Antologia de Cuentos de Los Hermanos Grimm[1]

download Antologia de Cuentos de Los Hermanos Grimm[1]

of 414

Transcript of Antologia de Cuentos de Los Hermanos Grimm[1]

Bestia peludaLos hermanos Grimm

Haba una vez un rey que tena una esposa cuyos cabellos parecan deoro, y tan hermosa que en toda la tierra no se habra encontrado otra igual. Cay enferma y, presintiendo su fin, llam a su marido y le dijo: - Si cuando yo muera quieres casarte de nuevo, no escojas a ninguna mujer que sea menos hermosa que yo y que no tenga el cabello de oro. Promtemelo! El Rey se lo prometi, y ella, cerrando los ojos, muri. Por largo tiempo al Rey estuvo inconsolable, sin pensar ni por un momento en volverse a casar, hasta que, al fin, dijeron sus consejeros: - No hay ms remedio sino que vuelva a casarse el Rey para que tengamos Reina. Entonces fueron enviados mensajeros a todas las partes del pas, en busca de una novia semejante en belleza a la reina fallecida. Pero en todo el mundo no haba otra, y, aunque se hubieran encontrado una, no tendra los cabellos de oro. Por eso, los mensajeros tuvieron que regresar a la Corte con las manos vacas. Pero he aqu que el Rey tena una sobrina que era el vivo retrato de su esposa muerta, tan hermosa como ella y con la misma cabellera de oro. La contempl un da el Rey, y vindola en todo igual a su difunta esposa, de repente se sinti enamorado de ella. Dijo pues a sus consejeros: - Me casar con mi sobrina, ya que sobrina, ya que es el retrato de mi esposa muerta; de otra manera, no encontrara una novia que se le pareciese. La joven al conocer la intencin de su to se horroriz, pues estaba totalmente enamorada de un noble joven. As es que pens en la manera de hacerlo desistir de su desatinada decisin y le dijo: - Antes de satisfacer vuestro deseo, es preciso que me regalis tres vestidos: uno, dorado como el sol; otro, plateado como la luna, y el tercero, brillante como las estrellas. Adems quiero un abrigo hecho de mil pieles distintas; y ha de tener un pedacito de la piel de cada uno de los animales de vuestro reino. Al decir esto pensaba: Es absolutamente imposible conseguir todo eso, y, as, conseguir que mi to renuncie a su idea. Pero el Rey se mantuvo obstinado, y las doncellas ms habilidosas del pas hubieron de tejer las tres telas y confeccionar un vestido dorado como el sol, otro plateado como la luna y otro brillante como las estrellas; y los cazadores tuvieron que capturar los animales de todo el reino y quitarles un pedazo de piel, y con los trocitos fue hecho un abrigo de

mil pieles distintas. Cuando ya todo estuvo dispuesto, el Rey mand llamar a su sobrina y, le present los objetos exigidos por ella, y le dijo: - Maana ser nuestra boda. Al comprender la doncella que no haba ninguna esperanza de hacer cambiar la decisin de la decisin de su to, resolvi huir. Por la noche, cuando ya todo el mundo dorma, se levant y tom las siguientes cosas: un anillo de oro, una diminuta rueca del mismo metal y una devanadera, tambin de oro; los tres vestidos, comparables al sol, la luna y las estrellas, los meti en una cscara de nuez, y se puso el spero abrigo de pieles, manchndose, adems, de holln la cara y las manos. Seguidamente se encomend a Dios y escap. Estuvo andando toda la noche, hasta que lleg a un gran bosque. Como se senta muy cansada, se sent en el hueco de un rbol y qued dormida. Sali el sol, pero ella continu dormida, sin despertarse a pesar de lo muy avanzado del da. Sucedi que el Rey a quien perteneca el bosque, haba salido a cazar en l. Cuando sus perros llegaron al rbol, se pusieron a husmear, dar vueltas en derredor y ladrar; por lo que el Rey dijo a los cazadores: - Id a ver qu clase de animal se ha escondido all. Los hombres cumplieron la orden, y, a la vuelta, dijeron: - En el hueco del rbol hay un animal asombroso, como jams viramos otro igual; su pellejo es de mil pieles distintas. Est echado, durmiendo. Orden el Rey: - Ved si es posible tomarlo vivo; en ese caso lo atis y lo cargis en el coche. Cuando los cazadores sujetaron a la doncella, sta, despertndose sobresaltada, les grit: - Soy una pobre muchacha desvalida, abandonada de padre y madre. Apiadaos de m y llevadme con vosotros. Dijeron los cazadores: - Bestia Peluda, servirs para la cocina; ven con nosotros, podrs ocuparte en barrer las cenizas. Y, la subieron al coche, la condujeron al palacio real. All le asignaron una pequea cuadra al pie de la escalera, donde no penetraba ni un rayo de luz, y le dijeron: - Bestia Peluda, vivirs y dormirs aqu. Luego la mandaron a la cocina, donde tuvo que ocuparse en traer lea y agua, avivar el fuego, desplumar aves, seleccionar legumbres, barrer la ceniza y otros trabajos rudos como stas. All vivi Bestia Peluda mucho tiempo, llevando una vida miserable. Ah, hermosa jovencita! Qu va a ser de ti? Pero ocurri un da que hubo fiesta en palacio, y ella dijo al cocinero: - No me dejaras subir un ratito a verlo? Me quedar a mirarlo junto a la

puerta. Le respondi el cocinero: - Puedes ir, si quieres, pero debes estar de vuelta dentro de media hora para recoger la ceniza. Tom ella el candil, baj a la cuadrita, se quit el abrigo de piel y se lav el holln de la cara y las manos, con lo que reapareci su belleza en todo su esplendor. Abriendo luego la nuez, sac el vestido reluciente como el sol y se lo puso, y, as ataviada, subi a la sala donde se celebraba la fiesta. Todos le dejaron libre paso, pues nadie la conoca y la tomaron por una princesa. El Rey sali a recibirla y, ofrecindole la mano, la invit a bailar con l, mientras pensaba en su corazn: Jams mis ojos vieron una mujer tan bella. Terminado el baile, se inclin la doncella y, al buscarla el Rey, haba desaparecido, sin que nadie supiera su paradero. Los centinelas de las puertas de palacio declararon, al ser preguntados, que no la haban visto entrar ni salir. Ella haba corrido a la cuadra, en la que, despus de quitarse rpidamente el vestido, se ennegreci cara y manos y se puso el tosco abrigo, convirtindose de nuevo en la Bestia Peluda. Cuando volvi a la cocina, a su trabajo, se puso a recoger la ceniza, le dijo el cocinero: - Deja esto para maana y prepara la sopa del Rey; tambin quiero yo subir un momento a echar una mirada. Pero procura que no te caiga ni un pelo; de lo contrario, no te daremos nada de comer en adelante. El hombre se march, y Bestia Peluda condiment la sopa del rey, haciendo un caldo lo mejor que supo, y, cuando ya la tena lista, baj a la cuadra, a buscar el anillo de oro, y lo ech en la sopera. Terminada la fiesta, mand el Rey a que le sirvieran la cena, y encontr la sopa tan deliciosa como jams la hubiera comido. Y en el fondo del plato encontr el anillo de oro, no acertando a comprender cmo haba podido ir a parar all. Mand entonces que se presentase el cocinero, el cual tuvo un gran susto al recibir el recado, y dijo a Bestia Peluda: - Seguro que se te ha cado un cabello en la sopa. Si es as, te costar una paliza. Al llegar ante el Rey, ste le pregunt quin haba preparado la sopa, a lo que respondi el hombre: - Yo la prepar. Pero el Rey le replic: - No es verdad, pues estaba guisada de modo distinto y era mucho mejor que de costumbre. Entonces dijo el cocinero: - He de confesar que no la guis yo, sino aquel animalito tosco. - Mrchate y dile que suba - orden el Rey. Al presentarse Bestia Peluda le pregunt el Rey: - Quin eres?

- Soy una pobre muchacha sin padre ni madre. - Qu haces en mi palacio? - sigui preguntando el Soberano. - No sirvo sino para que me tiren las botas a la cabeza - respondi ella. - De dnde sacaste el anillo que haba en la sopa? - No s nada del anillo. El Rey tuvo que despedirla, sin sacar nada en claro. Al cabo de algn tiempo se celebr otra fiesta, y, como la vez anterior, Bestia Peluda pidi al cocinero que le permitiese subir a verla. Quien le dijo: - S, pero vuelve dentro de media hora para preparar aquella sopa que tanto gusta al Rey. Corri la muchacha a la cuadra, se lav rpidamente, sac de la nuez el vestido plateado como la luna, y se puso. Se dirigi a la sala de fiestas, con la figura de una verdadera princesa, y el Rey sali nuevamente a su encuentro, muy contento de verla, y como en aquel preciso instante comenzaba el baile, bailaron juntos. Terminado el baile, volvi ella a desaparecer con tanta rapidez que el Rey no logr percatarse ni qu direccin haba seguido. La muchacha corri a la cuadrita, se visti de nuevo de Bestia Peluda y fue a la cocina, a guisar la sopa. Mientras el cocinero estaba arriba, ella fue a buscar su rueca de oro y la ech en la sopera, vertiendo encima la sopa, que fue servida al rey. ste lo encontr tan deliciosa como la otra vez, e hizo llamar al cocinero, quien no tuvo ms remedio que admitir que Bestia Peluda haba preparado la sopa. La muchacha fue llamada nuevamente ante el Rey, volvi a contestar a ste que slo serva para que le arrojasen las botas a la cabeza, y que nada saba de la rueca de oro. En la tercera fiesta organizada por el Rey, las cosas transcurrieron como las dos veces anteriores. El cocinero le dijo: - Eres una bruja, Bestia Peluda, y siempre le echas a la sopa algo para hacerla mejor y para que guste al Rey ms que lo que yo le guiso. - Sin embargo, ante su insistencia, le dej ausentarse por corto tiempo. Esta vez se puso el tercer vestido, el que reluca como las estrellas, y se present en la sala. El Rey volvi a bailar con la bellsima doncella, pensando que jams haba visto otra tan bonita. Y, mientras bailaban, sin que ella lo advirtiese le pas una sortija de oro por el dedo; adems, haba dado orden de que el baile se prolongase mucho tiempo. Al terminar, trat de sujetarla por las manos, pero ella se escurri, huyendo tan rpida entre los invitados, que en un instante desapareci de la vista de todos. Corri a toda velocidad a la cuadra del pie de la escalera, porque su ausencia haba durado mucho ms de media hora, y no tuvo tiempo para cambiarse de vestido, por lo cual se ech encima su abrigo de piel. Adems, con la prisa no se manch del todo, pues un dedo le qued blanco. Se dirigi a la cocina, prepar la sopa del Rey y, al salir el cocinero, ech en la sopera la

devanadera de oro. El Rey, al encontrar el objeto en el fondo de la fuente, mand llamar a Bestia Peluda, y entonces se dio cuenta del blanqusimo dedo y de la sortija que le haba puesto durante el baile. La tom firmemente de la mano, y, con los esfuerzos de la muchacha por soltarse, se le abri un poco el abrigo, asomando por debajo el vestido, brillante como las estrellas. El Rey le despoj de un tirn el abrigo, y aparecieron los dorados cabellos, sin que la muchacha pudiese ya seguir ocultando su hermosura. Y, una vez lavado el holln que le ennegreca el rostro, apareci la criatura ms bella que jams hubiese existido sobre la Tierra. Dijo el Rey: - T eres mi amadsima prometida, y nunca ms nos separaremos! Pronto se celebr la boda, y el matrimonio vivi contento y feliz hasta la hora de la muerte. FINIS

Blancanieve y Rojaflor.Por los hermanos Grimm.

Una pobre viuda viva en una pequea choza solitaria, ante la cual habaun jardn con dos rosales: uno, de rosas blancas, y el otro, de rosas encarnadas. La mujer tena dos hijitas que se parecan a los dos rosales, y se llamaban Blancanieve y Rojaflor. Eran tan buenas y piadosas, tan hacendosas y diligentes, que no se hallaran otras iguales en todo el mundo; slo que Blancanieve era ms apacible y dulce que su hermana. A Rojaflor le gustaba correr y saltar por campos y prados, buscar flores y cazar pajarillos, mientras Blancanieve prefera estar en casa, al lado de su madre, ayudndola en sus quehaceres o leyndose en voz alta cuando no haba otra ocupacin a que atender. Las dos nias se queran tanto, que salan cogidas de la mano, y cuando Blancanieve deca: - Jams nos separaremos -contestaba Rojaflor: - No, mientras vivamos -y la madre aada: - Lo que es de una, ha de ser de la otra. Con frecuencia salan las dos al bosque, a recoger fresas u otros frutos silvestres. Nunca les hizo dao ningn animal; antes, al contrario, se les acercaban confiados. La liebre acuda a comer una hoja de col de sus manos; el corzo paca a su lado, el ciervo saltaba alegremente en torno, y las aves, posadas en las ramas, gorjeaban para ellas. Jams les ocurri el menor percance. Cuando les sorprenda la noche en el bosque, tumbbanse juntas a dormir sobre el musgo hasta la maana; su madre lo saba y no se inquietaba por ello. Una vez que haban dormido en el bosque, al despertarlas la aurora vieron a un hermoso nio, con un brillante vestidito blanco, sentado junto a ellas. Levantse y les dirigi una cariosa mirada; luego, sin decir palabra, se adentr en la selva. Miraron las nias a su alrededor y vieron que haban dormido junto a un precipicio, en el que sin duda se habran despeado si, en la oscuridad, hubiesen dado un paso ms. Su madre les dijo que seguramente se tratara del ngel que guarda a los nios buenos. Blancanieve y Rojaflor tenan la choza de su madre tan limpia y aseada, que era una gloria verla. En verano, Rojaflor cuidaba de la casa, y todas las maanas, antes de que se despertase su madre, le pona un ramo de flores frente a la cama; y siempre haba una rosa de cada rosal. En invierno, Blancanieve encenda el fuego y suspenda el caldero de las llares; y el caldero, que era de latn, reluca como oro puro, de limpio y bruido que estaba. Al anochecer, cuando nevaba, deca la madre: - Blancanieve, echa el cerrojo - y se sentaban las tres junto al hogar, y la madre se pona los lentes y lea de un gran libro. Las nias escuchaban,

hilando laboriosamente; a su lado, en el suelo, yaca un corderillo, y detrs, posada en una percha, una palomita blanca dorma con la cabeza bajo el ala. Durante una velada en que se hallaban las tres as reunidas, llamaron a la puerta. - Abre, Rojaflor; ser algn caminante que busca refugio -dijo la madre. Corri Rojaflor a descorrer el cerrojo, pensando que sera un pobre; pero era un oso, el cual asom por la puerta su gorda cabezota negra. La nia dej escapar un grito y retrocedi de un salto; el corderillo se puso a balar, y la palomita, a batir de alas, mientras Blancanieve se esconda detrs de la cama de su madre. Pero el oso rompi a hablar: - No temis, no os har ningn dao. Estoy medio helado y slo deseo calentarme un poquitn. - Pobre oso! -exclam la madre-; chate junto al fuego y ten cuidado de no quemarte la piel-. Y luego, elevando la voz: - Blancanieve, Rojaflor, salid, que el oso no os har ningn mal; lleva buenas intenciones. Las nias se acercaron, y luego lo hicieron tambin, paso a paso, el corderillo y la palomita, pasado ya el susto. Dijo el oso: - Nias, sacudidme la nieve que llevo en la piel - y ellas trajeron la escoba y lo barrieron, dejndolo limpio, mientras l, tendido al lado del fuego, grua de satisfaccin. Al poco rato, las nias se haban familiarizado con el animal y le hacan mil diabluras: tirbanle del pelo, apoyaban los piececitos en su espalda, lo zarandeaban de un lado para otro, le pegaban con una vara de avellano... Y si l grua, se echaban a rer. El oso se someta complaciente a sus juegos, y si alguna vez sus amiguitas pasaban un poco de la medida, exclamaba: - Dejadme vivir, Rositas; si me martirizis. es a vuestro novio a quien matis. Al ser la hora de acostarse, y cuando todos se fueron a la cama, la madre dijo al oso: - Puedes quedarte en el hogar -, as estars resguardado del fro y del mal tiempo. Al asomar el nuevo da, las nias le abrieron la puerta, y el animal se alej trotando por la nieve y desapareci en el bosque. A partir de entonces volvi todas las noches a la misma hora; echbase junto al fuego y dejaba a las nias divertirse con l cuanto queran; y llegaron a acostumbrarse a l de tal manera, que ya no cerraban la puerta hasta que haba entrado su negro amigo. Cuando vino la primavera y todo reverdeca, dijo el oso a Blancanieve:

- Ahora tengo que marcharme, y no volver en todo el verano. - Adnde vas, querido oso? -preguntle Blancanieve. - Al bosque, a guardar mis tesoros y protegerlos de los malvados enanos. En invierno, cuando la tierra est helada, no pueden salir de sus cuevas ni abrirse camino hasta arriba, pero ahora que el sol ha deshelado el suelo y lo ha calentado, subirn a buscar y a robar. Y lo que una vez cae en sus manos y va a parar a sus madrigueras, no es fcil que vuelva a salir a la luz. Blancanieve sinti una gran tristeza por la despedida de su amigo. Cuando le abri la puerta, el oso se enganch en el pestillo y se desgarr un poco la piel, y a Blancanieve le pareci distinguir un brillo de oro, aunque no estaba segura. El oso se alej rpidamente y desapareci entre los rboles. Algn tiempo despus, la madre envi a las nias al bosque a buscar lea. Encontraron un gran rbol derribado, y, cerca del tronco, en medio de la hierba, vieron algo que saltaba de un lado a otro, sin que pudiesen distinguir de qu se trataba. Al acercarse descubrieron un enanillo de rostro arrugado y marchito, con una largusima barba, blanca como la nieve, cuyo extremo se le haba cogido en una hendidura del rbol; por esto, el hombrecillo saltaba como un perrito sujeto a una cuerda, sin poder soltarse. Clavando en las nias sus ojitos rojos y encendidos, les grit: - Qu hacis ah paradas? No podis venir a ayudarme? - Qu te ha pasado, enanito? -pregunt Rojaflor. - Tonta curiosa! -replic el enano-. Quise partir el tronco en lea menuda para mi cocina. Los tizones grandes nos queman la comida, pues nuestros platos son pequeos y comemos mucho menos que vosotros, que sois gente grandota y glotona. Ya tena la cua hincada, y todo hubiera ido a las mil maravillas, pero esta maldita madera es demasiado lisa; la cua salt cuando menos lo pensaba, y el tronco se cerr, y me qued la hermosa barba cogida, sin poder sacarla; y ahora estoy aprisionado. S, ya podis reiros, tontas, caras de cera! Uf, y qu feas sois! Por ms que las nias se esforzaron, no hubo medio de desasir la barba; tan slidamente cogida estaba. - Ir a buscar gente -dijo Rojaflor. - Bobaliconas! -gru el enano con voz gangosa-. Para qu queris ms gente? A m me sobra con vosotras dos. No se os ocurre nada mejor? - No te impacientes -dijo Blancanieve-, ya encontrar un remedio- y, sacando las tijeritas del bolsillo, cort el extremo de la barba. Tan pronto como el enano se vio libre, agarr un saco, lleno de oro, que haba dejado entre las races del rbol y, cargndoselo a la espalda, gru: - Qu gentezuela ms torpe! Cortar un trozo de mi hermosa barba! Qu os lo pague el diablo! Y se alej, sin volverse a mirar a las nias. Poco tiempo despus, las dos hermanas quisieron preparar un plato de pescado. Salieron, pues, de pesca y, al llegar cerca del ro, vieron un bicho

semejante a un saltamontes que avanzaba a saltitos hacia el agua, como queriendo meterse en ella. Al aproximarse, reconocieron al enano de marras. - Adnde vas? -preguntle Rojaflor-. Supongo que no querrs echarte al agua, verdad? - No soy tan imbcil -grit el enano-. No veis que ese maldito pez me arrastra al ro? Era el caso de que el hombrecillo haba estado pescando, pero con tan mala suerte que el viento le haba enredado el sedal en la barba, y, al picar un pez gordo, la dbil criatura no tuvo fuerzas suficientes para sacarlo, por el contrario, era el pez el que se llevaba al enanillo al agua. El hombrecito se agarraba a las hierbas y juncos, pero sus esfuerzos no servan de gran cosa; tena que seguir los movimientos del pez, con peligro inminente de verse precipitado en el ro. Las muchachas llegaron muy oportunamente; lo sujetaron e intentaron soltarle la barba, pero en vano: barba e hilo estaban slidamente enredados. No hubo ms remedio que acudir nuevamente a las tijeras y cortar otro trocito de barba. Al verlo el enanillo, les grit: - Estpidas! Qu manera es esa de desfigurarle a uno? No bastaba con haberme despuntado la barba, sino que ahora me cortis otro gran trozo? Cmo me presento a los mos? Ojal tuvieseis que echar a correr sin suelas en los zapatos! Y, cogiendo un saco de perlas que yaca entre los juncos, se march sin decir ms, desapareciendo detrs de una piedra. Otro da, la madre envi a las dos hermanitas a la ciudad a comprar hilo, agujas, cordones y cintas. El camino cruzaba por un erial, en el que, de trecho en trecho, haba grandes rocas dispersas. De pronto vieron una gran ave que describa amplios crculos encima de sus cabezas, descendiendo cada vez ms, hasta que se pos en lo alto de una de las peas, e inmediatamente oyeron un penetrante grito de angustia. Corrieron all y vieron con espanto que el guila haba hecho presa en su viejo conocido, el enano, y se aprestaba a llevrselo. Las compasivas criaturas sujetaron con todas sus fuerzas al hombrecillo y no cejaron hasta que el guila solt a su vctima. Cuando el enano se hubo repuesto del susto, grit con su voz gangosa: - No podais tratarme con ms cuidado? Me habis desgarrado la chaquetita, y ahora est toda rota y agujereada, torpes ms que torpes! Y cargando con un saquito de piedras preciosas se meti en su cueva, entre las rocas. Las nias, acostumbradas a su ingratitud, prosiguieron su camino e hicieron sus recados en la ciudad. De regreso, al pasar de nuevo por el erial, sorprendieron al enano, que haba esparcido, en un lugar desbrozado, las piedras preciosas de su saco, seguro de que a una hora tan avanzada nadie pasara por all. El sol poniente proyectaba sus rayos sobre las brillantes piedras, que refulgan y centelleaban como soles; y sus colores

eran tan vivos, que las pequeas se quedaron boquiabiertas, contemplndolas. - A qu os paris, con vuestras caras de babiecas! -grit el enano; y su rostro ceniciento se volvi rojo de ira. Y ya se dispona a seguir con sus improperios cuando se oy un fuerte gruido y apareci un oso negro, que vena del bosque. Aterrorizado, el hombrecillo trat de emprender la fuga; pero el oso lo alcanz antes de que pudiese meterse en su escondrijo. Entonces se puso a suplicar, angustiado: - Querido seor oso, perdonadme la vida y os dar todo mi tesoro; fijaos, todas esas piedras preciosas que estn en el suelo. No me matis. De qu os servir una criatura tan pequea y flacucha como yo? Ni os lo sentiris entre los dientes. Mejor es que os comis a esas dos malditas muchachas; ellas s sern un buen bocado, gorditas como tiernas codornices. Comoslas y buen provecho os hagan. El oso, sin hacer caso de sus palabras, propin al malvado hombrecillo un zarpazo de su poderosa pata y lo dej muerto en el acto. Las muchachas haban echado a correr; pero el oso las llam: - Blancanieve, Rojaflor, no temis; esperadme, que voy con vosotras! Ellas reconocieron entonces su voz y se detuvieron, y, cuando el oso las hubo alcanzado, de pronto se desprendi su espesa piel y qued transformado en un hermoso joven, vestido de brocado de oro: - Soy un prncipe -manifest-, y ese malvado enano me haba encantado, robndome mis tesoros y condenndome a errar por el bosque en figura de oso salvaje, hasta que me redimiera con su muerte. Ahora ha recibido el castigo que mereca. Blancanieve se cas con l, y Rojaflor, con su hermano, y se repartieron las inmensas riquezas que el enano haba acumulado en su cueva. La anciana madre vivi an muchos aos tranquila y feliz, al lado de sus hijas. Llevse consigo los dos rosales que, plantados delante de su ventana, siguieron dando todos los aos sus hermossimas rosas, blancas y rojas. FINIS

BlancanievesPor los hermanos Grimm .

Haba una vez, en pleno invierno, una reina que se dedicaba a la costurasentada cerca de una ventana con marco de bano negro. Los copos de nieve caan del cielo como plumones. Mirando nevar se pinch un dedo con su aguja y tres gotas de sangre cayeron en la nieve. Como el efecto que haca el rojo sobre la blanca nieve era tan bello, la reina se dijo. -Ojal tuviera una nia tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de bano! Poco despus tuvo una niita que era tan blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el bano. Por todo eso fue llamada Blancanieves. Y al nacer la nia, la reina muri. Un ao ms tarde el rey tom otra esposa. Era una mujer bella pero orgullosa y arrogante, y no poda soportar que nadie la superara en belleza. Tena un espejo maravilloso y cuando se pona frente a l, mirndose le preguntaba: Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin? Entonces el espejo responda: La Reina es la ms hermosa de esta regin. Ella quedaba satisfecha pues saba que su espejo siempre deca la verdad. Pero Blancanieves creca y embelleca cada vez ms; cuando alcanz los siete aos era tan bella como la clara luz del da y an ms linda que la reina. Ocurri que un da cuando le pregunt al espejo: Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin? el espejo respondi: La Reina es la hermosa de este lugar, pero la linda Blancanieves lo es mucho ms. Entonces la reina tuvo miedo y se puso amarilla y verde de envidia. A partir de ese momento, cuando vea a Blancanieves el corazn le daba un vuelco en el pecho, tal era el odio que senta por la nia. Y su envidia y su orgullo crecan cada da ms, como una mala hierba, de tal modo que no encontraba reposo, ni de da ni de noche. Entonces hizo llamar a un cazador y le dijo: -Lleva esa nia al bosque; no quiero que aparezca ms ante mis ojos. La matars y me traers sus pulmones y su hgado como prueba. El cazador obedeci y se la llev, pero cuando quiso atravesar el corazn de Blancanieves, la nia se puso a llorar y exclam:

-Mi buen cazador, no me mates!; correr hacia el bosque espeso y no volver nunca ms. Como era tan linda el cazador tuvo piedad y di-jo: -Corre, pues, mi pobre nia! Pensaba, sin embargo, que las fieras pronto la devoraran. No obstante, no tener que matarla fue para l como si le quitaran un peso del corazn. Un cerdito vena saltando; el cazador lo mat, extrajo sus pulmones y su hgado y los llev a la reina como prueba de que haba cumplido su misin. El cocinero los cocin con sal y la mala mujer los comi creyendo comer los pulmones y el hgado de Blancanieves. Por su parte, la pobre nia se encontraba en medio de los grandes bosques, abandonada por todos y con tal miedo que todas las hojas de los rbo-les la asustaban. No tena idea de cmo arreglrselas y entonces corri y corri sobre guijarros filosos y a travs de las zarzas. Los animales salvajes se cruzaban con ella pero no le hacan ningn dao. Corri hasta la cada de la tarde; entonces vio una casita a la que entr para descansar. En la cabaita todo era pequeo, pero tan lindo y limpio como se pueda imaginar. Haba una mesita pequea con un mantel blanco y sobre l siete platitos, cada uno con su pequea cuchara, ms siete cuchillos, siete tenedores y siete vasos, todos pequeos. A lo largo de la pared estaban dispuestas, una junto a la otra, siete camitas cubiertas con sbanas blancas como la nieve. Como tena mucha hambre y mucha sed, Blancanieves comi trozos de legumbres y de pan de cada platito y bebi una gota de vino de cada vasito. Luego se sinti muy cansada y se quiso acostar en una de las camas. Pero ninguna era de su medida; una era demasiado larga, otra un poco corta, hasta que finalmente la sptima le vino bien. Se acost, se encomend a Dios y se durmi. Cuando cay la noche volvieron los dueos de casa; eran siete enanos que excavaban y extraan metal en las montaas. Encendieron sus siete farolitos y vieron que alguien haba venido, pues las cosas no estaban en el orden en que las haban dejado. El primero dijo: -Quin se sent en mi sillita? El segundo: -Quin comi en mi platito? El tercero: -Quin comi de mi pan? El cuarto: -Quin comi de mis legumbres? El quinto. -Quin pinch con mi tenedor? El sexto: -Quin cort con mi cuchillo? El sptimo:

-Quin bebi en mi vaso? Luego el primero pas su vista alrededor y vio una pequea arruga en su cama y dijo: -Quin anduvo en mi lecho? Los otros acudieron y exclamaron: -Alguien se ha acostado en el mo tambin! Mirando en el suyo, el sptimo descubri a Blancanieves, acostada y dormida. Llam a los otros, que se precipitaron con exclamaciones de asombro. Entonces fueron a buscar sus siete farolitos para alumbrar a Blancanieves. -Oh, mi Dios -exclamaron- qu bella es esta nia! Y sintieron una alegra tan grande que no la despertaron y la dejaron proseguir su sueo. El sptimo enano se acost una hora con cada uno de sus compaeros y as pas la noche. Al amanecer, Blancanieves despert y viendo a los siete enanos tuvo miedo. Pero ellos se mostraron amables y le preguntaron. -Cmo te llamas? -Me llamo Blancanieves -respondi ella. -Como llegaste hasta nuestra casa? Entonces ella les cont que su madrastra haba querido matarla pero el cazador haba tenido piedad de ella permitindole correr durante todo el da hasta encontrar la casita. Los enanos le dijeron: -Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, hacer las camas, lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltar nada. -S -respondi Blancanieves- acepto de todo corazn. Y se qued con ellos. Blancanieves tuvo la casa en orden. Por las maanas los enanos partan hacia las montaas, donde buscaban los minerales y el oro, y regresaban por la noche. Para ese entonces la comida estaba lista. Durante todo el da la nia permaneca sola; los buenos enanos la previnieron: -Cudate de tu madrastra; pronto sabr que ests aqu! No dejes entrar a nadie! La reina, una vez que comi los que crea que eran los pulmones y el hgado de Blancanieves, se crey de nuevo la principal y la ms bella de todas las mujeres. Se puso ante el espejo y dijo: Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin? Entonces el espejo respondi. Pero, pasando los bosques, en la casa de los enanos, la linda Blancanieves lo es mucho ms. La Reina es la ms hermosa de este lugar

La reina qued aterrorizada pues saba que el espejo no menta nunca. Se dio cuenta de que el cazador la haba engaado y de que Blancanieves viva. Reflexion y busc un nuevo modo de deshacerse de ella pues hasta que no fuera la ms bella de la regin la envidia no le dara tregua ni reposo. Cuando finalmente urdi un plan se pint la cara, se visti como una vieja buhonera y qued totalmente irreconocible. As disfrazada atraves las siete montaas y lleg a la casa de los siete enanos, golpe a la puerta y grit: -Vendo buena mercadera! Vendo! Vendo! Blancanieves mir por la ventana y dijo: -Buen da, buena mujer. Qu vende usted? -Una excelente mercadera -respondi-; cintas de todos colores. La vieja sac una trenzada en seda multicolor, y Blancanieves pens: -Bien puedo dejar entrar a esta buena mujer. Corri el cerrojo para permitirle el paso y poder comprar esa linda cinta. -Nia -dijo la vieja- qu mal te has puesto esa cinta! Acrcate que te la arreglo como se debe. Blancanieves, que no desconfiaba, se coloc delante de ella para que le arreglara el lazo. Pero rpidamente la vieja lo oprimi tan fuerte que Blancanieves perdi el aliento y cay como muerta. -Y bien -dijo la vieja-, dejaste de ser la ms bella. Y se fue. Poco despus, a la noche, los siete enanos regresaron a la casa y se asustaron mucho al ver a Blanca-nieves en el suelo, inmvil. La levantaron y descubrieron el lazo que la oprima. Lo cortaron y Blancanieves comenz a respirar y a reanimarse poco a poco. Cuando los enanos supieron lo que haba pasado dijeron: -La vieja vendedora no era otra que la malvada reina. Ten mucho cuidado y no dejes entrar a nadie cuando no estamos cerca! Cuando la reina volvi a su casa se puso frente al espejo y pregunt: Espejito, espejito, de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin? Entonces, como la vez anterior, respondi: La Reina es la ms hermosa de este lugar, Pero pasando los bosques, en la casa de los enanos, la linda Blancanieves lo es mucho ms. Cuando oy estas palabras toda la sangre le afluy al corazn. El terror la invadi, pues era claro que Blancanieves haba recobrado la vida. -Pero ahora -dijo ella- voy a inventar algo que te har perecer. Y con la ayuda de sortilegios, en los que era ex-perta, fabric un peine envenenado. Luego se disfraz tomando el aspecto de otra vieja. As vestida atraves las siete montaas y lleg a la casa de los siete enanos. Golpe a la puerta y grit:

-Vendo buena mercadera! Vendo! Vendo! Blancanieves mir desde adentro y dijo: -Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie. -Al menos podrs mirar -dijo la vieja, sacando el peine envenenado y levantndolo en el aire. Tanto le gust a la nia que se dej seducir y abri la puerta. Cuando se pusieron de acuerdo so-bre la compra la vieja le dilo: -Ahora te voy a peinar como corresponde. La pobre Blancanieves, que nunca pensaba mal, dej hacer a la vieja pero apenas sta le haba puesto el peine en los cabellos el veneno hizo su efecto y la pequea cay sin conocimiento. -Oh, prodigio de belleza -dijo la mala mujer-ahora s que acab contigo! Por suerte la noche lleg pronto trayendo a los enanos con ella. Cuando vieron a Blancanieves en el suelo, como muerta, sospecharon enseguida de la madrastra. Examinaron a la nia y encontraron el peine envenenado. Apenas lo retiraron, Blancanieves volvi en s y les cont lo que haba sucedido. Entonces le advirtieron una vez ms que debera cuidarse y no abrir la puerta a nadie. En cuanto lleg a su casa la reina se coloc frente al espejo y dijo: Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin? Y el espejito, respondi nuevamente: La Reina es la ms hermosa de este lugar. Pero pasando los bosques, en la casa de los enanos, la linda Blancanieves lo es mucho ms. La reina al or hablar al espejo de ese modo, se estremeci y tembl de clera. -Es necesario que Blancanieves muera -exclam-aunque me cueste la vida a m misma. Se dirigi entonces a una habitacin escondida y solitaria a la que nadie poda entrar y fabric una manzana envenenada. Exteriormente pareca buena, blanca y roja y tan bien hecha que tentaba a quien la vea; pero apenas se coma un trocito sobrevena la muerte. Cuando la manzana estuvo pronta, se pint la cara, se disfraz de campesina y atraves las siete montaas hasta llegar a la casa de los siete enanos. Golpe. Blancanieves sac la cabeza por la ventana y dijo: -No puedo dejar entrar a nadie; los enanos me lo han prohibido. -No es nada -dijo la campesina- me voy a librar de mis manzanas. Toma, te voy a dar una. -No-dijo Blancanieves -tampoco debo aceptar nada. -Temes que est envenenada? -dijo la vieja-; mira, corto la manzana en dos partes; t comers la parte roja y yo la blanca.

La manzana estaba tan ingeniosamente hecha que solamente la parte roja contena veneno. La bella manzana tentaba a Blancanieves y cuando vio a la campesina comer no pudo resistir ms, estir la mano y tom la mitad envenenada. Apenas tuvo un trozo en la boca, cay muerta. Entonces la vieja la examin con mirada horrible, ri muy fuerte y dijo. -Blanca como la nieve, roja como la sangre, negra como el bano. Esta vez los enanos no podrn reanimarte! Vuelta a su casa interrog al espejo: Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin? Y el espejo finalmente respondi. La Reina es la ms hermosa de esta regin. Entonces su corazn envidioso encontr repo-so, si es que los corazones envidiosos pueden encontrar alguna vez reposo. A la noche, al volver a la casa, los enanitos encontraron a Blancanieves tendida en el suelo sin que un solo aliento escapara de su boca: estaba muerta. La levantaron, buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus lazos, le peinaron los cabellos, la lava-ron con agua y con vino pelo todo esto no sirvi de nada: la querida nia estaba muerta y sigui estn-dolo. La pusieron en una parihuela. se sentaron junto a ella y durante tres das lloraron. Luego quisieron enterrarla pero ella estaba tan fresca como una persona viva y mantena an sus mejillas sonrosadas. Los enanos se dijeron: -No podemos ponerla bajo la negra tierra. E hicieron un atad de vidrio para que se la pudiera ver desde todos los ngulos, la pusieron adentro e inscribieron su nombre en letras de oro proclamando que era hija de un rey. Luego expusieron el atad en la montaa. Uno de ellos permanecera siempre a su lado para cuidarla. Los animales tambin vinieron a llorarla: primero un mochuelo, luego un cuervo y ms tarde una palomita. Blancanieves permaneci mucho tiempo en el atad sin descomponerse; al contrario, pareca dormir, ya que siempre estaba blanca como la nieve, roja como la sangre y sus cabellos eran negros como el bano. Ocurri una vez que el hijo de un rey lleg, por azar, al bosque y fue a casa de los enanos a pasar la noche. En la montaa vio el atad con la hermosa Blancanieves en su interior y ley lo que estaba escrito en letras de oro. Entonces dijo a los enanos: -Dnme ese atad; les dar lo que quieran a cambio. -No lo daramos por todo el oro del mundo -respondieron los enanos. -En ese caso -replic el prncipe- reglenmelo pues no puedo vivir sin ver a Blancanieves. La honrar, la estimar como a lo que ms quiero en el mundo. Al orlo hablar de este modo los enanos tuvieron piedad de l y le dieron el atad. El prncipe lo hizo llevar sobre las espaldas de sus servidores, pero su-cedi que stos tropezaron contra un arbusto y co-mo consecuencia del

sacudn el trozo de manzana envenenada que Blancanieves an conservaba en su garganta fue despedido hacia afuera. Poco despus abri los ojos, levant la tapa del atad y se irgui, resucitada. -Oh, Dios!, dnde estoy? -exclam. -Ests a mi lado -le dijo el prncipe lleno de alegra. Le cont lo que haba pasado y le dijo: -Te amo como a nadie en el mundo; ven conmigo al castillo de mi padre; sers mi mujer. Entonces Blancanieves comenz a sentir cario por l y se prepar la boda con gran pompa y magnificencia. Tambin fue invitada a la fiesta la madrastra criminal de Blancanieves. Despus de vestirse con sus hermosos trajes fue ante el espejo y pregunt: Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin? El espejo respondi: La Reina es la ms hermosa de este lugar. Pero la joven Reina lo es mucho ms. Entonces la mala mujer lanz un juramento y tuvo tanto, tanto miedo, que no supo qu hacer. Al principio no quera ir de ningn modo a la boda. Pero no encontr reposo hasta no ver a la joven reina. Al entrar reconoci a Blancanieves y la angustia y el espanto que le produjo el descubrimiento la dejaron clavada al piso sin poder moverse. Pero ya haban puesto zapatos de hierro sobre carbones encendidos y luego los colocaron delante de ella con tenazas. Se oblig a la bruja a entrar en esos zapatos incandescentes y a bailar hasta que le llegara la muerte. FINIS

Caperucita Roja.Por los hermanos Grimm.

Haba una vez una adorable nia que era querida por todo aqul que laconociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la nia. Una vez le regal una pequea caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quera usar otra cosa, as que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un da su madre le dijo: Ven, Caperucita Roja, aqu tengo un pastel y una botella de vino, llvaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y dbil y esto le ayudar. Vete ahora temprano, antes de que caliente el da, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, Buenos das, ah, y no andes curioseando por todo el aposento. No te preocupes, har bien todo, dijo Caperucita Roja, y tom las cosas y se despidi cariosamente. La abuelita viva en el bosque, como a un kilmetro de su casa. Y no ms haba entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero, cuando se encontr con un lobo. Caperucita Roja no saba que esa criatura pudiera hacer algn dao, y no tuvo ningn temor hacia l. Buenos das, Caperucita Roja, dijo el lobo. Buenos das, amable lobo. - Adonde vas tan temprano, Caperucita Roja? - A casa de mi abuelita. - Y qu llevas en esa canasta? - Pastel y vino. Ayer fue da de hornear, as que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse. - Y adonde vive tu abuelita, Caperucita Roja? - Como a medio kilmetro ms adentro en el bosque. Su casa est bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrs visto, contest inocentemente Caperucita Roja. El lobo se dijo en silencio a s mismo: Qu criatura tan tierna! qu buen bocadito - y ser ms sabroso que esa viejita. As que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fcilmente. Entonces acompa a Caperucita Roja un pequeo tramo del camino y luego le dijo: Mira Caperucita Roja, que lindas flores se ven por all, por qu no vas y recoges algunas? Y yo creo tambin que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque est lleno de maravillas. Caperucita Roja levant sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aqu y all entre los rboles, y vio las bellas flores y el canto de los pjaros, pens: Supongo que podra llevarle unas de estas flores frescas a mi

abuelita y que le encantarn. Adems, an es muy temprano y no habr problema si me atraso un poquito, siempre llegar a buena hora. Y as, ella se sali del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, vea otra ms bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque. Mientras tanto el lobo aprovech el tiempo y corri directo a la casa de la abuelita y toc a la puerta. Quin es? pregunt la abuelita. Caperucita Roja, contest el lobo. Traigo pastel y vino. breme, por favor. - Mueve la cerradura y abre t, grit la abuelita, estoy muy dbil y no me puedo levantar. El lobo movi la cerradura, abri la puerta, y sin decir una palabra ms, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la trag. Y enseguida se puso ropa de ella, se coloc un gorro, se meti en la cama y cerr las cortinas. Mientras tanto, Caperucita Roja se haba quedado colectando flores, y cuando vio que tena tantas que ya no poda llevar ms, se acord de su abuelita y se puso en camino hacia ella. Cuando lleg, se sorprendi al encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sinti tan extrao presentimiento que se dijo para s misma: Oh Dios! que incmoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita. Entonces grit: Buenos das!, pero no hubo respuesta, as que fue al dormitorio y abri las cortinas. All pareca estar la abuelita con su gorro cubrindole toda la cara, y con una apariencia muy extraa. !Oh, abuelita! dijo, qu orejas tan grandes que tienes. - Es para orte mejor, mi nia, fue la respuesta. Pero abuelita, qu ojos tan grandes que tienes. - Son para verte mejor, querida. - Pero abuelita, qu brazos tan grandes que tienes. Para abrazarte mejor. - Y qu boca tan grande que tienes. - Para comerte mejor. Y no haba terminado de decir lo anterior, cuando de un salto sali de la cama y se trag tambin a Caperucita Roja. Entonces el lobo decidi hacer una siesta y se volvi a tirar en la cama, y una vez dormido empez a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en ese momento por all, escuch los fuertes ronquidos y pens, Cmo ronca esa viejita! Voy a ver si necesita alguna ayuda. Entonces ingres al dormitorio, y cuando se acerc a la cama vio al lobo tirado all. As que te encuentro aqu, viejo pecador! dijo l.Haca tiempo que te buscaba! Y ya se dispona a disparar su arma contra l, cuando pens que el lobo podra haber devorado a la viejita y que an podra ser salvada, por lo que decidi no disparar. En su lugar tom unas tijeras y empez a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto haba hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes ms y la pequea Caperucita Roja sali rapidsimo, gritando: Qu asustada que estuve, qu oscuro que est ah dentro del lobo!, y enseguida sali tambin la abuelita, vivita, pero que casi no poda respirar. Rpidamente, Caperucita

Roja trajo muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo despert, quizo correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no soport el esfuerzo y cay muerto. Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quit la piel al lobo y se la llev a su casa. La abuelita comi el pastel y bebi el vino que le trajo Caperucita Roja y se reanim. Pero Caperucita Roja solamente pens: Mientras viva, nunca me retirar del sendero para internarme en el bosque, cosa que mi madre me haba ya prohibido hacer.

Tambin se dice que otra vez que Caperucita Roja llevaba pasteles a la abuelita, otro lobo le habl, y trat de hacer que se saliera del sendero. Sin embargo Caperucita Roja ya estaba a la defensiva, y sigui directo en su camino. Al llegar, le cont a su abuelita que se haba encontrado con otro lobo y que la haba saludado con buenos das, pero con una mirada tan sospechosa, que si no hubiera sido porque ella estaba en la va pblica, de seguro que se la hubiera tragado. Bueno, dijo la abuelita, cerraremos bien la puerta, de modo que no pueda ingresar. Luego, al cabo de un rato, lleg el lobo y toc a la puerta y grit: Abre abuelita que soy Caperucita Roja y te traigo unos pasteles! Pero ellas callaron y no abrieron la puerta, as que aquel hocicn se puso a dar vueltas alrededor de la casa y de ltimo salt sobre el techo y se sent a esperar que Caperucita Roja regresara a su casa al atardecer para entonces saltar sobre ella y devorarla en la oscuridad. Pero la abuelita conoca muy bien sus malas intenciones. Al frente de la casa haba una gran olla, as que le dijo a la nia: Mira Caperucita Roja, ayer hice algunas ricas salsas, por lo que trae con agua la cubeta en las que las cocin, a la olla que est afuera. Y llenaron la gran olla a su mximo, agregando deliciosos condimentos. Y empezaron aquellos deliciosos aromas a llegar a la nariz del lobo, y empez a aspirar y a caminar hacia aquel exquisito olor. Y camin hasta llegar a la orilla del techo y estir tanto su cabeza que resbal y cay de bruces exactamente al centro de la olla hirviente, ahogndose y cocinndose inmediatamente. Y Caperucita Roja retorn segura a su casa y en adelante siempre se cuid de no caer en las trampas de los que buscan hacer dao. FINIS

Dios te socorraLos hermanos Grimm

Haba una vez dos hermanas, una de las cuales era rica y sin hijos y la otraviuda con cinco nios y tan pobre que careca de pan para ella y su familia. Obligada por la necesidad fue a buscar a su hermana y la dijo: -Mis hijos se mueren de hambre, t eres rica, dame un pedazo de pan. Pero la rica que tena un corazn de piedra, la contest: -No hay pan en casa-, y la despidi con dureza. Algunas horas despus volvi a su casa el marido de la hermana rica, y cuando comenzaba a partir el pan para comer, se admir de ver que iban saliendo gotas de sangre conforme le iba partiendo. Su mujer asustada le refiri todo lo que haba pasado. Se apresur a ir a socorrer a la pobre viuda y la llev toda la comida que tena preparada. Cuando sali para volver a su casa, oy un ruido muy grande y vio una nube de humo y fuego que suba hacia el cielo. Era que arda su casa. Perdi todas sus riquezas en el incendio, su cruel mujer lanzando gritos de rabia deca: -Nos moriremos de hambre. -Dios socorre a los pobres-, la respondi su buena hermana, que corri a su lado. La que haba sido rica, hubo de mendigar a su vez; pero nadie tuvo compasin de ella. Su hermana olvidando su crueldad, reparta con ella las limosnas que reciba. FINIS

El abuelo y el nietoLos hermanos Grimm

Haba una vez un pobre muy viejo que no vea apenas, tena el odo muytorpe y le temblaban las rodillas. Cuando estaba a la mesa, apenas poda sostener su cuchara, dejaba caer la copa en el mantel, y aun algunas veces escapar la baba. La mujer de su hijo y su mismo hijo estaban muy disgustados con l, hasta que, por ltimo, le dejaron en un rincn de un cuarto, donde le llevaban su escasa comida en un plato viejo de barro. El anciano lloraba con frecuencia y miraba con tristeza hacia la mesa. Un da se cay al suelo, y se le rompi la escudilla que apenas poda sostener en sus temblorosas manos. Su nuera le llen de improperios a que no se atrevi a responder, y baj la cabeza suspirando. Comprronle por un cuarto una tarterilla de madera, en la que se le dio de comer de all en adelante. Algunos das despus, su hijo y su nuera vieron a su nio, que tena algunos aos, muy ocupado en reunir algunos pedazos de madera que haba en el suelo. -Qu haces? pregunt su padre. -Una tartera, contest, para dar de comer a pap y a mam cuando sean viejos. El marido y la mujer se miraron por un momento sin decirse una palabra. Despus se echaron a llorar, volvieron a poner al abuelo a la mesa; y comi siempre con ellos, siendo tratado con la mayor amabilidad. FINIS

El acertijoLos hermanos Grimm

rase una vez el hijo de un rey, a quien entraron deseos de correr mundo,y se parti sin ms compaa que la de un fiel criado. Lleg un da a un extenso bosque, y al anochecer, no encontrando ningn albergue, no saba dnde pasar la noche. Vio entonces a una muchacha que se diriga a una casita, y, al acercarse, se dio cuenta de que era joven y hermosa. Dirigise a ella y le dijo: - Mi buena nia, no nos acogeras por una noche en la casita, a m y al criado? - De buen grado lo hara -respondi la muchacha con voz triste-; pero no os lo aconsejo. Mejor es que os busquis otro alojamiento. - Por qu? -pregunt el prncipe. - Mi madrastra tiene malas tretas y odia a los forasteros contest la nia suspirando. Bien se dio cuenta el prncipe de que aquella era la casa de una bruja; pero como no era posible seguir andando en la noche cerrada, y, por otra parte, no era miedoso, entr. La vieja, que estaba sentada en un silln junto al fuego, mir a los viajeros con sus ojos rojizos: - Buenas noches! -dijo con voz gangosa, que quera ser amable-. Sentaos a descansar-. Y sopl los carbones, en los que se coca algo en un puchero. La hija advirti a los dos hombres que no comiesen ni bebiesen nada, pues la vieja estaba confeccionando brebajes nocivos. Ellos durmieron apaciblemente hasta la madrugada, y cuando se dispusieron a reemprender la ruta, estando ya el prncipe montado en su caballo, dijo la vieja: - Aguarda un momento, que tomars un trago, como despedida. Mientras entraba a buscar la bebida, el prncipe se alej a toda prisa, y cuando volvi a salir la bruja con la bebida, slo hall al criado, que se haba entretenido arreglando la silla. - Lleva esto a tu seor! -le dijo. Pero en el mismo momento se rompi la vasija, y el veneno salpic al caballo; tan virulento era, que el animal se desplom muerto, como herido por un rayo. El criado ech a correr para dar cuenta a su amo de lo sucedido, pero, no queriendo perder la silla, volvi a buscarla. Al llegar junto al cadver del caballo, encontr que un cuervo lo estaba devorando. Quin sabe si cazar hoy algo mejor?, se dijo el criado; mat, pues, el cuervo y se lo meti en el zurrn. Durante toda la jornada estuvieron errando por el bosque, sin encontrar la salida. Al anochecer dieron con una hospedera y entraron en ella. El criado dio el cuervo al posadero, a fin de que se lo guisara para cenar. Pero result

que haba ido a parar a una guarida de ladrones, y ya entrada la noche presentronse doce bandidos, que concibieron el propsito de asesinar y robar a los forasteros. Sin embargo, antes de llevarlo a la prctica se sentaron a la mesa, junto con el posadero y la bruja, y se comieron una sopa hecha con la carne del cuervo. Pero apenas hubieron tomado un par de cucharadas, cayeron todos muertos, pues el cuervo estaba contaminado con el veneno del caballo. Ya no qued en la casa sino la hija del posadero, que era una buena muchacha, inocente por completo de los crmenes de aquellos hombres. Abri a los forasteros todas las puertas y les mostr los tesoros acumulados. Pero el prncipe le dijo que poda quedarse con todo, pues l nada quera de aquello, y sigui su camino con su criado. Despus de vagar mucho tiempo sin rumbo fijo, llegaron a una ciudad donde resida una orgullosa princesa, hija del Rey, que haba mandado pregonar su decisin de casarse con el hombre que fuera capaz de plantearle un acertijo que ella no supiera descifrar, con la condicin de que, si lo adivinaba, el pretendiente sera decapitado. Tena tres das de tiempo para resolverlo; pero eran tan inteligente, que siempre lo haba resuelto antes de aquel plazo. Eran ya nueve los pretendientes que haban sucumbido de aquel modo, cuando lleg el prncipe y, deslumbrado por su belleza, quiso poner en juego su vida. Se present a la doncella y le plante su enigma: - Qu es -le dijo- una cosa que no mat a ninguno y, sin embargo, mat a doce? En vano la princesa daba mil y mil vueltas a la cabeza, no acertaba a resolver el acertijo. Consult su libro de enigmas, pero no encontr nada; haba terminado sus recursos. No sabiendo ya qu hacer, mand a su doncella que se introdujese de escondidas en el dormitorio del prncipe y se pusiera al acecho, pensando que tal vez hablara en sueos y revelara la respuesta del enigma. Pero el criado, que era muy listo, se meti en la cama en vez de su seor, y cuando se acerc la doncella, arrebatndole de un tirn el manto en que vena envuelta, la ech del aposento a palos. A la segunda noche, la princesa envi a su camarera a ver si tena mejor suerte. Pero el criado le quit tambin el manto y la ech a palos. Crey entonces el prncipe que la tercera noche estara seguro, y se acost en el lecho. Pero fue la propia princesa la que acudi, envuelta en una capa de color gris, y se sent a su lado. Cuando crey que dorma y soaba, psose a hablarle en voz queda, con la esperanza de que respondera en sueos, como muchos hacen. Pero l estaba despierto y lo oa todo perfectamente. Pregunt ella: - Uno mat a ninguno, qu es esto? Respondi l:

- Un cuervo que comi de un caballo envenenado y muri a su vez. Sigui ella preguntando: - Y mat, sin embargo, a doce, qu es esto? - Son doce bandidos, que se comieron el cuervo y murieron envenenados. Sabiendo ya lo que quera, la princesa trat de escabullirse, pero el prncipe la sujet por la capa, que ella hubo de abandonar. A la maana, la hija del Rey anunci que haba descifrado el enigma y, mandando venir a los doce jueces, dio la solucin ante ellos. Pero el joven solicit ser escuchado y dijo: - Durante la noche, la princesa se desliz hasta mi lecho y me lo pregunt; sin esto, nunca habra acertado. Dijeron los jueces: - Danos una prueba. Entonces el criado entr con los tres mantos, y cuando los jueces vieron el gris que sola llevar la princesa, fallaron la sentencia siguiente: - Que este manto se borde en oro y plata; ser el de vuestra boda. FINIS

El agua de la vidaLos hermanos Grimm

Hubo una vez un rey que enferm gravemente. No haba nada que lealiviara ni calmara su dolor. Despus de mucho deliberar, los sabios decidieron que slo podra curarle el agua de la vida, tan difcil de encontrar que no se conoca a nadie que lo hubiera logrado. Este rey tena tres hijos, el mayor de los cuales decidi partir en busca de la extica medicina. - Sin duda, si logro que mejore, mi padre me premiar generosamente. Pensaba, pues le importaba ms el oro que la salud de su padre. En su camino encontr a un pequeo hombrecillo que le pregunt su destino. - Qu ha de importarte eso a ti?, Enano! Djame seguir mi camino. El duende, ofendido por el maleducado prncipe, utiliz sus poderes para desviarle hacia una garganta en las montaas que cada vez se estrechaba ms, hasta que ni el caballo pudo dar la vuelta, y all qued atrapado. Viendo que su hermano no volva, el mediano decidi ir en busca de la medicina para su padre: Toda la recompensa ser para m.- pensaba ambiciosamente. No llevaba mucho recorrido, cuando el duende se le apareci preguntando a dnde iba: - Qu te importar a ti! Aparta de mi camino, Enano! El duende se hizo a un lado, no sin antes maldecirle para que acabara en la misma trampa que el mayor, atrapado en un paso de las montaas que cada vez se hizo ms estrecho, hasta que caballo y jinete quedaron inmovilizados. Al pasar los das y no tener noticias, el menor de los hijos del rey decidi ir en busca de sus hermanos y el agua milagrosa para sanar a su padre. Cabalgando, encontr al hombrecillo que tambin a l le pregunt su destino: - Mi padre est muy enfermo, busco el agua de la vida, que es la nica cura para l. - Sabes ya a dnde debes dirigirte para encontrarla? Volvi a preguntar el enano. - An no, me podras ayudar, duendecillo? Has resultado ser amable y humilde, y mereces mi favor. Toma esta varilla y estos dos panes y dirgete hacia el castillo encantado. Toca la cancela tres veces con la vara, y arroja un pan a cada una de las dos bestias que intentarn comerte. - Busca entonces la fuente del agua de la vida tan rpido como puedas, pues si dan las doce, y sigues en el interior del castillo, ya nunca ms podrs salir. Aadi el enanito. A lomos de su caballo, pasados varios das, lleg el prncipe al castillo encantado. Toc tres veces la cancela con

la vara mgica, amans a las bestias con los panes y lleg a una estancia donde haba una preciosa muchacha: - Por fin se ha roto el hechizo! En agradecimiento, me casar contigo si vuelves dentro de un ao. Contento por el ofrecimiento, el muchacho busc rpidamente la fuente de la que manaba el agua de la vida. Llen un frasco con ella y sali del castillo antes de las doce. De vuelta a palacio, se encontr de nuevo con el duende, a quien relat su experiencia y pidi: - Mis hermanos partieron hace tiempo, y no les he vuelto a ver. No sabras dnde puedo encontrarles? - Estn atrapados por la avaricia y el egosmo, pero tu bondad les har libres. Vuelve a casa y por el camino los encontrars. Pero cudate de ellos! Tal como haba anunciado el duende, el menor encontr a sus dos hermanos antes de llegar al castillo del rey. Los tres fueron a ver a su padre, quien despus de tomar el agua de la vida se recuper por completo. Incluso pareci rejuvenecer. El menor de los hermanos le relat entonces su compromiso con la princesa, y su padre, orgulloso, le dio su ms sincera bendicin para la boda. As pues, cerca de la fecha pactada, el menor de los prncipes se dispuso a partir en busca de su amada. sta, esperando ansiosa en el castillo, orden extender una carretera de oro, desde su palacio hasta el camino, para dar la bienvenida a su futuro esposo: - Dejad pasar a aquel que venga por el centro de la carretera,- dijo a los guardianes Cualquier otro ser un impostor.- Advirti. Y march a hacer los preparativos. Efectivamente, los dos hermanos mayores, envidiosos, tramaron por separado llegar antes que l y presentarse a la princesa como sus libertadores: - Suplantar a mi hermano y desposar a la princesa - Pensaba cada uno de ellos. El primero en llegar fue el hermano mayor, que al ver la carretera de oro pens que la estropeara si la pisaba, y dando un rodeo, se present a los guardas de la puerta, por la derecha, como el rescatador de la princesa. Mas stos, obedientes le negaron el paso. El hermano mediano lleg despus, pero apart al caballo de la carretera por miedo a estropearla, y tom el camino de la izquierda hasta los guardias, que tampoco le dejaron entrar. Por ltimo lleg el hermano menor, que ni siquiera not cuando el caballo comenz a caminar por la carretera de oro, pues iba tan absorto en sus pensamientos sobre la princesa que se podra decir que flotaba. Al llegar a la puerta, le abrieron enseguida, y all estaba la princesa esperndole con los brazos abiertos, llena de alegra y reconocindole como su salvador. Los

esponsales duraron varios das, y trajeron mucha felicidad a la pareja, que invit tambin al padre, que nunca volvi a enfermar. FINIS

El amadsimo RolandoLos hermanos Grimm

Hubo una vez una mujer que era una bruja hecha y derecha, quien tenados hijas: una, fea y mala, a la que quera por ser hija suya; y otra, hermosa y buena, a la que odiaba porque era su hijastra. Tena sta un lindo delantal, que la otra le envidiaba mucho, por lo que dijo a su madre que de cualquier modo quera hacerse con la prenda. - No te preocupes, hija ma -respondi la vieja-, lo tendrs. Hace tiempo que tu hermanastra se ha hecho merecedora de morir; esta noche, mientras duerme, entrar y le cortar la cabeza. T cuida slo de ponerte al otro lado de la cama, y que ella duerma del lado de ac. Perdida tendra que haber estado la infeliz muchacha, para no haberlo escuchado todo desde un rincn. En todo el da no la dejaron asomarse a la puerta, y, a la hora de acostarse, la otra subi primera a la cama, colocndose arrimada a la pared; pero cuando ya se hubo dormido, su hermanastra, calladamente, cambi de lugar, pasando a ocupar el del fondo. Ya avanzada la noche, entr la vieja, de puntillas; empuando con la mano derecha un hacha, tent con la izquierda para comprobar si haba alguien en primer trmino y luego, tomando el arma con las dos manos, la descarg... y cort el cuello a su propia hija. Cuando se march, se levant la muchacha y se fue a la casa de su amado, que se llamaba Rolando. - Escchame, amadsimo Rolando -dijo, llamando a la puerta-, debemos huir inmediatamente. Mi madrastra quiso matarme, pero se equivoc y ha matado a su propia hija. Por la maana se dar cuenta de lo que ha hecho, y estaremos perdidos. - Huyamos, pues le dijo Rolando-, pero antes qutale la varita mgica; de otra manera no podremos salvarnos, si nos persigue. La joven volvi en busca de la varita mgica; luego, tomando la cabeza de la muerta, derram tres gotas de sangre en el suelo: una, delante de la cama; otra, en la cocina, y otra, en la escalera. Hecho esto, volvi a toda prisa a la casa de su amado. Al amanecer, la vieja bruja se levant y fue a llamar a su hija para darle el delantal; pero ella no acudi a sus voces. Grit entonces: - Dnde ests? - Aqu en la escalera, barriendo -respondi una de las gotas de sangre. Sali la vieja, pero, al no ver a nadie en la escalera, volvi a gritar: - Dnde ests? - En la cocina, calentndome -contest la segunda gota de sangre. Fue la bruja a la cocina, pero no haba nadie, por lo que pregunt

nuevamente en voz alta: - Dnde ests? -Ay!, en mi cama, durmiendo -dijo la tercera gota. Al entrar en la habitacin y acercarse a la cama, qu es lo que vio la bruja? A su mismsima hija baada en sangre. Ella misma le haba cortado la cabeza! La hechicera enfureci y se asom a la ventana; y como por sus artes poda ver hasta muy lejos, descubri a su hijastra que escapaba junto con su amadsimo novio. - De nada les servir! -exclam-. No van a escapar, por muy lejos que estn! Y, calzndose sus botas mgicas, que con cada paso andaban el camino de una hora, sali a perseguirlos y los alcanzo en poco tiempo. Pero la muchacha, al ver que se acercaba su madrastra, se vali de la varita mgica y transform a su amadsimo Rolando en un lago, y ella se convirti a si misma en un pato, que nadaba en el agua. La bruja se detuvo en la orilla y se puso a echar migas de pan y hacer todo lo posible por atraer al animal; pero ste se cuid muy bien de no acercarse, por lo que la vieja, al anochecer, tuvo que volver sin haber conseguido su objetivo. Entonces, la joven y su amadsimo Rolando recuperaron su figura humana y continuaron caminando durante toda la noche, hasta la madrugada. Fue entonces que la doncella se convirti en una hermosa flor, en medio de un matorral espinoso, y convirti a su amadsimo Rolando en violinista. Al poco tiempo lleg la bruja a grandes zancadas y dijo al msico: - Mi buen msico, me permite que arranque aquella hermosa flor? - Ya lo creo - contest l-; yo tocar mientras tanto. Se meti la vieja en el matorral para arrancar la flor, pues saba perfectamente quin era; y el violinista se puso a tocar, y la mujer, quirase o no, empez a bailar, ya que era aquella una tonada mgica. Y cuanto ms vivamente tocaba l, ms bruscos saltos tena que dar ella, por lo que las espinas le rasgaron todos los vestidos y le despedazaron la piel, dejndola ensangrentada y maltrecha. Y como el msico no cesaba de tocar, la bruja tuvo que seguir bailando hasta caer muerta. Al verse libres, dijo Rolando: - Voy ahora a casa de mi padre a preparar nuestra boda. - Yo me quedar aqu entretanto -respondi la muchacha-, esperando tu regreso; y para que nadie me reconozca, me convertir en una roca encarnada. March Rolando, y la doncella, transformada en roca, se qued en el campo, esperando el regreso de su amado. Pero al llegar Rolando a su casa, cay en las redes de otra mujer, que consigui hacerle olvidar a su prometida. La infeliz muchacha permaneci mucho tiempo aguardndolo, y al ver que no volva, llena de tristeza, se transform en flor, pensando:

Alguien pasar y me pisotear!. Sucedi, que un pastor que apacentaba su rebao en el campo, viendo aquella flor tan bonita, la cort y guard en su cofre. Desde aquel da, todas las cosas marcharon a las mil maravillas en casa del pastor. Cuando se levantaba por la maana se encontraba con todo el trabajo hecho: las habitaciones, barridas; limpios de polvo las mesas y los bancos; el fuego encendido en el fogn, y las vasijas llenas de agua. A medioda, al llegar a casa, la mesa estaba puesta, y servida una sabrosa comida. El hombre no poda comprender aquello, ya que jams vea a nadie en su casa, la cual era, adems, tan pequea, que nadie poda ocultarse dentro. De momento estaba muy complacido con aquellas novedades; pero, al fin, se alarm y fue a consultar a una adivina. sta le dijo: - Eso es cosa de magia. Levntate un da bien temprano y fjate si algo se mueve en la habitacin; si ves que si, sea lo que sea, chale en seguida un pao encima, y el hechizo quedar atrapado. As lo hizo el pastor, y a la maana siguiente, al apuntar el alba, vio cmo el arca se abra y de ella sala la flor. Pegando un brinco, le tir una tela encima e inmediatamente acab el encanto, presentndosele una bellsima doncella, que le confes ser aquella flor, la cual haba cuidado hasta entonces del orden de su casa. Le narr su historia, y, como al muchacho le gustaba la joven, le pregunt si quera casarse con l. Pero la muchacha respondi negativamente, ya que segua enamorada de su amadsimo Rolando; le permanecera fiel, aunque la hubiera abandonado. Sin embargo le prometi, que no se ira, sino que seguira cuidando de su casa. Mientras tanto, lleg el da indicado para la boda de Rolando. Siguiendo una vieja costumbre del pas, se realiz un anuncio invitando a todas las muchachas a asistir al acto y a cantar en honor de la pareja de novios. Al enterarse la fiel muchacha, sinti una profunda tristeza que crey que el corazn iba a estallarle en el pecho. No quera ir a la fiesta, pero las dems jovencitas fueron a buscarla y la obligaron a que las acompaara. Procur ir demorando el momento de cantar; pero al final, cuando ya todas hubieron cantado, no tuvo ms remedio que hacerlo tambin. Pero al iniciar su canto y llegar su voz a odos de Rolando, ste dio un salto y exclam: - Conozco esa voz; es la de mi verdadera prometida y no quiero otra! Todo lo que haba olvidado, revivi en su memoria y en su corazn. Y as fue que la fiel doncella se cas con su amadsimo Rolando, y, terminada su pena, comenz para ella una vida de dicha. FINIS

El clavelLos hermanos Grimm

Exista una vez una reina a quien Dios Nuestro Seor no haba concedidola gracia de tener hijos. Todas las maanas sala al jardn a rogar al cielo le otorgase la gracia de la maternidad. Un da descendi un ngel del cielo y le dijo: - Algrate, vas a tener un hijo dotado del don de ver cumplidos sus deseos, ver satisfechos cuanto sienta en este mundo. La reina fue a dar a su esposo la feliz noticia, y, cuando lleg la hora, dio a luz un hijo, con gran alegra del Rey. Cada maana iba la Reina al parque con el nio, y se lavaba all en una cristalina fuente. Ocurri un da, cuando el nio estaba ya crecidito, que, tenindolo en el regazo, la madre se qued dormida. Entonces se acerc el viejo cocinero, que conoca el don particular del pequeo, y lo rapt; luego mat un pollo y derram la sangre sobre el delantal y el vestido de la Reina. Luego de llevarse al nio a un lugar apartado, donde una nodriza se encargara de amamantarlo, se present al Rey para acusar a su esposa de haber dejado que las fieras le robaran a su hijo. Y cuando el Rey vio el delantal manchada de sangre, dio crdito a la acusacin, enfureci tanto, que hizo construir una profunda mazmorra donde no penetrase la luz del sol ni de la luna, y en ella mand encerrar a la Reina, condenndola a permanecer all durante siete aos sin comer ni beber, para que muriese de hambre y sed. Pero Dios Nuestro Seor envi a dos ngeles del cielo en forma de palomas blancas, que bajaban volando todos los das y le llevaban la comida; y esto dur hasta que transcurrieron los siete aos. Mientras tanto, el cocinero haba pensado: Puesto que el nio est dotado del don de ver satisfechos sus deseos, estando yo aqu podra provocar mi desgracia. Sali del palacio y se dirigi a la casa del muchachito, que ya era lo bastante crecido para saber hablar, y le dijo: - Desea tener un hermoso palacio, con jardn y todo lo que le corresponda. Y apenas haban salido las palabras de los labios del nio, apareci todo lo deseado. Al cabo de algn tiempo, le dijo el cocinero: - No est bien que vivas solo; desea una hermosa muchacha para compaera. Expres el nio este deseo, y en el acto se le present una doncella lindsima, como ningn pintor hubiera sido capaz de pintar. De ah en adelante jugaron juntos, y se queran tiernamente, mientras el viejo cocinero se dedicaba a la caza, como un gentil hombre. Pero un da se le ocurri que el prncipe poda sentir deseos de estar al lado de su padre, cosa que tal

vez lo colocara a l en una situacin difcil. Sali, pues, y llevndose a la muchachita en un lugar apartado, le dijo: - Esta noche, cuando el nio est dormido, te acercars a su cama y, despus de clavarle el cuchillo en el corazn, me traers su corazn y su lengua. Si no lo haces, lo pagars con la vida. Parti, y al volver al da siguiente, la nia no haba realizado su orden y le dijo: - Por qu tengo que derramar sangre inocente que no ha hecho mal a nadie? - Si no lo haces, te costar la vida! le contest el cocinero. Cuando se march, la muchacha hizo traer una cierva joven y la hizo matar; luego le sac el corazn y la lengua, y los puso en un plato. Al ver que se acercaba el viejo, dijo a su compaero: - Mtete enseguida en la cama y tpate con la manta! Entr el malvado y pregunt: - Dnde estn el corazn y la lengua del nio? Tendi la nia el plato, y en el mismo momento el prncipe, destapndose, exclam: - Viejo maldito, por qu quisiste matarme? Ahora, oye tu sentencia. Vas a transformarte en perro de aguas; llevars una cadena dorada al cuello y comers carbones ardientes, de modo que el fuego te abrase la garganta. Y al tiempo que pronunciaba estas palabras, el viejo qued transformado en perro de aguas, con una cadena dorada, atada al cuello; y los cocineros le daban para comer carbones ardientes, que le abrasaban la garganta. El hijo del Rey sigui viviendo todava algn tiempo all, siempre pensando en su madre, y en si viva o estaba muerta. Finalmente le dijo a la muchacha: - Quiero irme a mi patria; si te gusta acompaarme, yo cuidar de ti. - Ay! -exclam ella-. Est tan lejos! Adems, qu har en un pas donde nadie me conoce? -. Al verla el prncipe indecisa, y como a los dos les dola la separacin, la convirti en clavel y la prendi en su ojal. Se puso entonces en camino de su tierra, y el perro no tuvo ms remedio que seguirlo. Se dirigi a la torre que serva de prisin a su madre, y, como era muy alta, expres el deseo de que apareciese una escalera capaz de llegar hasta la mazmorra, y, bajando por ella, pregunt en voz alta: - Madrecita de mi alma, Seora Reina, vivs an o estis muerta? Y respondi ella: - Acabo de comer y no tengo hambre -pensando que eran los ngeles. Pero l dijo: - Soy vuestro hijo querido, al que dijeron falsamente que las fieras os haban arrebatado del regazo; pero estoy vivo, y muy pronto os libertar. Y, volviendo a salir de la torre, se encamin al palacio del Rey, su padre, donde se hizo anunciar como un cazador forastero, que solicitaba ser

empleado en la corte. El Rey acept sus servicios, a condicin de que fuera un hbil cazador y supiera encontrar caza mayor, pues en todo el reino no la haba habido nunca. El cazador prometi proporcionarle en cantidad suficiente para proveer la real mesa. Reuni luego a todos los cazadores, a quienes orden que se dispusiesen a salir con l al monte. Parti con ellos, y, una vez llegados al terreno, los coloc en un gran crculo abierto en un punto; situndose l en el medio, empez a desear, y en un momento entraron en el crculo alrededor de un centenar de magnficas piezas, y los cazadores no tuvieron ms trabajo que derribarlas a tiros. Fueron luego cargadas en sesenta carretas y llevadas al Rey, quien vio, al fin, colmada de caza su mesa, despus de muchos aos de verse privado de ella. Muy satisfecho el Rey, al da siguiente invit a comer a toda la Corte, para lo cual hizo preparar un esplndido banquete. Estando ya todos reunidos, dijo, dirigindose al joven cazador: - Puesto que has demostrado tanta habilidad, te sentars a mi lado. - Seor Rey, Vuestra Majestad me hace demasiado honor -respondi el joven-; no soy ms que un sencillo cazador. Pero el Rey insisti, diciendo: - Quiero que te sientes a mi lado -y el joven tuvo que obedecer. Durante todo el tiempo pensaba en su querida madre, y, al fin, formul el deseo de que uno de los cortesanos ms altos hablara de ella y preguntara qu tal lo pasaba en la torre la Seora Reina; si viva an o haba muerto. Apenas haba formulado en su mente este deseo, cuando el mariscal se dirigi al Monarca en estos trminos: - Serensima Majestad, ya que nos encontramos aqu todos contentos y disfrutando, cmo lo pasa la Seora Reina? Vive o ya muri? A lo cual respondi el Rey: - Dej que las fieras devorasen a mi hijo amadsimo; no quiero que se hable ms de ella. Levantndose entonces el cazador, dijo: - M venerado Seor y Padre: la Reina vive todava, y yo soy su hijo, y no fueron las fieras las que me robaron, sino aquel malvado cocinero viejo que, mientras mi madre dorma, me arrebat de su regazo, manchando su delantal con la sangre de un pollo -. Y, agarrando al perro por el collar de oro, aadi-: ste es el criminal! -y mand traer carbones encendidos, que el animal hubo de comerse en presencia de todos, quemndose la garganta. Pregunt luego al Rey si quera verlo en su figura humana, y, ante su respuesta afirmativa, lo convirti a su primitiva condicin de cocinero, con su blanco mandil y el cuchillo al costado. Al verlo el Rey, orden, enfurecido, que lo arrojasen en el calabozo ms profundo. Luego sigui diciendo el cazador: - Padre mo, queris ver tambin a la doncella que ha cuidado de m, y a la que ordenaron me quitase la vida bajo pena de la suya, a pesar de lo cual

no lo hizo? - Oh s, con mucho gusto! -respondi el Rey. - Padre y Seor mo, os la mostrar en figura de una bella flor -dijo el prncipe, y, sacndose del bolsillo el clavel, lo puso sobre la mesa real; y era hermoso como jams el Rey viera otro semejante. Sigui el hijo: - Ahora os la voy a presentar en su verdadera figura humana -y dese que se transforme en doncella. Y el cambio se produjo en el acto, apareciendo ante los presentes una joven tan bella como ningn pintor habra sabido pintar. El Rey envi a la torre a dos camareras y dos criados a buscar a la Seora Reina, con orden de acompaarla a la mesa real. Al llegar a ella, se neg a comer y dijo: - Dios misericordioso y compasivo, que me sostuvo en la torre, me llamar muy pronto. Vivi an tres das, y muri como una santa. Y al ser sepultada, la siguieron las dos palomas blancas que la haban alimentado durante su cautiverio, y que eran ngeles del cielo, y se posaron sobre su tumba. El anciano rey orden que el cocinero fuese descuartizado; pero la pesadumbre se haba apoderado de su corazn, y no tard tampoco en morir. Su hijo se cas con la hermosa doncella que se haba llevado en figura de flor, y Dios sabe si todava viven. FINIS

El cuervoLos hermanos Grimm

Haba una vez una reina que tena una hijita de corta edad, a la que setena que llevar an en brazos. Un da la nia estaba muy impertinente, y su madre no lograba calmarla de ningn modo, hasta que, perdiendo la paciencia, al ver unos cuervos que volaban en torno al palacio, abri la ventana y dijo: - Ojal te volvieses cuervo y echases a volar; por lo menos tendra paz! Pronunciadas apenas estas palabras, la nia qued convertida en cuervo y, desprendindose del brazo materno, huy volando por la ventana. Fue a parar a un bosque tenebroso, en el que permaneci mucho tiempo, y sus padres perdieron todo rastro de ella. Cierto da, un hombre que pasaba por el bosque percibi el graznido de un cuervo; al acercarse al lugar de donde proceda, oy que deca el ave: - Soy princesa de nacimiento y qued encantada; pero t puedes liberarme. - Qu debo hacer? - pregunt l. Y el cuervo respondi: - Sigue bosque adentro, hasta que encuentres una casa, en la que vive una vieja. Te ofrecer comida y bebida; pero no aceptes nada, pues por poco que comas o bebas quedars sumido en un profundo sueo, y ya no te ser posible rescatarme. En el jardn de detrs de la casa hay un gran montn de cortezas, agurdame all. Durante tres das seguidos vendr a las dos de la tarde, en un coche tirado, la primera vez, por cuatro caballos blancos; por cuatro rojos, la segunda, y por cuatro negros, la tercera; pero si en vez de estar despierto te hallas dormido, no me podrs desencantar. Prometi el hombre cumplirlo todo al pie de la letra; mas el cuervo suspir: - Ay!, bien s que no me liberars, porque aceptars algo de la vieja. El hombre repiti su promesa de que no tocara nada de comer ni de beber. Al encontrarse delante de la casa, sali la mujer a recibirlo. - Pobre, y qu cansado pareces! Entra a reposar, comers y bebers algo. - No - contest el hombre - no quiero tomar nada. Pero ella insisti vivamente: - Si no quieres comer, siquiera bebe un trago; una vez no cuenta. Y el forastero, cediendo a la tentacin, bebi un poco. Por la tarde, hacia las dos, sali al jardn y, sentndose en el montn de corteza, se dispuso a esperar la llegada del cuervo. Pero no pudiendo resistir l su cansancio, se ech un rato, con la firme intencin de no dormirse. Sin embargo, apenas se hubo tendido se le cerraron los ojos y se qued tan profundamente dormido que nada en el mundo habra podido despertarlo. A las dos se present el

cuervo en su carroza, tirada por cuatro caballos blancos; pero el ave vena triste, diciendo: - Estoy segura de que duerme. Y, en efecto, cuando lleg al lugar de la cita lo vio tumbado en el suelo, dormido. Se apart del coche, fue hasta l, y lo sacudi y llam, pero en vano. Al medioda siguiente, la vieja fue de nuevo a ofrecerle comida y bebida. El hombre se neg a aceptar; no obstante, ante la insistencia, volvi a beber otro sorbo de la copa. Poco antes de las dos fue de nuevo al jardn, al lugar convenido, a esperar la llegada del cuervo; pero, de repente, le asalt una fatiga tan intensa que las piernas no lo sostenan; incapaz de dominarse, se tir en el suelo y volvi a quedarse dormido como un tronco. Al pasar el cuervo en su carroza de cuatro caballos rojos, dijo tristemente: - Seguro que duerme! - y se acerc a l; pero tampoco hubo modo de despertarle. Al tercer da le pregunt la vieja: - Qu es eso? No comes ni bebes. Acaso quieres morirte? Pero l contest: - No quiero ni debo comer ni beber nada. Ella dej a su lado la fuente con la comida y un vaso de vino, y, cuando el olor le subi a la nariz, no pudo resistir, y bebi un buen trago. A la hora fijada sali al jardn y, subindose al montn de corteza, quiso aguardar la venida de la princesa encantada. Pero sintindose ms cansado an que el da anterior, se tumb y qued dormido profundamente como si fuera de piedra. A las dos se present de nuevo el cuervo en su coche, arrastrado ahora por cuatro corceles negros; el carruaje era tambin negro. El ave, que vena de riguroso luto, dijo: - Bien s que duerme y que no puede desencantarme! Al llegar hasta l, lo encontr profundamente dormido, y, por ms que lo sacudi y llam, no hubo manera de despertarlo. Entonces puso a su lado un pan, un pedazo de carne y una botella de vino, de todas estas comidas poda comer y beber lo que quisiera, sin que jams se acabaran. Tambin le puso en el dedo un anillo de oro, que se quit del suyo y que tena grabado su nombre. Por ltimo, le dej una carta en la que le comunicaba lo que le haba dado, y, adems: Bien veo que aqu no puedes desencantarme; pero si quieres hacerlo, ve a buscarme al palacio de oro de Stromberg; puedes hacerlo, estoy segura de ello. Y, despus de depositar todas las cosas junto a l, subi de nuevo a su carroza y se march al palacio de oro de Stromberg. Cuando el hombre despert, dndose cuenta de que se haba dormido, sinti una gran tristeza en su corazn y dijo: - No cabe duda de que ha pasado de largo, sin yo liberarla. Pero fijndose en los objetos depositados junto a l, ley la carta, y se inform de cmo haba ocurrido todo. Se levant y se puso inmediatamente en busca del castillo de oro de Stromberg; pero no tena la mnima idea de

su paradero. Luego de recorrer buena parte del mundo, lleg a una oscura selva, por la que anduvo durante dos semanas sin encontrar salida. Un anochecer se sinti tan cansado que, se tumbo entre unas matas, y qued dormido. A la maana siguiente sigui su camino, y al atardecer, cuando se dispona a acomodarse en unos matorrales para pasar la noche, hirieron sus odos unas lamentaciones y gemidos que no le dejaron conciliar el sueo; y al llegar la hora en que la gente enciende las luces, vio brillar una en la lejana y se dirigi hacia ella; lleg ante una casa que le pareci muy pequea, ya que ante ella se encontraba un enorme gigantazo. Pens: Si intento entrar y me ve el gigante, me costar la vida. Al fin, sobreponindose al miedo, se acerc. Cuando el gigante lo vio, le dijo: - Me agrada que vengas, hace muchas horas que no he comido nada. Vas a servirme de cena. - No hagas tal cosa - contest el hombre -; yo no soy fcil de tragar. Pero si lo que quieres es comer, tengo lo bastante para llenarte. - Siendo as - dijo el gigante -, puedes estar tranquilo. Si quera devorarte era a falta de otra cosa. Los dos se sentaron a la mesa, y el hombre sac su pan, vino y carne inagotables. - Esto me gusta - observ el gigante, comiendo a dos carrillos. Cuando terminaron, pregunt el hombre: - Podras acaso indicarme dnde se levanta el castillo de oro de Stromberg? - Consultar el mapa - dijo el gigante -; en l estn registrados todas las ciudades, pueblos y casas. Fue a buscar el mapa, que guardaba en su dormitorio, y se puso a buscar el castillo, pero ste no apareca por ninguna parte. - No importa - dijo -; arriba, en el armario, tengo otros mapas mayores, lo buscaremos en ellos. Pero todo fue intil. El hombre se dispona a marcharse, pero el gigante le rog que esperase dos o tres das a que regresara su hermano, quien haba partido en busca de vveres. Cuando lleg el hermano, le preguntaron por el castillo de oro de Stromberg. l les respondi: - Cuando haya comido y est satisfecho, consultar el mapa. Subieron luego a su habitacin y se pusieron a buscar y rebuscar en su mapa; pero tampoco encontraron el bendito castillo; el gigante sac nuevos mapas, y no descansaron hasta que, por fin, dieron con l, quedaba, sin embargo, a muchos millares de millas de all. - Cmo podr llegar hasta all? - pregunt el hombre; y el gigante respondi: - Dispongo de dos horas. Te llevar hasta las cercanas, pero luego tendr que volverme a dar de mamar a nuestro hijo. El gigante lo transport hasta cerca de un centenar de horas de distancia

del castillo, y le dijo: - El resto del camino puedes hacerlo por tus propios medios - y regres. El hombre sigui avanzando da y noche hasta que, al fin, lleg al castillo de oro de Stromberg. ste estaba construido en la cima de una montaa de cristal; la princesa encantada daba vueltas alrededor del castillo en su coche, hasta que entr en el edificio. El hombre se alegro al verla e intent trepar hasta la cima; pero cada vez que lo intentaba, como el cristal era resbaladizo, volva a caer. Viendo que no podra subir jams, se entristeci y se dijo: Me quedar abajo y la esperar. Y se construy una cabaa, en la que vivi un ao entero; y todos los das vea pasar a la princesa en su carroza, sin poder nunca llegar hasta ella. Un da, desde su cabaa, vio a tres bandidos que peleaban y les grit: - Dios sea con vosotros! Ellos interrumpieron la pelea; pero como no vieron a nadie, recomenzaron con mayor coraje que antes; la cosa se puso realmente peligrosa. Volvi l a gritarles: - Dios sea con vosotros! Suspendieron ellos de nuevo la batalla; pero como tampoco vieron a nadie, pronto la reanudaron y l les repiti por tercera vez - Dios sea con vosotros! - y pens: He de averiguar lo que les pasa. Se dirigi, pues, a los luchadores y les pregunt por qu se peleaban. Respondi uno de ellos que haba encontrado un bastn, un golpe del cual bastaba para abrir cualquier puerta; el otro dijo que haba encontrado una capa que volva invisible al que se cubra con ella; en cuanto al tercero, haba capturado un caballo capaz de andar por todos los terrenos, e incluso de trepar a la montaa de cristal. El desacuerdo consista en que no saban si guardar las tres cosas en comunidad o quedarse con una cada uno. Dijo entonces el hombre: - Yo les cambiar las tres cosas. Dinero no tengo, pero s otros objetos que valen ms. Pero antes tengo que probarlas para saber si me dijeron la verdad. Los otros le dejaron montar el caballo, le colgaron la capa de los hombros y le pusieron en la mano el bastn; y, una vez lo tuvo todo, desapareci de su vista. Empez entonces a repartir bastonazos, gritando: - Haraganes, ah tienen sus merecidos! Estn satisfechos? Subi luego a la cima de la montaa de cristal y, al llegar a la puerta del castillo, la encontr cerrada. Golpe con el bastn, y la puerta se abri inmediatamente. Entr y subi las escaleras hasta lo alto; en el saln estaba la princesa, con una copa de oro, llena de vino, ante ella. Pero no poda verlo, pues l llevaba la capa puesta. Al estar delante de la doncella, se quit el anillo que ella le pusiera en el dedo y la dej caer en la copa; al chocar con el fondo, produjo un sonido vibrante. Exclam la princesa entonces:

- ste es mi anillo; por tanto, el hombre que ha de liberarme debe de estar aqu. Lo buscaron por todo el castillo, pero no dieron con l. Haba vuelto a salir, montado en su caballo, y se haba quitado la capa. FINIS

El destripaterronesLos hermanos Grimm

Era una aldea cuyos habitantes eran todos labradores ricos, y slo habauno que era pobre; por eso le llamaban el destripaterrones. No tena ni una vaca siquiera y, mucho menos, dinero para comprarla; y tanto l como su mujer se moran de ganas de tener una. Dijo un da el marido: - Oye, se me ha ocurrido una buena idea. Pedir a nuestro compadre, el carpintero, que nos haga una ternera de madera y la pinte de color pardo, de modo que sea igual que las otras. As crecer, y con el tiempo nos dar una vaca. A la mujer le gusto la idea, y el compadre carpintero cort y cepill cuidadosamente la ternera, la pint primorosamente e incluso la hizo de modo que agachase la cabeza, como si estuviera paciendo. Cuando, a la maana siguiente, fueron sacadas las vacas, el destripaterrones llam al pastor y le dijo: - Mira, tengo una ternerita, pero es tan joven todava que hay que llevarla a cuestas. - Bueno -respondi el pastor, y, acomodndolo a los hombros, la llev al prado y la dej en la hierba. La ternera estaba inmvil, como paciendo, y el pastor pensaba: No tardar en correr sola, a juzgar por lo que come. Al anochecer, a la hora de entrar el ganado, dijo el pastor a la ternera: - Si puedes sostenerte sobre tus patas y hartarte como has hecho, tambin puedes ir andando como las dems. No esperes que cargue contigo. El destripaterrones, de pie en la puerta de su casa, esperaba el regreso de su ternerita, y al ver pasar al boyero conduciendo el ganado y que faltaba su animalito, le pregunt por l. Respondi el pastor: - All se ha quedado comiendo; no quiso seguir con las dems. - Toma! -exclam el labrador-, yo quiero mi ternera. Volvieron entonces los dos al prado, pero la ternera no estaba; alguien la haba robado. - Se habr extraviado -dijo el pastor. Pero el destripaterrones le replic: - A m no me vengas con sas! -y present querella ante el alcalde, el cual conden al hombre, por negligencia, a indemnizar al demandante con una vaca. Y he aqu cmo el destripaterrones y su mujer tuvieron, por fin, la tan ansiada vaca. Estaban contentsimos, pero como no tenan forraje, no podan darle de comer, y, as, tuvieron que faenarla muy pronto. Despus de salar la carne, el hombre se march a la ciudad a vender la piel para comprar una ternerita con lo que de ella sacara. Durante la marcha, al pasar

junto a un molino, encontr un cuervo que tena las alas rotas; lo recogi por compasin, y lo envolvi en la piel. Como el tiempo se haba puesto muy feo, con lluvia y viento, el hombre no tuvo ms remedio que pedir alojamiento en el molino. Slo estaba en casa la muchacha del molino, quien dijo al destripaterrones: - Duerme en la paja!-. Y por comida le ofreci pan y queso. El hombre comi y luego se ech a dormir con el pellejo al lado, y la mujer pens: Est cansado y ya duerme. En eso entr el sacristn, el cual fue muy bien recibido por la muchacha del molino, que le dijo: - El patrn no est; entra y vamos a darnos un banquete. El destripaterrones no dorma an, y al escuchar que se disponan a darse buena vida, enojado por haber tenido que contentarse l con pan y queso. La joven puso la mesa, y sirvi asado, ensalada, pasteles y vino. Cuando se disponan a sentarse a comer, llamaron a la puerta: - Dios santo! -exclam la chica-. El amo!-. Y, a toda prisa, escondi el asado en el horno, el vino debajo de la almohada, la ensalada entre las sbanas y los pasteles debajo de la cama; en cuanto al sacristn, lo ocult en el armario de la entrada. Acudiendo luego a abrir al molinero, le dijo-: Gracias a Dios que vuelves a estar en casa! Vaya tiempo para ir por el mundo! El molinero, al ver al labrador tendido en el forraje, pregunt: - Qu hace ah se? - Ah! -dijo la muchacha-, es un pobre infeliz a quien le tom la lluvia y la tormenta, y me pidi cobijo.