona migrante y de la prdida de referenciacultural, bien onerosa, a la que forzosamente se ve sometida. Y comprender, que nojuzgar, a partir de ah a estas personas y los procesos en los que se ven envueltas,mas siendo, pues, las personas, y no los procesos, las unidades esenciales deanlisis.

    La mencionada asercin todo es personal y poltico fue uno de los emblemasy gritos de guerra de los grupos combativos de mujeres durante la revolucinsocialista de Mozambique. Recordndola quiero enfatizar varias cosas; una de ellas esel deber de no permitir que el anlisis sociolgico nos conduzca a emplear tantostrminos reificadores de personas que generen nuestro olvido de la condicin humanade esas mismas personas; es decir, que los conceptos no nos hagan olvidar a laspersonas a las que representan y a cuyo servicio deben de estar. Otra de las cosas esel deber de no conformarnos con actuar colectivamente sino considerar tambinnuestra cuota de responsabilidad individual para con lo individual, es decir para losindividuos concretos. Dostoievski afirm duramente en Los hermanos Karamazov queel hombre es responsable de todo, ante todos. Yo no dira tanto; esta frase constituyetal vez una aberracin moral por exceso. Pero no pequemos tampoco por defecto,que opino que es a lo que nos viene conduciendo el pensamiento dbil (el pensierodebole, que llamara Vattimo) en nuestros globalizados das.

    Repito: y comprender, que no juzgar, a partir de ah.

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    Bibliografa

    - Camus, A. 1995 [1947]. El extranjero. Altaya, Barcelona.- Conrad, J. 2004 [1902]. El corazn de las tinieblas. Mondadori, Barcelona.- Fanon, F. 1963 [1961]. Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Econmica,

    Mxico.- Gadamer, H-G. 2000 [1986]. Verdad y mtodo II. Montalvo, Salamanca.- Nugent, P. y Asiwaju, A. I. 1998 [1996]. Fronteras africanas. Barreras, canales y

    oportunidades. Bellaterra, Barcelona.- Taylor, Ch. 1993 [1992]. El multiculturalismo y la poltica del reconocimiento.

    [Ensayo de Charles Taylor. Comentarios de Amy Gutmann, C. Rockefeller, MichaelWalter y Susan Wolf]. Fondo de Cultura Econmica, Mxico.