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André Gorz, entre la sociedad dual y la utopía tecnológica ANDRÉ GORZ Los caminos del paraíso (Barcelona, Laia, 1986) Con la aparición de Los caminos del paraíso', el lector en lengua cas- tellana recibe una entrega más de la ya extensa obra de André Gorz, obra que en el último decenio se ha veni- do traduciendo en nuestro país con bastante asiduidad 2 , cosa ésta más que justificada si tenemos en cuenta que los trabajos más recientes de este ' La edición española de Los caminos del paraíso, Barcelona, Laia, 1986, 196 pp., presenta algunas variaciones con respecto al original francés, Les chemins du paradis. L'agonie du capital, París, Galilée, 1983, 249 pp. Si bien es cierto que la versión castellana añade —como se encarga de re- saltar su prologuista— algún texto anexo que no venía incluido en el original fran- cés, no se nos explica, sin embargo, por qué han sido suprimidos tres de los ar- tículos que servían para cerrar el volumen francés: «Leur faim, notre assiette», pá- ginas 171-183; «La fin du plein temps», pp. 185-190, y «Travailler moins, vivre mieux», pp. 207-233. 2 Las traducciones que en la última dé- cada han llegado al mercado del libro es- pañol han sido las siguientes: André GORZ (ed.), Crítica de la división del trabajo, Barcelona, Laia, 1977, 312 pp.; Michel BOSQUET (seudónimo con el que Gorz fir- ma habitualmente sus colaboraciones perio- dísticas, sobre todo en Le Nouvel Obser- vateur), Ecología y libertad, Barcelona, Gus- tavo Gili, 1979, 138 pp. (en esta edición española nos encontramos como epílogo un artículo profusamente traducido de Gorz, tanto en el libro anteriormente reseñado como en compilaciones y revistas latino- americanas: «Técnica, técnicos y lucha de clases»); Ecología y política, Barcelona, Li- bros del Viejo Topo/Ed. 2001, 1980, 139 pp.; Adiós al proletariado. Más allá del socialismo, Barcelona, Libros del Viejo Topo/Ed. 2001, 1981, 180 pp. (la traduc- ción española no se hace sobre la edición original francesa de Editions Galilée, sino sobre la edición de bolsillo presentada por Editions Seuil en su colección «Points», considerablemente aumentada con un inte- resante prefacio inédito hasta entonces). Otras obras, ya clásicas de Gorz, muy di- fundidas entre los lectores en lengua caste- llana han sido Historia y enajenación, Mé- xico, FCE, 1964, y Estrategia obrera y neo- capitalismo, México, Era, 1969. 38/87 pp. 241-332

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André Gorz, entre la sociedad dualy la utopía tecnológica

ANDRÉ GORZ

Los caminos del paraíso(Barcelona, Laia, 1986)

Con la aparición de Los caminosdel paraíso', el lector en lengua cas-tellana recibe una entrega más de laya extensa obra de André Gorz, obraque en el último decenio se ha veni-do traduciendo en nuestro país conbastante asiduidad2, cosa ésta más

que justificada si tenemos en cuentaque los trabajos más recientes de este

' La edición española de Los caminosdel paraíso, Barcelona, Laia, 1986, 196 pp.,presenta algunas variaciones con respectoal original francés, Les chemins du paradis.L'agonie du capital, París, Galilée, 1983,249 pp. Si bien es cierto que la versióncastellana añade —como se encarga de re-saltar su prologuista— algún texto anexoque no venía incluido en el original fran-cés, no se nos explica, sin embargo, porqué han sido suprimidos tres de los ar-tículos que servían para cerrar el volumenfrancés: «Leur faim, notre assiette», pá-ginas 171-183; «La fin du plein temps»,pp. 185-190, y «Travailler moins, vivremieux», pp. 207-233.

2 Las traducciones que en la última dé-cada han llegado al mercado del libro es-pañol han sido las siguientes: André GORZ(ed.), Crítica de la división del trabajo,

Barcelona, Laia, 1977, 312 pp.; MichelBOSQUET (seudónimo con el que Gorz fir-ma habitualmente sus colaboraciones perio-dísticas, sobre todo en Le Nouvel Obser-vateur), Ecología y libertad, Barcelona, Gus-tavo Gili, 1979, 138 pp. (en esta ediciónespañola nos encontramos como epílogo unartículo profusamente traducido de Gorz,tanto en el libro anteriormente reseñadocomo en compilaciones y revistas latino-americanas: «Técnica, técnicos y lucha declases»); Ecología y política, Barcelona, Li-bros del Viejo Topo/Ed. 2001, 1980,139 pp.; Adiós al proletariado. Más alládel socialismo, Barcelona, Libros del ViejoTopo/Ed. 2001, 1981, 180 pp. (la traduc-ción española no se hace sobre la ediciónoriginal francesa de Editions Galilée, sinosobre la edición de bolsillo presentada porEditions Seuil en su colección «Points»,considerablemente aumentada con un inte-resante prefacio inédito hasta entonces).Otras obras, ya clásicas de Gorz, muy di-fundidas entre los lectores en lengua caste-llana han sido Historia y enajenación, Mé-xico, FCE, 1964, y Estrategia obrera y neo-capitalismo, México, Era, 1969.

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autor representan uno de los puntosmás vivificantes y sugerentes del pen-samiento social europeo contemporá-neo, interesante fusión crítica —co-mo ha apuntado Perry Anderson3—entre los planteamientos renovadoresde los nuevos movimientos socialesy el marxismo clásico, situándose asíen una original posición intermediaentre ambas corrientes, en la fronterade un socialismo alternativo directa-mente entroncado con las preocupa-ciones ecologistas, que combina la re-flexión filosófica general con la pro-puesta práctica concreta en una sín-tesis característica.

Es conocida la vinculación de An-dré Gorz al comité de dirección dela revista Les Temps Modernes, du-rante más de veinte años 4, y al grupode intelectuales que —con disensio-nes y rupturas sonadas— Jean-PaulSartre^ aglutinó en torno a esa publi-cación, decantándose por un marxis-mo hiperdialéctico, fenomenológico yhumanista, que se enfrentaba abierta-mente a otra versión del marxismoque —en palabras del mismo Gorz5—

3 Perry ANDERSON, Tras las huellas delmaterialismo histórico, Madrid, Siglo XXI,1986, p. 131.

4 Dice una nota editorial del núm. 447(octubre 1983) de la revista Les TempsModernes (p. 799): «André Gorz informaa los lectores de Les Temps Modernes que,obligado a abandonar París, no está endisposición de tomar parte efectiva en ladirección y la vida de la revista. Se retira,por lo tanto, de su comité. Esta separaciónno disminuye en nada su apego a LesTemps Modernes y a su directiva, así comoa aquellas y aquellos con quien él allí hatrabajado desde hace más de veinte años.»

s André GORZ, «Para una crítica de lasfuerzas productivas. Respuesta a Mark Ra-povski», en El Cárabo, núms. 13-14, 1979,p. 22.

se convertía en un pensamiento acha-tado por el tratamiento estructural-cientifista, tan conforme, por otraparte, con la tradición positivistafrancesa.

Esta particular visión «gorziana»del marxismo, cuando fue aplicada atemas concretos, enseguida dio comofruto una radical crítica de la neutra-lidad de la ciencia y de la técnica,de los costes sociales del crecimientoeconómico, de las versiones más fun-cionalistas y mecanicistas del marxis-mo —o de las partes de la obra delpropio Marx— que hacen coincidirel socialismo con el máximo desarro-llo de las fuerzas productivas y queno contemplan a estas fuerzas pro-ductivas como producto dado de lasrelaciones de producción; y, así, si-guiendo por este camino, fuimos re-cibiendo críticas de la división deltrabajo, de la vida cotidiana empobre-cida por las relaciones mercantiles ode la confianza ingenua en una ideade progreso abstracto —que mejorsería denominarla ideología— al quehay que sacrificar el presente pararecibir, en un futuro que luego nun-ca acaba de llegar, sus cantados fru-tos mitológicos.

Particularmente en sus dos últimoslibros, Adiós al proletariado y el aquírecensionado Los caminos del paraíso,Gorz lleva sus planteamientos hastamucho más lejos, entrando ya de ple-no en eso que algún autor ha empe-zado a denominar postmarxismo6,

6 Christopher PIERSON, «Estado y so-ciedad civil. Ultimas contribuciones delanálisis postmarxista», en Debats, núm. 11,marzo 1985, pp. 68-74; para este autor,

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denotando con este término al pro-yecto de construcción teórica que seaparta de los puntos de referenciaclásicos del marxismo ortodoxo, aun-que no por ello se nieguen las fun-damentales aportaciones de varios de-sarrollos marxistas, y las del clásicopensador alemán, para comprenderla sociedad de nuestros días. Es a unnivel político, y sobre todo en unode los puntos nodales del marxismoclásico: la definición del proletaria-do, donde estas obras se muestranespecialmente polémicas7.

Así, frente a la clásica visión deun proletariado unificado progresivae ineluctablemente por las condicio-nes de acumulación y que se ve im-pelido a ser la clase destinada a latransformación del sistema, o la clá-sica reducción de todas las relacionessociales a relaciones económicas declase, Gorz niega las posibilidadesemancipatorias del proletariado tra-dicional, ya que gracias a su funcio-namiento reivindicativo, vía los apa-ratos institucionales de estabilización

Gorz representa uno de los puntos centra-les del análisis postmarxista.

7 Recientemente, Leo PANITCH, en suimportante Working-dass politics in crisis.Essays on labour and the State, Londres,Verso/NLB, 1986, ha arremetido contralos intentos de negación de la figura delproletariado como sujeto central en la trans-formación profunda de la sociedad capita-lista y, muy especialmente, contra la alter-nativa «verde» que, según él, representaríaAndré Gorz, a quien acusa (p. 10) de cons-truir una versión caricaturizada del pensa-miento de Marx, en lo que se refiere aloptimismo de las fuerzas productivas y ala construcción de un proletariado unifica-do, así como de sustituir a la clase obreracomo objeto de análisis y sujeto potencial-mente revolucionario por una «vagamentedefinida y bastante amorfa no-clase de no-trabajadores».

del conflicto, ha acabado por realizaruna política que no va más allá dela contractualización de un precioventajoso de la fuerza de trabajo ya constituir su poder como «calco»del capital o, si se quiere, como in-verso simétrico del poder de capital.Sin embargo, nuestro autor pone susesperanzas en un nuevo y particularsujeto, el de la «no-clase de los no-trabajadores», que se expresa en múl-tiples movimientos sociales que abar-carían desde los trabajadores preca-rios arrojados al desempleo o al sub-empleo por la revolución robótica oinformática8 hasta los movimientosecologistas, urbanos, antiinstituciona-les, feministas, antiautoritarios, dejóvenes, etc.; de esta forma, diceGorz: «Cuando hablo de la no-clasede los no-trabajadores como sujetosocial (potencial) de la abolición deltrabajo, no pretendo sustituir a la cla-se obrera de Marx por otra clase in-vestida del mismo tipo de "misión"histórica y social; la clase obrera enMarx, o en los marxistas, tenía (otiene) un carácter teológico por el

8 Hay quien critica a Gorz, lo mismoque a Alain Touraine, por «no ir lo sufi-cientemente lejos en su ruptura con la pro-blemática tradicional» marxista; tal es, porejemplo, la crítica que despliegan ErnestoLACLAU y Chamal MOUFFE, Hegemony andsocialist strategy. Towards a radical demo-cratic politics, Londres, Verso/NLB, 1985.De esta forma (p. 169), Gorz, «otorgandoa eso que él denomina la no-clase de no-trabajadores el privilegio que niega al pro-letariado, realmente no hace más que in-vertir .la posición marxista». Para una re-visión en profundidad del tema del sujeto,o los sujetos alternativos, en las socieda-des industriales avanzadas, véase MoniqueDAGNAUD, «La classe d'alternative. Reflexiónsur les acteurs du changement social dansles sociétés modernes», en Sociologie duTravail, núm. 4, 1981, pp. 384-405.

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hecho de que es un sujeto trascen-dente a sus miembros: hace la Histo-ria y la Sociedad futura a través deellos, pero sin saberlo (...). La no-clase de los refractarios a la sacrali-zación del trabajo, por el contrario,no es un sujeto social. No tiene uni-dad ni misión trascendente, ni portanto concepción global de la historiay de la sociedad. Se encuentra, porasí decirlo, sin religión ni Dios, sinotra realidad que aquella de las per-sonas que la componen: en suma, noes una clase, sino una no-clase. Esprecisamente por esto por lo que notiene ninguna virtud profética: noanuncia una sociedad-sujeto por lacual los individuos serán integradosy salvados»9.

En Los caminos del paraíso, Gorzprofundiza especialmente en el estu-dio de las transformaciones que en laestructura social está imponiendo larevolución microelectrónica, así comosus posibles aplicaciones a la cons-trucción de una sociedad liberada delas ataduras productivistas impuestaspor el gigantismo industrial; insistien-do, además, en la necesidad de dotara la izquierda de nuevos valores yplanteamientos alternativos que se-pan adaptarse al nuevo entorno so-ciotecnológico, a la vez que desemba-razarse de esos viejos hábitos de ac-tuación y pensamiento que, ademásde haberse desgastado y mistificado,son, hoy por hoy, más una remoraque un elemento de avance. De estaforma, es necesario enfrentarse sinmiedo al reto de las transformaciones

9 André GORZ, Adieux au prolétariat.Au-dela du socialisme, París, Seuil/Points,1981, pp. 20-21.

actuales, recuperando la capacidad pa-ra repensar el futuro —sin quedarseen el mero discurso negativo, ame-drentado y defensivo— y planteán-dose una utopía convivencial que pue-da ser enfrentada a esas otras utopíasconservadoras y tecnocráticas que seesconden bajo el signo de su inevita-bilidad.

La revolución microtecnológica enla que ahora estamos inmersos, ade-más, presenta aspectos que jamás has-ta hoy habíamos conocido: «La nove-dad de la presente crisis es que lasmutaciones tecnológicas mediante lascuales el capitalismo responde a ellaya no son dominables en el marcode la racionalidad capitalista. Estasmutaciones, al acelerar las destruc-ciones de capital y de puestos de tra-bajo, permiten producir unas canti-dades crecientes de mercancías conunas cantidades rápidamente decre-cientes de capital y trabajo» 10.

Para nuestro autor, esta dinámicaes irreversible y no sólo no puededetenerse, sino que tampoco es de-seable detenerla —ya sea refugián-dose en la indiferencia, ya sea empe-ñándose en defendernos del futuroapelando a un pasado muerto—; loque resulta fundamental es saber ypoder orientarla hacia otros objetivos.No se trata, por tanto, de entrar enun nuevo ciclo de acumulación de ca-pital, sino de alcanzar una nueva for-ma de vida: la microtecnología actualno representa, además, ningún obs-táculo fundamental para este cambiode vida, como lo era, por el contrario,la macrotecnología industrial clásica

10 Los caminos del paraíso, cit., p. 53.

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(un «cerrojo» de por sí para cualquierforma alternativa de vida); sin em-bargo, ésta de ahora es una tecnología«cruce» que habitualmente es utiliza-da de una forma jerárquica y autori-taria, pero permite también grandesposibilidades de utilización horizon-tal y autónoma.

De cualquier forma hay algo quepara Gorz se muestra diáfano: al en-trar en una dinámica de constanteincremento de la capacidad producti-va del sistema económico, asociada auna disminución evidente tanto deltrabajo como del capital necesariospara obtener tal incremento, los me-canismos mercantiles clásicos —in-cluida la ley del valor— de asigna-ción de recursos, distribución de lariqueza y regulación económica sequiebran por su base. Sobre todo enun problema clave, aquel que consisteen cómo situar a la población en con-diciones de satisfacer sus necesidadesbásicas, y cómo realizar en mercadossolventes masivos las cantidades cadavez mayores de bienes (producidoscon menos trabajo y menos capital),si el proceso social de producción re-parte menos empleo y limita el núme-ro de asalariados posibles.

La salida por la derecha estaría enla línea de la dualización y segmenta-ción máxima de la economía y la so-ciedad que estamos viviendo; de talmanera que se tiende a establecer unsector capitalista altamente producti-vo, que emplea a una élite de obre-ros sindicados, altamente cualificados,fijos y bien pagados, que se constitu-ye como un auténtico «núcleo duro»del sistema, fuente fundamental de lademanda solvente, a nivel cualitativo

y cuantitativo, y estabilizador ideoló-gico principal de las dinámicas decambio social. Al mismo tiempo, ypor otra parte, se nos aparece un in-menso sector formado por una manode obra forzadamente inestable, para-da o empleada en precario, difusa, su-mergida y desarticulada, con erráticopoder adquisitivo y políticamente dis-persa.

Así, esta nueva división social queestá fraguándose en la mayoría de lassociedades occidentales —y que algu-nas de ellas particularmente avanza-das, como Japón y ciertos Estadosnorteamericanos, están llevando hastasus últimas consecuencias, sirviendo,además, para la formulación de unpretendido modelo universal y perfec-tamente exportable— está tambiénrompiendo la posibilidad de aplica-ción del análisis tradicional de clase,ya que en muchos casos la clase dela que se debía esperar la alternativaestá degenerando en una clase obreracorporativista que defiende su traba-jo, cualificación y bienestar a base demarginar más a aquellos para quienesno hay trabajos permanentes, bien pa-gados y a tiempo completo.

Frente a este oscuro panorama,André Gorz opone su salida no sólopor la izquierda, sino, según él, porlo razonable y lo inmediatamente po-sible. El principal punto de articula-ción de esta alternativa posible es laruptura entre el poder adquisitivo yla cantidad de trabajo desarrollado,de forma tal que se reparta el trabajodisponible y se garantizase un salariosocial para absolutamente todos losciudadanos. La productividad impre-sionante de la máquina económica ac-

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tual permite acortar y flexibilizar ex-traordinariamente la jornada —o lavida— laboral, lo mismo que permiteriqueza para todos siempre que hayaun criterio equitativo de distribución.Sólo así la asfixia económica del sis-tema tendrá salida sin crisis traumá-ticas, fantásticos costes sociales o in-crementos de la jerarquización y laestratificación social.

Pero hay que enfatizar suficiente-mente que para Gorz este tipo desalario social no debe derivarse deuna exclusión permanente del mundodel trabajo —como de hecho se estáhaciendo subterráneamente con todoel tema de los subsidios de desem-pleo, las jubilaciones anticipadas o laspensiones asistenciales—, sino del re-parto generalizado de tanto las car-gas como de los beneficios del trabajoútil. No se busca, por lo tanto, disi-mular la miseria, crear un ejército dereserva mantenido con un «ingresomínimo» soportado por el Estado o,en suma, hacer factible institucional-mente ese sector marginado de la so-ciedad dualizada que vemos aflorar;se trata, por el contrario, de que elconcepto de ciudadano se desvinculefinalmente de la capacidad adquisiti-va del hombre político —cosa quehoy no sólo es, según Gorz, técnica-mente posible, sino necesario— y queel trabajo asalariado por motivos eco-nómicos deje de ser el contenido esen-cial de la vida social.

Derivadas de esta propuesta centralde una «nueva política de tiempos»,Gorz saca consecuencias importantessobre el Estado del bienestar y la pro-ducción social. Por ejemplo, estimaque el .incremento de tiempo libre

que permite la automatización, aso-ciada a la posibilidad de la utilizaciónde las nuevas microtecnologías de ma-nera grupal e interconectada por pe-queñas redes intercomunitarias, llevaal aumento de la esfera de la autono-mía de los pequeños colectivos, quepueden liberarse de la división y laespecialización capitalista del trabajoque anula y hace dependiente en todomomento al individuo de la produc-ción mercantil o la asistencia estatal:«El desarrollo de las actividades au-toorganizadas y de ayuda mutua pue-de, por tanto, desembocar en una re-ducción limitada de las prestacionesy servicios del Estado del bienestar.Pero es preciso insistir siempre enque la ayuda mutua autoorganizadano debe en ningún caso ser impuestapor el Estado en vez y en lugar deprestaciones públicas existentes. Losgobiernos de derecha, e incluso a ve-ces de izquierda, intentan imponer,en efecto, esta solución de facilidadque consiste en reducir, en nombredel antiestatalismo, los gastos socialesdel Estado para pedir a los parados,a los enfermos, a las personas de edadavanzada, a las familias —o sea, prác-ticamente a las mujeres— que se ayu-den a sí mismos. Incluso puede dis-cernirse una tendencia neoliberal queintenta restringir la producción debienes y servicios a aquellos sectoresen los que esta producción sea ren-table, mientras pide a los estratos me-nos favorecidos de la población queproduzcan por y para sí mismos unaparte de lo que es necesario para susubsistencia. Es preciso insistir enque la autoproducción y la ayuda mu-tua no aportan una mayor autonomía

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más que si no estamos obligados aellas para asegurarnos lo necesario.La autoproducción y la ayuda mutuano pueden ser unas actividades libresy liberadoras, dependientes de la es-fera de la libertad, no del reino dela necesidad, más que si todo lo ne-cesario está asegurado a cada uno ya cada una por la organización de lasociedad» n .

El incremento de las labores autó-nomas reducirá sensiblemente la es-fera de la heteronomía —es decir, dela producción no autodeterminada niautogestionada, en la que es imposi-ble eliminar, aunque sí reducir, la es-pecialización y la división del trabajoy, por tanto, la alienación—, queGorz viene a asimilar con el reino dela necesidad y con el marco de laproducción social, el trabajo obliga-torio y, en resumen, con el Estado.Pero la organización social del Estadotiene que garantizar siempre y en to-do lugar que el reino ineludible dela necesidad quede cubierto; lo quehoy es posible, gracias a la actualtecnología, es que esta producción he-terónoma exija menos tiempo y me-nos trabajo que nunca hasta ahora.Además, esta actual tecnología hete-rónoma facilita la base material parala constitución de un sólido y extensosector autónomo y descentralizado.Tenemos, pues, a nuestro alcance tan-to una situación como unas herra-mientas que hacen que la materializa-ción de alternativas convivenciales ala producción capitalista sea no sólodeseable, sino auténticamente posible;políticamente hay que concentrarse

11 Los caminos del paraíso, cit., pp. 147-148.

en convertir esta situación potencialen una situación real, a base de ana-lizar el presente y no de repetir vie-jas fórmulas del pasado, de construirnuevas estrategias y no de aceptar lasdominantes como inevitables, de acep-tar que el socialismo del futuro serápostindustrialista y antiproductivistao no será.

* * *

Se puede decir que la reciente obrade Gorz presenta una dualidad casitan profunda y desarticulada como lapropia realidad que estudia. Por unaparte, realiza uno de los análisis másserios y ajustados sobre las transfor-maciones contemporáneas de la socie-dad industrial, pleno de novedades,sugerencias y nuevas alternativas; porotra parte, sin mediar una construc-ción teórica concreta, Gorz despliegauna panoplia de recetas ideales parala construcción y regulación de unaeconomía no mercantil que, en algu-nos momentos, hacen al lector pensarsi no se encuentra ante las acalora-das imágenes de un visionario ilusoen vez de ante lo escrito por un teó-rico social.

El idealismo de Gorz le lleva, caside una forma hegeliana, a acabaridentificando negación con superación,autoconciencia con libertad, potencia-lidad con necesidad, razón con trans-formación; lo que hace que en estelibro se acaben convirtiendo, conuna facilidad casi automática, las con-diciones tecnológicas y organizativashoy vigentes de explotación directa oindirecta de la fuerza de trabajo encondiciones casi ideales para la libe-ración de toda la Humanidad. No esextraño, pues, que encontremos apre-

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ciaciones y comentarios tan altisonan-tes, pero tan arriesgados, como queestamos viviendo «la agonía del capi-tal» o que nos encontramos con «uncapitalismo muerto en vida», así co-mo que la actual revolución microtec-nológica crea las condiciones inmedia-tas para la producción autónoma ygrupal o que la «canalización» de losoficios llevada a cabo por la mayorautomatización de la producción per-mite un mayor reparto del trabajo yuna polivalencia generalizada; perotodo esto merece la pena comentarlopor separado.

En efecto, una de las críticas quecon más insistencia se ha venido rea-lizando contra toda la obra de Gorz—y de sus seguidores— es aquellaque insiste en que nuestro autor pier-de permanentemente de vista el he-cho de que la división técnica del tra-bajo no sólo responde a un procesode dominación y control de la pro-ducción, sino también, e indisoluble-mente ligado, a las necesidades con-cretas de valorización de capital y deproducción rentable en masa12. La

12 Críticas de este tipo se pueden encon-trar en Christian PALLO IX, Proceso de pro-ducción y crisis del capitalismo, Madrid,H. Blume, 1980; Jean-Claude BARBIER,L'organisation du travail, París, Le Syco-more, 1982; Brighton Labour ProcessGroup, «The capitalist labour process», enCapital and Class, núm. 1, primavera 1977,pp. 3-26. Desde una posición similar, aun-que no idéntica, Stephen WOOD y JohnKELLY, «Taylorism, responsible autonomyand management strategy», en StephenWOOD (ed.), The degradation of work?Skill, deskilling and tbe labour process,Londres, Hutchinson, 1982, esp. p. 88.Para una visión general de la polémicadesde posiciones muy cercanas a las delpropio Gorz, cfr. Jean-Paul DE GAUDEMAR,«Preliminares para una genealogía de lasformas de disciplina en el proceso capita-

aplicación de la automatización esta-ría dictada, por tanto, por la búsquedade la máxima valorización del capitalen el marco de cada mercado particu-lar y por las condiciones sociales através de las que se realiza este pro-ceso —la conversión de la fuerza detrabajo en trabajo, lo que exige unmodelo de dominación, jerarquización,división y control de la «mercancíatrabajo»—, lo que hace que única-mente las tecnologías que ofrecen unacombinación eficiente (de cara a laconsecución del mayor beneficio) en-tre el coste de los factores, la posi-ción del empresario en el mercado yel control social de la fuerza de tra-bajo —las que cumplen, en suma,una racionalidad capitalista— son real-mente utilizadas, siendo desechadas,arrinconadas o desestimadas las que,por muy «productivas» y «avanzadas»que sean, no responden a las restric-ciones que impone la producción enun sistema regulado, principalmente,por el beneficio individual de cadacompañía. Deducir de este proceso,que Gorz conoce de sobra, la muertedel capitalismo a manos de una pre-tendidamente uniforme y casi univer-sal revolución- microinformática, escomo postular que las condicionesque recrean la rentabilidad del siste-ma económico, por muchos costes so-ciales que engendren, son, por el con-trario, las condiciones de su derrum-be y suicidio, cosa ésta que resulta,cuando menos, bastante ingenua eilusoria.

Lo mismo ocurre con la confianza

lista del trabajo», en Michel FOUCAULT yotros, Espacios de poder, Madrid, Edicio-nes de la Piqueta, 1981, pp. 85-121.

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en que la actual tecnología sea másconvivencial que la anterior por sutamaño y sus posibilidades de inter-conexión grupal. Sin embargo, comoha demostrado Paola Manacorda, tan-to en su diseño y programación comoen su utilización, la microtecnologíainformática reproduce, y en muchoscasos ampliadamente, las pautas de la«organización científica del trabajo»taylorista, dejando absolutamente sincualificación y control sobre sus fun-ciones a los trabajadores de las ter-minales de las redes informáticas. Eltrabajo descentralizado y difuso nohace, por tanto, más que cambiar elcontrol «panóptico» por un controltecnificado a distancia: «tan prontocomo es conectado a un gran orde-nador e incluido en una red, el mini-ordenador escapa al control de quienlo maneja y pasa a ser un instrumentode descentralización sólo aparente-mente, pasa a ser un elemento de in-troducción y extracción de informa-ciones, mientras la parte sustancial eideológicamente importante del traba-jo, el tratamiento, se desarrolla enotro lugar con la excusa de mayoresnecesidades de velocidad y capaci-dad (...) el miniordenador no permi-te un tratamiento cualitativamente di-ferente del gran ordenador, ya que sulógica interna es la misma» u . Que lamicrotecnología informática tenga unamayor potencialidad de utilizacióndescentralizada y autónoma se quedaen dato absolutamente anecdótico sino existen las condiciones político-sociales que permitan la plasmación

de esta potencialidad en realizacionesmateriales concretas; todo lo demáses especular sobre algo que puede serentretenido o puede ser, también, unbuen ejercicio de «sociología-ficción»,pero resulta bastante irritante paraun lector que se sitúe simplementepor los niveles medios del pesimismoreinante.

De todas formas y a pesar de es-tos reparos —y de otros muchos quese podrían hacer en la misma línea,provocados por el furibundo idealis-mo de muchas de sus propuestas—,la obra reciente de André Gorz esuna puerta abierta a repensar la crisiscon imaginación y valentía, así como,y ésta es la mejor faceta, con muchoy desde siempre, de todos los librosy artículos de nuestro autor, una fi-nísima visión desmitificadora de lasdesigualitarias repercusiones cotidia-nas de los modelos tecnológicos y so-ciales individualistas y privatizantesde desarrollo económico, ahora apli-cados para salir de la crisis o para ins-talarnos definitivamente en esta duray descorazonadora postcrisis. Si, co-mo decía Rafael Sánchez Ferlosio enun brillante ensayo reciente, «quienno acoge con nueva fe teológica lasuperstición tecnológica suele verseacusado de cobarde ante el futuro» 14,la obra de Gorz se empeña en con-vencernos, casi en seducirnos, que «elfuturo es inevitable, pero no la forma

13 Paola MANACORDA, El ordenador delcapital. Razón y mito de la informática,Madrid, H. Blume, 1982, p. 128.

14 Rafael SÁNCHEZ FERLOSIO, Mientrasno cambien los dioses, nada ha cambiado,Madrid, Alianza, 1986, p. 110.

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que tome (...)• El imperativo tecno-lógico de la informática y la micro-electrónica avanza en determinada di-rección y nos ofrece varias posibili-

dades de futuro. Está por ver si somoscapaces de elegir o no» 15.

Luis Enrique ALONSO

CHARLES F. SABEL

Trabajo y política. La división del trabajo en la industria(Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1985)

1. Desde que en 1974 publicaraHarry Braverman su ya clásico Tra-bajo y capital monopolista, y a partirde la ingente argumentación en favory en contra de sus tesis, se ha desa-rrollado un campo de debate teórico,metodológico y empírico plagado deposibilidades y limitaciones. El pocotiempo transcurrido desde entoncesno ha sido obstáculo para la apari-ción de un número ya considerablede títulos y para el afianzamiento deun numeroso grupo de autores, entrelos que destacan nombres como Gin-tis, Brighton Group, Friedman, Stark,Zimbalist, Elger, Cuttler, Edwards,Offe, Burawoy, Przeworski, Littler,Salaman y Noble, por citar algunos.

Todos ellos están de acuerdo conel siguiente postulado: en la plantafabril confluyen los modos concretosde división y proceso de trabajo, po-lítica y cambio social, de forma talque de su interacción surgen nuevaslíneas de cambio, política y organiza-ción del trabajo. Y con este segundo:es en la propia fábrica, y en las rela-ciones de ajuste y/o conflicto que seestablecen en su seno, donde hay quebuscar las claves de la democraciaindustrial, del orden y del cambio,

así como de la estructura y funciona-miento de la política.

En cierta manera, el libro de Sabelse podría incluir en este enfoque, pe-ro sólo en cierta manera. Por decirlode otra forma, mientras que la ma-yor parte de los autores citados com-parten presuposiciones y orientacio-nes de tradición izquierdista, Sabelpropone una teoría del cambio socialorganizada sobre los mismos postula-dos, pero con una vocación políticacentrista. Bueno está si está bien. Pa-ra ello, Sabel necesita realizar juegosmetodológicos y, sobre todo, propo-ner conceptos fuertes y audaces. Y es-to es lo interesante del libro. Lo de-más son recursos empíricos, la mayo-ría de segunda mano, manipuladospara satisfacer los fines propuestos.Ingenuamente, el propio autor nosconfiesa pretender esa imposibilidad,y dice (p. 17): «Pero el ensayo tam-bién es un trabajo de reconstrucción,pues para unificar los resultados de lasinvestigaciones es necesario reinter-pretarlos basándose en supuestos me-

15 Michael SHALLIS, El ídolo de silicio.La «revolución» de la informática y susimplicaciones sociales, Barcelona, Salvat,1986, pp. 85-86.

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todológicos que a menudo son total-mente diferentes de aquellos a partirde los cuales se realizaron original-mente.» Lo que ocurre es que tal ma-niobra es metodológicamente ilícita,pues ¿quién nos asegura que con su-puestos diferentes hubiéramos conse-guido los mismos resultados?

Para centrar más esta crítica, y conel fin de saber en qué consiste el ob-jetivo último que persigue Sabel,atengámonos a las dos clarificadorasafirmaciones que realiza en el prefacioy en el último párrafo de la últimapágina. En el prefacio (p. 15) ad-vierte: «La aspiración del libro esanalizar la relación entre nuestrasideas, apenas articuladas, de honor yjusticia —la política en el sentidomás amplio del término— y su in-fluencia calladamente revolucionariaen el orden social.» Y en las últimaslíneas del libro, después de aludir alos argumentos en contrario de «lospensadores científicos de la derecha yde la izquierda», concluye (p. 323):«Ambos estarán de acuerdo en quelas ideas de dignidad y honor, losprogramas políticos que representany los conflictos a que dan lugar sóloeran la espuma en la ola de la histo-ria. Si el libro que el lector acaba deleer lo ha convencido, no los creerá.»¿Será preferible creer a Sabel? ¿Nosda argumentos adecuados para con-vencernos de que el honor, la justiciay la dignidad, su defensa por partede los trabajadores y los conflictosque generan en la empresa son el ver-dadero cauce del cambio?

Antes señalé que Trabajo y políti-ca contiene abundantes referenciasempíricas «reconstruidas», pero esen-

cialmente el autor utiliza tres ejem-plos históricos que, para los fines quepersigue, parecen rechinar: el NewDeal americano, Mayo del 68 en Fran-cia y el autunno caldo italiano del 69,así como incursiones en Baviera yEmilia-Romagna. Pero también queesta obra es interesante en la medidaen que polemizáramos con Sabel ensus afirmaciones fuertes y en sus jue-gos metodológicos. Veamos con másdetalle estos últimos puntos.

2. El supuesto clave de Sabel esque no existe eso que se llama clasesocial, sea cual sea la traducción quedel término hayan hecho diferentesescuelas sociológicas. Pero, sobre to-do, que no existe una clase social com-puesta por trabajadores asalariados.Sobre tal supuesto, Sabel niega quelos trabajadores sean una clase homo-génea opuesta a los empresarios, co-mo tampoco constituyen un grupo de-seoso de cooperar con los patronos.La mano de obra está dividida, segúnsus cualificaciones, en grupos distin-tos que se perpetúan de diferentesmaneras. Cada grupo de trabajadorestiene una idea muy clara de sus pre-rrogativas y ambiciones y comprendepoco las de los demás (p. 13).

Para Sabel hay que pensar, pues,en grupos corporativos o semicorpo-rativos, grupos de interés que son elresultado de la fragmentación ad nau-seam de la clase obrera, si es que éstaha llegado a existir alguna vez en al-gún lugar del mundo industrial. Enesta situación, dos son los resultados:un lenguaje político común, que ex-plica los desafíos en masa que de vezen cuando sacuden nuestras socieda-des, y una fragilidad de las alianzas,

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por diferencias entre intereses y sím-bolos políticos, que explica la facili-dad con que los empresarios y auto-ridades restablecen el orden en las fá-bricas haciendo sólo limitadas conce-siones y aprovechándose de la divisiónde los trabajadores.

Resultado de esta argumentación esque tantos conflictos conducen a po-cos o ningún cambio (p. 14), por loque el autor se ve obligado a rectifi-car el engranaje del modelo sin porello renunciar a las presuposicionesfuertes. Claro está que tal manipula-ción se hace tanto menos creíble cuan-to más claramente marxista es el argu-mento en el que se apoya. Argumentoque, tomado de David Noble {SocialChotee in Machine Design y Forcesof Production; aunque este título esde 1984, amplía lo perfilado en elprimero) y sin reconocerlo explícita-mente, se formula como sigue (p. 14):«A menudo el cambio parecía prove-nir no de las concesiones a las de-mandas directas, sino de los intentosde los empresarios de recuperar elcontrol de una mano de obra indisci-plinada introduciendo nuevas máqui-nas y formas de organización indus-trial. La mezcla de la estrategia delos trabajadores y la de los empresa-rios podía dar lugar a transformacio-nes que ninguna de las dos partes ha-bía previsto.» Y ésta es una de lasclaves del libro como argumento:Sabel rechaza el marxismo, pero uti-liza una de sus explicaciones para sa-lir del impasse, para entender loscambios que se hacen inexplicablesdesde sus propias formulaciones y mé-todos.

El segundo juego de manos meto-

dológico es consecuencia de su postu-ra fuerte respecto a las clases socia-les: si no hay una clase trabajadora,no puede haber una tendencia centralen su comportamiento, sino tenden-cias y circunstancias periféricas queconducen a múltiples formas de ac-ción en el seno de la empresa. Laapuesta de Sabel se formula entoncescriticando las grandes teorías que des-de los sesenta habían intentado ex-plicar los cambios en la clase obrera"y en su acción colectiva: 1) la teo-ría del aburguesamiento de la claseobrera, en sus distintas versiones—F. Zweig (1961), R. Blauner(1964), S. Mallet (1963), así comoJ. H. Goldthorpe y D. Lockwood(1969)—; 2) las tesis conservadoras—esencialmente, D. Bell (1978)—;3) las tesis izquierdistas —por seña-lar dos entre tantos, N. Poulantzas(1968) y E. Olin Wright (1978)—,y 4) las tesis del ciclo de A. Pizzor-no (1981).

Todas estas teorías comparten, ajuicio de Sabel, tres vicios que las ha-cen inaceptables: 1) un determinismotecnológico mediante el cual toda so-ciedad, independientemente de suspreferencias políticas, que desee pro-ducir bienes industriales debe adoptarciertas estructuras de organización,pautas de autoridad y modos de tra-bajar; es un problema de eficacia, node ideología; 2) un esencialismo quepostula que lo que es cierto para lasociedad en su conjunto también loes para cada una de sus partes, porlo que la modernización económicaconduce a la homogeneidad organiza-tiva; finalmente, 3) un reduccionis-mo, para el que la experiencia diaria

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de las sociedades modernas determinalo que los individuos de estas socie-dades desean de la vida. Los deseoshumanos no son, pues, fijos, perosiempre sobrepasan la capacidad de lasociedad para satisfacerlos. Nuevastecnologías, nuevos sistemas, nuevosdeseos, nuevas tecnologías. Las insti-tuciones sociales, encargadas de satis-facer esos deseos en constante creci-miento, no son justas o injustas, sinoeficaces o ineficaces.

Hasta aquí, de acuerdo. No parecemuy sensato, en los tiempos de plu-ralismo metodológico que vivimos, de-cantarse por cualquiera de las teoríasapuntadas porque, parece ser, todaspecan de alguna forma de determinis-mo, esencialismo y reduccionismo,aunque algo de verdad hay en cual-quiera de esos tres «vicios». Ahorabien, entre identificar una tendenciacentral en el comportamiento de lostrabajadores y reducir toda la realidada la misma, y negar cualquier tenden-cia central, media un buen trecho.Y ahí es donde la postura de Sabelincurre en los mismos defectos quecritica. Sabel puede, y la tarea merecela pena, centrarse en la diversidad derespuesta de los trabajadores ante di-ferentes situaciones y estímulos. Di-versidad que se basa en la existenciade diversas culturas nacionales (porejemplo, la cultura nacional francesaes de «poca confianza» y la alemanade «mucha confianza», según la dife-renciación que realiza A. Fox, 1974),diferentes carreras en el trabajo, filia-ción religiosa, antecedentes culturalesde ciertos grupos laborales, circuns-tancias coyunturales, alianzas políti-cas, sistemas sindicales o circunstan-

cias políticas e ideológicas que afec-tan a la organización y las luchas delos trabajadores.

Pero todo lo anterior, con ser im-portante, no niega la tendencia cen-tral, por muchas variaciones que pre-sente. En otras palabras, nadie míni-mamente sensato —y aquí Sabel noparece serlo— puede negar lo que hayde común entre todos los trabajado-res industriales: que se organizan ensindicatos para defender colectivamen-te sus posiciones, que hacen huelgacontra sus patronos, que formulan de-mandas sobre condiciones contractua-les y condiciones de trabajo, etc. Estaha sido la respuesta modal de los tra-bajadores industriales en relación consu unidad de posición e interés res-pecto a los patronos, independiente-mente de factores de variación talescomo las opciones políticas, las creen-cias religiosas, las culturas naciona-les y las circunstancias políticas.

3. No hay, pues, una clase socialtrabajadora en la industria, para Sa-bel. Hay fragmentos, grupos y carre-ras en el trabajo, con intereses y vi-siones del mundo específicos. Másaún, hay visiones del mundo que sonlas que condicionan realmente todala acción conflictiva de los grupos.¿Cómo se estructura entonces el mer-cado de trabajo? Mediante un ajus-te funcional (p. 55): «Los capitalistascrean puestos de trabajo de diferentestipos y los trabajadores tratan de en-contrar uno que se ajuste a sus am-biciones.» Una carrera en el trabajoes simplemente una visión del mundoque negocia con la oferta de los pa-tronos. Los cambiantes intereses deunos y otros generan conflictos de

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ajuste que se acaban resolviendo enmicrovariaciones en el mercado detrabajo. Y aquí Sabel se pierde denuevo, no tanto porque concluya conalgo que es obvio, sino por la formade entender, confusa y equívoca, la ca-rrera en el trabajo (p. 120): «Por ca-rrera en el trabajo entiendo una seriede tareas remuneradas que desafían yrequieren sucesivamente el desarrollode cualesquiera capacidades que se to-men como medida del valor humano»(subrayo esto último porque me dejaperplejo).

La carrera en el trabajo queda asíextrañamente definida como una cos-mología comprimida que define lo quees virtud y cómo se pone a prueba.La clave para Sabel consiste en estepreciso mecanismo: la economía pro-duce puestos de trabajo, la sociedadproduce grupos, estos últimos encuen-tran su camino hacia los primeros através del mercado y, una vez queoperan en la fábrica, se suscitan con-flictos en defensa de su honor y sudignidad. El objetivo de tales gruposunidos por la moral es bien simple:una vida virtuosa, un trabajo virtuosoy eventuales luchas contra los patro-nos en defensa de la virtud. El resul-tado, al margen de lo apabullante dela formulación, es, a mi juicio, unnuevo reduccionismo, pero ahora dela tendencia central respecto a las cir-cunstancias periféricas, porque, comoel propio Sabel confiesa (p. 17), «el li-bro muestra cómo se pueden transfor-mar mediante la lucha en el centrodel trabajo las ideas de los trabajado-res sobre sus intereses, nacidos de losprincipios de honor y dignidad queaportan a la fábrica, y cómo estas lu-

chas, que chocan y se combinan conlos conflictos de la sociedad en gene-ral y entre las naciones, pueden remo-delar las tecnologías, los mercados ylas jerarquías de las fábricas».

Apartados a un segundo lugar losconflictos de intereses y colocados enprimer plano las visiones del mundo,el honor y la dignidad, las explicacio-nes economicistas no son de recibopara Sabel. Consecuentemente, por-que si no hay una clase, ni una con-ciencia de clase, ni unos interesesprefijados por las relaciones de y enla producción, ¿cómo explicar la ac-ción colectiva de los trabajadores?En realidad, Sabel utiliza una visiónreduccionista de la explicación econó-mica con su consecuente simplifica-ción. De haber consultado aportacio-nes más agudas y recientes (Morishi-ma, Marx's Economy, 1973; Prze-worski, Material bases of Consent,1980, o Burawoy, Between the LaborProcess and the State, 1983), proba-blemente se hubiera encontrado conmás dificultades para argumentar encontra. En todo caso, Sabel se inclinapor la explicación moralista, según lacual el conflicto estalla cuando ungrupo defiende un orden moral esta-blecido del ataque exterior. Y el re-sultado es que los fines morales nosólo influyen, sino que deben influiren los medios y la actividad económi-ca. La raíz de Sabel es aquí durkhei-miana, pero, curiosamente, acaba de-sembocando en Stuart Mili.

En efecto, para Sabel, el punto devista moralista sobre el conflicto co-lectivo tiene la ventaja de situar lasideas del honor social en el centrodel análisis; pero los moralistas es-

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trictos creen que estas ideas son másprecisas y rígidas de lo que son. Enotras palabras, Sabel no está de acuer-do con los moralistas sólo en lo queconsidera un determinismo excesivo,ya que las visiones del mundo sonsiempre incompletas y ambiguas. Laúnica salida es una moral empiristaque se aprende mientras se hacen lascosas (p. 189): «En conclusión, ungrupo no conserva necesariamente suconcepción del honor social defendién-dolo, sino que puede revisar gradual-mente sus demandas aplicándolas a lasnuevas circunstancias, amalgamándo-las con las de sus aliados o amplián-dolas radicalmente en el entusiasmo odesesperación de la batalla.» Que elresultado de toda la argumentaciónsea un historicismo no asumido y unreduccionismo reorientado no es sinola consecuencia lógica de las confusio-nes metodológicas que plagan Traba-jo y política.

El libro termina con un capítulodedicado a la crisis del fordismo, pe-ro las aportaciones de Sabel no son,a mi juicio, significativas en un temasobre el que se han escrito ya cientosde títulos. Tampoco creo que merez-ca mucho la pena detenerse en la al-ternativa que Sabel propone: las«pymes» con nuevas tecnologías re-conciliarán la vieja moral solidaria connuevas formas de organización del tra-bajo, porque ese argumento es viejoconocido de la mano de Alvin Tof-fler. Pero sí puede ser útil acabar re-cogiendo dos afirmaciones fuertes deSabel sobre el cambio y sobre la cla-se trabajadora, bastante chocantes enun trabajo de esta índole.

La primera se comenta por sí sola;

sirve como colofón a su moralismo,y no parece estar escrita desde el pu-dor metodológico (p. 15): «Este librointenta demostrar cómo unas modes-tas reivindicaciones de decencia defi-nidas de formas distintas, y a vecesconflictivas, pueden contribuir atransformar profundamente la estruc-tura de la sociedad.» La segunda afir-mación fuerte exige una reivindica-ción de decencia por la poor scholar-sbip desde la que está construida.Dice Sabel (p. 262) que «si una clasese define en el sentido marxista comoun grupo de personas que compartenuna posición en la división del trabajoy que, por esta razón, comparten lospuntos de vista políticos, otra formade decir lo mismo es afirmar que lostrabajadores de cuello azul no formanuna clase». Se puede legítimamentediscrepar del marxismo y de su teoríasobre las clases sociales o la claseobrera en especial, pero no, y menosbasándose explícitamente en E. OlinWright, llamar marxistas a formula-ciones plagadas de errores que no lepertenecen.

En fin, la obra de Sabel me parececonfusa y equívoca porque prometecosas que luego no da y porque dacosas que no había prometido. Unopuede aceptar, incluso esperar ansio-samente, una teoría sobre el cambiosocial desde el punto de vista delcentrismo político, una crítica siste-mática y demoledora al concepto declase social, e incluso, como parecesu objetivo, una concepción moral dela política de los trabajadores capazde explicar por qué se embarcan enluchas y conflictos. Nada de eso seencuentra en el libro. Al contrario,

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las líneas de argumentación están maltrazadas, extraviados multitud de susrazonamientos, y con trazas académi-cas (más de 500 títulos con inexpli-

cables ausencias) convertidas en pe-sados lastres.

Esteban MEDINA

CHARLES HANDY

El futuro del trabajo humano(Barcelona, Ariel, 1986)

Esta obra se une a la abundantísi-ma literatura de reciente aparición queestudia la crisis del trabajo. Handyanaliza las transformaciones que seestán produciendo en la sociedad deltrabajo y esboza los nuevos compor-tamientos sociales. Plantea el interro-gante del futuro del trabajo humanoy del papel que éste puede desempe-ñar en la configuración de la sociedad.

En la presente década se vienenproduciendo importantes transforma-ciones en los procesos productivosque cuestionan la definición tradicio-nal del concepto «Valor Trabajo». «Elargumento central de este libro —di-ce su autor— es que las cosas estáncambiando, que el trabajo no volveráa ser ya lo que era, y que lo másprudente es tomar en consideracióncómo va a ser» '. Nos encontramos,en definitiva, frente a la crisis de lasociedad del trabajo.

El empleo comienza a ser escaso,a la vez que el trabajo empieza a te-ner significados diversos. A pesar delos esfuerzos de todo tipo por inver-tir la tendencia, el desempleo perma-

' Ch. HANDY, El futuro del trabajo hu-mano, 1." ed. española (trad.: A. Vicens),Barcelona, Ed. Ariel, 1986, p. 13.

nece elevado y, probablemente, per-manecerá así por mucho tiempo. Lasposibilidades de que en el futuro hayaempleos convencionales para todosson cada día más escasas. Justo cuan-do la fuerza de trabajo está crecien-do, el número de empleos disminuye,incrementándose el desequilibrio en-tre empleados y desempleados. La pri-mera manifestación de la crisis deltrabajo es la crisis de cantidad. Elideal, cada vez más utópico, del plenoempleo sólo se logrará en la medidaen que se encuentren las formas deproporcionar a más gente una partemás pequeña de trabajo. La inversiónpública y el sector servicios puedenhacerse cargo de una parte de losempleos destruidos si la sociedad eslo suficientemente rica para permitir-se un sector estatal de servicios encrecimiento y la proliferación de ser-vicios personales derivados de la edu-cación y la abundancia. La economíainformal deberá hacerse cargo de losempleos restantes, y los convertiráen trabajo no contabilizado.

Podemos distinguir tres grandespartes en esta obra, que examinan,respectivamente, los cambios, las po-líticas y las perspectivas del trabajo.

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Es la primera —los cambios— la másacertada e interesante; en ella se ana-lizan las nuevas formas emergentesde trabajo. Cada vez es menos ciertoque el único tipo de trabajo sea elde la economía formal. La economíainformal —negra, malva y gris— po-ne de relieve el nacimiento de nuevasformas de trabajo: trabajo en un em-pleo —autónomo de plena dedica-ción—, trabajo marginal —orientadoa proporcionar ingresos suplementa-rios— y trabajo donado —que inclu-ye todo el trabajo voluntario no re-munerado—. Estas consideraciones lesirven a Handy para mostrar cómoel trabajo está siendo redefinido porlas acciones de los actores sociales.El trabajo adquiere una nueva sig-nificación —es algo más que em-pleo—; recoge «todas las formas detrabajo», asemejándose al concepto de«trabajo heterónomo» enunciado porAndré Gorz.

La crisis de calidad de la sociedaddel trabajo se manifiesta en el «mo-delo cambiante del trabajo y la ero-sión de la cultura del pleno empleo»,y «afectará a nuestra vida familiar, anuestra valoración del significado deltrabajo y, en último lugar, a la clasede vida que queremos vivir» 2. ¿Quéopciones existen? ¿En qué sociedadhemos de vivir? Será una sociedadcaracterizada por una nueva relaciónentre capital y trabajo. De la que re-sultará una vida laboral más corta,que irá aproximándose a las 50.000horas —32 horas semanales durante45 semanas durante 35 años— de tra-bajo. Una sociedad en la que el in-cremento de la subcontratación, en

2 Ibidem, p. 212.

todos los ámbitos empresariales, po-tenciará el «pago de honorarios» porservicios prestados, en detrimento delos salarios convencionales, y el desa-rrollo y proliferación de la contrata-ción temporal y a tiempo flexible.Elementos que pueden potenciar losvalores «positivos» —aumento de lacreatividad y del desarrollo perso-nal— o bien conducirnos a una so-ciedad más dividida y fragmentada,caracterizada por la precarización delempleo, aspecto al que dedica muypoca atención.

Los nuevos tipos de trabajo exi-gen, simultáneamente, que haya másgente que aprenda más y que se pro-porcionen las posibilidades para ello.¿Habrá una fuerza de trabajo queresponda a esta demanda? La educa-ción debe indicar el camino hacia elfuturo. Las oportunidades que pue-den ofrecer los nuevos tipos de tra-bajo dependen de que la poblacióntenga acceso a la educación, de quela gente esté preparada para pensar yactuar por sí misma. Por tanto, si nose adecúa rápidamente el sistema edu-cativo —una mayor flexibilidad, unamayor variedad, una mayor posibili-dad de elección y un aumento de laparticipación—, nos enfrentaremoscon un panorama social lleno de oca-siones perdidas.

Junto al trabajo, otras cosas estáncambiando: el concepto del individuoy, en particular, el papel de la mujer;las expectativas respecto al Estado ysus responsabilidades; una vida labo-ral más corta; el incremento del tra-bajo a tiempo parcial y del tiempodiscrecional; unas nuevas relacionesfamiliares. Son algunos de los factores

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que indican un cambio general de losvalores de la sociedad. Signos de unanueva racionalidad creativa que pue-den conducirnos a una sociedad queJames Roberson denomina SHE (sa-na, humana, ecológica), que daría«preferencia a las personas antes quea las cosas, reconociendo así que lasenergías personales y las capacidadespersonales son recursos renovables»;una sociedad en la que «la insistenciasería puesta en ocupar el tiempo detrabajo de modo que contribuyera albienestar social y a la prosecución de

sus fines y valores personales» 3. A lolargo de esta obra se intenta demos-trar que el futuro será diferente, quepuede ser algo peligroso, pero tam-bién emocionante y excitante.

En resumen, en esta obra, Handyreflexiona sobre las nuevas formas detrabajo —enfatizando los valores po-sitivos que pueden generar y obvian-do los negativos— y, a partir de ellas,da pie a un profundo y amplio debatesobre el concepto de trabajo.

Andrés ALAS-PUMARIÑO SELA

J O H N T. DUNLOP y WALTER GALENSON (comps.)

El trabajo en el siglo XX(Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1985)

El siglo xx ha representado, paraobreros y empleados, cambios sinprecedentes en sus niveles de vida,status social, seguridad económica, po-der político e influencia social. El aná-lisis de estos cambios a lo largo delsiglo y sus repercusiones constituyenel objeto de este libro sobre el mundodel trabajo. Cinco países avanzadosson los elegidos por los compiladores,y el objetivo perseguido, la compara-ción de sus respectivas situaciones pa-ra analizar semejanzas y diferencias.

Los autores han escogido este pe-ríodo de setenta y cinco años paravisualizar las tendencias y los princi-pios subyacentes. Este enfoque les hapermitido percibir y evaluar las fasescíclicas y los sucesos que han tenidolugar como consecuencia de las gue-

rras, las depresiones económicas y elmalestar social, así como señalar losposibles desarrollos.

Todos los autores han utilizado elmismo esquema. Examinan en deta-lle la evolución de la población activa,las condiciones de vida y trabajo deobreros y empleados, el movimientosindical, el sistema de relaciones labo-rales, la negociación colectiva y la le-gislación laboral.

Los temas tratados incluyen esta-dísticas en la medida que éstas exis-ten. Uno de los méritos de este libroes que permite disponer de un pano-rama estadístico actualizado de cadauno de los países, evaluado minucio-samente por los autores y debidamen-

3 Ibidem, p. 221.

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te interpretado, cuando ello es posi-ble. Asimismo, ofrecen explicacionesalternativas frente a asuntos contro-vertidos.

Tal como señala Dunlop en la in-troducción, los autores también hanincluido elementos específicos de suspaíses y han desarrollado detallada-mente las cuestiones más significa-tivas.

Galenson y Smith incluyen en elcapítulo sobre EE. UU. tres aspectosparticulares de la sociedad estadouni-dense:

a) Su análisis de la población ac-tiva contiene datos sobre las diferen-cias según origen étnico: población decolor y «blancos nativos» (pp. 28-30).

b) Destacan la especificidad delsindicalismo en relación con la polí-tica, en el sentido de que sería elúnico movimiento sindical que noaboga por una forma de sociedad so-cialista (p. 66).

c) Indican la inexistencia de aso-ciaciones empresariales para negociarcolectivamente (p. 60).

Según estos autores, dos son losproblemas inmediatos a los que seenfrentan los trabajadores: desem-pleo e inflación. El primero se resol-verá, al menos parcialmente, cuandomejore el ciclo económico. El segun-do es de muy difícil resolución.

Entre las tendencias que destacanse encuentran:

1. Mantención de la expansióndel empleo en el sector público y delsindicalismo.

2. Uso más acusado de la impo-sición legal en lugar de la negociacióncolectiva.

3. Desaparición de la conflictivi-dad en los sectores críticos.

4. Necesidad de una cierta cen-tralización de los empresarios, segúnel modelo europeo, a pesar de la pre-ferencia empresarial por el trato in-dividual con los sindicatos.

5. La influencia de la izquierdaen el movimiento sindical se encuen-tra en su punto más bajo.

Thompson y Hunter, autores delcapítulo sobre Gran Bretaña, obser-van que el sistema de relaciones labo-rales ha mostrado un curso evolutivo.Ello se debe, fundamentalmente, aque la estructura de la población ac-tiva y las instituciones laborales eranya en 1900 las propias de una econo-mía moderna y a que el país escapóa los efectos de las dos guerras mun-diales, lo que determina que la in-fluencia de la historia sea más fuerteque en otros sitios. Este factor harepercutido negativamente cuando seha intentado modernizar el sistema.

Entre los aspectos particulares deGran Bretaña señalan que:

a) La estructura sindical es casiindescriptible por intrincada (p. 130).

b) Gran Bretaña es el único casodonde los sindicatos han creado unpartido. De ahí que las relaciones en-tre el Partido Laborista y los sindi-catos sean muy fuertes (p. 136).

c) Las asociaciones empresarialesson menos antisindicalistas que enotros países (p. 138).

d) Los salarios reales han crecidomenos que en el resto de los paísesavanzados (p. 162).

Los autores resumen la situaciónbritánica del siguiente modo: «el sis-

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tema de relaciones laborales vigentetradicionalmente se apartaba del deotros países desarrollados... En esteúltimo decenio se ha modificado la si-tuación... Gran Bretaña presenta unsistema más parecido al de otros paí-ses...». Siguen pendientes, sin em-bargo, algunas cuestiones:

1. El problema de la democraciaindustrial, entendida como la repre-sentación de los trabajadores en losconsejos de administración de lasgrandes empresas.

2. La necesidad de mantener ni-veles salariales en función de la com-petitividad internacional.

3. El problema de las relacionesentre el movimiento sindical y el Es-tado.

El análisis de la República FederalAlemana lo realizan Hans Günter yGerhard Leminsky. Según ellos, loscambios de la posición de los traba-jadores y del sistema de relacioneslaborales reflejan los cambios del en-torno económico, social y político.

Entre las peculiaridades de la RFAse encuentran:

a) El país continúa siendo muyindustrializado (p. 181).

b) Hay cambios estructurales enel contenido de las ocupaciones, enel sentido que aumentan las ocupa-ciones comunes a varios sectores enlugar de ocupaciones específicas deun sector (p. 188).

c) Existe un fuerte contingentede mano de obra extranjera (pp. 192-196).

d) Lo especial de la historia sin-dical, porque la RFA sólo existe des-

pués de la Segunda Guerra Mundial.Sus antecedentes se configuran bajootro entorno (pp. 198-206).

e) Existe un sector empresarialfuerte y organizado que les permitepresentar su negativa a las solicitudessindicales como cuestión general (pá-ginas 206-209).

f) En cuanto a las condiciones detrabajo, la RFA presenta una dismi-nución de las enfermedades profesio-nales, una tasa constante de acciden-tes laborales (mayor en los extranje-ros) y un porcentaje muy alto de tra-bajadores satisfechos con su trabajo(pp. 213-229).

Como principales problemas de laactualidad destacan:

1. La persistencia de un «alto»nivel de desempleo.

2. Las condiciones de trabajo, esdecir, los problemas del trabajo porturnos, del trabajo repetitivo, de laalternancia del trabajo de día y denoche, los efectos de la organizacióndel trabajo y de la tecnología en lacualificación, etc.

3. La reforma de la educación yde la formación profesional.

4. La democracia industrial, en-tendida como cogestión.

5. Las dificultades de financiacióndel sistema de seguridad social.

El capítulo sobre Francia ha sidoescrito por Fran^ois Sellier, quien se-ñala que el proceso de industrializa-ción se inició pronto en Francia, peroque su ritmo fue inferior al de otrospaíses.

Sellier afirma que los factores es-pecíficos de la situación francesa son:

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a) La escasez casi permanente demano de obra obligó a una prontaincorporación de la mujer al trabajoy, posteriormente, a la contrataciónde mano de obra extranjera (p. 238).

b) La estructura social del empleocambia a partir de la Segunda GuerraMundial en forma diferente al restode los países europeos (p. 245).

c) La complejidad del mercadode trabajo hace difícil su comparabi-lidad (p. 247).

d) La afiliación sindical dependemás de acontecimientos políticos quede circunstancias económicas (p. 249).

e) El papel del Estado en las re-laciones laborales es de:

1. Arbitro de las crisis sociales.2. Fuente de normas reguladoras

de la negociación y del con-flicto.

3. Empresario (p. 262).

f) El desarrollo económico se hareflejado más en la mejoría del nivelde vida del trabajador que en las con-diciones físicas de trabajo (pp. 281-284).

El autor plantea los siguientes in-terrogantes frente al futuro:

1. La capacidad de los sindicatospara organizar a la mayoría de la po-blación asalariada.

2. Si el sistema francés de rela-ciones laborales podrá superar el ra-dicalismo y las posturas unilaterales.

3. Si disminuirá el poder negocia-

dor de los sindicatos a causa del des-empleo.

Por ser Japón el gran desconocidoen Occidente, los autores, TaishiroShirai y Haruo Shimada, incluyenuna larga introducción para deshacerla interpretación prevaleciente de lasrelaciones laborales en ese país. A sujuicio, las características del sistemajaponés obedecen a una decisión eco-nómica racional del empresariado ja-ponés y no a un legado del sistemafeudal.

En su opinión, los factores que per-miten interpretar las relaciones labo-rales son:

1. La corta historia del sindica-lismo japonés.

2. Las limitaciones del entornopolítico, telón de fondo del desarro-llo sindical.

3. La situación de la postguerra,que no estimuló el desarrollo del sin-dicalismo con todas sus funciones.

Todo el análisis realizado por es-tos autores resulta, por tanto, nuevoy complejo para un lector occidentaly, en consecuencia, difícil de resumir.

En suma, se trata de un libro diri-gido no sólo a quien se interese porla situación general del mundo deltrabajo, situación magníficamente pre-sentada por Dunlop, sino también alos estudiosos del mundo laboral enpaíses específicos.

Rosario FRÍAS AZCÁRATE

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MANUEL CASTELLS y otrosNuevas tecnologías, economía y sociedad en España

(Madrid, Alianza Editorial, 1986) *

Es un libro brújula orientador delgran público y de los científicos so-ciales de nuestro país en el todavíaconfuso mundo de las nuevas tecno-logías. Relativamente escasa es la im-plantación de éstas y también la lite-ratura: faltan estudios de prospectivasobre su impacto en la estructura eco-nómica y social, y hasta la necesariaconceptualización previa. Precisamen-te esta obra inaugura de forma seriael trabajo de definiciones y la desea-ble sucesión de investigaciones sobree! tema.

Este estudio es fruto de una laborinterdisciplinar que, en un períodode tiempo reducido, ha producidoencomiables resultados. En ello haninfluido los muchos recursos disponi-bles, aunque más que otra cosa elbuen trabajo. Cada nueva tecnologíaes definida y estudiada luego en cuan-to a su presencia y aplicaciones en elmundo y en España. A veces, el es-tudio monográfico de su impacto enun sector (automóvil, banca, máquina-herramienta, vida cotidiana, etc.) sealterna con otro de tipo global: porejemplo, la reestructuración ocupacio-nal en su conjunto. Es encomiable eltrabajo desplegado en la búsqueda defuentes, ordenación de las mismas yelaboración de datos y tipologías.A menudo se denuncia la inadapta-ción de los organismos oficiales a lostiempos que corren: así, el Instituto

* Obra resumida en M. CASTELLS yotros, El desafío tecnológico, Madrid, Alian-za Editorial, 1986.

Nacional de Estadística debería in-troducir nuevas categorías —porejemplo, ocupacionales— para estimary calibrar mejor el impacto de lasnuevas tecnologías. Sin embargo, Cas-tells y otros sacan buen jugo de losdatos disponibles, combinados ocasio-nalmente con otros primarios (datosde encuesta a empresarios y juiciosde expertos). Se obtiene así un cua-dro de variables estratégicas (sobreInvestigación y Desarrollo, participa-ción del personal científico-técnico enla plantilla de las empresas, consumoen comunicaciones, equipamiento dehardware, programas, etc.) desagrega-das luego en indicadores de presen-cia de nuevas tecnologías

El libro es fundamentalmente des-criptivo. Ello supone ya un gran mé-rito habida cuenta la preocupante es-casez en nuestro país. La descripciónse acompaña a menudo de una volun-tad explicativa ayudada del recurso alas tipologías. Tal ocurre, por ejem-plo, al abordar las relaciones España-Europa-Mundo y diseñar las actualesestrategias para salir de la crisis enel marco de la novísima división in-ternacional del trabajo. La acción delas multinacionales se superpone a ladivisión en áreas geográficas (USA,Japón, Europa, Nuevos Países Indus-trializados, Países de la OPEP, PaísesSubdesarrollados).

Dicho el elogio —lo más merecidoy sobresaliente, sin duda alguna—,hay que hacer algunas observacionescríticas. Empecemos por el título

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mismo. ¿Por qué considerar comonuevas tecnologías el láser, la bio-tecnología, la fecundación «in vitro»,las energías renovables, los nuevosmateriales, etc.? Naturalmente, tam-bién estas tecnologías son nuevas, co-mo lo serán otras que presumiblemen-te vayan apareciendo..., pero lo ver-daderamente nuevo es la industriali-zación de la información o el trata-miento industrial de ésta como media-dor en la actividad humana. Entreel hombre y la naturaleza transfor-mable (tierra, mar, aire, plantas, ani-males y otros hombres) se interpusola herramienta artesanal, mediandomás tarde la máquina-herramienta y,posteriormente, las técnicas de infor-mación cuya culminación tiene sopor-te microelectrónico. Incrustar infor-mación en las máquinas es lo nuevo.Las Nuevas Tecnologías son, precisa-mente, las máquinas-herramienta dela nueva sociedad. El láser, la bio-tecnología, los nuevos materiales, etc.,pudieran haber aparecido el siglo pa-sado sin que por ello hubieran revo-lucionado los procesos de trabajo y,a fin de cuentas, la sociedad indus-trial. La nueva sociedad se llama «so-ciedad de información», y su tecno-logía propia se basa en un principiomicroelectrónico. Ciertamente, algu-nos —por ejemplo, los autores de losLibros de FUNDESCO— manejantambién ese concepto amplio de Nue-vas Tecnologías. AI hacerlo se intro-duce confusión: sobre todo cuandose trata de apreciar sus impactos so-ciales en la estructura ocupacional yde clases, instituciones, etc. Una cosaes, pues, mediar en los procesos deactividad (trabajo) y otra muy distin-

ta descifrar códigos (por ejemplo, ge-néticos) que no van a revolucionar eltrabajo mismo y su organización. Másdistinto es todavía el desarrollo de«nuevos materiales» o del láser co-mo soporte de las Tecnologías de laInformación. Naturalmente, todo ellopuede formar un conjunto, lo que seha llamado «nuevo sistema tecnoló-gico».

Hablando de impactos, se echa demenos la referencia a estudios deprospectiva ya consagrados y supera-dores de las visiones alarmistas deinformes anteriores (Nora-Mine, Sie-mens, etc.): por ejemplo, los de laUniversidad de Sussex (SPRU), Leon-tieff y F. Duchin, etc. Falta igual-mente el apoyo en teorías de los ci-clos inducidos por los «nuevos sis-temas tecnológicos» (Kondratkff,Schumpeter, Mensch, Kuznets, Free-man, Rothwell, etc.). Ausente quedatambién la referencia a los importan-tes y prestigiosos trabajos de J. Ger-shuny e I. Miles sobre la reestructu-ración de la ocupación y del empleocomo consecuencia de la aplicaciónde nuevas tecnologías y los consi-guientes «nuevos modos de provisiónde servicios». Estos, basados en lasustitución de la compra directa deservicios por la compra de bienes pro-ductores de estos servicios, explicanmuchas cosas: la economía del auto-servicio, la informalización de la eco-nomía (economía sumergida incluida),evolución del trabajo a tiempo par-cial, etc. De todos estos impactos seolvida la obra comentada, que, por suextensión y título, prometía más.

Dicen los autores (vol. 2, p. 526):«Nuestro análisis corresponde al pe-

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ríodo 1974-1983, y muchos de losdatos tecnológicos se detienen en1981. Pues bien, la introducción deNuevas Tecnologías es tan reciente(de hecho parece acelerarse tan sólodesde 1982) y nuestro nivel tecnoló-gico es tan bajo que apenas es posibleobservar los efectos a nivel global dela economía hasta un período recien-te.» Por ello es una pena que —encuanto a los cambios de la estructuraocupacional, por ejemplo— sólo secomparen cuadros 1975-1981 (aunque

-esporádicamente se haga referencia a1983). De haber estudiado un inter-valo más reducido y afectado por lapolítica de reconversión industrial—así, 1981-1983— se habría podidoapreciar y predecir mejor el impactotecnológico. En efecto, dentro de unintervalo prolongado el análisis regre-sional debilita y diluye el peso de lascorrelaciones (cfr. sobre el particularmi artículo «Nuevas tecnologías, ocu-pación y empleo», en José A. Gar-mendia y otros, Sociología Industrialy de la Empresa, Madrid, Aguilar,1987).

Desde luego, esta obra tiene elgran mérito de la ordenación y reco-pilación de datos procedentes de múl-tiples fuentes. Es un gran informe so-bre lo que está pasando, omitiendo elestablecimiento de tendencias. Estoúltimo puede deformar el presentemismo: así, la creciente presencia de

multinacionales europeas en la econo-mía de las nuevas tecnologías no pesasuficientemente en el ánimo pesimistade los autores respecto de las realida-des y potencialidades de nuestro con-tinente. De momento, muchos datosles dan la razón..., quizás porque lamicroelectrónica y la informática seiniciaron en USA y su difusión cuestatiempo. No sería la primera vez quepaíses en los que se inicia un Kondra-tieff son rebasados luego por otrosespecialmente preparados para el éxi-to de la difusión. Además, Europapuntúa incluso ventajosamente en elmercado y fabricación de telecomuni-caciones, gastos civiles en I & D co-mo porcentaje del PIB, productividadindustrial, etc. (cfr. FUNDESCO, Lospaíses industrializados ante las nuevastecnologías, Madrid, 1986, vol. 2,pp. 33 y ss.).

Todas estas observaciones críticas—obligado es criticar en una secciónde Crítica de Libros— no bastan pa-ra que la apreciación global de laobra sea excelente. No bastan, inclusosuponiendo acertadas mis observacio-nes. Puede que algunas no lo sean.Faltaba este libro. Uno respira de sa-tisfacción porque este país ya no es«diferente» en una cosa más: el es-tudio del impacto social de las NuevasTecnologías, hasta este libro bastanteolvidado.

José A. GARMENDIA

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MlKEL GÓMEZ URANGALa automatización: economía y trabajo

(Bilbao, Editorial Universidad del País Vasco, 1986)

Entre la bibliografía en idioma cas-tellano es difícil encontrar tratamien-tos rigurosos sobre algunos de los as-pectos relacionados con el progresotécnico desde la perspectiva del eco-nomista. El autor de esta obra acotael ámbito del estudio a la automatiza-ción de los procesos de producciónindustriales. Sin embargo, una partesustancial del libro pudiera hacerseextensible al progreso técnico en ge-neral. Se pretende huir de aquellasorientaciones mitificadoras de la tec-nología, buscando las razones econó-micas que determinan el progreso tec-nológico. La liberación del hombre delas ataduras que le impone el some-timiento a las fuerzas de la naturale-za es contradictoria con las necesida-des de valorización del capital, que so-mete al trabajador productivo a lalógica de sus intereses centrados enla obtención del beneficio.

Uno de los hilos conductores deltrabajo consiste en dotar al progresotécnico de categoría económico-socialpropia, algo que, por otra parte, ne-garía la teoría económica tradicional.Se trata de comprender el fenómenodel cambio técnico desde su globali-dad, desde su creación hasta su difu-sión, desde la visión técnica hasta lasociológica. La creación científico-téc-nica, en cierta medida, surge y se de-sarrolla desde motivaciones económi-co-sociales, o, cuando menos, su ges-tación se realiza en unas coordenadasde tiempo y de lugar precisas, confi-guradas por un entorno económico-

social determinado. La automatiza-ción, como la forma predominante delprogreso técnico actual aplicado enlos procesos productivos, vendráacompañada de otros cambios estruc-turales.

La automatización reúne diversastecnologías que confluyen en sistemasmás integrados, supone la sustitucióndel trabajo directo, divorciando de al-guna manera los contenidos: esfuerzohumano necesario para producir, y losresultados cuantitativos de la produc-ción; se integran en los equipos ysistemas automáticos diversas funcio-nes realizadas con anterioridad por lostrabajadores. La automatización novaría únicamente los contenidos deltrabajo, sino también la propia orga-nización. En efecto, ella supone uncambio en la naturaleza de las tareasque se establecen en ia esfera produc-tiva, y que implican a la organizacióndel trabajo productivo, a los conoci-mientos de los trabajadores y a lasrelaciones de éstos con los medios detrabajo renovados.

Si bien el sistema científico-técnicoconstituye el conjunto proveedor delas innovaciones, los gastos en inves-tigación y el sistema educativo de for-mación constituyen dos vectores ne-cesarios para la difusión tecnológica.En torno a este último concepto secircunscriben buena parte de los au-tores que se dedican al estudio delcambio técnico; en esa dirección, trestareas sería preciso plantearse: a) enqué entorno socioeconómico se difun-

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de la automatización; b) cuáles sonlas condiciones favorables que posibi-liten una difusión sostenida, y c) quéfactores pueden llegar a bloquear, pa-ralizar o frenar el ritmo con el que sedifunde la automatización.

El autor presenta una cierta ambi-valencia: 1) A cierto nivel de abstrac-ción se demuestra que ciertos sub-conjuntos técnicos de la automatiza-ción sustituyen funciones antes reali-zadas por los trabajadores. En efecto,en los procesos industriales en conti-nuo, la automatización se establece entorno a la dirección y el control delos medios de trabajo (que siguen elproceso físico de la producción); lasfunciones de vigilancia y control seincorporan directamente a los equi-pos; el control numérico en las má-quinas supone una sustitución de lasfunciones del antiguo operario; la in-troducción de los sistemas de concep-ción asistida origina la reconversiónde ciertos empleos e incluso la supre-sión de otros (dibujantes, etc.); final-mente, los robots son capaces de sus-tituir empleos con un contenido detareas simples y repititivas. 2) Sinembargo, estos procesos objetivos desustitución no suponen invalidar losconocimientos y la formación anterio-res que poseen los trabajadores. Losdiferentes equipos y sistemas de auto-matización tienen una desigual inci-dencia según las organizaciones detrabajo donde se introduzcan y loscontextos sociales en los que se loca-licen. En ocasiones, el proceso de tra-bajo permite actuar sobre los compor-tamientos que no responden exclusi-vamente a un automatismo o rutina.El interés económico de introducir

nuevas tecnologías se deriva en oca-siones de la capacidad para evitarerrores; en ese contexto, los conoci-mientos previos de los trabajadorespueden limitar las incertidumbres ygarantizar la rentabilidad económicade la inversión y del cambio, evitandola rigidez del sistema y sin desmotivara los trabajadores hacia el cambio.Para poder movilizar esos conocimien-tos adquiridos en la experiencia pro-ductiva es necesario que se hayancreado previamente las condicionesque permitan una participación de to-dos los colectivos de las empresas enciertos aspectos de la gestión, y acce-so fluido a la información (sobre todoen el área del cambio técnico).

Contrariamente a lo que postulanciertos economistas, las ganancias deproductividad (por otra parte necesa-rias para poder recomponer los bene-ficios capitalistas) no se hallarían de-terminadas por una razón exclusiva-mente tecnológica. Las mejoras entérminos de productividad podrán serinducidas por la óptima utilización detodas las potencialidades que tuvieronsu origen en las experiencias de lostrabajadores a nivel de factoría, deempresa o de industria. En general,el desarrollo de la automatización exi-ge la difusión entre los trabajadoresde conocimientos básicos en materiade programación, pero teniendo comoapoyos principales de los nuevos co-nocimientos aquellos de oficio que serequieren para el dominio de la fabri-cación.

La crisis pone de relieve el agota-miento de las formas de producir an-teriores; los sistemas de corte taylo-rista-fordista alcanzan sus límites y

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los elementos centrales en el desarro-llo se convierten en frenos, y, por lotanto, los cambios se hacen necesa-rios. Las tendencias muestran las po-sibilidades de adoptar sistemas flexi-bles integrados (entendidos como unafase superior en la organización téc-nica de la producción), pero para ellodeberán acompañarse de cambios enla organización del trabajo, que hanpodido ser preparados en las expe-riencias iniciales de enriquecimientode las tareas de finales de los setenta.

La organización del trabajo en con-tinuo se encuentra más cercana a loque pudiera ser un sistema integradoque a la producción en serie. En con-tinuo, las medidas realizadas sobre elobjeto de trabajo y el tratamiento querecibe la información así facilitada serealizan de forma sucesiva y simultá-nea, existiendo la propiedad de re-troacción y la posibilidad de aplicarlaa modelos de comportamiento globaldel sistema.

Pero cuando la producción es endiscontinuo (caso de la producción enseries) las dificultades son cualitativa-mente mayores, y hoy en día granparte de la producción industrial serealiza para series. La producción tí-picamente fordista (en cadenas demontaje de series) supone un gradode rigidez importante, por la imposi-bilidad de adaptarse a variaciones cua-litativas de la producción que exigi-rían el cambio de toda la organizaciónproductiva. Es decir, que la herra-mienta productiva se halla relaciona-da severamente a un tipo de produc-to concreto.

La penetración de sistemas integra-les en el terreno de la producción de

series es precisamente el gran reto delfuturo, y es donde se aplicarán lasinvestigaciones de los nuevos mediosde producción informáticos.

La ruptura con una concepción fe-tichista de la tecnología es necesaria,si se quiere analizar el papel de éstaen la crisis. Las innovaciones tecno-lógicas serán realmente transmisorasde importantes cambios en el áreaeconómica, si se desarrollan paralela-mente en el marco de nuevos cambiossociales, es decir, se tratará de unareformulación de la relación socialque domina a lo largo de la épocallamada fordista.

Finalmente, el creciente desempleoexistente en nuestra sociedad actualse puede agravar con el desarrollo deunas tecnologías eminentemente sus-titutivas de mano de obra. En esesentido, la exigencia de nuevas insti-tuciones reguladoras en el terreno so-cial deberá complementarse con laaparición de nuevos compromisos en-tre los diversos sectores de la socie-dad, si no se quiere enviar a la indi-gencia a una parte considerable deella.

Como conclusión, el texto presen-tado puede constituir una introduc-ción general desde las diferentes pers-pectivas de lo que hoy constituye elcambio técnico más genuino en la pro-ducción: la automatización. Sin em-bargo, como el propio autor señala,no es ni pretende ser exhaustivo, sinoque cada una de sus partes tiene unafuncionalidad en torno a estructurar(desde una base fundamentalmenteeconómica) el concepto de la automa-tización. La base analítica es princi-palmente la contraposición con aque-

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Has corrientes de pensamiento quedespojan el progreso técnico de suscontenidos económico y social, que,por otra parte, puede constituir hoy

uno de los aspectos centrales de laideología dominante.

José Luis HERRERO

PILAR ESCARIO e INÉS ALBERDI

El impacto de las nuevas tecnologías en la fonnación y el trabajode las mujeres

(Madrid, Ministerio de Cultura, Instituto de la Mujer, 1986)

Introducción

El cambio social susceptible de serinducido por la introducción de nue-vas tecnologías en los diversos cam-pos de la actividad se encuentra de-terminado por el hecho de que lasposibilidades de absorción de innova-ciones por parte del organismo sociales limitada. La capacidad de procesode la sociedad, entendida como canalde comunicación que vehicula dichainformación, está condicionada porsus concretas características sociocul-turales. El segmento social femeninono escapa a esta determinación.

Para abordar el problema de la es-pecífica relación de la mujer con laintroducción de nuevas tecnologías enlos procesos productivos se ha reve-lado como especialmente pertinente laaproximación metodológica utilizada,que combina el análisis de datos se-cundarios en lo referente a empleo yeducación femeninos, junto a la reco-pilación y revisión bibliográfica paraactualizar el objeto de estudio desdeel plano teórico, con la investigaciónempírica sobre el propio campo; ob-teniendo información relevante sobre

los distintos sectores en los que sehan introducido tecnologías avanza-das: Automóvil, Banca, Seguros, Te-lecomunicación, Electrónica e Indus-tria Textil, así como en los Centrosde Formación Profesional, respecto asus efectos sobre el empleo y la si-tuación social del colectivo femenino.

Barreras a la integraciónde la mujer

La posición de la mujer frente alas nuevas tecnologías se caracterizapor plantearse en términos ambiva-lentes. En primer lugar, las aplicacio-nes tecnológicas han desestructuradoel reparto de funciones de los dosvectores que organizaban tradicional-mente el proceso de adscripción depersonas a puestos: fuerza y forma-ción.

Por tanto, la puesta en relación delas nuevas tecnologías con el trabajode la mujer no hace sino desvelar lascondiciones de la relación que la mu-jer mantiene con la actividad en tér-minos generales. La primera relación(mujer-nuevas tecnologías) remite asu propia génesis (mujer-actividad).

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Esta segunda relación se encuentrasociohistóricamente determinada poruna doble barrera generadora de dis-criminación posicional para la mujer:la fuerza física y la formación y ca-pacitación técnica y profesional.

El primer cambio estructural querealiza la introducción de las nuevastecnologías en los procesos producti-vos —y que la investigación pone demanifiesto— consiste en la desapari-ción de la primera de las barreras—la fuerza física— que tradicional-mente impedía el acceso de la mujeral desempeño de determinadas activi-dades laborales. Pero, paradójicamen-te, la propia desaparición de esta ba-rrera coloca a la otra —la forma-ción— en un primer plano de impor-tancia, al servirse de ella como canalde su propia difusión; afectando alconjunto de la fuerza de trabajo y,de un modo específico, a la mujer.

Esta transformación ha hecho quemuchas mujeres se hayan visto des-plazadas de un proceso en el que seha elevado enormemente el grado deexigencia en cualificación o en cono-cimientos técnicos para acceder almercado de trabajo.

Así, en el sector de Banca se haverificado una drástica disminucióndel trabajo de secretariado (mecano-grafía, etc.), tradicionalmente realiza-do por mujeres (80 por 100), lo queha obligado a un reciclaje profesio-nal orientado hacia el aprendizaje deconocimientos informáticos para acce-der al uso de terminales. Sin embar-go, la participación de las mujeres enla distribución jerárquica no ha va-riado respecto de la situación ante-rior; la mujer sigue relegada a los

puestos de inferior categoría (princi-palmente introducción de datos), e in-cluso se ha visto afectada por el pro-ceso de subcontratación progresiva aterceros que ha provocado la automa-tización de las tareas y procesos detransmisión de información en el sec-tor —perforación, grabación y verifi-cación de datos—, apareciendo unnuevo tipo de oficinas de mujeres queen ocasiones presentan circunstanciaspropias de la economía sumergida.Los puestos clave en esta nueva dis-tribución de funciones siguen siendoocupados casi de forma exclusiva porhombres, en la nueva división de ta-reas entre la gestión exterior y rela-ción con clientes y terminales.

En algunos procesos de producciónindustrial, como automoción y elec-trónica, ocurre algo distinto y másalentador para el empleo femenino:a mayor incorporación de nuevas tec-nologías, mayor número de mujeresen las cadenas de montaje. Sin em-bargo, en otros sectores investigados,como el de la confección, altamentetecnificado en las grandes empresas,se observa una tendencia a aplicarmenos tecnología allí donde se con-centran más trabajadoras, debido a sumenor coste, que desincentiva las in-versiones en tecnología moderna.

En definitiva, la eliminación inme-diata del trabajo puramente físico ysu sustitución por un trabajo basadoen la destreza intelectual, como efectodirecto producido allí donde se intro-ducen nuevas tecnologías, lleva apa-rejado un efecto colateral de trascen-dental importancia: la desexualizaciónde las tareas.

Este cambio estructural no siem-

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pre se traduce en una equiparaciónreal de los sexos; pero la perpetua-ción de la segregación laboral en fun-ción del sexo es ajena al hecho mismode la introducción de nuevas tecnolo-gías. Antes bien, son las condicionesseculares de socialización de los géne-ros las que continúan frenando el ac-ceso de la mujer a las nuevas respon-sabilidades y funciones que la nuevaorganización del trabajo configura, yaquí de nuevo tenemos que apuntarhacia la estratégica importancia quecobra la formación como condiciónde posibilidad de la mutación socialen potencia que las nuevas tecnolo-gías conllevan, especialmente respectoa la situación sociolaboral de la mujer.

Este carácter estratégico de la for-mación técnica se confirma al obser-var, en términos macro, la evolucióndel mercado de trabajo y el trasvasede empleo de los sectores de produc-ción a los servicios. La condición pa-ra absorber el cambio consiste en lapreparación de la mano de obra engeneral. Y la condición para que lamujer no quede relegada de nuevo alos niveles y tareas de inferior cate-goría en ese proceso evolutivo radicaen su familiarización, en primer lugardesde el propio punto de transforma-ción, con las nuevas técnicas, median-te acciones de promoción del recicla-je y la formación profesional.

La formación de mujeres en áreastecnológicamente avanzadas es, pues,un aspecto fundamental de la estrate-gia encaminada a su incorporación entodos los sectores y a todos los nive-les laborales. Para ello habrá que di-señar acciones específicas para cadauna de las tres etapas:

1.a Educación formal de niños yniñas.

2.a Orientación profesional de losjóvenes de ambos sexos.

3.a Reciclaje profesional de lasmujeres.

La creación de comités de igualdadde oportunidades dentro de las em-presas es una de las tareas que lossindicatos deben asumir. Las iniciati-vas que se conocen en este sentidohan incrementado de hecho la presen-cia de mujeres en la empresa, produ-ciéndose un efecto acumulativo, puesel saber que cuentan con mayoresoportunidades empuja a las mujeresa aceptar más responsabilidades y aresponder mejor a ellas.

Por lo tanto, el mayor obstáculoque se antepone al empleo de la mu-jer, especialmente con la generaliza-ción de las nuevas tecnologías, tantoen relación a oportunidades de trabajocomo de igualdad laboral, es su for-mación técnica. La orientación profe-sional a las carreras de letras, quepreparan para el desempleo a tantasmujeres, es una tendencia que mues-tra el distanciamiento tradicional dela mujer de las cuestiones técnicas ydel manejo de aparatos mecánicos,asociados al modelo masculino de ra-cionalidad instrumental, en progresivadisolución. La participación femeninade un 40 por 100 en las matrículasde las Facultades de Informática, yen un porcentaje superior en la mis-ma rama de Formación Profesional,constituye una interesante excepción.

La segregación por sexos, sin em-bargo, en los mismos centros de For-mación Profesional es más intensaque en la educación superior: los cen-

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tros son mixtos, pero los estudianteseligen una u otra rama en funcióndel sexo, excepto las especialidadesde Administrativo e Informática. Laschicas estudian mayoritariamente Pe-luquería, Estética o Enfermería, y loschicos eligen, sobre todo, Automo-ción, Electricidad y Electrónica.

Las recomendaciones se orientan ala adopción de medidas dirigidas afomentar desde las primeras etapasla formación de las mujeres en el áreade la ciencia y la tecnología, que per-mita la igualdad de oportunidades enun mercado de trabajo que, en el fu-turo, estará marcado inevitablementepor los avances tecnológicos.

Respecto de la mujer como clasepasiva (ama de casa, etc.), cabe men-cionar que el proceso de simplifica-

ción de las tareas domésticas y la pro-gresiva incorporación del hombre enla realización de tan ineludibles ta-reas va a producir un efecto de incre-mento del tiempo libre disponible,que puede hacer compatibles el tra-bajo propio del hogar y las respon-sabilidades familiares de la mujer conel desempeño de tareas orientadasfuera del hogar desde el propio hogar.Es lo que se conoce como «teletraba-jo», que al reafirmar la posición acti-va y volcada al exterior de la mujer,mediante un simple terminal y unalínea telefónica, puede revolucionar elreparto tradicional de roles en baseal sexo, tal y como se conoce en lassociedades postindustriales.

G. Enrique DOMINGO

MARÍA ANGELES DURAN

La jornada interminable(Barcelona, Editorial Icaria, 1986)

A partir de una definición personalde compromiso vital con el tema queanaliza, la autora pretende interpretarla vida de las mujeres en las socieda-des actuales con la perspectiva de supersistente definición doméstica. Eltrabajo doméstico, el «otro» trabajo,no considerado muy frecuentementecomo tal, es el punto de partida desu análisis del esfuerzo humano ne-cesario para el mantenimiento de unadeterminada sociedad.

La reflexión sociológica y econó-mica sobre el trabajo no remuneradoque se produce en el ámbito familiar

o doméstico es creciente en los últi-mos años. Desde los escritos pionerosde las feministas norteamericanas so-bre la Política Económica del trabajodoméstico, que iniciaron el debate so-bre la legitimidad de sólo considerartrabajo al que implica relaciones asa-lariadas 1, se han multiplicado los aná-

1 Hay dos artículos que pueden seña-larse como el inicio de una reflexión nuevasobre el trabajo doméstico, haciendo deéste un factor explicativo clave del statussocial de las mujeres. Uno es el de PatMAINARDI, «La política de las tareas do-mésticas», publicado en 1969 y traducidoal español en la obra colectiva, de Margaret

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lisis sociales y económicos de la pro-ducción doméstica de las mujeres enlas sociedades occidentales, a la vezque los estudios del «uso del tiempo»como una de las fuentes de conoci-miento más importantes acerca de lavida cotidiana de hombres y muje-res 2.

El libro se centra en el análisis delconcepto trabajo contrastándolo conlas características esenciales de traba-jo que tienen las llamadas tareas do-mésticas de las mujeres, que durantetanto tiempo no han sido contempla-das por la economía. La razón funda-mental de ello ha sido su desconexióndel mercado, su ausencia de los circui-tos económicos de intercambio.

Dice la autora que «el trabajo di-rigido al mercado es sólo una partemuy pequeña del volumen total deltrabajo aplicado por las mujeres a lamodificación del mundo que las ro-dea». De este modo, la actividad quese lleva a cabo en cada unidad fami-liar no es reconocida en valores eco-nómicos, y esto conlleva que los indi-viduos que la desempeñan, las muje-

RANDALL, Las Mujeres, México, Siglo XXI,1970, y otro el de Margaret BENSTON, «Laeconomía política de la liberación de lamujer», también publicado inicialmente en1970 y traducido al español en la obra co-lectiva Hablan las women's lib, seleccio-nada y presentada por M." José RaguéArias, Barcelona, Kairos, 1972.

2 Entre las más recientes e interesantesaportaciones encontramos la de L. GOLD-SCHMIDT-CLERMONT, Unpaid work in thebousehold, Ginebra, ILO, 1982; la deR. ANKER y C. HEIN, Vers la mesure desactivités économiques des femmes, Gine-bra, ILO, 1986, y el informe, preparadopor Eeva SISKO VEIKKOLA, Time use stu-díes as information sources on tbe positionof women, sobre la experiencia en Finlan-dia, para la Conferencia de Estadísticas Eu-ropeas, mayo 1987.

res, adquieran a nivel social el carác-ter de inactivas y dependientes, apesar de la importancia en tiempo yen esfuerzo que supone su trabajo.

Hay en este ensayo un intento ori-ginal de centrar el análisis en los as-pectos económicos del sector domés-tico, superando el punto de vista tra-dicional del pensamiento económico,que olvida, generalmente, las activi-dades productivas que en él se llevana cabo. Se hace una clasificación dela población en función de su relacióncon el trabajo doméstico: la poblacióndependiente, niños y varones ancia-nos, que consumen mucho serviciodoméstico, pero apenas aportan nadade ayuda doméstica. Los varones adul-tos, que consumen algo de serviciodoméstico, producen poco y aportan,sin embargo, ingresos en dinero a launidad doméstica. Los jóvenes y ado-lescentes necesitan algo de atencióndoméstica, aportan algo también—más las mujeres que los varones—y, de forma muy variada, hacen apor-taciones dinerarias a la economía fa-miliar. Por último, las amas de casatienen una producción alta de servi-cios domésticos, un consumo medioy escasamente una aportación dinera-ria. Lo interesante de esta perspectivaeconómica de las unidades domésticases la clasificación de su valor produc-tivo en términos de servicios necesa-rios para toda la familia.

En el modelo tradicional de hogar,que reparte sus responsabilidades eco-nómicas y domésticas en función delsexo, hay un equilibrio que se rompecuando las mujeres se incorporan ac-tivamente al sector extradoméstico.Cada unidad familiar realiza una adap-

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tación diferente a esta nueva situa-ción, basándose, la mayoría, en la re-ducción del consumo doméstico y enel paso al sector de mercado de mu-chas de las producciones y de losservicios que en él se realizaban y, enmucha menor medida, en un aumentode la participación de los varonesadultos en la producción domésticade bienes y servicios. El aspecto másclaro de estas diversas adaptacioneses la consolidación de la jornada in-terminable para la mujer, que es, a lavez, ama de casa y trabajadora activa.La autora señala la aparición de pa-rejas o matrimonios que tienen unaaportación igualitaria de trabajo do-méstico y de ingresos dinerarios alhogar. Se trata, en su mayoría, dematrimonios sin hijos que, aunque re-ducidos en su número, plantean unmodelo importante de búsqueda de

un nuevo equilibrio doméstico frentea la incorporación laboral de las mu-jeres.

Es interesante este estudio del tra-bajo doméstico porque se centra enaspectos no tratados hasta ahora, ade-más de su valor económico, el repartosexual que de él se hace y su carácterheterogéneo y desigual. Este ensayova tomando todas las diferentes y po-sibles perspectivas de análisis de esarelación tan ambigua que se produceen nuestra vida cotidiana entre es-fuerzo y gratificación de las necesi-dades básicas, cada una de las cualesse ve atendida de manera tan diferen-te según la edad y el status civil,pero, sobre todo, según el sexo, ver-dadero criterio de desigualdad ennuestra sociedad.

Inés ALBERDI

JUAN JOSÉ CASTILLO (presentación y compilación)Condiciones de trabajo: la hora de Europa

(Número monográfico de Revista de Trabajo, oct.-dic. 1985, núm. 10)

Poco a poco nos vamos enterandoen el terreno económico de que, el1 de enero de 1986, España pasó aformar parte de la CEE. Y nos ente-ramos de ello no sólo porque los me-dios de comunicación de masas noslo recuerdan cada vez que un minis-tro del Gobierno central visita Bruse-las o cada vez que una Comisión eu-ropea toma una decisión que nos con-cierne, sino también porque, suavepero ineluctablemente, Europa estácada vez más presente en lo que pro-

ducimos y en lo que consumimos.Además, ahí tenemos a medio plazola integración total de España en laComunidad y la creación del llamadoMercado Interior, fuente a la vez detemores y esperanzas.

Pero la integración de nuestro paísen Europa no es —ni debe ser— unaintegración exclusivamente económi-ca. Existen otros ámbitos en los queesa integración no puede ofrecer másque perspectivas positivas. Uno deellos es el del desarrollo del conoci-

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miento científico, y más en concreto,es nuestro caso, el de la investigaciónen sociología del trabajo. El núme-ro 80 de la Revista de Trabajo, diri-gido y presentado por Juan José Cas-tillo, nos habla de ello.

Dicho número pretende dos objeti-vos: por un lado, presentarnos la or-ganización, las funciones y el modode operar de la "Fundación Europeapara la Mejora de las Condiciones deVida y de Trabajo; por otro, el ofre-cernos los resultados de algunos delos trabajos de investigación que estaFundación ha llevado o está llevandoa cabo desde su nacimiento, en 1975.Los dos parecen perfectamente logra-dos.

De la organización de la FundaciónEuropea para la Mejora de las Con-diciones de Vida y de Trabajo con-viene destacar un punto: en ella nosólo están representados con capaci-dad de decisión la Comunidad Econó-mica Europea y los Gobiernos de to-dos y cada uno de los países miem-bros, sino también organizacionessindicales y patronales y la propia co-munidad científica. De ahí el especialinterés de los temas que aborda einvestiga: se trata de cuestiones nadacientificistas, sino de cuestiones que,antes de ser objeto de investigaciónsociológica, son verdaderos proble-mas sociales. El «Catálogo de Publi-caciones», que aparece en el últimoapartado del número de la revista,nos da una idea de ello: nuevas for-mas de organización del trabajo, im-pacto del teletrabajo en las condicio-nes de vida y de trabajo, trabajo porturnos, papel de los interlocutores so-ciales en la introducción de las nue-

vas tecnologías, sistemas de retribu-ción salarial, stress laboral, evaluacióneconómica de las condiciones de tra-bajo, nueva relación trabajo/ocio, des-empleo, etc.

La evolución de la temática que hasido objeto de investigación por partede la Fundación se halla marcada porel cambio que han sufrido nuestrassociedades desde 1975 hasta nuestrosdías. Si en los años setenta una desus mayores preocupaciones de caraa la «Mejora de las condiciones devida y de trabajo» eran las «NuevasFormas de Organización del Traba-jo», hoy lo son las nuevas tecnologíasy el desempleo, junto con lo que JuanJosé Castillo denomina la «crisis deltrabajo». Los técnicos de la Funda-ción Europea son conscientes de ello:«Desde principios de los setenta la si-tuación económica de los países in-dustrializados ha cambiado conside-rablemente. La atención debe ir diri-gida cada vez más a los posibles pro-blemas de crecimiento y, en particu-lar, a la cuestión de la disponibilidadde fuentes primarias de energía. Eldesarrollo tecnológico y, en especial,la automatización de las industrias deproceso y la introducción del trata-miento electrónico de datos en el pro-ceso de trabajo han afectado a gran-des áreas de la economía y han lleva-do a una reestructuración radical dela industria. Al mismo tiempo, es dedestacar el hecho de que el aumentode la productividad de los trabajosno fue acompañado por la correspon-diente mejora de los trabajos oferta-dos. Este crecimiento de la producti-vidad a menudo ha ido unido a unadivisión especializada del trabajo (neo-

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taylorismo) cada vez mayor y a unempobrecimiento del contenido deltrabajo. Aunque no es una de sus ta-reas principales, la Fundación Eu-ropea debe prestar atención al desa-rrollo de la situación económica gene-ral en los países de la ComunidadEuropea y al correlativo auge del ni-vel de desempleo. (...) Esto es de vi-tal importancia en cualquier discusiónsobre humanización del trabajo» (pá-ginas 154-155). Es una idea que tam-bién el director y compilador del nú-mero refleja, de un modo más directo,en el primer artículo de la revista:«De hecho (...) parece que ahoraexiste un cierto consenso en que loimportante es crear empleos. Luegoya hablaremos de las condiciones detrabajo» (p. 29).

«Condiciones de trabajo: la horade Europa» nos ofrece dos artículosrepresentativos de la primera fase yotros dos de la segunda. Dos de laprimera: «Efectos del trabajo por tur-nos sobre las condiciones de vida yde trabajo», de F. A. Cárter yE. N. Corlett, y «El desarrollo delas nuevas formas de organización deltrabajo en la Comunidad Europea»,de G. N. Fisher y E. Kolher. Dos dela segunda: «Aspectos ergonómicosy de organización del trabajo en lospuestos con pantallas de visualiza-ción», de E. Kolher, y «La introduc-ción de nuevas tecnologías: un enfo-que participativo», de P. Cressey yDi Martino.

El que los trabajos de la primerafase hayan perdido cierta actualidaddesde el punto de vista de su pro-blematicidad social no quiere decirque hayan dejado de tener un interés

de primer orden. Y ello por una do-ble razón: en primer lugar, porquela introducción de las nuevas tecno-logías está planteando permanente-mente problemas de organización deltrabajo y de rentabilización de lasmismas con la introducción de turnosy, en segundo lugar, porque las in-vestigaciones de la Fundación Eu-ropea rara vez olvidan, en sus resul-tados finales, proponer nuevas pro-puestas organizativas en cada casoque pueden ser de gran utilidad enlos cambios originados por aquéllas.

Los trabajos que abordan la temá-tica de la segunda fase subrayan dosideas que merece la pena resaltar. Nopuede hablarse, tal y como suele ha-cerse con frecuencia, de una relaciónlineal entre la introducción de lasnuevas tecnologías en general o de laspantallas de visualización en particu-lar y unos determinados efectos enlas condiciones de trabajo: «El cam-bio industrial es extremadamentecomplejo, incluso aunque las nuevastecnologías puedan ser factores prin-cipales que contribuyan al cambio.Tiene otros muchos aspectos como laorganización general del trabajo y lasestructuras decisionales de la empre-sa» (p. 223). La participación de lostrabajadores y sus organizaciones entodo proceso organizativo y, en espe-cial, de cambio no ha de ser valoradaexclusivamente en términos sociales,sino también de eficacia empresarial:el saber-hacer de los trabajadores esun capital útilísimo para todo cambioorganizativo, que sólo la ignoranciade muchos decisores permite despil-farrar.

Los cuatro trabajos presentados en

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este número de la Revista de Trabajoson sólo una pequeñísima muestra delos realizados por la Fundación Eu-ropea. Tanto ellos como el titulado«Balance de la investigación europeasobre condiciones de vida y de traba-jo», del que es autor J. J. Castillo,merecen ser leídos detenidamente.

Así nos incorporaremos un poco mása la Europa de las ciencias o, al me-nos, a la de la sociología del trabajo.

Sólo queda desear que, en las nue-vas investigaciones de la Fundación,España no quede al margen.

Carlos PRIETO

Actas del X Congreso Nacional de Medicina,Higiene y Seguridad del Trabajo *

Próximo a celebrarse el XI Con-greso Nacional de Medicina, Higieney Seguridad del Trabajo (Madrid, 1 a4 de diciembre de 1987), el InstitutoNacional de Seguridad e Higiene enel Trabajo, como entidad organizado-ra, acaba de publicar el segundo tomodel «Libro de Actas» de su anteriorCongreso, el X, celebrado en Grana-da, en noviembre de 1984.

Se ve así completada una publica-ción de indudable valor para todoslos interesados en el estudio de lascondiciones de trabajo y la • defensade la salud laboral, tanto por el in-gente volumen de aportaciones y da-tos de todo tipo que se recogen ensus casi dos mil páginas como por lavigencia de su contenido.

Efectivamente, a pesar de los casitres años transcurridos, el «X Con-greso...» se articuló en torno a dostemas centrales que siguen siendo hoy

* Las Actas del X Congreso Nacionalde Medicina, Higiene y Seguridad del Tra-bajo pueden adquirirse en el Instituto Na-cional de Seguridad e Higiene en el Traba-jo (Servicio de Publicaciones), calle Torre-laguna, 73, 28027 Madrid.

objeto de interés de los profesionalese interesados en la prevención de ries-gos: la incidencia de las nuevas tec-nologías en las condiciones de trabajoy la salud laboral, y la fijación de unnuevo enfoque o modelo de preven-ción, como es el conocido bajo la de-nominación genérica de «Condicionesde Trabajo», en sustitución del másclásico y restrictivo de «Seguridad eHigiene». Ambas temáticas constitu-yeron el objeto de análisis y discusiónde los dos primeros paneles de ex-pertos, destinándose el tercero al es-tudio de un tema específico tambiénde actualidad: los problemas de segu-ridad e higiene en los tratamientosfitosanitarios.

Hasta tal punto la temática tratadaen el «X Congreso...», y recogida enlas Actas objeto de este comentario,representa un interés y una necesidadactual, que el propio Instituto Nacio-nal de Seguridad e Higiene en el Tra-bajo ha incluido ambas líneas de tra-bajo (las «Nuevas Tecnologías» y las«Condiciones de Trabajo») como pro-gramas específicos dentro de la estruc-

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tura de sus «Centros Nacionales».Este Instituto, que es un organismoautónomo de carácter técnico, adscri-to al Ministerio de Trabajo y Seguri-dad Social, además de sus unidadesprovinciales (los «Gabinetes TécnicosProvinciales de Seguridad e Higie-ne»), dispone de cuatro importantesCentros de investigación y asesora-miento técnico en materia de preven-ción de riesgos, ubicados, respectiva-mente, en Barcelona, Madrid, Sevillay Vizcaya.

Cada uno de estos Centros desarro-lla funciones de asesoramiento técni-co, investigación y formación en de-terminadas áreas de especialidad den-tro del campo preventivo. Así, elCentro de Barcelona ha pasado a de-nominarse «Centro Nacional de Con-diciones de Trabajo», por desarrollareste programa de trabajo (además deubicar el Programa de Información yDocumentación del INSHT), y alCentro de Madrid se le ha dado elnombre de «Centro Nacional de Nue-vas Tecnologías», por ser el encarga-do de desarrollar esta línea de trabajo,motivo central del Congreso a quenos estamos refiriendo.

El primer tomo del «Libro de Ac-tas» de dicho Congreso recoge la to-talidad de las ponencias desarrolladasen los tres paneles de expertos, consus conclusiones respectivas, que vie-nen a representar un informe resumi-do acerca del «estado de la cuestión»y una síntesis de los criterios genera-les a seguir en cada caso. Recoge, asi-mismo, la totalidad de las comunica-ciones presentadas a cada uno de es-tos tres temas, que fueron leídas ydebatidas en las Mesas Redondas nú-

meros 1, 7 y 13, respectivamente.Todo ello junto a la transcripcióncompleta de la Conferencia Magistraldictada por el profesor Enrique Villa-nueva Cañadas sobre el motivo cen-tral del Congreso: «Repercusiones delas Nuevas Tecnologías en la Medici-na, Higiene y Seguridad del Trabajo».

Bajo el título de Nuevos Riesgosen una Nueva tecnología, y centradobásicamente en los trabajos de Infor-mática, con pantallas de visualizaciónde datos, el primer panel incluye cin-co comunicaciones que resumimosmuy brevemente. La primera de ellas,en la que se analizan las característi-cas del ambiente físico y los posiblesriesgos de enfermedad, concluye queel principal problema en este aparta-do viene derivado de la iluminaciónpantalla/entorno (por el centelleo,deslumbramiento, reflejo, problemasde acomodación, etc.), produciéndoseuna serie de molestias característicastales como fatiga visual, nerviosismo,cefaleas, etc., sin que se haya demos-trado la producción de una patologíaocular específica.

Respecto al debatido tema de lasradiaciones, se concluye que no existeevidencia experimental o epidemioló-gica, hasta el momento, que indiqueque los niveles de radiación (X, Ultra-violeta o de RF) puedan tener efectosperjudiciales sobre la salud de lostrabajadores con pantallas.

Evidentemente, las recomendacio-nes apuntan a un mantenimiento ade-cuado de los equipos, a su correctaubicación y al control de las condicio-nes de iluminación y de la funciónvisual.

En la segunda comunicación, cen-

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trada en el control de la salud de lostrabajadores, se propugna precisamen-te la realización de reconocimientosmédicos específicos, tanto de ubica-ción como de seguimiento, centradosbásicamente en el estudio de la fun-ción visual y del sistema músculo-esquelético, siempre en relación conel tipo de trabajo que se realice ysus características organizativas.

El diseño del puesto de trabajoen Informática es analizado en la ter-cera comunicación, insistiéndose enque un diseño adecuado de los pues-tos debe tener en cuenta no ya sólolas características físicas/geométricasdel mismo —elección y disposición delos equipos, requisitos de cada ele-mento, ubicación en el local, etc.—,sino las características «intrínsecas»o de contenido de las tareas, así co-mo los aspectos organizativos de lasmismas.

Por ello, tras un repaso detalladode las recomendaciones de tipo geo-métrico y ambiental a seguir, se de-dicó una cuarta comunicación a ana-lizar los aspectos psicosociales y or-ganizativos que han de considerarseen el diseño de este tipo de trabajo.

En efecto, si bien parece demostra-do, como se puso de relieve en el de-bate de este panel, que la implanta-ción de esta tecnología no determinauna forma concreta de organizacióndel trabajo, lo cierto es que, en lamayoría de los casos, estas nuevastareas se vienen diseñando desde unaóptica productivista, siguiendo muyde cerca los principios tayloristas deorganización del trabajo, con lo queello implica de fraccionamiento, des-cualificación y pérdida de contenido

de las tareas; de monotonía, sujecióna un fuerte control del trabajo y, endefinitiva, de atentado al bienestar yla salud del trabajador. Y todo ellosin considerar los efectos sobre el em-pleo, tanto cuantitativos como cuali-tativos, que apenas fueron esbozadosen este panel, por rebasar el marco dediscusión de un Congreso de Medici-na, Higiene y Seguridad del Trabajo.

Sin salir, por tanto, del marco es-tricto de la salud laboral —aun cuan-do uno pueda estar convencido deque la posibilidad de perder el em-pleo, o la pérdida efectiva de éste,es el primer atentado contra la sa-lud— queda patente en las comunica-ciones de este panel la ineludible ne-cesidad de tomar en consideración losefectos sobre las condiciones de tra-bajo y la salud a la hora de diseñarlas tareas que deban realizar los tra-bajadores con pantallas-terminales deordenador; que no basta con intentarconseguir unas perfectas «condicionesmateriales», y que esta toma en consi-deración de los aspectos psicosocialesy organizativos sólo es posible, en lapráctica, si el diseño del trabajo sehace de una forma participativa.

Este tipo de consideraciones, porúltimo, se recogen también en la úl-tima de las comunicaciones al primerpanel —ampliadas en este caso a otrasnuevas tecnologías distintas de laspantallas-terminales de ordenador—,así como en las comunicaciones a laMesa Redonda número 1, celebradasobre el mismo tema, y entre las quese pueden encontrar experiencias yaportaciones metodológicas concretasde gran interés.

En íntima relación con los temas

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tratados en el primer panel, pero conun ámbito de mayor generalidad ycon la pretensión de fijar los concep-tos y mostrar la operatividad de unmodelo más rico y, a la vez, más com-plejo para la defensa de la salud la-boral, el segundo panel, bajo el ex-presivo título de De la Seguridad eHigiene a la Mejora de las Condicio-nes de Trabajo, comienza haciendoun balance de la experiencia interna-cional en la aplicación de este enfo-que, que, efectivamente, se puede se-guir llamando «nuevo» en España,a pesar de sus ya bastantes años devigencia.

En la comunicación titulada «Cri-terios y métodos para una evaluaciónglobal de las condiciones de trabajo»,L. Tarín, siguiendo a D. Tort, fijalos rasgos básicos de este enfoque,que supone pasar de una lógica pro-ductivista a una lógica del bienestar;de una lógica unidimensional —quelimita su análisis a unas pocas varia-bles tomadas de una en una— a otramultidimensional, que considera lascondiciones de trabajo como un con-junto global de variables en interac-ción; de una lógica que considera altrabajador como un instrumento pa-sivo a una lógica activa y participati-va; de un enfrentamiento entre losubjetivo y lo objetivo a una lógicade la subjetividad objetivada; de unalógica, en fin, defensiva a otra cuyoobjetivo es la intervención para elcambio.

Y, para mostrar la viabilidad deeste enfoque, el panel incluye dos co-municaciones que recogen sendas ex-periencias y aplicaciones realizadas enEspaña: la primera resume las inicia-

tivas desarrolladas en una gran em-presa de automoción, y la segunda,una experiencia de participación de-sarrollada a iniciativa sindical en unaindustria farmacéutica.

Dos análisis específicos de la situa-ción, desde la perspectiva de la ins-pección de trabajo y de la organiza-ción empresarial, respectivamente,dan paso a una última comunicaciónen la que J. J. Castillo analiza los«Elementos básicos a considerar parauna política de mejora de las condi-ciones de trabajo», resaltando la ne-cesidad de crear instituciones con par-ticipación de todos los actores socia-les, así como la importancia de la ne-gociación colectiva, ante la cual losdistintos participantes, pero especial-mente los sindicatos, han de tener lacapacidad y el conocimiento suficien-tes para articular contractualmentelas transformaciones. Pero, sobre to-do, se resalta que es en el terrenode las políticas gubernamentales don-de la intervención tiene más posibili-dades, a condición de que sea algoplanificado y progresista —a través,por ejemplo, de la acción en empre-sas públicas, del desarrollo y segui-miento legislativo, etc.—.

Los interesados en la problemáticade las condiciones de trabajo podránencontrar, por último, algunas otrasaportaciones metodológicas interesan-tes entre las comunicaciones presen-tadas a las Mesas Redondas núme-ros 7 y 10, que no podemos resumiren estas cortas líneas; como tampocoes posible hacer siquiera una brevereferencia al resto de las Mesas Re-dondas, transcritas íntegramente en elsegundo tomo del «Libro de Actas»,

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por la gran amplitud de temas trata-dos. Nos limitaremos, por ello, a re-producir sus títulos, a modo de guíapara el lector:

N.° 1: Informática: Nuevos Riesgosen una Nueva Tecnología.

N.° 2: Normalización de Elementosde Protección en Maquinaria.

N.° 3: La Investigación en el Campode la Prevención.

N.° 4: Problemática de los Recono-cimientos Médicos Preventivos enMedicina Laboral.

N.° 5: Experiencia y Perspectivas Fu-turas de la Higiene Industrial.

N.° 6: Aspectos Laborales y Legalesde la Valoración del Daño Cor-poral.

N.° 7: De la Seguridad e Higiene a laMejora de las Condiciones de Tra-bajo.

N.° 8: Presente y Futuro del Técnicode Prevención.

N.° 9: Métodos de Evaluación de Ni-veles de Seguridad e Higiene en laEmpresa.

N.° 10: Las Técnicas de Comunica-ción y la Mejora de las Condicio-nes de Trabajo.

N.° 11: Aspectos Clínicos y Funcio-nales de la Silicosis.

N.° 12: Toxicocinética y Fisiopatolo-gía de los Metales con mayor inci-dencia en Patología Laboral.

N.° 13: Higiene y Seguridad en losTratamientos Fitosanitarios.

N.° 14: Trabajo y Cáncer.N.° 15: Nuevas Tendencias en Legis-

lación.N.° 16: Estadísticas: Unificación de

criterios.

N.° 17: Comunicaciones Libres.

N.° 18: Comunicaciones Libres.

Florentino ALONSO

A. M. C H I E S I

II sistema degli orari(Milán, Franco Angeli Editore, 1981)

M. C. BELLONI

II tempo della citta(Milán, Franco Angeli Editore, 1984)

M. C. BELLONI (comp.)

L'aporia del tempo(Milán, Franco AngeJi Editore, 1986)

Que el tiempo sea sociológicamenterelevante pocos lo ponen en duda.Cuando comienza el desacuerdo es ala hora de decidir qué es ese tiempodel que se habla, en qué se cifra su

relevancia y cómo puede ser acome-tido su estudio. Este desacuerdo esun indicador muy expresivo de la de-ficiencia fundamental que pesa sobrelos estudios sociológicos que temati-

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zan el tiempo. Faltos de una previateorización que acote, de forma siste-mática y ordenada, la problemáticasociológica del tiempo, se van desa-rrollando de forma puntual y disper-sa, apostando más por la acumulaciónde evidencias sociotemporales y prog-nosis culturales intuitivas que por laclarificación de ese campo de estu-dios.

Las tres obras reseñadas muestrana las claras las dos caras de la situa-ción descrita. Por un lado, hacen pa-tente la vivacidad y el interés de losestudios sobre el tiempo social, losmúltiples campos en que se puedendesarrollar, los significativos resulta-dos que se están alcanzando. Perotambién evidencian las insuficienciase irresoluciones en las que se muevetodo este esfuerzo de investigación.Es claro que en cada uno de los librosdifiere profundamente lo que se en-tiende por tiempo y se diseña de ma-nera distinta el modo adecuado deabordar su análisis. En efecto, si setoman en consideración los presupues-tos —implícitos o explícitos— de losdistintos trabajos que contienen, re-sulta que el tiempo es concebido detres maneras: como orden que defineseries de sucesión y planos de simul-taneidad, como duración susceptiblede medición y como esquema de sen-tido por el que se integra, de formavariable, el presente con el pasado yel futuro. También se difiere a la ho-ra de diseñar la estrategia adecuadapara su análisis: si el libro de Chiesiaborda el tiempo como un marco ex-terno y dado que condiciona las redesde interacción social, la investigaciónde Belloni sobre el tiempo de la ciu-

dad lo aborda como patrimonio delque disponen diferencialmente los ac-tores sociales, mientras que el tercerlibro, L'aporia del tempo, al lado deestas aproximaciones diseña otra al-ternativa, el tiempo como construc-ción de sentido a partir de, y paraconformar, la experiencia.

Esta proliferación de perspectivasno es, en sí misma, rechazable, pueses obvio que el tiempo se puede decirde muchas maneras y abordar, segúncontextos, siguiendo estrategias distin-tas. El problema radica más bien enque en un campo como éste, en elque se aborda un concepto primitivoy complejo a la vez, se deje de ladoun necesario esfuerzo de clarificaciónconceptual que vaya más allá de laritual reivindicación de un tiempo so-cial o del coqueteo con la estéril di-cotomía tiempo objetivo/tiempo sub-jetivo. Si eso se sigue dejando delado, la pura proliferación de análisispuede acabar en ceremonia de la con-fusión y reino de la arbitrariedad. Porponer un ejemplo: ¿cabe hablar pro-piamente del tiempo de la mujer, ode los jóvenes, o de los parados?; ¿setrata de un concepto bien definidoo no se pretende más que lanzar unametáfora vistosa y expresiva? Estosinterrogantes no se abordan con laatención y el rigor debidos, por lo quelos análisis correspondientes corren elpeligro de empantanarse y hacerseirremediablemente gaseosos.

Pero no sería justo limitar el aná-lisis a subrayar esta insuficiencia es-tratégica de estas investigaciones. Enlos tres libros se contienen aportacio-nes valiosas al estudio de temas fun-damentales en el horizonte de la so-

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ciología actual sobre las que hay quevolcar la atención.

La pequeña, pero interesantísima,investigación de Chiesi sobre el siste-ma horario de una gran ciudad (Mi-lán) tiene una orientación pragmáticao de ingeniería social cuyo receptor esel movimiento sindical italiano. Talcomo plantea globalmente el tema,una gran ciudad es un sistema com-plejo que pretende conseguir nivelesóptimos de integración por la tempo-ralización de sus estructuras. De taltemporalización surge un específicosistema horario que decide la vida co-tidiana de los ciudadanos. La conjun-ción de los horarios de trabajo y losde comercio y servicios conforma laslíneas maestras de ese sistema. Loque Chiesi investiga es cómo quedaconformada la estructura horaria deMilán, qué problemas sociales emer-gen, cuáles son las líneas dinámicasde transformación que se están dan-do y de qué manera se podría dise-ñar una política racionalizadora enese campo.

El diagnóstico muestra cómo la mi-ríada de horarios que rigen la vidade una ciudad como Milán conformaun sistema integrado dotado de unanotable rigidez. Complejidad, integra-ción temporal y rigidez del sistemade horarios son los tres vértices deun mismo triángulo: a mayor comple-jidad, mayor necesidad de integracióntemporal por el establecimiento de es-trictas secuencias y simultaneidades;y a mayor integración, tanta más ri-gidez, con lo que las irracionalidadesresultantes se hacen difíciles de paliaro corregir. En términos dinámicos,por otro lado, el sistema se dirige ha-

cia un acortamiento del tiempo detrabajo, una homogeneización tempo-ral creciente y el ahondamiento delcontraste entre tiempo de trabajo yocio.

Al hilo del análisis, Chiesi pasa re-vista a las principales directivas quedeberían guiar una inaplazable políti-ca del tiempo que huyera de los efec-tos perversos que la racionalizaciónpuramente individualista comporta deforma manifiesta (embotellamientoscíclicos, sobre o infrautilización de lared de transportes, incompatibilidadhoraria del trabajador y el consumi-dor, etc.). El objetivo buscado es re-flexibilizar el sistema, minimizando lacontradicción clave trabajador/consu-midor o usuario, integrando objetivosde rentabilidad económica con objeti-vos de bienestar social, rompiendo ladicotomía tiempo de trabajo/tiempolibre y tendiendo, en última instancia,a maximizar una apropiación persona-lizada y flexible del tiempo exenta deefectos perversos. ¿Dentro de qué lí-mites y con qué garantías son racio-nalmente explotables innovaciones co-mo la flexibilización de los horariosde trabajo, el part-time, el sistemade turnos, el escalonamiento de lasvacaciones, etc.? ¿Cuáles son sus cos-tes económicos y sociales y cuáles susventajas? El análisis de estos temasse ve enriquecido, por otro lado, conun apéndice final en el que se descri-ben distintas experiencias acumuladaspor el movimiento sindical italiano eneste campo.

Si la ciudad, tal como se presentaen el estudio de Chiesi, es un granreloj, bajo esa gigantesca esfera se or-ganizan múltiples tiempos sociales. Es

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esto lo que analiza el libro deM. C. Belloni, II tempo della citta,trasladándonos de Milán a un escena-rio urbano cercano, el de Turín. Enel libro se presenta una primera y to-davía panorámica explotación de losdatos aportados por una encuesta depresupuestos temporales realizada enla primavera de 1979, primera de es-tas características realizada en Italia.

Las encuestas de administración opresupuestos temporales (time - bud-get) constituyen ya una tradición asen-tada en el panorama de las investi-gaciones sociológicas, sobre todo araíz del macroestudio comparativo di-rigido por Szalai a finales de los se-senta y que se plasmó en el conocidoThe use of Time (La Haya, Mouton,1972). Belloni sigue los pasos allátrazados, y lo hace consciente de lasvirtudes y limitaciones que un tipode investigación así tiene, a saber, lapura cuantitivización de lo obvio. Co-nocer quién hace qué, cuándo, simul-táneamente con qué, durante cuántotiempo, dónde y con quién a lo largode una jornada o del ciclo de jornadasque configuran una semana es el te-rreno de estudio de estas investigacio-nes. La obviedad de los resultados noempequeñece el objetivo logrado, con-sistente en una estricta cuantificacióntemporal del sistema de las activida-des cotidianas. Por demás, la obvie-dad alcanzada no impide abordar as-pectos seriamente problemáticos, so-bre los que se desarrollan duras polé-micas ideológicas en nuestro tiempo.¿Tendemos o no a una sociedad deocio? ¿Se homogeinizan los tiempossociales? ¿Existe un tiempo de la mu-jer radicalmente segregado del tiempo

de los hombres? Todos estos camposde debate son abordados por Bellonia lo largo del libro.

Siguiendo básicamente a Javeau,Belloni configura el sistema temporalde actividades en cinco tipos organi-zados según eí efe heteronomía/auto-nomía: tiempo obligado (trabajo re-tribuido y doméstico), tiempo cons-trictivo (desplazamientos y compras),tiempo necesitado (reproducción físi-ca y cuidado de la prole), tiempo con-dicionado (participación y educación)y tiempo libre. El detallado análisisdel tiempo de la ciudad así diferen-ciado interiormente permite a Bellonireconstruir las peculiaridades de laspolíticas de empleo del tiempo coti-diano según grupos de edad, sexo, ca-tegorías profesionales y estratos so-ciales.

Es imposible resumir aquí la ricainformación que se acumula a lo largode las páginas del libro. Las princi-pales conclusiones que se alcanzan re-saltan la persistente centralidad deltrabajo y el hogar como ejes que es-tructuran la vida cotidiana, un ciertoescepticismo cara a la idea del adve-nimiento de la sociedad del ocio, lahomogeneidad con que el «reloj» ur-bano conforma la vida cotidiana delos ciudadanos y el alto poder discri-minatorio de las variables sexo yedad. Belloni se interesa especialmen-te por la distinta conformación deltiempo cotidiano de mujeres y hom-bres. Su análisis, que desvela el per-sistente sexismo de la moderna socie-dad urbana, tiende, con todo, a cen-trarse en una problemática contrapo-sición de actitudes modernas y tradi-cionales que ayuda muy poco a

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comprender ese aspecto central de lacuestión como es la diversificacióno fractura interna del tiempo de lasmujeres en razón de grupo de edad,situación socioprofesional y clase so-cial.

El último libro a comentar, L'apo-ria del tempo, aunque mantiene cier-tas líneas de continuidad con los an-teriores, explora también nuevos ám-bitos del tiempo social. La obra reco-ge las ponencias presentadas en unseminario, organizado en 1984 por elDepartamento de Ciencias Sociales dela Universidad de Turín, sobre distin-tas aproximaciones al análisis de latemporalidad. Su gran virtud es quepermite explorar el horizonte de lasociología italiana del tiempo, con susvariadas perspectivas, polémicas inter-nas y campos de análisis sustantivo.

La propia temática dominante delas ponencias presentadas es muy re-veladora de la problemática que de-termina el interés sociológico por eltiempo. En efecto, su centro de aten-ción son los islotes atípicos de lasmodernas sociedades occidentales,esos espacios, hasta ahora marginali-zados, que no se atienen fielmente alas definiciones hegemónicas de lo co-tidiano y su conformación temporal.Y, así, los estudios se vuelcan sobreel tiempo de los adolescentes, de losjóvenes, de las mujeres; incluso, co-mo en el interesante artículo de Ca-pecchi, en la distinta conformacióntemporal de la sociedad japonesa enrelación a la occidental; es decir, eltiempo de los «otros», de los que noson occidentales, o varones, o madu-ros, o trabajadores. Todo lo cual esindicio muy expresivo de que el tiem-

po se convierte en problema socioló-gico cuando hay que dar cuenta deuniversos de vida cotidiana atípjcos,pero cada vez más conscientes de sí,o cuando se detecta una crisis queanuncia transformaciones hondas paralas que el sentido de realidad que lamisma sociología supone resulta in-adecuado. La problematización socio-lógica del tiempo se desvela así comoproblematización sociocultural en cur-so del tiempo mismo.

Especial interés tienen las ponen-cias dedicadas al análisis cualitativode los horizontes temporales emergen-tes de los jóvenes. Los trabajos deCalabró, Leccardi, Tabboni y Rampa-zi muestran el surgimiento, en seg-mentos de jóvenes, de fuertes deses-tructuraciones del horizonte temporaltendentes a una disección neta de loslazos del presente con el pasado y elfuturo, a una profunda presentifica-ción de sus perspectivas temporales.Situación ésta que, por demás, no espresentada sin subrayar su fundamen-tal ambigüedad, pues la presentifica-ción es vivida, en ciertos casos, comocolapso en un mundo heterodirigidoy sin sentido y, en otros, como parti-cipación en un tiempo de la oportuni-dad, de las decisiones reversibles ygratificantes inmediatamente.

A pesar del interés de estos estu-dios, no deja de apuntarse una ciertapremura a la hora de pasar del diag-nóstico indiciario a la prognosis so-ciocultural, que hace que lo nuevoemergente tienda a tratarse como de-finitivo y anuncio seguro del futuro.En realidad, con los datos que se uti-lizan, poco se puede jugar a la futu-rología y habría que ser muy cuida-

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doso, como advierte sensatamenteCalabró, a la hora de absolutizar yproyectar hacia el porvenir ciertosmodelos de temporalidad que ahorasólo se muestran marginalmente ypueden ser resultado de una pura co-yuntura de crisis de desarrollo impre-

visible. En definitiva, el que ciertossegmentos de jóvenes desestructurenel horizonte temporal no nos permitevaticinar un futuro de desestructura-ción.

Ramón RAMOS

JOSÉ FÉLIX TEZANOS (ed.)La democratización del trabajo

(Madrid, Ed. Sistema, 1987)

El estudio de la participación enel trabajo está cada vez más en elvértice del diálogo social en los paí-ses avanzados. No es suficiente con-seguir un crecimiento continuo de laproducción si el precio es tambiénuna creciente apatía, alienación o in-satisfacción en la tarea realizada y enla sociedad. El esquema impuesto porel taylorismo, como desarrollo racio-nal de la división del trabajo, no hasido todavía superado. Y cualquierreflexión sobre caminos que intentanampliar las posibilidades de conexiónprofunda del hombre y el productode su trabajo debe ser bien recibida.En este sentido es muy positiva ensu conjunto la tarea que se ha pro-puesto Tezanos, e incluso lo que haconseguido.

Estamos ante un conjunto de traba-jos que se presentaron en un semi-nario organizado en el verano de 1986en el marco de la Universidad Inter-nacional Menéndez Pelayo. El objeti-vo que se planteó en Santander eradar un repaso a los intentos de demo-

cratización del trabajo que se estánproduciendo en diferentes países.

El esquema del libro es claro, aun-que quizás no completo. Se echa demenos una reflexión sobre el coope-rativismo industrial —el caso del gru-po cooperativo de Mondragón, porejemplo, propuesto recientemente porWhite como paradigma de inversiónsocial— o sobre los intentos de coope-rativismo integral —caso de las Kib-butzs en Israel—. También hubieracompletado el libro alguna referenciatotalizadora y específica a las expe-riencias «blandas» de participación(círculos de calidad, grupos autóno-mos, rediseño de tareas, etc.).

El conjunto de los artículos que,distribuidos por capítulos, forman ellibro es, lógicamente, de desigual ca-lidad e interés. Los dos últimos capí-tulos, por ejemplo, «El cooperativis-mo en España» y «El reto sindical ala participación obrera en España»,aportan muy poco al conjunto; prácti-camente sólo señalan dos huecos quealgún día habrá que llenar con una

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elaboración teórica seria. El capítulode Castro, «La participación obreraen la empresa», tiene un relativo inte-rés cultural más que científico. Res-pecto a la aportación de Escudero,«La crisis del Estado del Bienestar yla democracia», se echa de menos unafundamentación —empírica y biblio-gráfica— del hilo de su discurso, porotra parte realmente interesante; sele podría aplicar la crítica de Mertona los «teóricos»: lo que dice es im-portante, lo que no se sabe es si esverdad.

El núcleo del libro parece, por tan-to, que está formado, en primer lugar,por los capítulos de Tezanos y Mon-tero, al intentar dar una panorámicageneral del tema de la participaciónen el trabajo, y, a continuación, porlos capítulos de Himmelstrand, Cas-tillo y Franz, que nos dan tres pano-rámicas nacionales. Vamos a repasarbrevemente, y por separado, la apor-tación de cada uno de estos autores.

Tezanos, en el primer capítulo, portítulo «La democratización del traba-jo en los umbrales de la sociedad post-industrial», pretende, desde un hori-zonte histórico que nos enmarca lasvicisitudes de la idea democrática, darunos modelos que señalen en quéconsiste la democratización del traba-jo, para terminar ofreciendo las razo-nes que, en su opinión, hacen posibley necesaria esa democratización. Laslíneas de evolución temporal señala-das, de la democracia representativahacia la social y a la económica, tie-nen su interés, aunque no queda clarala función del Estado democrático re-presentativo que parece debe venirnecesariamente tras la crisis que vivi-

mos del Estado del Bienestar en lassociedades tecnológicas avanzadas.Respecto a los modelos ofrecidos, esde agradecer el esfuerzo de síntesishecho de las diferentes fuentes mane-jadas, aunque puede echarse en faltauna crítica que sitúe las expectativasdel autor y una clara definición dela democracia industrial. Finalmente,las razones expuestas para defenderla democratización del trabajo comoproceso posible y necesario constitu-yen una interesante recopilación delas ideas en boga.

En el capítulo «Las experienciassobre participación obrera en la em-presa. Balance de investigaciones» hayuna reflexión de Montero sobre laparticipación desde unos planteamien-tos iniciales aparentemente muy crí-ticos, pero que se agotan en ellos mis-mos, sin continuidad teórica con loscampos de acción de la participacióndescritos, muy en línea con las ex-periencias americanas: reestructura-ción del trabajo, enriquecimiento detareas o su rotación y alargamiento.Esta desconexión queda patente enunas conclusiones esquemáticas quequizás adolecen de falta de concre-ción, a pesar del importante esfuerzorealizado.

La aportación de Himmelstrand esrealmente muy interesante y precisa,al intentar explicar la situación actualsueca respecto a la participación delos trabajadores y la democracia eco-nómica. Se plantea hacernos compren-der cómo la evolución histórica delmovimiento obrero sueco ha ido plas-mándose en diferentes formas de par-ticipación a nivel «micro» (calidad devida, aumentos salariales, medio am-

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biente o democracia en el puesto detrabajo) y a nivel «macro» (leyes so-bre codeterminación, fondos de inver-sión de los trabajadores). El profesorsueco nos sitúa ante un conjunto deelementos de la estructura social quehan demandado un ordenamiento le-gal participativo: la tradición popularde mutua ayuda colectiva, la tempra-na educación generalizada, la indus-trialización tardía y el alto grado desindicación en un movimiento obrerounitario. Finalmente, después de va-lorar muy positivamente el sentidode los fondos de inversión de los tra-bajadores, nos insiste en su carácterde estructura incentiva muítifacética,fundamental para la emergencia de laracionalidad multidimensional necesa-ria para dirigir una economía capita-lista contemporánea. Son unas páginasllenas de interés y de sugerencias pa-ra un posible análisis comparativo.

La referencia de Castillo a la «ex-periencia de autogestión yugoslava»supone un detallado repaso del expe-rimento por excelencia de democraciaindustrial formal desde una perspec-tiva totalizadora y política. El esque- -ma explicativo del sistema autoges-tionario que nos propone es completo,con matices críticos que dan interésa la exposición, aunque las fuentes

manejadas —por las lógicas dificulta-des de acceso— no sean de gran ac-tualidad.

El capítulo de Franz, «La codeter-minación en la República Federal Ale-mana», nos viene a desarrollar otrade las experiencias significativas deacceso a la democracia industrial, laconocida con frecuencia con el nom-bre de «cogestión», término que elautor rehuye por supuestas concomi-tancias franquistas. Se nos explicabien la historia de los consejos pari-tarios en Alemania Occidental, conespecial referencia a la industria mi-nerometalúrgica y a las diferentes le-yes que enmarcan la negociación co-lectiva. Falta, claramente, una visióndel problema de la participación des-de la estructura social, que podría ha-ber dado un científico social.

Estamos, por tanto, ante un librode interés, que plantea unas líneas dediálogo en las que nuestro país y suscientíficos sociales necesitan entrar.Hay que conocer mejor las experien-cias españolas. También hay que vis-lumbrar las tendencias de futuro me-nos costoso, que ayuden a plantearexperiencias de democracia industriallo más cercanas a la utopía.

Antonio LUCAS

DAVID MONTGOMERY

El control obrero en Estados Unidos.Estudios sobre la historia del trabajo, la tecnología y las luchas obreras

(Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1985)

La primera postguerra mundialabrió un período de reconstrucción y

optimismo para el movimiento obreroeuropeo, entonces ya decididamente

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sindicado. La reorganización demo-crática de Europa era el objetivo po-lítico de todos los gobiernos. En elplano económico, la tecnología adqui-ría nuevas dimensiones, y los nuevosmétodos industriales, así como la or-ganización científica del trabajo, im-pregnaban de forma notable el siste-ma de producción y, creando puestosde trabajo radicalmente diferentes,alteraban el sistema de las relacioneslaborales. Para el mundo del trabajo,éste fue, pues, un período decisivo,distinto, en el que no faltaron ni eloptimismo —la confianza en las posi-bilidades que ocultaban la racionaliza-ción, las nuevas técnicas— ni las de-mandas «desmesuradas» o la protestaque provocaba el trauma de la nuevaorganización del trabajo. Los conflic-tos se desarrollaban entre las dos par-tes sociales, trabajadores y empresa-rios, a la sombra de un Estado cadavez más intervencionista.

Fue éste el período en el que seasistió a las explosiones, más o menosrevolucionarias, en torno a las consig-nas de control obrero, democracia eco-nómica, consejos obreros... Eran con-ceptos enormemente imprecisos traslos que se ocultaban todo tipo dedemandas y deseos de una mayor par-ticipación de los trabajadores en elproceso de producción, la asunción demás responsabilidades y, en ocasionestambién, la nostalgia de la autonomíaperdida del artesano. Las reivindica-ciones y la esperanza encontraríanuna fórmula distinta en cada país, yesta fórmula sería defendida por lasrespectivas organizaciones sindicales,hasta que la crisis económica mundial

desbaratara el sueño de un mundo la-boral nuevo.

Pero la lucha obrera tenía un ca-rácter peculiar en Estados Unidos,donde el entramado de las relacioneslaborales era esencialmente distinto.La historia está llena de tópicos: unsindicalismo muy débil; escaso arraigode la izquierda; imperativo de la efi-ciencia; individualismo a ultranza; lapráctica inexistencia de un Estado re-gulador; la ausencia, en fin, de «unrepertorio de ideas colectivas política-mente establecido». El fenómeno delas generaciones laborales y la llegadacontinua de inmigrantes, con expecta-tivas y hábitos muy diversos, serían,de hecho, lo que determinaría los pro-blemas del trabajo en el Nuevo Mun-do, centrados en la disciplina laboral.En los primeros decenios de este siglose introdujeron —y esto fue decisi-vo—, de la mano del fordismo, nue-vas técnicas de administración y ges-tión del personal, lo cual alteró deforma considerable las relaciones la-borales americanas.

El libro de David Montgomery,profesor de la Universidad de Yale ytan conocido en el ámbito de la his-toria del trabajo como Herbert Gut-man, por ejemplo, es un conjunto deestudios sobre esas nuevas relacionesindustriales que se configuraron enEstados Unidos al calor de las inno-vaciones tecnológicas y de organiza-ción del trabajo y, más aún, sobre lasrespuestas que éstas suscitaron entrelos trabajadores americanos o ameri-canizados. Sobre este telón de fondo,Montgomery sostiene —y ésta seráuna de sus tesis— que el puesto detrabajo se convirtió, gracias al fordis-

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mo y a otras «revoluciones» organi-zativas, en el centro neurálgico de losnuevos conflictos sociales, pues eraaquí donde los trabajadores desafia-ban, por la vía de la concertación,a la autoridad de los empresarios ya los valores sociales, la visión delmundo, de los mismos; que, además,en el ámbito americano estaba tenien-do lugar un proceso continuado de«sindicalización» del movimientoobrero (habría que preguntarse hastaqué punto no «institucionalización»)que se consumaría después de la Se-gunda Guerra Mundial, y, por último,que casi siempre y en medios muydiversos hubo una protesta difusa,apenas formulada, de los trabajadoresen la que reivindicaban la autonomíaperdida y clamaban por una mayorparticipación en el proceso de produc-ción, por un mayor reconocimiento ypor más racionalidad en la experien-cia económica que estaban protagoni-zando.

Los siete ensayos que componen Elcontrol obrero en Estados Unidos in-tentan demostrarlo. En ellos se anali-za desde una perspectiva histórica elimpacto de la racionalización del tra-bajo —que en Europa contó con tan-tos admiradores— en las vidas indi-viduales y, sobre todo, colectivas detres generaciones obreras e inmigran-tes, de los trabajadores organizados yno organizados, politizados y no poli-tizados de la América de la primeramitad de siglo, entre la desintegracióndel artesanado y la «crisis del Estadode bienestar.

Los capítulos de este libro, a pesarde guardar un orden cronológico y deestar inspirados por las ideas apunta-

das, resultan, desde luego, desiguales.Se trata, pues, más bien de ensayosque iluminan algunos aspectos, secto-res y grupos muy distintos dentro de-esta temática, con un nivel de interéstambién desigual para el lector eu-ropeo, que en algunas ocasiones pue-de llegar a verse abrumado por lacantidad de datos y por las descrip-ciones prolijas con las que el autorilustra sus tesis.

El primer capítulo —«El controlobrero de la producción industrial enel siglo xix»— analiza la experienciade las segunda y tercera generacionesindustriales, que vieron desaparecer,primero, la autonomía funcional delartesano (no sólo tecnológica, sino or-ganizativa, administrativa y moral);erigirse, después, a los sindicatos (consus exigencias de «organización total»y de solidaridad a ultranza), e implan-tarse, por último, la organizacióncientífica del trabajo con el triunfoimplícito del open shop. Sus protestasconstituían lo que el autor llama elprimer «control obrero» en sueloamericano, con la carga correspon-diente de radicalidad.

«Los trabajadores inmigrantes y lareforma de la gestión empresarial»explica e ilustra la reacción de losmíticos inmigrantes, con sus «hábitospreindustriales», al ímpetu reforma-dor de los empresarios americanos,visiblemente preocupados, sobre todo,por la apatía y la escasa eficiencia deesta mano de obra. Las innovacionesse aplicaron en un espacio de tiemporelativamente breve: «asistencia so-cial de empresa» (paternalismo), pro-fesionalización de la gestión de perso-nal (irrupción de los nuevos ejecuti-

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vos) y organización científica del tra-bajo (auge de los métodos de planifi-cación, estudios de tiempo, sistema deprimas, departamentos sociológicos,etcétera). Todas ellas convergerían enel Plan Americano de 1923, ese in-tento masivo de «integrar» a los tra-bajadores en la empresa que ejempli-ficó como nadie Henry Ford con sus«cinco dólares al día», y que en rea-lidad se tradujo mucho más en unareducción drástica de la presencia delos sindicatos en el sector industrialque en una conversión de la díscolamano de obra a la doctrina de la em-presa como proyecto de todos y para-digma de la sociedad nacional.

Los intentos de armonizar los inte-reses divergentes habían cristalizadoya en 1899 en el «pacto de Chicago»,un compromiso ciertamente efímeroque firmaron los trabajadores y lasempresas del metal para regular lajornada de ocho horas, en medio delclima de exaltación del open shop (li-beralismo empresarial) y la «tiraníade los sindicatos». De ello se ocupael jercer capítulo de este libro —«Losmecánicos, la Civic Federation y elPartido Socialista»—, una historia de-tallada de la lucha por la negociacióny de las numerosísimas huelgas quese sucedieron durante los primerosaños de este siglo en Chicago, la ca-pital del sindicalismo americano(1903: 243.000 afiliados).

Pero, paralelamente a estos inten-tos cooperativos, hubo otro sindica-lismo de acción directa, revoluciona-rio, que había nacido con la recesióneconómica de 1903-4 y estaba repre-sentado por el IWW (InternationalWorkers of the World), que entre

1909 y 1922 luchó en la calle por laimplantación real de la jornada deocho horas y el control colectivo delas condiciones de trabajo y, aunquelo hizo sin éxito, logró desconcertaral PS y al sindicalismo «establecido»de S. Gompers. Las huelgas de estaépoca expresaban la protesta tanto deaquellos obreros cualificados amenaza-dos por las nuevas medidas de racio-nalización como de los peones y ope-rarios, cuyo nivel de vida estaba des-cendiendo dramáticamente. El IWWsucumbió víctima de su propio radi-calismo, pero esta década de protestay crispación abriría, a pesar de todo,nuevos horizontes en el movimientosindical americano, que llegó a alcan-zar los cinco millones de afiliados.

El capítulo siguiente —«¿Qué es-tándares?»— estudia, en el mismoperíodo, el «caso» de los trabajadoresde la fábrica de municiones de Bridge-port. En esta empresa se ejemplificanlas reacciones de los trabajadores fren-te al taylorismo, que introdujo ladirectiva y que configuró unas nuevasrelaciones industriales, estandarizandolas tareas, diluyendo los oficios cuali-ficados e introduciendo un sistemarevulsivo' de primas y clasificación depuestos. En Bridgeport, las reivindica-ciones —clásicamente sindicales— deescalas salariales y de normas labora-les unificadas desembocarían en unaconfrontación donde aparecerían te-mas relativos al control obrero, lle-gando a ahogarse por «una repúblicaindustrial y autónoma» basada en el«control de la fábrica».

«La respuesta obrera a las suspen-siones de empleo y al paro» (coautor:Ronald Schatz) se sitúa en los años

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treinta. Para entonces, las relacioneslaborales se habían transformado sus-tancialmente, las políticas de la patro-nal y de los sindicatos eran distintasy el Estado desempeñaba un papelmás importante. En el marco de lacrisis económica mundial —que debi-litaba por definición la posición de laclase trabajadora— se establecían sis-temas de antigüedad para repartir elescaso trabajo, se abría paso el segurode desempleo y se ampliaban los pro-gramas de ayuda del Gobierno fede-ral. Los sindicatos —intentando man-tener el valor fundamental de solida-ridad— lucharon con los instrumen-tos del taller cerrado (closed shop),el salario estándar, el reparto de tra-bajo y —cuando era posible— la ofi-cina de contratación controlada porlos sindicatos.

El último capítulo —«Los trabaja-dores americanos y la fórmula delNew Deal»— es en realidad tambiénun resumen de todo lo anterior. Yaen la década de los años treinta, elEstado había asumido un puesto cen-tral en las relaciones industriales ame-ricanas. El New Deal —con las sub-venciones estatales al crecimiento eco-nómico, el fomento de la negociacióncolectiva y la alianza entre el movi-miento sindical y el Partido Demócra-ta— inauguró un período cuyos efec-tos se harían notar hasta bien entra-dos los años setenta, y que reduciríael AFL-CIO a la «gran tortuga mor-dedora» de un George Meany. Se co-ronaba así —y ésta es la gran con-clusión de Montgomery— un procesopor el cual el movimiento obrero, pe-culiar, heterogéneo y dispar, de Esta-dos Unidos se convertía en un movi-

miento sindical (y esto lo añade ellector) domesticado.

Con esto, sin embargo, no se cierrala historia de los sindicatos o de lostrabajadores americanos, y Montgo-mery concluye, con cierto optimismo,que puede llegar el día en que lostrabajadores dominen efectivamentela producción colectiva y socializadae introduzcan cambios sustanciales enla situación de poder de que gozantodavía los empresarios (con el con-trol sobre los medios de produccióny los precios de mercado, el sistemaeducativo y la autoridad y los ins-trumentos del Estado a su servicio).Pues hay una herencia de lucha («opa-ca, pero potente») en los trabajadoresamericanos que ha corrido paralela ala propia historia del capitalismo...

Para el lector español, El controlobrero en Estados Unidos puede serun estudio distinto y consistente dela historia, mal conocida, del movi-miento obrero americano. Es a la vez,sin embargo, un libro que presuponecierta familiaridad con la materia,que abunda en los datos concretos yque carece, sorprendentemente, de lafrescura de estilo característica de losautores anglosajones. Es tarea exclu-siva del lector aprovechar, por unaparte, las múltiples ideas, sugestivasy bien documentadas, que se le ofre-cen y relacionar, por otra parte, losanálisis de David Montgomery con lahistoria del trabajo y de los trabaja-dores europeos. El que éstos, a pesarde la riqueza probada de su herenciacontestataria, hayan seguido tambiénun proceso de estabilización, o de ins-titucionalización, es una de las pre-guntas acerca de la particularidad o

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universalidad de los procesos históri- do del trabajo a finales del siglo xx,eos, y sigue siendo, ante los cambios una cuestión abierta.que se están produciendo en el mun- Nuria PUIG

Mineros, sindicalismo y política(Oviedo, Fundación José Barreiro, 1987)

Este nuevo volumen publicado porla Fundación José Barreiro recoge lasprincipales ponencias del Congresorealizado con motivo del 75 aniver-sario del Sindicato de los Obreros Mi-neros de Asturias, celebrado a finalesde 1985, y aparece en un momentocrucial en la vida del sindicato, dela minería asturiana y de la empresapública en general, donde una vez másse pone a prueba la tenacidad de es-tos hombres que, como parte másconcienciada del movimiento obrero,no se dedican a realizar meras tareassindicales de reivindicación puntual,sino que elaboran propuestas alterna-tivas de solución global a los proble-mas que hoy tiene la minería asturia-na y la empresa pública. Es aquí don-de radica su decidida participación enla política activa española de este úl-timo siglo, comenzando por el funda-dor del Sindicato, Manuel Llaneza,quien participó en la solución de losproblemas más inmediatos de los ciu-dadanos, como alcalde de Mieres yluego como presidente de la Manco-munidad de Municipios Mineros, ycomo voz de los mismos en su es-caño de diputado a Cortes. Ello eslo que puede darnos las claves paraentender la garantía de pervivenciade la minería más allá del año 2000,

a pesar de las concepciones neolibe-rales que propugnan su cierre atenién-dose a los criterios de rentabilidadeconómica e ignorando todo tipo decriterios sociales, políticos y estraté-gicos.

Los estudios que aparecen en estevolumen hacen este largo recorridode la vida del Sindicato, tratando losmarcos generales del sindicalismo, lapolítica y la economía de estos seten-ta y cinco años de la historia socialde España. Enmarcar la historia delSOMA dentro de aspectos más am-plios y no caer en la orientación gre-mialista de los grupos que la sociolo-gía contemporánea califica como «con-textos sociológicos», era lo que cabíaesperar de un Sindicato tan curtidoen las luchas obreras de la última cen-turia. Las huelgas de principios de si-glo llevaron a los mineros, y concre-tamente a Manuel Llaneza, a consti-tuir un sindicato que fuese el soportey el instrumento de sus reivindicacio-nes, comenzando así una larga anda-dura en el terreno sindical; las difi-cultades del trabajo en la mina, ladureza y el peligro, junto con las cri-sis recurrentes de la minería, impul-saron la toma de conciencia y la fuerteorganización sindical de los mineros,que se constituyen de esta forma en

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vanguardia de las luchas obreras deeste período, y es en las distintashuelgas donde comprenden la necesi-dad de propiciar un sistema políticoque les fuera más favorable.

Por otra parte, el libro no es sóloun análisis histórico, ampliamente do-cumentado por los prestigiosos estu-diosos que participan en él: PaulPreston, Miguel Artola, Tussell, Án-gel Viñas, Rafael Anes, Maluquer,Germán Ojeda, Emilio Murcia, Saca-luga y un amplio etcétera, sino quetrata temas como la situación actualy las previsiones de futuro a cortoplazo (sobre ello ha vuelto reciente-mente la Fundación, en unas jornadasbajo el título genérico «Asturias Finde Siglo»), contando con prestigiososy polémicos ponentes que se encuen-tran en los puestos de decisión en lapolítica y economía españolas, comoCroissier, Lucía Lucía, Fernando Lo-zano, Félix Mazón.

El libro está dividido en diversosapartados generales, que pueden dar-nos una idea de la importancia de losmismos: Marco general; Política es-pañola del siglo xx; Economía espa-ñola del siglo xx; Situación sindical;Desarrollo económico y condicionesde vida en Asturias; Sindicalismo mi-nero; Minería del carbón; Reindus-trialización española y asturiana. Enlos distintos temas tratados se reflejaclaramente la discusión interna, den-tro del socialismo español, entre lasconcepciones socialdemócratas y neo-liberales.

Inicia el volumen Pedro de Silva,presidente del Principado, con el dis-curso de apertura del Congreso; se-guido de la conferencia inaugural,

pronunciada por José Ángel Fernán-dez Villa, secretario general delSOMA-UGT, quien realiza un breverecorrido por estos setenta y cincoaños de historia del Sindicato, anali-zando la figura del fundador, ManuelLlaneza, así como el papel del Sindi-cato desde los tiempos de su funda-dor a los actuales.

En el marco general se pretendesituar de manera global este período,y, así, José Fontana, con un estudiohistórico sobre la economía europeadel siglo xx, realiza una dura críticaa las concepciones liberales, señalan-do sus limitaciones a raíz de los acon-tecimientos históricos. Francisco Bus-telo, en una breve comunicación, rea-liza una radiografía histórica del sub-desarrollo español de la primera mitaddel siglo xx y el retraso tecnológicoy económico español respecto a laCEE. Para Bustelo, el proceso seguidopor nuestro país en los siglos xixy xx conduce inevitablemente al re-traso, la injusta repartición de la ri-queza, y considera los intentos delGobierno socialista infructuosos, pre-guntándose si las causas no son debi-das a renunciar al marxismo.

La perspectiva sindical es analizadapor Nicolás Redondo, Antón Sarací-bar Sautúa y Manuel Simón. Redon-do, con una ponencia titulada «Lasituación sindical en España», reco-rre los últimos años de la lucha sin-dical en España, señalando los logrosque ha tenido este período: el marcolegal y el Estatuto de los Trabajado-res (que no considera todo lo positivoque desearía la UGT), la concertación,las cuarenta horas semanales..., con-siderando que el verdadero sacrifica-

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do de esta transición ha sido el mo-vimiento sindical. Redondo consideraque la alternativa al problema del pa-ro que está generando una sociedaddual compete a los empresarios y alos gobiernos, considerando un logrode la UGT la creación de los Fondosde Promoción del Empleo y la polí-tica de reindustrialización, y muestrauna honda preocupación por el neoli-beralismo, que cada vez tiene una ma-yor aceptación y que incluso es de-fendido por algunos sectores de lasorganizaciones socialistas. Por su par-te, el secretario de Organización dela UGT trata «La estrategia de laUGT frente a la crisis. Presente y fu-turo sindical en España», que preten-de analizar el desarrollo sindical yseñala el peligro que para los sindi-catos supone la tendencia de los go-biernos a recortar los servicios socia-les. Por último, Manuel Simón pu-blica el documento que fue presenta-do como base de discusión en elCongreso de la Conferencia Europeade Sindicatos.

En el polo opuesto, y bajo el títulogenérico de «Reindustrialización es-pañola y asturiana», podemos encon-trar artículos como el de Croissier,sobre la empresa pública, quien pre-senta las bases de lo que es la políticaeconómica desde la concepción liberalde la productividad, abandonando to-da perspectiva social de la industria:«Nadie'es sensato, nadie que pienseque los recursos financieros son limi-tados, puede hacerse la ilusión de quees posible mantener indefinidamenteactividades obsoletas, no rentables y,al mismo tiempo y en paralelo, gastarsumas ilimitadas de dinero para pro-

mover nuevas actividades o nuevossectores» (p. 629), apostando por lainiciativa privada en la reindustriali-zación, siendo el Estado sólo el quefinancie dichas iniciativas. Por su par-te, Lucía Lucía señala la importanciade las multinacionales en la reindus-trialización, desde una postura total-mente acrítica.

Algunos de los aspectos de la in-dustria regional están tratados por losdirectivos de las mismas: FernandoLozano analiza «ENSIDESA en lareindustrialización de Asturias»; JoséLuis Baranda, «La Hidroeléctrica delCantábrico en la economía regional»,y Félix Mazón, «La Empresa DuroFelguera». José A. Coto, director ge-rente de Químicas del Nalón, hablasobre «Las empresas medias en lareindustrialización», estas empresasque teniendo menos de 500 obrerossuponen cerca del 50 por 100 delvolumen de empleo de la CEE; anali-za en este artículo las distintas pro-blemáticas con que se encuentran estetipo de empresas en España, si bienel artículo deja mucho que desear encuanto a planteamientos generales. Eldirector de la ZUR en Asturias tratael tema de «El empresario y la rein-dustrialización», en cuatro puntos:1. Análisis de las actitudes del em-presario ante su entorno socioeconó-mico del pasado. 2. El empresario an-te la CEE. 3. Instrumentos que ponela Administración a disposición delempresario. 4. Enumeración de los re-sultados obtenidos. Se echa en faltaen este artículo una valoración de losresultados desde un punto de vista po-lítico y social, lo que lo hace pocointeresante. Julio Gavito, consejero

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de Industria del Principado de Astu-rias, con el tema «La reindustrializa-ción en Asturias. Situación y perspec-tivas», realiza una exposición máscompleta que la ponencia de AnselmoGonzález.

Un apartado importante, a nuestrojuicio, es la sección denominada «De-sarrollo económico y condiciones devida en Asturias», que se complemen-ta con el apartado más genérico sobrela «Economía española del siglo xx».Abre este apartado un estudio deGermán Ojeda sobre «La industriaasturiana en las primeras décadas delsiglo xx», marcando el papel jugadopor los trabajadores y sindicatos enel primer tercio de este siglo y lasdistintas posiciones adoptadas. El pe-ríodo 1955 a 1981, de crucial impor-tancia para la minería asturiana, esanalizado por Juan Antonio VázquezGarcía desde la perspectiva del desa-rrollo económico de la región. LuisMartínez Noval se centra en el estu-dio del período posterior a 1975, yJosé Agüera trata el tema más espe-cífico de las ramas industriales en cri-sis. Otro aspecto en este apartado esel referido a la estructura territorial yhabitat, disertando Ramón Alvarezsobre la cuenca del Caudal, y AladinoFernández sobre Langreo. EmilioMurcia estudia los efectos de la indus-trialización en la estructura territo-rial asturiana, realizando aportaciones

muy interesantes en el plano de laGeografía Humana.

En el apartado más genérico al quenos referíamos anteriormente se tra-tan temas como «La industria siderúr-gica, la minería y la flota vizcaína afines del siglo xx», «Banca e industriaen España en el primer tercio del si-glo xx» y los «Salarios y renta nacio-nal, 1913-1959», por Emiliano Fer-nández de Pinedo, Rafael Anes y Jor-ge Maluquer, respectivamente; así co-mo uno de los aspectos más impor-tantes de la transición democrática enEspaña, y que hace que muchos delos países hispanoamericanos la ten-gan como referencia: los pactos so-ciales, que son abordados por JoaquínEstefanía. La economía española engeneral durante el período democráti-co es tratada por José V. Sevilla Se-gura.

Como conclusión general de la obrapodemos señalar que se ha abiertouna dura polémica no ya entre socia-lismo y socialdemocracia, sino entresocialdemocracia y social-liberalismo,que se plasma en torno a las distintasponencias que aparecen en el libro, yque, una vez más, los mineros tendránque tomar parte activa en la vida po-lítica del país si no quieren ser sim-plemente las víctimas de una políticaajena a sus intereses y a los de la cla-se obrera.

Román GARCÍA FERNÁNDEZ

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H. CLEGG

El sindicalismo en un sistema de negociación colectiva(Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1986)

Un modelo teórico para explicarlas diferencias sindicales

H. Clegg es uno de los más impor-tantes estudiosos del sistema de rela-ciones industriales británico de losaños sesenta y setenta. Con el libroque comentamos ha pretendido anali-zar a fondo uno de los elementos cla-ves de dicho sistema, el sindicalismo,a través de un estudio comparativode los sindicatos en varios países:Gran Bretaña, Francia, Alemania, Sue-cia, USA y Australia.

El autor parte de la base de que es-tos sindicatos, que teóricamente tienenlos mismos objetivos —defensa de losintereses y reivindicaciones de los asa-lariados—, presentan importantes di-ferencias en la afiliación, en la estruc-tura interna, en su presencia en elcentro de trabajo, en sus sistemas depresión, en la actuación en la vida po-lítica del país. ¿Cuál es el modeloexplicativo que permita comprendercoherentemente todas estas diferen-cias juntamente con aquel rasgo co-mún? Clegg cree que las diferenciasen el comportamiento y actuación delos sindicatos pueden ser explicadaspor diferencias en la negociación co-lectiva que tiene lugar en los diferen-tes países; es decir, por la extensióny el nivel de la misma, por el tipo deacuerdos conseguidos y por el controlsobre éstos. Ciertamente, el autor noniega la influencia de otros factoresen la configuración de la actuaciónsindical, pero cree que el tipo de ne-

gociación colectiva puede explicar másque ninguno. Tampoco hipotiza unainfluencia unidireccional, sino en am-bas direcciones: la negociación colec-tiva influencia la conducta y la políti-ca sindicales, y éstas, a su vez, lanegociación colectiva misma.

La comparación de seis países

Clegg realiza" un doble esfuerzo pa-ra verificar este modelo teórico: saledel contexto británico, y hasta del an-glosajón, y cubre una amplia red deindicadores de actuación del sindicato.

Quizá el ámbito en el que quedamás clara la correlación que expresala teoría que comentamos sea el dela afiliación. Entre Francia, con un 25por 100 de tasa afiliativa, y Suecia,con un 95 por 100 —recuérdese quelos datos son de 1972 y 1973—, losdemás países se escalonan con tasasafiliativas intermedias, pero con dife-rencias con respecto a la empresa pú-blica y con respecto a los trabajadoresno manuales que son muy importan-tes. La mayor o menor afiliación engeneral o en esas áreas particularesse correlaciona fuertemente con lascaracterísticas de la negociación, opi-na el autor. En Francia, la efectividadde los acuerdos regionales o sectoria-les es baja, mientras que, en la em-presa, comités y secciones sindicalestienen pocas prerrogativas, probable-mente por la oposición de los empre-sarios. Por el contrario, en Suecia setiende a negociar a nivel sectorial,

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previos acuerdos generales, pero en laempresa los sindicatos son potentes yresiguen con eficacia lo negociado.En Gran Bretaña, con una tasa afi-lia tiva bastante alta, la negociaciónexiste y es efectiva a nivel de plantay de empresa, gracias a la organiza-ción de los shop-stewards.

Los esquemas de negociación co-lectiva pueden variar de un país aotro, pero hay algo en el análisis delautor que parece coherente: cuandola negociación es eficaz, es decir, con-sigue acuerdos satisfactorios al tiempoque asegura su cumplimiento, y esobra de los sindicatos (es decir, és-tos tienen competencias reales), lostrabajadores se afilian, aun en el áreapública o en el sector de empleados-técnicos.

Probablemente, este tipo de razo-namiento es también válido para ex-plicar la baja tasa afiliativa de lossindicatos españoles, sin olvidar otrosfactores más directamente ligados alcontexto sociopolítico de nuestra re-ciente historia. Los sindicatos en Es-paña tienen competencias recortadasen la negociación y en el seguimientode los acuerdos, en particular en laempresa mediana y pequeña, y no tie-nen competencia negociadora algunaen el ámbito del empleo público.

Sin embargo, el autor va más alládel tema afiliativo. El nivel de nego-ciación diría bastante sobre si el sin-dicato (su estructura y su funciona-miento) es centralizado o descentrali-zado. El tipo de negociación colectivano explica ciertas características queprovienen de la misma fundación delsindicato, pero sí su actual organiza-ción y funcionamiento. En USA y

Gran Bretaña predominan las instan-cias descentralizadas del sindicato; enAlemania, Francia y Suecia, las ins-tancias centralizadas. Clegg va másallá: sólo en Gran Bretaña, dice, sepuede hablar de organización sindicalen el centro de trabajo, por cuantoes en Gran Bretaña donde se han de-sarrollado las grandes posibilidadesde la negociación a nivel de empresa.

Podríamos aducir, para apoyar elargumento del autor, un ejemplo enpositivo y otro en negativo. El prime-ro se refiere a Italia, que Clegg noestudia directamente, y que entre1970 y 1975 aumenta extraordinaria-mente la tasa de afiliación sindical,coincidiendo con la implantación, des-pués del autunno caldo, de la nego-ciación continuada a nivel de empre-sa. El segundo caso es España, dondepodemos decir que los sindicatos pier-den afiliación desde 1979; ello coin-cide con la no traducción, legal y fác-tica, del gran empuje de negociacióny actividad en la empresa que lossindicatos habían impulsado en losprimeros años de la transición, asícomo con el descuido de la negocia-ción a nivel de empresa que tiene lu-gar durante los períodos de concerta-ción social.

Los múltiples significadosde la negociación

Si es verdad que las actuacionessindicales y las formas de negociaciónvarían de un país a otro, cabe pre-guntarse no sólo por qué difieren lasprimeras, sino también por qué lohacen las segundas. Es aquí donde, ami entender, aparecen las limitacio-

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nes institucionalistas de la argumenta-ción de H. Clegg. En efecto, para elautor, las variaciones de la negocia-ción se explican fundamentalmentepor las estrategias empresariales y porla intervención del Estado.

No cabe duda que la legislación la-boral que exista contribuye a confi-gurar el tipo de negociación colecti-va; el caso de España es bastanteilustrativo al respecto. Ni es razona-ble poner en tela de juicio que laeficacia negociadora de los sindicatostiene que ver con una posición derechazo o de aceptación de la direc-ción empresarial; nuevamente, el casode España o el de Francia podríandecir bastante al respecto. Pero estaargumentación es limitada por dosmotivos.

En primer lugar, porque no es po-sible hacer equivalentes negociacióncolectiva y convenios colectivos. Es-tos últimos son los acuerdos institu-cionalizados según la normativa vigen-te o las costumbres, y es lo que bási-camente H. Clegg tiene en cuenta;la primera se refiere a la interrela-ción continua entre trabajadores y susrepresentantes, por un lado, y empre-sa, por otro, en torno al proceso detrabajo. Si tenemos en cuenta estasegunda concepción de la negociación,es difícil sostener que las estrategiasempresariales y la intervención delEstado sean los únicos factores detransformación de la negociación; porel contrario, habrá que observar lasdinámicas internas de los sindicatospara tener un cuadro completo.

En segundo lugar, la argumenta-ción de H. Clegg rebaja inmoderada-mente el protagonismo propio de los

sindicatos y la influencia de la estruc-tura social de cada país. En efecto,la tradición de los sindicatos, su ideo-logía, su estructura interna, la fuerzay los medios que tienen varían dentrode cada país aun con esquemas deconvenios colectivos iguales; es más,aquellos factores pueden influir pode-rosamente en la concepción y en lapráctica de la negociación, al menossi entendemos ésta en términos másglobales. Una división del trabajoconcreta, el papel social de ciertas ca-tegorías (por ejemplo, los manualesde la industria), pueden incidir fuer-temente en la caracterización y com-portamiento de los sindicatos y, enconsecuencia, en los esquemas preva-lentes de negociación.

El factor político

H. Clegg admite que, además dela relación empresarios-sindicatos, quesería el núcleo de la negociación, hayotra relación, la que se da entre sin-dicatos y Administración, que puedeincidir sobre el comportamiento deaquéllos. La experiencia británica de-jaba poco espacio, cuando escribía elautor, a este segundo tipo de rela-ción; pero si ampliamos la mirada alo que ha pasado en otros países—también en el nuestro—, en parti-cular desde 1975 hasta hoy, hemosde constatar que este factor es bastan-te determinante en el comportamien-to de los sindicatos y, además, en eltipo de negociación que se ha ido de-sarrollando en esta última década.

Observación final

Posiblemente, H. Clegg ensalza enexceso el papel de la negociación.

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Probablemente hay que dar más im-portancia al contexto sociopolítico decada país y, con ello, a la tradiciónde cada sindicato, para llegar a unamás profunda comprensión de los di-ferentes comportamientos sindicales.Con todo, la investigación —cuyasconclusiones el autor señala con mo-deración y prudencia— es un modelo

de rigurosidad en la definición de con-ceptos, planteamientos de hipótesis ydelimitación del ámbito de estudio.Su lectura será útil no sólo para sin-dicalistas y para quienes se ocupenpor oficio de temas de negociación,sino también para los investigadoressociales en general.

Faustino MIGUÉLEZ LOBO

GUY NEAVE

La Comunidad Europea y la educación(Madrid, Fundación Universidad-Empresa, 1987)

Con el paso del tiempo, los espa-ñoles nos vamos enterando de algunosasuntos relacionados con nuestra inte-gración en la Comunidad Europeaque, al no ser de índole estrictamenteeconómica, quedaron olvidados o re-legados a un plano muy secundarioen el momento de la firma del Tra-tado.

Uno de esos aspectos poco conoci-dos y raramente debatidos en nuestropaís —aun cuando haya estado decierta actualidad recientemente conmotivo de la presentación del progra-ma Comett— es el de la educación.Cierto es que su incidencia en la po-lítica comunitaria ha sido de tonomenor hasta el comienzo de los añossetenta, y que incluso en la actualidadla importancia real de la educaciónen las preocupaciones de Bruselas esmuy relativa; pero ello no nos debellevar a la apresurada conclusión deque tal estado de cosas vaya a podermantenerse en el futuro, porque ello

sería erróneo y creo que, a la larga,peligroso.

El libro de Guy Neave, profesorde Educación Comparada en el Insti-tuto de Ciencias de la Educación dela Universidad de Londres, es bastan-te esclarecedor al respecto, ya que elprofesor Neave es un conocido exper-to de la Comunidad Europea en elámbito de la educación que ha segui-do tenazmente, desde hace muchosaños, la evolución de los aconteci-mientos, con informaciones de prime-ra mano que ha recopilado ahora, alo largo de las más de 300 páginas deeste libro, publicado por la FundaciónUniversidad-Empresa, y que es el pri-mero publicado en castellano sobretan importante cuestión. Se repasanen la obra las grandes cuestiones dela educación europea, pudiendo lle-garse a la conclusión general de queno ha sido precisamente el campo dela educación el que más atención harecibido en esta Europa de los inte-

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reses económicos, en camino hacia laEuropa de los ciudadanos y en buscade una mayor integración política ycultural. Partiendo de la variedad delos sistemas educativos nacionales, delprofundo enraizamiento de tales sis-temas en la realidad sociocultural decada país y del rechazo consciente deuna armonización global que pudierasuponer una interferencia comunita-ria en materia tan delicada, la políticaeducativa de la Comunidad se ha idodesarrollando, esencialmente y en pri-mer lugar, alrededor de aquellos pro-blemas que tenían un alcance trans-nacional, como, por ejemplo, la edu-cación de los hijos de los emigrantes,el intercambio y la política de infor-mación, las convalidaciones de títulosy diplomas, etc., y de aquellos otrosa los que llamaremos «nuevos proble-mas», por su relación con las cam-biantes circunstancias sociales y eco-nómicas, y que en buena medida per-miten, e incluso frecuentemente exi-gen, un enfoque comunitario. Essignificativo que en los Tratados fun-dacionales de la Comunidad no secontemplara dentro de las competen-cias comunitarias la educación, perosí la Formación Profesional de ca-rácter esencialmente relacionado conlas necesidades de la industria. Eneste sentido, el llamado «InformeJanne» vino a romper algunos tabúesexistentes sobre estas cuestiones y su-puso un importante avance, como nosdice en este libro Guy Neave, en lapolítica comunitaria, basándose en elargumento de que la Formación Pro-fesional era imprescindible para ase-gurar la buena marcha de la economía.

Los progresos realizados a partir

de entonces en la Formación Profe-sional, con la ayuda del Fondo SocialEuropeo; el impulso dado a la políticade las relaciones educación-trabajo,en el campo de las medidas contra eldesempleo juvenil, y los esfuerzos lle-vados a cabo en otros sectores, comoel de las nuevas tecnologías de la in-formación, marcharon en la mismadirección de reforzar el avance econó-mico de la Comunidad, actualizandola política de formación y aplicándolaa las nuevas necesidades comunita-rias. Esto explicaría, en principio, elhecho de que el programa Comett,que se aprobó prácticamente en elmomento en el que salía de la impren-ta este libro y que se mueve dentrode estas coordenadas, hubiera sidoaprobado con cierta rapidez, mientrasque el programa Erasmus, menos li-gado directamente con estos plantea-mientos, estaba sufriendo algunas di-laciones y dificultades para su apro-bación.

Precisamente a esta cuestión de ladiferente suerte que habían seguidoestas iniciativas, Erasmus y Comett—por otra parte muy relacionadasentre sí—, dedicaba yo unos comen-tarios en el epílogo al libro del pro-fesor Neave en los que aventuraba lahipótesis de que la desigual conexiónde ambos proyectos con los problemaseconómicos de la Comunidad en suversión de mercado había sido deci-siva en su desigual fortuna. El pro-grama Comett se dirige sin ambagesa la preparación de mano de obra al-tamente cualificada, que Europa pre-cisa en la actualidad y precisará aúnmás en el futuro, dado que, según seafirma en uno de los considerandos de

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la decisión del Consejo, «la explota-ción de los desarrollos tecnológicos enel mundo industrial dependerá de laadaptabilidad de las cualificaciones ydel espíritu de empresa de la manode obra». El programa Erasmus, sinembargo, tiene como objetivo princi-pal lograr la movilidad de los estu-diantes europeos y la cooperación delas universidades con vistas a la crea-ción de esa Europa de los ciudadanosque tantas dificultades encuentra parasu consolidación; por ello, las accio-nes previstas van más allá de las me-ras estancias o intercambios, para in-cidir en el reconocimiento académicode los estudios y en la delicada cues-tión de los diplomas, con objeto devalorizar las cualificaciones de los seismillones de estudiantes europeos yde convertir al Erasmus en una de laspiedras angulares de la estrategia ge-neral de la Comunidad Europea.

Ante esta situación, y teniendo encuenta, como decía, las circunstanciasde desconfianza y recelo que parecíanentorpecer la aprobación del Eras-mus, planteaba yo la pregunta si te-nían verdaderamente sentido esas dis-tinciones entre los problemas de lacompetitividad del mercado y la lla-mada Europa de los ciudadanos, si loque se tenía en cuenta eran los inte-reses a largo plazo de la Comunidado, en otras palabras, el mismo futurode la Comunidad Europea.

Pero he aquí que a los pocos me-ses de la publicación de este libroaparecía la noticia de que el Consejode la Comunidad había aprobado, fi-nalmente, el programa de «acción co-munitaria en materia de movilidad delos estudiantes», es decir, el Erasmus.

¿Cómo se puede interpretar este he-cho? No hace falta decir que muypositivamente. Cuando fue presentadoen Madrid el libro de Neave, expresósu autor un claro optimismo respectoal futuro de la política económica co-munitaria; más optimismo que cuan-do puso fin al trabajo original de sulibro en 1984, aun cuando ya enton-ces se hubiera superado la larga faseen la que la educación era considera-da como un tema tabú en los pasillosde Bruselas, y recordaba las palabrasde Jean Monet, uno de los «padresfundadores», a quien se atribuía laafirmación de que si tuviera que vol-ver a comenzar la aventura de hacerEuropa empezaría, sin duda, por laeducación.

La lectura de los capítulos de estelibro de Guy Neave, que termina pre-cisamente con la propuesta del pro-grama Erasmus, será enormementeprovechosa, e incluso imprescindible,para quien desee conocer el largo ca-mino que ha ido recorriendo la Co-munidad Europea para abrir brechaen un terreno tan delicado como esel de la educación y hasta llegar a lasituación actual, que parece da pie ala esperanza. De la Resolución delConsejo de Ministros de Educacióndel 9 de febrero de 1976 a la recien-tísima aprobación del Erasmus hanocurrido muchas cosas en Europa enmuy diversos campos, y también enel de la educación, como se describecon minuciosidad en los capítulos deeste libro de la Fundación Universi-dad-Empresa, que tiene la ventaja,con respecto a la versión original in-glesa, de que el autor se ha tomadola molestia de ponerla al día e intro-

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ducir las novedades que se han pro-ducido de 1982 a 1985, es decir, enun período de cuatro años, que hansido muy decisivos en el campo de lapolítica educativa de la Comunidad.

La presentación de Manuel Marín,vicepresidente de la Comisión de lasComunidades Europeas y responsablede asuntos sociales y educativos, re-salta el interés que puede tener estaobra, tanto en España como en elmundo hispanoparlante, al tiempo

que expresa su confianza en la apro-bación en fechas próximas del progra-ma Erasmus. Afortunadamente, lasprevisiones de nuestro compatriotaMarín se han cumplido, gracias, pro-bablemente, al esfuerzo que el vice-presidente de la Comisión ha desple-gado para llevar a buen puerto unproyecto que tantas dificultades haencontrado en su camino.

Antonio SÁENZ DE MIERA

M. MAURICE, F. SELLIER y J. J. SILVESTRE

Política de educación y organización industrial en Francia y en Alemania(Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1987)

Hay obras de sociología del traba-jo, sociología industrial o economíadel trabajo que uno lee con más omenos satisfacción, saca de ellas doso tres fichas, anota unos cuantos da-tos y, después de colocar en la estan-tería correspondiente, olvida; son,además, la mayoría. Sólo de vez encuando es posible encontrarse con unaobra que, además de aportar y sugerirun buen número de ideas, remuevelos supuestos teóricos y analíticos enque uno viene apoyándose habitual-mente y ha de dejarse abierta por unlargo tiempo encima de la mesa. Laobra de Maurice, Sellier y Silvestrepertenece a esta última categoría.

Si nos limitamos a ojear el índicey repasar la introducción, la obra queaquí comentamos no parece tener nin-guna originalidad. Aborda temas ycuestiones mil veces expuestas y ana-

lizadas: la formación (preferentemen-te profesional), la organización empre-sarial y las relaciones colectivas entretrabajadores y empresarios. Comparala situación de esta problemática endos países: Francia y Alemania Fede-ral. Recoge su información empírica através de dos series de encuestas reali-zadas en 26 establecimientos de am-bos países comparables por su tecno-logía, tipo de producto y tamaño en-tre 1971 y 1978. El interés de Polí-tica de educación y organización in-dustrial... se halla en la forma cómoaborda aquellas cuestiones y trata elproblema de su «comparabilidad».

Para los autores, la formación, laorganización empresarial y las relacio-nes colectivas entre empresarios y tra-bajadores no son cuestiones que inte-resen a la sociología porque cada unade ellas, independientemente, sea un

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problema social de los que deba ocu-parse la ciencia social. Como proble-ma sociológico, las tres tienen unamisma raíz estructural: el hecho sala-rial. Es este hecho, el más universalen las relaciones sociales de produc-ción moderna, el que subyace bajoellas. La existencia de la empresa, dela formación y de las relaciones co-lectivas es una manifestación-realiza-ción de la existencia del trabajo asa-lariado.

Pero si estos tres fenómenos so-ciales no son más que una manifesta-ción necesaria del hecho masivo deltrabajo asalariado y este hecho es ensí mismo semejante en todos los paí-ses capitalistas, lo normal sería quelos rasgos característicos y definitoriosde aquéllos también fueran semejan-tes. Ahora bien, lo que se constataes que tanto la organización empresa-rial (jerarquía, organización del traba-jo, clasificación) como la formación(sistemas de formación general y pro-fesional) y las relaciones colectivas en-tre los interlocutores sociales (nego-ciación y conflicto) son específicas decada país y permanecen diferenciadasa lo largo del tiempo. Poco tienenque ver la «relación profesional», la«relación organizacional» y la «rela-ción industrial» —es así como losautores denominan/conceptualizan lostres fenómenos— en Alemania y enFrancia. El problema está en cómoexplicarlo.

La explicación podría hallarse enlas diferentes historias de cada uno deellos o de los tres en su conjunto.Los autores no excluyen que esta his-toria pueda aportar elementos expli-cativos al problema de su diversidad

actual. Consideran, sin embargo, quela explicación sólo puede hallarse enla articulación de los tres fenómenospropia de cada país. A una determi-nada relación profesional se une unadeterminada relación organizacional yuna determinada relación industrial, yviceversa. Se trata, además, de unacorrespondencia que ha de ser vistaen un sentido activo: cada una deesas relaciones es, a un mismo tiem-po, producida por las demás y produc-tora de las demás. Así, el sistema deformación profesional alemán (deno-minado dual por tratarse de una for-mación que tiene lugar en parte enla escuela y en parte en los centrosde producción), tan valorado social-mente, no puede ser entendido si noes en articulación con la organizacióndel trabajo en la empresa centrada enla profesionalidad de los trabajadores.Lo mismo que no es posible entenderla relación industrial francesa, quetiende a situar el conflicto y la nego-ciación en las empresas, sin relacio-narla con la práctica organizacional deéstas, que concentra todas las decisio-nes en manos de la dirección, y conla homogeneidad del conjunto de losasalariados, basada en la débil profe-sionalidad adquirida fuera de la em-presa y practicada en el interior dela misma.

Esta perspectiva teórico-explicativapone en cuestión muchos de los aná-lisis que utilizan los datos estadísticosde diversos países como si fueran uní-vocos en su significado. Para los au-tores, estos datos no son comparablessin más; la comparabilidad ha de plan-tearse como el resultado de un análi-sis de su contenido relacional. Nada

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nos dice, por ejemplo, el dato de queen un país como Alemania haya máscontramaestres por término medio•que en Francia si no conocemos antesqué función cumplen esos contramaes-tres en cada uno de esos países dentrode la triple estructura relacional.

Más allá del análisis y de la inter-pretación de la situación del hecho sa-larial en Francia y en Alemania, Mau-rice, Sellier y Silvestre consagran elúltimo capítulo de su obra a la de-fensa de su planteamiento («análisissocietal») frente a otros como el dela teoría económica del capital huma-no, el enfoque marxista, la sociologíade las organizaciones y de las «rela-ciones industriales». De este modoamplían su campo de reflexión y dedebate sobre los temas que abordan.

Por todo ello se trata de una obradigna no sólo de ser leída, sino tam-bién reflexionada por cuantas perso-nas se ocupan, sea en términos teó-ricos, sea en términos prácticos, deproblemas de formación, organizaciónempresarial o relaciones colectivas deproducción. Nos gustaría, sin embar-go, indicar algunos puntos de discu-sión por considerarlos, cuando menos,complementarios.

Los autores muestran en su inves-tigación la «coherencia societal» exis-tente entre la relación profesional, larelación organizacional y la relaciónindustrial en Francia y en Alemania;coherencia que, según su planteamien-to, deberá poder ser descubierta encualquier otro país. Ahora bien, elplanteamiento áe ¿icha coherencia pa-rece apoyarse en su interfuncionali-dad, y esta funcionalidad no puedemenos de ofrecer dificultades a la

comprensión y explicación de cual-quier tipo de cambio significativo enel ámbito abordado.

Sorprende, por otro lado, que enun enfoque que se pretende «societal»no se haga entrar en juego a un actorclave en las relaciones sociales de pro-ducción moderna: el Estado. Recor-demos que en todos los planteamien-tos y análisis de las relaciones indus-triales se le considera como un actorfundamental y que su consideraciónha sido siempre de una alta rentabi-lidad explicativa.

La última observación que haría-mos al trabajo de Maurice, Sellier ySilvestre está probablemente ligadacon el cambio en el tipo de proble-mática en el área de las relaciones so-ciales de producción que ha tenidolugar con motivo de las transforma-ciones productivas aparecidas en losúltimos años. En los años en que losautores llevan a cabo su investiga-ción, la economía y la sociología deltrabajo sólo se ocupaban de una ca-tegoría de relaciones: las actuantes enla «economía regular». Hoy en día,el ámbito de reflexión se ha extendi-do a las de las pequeñas unidades deproducción y a las de la «economíairregular». En este sentido, no hayduda de que el modelo de análisisaplicado a las relaciones de aquella«economía» es difícilmente aplicablea las de las pequeñas empresas y mu-cho menos a las de la «economía irre-gular» (basta leer, por ejemplo, laobra de G. Wallraff Cabeza de turcopata constatar que nada tienen quever las relaciones de trabajo de losmeister, a las que se refieren los au-tores de la obra que comentamos,

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con las de los contratantes de manode obra turca de las que habla esteautor).

Estas observaciones no hacen más

que matizar el valor de la investiga-ción de Maurice, Sellier y Silvestre.Su interés permanece íntegro.

Carlos PRIETO

J. P. FREY

La ville ¡ndustrielle et ses urbanités: la distinction ouvriers-employés:Le Creusot, 1870-1930

(Lieja, Pierre Mardaga, 1986)

Modestamente planteado como unanálisis acerca del origen y difusiónde la vivienda unifamiliar aislada y,de un modo más general, acerca delas relaciones entre modo de produc-ción y forma urbana, el apretado tex-to que aquí se comenta resulta, másallá de sus motivaciones explícitas,una obra de envergadura excepcio-nal '. La feliz coincidencia en la per-

1 El texto es el resultado de un trabajode investigación realizado, desde 1982, enel marco del Institut de Sociologie Urbainede París. Al menos dos avances de tal tra-bajo habían visto ya la luz: «Le Creusot:urbanistique patronale», Les Aúnales dela Recherche Urbaine, núm. 22, 1984,pp. 3-46, y «Le Creusot: le controle patro-nal de l'urbanisation vernaculaire», Les An-nales de la Recherche Urbaine, núm. 32,1986, pp. 51-59. Algunos materiales cone-xos parecen haber sido utilizados en «Fes-tivités et quotidienneté dans les pratiquesurbaines au Creusot», Milieux, núm. 7-8,1981, pp. 30-35, y en «Les implantationsde la firme Schneider sur le territoire na-tional, 1836-1939», Milieux, núm. 25, 1986,pp. 42-47. Lamento no conocer su tesis detercer ciclo en sociología (La dialectiqueintérieurI extérieur en architecture: essai surla genése de l'espace architectural de laRenaissance, París: Université de Paris-X,1981), que permanece, hasta donde se mealcanza, inédita. La preocupación del autorpor problemas espaciales puede ser com-

sona de su autor de la doble condiciónde arquitecto y sociólogo hace de ellauna luminosa y pormenorizada refle-xión acerca de la dinámica y caracte-rísticas de la ciudad industrial y, másallá todavía, acerca de las relacionesentre espacio y sociedad.

1. El escenario empírico en el queesa reflexión se despliega y, a la vez,se construye no es otro que Le Creu-sot, ese «ejemplo caricaturesco de larelación entre la industria y la ciu-dad» (p. 350). Caricaturesco en undoble sentido, además, lo que no hacesino reforzar lo atinado de tal elec-ción. Tanto en su irresistible ascensoa lo largo de la segunda mitad delsiglo xix y primera mitad del actualcomo en su brusca decadencia de lasúltimas décadas, la ciudad de Le Creu-sot expresa, espacial y socialmente,las cambiantes pulsaciones de la acti-vidad industrial, y más específicamen-te de la gran siderurgia francesa, de

probada a través de, por ejemplo, «L'archi-tecte Tony Garnier et l'urbanistique sociale-demócrate», Milieux, núms. 11-12, 1983,pp. 120-131, y de «Tintin ou l'espace d'uneutopie», Milieux, núm. 22, 1985, pp. 42-45.

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la que constituye una de las cunasprivilegiadas. Pero es que, a la vez,en Le Creusot (feudo, durante cientocincuenta años, de la dinastía de losSchneider y escenario de uno de losejemplos más acabados de estrategiasy prácticas de signo paternalista quenos ha dado la historia), la ciudadmisma, capital social, pasa a consti-tuirse en medio de producción. Es esadoble faceta de, por un lado, produc-to directo de la actividad industrialy, por otro, condición igualmente di-recta de su desarrollo la que hace deLe Creusot un laboratorio inmejora-ble para el análisis concreto (teóricoy empírico, pues) de las relaciones en-tre fábrica y ciudad y, más específi-camente, de las prácticas sociales delespacio que se encuentran en la basemisma de esas relaciones.

Porque ése es, en el fondo, el temaprimero de la obra o, al menos, suhilo conductor. Aquello que, en cual-quier caso, señala un punto de infle-xión metódico respecto de las dosobras francesas esenciales que, cadauna por su lado, habían abordado enla última década el análisis de la ciu-dad industrial desde la óptica de laciudad de fundación patronal. Desdeposiciones teóricas difícilmente conci-liables, tanto la obra de Murard yZylberman2, duramente atacada aquí,como la de Devillers y Huet3 , de laque el libro que aquí se comenta seve como prolongación (véase p. 20),

2 L. MURARD y P. ZYLBERMAN, «Le petittravailleur infatigable ou le proletaire re-generé: villes-usines, habitat et intimitésau xixe siécle», Recherches, núm. 25, 1976.

3 C. DEVILLERS y B. HUET, Le Creusot:naissance et développement d'une ville in-dustrielle, 1782-1914, Seyssel: Champ Val-Ion, 1981.

se detienen en el estrato de las estra-tegias o, en el mejor de los casos, enel de las prácticas patronales. Es jus-tamente en ese punto en el que la re-flexión de Frey comienza. No sola-mente restituyendo con detalle la plu-ralidad de prácticas no patronales enpresencia, sino también desmenuzan-do la diversidad de las articulaciones,cambiantes en el tiempo, entre unas yotras. Es por ello por lo que, leyendoel libro de Frey, uno tiene la sensa-ción ineludible de, al fin, tocar tierra.Y ello por encima, o tal vez a causade, una armadura conceptual explícitay de notable rigor, y de un lenguaje yde una metodología del trabajo empí-rico considerablemente formalizados(que no excluyen, sino todo lo contra-rio, el empleo feliz y ajustado del tes-timonio de los contemporáneos).

Ello es posible gracias al metódicodominio del autor de la difícil transi-ción analítica entre el plano de las es-trategias y el plano de las prácticassociales. La mediación conceptual queregula ese hiatus es, para Frey, la no-ción de «programación del espacio so-cial» o, más concretamente., la de «ur-banística patronal». Una noción cuyafecundidad analítica habrá de incre-mentarse, sin duda, con el tiempo,por cuanto permite pensar a la ciu-dad industrial de fundación patronal(pero también a la ciudad industrialtout court) como algo más (y máscomplejo) que la simple traducción es-pacial de un programa patronal degestión de la mano de obra o, en elotro extremo, como algo menos (ymenos inmediato) que la igualmentesimple expresión espacial del supues-tamente ciego (por espontáneo) juego

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de la actividad económica. Tan lejosde los determinismos económicos co-mo de los voluntarismos estratégicos,la noción de «urbanística patronal»aparece, más bien, como «un códigode organización de los lugares» (pá-ginas 276-277) que regula el comple-jo entrecruzamiento de prácticas (o,para prolongar la imagen de Frey, desintagmas) que se hacen en (y hacena) la ciudad industrial.

2. El autor ha elegido como obje-to específico de análisis una regiónparticular de ese complejo: la de lasprácticas del habitat. Desde esa pers-pectiva, tres son los puntos fuertesque articulan aquel código: la gestiónpatronal directa (por medio de la for-mación de un patrimonio inmobiliarioprivativo) o indirecta (por medio delcontrol de los poderes locales) de laproducción de suelo urbano y, a tra-vés de ella, del crecimiento y organi-zación de la ciudad; la puesta a puntode una tipología arquitectural precisaa través de la elaboración sistemáticade modelos residenciales, y, finalmen-te, la categorización social de la po-blación a través de la especificaciónde los grupos sociales en función desu modo de habitar (véase p. 267).Es este último aspecto (reunión prác-tica de los otros dos) el que, al faci-litar la transición entre el plano delas estrategias y el de las prácticas,de un lado, y entre lo social y lo es-pacial, de otro, se constituye en puntode mira privilegiado del análisis. Seprecisa así un objeto nuevo en la re-flexión socioespacial de la ciudad: lasurbanités, es decir, los modos y gra-dos de apropiación de la ciudad a tra-vés del habitat e, inversamente, las

formas de «socialización de la cotidia-neidad a través del proceso de urba-nización» (p. 176).

Para Frey, ese objeto se hace em-píricamente observable a través delanálisis de los modos de relación dela vivienda con su exterior: «la rela-ción de la casa con la calle sinteti-za (...) las relaciones de la viviendacon el espacio público y con el espa-cio urbano en su conjunto» (p. 178).En la perspectiva explícita de recons-truir la «historia arquitectural de lasociedad» (p. 30), el examen de esarelación exige de una elaboración delconcepto de tipo arquitectural que va-ya más allá de todo formalismo a pos-teriori y que se muestre capaz de darcuenta de la disposición morfológicade los espacios y, a la vez, de lascondiciones sociales históricas de pro-ducción y de apropiación de los dife-rentes modelos residenciales (véansepp. 115-119). Los rasgos relevantesretenidos para la elaboración de esatipología serán, de un lado, la condi-ción colectiva o unifamiliar del in-mueble y la forma de inscripción deéste en la parcela y, de otro, el statussocioprofesional (previsto y efectivo)de los ocupantes. La combinatoria deuno y otro rasgos constituye la me-diación metodológica que permite ob-servar las modalidades de relación en-tre la estrategia patronal de especifica-ción social de la población asalariaday, simultáneamente, las prácticas deestas mismas poblaciones en relaciónal espacio social de la ciudad en suconjunto.

Es así cómo el lector puede asistir,asombrado, a la aparición, desde1826, de lo que, casi sin duda, es el

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primer ejemplo continental de vivien-da unifamiliar obrera (el barrio deLa Combe des Mineurs, de probableorigen gales), o a la lenta formación,a partir de 1870, de un tipo residen-cial, el pavillon, específicamente des-tinado a (y efectivamente ocupadopor) los empleados, ese segmento so-cial cuya inserción «intermedia» enla estructura social lo convierte eninstrumento de primera magnitud delas estrategias patronales de gestiónde la mano de obra. El lector puedeasistir, en suma, al nacimiento delhabitat moderno de las poblacionesasalariadas.

3. Y, sin embargo, no es (sólo)del habitat de lo que este libro habla.Si lo hace es sólo para mejor refor-mular en términos sociológicos la dis-tinción, de estirpe heideggeriana, en-tre habitat y habitar, entre espacio(objetivo) y apropiación (vivida) delespacio 4. En la reflexión de Frey, «lostipos de habitat [son] consideradoscomo la traza de la concepción deun espacio y de las categorías de po-blación que le son destinadas y, si-multáneamente, como la marca delmodo de vida de los habitantes» (pá-gina 8). La focalización de esa simul-taneidad no es en modo alguno ca-sual. Pese a aparecer escasamente de-sarrollada, la problemática a la quecreo se apunta, de estirpe frankfurtia-na en este caso, no es otra que la delas prácticas tendentes a superar ladivisión capitalista entre trabajo y vi-da, a reconstruir, más allá de esa se-

paración, la unidad vivida de la exis-tencia entera. Es así como resultacomprensible la relevancia analíticaatribuida por Frey a las prácticas delhabitat y, más específicamente, a losmodos de relación entre la vivienda ysu exterior público. Porque esa rela-ción constituye, para el autor, «el lu-gar privilegiado de apropiación del es-pacio por el habitante, la expresióndel dominio de la totalidad de su serreconstituido por encima de la aliena-ción en el trabajo y de la parcelaciónde sus actividades urbanas; el únicoespacio en el que podrá escapar de lassegregaciones y de las exclusiones delespacio urbano a través de un senti-miento de chez-soi que deviene, paraél, su mundo e, ideológicamente, un"mundo en sí": su casa en su parcelade terreno» (p. 177; véase, también,p. 58).

No estoy seguro de que esa consi-deración sea extrapolable al conjuntode la población asalariada. No estoyseguro de que su validez vaya másallá- del segmento de los empleadospara los cuales el pavillon nace (véasep. 179) y que, lanzados a la carreradel ascenso social, parecen hacer suyala compulsión vivencial del burguésde reconstruir su propia existencia apartir del interior de una vivienda enla que pueda dejar, privada y privati-vamente, sus «huellas» 5. No estoy se-

4 Véase T. PAQUOT, «Habiter l'utopie»,en Le familistére Godin á Guise: habiterl'Utopie, París: Les Editions de La Villet-te, 1982, pp. 195 y ss.

5 Walter Benjamín ha escrito páginas in-olvidables al respecto. Me resulta imposibleresistir la tentación de transcribir algunospasajes: «Bajo Luis Felipe el hombre pri-vado pisa el escenario histórico. (...) Elámbito en que vive se contrapone por pri-mera vez para el hombre privado al lugarde trabajo. El primero se constituye en elinterior. La oficina es su complemento.El hombre privado, realista en la oficina,

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guro, finalmente, de que en el casode las poblaciones obreras ese lugarprivilegiado de reconstrucción existen-cial (o, como diría Fourier, ese «pi-vote») no deba buscarse más allá dela división que de tal reconstrucciónexige, más allá de la separación entretrabajo y no-trabajo, entre fábrica yvivienda: en la calle, pues6.

Por encima de esas diferencias deopinión, el planteamiento de Freypresenta, en este punto, el indudablevalor de haber abordado empíricamen-te tan grave cuestión, dirigiendo lainvestigación en una dirección quedesborda la ontología para ingresar enel ámbito del análisis histórico de lasprácticas sociales de vida cotidiana y,por esa vía, en el más vasto terreno

exige del interior que le mantenga en susilusiones» (W. BENJAMÍN, «París, capital delsiglo xix», en W. BENJAMÍN, Poesía y ca-pitalismo: iluminaciones, II, Madrid: Tau-rus, 1980, pp. 181-182). O, también: «des-de Luis Felipe encontramos en la burguesíael empeño por resarcirse de la pérdida delrastro de la vida privada en la gran ciu-dad. Lo intenta dentro de sus cuatro pare-des. (...) Incansable le toma las huellas atoda una serie de objetos. (...) La casa sele convierte en una especie de estuche.La concibe como una funda del hombre enla que éste queda embutido con todos susaccesorios; y esparce sus rastros, igual quela naturaleza esparce en el granito unafauna muerta» (W. BENJAMÍN, «El Parísdel Segundo Imperio en Baudelaire», enBENJAMÍN, Poesía..., pp. 61-62).

6 Véanse M. HALBWACHS, Las clases so-ciales, México [etc.]: Fondo de CulturaEconómica, 1950, pp. 130-131; A. FARGE,«Un espace urbain obsédant: le commis-saire et la rué á Paris au XVIII' siécle»,Les Révoltes Logiques, núm. 6, 1977. Véa-se, también, J. M. SIERRA ALVAREZ, Elobrero soñado: del paternalismo industrial:Asturias, 1860-1917, Santander: Universi-dad de Santander, 1986 (inédita), pp. 387-388.

del análisis sociológico de la morfolo-gía y de la dinámica sociales.

4. En lo que a este último aspec-to se refiere, la posición de Frey nodeja lugar a dudas: «las simples cate-gorías económicas y la simple referen-cia a la renta o al tipo de consumoson insuficientes, e incluso inadecua-das, para dar cuenta del cambio en lamorfología social y en las relacionesde clase» (p. 8). De ahí la importanciateórica atribuida a la noción de prác-tica social, en la línea que conducede Marx a Thompson, pasando porLukács (pero también por Korsch),o, en otro ámbito, de Weber y Durk-heim a Bourdieu, pasando por Halb-wachs7. Toda teleología «estructural»de la dinámica social es esquivada así;lo relevante, entonces, es la conside-ración de «las modalidades de acciónde los grupos sociales en tanto quesujetos, y de las condiciones prácticase ideológicas de esa acción» (p. 7).En ese contexto, la noción de «modode vida», en tanto que reunión de loobjetivo y lo subjetivo, en tanto quemediación entre estructura y cons-ciencia, habrá de permitir la recons-trucción de la matriz de las prácticassociales 8.

7 Especial relevancia al respecto presentael reciente debate Thompson-Anderson enrelación a Althusser. Véanse E. P. THOMP-SON, Miseria de la teoría, Barcelona, Críti-ca, 1981, y P. ANDERSON, Teoría, políticae historia: un debate con E. P. Thompson,Madrid: Siglo XXI, 1985.

' Al respecto se echa de menos en ellibro una elaboración más detallada de lanoción de «necesidades sociales» (véansepp. 102-103); en el marco de la propiaproblemática definida por Frey, la utiliza-ción de las elaboraciones de Ágnes Hellerresulta inestimable. Véase, sobre todo,A. HELLER, Teoría de las necesidades en

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Y es en este marco en el que tienelugar la (a mi juicio) esencial aporta-ción epistemológica del texto de Frey.Para él, en efecto, el análisis del es-pacio y de las representaciones quelos diferentes grupos sociales se hacende él constituye un momento de espe-cial significación en la reconstrucciónde aquella matriz. El espacio no esconcebido ya ni como un «medio»(ni físico, como en el determinismoclásico; ni cultural, como en el deter-minismo ecológico-humano) de la ac-ción social ni como «producto» de lalógica económica del capital. Ni va-riable independiente ni variable de-pendiente, el espacio aparece, másbien, como una interfase, heurística-mente insoslayable, en el análisis dela dinámica social. Las prácticas so-ciales del espacio (y no ya en el espa-cio) constituyen, así, un elemento im-portante en la explicación de la géne-sis histórica de los grupos sociales:al menos como hipótesis, «el espaciojuega un papel en la especificación delos grupos sociales» (p. 21)9. Perotambién, por ello, en la evolución delas relaciones entre las clases: el aná-lisis de las relaciones entre industria

Marx, Barcelona: Península, 1986. Desdeel ámbito específico de la geografía, talvez no estaría de más la reconsideración,en una problemática de estas característi-cas, de la vieja noción de «género de vida».Resulta estimulante al respecto la conexiónentre Durkheim y Vidal de la Élache, pues-ta de relieve por Giddens. Véase «Espacio,tiempo y política en la teoría social», De-bats, núm. 14, 1985, pp. 103-109. Entre-vista de D. Gregory a A. Giddens.

' En otro lugar: «la producción históri-ca de los grupos sociales y de las relacio-nes de clase no son independientes, a co-mienzos de este siglo, de la forma de con-siderar, de producir, de investir y de apro-piarse del espacio urbano» (p. 7).

y territorio (y, más específicamente,entre industria y ciudad) constituye,desde este punto de vista, una víasignificativa de aproximación al másgeneral problema de la evolución his-tórica de las relaciones entre capitaly trabajo. Así, si en las primeras fasesde la industrialización capitalista laciudad industrial (y particularmentela ciudad de fundación patronal) cons-tituye un instrumento estratégico deprimer orden en el vasto proceso deliberación de la mano de obra de susanclajes económicos y territoriales 10,más adelante, cuando la aceleraciónde la tendencia a la baja de la tasa deganancia exija de una renovada movi-lidad (económica y territorial) del ca-pital, aquella misma ciudad industrialse convertirá en un fardo demasiadopesado, del que el capital financierotenderá a deshacerse como si de unestorbo se tratase u . El erial industrialno es otra cosa, desde este punto devista, que la otra cara de la ciudadindustrial: la forma actual de despil-farro y destrucción de fuerzas pro-ductivas sociales, es decir, territoria-lizadas.

J. SIERRA ALVAREZ

10 Gaudemar ha propuesto el término de«movilización general» para denominar aese proceso. Véase J. P. DE GAUDEMAR, Lamovilización general, Madrid: Las Edicio-nes de La Piqueta, 1982.

11 Al respecto, véase J. LOJKINE, El mar-xismo, el Estado y la cuestión urbana, Mé-xico: Siglo XXI, 1979, pp. 145-146. Véa-se, también, la discusión de la tesis deLojkine en este punto en P. VELTZ, «Lesentreprises et la stabilisation de la main-d'oeuvre: (notes comparatives sur les sidé-rurgies anciennes et modernes)», Révued'Economie Régionale et Urbaine, 1983(1), pp. 27-41.

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MERCEDES LÓPEZ

MZA. Historia de sus estaciones

(Madrid, Ediciones Turner - Colegio de Ingenieros de Caminos, Canalesy Puertos - Fundación de Ferrocarriles Españoles, 1987)

Patrimonio industrial/arqueologíaindustrial

Hace ahora dos años que asistimoscon impotencia al derribo injustifica-do de la antigua estación del históricoferrocarril de Langreo en la ciudad deGijón.

Unas breves notas biográficas so-bre este ferrocarril nos indican quenació tras tres intentos frustrados desacar por vías para su embarque elcarbón al puerto de Gijón. Fue a me-diados del siglo xix, y en la personadel duque de Riansares, segundo es-poso de la reina madre María Cristi-na, quien volcó sus influencias y ca-pital en lograr, como indica GermánOjeda en su libro Asturias en la in-dustrialización española, «dar servicioa sus explotaciones, lo que permitirávender por fin más carbón, de mejorcalidad ya menos precio».

Una vez consumado el derribo sedescubrió que en unas dependenciascontiguas existía una parte fundamen-tal de los archivos de este ferrocarril.Los intentos de rescate de estos ma-teriales resultaron infructuosos, sien-do vendidos al peso de papel a unchatarrero local. Otra parte de estosarchivos quedó en manos privadas,dispersa y sin ningún control. En laactualidad, sobre el mismo lugar deesta hazaña se levanta una «majestuo-sa» estación de hormigón arquitectó-nico, de estilo compatible con la ar-

quitectura más descontrolada de losaños sesenta.

Esta anécdota traza un perfil clarode la realidad que está ocurriendo conel patrimonio industrial histórico eneste país. Con la desaparición de estaestación y de otros muchos edificiosindustriales históricos se constata uncierto desprecio hacia los monumen-tos del progreso del siglo xix, de cla-ras connotaciones estético-emblemáti-cas y que albergaban un momento se-cular de la Historia: la revoluciónindustrial.

Altos hornos, industrias manufac-tureras y minería, claves en el estudiode la industrialización del siglo xix,poco podían comprenderse sin contarcon el ferrocarril. Hasta ahora, estavisión quedaba en manos de la histo-ria económica, cuyas aportaciones hansido decisivas en la comprensión de larevolución industrial. No obstante, elpatrimonio industrial, a través de laarqueología industrial, puede aportarun punto de vista «diferente» desdeel estudio sistemático de la culturamaterial. En este sentido, las notasque siguen analizan dos aspectos. Poruna parte, establecer qué aportacio-nes puede dar la arqueología indus-trial a la construcción de la historiareciente; por otra, los logros alcan-zados a través de lo que podemosconsiderar experiencias piloto: éste esel caso de la publicación MZA. His-toria de sus estaciones, de la que es

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autora la profesora Mercedes LópezGarcía.

Sin quererlo, las crónicas coinciden.Se cuenta que la arqueología indus-trial en sus orígenes nació en Inglate-rra, fruto de dos actitudes. Una decontenidos ampliamente populares ydirectamente ligada al derribo de laestación de Euston, en el centro deLondres, obra del arquitecto PhilipHardwick en 1835-39, operación cu-yos fines concretos eran la búsquedade suelo edificable dentro de la tramaurbana de la ciudad. Esta desafortu-nada actuación encontró eco en cier-tos sectores de la sociedad inglesa,preferentemente entre historiadores ycientíficos, que veían en este hechoun asedio y derribo a la memoria co-lectiva de la sociedad industrial ingle-sa. En los años cincuenta y siguientes,de forma simultánea se abren algunasvías de penetración de la arqueologíaindustrial dentro de los círculos uni-versitarios, de forma muy particularen aquellos departamentos de historiaeconómica. Así, la Universidad deBath crea un departamento dedicadoa esta joven ciencia; la Universidadde Birminghan desarrolla un ampliocatálogo de cursos de estudio, inves-tigación y doctorado sobre la arqueo-logía industrial en diferentes facetasque van desde la historia de la inge-niería, el diseño, la documentación ci-nematográfica, hasta el desarrollo ur-bano de las ciudades industriales, ala vez que se coordinan los esfuerzospara el levantamiento de un museoactivo al aire libre en donde se desa-rrollen técnicas de estudio y se con-temple el panorama de la revoluciónindustrial en sus orígenes: me estoy

refiriendo al Ironbridge Gorge Mu-seum Trust.

Francia, por su parte, aporta lacreación del Ecomuseo de Le Creusot,a la vez que la inclusión de la arqueo-logía industrial dentro de los curri-culum en ciertos centros universita-rios. El resto de Europa, desde Sue-cia hasta Italia, se incorpora, conmás o menos lentitud, al desarrollo deesta nueva aportación de la revalori-zación del patrimonio industrial co-mo monumento y documento.

¿Qué puede haber de específico enla arqueología industrial para justifi-car ser incorporada a la categoría de«ciencia»? En este sentido, y partien-do de los conceptos tradicionales dela arqueología clásica, ha de entender-se que sus fines intentan analizar demanera rigurosa, sistemática y verifi-cable los restos materiales y las acti-vidades humanas de una sociedad de-terminada; en este caso, de la socie-dad industrial. El método arqueológi-co industrial aporta a la cultura ma-terial un nuevo elemento de análisis:sus restos físicos y humanos aún estáncandentes y vivos y, de manera direc-ta, han contribuido a un reciente de-sarrollo económico y social. A las tra-dicionales categorías de la arqueolo-gía, prehistórica y clásica, habrá queañadir una nueva, la que definiremosde ahora en adelante como arqueolo-gía industrial.

¿Qué límites temporales deben po-nerse a la arqueología industrial? Di-ferentes autores opinan de forma con-tradictoria. Por una parte, hay quie-^nes establecen que la arqueología in-dustrial ha de abarcar sólo y exclusi-vamente los restos físicos, ideológicos

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e intelectuales entre un período de-terminado, es decir, desde el si-glo xvn hasta la mitad del siglo xx.Esto supone limitar geográficamenteel desarrollo de la investigación deforma restringida a países marcadospor la revolución industrial, es decir,Inglaterra, Francia, Alemania y Esta-dos Unidos. Por contra, hay quienesopinan que el elemento motriz de laindustria está en el proceso continua-do de una ciencia y una técnica a lolargo de la historia de la Humanidad;a tal propósito, Lewis Mumford pre-fiere denominar este campo con elepígrafe arqueotecnia. Para este au-tor, la ecotecnia (equilibrio de la téc-nica), la paleotecnia (la técnica anti-gua) y la neotecnia (la innovación enla técnica) están unidas por un hiloconductor que arranca desde las so-ciedades primitivas.

El debate sigue abierto, pero loque podemos avanzar entre estas dosposiciones es la necesidad inmediatade analizar, a través de los restos fí-sicos, la existencia de una culturamaterial, fundamental para compren-der los hechos históricos. Y, en se-gundo término, debemos de matizarel término «industrial», ya que a tra-vés del mismo circunscribimos exclu-sivamente el objeto de estudio de estajoven ciencia a unos lugares determi-nados.

No deja de ser curioso y hasta per-turbador que las propias defensas yataques de estas posiciones sean sos-tenidos por aquellos que ven en laarqueología industrial una comple-mentariedad «auxiliar» a otro campodeterminado de la Historia. De todoslos debates abiertos en este sentido

ha prevalecido hasta ahora la idea deque la arqueología industrial debe te-ner registros integradores para todosaquellos campos de las ciencias socia-les y humanas con capacidad de reso-lución en sus planteamientos en unorden «generalista».

MZA. Historia de las estaciones

Hace cosa de cuatro años que unreducido grupo de personas intentóponer en pie todo un proyecto de in-formación y difusión sobre el patri-monio industrial y la obra pública através de la arqueología industrial.

Esta actividad no tiene nada quever con los exóticos proyectos cul-turales oficiales. La labor realizadadebe ser contemplada como los inten-tos de abrir brecha en el panoramaactual español, con grandes áreas enserios procesos de desmantelamientoindustrial. Desde donde escribo estasnotas, en Asturias, tenemos una amar-ga experiencia sobre el tema. Aúnhoy estamos en el vértice de la des-aparición de un legado histórico in-mediato a ritmos vertiginosos. Un da-to puede ser clarificador: en el perío-do de tres años han desaparecido enAsturias medio millón de metros cua-drados de patrimonio industrial, in-cluyendo en sus edificios archivos ydocumentos de fábricas hoy imposi-bles de recuperar.

El caso de Asturias es identificablecon el de Euskadi o el de Catalunya,Andalucía, etc. Los ejemplos son de-masiados para recitarlos aquí.

La labor emprendida ha tomadocuerpo a través de la creación, hace

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cosa de un año, de la Asociación Es-pañola del Patrimonio Industrial yla Obra Pública, con unos fines cla-ros: investigar y proteger.

Los avances dados están despropor-cionados por la acción de la piqueta.No obstante, algo se mueve. En estesentido, la aparición del libro MZA.Historia de sus estaciones puede serconsiderado como un avance signifi-cativo, ya que su autora se atrevecon un área de trabajo cuya labor esardua, difícil y comprometida, comoes sacar a la luz pública un patrimonioferroviario inédito y de difícil conso-lidación. Pero, además, nos lo cuentade manera diferente, es decir, se or-ganiza una fórmula propia de análisisa través del estudio sistemático de lacultura material y de una lectura di-ferenciada de los archivos ferroviarios.

Al leer este libro descubro escenasolvidadas de mi infancia. He recono-cido al fogoneru, a los engrasadores,viajantes con maletas y gabardinas,estraperlistas del hierro, vagos, seño-ritos con billete de primera, guardiacivil, prófugos, carteristas, humedad ylluvia. Es una escena lejana, pero lle-na de motivaciones. Ese día, un tíomío se iba a hacer las Américas. Eltren, el mismo de hoy, salía a las10,40 de la estación de Gijón.

¿Qué nos queda de esta memo-ria...? Quizás sus lugares.

Estas notas se escriben cuando unospolíticos a cuatro patas resuelven de-rribar las antiguas instalaciones de la

Siderúrgica del Valle de Langreo.Una vez todo liso y laso, pretendenconstruir una «Ciudad Industrial».De manera farragosa y un tanto deescaparte, sueñan con «los japone-ses». ¡Ja!

LECTURAS ACONSEJADAS

GOBIERNO VASCO - GENERALITAT DE CATA-LUNYA: Actas de las I Jornadas sobre laProtección y Revalorización del Patrimo-nio Industrial.

VARIOS AUTORES: The Industrial Archeo-logy of the British Isles, Douglas andCharles Ltd.

DUMAS, Maurice: L'archeologie industrielleen France, París, Editions Robert Lan-font.

NEGRI, Antonello, y otros: Archeologia in-dustríale, Touring Club (Italia).

PEVSNER, Nikolaus: Historia de las tipologtas arquitectónicas, Barcelona, EditorialGustavo Gili.

OJEDA, Germán: Asturias en la industria-lización española, 1833-1907, EditorialSiglo XXI.

VARIOS AUTORES: Maisons du peuple. Ar-chitecture pour le peuple, Bruselas, Edi-tions de Archives d'Architecture Mo-derne.

MUMFORD, Lewis: Técnica y civilización,Alianza Universidad.

LÓPEZ, Mercedes: MZA. Historia de susestaciones, Madrid, Ediciones Turner -Colegio de Ingenieros de Caminos, Ca-nales y Puertos - Fundación de Ferroca-rriles Españoles, 1987.

MONTANER, José María: Arqueología in-dustrial en Catalunya, Barcelona, Cajade Ahorros y Pensiones.

COSSONS, Neil, y TRINDER, Barrie: The IronBridge, Publications by Museum IronBridge, 1979.

Carlos CAICOYA

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PETER B. DOERINGER y MICHAEL J. PIOREMercados internos de trabajo y análisis laboral

(Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1985)

Publicada en Estados Unidos en1971, esta obra, compendio resumidode las investigaciones de sus autoressobre el mercado de trabajo norteame-ricano durante la década de 1960, notardó mucho en convertirse en unclásico de la economía laboral. No esde extrañar, pues, que fuera una delas primeras obras que el Consejo ase-sor de la colección «Economía delTrabajo», del Ministerio de Trabajoy Seguridad Social, considerara tradu-cir. El acontecimiento contó, además,con la feliz casualidad de que los au-tores estaban preparando la publica-ción de una segunda edición inglesa,a la que iban a añadir una nueva in-troducción que recogiera su valora-ción, quince años después, de losavances y problemas de la teoría porellos formulada. Así, pues, no sólose publicaba una obra de lectura obli-gada para toda persona interesada enlos problemas del mundo laboral, sinoque se contaba, además, con una apre-ciación actualizada de sus propios au-tores.

Desde luego, ni las ideas ni losescritos de los autores, especialmentelos de Piore, son desconocidos para ellector español, pues ya se habían tra-ducido su compilación sobre Paro einflación (Madrid, Alianza Editorial,1983), cuyo subtítulo, Perspectivasinstitucionalistas y estructuralistas, esde lo más elocuente, y algunos traba-jos sueltos, entre ellos varios extrac-tos de Mercados internos..., así comoextensiones teóricas sobre las causas

del dualismo del mercado de trabajo,en mi compilación El mercado de tra-bajo - Teorías y aplicaciones (tambiénpublicado en Alianza en 1983).

La importancia de Mercados inter-nos... radica en la introducción en elcampo del análisis económico, domi-nado por el llamado «pensamientoneoclásico», cuyo marco de referenciafundamental es el modelo individua-lista de toma de decisiones, de dosconceptos difícilmente subsumiblespor dicho marco teórico: por una par-te, los mercados internos de trabajoy, por otra, el dualismo laboral (ori-gen de la posterior teoría de la seg-mentación).

¿Qué son los «mercados» internosde trabajo? En esencia, se trata de lanegación misma de las fuerzas delmercado, lo que le confiere a la ex-presión unos tintes indudablementeparadójicos (como decía Peter Temin,ilustre historiador económico delMIT, los economistas están tan ata-dos a sus conceptos básicos que losutilizan hasta para negarlos). Se diceque existen mercados internos cuan-do la decisión sobre la cantidad detrabajo que se va a utilizar y sobreel precio que se va a pagar por élno se rigen por las «leyes» de laoferta y la demanda, sino por normasde tipo administrativo, de las queDoeringer y Piore señalan como para-digmáticas: los convenios colectivosfirmados entre las empresas y los sin-dicatos.

El concepto de mercados internos

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suscita, al menos, dos grandes pregun-tas: 1.a) ¿hasta qué punto se trata deun fenómeno de carácter general enlas relaciones laborales?, y 2.a) ¿porqué existen mercados internos? Setrata, evidentemente, de dos pregun-tas estrechamente relacionadas entresí, pues la respuesta a la primera de-pende, en buena medida, de los fac-tores explicativos que configuran larespuesta a la segunda. Por otra parte,la respuesta a la primera lleva al se-gundo concepto importante de laobra, ya mencionado antes, a saber,el de dualismo económico.

En Mercados internos..., Doeringery Piore no pretenden tanto explicarcomo describir el concepto y ponerde manifiesto su importancia empí-rica en la economía de Estados Uni-dos. Sin embargo, no desarrollan, sibien atisban, posibles contestacionesa los interrogantes que acabamos deplantear, aunque son muy conscientesde su importancia, como lo demues-tra el hecho de que dediquen el capí-tulo 2 (inmediatamente después dela Introducción) precisamente a lacuestión de los orígenes de los mer-cados internos de trabajo, y el capí-tulo 8 (el último antes de las conclu-siones) a valorar el alcance empíricodel concepto, introduciendo la nociónde economía dual.

Por lo que se refiere a los orígeneso causas explicativas de la existenciade mercados internos de trabajo, Doe-ringer y Piore parecen adoptar un en-foque principalmente económico en elque destacan la reducción de los cos-tes (de sustitución de los trabajadoresy de extinción de la relación laboral)como factor desencadenante de la in-

troducción de mercados internos. Sebasan en la idea de que el desarrolloeconómico trajo consigo una serie deelementos (principalmente cambiostecnológicos que tendieron a hacerque las tareas laborales fueran muchomás específicas) que elevaron los cos-tes antes citados, lo que llevó a lasempresas a introducir otros mecanis-mos institucionales (los mercados in-ternos) con el fin de reducirlos. Unsegundo aspecto, complementario delanterior, es la tendencia de los mer-cados internos a «rigidificarse» unavez establecidos. En mi opinión, lalectura de los argumentos de Doerin-ger y Piore, pese a la riqueza de ma-tices, sugiere una explicación más eco-nomicista de la que sus autores pre-tendían dar y, sobre todo, mucho másde la que actualmente están dispues-tos a admitir. Con todo, creo quemerece la pena destacar una idea bá-sica, especialmente importante en es-tos tiempos en que se habla tanto de«flexibilidad» del mercado de traba-jo, a saber: las rigideces (pues «rigi-deces» son las normas que rigen elfuncionamiento de los mercados inter-nos) fueron introducidas en primerainstancia por los empresarios porque(según el aspecto estrictamente eco-nómico de Doeringer y Piore) eranmás eficientes. Queda desmontada,pues, la asociación, que tan a menudooímos, entre flexibilidad y eficiencia.

En cuanto al segundo gran concep-to, el de dualismo del mercado detrabajo (generalizado posteriormentecon el nombre de «segmentación»),se trata de una de las ideas más inte-resantes, manidas y malinterpretadasde la economía laboral. Para Doerin-

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ger y Piore, el punto de partida esque los mercados internos de trabajono son el método de asignación deltrabajo y de determinación salarialutilizado en el conjunto de la econo-mía, sino que existe al menos otro,el del llamado «mercado secundario»,que se rige por normas distintas, másparecidas a las leyes de la oferta yla demanda de los libros de texto deeconomía convencional. Esta idea ini-cial indica que, al menos para Doe-ringer y Piore, la segmentación es unacuestión estructural, es decir, que tie-ne que ver con la existencia de distin-tos mecanismos de asignación del tra-bajo y de fijación de los salarios yno tanto con las características perso-nales de los individuos. La importan-cia de esta concepción es de índolemetodológica: si se puede demostrarque existe segmentación en el sentidoapuntado, todos los análisis y políti-cas basados en la idea del capital hu-mano poseído por los individuos es-tán condenados, en buena medida, alfracaso.

* * *

Los argumentos de Doeringer yPiore han sido retomados por estu-diosos posteriores, al menos desdetres perspectivas. En primer lugar,en una línea estrictamente ortodoxadesde el punto de vista económico,Oliver Williamson y sus colaborado-res han afirmado que los mercadosinternos son la respuesta eficiente alos problemas que plantea el correctocumplimiento del contrato laboralcuando existen «idiosincrasias» en elintercambio. En otras palabras, de loque se trata es de impedir mediantenormas detalladas y esquemas organi-

zativos piramidales la elusión de res-ponsabilidades (el «escaqueo»). Natu-ralmente, estas ideas están muy lejosdel planteamiento inicial de Doerin-ger y Piore, especialmente por su in-tento de generalizar a cualquier situa-ción de intercambio el concepto demercado interno. Por otra parte, enrelación con la segmentación, los au-tores ortodoxos, aferrados a su me-todología individualista, han tendidoa ligar el concepto con la vieja ideadecimonónica de los «grupos no com-petidores» de Cairnes, señalando, ade-más, que lo importante de la segmen-tación es la falta de movilidad entresegmentos. La idea «estructural» ode demanda se convierte así en unproblema de oferta o de capital hu-mano y se desvirtúa su concepcióninicial.

Una segunda vía pretende profun-dizar en los variados argumentos deDoeringer y Piore siguiendo tres ti-pos de análisis: estudios históricosdetallados, exámenes de aspectos es-pecíficos insuficientemente elabora-dos y comparaciones tanto interregio-nales como internacionales de la exis-tencia de mercados internos. A esterespecto, cabe destacar, aparte de laselaboraciones teóricas de Piore ya ci-tadas, los trabajos contenidos en laobra, compilada por Paul Osterman,Internal Labor Markets, que tambiénva a ser publicada en la colección«Economía del Trabajo»; la obra deMaurice, Sellier y Silvestre de compa-ración entre Alemania y Francia (véa-se la recensión en este mismo núme-ro), y las aportaciones del «Interna-tional Working Party on Labour Mar-ket Segmentation», plasmadas hasta

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ahora en varios libros, de los que es-peremos que pronto se publique unaantología en castellano.

En tercer lugar, el concepto demercado interno ha sido recogido porlos autores radicales, quienes han ten-dido a verlo como una fase más deldesarrollo de las relaciones laboralesen el capitalismo. Su principal apor-tación en este sentido consiste en se-ñalar que, en la configuración últimade los mercados internos, no sólo in-tervienen los empresarios (aunquesean ellos los que inicien el proceso),sino también la respuesta de los tra-bajadores. La obra de Edwards, Gor-don y Reidh Trabajo segmentado, tra-bajadores divididos constituye, quizá,el resultado más elaborado de sus in-vestigaciones.

Volviendo a Mercados internos...,el núcleo central de la obra (caps. 3a 7) se dedica a presentar, en primerlugar, el funcionamiento de los mer-cados internos tanto en lo referentea la asignación interna del trabajo co-mo a la determinación de los salarios,

para pasar después a aplicar el análi-sis a tres aspectos laborales tan im-portantes como son el ajuste de lasplantillas, el cambio tecnológico y ladiscriminación racial (aspecto éste ge-neralizable a la discriminación por ra-zón de sexo). No cabe duda de que,en la medida en que el concepto demercado interno es aplicable a un sec-tor significativo de la economía esta-dounidense y quizá también a otraseconomías, la lectura de estos capí-tulos resulta muy instructiva; el nohaber puesto el énfasis en ellos no sedebe a que carezcan de interés, sinomás bien a su carácter descriptivo ya que, en mi opinión (que otro lectorno tiene por qué compartir), los pro-blemas de mayor interés suscitadospor el libro son los apuntados antes.

Por ultimó, resulta obligado seña-lar, aunque se trate de un aspecto cir-cunstancial, la cuidada edición y pre-sentación del libro, rasgo común detoda la colección, que en este caso seacentúa por el precioso cuadro deGuinovart que constituye la portada.

Luis ToHARÍA

PETER J. KATZENSTEIN

Los pequeños Estados en los mercados mundiales.Política industrial en Europa

(Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1987)

El análisis corporatista de las so-ciedades occidentales de capitalismoavanzado comenzó centrándose en lospactos sociales tri o bipartitos que

desde la I I Guerra Mundial se veníanpracticando en algunos países eu-ropeos. Los primeros trabajos se cen-traron también en la búsqueda de de-

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finiciones y en la construcción de mo-delos típico-ideales que describieranadecuadamente la naturaleza de estaforma emergente de reestructuraciónsocial. Con el paso del tiempo se haido poniendo de manifiesto que lospactos sociales no agotaban todas lasprácticas corporatistas que se obser-vaban en la realidad, y que la cons-trucción de modelos típico-ideales desociedades corporativas difícilmentepodían aprehender la variabilidad ycomplejidad de los rasgos que carac-terizan a estas sociedades. Por ello,en los estudios más recientes comien-za a adquirir importancia el análisisde los acuerdos y relaciones de ámbitosectorial entre el Estado y determina-das organizaciones de intereses, parala solución de problemas específicos(reestructuración de sectores indus-triales, o de grupos de empresas den-tro de ellos; relaciones entre la ad-ministración pública y organizacionesprofesionales para la reforma de ser-vicios sociales como la sanidad, porejemplo), frente a los que se veníanhaciendo sobre, la concertación de al-cance nacional. A través de este en-foque mesocorporatista se ha podidoconcluir que las prácticas corporatis-tas no sólo están presentes en los paí-ses en ios que tradicionaímente seproducían pactos nacionales sobre lasdecisiones de política económica y so-cial más importantes, sino también enaquellos otros en los que sólo se pro-ducen acuerdos de ámbito más res-tringido, pero en los que están igual-mente involucradas las organizacionesde intereses y el Estado a través dealgún sector de las administracionespúblicas. Se admite hoy así que el

corporatismo está más extendido delo que la estrechez de los primerosenfoques permitía ver. Y también seadmite que esta tendencia de rees-tructuración social se manifiesta deforma más compleja y difícil de defi-nir de lo que inicialmente se pudosuponer. Existe un acuerdo crecientesobre la dificultad de definir qué esel corporatismo. La extensión y diver-sidad de las prácticas corporatistasson una dificultad muy importante pa-ra poder subsumirlas bajo una solafórmula.

Uno de los méritos más sobresa-lientes de esta obra de Katzenstein esel de analizar el corporatismo en sie-te Estados europeos (Suecia, Noruega,Dinamarca, Holanda, Bélgica, Suiza yAustria), teniendo en cuenta la socio-génesis compleja que ha tenido encada uno de ellos para explicar asílas diferencias y concomitancias quetienen entre sí en relación al origeny mantenimiento de las prácticas cor-poratistas. Katzenstein parte de unanoción «flexible» de corporatismocompuesta de tres características: laideología del interés social y nacionalen materia de política económica ysocial, dentro de estos Estados; laexistencia de grupos de intereses «re-lativamente centra/izados y concentra-dos»; un sistema de negociación «vo-luntario, informal y continuo». Eneste sentido se separa de algunas delas definiciones más «rígidas», comola muy citada de P. Schmitter. Tam-bién señala que la vinculación entrecorporatismo y democracia se produ-ce a través de la relación entre parti-dos políticos y grupos de intereses yde la trama de relaciones que entre

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ambos se establece por la acumulaciónde roles en la élite política. Concluyeque estas características distintivas es-tán presentes, aunque no todas ellasal mismo tiempo, en los Estados mo-dernos y desarrollados. El corporatis-mo democrático, afirma, «puede en-contrarse en todas partes y en ningu-na dentro de los países industrializa-dos». A partir de estos presupuestos,su argumento se dirige a desvelar lascausas que han hecho que el corpo-ratismo sea más fuerte y persistenteen los pequeños Estados que en losgrandes.

La clave que explica la aparicióndel corporatismo durante los setentaen Europa es, según Katzenstein, lacolaboración interclasista, coincidien-do así con una de las causas que co-múnmente se barajan para explicarlo.Se adentra en las circunstancias his-tóricas que han facilitado esta formade colaboración o, lo que es lo mismo,la expansión de la ideología del inte-rés social. Concluye que en estos paí-ses, a pesar de las divisiones internas,lingüísticas, culturales y religiosas, laherencia de un feudalismo débil ge-neró una derecha «menos poderosasocialmente y menos unida electoral-mente que en los países más grandes»,y que el modelo de industrializaciónrural que siguió en casi todos ellosdesde el principio facilitó la colabora-ción y las alianzas entre campesinosy trabajadores. Posibilidad que supoemplear la socialdemocracia y los par-tidos cristianos más progresistas paraestablecer, ya en los años treinta, fór-mulas de colaboración interclasistaque más tarde se verían reforzadas

por las políticas que implantaron elEstado del bienestar.

El sistema electoral de representa-ción proporcional asumido por todosestos países ha facilitado, a su juicio,la representación política de todos lossectores sociales e impulsado la cola-boración entre ellos a causa de losgobiernos de apoyo parlamentario mi-noritario que tal sistema suele ge-nerar.

Considera, finalmente, que la posi-ción dependiente que todos estos paí-ses mantienen en el contexto econó-mico internacional (son exportadoresespecializados en ciertas manufacturase importadores de materias primas ybienes de equipo) les obliga, por unaparte, a mantener una posición de-fensora del liberalismo económico anivel internacional, pero, por otra, aadoptar estrategias internas de ajustede sus estructuras productivas quesean flexibles y cuyos costes no seantan fuertes que rompan el consensopolítico en torno a la ideología delinterés social. Las prácticas corpora-tistas son, según Katzenstein, la for-ma más adecuada de mantener eseequilibrio.

Distingue, entre estos países, aque-llos que han practicado un corpora-tismo que denomina «social» (Aus-tria, Suecia, Noruega y Dinamarca) deaquellos otros en los que predominael «liberal» (Suiza, Holanda y Bélgi-ca). En los primeros, la intervencióndel Estado ha sido más intensa queen los segundos. Tal distinción la ex-plica como resultado de la evoluciónhistórica de estos países y de los gru-pos de intereses dentro de ellos.

Esta obra de Katzenstein es, sin

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duda, una aportación notable para lacomprensión de las tendencias corpo-ratistas de las sociedades desarrolla-das, por cuanto las sitúa en el contex-to de las complejas condiciones es-tructurales políticas, económicas y so-ciales que las originaron y todavía lasmantienen. Explica así el corporatis-mo, desde una perspectiva funciona-lista, como resultado de los mecanis-mos de adaptación que se han produ-cido en estas sociedades para hacerfrente a su peculiar situación de de-pendencia y vulnerabilidad respectoa los mercados internacionales, dadosu tamaño pequeño. En comparación,los grandes Estados industrializadoshan seguido estrategias diferentes ba-sadas en los mecanismos del mercadoy no tanto en los ajustes internos

asentados sobre la colaboración inter-clasista. Con independencia de losaciertos o desaciertos en las interpre-taciones históricas concretas, su aná-lisis introduce elementos de interpre-tación comprensiva de los procesoshistóricos que le permiten construirun argumento plausible sobre el cor-poratismo como la fase en la que handesembocado ciertas sociedades indus-trializadas a través de determinadosprocesos de cambio. No faltan en ellibro referencias, aunque no muy ex-tensas, a las causas que podrían pro-vocar la inestabilidad del corporatis-mo. En suma, una obra ambiciosa ysugerente en la que los estudiosos deltema encontrarán estímulos para la re-flexión.

Manuel PÉREZ YRUELA

RAFAEL LÓPEZ PINTOR

Sociología Industrial(Madrid, Alianza Editorial, 1986)

La obra de López Pintor está es-tructurada en diez capítulos. De ellosconstato que hay cinco (los caps. 1,4, 5, 6 y 7) que son puramente teó-ricos o son descriptivos de posicionesteóricas tanto en la Sociología en ge-neral como en las sociologías indus-triales en particular. Tres capítulos (asaber, el 3, el 8 y el 9) son prepon-derantemente contextúales e históri-cos y hacen referencia al desarrollode las sociedades industriales, en suscentros históricos y en la periferia, ya los problemas de madurez. Los ca-pítulos restantes (el 2 y el 10) alber-

gan una parte descriptiva-teórica ypartes que son contextuales-históricas.

Esta simple constatación de la es-tructura del texto dice suficientemen-te que éste se halla organizado enuna especie de ir y venir de la teoríaa la realidad, y viceversa. La referen-cia al contexto español, tanto políticocomo económico y cultural, es sobre-saliente en los capítulos 3, 8, 9 y 10.Ello implica que un libro de esta na-turaleza, que es presentado más biencomo un manual universitario, con-tiene una enorme cantidad de infor-mación, sea de fuentes estadísticas pú-

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blicas, sea procedente de encuestas.Por consiguiente, el libro de LópezPintor me parece que ha de ser eva-luado, de entrada, como sumamenteútil en tres aspectos:

1.° el teórico-descriptivo, sobre elestado de la disciplina en susvanantes tanto de escuela co-mo territoriales;

2.° el que pone en relación la di-versidad teórica con el contex-to histórico general;

3.° el informativo estadístico.

En estos aspectos, el libro es la ma-nifestación de un considerable esfuer-zo por parte de su autor. Cabe espe-rar que los estudiantes sepan agrade-cerlo. Dichas estas generalidades, pa-semos a los problemas de fondo.

1. Haré en primer lugar referen-cia a la opción más general que hatomado López Pintor para la cons-trucción de su texto, opción que creobien fundada, pero que no deja deplantear problemas, sobre todo encuanto concierne al futuro de la dis-ciplina como conocimiento científico(o que aspira a serlo). Esta opción ge-neral resuelve un problema, pero daorigen a otros nuevos (cosa no infre-cuente en toda actividad humana, in-cluidas las puramente intelectuales).

Dice López Pintor que el objetode la sociología industrial no debelimitarse al estudio de las relacionesen la empresa (p. 12); debe estar másallá de una sociología estrictamentefocalizada en el análisis de la organi-zación empresarial (p. 35); debe com-prender tres áreas de problemas:

— las actitudes y relaciones de tra-bajo,

— la estructura y funcionamientode las organizaciones empresa-riales y laborales, y

— la relación entre industrializa-ción y cambio social (p. 41);

pero, con todo, no puede (o no debe)llegar a ser plenamente una sociologíade la sociedad industrial, lo que bo-rraría sus diferencias con otros análi-sis sociológicos o equivaldría a unasociología omnicomprensiva, dado quenuestras sociedades son generalmentesociedades industriales (p. 35).

López Pintor ha aplicado generosa-mente estos criterios, como muestranlas numerosas páginas dedicadas alcambio social, cultural y político enEspaña y, asimismo, las páginas con-sagradas a dar idea de las principalesconstrucciones teóricas (Saint Simón,Comte, Spencer, Marx, Max Weber,Braudel, etc.) que conceptualizan elgran proceso de la industrialización,su internacionalización y la mundiali-zación del capitalismo industrial.

Que los análisis de las relacionessociales en la empresa hayan de teneren cuenta el contexto en que se pro-ducen y las tendencias mayores de unasituación histórica que no sólo tras-ciende a cada nación, sino que es in-trínsecamente inestable y generadorade continuos cambios, constituye unaaserción aparentemente no problemá-tica, de buen sentido y necesaria paraganar (o para completar) la compren-sión de hechos cuya selección estuvolocalizada en inevitables límites de es-pacio y de tiempo (como en toda in-vestigación). La experiencia de la re-

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flexión cotidiana contribuye a afirmarla aserción. Por ejemplo, en la coyun-tura histórico-política actual, en In-glaterra los sindicatos han estado per-diendo una batalla tras otra, sea fren-te a un organismo público que ges-tiona la producción y comercializaciónde carbón, sea frente a un magnatede la prensa que decidió liberarse deFleet Street y establecer su propiocampamento político y de trabajo, sea(en fin) frente a la legislación anti-sindical por el Gobierno del PartidoConservador; y en este proceso hanido desempeñando su parte jueces ymagistrados, de un modo bastante ge-neral hostiles (con una transparentehostilidad de lucha de clases) a loslíderes sindicales británicos. En Fran-cia, por el contrario, desde que hayen el poder un Gobierno conservador,no son raros los casos de magistradosque ejercen su autoridad de un modotutelar para los trabajadores, siendoel último ejemplo en el momento enque redacto esta nota (ejemplo noto-rio por su eco en los medios de co-municación de masas) el caso delobrero de la fábrica Dunlop, en Mont-lugon (Dept. del Allier), que fue des-pedido por hacer declaraciones al pe-riódico L'Humanité sobre las condi-ciones inhumanas de trabajo impues-tas por la nueva dirección de laempresa (una multinacional japonesa,compradora de la Dunlop). Todas lasinstancias judiciales, sucesivamente re-curridas por la gerencia de la fábrica,han sido (hasta la fecha) favorablesal obrero y restrictivas del poder dis-crecional de aquélla. Y, sin embargo,en Inglaterra hay una fuerte tasa deafiliación sindical, comparativamente

a Francia, y hay una cierta unidadsindical (que contrasta con la plura-lidad y debilidad de los sindicatosfranceses). Es todo el contexto histó-rico-político, e incluso dimensionesculturales, lo que entra en la dife-renciación de los procesos: la pérdidageneral de poder y de capacidad deacción del sindicalismo tradicional bri-tánico, y la sorprendente capacidad deresistencia y de movilización que estámostrando el sindicalismo francés.Reflexión extraída de la experienciacotidiana y que valida las apelacionesal contexto como suministrador deelementos heurísticos necesarios.

Ahora bien, en esta reflexión en-tran componentes que es preciso ana-lizar: unos se presentan como «desentido común» y otros pueden serbase de un genuino razonamientocientífico.

Ya al comienzo de su libro, LópezPintor ha hecho muy bien en recordara los estudiantes (pp. 16 a 18) queel sentido común es el menos cientí-fico de los sentidos, proposición ilus-trada con ejemplos contundentes. Estaprecaución resulta particularmente im-portante cuando se hace apelaciónheurística al contexto social.

En efecto, las dimensiones de uncontexto social son empíricamente ili-mitadas. Los hechos humanos que seconstituyen en procesos y en produc-tos de la acción social son siempre(como decían Hegel o Marx) síntesisde múltiples determinaciones. Duran-te decenios y decenios de investiga-ción y de teorización sociológicas per-manece invariado un modelo cogni-tivo que pone en relación un contex-to, una situación, un actor colectivo,

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una orientación preferente del actory un determinado tipo de acción. Losdos últimos elementos son las varia-bles dependientes, o variables a expli-car. El modelo común de trabajo so-ciológico consiste en hallar en el con-texto o en la situación los factoressusceptibles de producir, influir, con-dicionar, orientar, etc., una acción.Ahora bien, siendo ilimitadas las di-mensiones del contexto y de su parti-cularización social, resulta que sonpotencialmente generadoras de unagran diversidad de teorías que pre-tenden ser portadoras de poder ex-plicativo. Para la receptibilidad desentido común basta que presentemosun argumento plausible, bien razona-do, con evidencia empírica comparti-da por la experiencia directa de algúncolectivo de actores o de observado-res, para dar por satisfactorio y conderecho a un status científico cual-quier construct intelectual. Y, dandopor asumido que es portador de unaverdad parcial (relativa a la selecciónpracticada en las dimensiones del con-texto o de la situación), el sentidocomún concluye que es necesaria lasuperposición o agregación de estasconstrucciones intelectuales para con-seguir una síntesis que satisface lasensibilidad del receptor.

Juzgado desde criterios científicos(o que auspician el rigor propio delconocimiento científico), este procedi-miento es enteramente contestable.En el libro de López Pintor hay ejem-plos suficientes sobre la situación enque se halla la disciplina por lo queconcierne a las definiciones del con-texto (sea llamado así o sea llamadoentorno, environment, milieu, Um-

welt, etc.). Para unos autores, el en-torno de las organizaciones está for-mado por otras organizaciones; paraotros, el entorno es la clientela de laempresa; para otros, el entorno sedefine como una combinación de fac-tores, de los cuales unos son favora-bles y otros son desfavorables a laempresa; para otros, el principal com-ponente del entorno es la incertidum-bre; en fin, para otros, son los valoresculturales que legitiman determinadostipos de acción (cfr. en particular,aunque no únicamente, la p. 39). Laconclusión a extraer es que todos es-tos autores participan de un realismoacrítico, mucho más próximo al pun-to de vista del actor que a los requi-sitos del análisis científico. El entornoes concebido como un stock o un ca-tálogo. En unos casos está constituido(nivel máximo del realismo que seatiene a los observables empíricos di-rectos) por actores reales o poblacio-nes de actores reales, de la mismaclase (aunque no necesariamente dela misma especie) que el sujeto; esdecir, el entorno lo forman organiza-ciones, instituciones, otras empresas,clientes, sindicatos, poderes públicos,etcétera. En otros casos, el entornoes asumido en una forma algo másabstracta (o de un nivel más alto deabstracción), y entonces aparece seacomo mercado, sea como espacio demovimientos reales y observables co-mo la oferta y la demanda, sea comoun conjunto de rasgos o dimensionesculturales, modelos consensuados deacción, orientaciones colectivamentevigentes, valores que satisfacen losprocesos de legitimar, y de mantenerla legitimidad, de unas acciones y

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unos poderes privados. Obviamente,el problema no se halla en que cadaautor practique, en ese stock o en esecatálogo, una selección, dejando apar-te actores o rasgos que pueden sermuy importantes (desde otro puntode vista), pero que él estima no per-tinentes para su construcción intelec-tual. (Si bien hay cosas realmenteportentosas en esta operación de se-,lección. Ningún autor, de entre losque están de manera tan excelenteresumidos en el texto de López Pin-tor, menciona al sistema bancario nia las instituciones de crédito comoparte importante del entorno «real»de las empresas, omisión bien sor-prendente en una epistemología derealismo acrítico y en una época delcapitalismo en que la gran mayoríade las empresas desarrollan su acciónpor el recurso al crédito, por la crea-ción de nuevos activos financieros,etcétera. Omisión que es, a su vez,un indicador de la ignorancia socioló-gica sobre hasta qué punto la relaciónentre empresa y bancos determina nopocas estrategias.) El procedimientoes científicamente insatisfactorio por-que pertenece a un nivel de empiris-mo con el cual son mínimas las po-sibilidades de acumulatividad del co-nocimiento científico. Apela necesa-riamente a la agregación de perspec-tivas (dado que no posee criteriospara justificar la selección negativa,i. e., la omisión de factores, rasgos,otros sujetos, etc., en el stock o catá-logo). Esta agregación de perspectivas(hacia la «verdad» por la complemen-tariedad) no tiene límite, en cuantoel stock o el catálogo son ellos mis-mos ilimitados (cada actor y cada so-

ciólogo puede formular definicionesnuevas del entorno y/o de la situa-ción). Valida las relaciones entre unosfactores y unos comportamientos porlos tests de la estadística matemática,pero esto, si bien aporta conocimientoque puede ser de sumo interés, dejaintocado el problema de la organiza-ción conceptual del entorno y dejairresuelto el problema de la identifi-cación del área de conocimiento quequeda firmemente establecida y quesirve de base para nuevos avances.«Un sociólogo no toma un problemadonde otro lo dejó —escribía, en1970, Edward Shils— porque no es-tá claro dónde el otro lo dejó.»

La cuestión reside en que el entor-no no debe ser saqueado (como se sa-quea una población, para obtener oseleccionar tal o cual elemento másvalioso). El entorno debe ser concep-tualizado. Lo que importa, como sa-bían muy bien los clásicos, y entreellos y sobre todo Durkheim, es laorganización característica de un mi-lieu social, esto es, la conjunciónparticular de ciertos universales socio-lógicos (analíticos) que confieren a undeterminado medio unas característi-cas que son trascendentes a la acciónde los sujetos y a los espacios cogni-tivos con los cuales los sujetos defi-nen su propia situación. El entornopuede ser aprehendido como totali-dad, si se practica una abstracción quesea formalmente correcta y sustanti-vamente pertinente respecto a su ob-jeto. Estas son precisamente las fun-ciones de la conceptualización (conlos conceptos sociológicos que sonuniversales, propios de la disciplina)y de la aplicación de la conceptuali-

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zación al análisis particular de con-texto o de situación. El conocimientocientífico es siempre abstracto, y porello intrínsecamente incompleto. Suincompletud no es resoluble por laagregación o multiplicación de pers-pectivas o de factores. Lo importantees usar las abstracciones de tal modoque tengan poder heurístico, y queéste sea cumulativo.

En el libro de López Pintor es fá-cil constatar que no pocos autores yescuelas han seguido el camino opues-to, explotando a corto plazo el empi-rismo y haciendo un snobismo departicularizaciones y de términos car-gados de psicología para etiquetar lasconductas de determinados actores.

El universalismo conceptual y suaplicación en el análisis de la organi-zación característica de cada contexto(i. e., siguiendo la regla de Durkheimde explicar lo social por lo social ylas orientaciones y conductas de losactores por las características del mi-lieu en el que viven, característicasque han de ser elaboradas analítica-mente, no nombradas empíricamentecomo en un catálogo), son operacionesque permiten, además, algo importan-te: separar en el análisis lo que espropiamente sociológico y hacer esteanálisis más depurado y, por ello,heurísticamente más poderoso.

Veamos esto con referencia al ter-cer gran campo cognitivo postuladopor López Pintor: la relación entreindustrialización y cambio social.

2. La noción de cambio socialfunciona hoy, en el lenguaje común,como un equivalente de la noción deentorno. La diferencia reside en que

ésta tiene una dimensión estática, entanto que cambio social implica pen-sar en modo dinámico los sujetos ylos objetos del entorno. Se introducela noción de proceso; ahora bien, losprocesos no son más que el resultadode que existen sujetos en acción so-bre objetos. No pocas proposicionesque usan el término entorno conser-van su significado y su sentido si enellas se sustituye ese término por elde cambio social. Así acontece conproposiciones que predican la adapta-ción, el control, el ajuste, etc., delos actores (sean individuales o colec-tivos, sea a su entorno o al cambio).Que hay que adaptarse al entorno (oal cambio), o que hay que tratar decontrolar el entorno (o el cambio),constituyen básicamente proposicio-nes que expresan la dicotomía rudi-mentaria del sujeto y del objeto. Eneste caso, la alternancia de los térmi-nos adaptación y control manifiestasimplemente que los actores tienenla posibilidad de ser sujetos o de serobjetos. La complicación semánticano añade nada particularmente nuevoo cualitativo a ese nivel de conoci-miento.

No es sorprendente que la nociónde cambio social, tal como se usa enlos debates hechos en lenguaje coti-diano, haya suscitado la desconfianzade quienes se esfuerzan por conseguirque la sociología sea un día más ri-gurosa y menos vulnerable a la críticacientífica. Pondré como solo ejemplo,en este momento, el de Pierre Naville,quien en una breve nota en L'AnnéeSociologique, 1962 (pp. 495-497) hi-zo una crítica devastadora de una no-ción que, en el modo en que estaba

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siendo usada, no solamente no permi-tía discriminar los sujetos del cambiorespecto de los objetos de cambio,sino que albergaba (y sigue albergan-do simultáneamente) la conversiónrecíproca de unos en otros; («La so-ciedad» puede ser el sujeto de loscambios y el objeto de ellos; otrosí,la urbanización; otrosí, la industriali-zación, etc.) Obviamente, la nociónde cambio social usada sin elaboraranalíticamente admite una cantidad ydiversidad ilimitadas de sujetos y deobjetos constitutivos de procesos decambio. Cada autor puede abstraerel que estime más pertinente para suargumento. Y cada autor puede in-troducir en la noción los elementosque fueron olvidados o desdeñadospor otros autores. Dado que en nues-tra época todo cambia (incluidos loslímites que históricamente se teníanpor incambiables, del espacio humanoy de la acción humana), y dado que,en mayor o menor medida, todo inter-actúa con todo (rasgo intrínseco a lamundialización), parece que deberíaser ya evidente que este espacio cog-nitivo necesita ser repensado de otromodo. En mi opinión, hay que definirel espacio dentro de condiciones su-mamente restrictivas, esto es, situán-dose analíticamente en el extremoopuesto a esas síntesis de todo contodo que expresan lo que son las re-presentaciones inmediatas de la gente(incluidos los- sociólogos). O, dichoen otras palabras: para obtener cono-cimiento con rigor científico habríaque empezar por asumir que no sonmeros bizantismos los esfuerzos "ana-líticos para definir un nivel específicoy unos objetos que se inscriben en él.

En la tricotomía de objetos diseñadapor López Pintor es obvio que losdos primeros campos cognitivos sonbien precisos, en contraste con el ter-cero, cuya extensión y ambigüedadharían perder, en el análisis, la espe-cificidad que legitima que haya unconocimiento sociológico, cuyas di-mensiones analíticas lo diferencian deleconómico, del psicológico, del cultu-ral o del político, etc., propiamentedichos.

Unos años antes de publicar susDieciocho lecciones sobre la sociedadindustrial, en unos seminarios cele-brados en 1959 en una localidad suizavecina a Basilea (seminarios en losque participaron, además de RaymondAron, entre otros, Diez del Corral,B. de Jouvenel, G. Kennan, Ch. Lind-blom, R. Oppenheimer, E. V. Ros-tow, G. Sartori, etc.), Aron se en-frentó muy lúcidamente al problemade. que en la formación y mundiali-zación de la sociedad llamada indus-trial se hallan coimplicados nivelesque es necesario distinguir. Desde uncriterio sociológico, la sociedad indus-trial no se define por la preponderan-cia de la industria, i. e., por la mag-nitud relativa del sector secundario.Este es un criterio económico y, encuanto tal, fue correctamente formu-lado por un economista (Colín Clark).Y Raymond Aron invocaba para suargumento el precedente de Comte:

«Comte (...) no define la socie-dad industrial por la industria.Para Comte no es la creación degrandes fábricas o de concentracio-nes industriales lo característico deesta sociedad. Lo esencial en ellason los tres rasgos fundamentales

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siguientes: Primero: el trabajo li-bre del individuo. Los trabajado-res son libres, no están presos enuna condición hereditaria, ni con-denados a permanecer en el lugar[social] en que les puso su naci-miento. Segundo: el luga/ de cadauno en la sociedad está esencial-mente determinado por la funciónque desempeña en el trabajo co-lectivo. La jerarquía y los valoresson determinados por esta organi-zación funcional del trabajo y dela sociedad. Tercero: el trabajo setransforma por la aplicación siste-mática de la ciencia a la organiza-ción de la producción» (Aron,1960, pp. 80-81).

Aron argumentaba que, desde unpunto de vista sociológico, los rasgosenfatizados por Comte continúan sien-do definitorios para nuestra sociedadactual. Claro es que el propósito com-tiano era más bien la diferenciaciónrespecto a los órdenes sociales feudaly estamental. En este sentido, la con-cepción de Comte es mucho más ex-tensa que las que formularían mástarde tanto Marx como Weber, i. e.,cubre un ámbito histórico muy amplioque no se reduce a la formación, de-sarrollo y dominación sociales por elcapitalismo industrial. El primer ras-go de los enunciados por Aron si-guiendo el precedente comtiano (laabolición de los status legales heredi-tarios) sería también correctamenteclasificable como una condición deldesarrollo capitalista industrial. El ob-jeto de análisis es para Marx y paraWeber menos extenso que para Com-te. Para Weber, el capitalismo se de-fine como la organización del trabajo

formalmente libre. Para Marx, el ejesocial en las formaciones sociales ca-pitalistas consiste en la generalizaciónde la condición de asalariado, conuna precisión importante: que se tra-ta de la relación salarial (formalmentelibre o contractual) integrada en pro-cesos productivos de valorización delcapital. (No será ocioso recordar queMarx dedicó un considerable tiempode su investigación histórica a ras-trear el origen de la relación salarialde tipo formalmente contractual, re-montándose hasta ciertos cuerpos mi-litares en el Imperio romano, y se-ñalando en qué medida podría verseen aquella relación salarial una pre-formación histórica respecto de la ac-tual, y en qué medida esta concep-tualización genética no sería correcta,en cuanto aquélla, si bien podía re-sultar en incrementos de riqueza —ac-ciones militares predatorias en terri-torio conquistado—, era sustantiva-mente diferente de la relación salarialactual, la cual está intrínsecamenteintegrada en procesos de valorizaciónde los capitales; no únicamente capi-tales industriales: valorización, a tra-vés del trabajo asalariado, de cual-quier capital productor de mercancías,i. e., asimismo servicios.) La genera-lización de la condición de asalariadose manifiesta, asimismo, en el hecho(no simplemente anecdótico) de queincluso los asalariadores (los capita-listas y empresarios) se asignan final-mente un salario y constan en la po-blación activa como asalariados (con-dición general o abstracta a la que sontanto más proclives los gerentes delas formas más abstractas del capital,los capitalistas financieros; el conse-

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jero-delegado del consejo de adminis-tración de un gran banco dirá que éles también un asalariado). Cuando elasalariador es uno sólo (el Estado),la totalidad de la población activa de-viene asalariada, excepto los preindus-triales (pequeños campesinos). Estadebe ser la parte de razón que, quizá,interviene en la definición de los re-gímenes socialistas como capitalistasde Estado (definición incorrecta, encuanto solamente una parte de losasalariados contribuyen a la valoriza-ción de capitales); por contraste, escorrecta la percepción de ese granasalariador único (el Estado) comoente fundamentalmente industrializa-dor, y no me parece demasiado aven-turada la hipótesis según la cual undesarrollo de naturaleza postindustrialen Estados que se designan como so-cialistas implicaría una minoración dela condición absoluta de asalariado(se desarrollarían, en actividades nopreindustriales, sino culturales, deservicios, los «empresarios de sí mis-mos»).

Ahora bien, la abolición de la con-dición hereditaria de los status no sereduce a los status legales; desde laépoca de Comte, el gran proceso his-tórico que disuelve los vínculos here-ditarios y «orgánicos» (orgánicos enel tiempo y en el espacio, i. e., gene-racionales, familiares y de comunidadlocal), atomizando a la población ensus desnudas unidades individuales,las cuales se convierten en inputs in-dividuales en el sistema productivo,es el proceso de abolición, además delos status de iure, de los status here-ditarios de jacto, posibilidad que sepresenta como general, aunque su rea-

lización se limite a sectores de la po-blación. Como señalaba Aron en pá-rrafos que no transcribo para no alar-gar este texto, en la sociedad prein-dustrial los roles estaban derivadosde los status (circunstancia que hoypermanece solamente como una curio-sidad en el caso de los lores ingleses,que tienen puesto hereditario en laCámara de los Lores y se consagrana sus funciones propias en esa insti-tución); en la sociedad industrial, porel contrario, los status derivan de losroles que se alcanzan o se asumen.La lucha por el status (la cual se dabaen las sociedades feudal o estamentala través de mediaciones militares,eclesiásticas o comerciales) pasa en lasociedad industrial a través de la lu-cha por tener roles definidos en laorganización social del trabajo colec-tivo; es ésta la que define la identi-dad social del individuo; si éste noasume un rol profesional sufre, so-cialmente hablando, problemas deidentidad (lo que se hace transparenteen períodos de relativa desorganiza-ción social, como el actual). Para elanálisis sociológico es, pues, funda-mental ver que la relación entre sta-tus y roles es, en la sociedad actual,simétricamente la contraria a la exis-tente en las sociedades feudal o es-tamental. La lucha por el status estáprecedida por la lucha por el rol pro-fesional, por la ocupación de una po-sición definida en la organización so-cial del trabajo colectivo (u organiza-ción funcional de la producción, enlos términos saint-simonianos, com-tianos, etc.). En la crisis que se abrióen 1974 operan, hasta nuestros días,procesos que tienden a restablecer los

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status hereditarios de fado, aparcan-do a sectores de la población en acti-vidades marginales y en mercados detrabajo eventual, en tanto que se per-petúan los mercados de trabajo pro-tegidos o las situaciones corporativasque eluden el mercado de trabajo(asalariados del Estado); y, en esteaspecto, la crisis actual contiene, juntoa elementos política y tecnológicamen-te progresivos, otros que son social-mente regresivos.

Los procesos de mundialización delcapitalismo, de la industrialización yde formación y difusión de la socie-dad generalmente clasificada como in-dustrial son procesos conexos, si bienno necesariamente coextensivos nitampoco necesariamente covariantes.Una sociedad puede estar industriali-zándose poderosamente y conservarrelaciones políticas y culturales prein-dustriales, las cuales tienen efectossobre la distribución de status. Y unasociedad puede estar albergando pro-cesos de desindustrialización sin queminoren los rasgos esenciales antes ci-tados, como el trabajo «libre» del in-dividuo (en cierto sentido, la desin-dustrialización incrementa la libertadindividual, si bien incrementa, asimis-mo, la desorganización social); ladesindustrialización no disminuye laaplicación del conocimiento científicoy técnico a la organización social, an-tes bien los incrementa, pero en elbien entendido de que la ciencia noconsttiuye un factor de cohesión so-cial del mismo orden (ni del mismonivel coactivo) que la industria, y queen régimen capitalista se aplican losconocimientos técnicos que puedencontribuir a la valorización de capita-

les, no cualquier innovación técnica.El Reino Unido ha conservado re-

laciones políticas y culturales prein-dustriales desde la industrializaciónhasta la actual desindustrialización(relativa). Esas relaciones se alojan ofortifican en situs socialmente deter-minados: caso de los magistrados an-tisindicales (y no solamente los in-gleses: también los que viven en, yde, esa tradición; en el momento enque escribo esta nota, una decisiónde la Corte Constitucional del Canadáreduce de tal modo la competenciade los sindicatos obreros que, segúncómo sea interpretada, puede impli-car el fin de la negociación colectivay la individualización absoluta de larelación salarial). Por otra parte, laaparición de fenómenos «postindus-triales» no ha minorado, en términosabsolutos, ni en Estados Unidos nien Japón, la población industrial (ymucho menos el valor, en términosmonetarios, de la producción indus-trial). (Por el contrario, en países co-mo el Reino Unido, Francia, España,Argentina, la crisis ha hecho dismi-nuir la población industrial en térmi-nos tanto absolutos como relativos.)Obviamente, lo que se deduce de es-tas observaciones es que es deseableque los análisis se atengan estricta-mente al nivel sociológico, empleandolos conceptos propios de la disciplina(relación social, rol y status, organi-zación, institución, dominación, mo-vilidad, relaciones asociativas y rela-ciones comunitarias, privatización, et-cétera). Segundo, que hay nocionescomo las de «modernidad» y de «so-ciedad postindustrial» que están, paraun análisis sociológico riguroso, pla-

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gadas de confusiones. Y creo que unode los valores más positivos del textode López Pintor se halla en que ad-vierta críticamente a sus lectores encontra del uso de ideogramas comoel de sociedad postindustrial, nociónportadora de una cierta «inoportuni-dad científica» (p. 111). Ahora bien,precisamente esta crítica de la nociónes correcta en cuanto se adopta unadefinición rigurosa, restrictiva, delcambio social, ateniéndose el analistaa lo que es sociológicamente perti-nente, i. e., los cambios fundamenta-les en los sistemas de relaciones so-ciales.

3. Una restricción metódica deeste orden es tanto más necesaria encuanto la disciplina misma de la socio-logía industrial se ha extraviado poruna diversidad de caminos, despuésde sus grandes promesas y realizacio-nes del decenio de 1950 a 1960. Enla organización de las empresas (nosolamente las industriales) parecíadarse el campo empírico ideal para laobservación, en estado casi puro, delos comportamientos de rol y de sta-tus; para la observación del ejerciciode la autoridad, el poder y la domina-ción; para la observación de la for-mación de grupos y subgrupos (di-ques, clientelas, etc.), de estrategiasindividuales y colectivas, de la movi-lidad profesional y la movilidad so-cial, e cosí vía. Las organizacionessindicales recibían con enorme interésestudios que, al ofrecer tipologías delos sindicatos y de su evolución con-forme a algunos (muy pocos y claros)modelos, aclaraban para los mismoslíderes sindicales la racionalidad deestrategias que ellos construían en sus

propios términos y en la acción sobreel terreno. Los empresarios y los pro-fesionales a su servicio recibían, asi-mismo, con interés estudios sobre lapropensión diferencial a la huelga, so-bre la institucionalización del conflic-to, sobre la relación entre tecnología yorganización del trabajo. La sociologíaindustrial podía ser, por lo visto, tanútil como los principios de organiza-ción de empresas para poner the rightman in the right place at the righttime, o para disminuir la resistenciao la inercia ante la innovación tecno-lógica, que era vista como una agre-sión a la ocupación tradicional deciertos roles (y, por tanto, agresión aldisfrute de sus status correspondien-tes). Pero en el decenio de 1960 a1970, y en particular en la primeramitad del decenio de 1970 a 1980,tantas y tan excelentes promesas sedesviaron hacia sutilezas y complica-ciones cuyo sentido parecía ser sola-mente intraacadémico. La crisis eco-nómica abierta en 1974 constituyó, eneste aspecto, un colosal desengaño(acompañada de un golpe general deescoba a no pocas construcciones in-telectuales completamente inútiles).En vez de proseguir por el estudiode las estrategias colectivas y su re-lación con modelos organizativos, opor los problemas de la flexibilidadorganizativa en relación a situacionescambiantes y parcialmente conocidas,o, en fin, por los estudios comparati-vos internacionales, empezaron a pro-ducirse estudios sobre las «orientacio-nes» de trabajadores respecto al tra-bajo, respecto a sus mandos interme-dios y la empresa, que eran ininteli-gibles tanto para los empleados y

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CRITICA DE LIBROS

para los líderes sindicales como paralos empresarios o los tnanagers. EnInglaterra, los estudiantes se devana-ban las neuronas ante aquellos textossobre orientaciones que pueden ser«instrumental-expresivas (positivas)»e «instrumental-expresivas (negati-vas)», las cuales había que cruzar conorientaciones «procedural» (sic) o «noprocedural», y había que diferenciarsegún que los trabajadores (o los em-pleados) fuesen traditional deferential,o traditional proletarian, o bien priva-tized, cruces que podían trazar unared con unos cuantos casilleros en losque meter colectivos cada vez más pe-queños. ¿Qué haría el manager conun escrito donde le dijeran que sustrabajadores eran de orientación ins-trumental-expresiva positiva, pero notraditional deferential a causa de lapresencia de un mayor componentede proyectos personales orientados ala privatización? En Francia, yo hesido testigo y he tenido que sufririnterminables discusiones sobre la for-mación de la conciencia obrera, quehabía que diferenciar sutilmente de laconciencia de clase, discusiones quedifícilmente concluían en un acuerdosobre cuál de los dos términos inclu-ye al otro. ¿Es la conciencia de clasemás extensa que la conciencia obrera,o es a la inversa? Si recuerdo bien,este rompecabezas puramente acadé-mico se resolvió diciendo que la con-ciencia obrera es más general que lade clase; la primera define una iden-tidad (sic) basada en la diferencia: aun lado los que trabajamos y al otrolos ociosos; identidad tanto más fuer-te si el trabajo es manual; en tanto

que la conciencia de clase define unaidentidad basada solamente en el con-flicto con los expropiadores del tra-bajo. Todo esto sonaba sumamentesofisticado e inteligente. Tan inteli-gente que diez años después, en plenacrisis económica, sobraban por todaspartes los «expertos» en sociología in-dustrial, los cuales no podían encon-trar trabajo, en tanto que un técnicoque decía ser experto en la nuevaciencia (sic) de la ergonomía era in-mediatamente incluido en un equipoque se propusiese reducir en 15 o en20 por 100 la plantilla de la empresa.Y, desde 1983, en cuanto una empre-sa hacía público que tenía en marchauna reestructuración de su plantillacon reducción del 15 o del 20 por100, sus acciones subían inmediata-mente en Bolsa el 20 o el 30 por 100,indicadoras de futuros beneficios. Si-tuación en la que estamos todavía.

López Pintor ha sido extraordina-riamente prudente y cauto a la horade formular críticas. Es un autor guia-do por la cortesía. Ha obedecido,además, a la motivación de ser útila sus estudiantes, dándoles un textoextenso, completo, rebosante de lacaótica diversidad actual de la disci-plina. Su texto refleja muy bien unasituación, dejando a sus lectores lacapacidad de juzgarla.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

ARON, Raymond, et al.: Colloques deRheinfelden, París, Eds. Calmann-Lévy,1960.

E. PlNILLA DE LAS HERAS

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