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I que dan a la agricultura vasca una notable prosperidad, en relación al atraso de otras regiones. Ga- licia, que tenía condiciones naturales semejantes vio posiblemente truncada una evolución similar por la tenaz resistencia de las relaciones de producción. ( ... ) Cataluña encontró su forma de desarrollo de la agricultura a través de la especialización de cul- tivos como la viña, el almendro y la avellana, el olivo y las plantas hortícolas, lo que favoreció una progresiva orientación al mercado y un elevado grado de comercialización. Este tipo de agricultura que tiene formas claramente capitalistas, se realizó en el marco de unas relaciones de producción muy poco evolucionadas, pues descansó básicamente en la pequeña y mediana propiedad y en la aparce- ría. Este tipo de explotación, claramente intensivo, predominó también en el resto del litoral medi- terráneo con resultados parecidos. Las tierras aragonesas, especialmente en las orillas del Ebro, cen unas tranformaciones similares. Castilla basó el desarrollo de su agricultura en las explotaciones cerealícolas, a pesar de que tam- bién intentó impulsar otros cultivos. Los pasos dados en la formación del mercado nacional estimu- laron la orientación hacia el mercado de los productores de cereales castellanos. Pero zonas impor- tantes, del interior del país, debido a las dificultades de transporte, quedaron prácticamente margi- nadas de este proceso. Además, la especialización triguera que predominó en gran parte de las tierras castellanas no presentaba el carácter revolucionario de otros cultivos, sino que tendía a perpetuar una agricultura atrasada centrada en el autoconsumo. ( ... ) Las regiones latifundistas se mostraron mucho más insensibles a la demanda del mercado y pre- sentan una mayor lentitud en la introducción de mejoras y en el establecimiento de una agricultura perfeccionada. Una constatación que se desprende de esta somera visión sobre las transformaciones a nivel re- gional es la que en aquellas regiones donde se consolidó un sector industrial (Cataluña, País Vasco), este proceso estuvo precedido y acompañado de cambios sustanciales en la agricultura. Garrabou, R.: Las transformaciones agrarias en los siglos XIX y Xx, en Nadal, J. y Tortella, G.: «Agricuhura, comercio colonial y crecimiento en la España Contemporánea», págs. 225-226. 3.3. INDUSTRIA: CRECIMIENTO Y DEPENDENCIA La Restauración, que se insertó en una fase de expansión burguesa, fomentó decididamente la industrialización, sin pensar demasiado, sin embargo, en las exigencias futuras de la economía na- cional. La razón para ello debe buscarse, igual que en el período anterior, en la falta de capitales y la necesidad de abrir el mercado a las inversiones extranjeras. Estas últimas (inglesas, francesas y bel- gas), permitieron terminar la construcción de la red ferroviaria española, cuyas grandes líneas que- daron constituidas desde 1881, y crearon empresas muy remuneradoras, tales como minas, bancos y servicios públicos (... ). A finales de siglo se estimaba que el conjunto de las inversiones extranjeras en España ascendía a más de tres mil millones de pesetas. ( ... ) La expansión más intensa se sitúa entre 1876 y 1882. Pero esta actividad no reportó ningún ge- neficio al país, ya que se limitó a hacer fructificar los capitales extranjeros, sin tener en cuenta las necesidades generales. Los objetivos de los financieros extranjeros consistían en explotar las minas y sacar partido de una mano de obra barata. La industrialización no modificó en nada la economía agraria de España, que continuó basada en la gran propiedad, la rutina y unas técnicas anticuadas. La industria periférica EL TEXTIL CATALÁN Durante el siglo XIX Cataluña había experimentado un conjunto de transformaciones que ha- brían de situarla en la avanzadilla de la industrialización española. Una industria de bienes de con- sumo (fundamentalmente productos textiles), se había consolidado y era el símbolo de una conside- rable prosperidad, cuya última fase de esplendor tuvo lugar a finales de siglo. En efecto, ya en plena Restauración, del 1874 al 1884, se produjo una nueva etapa aascendente en la cual las importaciones de algodón en rama se incrementaron e incluso llegaron a superar los 266

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que dan a la agricultura vasca una notable prosperidad, en relación al atraso de otras regiones. Ga­licia, que tenía condiciones naturales semejantes vio posiblemente truncada una evolución similar por la tenaz resistencia de las relaciones de producción. ( ... )

Cataluña encontró su forma de desarrollo de la agricultura a través de la especialización de cul­tivos como la viña, el almendro y la avellana, el olivo y las plantas hortícolas, lo que favoreció una progresiva orientación al mercado y un elevado grado de comercialización. Este tipo de agricultura que tiene formas claramente capitalistas, se realizó en el marco de unas relaciones de producción muy poco evolucionadas, pues descansó básicamente en la pequeña y mediana propiedad y en la aparce­ría. Este tipo de explotación, claramente intensivo, predominó también en el resto del litoral medi­terráneo con resultados parecidos. Las tierras aragonesas, especialmente en las orillas del Ebro, ofre~

cen unas tranformaciones similares. Castilla basó el desarrollo de su agricultura en las explotaciones cerealícolas, a pesar de que tam­

bién intentó impulsar otros cultivos. Los pasos dados en la formación del mercado nacional estimu­laron la orientación hacia el mercado de los productores de cereales castellanos. Pero zonas impor­tantes, del interior del país, debido a las dificultades de transporte, quedaron prácticamente margi­nadas de este proceso. Además, la especialización triguera que predominó en gran parte de las tierras castellanas no presentaba el carácter revolucionario de otros cultivos, sino que tendía a perpetuar una agricultura atrasada centrada en el autoconsumo. ( ... )

Las regiones latifundistas se mostraron mucho más insensibles a la demanda del mercado y pre­sentan una mayor lentitud en la introducción de mejoras y en el establecimiento de una agricultura perfeccionada.

Una constatación que se desprende de esta somera visión sobre las transformaciones a nivel re­gional es la que en aquellas regiones donde se consolidó un sector industrial (Cataluña, País Vasco), este proceso estuvo precedido y acompañado de cambios sustanciales en la agricultura.

Garrabou, R.: Las transformaciones agrarias en los siglos XIX y Xx, en Nadal, J. y Tortella, G.: «Agricuhura, comercio colonial y crecimiento en la España Contemporánea», págs. 225-226.

3.3. INDUSTRIA: CRECIMIENTO Y DEPENDENCIA

La Restauración, que se insertó en una fase de expansión burguesa, fomentó decididamente la industrialización, sin pensar demasiado, sin embargo, en las exigencias futuras de la economía na­cional. La razón para ello debe buscarse, igual que en el período anterior, en la falta de capitales y la necesidad de abrir el mercado a las inversiones extranjeras. Estas últimas (inglesas, francesas y bel­gas), permitieron terminar la construcción de la red ferroviaria española, cuyas grandes líneas que­daron constituidas desde 1881, y crearon empresas muy remuneradoras, tales como minas, bancos y servicios públicos ( ... ). A finales de siglo se estimaba que el conjunto de las inversiones extranjeras en España ascendía a más de tres mil millones de pesetas. ( ... )

La expansión más intensa se sitúa entre 1876 y 1882. Pero esta actividad no reportó ningún ge­neficio al país, ya que se limitó a hacer fructificar los capitales extranjeros, sin tener en cuenta las necesidades generales. Los objetivos de los financieros extranjeros consistían en explotar las minas y sacar partido de una mano de obra barata. La industrialización no modificó en nada la economía agraria de España, que continuó basada en la gran propiedad, la rutina y unas técnicas anticuadas.

La industria periférica

EL TEXTIL CATALÁN

Durante el siglo XIX Cataluña había experimentado un conjunto de transformaciones que ha­brían de situarla en la avanzadilla de la industrialización española. Una industria de bienes de con­sumo (fundamentalmente productos textiles), se había consolidado y era el símbolo de una conside­rable prosperidad, cuya última fase de esplendor tuvo lugar a finales de siglo.

En efecto, ya en plena Restauración, del 1874 al 1884, se produjo una nueva etapa aascendente en la cual las importaciones de algodón en rama se incrementaron e incluso llegaron a superar los

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niveles anteriores a la guerra de Secesión Americana. Esta etapa coincidía con un conjunto de cir­cunstancias que favorecían a la economía de Cataluña, la principal de las cuales era la plaga de la filoxera que se produjo en Francia y que en Cataluña abrió unas perspectivas excepcionales de ne­gocio: es el período que se ha denominado «la febre d'o[». En relación con esta coyuntura tan favo­rable ligada al negocio del vino, el sector textil reemprendió también su actividad, y se creó un nuevo sector prácticamente inexistente (hasta el momento): la banca.

Pero esta fase expansiva pronto topó con una nueva etapa de recesión marcada por la crisis de la agricultura: la llegada de la filoxera a Cataluña y la existencia de excedentes que difícilmente se podían colocar. Se estaba llegando al límite de las posibilidades del mercado interior. ( ... ) En este momento, la industria catalana se estaba encarando con el fantasma del exceso de producción: la cri­sis de sobreproducción.

Para solucionar el problema de la sobreproducción, sólo había una salida: el mercado colonial, que hasta entonces había sido escasamente explotado o se encontraba en manos de competidores como los Estados U nidos o la Gran Bretaña. Por ello, los industriales catalanes dirigieron su ofensiva hacia forzar la aprobación de la Ley de Relaciones Comerciales (1882), y del Arancel Antillano (i 891), que abrirían sistemáticamente el mercado colonial a la producción española con un tratamiento aran­celario que, según J ordi N adal, hay que considerarlo como la ampliación del cabotage en las colo­nias. Los efectos fueron fulminantes: hacia 1885, se consiguieron unos volúmenes y unos valores de exportaciones que demostraban a las claras que el mercado colonial había retardado la aparición de la crisis latente desde que el mercado español ya no absorbía toda la capacidad de producción cata­lana. ( ... )

1898 señalaba la entrada en una etapa de marasmo y de parálisis dentro de la cual el fantasma de la crisis de sobreproducción sería prácticamente constante. En estas circunstancias, y con escasas perspectivas de una reconversión inmediatamente del mercado interior, la industria catalana fue en­vejeciendo sometida, de vez en cuando, únicamente a los estímulos momentáneos de los cambios co­yunturales. Tal sería el caso de la 1 G~erra Mundial.

Nadal, J.: La evolución industrial y financiera entre el 1900 y el 1939. Citado en Historia de Catalunya, VoL VI, págs . 31-32.

Valor PorcentajeAÑO exporto manuf comercio

algodón colonial

1855 ............................. 5.985.000 8 1890 ............................. 22.431.000 19 1892 ............................. 38.267.000 25 1894 ............................. 50.233.000 29 1896 ............ . ................ 56.628.000 27

Mujeres obreras del textil catalán.

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LA INDUSTRIA VAseA

La industria pesada vasca se desarrolló también a un ritmo rápido, estimulada por el equipa­miento ferroviario y minero del país. Los capitales acumulados en sus importantes empresas dieron origen más adelante a potentes bancos e industrias navales ( ... )

De 1880 a 1900 y paralelamente a la venta de mineral de hierro a Inglaterra, se establece la he­gemonía de Vizcaya como centro de la industria pesada nacional. Las antiguas empresas de corte fa­miliar se desarrollan rápidamente, transformándose en sociedades anínimas, a las que una banca di­ligente y rica facilitará importantes medios de acción. Así aparecen distintas empresas siderúrgicas, metalúrgicas y navales, muy relacionadas entre sí por un proceso de concentración, de las cuales es el prototipo la S.A. Altos Hornos de Vizcaya (1902).

Vicens Vives, J.: op. cit., págs. 152 y 175.

La finalización del sistema ferroviario

La finalización del sistema ferroviario estimuló la expansión económica y el crecimiento de las ciudades. Antes de 1868 se construyeron las líneas principales. JEntre 1875 y 1900 se añadieron rama­les, doblando el kilometraje y enlazando las capitales de provincia. Utilizando las carreteras existen­tes, las diligencias, introducidas a principios de siglo, transportaban a los pasajeros hasta donde no llegaba el ferrocarril. ( ... ) Sin embargo, la mayor parte de los pueblos eran aún solamente accesibles por caminos de herradura y al igual que en los siglos pasados dependían de los burros y mulas de los arrieros profesionales para conseguir algunos productos del exterior. Aunque su alcance era limi­tado, los ferrocarriles fueron el primer medio de transporte capaz de cruzar las encrespadas cadenas montañosas de España. Cumpliendo su tarea de transportar gente, correo y productos agrícolas in­dustriales, conformaron el país como unidad económica y comenzaron a romper el aislamiento de la extensa región central.

Herr, R.: op. cit., pág. 171.

Hacia un capitalismo financiero

La fusión de varios bancos regionales produjo el quinto gran banco: el Banco Central. Estos Bancos se convirtieron en los principales agentes de la inversión privada y de la financiación indus­trial, fomentando la sustitución de formas de empresas tradicionales por sociedades anónimas. Bajo su liderazgo la estructura financiera e industrial del país comenzó a adquirir los rasgos del capitalis­mo financiero.

El comienzo de la electricidad, de la industria química, etc., darán lugar a inversiones conside­rables de capitales ( ... ) y a formación de empresas de grandes dimensiones.

En medio de una sociedad cuyas relaciones de producción eran en gran parte arcaicas, con las dificultades de un mercado nacional apenas existente, la gran empresa apunta aquí y allá precisas formas embrionarias que irán desarrollándose. El hecho se produce, fundamentalmente en el último decenio del siglo XIX y albores del siglo XX.

La economía en expansión beneficiaba de este modo a los tres grupos sobre los que descansaba el orden establecido: los propietarios de la tierra, los fabricantes y los inversores extranjeros.

Tuñón de Lara, M.: Estudios sobre el siglo XIX, págs. 163-165.

4. LA OPOSICIÓN MARGINADA

4.1. EL CATALANISMO: LA AFIRMACIÓN DE LA CONCIENCIA NACIONAL EN CATALUÑA

Los orígenes del catalanismo político

En el origen del regionalismo catalán nos hallamos ante unas elementales reacciones defensivas: por una parte defensa de los intereses económicos, y por otra, salvaguarda de una originalidad cul­