Análisis de la "Ciudad Letrada" de Ángel Rama
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Anlisis de La Ciudad Letrada de ngel Rama.por Cristin Brito
Villalobos
Artculo publicado el 02/04/2005Pequea resea bibliogrfica de ngel
Rama
Nacido en Montevideo, Uruguay, el 30 de abril de 1926, ngel Rama es
considerado uno de los crticos latinoamericanos ms influyentes.
Cultiv la narrativa y el teatro, sin embargo el aporte decisivo de
su obra corresponde a la crtica literaria. Rama egres de la
Universidad de Montevideo, cuyo Departamento de Literatura
Hispanoamericana dirigi entre 1966 y 1969. Habiendo iniciado su
labor docente desde muy temprana edad, fue profesor durante ms de
treinta aos en su pas y en centros de educacin superior de
Hispanoamrica y USA. Exilado a fines de los aos 60, Rama residi en
varios pases latinoamericanos. En los ltimos aos de su vida se
radic en Estados Unidos, pas donde fue profesor de las
universidades de Maryland y Princeton y del Middlebury College. Los
ltimos meses de su vida los pas en Pars.Sobre su vida privada, cabe
mencionar que ngel Rama se cas dos veces, primero con la poeta Ida
Vitale, en 1950, quien fue la madre de sus hijos Amparo y Claudio,
y en 1969 con la narradora y destacada crtico de arte Marta Traba,
junto a quien muri en un accidente de aviacin en Mejorana del
Campo, un lugar cercano a Madrid, el 26 de noviembre de 1983. ngel
Rama, hoy por hoy, se ha convertido ya en un clsico de la cultura
latinoamericana , y esto se ha manifestado no slo en la inclusin de
sus ensayos en la coleccin Ayacucho, en cuya fundacin y diseo tuvo
tan destacada participacin, sino tambin en las formas de lectura a
que su trabajo ha sido sometido. A ngel Rama, que en tanto clsico
ya literario funciona como una suerte de punto de referencia a
partir o en contra del cual se construyen y se legitiman discursos,
perfectamente se le podran aplicar los conceptos y criterios que l
elabor para el estudio de los campos culturales y los intelectuales
latinoamericanos. As podramos visualizarlo como transculturador,
como un miembro ms de la ciudad y como crtico especializado y
profesional y adems como agente cultural, ya que pocos
intelectuales encarnan como Rama, en su propia biografa y de una
manera ms patente, la dimensin continental latinoamericana de los
aos sesenta. En este sentido, Rama dict conferencias y cursos en
gran parte de Amrica Latina. Vivi y trabaj en Montevideo, San Juan
de Puerto Rico, Pars, Stanford, Maryland y Caracas. En sta ltima
ciudad obtuvo la nacionalidad venezolana debido a la negativa de la
dictadura uruguaya a renovarle el pasaporte. Sobre este respecto y
reflexionando sobre el impacto del exilio en la emergencia y
globalizacin de la cultura latinoamericana, Rama dira: La movilidad
del equipo intelectual latinoamericano ha hecho posible una ()
tarea de globalizacin y percepcin del conjunto, subrayando las
circunstancias econmicas, sociales y desde luego culturales que
encuadraban a toda Amrica Latina. Los exilios vinieron as a
culminar en la dcada siguiente, ese efecto continentalizador que la
revolucin cubana y las reacciones norteamericanas y soviticas, el
Boom de la literatura y los medios de comunicacin masivos, el
desarrollo de la sociologa de la dependencia marcaron una impronta
a lo largo de su trabajo literario. En el presente informe se
pretende dar una visin de lo que considero son los puntos
relevantes, dentro del gran espectro que el texto de Rama ofrece al
lector.Rubn Daro y el Modernismo
Con Rubn Daro y el Modernismo (1970), Rama regula el desarrollo ms
vasto del volumen monogrfico, una serie de temas que le haban
preocupado ensaysticamente durante toda la dcada anterior y haban
de ocuparle, de manera ms ambiciosa, en la siguiente. De entre
ellos existen tres que resaltan especialmente y que estn altamente
interconectados, adems que de una u otra manera, estos aspectos
sern centrales la profesionalizacin del escritor latinoamericano y
su relacin con un pblico lector; la solucin variable a la relacin
de dependencia frente a Europa y las metrpolis; y la relacin entre
renovacin tcnica y el desarrollo de lenguajes y poticas americanas
originales. Partamos de la base que la tesis fundamental del libro
de Rama es que el Modernismo en general y el de Rubn Daro, en
particular, representan la autonoma potica de Amrica Latina, la
comprensin de un sistema literario, vale decir con un corpus
literario coherente, un pblico efectivo y productores
especializados, y tambin la instauracin de una tradicin potica.
Ante la an vacilante existencia de ese mercado de lo literario, el
escritor modernista se vio enfrentado a una forma de doble
devaluacin social, pues haba ya dejado aquel poeta cvico de amplia
participacin e influencia en la vida poltica del pas (Neoclasicismo
y Romanticismo) y la sociedad pareca no tener demanda para sus
nuevas producciones artsticas. Frente a este desafo, dice Rama,
Daro comprendi profundamente que la respuesta adecuada era buscar
alguna forma de especificidad de la labor y figura del escritor. En
la caractersticas de reacciones del escritor modernista frente al
mercado simblico capitalista hay, segn Rama, quienes se niegan al
mercado y sus leyes, seran una suerte de outsiders que la sociedad
considera bohemios improductivos y que son catalogados, la mayora
de las veces, como poetas frustrados; hay otros que deciden
abandonar la poesa y se dedican a profesiones que s tienen mercado
real, como abogados y profesores; los hay, como Jos Asuncin Silva,
que viven en permanente conflicto entre sus dos ocupaciones de
poeta y comerciante; finalmente, y aqu est dice Rama, la mayora de
los que perduran, hay aquellos que como Daro, entran al mercado
como periodistas intelectuales, cronistas de viajes, de sociales,
de arte, etc. A este respecto, interiormente de las variedades
discursivas del periodismo de la poca, el escritor modernista,
concluye Rama, aport su escritura como una marca registrada que lo
distingua, estilstica y conceptualmente. Para Rama, entonces, el
mrito de Daro es haber sabido comprender su nueva posicin de
productor en y para el mercado y, al mismo tiempo, haber
revolucionado uno de sus medios de produccin: el lenguaje potico,
que trabaja sobre y transforma al lenguaje comn. Frente a cierto
marxismo de orientacin lukacsiana, que vendra a privilegiar las
formas de la representacin y el reflejo que de lo real hace el
discurso literario como ngulo fundamental para el estudio de
movimientos literarios como el Modernismo hispanoamericano, destaca
Rama la influencia del Walter Benjamin de textos como El Autor como
productor, La obra de arte en la poca de su reproductibilidad
tcnica y los estudios sobre Baudelaire, la prevanguardia y la
modernidad parisina. Es por ello que Rama, en lugar de preguntarse
exclusivamente cules son las relaciones de la obra literaria de
Daro con las relaciones y fuerzas productivas del mundo social, lo
que hace es inquirir cul es su posicin dentro de dichas relaciones,
es decir, de qu manera se constituye Daro en productor y qu vnculos
establece con un pblico consumidor y con los mecanismos y la
materialidad que elabora. Es por eso que la labor periodstica de
Daro y su influencia sobre el concepto y el lenguaje potico que
maneja, adquieren un lugar destacado en el anlisis del crtico
uruguayo. Para l la prosa esel gran campo experimental del
movimiento, donde se ensaya la gran renovacin del Modernismo. La
experiencia concreta de la participacin en el mercado de bienes
culturales del periodismo y su sistema de operaciones, fue, en
definitiva lo que otorg sustancia real al ideario literario de
Daro. Lo que para muchos es simplemente otra manifestacin del
afrancesamiento de Daro, es para Rama en cambio, una experiencia de
la modernidad que el poeta experimenta vital y concretamente en sus
aoschilenos y argentinos el predominio de un subjetivismo
individualista, la multiplicacin y aceleracin de los objetos y las
prcticas urbanas en las metrpolis del sur que se disputaban el
ttulo de Pars de Amrica Latina. Daro no recibe simplemente una
influencia literaria de arte puro, sino que vive, en su versin
latinoamericana, sus bases materiales. De all que su mejor obra sea
una transformacin creadora y original y no una burda imitacin.
Dicha experiencia de la modernidad posibilit en Daro una doble
liberacin: la de los cliss verbales de la tradicin espaola y la de
los cliss mentales que aquellos encerraban. Daro determin as con
claridad, sostiene Rama, la esfera precisa del cambio o revolucin
literaria latinoamericana, el concepto del poeta, que se torna
especfico, y el de poesa, que se vuelve autoconsciente. Para ello
renueva Daro la lengua literaria, las formas mtricas, los recursos
de estilo y los temas. De las dos formas de independencia posibles.
Rama sostiene que Daro elige, desechando la temtica, la ms drstica
que corresponde a una reelaboracin de la lengua potica, en este
sentido Daro usa a los franceses para poder deshacerse de la carga
retrica del neoclasicismo y del romanticismo espaol, lo que lo
obliga, adems, a buscar en los clsicos del Siglo de Oro y en la
lengua cotidiana nuevas fuentes en que abrevar. Situado Daro en esa
encrucijada permanentemente latinoamericana del esfuerzo por la
originalidad inscrita siempre en una fuerte dependencia econmico
cultural respecto a las metrpolis, supo realizar, como insina Rama,
con mayor o menor conciencia, una alta tarea, que fue la de
transculturar a partir de lo propio y ajeno, haciendo uso de los
espacios que social e histricamente estaban a su alcance, buscando
en el adorno interior de la lengua los recursos tcnicos para
responder creativamente al estmulo exterior. Esta capacidad para
encontrar las armas tcnicas propias que permitan lo que luego
llamara una operacin transculturadora original, ser, de aqu en ms
para Rama, el nivel cultural con el cual medir a sus autores
preferidos y, menos positivamente, a aquellos que nogocen de su
favor.La Ciudad Letrada
En La Ciudad Letrada, ngel Rama se adentra en las ciudades
latinoamericanas para ahondar en el papel transculturador de las
culturas urbanas, y en particular, para descubrir el mapa y la
mecnica de la escena pblica, los lugares e instituciones que
organizan la vida cultural, y el diverso papel que han jugado sus
actores culturales principales, los letrados: desde los primeros
escribanos y cronistas de Indias, hasta los escritores y la crtica
que vive en la calle, en los diarios, en el mundo de las
comunicaciones, pasando por la generacin de los fundadores de la
escuela obligatoria, los dspotas ilustrados, los modernistas, los
claustros universitarios, o la generacin crtica.Tal vez uno de los
mayores aportes de La Ciudad Letrada (1984), es que formula
entender el discurso como una prctica realizada por agentes para
responder a demandas socialmente definidas, lo que supone
productores y un pblico sujetos de y a esta prctica; segn una serie
de procedimientos reguladores y prcticas subsidiarias; en un
espacio fsico concreto y en un momento histrico determinado. As,
pareciera decirnos Rama, entender el discurso como prctica, supone
detenerse en su materialidad ms inmediata para comprenderlo como
una forma social del hacer. Un segundo aspecto decisivo del texto
de Rama que no es sino un resultado del nfasis en la materialidad
de lo discursivo, consiste en la postulacin, por primera vez con
esta claridad terica, de un objeto transdisciplinario, con el
letrado y la cultura letrada, para el estudio de lo discursivo en
Amrica Latina. Paso ahora a explicar estos dos aportes un poco ms
en detalle. La imagen espacial de la ciudad letrada rodeada de
aspectos amenazantes, permite postular que, en un cierto sentido,
el libro de Rama no es tanto sobre la ciudad letrada en s misma
como sobre sus relaciones con la ciudad real. En efecto, en tanto
identidad negativa que permite el proceso identitario de la ciudad
letrada, la ciudad real es una parte constitutiva de la forma de
existencia de aquella. Del mismo modo, es posible postular que La
Ciudad Letrada es no slo un libro sobre la escritura, como parece a
primeras luces, sino tambin un libro sobre la formacin de pblicos
nacionales y la dialctica de la relacin entre la lectura y la
escritura. Al llegar al momento modernista y modernizador, Rama se
ve enfrentado, tras su descripcin del largo recorrido del letrado y
su ciudad, a una suerte de disyuntiva que remeda parcialmente
aquella que confrontan los letrados de la poca. Sobre este respeto
existiran dos caminos posibles: El letrado modernista puede
continuar al amparo del poder estatal, o bien, derivar hacia la
especializacin profesional y la independencia econmica que un
mercado incipiente comenzaba a ofrecer en la forma de periodismo,
crnicas y artculos. Como vimos anteriormente, ste ltimo fue el
recorrido que Rama analiz en Rubn Daro y el Modernismo. Estudiando
esta misma encrucijada modernista y basndose principalmente en Jos
Mart y Julio Ramos, Rama propuso una reconsideracin de lo que
estimaba una cierta historicidad del concepto de letrado. Para
Ramos, ms all de cualquier aparente continuidad entre letrado y
escritor, lo que resultaba realmente definidor, era que la base del
discurso de legitimacin de este ltimo tipo de intelectual haba
cambiado radicalmente. De sujeto casi estatal de la modernizacin,
haba pasado a ser un crtico de ese proceso de entrada en la
modernidad. La literatura buscaba, segn Ramos, un discurso de
validacin en un campo de lo social que se haba fragmentado en
saberes especficos que hacan imposible la continuidad sin ms de la
actividad del letrado tradicional. En lo que se refiere a sujeto
civil, este presupona un espacio discursivo homogneo, en que lo
poltico, lo social, lo artstico y lo religioso, se integraban de
tal manera, al punto de permitir a cualquier sujeto autorizado,
vale decir letrado, pasar de un sector al otro casi sin solucin de
continuidad discursiva. En el nuevo espacio discursivo fragmentado
de la modernidad, el modo de autorizacin del sujeto literario sera,
en cambio, especficamente esttico. As, y algo paradjicamente, ese
sujeto esttico se autorizara a s mismo, se tornara especfico, es
decir moderno, en tanto crtico de aquella separacin desintegradora
y de las diferentes prcticas estatales, ambas decididamente
modernizadoras. Entonces, en esta encrucijada a dos niveles que
envuelven tanto a los escritores como a los crticos, los escritores
modernistas por definicin siguieron a Daro. Julio Ramos, por su
parte, prefiere seguir a Mart para mostrar como aqu, en el supuesto
ejemplo paradigmtico de la alternativa poltica a la opcin literaria
de Daro, se impona tambin un quiebre radical en el discurso
letrado. La opcin de Rama en La Ciudad Letrada, demuestra que lo
que pareca un cruce en el camino al llegar a la altura del fin de
siglo, era en realidad una multiplicacin de las rutas posibles del
trabajo intelectual. Si Ramos se va con Mart y Daro por el camino
de los literatos, Rama, en cambio, elige un camino intermedio que
sirve mejor el argumento central de su libro sobre la continuidad e
importancia de la actividad discursiva del letrado en Amrica
Latina. Este camino es el de los que denomina idelogos, cuyo
paradigma seran los filsofos, educadores, politlogos a la manera de
Jos Vasconcelos. En este desplazamiento sutil, y a la vez algo
forzado hacia los escritores de prosa, llamemos no ficcional,
radica extraamente uno de los aspectos ms iluminadores del libro de
Rama. ngel Rama permite ver, en la doble orientacin de los
filsofos-educadores, y sobre todo en los profesores, su encarnacin
ms abundante y decisiva, algo que siempre haba sido verdad pero que
slo ahora cuajaba en forma visible y masiva: que la literatura no
era simplemente un conjunto de obras y autores, sino un grupo de
prcticas discursivas y no discursivas de produccin de sentido
socialmente determinadas. Prcticas de elaboracin, produccin y
consumo de textos que si ahora se multiplicaban permitiendo aquella
divisin de la ciudad letrada, slo resultan entendibles a la luz de
la continuidad de la labor reproductora, e inevitablemente
transformadora, de dichas prcticas en el seno del sistema escolar.
Slo la ampliacin del pblico lector, y el lento proceso de
constitucin de las literaturas nacionales permiten visualizar lo
que la literatura siempre haba sido y entonces solamente
perfeccionaba y masificaba; una mquina para la produccin de
subjetividades, un discurso, una prctica, o sea un poder saber, una
disciplina que pronto pasara a llamarse, al menos en algunos pases
Castellano.Conclusin
Tal como lo seala Mario Vargas Llosa, ngel Rama era un tipo
diferente, que vivi la literatura con una pasin y vocacin
extraordinaria. Con una brillantez y elocuencia que sobrepasaba a
quines lo oan o, hasta el da de hoy, siguen su legado impreso en
sus cuantiosos libros y escritos. En este respecto, La Ciudad
Letrada da muestra de la prolijidad de su trabajo. Un documento que
atraviesa diversos puntos sobre nuestra Latinoamrica y que funciona
como una especie de fotografa sobre la realidad cultural que en
este alejado rincn del mundo se viva. Como casi siempre ocurre, su
trabajo es apreciado mucho ms ahora de lo que fue en vida. Para
generaciones como la ma, su escrito sirve como un texto revelador,
que permite conocer ms sobre nuestras races y que permite as poder
entender muchas cosas en que las anteriormente no me haba detenido.
Las palabras sentidas del gran Mario Vargas Llosa en su apartado La
pasin y la crtica, conmueven, en el sentido de que develan que ngel
Rama no fue slo un crtico o ensayista ms, sino un hombre que vivi
para investigar y, sobre todo, para absorber lo que en su entorno
ocurra, dejando un legado importantsimo para quienes sentimos a la
literatura como un arte que ya es parte de nosotros y de nuestras
vidas.C.B. 21 de Septiembre de 2004Bibliografa visitada
_____________
Rama ngel. La Ciudad Letrada. Ed. Del norte, Hanover, 1984.
Sitios web
http://sololiteratura.com/ramabiografia.htm
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/rama/placer_de_la_critica.htm
www.unimag.edu.co/antropologia/angel_rama_o_el_placer_de_la_critica.htmhttp://critica.cl/literatura/analisis-la-ciudad-letrada
Ciudad letrada: ngel Rama y la espacializacin del anlisis
cultural*
Gustavo RemediEl desplazamiento y parcial conversin de la ciudad
letrada en la ciudad corporativizada, en la ciudad enchufada a los
circuitos de circulacin de informacin global, o en la ciudad
tele-espectadora, poco o nada han significado en trminos de un
progreso social sustancial
nunca se me haba ocurrido pensar que cuando miramos una foto de
frente los ojos repiten la posicin y la visin del objetivo
Julio Cortzar, Las babas del diablo I. La re-territorializacin del
anlisis culturalCon demasiada frecuencia el anlisis de la produccin
esttica y cultural de Amrica Latina transcurre desligado y al
margen de la dimensin espacial que da cuerpo, que estructura y que
legisla todo quehacer cultural. Intelectuales, intereses, textos,
teoras, smbolos, metforas, sensibilidades, programas, no slo han
sido "desterritorializados", sino que parecen haber ingresado a una
zona inmaterial, tierra de nadie, aparentemente sin forma ni
estructura, suspendida encima de todos, y desvinculada del mundo,
aparentemente ajena a la lgica social y material que rige la
produccin cultural (en la que la dimensin espacial juega un papel
clave). No slo ajenos a la lgica espacial que gobierna el mundo
fsico y la vida cotidiana , sino incluso ajenos hasta de la matriz
espacial que gua la percepcin y que orienta el pensamiento.
Como si esto fuera poco, en la medida en que las culturas urbanas,
las culturas nacionales y las culturas continentales tienden a
mutar, transformndose en culturas post-urbanas, en culturas de
bloques regionales y en la cultura global/transnacional, ello hace
an ms necesario visualizar la estructura y funcionamiento de lo que
Pierre Bourdieu llama "el campo de la produccin cultural".
Con esta preocupacin en mente este trabajo persigue traer a un
primer plano lo que a mi entender es uno de los principales aportes
de Rama a la comprensin del proceso cultural latinoamericano, y de
su campo de produccin cultural. Me refiero a su esfuerzo por captar
su estructura y mecnica espacial, la dialctica espacial que pone en
movimiento los procesos culturales, y cuyo anlisis es obligatorio a
la hora de visualizar, comprender y transformar dicho proceso. A
tales efectos me voy a centrar, principalmente, en la base terica y
conceptual sobre la que descansan sus dos ltimos libros:
Transculturacin narrativa en Amrica Latina (1982) y La ciudad
letrada (1984). En el primero, Rama construye un aparato conceptual
mediante el cual dar cuenta de la produccin literaria, atendiendo a
procesos que ocurren a escala inter-regional y transnacional, aun
si mediados por la ciudad. En el segundo, Rama se adentra en las
ciudades latinoamericanas para ahondar en el papel transculturador
de las culturas urbanas, y en particular, para descubrir el mapa y
la mecnica de la escena pblica, los lugares e instituciones que
organizan la vida cultural, y el diverso papel que han jugado sus
actores culturales principales, los letrados: desde los primeros
escribanos y cronistas de Indias, hasta "los escritores y la crtica
que vive en la calle, en los diarios, en el mundo de las
comunicaciones" , pasando por la generacin de los fundadores de la
escuela obligatoria, los dspotas ilustrados, los modernistas, los
claustros universitarios, o la generacin crtica.
Luego de mostrar el modo en que esto est presente en la obra de
Rama, intento una discusin crtica del modo en que Rama "espacializa
el anlisis cultural", de las categoras, nociones y metforas
espaciales que utiliza, y de la explicacin espacial de los procesos
culturales que propone, buscando con esta crtica rescatar y
actualizar el aporte de Rama (actualizacin que l mismo empieza a
plantear en "Ms all de la ciudad letrada" ).
Producir una imagen espacial del proceso cultural tiene por objeto
recuperar la materialidad de la actividad intelectual, de la
produccin y circulacin cultural, de modo de poner en evidencia los
vnculos entre la produccin esttica y simblica y su soporte
material, los procesos y actores sociales a los que responde, los
modelos poltico-econmicos especficos que lo enmarcan. A modo de
ejemplo: pese a la comentada virtualidad de los lugares imaginarios
que pueblan el "ciberespacio" -mundos que hoy estn siendo
explorados, cartografiados y colonizados por cientos de millones de
visitantes- es necesario, paralelamente, captar su materialidad: el
mundo compuesto por una red de monitores terminales, cables, mdems,
telfonos, mquinas de fax, impresoras lser, fotocopiadoras, cuentas
bancarias, usinas, satlites, centros de computacin, universidades,
operadores, participantes, tcnicos, vigilantes, etc., todo lo cual
constituye el soporte de esos espacios representados -soporte, a su
vez, resultado de una lgica material, social, econmica, poltica, y
hasta militar, que lo gobierna .
Por si ello no fuera ya razn suficiente para apreciar el esfuerzo
de Rama por captar la estructura y dinmica espacial del proceso
cultural latinoamericano, tal tarea se hace hoy mucho ms necesaria
debido a los cambios en el campo de la produccin esttica y
cultural. Asistimos a la emergencia de una espacialidad diferente a
la que gobern la produccin cultural durante el s. XIX o la primera
mitad del s. XX.
El sistema espacial actual es intrincado, sofisticado, complejo, no
siempre visible a una observacin cartesiana -aunque no
necesariamente arbitrario, misterioso o ilgico. Este orden, su
lgica social y poltica, su mecnica, enmarca el acontecer
cultural.
Dicho cambio de orden cultural es resultado de mltiples factores:
cambios polticos, emigraciones, inmigraciones, distensin de
fronteras, reforzamiento de otras, formacin de bloques regionales,
establecimiento de unos puentes e interrupcin de otros, pero, sobre
todo, cambios tecnolgicos, aparicin de nuevos medios de
representacin y comunicacin, y en relacin a lo anterior, la
importancia alcanzada por todo otro conjunto de usinas y actores
dinamizantes de procesos culturales, que desde mltiples posiciones,
y formando nuevas constelaciones espaciales, para bien y para mal,
reemplazan a los antiguos letrados, a los transculturadores, y
hasta a la ciudad, como actores y loci fundamentales del campo de
produccin cultural.
En cualquiera de sus apariencias -escritura, oralidad, imagen,
gesto, msica- la expresin y flujo de significados tiene lugar
gobernada por un complejo diseo de nodos, dispositivos, circuitos,
crculos y exclusas cuya estructura y funcionamiento es necesario
revelar, lo mismo que los actores e instituciones que intervienen
en su puesta en funcionamiento, y en su administracin.II. Las bases
espaciales de la transculturacin narrativa
En la primera parte de Transculturacin narrativa en Amrica Latina,
de ndole terica y multi-disciplinaria, Rama se dedica a plantear
una hiptesis de la lgica dinamizante del proceso cultural
latinoamericano. Tal planteo se organiza sobre la base de una
historia de tensiones entre movimientos opuestos: colonizacin e
independencia, falta de identidad cultural propia y originalidad,
regionalismo y vanguardismo, tradicionalismo y cosmopolitismo, lo
local y lo universal, de(s)culturacin-aculturacin y neoculturacin.
Esta cadena dialctica, que dio sus frutos, encontr su punto de
agotamiento y esterilidad a mediados del siglo, y habra encontrado
su resolucin, su trascendencia, en la respuesta o gesto
transculturador, el cual va ms all y deja atrs la serie de
bipolaridades conflictivas listadas, y traslada el conflicto al
terreno de lo poltico.
En la construccin de tal planteo se destacan un conjunto de
categoras y nociones de corte espacial, que inaugura el propio
sufijo trans- en la nocin de transculturacin que Rama toma de
Fernando Ortiz (va Darcy Ribeiro) y que traslada del anlisis
antropolgico del proceso cultural latinoamericano al anlisis de su
narrativa -como una parte del proceso cultural general. Para Ortiz,
la transculturacin es un proceso "de paso" de una cultura a otra, y
como resultado de lo cual, se adquieren partes de otras culturas,
se pierde parte de la cultura precedente, y se sintetiza una
cultura nueva. Partiendo del concepto de Ortiz y restringindose al
mbito de la produccin de novelas, Rama habla de "transculturadores
narrativos" para referirse a un conjunto de escritores que a su
juicio no se dedican simplemente a copiar o a difundir la cultura
hegemnica, la cultura extranjera, o las vanguardias literarias, ni
a reproducir la cultura tradicional regional o local, sino que
realizan "un proceso de seleccin, descarte, rescate,
descubrimiento, combinacin y sntesis de elementos de la cultura
ajena tanto como de la propia". Esto vale tanto para su contenido
como para los medios expresivos y las formas de estructuracin de
los que se vale todo productor de cultura (lenguajes, tecnologas de
comunicacin, gneros representacionales, cosmovisiones, mitologas,
conjunto de metforas, figuras, etc.). Dice Rama,Cuando hago una
distribucin de los escritores del boom, pienso que el acierto que
ha hecho la popularidad de Gabriel Garca Mrquez consiste en que ha
manejado un repertorio de formas artsticas que no las ha tomado de
la vanguardia europea. l ley a Joyce, a Woolf, a Kafka, pero eso no
es lo que est en Cien aos de soledad; lo que est es un repertorio
de formas, no solamente de temas, sino de formas, de maneras de
expresarse. La construccin del gag, del chiste, el modo
fragmentario de la elaboracin artstica que pertenecen a los modos
tradicionales de la lengua y del habla de un costeo
colombiano.
Sin embargo, como Garca Mrquez indica, su trabajo no consisti
solamente en hacer uso del habla del costeo (tomada como materia
prima), sino que trabaja sobre la base de una produccin cultural
anterior a l -la cultura del vallenato- realizada en la esfera o
campo de la produccin cultural popular. Por eso, a pesar del
excesivo nfasis que Rama pone en la palabra escrita, en el medio
literario y novelesco como mecanismo expresivo privilegiado -y por
lo tanto, en la desmaterializacin y desterritorializacin cultural
que esto conlleva-, es claro que la transculturacin -si la pensamos
desde el anlisis antropolgico del que proviene- no se reduce a una
combinacin de diversas construcciones simblicas, cosmogonas y
maneras de pensar aplastados sobre papel, sino tambin de diversos
"modos de produccin" esttica y simblica -siendo la literatura (de
corte europeo) apenas uno de ellos.
Aqu reside el drama de Jos M Arguedas por novelar "la pera de los
pobres", as como el de tantos otros intelectuales, que al querer
transcribir y trasladar sus culturas interiores para darles un
lugar en la cultura urbana, nacional, metropolitana o universal,
encuentran que estas culturas ofrecen resistencia a su escritura, a
su traduccin, y a su consecuente desmaterializacin,
desterritorializacin y transmutacin en otra cosa (libro, fotografa,
videoclip, curso, biblioteca). O al menos, que tal literaturizacin
es demasiado parcial, injusta, dejando fuera quizs lo esencial de
la otra cultura -que posiblemente no sea ni literaria, ni
literaturizable. No es acaso ste el lmite que tambin encuentra
Alejo Carpentier, cuando se enfrenta a la tarea de narrar
literariamente el barroco americano, o la cultura afro-americana? O
los lmites que encuentra Julio Cortzar en El libro de Manuel al
querer captar y narrar lo horrendo, lo autntico, lo simultneo, lo
Lonstein, al querer dejar testimonio de su mundo, esa otra cara del
mundo, a Manuel, a sus lectores europeos, a sus lectores de clase
media? La escritura tiene sus lmites representacionales; y toda
produccin cultural tiene un lmite ms all del cual no puede ser
desmaterializada, trasladada, a riesgo de pulverizarse. La esttica
desterritorializada, universalizada, sin cuerpo, de lo escrito y lo
leido, si bien tiene su punto fuerte en la difusin de informacin y
en el estmulo de la imaginacin, encuentra aqu sus lmites estticos,
sensuales, y naturalmente, polticos.
Con lo anterior quiero poner de relieve que la nocin de la
transculturacin, a la que con acierto recurre Rama, supone un
conjunto de operaciones culturales en y a travs del espacio.
Primeramente, supone un agente cultural situado en un lugar x
(centro, ciudad, villorrio) ["Borges ve el mundo entero desde ese
Aleph que es Buenos Aires, en cuanto que Arguedas desde una
comunidad indgena, a ver si la puede salvar" ], pero tambin
habitante de una serie de otras zonas: comunidad, regin, nacin,
continente, cultura europea o metropolitana, cultura
universal.
Luego, supone un adentro o un interior, y un afuera, el exterior.
En un plano continental, existen a su vez polos culturales: "Mxico,
Brasil, Argentina son los tres polos en que funciona toda nuestra
cultura y literatura" . Este proceso de produccin cultural, segn
Rama, est constituido, a su vez, por un sistema de "pulsiones" (que
provienen de orbes, centros y polos) y "respuestas a esas
pulsiones" . En tal escenario el agente transculturador oficia de
"mediador entre dos orbes culturales desconectados" y de
orquestador de respuestas ("el principio mediador se introduce en
la propia obra; el Riobaldo de Gran Serto: veredas es yagunzo y
letrado, papel que asimismo ocupa Grivo de Carade-Bronze que
transporta [...] el nombre de las cosas" ).
La ciudad-capital, la ciudad-puerto o la ciudad-fronteriza -zona de
desembarco, pillaje y extraccin, cabeza de playa militar, zona de
choque, zona de contacto entre dos o ms culturas- se vuelve as un
filo, un borde, una frontera, una muralla, una vitrina -no siempre
de doble faz-, entre dos culturas: una interior, regional, rural,
provinciana, pueblerina, y otra exterior, metropolitana,
avasallante, babilnica, global y universal (o falsamente
universal). Habitante de esa ciudad lugar y no-lugar, espacio y
borde, morada y lugar de trnsito, el agente transculturador va a
transformar la ciudad filo, borde, frontera, muralla, vitrina, en:
cable, tubo, puente, llave, vlvula, arteria, conexin, transmisin
-encuentro en la calle, saln de clase, escenario, plaza, burdel,
caf.
En resumen, todas y cada una de estas nociones -orbe, frontera,
regin, nacin, ciudad, comunidad, continente, metrpolis, polo, zona,
interior, exterior, pulsin y respuesta, choque y mediacin- pueblan
y se repiten en el aparato conceptual y en el discurso analtico al
que echa mano Rama para explicar el proceso de transculturacin
narrativa. Labor que, en sntesis, persigue (a) dar respuesta a la
tragedia del proceso en dos tiempos de la de(s)culturacin y la
aculturacin -caracterstico de la colonizacin cultural y de la
dependencia cultural resultante-, pero tambin (b) ofrecer una
alternativa a la opcin cosmopolita que Rama ilustra con la postura
y actitud de Jorge L. Borges, situado en una Buenos Aires mundana
pero simultneamente, y a pesar de estar en Amrica Latina, de
espaldas a Amrica Latina en una forma extravagante.
En cualquier caso -volveremos sobre esto ms adelante- las categoras
espaciales que utiliza Rama para dar cuenta de la lgica que
dinamiza el proceso de produccin cultural quizs necesiten ser
revisadas, actualizadas y pensadas en sus detalles. Atendiendo,
primero, la forma espacial y a los modos concretos en que hoy tiene
lugar la vinculacin y circulacin cultural entre "el interior"
(comunidad, provincia, ciudad-interior, nacin, regin), "la ciudad"
("ciudad-capital, ciudad-borde, o ciudad-puerto"), y "el exterior"
(tambin organizado en zonas, polos y circuitos), y a partir de lo
cual ir cobrando nitidez la red de actores e instituciones
principales involucrados en la administracin de la produccin y
circulacin cultural (los que conectan y desconectan usinas y
circuitos, abren y cierran puentes y canales, dan o no dan la
energa, la infraestructura, o las autorizaciones necesarias).
Segundo, atendiendo a dnde se localiza y a la foma que adopta dicho
campo de produccin/circulacin cultural una vez que ahondamos en sus
detalles al nivel de la escala urbana. No describo nada, trato ms
bien de entender.
Julio Cortzar, Las babas del diablo III. La Ciudad Letrada: lugar
del cogollito culturalEn La ciudad letrada, Rama ensaya un mapa de
los sucesivos modelos culturales que se escalonan en el proceso
histrico-cultural en Amrica Latina, desde la conquista y
colonizacin hasta la segunda mitad del s. XX -largo perodo
post-revolucionario que sigue a la Revolucin Mexicana y que
culminara en la ola de dictaduras militares, estados autoritarios y
gobiernos neoliberales de este fin de siglo.
All Rama intenta englobar y reconstruir el proceso histrico y
cultural atendiendo al complejo conjunto de niveles de prcticas y
actores que conforman la cultura. Por esta razn, y pese a que luego
Rama va ahondar en el "campo de la produccin literaria", la base o
primer plano de su exposicin no la ocupa la literatura, sino la
produccin simblica, ideolgica, cultural en su conjunto: ensenadas y
caminos, mapas y planos, ciudades, catastros y registros,
legislaciones, burocracias, nomenclaturas, cdigos, relatos
histricos, etc. Los escritores y la produccin literaria ocupan un
lugar principal en su relato, aunque siempre dentro de la labor de
un conjunto ms amplio de actores - los letrados-, conjunto o clase
de actores culturales que circulan, operan y habitan una
configuracin de focos y circuitos localizados en el centro de las
ciudades. Son ellos, como conjunto, los principales constructores,
distribuidores, administradores y guardianes de lenguajes,
discursos, gramticas, vocabularios, representaciones, conceptos,
smbolos, metforas, formas, explicaciones, justificaciones, leyes y
sentidos.
A su vez, Rama va dibujando y definiendo la labor de los letrados
conjuntamente con el seguimiento de otros dos procesos: el proceso
poltico, econmico y social, por un lado, y por otro, el proceso
urbano, pivot en torno al cual se vertebra la organizacin espacial
de la vida econmica, social y poltica, y que, obviamente, se
extiende mucho ms all de la ciudad.
Si en Transculturacin narrativa..., para captar y problematizar el
trabajo de Arguedas ech mano, fundamentalmente, de la antropologa,
en La ciudad letrada lo har del urbanismo. Informado por
historiadores, antroplogos, arquelogos y estudiosos de la ciudades
(Parry, Braudel, Quintero, Ribeiro, Geertz, Hardoy, Mumford, Argan)
Rama descubre la necesidad de "excavar" y "exponer" las fundaciones
del modelo cultural: la constelacin, la mandala, la partitura que
lo regula, la forma del laberinto, su figura sistmica, completa,
total. Se capta desde all que lo que dinamiza el proceso
histrico-cultural americano -"el proceso civilizatorio", en trminos
de Ribeiro- y de los grandes giros civilizatorios, reside en parte
en cambios tecnolgicos que hacen posible la conquista y modificacin
del espacio: los sistemas de irrigacin y cultivo, la mquina de
vapor, el dinero, el telgrafo, el tren, los rifles de repeticin,
los caones, la electricidad, la radio, el telfono, el satlite, la
imprenta, el avin, el misil, la computadora, etc.
La construccin de los estados-nacin modernos, por ejemplo,
descansan sobre el telgrafo, el tren, el barco, el puerto, los
rifles. Tales innovaciones implican, por sobre todo, un mayor
control de la materia y sus dimensiones: el tiempo y el espacio. La
ciudad, el sistema espacial regional, el conjunto especializado y
jerarquizado de espacios articulados y desplegados sobre el globo,
se convirti as para Rama en un punto de acceso, un aleph desde el
cual visualizar y exhibir al desnudo el orden colonial primero, y
el modelo cultural neo-colonial despus, con todos sus rasgos
principales y sus contradicciones. All aparece tambin el sistema de
ciudades, plantos, vas ferroviarias, minas, caminos, mercados,
barracones, puertos, cuarteles, teatros, burdeles, oficinas,
cantegriles: su textura sensual y material, su textura simblica, su
textura imaginaria, todo lo cual -convertido en contexto americano-
regula, da forma y sentido a la vida y a la fantasa en
Amrica.
me qued al acecho, seguro de que atrapara por fin el gesto
revelador, la expresin que todo lo resume, la vida que el
movimiento acompasa pero que una imagen rgida destruye al seccionar
el tiempo si no elegimos la imperceptible fraccin esencial
Julio Cortzar, Las babas del diablo IV. Los lenguajes de las
ciudades
En la construccin de La ciudad letrada se destaca la importancia
adjudicada por Rama a las ciudades. De all el ttulo de cada captulo
de esa historia, y sobre todo, la naturaleza del primer captulo -la
ciudad ordenada. Para que un modelo cultural funcione y se mantenga
en el tiempo precisa apoyarse sobre una organizacin espacial, y
debe ordenarse desde el principio.Rama cita una instruccin real en
la que se expresa, precisamente, que los lugares que de nuevo se
hacen dando la orden en el comienzo sin ningn trabajo ni costa
quedan ordenados e los otros jams se ordenan. (Rama 6)
Sobre el orden, y la expresin material de ese orden -la ciudad-
descansa tanto el proyecto econmico, poltico y social colonial, as
como su historia cultural, la cadena de significados, su orden
simblico, tema del libro. Por otra parte, es dentro de ese
orden-ciudad -"colocacin de cosas en el lugar que les corresponde"
(Rama 5)- que es posible conceptualizar la ciudad letrada, la
configuracin espacial dentro de la cual habitan, se mueven y operan
los letrados.La ciudad, en tanto organizacin espacial de la
sociedad y de la actividad cultural, adquiere un valor explicativo
-hermenutico- fundamental del proceso histrico-cultural.
La ciudad, sin embargo, no es para Rama una sola cosa, sino muchas:
es signo, es caja, es plan. Vista desde un primer ngulo, la ciudad
es un texto: esfinge, relato fabuloso o mtico construido en piedra,
proveedor de explicaciones y significados, signo tridimensional que
expresa en qu consiste el orden/la orden en ese lugar, cmo se debe
vivir, quin es quin, qu se puede o se debe hacer, etc. En segundo
lugar, dada la materialidad, escala y forma de ese Gran Signo o
emblema, la ciudad tambin es un artefacto habitable, una maquinaria
de produccin social y cultural donde tienen lugar las dinmicas
sociales, ordenadas y ritualizadas. Dice Rama,
Las ciudades despliegan suntuosamente un lenguaje mediante dos
redes diferentes y superpuestas: la fsica que el visitante comn
recorre hasta perderse en su multiplicidad y fragmentacin, y la
simblica que la ordena y la interpreta, aunque slo para aquellos
espritus afines capaces de leer como significaciones los que no son
nada ms que significantes sensibles para los dems, y merced a esa
lectura reconstruir su orden. Hay un laberinto de las calles y un
laberinto de los signos. (38)
En ambos sentidos la ciudad desarrolla -y reproduce- una gramtica:
"toda ciudad puede parecernos un discurso que articula plurales
signos-bifrontes de acuerdo a leyes que evocan las gramaticales"
(Rama 38). Como todo lenguaje, se corresponde con una estructura de
poder y con un modelo cultural: "la forma de la ciudad es la forma
de su orden social", advierte Lewis Mumford (Rama 3). As mismo,
para Clifford Geertz, "el plano de la ciudad es el mejor ejemplo
del modelo cultural" (Rama 9).
Resulta entonces que una de las cualidades singulares del sistema
de espacios es que adems de ser un escenario que somete y regula la
actividad social, constituye un lenguaje, "un medio de comunicacin
masivo" , y en tanto tal, uno de los lenguajes en que est escrita
la historia, las narrativas fundacionales, los valores de la
colectividad, las instrucciones de "cmo vivir", etc. Calles,
patios, oficinas, ventanales, terrazas, fachadas, rincones,
zaguanes son -en trminos modernos- artefactos o mquinas de habitar,
pero adems tambin son textos que, como propone Edward T. Hall ,
expresan en un "lenguaje silencioso e invisible".
Adems de significar una cosa/otras cosas mediante carteles,
dibujos, palabras, smbolos o conos, la ciudad tambin nos habla de
otras maneras. Sus signos tienen espesor, masa, altura, brillo,
textura, funcin: son habitaciones, portones, muros, vidrieras,
autopistas, paradas de mnibus, fbricas, escalinatas, esquinas. Este
abecedario extico -hecho de arena, de piedra, de madera, de vidrio,
de hierro-, as como los textos que se componen a partir de l,
establecen con los cuerpos humanos una relacin sensual muy distinta
a la letra escrita sobre papel, o a la lectura solitaria y reposada
de los libros.
Construyen un relato singular en que los cuerpos lectores somos los
personajes; y el narrador, nos enteramos al final, nosotros
mismos.
A un nivel, la ciudad es como Las Vegas de Venturi , "apenas" una
instalacin de iconos y smbolos. En este nivel, la ciudad nos
interpela mediante un lenguaje obvio: los posibles significados de
sus smbolos conocidos. Simultneamente, y como instalacin -en el
sentido de estrategia de representacin vanguardista- la ciudad es
una escena que produce sus protagonistas, sus posiciones, sus
situaciones; sistema -o laberinto- de cajas, carriles, exclusas,
distancias, rugosidades, filtros dentro del cual transcurre la
vida, y en el que se cultivan y cosechan cuerpos y vidas. En este
otro sentido -menos obvio- la ciudad es un aparato ortopdico, una
maquinaria monstruosa que tortura/educa los cuerpos; un lenguaje
tirnico, subliminal, una lgica o fuerza que usualmente no vemos, y
que ms que hablarnos o contarnos historias, nos enjaula, nos
encorseta y nos moldea a la fuerza. Winifred Gallagher habla de cmo
los lugares ejercen un poder, y de cmo lo que nos rodea "moldea"
nuestros pensamientos, emociones y conductas .
Cada ciudad obliga a vivir y a ser de ciertas maneras -pero no de
otras-, "a los empujones" y "a los porrazos", por medio de veredas,
tabiques, puertas, volmenes, semforos, cerraduras, formas,
sensaciones, tamaos, paisajes, aromas, texturas, sillas, colchones,
vehculos, oscuridades, soledades.
Este doble nivel del lenguaje urbano y edilicio, por un lado como
instalacin de signos, escasamente sensual, y por otro, "golpes de
martillo" -puramente esttico-, que moldea los msculos, los huesos,
los rganos, la mente, los sentimientos, las actitudes, las
relaciones -pero que no es del todo legible y comprensible- es lo
que hace a la ciudad, al despliegue y ordenamiento espacial de los
procesos sociales y culturales, uno de los pilares sobre el que
descansa toda esttica, y por consiguiente, de todo anlisis esttico
y cultural.
De la misma manera, cada tipologa edilicia o urbana, cada solucin
tcnica, cada ciudad en tanto texto colectivo, vehiculiza y almacena
una cultura, una memoria, un saber, una narracin de su historia.
Con conciencia o sin ella, toda organizacin espacial de cosas,
personas y actividades es "un sistema monumental",
propagandstico.
En su estudio en torno a la tradicin clsica, ocultista y hermtica
del arte de la memorizacin, Frances Yates explica que uno de los
mecanismos mnemotcnicos ms comunes consiste en la organizacin
espacial del conocimiento y de la memoria -en imgenes, diagramas,
figuras antropomrficas, sistemas geomtricos, series numricas y
cbalas, murales, frisos, e incluso mapas, sistemas de calles y
edificios. De este modo se establecen relaciones entre lugares y
memorias, y se producen hermenuticas secretas, que no son otra cosa
que estrategias para acceder y descifrar, mediante un
desplazamiento espacial, el almacn de la memoria, y dando pie de
esta manera a insospechables procesos comunicativos y de
documentacin.
En tanto "sistema de asociaciones" entre lugares, rutinas e
imgenes, por un lado, y conceptos, valores, normas, instrucciones y
memorias, por otro, la arquitectura de la ciudad es un mecanismo de
almacenamiento, as como un mecanismo cognitivo que nos orienta y
nos lleva de la mano, automticamente, sin tener que tomar
conciencia de esa rutina hipntica que impone. En los trminos de
Rama, "mediante sus signos bifrontes", su orden primario y
profundo, su doble lenguaje "simultneamente fsico y simblico" -ms
de una vez en conflicto-, "la ciudad dicta todo lo que uno debe
pensar, lo fuerza a uno a repetir su discurso".
En un esquema triangular, (a) cada cosa-mueble-lugar-edificio hace
posible el ritual que evoca y reproduce el mito, (b) cada mito hace
necesario el ritual que a su vez hace necesario el altar-la cosa-el
entramado de pequeos monumentos que empapelan la vida cotidiana-el
lugar construido a tales efectos, y (c) hbitos y ritos cotidianos
refuerzan el orden de las cosas y reactualizan el mito. Es por esto
que el tamao de la mesada de la cocina, la geometra de la mesa del
comedor, las mesitas de luz, el tamao de la baera, los muebles y la
forma del lugar de trabajo, la altura del marco de la ventana, las
proporciones de las calles, a cada paso, en cada perspectiva, en
cada lugar, en su estructura, nos recuerda sus posibilidades, nos
confiesa su orden, las actividades que all son posibles/imposibles,
deseables/indeseables, permitidas/prohibidas.
No ha de sorprender, por lo tanto -al contrario-, la insistencia de
Rama al referirse una y otra vez a Las ciudades invisibles de Italo
Calvino, y en particular, al dilogo que tiene lugar entre Marco
Polo y su anfitrin, el Kublai Kan. Si para Arguedas, o para Eduardo
Galeano (en Memorias del fuego), los mitos y las leyendas "resumen"
una cultura entera (hiptesis asentada en el campo de la
antropologa), para Calvino, lo mismo que para Rama, las ciudades
toman el lugar y funcin del mito, siendo estas las que resumen y
revelan la cultura. Cuando Marco Polo quiere contarle al emperador
las culturas que ha encontrado en su camino, o las culturas que
forman parte de sus dominios y vecindades, Marco Polo habla de
ciudades, y eso parece alcanzar, y sobrar:El viaje nos lleva a la
ciudad de Tamara. Uno le entra por sus calles espesas de carteles y
signos que chorrean su paredes. El ojo no ve cosas sino imgenes de
cosas que significan otras cosas. [...] El dibujo de una pinza
indica la casa del dentista, el dibujo de una balanza el almacn, un
barril, la taberna [...] Otras seales avisan lo que est prohibido
en determinados lugares, y lo que est permitido, lo recomendable
[...] Si un edificio no tiene ningn cartel o figura su forma y la
posicin que ocupa en el orden de la ciudad es suficiente para
indicar su funcin [...] Las mercancas en Tamara tampoco valen en s
mismas sino por lo que significan. Unos tomos de Averroes, el
conocimiento; una pulsera para el tobillo, la voluptuosidad [...]
El ojo recorre la ciudad como si fueran pginas escritas, la ciudad
dicta todo lo que uno debe pensar, lo fuerza a uno a repetir su
discurso [...] (13-l4)
En sus casos ms extremos, la ciudad es una espesa cscara sin
textura, sin masa, sin cuerpo, que seala a una realidad, un
sentido, que se escapa, a la que nunca se llega: "Lo que hay o se
oculta debajo de la espesa capa de signos hace que uno se vaya de
Tamara sin poder haberla descubierto"(l4). Y sin embargo, pese a su
invisibilidad o inaccesibilidad, a un nivel de actuacin subyacente,
la ciudad continua gobernando, dictando, ordenando, empujando a
ciertos actividades, a ciertos tipos de relaciones, saboteando,
clausurando o prohibiendo otras.En Isaura, la ciudad cuyo paisaje
circular, frondoso y verde repite la silueta de su mundo interior,
de su lago subterrneo, "un paisaje invisible condiciona el visible;
todo lo que se mueve a la luz del sol es dinamizado por las
superposiciones de las olas y los ros encerrados debajo de un cielo
de rocas calcreas" (Calvino 20). Al volverse visibles por medio del
relato, las ciudades -Las Vegas, Pars, Lima, Tamara, Isaura,
...-revelan la cultura entera de un pueblo, la forma de ser y de
pensar de su gente. Unas veces, como Zaira, las ciudades son una
palma abierta en la que podemos leer y descubrir su pasado en las
formas y en las medidas de sus espacios. Otras veces, como Zora, la
ciudad es una colmena cuyas celdas y esquinas almacenan los
recuerdos.
Valga apuntar aqu que no es otro el motivo por el cual tanto
Fredric Jameson, David Harvey o Mike Davis se lanzan a la crtica
ideolgica del espacio. Debido a esta dimensin encapsuladora,
narrativa, significante y transmisora de cultura de la ciudad, de
sus lugares, de las posiciones y conductas que favorece o que
impide, y bastante antes que la historia que nos cuenta Galeano a
propsito del Heymarket de Chicago, o el Grupo de Estudios Urbanos
en Una ciudad sin memoria, o David Harvey sobre la Baslica del
Sagrado Corazn en Pars, o Guillermo Fernndez en torno a la
conversin de la crcel de Punta Carretas en un Shopping borrando as
la memoria de todo lo que all ha ocurrido , y aconsejando "cmo se
deben gobernar las ciudades despus de ser ocupadas", Maquiavelo
recomienda "la destruccin de las ciudades" -so pena, en su defecto,
de ser destruido por ellas- puesto que si sus habitantes no son
"separados" y "dispersados", y si sus ciudades no son "arruinadas",
sus habitantes mantendrn vivos sus recuerdos, y en consecuencia,
firme su identidad, su psiquis, sus deseos, y se rebelarn.
Como plantean Carina Perelli y Juan Rial, en relacin al contexto
uruguayo reciente, quien administra el olvido y la memoria
colectiva es capaz de controlar los procesos de formacin y
destruccin de identidades colectivas, y por lo tanto, de asegurarse
el poder. No slo en estos ltimos aos, sino a lo largo de toda la
historia, la tarea de formulacin de ideas, valores, smbolos,
metforas y retricas, la tarea de apropiar la realidad -tanto al
nivel imaginario y simblico como al nivel prctico y sensual- est
ligada a otra tarea ms violenta, traumtica y duradera, muchas veces
invisible e irrepresentable como advierten los siclogos sociales
que es la del disciplinamiento a que se refiere Barrn en su
Historia de la sensibilidad, la produccin del equipamiento
sensual/sexual, la produccin de los cuerpos-espacios necesarios, de
las amnesias, los miedos , las mutilaciones y las callosidades
necesarias, en fin, la produccin histrica de los cuerpos humanos.
Esto nos habilita a hablar de la produccin de sensibilidades y
estticas , y que Rama ha traducido e intentado captar mediante una
sucesin de ciudades: la ciudad ordenada, la ciudad letrada, la
ciudad modernizada, la polis politizada, la ciudad revolucionada,
... la ciudad post-moderna? la ciudad neoliberal?
Existe por ltimo un tercer nivel de la ciudad como proyecto o plan
de un "sueo de (un) orden" (Rama 11) inexistente, deseado, ptimo,
ideal, el cual debe construirse y hacerse realidad, y que a poco de
alzados algunos muros, la ciudad se convierte ella misma en
promesa: promesa de lo por venir. Esta es la ciudad en el plan, la
ciudad prometida, realidad inacabada, siempre a medio construir
-...y a poco de comenzar, ya en ruinas! En Amrica Latina siempre
resulta tan difcil distinguir entre las ciudades que emergen y las
que se van degradando: siempre a medio construir, a medio terminar
o a medio desmoronarse -metfora que organiza la pelcula Rodrigo D:
No Future, de Vctor Gaviria, filmada en los "barrios nuevos" de las
laderas de Medelln.Esta tercera dimensin, la ciudad como plan de un
"sueo de (un) orden", inaugura una historia que habr de repetirse
hasta nuestros das: la del "sueo [y construccin] de otro
orden"(11), negacin y superacin del anterior, y que al no lograrlo
del todo, se agrega -sin renunciar a su deseo hegemnico- a la
ciudad latinoamericana: sumatoria de trozos de un sinmero de
proyectos soados y promesas realizadas a medias, y pronto
abandonadas.
Las tres dimensiones de la ciudad -signo/clave, cosa/cauce,
deseo/plan- dinamizan y dan forma a la vida cultural, estructuran
la sensibilidad, la mentalidad y la labor de los letrados, y en
consecuencia, el perfil de las culturas nacionales y regionales. V.
Relacin entre la ciudad y la Ciudad Letrada
Cada perodo del proceso histrico-cultural se corresponde con un
tipo de ciudad. A modo de contrapunto, los cambios en la
organizacin espacial de la vida productiva, social y cultural se
corresponden a alteraciones y reconfiguraciones de la ciudad
letrada, la cual adquiere o pierde papeles y valores en funcin de
cmo se posiciona dentro de cada ciudad: "la ciudad bastin, la
ciudad puerto, la ciudad pionera de la frontera, la ciudad sede
poltica y administrativa" (Rama 24), ... la ciudad-enclave
industrial informal, la ciudad-cuartel, la ciudad-gran feria.
Puesto que cada ciudad dicta la forma de vida, las formas de
relacin social y sensual, toda una serie de emociones,
sensibilidades, valores, actitudes y modos de comportamiento, da
lugar a la formacin de una conciencia y una esttica urbana
particular.La ciudad letrada est, pues, ntimamente ligada a la vida
particular de cada ciudad, estando parcialmente involucrada en su
construccin, pero al mismo tiempo, siendo la ciudad letrada misma
transformada en tal proceso. Es decir, por un lado, todo modelo
cultural se basa en la zonificacin y ordenamiento espacial de la
actividad sociales. Ello conduce a tener que imaginar, disear y
producir sus espacios , sus formas, funciones y significados
especficos, as como a tener que legislarlos, asignarles propiedad y
encargados responsables de su gobierno, funcionamiento e
integridad. Esto deriva en la construccin de esferas, circuitos y
locales generadores de cultura.Por otro lado, si bien los letrados
participan de esta empresa fundadora, administrativa y
modernizadora de la ciudad -y el sistema espacial que esta
conecta/vertebra a modo de pivot-, sus efectos estn fuera de su
control, llegando incluso a alterar y modificar el modelo cultural
en su conjunto, y en consecuencia, la propia configuracin,
composicin y papel de la ciudad letrada. A modo de ejemplo, Rama
destaca que parte del proyecto de modernizacin en el s. XIX
consisti en la construccin de "puentes" y locales -caso de la
Universidad- cuya funcin era formar los equipos de poder (81). Ms
tarde, ante la subversin cultural y poltica que resultaba de la
inmigracin, la influencia francesa o los nacionalismos, una
respuesta de los intelectuales fue su reagrupamiento y el
fortalecimiento de sus lazos con Espaa mediante la construccin de
locales, burocracias, circuitos y usinas culturales -tales como las
Academias de Lengua-, que los letrados usaran para nuclearse y
ejercer su dominio cultural (83).
Como resultado de las transformaciones espaciales ocurridas por el
proceso de modernizacin dirigido desde el Estado, los letrados
tambin deban domesticar, inscribir y significar tales
transformaciones en el nivel simblico. El modo en que se trabaj
conceptual y simblicamente el tema de la naturaleza y de la vida
urbana (Rama 83) -transformadas por las sucesivas olas
inmigratorias, las campaas del desierto, los vaciamientos de
indios, las guerras civiles, el cultivo moderno- se convirti en eje
y sustento de las propuestas estticas, literarias e ideolgicas del
s. XIX. El cambio de la planta fsica de las ciudades a comienzos
del s. XX signific la redistribucin de los espacios de trabajo y de
residencia, cre un nuevo marco de encuentros y desencuentros, e
hizo posible el modelo cultural del s. XX.Por un lado, hizo posible
la industrializacin, y la divisin social a que da lugar. Tambin
favoreci el acercamiento y comunicacin entre periodistas,
escritores, clase poltica y cuadros obreros (aunque ya de por s no
era raro el arquetipo del intelectual simultneamente involucrado en
la academia, la prensa, el arte y la poltica), en tanto que "la
gente decente" se traslad [se refugi] en urbanizaciones y colonias
alejadas -playas, balnearios, suburbios y prados. Tercero, urbaniz
la pobreza rural, introdujo la miseria obrera y la marginacin
social, e hizo posible el traslado de la explotacin de la fbrica a
la casa, y el traslado de la represin en la calle a los centros de
interrogacin y tortura.
En el centro urbano -en la city (156)- era sin embargo donde se
acumulaban las instituciones principales de este modelo cultural:
las piezas donde vivan los escritores, las redacciones de los
peridicos, las oficinas de gobierno, los estudios jurdicos, los
prostbulos, los escenarios para el paseo, la presentacin en pblico
y el encuentro, los Ateneos y cafs, las muebleras donde se exponan
las obras de arte, los locales del Correo, el telgrafo, la
Biblioteca, los Archivos, la Universidad, las sedes y asambleas de
los partidos, gremios y sindicatos, los teatros y las libreras que
canalizaban los productos culturales ["las novedades"] de Europa
(155-157) o de Amrica del Norte."Ir al centro" se convirti en una
necesidad para quienes vivan en barrios residenciales sin centros
propios -molestia para unos, ocasin de entrar en contacto con la
sociedad, con la vida poltica y cultural, con el mundo, para otros.
Sin embargo, y si bien esta centralizacin puede tambin leerse como
resultado de una distribucin cultural desigual, en tanto lugar de
la acumulacin cultural y ncleo del modelo cultural, relativamente
visible, cercano, tangible y abierto, la existencia de aquel
centro, tal como era y funcionaba, permita acceder a la vida
social, cultural y poltica de una forma indita hasta ese momento.No
es casual que aquel modelo cultural coincida con la emergencia y
protagonismo social, cultural y poltico de las clases medias y de
las clases trabajadoras -as como de su alianza-, o que favorezca
tendencias democratizantes. "En el Ro de la Plata, un reducido
permetro entrecruzaba todas las actividades sociales" (155)
"favoreciendo las comunicaciones mutuas entre los intelectuales"
(154) as como entre ellos y la sociedad civil en general:Cuando se
revisan esos estratgicos puntos sobre el plano, lo que se encuentra
es el viejo casco, ese cuadriltero de [apenas] diez manzanas por
lado donde transcurra la vida activa de la ciudad y que era el saln
pblico de la sociabilidad, ese espacio en que, segn la mecnica de
las novelas de la poca, los personajes siempre se encontraban,
casualmente! (Rama 157)Es claro aqu el papel que Rama asigna a la
funcin del ordenamiento espacial en la actividad social, en las
relaciones humanas, en la administracin de la produccin de sentidos
y sensibilidades -materia prima conceptual y esttica de las
representaciones artsticas en sus diversas formas-, y en la
implementacin y mantencin de un modelo cultural en su conjunto.VI.
Reconfiguracin del campo de produccin cultural global
Si bien las proposiciones generales del planteo de Rama en
Transculturacin... y en La ciudad letrada siguen siendo apropiadas
en cuanto a su apoyatura y direccin, necesita ser continuado y
actualizado para dar debida cuenta del modelo cultural
actual.
Primeramente, porque el trabajo de Rama se detiene en la dcada de
los aos setenta. En este sentido, todava no hemos emprendido una
cartografa de la ciudad letrada durante las dictaduras, durante las
transiciones; ni tampoco el modo en que el exilio reconfigur
aspectos de la ciudad letrada y del propio proceso de la
transculturacin, ni el modo en que la cultura se produce y se
administra dentro del modelo cultural neoliberal global.
Segundo, porque en esta era de grandes reestructuras geogrficas, de
poderossimas corporaciones que dominan la industria cultural
global, de la instalacin de nuevas redes de comunicacin, de
simulacros y manipulaciones de la imagen -todo lo cual pretende
disimular su forma y materialidad, escapar al relevamiento
espacial-, necesitamos visualizar las implicaciones culturales,
estticas y simblicas de tales transformaciones, especialmente, el
nuevo campo de produccin cultural resultante -sus polos,
instituciones, actores principales, canales, crculos, puentes de
contacto.
Como suele ocurrir con casi todas las transformaciones culturales,
estticas, emocionales y sentimentales de las culturas perifricas,
estos cambios son resultado de la accin combinada de actores que
operan a nivel local, as como por lo que Rama denomin "las
pulsiones externas" o "el marco internacional", y que implica un
grado de prdida de participacin, comprensin y control del proceso
cultural (eslabones muchos de los cuales se localizan en centros
lejanos).Por eso, dichas transformaciones se perciben como
violentas, apresuradas, desparejas, equvocas, sumamente
desorientadoras y traumticas, generando la sensacin y la idea de su
falta de lgica, de su naturaleza catica y desarticulada, espontnea,
aleatoria, auto-generada, indescifrable, siempre dando la impresin
de colapso, de inevitabilidad, o de renovacin constantes. Y el
panorama cultural de este fin de siglo -su apariencia, sus
coordenadas, sus lgicas motoras y articulantes- se presenta pues,
tambin en un primer momento, esquivo -sublime-que cuesta reconocer,
y en el que estamos un poco perdidos. No podemos ya discernir su
figura, ni comprender sus partes, su orden, su mecnica.A la hora de
explicar la actual produccin cultural, de hecho, muchas
explicaciones tradicionales no funcionan. Muchos de los mapas e
instrumentos que usbamos para situarnos y actuar en aquella
realidad social, poltica o cultural, ya no coinciden con dicha
realidad. Muchos signos ya carecen de referentes; hay cosas para
las cuales todava ni siquiera hemos encontrado nombres. No slo
carecemos de una imagen de la realidad sino que tampoco sabemos
bien cmo representarla. Esto desorienta y produce ansiedades; nos
convertimos en extranjeros de nuestro propio mundo, mirando el mapa
de una ciudad que ya no es la que el dibujo pronostica. La situacin
se agrava en cuanto adems sabemos que estos cambios son los que
siguen a una derrota, a una imposicin. Sobreviene entonces un
sentimiento de angustia y de post-modernidad.
Particularmente dramticos han sido los cambios al nivel de las
comunicaciones en la medida que, los letrados, histricamente
poseedores del saber y del control de la tecnologas de la
comunicacin e intermediacin (entre clases, entre naciones, entre
mundos), de la representacin del mundo, de la asignacin de
sentidos, de la movilizacin social, se han visto seriamente
desplazados. La televisin por cable, las casas de video, la
globalizacin de las networks de TV, el crecimiento de los imperios
de las comunicaciones que comandan el terreno de la televisin, los
peridicos, las radioemisoras, el cine, el video (Disney, General
Electric, Westinghouse, TCI, News Corporation, Viacom,
Time-Warner-Turner, DreamWorks, etc.); el surgimiento de las
cadenas de mega-libreras y mega-distribuidoras de video, la
tendencia a la monopolizacin y a la reparticin de los mercados
entre tales corporaciones, las redes de Internet y la
computarizacin, el tendido de redes de satlites y telfonos, el uso
masivo del avin por parte de los grupos tcnicos, administradores y
de encargados de las decisiones, hablan de un mundo indito, de una
espacialidad indita, muy lejana ya a la esfera pblica burguesa en
sus comienzos, o a la escena urbana dentro de la que operaba la
ciudad letrada hasta hace poco.
Este desplazamiento y parcial conversin de la ciudad letrada en la
ciudad corporativizada, en la ciudad enchufada a los circuitos de
circulacin de informacin global, o en la ciudad tele-espectadora,
poco o nada han significado en trminos de un progreso social
sustancial. El nuevo modelo cultural no ha alterado -sino que ha
agudizado- la tendencia a la fragmentacin del espacio social y
cultural en varias esferas y circuitos aislados entre s y
jerrquicamente ordenados, ni tampoco ha desmantelado los muros que
impiden el acceso y manejo de los distintos espacios y tecnologas
(resultado de la lgica de integracin y exclusin sobre la que
descansa el modo de produccin), los cuales siguen cumpliendo tareas
de mantencin y perfeccionamiento en la administracin de la
produccin, la divisin social del trabajo, y la asignacin desigual
de beneficios y excedentes.
Aunque ms no haya sido para permitir la modernizacin del modo de
produccin, la organizacin espacial del quehacer cultural cambi. Han
cambiado los lugares, locales y nodos de produccin e intercambio
cultural; han cambiado las zonas, redes y terminales de circulacin
cultural; han cambiado los agentes culturales, sus papeles, sus
circuitos y esferas de actuacin. Por ltimo, la experiencia esttica
de este fin de siglo ha sido transformada.
Estas "transformaciones culturales" fueron resultado de procesos y
motivaciones diversas. Algunas, como ya lo ha explicado Jos J.
Brunner en La cultura autoritaria en Chile, fueron el resultado de
la fundacin del modelo cultural modernizador neoliberal llevado a
cabo por las dictaduras militares, y administrado hoy por gobiernos
de corte burocrtico, tecnocrtico o autoritario. Otras son el
resultado de la lgica poltico-econmica neoliberal subsiguiente, que
realiza una agresiva campaa de privatizacin de las instituciones
culturales pblicas, transformndolas en empresas con fines de lucro,
accesibles a un crculo ms reducido que el pblico, y que acta en
contra de la ciudad y de la calle en favor de quedarse en casa, y
de cambiar la esfera pblica por mega-espacios controlados por
corporaciones.O son consecuencia de pulsiones del mercado local o
internacional que obligan a los empresarios y comerciantes de
cultura a realizar una operacin de adaptacin para sobrevivir y
derrotar a sus competidores, y que acta en contra del cine y en
favor de los videos, en contra del teatro o la poesa en favor del
baile, de la radio y de los discos, o en contra del libro y los
peridicos en favor de la televisin y los juegos electrnicos. Aun
otras transformaciones culturales resultaron de los cambios
abruptos en la calidad y forma de vida de la poblacin, de la
transformacin del perfil econmico y cultural de los distintos
sectores sociales, de la consolidacin de la cultura de masas global
y el consumo masivo de nuevas tecnologas, y no menos importante, de
violentos procesos de integracin, emigracin e inmigracin, a raz de
lo cual se reactualizan, una vez ms -an si con variantes y en otros
lugares- las situaciones de de(s)culturacin, aculturacin,
neoculturacin y transculturacin.
Cercanas a los planteos de Rama, tanto Beatriz Sarlo en "The
Aesthetics of Domination" como Jean Franco en "What is left of the
Latin American Intelligentsia?" tambin reconocen "los dramticos
cambios en la forma de la ciudad" y cmo esto est repercutiendo y
transformando "el paisaje ciudadano familiar"-la educacin pblica,
los peridicos, las libreras, los cafs, los cines y teatros del
centro, los espacios pblicos, las instituciones sociales y polticas
tradicionales- en circuitos anacrnicos, rincones marginales,
tugurios, "lugares de pesadilla urbana".Tales cambios espaciales
estn ntimamente conectados, en el caso de Sarlo, a la dominacin por
medio de la implantacin de una esttica televisiva (una manera de
situarse y relacionarse con el mundo) funcional a tales fines, y en
el caso de Franco, a la desaparicin o desplazamiento de la
"intelligentsia" tradicional a un segundo o tercer plano (y la
consecuente asuncin de un nuevo equipo ligado a los nuevos modos de
produccin y circulacin cultural).VII. Direcciones
El proyecto de actualizacin de Rama no puede ser en este trabajo ms
que un planteo, una direccin para la investigacin, y una propuesta
de enfoque del anlisis cultural. Tal proyecto busca rescatar un
aspecto clave de la obra de Rama ignorado o dejado de lado -la base
espacial de su planteo, "la problemtica espacial" que organiza el
proceso cultural en sus dos libros aqu tratados.Persigue as mismo
contrapesar la tendencia a reducir el anlisis esttico/cultural a
una reflexin histrica -a lo largo del eje del tiempo-, o a una
reflexin en torno a la estructura de poder institucional -vertical-
pero que, a causa de lo que Edward Soja llama "la ilusin de la
opacidad" y "la ilusin de la transparencia" , no presta atencin a
la estructura y a la dinmica "horizontal" que articula el proceso
histrico, el modelo cultural, el campo de produccin cultural,
quedando de este modo muchos fenmenos culturales sin poder ser
visualizados, o sin poder ser explicados.
A la hora de contrapesar las tendencias mencionadas, cuatro
cuestiones necesitarn ser tomadas en cuenta. Primero, la nueva
lgica productiva del capitalismo tardo a nivel global, y en el
contexto especfico de Amrica Latina, la fundacin del modelo
capitalista neoliberal perifrico. Segundo, el reordenamiento
espacial a que obliga la puesta en marcha de tal modelo
socio-cultural, y dentro de dicho orden espacial, el campo de
produccin cultural. Tercero, los cambios en la constitucin y papel
de los equipos letrados principales en el marco de dicho modelo (es
decir, de aquellos productores culturales que hoy ocupan y
controlan las zonas claves, los locales centrales, los circuitos
principales, las vlvulas vitales). Cuarto, sus consecuencias
conceptuales, simblicas, emocionales y sensuales, en otras
palabras, la lgica esttica del neoliberalismo perifrico.* Publicado
originalmente en Angel Rama. Estudios crticos, Mabel Moraa, Editor.
(pp. 97-122) (Pittsburgh: Univ. of Pittsburgh-Instituto
Internacional de Literatura Iberoamericana (IILI), Serie Biblioteca
de Amrica )
http://www.henciclopedia.org.uy/autores/Remedi/ciudadletrada.htm