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118 Arqueología en el valle del Duero. Del Paleolítico a la Edad Media. 6 ISBN: 978-84-947952-1-3, pp: 118-143 “LA PEÑA DEL MORO”, NAVAS DE ORO, SEGOVIA: POBLAMIENTO DURANTE LA EDAD DEL BRONCE EN EL CORREDOR ERESMA- PIRÓN “LA PEÑA DEL MORO”, NAVAS DE ORO, SEGOVIA: SETTLEMENT DURING THE BRONZE AGE AT THE ERESMA-PIRON CORRIDOR Raúl Martín Vela Arqueólogo [email protected] A mis abuelos Alberto Vela y Vivencia Crespo, in memoriam, raíz de todo y de todos RESUMEN El presente artículo aborda una propuesta acerca del modelo de poblamiento durante la Edad del Bronce en el sector noroccidental de la Provincia de Segovia, concretamente en una pequeña franja de terreno dentro del Corredor Eresma – Pirón, lugar donde se ubica el yacimiento de La Peña del Moro, enclave detectado en prospección en el año 2011, dentro de un proyecto de investigación que pre- tende ampliar el grado de conocimiento acerca de las poblaciones allí asentadas durante la prehistoria reciente, adscritas a las culturas Protocogotas y Cogotas I. La existencia de una fecha radiocarbónica y el estudio material, sugiere que la fun- dación del asentamiento se produjo durante la fase plena del Horizonte Cogeces. Palabras clave: Navas de Oro, Peña del Moro, Corredor Eresma – Pirón, Hori- zonte Protocogotas y Cogotas I, C 14

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Arqueología en el valle del Duero. Del Paleolítico a la Edad Media. 6ISBN: 978-84-947952-1-3, pp: 118-143

“LA PEÑA DEL MORO”, NAVAS DE ORO, SEGOVIA: POBLAMIENTO

DURANTE LA EDAD DEL BRONCE EN EL CORREDOR ERESMA- PIRÓN

“LA PEÑA DEL MORO”, NAVAS DE ORO, SEGOVIA: SETTLEMENT

DURING THE BRONZE AGE AT THE ERESMA-PIRON CORRIDOR

Raúl Martín VelaArqueólogo

[email protected]

A mis abuelos Alberto Vela y Vivencia Crespo,

in memoriam, raíz de todo y de todos

RESUMENEl presente artículo aborda una propuesta acerca del modelo de poblamiento durante la Edad del Bronce en el sector noroccidental de la Provincia de Segovia, concretamente en una pequeña franja de terreno dentro del Corredor Eresma – Pirón, lugar donde se ubica el yacimiento de La Peña del Moro, enclave detectado en prospección en el año 2011, dentro de un proyecto de investigación que pre-tende ampliar el grado de conocimiento acerca de las poblaciones allí asentadas durante la prehistoria reciente, adscritas a las culturas Protocogotas y Cogotas I. La existencia de una fecha radiocarbónica y el estudio material, sugiere que la fun-dación del asentamiento se produjo durante la fase plena del Horizonte Cogeces.

Palabras clave: Navas de Oro, Peña del Moro, Corredor Eresma – Pirón, Hori-zonte Protocogotas y Cogotas I, C14

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ABSTRACT� is article discusses a proposal about human occupation model during the Bronze Age in the northwestern area of the Province of Segovia, particularly in a small strip of territory within the Eresma – Pirón Corridor, where is located the archaeological site of La Peña del Moro, site detected in 2011 within a re-search project that aims to expand the level of knowledge about the populations settled there during the recent prehistory, particularly in the periods assigned to Protocogotas and Cogotas I cultures. A radiocarbon date and pottery research, suggests that the foundation of the settlement occurred during the Cogeces Ho-rizon phase.

Key words: Navas de Oro, Peña del Moro, Eresma – Pirón Corridor, Protocogo-tas and Cogotas I cultures, C14

1. INTRODUCCIÓN

Es notoria la falta de estudios rea-lizados sobre el patrón de pobla-

miento durante la Prehistoria Reciente en el extremo de las denominadas cam-piñas del Duero, al NO de la provin-cia de Segovia. Exceptuando algunos trabajos de síntesis global que han planteado algunas explicaciones satis-factorias (Delibes el al., 1985; Fabián, 1993), de la zona concreta donde se plantea este estudio apenas nada se ha dicho a día de hoy. Para el NE de la provincia existe un estudio en el Valle de los ríos Aguisejo y Riaza publicado por López Ambite (2003: 124-168), donde los trabajos de prospección han podido de� nir una red de poblamiento desde el Bronce Antiguo al Final.

Referidas al territorio norocciden-tal segoviano, escenario del presente estudio, contamos con un estudio para el sector meridional de la cuenca del

Duero contenido en la tesis de A. Blan-co González (2009), si bien apenas lle-ga a tomar contacto con nuestra área de estudio a excepción de las referencias a los enclaves caucenses de Los Azafrana-les y La Cuesta del Mercado (Ibidem, 2009:411-412, � g. 58) - límite terri-torial de su tesis- y de los que se hace eco siguiendo la senda ya trazada por J.F. Blanco García, quien en sus múlti-ples trabajos y estudios realizados en el municipio segoviano de Coca y su en-torno, renovó y engordó la nómina de yacimientos arqueológicos, analizando tanto los conjuntos cerámicos recu-perados, como las características del territorio donde se localizan (Blanco, 2003, 2005: 7-58 2006 y 2007: 7-34). Destaca, por último, la Tesis Doctoral de F. J. Abarquero Moras (2005), que ahonda en el signi� cado y difusión de los estilos cerámicos cogoteños, en su expansión desde el área nuclear hacia buena parte de la Península Ibérica

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(Ibidem, 2012: 59-110). Estos dos úl-timos autores, hacen una síntesis de las estaciones Protocogotas y Cogotas I en la provincia de Segovia, diferenciando entre emplazamientos defensivos, en cueva, pequeñas lomas y llanos. Entre todos ellos, solamente existen dos asen-tamientos con evidencias materiales y características similares al yacimiento que aquí se presenta, y que además se encuentran en las inmediaciones de nuestra área de investigación, los ya ci-tados de Los Azafranales y La Cuesta del Mercado.

2. CARACTERÍSTICAS GEOLÓGICAS DEL ENTORNO: ARENALES, LAGUNAS, NAVAS, COTARRAS Y VEGAS.

Situada en el centro de la Península Ibérica, la provincia de Segovia se su-perpone a dos de sus unidades geoló-gicas principales: el Sistema Central, y la cuenca del Duero. Pero además, parte de los terrenos del Sistema Ibéri-co se prolongan hacia el interior de la provincia: bordeando el conjunto de la Sierra de Ayllón por el Este, a través de una serie de franjas adosadas al borde norte del Sistema Central y formando macizos y serrezuelas en el interior de la cuenca. Dentro de ese marco general es posible distinguir una serie de domi-nios paisajísticos:

ARENALES

En Segovia, estas llanuras arenosas dominan dos grandes sectores: el inter-�uvio Duratón-Cega, en el centro de la provincia, y formando una amplia lla-nura entre los ríos Cega, Pirón, Eresma y Voltoya, en el noroeste. En Navas de Oro el sustrato de este dominio corres-ponde a mantos arenosos, con espesor variable entre unos decímetros y varias decenas de metros, en cuyo caso son explotadas desde un punto de vista mi-neral. El control geológico en el desa-rrollo de este paisaje es elevado, de ma-nera que la característica más destacada de estos arenales es la masa forestal de pino resinero que los recubre, otorgan-do al conjunto carácter de comarca: la denominada Tierra de Pinares.

LAGUNAS EN UN MAR DE PINARES

Entre los variados y dispersos con-juntos de lagunas y bodones que se localizan en la Tierra de Pinares se-goviana, destacan por su extensión y permanencia los situados dentro de los actuales términos municipales de Cantalejo, Lastras de Cuellar, Coca, Villeguillo y Navas de Oro. Este siste-ma lagunar se compone por un núme-ro variable de áreas encharcadas; áreas deprimidas que reciben los topónimos de bodón, nava, hoyo u hoyada; de ahí que muchos de los nombres de las la-gunas, bodones y lavajos sean deriva-dos de esos topónimos: Navalayegua,

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Navahornos, Navaelsoto, Navacorna-les, Navalagrulla, la Nava o Navazo Román.

LAS NAVAS

Nava es sin duda una de las deno-minaciones de lugar más frecuente en España y en la provincia de Segovia; un terreno llano rodeado de zonas más ele-vadas, generalmente húmedo o enchar-cadizo. Estas navas actúan normalmen-te como zonas de descarga de aguas subterráneas del acuífero de los arena-les. Ello hace que la mayoría de estas depresiones estén ocupadas por prados y juncales, dado que el nivel freático está lo su�cientemente cerca de la su-per�cie como para que la vegetación pueda utilizarla. Navas de Oro, Nava de la Asunción y Navalmanzano, como sus nombres ya permiten adivinar, se sitúan dentro o en las proximidades de extensas navas de la Tierra de Pinares. Aunque la denominación de estas po-blaciones ha sufrido ligeras variaciones a lo largo del tiempo, su asociación con la forma del terreno que domina su en-torno ha sido permanente.

COTARROS QUE SON DUNAS BAJO LOS PINOS

En algunos sectores -Cantalejo, Lastras de Cuellar, Sanchonuño, Mu-drián y Navas de Oro- se sitúan en relieves suavemente alomados que constituyen antiguos campos de dunas eólicas. Estos relieves arenosos que sal-pican la Tierra de Pinares reciben dife-

rentes topónimos en Segovia, entre los que abundan términos como “cotarro” y sus variantes “cotarra”,“cotarrilla” o “cotarreta”, “cotarrones”.

VEGAS

Normalmente dispuestas en el do-minio de las llanuras sedimentarias de la cuenca del Duero, ya que en sierras, piedemontes, macizos y serrezuelas los cursos �uviales suelen discurrir enca-jados. Las vegas han tenido un aprove-chamiento tradicional asociado a estas características intrínsecas, fundamental-mente huertas y cultivos forestales. En el dominio de las vegas segovianas pueden encontrarse tramos �uviales sinuosos realmente singulares y buenos ejemplos de meandros abandonados, sobre todo en el río Eresma (Díez y Martín, 2005).

3. INDICIOS DE OCUPACIÓN PREHISTÓRICA EN EL MUNI-CIPIO DE NAVAS DE ORO: LOS YACIMIENTOS DE LA EDAD DEL BRONCE

Los yacimientos sujetos a estudio, se ubican en la región noroccidental de la Provincia de Segovia, concretamente se trata del Corredor Eresma-Pirón, una franja de territorio de 124 kilómetros cuadrados delimitado por estos dos ríos y que abarca los términos municipales de Navalmanzano, Navas de Oro, Ber-nardos, San Martín, Mudrian, Sam-boal, Carbonero el Mayor, Bernardos, Miguelañez y Coca (Figura 2).

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Dada la idiosincrasia del territorio, con vastas extensiones de masa forestal de pino resinero – en su mayor par-te- y piñonero, resulta francamente difícil ampliar el número de estaciones arqueológicas debido a la paupérrima visibilidad que ofrece el terreno areno-so del mar de pinares. Prácticamente la única posibilidad que existe de detectar nuevos enclaves en super�cie mediante prospección, es revisando los cortafue-gos que alteran el sustrato del pinar, revelando en algunos casos, evidencias materiales pertenecientes grupos hu-manos, tal y como ocurrió con el yaci-miento visigodo del El Bodón, en Na-vas de Oro (Martín Vela, 2012: 303).

Centrándonos en este último mu-nicipio, tenemos constancia de la pre-sencia de restos de cultura material des-de el Paleolítico Inferior, a juzgar por el reciente hallazgo de un canto trabajado en cuarcita en el pago de El Púlpito (Ibidem, 2012: 289), aunque la escasez de más evidencias impida aseverar con seguridad la existencia de una estación arqueológica de entidad. Será en los inicios de la Edad del Bronce, cuando más información hallemos referida a la primera ocupación efectiva y segura del entorno.

Un primer vistazo a las normas urbanísticas del municipio, revela la existencia de al menos dos yacimien-tos adscritos a distintos periodos de la Edad del Bronce, con características muy similares respecto a su ubicación en el territorio. Ambos se disponen en el llano y al menos uno de ellos junto a una fuente. El patrón de ocupación

de las diferentes lagunas que se asien-tan en el municipio se repite a lo largo del tiempo, encontrado restos eviden-tes de actividad humana en tres de las cinco lagunas con las que cuenta Na-vas de Oro: ocupación tardorromana y visigoda en la Magdalena y visigoda en la Requejada. Por su parte, la lagu-na del Rincón de la Vega, localizada a 1 km al N del casco urbano, rinde un asentamiento fechado en los inicios de la Edad del Bronce u Horizonte Par-pantique. La abundancia de restos de vajillas elaboradas a mano, de cocción reductora y decoraciones digitoungula-das frente a un vacío absoluto de deco-raciones incisas tan típicas del periodo que le sigue, nos induce en atribuirle esta cronología. La gran mayoría de los barros visibles en super�cie, rinden for-mas cerámicas identi�cables a grandes recipientes de almacenaje, junto con cuencos de paredes abiertas con super-�cies cuidadas, alisadas y bruñidas (Fig. 5). Excepcionalmente se recuperó un pequeño fragmento con decoración in-cisa de posible factura campaniforme1

1 En la actualidad, hay indicios que señalan la importancia que tuvieron que tener las gentes del grupo Parpantique en el origen de las composiciones decorativas protocogotianas, cuyos motivos ornamentales, tradicionalmente siempre han recordado al barroquismo de los barros Ciempozuelos. Aquí se apuesta por asimilar este fragmento cerámico a momentos campaniformes, ya que a pesar de lo interesante de esta nueva mirada, que incluye una revisión de los materiales en busca de variantes evolutivas de carácter local, no tenemos datos su�cientes que avalen esta novedosa propuesta, que si ha tenido eco en el análisis de las piezas del depósito funerario de la Cueva de la Revilla en Atapuerca, Burgos (Abarquero et al., 2005; 89-136) o Fuente la Mora en Valladolid, donde junto a diversos

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(Fig. 5: 2); del periodo protagonizado por la presencia de vasos acampana-dos tan profusamente ornamentados, tenemos constancia material en Los Azafranales, Cuesta del Mercado en Coca (Blanco, 1986: 3), La Trinidad/Domingo Sancho (Ibidem, 2005:28) en Nava de la Asunción, Praobispo en la vecina localidad de Samboal (Martín Valls y Delibes, 1989), La Encina en San Martín y Mudrián2, Los Retajones (Delibes, 1979) y Los Roturos (Tar-dón, 1995 a: 46, �g. 48, 1) en Villaver-de de Iscar (Blanco 2003:29-32).

Cabe señalar que este yacimiento se encuentra sumamente alterado y des-mantelado debido a que la actual lagu-na del Rincón de la Vega, no es más que un antiguo barrero de donde se extraía arcilla para la elaboración de los adobes con los que se construyeron la mayoría de las casas del pueblo al me-nos desde principios del siglo XX -no resultaría nada extraño encontrar restos materiales incrustados en las paredes de las casas y antiguas tapias-. Por lo tan-to, estaríamos ante una fuente arti�cial alimentada, por un lado, con agua de lluvia y por otro mediante irrigación de un canal procedente del actual cam-po de futbol, a unos 500 metros, lugar donde posiblemente se ubicaría la la-guna original. Esta zona del municipio, ha sido desecada constantemente a lo

fragmentos decorados del grupo Protocogotas, aparece todo un contexto de cerámicas que reclaman una atribución inmediatamente anterior a la plenitud de este mundo (Rodríguez Marcos, 2012: 159-161).

2 IACYL.

largo de los últimos 80 años tal y como a�rman la mayoría de los habitantes del pueblo3.

Al SO del pueblo, y ya en la carretera de Navas de Oro a Bernardos, se ubi-ca el yacimiento 40-145-0001-02 en el denominado pago de Las Culebras, con una cronología adscrita al Bronce Anti-guo-Medio según su �cha de inventario. En una de las visitas realizadas reciente-mente, se pudo comprobar la presencia de pequeños fragmentos cerámicos ela-borados a mano en un lamentable esta-do de conservación, que no permiten mucho margen descriptivo al hallarse completamente rodados y no mostrar signo alguno de decoración.

Finalmente, La Peña del Moro, una mole de arcilla dispuesta en el fondo del valle del Eresma, donde los trabajos de prospección arqueológica realizados durante el año 2011 han permitido de-�nir con seguridad una ocupación de la Edad del Bronce, concretamente en la fase formativa y �nal de Cogotas I.

4. CARACTERIZACIÓN DEL YACIMIENTO

Las normas urbanísticas de Navas de Oro, revisadas en el año 2007, reco-gen un listado de enclaves arqueológi-cos presentes en el municipio, algunos

3 Sobre esta cuestión ha sido fundamental la información aportada por amigos y parientes como fue el caso de D. Félix Vela Sanz, de 94 años, quien ha pasado toda su vida en Navas de Oro, guardando un nítido recuerdo de un sinfín de acontecimientos acaecidos en el pueblo incluido este en particular.

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ya enunciados anteriormente, y otros que siguen sin engrosar la nómina de yacimientos recogidos en el IACYL. Es el caso de El Púlpito, El Bodón y La Peña del Moro. El descubrimiento de estos lugares obedece al interés del au-tor de este artículo, y oriundo del mu-nicipio, quien fue localizándolos con el objeto de realizar un estudio sobre el poblamiento desde la prehistoria hasta la tardoantiguedad. Dicho estudio, se tradujo en la publicación de un artícu-lo en el Boletín de la Real Academia de San Quirce (Martín Vela, 2012: 281-309) donde se hizo un primer es-bozo acerca de las diferentes culturas asentadas en el municipio y su signi�-cado. En el caso de La Peña del Moro, y tras solicitar los permisos pertinentes en la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y León, se inició un proyecto de investigación cuyo primer paso consistió en la rea-lización de una prospección intensiva del yacimiento y de su entorno más in-mediato. Este trabajo generó un infor-me depositado en el Servicio Territorial de Cultura de Segovia (Ibidem, 2011), donde se da buena cuenta de sus carac-terísticas formales. Posteriores visitas a este y otros emplazamientos del Corre-dor Eresma-Pirón, han ido aportando cada vez más información acerca del poblamiento prehistórico, sobre todo en lo que respecta al periodo de la Edad del Bronce, aunque haciendo especial hincapié en el yacimiento que aquí nos ocupa. Este estudio pone de mani�es-to el vacío documental existente den-tro de las líneas de investigación en lo

referente a esta etapa de la prehistoria reciente en el sector noroccidental se-goviano. Con esta noticia se pretende paliar esa laguna, sin dejar de poner la vista en empresas futuras que puedan ampliar el registro arqueológico.

La Peña del Moro se ubica a unos dos kilómetros al S del casco urbano de Navas de Oro siguiendo el denomina-do Camino de Castrejón, que atraviesa una espesa zona de pinares ordenados a una de altitud 809 m., dato importan-te a considerar, ya que el último tramo por donde se accede al enclave muestra una acusada rampa descendente hasta los pies del yacimiento, que rinde 771 m. del altitud por encima del nivel del mar. Una vez allí, el terreno vuelve a su-frir un brusco cambio de altitud al to-parnos de frente con La Peña del Moro, un imponente cerro arcilloso que se eleva casi hasta los 800 m. de altitud. Cuenta con un desnivel de 20 metros entre la base y su punto más elevado, con unos �ancos que muestran una pronunciada pendiente y que explican esa diferencia de nivel. Respecto a sus dimensiones hemos de diferenciar en-tre la base y su plataforma. La primera tiene una longitud máxima de 308 m. y una anchura en su lado más espeso de 115 m. La plataforma donde se asienta el poblado rinde unas dimensiones de 230 metros de largo en su eje mayor NE-SO, y de 82 metros de ancho en su eje E-O, de�niendo un una área de 2,2 ha. Describe una planta ovalada típi-ca de los cerros de ribera morfológica-mente modelados a lo largo del tiempo por el sinuoso curso que el río Eresma

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dibuja a su paso (Fig. 3). Exceptuando la ladera oriental, donde si se observa una acusada erosión debida a la acción de agentes medioambientales, el resto del enclave reviste buenas condiciones de conservación.

La vegetación allí presente repite las pautas del bosque de ribera típico de la zona, a saber: Pópulus Nigra y Ca-nadiense junto a especies del género Salix y matorrales tales como el Espino Majuelo.

5. CULTURA MATERIAL, FECHAS RADIOCARBÓNICAS Y ¿FONDOS DE CABAÑAS?

Los trabajos de prospección intensiva llevados a cabo en La Peña del Moro y su entorno, han rendido un importante conjunto de restos de cultura material. Se trata de fragmentos cerámicos ela-borados a mano, de cocciones reducto-ras con super�cies lisas y decoradas con motivos incisos a base de espiguillas, espinas de pescado, zig-zags, excisión y boquique. Destaca un primer lote de dos piezas correspondientes a un gran recipiente de tendencia globular (Fig. 6:3), cuya super�cie presenta una per-foración muy similar a un fragmento recuperado en el yacimiento de Fuente de la Mora, en Fuente de Santa Cruz (Martin Valls y Delibes, 1989) y otro a una forma cerrada consistente en un pequeño vaso cuenquiforme, ambos de sabor calcolítico que quizás estén indi-cando una ocupación anterior.

Un segundo grupo consiste en un galbo decorado con incisiones en zig-zags o espinas de pescado (Fig. 6:2), motivos ya detectados en prospección en los yacimientos segovianos de la Edad del Bronce de los Palomares, en Villeguillo (Blanco, 2003: 41) o del pago de Cancega en Mata de Cuellar (Arranz y Fraile, 1998). Dentro de este conjunto vascular destaca una pieza re-cuperada en la ladera sur4, en el inte-rior de un hoyo seccionado fruto de la erosión que el enclave sufre en todos sus escarpes. Se trata de una forma cerrada de acusado per�l en S, con una carena bastante marcada en dirección al fon-do plano. Cuenta con un diámetro de 300 mm en boca, 380 mm de diáme-tro máximo en la zona carenada y 120 mm en la base. La super�cie muestra un cuidado alisado con toques bruñi-dos al exterior sin evidencia decorati-va alguna. La inexistencia de asideros pudiera indicar que estamos ante una vasija de almacenaje concebida para es-tar encastrada en el suelo; lo acusado de su per�l unido a las reducidas di-mensiones del fondo hace de ella una pieza sumamente inestable, de ahí esta propuesta funcional (Fig. 6: 6). De im-portancia capital es la morfología que describe el sedimento ceniciento que contenía la pieza, de donde se recuperó

4 El mérito de este hallazgo hay que atribuírselo a Germán Delibes de Castro, que no dudó en desplazarse a Navas de Oro a conocer el yacimiento y de paso ayudarme a prospectar este sector del enclave donde encontró la pieza que aquí se describe. Desde aquí mi más sincero agradecimiento por el feliz descubrimiento que tanta información aportó posteriormente.

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un pequeño conjunto de carbones ana-lizados por C14 y que aportaron unas fechas de 3320 + 35 B.P. = 1689- 1514 cal. B.C. 95%5. Aunque los tipos deco-rativos arriba enunciados si encuentran ejemplos en el entorno, en este caso la búsqueda de formas asemejadas a esta vasija ha sido infructuosa, teniendo que recurrir a paralelos detectados en los márgenes de la Ribera del Duero, concretamente al yacimiento protoco-gotas del Castillo de Rábano (Rodrí-guez Marcos, 2007: 164, �g. 106).

Por otro lado, y aunque hasta la fe-cha conforman un pequeño conjunto cerámico, contamos con algunos ba-rros que inequívocamente amplían el marco cronológico respecto a la ocupa-ción de este enclave segoviano, como son tres fragmentos ornamentados con decoraciones propias de �nales de la Edad del Bronce, caso de la pared de una cazuela troncocónica con una línea horizontal bajo la carena hecha con bo-quique y zig-zag inciso en el labio (Fig. 5:11) y un pequeño fragmento con da-mero exciso, restos de incrustación de pasta blanca y línea cosida (Fig. 5: 1). Este último, se localizó en el extremo NO, junto a la ladera que desciende hacia el fondo del valle, lugar que da acceso al yacimiento y donde se obser-va la presencia de un sedimento super-�cial de color ceniciento, que nada tie-ne que ver con la morfología arenosa y limpia de intrusiones de la tierra que lo

5 Laboratorio de Poznam. Nº de muestra POZ-49182. Calibrado con el programa Oxcal V4.1.5. y datos atmosféricos de Reimer et al. (2009)

rodea. A esto se le une una signi�cativa concentración material compuesta de pequeños restos cerámicos decorados con boquique mezclados con fragmen-tos óseos quemados, pudiendo indicar la existencia en este sector, de una zona de vertidos procedentes del núcleo del hábitat dispuesto en la plataforma su-perior.

El repertorio formal se completa con unos testimoniales restos de indus-tria lítica elaborada sobre dos soportes diferentes: uno de naturaleza alócto-na –sílex- y otro autóctono –pizarra-. La primera pieza identi�ca una lasca de sílex grisáceo con un leve retoque plano, alternante y discontinuo (Fig. 6: 4), a la hay que sumar otra lasca de color blanquecino vinculada al proceso de talla. Finalmente, un tercer útil de forma triangular elaborado en piedra pizarrosa cuyo �lo muestra un retoque dentado a modo de sierra (Fig. 6: 5).

En el yacimiento propiamente di-cho no hemos sido capaces de regis-trar resto constructivo alguno, pero sí a escasos 80 metros al NO. En efecto, gracias a la fotografía aérea, se han de-tectado las huellas de lo que podrían ser restos de estructuras de tendencia circular con unos diámetros que osci-lan entre los 5 y los 8 metros (Fig. 7) Estas se disponen en la parte alta del valle, muy por encima de La Peña del Moro, con una diferencia de más 10 m de altitud entre ambas. Super�cial-mente no se ha recuperado ningún res-to material digno de mención, excepto unos pequeños y tremendamente roda-dos fragmentos cerámicos elaborado a

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mano. ¿Estamos ante las huellas de un grupo de cabañas? Y si así fuera ¿tienen algún tipo de relación con el enclave situado a sus pies?

6. EN BUSCA DE UN MODELO DE POBLAMIENTO

Un análisis del modelo de poblamien-to prehistórico en esta zona, permite advertir que las gentes de la Edad del Bronce tienden a instalarse en lugares dispuestos en el llano cerca de recur-sos acuíferos (lagunas, lavajos, arroyos, bodones etc.) y próximas a tierras po-tencialmente fértiles, es decir, llanuras aptas para una economía agrícola y ganadera, desechando –en principio- zonas arenosas pobres en nutrientes. La ubicación de poblados en altura, en cambio, constituye un rara avis en este sector de la provincia de Segovia, algo que puede explicarse inicialmente por la ausencia de localizaciones de las ca-racterísticas que presenta La Peña del Moro.

La topografía del terreno dibuja un territorio llano con pequeñas cotarras y lomas que nada tienen que ver con las dimensiones y características del emplazamiento aquí descrito. Si aten-demos a las �chas del IACYL para la zona que nos ocupa, veri�camos esta circunstancia en municipios próximos a Navas de Oro. En todos ellos encon-tramos estaciones arqueológicas dis-puestas en llanos o vegas de río como Los Pradejones, La Huevera o Carrata-rreja en Navalmanzano o los yacimien-

tos de Los Manaderos o Pinar Nuevo en Coca. Si abrimos un poco más el arco territorial, tenemos media docena documentados en un amplio territorio, de los cuales cuatro se localizan en el llano - El Arenero en Fuentepelayo, Los Palomares en Villeguillo, Las An-chas y La Cuesta de la Sierra en Santa María de Nieva-, uno en ladera -Cues-ta del Mortero en Chañe-, otro en una suave cotarra amesetada con amplias visibilidades del entorno, caso de El Bustar, en Carbonero el Mayor (Blan-co, Gonzalo y Gonzalo 2007:8-9) y dos claramente en alto -Los Azafranales y La Cuesta del Mercado en Coca-. To-dos ellos muestran idénticos patrones de ocupación y con dimensiones que oscilan entre 1 y 7 ha de extensión6. Sin embargo, hay notables diferencias entre unos y otros respecto a la elección de lugar de habitación. Ciertamente hay un alto porcentaje de habitats que buscan el llano frente a una minoría que decide encastillarse en lo alto. El abandono de las feraces vegas de los ríos y llanos, donde posiblemente se lo-calizan las tierras de labor de estas gen-tes, en favor de enclaves en altura que

6 En aquellos yacimientos cuya extensión sobrepasa las 2-3 has, entendemos que pueda deberse al fenómeno conocido como campos de hoyos (Bellido Blanco, 1996), cuya estratigrafía horizontal suele aportar tales dimensiones como ocurre en el enclave ribereño de El Soto de Tovilla, Tudela de Duero, Valladolid, con una área de 9 has, donde la ocupación prehistórica se manifestaba como un caótico y abigarrado campo de hoyos compuesto por algo más de un millar y medio de subestructuras de planta circular acompañadas de un ramillete de extensos manchones de color negruzco y textura cenicienta que rinden abundante material (Esparza, Delibes, Velasco y Cruz, 2008: 13).

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sin duda gozan de mayor protección, no suponen a priori incomodidades funcionales de cara a las labores agrí-colas y ganaderas propias de estas cul-turas, ya que el territorio de captación sigue siendo inmediato, aunque si que genera ciertas dudas acerca de las moti-vaciones que empujaron a estas gentes a fundar poblados en altura.

En de�nitiva, la presencia de un en-clave de las características de La Peña del Moro, viene a con�rmar la existen-cia de núcleos de población dispuestos en lo alto de cerros y espigones �uviales en este sector del Corredor Eresma-Pi-rón, que posiblemente muestran una posición jerárquica dentro de un pai-saje donde conviven con otros núcleos cronológicamente coetáneos dispues-tos sobre el llano. Este proceso de en-castillamiento detectado en otras zonas de la meseta, y cuyo origen parece que arranca durante el calcolítico, caso del Pico del Castro en la Ribera del Due-ro (Rodríguez Marcos, 2006), conti-nuando durante la Edad del Bronce, como ocurre en La Plaza en Cogeces del Monte (Delibes y Manzano, 1981), el Gurugú en Bocos de Duero o El Castillo en Rábano (Rodríguez Mar-cos, 2007), di�ere en aspectos esencia-les dentro del territorio aquí descrito. Como bien ha señalado Rodríguez Marcos, existe toda una red de po-blamiento jerarquizado a cuya cabeza están estos últimos tres yacimientos, poblados mayores y lugares centrales bajo cuya área de in�uencia se ubican pequeñas comunidades agrícolas asen-tadas en el fondo de los valles.

En nuestro caso, el territorio no-roccidental de la provincia de Segovia presenta diferencias morfológicas que bien puedan justi�car un modelo algo distinto al propuesto para el Duero, a saber: grandes extensiones de llanura salpicadas de pequeñas lomas y cerros de escasa entidad. Entonces ¿cómo se lleva a cabo el control del territorio? ¿Existe un control jerarquizado del mismo?

Desde un punto de vista económi-co, no se puede negar la fertilidad de las parcelas regadas por la proximidad del río y dispuestas a sus pies -Pagos de Castrejón y Las Chiquitucas-, que sin duda gozan de un mayor rendimiento agrícola que las arenosas tierras pinarie-gas dispuestas en el entorno, indicando una explotación e�ciente del entorno más inmediato. Tampoco deja de ser signi�cativo el paso por el entorno de la Cañada Oriental Leonesa, con ini-cio en el municipio leonés de Riaño, y que atraviesa parte de las provincias de Palencia, Valladolid, Segovia, Ávila y Toledo, muriendo en la localidad cace-reña de Montemolín. Este hecho, pone de mani�esto el problemático asunto acerca del origen prehistórico de estos cordeles desde que fuera enunciado por Molina y Pareja (1975:55-56) in-tentando dar explicación a la presen-cia de barros cogoteños en el poblado granadino de la Cuesta del Negro. Sin embargo, Abarquero reconoce que en ningún caso, se han presentado prue-bas concluyentes a partir de las cua-les se pueda explicar el fenómeno de la dispersión de los estilos cerámicos

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propios de Cogotas I en tierras meri-dionales y levantinas (2005:423-437). Únicamente Delibes (1995b:118), til-da de verosímil la teoría del origen pre-histórico de estas vías, basándose en el estudio que pretende analizar el con-tenido de mercurio en los huesos del ganado ovicaprino, mineral presente en las tierras de Almadén, Ciudad Real, uno de los pastaderos de verano utili-zados por la cabaña trashumante tradi-cional. Este estudio, auspiciado desde la Universidad de Freiburg, propone que los animales que se alimentaron en estas tierras pueden contener trazas de este mineral en su esqueleto, pudiendo evidenciar que su presencia en dosis al-tas en muestras de la Submeseta Norte demostraría que aquellos especímenes apacentaron ocasionalmente en la re-gión Manchega. En cualquier caso, la falta de datos consistentes hace de momento imposible aseverar con segu-ridad que las gentes del bronce fueran trashumantes de largo recorrido; qui-zás practicaron la transterminacia, una suerte de paso de un territorio propio a otro próximo y vecino, que no impli-ca la creación y gestión de un sistema de cordeles organizados bajo una com-pleja estructura estatal. La posibilidad de un movimiento de menor alcance cuenta con datos que podrían apoyar esta hipótesis, y no son otros que las características formales inherentes del Corredor Eresma-Pirón, donde se dan cita pastizales en el entorno de las lagu-nas existentes en los términos munici-pales de San Martín y Mudrián -Prado Navaca, el Bordal, Losáñez, la Salida

y la Magdalena-, Navas de Oro -Pero Rubio, la Magdalena, la Requejada, Pe-llejos y la Vega-, Nava de la Asunción -Balsas Largas, de las Navas, Cuesta Blanca, Anteojos y Asenjo-, Fuente-pelayo -La Llosa y Paco García-, Na-valmanzano -La Cruz- y muchas otras de menor entidad o bien prácticamen-te desaparecidas (Herrero y Martín, 2005).

En nuestro caso, los exiguos frag-mentos de industria lítica recuperados en la ladera del yacimiento, informan que al menos existió una vía abierta hacia los a�oramientos de sílex detec-tados en la Ladera del Poyal, pago sito en el municipio segoviano de Fuenti-dueña, a unos 47 km al noreste de La Peña del Moro. La composición formal de estas piezas, parece coincidir ple-namente con los nódulos de pedernal presentes tanto en esta localidad como en la vecina del Vivar de Fuentidueña. Una reciente visita a estos a�oramien-tos, vino a con�rmar la más que pro-bable procedencia de este conjunto en el Corredor Eresma –Pirón. Por eso, resulta verosímil pensar en la posibili-dad de la existencia de pasos y vías que comunicasen en mayor o menor me-dida los asentamientos Protocogotas y Cogotas I dispuestos en el territorio, máxime cuando en este periodo parece detectarse una jerarquización espacial que posiblemente canaliza los exce-dentes agropecuarios desde los núcleos habitados sitos en los llanos al poblado en altura, así como el intercambio o aprovisionamiento de ciertas materias primas a nivel interterritorial.

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Lo que sí que cuenta con mayor aceptación es el hecho de que las prin-cipales calzadas que verán la luz siglos después bajo el dominio romano, pa-rece que redundan sobre los caminos que tradicionalmente se han venido utilizando por culturas muy anteriores a aquellos que erigieron el acueducto de Segovia. Por eso, no es de extrañar que en el siglo III d.C. una de las vías del Itinerario Antonino -concretamen-te la nº 24- que comunicaba Cesarau-gusta con Mérida discurriese en parale-lo al Eresma, próximo al asentamiento tardorromano de la Laguna de la Mag-dalena, en Navas de Oro, en el camino en dirección a la ciudad de Cauca.

Por otro lado, ¿cuál es papel que juega el Eresma en esta época? ¿Fue una vía de comunicación a lo largo de la cual circularon personas, mercan-cías, conocimientos, riquezas etc.? No olvidemos que siglos después, en la ple-nitud de la II Edad del Hierro el río Eresma será el eje vertebrador donde se asentarán las importantes ciudades vacceas localizadas en el Cerro de la Virgen del Tormejón en Armuña, La Cuesta del Mercado y Cauca en Coca y el oppidum de Sieteiglesias en Mata-pozuelos en la provincia de Valladolid, sin olvidarnos de Segovia capital ya en territorio arévaco. No es, por lo tanto, una casualidad que una comunidad agrícola-ganadera en la plenitud de la Edad del Bronce buscase refugio en las alturas de un cerro aparentemente bien comunicado con el resto de comuni-

dades aguas arriba y abajo de los ríos Eresma y Pirón7.

También resulta llamativa la crono-logía de los yacimientos más próximos a La Peña del Moro - Rincón de la Vega y Las Culebras-, ambos con materiales propios del Horizonte Parpantique y con evidencias campaniformes el pri-mero de ellos. ¿Estamos ante una con-centración de la población durante la plenitud protocogotiana que se dilató a lo largo del periodo Cogotas I? Quizás las ocupaciones que se dan cita a lo lar-go del Bronce Antiguo en el entorno de nuestro enclave, culminan con la fun-dación de este hábitat, cambiando así el modelo de asentamiento en el llano.

La disposición de La Peña del Moro respecto al entorno no deja de suscitar dudas acerca de su posible polifuncio-nalidad. Morfológicamente, cuenta con características claramente defensi-vas en caso de una posible inestabili-dad social; además sirve de atalaya a sus moradores desde la que controlar el entorno más inmediato, pero dada su ubicación, no es un enclave que bus-que un control visual de su entorno en 360 º con el objeto de controlar las idas y venidas de su vecinos. La visibilidad

7 El conjunto cerámico recuperado, refrendado por las muestra de C14, apunta mayoritariamente que la ocupación se inició durante el Bronce Medio u Horizonte Cogeces (1689- 1514 cal. B.C 95 %) pero como ya se ha señalado brevemente, hay indicios materiales que pudieran retraer en el tiempo la presencia de grupos humanos en la Peña del Moro durante el calcolítico, vinculado quizás a ese fenómeno de encastillamiento que se produce en otras zonas de la Meseta, como es el sector de la Ribera del Duero. Aun así, lo exiguo de la muestra material obliga a ser cautos respecto a esta posibilidad.

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se ciñe aguas arriba y abajo del río que lo bordea; es decir, unos 8 km en lí-nea recta hacia el SE –vislumbrándose levemente el municipio de Bernardos-, y apenas 1 km en dirección NO. El resto queda oculto por un escarpado paredón al N y por el valle al S. La sin-gularidad de su localización, oculto en el fondo del valle del Eresma, sugiere otras posibilidades interpretativas, ya que su porte es más visible desde las laderas del valle que lo rodean, es de-cir, excéntricamente. Es posible que las comunidades broncíneas del entorno, independientemente de si rinden o no sumisión a este lugar, conocieran sobradamente de su existencia como lugar de encuentro y frecuentación. Aunque su emplazamiento, no respon-de a criterios antieconómicos – escaso tiempo de acceso al agua y a las tierras potencialmente cultivables-, no deja suscitar este tipo de cuestiones a tenor de lo arriba expuesto. Desde una pers-pectiva más humanista y relativista, esta idea entronca con propuestas interpre-tativas encaminadas hacia una visión diferente de los espacios prehistóricos, acentuando aspectos vinculados con la experiencia humana del paisaje, como construcción mental y vivencial (Ti-lley, 1994: 21). Un forma provechosa de comprender tales emplazamientos, sería a partir de las vivencias y expe-riencias que allí acontecieron (Blanco González, 2012: 31)

En este sentido, y localizado aguas arriba del Eresma, a unos 10 km al SE de nuestro asentamiento, en el térmi-no municipal de Carbonero el Mayor,

nos encontramos con el a�oramiento pétreo de Peñacarrasquilla –cuenta con una de las mayores altitudes dentro del Corredor con 886 m.- y sus grabados rupestres8, donde se observan escenas de antropomorfos con atributos fáli-cos y una �gura femenina a juzgar por su indumentaria (Fig. 8). Este tipo de manifestaciones al aire libre se localizan en otros puntos del término municipal de Carbonero, tal y como ocurre en el pago de Valdegodina y Molino del Arco. ¿La ubicación de esta estación rupestre está atestiguando la existen-cia de lugares singulares de reunión o de obligado tránsito para estas gentes? Quizás hemos de comenzar a valorar cierto componente de naturaleza im-predecible, particular e idiosincrática, consustancial a los fenómenos sociales que pueda contribuir a la comprensión de comportamientos sólo achacables a decisiones culturales contingentes y a prescripciones propias de una racio-nalidad distinta a la nuestra (Ibidem,

8 La datación de enclaves con representaciones ru-pestres, en este caso post Paleolíticas, no deja de ser problemática, limitándose en ocasiones a adscribirlos a periodos comprendidos dentro de la Prehistoria re-ciente basándose en la cronología que aportan los ya-cimientos diseminados en las proximidades. Un buen ejemplo de esto, son las pinturas del Monte de Va-lonsandero, en Soria (Gómez Barrera, 2000; Gómez Barrera y Plaza Plaza, 2001), con escenas pictóricas muy similares a las de Peñacarrasquilla, aunque con diferencias en su ejecución: pintura frente a grabado. En nuestro caso, el IACYL no recoge yacimiento al-guno en las proximidades. El más cercano se trata de El Bustar a unos 6 km al O de los emplazamientos ru-pestres. La Peña del Moro, sita a poco más de 10 km, con�gura junto con Los Azafranales y La Cuesta del Mercado, los únicos hitos espaciales con evidencias de presencia humana durante la Edad del Bronce en el Corredor Eresma-Pirón.

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2012: 29). A �n de cuentas, conoce-mos muchos aspectos de esta cultura en particular, pero muy poco de sus gestos y actos cotidianos que en de-terminadas circunstancias, conlleva la toma de decisiones por parte de la comunidad o de sus élites, implicando cambios sustanciales en aspectos de su vida cotidiana como puede ser la elec-ción de un lugar donde establecerse.

7. CONCLUSIÓN

De�nitivamente, el esclarecimiento del signi�cado de La Peña del Moro no puede explicarse exclusivamente con criterios tradicionalmente económicos – los agricultores y pastores del boqui-que-, que siendo válidos dada la idio-sincrasia de la zona, chocan con las ca-racterísticas formales de un yacimiento, que aunque cumple con el decálogo de asentamiento en altura con las connota-ciones jerárquicas y defensivas que esto conlleva, no deja de estar prácticamente escondido, casi oculto, en el fondo del valle del Eresma. Por este motivo, no podemos dejar de especular acerca de su polifuncionalidad, valorando otros aspectos vinculados al proceso de for-mación de espacios de este tipo, donde el componente cultural pudo ser deter-minante. Una de las pocas certezas con las que se cuenta es la fecha radiocarbó-nica obtenida en el yacimiento, ponien-do de mani�esto al menos el momento de su fundación durante la plenitud de la Edad del Bronce. La realización de futuras intervenciones arqueológicas

en el enclave, abrirán nuevas líneas de investigación, revelando en la medida de lo posible el signi�cado de un yaci-miento tan singular.

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FIGURAS Y TABLAS

Figura 1: Localización de la zona de estudio en el Corredor Eresma – Pirón en el extremo noroccidental de la provincia de Segovia. El punto negro señala la localización de La Peña del Moro.

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Figura 2: Yacimientos Corredor Eresma-Pirón: 1. Los Retajones - 2. Los Roturos (Villa-verde de Iscar); 3. 40-957-002-P(01)- 4. Cuesta del Mercado- 5. Los Azafranales- 6. Pinar Nuevo- 7. Los Manaderos (Coca); 8. Trinidad/ Domingo Sancho- 9. Bodoncillos (Nava de la Asunción); 10. La Peña del Moro- 11. Las Culebras- 12. Rincón de la Vega (Navas de Oro); 13. Praobispo- 14. Los Pantanos- 15. Camino de las Cofradías- 16. 40-176-0002-10- 17. 40-176-0002-09 (Samboal); 18. La Encina- 19. Mayorga-. 20. El Sotillo (San Martín y Mudrián); 21. Los Matorrales-. 22. Los Pradejones- 23. Cantarranillas- 24. La Huevera- 25. Carratarreja- 26. Prado de abajo (Navalmanzano); 27. Peñacarrasquilla-. 28. El Bustar (Carbonero el Mayor).

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Tabla I: En estos casos, los datos referentes a la extensión están sacados de las �chas del IACYL donde se muestra la totalidad de la super�cie del yacimien-to con todas las ocupaciones prehistóricas e históricas. Coca, por ejemplo, incluiría las ocupaciones prehistóricas, vacceas, romanas, visigodas y medie-vales. Por su parte, y según la �cha del IACYL, el yacimiento de Trinidad / Domingo Sancho en Nava de la Asunción, cuenta con una ocupación campaniforme y romana bajoimperial. En una reciente visita, se detectaron una serie de fragmentos elaborados a mano, algunos con decoración excisa ajedrezada propia de la fase Cogotas I.

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Figura 3: Mapa 1:25.000 – Fuente Iberpix- y croquis del yacimiento visto desde el E.

Figura 4: Estudio porcentual del tipo de emplazamientos detectados en el Corredor Eresma –Pirón

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Figura 5: Materiales cerámicos: Peña del Moro: 1 y 11; Rincón de la Vega: 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10. Dibujos Patricia Arroyo Arroyo.

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Figura 6: Material cerámico y lítico procedente de la Peña del Moro. Dibujos Patricia Arroyo Arroyo.

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Figura 7: Localización de las estructuras detectadas en fotografía aérea e hipotética restitución. – Fuente Sigpac.

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Figura 8: Grabados rupestres de Peñacarrasquilla, Carbonero el Mayor, Segovia. Foto del autor.

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