Apologia de la Iglesia anglicana ... - Historia y...
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1
apología
IGLESIA ANGLICANA,
ESCRITA EN LATÍN EL ANO 1562,.
roa
EL REVERENDÍSIMO J. JU£L,
OBISPO O.UE ERA ENTONCES DE SALISBVRY.
TRADUCIDA AL ESPAÑOL A COSTA DE LA SOCIEDAD PARA
PROMOVER EL CONOCIMIENTO CRISTIANO.
" Que no me avergüenzo yo del Evanjelio de Cristo, siendo él,
como es, la virtud de Dios para salvar á todos los que creen,"
ííc—Rom. 1. v. 16.
GIBRALTAR:
IMPRENTA DE LA BIBLIOTECA MILITAR.
1840.
LIBRARY ÜF THE
1 5 T fí
Union ltieo¡Qj¡icúl ¿muv¡
NEW YORK CITYPRESEMTED BY
AMERICAN BIB'-E SOCIETY
FEB5 1938 L
154418
APOLOGÍA
DE LA
—♦
CAPITULO I.
íDe /a verdadera Retijion que se profesa en la Iglesia de
Inglaterra, con tina íreve noticia de la oposicion
que -en todos tiempos encontró la fardad
y la Relijion verdadera.
Antigua -es, y desde los primeros tiempos de los Pa
triarcas y de los Profetas ha llevado siempre el testimonio
'de todos los siglos, la queja, de que la verdad vive pere
grina en la tierra, y que entre los ignorantes fácilmente
halla enemigos y calumniadores -(!.)- Acaso podrá esto
aparecer increíble á los que no lo hayan observado atenta
mente, y mas todavía si se mira que los hombres, por un
instinto natural, sin necesidad de maestro, anhelan todos
.la verdad, y que Verdad quiso llamarse el mismo Cristo,
iiuestro Salvador, cuando vivió en el mundo, como para
significarnos con este nombre toda su virtud divina ; mas,
para nosotros que hemos manejado las Escrituras santas,
y leido y visto lo que sucedió á los Profetas, á los Após
toles, á los santos Mártires, y á Cristo mismo ; las calum
nias, los ultrajes, y maldiciones que sufrieron solo por la
Terdad ; para nosotros, digo, no es mía cosa nueva é in
verosímil, «¡no muy recibida, y acostumbrada en todos
tiempos. Si el Diablo, padre de la mentira y enemigo de
toda verdad (2.), cambiara hoy repentinamente de propó
sito, y llegase á creer que, sin mentir, podía lograr tener
oprimida la verdad, ó empezára ahora á fundar su reyno
(1.) Tertulli. in Apologetico. {2.) Joan. 8, v. 44.
B
con otros artificios de los que siempre ha usado, entónces
podría ésto admirarnos, y parecernos absolutamente in
creíble. Pues, á la verdad, si recorremos todas las épocas
de la Relijion, apénas podremos hallar alguna, ora en s«
nacimiento y propagacion, ora ya constituida, ó renaciendo,
en la que la verdad y la inocencia no hayan encontrado entre
los hombres el recibimiento mas ignominioso é indigno ;
por cuanto sabe el Demonio, que, dejándose intacta la
verdad, él queda inerme, y no puede defender su reyno.
Con efecto, sin mencionar nada de los antiguos Patriar
cas y Profetas, quienes, como queda indicado, nunca se
vieron libres de injurias y de oprobios, sabemos hubo en
otro tiempo algunos que dijeron, y enseñaron pública
mente, que los antiguos Judíos, adoradores como eran de
un Dios verdadero, dieron culto al asno, ó al cerdo, y que
su relijion toda fué un sacrilejio, y el desprecio de todos
los Dioses (3.). Sabemos que Jesucristo, Hijo de Dios,
y Salvador nuestro, fué tenido, cuando anunciabala verdad,
por un embaucador, un hechicero, un Samaritano, un
Beelzebub, un seductor del pueblo, y hasta por un gloton
y borracho (4.). ¿Y quien ignora lo que se dijo del
acérrimo predicador de la verdad, S. Pablo ? Ya que era
un hombre sedicioso, amigo solo de hacerse prosélitos y
bando aparte ; ya que era hereje ; ya que estaba loco ;
que era blasfemo contra la ley de Dios, y que por meras
disputas y animosidades despreciaba los institutos de sus
mayores. ; Quien no sabe que S. Estéban, tan luega
como su alma recibiera de lleno la verdad, y empezára
libre y valerosamente á publicarla cual debia, fué conde
nado á muerte, como si hubiese proferido horribles injurias
contra la ley, contra Moyses, contra el templo, contra Dios
mismo? (5.) ¿O quien ignora que hubo tambien anti
guamente quienes arguyeran de vaciedad á las sagradas
letras, osando decir que contienen cosas contrarias y ma
nifiestamente opuestas entre sí ; que hubo desacuerdo
entre los Apóstoles, y que S. Pablo se separó de todos
ellos ? (6.) Y para no hacinar todos los ejemplos (cosa
que no tendría término) ¿ quien ignora las infamias que se
dijeron contra aquellos que fueron los primeros en conocer
(3.) Tacitas. Tertull. in apol. c. 16. C. PÍinius. (4.) Joan. 8.
v. 48. Mat. 11. v. 19. (5.) Act. G. Epphanius. (6.) Marcion ex
' Tertull. JEAius e Lactantio.
y. profesar el nombre de Cristo ? que eraa conspiradores, .
y tenían juntas secretas contra la República, y que por ésto
celebraban, antes de amanecer, sus asambleas tenebrosas ; .
que en ellas daban muerte á los infantes, y á manera de
fieras comían su carne y bebian su sangre ; que al cabo,
apagando las luces, cometían promiscuamente el adulterio
y, el incesto, y sin respetar la sangre, y sin pudor, y sin
hacer diferencia, cohabitaban los hermanos con las her
manas, los hijos con las madres ; que eran hombres impíos,
sin relijion alguna, sin Dios, enemigos del jénero humano,
indignos de la luz, indignos de la vida (7.).
Todas estas cosas se dijeron entónces contra el Pueblo
de Dios, contra Cristo, contra Pablo, contra Estéban,
contra cuantos abrazaron en los primeros tiempos la ver
dad evanjélica, y no temieron llevar el nombre de Cristia
nos, odioso entónces al vulgo (8.). Y aunque ellas no
fuesen verdaderas, cuadraba no obstante á los designios
del Demonio el hacer que á lo ménos se tuviesen por tales,
y que los Cristianos fueran públicamente aborrecidos, y
de todos buscados para acabar con ellos. Así los Reyes
y los Príncipes, inducidos con estas persuasiones, dieron
muerte sin escepcion á todos los Profetas, condenaron á
Isaías á la sierra, á Jeremías á ser apedreado, á Daniel á
los leones, á Amos al palo, á Pablo á la espada, á Cristo
á la cruz, á los Cristianos todos á las cárceles, á los tor
mentos, á las horcas, á los despeñaderos, á los precipicios,
á las bestias, al fuego : para ignominia, y tan solo por via
de recreo, encendieron hogueras grandes con sus cuerpos
vivos, que sirvieron de alumbrado, y les reputaron por
viles inmundicias, por la hez y desecho de la tierra (9.).
Tal fué la acojida que tuvierou siempre los autores y pro
fesores de la verdad.
Por ésto los que hoy hemos abrazado la profesion del
Evanjelio de Jesucristo, debemos sufrir con ánimo resig
nado si somos en la misma causa tratados de la misma
manera; si, al modo que nuestros padres en otros tiempos,
se nos escarnece tambien á nosotros con improperios, con
injurias y calumnias, sin otro mérito que porque enseña
mos la verdad y la profesamos (10.).
(7.) Euseb. 1. 5. c. 1. Tertull. in Apolog. c. 1, 2, 3, et 7, 8, 9.
(8.) Tertull. in Apolog. c. 3. (9. Suetonius in Nerone. (10.; 1. .
Thimot. 4.
»2
En todas partes claman hoy los Papistas que todos no
sotros somos herejes, que nos hemos separado de la Iglesia,
y roto la unidad de la fé can nuevas opiniones, con impíos
dogmas ; que resucitamos de los infiernos las antiguas y
ya condenadas herejías, y sembramos la semilla de nuevas
sectas y nunca oidas locuras : ya, tambien, que estamos
divididos en bandos y pareceres opuestos, sin haber podido
jamás avenirnos entre nosotros mismos : que somos impíos,
y, al modo de los jigantes, terremos declarada guerra al
mismo Dios, viviendo sin cuidarnos enteramente de reli-
jion ni culto alguno ; que despreciamos todas las obras
buenas, y no tenemos regla alguna de virtud, ni leyes, ni
costumbres ; que no respetamos ni lo honesto-, ni lo lícito,
ni lo justo ; que soltamos las riendas á todos los crí
menes, é incitamos el pueblo á todo jénero de licencia y
libertinaje; que nos ocupamos y tratamos de trastornar
las Monarquías y los Estados, y de entregarlo todo á la
imprudencia del pueblo, y á la dominacion de la multitud
ignorante ; que tumultuariamente hemos desertado de la
Iglesia Católica, estremecido al Cristianismo eon un cisma
nefando, y puesto en combustion la paz del mundo ; que
sin justa causa nos hemos separado del Obispo de Roma,
al modo que de Aaron y Moyses lo hicieran Datan y Abi-
ron en otro tiempo ^ll.^; que despreciamos insolentes la
autoridad veneranda de los antiguos Padres y Concilios >
que osada y temerariamente hemos derogado las ceremo
nias respetables que, por espacio de muchos siglos, han
sido aprobadas por los Padres y por nuestros mayores, los
cuales tenian mejores costumbres, y vivieron en mejores
tiempos ; que hemos introducido en la relijion ritos nuevos,
solo por nuestra privada autoridad, y sin lo autorizacion de
ningun sagrado y ecuménico Concilio ; en fin, que hemos
hecho todas estas cosas por espíritu, no de relijion, sino
de oposicion y de guerra ; y que ellos, por el contrario,
nada han inmutado, sí que, hasta el dia de hoy, lo han
conservado todo por tantos siglos, segun que Cristo y Ios-
Apóstoles lo consignaron, y lo aprobaron los Padres mas
antiguos.
Y, para que no apareciera que se decian estas mentiras
Bolamente en un ángulo de la tierra por odio hácia noso-
(ll.)Nunuie.
5'
tros y para calumniarnos, han sobornado los Papas á
algunos hombres ciertamente nada ignorantes, y de bas
tante elocuencia, á fin de que, allegándose á su desesperada
causa, la pertrecháran con ricos volúmenes y largos y ele
gantes discursos, é hiciesen de este modo sospechar á los
incautos que hay en ella algun mérito. Porque era ya
visto que iba en todas partes de caida, que se conocian sus
ardides y estimaban en menos ¡ que todos sus fuertes se
debilitaban, y era absolutamente indispensable hacer por
todas partes un esfuerzo grande y poderoso.
Ahora bien, de estas cosas que se han hecho circular
contra nosotros, hay unas que son manifiestamente falsas,
aun en el sentir de los mismos que las profieren ; otras
que, aunque tambien falsas, tienen sin embargo alguna
apariencia de verdad, y pueden fácilmente sorprender é
inducir en error al lector incauto (principalmente si llega
á sus manos algun diestro y elocuente discurso en su de
fensa) ; y otras, en fin, que lejos de rehuirlas nosotros
como crímenes, las reconocemos por el contrario, y con
fesamos como nuestras, y como hechas con un muy racional
fundamento. Pues, para deeir en una palabra lo que hay
en esto, los Papistas zahieren todas nuestras cosas, hasta
las que conocen ellos mismos que se han hecho bien y
ordenadamente, é interpretan de un modo siniestro todos
nuestros dichos y hechos, cual si nada pudiéramos noso
tros decir ó hacer recta y debidamente» A querer obrar
bien, con mas sinceridad y candor debieran comportarse ;
pero no francamente, ni con verdad, ni como Cristianos,
nos hacen la guerra, sino con calumnias y encubierta y
lateramente, abusando de la impericia y credulidad de los
pueblos, y de la ignorancia de los Príncipes, para conci
tarnos el odio de ellos, y para tener la verdad comprimida.
Este es el poder de las tinieblas, y de los hombres que
fian mas en la estupidez de la necia muchedumbre y en
las tinieblas, que en la verdad y en la luz; y que contra
dicen á la verdad manifiesta, como dice Gerónimo, cerrando
los ojos.
Pero nosotros damos gracias á Dios por ser tal nuestra
causa, que nada contra ella pueden decir nuestros adver
sarios, que no pueda con igual razon repetirse contra los
6autos Padres, contra los Apóstoles, contra los Profetas,
contra Pedro, contra Pablo, y contra el mismo Cristo.
b3
Ahora pues, si á ellos les es lícito valerse de la disension
y de la elocuencia para infamarnos, no es justo cierta
mente que nosotros, con la mejor de las causas, estemos
mudos en vez de responder satisfactoriamente. Porque
en verdad que el no cuidarse de falsas y calumniosas im
putaciones, principalmente cuando se profana con ellas la
majestad de Dios y de la Relijion, es de hombres perdidos
que descuidada é impíamente toleran que se ultraje la Di
vinidad. Y aunque otras injurias, por graves que sean,,
puedan llevarse en paciencia y disimularse por un hombre
modesto y Cristiano, na obstante, quien sufre paciente
mente la imputacion de herejía, solia negar Ruñno que
fuese Cristiano. Así pues, para rechazar tantas calumnias,
para defender con modestia y con verdad nuestra Causa &
inocencia, harémos lo que mandan todas las leyes, lo que
la naturaleza misma imperiosamente nos dicta, y lo que
hizo Cristo mismo injuriado torpemente : pues acusado de
hechicería por los Fariséos, cual si tuviera pacto con el
Demonio, y ayudado de él obrára muchos prodijios, les
respondió : " Yo no estoy poseído del Demonio, sino que
honro á mi Padre, y vosotros me habeis deshonrado á
mí (12.).'* Pablo, despreciado que fué' por el Procónsul
Festo, como foco, "Yo," le dijo, " óptimo Festo, no deli
ro, sino que hablo- palabras de verdad y de cordura (13.)."
Tambien los antiguos Cristianos, cuando eran presentados
al pueblo como homicidas, adúlteros, incestuosos y pertur
badores de la República, y consideraban que con tales
mentiras se podria poner en duda la verdad de su relijion,
principalmente si aparecia que callaban, y que así se re
conocian en cierto modo delincuentes ; para que esto no
estorbara la- propagacion del Evanjel'io, hicieron discursos,
escribieron libelos suplicatorios, y habla/on ánte los Em
peradores y Príncipes en defensa pública de sí mismos y
de cuantos seguian la fé de ellos (14.),.
Convencidos estamos de que nuestra eausa no ha me
nester ya pruebas ni defensa, habiendo tantos miles de
nuestros hermanos dado, en. los últimos veinte años, tes
timonio de ella en medio de los mas esquisitos tormentos ;
cuando nada han podido lograr los Príncipes despues de
(12.) Joan. 8. v. 49. (13.) Actor 26, v. 25. (lf) Quadratus.
Justiuus Melito, Fert. alligue»
haber procurado, por todos los medios, contener la pro
pagacion del Evanjelio ; cuando á su luz fuljente ha em
pezado ya á abrir los ojos casi todo el mundo; y cuando
los hechos misinos estáu sobradamente diciendo no haber
grande necesidad de palabras. Pues si los Papas mismos
quisieran, ó mas bien, si pudieran ecsaminar de buena fé
consigo mismos el negocio, y los principios y progresos de
nuestra relijion ; como han venido abajo todas sus cosas-
sin impulsarlas nadie, sin algun humano esfuerzo;, y como
las nuestras por el contrario se han cimentado y estendidc-
por todas partes, y llegado ya por último hasta las cortes
y palacios de los Reyes, resistiéndolo desde un principio
los Emperadores, resistiéndolo tantos Príncipes, resistién
dolo los Pontífices, y casi á despecho de todas las demas
elases del pueblo : esto solo pudiera serles un indicio fuerte
de que Dios mismo toma á su cargo la defensa nuestra, y
se rie de los esfuerzos de ellos, y de que es tanto el poder
de la verdad que no pueden prevalecer contra ella ni las
humanas fuerzas ni las puertas del infierno. Porque no,
no deliran hoy tantas ciudades libres, tantos Reyes, tantos
Príncipes como se han separado de la Sede Romana, y
preferido unirse al Evanjelio.
Y ciertamente, si hasta ahora los Papas no han pen
sado jamás en estas cosas atenta y seriamente, bien por
ociosidad, bien porque otros cuidados y distracciones se Vo
han impedido, bien porque las hayan juzgado vulgares y
de poca monta, y ajenas de la dignidad Pontificia, ¿ debe
reputarse por esto menoscabada nuestra causa? O si
ellos no quieren acaso ver lo que ven, y prefieren com
batirla verdad que conocen, ¿ hemos por esto de ser tenidos
como herejes los que á su voluntad no nos sometemos l
En verdad que si el Pontífice Pio IV. fuese, no decimos
tal cual él mismo desea que le llamen, sino siquiera hom
bre que pensara somos sus hermanos, ú hombres al ménos,
habria ecsaminado diligentemente lo que por nosotros y
contra nosotros pudiera decirse, y así no hubiera conde
nado temerariamente, sin oirnos, llevado solo de ciegas
preocupaciones, á una buena parte del mundo, á tantos-
doctos y piadosos varones, á tantas Repúblicas, á tantos-
Reyes, á tantos Príncipes, como sentenció en aquella Bula
suya en que hace poco simulaba los acuerdos- del preten
dido Concilio.
8
Pero no sea que porque públicamente hemos sido nor
tados por él de esta suerte, se atribuya nuestro silencio á
que nos confesamos reos, y principalmente por cuanto no
podemos de modo alguno ser oidos en público Concilio,
donde no quiere él tenga el derecho de sufrajio, y de
emitir su opinion 6 sentencia, sino quien se declara bajo
juramento adicto á su autoridad é intereses (harto hemos
esperimentado esto en los pasados comicios Tridentinos,
habiendo sido escluidos de todos ellos los Legados y teó
logos de los Principes de Germauia, y de la ciudades
libres : ni olvidar podemos todavía, que diez años ántes
cuidó Julro III. que ninguno de nosotros fuese oido en.
Concilio, á no ser el que quisiera cantar la palinodia, y
mudar de sentencia): por esta causa nos ha parecido justo
dar por escrito razon de nuestra fé\ y responder en verdad
y públicamente á cuantas objeciones se nos han hecho, á
fin que pueda conocer todo el mundo cual es, y cuales son
los fundamentos de aquella doctrina que antepusieron á su
misma vida tantos buenos varones, y para que todos en
tiendan qué hombres son, y qué sienten acerca de Dios y
de la Relijion aquellos á quienes el Obispo de Roma ha
condenado como herejes, sin llamarlos ántes á defender su
causa, sin ninguna consideracion, sin ejemplo, sin derecho,
solo por haber oido que en algunos puntos de relijion no
estaban de acuerdo con él y con sus secuaces.
Y aunque no quiere S. Gerónimo sea uno sufrido cuando
de él se sospecha herejía, nosotros sin embargo no nos
comportarémos con acritud y mordacidad, ni nos dejaré
mos llevar de ira, bien que el que no dice sino la verdad,
á nadie deba parecer áspero ni injurioso. Ese jénero de
elocuencia lo cedemos con gusto á nuestros adversarios,
quienes cuanto dicen contra nosotros, por mordaz y des
templado que sea, lo juzgan dicho con la conveniente
moderacion y oportunidad, sin cuidarse nada de si es ó no
verdadero. Nosotros, que defendemos la verdad, no he
mos menester tales artificios. Ahora bien, si hacemos ver
que nuestra creencia es la del Evanjelio sacrosanto, y la
de los antiguos Obispos y primitiva Iglesia ; que con causa
justa nos hemos separado de Roma, y unídonos á los
Apóstoles y á los antiguos Padres Católicos; si hacemos
ver ésto, no encubierta y maliciosamente, sino como en
presencia de Dios, de buena fé, en verdad, clara y pateu
9*
temente ; sí' ven los mismos que esquivan nuestra doctrina,
y se dan el nombre de Católicos, que se les caen de -las
manos los títulos de antigüedad de que se glorían tanto,
y que hay mas solidez en nuestros principios que la que
ellos se imajinaban ; entónces esperamos no habrá nin
guno tan neglijente en el negocio de su salvacion, que no
quiera alguna que otra vez investigar si ha de unirse á
nosotros ó á ellos. Y A la verdad que el que no tenga su
corazon endurecido hasta el estrenio de no querer oir, no
se arrepentirá de haber tomado en consideracion nuestra
defensa, y ver si lo que decimos es 6 no conforme á la
Relijion de Cristo.
Pues porque nos llaman herejes, no por eso deberra
creerse que en realidad lo seamos, siendo como es la he
rejía un crimen tan grave, que, á no verse y palparse con
manos y dedos, de ningun Cristiano debe creerse; pues ra
herejía es la destitucion de la salud eterna, la recusacion
de la gracia de Dios, la separacion del cuerpo y del espí
ritu de Cristo. Pero siempre ha sido familiar uso entre
los Papistas y sus antepasados el condenar por herejes,
como facciosos é innovadores, á todos los que han tratado
en cualquier tiempo de llamar á ecsámen sus errores, y
deseado restituir su lustre al Cristianismo. El mismo
Cristo fué llamado Samaritano, porque se juzgó que habia
hecho defeccion hácia una Relijion nueva, y hácia la he
rejía ; y Pablo, el Apóstol de Cristo, fué citado á juicio
para dar razon de su herejía. " Es verdad," dijo, " que,
siguiendo una doctrina que ellos tratan de herejía, yo sirvo
al Padre y Dios mio, creyendo todas las cosas que se
hallan escritas en la Ley y en los Profetas (15.)/*
Mas breve ; toda la Relijion que hoy profesan los Cris
tianos, fué llamada por los Gentiles, en los primeros siglos,,
secta y herejía (16.). Siempre llenaron con estas voces
alarmantes los oidos de los Príncipes, para que, aborre
ciéndonos ya anticipadamente, y teniendo por faccioso y
herético cuanto dijésemos, se abstuvieran de conocer en la
causa, y de ecsaminarla como ella es en sí. Pero cuanto
mas grave y atroz es este crimen, con tanto mayores y mas
claras pruebas ha debido mostrarse, principalmente en
estos tiempos en que han empezado los hombres á tener
(15.) Actor. 24. v. 14. (16.) TertulU. in Apologetico.
10
menos fé en los oráculos de nuestros contrarios, y á ecsa-
ininar, con mas cuidado que lo hacian ántes, sus doctrinas.
£1 Pueblo de Dios está hoy de otra suerte instruido que
como estuvo en un tiempo, cuando eran tenidas por Evan
gelio todas las decisiones de los Papas, y la Relijion toda
pendía esclusivamente de la autoridad de ellos mismos.
En cualquiera parte se encuentran hoy las sagradas Le
tras, los escritos de los Apóstoles y Profetas ; y puede
por ello probarse toda doctrina Católica, y refutarse toda
herejía (17.).
Y como nada puedan producir contra nosotros tomado
de las Escrituras santas, el llamarnos sin embargo herejes,
ruando ni hemos hecho defeccion de Cristo, ni de los
Apóstoles, ni de los Profetas, es una injusticia y una
grande crueldad. La Escritura es el anua con que Cristo -
rechazó al Demonio cuando le tentára ; con estas armas
ha de derrocarse y destruirse toda altanería que se engrio
contraía ciencia de Dios (18.). "Toda Escritura inspi
rada de Dios es útil," dice Pablo, "para enseñar, para
convencer, para correjir, para dirijir, para que el hombre
de Dios sea perfecto, y esté apercibido para toda obra
buena (19.)." Por esto los Padres de la iglesia nunca
combatieron á los herejes sino con las sagradas Escrituras.
Agustin dice, disputando contra Petiliano, hereje Dona-
tista : " No se oigan entre nosotros estas palabras, yo
digo, dices tú ¡ sino muy mejor digamos, esto dice el Se
ñor : allí hemos de buscar la Iglesia, allí discutamos nues
tra causa (20.)." " Toda* ¡as cosas," escribe Gerónimo,
" que se afirman sin el testimonio de las Escrituras sagra
das, son heridas con la espada de Dios." Ambrosio habla
así al Emperador Graciano: " Interróguense las Escrituras,
interrógúeme los Apuntoles, interróguense los Profetas, in
terróguese Cristo." Por cierto no dudaban los Padres y
Obispos Católicos de aquellos tiempos, que puede nuestra
Relijion probarse suficientemente por las Escrituras ; ni
osaron jamás notar de hereje á ninguno cuyo error no
pudiera probarse manifiestamente por ellas mismas. Así
nosotros, para responder con S. Pablo, adoramos, siguiendo
esta senda que ellos tratan de herejía, á Dios y al Padre
(17.) 2. Timot. 3. v. 15. (18.) 2. Corint. 10. v. 5. (19.) 2 Ti.
mot. 3. v.16, 17. (20.) De unitate Ecles. Lo mismo dice contr*
Máximo, Obispo Amano, ¡ib. 3. c. 14. al primer capítulo de Ageo,
11
de nuestro Señor Jesucristo, y recibimos todas las cosas
que hay escritas, ó en la Ley, ó en los Profetas, ó en los
Libros de los Apóstoles (21.).
Por tanto, si nosotros somos herejes, si ellos son (por
que así se lo quieren llamar) Católicos < porqué no hacen
lo que los Padres y los varones verdaderamente Católicos
han hecho siempre? ¿Porqué no nos convencen por las
sagradas Escrituras ? ¿ Porqué no nos llaman á ecsami-
narlas ? ¿ Porqué no nos prueban que nos hemos apartado
de Cristo, de los Profetas, de los Apóstoles, de los santos
Padres? ¿ Siendo de Dios la cansa, porqué temen con
fiarla á la palabra del mismo Dios? Y si nosotros que
referimos todas nuestras controversias á las sagradas
letras, y apelamos á aquellas mismas palabras que sabe
mos han sido consignadas por el mismo Dios, anteponién
dolas á cuantas cosas hayan podido idear los hombres; sí
nosotros somos herejes, < qué serán, y qué nombre habrá de
darse á los que temen el juicio de las Escrituras, es decir,
el del mismo Dios, y á ellas prefieren sus sueños y las
mas insulsas ficciones, y que han violado hace algunos
siglos, por causa de sus tradiciones, los institutos de
Cristo y de los Apóstoles ?
Cuentan de Sofocles, poeta trájico, que, siendo ya an
ciano, y habiéndole denunciado sus hijos ánte los jueces
como loco y desmemoriado, que disipaba imprudentemente
su hacienda, y que por lo mismo parecia necesitar ya de
curador, compareció en juicio para defenderse, y, despues
de haber recitado su Edipo, trajedia que habia escrito con
suma correccion y elegancia en los mismos dias de ser
acusado, preguntó á los jueces si les parecia ser aquel
>poema obra de un hombre delirante.
A este modo nosotros, por cuanto se nos reputa por
unos insensatos, y se nos presenta al público como here
jes, y como si nada tuviésemos que ver con Cristo ni con
su Iglesia, hemos creído conveniente y útil proponer,
abierta y libremente, la fé en que estamos, y toda aquella
esperanza que tenemos en Jesucristo, á fin de que puedan
ver todos cual es nuestra creencia sobre cualquier punto
de la Relijion Cristiana, y por sí mismos convencerse de
si una fé que verán confya»¿da7fjiarJas palabras de CrigHo -'
.1 y^:'-r\^l< * i t, --- . ^ —í—-
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12
poflos escritos de los Apóstoles, por los testimonios de
los Padres, y por la práctica de muchos siglos, es sola
mente una rabia de hombres furiosos, y una conspiracion
-de herpes.
CAPITULO II.
^Contiene la Doctrina recibida en la Iglesia de Inglaterra.
Creemos pues que hay una naturaleza y fuerza divina -¡4
«que llamamos Dios, y que está en tres personas realmente
-distintas é iguales, Padre, Hijo y Espíritu- Santo, -teniendo
todas un mismo poder, mía -misma majestad, una misma
eternidad, una misma divinidad, una misma sustancia ; y
que aunque estas tres personas son de tal suerte distintas,
-que ni el Padre es el Hijo, ni el Hijo el Espíritu Santo, 6
-el Padre, con todo no hay sino- un solo Dios, el cual ha
criado el cielo y la tierra, y todas las cosas que en su
-ámbito comprehende-n los cielos.
Creemos que Jesucristo, Hijo línico -del Eterno Padre,
segun -ya ántes de todo principio estaba decretado, cuando
vino la plenitud del tiempo, tomó carne, y toda la natura
leza humana de aquella vírjéu bienaventurada y pura, para
manifestar á los hombres la voluntad misteriosa y recóndita
<le su Padre, que habia estado oculta á los siglos y jene-
raciones, y para obrar en un cuerpo humano el misterio de
nuestra redencion, y clavar en la cr-uz nuestros pecados, y
aquella obligacion que estaba escrita contra nosotros.
Creemos que él, por nuestra causa, fué muerto y sepiil-
^ílp. descendió á los infiernos, al tercer dia resucitó por
- un virftid divina, y á los cuarenta dias, á vista de sms dis-
«ármlos» subió á los cielos para cumplir todas las cosas ;
13
y que aquel mismo cuerpo en que había nacido, en qtfé
habia vivido, en que habia sido escarnecido, en que habia
padecido los mas crueles tormentos, y el mas duro (22.)
jénero de muerte, en que Labia resucitado, en que habia
subido á la diestra del Padre, fué colocado en gloria y
majestad sobre todo Principado, y Potestad, y Virtud, y
Dominacion, y sobre todo nombre que se menciona, no
solamente en este siglo, sino tambien en el futuro ; que
está allí sentado, y lo estará hasta los tiempos de la res
tauracion de todas las cosas (23.) ; y que, aunque la
majestad y divinidad de Cristo estén en todas partes, su
cuerpo, como dice Agustín (24.), debe estar en un lugar
determinado $ que Cristo díó á su cuerpo majestad, pero
sin quitarle por esto la naturaleza de cuerpo ; así que no
ha de afirmarse que Cristo es Dios, de tal suerte que se
-niegue (25.) que es hombre ; y que, como dice Vigilio
Mártir (26.), nos abandonó con su naturaleza humana,
mas no con su divinidad, tal que, habiéndosenos ausentado
en Ja forma de siervo, está sin embargo con nosotros en
forma de Dios (27.).
Desde aquel lugar creemos que ha de venir Cristo á
juzgar públicamente así á los que entónces hallará vivos,
como á los muertos.
Creemos que el Espíritu Santo, que es la tercera per
sona en la santísima Trinidad, es verdadero Dios, no
hecho, no criado, no enjendrado, sino procedente de uno
y otro, á saber, del Padre y del Hijo, de una manera des
conocida á los mortales é inefable. Y que de él es ablan
dar la dureza de los hombres, cuando es recibido en sus
corazones por la predicacion saludable del Evanjelio, ó de
cualquiera otra manera ; que él los ilumina y los lleva al
conocimiento de Dios, y á todo camino de verdad, como
tambien á una perfecta novedad de vida, y á la esperanza
perpétua de salvacion.
Creemos que la Iglesia de Dios es una, y que no está
confinada á un ángulo de la tierra, ó Reyno, como lo estaba
antiguamente entre los Judíos, sino que es Católica y uni
versal, y estendida de tal suerte por todo el mundo, que
ninguna nacion puede con verdad quejarse de hallarse
(22.) Aug. tract. 50 in Joan. (23.) Act. 3. v. 21. (24.) Aug.
tract. 30 in Joan. (25.) Idem ad Dardan. (26.) Contra Eutiche.
lib. 1. (27.) Fulgent. ad regem Trasimundum.
14
«scluida, y no poder pertenecer á la Iglesia y Pueblo de
Dios. Que esta Iglesia es el Reyno, el Cuerpo, y la Es
posa de Cristo ; que Cristo solo es el Príncipe de este
Reyno, Cristo solo la cabeza de este cuerpo, y Cristo solo
el Esposo de esta Esposa. Que hay en la Iglesia varios
órdenes de Ministros : que unos son Diáconos, otros Pres
bíteros, otros Obispos,, á I03 cuales está encomendada la
instruccion del Pueblo, y el cuidado y administracion de
la Relijion ; empero que no hay ni puede haber ninguno
que tenga la autoridad suprema en esta Católica y univer
sal Iglesia, porque Cristo está siempre presente en ella, y
no ha menester un hombre Vicario que sea por entero
sucesor suyo, y porque no puede haber mortal alguno que
alcance, ni aun á poder comprehender con el ánimo todas
las partes del mundo, y mucho menos á ponerlas en órden,
y administrarlas bien y convenientemente ; «que los Após
toles (28.), como afirma Cipriano, fueron todos iguales
entre sí en potestad ; que lo mismo fueron los demos que
fué Pedro, y que ú todos por igual les fué dicho : " Apa
centad" á todos, " id por todo el mundo " á todos, "en
señad el Evanjelio ; " y que,- como dice Gerónimo (29.),
Todos los Obispos, de donde quiera que lo sean, ya de
Roma, ya de Eugubio, ya de Constantinopla, ya de Regio,
tienen todos igual dignidad, y un mismo ¡Sacerdocio. Que
el Obispado, segun dice Cipriano (30.), es uno, y todos los
Obispos participan de él in solidum ; que el de Roma no
tiene en la Iglesia de Dios, segun la sentencia del Sínodo
Niceno, mas derechos que los demas Patriarcas Alejan
drino y Antióqueno ; que dicho Obispo, el cual avoca hoy
á sí solo todas las cosas, si no hace su deber, si no ad
ministra los Sacramentos, si no instruye al Pueblo, si no
lo enseña, si no lo amonesta, no debe en razon y justicia ser
llamado Obispo, ni aun Presbítero siquiera (31.). Porque
el nombre Obispo, como dice Agustín, es nombre de tra
bajo, no de honor, debiendo entenderse, que el que quiere
solamente tener el mando en la Iglesia sin serla provechoso,
no es Obispo. Ademas, que el citado Obispo Romano, ni
mortal alguno, puede ser Cabeza de toda la Iglesia, ú Obis
po universa], á la manera que no puede ser ni Esposo, ni
(¿8.) De simplicitate Praclat. (29.) Ad Evagrium. (30.) De
tiaplicit. Pracl. (31.) 1 Timot. 3. v. 1, &c.
15
Luz, ni Salad, ni vida de la Iglesia; pues estos son privile*
jios y nombres que á solo Cristo pueden propia y esclusiva-
mente convenirle ; ni jamás osó ningun Papa ser saludado
con tan altivo' nombre ántes del Emperador Focas (quien
se sabe subió al imperio por una detestable maldad, ha
biendo muerto al Emperador Mauricio, Señor suyo)", esto
es, hasta el año 613 del nacimiento de Cristo; y el
Concilio Cartajinense prohibió espresamente que ningun
Obispo se denominára Pontífice Mácsimo, ó Sumo Saeer-
dote (32.^. Y, en fin, que el de Roma que tal quiere
hoy llamarse, y usurpa una potestad que no le pertenece,
ademas de obrar abiertamente contra los antiguos Conci
lios y contra los Padres (si hemos de creer á su Gre
gorio) (33.), se da un nombre presuntuoso, profano,
sacrilego, antecristiano, y por tanto es el Rey de la
Soberbia, el Lucifer que se alza sobre sus hermanos ; que
ha abjurado la fé ; que es el precursor del Antecristo.
Creemos que el Ministro debe ser legítimamente llama
do, y presidir con rectitud y órden á la Iglesia de Dios, y
que ninguno puede, á su antojo y arbitrio, entrometerse
al sagrado ministerio. Es por tanto una insigne calumnia
el decir, como con frecuencia se dice de nosotros, que nada
hacemos con arreglo y decencia, sino todo confusa y de
sordenadamente, y que todos entre nosotros son Presbí
teros, todos Doctores, todos Intérpretes.
Decimos que los Ministros han recibido de Cristo la
potestad de atar y desatar, de abrir y de cerrar ; pero que
consiste el poder de desatar, en que el Ministro, por me -
dio de la predicacion del Evanjelio, ofrezca á los que están
profunda y verdaderamente arrepentidos, la absolucion,
por los méritos de Cristo, y les anuncie la remision cierta
de los pecados, y la esperanza de la salud eterna ; ó bien
en que reuna y restituya al seno y comunion de los fieles,
á aquellos que, habiendo ofendido á sus hermanos con un
escándalo grave, ó con algun notable y público delito, se
hubiesen enajenado en cierto modo á sí mismos de la
sociedad de la Iglesia y del Cuerpo de Cristo, y ya se
encuentren arrepentidos. Y decimos que ejerce la potes
tad de atar ó de cerrar, toda vez que cierra la puerta del
Reyno de los Cielos á los incrédulos y contumaces, y les
(32.) Cap. 47. (33.) Gregorius Epist. I. 4, 76, 78, 80.
c2
15
intima ía venganza de Dios y el castigo eterno, ó" cuantas
escluye á los públicamente escomulgados del gremio de la
Iglesia. Y que cualquiera sentencia que en la tal fonna
dieren los Ministros, Dios de tal modo la confirma, que
todo lo que por ministerio de ellos es ligado y desatado
aquí en la tierra, Dios mismo lo quiere atar, y desatar, y
ratificar en los cielos. Pero las llaves con que pueden los
Ministros cerrar 6 abrir el Reyno de los Cielos, decimos
con Crisóstomo ser la ciencia de las Escrituras ; con Ter
tuliano, la interpretacion de la Ley ; con Eusebio, la
valabra de Dios. Y que los discípulos de Cristo recibie
ron tal potestad, no para oir las confesiones secretas del
pueblo ó su cuchuchear entre dientes, cual lo hacen hoy á
cada paso los Presbíteros Papistas, y de tal manera como,
si en ello solo consistiera toda la virtud y uso de las llaves ;
sino para que fueran, para que enseñáran, para que pre
dicaran el Evanjelio; para que sirviesen á los fieles de
olor de vida para la vida, y á los incrédulos de olor de
muerte para la muerte ; para que así como se abren la»
puertas con la llave, se abriesen con la palabra de Dios los
ánimos de los hombres piadosos, consternados por la con
ciencia de su vida pasada y de sus errores, despues que
empezaron á ver la luz del Evanjelio, y á creer en Cristo ;
y para que fuesen dejados como presos y encerrados con
llave, y yendo de mal en peor, segun la espresion de Pa
blo, los impíos y contumaces, y los que no quisieren creer,
y volver á camino (34.). Que ésta es la economía de
las llaves, que de este modo se abren 6 cierran las con
ciencias de los hombres ; que el Presbítero es ciertamente
Miez, mas sin tener por esto derecho de potestad alguna,
como dice Ambrosio (35.) ; que por lo tanto Cristo in
crepó á los Escribas y Fariseos, para censurar su descuido-
cn enseñar con estas palabras (36.) : ay de vosotros Es
cribas y Fariseos, que os habeis reservado las llaves de la
ciencia, y cerrais el reyno de los cielos á los hombres. Y
como la palabra de Dios, y la interpretacion de la Ley y
de las Escrituras, sea la llave con que se nos abre la
entrada al reyno de Dios, decimos que no hay llave donde
no hay palabra ; y que siendo una la palabra que se ha
(34.) 2. Timot. 3. v. 13. (35.) De penitentia dist. 1. c. vertroia
Dei., (36.), Luc. 11. v. 52. Mal. 23. r. 13.
17
dado á todos, y una por consiguiente la llave de todos, es
tambien una la potestad de todos los Ministros para abrir
y cerrar : mas todavía ; que el Papa mismo, por mucho
que suavemente le canten sus aduladores las palabras " te
daré las llaves del reyno de los cielos " (37), cual si solo
á él y no á otro alguno de los mortales convinieran, si no
hace que las conciencias de los hombres se doblen, y su
cumban á la palabra de Dios, ni abre ni cierra, ni absolu
tamente tiene las llaves. Y que aunque enseñe é instruya
al pueblo, lo que ojalá llegue á hacer como debe, y á
persuadirse de que al ménos es esa una parte de su mi
nisterio, no obstante en nada es su llave mejor 6 mas
poderosa que la de los otros ; porque ¿ quien le ha dis
tinguido ? i quien le ha enseñado á que abra ó absuelva
mejor que sus hermanos ?
Decimos que el Matrimonio es santo y honorífico en
toda clase y estado de los hombres, en los Pontífices, en
los Patriarcas, en los Profetas, en los Apóstoles, en los
santos Mártires, en los Ministros de la Iglesia, en los
Obispos : que es justo y lícito subir á la Cátedra Episco
pal, como (38.) decia Crisóstomo, en el estado de Matri
monio ; y que no por eso el Obispo piadoso y laborioso,
segun dicen Zozomeno de Espiridion y Nazianzeno de su
propio padre, se porta peor en el ministerio, sino muy
mejor y mas útilmente. Que la ley que quita violenta
mente á los hombres esta libertad, y los lleva por fuerza
al celibato es, segun enseña Pablo, doctrina de Demo
nios (39.) ; y que de ella se han seguido una licencia
increíble en la vida y costumbres de los Ministros de
Dios, y crímenes horrendos (segun lo confiesan el Obispo
Augustano, Faber, el Abad Panormitano, Latomo, la obra
tripartita adjunta al segundo tomo de los Concilios, y otros
muchos sectarios del partido Papista, como tambien todas
las historias, y la esperiencia misma lo acreditan) ; y que
dijo muy bien Pío IL, Obispo de Roma, cuando declaró ver
muchas razones para prohibir el casamiento á los Presbí
teros, pero muchas mas, y mucho mayores para que les
fuese permitido (40.).
(37.) Mat. 16. v. 19. (38.) In Titum primo, hom. 10. Theo-
philus ad Titum 10. c. 5. In monodia sua super Basüium»
(39.) 1. Timot. 4. v. 1, 3. (40.) Platina in Pü II, vita.
C3
18
Recibimos y aprobamos todas las escrituras Canónícas>
tanto del antiguo como del nuevo Testamento, y damos-
gracias á nuestro Dios por habernós suscitado esta luz>
que tuviésemos siempre á la vista, para no ser inducidos
en errores y falsedades, ya por engaño de los hombres, &
por las asechanzas de los Demonios. Decimos ser ellas
voces celestiales por las cuales nos ha manifestado Dios
su voluntad ; que solo en ellas pueden hallar reposo Ios-
ánimos de los hombres ; que contienen plena y copiosa
mente todas las cosas necesarias para nuestra salud, como-
lo enseñaron Orígenes, Agustin, Crisóstomo y Cirilo ; que
son la virtud y poder de Dios para la salvacion y los fun
damentos de los Apóstoles y de los Profetas (41.), sobre
que está ediñcada la Iglesia de Dios, la regla certísima á
que ésta debe atenerse si vaciláre ó llegáre á errar, y con
la que debe medirse toda la doctrina Católica ; que contra
ellas no debe oirse ni ley, ni tradicion, ni costumbre al
guna, ni aivn Pablo mismo, é un ánjel bajado del cielo, si
etra cosa enseñasen (42.}.
Recibimos los sacramentos de la Iglesia, ésto es, ciertos-
signos y ceremonias sagradas, de que Cristo quiso usára
mos, para ponernos con ellos ánte la vista los misterios de
nuestra salvacion, confirmar mas y mas la fé que tenemos-
en. su. sangre, y sellar su gracia en nuestros corazones. Y
eoa Tertuliano, Orígenes, Ambrosio, Agustin, Gerónimo,
Crisóstomo, Basilio, Dionisio y otros Padres Católicos, los
llamamos figuras, signos, símbolos, tipos, antitipos, formas,
señales, sellos, imájenes, semejanzas, ejemplares, recuer
dos, memorias. Ni dudamos deeir con los mismos, que
los sacramentos son ciertos signos visibles, sellos de la
justicia, símbolos de la gracia ; y afirmamos espresamente,
que en la Cena se da real y verdaderamente á los que
creen, el cuerpo y sangre del Señor, la carne del Hijo de
Dios que vivifica nuestras almas, el manjar que viene del
cielo, el alimento de la inmortalidad, la gracia, la verdad,
la vida ; y que ella es la comunion del cuerpo y sangre de
Cristo, con cuya participacion nos vivificamos, robustece
mos, y alimentamos para la vida eterna, y por la cual nos
juntamos, unimos, é incorporamos á Cristo, de tal suerte,
que nosotros vivamos en él y él en nosotros.
(41.) Román. I. v. 16. (42.) Galat. I. v. 8.
1?
Reconocemos, ademas, dos sacramentos, que propia
mente deban así llamarse : el Bautismo y la Eucaristía j
pues éstos son los que vemos instituidos y consagrados
por Jesucristo, y aprobados por los antiguos Padres, Am
brosio y Agustín,
Y decimos que el Bautismo es el sacramento de la re-
mision de los pecados, y de aquella ablucion que tenemos
en la sangre de Cristo > y que no debe negarse á ninguno»
que quiera profesar el nombre Cristiano, ni á los infantes
hijos de Cristianos, por cuanto nacen en pecado, y perte
necen al Pueblo de Dios.
Qne la Eucaristía es el sacramento, es decir, el símbolo1
visible del cuerpo y sangre de Cristo, en el cual se pone
en cierto modo delante de nuestros ojos su muerte y su
resurreccion, y todas las cosas queobró en el cuerpo hu
mano ; para que demos gracias por su muerte y nuestra
redencion, y renovemos la memoria de este misterio con
la frecuentacion de los sacramentos ; para que nos susten
temos con el cuerpo y sangre de Cristo, para esperanza de
la resurreccion y de la vida eterna ; y para que tengamos
por indudable ser su cuerpo y sangre para alimentar nues
tras almas, lo que el pan y el vino para alimentar nuestros
cuerpos. Que á este banquete solemne ha de ser convi
dado el pueblo, á fin de que comuniquen todos los fieles
entre sí, y muestren y testifiquen públicamente su mútua
sociedad, y la esperanza que tienen en Jesucristo. Que
por eso los antiguos Padres y Obispos Romanos, en la
Iglesia primitiva, cuando aun no se conocían Misas priva
das, escomulgaron como á reprobo y jentil al que quería
ser espectador solamente y se abstenía de la sagrada comu
nion, no habiendo por aquel tiempo Cristiano alguno que,
mirándolo los demas, comulgara solo (43.). Por ésto»
decretó Calixto que, hecha la consagracion (44.), comul
gasen todos, sino querían verse privados de la entrada en
la Iglesia, manifestando que (45.) así lo habían establecido-
los Apóstoles, y lo guardaba la Iglesia de Rama. Que al
pueblo que se acerca á la sagrada comunion, lia de dársele
una y otra parte de la Eucaristía, segun que lo mandó
(43.) Crisostomus ad Ephesios serm. 3. De consecrat. dist. I.
cap. omnes. (44.) Distinct. 2. cap. seculares. (45.) De couse-
eral, dist. 2. cap. peracta.
20
Jesucristo, lo ordenaron los Apóstoles en todas partes, y
lo practicaron los Padres todos de la antigüedad, y los
Obispos Católicos ; que si alguno obra de otra suerte
comete sacrilejio, como dice Gelasio (46.) ; y que los hoy
llamados Católicos, que habiendo desechado y abdicado la
comunion, defienden las Misas privadas, y la mutilacion de
los sacramentos, sin apoyarse en la Palabra de Dios, ni en
algun antiguo Concilio, ni en la autoridad de un solo Pa
dre, ni en el ejemplo de la Iglesia primitiva, ni siquiera en
la razon, y no solo contra el mandato espreso de CrÍ3to,
sino tambien contra toda la antigüedad, obran pésima
mente y son sacrilegos.
Decimos que el pan y el vino (en la Eucaristía) son
misterios sagrados y celestiales del cuerpo y sangre de
Cristo ; y que en ellos nos está de tal modo presente el
mismo Cristo, verdadero pan de vida eterna, que verdade
ramente tomamos por la fé su cuerpo y su sangre. Pero
uo decimos esto porque juzguemos se inmute y convierta
en nada la naturaleza del pau y del vino, como han soñado
muchos en los siglos últimos, sin haber podido jamás estar
entre sí acordes sobre su sueño. Pues ni tuvo Cristo el
designio de hacer que el pan de trigo perdiese su natura
leza, y tomase cierta nueva divinidad, sino mas bien el de
inmutarnos á nosotros, y transformarnos, segun la espre-
sion de Teofilacto, en cuerpo suyo (47.). ¿Y qué cosa
mas clara puede decirse sobre ésto que lo que dijo Am
brosio ? " El pan y el vino (48.) son lo que eran, y se
mudan en otra cosa." O lo que Gelasio (49.) : " No deja
de ser la sustancia de pan, ni la naturaleza de vino." O
lo que Teodoreto : "Los misteriosos símbolos, despues de
la santificacion, no pierden su propia naturaleza, pues que
dan en su primitiva sustancia, figura y especie." O lo
que dice Agustin (50.) : " Pan y cáliz es lo que veis y lo
que se manifiesta á la vista ; mas, conforme á la inteligen
cia que demanda vuestra fé, el pan es el cuerpo de Cristo,
y el cáliz la sangre." O lo que Orígenes (51.) : " Aquel
pan que se santifica por la palabra de Dio6, el cual cierta-
(46.) De cons. dist. 1. cap. comperimus. (47.) In Joan. cap.
11. (48.) De sacra lib. 4. cap. 4. {49.) In dialogo 1 et 2 In ser
mone ad infantes. (50.) De cons. dist. 2. c. qui manducan'»
(51.) In Math. 19.
21
mente pertenece á la materia, pasa al vientre y te escre-
inenta. O finalmente lo que Cristo dijo, no solo despues
de consagrar el cáliz, sino tambien despues de la comu
nion (52.) : " No beberé ya de este ¡sumo de vid ;" porque
es claro que el zumo de la vid es el vino, no la .sangre.
Sin embargo, cuando todo esto decimos, no menoscabamos
la Cena del Señor, ni enseñamos, como muchos nos ca
lumnian, que es solamente una ceremonia fria, y que nada
en ella se hace ; pues afirmamos que Cristo está verdade
ramente presente en sus sacramentos : en el Bautismo,
para que de él nos vistamos ; en la Cena, para que lo
comamos con la fé y con el espíritu, y obtengamos, por
su cruz y su sangre, la vida eterna ; y esto decimos que
se hace, no fríamente y como de cumplimiento, sino real y
verdaderamente. Porque aunque no toquemos el cuerpo
de Cristo con los dientes ni con las fáuces, lo tocamos sin
embargo y lo oprimimos con la fé, con el entendimiento y
con el espíritu. Y no es vana aquella fé que abraza á
Cristo, ni se percibe fríamente lo que se percibe con la
fé, con el entendimiento y con el espíritu. Pues en
aquellos misterios se nos ofrece y da el mismo Cristo tan
cumplida y satisfactoriamente, que sabemos llegamos á ser
carne de su carne y hueso de sus huesos, y que Cristo ha
bita en nosotros, y nosotros en Cristo.
Por ésto en la celebracion de los misterios es amones
tado con razon el pueblo, ántes de llegar á la comu
nion (53.), á que tengan sus corazones arriba y eleven sus:
almas al cielo, porque allí está aquel de quien debemos1
saciarnos y recibir la vida. Y Cirilo dice, que en la
participacion de los misterios, estén léjos de nosotros los
pensamientos groseros ; y el Concilio Niceno, segun es
citado en Griego por algunos, prohibe espresamente fijar
nos con humildad en el pan y vino que se nos propone
Por lo mismo decimos, segun la feliz espresion de Crisós-
tomo, que el cuerpo de Cristo es el cadáver, y que nosotros
debemos ser las águilas ; dándonos así á entender, que si
queremos llegar al cuerpo de Cristo hemos de volar alto,
por ser ésta una mesa de águilas, no dg grajos. Este pan,
dice tambien Cipriano (54.), es comida del espíritu, no
(52.) Luc. 22. 18. (53.) De consec. dist. 1. c. quaudo. (54.) De
esena Domini.
22
del vientre. Y Agustín (55.) pregunta, ¿ cómo poseeré
á aquel que está ausente ? ¿ Cómo alargaré la mano al
cielo para asir al que está allí sentado ? Llega allá, res
ponde, con la fé, y ya le asiste.
Pero no toleramos en nuestras Iglesias compras ni ven
tas de Misas, ni las procesiones y adoraciones del pan, ni
otras necedades idolátricas y blasfemas, las cuales nadie
puede sostener fuesen establecidas por Cristo ó los Após
toles ; y reprehendemos con justa razon á los Obispos de
Roma, por cuanto sin fundamento en la Escritura, ni en la
autoridad de los Padres, ni en la práctica de la Iglesia, no
solo han introducido la novedad de esponer a) pueblo el
pan Eucarístico para que lo adore con culto divino, sino
tambien la de llevarlo en un caballo de paso donde quiera
que van, como en otro tiempo el Fuego Pérsico, ó los
Misterios de Ysis, presentando así en escena y pompa los
sacramentos de Cristo (56.), en vez de inculcar y celebrar
en ellos su muerte, y reduciendo á un necio espectáculo y
mero pasatiempo del pueblo aquello mismo en que se le
deberían recordar los misterios de nuestra redencion santa
y reverentemente. Ni puede haber cosa mas ridicula, y
jentílíca, y simple, que lo que dicen los Papistas, y á veces
hacen creer á los necios, sobre que pueden, por medio de
sus misas, distribuir y aplicar á los hombres (quienes co
munmente ni saben ni piensan lo que en ellas se hace)
todos los méritos de la muerte de Cristo. Pues la muerte
y la cruz de Cristo nos la aplica nuestra propia fé, no la ac
cion del Presbítero. La fé de los sacramentos, dice Agus
tín (57.), es la que justifica, no el sacramento. Cristo es
el Sacerdote, dice Orígenes, y la propiciacion y la hÓ6tia,
la cual propiciacion le alcanza á cada uno por medio de la
fé. Por ésto enseñamos, que sin la fé no aprovechan á los
vivos los sacramentos de Cristo, y mucho ménos á los
muertos (58.). Porque eso que creen nuestros adversa
rios de su Purgatorio, aunque sabemos bien que no es una
invencion tan nueva, con todo no es mas que una ficcion
insulsa y un cuento de viejas. Agustín unas veces dice
que ecsiste un tal lugar, otras no niega que puede haberlo,
(55.) In Joan, tract. 50. (56.) Libro de caeremoniis Eclesise
Romanee. (57.) Ad Rom. cap. 3. lib. 3. (58.) Aug. in Psal. 85.
In enchiridio cap. 6, 7. De civitate Dei lib. ii. c. 26. Contra
Pelagianos lib. hipognosticon. 5.
23
otras lo duda, otras del todo lo niega, y juzga que en
esto 3e engañan los hombres por cierto esceso de benevo
lencia. De este solo error, sin embargo, brotó una tan
abundante cosecha de pequeños sacrificadores, que, ven
diéndose maniñesta y públicamente las Misas por todas
partes, los templos de Dios han venido á ser casas de
tráfico ; pues se ha hecho creer á los míseros mortales,
que ninguna otra negociacion les tiene mas cuenta :
ninguna en efecto de mas utilidad para los Presbítero»
Papistas.
De la multitud de ceremonias supérfluas, sabemos que
ya en su tiempo se quejó Agustín fuertemente (59.). Así
nosotros hemos quitado porcion grande de ellas, conven
cidos de que molestaban las conciencias de los hombres, y
de que á la Iglesia de Dios eran gravosas.
Conservamos, empero, y respetamos no solamente las
que sabemos fueron instituidas por los Apóstoles, sino
tambien algunas otras que nos ha parecido podían permi
tirse sin ofender á la Iglesia. Pues quisiéramos que en
una congregacion santa se administrára todo, como manda
S. Pablo, con decencia y con órden (60.). Mas todas
aquellas que vimos ser en estremo supersticiosas, ó inúti
les, ó ridiculas, ó indecentes, opuestas á las Sagradas Letras,
é indignas tambien de hombres cuerdos, cuales ecsisten
hoy infinitas entre los llamados Católicos, las hemos total
mente desechado sin escepcion alguna ; porque no hemos
querido estuviese ' el culto de Dios manchado por mas
tiempo con tales impropiedades.
Hacemos oracion en lengua que es justo entiendan
todos, para que el Pueblo reporte utilidad comun, segun
enseña (61.) Pablo, de los ruegos y votos comunes. Así
oraron y enseñaron al Pueblo á orar los Obispos Católicos
y piadosos varones, tanto en el antiguo como en el nuevo
Testamento ; y así oramos tambien nosotros, porque no
parezca hablamos cual mirlos ó papagayos, segun dice
Agustín, lo que no entendemos.
No tenemos otro mediador é intercesor por quien haya
de llegarse á Dios Padre que Jesucristo, en cuyo solo
nombre se alcanza todo del Padre. Y es torpe y mani
fiestamente jentílico lo que vemos hacer todos los dias en
(59.) Ad Joan. Epist. 1, 9. (60.) I. Corinth. 14. v. 40. (61.) Id. 14.
24
las Iglesias de los Papistas ; pues no solo quieren tener
un número casi infinito de intercesores, y ésto sin ninguna
autorizacion de la palabra de Dios (de modo que, como
dice Gerónimo (62.), el número de Santos iguala ahora, 6
mas bien escede, al de ciudades, y no saben esos miserables
á cual de sus Santos deban principalmente dirijirse), sino
que, á pesar de ser tantos que no pueden numerarse, le
tienen señalado á cada uno su cargo y oficio, y qué deban
pedir, qué cosa dar, y lo que han de hacer; pero aun hay
mas, pues con tanta impiedad como imprudencia, llaman
madre á la vírjea, y la piden se acuerde de que es madre,
que impere á su hijo, y que sobre él use de su derecho (C3.).
Decimos que el hombre ha nacido en pecado, y en pe
cado pasa su vida; que ninguno puede decir con verdad
que su corazon está limpio ; que por mas justo que cual
quiera sea, es un siervo inútil ; que la ley de Dios es
perfecta, y ecsije del hombre plena y perfecta obediencia-;
que de ningun modo podemos de lleno cumplirla en esta
vida, ni hay un mortal siquiera que pueda por sus propias
fuerzas justificarse ánte Dios ; y así que nuestro único
refujio y amparo es la misericordia del Padre celestial por
medio de Jesucristo; estando firmemente persuadidos de
que él es la propiciacion por nuestros pecados ; de que
todas nuestras manchas han sido borradas con su sangre ;
de que con ella pacificó todas las cosas; de que todo lo
completó con aquella única hostia que por una vez ofreció
en la cruz ; y de que por ésto dijo al espirar (6-4.) consu-
matum est ; como para significarnos, que el precio por el
pecado del jéuero humano quedaba ya pagado cumplida
mente.
Si hay algunos que no juzguen suficiente este sacrificio,
vayan en buen hora y busquen otro mejor ; que nosotros
estamos con uno contentos, y por cuanto sabemos ser éste
único, no buscamos otro : sabemos que una sola vez habia
de ofrecerse, y por eso no mandamos que se repita ; y que
fué pleno y perfecto en todas sus partes, y por tauto no le
sustituimos continuas sucesiones de hostias. ,
Y aunque digamos no tener ninguna seguridad en nues
tras propias obras y méritos, y constituyamos en solo
(62.) Hier. 2. 28. et 11. 13. (63.) Bernardus. (64.) Joan.
19. v. 30.
25
¡Cristo todo el motivo de nuestra salvación ; sin embargo
por esto no enseñamos que se haya de vivir licenciosa y
relajadamente, como si al Cristiano le bastára solo el ser
bautizado y creer, y nada mas deba de él ecsijirse. Pues
la verdadera fé es viva, y no puede estar ociosa. Así es
que predicamos al pueblo haber sido llamados por Dios,
no para sensualidad y libertinaje, sino para obras buenas,
como dice {65.) Pablo, y que en ellas nos ejercitemos :
-que Dios nos ha sacado del poder de las tinieblas para que
le sirvamos, para que nos desembaracemos de todas las
-reliquias del pecado, para que con temor y temblor obre
mos nHestra salvacion, para que se vea que el espíritu de
santificacion está en nosotros, y que Cristo mismo habita
por la fé en nuestros corazones.
Finalmente, creemos que esta misma carne en que vivi
mos, aunque por la muerte se convierta en polvo, ha de
resucitar no obstante en el último dia, por el Espíritu de
Cristo que habita en nosotros. Que Cristo entónces, sea
cual fuere lo que en el Ínterin suframos aquí por su causa,
enjugará todas las lágrimas de nuestros ojos, y que noso
tros gozarémos por -él de la vida eterna,,y con^l estarémos
siempre en la Gloria. Amen.
CAPITULO III,
^Contiene una clara demostracion de las causas.porgué y de
donde nacieron las herejías en la Iglesia, con ejem
plos de todas clases en todos los tiempos.
Estas son aquellas herejías horribles por las que es hoy
condenada por el Papa una gran parte del mundo sin ser
(65.) Ad Ephes. 2. v. 10.
26
oida. Contra Cristo mas bien, contra los Apóstolesj-contra
los santos Padres, debería haberse dirijido el ataque, pues
de ellos han tenido oríjen, por ellos han sido constituidas.
A no ser que quieran decir nuestros adversarios (como di
rán quizá) que no instituyó Cristo la sagrada comunion
para que se distribuyera entre los fieles ; ó que los Após
toles y los antiguos Padres dijeron en todos los ángulos
de los templos Misas privadas, hasta diez ó veinte en un
mismo dia ; ó que Cristo y los Apóstoles apartaron á todo
el Pueblo del sacramento de la sangre ; ó que lo que hoy
se practica por ellos en todas partes (y de tal modo que
condenan por hereje á quien no hace lo mismo) no es lla
mado sacrilego por su Gelasio ; ó que estas palabras " el
pan y el vino quedan en los sacramentos lo mismo que
eran ántes," " lo que se ve en la sagrada mesa es pan,"
"la sustancia y naturaleza del pan no dejan de ser," " la
- sustancia y naturaleza del pan no se muda," "aquel mis
mo pan, el cual ciertamente pertenece á la materia, va á
parar al vientre y se escremcnta," no son de Ambrosio,
Agustín, Gelasio, Teodoreto, Crisóstomo y Orígenes ; ó
que Cristo, los Apóstoles y los santos Padres no oraron
en lengua que el Pueblo entendiera ; ó que Cristo no
cumplió todas las cosas con aquella única hóstia que una
vez ofreció en la cruz ; ó que aquel sacrificio fué imper
fecto, de suerte que ahora necesitemos de otro. Todos
estos asertos deberían sostener, á ménos que no prefieran
decir hallarse encerrada en el pectoral del Pontífice toda
justicia y derecho ; y que el mismo Pontífice puede dis
pensar (como no dudó afirmar en un tiempo uno de sus
parasitos y aduladores) contra el Apóstol, contra el Con
cilio, contra los canones de los Apóstoles ; y que no está
sujeto á los ejemplos de ellos, ni á los institutos y leyes
de Cristo (66.).
De Cristo, de los Apótoles y de los santos Padres, he
mos aprendido eso mismo que de buena fé enseñamos al
Pueblo de Dios ; y esta es la causa de que hoy nos llame
herejes nada ménos que el Jefe de la Iglesia.
¡ O Dios inmortal ! ¿ Luego Cristo mismo, y los Após
toles, y tantos Padres, todos á una erraron en la fé ?
i Luego Orígenes, Agustín, Ambrosio, Crisóstomo, Gelasio
(Cí.) Dist. 36. Lector in glossa dist. 81. c. Presbiter.
27"
y Teodoreto, fueron desertores de elja ? < Luego el con
sentimiento unánime de tantos antiguos Obispos y doctos -
varones no fué otra cosa que una conjuracion de herejes ?
¡ Cómo ! i Lo que en ellos era entónces laudable ahora
se condena en nosotros ? ¿ Y lo que en ellos era Católico
se ha hecho de repente cismático, solo por haberse mu
dado las voluntades de los hombres ? ¿ O porque no place
á los Papistas, se habrá hecho de pronto falso lo que era
antiguamente verdadero ? Que muestren pues otro Evan
jelio, ó manifiesten por qué motivo las cosas que fueron
por tanto tiempo aprobadas y observadas en la Iglesia,
hayan ahora al cabo de ser revocadas. Nosotros sabemos,
que la palabra, revelada por Cristo y propagada por los
Apóstoles, es suficiente para nuestra salud, para defender
toda verdad, y para confutar toda herejía. Solo por ella
condenamos todas aquellas antiguas herejías que, segun
nuestros adversarios, hemos resucitado de los infiernos ; y
declaramos como impíos y perdidos (detestando hasta las
puertas del abismo sus errores, porque son condenados por
el Evanjelio) á los Arríanos, Eutiquianos, Marcionitas,
Ebionitas, Valentinianos, Carpocracianos, Facianos, No-
vacianos, y, en una palabra, á todos cuantos sintieran
impíamente del Padre, ó del Hijo, ó del Espíritu Santo, ó
de algun otro punto de la Relijion de Cristo ; y no sola
mente ésto, sí que tambien, en el caso de volver á aparecer
en alguna parte y manifestarse, los reprimimos formal y
severamente con justos y ordinarios castigos.
Confesamos en verdad, que al renacer el Evanjelio se
han dejado ver sectas nuevas y hasta entónces nunca
oidas ; á saber, las de los Anabaptistas, Libertinos, Men-
nonios, Zuenkfeldianos. Pero damos á Dios gracias por
que no hemos nosotros, como ya lo sabe todo el mundo,
ni enjendrado, ni enseñado, ni dado fomento á estas
monstruosidades. Léanse sino nuestros libros ; en todas
partes están de venta. ¿ Quien de nosotros escribió jamás
algo que pudiera favorecer tales locuras ? Por el contrario,
ningun pais está hoy tan libre de tales pestes como aque
llos en que libre y públicamente se enseña el Evanjelio.
Bien que, á juzgar con mesura y rectitud, esto mismo es
una prueba grande de que nosotros publicamos la verda
dera doctrina ; porque no suele nacer la zizaña sin el trigo,
oi la paja sin el grano. ¿Quien ignora las herejías que
d2
28"
uacicron en los tiempos de los mismos Apóstoles cuando
empezó á estenderse el Evanjelio ? ¿ Habia alguno oido-
ántes los nombres de Simon, Menandro, Saturnino, Basi-
lides, Carpocrates, Cerinto, Ebion, Valentino, Segundo,
Marosio, Colorbasio, Heracleon, Luciano, Severo ? < Mas
á qué numerar los errores de aquel tiempo ? Epifanio
cuenta hasta ochenta entre sí distintos : Agustin muchos
mas todavía, los cuales habian á la par crecido con el
Evanjelio. ¿ Y qué el Evanjelio no era Evanjelio por ha
ber nacido con él tantos errores, ó Cristo por ésto no era
Cristo ?
Sin embargo no pulula, como queda dicho, esa semilla
entre nosotros que pública y libremente enseñamos el
Evanjelio. Entre nuestros adversarios, en la ceguedad y
en las tinieblas nacen esas pestes, y crecen y toman fuerza
donde la verdad es oprimida cruel y tiránicamente, y solo
á escondidas y en secretas renniones puede oirse. Hagan
sino la prueba : den libre curso al Evanjelio : brille la
verdad de Cristo, y estienda sus rayos por todas partes t-
verán al punto desvanecerse esas sombras ánte la luz
Evanjélica, como al aspecto del sol se disipa la obscuridad
de la noche. Ello es, que nosotros impugnamos sin cesar
y rebatimos todas estas herejías, que falsamente dicen los
Papistas alimentamos y fomentamos, miéntras que ellos no
hacen nada de ésto y se están ociosos.
Tambien nos imputan que estamos divididos en sectas^
queriendo unos llamarnos Luteranos, otros Zuinglianos, y
que hasta ahora no nos hemos pódido convenir en el todo
de nuestras doctrinas. ¿ Pero qué habrian dicho si hubie
sen vivido en los primeros tiempos de los Apóstoles y de
los santos Padres ? ¿ Cuando uno decia yo soy de Pablo,
otro yo soy de Cefas, otro yo soy de Apolo : cuando Pablo
reprehendía á Pedro; cuando por oculta animosidad Ber
nabé se separaba de Pablo; cuando, segun dice Orígenes>
estaban los Cristianos divididos en tantos bandos que nada
tenían de comun sino solo el nombre, y habian venido á
ser, por sus disensiones y partidos, como cuenta Sócrates,
ebjeto de burla en los Teatros, la irrision del Pueblo ;
cuando eran tantas las discordias y riñas en la Iglesia,
segun el Emperador Constantino, que esta calamidad se
yeia haber escedido á cualquiera otra por grande que
fuese ; cuando Teófilo,. Epifanio, Crisóstomo, Agustín,.
"\
29
Rufino, Gerónimo, todos ellos Cristianos, todos Padres,
todos Católicos, guerreaban implacables entre sí con dis
putas las mas crueles ; cuando miembros de un mismo
cuerpo, segun la espresion de Nazianzeno, se consumían
los unos á los otros ; cuando el Oriente se apartaba del
Occidente sobre el pan fermentado y la observancia de la
Pascua, á pesar de no disidir en cosas mayores ; cuando
en todos los Concilios se hacian á cada paso nuevos sím
bolos y nuevos decretos ? ¿ Qué habrían dicho entónces ?
I A quienes se hubieran principalmente adherido, á quienes
desechado ? ; Qué Evanjelio habrian creído, á quienes
hubieran tenido por herejes y á quienes por Católicos ?
¡ Y ahora solo dos nombres, Lutero y Zuinglio, les hacen
tanto eco ! ¿ Solo porque todavía no están ámbos acordes
en algun punto, ha de juzgarse que uno y otro han errado,
que ninguno ha poseído el Evanjelio, que ninguno ha en
señado en verdad y rectamente ?
Pero ¡ ó buen Dios ! ¿ Y qué hombres son esos que
censuran nuestras diferencias ? ¿ Por ventura, están ellos
todos entre sí verdaderamente acordes ? j No ha habido
nunca entre ellos ninguna division ni controversia i i Pues
porqué los Ecotistas y Tomistas no están mejor conveni
dos acerca del mérito de congruo y de condigno, acerca del
pecado orijinal en la Bienaventurada Vírjen, acerca del
voto solemne y simple ? ¿ Porqué dicen los Canonistas
ser de derecho humano la confesion auricular, y al contra
río los Escolásticos que es de derecho divino ? < Porqué
Gilberto Pigio disiente de Cayetano, Tomas de Lombardo,
Escoto de Tomas, Ocamo de Escoto, el Alíense de Ocamo,
los Nominales de los Reales ? Y, para no mencionar todas
las diferencias entre Frailes y Monjes (67.) (pues unos ha
cen consistir la santidad en comer de pescado, otros en co
mer legumbres, unos en llevar zapatos, otros chanclos ó chi
nelas, unos en vestir de lino, otros de lana, unos en ir de
blanco, otros de negro, unos mas ancha, otros mas estre
chamente rasurados, unos descalzos, otros calzados con
zandalias, unos ceñidos, sin ceñir otros), deben considerar,
que hay algunos de ellos que sostienen estar presente el
(67.) Gardinerus in Sophistica diaboli. Ricard. Faber. Re-
mntatio Berengarii, schola, et Glossa. Guimundue. De consec.
disi. 2. Ego Beren.
d3
3a
cuerpo de Cristo co la cena naturalmente, y otros por eT
contrario que lo niegan ; unos que dicen se hace pedazos-
dicho cuerpo, y que se tritura coa los dientes en la sagrada
comunion, y otros que lo repugnan > unos que declaran ser
et mismo cuerpo en la Eucaristía cuanto* y otros que lo
contradicen ; algunos que defienden consagró Cristo coa
cierto poder divino, otros que bendiciendo (68.) ; unos
que con cinco palabras concebidas, y otros que con estas
mismas cinco palabras espresadas; unos que dicen que en,
dichas palabras, con el pronombre demostrativo [Hoc], se
indica el- pan de trigo, y otros que quieren mas bien se
denote cierto Individuo Vago (69.) ; algunos que afirman
que las ratas y los perros pueden comer real y verdadera
mente el cuerpo de Cristo, y otros que lo niegan constan
temente ; unos que pueden nutrir los accidentes de Pan y
Vino (70.), y otros que la sustancia vuelve de nuevo.
¿Qué mas ? Sería molestísimo referir todas la diferencias-
de nuestros contrarios. Así toda la constitucion de su re
lijion y de su doctrina está todavía en incertidumbre y en
¿Bestion, aun para los mismos de quien ha nacido y trae
sil oríjen. Porque apenas convienen una vez entre sí,,
eomo no sea al modo que los Fariséos y los Saducéos en
«teo- tiempo, 6 como Heródes y Pilato contra Cristo.
Vayan pues, y establezcan ántes la paz en su casa,
entre los suyos. Sin duda que la union y la concordia
eenviene muy mucho á la Relijion ; pero no es esa una-
señal cierta y privativa de la Iglesia de Dios, pues entre
Ibs que adoraron el Becerro de oro, lo mismo que entre
aquellos que á una voz clamaban contra Jesucristo nuestro-
Salvador, crucifícalo, crucifícalo, fué sumo el consenti
miento. Ni porque los Corintios tenian entre sí disensio
nes, ó porque Pablo diferia de Pedro, ó Bernabé de Pablo,
é unes de otros los Cristianos en la infancia misma del-.
Evanjelio, dejaba por eso de estar entre ellos la verdadera-
Iglesia,. Aquellos á quienes por via de afrenta llaman Ios-
Papistas Zuinglianos y Luteranos (que en realidad de ver
dad son Cristianos unos y otros, y hermanos y amigos),
ao están por cierto divididos sobre los principios 6 funda
mentos de la Relijion, acerca de Dios, ni de Cristo, ni del
(68-) Thomas. (69.) TJardinerus. (70.) De consec. dist. 2^
Species. Glossa..
31
Espíritu Santo, ni sobre los medios de la justificacion, ni>
acerca de la vida eterna : lo están solamente en una cues
tion,, que en verdad no es tan grave ó de tanto momento..
Y no desconfiamos, mejor, no dudamos que muy pronto
ha de suceder la concordia ; y que si hay algunos que
sientan equivocadamente, Dios ha de iluminarlos, para
que, deponiendo las afecciones y los nombres de partido,
y ecsaminado- y esplorado mejor el asunto, como se hizo
antiguamente en el Sínodo Calcedonense, se corten de raiz
todas las causas y. estrenios de disensiones, quedando se
pultadas para siempre en el olvido.
Mucho mas grave es el decir de nosotros que somos
impíos, y hemos abandonado todo el cuidado de la Reli-
jion ; aunque no deba ésto movernos mucho, sabiendo loa
mismos que lo dicen ser una imputacion calumniosa.
Guando empezó á predicarse el Evaujelio y á publicarse
el nombre de Cristo, fueron llamados Atéos todos los
Cristianos, segun refiere Justino- Mártir ; y cuando estaba-
Eolicarpo para ser. juzgado, el Pueblo incitó al Procónsul
á la muerte de todos los que profesáran el Evanjelio con,
estas voces : " Quita del medio estos hombres impíos-
que no tienen Dios" (71.). No porque verdaderamente
no tuviesen Dios los Cristianos, sino porque no adoraban,
las piedras y los troncos que entónces eran acatados como-
Dioses. Ya bien sabe todo el mundo lo que hemos-
sufrido de nuestros enemigos por causa de la Relijion y de
nuestro único Dios. Hemos sido sepultados por ellos en
calabozos,, arrojados al agua y al fuego, y se han cebado-
en nuestra sangre -- no porque fuésemos adúlteros, ladro
nes ni homicidas, sino tan solo por haber llegado á conocer
el Evanjelio de Jesucristo y esperar en Dios vivo; y por
habernos quejado ¡ ó buen Dios ! con sobrada justicia y
verdad, de que nuestros contrarios violaban vuestra ley
por causa de vanas tradiciones,, y de que, despreciando á.
sabiendas y obstinadamente vuestros mandatos, se decla
raban así adversarios del Evanjelio y enemigos de la cruz,
de Cristo.
Mas, como viesen que no podia con razon acriminarse
nuestra doctrina, resolvieron atacar nuestras costumbres :-
así que nos acusan de que condenamos todas las buenas-
(71.) Eusebio, üb. 4. c. 15-
32
acciones, de que abrimos las puertas al libertinaje y á la
sensualidad, y de que apartamos al Pueblo de la práctica de
todas las virtudes. A la verdad, tal es y ha sido siempre
la vida de todos los hombres, aun los mas piadosos y Cris
tianos, que algo ha podido no obstante desearse, aun en
aquellos de mejores y mas puras costumbres ; y tal la
propension de todos al mal y su inclinacion á las sospe
chas, que las cosas que no se han hecho ni jamás pensado,
pueden no obstante ser oidas y creidas : y, á la manera
que una pequeña mancha se echa de ver sin diñeultad en
un muy blanco vestido, así en una vida la mas pura se ad
vierte con facilidad el tinte mas leve de torpeza. No
juzgamos nosotros que son ánjelcs, y que viven absoluta
mente sin tacha ni arruga, todos aquellos que han abrazado
hoy la doctrina del Evanjelio; ó que, habiendo algo que
notar en nosotros^ sean tan ciegos los Papistas que no
puedan observarlo aun por el mas pequeño resquicio ; ó
¿an sin malicia, que interpreten nuestras cosas por la me
jor parte ; ó tan sinceros que, reflejando su vista sobre sí
mismos, juzguen de nuestras costumbres por las suyas
propias. Pero sabemos bien, á tomar ¡as cosas desde su
orijen, que ya en los mismos tiempos Apostólicos hubo
Cristianos por quienes era blasfemado el nombre del Señor
y puesto en descrédito para con los Gentiles.
Refiere Zozomeno, que se quejaba el Emperador Cons
tantino de que muchos, despues de abrazar el Evanjelio,
se hacian peores. Cipriano describe (72.), en una lúgubre
oracion, la corrupcion de su tiempo. "El ocio," dice, "y
la larga paz habian corrompido la disciplina constituida
por los Apóstoles ; cada cual se ocupaba en aumentar su
patrimonio, y, olvidando lo que en los tiempos Apostólicos
habían hecho los fieles, ó lo que debieran hacer siempre,
se aplicaba con la mas insaciable codicia á acrecentar sus
riquezas : no habia relijioso fervor en los Presbiteros, ni
entera fé en los Ministros, ni en las obras misericordia, ni
disciplina en las costumbres ; la afeminacion en los varo
nes, la belleza finjida en las hembras." Tertuliano habia ya
dicho ántes : " ¡ Miserables los que nos llamamos Cristia
nos en estos tiempos ! Somos Gentiles bajo el nombre
de Cristo. " Últimamente, para no hacer mencion de
(72.) De lapsis.
33
todos, Gregorio Nazianzcno habla así del lamentable esta
do de los Cristianos en su tiempo : " Somos ya, por cansa
de nuestros vicios, aborrecidos cutre los Gentiles ; tambien
nos hemos ya hecho espectáculo, no solo para los álíjeles
y para los hombres, sino hasta para los mismos impíos."
En tal disposicion se encontraba la Iglesia de Dios cuando
apénas habia empezado á brillar el Evanjelio, cuando no
se habia entibiado aun el furor de los tiranos, ni de la
cerviz de los Cristianos alzádose el acero. No es pues
cosa nueva el que los hombres sean hombres, aunque se
apelliden Cristianos.
CAPITULO IV.
Contiene una relacion de la regla, vida y cottumhrc» de los
Papas y Papistas, quienes se tienen por Iglesia Santa
Católica, como miembros los unos de ella, y los otros,
como supremos Jefes ó la sola Cabeza de la misma.
i Pero los que á nosotros nos acusan de un modo tan
odioso, nada piensan entretanto acerca de sí mismos ?
j Los que tienen tiempo para mirar tan léjos, y ver lo que
en Alemania é Inglaterra pasa, han olvidado ó quizá 110
pueden ver lo que sucede en Roma ? . ¿ Es posible bos
acusen hombres cuya vida nadie puede mencionar con bas
tante honestidad y decencia ?
No es al presente nuestro propósito sacar á relucir
aquellas cosas de nuestros contrarios, que debieran estar Á
la vez con ellos sepultadas en el olvido. No es propio de
la Relijion, ni del decoro, ni nuestro pudor lo permite.
Pero el que manda le llamen Vicario de Cristo y Cabeza,
34
de la Iglesia, y oye, y ve, y tolera las cosas qne en Roma
acontecen (pues nada añadimos á la realidad de los suce
sos), puede fácilmente reflecsionar sobre la naturaleza de
ellas (73.)- Recuerde pues, piense que son sus Canonis
tas los que han enseñado que no es pecado la simple
fornicacion, cual si de Miciano Comico hubiesen aprendido-
aquesta doctrina : "No es pecado, créeme, que un jóven-
se entregue con prostitutas á la deshonestidad." Reflec-
sioneque son los suyos los que decretaron que el Sacerdote
no debe, por causa de fornicacion, ser depuesto. Acuér
dese de que el Cardenal Campegio, Alberto Pygio y otros-
muchos de los suyos han enseñado, " que el Sacerdote
que tiene una concubina, vive mas casta y santamente que
aquel que tiene esposa de matrimonio." Me parece no>
habrá todavía olvidado que hay en Roma muchos miles de
mujeres públicas, de las que anualmente saca, con el título
de alcabala, como unos treinta mil ducados. Ni podrá
olvidar, que él mismo mantiene allí públicamente casas de
disolucion, y que, con la mas indecente de todas las ga
nancias, sirve torpe é inicuamente á sus propios placeres.
¿ Era acaso todo bueno y tanto en dicha ciudad, cuando
Juana, mujer mas íntegra de edad que de vida, fué Papa y
Cabeza de la Iglesia, y, despues de haber estado prosti
tuida por espacio de dos años en aquella Santa Sede, vino
á parir públicamente miéntras visitaba la Ciudad, viéndola
los Cardenales y los Obispos? (74.)
i Pero á qué mencionar concubinas y alcahuetas ? Pe
cado es este en Roma que se ha hecho vulgar y público al
par que lucrativo. Ya no viven allí las rameras fuera
de la Ciudad, velada y cubierta su cabeza como antigua
mente (75.), sino que habitan en los palacios (76.) y se
pasean por las plazas á cara descubierta, como si fuera su
oñcio no solamente lícito sino tambien digno de alabanza.
I Qué mas ? Harto notorias son ya al mundo las diselu
ciones de los Romanos. Oígase lo que habla con libertad
y verdad San Bernardo de la familia del Pontífice y del
Pontífice mismo (77.) : " Tu palacio recibe buenos hom->
(73.) Joannes* de Magistris, de temperantia 3. Quest. 7. lata
extra de bigamis. Quia circa. (74.) Todavía ecsiste en Roma la
estatua de esta mujer pariendo. (75.) Génesis 38, v. 14 y 15.
(76.) In conc. delectorum Cardinalium to. 3. (77.) De consi-
deratione ad Eugeniura.
35
-bres, pero no los hace tales : los malos se hacen alli
peores, los buenos dejan de serlo." Es hoy tanto el de
senfreno <lel Clero, dice el autor desconocido del opúsculo
tripartito que está adjunto al Concilio Lateranense, no
solamente en los Presbíteros sino tambien en los Prelados
y Obispos, que cualquiera se horrorizaria de oírlo.
Mas estas irregularidades no solo están hoy en práctica
y se hallan aprobadas por razon del tiempo y la costumbre
(como lo están casi todas las de los Papistas), sí que tam
bien son ya ráncias y de una antigüedad muy remota.
¿ Porque* quien no ha oido lo que Pedro Aloisio, hijo de
Paulo III., proyectó contra Cosme Cherio, Obispo Fanen-
se ? ¿Lo que Juan Casa, Arzobispo de Benevento, legado
del Papa en Venecia, escribió del pecado horrendo, y como
lo que aun ni hablar es lícito, lo recomendó con las mas
sucias palabras y con la mas impúdica elocuencia ? ¿ Quien
no ha oido como el Español Alonso Diaz, enviado á pro
pósito de Roma á Alemania, asesinó villana é impíamente
á su propio hermano Juan, hombre el mas inocente y
santo, solo porque habia abrazado el Evanjelio de Jesu
cristo y no quería volver á la Iglesia de Roma ? Dirán á
ésto, que en la República mejor constituida tienen á cada
paso lugar estos crímenes, aun resistiéndolo los Magistra
dos, y que, por medio de leyes saludables, se toma de ellos
venganza. Sea así en buen hora ; mas, ¿ por qué leyes se
ha providenciado contra tales villanías ? Pedro Aloisio,
despues del detestable hecho que dejamos indicado, vivió
siempre siendo el mas querido al lado de su padre Paulo III.
Diaz, habiendo dado muerte á su hermano, fué puesto en
salvo por el favor del Pontífice, para que no se procediera
contra él con arreglo á las leyes. Juan Casa, Arzobispo
de Benevento, vive aun, y vive en Roma, y á vista y en
presencia de su Santidad. Por haber creído verdadera y
sinceramente en Jesucristo, han muerto los Papistas á in
finidad de nuestros hermanos. ¿ Pero de aquella multitud
prodijiosa de prostitutas, rufianes y adúlteros, á quien
jamás, no diré quitaron la vida, sino escomulgaron siquiera,
ó le castigaron de alguna suerte ? ¿ No son quizá en Roma
delitos las impurezas, los adulterios, las alcahueterías, los
parricidios, los incestos, y aun otras cosas peores ? O si
lo son, ; cómo en Roma, en el alcázar de la Santidad,
pueden tan fácilmente y con tanta lenidad tolerarse, como
OG
-si no fuesen pecados, por el Vicario de Cristo, por él Su*
cesor de Pedro, por el Santísimo Padre f
¡ O Santos Escribas y Fariseos, quien ya no conoce esa
-vuestra Santidad ! ¡ O Fé y Santidad Católica ! No fué
ésto lo que enseñó Pedro en Roma ; no vivió allí Pablo de
esta suerte. Ellos no fueron públicos rufianes; ellos no
ecsijieron alcabalas de las rameras ; ellos no toleraron pú
blicamente impunes á los adúlteros y parricidas, ni los
recibieron en el 6eno y comunion de los Cristianos. De
bieran nuestros adversarios no ecsajerar tanto nuestra vida :
muy mas prudente sería que antes, ó presentasen de ejem
plo la suya á los hombres, ó siquiera en algun tanto la
encubriesen con mas disimulo.
Porque en realidad de verdad, nosotros usamos las leyes
antiguas y de nuestros mayores ; y en cuanto es dable,
atendidos los tiempos y costumbres actuales y la jeneral
depravacion, administramos con solicitud y seriedad la dis
ciplina de la Iglesia. No tenemos esas huestes de prosti
tutas, concubinas y hombres dados á la sensualidad ; ni
anteponemos1 los adulterios álos matrimonios, ni ejercemos
la alcahuetería, ni de las fornicaciones cobramos censo, ni
dejamos impunes los incestos ¿ infames disoluciones, ni á.
los Aloisios, ni á los Casas, ni á los Diaz parricidas. Pues
á haber sido de nuestro agrado tales cosas, no teniamos
por qué habernos segregado de la Sociedad Romana en
donde están vigentes y en estima, ni para qué haber por
ello incurrido en el odio de los hombres y en los mas cer
teros peligros. Hace pocos meses tuvo Paulo IV. encar
celados, por causa de Religion, algunos frailes Agustiniauos
y á muchos Obispos, y otra porcion grande de varones
piadosos : echó mano de los tormentos, usó de tan bárbara
prueba contra ellos, y nada dejó por hacer. ¿ Y al cabo,
cuantos de todos ellos pudo hallar concubinarios, cuantos
dados á rameras, cuantos adúlteros, cuantos incestuosos ?
Demos gracias á Dios de qae aunque no somos cuales de
biéramos y cuales ser profesamos, sin embargo, tales como
somos, si se nos compara con los Papistas, refutarán fá
cilmente sus calumnias nuestra vida y nuestra inocencia.
Nosotros no solo eesortamos al Pueblo á todo jénero de
virtud en nuestros libros y sermones, sino tambien con los
ejemplos y con las costumbres : enseñamos que no es el
Evangelio una vana ostentacion de ciencia, sino la Regla
37
de la vida ; y que al Cristiano conviene, como Tertulian»
dice (78.), no pomposidad en las palabras, sino la digni
dad en su conducta ; y que no son justos delante de Dios
los que oyen la Ley, sino los que la cumplen.
Tambien suelen añadir nuestros adversarios á las ca
lumnias referidas, amplificándolo con toda clase de impro
perios, que somos unos hombres turbulentos, que quitamos
á los Reyes los cetros de sus manos, que armamos el
Pueblo, que echamos por tierra los Tribunales, que res
cindimos las Leyes, que destruimos el derecho de propiedad,
que reducimos los Reynos á una popular anarquía, que
ponemos en confusion todas las cosas ; en suma, que
aspiramos á no dejar nada intacto en la república (79.).
¡ O, cuantas veces han inflamado, con semejantes instiga
ciones, los ánimos de los Príncipes, para que estinguieran
la luz del Evanjelio apénas apareciese, y lo empezaran á
odiar aun ántes de conocerle ! ¡ Y para que siempre que
un Majistrado viera á uno de nosotros, creyese ver á un
enemigo suyo !
Sentiríamos mucho el ser acusados de un tan odioso
crimen como el de rebelion, sino supiéramos que algunas
veces el mismo Jesucristo y los Apóstoles y otros muchos
buenos Cristianos, fueron espuestos al aborrecimiento pú
blico, imputándoseles poco mas ó ménos el mismo delito.
Pues Cristo, que á la verdad habia enseñado se debia
" dar al César lo que es del César," fué acusado de sedi
cion, de que promovía novedades y quería ser Rey ; y se
gritó públicamente contra él ánte los tribunales, diciendo :
" Si das á ese libertad, no eres amigo del César." Y á los
Apóstoles (80.), á pesar de que siempre y constantemente
habian predicado " que debe obedecerse á los Majistrados,
que todo hombre esté sujeto á las potestades superiores,
y esto no solamente por miedo de su ira y venganza, sí que
tambien por conciencia," se les imputó que conmovían el
Pueblo y escitaban el vulgo á la rebelion. Así es como
principalmente hizo Haman odiosa ánte el Rey Assnero la
raza y nombre de los Judíos, diciendo que eran un Pueblo
rebelde y contumaz (81.), y qne despreciaban los edictos
y mandatos de los Príncipes. El impío Rey Acaz dijo á
(78.) Tertulianus in Apologetico 45. (79.) Tertulianus in Apo
logetico 1, 2 et3. (80.) Joan. 19. v. 12. (81.) Ester 3. v. 8. &c.
E
38
Elias, Profeta de Dios : " Tú perturba» á Israel" (82.").
Amasias, Sacerdote de Bethél, acusó de conspiracion al
Profeta Amós. " Hé aquí," dijo, "Amós se ha conju
rado contra tí en medio de la casa de Israel" (83.). Para
abreviar, Tertuliano escribe que era ésta en su tiempo la
acusacion pública contra los Cristianos (84.) : "qu« eran
traidores, rebeldes y enemigos del jénero humano."
Por esto aunque ahora la verdad, siendo como es la
misma, sea tambien vituperada y ultrajada del mismo modo
que lo fué en otro tiempo, no puede mirarse como cosa
llueva y estraña, bien que sea molesto y sensible.
Fué fácil á los Papistas, ha cuarenta años, forjar contra
nosotros estos y otros todavía mas graves crímenes, cuando
en medio de la obscuridad de aquellos tiempos empezára á
nacer y brillar de nuevo algun rayo de la verdad no cono
cida ni oida .entónces ; cuando Martin Lutero y Hulderico
Zuinglio, varones eminentísimos y dados por Dios para
ilustrar al mundo, fueron los primeros á declararse por el
Evanjelio ; cuando era su predicacion una cosa nueva y el
resultado incierto, y estaban suspensos y atónitos los áni
mos de todos, y abiertos los oídos á las calumnias, y no se
podia finjir una maldad tan grave que por su misma nove
dad y estrañeza no fuera fácilmente creida por el Pueblo.
Pues del mismo modo emprendieron en otro tiempo los an
tiguos enemigos del Evanjelio, Symmaco, Celso, Porfyrio,
Juliano, el acusar á todos los Cristianos de los crímenes de
sedicion y lesa-Majestad, ántes que pudiera saber el Prín
cipe ó el Pueblo quienes eran aquellos Cristianos, qué
profesaban, qué creían, ó qué querían. Pero ahora, ya
que nuestros enemigos mismos ven y no pueden negar que
siempre en nuestros dichos y hechos hemos inculcado al
Pueblo el deber de obedecer á sus Principes y Majistrados,
aun á los que son impíos, y que sobradamente lo confirma
esto mismo la esperiencia, y lo ven y lo tocan los ojos de
todos los hombres, cualesquiera y de donde quiera que
sean ellos ; es una ridiculez fastidiosa el reproducir tales
imputaciones, y el querer, no habiendo ningunos crímenes
nuevos ni recientes, hacernos aborrecibles con solo menti
ras de costumbre.
Gracias á nuestro Dios, de quien es la causa que defen-
(82.) 1. Reg. 18. v. 17. (83.) Amos 7. v. 10. (84.) In Apo-
log. cap. 37.
39
demos, jamás hasta de presente ha habido siquiera un ejem
plar de estos en todos los Reynos, Señoríos y Repúblicas
que han abrazado el Evanjelio ; pues nosotros no hemos
puesto en conmocion ningun Reyno, ni mermado la propie
dad y derechos de nadie ; no hemos alborotado ninguna
República. Todavía continuan en su puesto y en la digni
dad de sus antepasados los Reyes de nuestra Inglaterra, de
Suecia y Dinamarca, los Duques de Sajonia, Condes Pala
tinos, Marqueses de Brandenburgo, los Príncipes de Hesse:
las Repúblicas Helvética y Retica, y las ciudade libres Es-
traburgo, Basilea, Francfort, Ulma y Ausburgo, se hallan
en posesion de los mismos derechos, y en el mismo, ó mas
bien, en mucho mejor estado que estaban ántes, pues por
causa del Evanjelio se encuentra ahora el Pueblo mas
obediente. Vayan pues á los citados paises en donde, por
la misericordia de Dios, se escucha hoy dia el Evanjelio,
¿donde encontrarán mas majestad? jen donde ménos so
berbia y tiranía ? ¿ en donde es el Príncipe mas acatado ?
i en donde se amotina ménos el Pueblo ? ¿ en donde
gozaron jamás de mayor tranquilidad la República y la
Iglesia ?
Quizá dirán que al principio de nuestra doctrina empe
zaron á conmoverse y á tumultuarse los aldeanos con
frecuencia en Alemania. Sea así ; pero el promulgador
de ella, Martin Lutero, escribió mucho contra ellos fuerte
y enérjicamente, y los redujo á la paz y á la obediencia.
Lo que tambien suelen objetar los ignorantes sobre ha
berse mudado la situacion política de Helvecia, dado
muerte á Leopoldo, Duque de Austria, y restituido á la
Patria la libertad, todo eso sucedió (segun de todas las
historias consta) doscientos sesenta años hace, bajo Boni
facio VIH., cuando estaba en todo su auje el poder de los
Papas, casi dos siglos antes que Hulderico Zuinglio diera
principio á enseñar el Evanjelio, ó hubiese siquiera nacido.
Despues siempre disfrutaron los Suizos de paz y tranqui
lidad, sin que ni enemigos esteriores ni intestinos tumultos
los hayan combatido. Y caso que fuera delito salvar á su
patria de la dominacion estranjera, mucho mas cuando es
tuviera insolente y tiránicamente esclavizada, siempre es
un absurdo y una iniquidad cargarnos á nosotros ajenas
culpas, como lo sería el imputar á nuestros contrarios las
de sus ascendientes.
k2
40
Pero ¡ ó Dios inmortal ! < y es el Obispo de Rema quien
eos acusa del crimen de rebelion ? ¿ y es él quien ha de
enseñar al Pueblo á que obedezca y respete sus Majistia-
dos ; ó siquiera sabe lo que es Majestad ? ¿ por qué pues
tolera hoy (lo que ningun antiguo predecesor suyo jamás
hizo) que sus aduladores le llamen Señor de los Seño
res (85.), cual si quisiese fueran siervos suyos todos los
Reyes y Príncipes de cualquiera condicion y pais ? ¿ por
qué se jacta de ser el Rey de los Reyes, y de tener dere
cho Rejio sobre sus subditos ? ¿ por qué apremia á todos
los Reyes y Monarcas á que le juren Adeudad ? ¿ por qué
se gloría de que es mil y mil veces inferior áél la Imperial
Majestad, y ésto principalmente por la razon de que Dios
crió dos lumbreras en el cielo (86.), pero que el cielo y la
tierra no fueron criados en dos principios sino en uno
solo ? i por qué él y sus secuaces, al modo que los Ana
baptistas y Libertinos, sacudieron el yugo y se ecsimieron
de todo poder civil, para andar con mas seguridad en sus
desórdenes ? (87.) ¿ por qué á sus Legados, es decir, á
sus mas astutos espías, los tiene como en acecho en los
palacios, en los Consejos, en los aposentos de los Reyes ?
i por qué cuando se le antoja mueve recíprocos disturbios
entre los Príncipes Cristianos, y á su placer pone en aji-
tacion al mundo entero ? ¿ por qué proscribe y quiere sea
tenido como Pagano y Gentil el Monarca Cristiano que se
sustrae á su dominacion ? ¿ por qué con tanta liberalidad
promete induljencias al que por cualquier medio da muerte
á quien es su enemigo ? ; preserva él los Imperios y los
Reynos, ó tiene acaso el menor interés por el bienestar
público ?
Debes, piadoso lector, perdonarnos si parecemos tratar
estas cosas con mas fuego y vehemencia que debiéramos ¡
porque es tan grande la indignidad del asunto en cuestion,
y tal y tanta en el llamado Papa la ambicion de mando,
que no puede espresarse en otros términos ó mas pacífica
mente. El fué osado á decir en público Concilio, que de
sí mismo pende el derecho de todos los Reyes (88.). El
por ambicion y por reynar, dividió el Romano Imperio, y
(85.) August. Steuchus. Anton, de Rosellis. (86.) De major.
et obed. solit. (87.) De major. et obed. Unam sanctam. (88.) Cle-
ruens V. in Concil. Viennensi ; Leo Papa III.
\
41
conmovió y desmembró el orbe Cristiano. El dispensó á
los Romanos é Italianos, y aun á si mismo pérfidamente,
el juramento de fidelidad con que estaban ligados al Em
perador Griego, é incitó á la rebelion á sus súbditos ; y,
llamando de Francia á Italia á Cario Magno Martel, hízole
Emperador de una tan esrraña manera (89.). El destronó
á Childerico, Rey de los Galos, no mal Principe, solo por
«o agradarle, y en su lugar puso á Pipino. El habría
quitado (si hubiera podido lograrlo) el Reyno de Francia
á Felipe el hermoso, y dádolo á Alberto, Rey de los Ro -
nanos, como ya decretádolo habia (90.). El echó por
tierra el poder de Florencia, su patria, ciudad y República
muy floreciente, y del estado de paz y libertad la entregó'
traidoramente al capricho de uno solo (91.). El, con sus
ecsortaciones, hizo que toda la Saboya fuera por todas
partes miserablemente dividida en trozos por el Empera
dor Cárlos V. y Francisco, Rey de Francia, y que apénas
se dejára al infeliz Duque una ciudad adonde refujiarse.
Pero ya estamos cansados de ejemplos, y sería cosa muy
fastidiosa el referir todos los hechos esclarecidos de los
Pontífices Romanos. ¿ De qué partido eran, ruego se me
diga, los que mataron al Emperador Enrique VIII., echán
dole veneno en la Eucaristía ? ¿Los que hicieron lo mismo
con el Papa Víctor en el sagrado cáliz, y con nuestro Rey
de Inglaterra, Juan, en una copa de su propio uso ? Cua
lesquiera y de cualquiera bando que fuesen, Luteranos ni
Zuinglianos por cierto no eran. ¿ Quien es el que admite
boy dia á besar sus santos pies á los supremos Reyes y
Monarcas ? ¿ Quien, para él subir á caballo, mandó al
Emperador tener la brida, y el estribo al Rey de los Fran
ceses ? ¿ Quien puso atado con cadenas debajo de su mesa
á Francisco Dandalo, Duque de Venecia y Rey de Creta y
Chipre, para que royera los huesos entre los perros ? (92.)
i Quien al Emperador Enrique VI. le impuso con el pié la
corona de Roma, y se la derribó en seguida de la misma
manera, añadiendo que él tenia el poder de crear y quitar
los Emperadores ? (93.) < Quien armó contra el Empe
rador Enrique IV. á su hijo del mismo nombre, é hizo que
el padre fuese preso por su propio hijo, y que, rapado é
(89.) Zacharias Papa. (90.) Clemena Papa VIII. (91.) Ido».
Clemens. (92.) Sabellious. (93.) Coelestinus Papa.
£3
42
ignominiosamente vestido, fuera encerrado en un Monas
terio, y que de no comer y de tristeza se consumiera? (94.)
¿ Quien puso debajo de sus pies del modo mas afrentoso la
cerviz del Emperador Federico, y añadió' en seguida, como
si ésto no bastára, aquello de los Salmos de David :
" Super aspidem et basiliscum ambulabis, et conculcabis
Leonem et draconem" (95.) ; ejemplar de Majestad des
preciada y envilecida que nunca por jamás se habia oido,
ú no ser quizá respecto de Tamberlan, Rey de los Escitas,
hombre bárbaro y feroz, 6 de Sapor, Rey de los Persas ?
Pues todos éstos fueron Papas ; todos sucesores de Pe
dro ; todos santísimos, cuyas palabras deben todas ser para
los hombres un Evanjelio.
Ahora bien, si nosotros que acatamos á nuestros Prín
cipes, que les deferimos cuanto les es debido segun la
(labra de Dios, y rogamos por ellos, somos reos de lesa
Majestad, ¿ qué serán nuestros contrarios, quienes no so
lamente han hecho todo cuanto llevamos dicho, sí que
tambien lo han aprobado como cosa perfectamente hecha ?
¡ Enseñan quizá ellos al Pueblo á reverenciar de este modo
al Majistrado, ó pueden con vergüenza acusarnos como
¡hombres sediciosos, perturbadores de la paz pública y
menospreciadores de la Majestad ? Porque á la verdad,
nosotros ni sacudimos el yugo de la obediencia, ni revo
lucionamos los Rey-nos, ni ponemos ni quitamos Reyes, ni
injerimos los estados unos en otros, ni envenenamos á
nuestros Príncipes, ni les damos á besar nuestros pies, ni
-con ellos su cerviz insultamos. Nuestra profesion y nues
tra doctrina es mas bien ésta: que todo hombre, cualquie
ra que sea, t5 Monje 6 Evanjelista, ó Profeta ó Apóstol,
debe estar sujeto á los Reyes y Majistrados (96.) ; que el
Pontífice mismo {á ménos que no quiera ser tenido por
superior á los Evangelistas, á los Profetas, á los Apósto
les) está obligado á reconocer y llamar al Emperador Señor
suyo, como en días mejores lo hicieron siempre los an
tiguos Obispos de Roma (97.). Nosotros enseñamos
públicamente, que debe obedecerse á las potestades supe
riores, y que quien les resiste, resiste á la ordenacion
divina. Estas son nuestras doctrinas; ellas aparecen en
(94.) Hildebrandus Papa. (95.) Alexander III. Papa. (96.) Cri-
¡sostomusin Rom. 13. (97.) Grcgorius scepe in epist.
X
43
nuestros libros, en nuestros sermones, en las costumbres
y modestia de nuestro Pueblo.
El cargo que nos hacen de habernos separado de la
unidad de la Iglesia Católica, es tanto mas odioso cuanto
que tiene algun viso de verdad, bien que en realidad no
sea fundado. Mas para el Pueblo y multitud ignorante no
hacen solamente fé las cosas verdaderas y ciertas, sino
tambien aquellas que pueden presentarse como verosí
miles. Así vemos que los hombres diestros y de sutil
injenio, á falta de verdades, han apelado á las apariencias
en defensa de sus principios, con el fin de que cuantos no
pudiesen comprehenderlos se dejaran llevar de algunos
visos de probabilidíid á lo ménos (98.). Antiguamente
porque I03 primeros Cristianos se volvían hacia el Oriente
para hacer oracion, hubo quienes dijeran que adoraban el
sol y que le tenian por Dios suyo : porque enseñaban, que
para la eterna é inmortal vida se nutrían solo de la carne
y sangre de aquel eordero que no tiene mancha, á saber,
nuestro Salvador Jesucristo ; los envidiosos y enemigos
de la cruz de Cristo (que solo se cuidaban de desacreditar
la relijion Cristiana por cualquier medio) persuadieron al
Pueblo que eran hombres impíos, que sacrificaban huma
nas víctimas y bebian su sangre (99.) : poique decían,
que para con Dios no hay diferencia de varon ni de hem
bra, ni distincion alguna de personas respecto á la conse
cucion de la vida eterna; y porque todos se saludaban
mútuamente con el título de hermanos y hermanas, no
faltó quien los calumniára de no reconocerse entre ellos
diferencia de edad ni de condicion, y de que todos coha
bitaban promiscuamente entre sí como las bestias (1 00.)
porque para orar y oir la predicacion Evangélica se rennían
frecuentemente en cuevas y lugares ocultos, cosa que tam
bien acostumbraban hacer los conjurados, se estendieron
públicos rumores de que conspiraban entre sí é ideaban
dar muerte á los Majistrados, 6 alborotar la Repúbli
ca (101) : y porque usaban por institucion de Cristo del
pan y del vino en lacelebracion de los sagrados misterios,
juzgaron muchos que adoraban á Saco y á tires; pues á
-estas deidades, usando de un rko semejante, daban culto
(98.) Tertiúl. in Apolog. c. 16. (99.) Id. c. 7, 8, 9. (100.) Id.
o 39.. (101.; Augustinus.
44
con pan y vino los profanos y supersticiosos Getit.iles.
Había muchos que daban crédito á estas cosas, no por
que ellas fuesen verdaderas (¿ pues qué cosa podía serlo
ménos ?), sino porque las presentaban como verosímiles y
con apariencias propias para fascinar.
De la misma manera nos calumnian ahora nuestros con
trarios de ser herejes y habernos separado de la Iglesia y
comunion Cristiana ; no porque ellos tengan ésto por nna
verdad (siendo lo ménos de que se cuidan), sino porque
acaso puede presentarse como tal á los ignorantes por
medio de algunos especiosos datos, solo en la apariencia
verdaderos. Es cierto que nosotros nos hemos segregado,
mas no de la Iglesia de Cristo, coiiío lo hacen los herejes,
sino del contajio de malos é hipócritas hombres, cosa que
deben hacer todos los buenos. No obstante, ellos dicen
con aire de triunfo, que su Iglesia es la verdadera, que
ella es la Esposa de Cristo, la Columna de la Verdad, el
Arca de Noé, fuera de la cual no hay que esperar salvarse ;
pero que nosotros hemos formado aparte de esta Iglesia
verdadera, despedazado la túnica de Cristo, desuuídonos
de su cuerpo y hecho defeccion de la fé Católica. Y sin
embargo de que nada han callado de cuanto pueda, aunque
falsa y calumniosamente, hablarse en nuestro daño, no
pueden decir esta sola cosa ; que nos hemos apartado de ¡a
palabra de Dios, ó de los Apóstoles, 6 de la Iglesia primi
tiva. Nosotros hemos juzgado siempre que es Católica la
primitiva Iglesia de Cristo, la de los Apóstoles y la de los
santos Padres ; y no dudamos llamarla Arca de Noé, Es
posa de Cristo, Columna y firmamento de la Verdad, y
fundamos en ella toda la razon de nuestra salud.
Sin duda que parece odiosa cosa el separarse uno de la
sociedad á que está acostumbrado, mayormente de la de
aquellos hombres, que aun cuando no sean Cristianos, se
tienen no obstante por tales y asi se denominan : y en
verdad que no despreciamos nosotros la Iglesia de éstos
(cualquiera que en la actualidad ella sea) por el nombre
que tiene, ó porque en ella se haya enseñado con verdad
y pureza en algun tiempo el Evanjeiio de Jesucristo. Ni
la habríamos dejado jamás á no habern jf visto necesaria
mente forzados á ello. ¿ Pero qué ha de hacerse si en la
Iglesia de Dios se levanta un ¡dolo, y está de público en
el lugar santo aquella desolacion que anunció Cristo habia
43
de suceder? (102.) ¿ Qué si un ladron ó* pirata ocupa el
Arca de Noé ? Pues á pesar de ser ésto un hecho posi
tivo, cuantas veces nos predican de Iglesia los Papistas,
hácenla consistir en solo ellos, y se apropian á sí mismos
todos sus títulos, y de ello blasonan al modo de aquellos
que en otro tiempo clamaban : " Templo del Señor, Tem
plo del Señor," 6 como los Fariseos y Escribas cuando se
jactaban (103.) de ser hijos de Abraham.
Así con una ostentacion vana engañan á los simples, é
intentan confundirnos con el nombre mismo de Iglesia ;
como el ladron que ocupando una casa ajena, y arrojando
de ella por fuerza á su dueño 6 matándolo, se atribuye á
sí mismo la propiedad y despoja de ella al hijo heredero ;
6 como si el Ante-Cristo llegase á decir cuando haya ocu
pado el templo de Dios, que es ya suyo y que á, Cristo no
pertenece. Y despues que nada que á Iglesia se parezca
han dejado en la casa de Dios, quieren todavía pasar por
6us patronos y defensores, al modo que Graco abogaba un
dia por el Erario, despues de haberlo enteramente disipado
en dádivas y gastos extravagantes. Nunca hubo cosa tan
impía y absurda que no se pudiera fácilmente encubrir y
escudar con el nombre de Iglesia. Porque tambien hacen
panales las abispas ; tambien los impíos tienen sus asam
bleas á imitacion de la Iglesia de Dios.
Pero no son Pueblo de Dios todos los que se arrogan este
nombre, ni todos los que descienden del padre Israel son
Israelitas. Jactábanse los Arríanos herejes de ser ellos
solos Católicos, y á todos los demas los apellidaban ora
Ambrosianos, ora Atanasianos, ora Juanistas (104.). N es-
torio, hereje, tambien se cubila, como refiere Teodoreto,
con el velo de la fé Ortodoja. Ebion, que acordaba en
opinion con los Samaritanos, quería no obstante, como
Epifanio dice, ser llamado Cristiano. Los Mahometanos,
aunque se sabe por todas las historias que son descendien
tes de la esclava Agar, y ellos miemos no pueden negarlo,
con todo, como si trajesen su oríjen de Sara, mujer libre
y esposa de Abraham, quieren ser nombrados Sarracenos.
Del mismo modo los falsos Profetas de todos tiempos
que se opusieron á los Profetas de Dios, é Isaías, á Jere-
(102.) Mat. 24. v. 15. (103.) Joan. 8. v. 39. (104.) August.
epist. 4S. ad Viacen.
4G
mías, á Cristo, á los Apóstoles, nunca tenían otra cosa
mas en sus labios que el nombre de Iglesia, ni por nada
vejaban mas á éstos 6 los llamaban desertores y apóstatas
que porque se habian separado de su sociedad y no guar
daban los institutos de sus mayores. Y á seguir nosotros
el juicio de aquellos que entónces rijieran la Iglesia, sin
mirar ninguna otra cosa, ni á Dios ni á su palabra, no po
dremos negar absolutamente que los Apóstoles fueron en
justicia y segun ley condenados por ellos; pues se separa
ron de los Pontífices y Sacerdotes, ésto es, de la Iglesia Ca
tólica, y repugnándolo éstos y reclamándolo, innovaron en
la Relijion muchas cosas. Así como en otro tiempo se
dijo de Hércules que le fué preciso quitar á Anteo de la
tierra su madre ántes de poderle vencer, así nosotros
deberíamos destituir á nuestros adversarios de esta ma
dre suya, ésto es, de esta vana apariencia y sombra
de Iglesia, pues de otro modo no pueden ceder á la
palabra de Dios. Al propósito dice Jeremías : " No
os glorieis tanto de que el Templo de Dios está entre
vosotros ; es vana esta confianza, pues son éstas pa
labras de mentira" (105.). "Afirman," dice el Anjel
en el Apocalipsis (106.), "que ellos son Judíos; pero
son la Sinagoga de Satanás." Jesucristo dijo tambien á
los Fariséos (107.) que se jactaban de ser linaje y sangre
de Abraham : "Vosotros sois hijos del Diablo, pues en
nada tomais á Abraham por modelo." Como si quisiera
decirles : no sois los que con tanto afan qnercis que se os
nombre ; deslumhrais á los Pueblos con vanos títulos y
abusais del nombre Iglesia para destruirla. Por lo cual
convendría que ántes de todo probáran los Papistas clara
mente y en realidad, que es la verdadera y ortodoja Iglesia
de Dios la suya, y que así como está hoy constituida y
gobernada por ellos, se halla conforme con la primitiva
Iglesia de Cristo, de los Apóstoles y de los Santos Padres,
la cual sin duda era Católica. A la verdad, nosotros si
juzgáramos que la ignorancia, el error, la supersticion, el
culto de los ídolos é invenciones humanas, y éstas opues
tas las mas veces á las Sagradas Letras, agradan á Dios,
ó bastan para alcanzar la eterna salud ; 6 si hubiéramos
podido establecer que la divina palabra fué solameute
(105.) Jerem. 7. v. 4. (106.) Rev. 2. v. 9. (107.) Joan. 8. v. 44.
47
escrita para algunos años, y que debió despues abolirse,
ó que los dichos y mandatos divinos deben sujetarse á la
voluntad de un hombre, en términos que lo que Dios
quiera y mande, haya de tenerse por nulo y no mandado
como el Papa no quiera y mande lo mismo : si nos hubié
ramos podido determinar á creer todo ésto, confesaríamos
desde luego que no tuvimos causa justa para abandonar
la llamada Iglesia Católica. Pero en habernos separado
de una sociedad cuyos errores son públicos y notorios, y
cuando ya ella abiertamente se habia apartado de la pala
bra de Dios ; en habernos separado no tanto de ella cuanto
de sus errores, y ésto no turbulenta y maliciosamente sino
con tranquilidad y modestia, no hemos hecho nada que
sea contrario á Cristo ó á los Apóstoles. Pues no es tal
la Iglesia de Dios que no pueda empañarse con alguna
mancha, ó que nunca necesite ser restablecida ; porque
entónces ¿ á qué tantas juntas y Concilios sin los cuales,
como afirma Egidio (108.), no puede subsistir la fé Cris
tiana ? " Cuantas veces," dice, " se interrumpen los
Concilios, otras tantas la Iglesia está destituida de Cristo."
I O si no hay peligro de que ella reciba menoscabo, para
qué retener inútilmente los nombres de Obispos ? < por
qué se llaman ellos Pastores, si no hay ovejas que puedan
estraviarse ? ¿ porqué vijías, si no hay ciudad que pueda
ser entregada ? ¿ porqué columnas, si nada hay que pueda
caerse ? Desde el principio del mundo empezó á propa
garse la Iglesia de Dios, instruida por la palabra celestial
que el mismo Dios profiriera, instruida por las sagradas
ceremonias, instruida por el Espíritu Santo, instruida por
los Patriarcas y Profetas ; y de este modo continuó hasta el
tiempo en que Cristo apareció en carne. Pero ¡ ó Dios
inmortal ! ¡ cuantas veces entre tanto, y cuan horrible
mente no »e vió ella obscurecida y minorada ! ¿ porque
donde estaba cuando toda carne (109.) Imbla corrompido
su camino sobre la tierra ? ¿ En donde cuando entre todos
los hombres solo hubo ocho, y por cierto no todos castos
y piadosos, que quisiera Dios preservar de la mortan
dad y general destruccion ? ¿ donde cuando Elias profeta
se quejaba triste y amargamente de que él solo habia
quedado en todo el mundo que verdadera y debidamente
(108.) In Concilio Lateran. sub Julio II. (109.) Gen. 6. y. 12.
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i Dios adorase ? (1 11.) ¿ donde cuando decia Isaías (111.)
que la plata del Pueblo de Dios, ésto es, d«i la Iglesia, se
habia convertido en escoria, y que aquella ciudad que tintes
fuera fiel se Itabia tornado en una ramera, y que desde la
cabeza basta el calcañar nada en ella estaba sano ? ¿ 6
donde cuando dijera Cristo que los Fariseos habian con
vertido la casa del Senor en cueva de ladrones ? (112.)
La Iglesia, á la manera que un campo de pan llevar, si no
se ara, si no se labra, si no se cultiva, si no se cuida, pro
ducirá, en vez de trigo, cardos y cizaña, y hortigas. Por
ésto Dios ha enviado de tiempo en tiempo Profetas y
Apóstoles, y últimamente á su hijo, para traer de nuevo al
Pueblo á verdadero camino, y reparar las quiebras de la
Iglesia vacilante.
Y nadie diga que sucedió ésto solamente en la ley, en
las sombras y en la infancia, cuando estaba la verdad cu -
bierta con figuras y ceremonias, cuando nada habia todavía
sido llevado á la perfeccion, cuando la ley estaba grabada
en piedras y no en los corazones de los hombres (aunque
ésto no deja de ser ridículo) ; pues entónces en todo era
Dios el mismo, uno mismo el Espíritu, uno mismo Cristo,
una misma la fé, una misma la doctrina, una misma la
esperanza, una misma la herencia, una misma la alianza,
una misma la virtud de la palabra de Dios. Eusebio
dice (113.), que todos los fieles desde Adan fueron Cris
tianos, aunque así no se llamasen. Nadie diga tal, repe
timos, que ya en su tiempo notó el Apóstol San Pablo
semejantes errores y defectos, en la época del Evaujelio,
de la perfeccion, de la luz ; por lo que se vió en la uece-
sidad de escribir á los Gálatas, á quienes ya ántes habia
él instruido, en estos términos (114.): "Témome no
hayan sido inútiles mis trabajos entre vosotros, y que eiv
vano habreis oido el Evanjelio." "Hijitos mios (115.),
por quienes segunda vez padezco dolores de parto, hasta
formar á Cristo en vosotros." De la Iglesia de Corinto
no hay para qué decir cuanto se habia depravado. Ahora
bien, ¿ pudieron por ventura caer en error y de su pureza
las Iglesias de los Gálatas y Corintios, y solo la Romana
(110.) 1. Reg. 19. v. 14. (111.) Isaías 1. V. 21, 22. (112.) Mat.
21. v. 13. (113.) Ecles. Hist. lib. 1. c. 4. (114.) Gal. 4. v. 11,
(115.) Idem v. 19.
49
no puede errar ni depravarse ? En verdad que Cristo
había mucho ántes predicho de su Iglesia, que llegaría
tiempo en que se estableciera la desolacion en el Lugar
Santo (116.). Pablo dijo (117.) que el Ante-Cristo pon
dría algun día su tabernáculo en el templo de Dios, y que
vendría tiempo en que los hombres (118.) no sufrirán la
sana doctrina, sino que en la misma Iglesia se convertirán
á las fábulas. Pedro predijo tambien que habria en la
Iglesia de Cristo maestros de mentiras (119.). Y el Pro
feta Daniel, hablando de los últimos tiempos del Ante-
Cristo, dice que " la verdad estará entónces despreciada
y abatida (120.) en la tierra." Finalmente, Cristo anun
cia, que será tan grande la calamidad y confusion de todas
las cosas (121.), que hasta los escojidos (si ser pudiera)
«aerian en error. Y han de tener lugar todas estas cosas,
no entre los Paganos ni entre los Turcos, sino en el Lugar
Santo, en el Templo de Dios, en la Iglesia, en la sociedad
de los que profesarán el nombre de Cristo.
Aun cuando lo que acabamos de decir podria bastar á
un hombre prudente para que inconsideradamente no deje
que se le imponga con el nombre de Iglesia, retrayéndose
por lo mismo de hacer sobre ella investigaciones por medio
de la palabra de Dios, hay ademas muchos Padres y varo
nes piadosos que se han quejado fuertemente de haber en
su tiempo acaecido todas las cosas que dejamos menciona
das. Porque quiso Dios hubiera en medio de aquel caos
algunos que, aunque no diesen una luz clara y resplande
ciente, encendieran sin embargo como alguna chispa que
pudiesen observar los hombres en medio de las tinieblas.
Hilario habla así (122.) cuando todavía estaban las cosas
en algun modo íntegras y puras : " Os tiene seducidos el
amor á los edificios ; mal venerais la Iglesia de Dios en lo
material de ellos ; haceis mal en atribuir á los mismos la
paz y seguridad que invocais. ¡ Es por ventura dudoso
que en ellos ha de sentarse el Ante-Cristo ? Para mí son
mas seguros los montes, las selvas, los lagos, las cárceles
y lugares pantanosos, en donde morando los Profetas, ora
voluntaria, ora forzosamente, profetizaban por el espíritu de
(116.) Mat. 24. v. 15. (117.) 2. Thessalon. ¡i. v. 4. (118.) 2.
Tim.4.v.3. (119.) 2. Pet. ii. 1. (120.) Dan. 8. v. 12. (121.) Mat.
24. v. 24. (122.) Contra Auxentium.
F
$0
Dios." Gregorio, cual si viera y penetrara con el ánireo
la ruina de la Iglesia (123.), escribe de este modo á Juan,
Obispo de Constantinopla, que fué el primero que mandó
le saludasen con el nombre nuevo de Obispo universal de
toda la Iglesia de Cristo : " Si la Iglesia llega á pender
de uno solo, toda se arruinará." ; Y acaso no se ha visto,
lace ya mucho tiempo, realizado este anuncio ? Ya ha
sucedido que el Obispo de Roma quisiera dependiese de él
toda la Iglesia ; así no es de admirar, que ya entónces
viniese toda á una entera ruina. Bernardo Abad dijo tam
bien, ha mas de cuatrocientos años : " Nada ha quedado
ya íntegro en el clero, resta solo que se manifieste el hom
bre de pecado." El mismo, en su tratado sobre la con
version de S. Pablo, dice : "Parece que ha cesado ya la
persecucion ; pero ahora está principiando por aquellos
que ocupan en la Iglesia los primeros puestos. Tus amigos
y tus mas cercanos se han allegado y situado contra tí :
desde la planta del pié hasta la coronilla de la cabeza no
hay ninguna sanidad. La iniquidad ha salido de los ancia
nos Jueces, de los Vicarios que se ven gobernando tu
Pueblo. No podrémos ya decir, como es el Pueblo así es
el Sacerdote ; porque no es el Pueblo tan malo como el
Sacerdote. ¡ Ay, ay, Dios y Señor ! Aquellos mismos
que se ven amar en tu Iglesia la primacía y ejercer el Prin
cipado, son los primeros en tu persecucion " El
mismo, sobre los Cánticos, escribe así : "Todos mis (.124.)
amigos, enemigos ; todos mis aliados, adversarios ; los sier
vos de Cristo sirven al Ante-Cristo. Hé aquí en medio
de mi paz es muy amarga mi amargura." Rogerio Bacon,
hombre de esclarecida fama (125.), reasumiendo en un
animado discurso el miserable estado de su tiempo, dice :
-"Tantos errores demandan la ecsistencia del Ante-Cristo."
Gerson se lamenta de que en sus dias se habia reducido
toda la fuerza de la sagrada Teolojía á un ambicioso em
peño de ostentar injenio en los debates y á mera sofistería.
Los hermanos de Leon (126.), hombres en verdad no
malos en cuanto á sus costumbres, aseguraban ser la Igle
sia Romana, la cual era entónces tenida por el único
(123.) In Regist. epist. ad Mauritium, libro 4. epist. 32.
(124.) Senn. 33. (125.) In lihello de idiomate linguanun.
{1-26.) Los pobres de Leon.
X
51
«ráculo, aquella Meretriz de Babilonia, de que ecsisten '
tan claras predicciones en el Apocalipsis, y la sociedad de
los infiernos. '
Es verdad que las citadas autoridades no son de gran
peso para los Romanistas. ¡ Pero y si les citamos aquellos
testigos que suelen ser por ellos adorados ? ¿ Y si deci
mos que Adriano, Obispo de Roma (,127.), confesó ingé
nuamente que habian empezado á venir todos estos males
del trono Pontificio ?
Pygio declara, que se erró en haber introducido en la
Misa (la cual quisiera por otra parte se mirase como sacro
santa) muchos abusos : Gerson, que se habia estinguido
toda la virtud del Espíritu Santo (la que convenia tuvié
semos en toda su fuerza), y la verdadera piedad con la
aglomeracion de las mas insulsas ceremonias. Toda la
Grecia y el Asia se quejan de que los Pontífices Romanos
han impuesto un yugo á las conciencias de los hombres, y
apurado ademas sus bolsillos con el tráfico de sus Purga
torios é Indolencias.
Lorenzo Vala, Marsilio de Padua, Francisco Petrarca,
Gerónimo Sabanacola, el Abad Joaquin, Bautista de Man
tua, y ántes de todos éstos el Abad Bernardo, todos los
cuales pasaron su vida en Roma, en la Ciudad Santa, á la
vista del Santísimo Padre, y pudieron ver todos sus secre
tos, y nunca se apartaron de la fé Católica, se han lamen
tado mucho y muy de continuo de la tiranía y fausto
Pérsico de los Pontífices Romanos (no harémos mencion
de otros que nuestros contrarios pondrán quizá en el nú
mero de sus enemigos, por haber libre y francamente
reprehendido sus vicios), y á veces significaron muy á las
claras (no decimos si con razon ó sin ella), que el Pontifica
mismo era el Ante-Cristo.
Y no podrá oponerse que éstos fuesen discípulos de
Lutero ó de Zuinglio, pues ecsistieron no años sino siglos
algunos ántes que se oyeran siquiera tales nombres. Sino
que veian ellos también en aquel tiempo que se habian
introducido errores, y deseaban su enmienda. ¿Y qué
estraño que estuviera entónces la Iglesia llena de errores,
cuando ni el Obispo de Roma que solo lo gobernaba todo,
ni ningun otro cumplía, ni aun sabia siquiera, su deber ?
(127.) Platina.
F2
52
Porque á la verdad, apénas puede creerse que estando
ellos, como lo estaban, ociosos) y durmiendo, lo hubiera
tambien estado el Diablo en todo aquel tiempo. Maa
callemos nosotros, y oigan al ménos á su Bernardo lo que
fueron ellos entónces, y la ñdelidad con que cuidaban de
la Casa de Dios. " Los Obispos á quienes está hoy en
cargada la Iglesia de Dios," escribe á Eugenio, "no son
Doctores sino seductores, no son Pastores sino impostores,
no son Prelados sino Pilatos."
Esto dice Bernardo del Pontífice que se llamaba Su
premo y de los Obispos que tenian entónces el timon para
el gobierno. Y no era él Luterano, no era Hereje, no se
había separado de la Iglesia ; y sin embargo no dudó lla
mar impostores, seductores y Pilatos, á los Obispos de
aquel tiempo. Ahora bien, cuando públicamente era se
ducido el Pueblo, y á los Cristianos se les tenia en tinieblas,
cuando Pilatos se sentaba en los tribunales y se condenaba
á Cristo y á sus miembros al hierro y al fuego, ¡ ó buen
Dios ! ¿ en qué lugar estaba la Iglesia de Cristo ? ; Y de
tantos y tan crasos errores, cual corrijieron jamás los Pa
pistas ? i Cual conocer y confesar han querido siquiera ?
Pero como afirman que están por entero en posesion de
la Iglesia Católica, y á nosotros porque de ellos disentimos
nos llaman herejes, veamos qué nota ó carácter de Iglesia
de Dios tiene la Iglesia de ellos. La de Dios no es en
verdad tan difícil hallarla, si séría y dilijentemente bus
carla queremos ¡ porque está puesta en la cumbre de los
montes, elevada sobre los collados (128.) : está edificada so
bre elfundamento de los Apóstoles y de los Profetas (129.).
" Allí," dice Agustín (130.), " busquemos la Iglesia; allí
hagamos la prueba de nuestra causa." Por manera que,
como él mismo dice en otro lugar (131.), " la Iglesia ha
de demostrarse por las Sagradas Escrituras, y nos es Igle
sia la que no puede por ellas probarse."
A pesar de ésto no se sabe por qué, si por temor ó por
conciencia, ó por desesperar de la victoria, aborrecen
siempre los Papistas y huyen la palabra de Dios, del mis
mo modo que el ladron la horca. Empero no es ésto de
estrañar, pues como dicen de la cantárida que se destruye
(128.) Isaías 2. v. 2. (129.) Ephes. 2. v. 20, (130.) De w*.
tate Ecclesis. 3. (131.) Idem cap. i.
53
fácilmente en el opobálsamo, ungüento por otra parte muy
puro y oloroso, así ellos ven que su causa perece y pe
ahoga en la palabra de Dios, como si ésta le fuese un
veneno.
Por ésto á las Escrituras sacrosantas (las que no sola
mente usó Jesucristo nuestro Salvador en todas sus plá
ticas, sí que tambien selló con su sangre) suelen llamarlas,
para retraer fácilmente de ellas al Pueblo, como de una
lectura peligrosa y nociva, letra fría, incierta, inútil, muda,
mortífera, muerta ; lo cual es, á nuestro entender¡ como
si dijesen que son enteramente nulas. Y aun añaden á
ésto un símil bastante grosero ; á saber, que son en cierto
modo como una nariz de cera que se puede componer y
doblar de todas suertes, y servir al intento de cada
uno (132.). i Iguorará el Pontífice que dicen tales co
sas sus partidarios ? ¿ ó no sabrá acaso que tiene tales
Patronos ?
Pues oiga cuan santa y piadosamente escribe en este
particular un tal Hosio, Obispo Polaco (segun dice él de
sí mismo), hombre en verdad elocuente y nada ignorante,
al par que accérrimo defensor de su causa ; y opino se ha
de admirar de que un hombre con pretensiones de piadoso
haya podido sentir con tanta impiedad, ó escribir tan in
juriosamente de aquellas palabras que supiera él mismo
habian salido de la boca de Dios ; queriendo sobre todo
que fuese tenido su dictámen,' no por propio y peculiar
suyo, sino como el comun de todos los Papistas.
"Nosotros," dice (133.), "encargarémos huir esas
mismas Escrituras, de las cuales vemos alegarse ya tantas
interpretaciones, no solamente diversas sino tambien con
trarias ; y oirémos mejor á Dios que habla, que convertir
nos á estos pobres elementos y fundar en ellos nuestra
salud. No conviene estar versado en la Ley y en la Es
critura, sino ser enseñado por Dios. Es vano el trabajo
que se emplea en las Escrituras, porque ellas son una
criatura y un elemento defectuoso." Esto habla Hosio,
cabalmente con el mismo espíritu y temple que en otro
tiempo Montano y Marcion, quienes segun cuentan solían
decir, al desechar con menosprecio las Escrituras, que
(132.) Phigius ¡n Hierarcbia. (133.) Hossius in lib. de expresso
Verbo Dei.
f3
54
sabian ellos muchas mas y mejores cosas que supieran
jamás Cristo y los Apóstoles. ¿ Y qué dirémos ahora ?
¡ O columnas de la Relijion ! ¡ O sobrestantes de la Igle
sia de Cristo ! ¿ E» ésta por ventura la veneracion que
prestais á la divina palabra ? < Nos mandaréis desechemos,
cual si fuesen indignas de ser oídas por vosotros, las Es
crituras Santas, las que dice Pablo fueron divinamente
inspiradas, las que manifestó Dios con tantos milagros, en
las que se hallan impresos vestijios ciertos del mismo
Cristo, las que citáran en calidad de prueba, cuando era
menester, todos los Santos Padres, los Anjeles, los Após
toles, y el mismo Hijo de Dios, Jesucristo ? ¿ Impondréis
vosotros silencio á Dios mismo que manifiestamente os
habla en las Escrituras, ó llamaréis nada mas que pobre y
muerto elemento á aquella palabra por la cual solamente
nos reconciliamos con Dios, como dice S. Pablo, y á la
que el Profeta David llama santa é inmaculada, y que ha
de durar para siempre? (134.) ¿O diréis que en vano
ponemos toda nuestra solicitud en aquello que Cristo nos
mandó (135.) rejistrar cuidadosamente y tener de continuo
á la vista ? < O pensais que Cristo y los Apóstoles qui
sieron engañar á los hombres cuando los ecsortaban al
estudio de las Sagradas Letras, para que abundasen, por
medio de ellas, en toda ciencia y sabiduría ? Ya no es de
estrañar que los que en tan poco estiman al mismo Dios y
á sus oráculos, nos desprecien á nosotros y á todas nues
tras cosas. Pero ha sido una necedad el hacer tan grave
injuria á la palabra de Dios con el fin de injuriarnos á
nosotros.
Y, como si todavía ésto no fuera bastante, entregan al
fuego las sacrosantas Escrituras, como el impío Rey Aza
hizo en otro tiempo, ó como Antioco y Maximino, y las
llaman (136.) libros de los herejes; y dan muestras de
querer hacer con ellas lo mismo que por adquirir el poder
hiciera antiguamente Heródes en Judéa. Pues éste, sien
do Iduméo, estraño á la estirpe y sangre de los Judíos,
deseoso no obstante de ser tenido por Judío, á fin de ase
gurar mas, para sí y sus descendientes, el gobierno de la
Judéa que habia impetrado de Augusto César, mandó
(134.) Psalm. 19. v. 8. (135.) John. . v. 39. (136.) Africanus
apud Eusebium Eccl. Hist. lib. 1. cap. 7.
55
quemar todas las jenealojías que desde Abraham hasta
entónces habian aquellos guardado con sumo cuidado en
sus archivos, pudiéndose por ellas descubrir fácilmente
cualquier error sobre el linaje de cada uno, á fin de que
no quedára medio de saberse en adelante que él traia su
procedencia de ajena raía. Del mismo modo los Papistas,
queriendo que todas sus cosas se aprecien como instituidas
por Cristo y los Apóstoles, ó queman ó le trastornan al
Pueblo la6 Santas Escrituras, para que no quede por donde
poder refutar sus sueños y sus mentiras.
Muy bien y muy á propósito escribe contra ellos Cri~
sóstomo (137.). "Los herejes," dice, "cierran las
puertas á ia verdad, porque saben que si quedan abiertas,
la Iglesia no sería de ellos." Y Teofilacto : " la palabra
de Dios es la luz por la cual viene á ser descubierto el
ladron." Y Tertuliano : "La sagrada Escritura," dice,
" pone de manifiesto los fraudes y picardías de los here
jes." ¿ Y sinó porqué esconden, porqué suprimen el
Evanjelio que quiso Cristo fuese predicado desde los terra
dos ? ¿ Porqué meten bajo de un celemín aquella luz que
debe estar sobre un candelero ? ¿ Porqué confian, mas
que en la bondad de su causa, en la ceguedad é ignorancia
del vulgo ? ; Acaso piensan que no se conocen ya sus
manejos, ó que pueden andar hoy sin ser vistos cual si
tuvieran el anillo de Giges ? De sobra, de sobra saben
ya todos lo que encierra el archivo del pecho del Pontí
fice ; y esto mismo es una prueba de que los Papistas no
proceden con rectitud ni con veracidad. Efectivamente
debe con razon parecer sospechosa aquella causa que huye
el ecsámen y la luz ; porque quien obra mal, como dice
Cristo, busca las tinieblas, la luz la aborrece. El hombre
de conciencia pura, por el contrario, se presenta de buen
grado, para que puedan verse sus obras que traen de Dios
su oríjen. Pero no son ellos tan ciegos que no vean clara
mente que imperando las Escrituras será al punto destruido
su Reyno ; y que así como los ídolos de los Demonios, á
quienes se recurría antiguamente como á oráculos, enmu
decieron de repente al aspecto de Cristo cuando vino al
mundo, así ahora sus ardides todos caerán precipitada
mente á la presencia del Evanjelio; porque no será des-
(137.) In opere imperfecto.
56
trnido el Ante-Cristo sino con el resplandor de la venida
de Cristo (138.).
Por cierto que nosotros no recurrimos como ellos á las
llamas, sino ;í las Escrituras ; ni con el hierro les asedia
mos, sino con la palabra de Dios. Con ella, segun la
espresion de Tertuliano, alimentamos nuestra fé ; con ella
ertjimos nuestra esperanza; con ella afirmamos nuestra
confianza, pues sabemos que el Evanjelio de Jesucristo es
la virtud de Dios para la salvacion (139. ), y que en él
está la vida eterna. Así que no damos oidos, segun nos
amonesta S. Pablo, ni á un ánjel que bajando del cielo
tratára de retraernos de alguna parte de esta doctri
na (140.). Mas todavía, "ni aun al mismo Dioa
creeríamos," como dice el piadosísimo Justino Mártir,
"si nos enseñára otro Evanjelio." Y en cuanto á repu
diar las sagradas Escrituras como mudas é inútiles, y
apelar mas bien á que Dios bable en la Iglesia y en Jos
Concilios, segun Lacen los Papistas, ésto no es mas que
apelar á sus propias opiniones y sentencias; es un medio
de hallar la verdad, sobremanera incierto y peligrosísimo,
en cierto modo fanático, y desaprobado por los Santos
Padres. Crisóstomo dice, " que hay muchos que se jac
tan de poseer el Espíritu Santo, mas que los que hablan
de suyo se glorían en vano de tenerlo. Pues así como
Cristo negaba hablar de sí mismo cuando hablaba de la
Ley y los Profetas, del mismo modo si á nombre del
Espíritu Santo se nos introduce ahora alguna cosa ademas
del Evanjelio, no debe ser creida : porque como Cristo es
el complemento de la Ley y de los Profetas, así el Espirita
Santo es el complemento del Evanjelio." Hasta aquí
Crisóstomo.
(133,) 2. Thess. ii. 8. (139.) Rom. 1. v. 16. (140.) Gal. 1. v. 8.
CAPITULO V.
Sobre las respuestas y objeciones sacadas de los Padre*
y Concilios.
Pero acaso nuestros contrarios, aunque no tienen en su
favor las Escrituras Santas, estarán apoyados no obstante
en los antiguos Doctores y Santos Padres ; pues se vana
glorian altamente de tener de su parte toda la antigüedad
y el perpétuo consentimiento de todos los tiempos, mién
tras afirman que todo lo nuestro es nuevo, reciente, y
hasta ha muy pocos años nunca oido.
Por cierto que nada mas grave puede decirse contra la
Relijion que acusarla de novedad ; pues así como en Dios
no puede haber cosa nueva, tampoco es conveniente que
la haya en su culto. A pesar de ésto no sabemos porqué
ha sucedido siempre, desde el principio del mundo, que
cuantas veces ha Dios revelado ó manifestado su doctrina
á los hombres, ha sido llamada reciente y nueva por los
impíos y enemigos suyos, sin embargo de ser ella antiquí
sima y aun eterna. El impio y sanguinario Haman, para
concitar el odio público contra los Judíos, los acusó así
ante el Rey Asuero : " Rey," le dijo, " aquí tienes un
Pueblo que usa de ciertas leyes nuevas, pero contumaz y
rebelde á todas las tuyas" (141.). Pablo, en Aténas,
cuando empezó la manifestacion y predicacion del Evan-
jelio, fué tambien llamado (142.) anunciador de nuevos
Dioses, es decir, de una Relijion nueva. " ¿ Y podrémos
saber de ti," le preguntaron, " cual sea esta nueva doc
trina ? " Escribiendo de intento Celso contra Cristo, para
con el nombre de novedad hacer despreciable su Evanjelio>
" i Por ventura," dice, "despues de tantos siglos ha te
nido al fin Dios tan tardío acuerdo?" Eusebio refiere
tambien (143.), "que en un principio fué llamada la
Relijion Cristiana, por vía de desprecio, nueva y pere
grina. " De esta suerte nuestros contrarios condenan
(141.) Ester 3. v. 8. &c. (142.) Actos 17. v. 18 y 19. (143.) Eu-
Scb. Eccles. Hist. lib. 1. cap. 4.
58
como estrenas y nuevas todas nuestras cosas, al paso quer
ías suyas, cualesquiera que sean, pretenden sean aprecia
das como ciutiquísimas. A la manera que los magos y
hechiceros que tienen pacto con el Demonio, suelen hoy
decir que sus libros y todos sus ocultos misterios los tienen
de Atanasio, de Cipriano, de Moysés, de Abel, de Adan-, y
hasta del Arcánjel Rafael, para que se juzgue su arte mas
escelsa y sublime, habiendo tenido tales Patronos y au
tores ; así los Papistas, para mejor y mas fácilmente
recomendar la Relijion que ellos mismos 6e han forjado,
y ésto no ha mucho tiempo, suelen decir á los necios, los
cuales ni piensan en lo que hacen ni en lo que se practica, .
haberla recibido de Agustín, de Gerónimo, de CrisóstomOj
de Ambrosio, de los Apóstoles, del mismo Cristo.
Saben ellos muy bien que nada hay mas popular ni -
mas grato al vulgo que estos nombres. < Pero qué si las
mismas cosas que ellos pretenden sean tenidas por nuevas -
se halla que son antiquísimas ? ¿ y qué si al cabo vienen á
resultar recientes y nuevas, ecsaminadas con rigor y es-
quisita dilijencia, las mas de aquellas que nos. predican
con tanto énfasis á nombre de antiguas ?
A la verdad, las leyes y ceremonias de los Judíos, -- aun
cuando Hamau las acusára de nuevas, no podian parecer
tales á cualquiera que pensase rectamente, porque estaba»
consignadas en tablas de una antigüedad muy remota.
Cristo tambien, aunque muchos juzgasen que se habia
apartado de Abraham y de los antiguos Patriarcas para
fundar en su propio nombre una Relijion nueva, respondió
muy justamente : " Si creyeseis á Moysés, á mi tambien
me creeríais (144.), que no es tan nueva mi doctrina:,
pues Moysés, autor antiquísimo, á quien todo lo atribuís
vosotros, habló de mi." San Pablo dice que el EvanjeKo
de Jesucristo, aunque muchos le reputen por nuevo, tiene
sin embargo el testimonio mas antiguo de la Ley y de los
Profetas. Ahora bien, nuestra doctrina, que mas propia
mente podemos llamarla doctrina Católica de Jesucristo, no
es tan nueva que no nos la haya recomendado el Antigua
de dios, Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, en el
Evanjelib y en los Libros de los Profetas y de los Após
toles, monumentos los mas antiguos ; y á nadie podrá ahora
(144.) Joan 5. v. 46.
59
.-parecer nueva sino á aquel que se le antoje tal la fé de los
Profetas, ó el Evanjelio, ó Cristo mismo. Pero si tan
antigua es la Relijion de nuestros adversarios como quie
ren ellos mismos suponerla, ¿ porqué no exhiben la prueba
con ejemplos de la Iglesia primitiva, con los Padres y Con
cilios antiguos ? ¿ Porqué una causa de tanta antigüedad
yace abandonada sin defensor por tanto tiempo ? Ello es,
que siempre han echado mano del hierro y del fuego ;
.pero de los antiguos Concilios y Padres han guardado un
silencio profundo. Y á fé que habrian sido unos necio»
en empezar por esas tan sangrientas y feroces pruebas, si
hubiesen podido hallar otras mas fáciles y suaves. "Mas
si realmente tienen entera conñanza en la antigüedad, y
no usan de ninguna estratajema, ¿ porqué el Inglés Juan
Clemente no ha mucho tiempo que, á la vista-de varones
buenos y dignos de crédito, hizo pedazos- y arrojó al fuego,
en la confiansa de que no podria nunca hallarse otro ejem
plar, algunas «jas del antiquísimo PadreTeodoreto, Obispo
Griego, en las cuales clara y manifiestamente enseñaba que
no deja de ecsistir la naturaleza del pan en la Eucaristía ?
i Porqué niega Alberto Pygio que el antiguo Padre Agus
tín pensó rectamente sobre el pecado orijinal ? ¿Porqué
dice que yerra y no usa de buena dialéctica acerca del ma
trimonio contraído despues de hacer voto (145.), cuyo
matrimonio afirma el mismo Agustin que es válido y no
puede rescindirse ? . ; Porqué al dar á luz hace poco
tiempo una edicion del antiguo Padre Orígenes, sobre el
Evanjelio de San Juan, omitieron todo el capítulo sesto,
el cual- es ^creíble, ó mas bien cierto, contuviera muchas
cosasssobre Eucaristía contra nuestros adversarios, y mas
quisieron publicar -un libro falto \146.)., mutilado, que
aventurarse á darlo íntegro porque así condenaba sus
errores ? ¿ Es por ventura fiarse en la antigüedad el des
pedazar, suprimir, truncar, y quemar los escritos de los
primeros Padres? Es digno de notar entre tanto cuan
lindamente acuerdan, en puntos de relijion, con aquellos
Padres que tanto se jactan de tenerlos en favor suyo.
Los Padres del Concilio Eliberitano (147.) decretaron,
(145.) Caus. 27. c. 4. nuptiarura bonum. In controversiis.
(146.) Aun ecsiste el tal libro, y circula mutilado. (147.) Cele
brado en el año del Señor 305.
fio
*' «fue no se pinte en los templos aquello á qne el Pueblo
'da culto." El antiguo Padre Epifauio dice, " que es ini
quidad horrible y una maldad que no debe tolerarse, el
que alguno ponga en los templos de los Cristianos pintada
imájen alguna, aunque sea la de Cristo mismo." Pues tos
Papistas tienen llenos de imájenes y estátuas sus templos,
como si no hubiera Relijion sin ellas. Los antiguos Padres
Orígenes y Crisóstomo (148.) exhortan al Pueblo á la
lectura de las Escrituras Santas, á que se asocien para
comprar libros, y á que razonen entre sí sobre las cosas
sagradas en sus casas, los maridos con sus mujeres, los
padres con sus hijos. Aquellos, al contrario, condenan
como elementos muertos las Escrituras, y hacen cuanto
pueden por apartar de ellas al Pueblo. Los antiguos Pa
dres Cipriano, Epifanio y Gerónimo, dicen (,149.), que si
alguno hace voto de vivir célibe y despues vive impura
mente sin poder refrenar el fuego de sus concupiscencias,
es mejor que se case y comporte honestamente en el es
tado de matrimonio; y el antiguo Padre Agustin juzga
ser válido y firme ese mismo matrimonio, y que no debe
revocarse. Los Papistas á aquel que una vez se ha ligado
con voto, aunque se abrase despues, aunque se dé á las
mujeres, aunque se corrompa lo mas torpe y criminal
mente, no le permiten sin embargo casarse ; ó si llegáre á
hacerlo, tienen por nulo el tal matrimonio, y enseñan que
es mejor y mas santo tener *ina concubina ó una ramera.
El antiguo Padre Agustin se lamentaba de la multitud de
vanas ceremonias con que ya en su tiempo veía se tenian
oprimidos los ánimos y conciencias de los fieles : los Pa
pistas, cual si Dios no se cuidase sino de ceremonias, las
han aumentado tanto, que apénas en sus templos y en su
«ulto han dejado otra cosa. El antiguo Padre Agustin
niega (150.) sea lícito el que un monje viva en la pereza
y en el ocio, y que bajo la apariencia y capa de santidad
se sustente de lo ajeno.; y «1 antiguo Padre Apolouio dice
que el que así pasa la vida al ladron se asemeja. Los
Papistas tienen, no sé si diga manadas ó tropas de frailes,
(148.) Originis in Levitic. c. 6. Chrysos. in Mat. hom. 2. Id.
in Joan. hom. 31. (149.) Cyprian lib. 1. epist. 11. Epiphan.
contra Apostólicos, Ha;r. Gl. Hieron. ad Demetriadem. (150.) De
opere monachorum.
61
que no haciendo nada absolutamente, ni simulando siquiera;
ó aparentando especie alguna de santidad, viven sin em
bargo no así como quiera, sino rebosando en la abundancia
á costa del sudor ajeno. El antiguo Concilio (151.)
Romano decretó no asistiera nadie á los oficios sagrados
de aquel Ministro del cual se supiera positivamente que
mantenía una concubina. Los Papistas las dan á sus Sa
cerdotes en arriendo por cierto precio, y despues hacen á
los hombres asistir á sus sacrilejios á la fuerza. Los
antiguos Cánones Apostólicos mandan (152.) sea remo
vido de su oficio aquel Obispo que quiera al mismo tiempo
ejercer la Majistratura civil y el ministerio Eclesiástico.
Los Papistas ejercen ámbas Majistraturas, y quieren ejer
cerlas en todas sus partes, ó mas bien, apénas atienden á
la que principalmente les incumbe, sin que por eso haya
absolutamente quien mande la separacion de ellos. El
antiguo Concilio Gangrense ordena no haga nadie tal dis
tincion entre el Presbítero célibe y el casado, que por solo
el celibato juzgue ser el uno mas santo que el otro. Los
Papistas de tal suerte los diferencian, que piensan son
profanadas todas sus cosas sagradas cuando una persona
casada, por mas piadosa y justa que sea, las administra.
El antiguo Emperador Justiniano (153.) mandó que en el
sagrado ministerio se dijera todo en voz clara, y bastante
alta y distinta, á fin de que el Pueblo sacase de ello algun
fruto. Los Papistas, para tener al Pueblo en ignorancia,
dicen sus cosas todas entre dientes, no solo en voz baja y
obscura, sí que tambien en lengua estraña y desconocida.
El Concilio antiguo de Cartago (154.) determina, que en
las sagradas renniones no se lea nada sino las Escrituras
Canónicas. Los Papistas leen en sus templos las cosas
que ellos mismos saben que son meros embustes y fábulas
insulsas. Pero si alguno tiene estas determinaciones por
débiles y de poca estima, como emanadas de Emperadores
y algunos inferiores Obispos, y no de Concilios Plenos y
Generales, y gusta mas del nombre y autoridad del Papa,
sepa que el Papa Julio prohibe espresamente á los Pres
bíteros poner pan en el cáliz (155.) cuando celebran los
(151.) Can. 3. (152.) Can. 8. (153.) In Novellis Const. 123.
(154.) Tertium Carth. cap. 47. (155.) De cons. dist. 2. cum enim
nenio.
o
62
sagrados misterios. Ellos, contra el decreto del Papa Julio,
dividen el pan y lo sumerjen en el vino. El Papa Cle
mente niega que sea lícito á ningun Obispo manejar ámbas
espadas ; " y si quieres tener una y otra (dice), á tí mis
mo te engañarás y á los que te oigan." El Papa en el
dia se atribuye las dos y las maneja ; por lo que no debe
estrañarse haya sucedido lo que dice Clemente, á saber,
que se haya engañado é sí mismo y á aquellos que le es
cucháran. El Papa Leon dice que en el templo no es
lícito decir al dia sino una sola Misa : los Presbíteros
Papistas diariamente dicen, en una misma Iglesia, muchas
veces diez, no pocas veinte, otras treinta, y aun muchas
mas bien á menudo ; de manera que el pobre espectador
apénas puede saber hácia donde deba principalmente vol
verse. El Papa Gelasio dice que si uno divide la Eucaristía
y toma una sola parte dejando la otra, obra muy mal y
comete sacrilejio : nuestros contrarios, en oposicion á
dicho Papa y á la palabra de Dios, mandan se dé al Pueblo
una sala especie Eucarística, y de consiguiente ponen á
sus Sacerdotes en la precision de ser sacrilegos.
Aunque dirán ahora que todas estas cosas están ya an
ticuadas y muertas por el mismo uso, no obstante, para
que todos vean el crédito que 6e ha de dar á estos hom
bres, y con qué designio convocan ellos sus Concilios,
ecsaminemos con brevedad cuan dilijentemente observan lo
que en los años prócsimos pasados, en un Concilio pú
blico lejítimamente convocado (cuya memoria está todavía
reciente), decretaron ellos mismos que debiarelijiosamente
observarse. En el Concilio de Trento, hay apénas catorce
años, se decretó por comun acuerdo de cuantas órdenes
asistieron á aquella asamblea, que ningun Presbítero tu
viera dos beneficios á un mismo tiempo. < Y qué se ha
hecho de aquel decreto ? < Si se habrá tambien anticuado
y muerto tan pronto ? porque ellos no solamente dos be
neficios, sino tambien muchas Abadías, y frecuentemente
dos ó tres, y hasta cuatro Obispados confieren á uno solo ;
y ésto no solamente á un ignorante, sí que tambien á un
militar no raras veces. En el mismo Concilio se decretó, que
debian todos los Obispos predicar el Evanjelio : los suyos
ni predican, ni al púlpito suben nunca, ni piensan siquiera
que ésto pertenece de algun modo á su ministerio. ¿A
qué pues esa ostentacion de la antigüedad ? ¿A qué glo-
N
63
ríarse en los nombres de los antiguos Padres y de los
nuevos y viejos Concilios ? ¿ A qué quieren aparentar
que están fundados en la autoridad de ellos, cuando los
desprecian á su antojo, siempre que les pareoe ? (156.)
Pero el alma se alegra de tratar mas bien con el mismo
Pontífice, y en su misma presencia decirle : " Pontífice
piadoso, tú que tanto ruido haces con las cosas antiguas,
y tanto te glorías de que á tí solo te son adictos todos los
Padres, dínos cual de éstos te apellidó jamas Sumo Pon
tífice, ú Obispo Universal, ó Cabeza de toda la Iglesia ?
i Cual dijo que ámbas espadas te se han entregado ? ; Cual
que tú tienes el derecho y autoridad de convocar Conci
lios ? ¿ Cual que tu Diócesis es todo el mundo ? ¿ Cual
que de tu plenitud reciben todos los Obispos ? < Cual
que te se ha dado toda potestad tanto en el cielo como en
la tierra ? ¿ Cual que no puedes tú ser juzgado ni por
los Reyes, ni por todo el Clero, ni por todo el Pueblo ?
I Cual que los Reyes y Emperadores reciben de tí su poder,
por mandato y voluntad de Cristo ? ¿ Cual que por un es-
quisito cálculo matemático eres setenta y siete veces mayor
que los Reyes mas poderosos ? ¿ Cual que te ha sido
dado mas poder que á todos los Patriarcas ? ¿ Cual que
eres Dios y Señor, ó mas que hombre, ó un cierto misto
compuesto de Dios y hombre ? ¿ Cual que eres la fuen-
te (157.) única de todo derecho ? ¿ Cual que tienes mando
en el Purgatorio ? ¿ Cual que puedes, á tu arbitrio, impe
rar á los ánjeles ? ¿ Cual que eres el Rey de los Reyes y
el Señor de los Señores ? Aun pudiéramos decir muchas
mas cosas de este jaez. De todos los antiguos Obispos
y Padres ; quien te enseñó jamás dijeses Misa privada
á vista del Pueblo, y que alzases la Eucaristía sobre la
cabeza, en lo cual toda tu Relijion al presente consiste ;
ó que truncáras los sacramentos de Cristo y defraudáras el
Pueblo de una parte de ellos en contra de lo que Cristo
instituyó y mandó espresamente ? Y, para una vez con
cluir, i quien de todos los Padres te enseñó que dispen
sases la sangre de Cristo y los méritos de los santos
(156.) De major. et obed. Unam sanctum. In extrav. Bonifa-
cii VIII. Durandus. Concil. Lat. sub. Julio 2. Dis. 9. Innocen.
De major et obed. solí. In extravag. Joan. 22. Cum Ínter non-
nullos. In glossa fmali. In eiiit. impressa Earisiis, 1503.
(157.) Antonius de Roselüs.
g2
C4
Mártires, y que, á uso de mercadería, vendieses publica
mente tus iuduljencias y todos los tiempos del Purgatorio ?"
Están acostumbrados los Papistas á hacer alarde de su
profunda erudicion, y de cierta arcana doctrina suya. Ex
hiban pues, si pueden, alguna maestra de ello, para que
al ménos se vea que han leido y saben alguna cosa.
Por todas partes han publicado muchas veces, á voz en
cuello, que todos los puntos de su Relijion son antiguos,
y que no solo están aprobados por la jeneralidad del Pue
blo, sino tambien por el consentimiento y no interrumpida
práctica de todos los tiempos y naciones. Pues presenten
una vez alguna prueba de esa antigüedad suya; hagan ver
que esas cosas de que tanto blasonan, se hallan tan um
versalmente recibidas. Muestren que todas las naciones
Cristianas han consentido unánimemente en la Relijion de
ellos. Pero ellos mismos, como hemos dicho, huyen de
sus propios decretos, y han abolido en tan corto tiempo
las cosas que ha muy pocos años habian establecido para
que continuáran siempre. ; Cómo, pues, ha de fiarse
nadie de ellos en cuanto al uso que hacen de los Padres,
-antiguos Concilios y Sagradas Letras ? No, no tienen
ninguna de esas cosas de que tanto se glorían ; ni la an
tigüedad, ni la universalidad, ni el asenso de todos los
tiempos y lugares. No lo ignoran ellos, y aunque mas
quisieran disimularlo, á veces no obstante lo confiesan
abiertamente ; y por eso el decir que son de tal naturaleza
las decisiones de los antiguos Concilios y Padres, que
pueden algunas veces mudarse, puesto que en tiempos
distintos acomodan tambien á la Iglesia distintos decretos.
De este modo se ponen á cubierto bajo el nombre de Igle
sia, y engañan á los incautos con una vana sofistería. De
admirar es por cierto que los hombres sean tan ciegos que
no puedan ver todo ésto, ó tan sufridos, si lo conocen, que
puedan con tanta facilidad y calma tolerarlo.
Mas como han ordenado la derogacion de ciertas cosas,
por ser ya demasiado viejas y desusadas, quizá las hayan
sustituido con otras mejores y mas titiles ; porque suelen
dejarse decir, que ni los Apóstoles ni el mismo Cristo, si
apareciesen de nuevo, podian administrar mejor ni mas
santamente la Iglesia de Dios que lo hacen ellos en el dia.
Verdad que han sustituido unas cosas á otras ; mas ha
«ido, segun la espresion de Jeremías, paja por trigo ¡
fio
"han sido, como dijo Isaías, cosas que Dios no demandó" de
ellos. Han obstruido todos los veneros de agua viva, y
cavado para el Pueblo de Dios ruinosas y sucias cisternas
llenas de lodo é inmundicias, que ni tienen agua pura ni
pueden tenerla. Han quitado al Pueblo la sagrada comu
nion, la palabra de Dios que debiera ser todo su consuelo,
el verdadero culto del Ser supremo, el recto uso de los
sacramentos y de las oraciones, y de suyo nos han dado,
para que entre tanto nos sirva de recreo, sales, aguas,
aceites, salivas, ramitos, bulas, jubileos, indulgencias, cru
ces, zahumerios, un ceremonial inmenso, y varios juguetes.
En estas cosas han hecho consistir toda la Relijion ; con
ellas han enseñado que podemos debidamente aplacar á
Dios ; que podemos ahuyentar los Demonios ; que se pue
den tranquilizar las conciencias de los hombres. Tales
son, segun ellos, los adornos y flores de la Relijion Cris
tiana ; las cosas gratas y aceptables á los ojos de Dios ;
las que han debido venir en estima, dejando á un lado las
instituciones de Cristo y de los Apóstoles. Y así como
en otro tiempo el impío Rey Jeroboam, habiendo quitado
el culto de Dios y llevado el Pueblo á adorar los becerros
de oro, no sea que despues mudaran de propósito y apar
tándose de él se volviesen á Jerusalem al templo del
Señor, los exhortó á la constancia, diciéndoles en un largo
discurso : " Estos, ó Israel, son tus Dioses ; de este modo
os mandó vuestro Dios que le diérais culto, porque os será,
muy pesado y molesto hacer un viaje tan largo, y subir
todos los años á Jerusalem para saludar y adorar al Se
ñor : " del mismo modo nuestros contrarios, habiendo
hecho nula la ley de Dios por amor de sus tradiciones, no
sea que el Pueblo abriera despues los ojos y se inclinára
á otra cosa y buscára por otra parte un medio mas cierto
de su salud, ¡ ó cuantas veces han clamado ser éste aquel
culto con que se agrada á Dios, y el que ecsije de nos
otros, y con el que, cuando le ofendemos, quiere ser apla
cado ! Que con estas cosas se halla conforme toda la
Iglesia; que con ellas se espian todos los pecados y se
tranquilizan las conciencias ; que no hay esperanza de
salvacion para aquel que de ellas se aparte ; y que es
pesado y molesto para el Pueblo el mirar á Cristo, á loa
Apóstoles y á los antiguos Padres, y el estar de continuo
indagando cual sea la voluntad de ellos v sus preceptos.
g3
66
i Y es ésto preservar al Pueblo de los deleznables ele
mentos del mundo, de la levadura de los Escribas y Fari
séos, y de humanas tradiciones ? ¿ Debieron anularse los
preceptos de Cristo y sus Apóstoles para reemplazarles
con las tradiciones de los hombres ? ¡ Ah, que motivo taa
iusto para haber desechado la antigua doctrina ya por
muchos siglos aprobada, é introducido una nueva forma de
Kelijion en la Iglesia de Jesucristo ! A pesar de todo,
claman los Papistas que nada debe en ella alterarse, esté
como estuviere al presente ; que con las cosas actualmente
en uso se satisfacen los ánimos de los hombres ; que la
Iglesia de Roma las ha decretado, y ella no puede errar
por ser norma y regla de la verdad, como dice Silvestre
Prierias, y tambien que de ella reciben las Escrituras san
tas su autoridad y su crédito. " La doctrina de la Iglesia
Romana," dice el mismo, "es la regla infalible de la fé,
de donde reciben su fuerza las sagradas Escrituras : y no
por la autoridad de éstas, sino por la de los Romanos Pon
tífices, que es mayor todavía, hemos conocido las Indul
gencias. " Tampoco se detiene Pygio en asegurar, "que
sin el permiso de la Iglesia Romana no debe darse crédito
ni aun al lugar mas claro de la Escritura." Viene á ser
lo mismo que si alguno no pudiendo hablar Latin coa
propiedad y pureza, pero sí con rapidez y estraordinaria
facilidad la jerigonza de ciertas palabras á estilo forense,
dijera que todos los demas debian usar el mismo dialecto
que ha muchos años usaron Mammetrecto 6 Cathoücon, y
el que se usa aun en los tribunales de justicia, en razon á
que así podría suficientemente entenderse lo que se diga,
y satisfacerse á todos ; y porque al fin sería ridículo per
turbar ahora todo el mundo con un nuevo modo de hablar,
y resucitar la antigua pureza del lenguaje, y la elocuencia
de Ciceron ó de César.
Tanto sin duda deben los Papistas á las tinieblas é ig
norancia de los pasados tiempos. Muchas cosas, dice
Plinio, suelen tenerse en estima tan solo porque han estado
alguna vez dedicadas á los templos de los Dioses : del
mismo modo vemos hoy nosotros muchas cosas aprobadas
y tenidas en grande aprecio por estos hombres, no porque
las crean ellos de tanto mérito, sino solamente porque han
sido recibidas por la costumbre, y dedicadas al templo de
Dios en cierta manera.
67
Pero nuestra Iglesia.dicen ellos,no puede errar. De creer
es digan ésto por el mismo estilo que solian antiguamente
decir los Lacedemonios, que no se podía bailar en toda su
República un adúltero, cuando en la realidad mas bien lo
eran todos, usando de nupcias inciertas y de la comunidad
de mujeres : 6 como por amor al vientre es hoy costumbre
entre los Canonistas decir del Papa (158.1 que siendo
Señor de todos los beneficios, aunque venda los Obispados,
las sfbadías, los Sacerdocios, y nada deje salir de sus ma
nos gratuitamente, sin embargo, como dice que todas estas
cosas son suyas, por mas que quiera no puede cometer
Simonía (159.). Mas qué fundamento tenga ésto, y con
qué razon se afirme, no lo vemos nosotros ; quizá porque
los Papistas hayan hecho con la Verdad lo que los anti
guos Romanos con la Victoria, que una vez que les viniera
le cortaron las alas para que no se les pudiera escapar en
lo sucesivo. ¿ Pero qué si les dice Jeremías, segun ya
hemos referido, que esas sus palabras son palabras de
mentira ? ¿ Qué si les vuelve á decir el mismo Profeta
que aquellos que debieran ser los viñadores son los que han
disipado y perdido la viña del Señor ? ¿ Qué si les dice
Cristo que los que debian tener mas cuidado del Templo
del Señor, lo han convertido en cueva de ladrones ? En
verdad que si la Iglesia Romana no puede errar, preciso
es que su dicha sea mayor que la prudencia de los que la
gobiernan ; porque la vida de éstos es tal, y tal su doctrina
y cuidadoso esmero, que por ellos no solamente puede la
Iglesia errar, sino tambien perecer y totalmente estin-
guirse. En efecto, si puede errar aquella Iglesia que se
ha apartado de la palabra de Dios, de los preceptos de
Cristo, de las instituciones de los Apóstoles, de los ejem
plos de la Iglesia primitiva, de las decisiones de los anti
guos Padres y Concilios, de sus propias determinaciones,
y que no quiere estar sujeta á leyes algunas, ni viejas, ni
nuevas, ni suyas, ni ajenas, ni humanas, ni divinas, es in
dudable que la Romana no solamente puede errar, sino
que de hecho ha errado del modo mas vergonzoso y de
testable.
Mas fuisteis de los nuestros, nos dirán, y ahora os ha-
(158.) Summa Angelica, in dictione Papse. (159.) Tueodoricus
de Schismate.
C8
beis hecho apóstatas, y separadoos de nosotros. Verdad
que nos hemos separado de ellos, y por lo mismo damos á
Dios rendidas gracias y nos regocijamos en estremo ; pero
no nos hemos apartado de la primitiva Iglesia, ni de los
Apóstoles, ni de Cristo. Hemos sido educados entre
ellos en tinieblas y en ignorancia de Dios, como Moysés
lo fué en las escuelas y en el seno de los Egipcios. " De
vosotros fuimos," dice Tertuliano, "lo confieso, y no es
ísto de admirar ; porque los hombres no nacen Cristianos,
sí se hacen." ¿ Pero porqué han ellos bajado de sus siete
montes, en los que estuvo en otro tiempo situada Roma,
prefiriendo habitar en la llanura, en el campo de Marte ?
Dirán quizá que porque habian ya faltado en dichos mon
tes los conductos de las aguas, sin las cuales no podian
vivir cómodamente. Pues que nos concedan con respecto
al agua de 1a vida eterna, lo que con respecto á ¡a de pozo
quieren ellos «e les conceda. El agua habia ya faltado
entre ellos : los mayores, como dice Jeremías (160.), en
viaron sus inferiores á las aguas ; fueron á los depósitos, no
la encontraron, y volvieron miseros y sedientos con sus vasi
jas vacías. Los menesterosos y los podres, dice Isaías (161.),
buscaban las aguas, pero ninguna habia : secóse de sed la
lengua de ellos. Habian destruido todos los acueductos y
canales ; habian obstruido todos los manantiales, y llenado
de lodo y cieno la fuente de agua viva ; y como en otro
tiempo Calígula trajo al pais escasez y hambre cerrando
todos ¡los graneros, así estos hombres, habiendo obstruido
todas las fuentes de la palabra de Dios, habian reducido
al Pueblo á una sed miserable. Habian traido, como dice
el Profeta Amós (162.), el hambre y la sed sobre la tierra :
uo hambre de pan ni sed de agua, sino de oir la palabra
del Señor. En vano los infelices andaban errantes en
busca de una centella de luz divina para consuelo de sus
conciencias ; ésta habíase ya del todo apagado, no era
posible encontrar alguna. Tal era la condicion, éste el
estado deplorable de la Iglesia de Dios : vivíase en ella
miserablemente, sin Evanjelio, sin luz, sin consuelo alguno.
Por lo cual, aunque sea molesta á los Papistas nuestra
separacion, con todo deben tomar en consideracion cuan
justa causa hemos tenido para ella. Pues si dicen que de
(160.)Jerem. 14. v.3. (161.) Isa. 41. v. 17. (162.) Amos, 8. v. 11.
G9
ningun modo es lícito separarse de la sociedad en que ha
sido uno educado, pueden fácilmente condenar en nosotros
tanto á los Profetas, como á los Apóstoles, como á Cristo
mismo. ¿ Pero porqué no se quejan tambien de que Lot
se separó de Sodoma, Abrafaam de Caldéa, los Hebréos
de Egipto, Cristo de los Judíos y Pablo de los Fariséos ?
Pues si nunca puede haber causa justa para separarse, no
vemos porqué éstos no puedan tambien ser acusados de
facciosos y sediciosos.
Pero si nosotros, porque no hacemos todo lo que man
dan los Papistas hemos de ser condenados como herejes,
i en qué sentido lo deberán ser ellos, ó en qué concepto
se habrá de tener á los que desprecian los mandatos de
Cristo y de los Apóstoles ? Si nosotros somos cismáticos
por habernos segregado de ellos, ¿ qué nombre darémos á
los que, cual hijos ingratos, se separaron de los Griegos
(de quienes habian recibido la fé), de la Iglesia primitiva,
de Cristo mismo y de los Apóstoles ? Porque en realidad
de verdad los Griegos, los cuales profesan hoy la Relijion
y el nombre de Cristo, aunque tengan muchas cosas vicia
das, conservan todavía una gran parte de aquellas que
recibieran de los Apóstoles. Así que ni tienen Misas
privadas, ni Sacramentos mutilados, ni Purgatorios, ni
Induljencias ; y estiman en tanto los nombres de Pontífi
ces y sus pomposos títulos, que á cualquiera que pretenda
apellidarse Obispo universal ó cabeza de toda la Iglesia,
no dudarán decirle que es un soberbio, injuriador de los
demas Obispos sus hermanos, y un hereje.
Ahora bien, siendo muy claro é innegable que nuestros
contrarios han hecho defeccion de aquellos á quienes eran
dendores del Evanjelio, de la fé, de la verdadera Relijion,
y de su misma Iglesia, ¿ qué motivo tienen para no querer
ahora volver á los mismos que son en cierto modo las
fuentes de donde ellos han derivado su creencia ? ¿ Por
qué rehuyen conformarse á los tiempos de los Apóstoles
y de todos los Padres como si éstos nada hubiesen sabido ?
I Acaso saben ellos mas de la Iglesia de Dios, ó hacen ma
yor aprecio de ella, que aquellos que les transmitieron la
doctrina de la misma ? Confesamos habernos separado de
una Iglesia en la que no se oía la pura palabra de Dios, ni
se administraban rectamente los sacramentos, ni el nombre
de Dios se invocaba como era debido : de una Iglesia
70
«uyos patronos mismos declaran estar viciada en muchaí
cosas, y en la que nada habia capaz de inducir á un hom
bre prudente que pensára en su salvacion, á continuar
.unido á ella. Finalmente, nos hemos separado de la Igle
sia de hoy, no de la antigua ; y nos hemos emancipado de
ella á la manera que Daniel fué librado de la caverna de
los leones, ó como los tres niños del horno encendido : ni
puede con tanta propiedad decirse que nosotros nos hemos
separado, como que ellos nos han echado fuera con sus
crueldades y maldiciones.
Pero nos hemos unido á aquella Iglesia en donde ni
aun los mismos Papistas pueden negar, á querer decir la
verdad imparcialmente, que se administra todo con decen
cia y con órden, y en tan estrecha conformidad á las insti
tuciones de los primeros tiempos como nos ha sido posible.
Comparen nuestras Iglesias con las suyas, y conocerán
cuan torpemente se han separado ellos de los Apóstoles, y
cuan justamente nosotros de ellos. Pues nosotros, con
forme al ejemplo de Cristo, de los Apóstoles y Santos
Padres, damos al pueblo la Eucaristía íntegra : ellos contra
todos los Padres, contra los Apóstoles y contra Cristo
mismo, cometen el enorme sacrilejio, como dice Gelasio,
de dividir el sacramento y defraudar al Pueblo de una parte.
Nosotros hemos restituido la Cena del Señor á su insti
tucion primitiva, y administrándola á todos y á los mas
que ser pueda, hacérnosla Comunion en realidad, queremos
que sea lo mismo que se llama. Ellos lo han innovado
todo contra la institucion de Cristo, y de la sagrada Co
munion han hecho una Misa privada. De consiguiente
nosotros administramos al Pueblo la Cena del Señor,
miéntras ellos le presentan un vano espectáculo.
Nosotros afirmamos con los mas antiguos Padres, que
el cuerpo de Cristo no lo comen sino los hombres piadosos
y fieles y cuantos estén adornados del espíritu de Cristo :
ellos enseñan, que el mismo cuerpo de Cristo, real y sus-
tancialmente, para valernos de su misma espresion, no solo
puede comerse por los infieles é impíos, sino tambien, lo
que es horrible decirlo, por los perros y los ratones.
Nosotros oramos en los templos, de modo que, como
enseña S. Pablo (163.), pueda entender el Pueblo lo que
(163.) I Cor. 14. v. 16.
71
pedimos, y responder todos juntos Amen : ellos, como me
tal que suena, dan voces desconocidas y estrañas en los
templos, sin intelijencia, sin sentido, y sin objeto ; y
hacen ésto con el solo designio de tener al Pueblo en una
completa ignorancia.
Y para no referir todas nuestras diferencias (pues nunca
acabaríamos), nosotros vertimos las sagradas Escrituras en
todas las lenguas : ellos apénas permiten que esté en al
guna. Nosotros invitamos al Pueblo á que lea y oiga la
palabra de Dios : ellos hacen cuanto pueden por retraerle
de ésto. Nosotros deseamos que nuestra causa sea de
todos conocida : ellos huyen el juicio público. Nosotros
nos fundamos en la ciencia : ellos en la ignorancia. Nos
otros confiamos en la luz : ellos en las tinieblas. Nos
otros veneramos, como es debido, los escritos de los
Apóstoles y de los Profetas : ellos los entregan á las
llamas. Finalmente, nosotros en causa que es de Dios,
al juicio de Dios solamente queremos atenernos : ellos
quieren estar al suyo propio. Todo lo cual, si ellos qui
sieran pesarlo y compararlo imparcialmente y con resolu
cion de oir y aprender, no solamente aprobarían el que
hayamos abandonado sus errores y seguido á Cristo y sus
Apóstoles, si que tambien renunciarían á sus propias opi
niones, y de muy buen grado se unirían á nosotros.
CAPITULO VI.
Del grande aprecio que hacemos de los Concilios, y poco
caso que de ellos hacen los Papistas.
Dirán qne al cabo fué una maldad el emprender estas
cosas sin un sagrado Ecuménico Concilio, en el cual está
toda la fuerza de la Iglesia, y al que Cristo prometió que
asistiria siempre. Pero sin consideracion á ningun Con-
/
72
cilio han violado ellos los mandatos de Dios y los decretos
de los Apóstoles, y destruido, como ya hemos dicho, no
tan solo casi todas las instituciones de la Iglesia primitiva,
sino tambien sus dogmas. Y por otra parte, ésto de no
ser lícito innovar nada sino en los Concilios ¿ quien nos
lo ha dado como ley ? ¿ De donde han recibido los Papis
tas este mandato ?
Sin duda que fué bastante ridículo el proceder del Rey
Agesilao, el cual, estando cierto por el oráculo de la sen
tencia y voluntad del supremo Júpiter, llevó despues á
Apolo la misma causa para saber si en ella sería del mismo
dictámen que su padre. Pues aun mas neciamente obra
ríamos nosotros si oyendo á Dios mismo que nos habla
claro en las sacrosantas Escrituras, y sabiendo su voluntad
y sus preceptos, quisiéramos despues, cual si ésto no fuese
nada, referirlo todo á un Concilio ; lo cual no sería otra
cosa que ecsaminar si Dios y los hombres son de un mismo
dictámen, y si querían éstos confirmar con su autoridad los
divinos mandatos. < Pues qué, la verdad no será verdad,
ó Dios no será Dios, si no lo quiere y manda el Concilio ?
Si Cristo hubiera querido desde el principio que no se
enseñára ó predicara cosa alguna sin el beneplácito de los
Obispos, y hubiese referido á Anás y Cayfás toda su doc
trina, i donde estaría hoy la fé Cristiana, ó quien hubiera
oido jamás el Evanjelio ? Pedro (á quien el Pontífice
suele predicar con mucha mas frecuencia que á Jesucristo)
hizo una vigorosa resistencia al Concilio, y dijo' que era
mejor obedecer á Dios ántes que á los hombres (164.).
Y Pablo, despues que recibió el Evanjelio, no de los hom
bres ni por hombre alguno, sino por revelacion de Jesucristo,
no deliberó con la carne y la sangre, ni lo llevó á ecsámen
á sus parientes ó hermanos, sino que se marchó luego á
la Arabia á predicar, por autoridad de Dios, los divinos
misterios (165.).
A la verdad nosotros no despreciamos los Concilios ni
las renniones y conferencias de Obispos y hombres doctos,
ni hemos hecho nuestras cosas absolutamente sin Obispos
6 sin un Concilio. Pues todo se acordó en plena asam
blea, con deliberacion muy detenida, y despues de fre
cuentes renniones. Empero de este Concilio que ahora
(104.) Act. 4. v. 19. (105.) Gal. 1. v. 12, 10, 17.
73
finje el Pontífice Pio, en el que con tanta facilidad se con
denan los hombres, sin ser llamados, ni oídos, ni vistos ;
fácil es predecir qué debamos esperar 6 prometernos.
Nazianzeno, al ver en su tiempo cuan ciegos y obstina
dos se mostraban los hombres en tales asambleas, que se
dejaban llevar de sus pasiones, y que mas bien buscaban
la victoria que la verdad, declaró abiertamente (166.) que
jamás habia visto bueno el écsito de ningun Concilio.
I Qué diria, pues, si viviera en estos tiempos, y llegara á
entender los conatos de los Papistas } Porque entonces,
aunque cada cual abogaba por su causa, con todo se cono
cia de todas, y eran desechados por acuerdo comun y
jeneral los errores manifiestos de uno y otro partido. Pero
hoy ni se quiere que se discutan libremente las causas, ni
se permite, por mas errores que haya, que se corrija cosa
alguna.
Pues suelen los Papistas jactarse á menudo y descara
damente de que su Iglesia no puede errar, de que no hay
en ella ningun vicio, y de que á nosotros nada debe con
cedernos : ó que si tiene alguna falta, ésta debe ecsami-
narse por los Abades y Obispos, los cuales son la Iglesia
<ie Dios, y los que arreglan en ella todas las cosas. Decia
Aristóteles, que una ciudad no puede constar solamente
de bastardos : si los Obispos y Abades pueden componer
la Iglesia de Dios, véanlo ellos. Lo cierto es, que ni son
lejílimos sus Abades, ni sus Obispos lo son verdaderos.
Mas supongamos que son ellos la Iglesia, y que solo ellos
tienen de derecho voz y voto en los Concilios. Sin em
bargo, antiguamente, cuando la Iglesia de Dios (si es qué
ésta puede compararse á la de los Papistas) era muy bien
gobernada, dice Cypriano (167.) que eran invitados á co
nocer en los asuntos eclesiásticos así los Presbíteros como
los Diáconos, y aun alguna parte del vulgo.
; Pero y si los tales Abades y Obispos son unos igno
rantes ? ¿ Y si ni aun saben qué es Relijion, ni que ideas
acerca de Dios han de tenerse ? < Qué si la ley llegare á,
faltar del Sacerdote y el consejo de los ancianos ? ¿ Qué
si en lugar de vision tuvieren noche, como dice Mi»
cheas (168.), y tinieblas en ves de revelaciones? ¿Qué
C1G6.) Nazianzeno ad Procopium. (167.) Lib. 3. Epist. 10.
(108.) Míe. 3. v. 6.
H
74
si los atalayas de la ciudad, como dice Isaías (169.), fon
eiegos todos ? i Qué si la sal se hace insípida, y como
dice Cristo (170.), para nada sirve ya, sino para ser arru
fada y pisada por los hombres ?
Entonces llevarán todas las cosas al Papa, el cual no
puede errar. Pero en primer lugar es mucha necedad
suponer que el Espíritu Santo vaya de un vuelo á Roma
desde el sagrado Concilio, para tomar consejo de otro no
sabemos que espíritu mas docto, en el caso de alguna
duda, y de no poder resolverla por sí mismo. Porque si
ésto es así, ¿ qué necesidad habia de que tantos Obispos
emprendiesen tan largos y costosos viajes para rennirse
en Trento en nuestros dias ? Mejor y mas prudente, de
cierto que mas fácil y breve hubiera sido remitir todos los
negocios al Papa, y habrían llegado sin dilacion alguna al
oráculo de su sagrado pecho. En segundo lugar, es tam
bien injusto referir nuestra causa del juicio de tantos
Obispos y Abades al de un solo hombre, mayormente
cuando ha sido acusado por nosotros de grandes crímenes,
y no se ha defendido aun, y nos tiene ya condenados ántes
de citarnos á juicio. ¿Por ventura suponemos nosotros
estas cosas ? ¿ ó no es este hoy el modo de proceder en
los Concilios ? ¿ O no se lleva todo del sagrado Concilio
á solo el Pontífice, para que, como si nada se hubiera he
cho con la opinion y el consentimiento de tantos hombres,
él solo pueda añadir, mudar, disminuir, abrogar, aprobar,
relajar y restrinjir lo que le plazca ? ¿ Qué significan,
sinó, 6 de quienes son estas palabras ? ¿ Porqué los Obis
pos y Abades, ha tanto como en el próesimo Concilio de
Trento, decretaron así al concluirlo : Salva siempre la
autoridad de la Silla apostólica ? ¿ O porqué el Papa
Pascual escribe (171.) con tanta insolencia de sí mismo
en estos términos? "Como si algun Concilio," dice,
" pudiera dar leyes á la Iglesia Romana, cuando todos ellos
han sido convocados por la autoridad de dicha Silla, y re
ciben de ella su fuerza, y en sus decretos queda claramente
esceptuada la autoridad del Romano Pontífice." Si quie
ren que tengan valor estos asertos, i para qué convocar
los Concilios ? y si ordenan sean tenidos por nulos, ¿ por-
(169.) Isa. 56. v. 10. (170.) Mat. 5. v. 13. (171.) De elec-
tione et electi potestate, cap. Significasti.
75
qué los dejan (publicar) en sus libros como si los hubieran :-
aprobado ?
Mas supongamos que el Obispo de Roma es superior á
todos los Concilios, ó lo que es lo mismo, supongamos que
una sola parte es mayor que el todo : supongamos que él
pueda y sepa mas que todos los suyos, ó que sea mayor la
autoridad de una sola ciudad, aunque lo contradiga Geró
nimo (172.), que la de todo el mundo. ¿Pero y si él
ignoráre todo ésto, y jamás hubiere leido las sagradas
Escrituras, ni los antiguos Padres, ni ninguno de sus
Concilios ? ¿ Y si llega, como en otro tiempo el Papa
Liberio (173.), á inclinarse al Arrianismo ? - ¿Y si sin
tiere impía y criminalmente, como no ha muchos años el
Papa Juan, acerca de la vida futura y de la inmortalidad
de las almas ? ¿ Y si como el Papa Zozimo corrompió en
otro tiempo el Concilio de Nicea, hiciese él ahora lo mis
mo con otros Concilios por aumentar su poder, y declara
haber sido deliberadas y constituidas por los santos Padres
cosas que ni aun siquiera hayan éstos jamás pensado ? ¿ Y
si violenta el sentido de las Escrituras, como dice Camo-
tense que han solido hacer con frecuencia los Pontífices,
con el fin de obtener la plenitud de potestad ? ¿ Y si
abjura la fé de Cristo y se hace Apóstata, como segun dice
Lirano lo fueron muchos Papas ? ¿ Sin embargo de todo
ésto, llamaría el Espíritu Santo al pecho del Pontífice, y
aun resistiéndolo éste le iluminaría luego á fin que no
pudiese caer en error ? ¿ Sería á pesar de todo la fuente
de todo derecho, ó se hallarían en él acumulados todos los
tesoros de la sabiduría y de la intelijencia ? Y si en él
»o están, ¿ podrá acaso juzgar justa y convenientemente
acerca de tantas cosas ? O si no es capaz para ello, ¿ por
qué ha de ecsijir que todos los asuntos se sometan á él
esclusivamente ? ¿ Y si los Abades y Obispos, defensores
de los Papas, dejando á un lado todo disimulo se muestran
abiertamente enemigos del EvaDJelio, y léjos de querer
mirar lo que tienen á la vista, hacen fuerza á las Escritu
ras, vician y adulteran con pleno conocimiento la palabra
de Dios, y malvada é impíamente atribuyen al Papa aque
llas sentencias que clara y propiamente se dicen de Cristo,
(172.) Ad Evagrium. (173.) Vide Sozomen. Eccles. Hist. lib,
A. oap. 15.
h2
76
y que á ningun otro pueden convenirle ? i Y si dicen que
el Papa es todo (174.), y sobre todo, y que puede todo lo
que puede Cristo, y que uno mismo es el tribunal y uno
mismo el consejo de entrámbos ? ¿ O que el Papa es
aquella luz que vino al mundo (lo cual lo dijo Cristo (175.)
de sí mismo), y que quien obra mal huye de ella y la
aborrece, y que de su plenitud reciben todos los demas
Obispos ? (176.) Por último, ¿ y si con el mayor descaro
decretan clara y manifiestamente contra la espresa palabra
de Dios ? i Por ventura todo lo que digan ha de tenerse
por Evanjelio ? < Acaso serán ellos el ejército de Dios ?
¿ Tendrán siempre consigo á Cristo ? i Andará quizás el
Espíritu Santo como nadando entre sus lenguas, de modo
que con verdad puedan ellos decir, ha parecido al Espíritu
Santo y á nosotros ? Pedro de Soto y su defensor Ho-
sio (177.) no dudan afirmar, que aquel mismo Concilio en
que Jesus fué condenado á muerte, tuvo Espíritu profé-
tico, el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad; y que no
fué falso ni temerario el decir de aquellos Obispos :
Nosotros tenemos ley, y segun la ley nuestra debe mo
rir ( 1 78.) ; que ellos fijaron (son palabras del mismo
Hosio) la verdad del juicio, y que enteramente fué justo
el decreto por el cual declararon que Cristo era digno de
muerte. Por cierto que es de admirar no puedan hablar
los Papistas en favor de sí mismos, ni defender su propia
causa, como no patrocinen la de Anás y Caifás juntamente.
Ahora bien, los que declaran por lejítimo y justo aquel
mismo Concilio en que Cristo fué condenado al suplicio de
cruz de la manera mas ignominiosa, ¿ cual tendrán por
defectuoso ? Empero es tal la naturaleza de casi todos
sus Concilios, que les ha sido preciso hablar del de Anas
y Caifás en semejantes términos. ¿ Y son esos hombres
los que nos han de reformar la Iglesia, siendo ellos mis
mos los jueces y los reos ? ¿ Disminuirán ellos su am
bicion y su fausto ? ¿ Acaso se condenarán á sí mismos,
6 sentenciarán contra sus propios intereses que no sean
ignorantes los Obispos, ni panzistas holgazanes, que no
acumulen beneficios, que no se den el tono de Príncipes,
(174.) Hosi. cap. Quanto. Abbas Panor. de elect. cap. Vene-
rabilis. Cornelius Episc. in Concilio Tridentino. (175.) Joan.
S. v. 12. Í176.) Durandus. (177.) Contra Brentium, lib. 2.
(178.) Joan. 19. v. 7.
\
77
que no hagan la guerra ? ; Por ventura los Abades* hijitos
queridos de los Papas, acordarán que es un ladron el monje
que no se gana el sustento con su propio trabajo ? ¿ De
cretarán que no le es lícito vivir en las ciudades, ni en
frecuente trato con la muchedumbre, ni á costa de lo
ajeno ? ; Declararán que es el deber de un monje acos
tarse en el suelo, mantenerse con la hortaliza y el gar
banzo, estudiar, cuestionar, orar, trabajar, prepararse para
el ministerio de la Iglesia ? Ya reformarán ellos el templo
de Dios con la misma solicitad que los Escribas y Fariséos,
y nos lo restituirán á casa de oracion de cueva de ladrones.
Fueron varios los Papistas que llegaron á descubrir
muchos errores en la Iglesia : el Papa Adriano, Eneas
Silvio, el Cardenal Polo, Pygio y otros, segun queda ya
dieho. Celebróse despues un Concilio en Trento, que es
el lugar mismo donde ahora se anuncia. Juntáronse mu
chos Obispos y Abades, y otros que fué conveniente.
Estaban solos ; no habia quien se opusiera á nada de
cuanto se hiciese ; pues á los defensores de nuestra causa
los habian enteramente escluido de todas sus juntas. Allí
estuvieron de asiento por espacio de seis años, entrete
niendo al Pueblo con grandes esperanzas. En los seis
primeros meses dieron muchos decretos, como si fuera
negocio de la mayor urjencia, acerca de la Santísima Tri
nidad, del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo ; cosas
ciertamente piadosas, pero que en aquel tiempo no eran
absolutamente necesarias. Empero de tantos, tan claros,
tan notorios y públicos errores, ¿ corrijieron entónces si
quiera uno ? ¿ Qué supersticion arrancaron ? ¿ Qué parte
disminuyeron de su pompa y tiranía ? Como si no supiera
ya todo el mundo que el tal Concilio no es mas que una
conspiracion, en la que están juramentados, y de un todo
entregados al partido del Papa, los Obispos que él mismo
tiene ahora convocados, y que nunca harán sino lo que
vean que ciertamente ha de agradarle, y que es á propó
sito para aumentar su poder : ó como si ignorára alguien
que en ese llamado Concilio se atiende mas al mímero de
votos que á ecsaminar la importancia de ellos, y que la3
mas veces queda vencida la mejor parte por la mas nu
merosa.
Nos consta que muchos buenos varones y Católicos
Obispos rehusaron asistir á semejantes Concilios, al saber
n 3
T8
que en ellos no se hacia caso sino de los partidos y fac
ciones, y que habia de ser ilusorio su trabajo ; que sus
contrarios estaban obstinados en su propósito, y que nada
absolutamente podría adelantarse. Atanasio, aunque fué
llamado por el Emperador, no quiso comparecer (179.) al
Concilio de Cesarea, viendo que en él iba á servir al odio
implacable de sus enemigos. El mismo Atanasio fué des
pues al Concilio de Esmirua, y presajiando cual sería su
resultado atendida la ferocidad y el odio de sus contraríos,
inmediatamente hizo disponer su equipaje, y partióse de
allí. Juan Crisóstomo (180.), á pesar que el Emperador
Arcadio le escribió cuatro veces llamándole al Concilio de
los Arríanos, se mantuvo en su casa. Maximo, Obispo
de Jerusalen, despues de haberse sentado en el Concilio
de Tiro, lo tomó de la mano el anciano Pafnucio, y le sacó
fuera diciendo : " Vémonos, no nos es lícito consultar so
bre estas cosas con hombres impíos." Los Obispos del
Occidente tampoco quisieron ir al dicho Concilio de Es-
rnirna, del cual se habia retirado Atanasio. Cirilo apeló
por cartas del Concilio de los llamados Patropasianos.
Paulino, Obispo de Treveris, y otros muchos, conociendo
las miras y el poder de Aujencio, se negaron á asis
tir (181.) al Concilio de Milan. Porque veian que asis
tirían en vano á donde se llevaría las atenciones una
faccion, no la razon, y á donde no se discutirían las causas
en justicia, sino con resuelta parcialidad.
Con todo, si los mencionados Obispos y Padres se hu
bieran presentado en Concilio, habrían tenido al ménos
libre audiencia, no obstante la malicia y obstinacion de
sus enemigos. Pero no pudiendo ninguno de nosotros
gozar ahora de esa libertad, oponiéndose nuestros contra
rios á que aparezcamos siquiera en alguno de sus Conci
lios ; como en ellos no tengan asiento y derecho de emitir
su voto sino los Legados del Papa, sus Patriarcas, sus
Arzobispos, Obispos y Abades ; todos conjurados, todos
reos de una misma culpa, todos ligados con el mismo ju
ramento ; y como despues someten todos sus pareceres,
cual si ellos nada hubieran hecho, á la voluntad y capri
cho de un Papa, para que se dé á sí mismo la sentencia
(179.) Theodoret. Eccl. Hist. lib. 1. cap. 28. (180.) Tripar.
lib. 10. cap. 13. (181.) Tripar. lib. 5. cap. 15.
79
el que debiera antes dar cuenta de feos propios defectos ;
habiéndose por otra parte despojado al Concilio de aquella
Cristiana y antigua libertad que en los Concilios Cristianos
especialmente debería ser la mayor posible ; no deben
admirarse hoy los hombres prudentes y piadosos de que
hagamos nosotros ahora lo que en otro tiempo y en casos
semejantes hicieron tantos Padres y Católicos Obispos :
ésto es, de que no pudiendo ser oidos en Concilio, y por
cuanto son tenidos en ludibrio los legados de los Princi
pes, y á nosotros se nos condena ántes de ser juzgados,
hayamos querido mejor quedarnos en nuestra casa y poner
el negocio en manos de Dios, que presentarnos en donde
ni habiamos de tener lugar, ni ménos adelantar cosa
alguna.
Por lo que toca á nosotros, podemos con paciencia y
serenidad sufrir el agravio que se nos hace. Pero < por
qué escluyen de sus Concilios á los Reyes Cristianos y
piadosos Príncipes ? ¿ Porqué los alejan de sí tan incivil
y vergonzosamente, y como si no fueran Cristianos ni ca
paces de juzgar, los privan de conocer en la causa de la
Relijion Cristiana y en el estado de sus Iglesias ? ¿ O
porqué si llegan á interpouer su autoridad y á hacer lo
que está en sus atribuciones, lo que les está mandado, lo
que deben, lo que sabemos que hicieron David, Salomon
y otros buenos Príncipes ; ésto es, si miéntras ellos duer
men, ó lo repugnan criminales, hacen por reprimir la
liviandad de los Sacerdotes, por reducirles al cumplimiento
de su deber y contenerlos dentro de sus límites ¡ si pro
curan destruir la idolatría, disminuir la supersticion, y
restaurar el culto divino ; porqué claman luego al punto
que los tales Príncipes todo lo trastornan, que se entro
meten en negocios ajenos, y que obran osada é inicua
mente ? i Qué lugar de la sagrada Escritura privó jamás
á un Príncipe Cristiano de conocer en tales causas ?
i Quien, sino solo los Papistas, estableció nunca tales
leyes ?
Dirán, no obstante, que de los Principes civiles es el
aprender á dirijir la República y las armas, pero que el
entender en los misterios de la Relijion no les pertenece.
¿ Mas qué otra cosa es hoy dia el Obispo de Roma sino
wn Monarca ó un Príncipe ? ¿ Qué los Cardenales, cuan
do apénas pueden serlo sino los hijos de Príncipes y
80
Reyes ? ¿ Qué son los Patriarcas, qué en su mayor parte
los Arzobispos, los Obispos y Abades pertenecientes al
reyno del Papa, sino Príncipes civiles, y Duques, y Con
des magníficamente equipados por donde quiera que van,
y adornados no raras veces con cadenas y collares. Tam
bién suelen engalanarse con otros particulares ornamentos,
como cruces, birretes, mitras, pálios; pompa que jamás
usaron los antiguos Obispos, Crisóstomo, Agustín y Am
brosio. Pero fuera de ésto, ¿ qué es lo que enseñan,
qué dicen, qué hacen, qué vida traen que sea propia, no
dirémos de un Obispo, sino de un Cristiano cualquiera ?
¿ Por ventura vale tanto el llevar un vano título, y llamarse
Obispo con solo mudar de traje ?
Esto de que esté encomendado el cuidado de todas las
cosas á solos aquellos que ni las entienden, ni absoluta
mente quieren entenderlas, y que no hacen el menor
aprecio de ninguna parte de la Relijion, como no sea en
lo concerniente al vientre; que ellos solos se hagan los
jueces, y se constituyan á sí mismos como atalayas por
mas que sean unos ciegos ; y que un Príncipe Cristiano
de sano juicio é intelijencia se haya de estar como un
tronco, sin que le sea permitido votar ó manifestar su
opinion ; que observe cuanto ellos quieran ó manden,
mostrándose por lo demas como privado de todo sentido ;
que todo lo que le impongan lo apruebe sin escepcion
alguna, y preste ciega obediencia á todos sus mandatos,
aunque éstos sean impíos y blasfemos, aunque por ellos le
ordenen destruir toda la Relijion, y crucificar al mismo
Cristo : ésto, decimos, es un orgullo, y una afrenta, y una
maldad que no deben tolerar los Príncipes Cristianos y
prudentes. Pues qué, ¿ han de poder entender en los
asuntos relijiosos Anás y Caifás, y no han de poder David
y Ezequías ? ¿ Por ventura ha de ser lícito á un Cardenal
militar, y sediento de sangre, sentarse en un Concilio, y no
ha de serlo á un Emperador ó á un Rey Cristiano ?
Y á la verdad nosotros no concedemos á nuestros Ma
gistrados sino lo que segun la palabra de Dios sabemos
que les es debido, y se halla confirmado por la práctica de
las mejores Repúblicas. Pues ademas de que por el mis
mo Dios le está confiado á un Príncipe fiel el cuidado de
las dos Tablas, para que entienda que está en sus atribu
ciones no solo el conocer de las cosas civiles, sino tambien
81
<)e las sagradas y eclesiásticas ; ademas de que muchas
veces, y de un modo terminante, manda Dios al Rey talar
ios bosques, derribar las estatuas y altares de los ídolos, y
copiar para sí el libro de la Ley ; y anuncia que han de
ser Reyes, segun se lee en Isaías (182.), los que alimenten
la Iglesia : ademas de todo ésto, vemos por las historias-
y por los ejemplos de los mejores tiempos, que el cuidar
de las Iglesias uunca lo tuvieron los Príncipes piadosos
por una cosa ajena de sn oficio.
Moysés, Majistrado civil y caudillo del Poeblo, recibid
de Dios y dió (183.) á los Hebréos todas las leyes perte
necientes á la Relijion y sus sagrados ritos, y reprehendió
á Aaron con mucha severidad por haber violado la Relijion
con el becerro de oro. Josué, sin ser mas que un Majis
trado civil, tan luego como fué escojido y puesto por jefe
del Pueblo, recibió espresos mandatos acerca de la Relijion
y del culto divino (184.). El Rey David (185.), estando
ya completamente destruida la Relijion por el impío Saul,
íiizo traer de nuevo el arca de Dios, ésto es, restauró la
Relijion ; y no se mostró como un mero consejero ú amo-
nestador en aquella obra, sí que tambien compuso Salmos
é Himnos, ordenó varios ministerios de los Levitas, esta
bleció el ceremonial, y en cierto modo presidió á los
Sacerdotes.
El Rey Salomon edificó al Señor el Templo que su
padre David habia tan ardientemente deseado, y despues
pronunció al Pueblo un esceleute discurso (186.) sobre
la Relijion y el culto divino. Pasado algun tiempo, se
paró 087.) del ministerio al Pontífice Abiathar, y en su
lugar puso á Sadoc. Contaminado despues el Templo de
Dios de la manera mas vergonzosa por la desidia y vicios
de los Sacerdotes, mandó el Rey Ezequías (188.) limpiarlo
de los escombros é inmundicias ; que se encendieran luces,
que se quemáran perfumes, é hiciera el Servicio Divino
segun el antiguo rito; que se quitase tambien la serpiente
de bronce, á la que impíamente el Pueblo daba culto, y se
redujese (189.) á polvo. El Rey Josafat (190.) destruyó
y echó por tierra los altares de los collados y bosques,
(182.) Isaías 49.'v. 23. (183.) Exod. 12. (184.) Joshua 1.
(185.) I. Chron. 13. (186.) 2 Chron. 6. (187.) I. Reg. cap. 2.
v. 35. (188.) 2 Chron. 29. (189.) 2 Reg. 18. (190.) 2 Chron. 17.
y
82
viendo que servían de estorbo al culto de Dios, y que por
una particular supersticion se retraia el Pueblo de con
currir al Templo comun de Jerusalen, al que debia irse to
dos los años de todos los puntos del Reyno. Josías (191.)
amonestó cuidadosamente á los Sacerdotes y Obispos
acerca de sus deberes. £1 Rey Joás (192.) reprimió el
lujo y la insolencia de los Sacerdotes. Jetiú mandó
matar (193.) á todos los Profetas impíos.
Pero no citemos mas ejemplos de las Sagradas Escritu
ras, y veamos de que modo se ha gobernado la Iglesia en
tiempo del Evanjelio, desde la venida de Cristo. Los
Emperadores Cristianos convocaban antiguamente los
Concilios de Obispos : Constantino convocó el de Nicéa ;
Theodosio I. el de Constantinopla; Theodosio II. el de
Epheso ; Marciano el Calcedonense ; y alegando Rufino
un Sínodo en apoyo de su doctrina, díjole Gerónimo su
adversario para confutarle : " señala Emperador por cuyo
mandato haya sido convocado ese Sínodo." El mismo
Gerónimo, en su epitafio á Paula, cita cartas de Empera
dores que habian mandado se renniesen en Roma los
Obispos Griegos y Latinos. Solo el Emperador fué por
espacio de quinientos años el que dispuso la celebracion
de asambleas eclesiásticas y el que convocó los Concilios.
Por eso es tanto mas de admirar ahora la insolencia del
Obispo de Roma, el cual tan temerariamente se apropia á
sí solo lo que sabe que fué un derecho del Emperador,
miéntras se conservó el Imperio íntegro, y que despues
ha venido á ser comun á todos los Príncipes que le han
sucedido en parte de la Majestad Cesárea, y tiene por su
ficiente el comunicar al Príncipe mayor del mundo (194.)
su voluntad de celebrar un Concilio, del mismo modo que
lo haria á uno de sus domésticos. Pero si fué tanta la
modestia del Emperador Fernando, que acaso por no co
nocer bien los artificios del Papa pudo sufrir una injuria
semejante, el Pontífice, siquiera por consideracion á su
propia santidad, no debia habérsela causado, ni arrogarse
de ningun modo un derecho ajeno.
Acaso dirá alguno que el Emperador convocaba en otro
tiempo los Concilios porque todavía no habia llegado el
(191.) 2 Reg. 23. (192.) 2 Reg. 12. (193.) 2 Reg. 10.
(194.) Ut Pius IV. in bulla aua aü linter. Ferdinacdura.
83
Obispo de Roma al estado de grandeza en que ahora se
encuentra ; y que ni aun entónces tomaba el Emperador
asiento con los Obispos en el Concilio, y mucho ménos
interponía su autoridad en la discusion á favor de alguna
de las partes. Pero esto no es cierto. El Emperador
Constantino, como dice Theodoreto (195.), no solamente
se sentó con los Obispos en el Concilio de Nicéa, si que
tambien les amonestó sobre que debia ecsaminarse la
cuestion con arreglo á los escritos de los Apóstoles y
Profetas. "En las disputas," dijo, "concernientes á
Jas cosas divinas, tenemos propuesta la doctrina del Es
píritu Santo que debemos seguir ; pues los libros Evan-
jélicos y Apostólicos, y los oráculos de los Profetas,
muestran suficientemente qué hemos de sentir acerca de
la voluntad de Dios." El Emperador Theodosio no solo
se sentó, segun refiere Sócrates (19fi.), entre los Obispos,
sino que presidió ademas la discusion, hizo pedazos los
escritos de los herejes, y confirmó la opinion de los Ca
tólicos. En el Concilio de Calcedonia (197.) un Ma]is-
trado civil condenó de sentencia suya por herejes á los
Obispos Dioscoro, Juvenal y Thalesio, y juzgó que debian
ser depuestos de su dignidad en la Iglesia. En el tercero
de Constantinopla el Majistrado civil Constantino se sentó
con los Obispos, y ademas suscribió con ellos : " Hemos
leido," dice, "y suscrito." En el Aurisicano segundo
los legados de los Príncipes, varones Patricios, dieron
tambien su voto en las materias relijiosas, y suscribieron
con los Obispos, pues así se lee al final de este Concilio :
"Pedro, Marcelino, Felix, Liberio, varones esclarecidos é
ilustres Prefectos del Pretorio en las Galias, ciudadanos
Patricios, estando conformes, suscribieron. Syagrio, Opi-
lio, Pantágatho, Deodato, Cariato, Marcelo, varones es
clarecidos, suscribieron."
I Y si pudieron suscribir los Prefectos del Pretorio y
los Patricios, no podrían los Emperadores y los Reyes ?
A la verdad que no era necesario esponer con tanta esten-
sion y prolijidad una cosa tan manifiesta, á no habérnosla
con hombres que por solo altercar y salir con sus miras
(195.) Hist. Eccl. lib. i. cap. 7. Vide Euseb. de Vita Const.
lib. 3. cap. 10, 12, 13, edit. Vales. (196.) Sócrates, lib. 5. cap.
10. (197.) Vide Evagr. Eccles. Hist. lib. 2. cap. 4. actione 1.
84
adelante, tienen de costumbre negarlo todo, aun aquello
que perciben con la mayor claridad, y que están viendo
con sus propios ojos. El Emperador Justiniano dió una
ley para coirejir y refrenar las costumbres é insolencia de
los Sacerdotes ; y sin embargo de que era un Príncipe
Cristiano y Católico, lanzó del Papado á dos Pontífices,
sucesores de Pedro y Vicarios de Cristo, á Vigilia y á
Sylverio.
Ahora bien, los que usan de su autoridad para con los
Obispos 5 los que de Dios reciben preceptos tocante á la
Relijion ; los que restituyen el Arca de Dios á su lugar,
componen sagrados Himnos, presiden á los Sacerdotes,
edifican Templos, y hacen pláticas sobre el culto de Dios ;
los que hacen limpiar los Templos, demoler los simulacros
Gentílicos é incendiar sus bosques ; los que amonestan á los
Sacerdotes acerca de su deber, y les dan leyes de buen
vivir ; los que matan á los Profetas impíos; los que de
ponen á los Obispos ; los que convocan Concilios, y en
ellos se sientan con los Obispos, é instruyen á éstos sobre
qué deban hacer ; los que condenan á ser castigado á un
Obispo hereje ; los que conocen en las causas de Relijion ;
los que suscriben ; los que dan su voto, y hacen todo ésto,
no por mandato de otro, sino por autoridad propia, y justa,
y piadosamente ; ; diremos por ventura que no les in
cumbe el cuidado de la Relijion ? ¿ ó que obra mal, pro
fana é impíamente, el Majistrado Cristiano que en estas
cosas se entrometa >. En ellas se mezclaron muy antiguos
y muy Cristianos Reyes y Emperadores, sin que por eso
fuesen jamás notados de impiedad ó de inmodestia. ¿ Y
quien buscará ni Príncipes oías Católicos, ni ejemplos mas
ilustres ?
Y si ésto fué lícito á los que solamente eran Majis-
trados civiles que tenian á su cargo la direccion de los
negocios públicos, < qué culpa han cometido nuestros
Reyes para que á ellos no les sea lícito lo mismo, estando
como están en el mismo puesto que aquellos ? ¿ Qué
estraordinario don de ciencia, de juicio y de santidad, han
adquirido los Papistas, para que, contra la costumbre de
todos los antiguos Obispos Católicos, quienes en materias
de Relijion deliberaron juntos con los Príncipes, escluyau
ahora á éstos de conocer en las mismas causas, y de asis
tir á sus Congresos ? Pero bien saben ellos que de esa
85
manera proveen á su propia segundad y á la de su reyno,
el cual conocen que de otra suerte vendría pronto -á ser
arruinado. Pues si aquellos á quienes Dios ha puesto en
la mas alta dignidad llegáran á ver y entender los ardides
de los Papistas, cómo desprecian los mandatos de Cristo ;
cómo obscurecen y hasta apagan la luz del Evanjelio ;
cómo á ellos mismos les tienen engañados ; cómo se burlan
de los incautos, y cierran la entrada al Reyno de Dios :
jamas toleráran con tanta facilidad, ni el ser tan orgullo-
samente menospreciados, ni el que se les tratára tan
ignominiosamente. Pero por causa de su propia cegue
dad é ignorancia se hallan hoy dia sujetos y obligados á
sus mismos injuriadores.
Nosotros, como dejamos dicho, nada hemos alterado en
Relijion temeraria ó insolentemente, nada hemos hecho
sino despues de un detenido y maduro ecsátnen : y ni aun
habríamos pensado jamas en ejecutar una tal cosa, á no
habernos obligado á ello la voluntad de Dios, que clara
mente y sin ambigüedad nos está manifiesta en las Escri
turas, y el interes de nuestra propia salvacion. Pues
aunque nos hemos separado de la llamada Iglesia Católica,
y héchonos por ello odiosos para con los que son incapaces
de discernir, nos es con todo bastante satisfactorio (y tam
bien debe serlo á todo hombre prudente y piadoso que
piense en su eterna salud) el haber dejado una Iglesia que
ha podido errar, que ya mucho áutes habia predicho Cristo
que erraria, y que nosotros mismos hemos visto con nues
tros propios ojos que se habia separado de los Santos
Padres, de los Apóstoles, de Cristo mismo, de la primitiva
y Católica Iglesia. Mas nos hemos aprocsimado, lo mas
que nos ha sido posible, á la Iglesia de los Apóstoles y de
los antiguos Obispos Católicos y Padres, la cual sabemos
que hasta ahora se ha conservado íntegra y como una vír-
jeu pura, segun dice Tertuliano, sin estar aun contaminada
con ningun jénero de idolatría, ni con ningun error grave
y público; y no solamente hemos ordenado conforme á
sus ritos é institutos nuestra doctrina, sí que tambien los
sacramentos y la forma de las Preces públicas : restitu
yendo así á su oríjen y primeros tiempos, á ejemplo de
lo que sabemos hicieran Cristo y casi todos los varones
piadosos, la Relijion que torpemente estaba despreciada y
depravada por los Papistas. Pues de allí hemos juzgado
i
85
que debían derivarse los datos para la reformacion, de
donde los primeros principios de la Relijion tuvieron su
procedencia. Esta razon, dice el antiquísimo Padre Ter
tuliano, vale contra todas las herejías : " es verdadero
todo lo que fué primero : lo que es posterior está adulte
rado." Ireneo apeló muchas veces á las Iglesias mas
antiguas, á las que fuesen mas prócsimas á Cristo, y por
consiguiente apenas creible-que hubieran errado. Y bien,
¿porqué hoy no se hace uso del mismo argumento }
i Porqué no nos referimos á las Iglesias antiguas como á
ejemplares ? ¿ Porqué no hemos de poder oir hoy dia
aquella sentencia proferida en el' Concilio de Nicéa por
tantos Obispos y Padres Católicos, de los cuales ninguno
Ja contradijo ? Atengámonos á las antiguas costumbres.
Queriendo Esdras reparar las ruinas del Templo de
Dios, no envió á Efeso por un modelo, aunque estaba allí
el hermoso y magnífico Templo dé Diana ; y deseando
restaurar los ritos y ceremonias sagradas, no acudió á
Roma, aunqne quizás habria oido que en ella habia sacri
ficios llamados . fíecatombas, Solitaurola, l.ecthternxos,
Suplicaciones, y los libros rituales de Numa' Pompilio.
Parecióle bastante tener á la vista el modelo del antiguo
Templo, que Salomon por órden de Dios habia edificado, y
seguir aquellos antiguos ritos y ceremonias qué Dios mismo
Labia espresamente escrito y dado á Moysés. El Profeta
Ageo, acabada que fué la reedificacion del Templo por
Esdras, cuando habia podido parecer al Pueblo que se le
presentaba un motivo bastante justo de regocijarse por un
tan grande beneficio recibido del Omnipotente,- hizo por
el contrario derramasen todos copiosas lágrimas al recor
dar á aquellos que. vivian aon y habian visto él primer
templo, ántes que los Babilonios lo destruyeran; que* dis
taba todavía mucho el nuevo de aquella hermosura que en
otro tiempo' habia tenido ; pues solamente habrian ellos
juzgado que quedaba el Templo perfectamente restable
cido, cuando hubiese correspondido' á su primitivo ejem
plar y antigua magnificencia.
San PablOj para purificar la Cena del Señor de las cor
rupciones que ya en aquel' tiempo habian empezado á
introducir los Corintios,1 les propuso la institucion de
Cristo para que la siguieran : Yo, dice (198.), recibí del
"' (198.) I Cor. 11. y. 23.
\
I
87
Señor lo que tambien os enseñé á vosotros. Y Cristo, par*
refutar el error de los Fariseos, " ha de volverse," les
dijo, " al principio : desde el principio no fué asi" Y
para reprimir los vicios y avaricia de los Sacerdotes, y
purificar el Templo: "ésta," les dijo, "fué al principio
casa de oracion, en donde devota y sinceramente pidiera
el Pueblo á Dios en sus necesidades ; y á eso mismo de
biérais vosotros tenerla ahora destinada; porque no se
construyó para que fuese cueva de ladrones"
Yernos tambien que en las Sagradas Escrituras son
principalmente alabados todos los -Príncipes célebres y
piadosos, por cuanto habían andado por los caminos de
David su padre, ésto es, porque habian vuelto á los prin
cipios, á las fuentes, y restituido la Relijion á su perfeccion
primitiva.
Así nosotros, al ver que los Papistas habian entera
mente echado por tierra todas las cosas, y que nada sino
tristes ruinas habian quedado en el Templo de Dios,
hemos juzgado muy prudente el proponernos por modelo
aquellas Iglesias que supiéramos de cierto no habian erra
do, ni tenido Misas privadas, ni preces bárbaras y desco
nocidas, ni tanta corrupción de cosas sagradas, y otras
necedades. Y como deseáramos ver restituido el Templo
del Señor á su primitiva hermosura, no hemos querido
buscar otro fundamento que el que sabíamos habia ya sido
puesto en. otr«- tiempo por los Apóstoles; que es Jesu
cristo nuestro Salvador.
Y como oyésemos á Dios mismo que nos habla en su
revelada Palabra, y viésemos en la antigua y primitiva
Iglesia ilustres ejemplos ; y como por otra parte fuese
incierta la esperanza de un Concilio jeneral, y mas incier
tos aun sus resultados; estando sobre todo seguros de
cual fuese la voluntad de Dios, y de consiguiente teniendo
por una cosa injusta el ser demasiado solícitos acerca de
las opiniones de los hombres ; no pudimos esperar mas
tiempo para consultar á la carne y á la sangre, sino que
preferimos hacer loque justamente podia hacerse y habian
hecho con frecuencia muchos hombres piadosos y Católi
cos Obispos, á saber : proveímos en Sínodo Provincial á
nuestras Iglesias ; pues así sabemos que los antiguos
Padres acostumbraron ecsaminar las materias, ántes de
venir á un público y Universal Concilio. Resisten hoy
i 2
8S
dia Cánones escritos en Concilios Municipales, como el
celebrado en Cartago bajo Cipriano, el de Ancyra, Neo-
cesarea y Gangra en Paflagonia (segun opinan algunos),
antes que se hubiese siquiera oido el nombre de Concilio
Jeneral de Nicéa. Así, sin esperar á un Concilio Jeneral,
se procedió antiguamente en discusion privada contra los
Pelajianos y Donatistas. Así tambien, como el Empera
dor Constancio protejiese abiertamente á Aujencio, Obispo
del partido Arriano, Atanasio que era un Obispo Cristiano
apeló al Clero y al Pueblo ; es decir, á un Sínodo Provin
cial, y no á uno Jeneral, en el que veia que nada podría
hacerse, atendido el poder del Emperador y su conocido
espíritu de partido. Así se decretó en el Concilio de
Nicéa, que dos veces todos los años, y en el de Cartago
que una lo ménos, se tuvieran en todas las provincias
Juntas Espiscopales : lo cual se hizo, dice el Concilio
Calcedonense, para que si nacían algunos errores ó abu
sos fuesen inmediatamente estinguidos en el mismo sitio
donde aparecieran. Así Ambrosio, Obispo de Milan,
respondió á Segundo y Paladio, los cuales repudiaban el
Sínodo de Aquileya por no ser jeneral, que á ninguno
debia parecer nuevo ó estraño el que los Obispos de Occi
dente convocasen Sínodos y tuviesen Juntas Provinciales ;
pues ésto mismo se habia hecho no pocas veces por dichos
Obispos, y muchas por los de Oriente. Así el Emperador
Cario Magno celebró un Concilio Provincial en Gernianía,
en oposicion al Concilio segundo de Nicéa, acerca de qui
tar las imájenes.
Ni para nosotros es eso una cosa nueva y nunca oida.
Pues ya otras veces tuvimos en Inglaterra Sínodos Pro
vinciales, y con leyes domésticas arreglamos nuestras
Iglesias. ¿ Pero á qué ser mas difusos? Esos plenarios
y grandes Concilios de que tanto suelen gloriarse los Pa
pistas, si se comparan con todas las Iglesias del mundo
que conocen y profesan el nombre de Cristo, { qué otra
cosa pueden parecer sino unos Concilios privados y Síno
dos Provinciales ? Pues aun suponiendo que se reunan
los Obispos de Italia, Francia, España, Inglaterra, Ale
mania, Dinamarca y Escocia, con todo, si están ausentes
los de Asía, Grecia, Armenia, Persia, Media, Mesopota-
rnia, Egipto, Etiopia, India y Mauritania, países en donde
hay- muchos y muchísimos Cristianos, < cómo un tal Coa-
-
89
cilio puede parecer universal á un hombre de sano juicio ?
¿ O cómo pueden nuestros contrarios decir con verdad que
tienen el consentimiento de todo el mundo, faltando tantas
partes suyas ? O finalmente, < qué clase de Concilio fué
el último celebrado en Trento ? ¿ Cómo pudo llamarse
Jeneral no habiendo asistido á él sino cuarenta Obispos
de todos los reynos y naciones Cristianas, y algunos de
ellos tan elocuentes, que debieran haberse enviado de
nuevo á las Escuelas á aprender la Gramática; y tan
doctos que nunca habian leido las Santas Escrituras ?
De cualquier modo que sea, la verdad del Evanjelio de
Jesucristo no depende de los Concilios, ó como dice S.
Pablo (199-), del juicio del hombre. Y si aquellos que
debian tener cuidado de la Iglesia de Dios no quisiesen
entender, y faltasen á sus obligaciones, y obrasen contra
Dios y contra su Cristo, é insistieren en pervertir los rec
tos caminos del Señor, hará Dios que se levanten las
mismas piedras, y á los párvulos conferirá elocuencia, á
fin de que nunca falte quien refute sus imposturas. Pues
puede Dios, no solo sin los Concilios, sino tambien resis
tiéndolo éstos, defender y promover su reyno. " Hay
muchos pensamientos" dice Salomon (200.), "en el co
razon del hombre ; mas la voluntad del Señor permanecerá.
No hay sabiduría (201.), no hay prudencia, no hay consejo
contra el Señor." "No tienen duracion," dice Hila
rio (202.), " las obras de los hombres ; por otros medios
ha de ser edificada, por otros medios ha de ser preservada
la Iglesia. Pues ella está edificada sobre el fundamento
de los Apóstoles y Profetas, siendo el mismo Jesucristo la
principal piedra angular" (203.). Pero mucho mas clara
y aplicable á estos tiempos es la observacion de S. Geró
nimo (204.) : " á cuantos haya engañado el Diablo,"
dice, "é inducido á dormir, como con el suave canto de
las Sirenas, los despierta la palabra de Dios diciéndo-
doles (205.) : Despierta tú que duermes, y levántate de
entre los muertos, y te iluminará Cristo. A la venida pues
de Cristo, y de la doctrina de la Iglesia, y de la desolacion
de la hermosísima ramera Ninive, despertará y se acer-
(199.) I Cor. 4. v. 3. (200.) Prov. 19. v. 21. (201.) Idem 21.
V. 30. (202.) In Psalm. 116. (203.) Eph. 2. v. 20. (204.) In.
írophetam Naum cap. 3. ad finem. (205.) Eph. 5. v. 14.
s
i 3
00
cara el Pueblo, que antes bajo sus maestros estuviera
dormido, é irá á los montes de las Escrituras : allí hallará
los M"jtes, á Moysés y á Josué hijo de Nun ; los Mon
tes, los Profetas ; los Montes del Nuevo Testamento, los
Apóstoles y Evanjelistas. Y cuando se haya refujiado á
estos Montes, y esté versado en su lectura, si no encuen
tra maestro (porque la mies será mucha y pocos los traba
jadores) con todo será aprobado el cuidado del Pueblo en
haber huido á estos Montes, y reprobados los maestros
por su neglijencia." Esto dice Gerónimo, y con tanta
claridad, que no hay ninguna necesidad de intérprete ;
tan conforme á lo que vemos con nuestros propios ojos
que ha venido á suceder, que nos parece haberlo él pre-
dicho con espíritu profético, y que quiso ponernos ánte la
vista el estado jeneral de nuestros tiempos, la ruina de
aquella muy adornada y prostituta Babilonia, la restaura
cion de la Iglesia de Dios, la ceguedad y neglijencia de
los Obispos, y la actividad y buena disposicion del Pueblo.
Porque, ¿ quien es tan ciego que no vea que estos son
aquellos maestros que, como dice Gerónimo, han seducido
al Pueblo, y adormecídolo en el error, ó que Roma, la
Ninive de ellos, aderezada en un tiempo con bellísimas-
apariencias, despojada ahora de ellas, se conoce mejor y
se aprecia en ménos ¡ ó que los hombres piadosos, salidos
como de un profundo sueño por la luz del Evanjelio y la
voz de Dios, no confiando nada en los Concilios de tales
maestros, se han refujiado á los Montes de las Escrituras ?
Pero al ménos (dirá alguno) ésto no se debia haber
hecho sin órden del Romano Pontífice; porque él solo es
el nudo y vínculo de la sociedad Cristiana ; él solo aquel
Sacerdote del órden Levítico, significado por Dios en el
Denteronomio, á quien se ha de pedir consejo y el juicio
de verdad en las cosas arduas ; y si alguno no se somete
á su juicio, debe ser muerto en presencia de sus herma
nos ; él no puede ser juzgado, haga lo que hiciere, por
mortal alguno ; Cristo reina en el cielo, y él en la tierra ;
él solo puede todo lo que puede Cristo ó el mismo Dios,
porque su consejo y el de Cristo es uno mismo ; sin él no
hay fé alguna, ni esperanza, ni Iglesia ; quien de él se
aparta, renuncia y abandona su salvacion. Estas son las
cosas que profieren los Canonistas, aduladores de los
Papas, por cierto que no con mucha modestia, pues apénas
91
habrían podido decir mas, ni cosas mas grandes, del mis
mo Jesucristo.
En realidad de verdad nosotros nos hemos separado del
Papa, no por amor de algun interes ó humano lucro (y
ojalá se comportára él de otra suerte, á fin de que esta
separacion no hubiese sido necesaria), sino porque sin
abandonarlo no podíamos llegarnos á Cristo. Ni él quiere
hacer ahora con nosotros otra alianza que la que Naas,
Rey de los Ammouitas, quiso hacer en otro tiempo con
los Jabenses, bajo el supuesto de que -habia de sacar á
todos ellos (206.) el ojo derecho. Pues nos quiere qui
tar las Sagradas Escrituras, el Evanjelio de nuestra salta
cion, y toda la esperanza que tenemos en Jesucristo : no
siendo de su agrado ajustar la paz con nosotros bajo otras
condiciones.
En cuanto á lo que suelen afirmar algunos con tanta
arrogancia de que solo el Papa es el sucesor de Pedro,
como si por ésto llevára en el seno al Espíritu Santo y no
pudiera errar, es cosa muy frivola y ridicula. Al alma
piadosa y temerosa de Dios es á quien está prometida la
gracia, no á las cátedras ni á las sucesiones. " Pueden
las riquezas," dice Gerónimo, " hacer á un Obispo mas
poderoso que los demas ; pero todos ellos, cualesquiera
que sean, son sucesores de los Apóstoles." Si es bas
tante el lugar y la consagracion, entónces Afanases sucedió
á David, y Caifás á Aaron, y á veces estuvo en el Templo
de Dios un ídolo. Jactábase mucho uu tal Archidamo,
Lacedemonio, de que era descendiente de Hércules ; y
Nicostrato reprehendíale su insolencia en estos términos :
" Por cierto que tú no pareces descendiente de Hércules,
pues él quitó del medio á los hombres malos, mas tú haces
hombres malos de los buenos." Y Cristo dijo á los Fa
riséos que encomiaban su procedencia de la estirpte y
sangre de Abraham : "Vosotros pretendeis quitarme la
vida, siendo yo un hombre que os he dicho la verdad que
oí de Dios : no hizo eso Abraham : vosotros sois hijos
del Diablo, y quereis satisfacer los deseos de vuestro
padre" (207.).
No obstante, para conceder algo á la sucesion, ; á Pe
dro ha sucedido por ventura solo el Papa ? ¿ En qué cosa,
(206.) I Sam. 11. v. 2. (207.) Joan. 8. v. 40, 44.
en qué Relijion, en qué oficio, en qué parte de su vida le
ha sucedido ? ¿ Qué tuvo jamas ora Pedro igual al Papa,
ora éste igual á Pedro ? A no ser quizá que quieran de
cir, que cuando Pedro estuvo en Roma nunca enseñó el
Evanjelio; que nunca apacentó su rebaño; que quitó de
enmedio las llaves del reyno de los cielos; que escondió-!
los talentos de su Señor ; que solamente se sentó en el
palacio de S. Juan de Letran, y que con el dedo señaló
todos los lugares y clases de castigos del Purgatorio ; que
á las almas desgraciadas, á unas las entregó á los tormen
tos, y á otras, recibido estipendio, las ecsimió de ellos
repentinamente y á su antojo ; que ordenó se dijerant
Misas privadas en todas partes ; que farfulló los Divino»
oficios en voz baja, y en lengua que no entienda el Pue
blo; que colocó la Eucaristía en todos los Templos y
altares ; que por donde quiera que fué la llevó delante de
sí en un caballo de paso con luces y campanitas; que
consagró con su sagrado aliento aceite, cera, lana, campa
nas, cálices. Templos y altares ; que vendió los jubileos^
las gracias, las inmunidades, los patronazgos, las preben
das, las annatas, los pálios, ei uso de ellos, las bulas, las
indulgencias, los diplomas ; que se apellidó Cabeza de la
Iglesia, Sumo Pontífice, Obispo de los Obispos, y el solo-
Santísimo ; que usurpó el derecho y autoridad de otros
Obispos sobre sus Iglesias ; que se ecsimió de todo poder
civil; que hizo la guerra; que puso en mutua enemistad
á los Príncipes ; que paseó en silla dorada, llevado en
hombros de los nobles, con corona guarnecida de cintas,
con aparato Pérsico, con cetro real, con diadema de oro,
con piedras brillantes. Todas estas cosas hizo Pedro en
Roma indudablemente, y las legó, como por via de tradi
cion, á sus sucesores ; porque ésto es lo que hacen hoy
los Papas en Roma, y de tal manera, como si ninguna
otra cosa debieran hacer. O quizá quieran mas bien
decir, que el Papa hace hoy dia todo lo que sabemos hizo
Pedro en su tiempo ; ésto es, que va por todo el mundo ;
que enseña el Evanjelio, no solo en público, sino tambien
privadamente por todas las casas ; que insta oportuna é
importunamente, á tiempo y fuera de tiempo ; que hace
la obra de un Evangelista; que cumple el ministerio de
Cristo ; que es el celador de la casa de Israel ; que recibe
los oráculos y palabras de Dios, y se las da al Pueblo así
93
como las ha recibido; que él es la sal de la tierra, la lnz
del mundo; que no se apacienta á sí mismo, sino á su
rebaño; que no se mezcla en negocios civiles, ni se mues
tra como Señor sobre la heredad de Dios ; que no busca
el ser servido de otros, sino mas bien el servir él mismo á
los demas ; que mira á todos los Obispos como compañe
ros é iguales suyos ; qns esta sujeto á los Príncipes como
enviados por Dios ; que da al César lo que es del César,
y llama al Emperador Señor suyo, segun lo hicieron los
antiguos Obispos de Roma sin escepcion alguna. Mién
tras no hagan los Papas todas estas cosas, así como Pedro
las hizo, no hay razon para que se gloríen tanto del nom
bre de Pedro y de ser sucesores suyos ; y mucho ménos
para que se quejen de nuestra separacion, y nos vuelvan á
llamar á su sociedad y creencia. Cuentan de un cierto
Cubilan, Laeedemonio, que enviado al Rey de los Persas
con encargo de arreglar un tratado de alianza, como ca
sualmente hubiese encontrado á los Cortesanos jugando á
los dados, volvióse inmediatamente á su pais sin llevar á
efecto su mensaje; y preguntado porqué habia dejado de
dar cumplimiento á lo que se le habia encomendado públi
camente, respondió, que habia juzgado iguominioso para
la República el hacer tratados con jugadores. Pues si
nosotros determináramos volver á unimos al Papa y á sus
errores, é hiciésemos alianza no solo con jugadores sino
con hombres mucho mas malos, ésto, ademas de que sería
afrentoso para nuestra reputacion, nos acarrearía el per
juicio de que se inflamára la ira de Dios contra nosotros,
y el de que quedara esclavizada y estinguida nuestra con
ciencia. Porque en verdad, nosotros nos hemos separado
de aquel que veíamos tenia cegado al mundo por espacio
de muchos siglos ; de aquel que con la mayor insolencia
solia decir que no podia errar, que por nada de cuanto
hiciera podia ser juzgado por ninguno de los mortales, ni
por los Reyes, ni por los Emperadores, ni por todo el
Clero, ni aun por todo el mundo : de ningun modo, aun
cuando arrastrára consigo mil almas á los infiernos ; de
aquel que no solo se arrogaba el mando sobre los hom
bres, sino tambien sobre los ánjeles de Dios, para que
fueran y vinieran, y lleváran almas al Purgatorio, y vol
vieran á sacarlas de allí cuando á él se le antojase ; de
aquel de quien S. Gregorio dijo muy claramente que era
94
el precursor y abanderado del Ante-Cristo, y que había
desertado de la Fé Católica; de aquel de quien hasta los
corifeos de los que se oponen ahora al Evanjelio y á la
verdad conocida, habianse mucho antes separado de buen
grado ; y aun ahora se separarían si no los contuviera la
nota de inconstantes, y el pudor, y la censura del Pueblo.
Finalmente, nos hemos separado de aquel á quien no es
tábamos obligados, y que nada tuvo nunca que alegar en
pro de sí mismo fuera de cierta peculiaridad local y una
sucesion tan decantada.
Y por lo que toca á nosotros los Ingleses, nos hemos
separado con mucha mas justicia que todos cuantos lo haa
hecho. Pues aun aquellos de nuestros Reyes que eran
mas atentos á la autoridad y fé de los Obispos de Roma,
ya de muy antiguo habían estado sufriendo el yugo y ti
ranía del trono Pontificio. Los Obispos de Roma quitaron
á nuestro Rey Enrique II. la corona de su cabeza, y le
hicieron servir al Legado del Papa con sumision y humil
dad, despojado de la Majestad, y ni mas ni ménos que
como una persona privada, para que fuese el escarnio de
todos sus súbditos. Despues armaron á los Obispos, á
los Monjes, y á parte de la nobleza contra nuestro Rey
Juan, y absolvieron á todo el Pueblo del juramento de
fidelidad que le debieran ; y por último le privaron, por
medio de la mas detestable maldad, no solamente del
reyno, sino tambien de la vida. A Enrique VIII., Prín
cipe nobilísimo, lo molestaron mucho con sus maldiciones-
y escomuniones, y levantaron contra él unas veces al
Emperador y otras á la Francia ; y en cuanto estuvo de
su parte espusierou el reyno á la depredacion y á la ruina.
Tan necios fueron, que llegaron á creer podria asustarse
con ruido y fantasmas un Príncipe tan magnánimo, ó que
un reyno tan grande podria devorarse con tanta facilidad,
así como de un solo bocado. Y como si todavía no fuera
todo esto bastante, quisieron tener tributaria á la nacion
entera, y ecsijieron de ella los mas injustos impuestos.
¡ Tan cara nos costó la amistad de la Corte de Roma !
Ya pues que los Papas nos han sacado tanto con sus men
tiras y artificios, no hay motivo para que no se les pueda
recobrar con justas razones y buenas leyes. Que si en la
obscuridad de los pasados tiempos les concedieron nues
tros Reyes tales privilejios espontánea y liberalmente, por
95
causa de relijion, é inducidos por cierta opinion de la
mentida santidad Pontificia, conocido luego el error, pue
den ser revocados por los Reyes posteriores, puesto gozan
de la misma autoridad que sus antepasados : porque es
nula toda donacion que no esté comprobada por la vo
luntad del donante ; y no puede tenerse por perfecta
voluntad aquella que con el error se halla ofuscada y
obstruida.
CONCLUSIÓN.
Ya ves, Cristiano Lector, que no es una cosa nueva el
que la Relijion Cristiana, restituida hoy k su esplendor
primitivo y como renaciendo, sea recibida con injurias y
sarcasmos, pues ésto mismo sucedió & Jesucristo y á los
Apóstoles. Sin embargo, para que no te dejes sorpre-
hender ni seducir por los clamores de los Papistas, te
hemos espuesto toda la economía de nuestra Relijion :
qué es lo que sentimos de Dios Padre, qué de su único
Hijo Jesucristo, qué del Espíritu Santo, qué de la Iglesia,
qué acerca de los Sacramentos, del Ministerio, de las Sa
gradas Escrituras, de las Ceremonias, y de todos los
puntos de la Fé Cristiana. Hemos dicho que detestamos,
como plagas y calamidades para las almas, todas las anti
guas herejías condenadas por las Santas Escrituras y por
los antiguos Concilios ; que hemos restablecido, en cuanto
nos ha sido posible, la disciplina de la Iglesia, la que de
un todo enerváran nuestros adversarios ; que castigamos
conforme á las leyes antiguas y de nuestros mayores, y
con cuanta severidad podemos y es debido, todo desarre
glo y disolucion de vida y costumbres ; que conservamos
96
el estado de los reynos así como los encontramos, sin
mengua alguna ni mudanza ; y que hacemos cuanto está
de nuestra parte por mantener ilesa la Majestad de nues
tros Príncipes ; que así como en otro tiempo se separó
Lot de Sodoma y Abraham de Caldéa, no por amor de con
tienda sino por órden de Dios mismo, así tambien nos
hemos separado de aquella Iglesia que habian los Papistas
convertido en cueva de ladrones, en la que nada íntegro
ni parecido á Iglesia habian dejado, y la que ellos mismos
confesaban haber errado en muchas cosas ; y que por me
dio de los sagrados Libros, los cuales sabemos no pueden
inducir á error, hemos buscado una forma cierta de Reli
jion y vuelto á la primitiva Iglesia de los Apóstoles y de
los antiguos Padrea, ésto es, á los principios, á las verda
deras fuentes.
Pero que no hemos esperado para ello la autoridad 6 el
consentimiento del Concilio Tridentino (en el cual viéra
mos que nada se habia hecho con rectitud y órden, en
donde todos se habian juramentado á seguir el partido de
un solo hombre, donde eran despreciados los Legados de
nuestros Príncipes, donde no se daba audiencia á ninguno
de nuestros Teólogos, donde abiertamente no se atendía
sino á la ambicion y á los partidos), mas hemos restable
cido nuestras Iglesias en un Concilio Provincial, al modo
que antiguamente lo hicieron los Santos Padres, y muchas
veces nuestros predecesores : que hornos sacudido, segun
era nuestro deber, el yugo y tiranía del Obispo de Roma,
al cual no estábamos obligados, y el que nada absoluta
mente tenia, ni de Cristo, ni de Pedro, ni de Apóstol, ni
de Obispo siquiera. Por último, que estamos de acaerdu
entre nosotros mismos acerca de todos los dogmas y artí
culos de la Relijion Cristiana, y que á una voz y con un
mismo espíritu adoramos á Dios y al Padre de nuestro
Señor Jesucristo.
Por lo cual, Cristiano y piadoso Lector, ya que ves las
causas y motivos del restablecimiento de la Relijion entre
nosoTos, y de nuestra separacion de los Papistas, np de
bes admirarte de que mas bien hayamos querido obedecer
á Cristo nuestro Redentor que á íos hombres. S. Pablo
nos ecsortó á que no nos dejáramos llevar de diversas y
estrañas doctrinas, y especialmente á que nos apartáramos
de aquellos que causan divisiones y escárdalos contra la
97
doctrina que recibieran de Cristo y los Apóstoles. Ya ha
mucho tiempo que las imposturas de los tales, cual las
tinieblas á la salida del sol, así se desvanecen y huyen á
la presencia y luz del Evanjelio; y aunque ensalzadas
hasta las nubes, vienen no obstante por tierra sin trabajo,
y en cierto modo por sí mismas. Y no es de creer que
por una mera casualidad haya así sucedido : fué la volun
tad de Dios que en estos tiempos en que casi todos lo
resistían, se propagara por todo el mntido el Evanjelio.
Así que, amonestados los hombres por la palabra de Dios,
se han convertido de buena voluntad á la doctrina de
Jesucristo.
Nosotros á la verdad no hemos buscado con separarnos
ni ostentacion, ni riquezas, ni deleites, ni ocio ; pues todas
estas cosas se hallan entre nuestros contrarios en abun
dancia, y con mayor largueza y liberalidad las teníamos
cuando estábamos con ellos. Ni huimos el avenimiento y
la paz ; mas no queremos luchar con Dios por disfrutar
de paz con los hombres. "Ciertamente es dulce," dice
Hilario, " el nombre de paz ; pero una cosa es la paz, y
otra la esclavitud." Poique la paz para que se mande
callar á Cristo (que es lo que ellos auhelan), para hacer
traicion á la verdad Evanjélica, para disimular errores de
testables, para tener en tinieblas á los hombres Cristia
nos, y para conspirar contra Dios abiertamente, no es paz,
sino el mas inicuo pacto de servidumbre. " Hay cierta
paz inútil," dice Nazianzeno, "y cierta discordia útil "
La paz se. ha de buscar con limitacion, en cuanto sea justo,
. en cuanto sea lícito ; de otro modo Cristo mismo no trajo
al mundo la paz, sino la espada. Por tanto si el Papa
quisiere que volvamos á su gracia, ántes debe él mismo
reconciliarse con Dios. " De aquí," dice Cipriano, "na
cen los cismas, de que no se busca el oríjen, de que no se
retrocede á la fuente que son la Escrituras Santas, ni se
guardan los preceptos del Maestro celestial. Pues esa no
es paz, sino guerra ; ni se une á la Iglesia quien se separa
del Evanjelio." Mas nuestros adversarios solo se propor
nen negociar con el nombre de paz ; pues aquella que
tanto desean, es únicamente la tranquilidad de vientres
holgazanes. Fácilmente podrían arreglarse todas las dife
rencias, á no impedirlo la ambicion, la glotonería, y ej
lujo : éste el verdadero motivo de su querellas ; tienen
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en corazon fijo en los deleites, y de ahí el clamar con ve
hemencia para defender fea é indignamente lo que tienen
mal adquirido. Quéjanse hoy de nosotros los Induljen-
ciarios, los Colectores, los Tesoreros, y otros que juzgan
que el lucrares piedad, y no sirven á Jesucristo sino á sus
propios vientres. Para esta clase de hombres fué en el
siglo precedente muy pingüe la ganancia ; y ahora creen
que se les quita á ellos todo lo que se allega á Cristo. £1
mismo Pontífice se lamenta hoy dia de que se ha resfriado
la piedad ; ésto es, de que sus rentas son ya ménos con
siderables que lo eran de costumbre. Por eso nos tiene
un odio implacable, y nos carga cuanto puede de injuria»,
y nos condena por herejes, para que piensen los que no
saben la causa, que somos ios hombres mas malos del mun
do. Con todo, á nosotros no nos avergüenza entre tanto
nuestra causa, y por cierto que no debemos avergonzarnos
del Evanjelio ; pues estimamos en mas la gloria de Dios que
1^ opinion de los hombres. Sabemos que son ciertas todas
las cosas que enseñamos; y ni podemos violentar nuestras
conciencias, ni en contra de Dios dar testimonio. Pues
si negamos alguna parte del Evanjelio de Jesucristo de
lante de los hombres, él á su vez nos negará también
delante de su Padre (208.). Y si hay algunos que quieran
ofenderse y no sufran la doctrina de Cristo, ciego» son y
guías de ciegos ¡ pero no por eso dejarémos de predicar
la verdad y llevarla delante de nosotros, y esperar en pa
ciencia el tribunal de Dios.
Entre tanto vean los Papistas lo que hacen, piensen en
su salvacion, y déjense de aborrecer y perseguir el Evan
jelio del Hijo de Dios, no sea que algun dia lo esperimen-
ten como á defensor y vengador de su causa. Dios no
siempre ha de tolerar que se le tenga en desprecio. Ya
ha mucho tiempo que son sabedores los hombres de cuanto
se está haciendo. Llama es ésta que cuanto mas se re
prime tanto mas se enciende y difunde. La fidelidad de
Dios no ha de ser frustrada por la infidelidad de ellos.
Pero si todavía rehusáren deponer la dureza de sus almas,
y recibir el Evanjelio, les precederán á ellos en el Reyuo
de Dios los Publícanos y los pecadores.
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo les abra á
(208.) Mat. 10. v. 33.
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todos ellos los ojos para qjie puedan ver aquella dichosa
esperanza á que han sido llamados, .í fin de que todos
juntos glorifiquemos á aquel Único y Verdadero Dios, y al
que del cielo nos fué enviado : A Jesucristo, á quien con
el Padre y el Espíritu Santo sea tributado honor y gloria
eternamente. Amen.
¡