APOSTOLADO DE LA ORACIÓN - 2010 - 07

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formas, pero con un único objetivo: la alabanza y la adoración de la Sangre de Cristo presente en la Eucaristía, el agradecimiento por los dones de la redención, la intercesión para alcanzar misericordia y perdón, la ofrenda de la Sangre preciosa por el bien de la Iglesia; El valor salvífico de la sangre de Cristo ocupa un puesto central en la fe y en la salvación. Cristo con su sangre inocente y preciosa nos ha rescatado de la antigua esclavitud (cfr. 1 Pe 1,19) y nos limpia de todo pecado (1 Jn 1,7). Mediante la sangre derramada en la Cruz, Cristo puso en paz el cielo y la tierra (cfr. Col 1,20). El cáliz eucarístico (en la Santa Misa) contiene la Sangre de la Alianza nueva y eterna, derramada por la remisión de los pecados. La Sangre de Cristo es bebida de salvación, conforme a las palabras del Maestro: "el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día" (Jn 6,54). Por eso, la Iglesia a través del sacerdote, eleva a Dios Padre, en acción de gracias, el cáliz de la bendición y lo ofrece a los fieles como sacramento de verdadera y real comunión con la sangre de Cristo (1 Cor 10,16). Esta conversión milagrosa del vino en la Sangre de Cristo se conoce con el término de Transubstanciación. El pan deja de ser pan, el vino deja de ser vino porque suceden en su lugar el cuerpo y la sangre de Cristo. Las sustancias del pan y el vino cesan. La materia y la forma del pan y del vino se convierten. Solo los accidentes permanecen sin cambiar, por eso seguimos viendo el pan y el vino, pero substancialmente ya no lo son, porque en ellos está realmente el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo. El valor y la eficacia redentora de la Sangre de Cristo derramada para nuestra salvación, son objeto de memoria y adoración constante. Transcribimos a continuación, de la CARTA APOSTÓLICA INDE A PRIMIS*, DE SU SANTIDAD JUAN XXIII “…la devoción a la Preciosísima Sangre, cuyo propagador admirable fue en el siglo pasado; el sacerdote romano San Gaspar del Búfalo, obtuvo merecido asentimiento de esta Sede Apostólica. Conviene recordar que por mandato de Benedicto XIV se compusieron la Misa y el Oficio en honor de la Sangre adorable del Divino Salvador; y que Pío IX, en cumplimiento de un voto hecho en Gaeta, extendió la fiesta litúrgica a la Iglesia universal [8]. Por último Pío XI, de feliz memoria, como recuerdo del XIX Centenario de la Redención, elevó dicha fiesta a rito doble de primera clase, con el fin de que, al incrementar la solemnidad litúrgica, se intensificase también la devoción y se derramasen más copiosamente sobre los hombres los frutos de la Sangre redentora. Por consiguiente, secundando el ejemplo de nuestros Predecesores, con objeto de incrementar más el culto a la preciosa Sangre del Cordero Inmaculado, Cristo Jesús, hemos aprobado las Letanías , según texto redactado por la Sagrada Congregación de Ritos [9], recomendando al mismo tiempo se reciten en todo el mundo católico ya privada ya públicamente con la concesión de indulgencias especiales [10]. ¡Ojalá que este nuevo acto de la "solicitud por todas las Iglesias" [11], propia del Supremo Pontificado, en tiempos de más graves y urgentes necesidades espirituales, cree en las almas de los fieles la convicción del valor perenne, universal, eminentemente práctico de las tres devociones recomendadas más arriba! Así, pues, al acercarse la fiesta y el mes consagrado al culto de la Sangre de Cristo, precio de nuestro rescate, prenda de salvación y de vida eterna, que los fieles la hagan objeto de sus más devotas meditaciones y más frecuentes comuniones sacramentales. Que reflexionen, iluminados por las saludables enseñanzas que dimanan de los Libros Sagrados y de la doctrina de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia en el valor sobreabundante, infinito, de esta Sangre verdaderamente preciosísima, cuius una stilla salvum facere totum mundum quit ab omni scelere (de la cual una sola gota puede salvar al mundo de todo pecado) [12], como canta la Iglesia con el Doctor Angélico y como sabiamente lo confirmó nuestro Predecesor Clemente VI [13]. Porque, si es infinito el valor de la Sangre del Hombre Dios e infinita la caridad que le impulsó a derramarla desde el octavo día de su nacimiento y después con mayor abundancia en la agonía del huerto [14], en la flagelación y coronación de espinas, en la subida al Calvario y en la Crucifixión y, finalmente, en la extensa herida del costado, como símbolo de esa misma divina Sangre, que fluye por todos los Sacramentos de la Iglesia, es no sólo conveniente sino muy justo que se le tribute homenaje de adoración y de amorosa gratitud por parte de los que han sido regenerados con sus ondas saludables. …” Dado en Roma, junto a San Pedro, el treinta de junio de 1959, vigilia de la fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, segundo año de nuestro Pontificado. LETANÍA A LA PRECIOSA SANGRE: Señor, ten piedad de nosotros. Señor Jesucristo, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros. Señor Jesucristo, óyenos.

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Tríptico. Apostolado de la Oración. Parroquia Santa Rosa de Lima. Zapopan, Jalisco. México.

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formas, pero con un único objetivo: la alabanza y

la adoración de la Sangre de Cristo presente en

la Eucaristía, el agradecimiento por los dones de

la redención, la intercesión para alcanzar

misericordia y perdón, la ofrenda de la Sangre

preciosa por el bien de la Iglesia;

El valor salvífico de la sangre de Cristo ocupa

un puesto central en la fe y en la salvación. Cristo

con su sangre inocente y preciosa nos ha

rescatado de la antigua esclavitud (cfr. 1 Pe 1,19)

y nos limpia de todo pecado (1 Jn 1,7). Mediante

la sangre derramada en la Cruz, Cristo puso en

paz el cielo y la tierra (cfr. Col 1,20).

El cáliz eucarístico (en la Santa Misa)

contiene la Sangre de la Alianza nueva y eterna,

derramada por la remisión de los pecados. La

Sangre de Cristo es bebida de salvación,

conforme a las palabras del Maestro: "el que

come mi carne y bebe mi sangre tiene vida

eterna y yo le resucitaré en el último día" (Jn

6,54). Por eso, la Iglesia a través del sacerdote,

eleva a Dios Padre, en acción de gracias, el cáliz

de la bendición y lo ofrece a los fieles como

sacramento de verdadera y real comunión con la

sangre de Cristo (1 Cor 10,16). Esta conversión

milagrosa del vino en la Sangre de Cristo se

conoce con el término de Transubstanciación. El

pan deja de ser pan, el vino deja de ser vino

porque suceden en su lugar el cuerpo y la sangre

de Cristo. Las sustancias del pan y el vino cesan.

La materia y la forma del pan y del vino se

convierten. Solo los accidentes permanecen sin

cambiar, por eso seguimos viendo el pan y el

vino, pero substancialmente ya no lo son, porque

en ellos está realmente el cuerpo, sangre, alma y

divinidad de Cristo. El valor y la eficacia

redentora de la Sangre de Cristo derramada para

nuestra salvación, son objeto de memoria y

adoración constante.

Transcribimos a continuación, de la CARTA APOSTÓLICA INDE A PRIMIS*, DE SU SANTIDAD JUAN XXIII “…la devoción a la Preciosísima Sangre, cuyo propagador admirable fue en el siglo pasado; el sacerdote romano San Gaspar del Búfalo, obtuvo merecido asentimiento de esta Sede Apostólica. Conviene recordar que por mandato de Benedicto XIV se compusieron la Misa y el Oficio en honor de la Sangre adorable del Divino Salvador; y que Pío IX, en cumplimiento de un voto hecho en Gaeta, extendió la fiesta litúrgica a la Iglesia universal [8]. Por último Pío XI, de feliz memoria, como recuerdo del XIX Centenario de la Redención, elevó dicha fiesta a rito doble de primera clase, con el fin de que, al incrementar la solemnidad litúrgica, se intensificase también la devoción y se derramasen más copiosamente sobre los hombres los frutos de la Sangre redentora. Por consiguiente, secundando el ejemplo de nuestros Predecesores, con objeto de incrementar más el culto a la preciosa Sangre del Cordero Inmaculado, Cristo Jesús, hemos aprobado las Letanías, según texto redactado por la Sagrada Congregación de Ritos [9], recomendando al mismo tiempo se reciten en todo el mundo católico ya privada ya públicamente con la concesión de indulgencias especiales [10]. ¡Ojalá que este nuevo acto de la "solicitud por todas las Iglesias" [11], propia del Supremo Pontificado, en tiempos de más graves y urgentes necesidades espirituales, cree en las almas de los fieles la convicción del valor perenne, universal, eminentemente práctico de las tres devociones recomendadas más arriba! Así, pues, al acercarse la fiesta y el mes consagrado al culto de la Sangre de Cristo,

precio de nuestro rescate, prenda de salvación y de vida eterna, que los fieles la hagan objeto de sus más devotas meditaciones y más frecuentes comuniones sacramentales. Que reflexionen, iluminados por las saludables enseñanzas que dimanan de los Libros Sagrados y de la doctrina de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia en el valor sobreabundante, infinito, de esta Sangre verdaderamente preciosísima, cuius una stilla salvum facere totum mundum quit ab omni scelere (de la cual una sola gota puede salvar al mundo de todo pecado) [12], como canta la Iglesia con el Doctor Angélico y como sabiamente lo confirmó nuestro Predecesor Clemente VI [13]. Porque, si es infinito el valor de la Sangre del Hombre Dios e infinita la caridad que le impulsó a derramarla desde el octavo día de su nacimiento y después con mayor abundancia en la agonía del huerto [14], en la flagelación y coronación de espinas, en la subida al Calvario y en la Crucifixión y, finalmente, en la extensa herida del costado, como símbolo de esa misma divina Sangre, que fluye por todos los Sacramentos de la Iglesia, es no sólo conveniente sino muy justo que se le tribute homenaje de adoración y de amorosa gratitud por parte de los que han sido regenerados con sus ondas saludables. …” Dado en Roma, junto a San Pedro, el treinta de junio de 1959, vigilia de la fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, segundo año de nuestro Pontificado.

LETANÍA A LA PRECIOSA SANGRE: Señor, ten piedad de nosotros. Señor Jesucristo, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros. Señor Jesucristo, óyenos.

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Señor Jesucristo, escúchanos. Dios, Padre celestial, Ten piedad de nosotros. Dios, Hijo, Redentor del mundo, Ten piedad de nosotros. Dios, Espíritu Santo, Ten piedad de nosotros. (A las siguientes invocaciones, vamos a responder: ¡Sálvanos!) Sangre de Cristo, Sangre del Unigénito del Padre Eterno. Sangre de Cristo, Sangre del Verbo Encarnado. Sangre de Cristo, corriendo a la tierra en la agonía. Sangre de Cristo, brotando en la flagelación. Sangre de Cristo, emanando en la coronación de espinas. Sangre de Cristo, derramada en la Cruz. Sangre de Cristo, el precio único de nuestra salvación. Sangre de Cristo, sin la cual no hay perdón. Sangre de Cristo, en la Eucaristía bebida y baño de las almas. Sangre de Cristo, río de Misericordia. Sangre de Cristo, vencedora de los demonios. Sangre de Cristo, fortaleza de los mártires. Sangre de Cristo, fuerza de los confesores. Sangre de Cristo, que engendra vírgenes. Sangre de Cristo, constancia de los tentados. Sangre de Cristo, alivio de los enfermos. Sangre de Cristo, consuelo de los que lloran. Sangre de Cristo, esperanza de los que hacen penitencia. Sangre de Cristo: alivio de los moribundos. Sangre de Cristo, paz y dulzura de los corazones. Sangre de Cristo, prenda de la Vida Eterna. Sangre de Cristo, que libera a las almas del lago del Purgatorio. Sangre de Cristo, dignísima de toda gloria y

honor. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: Perdónanos, Señor. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: Escúchanos, Señor. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: Ten Misericordia de nosotros. Señor, Tú nos redimiste en tu Sangre, e hiciste de nosotros un Reino para Dios y Padre tuyo. Oremos: Omnipotente y Sempiterno Dios, que constituiste a tu Unigénito Hijo Redentor del mundo y quisiste aplacarte con su Sangre; te suplicamos nos concedas que de tal modo veneremos el precio de nuestra Redención, que por su virtud seamos preservados en la tierra de los males de la vida presente, ¡para que gocemos en el Cielo de su fruto eterno! Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.

En julio de 1995, exactamente a las 3 de la tarde, hora de la Divina Misericordia, Nuestro Señor llamó por primera vez a Bernabé Nwoye, un joven de 17 años, de Olo, estado de Enugu, Nigeria. Nuestro Señor pidió a Bernabé que adorara su Preciosa Sangre, y lo consolara de todos los ultrajes cometidos contra ella. Dos años después, el Señor le enseñó el Rosario a la Sangre Preciosa (en una visión), y todas las plegarias que lo componen. Los mensajes, oraciones e himnos, lo mismo que las instrucciones, dados directamente por Nuestro Señor, Su Madre María, Ángeles y santos, entre 1997 y 2001, constituyen la devoción a la preciosa sangre. (Los mensajes desde 1997 a 2000 fueron revisados por una Comisión Teológica ordenada por el Obispo Antonio Gbuji de Enugu. Todos ellos han recibido el Nihil Obstat del Rev. Fr. Esteban Obiukwu , encargado de Propagación de la Fe.)

APOSTOLADO DE LA ORACIÓN “Un servicio a la Iglesia desde el

Corazón de Cristo.”

Julio: Mes de la Preciosísima Sangre Internet: http://autorescatolicos.org/ppa352.pps

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE SU VENERACION

El Papa Juan XXIII pidió que se extendiera cada

día más el Culto a la Preciosísima Sangre de

Jesucristo.

El mismo Papa que mandó inscribir en el Ritual

de la Iglesia la Letanía a la Sangre Preciosa de

Cristo, nos mandaba también añadir, antes de la

reserva del Santísimo Sacramento, la alabanza:

¡Bendita sea su preciosísima Sangre! ¿Por

qué?... Esa Sangre por la que fuimos salvados

merece una devoción especial. Además, es un

reconocimiento agradecido al amor de Jesucristo,

que no ahorró ningún sufrimiento a fin de ganarse

el amor de nuestros corazones.

La veneración de la Sangre de Cristo ha

pasado del culto litúrgico a la piedad popular, en

la que tiene un amplio espacio y numerosas

expresiones. Entre éstas hay que recordar:

* la Corona de la preciosa Sangre de Cristo,

en la que con lecturas bíblicas y oraciones son

objeto de meditación piadosa "siete efusiones de

sangre" de Cristo, explícita o implícitamente

recordadas en los Evangelios: la sangre

derramada en la circuncisión, en el huerto de los

olivos, en la flagelación, en la coronación de

espinas, en la subida al Monte Calvario, en la

crucifixión, en el golpe de la lanza;

* las Letanías de la Sangre de Cristo: el

formulario actual, aprobado por el Papa Juan

XXIII el 24 de Febrero de 1960, se despliega

desde un argumento en el que la línea histórico-

salvífica es claramente visible y las referencias a

pasajes bíblicos son numerosas;

* la Hora de adoración a la preciosa Sangre de Cristo, que adquiere una gran variedad de