ANUNCIOS. - boe.esboe.es/datos/pdfs/BOE/1860/198/A00004-00004.pdf · sistentes'e interinos unos...

1
«rece en España el erarlo , (lestinaJó siempre a io* ims- ¡J\0Sii.S0S , y se dallan abundantemente entre Sagunto y ^etabis, ó se^ San Felipe de ¿áli’vá , según lo indicó el geógrafo friego. La actual lagoecia , bastante eomnn en n u cirá Península, no difiere del comino silvestre que D'ioscórides aseguró hallarse en Cartagena. Fácil se ría añadir ¿ estas indicaciones de los autores griegos otVas de los latinos ; y Plinio, aunque casi siempre ha - "ya sido un mero compilador, suministra respecto de di versas plantas algunos datos no despreciables, que vie nen en apóyo de la estabilidad de las especies vegetales. El celebrado árbol del Atlas, cuya madera admiraban los romanos en las mesas citreas y en los techos de a'gunos templos, no l.a degenerado ni desaparecido de la Mauri tania; siendo como es la tuya articulada , todavía apre ciada entre los moros, y que lo fue mucho durante su dominación en España, como lo atestiguan los antiguo* edificios de Córdoba y Sevilla en sus techumbres de afri cano uleree. La dificultad que hay en reconocer las plantas por medio de las incompletas ó inexielas descripciones de ios autores griegos y latinos debilita en muchos casos la fuerzaque pueden tener semejantes deducciones, en caminadas ú demostrar la actual existencia de las mis mas-especies sin haberse alterado esencialmente en sus formas. Como medio auxiliar, y de grande efecto á ve ces, conviene recurrir á los nombres populares deriva dos de los antiguos idiomas y trasmitidos de siglo en si glo, sea algo desfigurados ó sin corrupción, porque con el conocimiento tradicional de tales nombres caminó aspoiadó el de los vegetales, particularmente en las re giones donde se usaron aquellos durante largo tiempo. En pteclo, los autores de la antigüedad escribían en su propio idioma , y designaban las plantas con los nom bres: vulgarmente empleados, porque aun no se había creado una nomenclatura científica conocida de Jos mé- n°s» Y Por lanto incapaz de ser perpetuada med ante la popular tradición. Conservan los diversos pueblos con notable tenacidad la nomenclatura de las plantas usada por su mayores, y también la de sus invasores , cuando estos hayan perma"- necido bastante tiempo para generalizarse el extraño idioma. Los nombres vulgares de las plantas no son tan fugaces ni insignificantes como muchos se figuran; y al contrario , deben conocerse y aceptarse sin intentar al terarlos, pretendiendo convertirlos en más exactos ó más conformes á la nomenclatura científica, sujeta por des gracia á frecuentes modificaciones, cuyo término no se vislumbra. Está, uo obstante, lejos de mí la idea de pre ferir la nomenclatura vegetal del pueblo á la de la cien cia, porque sería poner en duda los grandes beneficios que na producido la manera de nombrar las plantas in ventadas por el insigne Linneo, aunque deban ser insub sistentes'e interinos unos nombres adecuados al estado de la clasificación, y que se van conformando sucesiva mente á sus diversos grados de adelantamiento. La no menclatura sistemática uosetá invariable hasta que la ciencia se halle definí ti va-mente u-p^-Tiir PáriíGé tan. w luw ^ i ur> tura! isila SUGCO liU.bo de considerarlo. Los errores y las reiteradas discusiones que se origi naron al ser traducidos é interpretados los escritos botá nicos de la antigüedad , tuvieron ciertamente por causa muy principal la creencia de que nada se había escapa do a las investigaciones de los autores, unida al empeño de hallar todas las plantas mencionadas por ellos fuera <de las regiones en que las habían podido observar an tes de describirlas. Pero no es menos cierto que mucho influyó el desconocer la verdadera y peculiar aplicación de cada uno de los nombres que los griegos y romanos usaban comunmente para designar las plantas, siendo esto debido á no haber consultado bastante la tradición en los propios lugares. Pruébanlo los buenos resultados modernamente obtenidos en Grecia por Siblhorp, que lo gró reunir muchos nombres populares idénticos á los antiguos, y aplicados seguramente en la actualidad á las plantas así denominadas ñor Dioscórides. Estudios semejantes hechos en nuestra Península, tanto tiempo dominada por los árabes, conducen á re conocer muchas de las plantas mencionadas en sus escri tos, y cuyos nombres populares, particularmente en las provincias del Mediodía, suelen ser tales como en aque llos sa encuentran, ;ó poco diferentes. Fácil sería enume rar aquí más de 200 nombres vulgares que son herencia de los árabes., y designan hoy entre nosotros las mismas plantas, presgindic-ndo de algunos cambios ó sustitucio nes debidas á particulares circunstancias. Aunque uo sea muy remota la época de la dominación árabe, algo dice en favor de la estabilidad de las especies vegetales que Ies convengan actualmente, cuanto de ellas escribie ron él sevillano Ebm el-Awam , el malagueño Ehn-el'Bei- ihar y los demás escritores de aquel largo periodo. Es tan conveniente acudir a la tradición popular, cuando esta exista, que por no hacerlo en ciertos casos, cometió el traductor de la obra de Ebn-el-Awam algu nos errores, y dejó de vencer varias dificultades, Equi vocóse Banqueri en haber sustituido la grama común á la sulla en el texto de Ebn-el-Awam ( i ), quien la había observado en algunos pagos de Medina-Sidonia de seca no sin sembrarla, indicando que la hoja es parecida á la de las habas y su flor bastante roja, lo cual conviene á la sulla, que es el hedisaro coronario . y se encuentra es- poptánea en diversos parajes de Andalucía, donde la dis tinguen con aquel nombre. Hubiera reconocido el mis mo Banqueri en el dorra, y en el dojon (2 j los sorgos común y azucarado, con solo consultar á Forskal, que en Arabia halló designadas estas plantas con iguales nombres. El dadí, que Banquer i no pudo interpretar (3), es .el cercis , llamado árbol del amor ó algarrobo loco, que se cultivaba en Sevilla y sus cercanías en tiempo de hbn: el-Awam, como en la actualidad, y que ios moros de Granada conocían con el nombre de dit , según lo Comprendió y escribió en el siglo XYI el viajero Ciusio. ,Los anteriores razonamientos y las noticias que les prestan apoyo prueban por lo ménos haberse conserva do hasta, nuestros tiempos las especies vegetales que lla maron la atención de ios antiguos , y se hallan descritas, aunque ño siempre con bastante claridad , en sus libros, ó están designadas con nombres cuyos vestigios suelen encontrarse en los actuales idiomas. Pero lo expuesto no contradice que puedan haberse originado nuevas formas derivadas de las ánles existentes, aumentándose en el ^úUiiiios_siglos el número de las especies ^ Cgei a Ies, s ¿i p uesft > q ü e a 1 a co i iserva c ! o n-^riry h-r* n n t /g~u no.se opondría la formación de las nuevas. Así lo oreen algunos botánicos, alegando razones dignas de conside ración,yunque desprovistas de la fuerza necesaria para próiejucir un cabal convencimiento, principalmente res pecto de Jas plantas espontáneas, que sometidas á la ex clusiva acción de la naturaleza se modifican con dificul tad, y siempre mucho ménos que las cultivadas, áun cuando estas lo hagan dentro de ciertos límites. ^ Sea cual fuere la manera de definir la especie que se adopte , no puede dejar de ser considerada como una co lección de individuos con caracteres comunes muy im portantes y permanentes después de muchas generacio nes, á pesar do la vária influencia de las circunstancias, que no se opongan á su existencia y sucesiva reproduc ción. Considerando las plantas como se nos presentan en la época actual y conforme á los datos suministrados por la observación de algunos siglos , é independientemente de lo que haya podido suceder en tiempos muy remotos y sumamente largos no presenciados por e; hombre, aparece como hecho general que las especies vegetales no experimentan cambios capaces de alterarlas esencial mente, aunque modifiquen más ó ménos sus órganos y propiedades fisiológicas. Es sabido que las modificaciones observadas en las es pecies vegetales, difieren mucho en cuanto á la manera de conservarse y propagarse, calificándose de variacio nes, monstruosidades, variedades y razas, según su im portancia y origen. Las circunstancias exteriores pueden alterar, y alteran en efecto hasta un cierto grado las plan tas, que así variadas suelen conservarse por división; pero hay modificaciones que provienen déla fecunda ción, y nunca desaparecen del individuo , siendo además susceptibles de trasmitirse á su descendencia, f.emprén dese claramente ser esías las más influyenos en So r e s pectivo á la estabilidad de las formas, porque no las al teran de una manera fugaz; y al contrario, alcanzan ó séries sucesivas de individuos que conslituven razas. En su estudio se funda principalmente cuanto en la actuali dad presta alguna fuerza á los que sostienen la instabili dad de las formas vegetales , y la incesante creación de especies nuevas derivadas de Ins antiguas. Antes de fijar la atención en las razas conviene dar una ojeada á las variaciones, monstruosidades y variedades, aunque cons tituidas por modificaciones ménos trascendentales v per manentes. “ ‘ " Son las variaciones tan pasajeras, que pueden apare cer y desaparecer sucesivamente en un mismo individuo, según la diversidad de las influencias que lo dominan, y porfío común no es difícil explicar tales cambios. El ta maño de las hojas, la mayor ó menor producción de flo res y frutos, el color de aquellas y la calidad de estos en algunos casos, el .verdor masó menos intenso, la abun dancia ó escasez de pelos, aguijones y espinas son carac teres sumamente variables en un "mismo individuo, y que por tanto carecen de gravedad para originar impor tantes diferencias entre los de una misma especie, (ira dos diversos de calor y humedad, las cualidades del sue lo y la acción del cultivo se encuentran entre las circuns- iL Ton». II, pag. 130. (2) Tom/II, pag. 76, 77 &c. Tom. I , pag. 826. tandas que más influyen en las variaciones de ias plan- | tas; y también su duración puede ser modificada por el I clima, como se »■bserva en los ricinos , perennes en ¡as j provincias del Mediodía, y anuales cu las del centro de j España. Ofrecen las monstruosidades por lo común mayor gra vedad que las variaciones, y rio siempre desaparecen con los individuos, podiendo repetirse algunos de ellas du- : rante muchos años, aunque mino* suceda de una mane- j ra segura é ilimitada. Asi es que las monsti uosidades no I perturban la clara distinción de las especies, ni en sus i formas imprimen alteraciones bástanlo estables para que i pasen de afectar á ciertos individuos, incapaces de cons- ; tituir por esto solo una nueva especie. Las verdaderas variedades consisten en alteraciones de las formas ó en modificaciones meramente fisiológicas, que persisten por mucho tiempo, y se conservan cuando 1is plañías se multiplican por tubérculos, acodos, esta cas é ingertos, ó en general por división de ias (ru tes, t.mto subterráneas como aérea"; pero que lio suelen tras mitirse por medio de las semillas, ó sea por la fecunda ción, volviendo comunmente las plantas á su primer o — lado, según lo demuestran diariamente muchas de las que se cultivan en los campos, huertas y jardines. Entre las plantas espontáneas se hallan pocas variedades, y su multiplicación por división se verifica raías veces sin la industria humana, siendo por esto difícil que en la ve getación natural de cada territorio se perpetúen todas las variedades que puedan formarse. Es inmenso, al contra rio, el número de las variedades procedentes de las plan tas cultivadas, y anualmente se obtienen otras nuevas, sobre todo en los jardines, donde en verdad no trastornan el orden de la naturaleza, ni desvanecen los caracteres que distingen las especies propagadas bajo su exclusivo dominio. Algunas variedades tienen su origen en monstruosi dades conservadas por división, y en este número se en cuentra la falsa acucia aparasolada, la sófora péndula , el f resno lloran v otras formas vegetales que los cu 1 ti - vadores cuidan con esmero, siendo de notar la esterili dad de mucha parte de tales variedades. El mayor nú mero de las verdaderas proviene de las repetidas siem bras , que se hacen bajo el influjo de todas las circuns tancias cuya acción puede modificar el cultivo, y asi se ha logrado y logra continuamente divetsiíicar los pelar gonios. , las rosas, los claveles , las dalias , los ranúnculos, los tulipanes y tantas otras llores que nos admiran por la belleza de sus formas v coioies, unas y otros tan ins tables en las variedades , que solamente llegan á fijarse por división como medio de multiplicar cualquier indi viduo vegetal con todas las modificaciones que le sean propias. Además se cree que ciertas variedades proceden de variaciones subsistentes durante mucho tiempo en virtud de influencias locales, como sucede respecto de la vid, que trasportada á diferentes regiones so lia modifi cado notablemente según los climas , reteniendo con te nacidad las cualidades» adquir idas, aunque no tanto si la —nr Crr7TT=^7TT:itrrri crv—Lxtrtrc—ptrr - ¡nvüi» VU^— l.. ----- quiera", es indudable la existencia de varied ul s muy an tiguas, y que tanto estas como las modernamente obte nidas son susceptibles do conservarse indefinidamente en manos de los cultivadores, mientras que abandonadas á la naturaleza tardarían ¡joco en perderse. Tienen las razas el grado de permanencia que necesa riamente les da el conservarse por la fecundación, ó sea por medio de semillas, y con bastante fundamento se ha propuesto nombrarlas sub-especies , por 'ser formas hereditarias subordinadas á las esencialmente caracterís ticas de las correspondientes especies. Hay cualidades permanentes en las razas y fugaces en las variedades, conservándolas estas solamente cuando son multiplica das por división ;v nunca pueden designarse de antema no cuáles de aquellas sean tas que hayan de subsistir en las razas ai ser reproducidas mediante la fecundación. Los coioies de las flores y frutos , como también los de las hojas , adquieren eu muchas razas la suficiente per sistencia para caracterizarías; y otro tonto sucede con la semidoblez de algunas flores , fas cualidades de Ciertos frutos, el tamaño, precocidad y otras particularidades de diferentes plantas. Las cereales presentan razas dotadas de caracteres propios, que ¡-o trasmiten por lo común con notable constancia , particularmente cuando tienen bas tante valor para constituir impostantes diferencias, y entre las dermis plantas cultivadas existen numerosos ejemplos de lo mismo que uudictan eiiarse. Es cierto, ¡ no obstante, ser susceptibles de volver al legítimo tipo | de las especies respectivas, dospue* de repetidos g;.ne»a- | clones, las razas bien marcadas, ó por lo ménos aiguuas | de ellas, como si la naturaleza luchase por ia conserva- I eion de las formas vegetales, tendiendo á su resta bieei- I miento cuando >e desvian del primordial estado: .«."i se I ha visto en la morera midlicaul.- y en otras formas deri- 1 vadas de la morera coman , é igualmente en alguna raza i precoz de nogal ; y también las cereales suministran ejemplos de tal tendencia, que so.i e! turmento délos bo tánicos , empeñados en caractei izar fijamente todas sus razas y variedades. El aislamiento contribuye mucho á la conservación de las razas, y es de mayor efecto cuando se eligen y se someten á él cuidadosamente los individuos de las suce sivas generaciones que merezcan preferencia. Obsérvase realmente que las plantas, como tos .animales, so ase mejan á sus padres, heredando sus cualidades; pero es asimismo un hecho que los seres orgánicos se parecen alguna* veces á >us antepasados más ó ménos lejanos, y en ello consiste lo que se Ibuua atavismo, el cual se di- íicu'ía á medida que la raza adquiere mayor antigüedad y se asegura. Esto último exige, además del aislamiento que impide la acción fecundante del polen de otros indi viduos, una disposición orgánica que no se oponga á la producción de semillas , la persistencia de las circuns- ttncias capaces de mantener las formas obtenidas, y un tiempo bastante largo para qtm estas se consoliden ó no desaparezcan en virtud del atavismo. Todo demuestra ser en alto grado difícil que las razas se conserven ilimitadamente en la naturaleza espontá nea , necesitándose la intervención del hombre para lo grar el concurso de las cñcunMaucias indicadas. Véase por qué las razas abundan y se perpetúan en los domi nios de la agricultura y horticultura, comprendiendo en esta la jardinería , sin tener motivos para suponer que lo mismo suceda donde las plantas crecen eo¡¡ entera iiber- tad , y fuera de las influencias modificadoras que son ao . oesibles a-1 humano poder. No está la principal dificultad en la producción cíe nuevas formas entre las plantas es pontáneas, porque variedades y razas presentan con ma yor ó menor frecuencia ; pero su conservación es inse gura, y raras veces posible al través de la inmensidad del tiempo. Tanto se diferencian la vegetación doméstica y la na tural ó espontánea, y tan diversas son las condiciones de su existencia y conservación, que nada de la una es | aplicable á la otra sin notables restricciones. No importa que se produzcan ú obtengan con facilidad muchas plan tas híbridas ó mestizas , que rengan á presentar más ó menos graves modificará.mes de las formas propias de ciertas plantas cultivadas ánles existentes, porque la h - bridoz, tan común en ellas, es rara en las espontáneas por la dificultad do reunirse ca- ualmente las circunstan cias necesarias ; y de ello depende que sea corto el nú mero de las plantas espontáneas verdaderamente hí bridas. Si además se atiende á que suelen ser estériles ó poco fértiles, se reconocerá cuán expuestas se Irdlan á desaparecer, aunque no se tome en consideración la tendencia á recobrar las primordiales formas en el caso de verificarse U propagación por medio do .semillas. Acaso no deba negarse absolutamente que en la ve getación espontánea hayan podido derivarle o se deriven de las formas específicas existentes algunas bastante du 'aderas para considerarías independiente.-, de las pri mitivas; pero entre la muditud de especies vegetales que actualmente cubren la sope, .lie e de la h erra poc i.*, S‘ gun tulas las probabilidad-.-s lian do ?er ¡;¡s que no tengan muchos siglos do existencia , necesitándose miles do anos para quo una raza llegue á estar aseen. ada v convertida en especie. Aunque s-an ofiemos la* causas que tienden do continuo á modificar las formas vegetan!.*, también lo son los obsl culo" que m* hallan en otras cau sas uo ménos poderosas, cuya tendencia os dar estabi lidad á las especies, opouiéud >*o á ia consolidación do las nuevas formas. La acción de un tiempo lasgo, y con diciones diversas do las actuales, pudieron en época an terior á la del hombre influir más en la derivación de nuevas formas vegetales, y en su conservación ó des trucción; por lo que entonces haya pasado no es absolu tamente aplicable al estado en que so baila nuestro glo bo, después de sus muchos y graves trastornos tísicos V geográficos. E* verdad que cada año se hallan y describen for mas vegetales antes n<> reconocidas, aumeniándose rápi * (lamente el número de h" es cries inscritas eu ios li bro* destinados á la e.-dadí.-dica botánica de toda la fier ra, y ensa citándose así c.ula vez más los límites 'de ia ciencia. Hállale, con to lo, bien léjos de siguícar esto la aparición de especies vegetales que ántes no existiesen, siendo mero resultado de exploraciones más esmeradas' áun en regiones recorridas desde los antiguos tiempos Las plantas trasportadas v naturalizadas involuntaria, mente, que tanto en el antiguo como en el nuevo mun do se han asociado y confundido con las indígenas ó na tivas desde que las comunicaciones entre ambos couli- nentes se hicieron frecuentes, no estaban ciertamente en su patna adoptiva ántes de los modernos tiempos; pero todo ello defiende de haber llegado á ser fácil un trasporte que antiguamente era imposible , y demuestra además ia existencia de algunas plantas *u>o‘(.tibies de prosperar á mucha distancia de su país natal; dígalo el de N.ueu» España, tan común en nuestra Península, y que en Se- viíla se conoce vulgarmente con el nombre de pasóte, casi idéntico al mejicano, conservándose por tradición tan buen testimonio del origen de la planta. Conviene, por otra parte, tener presente que no son realmente nuevas, ó por primera vez descubiertas, aun que así se pretenda , muchas de las especies vegetales modernamente denominadas y descritas. Los observado res que precedieron á Linneo, y partícula» mente los ex ploradores dei Mediodía de Europa, nombraron á su ma nera v bosquejaron ó describieron bastantes plantes omi tidas por el gran reformador de la Botánica, que ño las distinguió, ó uo quiso incluirlas en su sistema , juzgan' dolas'dudosas. Consultada la naturaleza por nuevos ex ploradores, lian vuelto á describirse las indicadas plan tas, recibiendo noi»ibres si-temáticos conforme al estado de la ciencia, y en beneficio suyo sin duda, aunque estas especies deban considerarse como restablecidas v no como nuevas. Hánse presentado igualmente como tales , y no pocas veces ciertas plantas ántes cal tiendas de razas ó variedades, cv*forzándose algunos descritores en elevar las á la categoría de especies sin caracteres suficientes, ó por lo ménos susceptibles de diversa apreciación, y dan do lugar en este caso á que muchas sean alternativa mente aceptadas ó desechadas. También ocurre con demasiada frecuencia el descri bir y nombrar sistemáticamente especies vegetales que ya lo están , aumentando inútilmente la sinonimia, y ori ginando dificultades que fuera preferible evitar con un examen detenido y concienzudo, tanto más conveniente, cuanto que alejaría la posibilidad de sucesivas v siempre sensibles rectificaciones, aun cuando procedan de los mismos que las hayan motivado, Caminase de todos modos y con celeridad háei.a el completo conocimiento de las especies vejetales , hallán dose á menudo muchas ántes no conocidas ó mal exami nadas, que so i verdaderas adquisiciones para la Botánica descriptiva , cu vos progresos facilitan la mejor distinción de las plan tas i deb éü lose á ellos que puedan creerse recientemente aparecidas ciertas formas que no hubie sen llamado la atención de los antiguos por haberlas confundido con oirás semejantes. Agréguese esta consi deración á las demás, tanto históricas como científicas, que contribuyen á demostrar la estabilidad de las espe cies vegetales actualmente vivas, y habrá de reconocer se que es un hecho general, cuya existencia no contra rían bastante la derivación y constancia de algunas ra zas espontáneas, ni mucho menos la variabilidad de for mas observada en las especies cultivadas. CONTESTACION por D. Mariano de la Paz Graelis. Señores: Si el recuerdo triste, de la pérdida de un ilustre Académico no afectase un ánmioen estos momen tos solemnes , os hablara con más tranquilidad v en tu— —sTrr^-rm-7-,—^-4— cor.-niurTeslo'' csrito—-y-siti—prc-— tensiones de ninguna especie, poique ninguna puede te ner el que reconoce los ménlos literarios y la superiori dad do cuantos le dispensan la honra de escucharle. Costumbie haba solo hasta aquí en nuestra Acade mia diiigir en semejantes ocasiones al laureando su voz autorizada nuestro dignísimo Presidente; pero acomodán donos hoy al uso seguido en otras corporaciones análo- I gas, me ha tocado sustituirle en esta honorífica tarea, en que tan elocuente y feliz nos le recuerdan las Memorias de la Corporación. No pretendo competir con su destreza; | serviránme tan solo de pauta sus discursos; y si en el presente lograre fijar un momento la atención del audito- ; riosolne los méritos que ademan al Académico elegido para sentarse en el sillón que el malogrado Ezquerra de jó vacante, mis deseos quedarán cumplidamente satisfe chos. El Dr. D. Migu'd Folmoiro, cuyo erudito discurso aca báis deoir, os el candidato «ó quien hoy se abren las puertas do este científico recinto, llamado á tomar parte en nutetros nidísimos estudio*, en nue*íros provecho sos trabajos dedicados á un país que , merced 3 I influjo de las ciencias, va saliendo del profundo letargo en que la oscuridad de época* pasadas le sumieron Nombrado en la fundación de la Academi * su socio corresponsal, ha mantenido con 1 1 Gorporacion con-tantos relaciones, y ha sometido á su juicio copiosos e.*tudios , ya históri- co-bibliográficos sobre la ciencia de l.-s plantas, ya rela tivos á la vegetación de diversos puntos de la Península, y también noticias muy interesantes acerca de la aplica ción de algunas especias poco conocidas en el día, aun- ! que usadas ventajosamente por los árabes, nuestros iilti- ! mos dominadores. Teniendo en cuenta iodos estos hechos; no olvidando I que el Sr Colmeiro es igualmente autor dei Curso de or- | ganografía y fisiología vegetal, y del de Taxonomía , que I más al nivel do los adelantos de ia ciencia hoy existe en ! España ; sabiendo además que adornan su nombre nu- ; merosos títulos científicos y grados académicos, y (pie es el último vastago de la escuela de nuestro célebre La- gasca , y quizá el destinado á hacer fructíferos los in mensos sacrificios de su inmortal maestro por la Botáni ca española ; tomando en cuenta, repito , tantas y tan atendibles circunstancias, le ha traído á su seno la" Aca demia , 11ei a de esperanzas, que 110 dudo verá cumpli das. Muéveme á mearlo así el conocer á nuestro candi dato desde muy joven, y haber notado en él bastante temprano un espíritu analítico y de crítica razonada, que más de una vez han llamado la atención de los natura listas y hasta ia de los eruditos y literatos. Cada uno tiene sus inclinaciones , su gusto, su talen to especial . el de nuestro candidato descuella en el cam po de la crítica y de la literatura científica, si puedo ex presarme asi. En virtud de estas dotes, poco comunes entre los naturalistas, ha sacado del olvido numerosos escritos botánicos relativos á nuestra Flora peninsular y á la de nuestras posesiones; y al recordar su ignorada existencia, las ha analizado con tanta imparcialidad como sano criterio, resultando mucha honra para el país y grande utilidad para la ciencia. Es prueba palpitante de este mismo espíritu crítico y analizador el discurso que acaba de leernos; y la ver dad que reflejan las observaciones y reflexiones en que abunda, es tan perceptible, que apénas cabe añadir co sa alguna que más en relieve lo ponga Sin embargo, pue den en su apoyo aducir-e algunas pruebas que robuste cerán las razones emitidas por el nuevo Académico, ya ({ue nada agreguen á su pensamiento. Seguiré en sus excursiones bol únicas al autor del dis- cnr.so, y le acompau ué principalmente por nuestra pri- j vilegiada 1‘eníusuta^ cuya bellísima Flora tantas delicias me prodigó en los anos juveniles, y de la que solo algún ralo habi é de apartarme para admirar los encantos de su I fecunda hermana la Fauna de nuestra envidiada patria, j Es tal la armonía que reina entre los seres orgánicos, I que su estudio genera! es uno mismo, que la base de es- j tos se deriva de iguales principios, que los adelantos bo- j tánicos arrastran en pos de sí los zoológicos ó viceversa, | corriendo parejas en !a buena suerte como en la adversa, j incala de pasajeros errores; y con frecuencia la solución ) do un problema Biográfico aclara el correlativo zoográ- í fleo, Así sucede en el presente caso, y por esto para°mi j propósito me valdré á ia vez ele limbos estudios. | El que dudase do la identidad de la Fauna conlem- j poránca y de ia observada antiguamente por el hombre; | quien creyere que la creación escapada á los últimos ca- [ taclismos ha ido variando de foi mas, <Trociendo diariamen- i¡ te nuevos tipos a la humana observación , que consulte, i no solo los monumentos egipcios y griegos citados en el ¡ ui."Cmso leído, sino las ultimas páginas paleontológicas ¡j del globo, y en ellas haií u\s grabadas los re ¡ralos de los | progenitores de innumerables s-res, que aun v¡ven con nosotros y acompañarán á nuestra e*pe< ie quizá hasta su ¡ fin. ¿Quien no íeeonore en ios restos del antiguo Egipto í que ei crocodilo de hoy es la misma especie contemporá- \ lien d«* los F-niones , y que lo . herpestes , las ibis, romo | también Lis cera* tes y hajes que. infestan aquel país de I tu» clasicos reouoido.-, son descendientes de los ichneu [ monos y de los tántalos religiosos , que hasta los Isrealitas | por algún tiempo adoraron, v de la venenosa serpiente | con que se dió muerte la destronada Boina Cleopatra? ¡ ¿Acaso los perros que recorren las calles del Cairo y Ale- j puniría difieren de los que en oslado de momia seexhu . m *n de las pirámides maravillosas? La costumbre que los I antiguos egipcio-» tuvieron de criar en sus templos aní malos sagrados los condujo á dedicarles grabados ó pin turas (pie los re presen tasen. Por estas obras del arte, (pie aun se conservan, los naturalistas han venido en cou<Acimíen(o de que en aque llos remotos tiempos h (jirafa, la liebre de Egipto , el tigre - ; cazador, e! grande ant.lLpie , la codorniz , el avefría el r//- ? l ¡Jan, el buitre y t i ganso de Egipto, la ibis ; el óispid v el ¡ crocodilo ya míanos, y hu>¡a el si aro eléctrico del ¿Yí/o* e x i s tían con los mismos cara ím es que hoy les reconocemos. Es'a idcnliéid específica se hdl.i igualmente acreditada por los estudios o-denoig,fie,!* compar'¡divos <11 1 1u los res tos fósiles y Ios^ modernos de los esqueletos del lenu, tigre, oso y hiena ; así com »de los del elefante, hipopótamo, coba.' lio, y de otra innumerable caterva de animales que viven actualmente suministrando una prueba irrecusable de quo tales especies se salvaron del diluvio, destinándolas Idos a repoblar la tierra. Es, pues, un hecho que existen todavía multitud de sé res no diferentes de aquellos cuyos antiquísimos despojos se hallan, hoy sepultados. ¿Qutfti- j pos nuevos aparecieron pa;a sustituir ¡as especies deíini- j livamente perdidas? Desde el último diluvio ninguno ! que vo sepa. \ sin embargo, es cierto que los catálogos zoológicos y botánicos crecen cada día en afiliados; cuyas nuevas formas son el origen de !a hipótesis de que la ca oaeion ligue ostensiblemente produciendo nuevos géneros y es- , xécies , al paso que otras van extinguiéndose del todo, lasta qué punto tenga fundamento esta opmion , el se- ior Colmeiro no lo ha dicho, manifestando su modo de er que no difiere del mió. y el cual procurare corrobo- ■ar’coo razones análogas á las suyas, si bien apoyadas 5u ejemplos sacados principalmente de las observaciones lechas en nuestra Península. Siendo esta parte de Europa una de las menos exa- ninudas en lo que respecta á sus producciones natura- es, merced á la poca importancia que nuestros estudio sos generalmente dieron á las ciencias, siempre poster gadas á las letras pm un fatal destino del país, las espe cies peculiares de su suelo debieron precisamente quedar por mucho tiempo desconocidas. Los poquísimos curio- y s españoles que de ellas antiguamente escribieron , las refirieron cási siempre á la* mencionadas por Aristóte les, Teofrasto, Dioscórides y Plinio; y los que en tiem pos ménos lemotos se ocuparon de nuestra historia na tural, sido vieron por los ojos de Gesnero, Aldobrando, Belonio, Bondeleiio ó¿e. Así que nuestras plantas v ani males fueron para los antiguos naturalistas españoles los mismos de que aquellos sabios hablaron, y no obstante es cosa demostrada que tuvieron á la vista los seres de ámbos reinos que describieron, pudiendo haber notado sus principales caracteres y diferencias. Pero no debe extrañarse tal alucinación, porque en la proximidad de nuestros dias, al finalizar el siglo pasado y en princi pios del presente, se incurrió en igual defecto. Fué tal la impresión producida en Europa por las obras del inmortal Linneo, que puede asegurarse haber reinado este Príncipe de la Historia natural durante mu chos años Je un modo absoluto ; y el que osaba protestar contra su dominación incurría en el ridículo, y era ob jeto de la más severa crítica. Nuestros escasos naturalis tas siguieron los mismos pasos que sus mayores, y la Flora española para ellos cási solo se componía de plan tas idénticas á las del centro y Norte del citado conti nente supuesto que en los het barios y catálogos así las vemos rehu idas por regla general. Más tai de vinieron los Cavanilles, Broteros y Lagas- cas, los Link, W ehb. Boissier y otros litógrafos dedica dos á investigaciones directas y rigorosas, que empeza ron á descubrir formas nuevas, no sólo de tipos especí ficos sino también genéricos, describiéndolos con gran tino, y admiiando á todo el mundo, porque según lo has ta entóneos publicado, se creia que la vegetación españo la era, si no idéntica, poco diferente de la general de Eu ropa. Este error, debido á la falta de exactas observacio nes, pudo prestar apoyo á la exagerada opinión combati da en el discurso que acaba de oiría Academia. Las especies nuevas de plantas peninsulares dadas á conocer en estos últimos años, cási todas existían ya de secadas en los herbarios españoles, y puedo asegurarlo as., porque lo tengo visto y comprobado por mí mismo Quer, Bai nades, Gomez-Ortega , Palau , Clemente, Rodríguez y muchos de sus discípulos las recogieron Jiiili»*_ílUC-JTufoui\ Durjeu . Wei)b JBois*ier,_Betife.c7AViLl- komm y otros botánicos extranjeros; pero las clasifica ron con nombres linneanos cási siempre. Cavanilles y Lagasca , más al nivel de los adelantos de la ciencia, ha bían publicado muchos géneros y especies nuevas, y fue ron sin duda los que llamaron la atención de los floristas extranjeros y contemporáneos , atrayéndolos á visitar nuestras sierras y campiñas. En sus herborizaciones, es tos buenos conocedores délos tipos linueanosecharon de ver que muchos de los botánicos españoles habían come tido frecuentes equivocaciones, aplicando á sus plantas nombres de especie* bien distintas; y aprovechándose de esta circunstancia se apresuraron á publicarlas , no siem pre con el maduro examen que requiere la materia, porque á su vez olvidáronse en más,de una ocasión que Clu*io, Barrelier, Toumefort y algunos otros botánicoSj habían herborizado también en la Península, describien do y dibujando muchas desús curiosas plantas. De aquí las frecuentes rectificaciones y correcciones que los ob servadores modernos se hacen unos á otros diariamente) atestiguando de esta manera no ser tan crecido, como pudiera creetse, el número de seres que como nuevos, ó ánte* de ahora desconocidos se describen. Si en la Botánica, que es ciencia estudiada entre nos otros desde lejanos tiempos, han podido tener lugar lo¿ indicados hechos, natural es que con mayor razón ha yan o< unido en la zoología , que tan pocos cultivadores ha contado en nuestro país, escaseando aún hoy sobre manera. Los zoólogos del dia han hallado en la Península multi tud de especies verdaderamente nuevas, no por proceder de modernas creaciones , sino porque jamás habian sido examinadas, debiendo atribuirse á esta y no á otra cau sa su reciente presentación á la vista de los hombres in vestigadores ; y sería tan absurdo el creerlas resultados de nuevas organizaciones, como lo fuera el proclamar ta les las que se viesen por primera vez en un país recien temente descubierto. Su antigua existencia en nuestra Fauna está confirmada por la armonía que guardan tales especies con las de los países vecinos; así se observa que las aves doladas de grandes recursos para mudar de re sidencia son, con poquísimas excepciones, las mismas di Europa ó del Norte de Africa , pudiéndose decir cási otre tanlo de los mamíferos y peces marinos; pero en los rep tiles se empiezan ya á notar diferencias sorprendentes, y en los animales invertebrados sube de punto la diversi dad. En esta sección del reino animal se tardará mucho en agolar la riqueza de nuestra Península, y ántes de buen número de años no podrán los zoólogos conocer con exactitud todas las especies de que consta nuestra Fauna sin hallar en ello pruebas de aumento por nuevas crea ciones, miéntras que las hay de la lenta desaparición de algunas, cuyos individuos antiguamente existían con abundancia; v para atestiguarlo, sin recurrir á la Fauna paleontológica, citaré algunos hechos que, aunque no recientes, se hallan consignados en escritos fidedignos v confirmados por la tradición popular. Léanse las páginas del libro de montería que mandó escribir el muy alto y poderoso Rey D. Alonso de Casti lla y de .Leon, último de este nombre , y en ellas se ve rá que el oso era en aquella época un animal tan común en España, que vivia en todas parles, bajando á las lla nuras, sin duda más pobladas de monte que en el dia: y según tradición, el haberlo representado eu el escudo de armas de Madrid encaramándose á un madroño pro viene de la antigua abundancia de est s dos especies, ve getal y zoológica, en nuestros vecinos campos, hoy tris- Xes y despojados de frondosos y e*pesos bosques. El oso, perseguido por el hombre, fué poco á poco retirándose á las montañas más escarpadas de la Península , y hoj se le halla solamente y con dificultad en las ásperas sierras de Astúrias y en los inaccesibles picos de los Pi rineos. Cosas análogas pueden decirse del revezo, gamu za ó isart, que es el Antílope rupicapra de los autores ántes existente en cási toda la cordillera de los Pirineoí y montañas del mismo Principado, y que ahora se ve tar solo en determinados sitios, como el yerchó Capra pyre naica de Schinz, retirado á los altísimos montes del va lle de B:jí. Ei Ovis Musimon de Schreber, que los auto res dicen de la Península española , desapareció comple tamente de es!e país , y el francolín , cazado en España en tiempo de Plmio (1), y que en nuestras antiguasobraí de cetrería se cita como abundante en varias de las pro vincias orientales y mediterráneas, anos hace que 110 encuentra, ni hay memoria de haberle observado; sien do quizá Alonso Martínez de Espinar entre nosotros, el último testigo de vista que habla de esta ave en su Arte de ballestería y montería, publicada en Madrid en el añe de 16ií, es decir , más de 200 años hace. Varios otros ejemplos de esta clase pudiera citar en prueba de la reciente y completa extinción de diferentes especies de animales, y no me seria difícil agregar á ella; algunas de plantas desaparecidas de ciertas localidades pero ni una sola existe positivamente reconocida qut demuestre ser sustituidas en nuestros dias las especie* que desaparecen definitivamente por otras nuevas desti nadas á reemplazarlas. La Capra hispánica de Schimper ó cabra montés, y el Herpestdes Widringtonis de Gray llamado meloncillo, mamíferos españoles ámbos, recien temente inscritos en los catálogos zoológicos de Europ; como especies nuevas, fueron conocidos desde muy anti guo, habiéndose confundido la primera con la Capra Jbeo de Linneo, y el segundo con la rata de Faraón ó Herpes- tes Eharaunis de !os autores. Lo mismo sucedió ántes d( ahora eon el Linx pardina de Temmink, que es el lo bo cerval ó galo-clavo, tomándolo por el Felis L in x d( Linneo’, y con la liebre común del Mediodía y centro d< la Península, que fué tenida por el Lepus timidus del mis mo autor, y se ha visto después ser el Lepus meridiana lis de Gene, que algunos creen no diferir del Lepus medí- terraneus de Münchn. Si la id'e.i de nuevas creaciones de formas en la ac tualidad no es admisible en la especie, como queda demos ti a do con hecho* innegables, no sucede lo mismo res pe 1 lo de las modificaciones que los individuos pueden snfi ir en sus caracteres superficiales. El nuevo Académi co ha desenvuelto este punto en su discurso por lo que hace á las plantas, diciéndonos que el clima, la nulricioi y sus aberraciones, la hibridez, vNc., &c. pueden influir en el cambio accidental de caracteres, que se restablecen tan luego cmno cesan las causas influyentes en estas pa sajeras alteraciones. Idénticas metamorfosis, y por causas muy parecidas s- observan en los animales salvajes; pero semejante al te. arion de caracteres es más notable en los anímale* domésticos , cuy.» vida está sometida á condiciones su mamente vari .bles . según el interés ó el capricho de hombre. Sean prueba de ello el perro , el carnero, el ca ballo , el buey, la paloma y gallina , cuyas infinitas vaJ riedades , elevadas al rafrgo de castas ó razas por la coul tinuacion de las causas que las produjeron, llegan á ad quirir un viso de estabilidad, que solamente la experien cia viene á demostrar ser ficticia. Si esto así no fuera : una vez creada por cualquiera de las causas indicadas una nueva forma nada pudiera alterarla coal si fuesft la de la especie genuina, tendríamos entonces resuelta la cuestión en favor de la opinión combatida en el dis curso. Fero tanto en los animales como en las plantas, á pesar de que el hombre puede obligar de algún modo los organismos á la conservación de las formas accidental-, mente contraídas; cuando esta violencia cesa y la nat(u raleza recobra su libre imperio , vuelven las cosas á gu primitivo ser, y las formas propias de la especie reco-. bran sus límites peculiares para perpetuarse de gere- ración en geueracion durante una séríe indefinida de si glos. Influye poderosamente en la variación de formas la liibri tez", determinando la creación de un tercer ser que ' participa de los caracteres del padre y de la madre, y(os modifica en gran manera , aunque sin borrarlos dei todo La hibridez, tanto más posible en las plantas y animales cuanto las especies pertenecen ¿géneros más naturales puede tener lugar en los séres orgánicos libres ó sujetos ai dominio del hombre, como en los esclaviza dos por su gusto. Si la perpetuidad de las formas seini- nuevas á que da lugar la hibridez fuese posible, tendría- mos otro medio de concebir la aparición de nuevos tipos específicos ; pero es sabido que los animales híbridos ó mestizos son infecundos é incapaces de reproducir sus ca racteres mistos , y que los vegetales pronto vuelven á re cobrar sus genuinas formas si se les deja abandonados á sí mismos." No hay, pues, medio de encontrar la fuente de esas modernísimas creaciones que se suponen ; y es preciso concluir estableciendo, que si caben graves modificacio nes en el organismo de las especies, deben ser obra de muchísimos siglos para dar un resultado que solo h¡p0. téticamente el filósofo podría admitir; y que por lo de más, las novedades que diariamente nos llaman la aten cion no son la consecuencia de esta obra lenta y dudosa de la naturaleza, sino más bien el resultado de la escasez de anteriores observaciones, y de los errores é inexacti tudes de los antiguos naturalistas, así como de las in vestigaciones cada vez más escrupulosas, y de la varia ción de clasificaciones por lo que hace á los nuevos gru pos genéricos, todo ello á consecuencia de los asombro sos adelantos que el hombre hace diariamente para in dagar lo que existe en el mundo material, tanto visible como invisible. ANUNCIOS. SECRETARIA DE CAMARA DEL SERMO. SR.1NFAN- to D. Francisco de Paula Antonio.— Debiendo proce- derse á la venta de varias encinas, chaparros, fres nos y álamos situados en la dehesa y coto de Ribera la baja, provincia de Córdoba, de la propiedad del Se renísimo Sr. Infante D. Francisco de Paula Antonio, se ha señalado la hora de las doce de la mañana del dia 20 del corriente para la subasta pública que si- 1 limitáneamente ha de tener lugar en la Administración del Real Patrimonio de Córdoba, y en la Contaduría ge neral de S. A. R., sita en la Cuesta de Santo Domingo, número 3, en cuyos puntos se hallarán de manifiesto los pliegos de condiciones que han de regir el acto. Madrid 13 de Julio de t860.==El Secretario de Cáma ra, Jefe de la Real Casa. Angel M. Paz y Membiela. 3568—2 INSTRUCCION SOBRE EL ECLIPSE DE SOL QUE HA de verificarse ell8 de Julio de 1860: publicada de órden superior por el Real Observatorio de Madrid. S¿ vende á 4 rs. el ejemplar en el despacho de libros de la Impren ta Nacional. —3 ANUARIO ASTRONÓMICO DEL OBSERVATORIO DE Madrid.—Este libro, publicado por primera vez en este año, y que tanta aceptación ha merecido, contiene un extenso artículo relativo al eclipse de sol que debe veri ficarse en 18 del actual, con todas cuantas noticias pue* dan desear las personas que quieran observarle; pues inserta unas listas de los puntos de la Península que quedarán dentro y fuera de la sombra producida por tan notable fenómeno. Se vende á 4 rs. en la Imprenta Nacional y en la li brería de Bailly-Bailliére , calle del Príncipe. —3 MANUAL DE RECAUDADORES , POR D. AGUSTIN Aguirre y D. Santiago Salgado, Oficiales de la Dirección general de Contribuciones.— Esta obra, cuya adquisición se ha recomendado de Real órden á los Ayuntamientos y Administraciones de Hacienda pública comprende el tex to de las disposiciones vigentes, y va acompañada délos modelos y formularios consiguientes á un tratado teórico práctico. Se halla de venta al precio de 12 rs. en las oficinas de La Epoca , calle de las Torres, y de la comisión cen tral de anuncios, calle del Príncipe, núm. 14. Los pedidos de provincias se dirigirán al Administra» dor de dicho periódico acompañando libranza, y en in teligencia que se rebajará un 10 por 100 á los que tomen al ménos 10 ejemplares. —2 SOCIEDAD AZUCARERA PENINSULAR.—DOÑA MA- ría Fernandez, socia y dueña de la acción núm. 220 de segunda série, ha acudido á la Junta directiva de esta sociedad pidiendo que se la dé por duplicado dicha acción por habérsela extraviado la lámina, y la expresada Jun ta ha acordado en sesión del dia 26 de Junio último que se publique en la Gaceta y Diario oficial de Avisos de es ta corle el extravío por el término de 30 dias, por si al guno se creyese con derecho á reclamar ó la tuviese en su poder, presentándola en las oficinas de la misma, pla zuela de San Ginés, números 7 y 9, cuarto segundo; en la inteligencia que trascurrido dicho plazo , contado des de hoy, y no habiendo reclamación alguna, se proveerá á dicha Fernandez de aquella acción por duplicado se gún reglamento. Madrid 12 de Julio de I860.—EI Presidente interhio, Felipe de Chaves. 3567 EN VIRTUD DE COMISION DE LOS SEÑORES DEL Consejo de la Gobernación de Toledo, conferida al Exce lentísimo é limo. Sr. Dr. D. Julián de Pando y López, Vi sitador eclesiástico del casco de Madrid, se vende á cen so reservativo y en pública subasta una casa sita en la calle de las Tabernillas de esta corte, señalada con el nu mero 15 nuevo, 11 antiguo de la manzana 105», la cual ha sido tasada por el Arquitecto D. José María Guallart en 76.290 rs. vn., y comprende -de superficie 3L287 pies cuadrados ó sean 255 metros, 194 milímetros. Para su remate se señala el dia 1.° de Agosto próximo á las doce de su mañana en la sala-audiencia dell Tribu nal de la Visita eclesiástica , piso segundo de la oasa nu mero 3 de la calle de la Pasa. Madrid 14 de Julio de 1860.=E1 Notario mayvr, Doc tor Julián Alonso Ruiz. 359^—2 EN PINEDA DE LA SIERRA, PROVINCIA D>E BÜR- gos, á siele leguas tle la capital, se hallan las siguientes tincas: Una fábrica-lavadero de lanas, compuesto de una ca sa grande con sus oficinas y apartado para el esquileo, con su cocina. Una casa con caldera , tinos, canal y demás pertene cidos. Un solar donde estaba el encerradero, que hoy © huerto con sus tapias de piedra. La plaza donde estaba el tendedero frente de la casa y hasta el apartadero. , Otra casa titulada Estriba, con gran prado cencado piedra para tender lana, contiguo á la misma caaa. Por estas posesiones baja un arroyo de aguas puras y cristalinas, cuyo salto aproximadamente es de 20 pies- Los dueños tratan de enajenarlas, ya sea &1 ooníadu, en plazos ó censo reservativo , y como susceptible de es tablecimiento fabril, tampoco hallan inconveniente figurar por el capital de su valor en cualquiera arte facto que se establezca. Lo que se anuncia para conocimiento del qu© 9u,e7 ra interesarse en su adquisición, pudiendo dirigirse D. Bartolomé Goiri, vecino en la ciudad de Burgos, p3* saje de la Flora, izquierda, núm. 3, quien informara los demás pormenores. 3588— * ESPECTÁCULOS. Circo dr Príce (calle de Recoletos).— A las la noche .— Masanicllo y Fenela, por la señorita Iv®n6D y el Sr. Hiller. —¡ Pif, paf, poufl aplaudido interiné por los Sres. Whiltoyne y Secchi.

Transcript of ANUNCIOS. - boe.esboe.es/datos/pdfs/BOE/1860/198/A00004-00004.pdf · sistentes'e interinos unos...

  • « r e c e e n E sp añ a el e r a r l o , ( lest inaJó s ie m pre a io* ims- ¡J\0 S ii.S0S , y se d a l l a n a b u n d a n te m e n te e n t r e S agun to y ^ e t a b i s , ó se ^ San Felipe de ¿áli’vá , según lo indicó el geógrafo f r i e g o . La actual lagoecia , bas tan te eom nn e n n u c i r á P e n ín s u l a , no difiere del com ino s i lves tre q u e D'ioscórides aseguró h a l la rse en Cartagena. Fácil se r í a a ñ a d i r ¿ es tas indicaciones de los a u to re s griegos otVas de los la t inos ; y Plin io , a u n q u e casi s ie m p re ha - "ya s ido u n m ero com pilador , su m in i s t r a respecto de d i ve rsas p lan ta s a lgunos datos no d e s p re c ia b le s , q u e vien e n en apóyo de la es tab i l idad de las especies vegetales. E l ce lebrado á rbo l del A tlas , cuya m adera ad m irab an los rom anos e n las m e s a s c i t reas y en los techos de a 'g u n o s t e m p l o s , no l.a d egenerado ni d es aparec ido de la M a u r i t a n ia ; s ie ndo com o es la tuya ar t icu lada , todavía a p r e ciada e n t r e los m o r o s , y q u e lo fue m ucho d u r a n t e su d o m inac ión en E sp añ a , como lo a tes t iguan los antiguo* edificios de Córdoba y Sevilla en sus te c h u m b re s de a f r i cano uleree.

    La dif icultad q u e h a y en reconocer las p lan ta s po r m edio de las incom ple tas ó in e x ie la s descr ipc iones de ios au tores griegos y la tinos debil i ta en m uchos casos la f u e r z a q u e p u e d e n ten e r se m ejan tes d educc iones , e n cam in ad as ú d e m o s t r a r la ac tua l ex is tencia de las m i s m as-especies s in hab e r se a l terado esencia lm ente en sus formas. Como medio auxil ia r , y de g r a n d e efecto á vec e s , conv iene r e c u r r i r á los n o m b r e s p opu la res d e r iv a dos d e los an t iguos id iom as y trasm it idos de siglo en sig lo , se a algo desfigurados ó s in c o r ru p c ió n , p o rq u e con el conoc im ien to trad ic iona l de tales n o m b re s cam inó aspoiadó el de los vegeta les , p a r t i c u la rm e n te en las r e g iones donde se u sa ro n aquellos d u r a n te largo tiempo. E n p te c lo , los au to re s de la an t igüedad esc r ib ían en su p r o p io id iom a , y des ignaban las p lan tas con los n o m bres : v u lg a rm e n te e m p l e a d o s , p o rq u e a u n no se h ab ía c reado u n a n o m e n c la tu ra científica conocida de Jos m é - n °s» Y Po r lan to incapaz de ser p e rp e tu a d a med an te la p o p u la r t rad ic ión .

    C o nservan los diversos pueblos con no tab le tenacidad la n o m en c la tu ra de las p lan tas usada por su m ayores , y tam bién la de su s invasores , cuando estos h ay a n perma"- nec ido bas tan te t iem po p a ra genera l iza rse el ex traño idioma. Los n o m b re s vu lg a res de las p lan tas no son tan fugaces ni insignif icantes com o m u ch o s se f ig u ran ; y al c o n t r a r io , d eb en conocerse y acep ta rse s in in te n ta r al te rarlos , p r e ten d ien d o c o n v e r t i r lo s en m ás exactos ó más c o n fo rm e s á la n o m e n c la tu r a c ientíf ica , sujeta por d es gracia á frecuentes m odificaciones, c uyo té rm in o no se vislum bra. Está , uo o b s t a n te , lejos de mí la idea de p re ferir la nom en c la tu ra vegetal del pueb lo á la de la c ien c i a , p o r q u e sería p o n e r en d u d a los g ran d es benef icios q u e na p roduc ido la m an era de n o m b r a r las p lan tas i n v e n ta d a s p o r el insigne Linneo, a u n q u e deban se r in sub s i s t e n t e s ' e in te r inos u n o s n o m b re s adecuados al es tado d e la c lasificación, y qu e se v an conform ando s u c e s iv a m e n te á sus d iversos g rados de adelantam iento . La n o m e n c la tu r a s is tem át ica u o s e t á invar iab le has ta q u e la ciencia se halle definí ti va-mente u - p ^ - T i i rPáriíGé tan. w luw ̂i ur> t u r a ! isila SUGCO liU.bo deconsiderarlo.

    Los e r ro r e s y las re i te radas discusiones que se o r ig in a r o n al se r t raducidos é in te rp re ta d o s los escri tos botán icos d e la an t igüedad , tu v ie ron c ie r tam en te por causa m u y p r inc ipa l la c reencia de q u e nada se había escapa do a las investigaciones de los autores, un ida al em peño de h a l la r todas las p la n ta s m enc ionadas por ellos fuera e desvian del primordial e s ta d o : .«."i se I ha visto en la m orera midlicaul.- y en otras formas deri- 1 vadas de la morera c o m a n , é igualmente en alguna raza i precoz de nogal ; y también las cereales suministran

    ejemplos de tal tendencia, que so.i e! turmento d é lo s botánicos , empeñados en caractei izar fijamente todas sus razas y variedades.

    El aislamiento contribuye mucho á la conservación de las razas , y es de mayor efecto cuando se eligen y se someten á él cuidadosamente los individuos de las su c e sivas generaciones que merezcan preferencia. Obsérvase realmente que las plantas, como tos .animales, so a se mejan á sus padres, heredando sus cualidades; pero es asimismo un hecho que los seres orgánicos se parecen alguna* veces á >us antepasados más ó ménos lejanos, y en ello consiste lo que se Ibuua atavismo, el cual se d i - íicu'ía á medida que la raza adquiere mayor antigüedad y se asegura. Esto último ex ige , además del aislamiento que impide la acción fecundante del polen de otros indiv iduos , una disposic ión orgánica que no se oponga á la producción de semillas , la persistencia de las c ir c u n s - ttncias capaces de mantener las formas obtenidas, y un tiempo bastante largo para qtm estas se consoliden ó no desaparezcan en virtud del atavismo.

    Todo demuestra ser en alto grado difícil que las razas se conserven ilimitadamente en la naturaleza espontánea , necesitándose la intervención del hombre para lograr el concurso de las cñcunMaucias indicadas. Véase por qué las razas abundan y se perpetúan en los dominios de la agricultura y horticultura, comprendiendo en esta la jardinería , sin tener motivos para suponer que lo mismo suceda donde las plantas crecen eo¡¡ entera iiber- tad , y fuera de las influencias modificadoras que son a o

    . oesibles a-1 humano poder. No está la principal dificultad en la producción cíe nuevas formas entre las plantas espontáneas, porque variedades y razas presentan con mayor ó menor frecuencia ; pero su conservación es inseg u r a , y raras veces posible al través de la inmensidad del tiempo.

    Tanto se diferencian la vegetación doméstica y la natural ó espontánea, y tan diversas son las condiciones de su existencia y conservación, que nada de la una es

    | aplicable á la otra sin notables restricciones. No importa que se produzcan ú obtengan con facilidad muchas p lantas híbridas ó mestizas , que rengan á presentar más ó menos graves modificará.mes de las formas propias de ciertas plantas cultivadas ánles ex is ten tes , porque la h - bridoz, tan común en e l la s , es rara en las espontáneas por la dificultad do reunirse ca- ualmente las c ircunstancias necesarias ; y de ello depende que sea corto el número de las plantas espontáneas verdaderamente h í bridas. Si además se atiende á que suelen ser estériles ó poco fértiles, se reconocerá cuán expuestas se Irdlan á desaparecer, aunque no se tome en consideración la tendencia á recobrar las primordiales formas en el caso de verificarse U propagación por medio do .semillas.

    Acaso no deba negarse absolutamente que en la vegetación espontánea hayan podido derivarle o se deriven de las formas específicas existentes algunas bastante du 'aderas para considerarías independiente.-, de las primitivas; pero entre la muditud de especies vegetales que actualmente cubren la sope, .lie e de la h erra poc i.*, S‘ gun tulas las probabilidad-.-s lian do ?er ¡;¡s que no tengan muchos siglos do existencia , necesitándose miles do anos para quo una raza llegue á estar aseen . ada v convertida en especie. Aunque s-an ofiemos la* causas que tienden do continuo á modificar las formas vegetan!.*, también lo son los obsl culo" que m* hallan en otras causas uo ménos poderosas, cuya tendencia os dar estabilidad á las especies, opouiéud >*o á ia consolidación do las nuevas formas. La acción de un tiempo lasgo, y condiciones diversas do las ac tu a le s , pudieron en época a n terior á la del hombre influir más en la derivación de nuevas formas vegetales, y en su conservación ó d e s trucción; por lo que entonces haya pasado no es absolutamente aplicable al estado en que so baila nuestro g lo bo , después de sus muchos y graves trastornos tísicos V geográficos.

    E* verdad que cada año se hallan y describen f o r mas vegetales antes n reconocidas, aumeniándose rápi * (lamente el número de h" es cries inscritas eu ios l i bro* destinados á la e.-dadí.-dica botánica de toda la fierra, y ensa citándose así c.ula vez más los límites 'de ia ciencia. Hállale, con to lo , bien léjos de siguícar esto la aparición de especies vegetales que ántes no existiesen, siendo mero resultado de exploraciones más esmeradas' áun en regiones recorridas desde los antiguos tiempos Las plantas trasportadas v naturalizadas involuntaria, m en te , que tanto en el antiguo como en el nuevo m u n do se han asociado y confundido con las indígenas ó n a tivas desde que las comunicaciones entre ambos couli- nentes se hicieron frecuentes, no estaban ciertamente en su patna adoptiva ántes de los modernos tiempos; pero todo ello defiende de haber llegado á ser fácil un trasporte que antiguamente era imposible , y demuestra además ia existencia de algunas plantas *u>o‘(.tibies de prosperar á mucha distancia de su país natal; dígalo el té de N.ueu»

    E s p a ñ a , tan com ún en n u e s t ra P e n ín s u la , y que e n Se- viíla se conoce vu lgarm ente con el n o m b re de pasóte, casi idéntico al m ejicano, conservándose por t radición tan buen testimonio del origen de la planta.

    Conviene , por o tra p a r t e , ten e r p re sen te q u e no son rea lm ente n uevas , ó por p r im e ra vez d e s c u b ie r ta s , a u n que así se p re tenda , m uchas de las especies vegetales m o d ern am en te d enom inadas y descri tas . Los o b se rv ad o res que p recedieron á L in n e o , y partícula» m en te los e x ploradores dei Mediodía de Europa, n o m b ra ro n á su m a nera v bosque jaron ó describ ieron bas tan tes p lan tes om itidas por el g ran r e fo rm ad o r de la B o tán ica , q u e ño las d i s t i n g u ió , ó uo qu iso inclu ir las en su sis tema , j u z g a n ' do la s 'dudosas . C onsultada la na tu ra leza por nuev o s ex p lo radores , lian vuelto á describ irse las indicadas p la n ta s , rec ib iendo noi»ibres si- temáticos con fo rm e al estado de la c iencia , y en beneficio suyo sin duda, a u n q u e estas especies d eb a n cons iderarse como restablecidas v no como nuevas . Hánse p resen tado igualmente com o tales , y no pocas veces c ier tas plantas ántes cal tiendas de razas ó var iedades , cv* forzándose algunos descri to res en e le v a r las á la categoría de especies s in carac teres suficientes, ó por lo m énos susceptib les de diversa apreciación, y d a n do lu g a r en este caso á que m u c h a s sean a l t e r n a t iv a m en te aceptadas ó desechadas.

    T am bién o c u r re con demasiada frecuencia el d e s c r i b i r y n o m b r a r s is tem át icam ente especies vegetales q u e ya lo es tán , au m en tando in ú t i lm e n te la s inon im ia , y o r i g in an d o dif icultades q u e fuera p referib le ev i ta r con un ex am en deten ido y con c ien zu d o , tanto más conveniente , cu an to que alejaría la posibilidad de sucesivas v s i e m p re sensib les rectificaciones, a u n cuando p ro c e d a n de los m ism os que las h ayan motivado,

    C am inase de todos modos y con celer idad háei.a el completo conocim ien to de las especies veje ta les , h a l lá n dose á m enudo m u ch as án tes no conocidas ó mal e x a m i nadas, qu e so i ve rd a d e ra s adquisic iones para la Botánica descrip t iva , cu vos p rogresos facilitan la m ejor d ist inción de las plan tas i deb éü lose á ellos que pu ed an c ree r se rec ien tem en te apa rec idas c ier tas formas q u e no h u b ie sen llamado la a tención de los an t iguos po r habe r la s confundido con o irás semejantes. Agréguese esta co n s i derac ión á las d e m á s , tan to históricas como c ientíf icas , que c o n t r ib u y e n á d em o s tra r la es tabilidad de las e s p e cies vegetales ac tua lm en te vivas, y habrá de r e c o n o c e r se qu e es un hecho g e n e ra l , cuya existencia no c o n t r a r ían bas tan te la der ivación y cons tanc ia de a lg u n a s r a zas e s p o n tá n e a s , ni m ucho m en o s la variabilidad de formas obse rvada en las especies cult ivadas.

    CONTESTACIONpor D. Mariano de la Paz Graelis.

    Señores : Si el recue rdo triste, de la p é rd id a de u n i lu s t r e Académico no afectase un á n m i o e n estos m o m e n tos so lem nes , os hablara con más t r an q u i l id ad v en tu —

    —sTrr̂ -rm-7-,— -̂4— cor.-niurTeslo' ' csrito—-y-siti—prc-—tensiones de n in g u n a especie , p o iq u e n inguna puede tener el qu e reconoce los m é n lo s li terarios y la s u p e r io r i dad do cuan tos le d ispensan la honra de escuchar le .

    C o s tu m b ie h a b a solo hasta aquí en nues tra A cademia d i i ig i r en sem ejantes ocasiones al lau rean d o su voz au tor izada n u es t ro dignísimo Presidente ; pero a c o m o d án donos hoy al uso seguido en o t ra s corporac iones a n á lo -

    I gas, me ha tocado sus t i tu i r le en esta honorífica tarea, en q u e tan e locuen te y feliz nos le recue rdan las Memorias de la Corporación. No pre tendo c om pe t i r con su des treza ;

    | s e rv i r á n m e tan solo de pauta sus d iscu rsos ; y si en el ‘ p resen te lograre fijar un m om ento la atención del audito- ; r i o s o l n e los m ér i to s q u e a d e m a n al Académico elegido

    para se n ta rs e en el sil lón que el m alogrado E zque rra d e jó vacante , mis deseos q u e d a rá n c u m p l id a m e n te sa t is fe chos.

    El Dr. D. Migu'd Fo lm oiro , c u y o e ru d i to d iscu rso a c a báis d e o i r , os el cand ida to «ó qu ien hoy se a b r e n las p u e r ta s do este científico r e c in to , l lam ado á to m a r p a r te en n u te t r o s n id ís im o s es tud io* , en nue* íros p ro v e c h o sos t raba jos dedicados á un país que , merced 3 I influjo de las c ie n c ia s , va sa l iendo del p ro fundo le targo en q u e la o scu r idad de época* pasadas le sum ie ron N o m b rad o en la fu n d a c ió n de la Academi * su socio co r re sponsa l , ha m an ten ido con 1 1 Gorporacion con - tan to s relaciones, y ha sometido á su ju ic io copiosos e.*tudios , ya h is tó r i - co-bibliográficos sob re la ciencia de l.-s p lan tas , ya re la tivos á la vegetación de d iversos p un tos de la Península , y tam bién noticias m u y in te re san te s acerca de la aplicación de a lg u n as especias poco conocidas en el d ía , a u n -

    ! q u e usadas ven ta josam ente por los á r a b e s , n u e s t ro s i i l t i- ! m os dom inadores .

    Ten iendo en cuenta iodos es tos hechos; no o lv idando I q u e el Sr Colmeiro es igua lm ente a u to r dei Curso de o r - | ganograf ía y fisiología vegeta l , y del de Taxonom ía , q u e I más al nivel do los adelantos de ia c iencia hoy existe en ! España ; sab iendo adem ás qu e a d o rn a n su n o m b re n u - ; m erosos tí tulos científicos y grados a c a d é m ic o s , y (pie

    es el ú l t im o vastago de la escuela de n u e s t ro cé leb re L a - gasca , y qu izá el destinado á hacer f ruc t í fe ros los i n m ensos sacrificios de su inm orta l m aes tro por la Botán ica española ; tom ando en c u e n t a , rep i to , tan tas y tan a tend ib les c i r c u n s t a n c i a s , le ha t ra ído á su seno la" Academia , 11ei a de e s p e ra n z a s , que 1 1 0 d u d o verá cu m p l i das. M uéveme á m ear lo así el conocer á n u es t ro c a n d i dato desde m u y j o v e n , y h a b e r notado en él bas tante tem p ran o un e sp ír i tu analí t ico y de crí t ica razonada , q u e m ás de una vez han llamado la a tenc ión de los n a tu r a listas y hasta ia de los e ru d i to s y l i te ra tos .

    Cada u n o t iene sus inc l inac iones , su g u s to , su talento especial . el de n u e s t ro cand idato descuella en el c a m po de la cr í t ica y de la l i te ra tu ra c ien t í f ica , si puedo e x p re sa rm e asi. En v ir tud de es tas d o t e s , poco com unes e n t r e los n a tu ra l i s ta s , ha sacado del olvido num erosos escri tos botánicos relativos á nues t ra Flora p e n in s u la r y á la de n u e s t r a s poses iones ; y al r e c o rd a r su ignorada ex is tenc ia , las ha analizado con tanta im parc ia l idad como sano c r i t e r io , re su l tando mucha h o n ra pa ra el país y g r a n d e uti l idad para la ciencia.

    Es p rueba pa lp itante de este mismo esp ír i tu crí t ico y an a l izador el d iscurso q u e acaba de lee rnos ; y la v e r dad q u e reflejan las observac iones y reflexiones en que abunda, es tan p e rcep t ib le , q u e a p én as cabe a ñ a d i r c o sa a lguna q u e más en rel ieve lo ponga Sin em bargo , p u e den en su apoyo a d u c i r -e algunas p r u e b a s que r o b u s te c e rá n las razones em it idas por el nuevo A cadé m ico , ya ({ue nada a g reg u en á su pensam iento .

    S egu iré en sus excurs iones bol únicas al a u to r del dis- c nr.so, y le acom pau u é pr inc ipa lm ente por nues tra p r i -

    j v ilegiada 1‘e n íu s u ta ^ cuya bell ís ima Flora tan tas delicias m e prodigó en los anos j u v e n i le s , y de la q u e solo algún r a lo habi é de a p a r t a r m e para adm ira r los e n can to s de su

    I fecunda h e rm a n a la Fauna de nues tra env id iada patr ia , j Es tal la a rm o n ía que re in a e n t r e los se re s orgánicos, I q u e su es tudio genera! es uno m ism o, q u e la base de e s - j tos se de r iv a de iguales p r in c ip io s , que los ade lan tos bo- j tánicos a r r a s t r a n en pos de sí los zoológicos ó viceversa , | c o r r iendo pare jas en !a buena su e r te como en la ad v e rsa , j in c a la de pasajeros e r ro r e s ; y con frecuencia la so lución ) do un p rob lem a Biográfico aclara el cor re la t ivo zoográ- í fleo, Así sucede en el p re sen te caso , y por esto pa ra°m i j propósito me va ld ré á ia vez ele limbos es tudios .| El q u e dudase do la identidad de la Fau n a c o n l e m - j p o rán ca y de ia o b se rv ad a an t ig u am en te por el ho m b re ; | q u ie n c rey e re que la creación escapada á los ú l t im os ca- [ taclismos ha ido var iando de foi mas,