Análisis - Rayuela (Julio Cortázar)

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Rayuela – Análisis de Luis Barahona. 17 de septiembre de 2015. Rayuela (Julio Cortazar – Análisis de Luis Barahona) Rayuela es una novela totalmente desprejuiciada y abierta. En sus páginas todo tiene cabida: lo obsceno, lo vulgar, lo trivial, lo macabro, lo miserable, lo irracional, lo absurdo, lo irónico, lo anárquico. Pero también encontramos lo poético, lo crítico, lo intelectual, lo vital, lo ideológico y lo filosófico. El autor logra comunicar al lector la imagen de lo actual como triste, escabrosa, desamorada y parcial. La novela es experimental, pues pretende captar la totalidad de la historia de la civilización, con un instrumento expresivo sin precedentes en la literatura argentina e Hispanoamérica. Rayuela encierra una crítica amplia sobre el mundo, visto por un autor dotado de una cultura sustancial al modo europeo y con una cosmovisión de la realidad muy peculiar y personal (Narrador culto). El autor propone dos lecturas posibles en el inicio del libro. Estas dos formas son: Leerla de una manera tradicional, empezando por la primer página y siguiendo el orden normal hasta que se alcanza el capítulo 56 donde finaliza la obra o leerla en un minucioso orden de capítulos establecido en el Tablero de dirección que figura en las primeras páginas del libro. Con esta lectura, intercalada de collages, se sobreexpone de información al lector y se le hace cómplice de teorías avanzadas en materia de novela. La libertad es el eje central en la relación autor – lector ideal. No obstante, existen otras formas de lectura que se pueden resumir en: una tercera, que consistiría en que, según el autor, existe una primera parte de capítulos necesarios y la segunda parte, compuesta de capítulos prescindibles.

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Este análisis es hecho por un estudiante de Literatura Hispanoamericana Contemporánea. Resume desde un punto de vista crítico las técnicas aplicadas en esta novela.

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Rayuela – Análisis de Luis Barahona. 17 de septiembre de 2015.

Rayuela

(Julio Cortazar – Análisis de Luis Barahona)

Rayuela es una novela totalmente desprejuiciada y abierta. En sus páginas todo tiene cabida: lo obsceno, lo vulgar, lo trivial, lo macabro, lo miserable, lo irracional, lo absurdo, lo irónico, lo anárquico. Pero también encontramos lo poético, lo crítico, lo intelectual, lo vital, lo ideológico y lo filosófico. El autor logra comunicar al lector la imagen de lo actual como triste, escabrosa, desamorada y parcial.

La novela es experimental, pues pretende captar la totalidad de la historia de la civilización, con un instrumento expresivo sin precedentes en la literatura argentina e Hispanoamérica. Rayuela encierra una crítica amplia sobre el mundo, visto por un autor dotado de una cultura sustancial al modo europeo y con una cosmovisión de la realidad muy peculiar y personal (Narrador culto).

El autor propone dos lecturas posibles en el inicio del libro. Estas dos formas son: Leerla de una manera tradicional, empezando por la primer página y siguiendo el orden normal hasta que se alcanza el capítulo 56 donde finaliza la obra o leerla en un minucioso orden de capítulos establecido en el Tablero de dirección que figura en las primeras páginas del libro. Con esta lectura, intercalada de collages, se sobreexpone de información al lector y se le hace cómplice de teorías avanzadas en materia de novela. La libertad es el eje central en la relación autor – lector ideal.

No obstante, existen otras formas de lectura que se pueden resumir en: una tercera, que consistiría en que, según el autor, existe una primera parte de capítulos necesarios y la segunda parte, compuesta de capítulos prescindibles. Finalmente, una cuarta posibilidad de lectura, sugerida indirectamente por el autor, es leer la novela en el orden que el lector desee, ordenando y desordenando los capítulos a su gusto.

A pesar de sus 635 páginas, ‘Rayuela’ no se puede considerar un mamotreto: es una novela que se lee de manera vertiginosa y con absoluto deleite para el lector. Los diálogos están llenos de humor, de ironía, de sarcasmo, de toma y dame entre los personajes, en un lenguaje coloquial y sin elaboraciones encumbradas, pero sin caer en simplezas. El juego de saltar de un capítulo a otro, que da el título a la novela, es sólo el comienzo del aspecto lúdico que atraviesa las páginas de la novela. Los personajes están dispuestos a tomarse la vida como les viene, sin mayores pretensiones: para ellos lo importante es el diálogo, la música, el aquí y el ahora.

Hay un pasaje, de los más celebres de la novela, llamado el capítulo del tablón, en el que las dos parejas de protagonistas: Oliveira y La Maga, Traveler y Talita, que son vecinos en edificios enfrentados, tienden un tablón sobre el vacío, de ventana a ventana, para cruzar de un apartamento al otro. La escena es absurda, divertida y a la vez de gran profundidad, siempre apuntando a lo literal de la escena y, a la vez, a todo lo simbólico detrás del tablón que une las dos viviendas.

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Rayuela – Análisis de Luis Barahona. 17 de septiembre de 2015.

El autor plantea el problema existencial del ser y la búsqueda de una respuesta a ese problema. Para ello emplea los siguientes elementos del lenguaje: Las metáforas e imágenes que, o bien desligan de la realidad o bien anclan a lo real. Esto es, o de lo ordinario se pasa a lo maravilloso o de lo fantástico se desciende a lo ordinario. Una adjetivización sugestiva que amplía, precisa, activa o hace más gráfico el sustantivo al que se aplica, acción semejante a la desempeñada por el uso de sustantivos o frases en aposición y por los verbos, desusados con respecto a sus sujetos, pero fuertemente evocativos.

También el uso de términos de diferente categoría gramatical en enumeraciones de la idea o condensación rápida que vuelve innecesaria la prolija descripción. El uso de la yuxtaposición, mediante la cual, al no existir una conexión explícita, se patentiza más la marcha aleatoria del pensamiento. El predominio de la construcción nominal y verbal que recorta el estilo, lo vuelve fragmentado, ya que las frases son breves, como interrumpidas, y cuando se reanudan es casi siempre con un ritmo desigual. Las repeticiones que parecen liberar estados obsesivos del ser son recurrentes.

Las interrupciones súbitas que dejan la frase en suspenso, invitando al lector a completarla de acuerdo con la fuerza de su imaginación. Las enumeraciones que abren las significaciones ya sea por las asociaciones, identidades o disparidades que provocan. Las palabras clave cuyo sentido hay que desentrañar y que apuntan a ese “más allá” en donde el autor reside quizá la última respuesta. Las onomatopeyas con las que se subraya el tono conversacional también figuran en el texto.

Además, se denota el uso de diversos niveles del lenguaje: el conversacional, el culto, los argentinismos, el lunfardo, las palabras en otras lenguas, etc. Es una novela innovadora, ya que rompe con todos los cánones preestablecidos en el boom hispanoamericano.

En cuanto al argumento, la obra se divide en tres partes. La primera parte llamada ‘Del lado de allá’. Narra la vida de Horacio Oliveira, un argentino avecindado en París y su relación con la Maga, los que se rodean de un grupo de amigos que forman el Club de la Serpiente con los que entablan memorables conversaciones y discusiones que nos entregan la visión del autor acerca de la condición humana como reflejo de la condición del artista.

La segunda parte es llamada ‘Del lado de acá’. Vuelve Horacio a Buenos Aires, donde vive con su antigua novia, Gekrepten; se reencuentra con sus amigos Traveller y Talita. En la tercera parte llamada ‘De otros lados’, agrupa materiales heterogéneos: complementos de la historia anterior, recortes de periódico, citas de libros y textos autocríticos atribuidos a Morelli, un viejo escritor. Estas páginas, si bien en ocasiones se relacionan con los capítulos que las preceden, muchas veces no son más que estímulos imprecisos que el autor nos presenta para ayudarnos de alguna forma a alejarnos de la linealidad clásica de la literatura y sumergirnos en subtextos.

Uno de los pasajes más citados de ‘Rayuela’, y a la vez el más erótico, es el capítulo 68. Está escrito en un idioma que al parecer el autor inventa, una lengua que no se requiere

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aprender formalmente para entenderla a la perfección, sólo basta una pizca de imaginación. Este es un fragmento de aquel capítulo:

“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sústalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios”.

‘Rayuela’ no solo admite múltiples relecturas sino también continúa invitando al lector que no la conoce, a que se le acerque, sin elevadas pretensiones de ‘disección literaria’, para dejarse descubrir en su maravillosa originalidad y su frescura. También cabe mencionar los juegos musicales que utiliza en varios fragmentos, o la profusión de citas no sólo de novelistas, sino de artistas, pensadores, etc., que tratan de resaltar la figura del protagonista como intelectual consumado y reflejan, sin pedantería, el enorme bagaje cultural del autor.

La complejidad de Rayuela -y, en consecuencia, su riqueza- obliga a que sea necesario leerla al menos dos veces para comprenderla. Pero, a su vez, la forma en que está escrita, tanto desde el punto de vista de la estructura como de sus recursos literarios, convierte al lector en un protagonista activo de la novela, que puede interpretarla de muy diferentes maneras e, incluso, construir sus propios argumentos, incluyendo finales alternativos.

Se trata, en definitiva, de una obra singular, rica en técnicas y recursos literarios, que excita tanto los sentidos como el intelecto y que vale la pena disfrutar.

Luis Miguel Barahona Castillo.