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Anatomía del Espíritu “Para sanar es esencial ver y reconocer la verdad acerca de nosotros mismos, acerca de nuestra participación en la creación de nuestros problemas y acerca de cómo nos relacionamos con los demás”. (p.65) Principios que pueden sanar a la persona 1. La biografía se convierte en biología 2. El poder personal es necesario para la salud 3. La persona puede sanarse sola El poder simbólico de los siete chakras Primer chakra: Enseñanzas relativas al mundo material. Segundo chakra: Enseñanzas relativas a la sexualidad, el trabajo y el deseo físico. Tercer chakra: Enseñanzas relativas al ego, la personalidad y la estima propia. Cuarto chakra: Enseñanzas relativas al amor, el perdón y la compasión. Quinto chakra: Enseñanzas relativas a la voluntad y la autoexpresión. Sexto chakra: Enseñanzas relativas a la mente, la intuición, la percepción profunda y la sabiduría. Séptimo chakra: Enseñanzas relacionadas con la espiritualidad. (pp. 91-93) Poder simbólico de los sacramentos cristianos Bautismo: Recibir o conceder una expresión de la gracia que representa la gratitud por la propia vida en el mundo físico. Comunión: Recibir o conceder una expresión de la gracia (en forma de hostia) que representa la unión sagrada con Dios y con las personas presentes en nuestras vidas. Confirmación: Recibir o conceder una expresión de la gracia que favorece e intensifica la individualidad y la estima propias. Matrimonio: Recibir o conceder una bendición que sacraliza la unión con otra persona, y que en última instancia acepta además a todas las personas presentes en la propia vida como un matrimonio sagrado. Confesión: Recibir o conceder la gracia para limpiar el propio espíritu de los actos negativos de la voluntad. Orden sagrada: Recibir o conceder la gracia para sacralizar el propio camino de servicio. Extremaunción: Recibir o conceder la gracia para concluir los asuntos inconclusos antes de morir. Estas siete fases de iniciación personal representan los poderes innatos que hemos de hacer realidad, los poderes que hemos de emplear conscientemente afrontando los retos que nos presente la vida.” (p. 95)

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Anatomía del Espíritu “Para sanar es esencial ver y reconocer la verdad acerca de nosotros mismos, acerca de nuestra participación en la creación de nuestros problemas y acerca de cómo nos relacionamos con los demás”. (p.65) Principios que pueden sanar a la persona

1. La biografía se convierte en biología 2. El poder personal es necesario para la salud 3. La persona puede sanarse sola

El poder simbólico de los siete chakras Primer chakra: Enseñanzas relativas al mundo material. Segundo chakra: Enseñanzas relativas a la sexualidad, el trabajo y el deseo físico. Tercer chakra: Enseñanzas relativas al ego, la personalidad y la estima propia. Cuarto chakra: Enseñanzas relativas al amor, el perdón y la compasión. Quinto chakra: Enseñanzas relativas a la voluntad y la autoexpresión. Sexto chakra: Enseñanzas relativas a la mente, la intuición, la percepción profunda y la sabiduría. Séptimo chakra: Enseñanzas relacionadas con la espiritualidad. (pp. 91-93) Poder simbólico de los sacramentos cristianos Bautismo: Recibir o conceder una expresión de la gracia que representa la gratitud por la propia vida en el mundo físico. Comunión: Recibir o conceder una expresión de la gracia (en forma de hostia) que representa la unión sagrada con Dios y con las personas presentes en nuestras vidas. Confirmación: Recibir o conceder una expresión de la gracia que favorece e intensifica la individualidad y la estima propias. Matrimonio: Recibir o conceder una bendición que sacraliza la unión con otra persona, y que en última instancia acepta además a todas las personas presentes en la propia vida como un matrimonio sagrado. Confesión: Recibir o conceder la gracia para limpiar el propio espíritu de los actos negativos de la voluntad. Orden sagrada: Recibir o conceder la gracia para sacralizar el propio camino de servicio. Extremaunción: Recibir o conceder la gracia para concluir los asuntos inconclusos antes de morir. Estas siete fases de iniciación personal representan los poderes innatos que hemos de hacer realidad, los poderes que hemos de emplear conscientemente afrontando los retos que nos presente la vida.” (p. 95)

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El poder simbólico de los diez sefirot (Cábala) “En la cábala medieval, las diez sefirot describen las diez cualidades de la naturaleza divina. Dado que tres de estas cualidades están emparejadas con otras tres, en realidad las diez cualidades se pueden agrupar en siete planos o niveles, que suelen representarse en forma de un mítico árbol de la vida invertido, con las raíces arriba, en el cielo”. (p.95) Kéter: La corona suprema de Dios. Representa la parte de lo Divino que inspira la manifestación física. Esta sefirá es la más indefinida y por lo tanto la más incluyente. No hay ninguna identidad, ninguna especificidad en este punto de inicio entre cielo y tierra. Jojmá: la sabiduría. Esta sefirá representa el punto de contacto entre la mente divina y el pensamiento humano. Mediante esta energía comienza a formarse la manifestación física; la forma precede a la expresión real. Biná: el entendimiento y la inteligencia de Dios. Biná es también la madre divina, la matriz donde todo se prepara para nacer. Esta sefirá equivale al ánima de Jojmá. Jésed : el amor o clemencia de Dios; también grandeza. Esta sefirá está emparejada con la quinta, Gueburá. Gueburá: (También llamada Din), poder, juicio y castigo. Jésed y Gueburá se consideran los brazos derecho e izquierdo de Dios. Estas dos cualidades se equilibran mutuamente. Tiféret: compasión, armonía y belleza. Esta sefirá se considera el tronco del árbol o, por utilizar un símbolo comparable, el corazón del árbol. Nétzaj: la resistencia de Dios. Esta sefirá está emparejada con la octava, Hod, y juntas representan las piernas del cuerpo. Hod: la majestad de Dios. Juntas, Nétzaj y Hod forman piernas derecha e izquierda de Dios. Son también la fuente de la profecía. Yesod: el falo, la fuerza procreadora de Dios, que funde la energía convirtiéndola en forma física. A esta sefirá se la llama también La Virtuosa, y se alude a ella en Proverbios 10,15 llamándola Cimiento del Mundo. Shejiná: lo femenino, la comunidad mística de Israel. Todo Israel es sus extremidades. (p. 98) Funcionamiento de chakras, sacramentos y sefirot. “La energía es poder; el poder necesita energía y, por lo tanto, necesita poder. Los chakras, los sefirot y los sacramentos nos hablan del poder que ejercemos al actuar y relacionarnos mutuamente, y del hecho de controlar ese poder mediante procesos cada vez más intensos. (…) Si el espíritu de una persona está impulsado por el miedo, ese

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miedo regresa a su campo energético y a su cuerpo. Si, en cambio, su espíritu está dirigido por la fe, la gracia regresa a su campo energético y su organismo biológico se desarrolla bien y prospera”. (p.100) “Lo que agota el espíritu, agota el cuerpo. Lo que alimenta el espíritu alimenta el cuerpo”. (pp. 100-101) Tres verdades comunes a estas tradiciones espirituales

1. Orientar mal el poder del espíritu personal genera consecuencias para el cuerpo y la vida.

2. Todo ser humano se encuentra con una serie de dificultades que ponen a prueba su lealtad para con el cielo. (Desintegración de la base económica, pérdida de familia, riqueza, etc.) Se activa crisis de fe que obliga a preguntarse ¿en qué o quién tengo fe? O ¿En qué manos he encomendado mi espíritu? (…) Todos tendemos a mirar hacia arriba cuando sentimos que nos falta el suelo bajo los pies.

3. Para sanar de esa mala dirección de su espíritu, la persona ha de estar dispuesta a actuar para dejar atrás el pasado, limpiar su espíritu y volver al momento presente. (p.101)

En el sistema de chakras cada centro de energía almacena determinado poder.(…) Los chakras uno, dos y tres están calibrados por los asuntos o problemas que nos exigen poder físico o exterior. Los chakras cuatro, cinco, seis y siete están calibrados para el poder no físico o interior. (p.103) Las siete verdades sagradas Poder externo Nivel uno: Primer chakra (Muladara) “Todos somos uno. Estamos conectados con toda la vida y entre nosotros. Todos y cada uno debemos aprender a honrar, o respetar, esta verdad. (…) El chakra tribal se hace eco de nuestra necesidad de honrar los lazos familiares y de tener un código de honor en nuestro interior. (…) Todos somos uno dentro de nuestra familia biológica, aprendiendo a respetar los lazos de sangre. En la familia podríamos también aprender que Todos formamos parte de una sola familia divina, que todos somos uno en nuestra iglesia o sinagoga. El lazo con la familia biológica simboliza la conexión con todos y con todo lo que vive. (…) Profanar o violar este lazo energético, considerando, por ejemplo, que aquellos que son diferentes a nosotros son inferiores, crea conflicto en el espíritu y por lo tanto en el cuerpo físico. Aceptar y actuar conforme a la verdad fundamental Todos somos uno es un reto espiritual universal. En la celebración del sacramento cristiano del bautismo, una familia hace un doble compromiso. El primero es aceptar su responsabilidad física de la nueva vida que ha nacido de ella, y el segundo, aceptar la responsabilidad de enseñar a ese niño o niña los

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principios espirituales. El cumplimiento de estas responsabilidades crea un fuerte cimiento de fe y verdad en el cual la persona puede confiar toda su vida. Para el adulto espiritual, el sacramento del bautismo en su sentido simbólico supone otros dos compromisos. El primero, la necesidad espiritual de aceptar totalmente que nuestra familia de origen ha sido “divinamente elegida” para que nos enseñe las lecciones que necesitamos aprender en esta vida. El segundo, el de aceptar la responsabilidad personal de vivir honradamente como miembro de una tribu humana, de hacer a los demás lo que querríamos que ellos nos hicieran a nosotros, y de respetar todo lo que vive en esta tierra. Renegar de este compromiso, por ejemplo, considerando de modo negativo a nuestra familia de origen, resta muchísimo poder a nuestro sistema energético, porque esto se opone a la verdad superior que está dentro de nuestro sistema energético. (…) Para ascender en la verdad espiritual (…) primero hemos de honrar a nuestra familia y a todas las comunidades humanas”. (pp.104-105) Nivel dos: segundo chakra Svadisthana. Chakra de las relaciones “Respetaos mutuamente. Del chakra de las relaciones recibimos el poder de actuar con integridad y honradez en todas nuestras relaciones, desde el matrimonio y la amistad a los vínculos profesionales o laborales. Esta energía es particularmente activa, ya que vibra en todas las actividades financieras y creativas. La integridad y el honor son necesarios para la salud. Cuando alguien viola de alguna manera su honor o compromiso, contamina su espíritu y su cuerpo físico. En su sentido simbólico, el sacramento de la comunión infunde a nuestro sistema energético la verdad de que cada persona “con la que compartimos una unión” es una parte de nuestra vida. Cuando partimos el pan con alguien, reconocemos simbólicamente que todos formamos parte de una sola familia espiritual, la que sabemos que existe por designio divino, y que todos nos necesitamos mutuamente para enriquecer nuestras vidas. El hecho de que algunas de estas uniones resulten dolorosas es una necesidad. Todos los que forman parte de la vida de una persona tiene un papel esencial en su desarrollo. El desafío es madurar lo suficiente para reconocer esta verdad y vivir conforme a ella. Desde el punto de vista espiritual, es antinatural considerar enemigas a las demás personas o ser enemigo de sí mismo. Las relaciones negativas generan energía negativa, la cual obstruye la visión simbólica. No podemos ver la finalidad divina en una unión que decidimos interpretar negativamente. La sefirá de Yesod representa (…) la energía comunitaria. Yesod es el falo, la necesidad procreadora de sembrar las simientes de la vida, de crear materia de la energía, forma de la potencialidad. (…) Yesod simboliza la necesidad energética de formar uniones sagradas con otros seres humanos, uniones de las cuales procede la continuación de la vida. Nos sentimos espiritualmente impulsados a conectar con lo sagrado que hay en otras personas, a fundir el alma con una pareja. (…) Violamos nuestro espíritu cuando no honramos los votos o las promesas que hemos hecho a otras personas dentro de una unión sagrada, o cuando los quebrantamos de modo deshonroso. El acto de divorciarse no es deshonroso en sí mismo; pero debemos ser conscientes respecto al modo en que nos comportamos al retractarnos de una promesa”. (pp. 105-106)

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Nivel tres: chakra del poder personal (Manipura) La verdad sagrada respétate a ti mismo. Sacramento de la confirmación. Las cuatro fuerzas arquetípicas de este nivel nos impulsan hacia el desarrollo de la estima y el respeto propios. El chakra contiene nuestro instinto de supervivencia, la intuición que nos protege cuando estamos en peligro físico y nos avisa de la energía y los actos negativos de otras personas. Violamos esta energía cuando no hacemos caso de nuestros instintos viscerales. El sentido simbólico del sacramento de la confirmación es aceptar la responsabilidad de la calidad de la propia persona. Parte del proceso de tomar conciencia de nosotros mismos es una experiencia de iniciación o una ceremonia de mayoría de edad. El espíritu necesita una experiencia o ceremonia así, a modo de señal o marca del paso a la edad adulta; cuando falta este marcador, queda una impresión negativa o vacío, consciente o inconsciente, que se manifiesta en debilidades psíquicas. Algunas de estas manifestaciones son: la constante necesidad de recibir la aprobación de otras personas, que puede dar origen a identificaciones dañinas con pandillas, sectas u otro tipo de grupos desaconsejables; la incapacidad de valorarse, y la incapacidad de desarrollar un sentimiento de sí mismo como persona individual. La capacidad de obtener orientación intuitiva del propio espíritu está en un fuerte sentido del yo y de respeto por ese yo. Igualmente importante es el papel de la estima propia, o autoestima, en la curación y en el mantenimiento de un cuerpo sano. Cuando no nos respetamos a nosotros mismos, nuestras relaciones con los demás son estados de intimidad temporal y frágil. Constantemente tememos el abandono porque nuestros actos están motivados por el terror de estar solos. La confirmación propia, es decir, el desarrollo y reconocimiento conscientes de un código personal de honor, es importantísima para la creación de un cuerpo sano. No hay salud sin honor. El poder simbólico de la sefirá de Nétzaj es la resistencia, que es un poder para conservar la fuerza y la vitalidad que supera la capacidad del cuerpo físico solo. Este poder despierta cuando aceptamos nuestra vida tal como es, y lo perdemos cuando nos centramos en lo que nos falta o cuando pensamos que la vida es hueca, que carece de sentido. En este último caso necesitamos aprender a aceptar la responsabilidad personal de haberla creado. El sentido simbólico de la sefirá de Hod es majestad o integridad, energía que nos permite trascender las limitaciones del yo y activar nuestra conexión espiritual con la autoridad Divina. La energía de Hod se fortalece desarrollando una actitud de valoración y gratitud por todo lo que tenemos y por el don de la vida misma. Juntas, Nétzaj y Hod son las piernas simbólicas del cuerpo humano junto con las energías masculina y femenina del tercer chakra, sugieren la necesidad de crear una unión espiritual de la dualidad interior, y el hecho de que sin autoestima y honor personal jamás podremos afirmarnos sobre nuestros pies, por así decirlo, sea en lenguaje literal o simbólico. (pp. 108, 109)

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Poder interno Nivel cuatro: Fusión del chakra del poder emocional (Anahata), el sacramento del matrimonio y la sefirá de Tiféret. Verdad sagrada, el amor es poder divino. Puerta simbólica de acceso a nuestro mundo interno. La energía de este chakra nos comunica el conocimiento de que el amor es el único poder auténtico. No sólo la mente y el espíritu necesitan amor para sobrevivir, crecer y prosperar; también lo necesita el cuerpo físico. Violamos esta energía cuando actuamos de modo no amoroso con los demás. Cuando albergamos emociones negativas hacia los demás o hacia nosotros mismo, o cuando producimos dolor a otras personas intencionadamente, envenenamos nuestro sistema físico y espiritual. El veneno más potente para el espíritu humano es la incapacidad de perdonarnos a nosotros mismos o de perdonar a otros. Esto inhabilita los recursos emocionales de la persona. El desafío propio de este chakra es perfeccionar nuestra capacidad de amar a los demás y a nosotros mismos, y desarrollar el poder del perdón. En su sentido simbólico, el sacramento del matrimonio introduce en nuestra vida la necesidad y la responsabilidad de explorar el amor. Primero hemos de amarnos a nosotros mismos, y nuestro primer matrimonio debe ser simbólico: el compromiso de atender conscientemente a nuestras necesidades emocionales personales, para así poder amar y aceptar a los demás incondicionalmente. Aprender a amarnos es un desafío para todos. Nadie nace amándose a sí mismo; es algo que debemos trabajar. Cuando nos desatendemos emocionalmente, no sólo nos envenenamos nosotros, sino que también inyectamos ese veneno en todas nuestras relaciones, en particular la conyugal. La sefirá del Tiféret, que simboliza el corazón y el sol que hay dentro del cuerpo humano, late y nos transmite las energías de la compasión, la armonía y la belleza, las cualidades tranquilas del amor. La energía que nos transmite Tiféret equilibra todas las cualidades divinas de las diez sefirot. Somos seres compasivos por naturaleza y, prosperamos en un ambiente de tranquilidad y armonía. Estas energías son esenciales para la salud física, así como para el desarrollo emocional y los “actos del corazón”. Cuando el corazón no rebosa de las energías vitales del amor y la armonía, ni el dinero ni el poder le permiten estar en paz. Un corazón vacío genera una vida vacía, y las consecuencias de ello suelen ser una enfermedad, la expresión concreta de la falta de armonía que, en el mejor de los casos, atraerá la atención de la mente. Es necesario rectificar las violaciones del corazón; si no, será imposible la curación (pp. 108-109) Nivel cinco: Fusión del chakra del poder y de la voluntad (Vishuda), el sacramento de la confesión. El poder generado por estas cuatro fuerzas arquetípicas nos transmite la verdad sagrada Entrega tu voluntad a la voluntad divina. Esta entrega es el acto más importante que podemos realizar para dar estabilidad espiritual a nuestra vida. Todos y cada uno de nosotros tenemos cierta conciencia de que hemos nacido para una finalidad concreta, que la vida contiene un plan divino. El quinto chakra es el centro de esa conciencia y de nuestro deseo de contactar con el plan divino. A medida que maduramos, todos tratamos de adaptar nuestra vida a nuestros deseos o nuestra voluntad. Primero nos separamos de nuestros padres, nos independizamos y

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buscamos una profesión. Después, inevitablemente ocurre algún acontecimiento o crisis. Tal vez un trabajo no se desenvuelve de acuerdo con el plan, o un matrimonio no funciona, o se contrae una enfermedad. Al margen de cuál sea la crisis concreta, nos encontramos en una situación que nos obliga a afrontrar las limitaciones de aquellos recursos interiores que nos impiden llevar a cabo con éxito nuestros planes. Una vez que estamos en esa situación inevitable, nos hacemos algunas preguntas: “¿Qué se supone que he de hacer con mi vida? ¿Para qué nací? Estas preguntas disponen el escenario para ajustar nuestra voluntad al plan divino; ésta es la elección más profunda que podemos hacer. Esa sola elección, hecha con fe y confianza, permite que la autoridad divina entre en nuestra vida y convierta nuestros esfuerzos en éxitos y nuestras heridas en fuerzas. Si bien conscientemente podemos o no desear rendir nuestra voluntad personal a la autoridad divina, seguro que encontraremos numerosas oportunidades para hacerlo. Un incentivo para hacer esa elección lo encontramos en la vida y las penurias de algunas personas que no experimentaron otra cosa que sufrimientos y fracasos hasta el momento en que le dijeron a Dios: “Toma tú el mando.” Entonces su vida se llenó de extraordinarios actos de sincronía y sus corazones de nuevas relaciones. Aún no he conocido a ninguna persona que haya lamentado decirle a lo Divino: “Soy toda tuya”. En un sentido simbólico, el sacramento de la confesión nos comunica el conocimiento de que distorsionar la verdad va en contra de nuestro diseño natural. Mentir es una violación de cuerpo y del espíritu, porque el sistema energético humano identifica la mentira como un veneno. El espíritu y el cuerpo necesitan sinceridad e integridad para prosperar. Ése es el motivo de que por naturaleza necesitemos librarnos de todas las distorsiones que nos hemos creado. La confesión simboliza la depuración de todo lo que no es honrado en nuestro interior. Sana el daño que creamos por el mal uso de nuestra fuerza de voluntad. Limpiar el espíritu es el paso esencial del proceso de curación. En los programas psicoespirituales, como el de los doce pasos, la confesión y la entrega de la voluntad personal a “un poder superior a uno mismo” son las bases mismas del éxito. La psicoterapia también es una forma contemporánea y secular de confesión. La confesión recupera, rescata el espíritu del dominio del mundo físico y lo reorienta hacia el mundo divino. Del sefirá de Jésed, que significa “grandeza” y “amor”, recibimos el instinto natural y la directriz espiritual de hablar de forma que no hagamos daño a otras personas. La comunicación que emplea esta clase de energía no precisa esfuerzos; la violamos y nos envenenamos cuando no decimos la verdad. En realidad, no debemos confesar nuestras faltas o incorrecciones a otras personas si hacerlo va a hacerles aún más daño. El sentido de confesarlas es poder reorientar nuestra energía hacia actos y comportamientos positivos. No estamos hechos para criticar a los demás ni a nosotros mismos; sólo pensamos mal de otras personas por miedo. Decir palabras hirientes a alguien contamina a la persona a quien van dirigidas y a la que las dice, y el cuerpo físico de esta última la hará responsable de esa forma de destrucción (en el budismo este es el precepto de Bien hablar). Nuestro conocimiento innato de la responsabilidad genera la culpabilidad que solemos sentir por nuestros actos negativos, y por eso nos sentimos impulsados a confesarlos, para sanar. La sefirá de Gueburá, que significa “juicio y poder”, transmite a nuestro sistema energético el conocimiento de que jamás debemos juzgar intencionadamente a otra

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persona ni a nosotros mismos de modo negativo. Los juicios negativos generan consecuencias negativas, tanto en el cuerpo como en el ambiente externo”. (pp. 109-111) Nivel seis: La fisión del chakra de la mente (Ajna), el sacramento del orden y las sefirot de Biná y Jojmá. El poder generado por estas cuatro fuerzas arquetípicas transmite al sistema energético la verdad sagrada Busca solamente la verdad. Del chakra de la mente recibimos la energía para buscar las respuestas a los misterios que se nos presentan. Es un designio divino el que nos impulsa a preguntar: ¿Por qué?, y a desear saber hoy más que lo que sabíamos ayer. La energía que irradia este chakra nos orienta constantemente a evaluar la verdad e integridad de nuestras creencias. Como sabemos instintivamente desde que nacemos, tener fe en algo o en alguien que carece de integridad contamina el espíritu y el cuerpo. Antes o después, todos nos encontramos en circunstancias que nos inducen a cambiar nuestras creencias y a acercarnos más a la verdad. Maduramos en nuestras creencias paso a paso, experiencia a experiencia. La energía del sexto chakra es implacable: nos empuja a abandonar las percepciones que no son ciertas. Cuando actuamos en contra de esta energía, impidiendo conscientemente que entren verdades más profundas en nuestro campo mental, se nubla u oscurece nuestro sistema perceptivo. El sacramento del orden sagrado, en su sentido literal, es el acto por el cual una persona se hace sacerdote y asume oficialmente la tarea de canalizar lo sagrado. Todos deseamos contribuir a que las vidas de otras personas sean valiosas y tengan sentido; es una manera de sentir que lo que hacemos es sagrado. (En el budismo, a esto se le llama Bien vivir.) Sea cual fuere la tarea que uno tiene en la vida- sanador, progenitor, científico, agricultor, buen amigo-, todos podemos ser transmisores de la energía divina. Logramos simbólicamente la ordenación sacerdotal cuando las personas con quienes vivimos o trabajamos reconocen que nuestras contribuciones son beneficiosas para su crecimiento personal o espiritual. El esfuerzo por apoyar y no juzgar a las personas con quienes vivimos o trabajamos crea en nuestro interior un canal para la energía divina. A las personas que irradian apoyo y amor se les reconoce justamente como poseedoras de una energía ordenada. Son arterias de la intervención divina. Cada uno de nosotros tiene la capacidad para convertirse en canal divino, par ser útil a los demás reflejando la energía sagrada, que es la definición contemporánea del sacerdocio. Para ayudarnos a ser ese tipo de canal de la energía y la acción divinas, la sefirá de Jojmá transmite a nuestro sistema energético el impulso para invocar la presencia de la sabiduría divina en nuestra capacidad de razonamiento, sobre todo en los momentos en que parece que la lógica humana no nos conduce a ninguna parte. Jojmá nos ayuda a equilibrar el razonamiento y el juicio, a mantenernos adheridos a la verdad y a tomar decisiones que creen las mejores consecuencias, para nosotros y para aquellos con quienes nos relacionamos. Respaldando la energía de Jojmá, está la sefirá de Biná, que infunde en la energía del razonamiento humano, con frecuencia endurecida, el poder más suave del entendimiento divino, más ligado a las emociones. La combinación de Jojmá y Biná nos servirá de sistema interior de orientación, estimulándolos a trascender las limitaciones

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del pensamiento humano y llegar, como la figura bíblica de Salomón, a la claridad mental que nos permite fundir el razonamiento divino con nuestros procesos de pensamiento. Cuanto más logramos desprendernos de la tendencia aprendida a juzgar, más abrimos la mente a una clase de entendimiento que es de origen divino. El razonamiento humano no puede darnos respuesta a los misterios de la vida; no puede explicarnos por qué las cosas ocurren como ocurren. Sólo es posible lograr una auténtica paz respecto a la vida desprendiéndonos de la necesidad de saber el porqué de las cosas desde el punto de vista del razonamiento humano y adhiriéndonos al razonamiento divino: “Hazme saber lo que soy capaz de saber, y confiar que detrás de todos los acontecimientos, por dolorosos que sean, existe una razón, de la cual puede salir lo bueno”. (pp. 111-113) Nivel siete: La fusión del chakra del espíritu (Sahasrara), el sacramento de la extremaunción y la sefirá de Kéter. El poder generado por estas tres fuerzas arquetípicas transmite a nuestro sistema energético la verdad sagrada Vive el momento presente. Dado que en esencia somos seres espirituales, las necesidades espirituales son tan importantes para nuestro bienestar como las necesidades físicas, e incluso tal vez más. El chakra del espíritu nos dice que nuestro espíritu es eterno. Somos algo más que nuestro cuerpo físico, y esa verdad puede consolarnos durante los numerosos fines de etapa que forman parte de la experiencia humana. La aparente relación del cuerpo con el tiempo cronológico es sólo una ilusión, una ilusión que nuestro espíritu tiene la tarea de revelarnos. Permitir que nuestro pensamiento viva demasiado tiempo en el pasado es antinatural para nuestro diseño divino; ese desequilibrio origina deformaciones del tiempo que obstaculizan nuestra capacidad para vivir en el presente y recibir una orientación espiritual cada día. No le encontraremos ningún sentido a esa orientación si sólo nos concentramos en desentrañar los misterios del ayer. Si vivimos totalmente en el momento presente, esos misterios del ayer se desentrañarán poco a poco. El espíritu de la persona se siente instintivamente atraído hacia esta verdad sagrada. De ella recibe la inspiración que la eleva al éxtasis. Prosperamos, y sanamos, en momentos de éxtasis, cuando el espíritu se hace más fuerte que el cuerpo y el cuerpo puede responder a los mandatos del espíritu. La necesidad de vivir en el momento presente es apoyada por el sacramento de la extremaunción. En un sentido simbólico, este sacramento reconoce la necesidad de recuperar, de rescatar nuestro espíritu, para concluir los asuntos que quedaron inconclusos en diversos momentos de la vida. La energía de este sacramento nos proporciona la capacidad de soltar nuestras experiencias pasadas para no “llevar lo muerto a cuestas”. El poder y el simbolismo de este sacramento, por lo tanto, no se limitan al final de la vida. Necesitamos, biológica y espiritualmente, poner un cierre a todas las cosas, y podemos recurrir a esta energía sacramental para que nos ayude a hacerlo. Después de cualquier experiencia dolorosa y traumática, siempre recibimos una orientación interior que nos ayuda a desprendernos del pasado y continuar viviendo. Cuando elegimos

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mantener el pasado más vivo que el presente, obstruimos la circulación de la fuerza vital. Distorsionamos el “presente”, porque comenzamos a ver todo lo que ocurre hoy a través del pasado, debilitando así el cuerpo y el espíritu. Enfermamos por llevar lo muerto a cuestas durante demasiado tiempo. De la sefirá de Kéter, que simboliza nuestra conexión con el mundo de lo infinito, recibimos el conocimiento de que no existe la muerte; sólo existe la vida. A todo el que se haya marchado antes que nosotros nos lo encontraremos nuevamente; ésa es una promesa divina. Estamos destinados a descansar en el poder y el consuelo de la verdad sagrada. (pp. 114-115) Nacemos conociendo estas siete verdades sagradas. Lo cierto es que cada uno de nosotros es en esencia “una edición biológica” de ellas. Después se nos enseñan variaciones de estas verdades por medio de las prácticas religiosas de nuestras tribus; y aun en el caso de que no nos las enseñen conscientemente, estas verdades se activan automáticamente en nosotros, en nuestras entrañas, en nuestra mente, en nuestro sentido del orden natural de la vida. Cuando maduramos, llegamos a comprender su contenido con mayor claridad y profundidad, y cada vez somos más capaces de responder a sus mensajes, de interpretar simbólicamente su información y de ver sus mensajes arquetípicos. Las verdades contenidas en las escrituras de las diferentes tradiciones religiosas tienen por finalidad unirnos, no separarnos. La interpretación literal de estas enseñanzas crea motivos de separación, mientras que la interpretación simbólica, es decir, ver que todas ellas hablan del mismo diseño de nuestra naturaleza espiritual, nos une. Cuando alejamos la atención del mundo externo y la dirigimos al mundo interno, aprendemos a desarrollar una visión simbólica. Por dentro todos somos iguales, y los desafíos espirituales con que nos encontramos son los mismos. Nuestras diferencias externas son ilusorias y temporales, meras propiedades físicas. Cuanto más buscamos lo que es igual en todos nosotros, más autoridad adquiere nuestra visión simbólica para dirigirnos. La fusión de las tradiciones hindú, cristiana y judía en un solo sistema con verdades comunes constituye un potente sistema de orientación que puede expansionar la mente y el cuerpo y enseñarnos el modo de gobernar sobre nuestro espíritu en el mundo”. (pp.115-116) MYSS, Caroline. (1996) Anatomía del Espíritu. Barcelona: Ediciones B Grupo Z.