Anibal Nazoa - Aquí hace calor

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Aquí hace calor: Estudio en sí mayorAníbal Nazoa El Nacional , viernes 3 de diciembre de 1999 Tiene el idioma catalán una peculiaridad —al menos para nosotros los de habla castellana— en la conjugación de los verbos, que está en el que nosotros llamamos pretérito indefinido y los catalanes perfect perifrastic: cuando un catalán dice, por ejemplo, ell va cantar no está diciendo «él va a cantar» sino «él cantó». Si señor, así como suena. El porqué para los no especialistas como el suscrito, es algo tan misterioso como el que los griegos y otros pueblos balcánicos para decir muevan la cabeza hacia ambos lados izquierdo y derecho, exactamente como hacemos nosotros para decir no y viceversa respecto al no. Precisamente a propósito de y no, en la encarnizada guerra contra Chávez y la constitución chavista los medios, unánimemente alineados en el frente anti chavista, parece como si hablaran en puro catalán, pues nos obligan a entender en pasado o en presente lo que ellos dicen en futuro: a Chávez hay que oponérsele porque va a ser un dictador; es muy peligroso porque se va a irrespetar los derechos humanos; bajo su gobierno Venezuela va a ser muy infeliz porque va a haber muchos presos y exilados; todavía Venezuela no cayó bajo el absolutismo de la bota militar, pero va a caer y así sucesivamente. No hizo, va a hacer; no fue, va a ser. No lo jodimos en diciembre, lo vamos a joder ahora. Es curiosa, por cierto, esta uniformidad de ahora, un fenómeno que jamás se había dado en la historia venezolana: no hay una sola, una sola excepción en la llamada Venezuela pensante, vale decir escribiente, radiante y televidente: todos, absolutamente todos, están contra Chávez y la nueva Constitución , ni uno solo encuentra aunque sea un solo punto positivo, uno solo en la nueva situación. Todos en contra, ninguno a favor, nadie, nadie se ha salido del carril, todos parecen obedecer a una misma orden y todos la han entendido cabalmente, desde la más cerril ultraderecha hasta la izquierda exquisita más aterciopelada. Dios mío, mire usted qué cosa más curiosa: antes nadie se atrevía a escribir sobre los militares, porque eso era «muy delicado» era «tema tabú» y a los militares había que jalarles y cuando había un oficial presente se hablaba bajito y no se podía decir malas palabras, y todo el mundo estaba obligado a ser machete en materia de grados militares y había que saber distinguir muy bien entre un mayor y un teniente. Ahora to’ el mundo habla del militarismo y el régimen autoritario, el respeto debido por los militares a la majestad del poder civil y se llama soldadesca a la soldadesca y todo. Antes el Presidente de la República era casi un rey, un monarca a quien se adulaba a toda hora y por encima de él nadie, pero nadie podía estar y cuya imagen tenía que estar todos los días en la prensa. Ahora el Presidente de la República es un individuo despreciable a quien se puede llamar demagogo, mentiroso, intrigante, cobarde, farsante, loco, ignorante y hasta mentarle la madre si se llega el caso. Digan ustedes, señores, si, salvo lo de la mentada, no lo han llamado alguna de esas cosas y otras. No se le reconoce ni una cosa favorable. Si hace una cita erudita, es porque se la aprendió en un diccionario; si demuestra saber cuánto es siete por ocho, es porque tiene una maquinita que le regalaron, no porque la compró, si picha una bola buena es porque el catcher movió la mascota. No pega una, y no puede pegarla porque es el malo y el malo tiene que perder aunque sea bueno.

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Aquí hace calor: Estudio en sí mayorAníbal Nazoa El Nacional, viernes 3 de diciembre de 1999

Tiene el idioma catalán una peculiaridad —al menos para nosotros los de habla castellana— en la conjugación de los verbos, que está en el que nosotros llamamos pretérito indefinido y los catalanes perfect perifrastic: cuando un catalán dice, por ejemplo, ell va cantar no está diciendo «él va a cantar» sino «él cantó». Si señor, así como suena. El porqué para los no especialistas como el suscrito, es algo tan misterioso como el que los griegos y otros pueblos balcánicos para decir sí muevan la cabeza hacia ambos lados izquierdo y derecho, exactamente como hacemos nosotros para decir no y viceversa respecto al no.

Precisamente a propósito de sí y no, en la encarnizada guerra contra Chávez y la constitución chavista los medios, unánimemente alineados en el frente anti chavista, parece como si hablaran en puro catalán, pues nos obligan a entender en pasado o en presente lo que ellos dicen en futuro: a Chávez hay que oponérsele porque va a ser un dictador; es muy peligroso porque se va a irrespetar los derechos humanos; bajo su gobierno Venezuela va a ser muy infeliz porque va a haber muchos presos y exilados; todavía Venezuela no cayó bajo el absolutismo de la bota militar, pero va a caer y así sucesivamente. No hizo, va a hacer; no fue, va a ser. No lo jodimos en diciembre, lo vamos a joder ahora.

Es curiosa, por cierto, esta uniformidad de ahora, un fenómeno que jamás se había dado en la historia venezolana: no hay una sola, una sola excepción en la llamada Venezuela pensante, vale decir escribiente, radiante y televidente: todos, absolutamente todos, están contra Chávez y la nueva Constitución, ni uno solo encuentra aunque sea un solo punto positivo, uno solo en la nueva situación. Todos en contra, ninguno a favor, nadie, nadie se ha salido del carril, todos parecen obedecer a una misma orden y todos la han entendido cabalmente, desde la más cerril ultraderecha hasta la izquierda exquisita más aterciopelada.

Dios mío, mire usted qué cosa más curiosa: antes nadie se atrevía a escribir sobre los militares, porque eso era «muy delicado» era «tema tabú» y a los militares había que jalarles y cuando había un oficial presente se hablaba bajito y no se podía decir malas palabras, y todo el mundo estaba obligado a ser machete en materia de grados militares y había que saber distinguir muy bien entre un mayor y un teniente. Ahora to’ el mundo habla del militarismo y el régimen autoritario, el respeto debido por los militares a la majestad del poder civil y se llama soldadesca a la soldadesca y todo.

Antes el Presidente de la República era casi un rey, un monarca a quien se adulaba a toda hora y por encima de él nadie, pero nadie podía estar y cuya imagen tenía que estar todos los días en la prensa. Ahora el Presidente de la República es un individuo despreciable a quien se puede llamar demagogo, mentiroso, intrigante, cobarde, farsante, loco, ignorante y hasta mentarle la madre si se llega el caso. Digan ustedes, señores, si, salvo lo de la mentada, no lo han llamado alguna de esas cosas y otras. No se le reconoce ni una cosa favorable. Si hace una cita erudita, es porque se la aprendió en un diccionario; si demuestra saber cuánto es siete por ocho, es porque tiene una maquinita que le regalaron, no porque la compró, si picha una bola buena es porque el catcher movió la mascota. No pega una, y no puede pegarla porque es el malo y el malo tiene que perder aunque sea bueno.

Ahora bien, es hora de preguntar: porqué esa uniformidad, porque ninguno le reconoce esto, contimás esto. ¿Por qué todos están sólidamente en contra? Nada más fácil de responder: porque todos perdieron. ¿Qué perdieron? ¡Casi nada! Perdieron la mantequilla. No son «conchas de ajo» lo que han perdido. Si yo hubiera perdido lo que ellos perdieron, yo también estaría arrechísimo. Ellos perdieron, vuelvo y lo digo, la mantequilla. Perdieron cuarenta años de hacer lo que les daba la gana, decir yo soy adeco, o yo soy copeyano y ya está, de cuarenta años de tesoro nacional a la orden, de yate y crucero, de viajes a París y champaña y caviar por cuenta del Estado y de tribunales a la orden de Morales Bello para perdonar a los delincuentes y condenar a los inocentes, de barragana firmando ascensos y fulminando a quienes las contradijeran, de dame mi tajada y aquí tienes las riquezas del país para que tu imperio se haga más rico.

Ustedes perdieron una vez, después de haber ganado siempre, y queremos que sigan perdiendo. ¡Seguro que sí!