Analisis de La-crisis Actual de La Medicina en Co

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Educación y práctica de la medicina Análisis de la crisis actual de la medicina en Colombia Eduardo Vallejo público es que no se atreve a dejar de serlo, por temor a mo- rirse de hambre". Esto traducido a términos médi- cos podría llamarse el "síndrome del empleado público", y uste- des me van a perdonar, pero creo firmemente que a los médicos nos está afectando este síndrome, y de esta afección ya se han dado cuenta el Estado, las empresas y la sociedad; dichosos, están sa- cando buen partido de ello, dán- donos el tratamiento que siem- pre le han dado al empleado pú- blico, es decir: atropello, veja- ción, irrespeto y desprecio. Si no es así, entonces qué significa el Decreto 439 del 95, o las arro- gantes amenazas del gobierno de "traer médicos de Cuba" para prestar los servicios que los mé- dicos colombianos se nieguen a dar como protesta por el trato que reciben. Y qué decir de la medicina prepagada,. las EPS, IPS y demás inventos de la Ley 100. Honorarios de $2.500 a $14.000 por consulta son una afrenta que aún no entiendo cómo estamos sobrellevando, cuando un plomero está cobran- do $20.000 por destapar un lava- platos, un electricista $235.000 por arreglar una lavadora y un técnico de teléfonos $25.000 por componer una línea telefónica trozada, en un tiempo no mayor de 20 minutos. Y como si estos ejemplos fueran poco para ilus- trar mi tesis, todavía resuenan en mis oídos las palabras de un colega parlamentario que nunca ha ejercido la medicina y tam- poco ha hecho nada por ella en sus ya largos años en el Congre- so, quien me decía que "a los médicos había que bajarlos del curubito, pues llevábamos mu- cho tiempo allí y nos habíamos convertido en una casta privile- giada sin mérito alguno para serlo". Podría hacerme intermi- nable relatando anécdotas y tra- yendo aquí información que se ha venido acumulando a través de por lo menos quince años o más de un pésimo manejo de la salud pública. Pero la mayoría de ustedes ya conocen todo esto y no es mucho lo que vamos a sacar trayendo tristezas a nues- tra memoria; más bien hagamos un análisis de lo que yo creo nos ha llevado a colocarnos por de- bajo del nivel salarial de un obre- ro o al menos de una fuerza laboral no calificada. En primer lugar tengo que de- cirlo francamente, el cuerpo mé- dico es en muy buena parte res- ponsable de que se haya perdido la estima, el respeto y la digni- dad de que gozara hasta hace poco tiempo. Nos dejamos arras- trar por los vientos mercantilis- Conferencia magistral dictada durante el II Congreso Nacional de Neurología, Barran- quilla, Noviembre de 1995. Dr. Eduardo Vallejo Mejía: Profesor titular Escuela Colombiana de Medicina. Neurólo- go, Pereira. 38 Acta Médica Colombiana Vol. 21 N° 1 - Enero-Febrero ~ 1996 D ecía Alvaro Salom Becerra en su libro Un tal Bernabé Ber- nal, que: "La trage- dia del empleado

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Crisis actual de la medicina

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  • Educacin y prctica de la medicina

    Anlisis de la crisis actual de la medicina en Colombia

    Eduardo Vallejo

    pblico es que no se atreve a dejar de serlo, por temor a mo-rirse de hambre". Esto traducido a trminos mdi-cos podra llamarse el "sndrome del empleado pblico", y uste-des me van a perdonar, pero creo firmemente que a los mdicos nos est afectando este sndrome, y de esta afeccin ya se han dado cuenta el Estado, las empresas y la sociedad; dichosos, estn sa-cando buen partido de ello, dn-donos el tratamiento que siem-pre le han dado al empleado p-blico, es decir: atropello, veja-cin, irrespeto y desprecio. Si no es as, entonces qu significa el Decreto 439 del 95, o las arro-gantes amenazas del gobierno de "traer mdicos de Cuba" para prestar los servicios que los m-dicos colombianos se nieguen a dar como protesta por el trato que reciben. Y qu decir de la medicina prepagada,. las EPS, IPS y dems inventos de la Ley 100. Honorarios de $2.500 a $14.000 por consulta son una afrenta que an no entiendo cmo estamos sobrellevando, cuando un plomero est cobran-do $20.000 por destapar un lava-platos, un electricista $235.000 por arreglar una lavadora y un tcnico de telfonos $25.000 por componer una lnea telefnica trozada, en un tiempo no mayor de 20 minutos. Y como si estos

    ejemplos fueran poco para ilus-trar mi tesis, todava resuenan en mis odos las palabras de un colega parlamentario que nunca ha ejercido la medicina y tam-poco ha hecho nada por ella en sus ya largos aos en el Congre-so, quien me deca que "a los mdicos haba que bajarlos del curubito, pues llevbamos mu-cho tiempo all y nos habamos convertido en una casta privile-giada sin mrito alguno para serlo". Podra hacerme intermi-nable relatando ancdotas y tra-yendo aqu informacin que se ha venido acumulando a travs de por lo menos quince aos o ms de un psimo manejo de la salud pblica. Pero la mayora de ustedes ya conocen todo esto y no es mucho lo que vamos a sacar trayendo tristezas a nues-tra memoria; ms bien hagamos un anlisis de lo que yo creo nos ha llevado a colocarnos por de-bajo del nivel salarial de un obre-ro o al menos de una fuerza laboral no calificada. En primer lugar tengo que de-cirlo francamente, el cuerpo m-dico es en muy buena parte res-ponsable de que se haya perdido la estima, el respeto y la digni-dad de que gozara hasta hace poco tiempo. Nos dejamos arras-trar por los vientos mercantilis-

    Conferencia magistral dictada durante el II Congreso Nacional de Neurologa, Barran-quilla, Noviembre de 1995. Dr. Eduardo Vallejo Meja: Profesor titular Escuela Colombiana de Medicina. Neurlo-go, Pereira.

    38 Acta Mdica Colombiana Vol. 21 N 1 - Enero-Febrero ~ 1996

    D eca Alvaro Salom Becerra en su libro Un tal Bernab Ber-nal, que: "La trage-dia del empleado

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  • Crisis de la medicina en Colombia

    tas que soplaban del gran pas del norte, tasando en dlares y convirtiendo a pesos nuestros honorarios, respaldados por al-gunas de las sociedades cientfi-cas que cada ao hacan ajustes a los modelos de costos superio-res a los niveles de inflacin o al ajuste monetario, copiando las ms de las veces sin adaptacin alguna las cifras fijadas por sus similares americanas. Dejamos de ver en los pacien-tes a los dolientes que con enor-me esperanza y buena fe venan a nosotros buscando alivio y co-menzamos a tratarlos como una fuente de ingresos, pero torpe-mente, puesto que no aplicamos el principio comercial de que el cliente siempre tiene la razn y el empresario debe estar atento a satisfacer en todo momento y a toda hora sus gustos y necesi-dades. Nosotros no, para noso-tros ese principio no tena cabi-da. El ejercicio profesional fue ad-quiriendo el aspecto de una obli-gacin y no como siempre lo fue, de un servicio. El trato al paciente por lo tanto se fue des-mejorando y no queramos sa-ber nada de requerimientos o llamadas en horas incmodas; nuestro tiempo, cada vez ms frecuente para los deportes, el descanso o la diversin, era sagrado y por lo tanto no poda ser interrumpido por ningn motivo. El incumplimiento de los hora-rios de citas, las llegadas tarde a nuestros consultorios, el abando-no de los pacientes hospitaliza-dos, la cancelacin de citas a ltima hora, la descortesa y mal trato para con los familiares, fue-ron convirtindose en una nor-ma y una manera de ejercer. Ma-nera, claro est, totalmente des-

    humanizada e imperdonable para cualquier profesional o servidor pblico, pero inconcebible en un mdico. Y esto nos lo estn enrostrando continuamente hoy en da los organismos oficiales y la sociedad en general dn-dolo como uno de los pretextos para reducirnos a la situacin a la cual nos estn llevando. Es cosa frecuente escuchar a fa-miliares y amigos, o leer artcu-los en revistas y peridicos, acer-ca del abuso de los mdicos y cmo nos estamos convirtiendo, a expensas del sufrimiento aje-no, en los nuevos "magnates" del pas; a pesar de que hasta ahora no he visto y seguramente nunca lo ver, a ningn mdico u organizacin mdica en la lis-ta de la revista Fortune, o en la publicacin anual de Semana acerca de las empresas y hom-bres ms ricos de Colombia. Pero no vayamos tan arriba. Us-tedes conocen a algn mdico en su ciudad de origen que pue-da calificarse como "muy rico"? No lo creo. Tener una buena casa, dos automviles y una ac-cin de un club, no hace rico a nadie. Y hay algo que es mejor mencionarlo de una vez: fuera del campo mdico no ha habido quien se haya detenido y much-simo menos los burcratas a pen-sar en estos momentos de refor-mas a la salud, cunto dinero invirti el gobierno en las uni-versidades oficiales y las fami-lias (y en no pocas ocasiones el estudiante mismo) en las uni-versidades privadas para prepa-rar a un mdico. Ustedes creen que alguno de los ex Ministros de Salud no mdicos, saben cunto tiempo le toma a un mdico general o a un especialista prepararse para salir a ejercer (no digamos si

    bien o mal, simplemente salir) con un certificado que lo acredi-te como tal? Ninguno. No saben si un mdico se prepara en 5, 6, 7 15 aos y tampoco les inte-resa a la hora de hacer sus pro-yecciones de costos. Y sabe el mismo gobierno, o la sociedad, qu sigue despus del egreso de un facultativo? Saben acaso que ese recin egresado tiene que comprar por lo menos dos suscripciones mdicas ya que las bibliotecas fuera de algunas ca-pitales y aun en stas, son muy pocas y mal dotadas? Que so-mos los mdicos, con dinero de nuestros bolsillos, los que ad-quirimos libros aun ms costo-sos que las revistas? Que tam-bin de nuestro bolsillo salen los gastos para asistir a congresos nacionales, ya que a los interna-cionales ya no van sino unos po-cos "de buenas" que obtienen el patrocinio de empresas farma-cuticas? No, no tienen ni idea. Alguna vez comentaba estos as-pectos con un mdico muy acti-vo en la preparacin de la Ley 100: me puso mirada vidriosa y cambi el tema. Hay mucho de politiquera, populismo e impro-visacin en todo este enredo de la salud en Colombia. Y algo que simplemente no entiendo es la alcahuetera oficial y, peor aun, de algunas organizaciones mdicas con el negocio de la medicina prepagada. La Medicina Prepagada es sim-plemente un negocio cualquie-ra, una actividad comercial ms como exportar flores, caf o car-bn. Es el cambio de lo que an-tes se llamaba un seguro de sa-lud que usted compraba en cual-quiera de las compaas de se-guros que prestaban este servi-cio -por un precio que variaba segn la cobertura del programa

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    y la extensin del mismo, sin exigir requisito alguno diferente a la informacin personal que solicitaba la compaa, el pago del seguro y la renovacin anual sin que las compaas impusie-ran determinadas instituciones hospitalarias, determinados m-dicos y muchsimo menos nego-ciaran los honorarios con stos-por un sistema de comercia-lizacin que constrie y limita al paciente, discrimina sin ninn criterio cientfico o tecnolgico a las instituciones de salud y ex-plota vilmente al profesional de la salud, porque ya no es slo a los mdicos a quienes nos tie-nen "encuellados"; es a odont-logos y a otros profesionales de la salud tambin. Y ustedes creen que la Superin-tendencia de Salud, el ministe-rio o cualquiera de las organiza-ciones encargadas de vigilar la prestacin de los servicios de salud, se han preocupado por rea-lizar investigaciones profundas? No. De vez en cuando salen unas tmidas disposiciones de la superintendencia sobre el costo o incremento que se le estn ha-ciendo a los usuarios. Pero, us-tedes han visto o se han infor-mado de que hayan hecho lo mis-mo con los honorarios de los mdicos si es que podemos lla-marlos tales? No creo. No somos los profesionales la preocupacin oficial; son los usuarios, es decir, los electores, los votos, lo que de vez en cuan-do le preocupan y especialmen-te en pocas preelectorales. Y claro, como la Medicina Prepa-gada es un negocio, no muy lu-crativo por el desgreo, caos y falta de planeacin, pero de to-das maneras un negocio, est di-seada y dirigida a conseguir la clientela entre la industria, el

    comercio y los usuarios ricos del pas, es decir, el elitismo por ex-celencia. Es la Medicina Prepagada la que le est resolviendo los enormes problemas de salud al pas? Sera uno de muy mala fe o de una torpeza infinita para decir que s. Entonces, por qu los mdicos estamos sometidos a tamao ul-traje, por qu lo estamos acep-tando como corderos que van al matadero? Ser porque estamos demasiado afectados por el "sn-drome del empleado pblico"? Qu vergenza! Perdnenme, qu falta de dignidad! Nosotros resolvindole los problemas de salud, recetndole gratis o casi gratis a los, ah s, muy ricos de Colombia y a todas las empre-sas que por parte de nuestro pas, figuran en la lista de Fortune, The Economist, Semana, Cro-mos, Al y dems publicaciones que se ocupan de los chismes econmicos y de otros. Y qu se est haciendo para evitar que esas sanguijuelas si-gan explotando, abusando y ul-trajando? Pues nada; nada por parte del Estado, nada por parte de las organizaciones mdicas y claro est, nada por parte de los mdicos a nivel particular. Y mientras no seamos nosotros los que en un solo bloque digamos "no ms, se van con su clientela de ricos felices de tener un ser-vicio mdico tan eficiente, bue-no y sobre todo tan barato a bus-car mdicos cubanos, swahilis o de Costa de Marfil, porque ya no ms mdicos colombianos trabajndole gratis a los podero-sos", no lograremos ni un pice en la conquista de la justicia y la dignidad en el trato para con el cuerpo mdico. Le comentaba en alguna ocasin a un amigo, que la sociedad es

    inclemente en sus exigencias y expectativas, en todo lo que se refiere a tres servidores pbli-cos. El ministro de Dios, el mili-tar y el mdico. Fjense ustedes que es a estos tres elementos a quienes no se les perdona ni el ms mnimo desliz. Lo que pue-de ser considerado como algo explicable o al menos compren-sible en otros profesionales o miembros de la comunidad, a estos tres no se les permite. Para la sociedad tenemos la obliga-cin absoluta de comportarnos con altura, dignidad y sin la me-nor sospecha; por qu tanta exi-gencia? Creo que es por dos ra-zones. En primer lugar ante cual-quiera de esos tres servidores, la comunidad llega con todas las esperanzas y fe puestas en ellos y en segundo lugar porque la trascendencia, importancia y ne-cesidad que ellos implican para cualquier sociedad civilizada o primitiva, culta o rstica, los con-vierte en seres no slo indispen-sables, sino revestidos casi que con aureola mtica y esto, claro est, tiene su precio: la absoluta exigencia de un comportamien-to intachable. Cualquier falla, cualquier demostracin de indig-nidad, nos hace merecedores del repudio y la censura. Creo que esto es lo que est pasando y lo que al menos la sociedad nos est cobrando. Es posible que a los polticos y explotadores de la salud los ten-ga sin cuidado tal comportamien-to, pero es un hecho que se apo-yan en nuestro desprestigio so-cial para abusar de nosotros, sin que ello provoque reacciones de protesta dentro de la comunidad. O las ha habido? No, que yo sepa. No les llama la atencin que a travs de los ltimos aos de crisis en la prestacin de los

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    servicios de salud y de abuso del mdico, no se haya levantado una sola voz de protesta o de apoyo hacia el cuerpo mdico, por ninguno de los estamentos de la sociedad civil? No slo es muy diciente, es terriblemente triste. Hay otro aspecto que es preciso estudiar aqu, puesto que es tan importante como el ya mencio-nado. Se trata de la indiscutible debilidad del gremio mdico, si es que es posible hablar de un gremio mdico en nuestro pas. Nos falta cohesin, carecemos de unin, no tenemos inters al-guno en presentar un solo frente para defender nuestros derechos y es este terrible individualismo el que nos tiene con la cabeza metida en la arena, sin darnos cuenta de que vamos danzando alegremente hacia la guillotina como en su poca la aristocracia francesa.

    No queremos saber nada de lo que ocurre a nuestro alrededor, no aceptamos que se nos im-portune con invitaciones a par-ticipar activamente en la discu-sin de los problemas de la sa-lud y en la bsqueda de las so-luciones. En alguna ocasin comentaba con extraeza un alto funciona-rio pblico sobre la indiferencia tan inexplicable que el cuerpo mdico haba demostrado en la discusin de la Ley 100 en su fase preparatoria. Tengo enten-dido que en muchos de los foros brillaron por su ausencia los re-presentantes de las altas organi-zaciones mdicas. Entonces, tienen algn valor nuestras ac-tuales lamentaciones y gemidos? Ninguno. Ese comportamiento de vrgenes necias nos ha deja-do sin autoridad alguna para cri-ticar las absurdas decisiones que

    tomaron por nosotros los polti-cos, economistas y dems miem-bros de la fauna oficial. Adems ya es muy tarde; todas esas dis-posiciones tienen vigencia legal y estn ah para quedarse. No nos quejemos, actuemos; pero para ello debemos adquirir fortaleza como gremio. Repito, no la tenemos y es gracias a nues-tra debilidad que pasamos inadvertidos ante nuestros legis-ladores, quienes tienen la plena seguridad de que nada de lo que ellos decidan tendr alguna re-percusin o respuesta dentro del cuerpo mdico y, si acaso tmi-damente algunas organizaciones hacen sentir su voz de protesta, ni se enteran, "no vale la pena escucharlos, no tiene importan-cia, no pueden crear problemas". Lo grave es que tienen razn; tal como estamos en la actualidad, nuestras voces no se perciben, no hay fuerza en ellas porque no estn respaldadas. En alguno de los artculos que estuve leyendo se deca que nuestro gobierno, y yo dira que casi todos los gobiernos, respon-den cuando se sienten amenaza-dos o ven en peligro la integri-dad de su imagen. Obviamente se trata de amenazas por parte de organizaciones fuertes que en un momento dado los puedan poner en aprietos y otra vez lo digo, ste no es nuestro caso. En una reciente reunin de la Asociacin Colombiana de Neu-rologa haca mencin de este punto y citaba como ejemplo la derrota sufrida en el Congreso Americano por la Ley de Refor-ma de Salud, la tambin llamada Ley Hillary por la colaboracin e inters que demostr la prime-ra dama de esa nacin en sacarla adelante. Como todos lo sabe-mos, fue derrotada a pesar de la

    intervencin personal del presi-dente y de su esposa, quienes se recorrieron todo el pas hablan-do de las bondades de su refor-ma. Y la derrotaron las organi-zaciones mdicas, que pusieron todo el peso y prestigio que tie-nen, para convencer a los legis-ladores de los inconvenientes y absurdos de esa ley que, dicho sea de paso, sirvi de marco a nuestra Ley 100. Dicen hoy en da en el eje cafe-tero que "ante una crisis, la ni-ca solucin es la unin". Noso-tros tenemos que aplicar esta mxima o perecemos; soy fran-camente partidario de la crea-cin del Colegio Mdico Colom-biano, tal como ha sido propues-to por algunas sociedades cien-tficas y en artculos publicados por varios colegas. Me parece que el Consejo Supe-rior de Instituciones Mdicas es demasiado heterogneo en su composicin, con el agravante de que en l estn involucradas algunas de las facultades de me-dicina oficiales y esto le quita independencia y le resta fuerza. La Federacin Mdica Colom-biana nunca ha demostrado en sus tantos aos de existencia un liderazgo suficiente. La Acade-mia Nacional de Medicina tiene objetivos y metas muy distintas y adems siempre ha actuado como la consultora y represen-tante del gobierno en muchas ocasiones. Por Ley sta es una de sus funciones. El Colegio Mdico tendra que ser una organizacin totalmente independiente a la cual deberan estar afiliados todos los mdicos en ejercicio legal y su nico fin sera el de luchar por los dere-chos de los mdicos en el aspec-to gremial y laboral, llevando la vocera ante el gobierno, las en-

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    tidades legislativas y judiciales, as como tambin ante las em-presas y organizaciones priva-das cuando stas estn explotan-do el filn de la salud pblica a base de esclavos llamados m-dicos. Pero su actuacin no podra ser tarda o a posteriori; tendra que contar con una informacin al da sobre los movimientos y pla-nes de las organizaciones men-cionadas, para salirles al paso y darles la pelea sin miedo ni timi-deces, otro de los lastres que ha tenido al cuerpo mdico mania-tado. Existe un temor reverencial a hablar duro, a protestar, a decir un NO fuerte, porque siempre nos hemos dejado convencer de que nuestra nivea y prstina pro-fesin con caractersticas apos-tlicas nos impide levantar la cabeza y tomar una posicin de lucha en defensa de nuestros in-tereses que a la postre son tam-bin los de los pacientes. Este desastre del ejercicio mdi-co que estamos presenciando ahora no tiene sino un gran per-judicado, el paciente y una vcti-ma, la profesin mdica, la cual, si no cambian las polticas y mejoran las condiciones, va a sufrir una mengua como jams se lo han soado los planifica-dores de la salud. No creo que ningn joven o al menos un jo-ven inteligente, est dispuesto a ingresar a una facultad de medi-cina con un costo que sobrepa-sa, y en mucho, lo que se invier-te en cualquier otra profesin, con una duracin de los estudios que duplica o triplica la de cual-quier otra carrera, adems de un sacrificio y esfuerzo superiores, para salir a ganar salarios de mano de obra no calificada y de pronto ni siquiera eso; o

    trabajarle a la "medicina de los diez minutos" por las migajas que caen de la mesa del rico Epuln; tradzcase empresas promotoras y prestadoras de ser-vicios de salud. No quiero hacer el papel de orculo o Cassandra, pero tal como van las cosas, en un futuro no muy lejano s va a tener el gobierno que importar mdicos de los pases No Ali-neados y no ya para enfrentarlos a una protesta, sino para prestar los servicios mdicos en sus ins-tituciones, pues las facultades de medicina para ese entonces es-tarn semivacas y algunas ha-brn tenido que cerrar. No podemos terminar sin men-cionar la irresponsabilidad ofi-cial en relacin con la prolife-racin de escuelitas de mala muerte a las cuales el ICFES les ha negado el permiso para funcionar, pero que sin embar-go siguen reclutando y estafan-do jvenes, la mayor parte de ellos de provincia, a los cuales concentran en unas casuchas con una mansarda y les prome-ten formarlos en un ao y me-dio o mximo tres aos y les dicen que tienen garantizado su diploma para ejercer legalmen-te. Hay que decirlo aqu, la ma-yora de estos negocios corruptos e inmorales son de propiedad y estn regentados por par-lamentarios de todos los pelam-bres y es posiblemente sta la razn por la cual los ministe-rios de Educacin y de Salud estn mirando hacia otro lado, mientras este hecho criminal su-cede en sus narices. Ustedes se imaginan la clase de profesionales que podrn sa-lir de tales programas? Solamen-te irn a engrosar la ya abundan-te lista de "profesionales" dedi-cados a la pomposamente lla-

    mada medicina alternativa, y que no es nada ms que un asalto a mano armada a enfermos o des-esperados pacientes. Qu gobierno, eficiente claro est, puede pensar que las per-sonas que padecen enfermeda-des, bien sea sencillas o compli-cadsimas, van a curarse aspiran-do esencias florales o dejndose colocar, por unos minutos, pie-dras preciosas o sentndose bajo una enorme pirmide de plsti-co con iluminaciones raras? Que nos digan los seores ministros de Educacin y de Salud. Pero all estn todos esos estafadores llenando sus bolsillos, robando al pueblo colombiano y as con-tinuarn indefinidamente. Es decir que los esfuerzos y la lucha de tanta gente importante que con enorme dedicacin y experiencia trabaj desde co-mienzos de los aos cincuenta, para cambiar el panorama mdi-co en el pas, introducir nuevos curricula en las facultades de medicina, sacarlas de la retrica y colocarlas en el campo prcti-co y tecnolgico hasta llevar la medicina colombiana a una pre-eminencia notable en el conti-nente, fueron un arar en el mar y un edificar en el viento. Porque un plumazo de burcratas popu-listas y desinformados dio al tras-te con ms de 45 aos de pacien-te y fructfera labor. Pero ya para terminar quiero de-cir que los si mdicos no cam-biamos nuestra actitud, si no volvemos a considerar a quien acude con esperanza y fe en no-sotros como a nuestro paciente (y no como a un cliente ms), quien merece toda nuestra de-dicacin, nuestros conocimien-tos permanentemente actualiza-dos, el trato respetuoso y solci-to que en su calidad de enfermo

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    espera de nosotros, es decir, si no recuperamos la dignidad, el respeto, la consideracin y el aprecio de la sociedad, no ha-

    br solucin posible a esta cri-sis. Es por all por donde hay que comenzar y una vez resta-blecidos, s podremos defender

    nuestros derechos y exigir el tra-to y la remuneracin que mere-ce la ms noble, la ms sacrifi-cada de las profesiones.

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