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259 ARJÉ. Revista de Postgrado FaCE-UC. Vol. 10 N° 18 . Enero– Junio 2016/ pp.259-270. ISSN-e 2443-4442 , ISSN-p 1856-9153 Aproximación histórica del proyecto ético de Adela Cortina en una sociedad plural Vielma Jonathan APROXIMACIÓN HISTÓRICA DEL PROYECTO ÉTICO DE ADELA CORTINA EN UNA SOCIEDAD PLURAL Resumen El pensamiento de la Adela Cortina se funda- menta en la autonomía de la persona humana que tiene como base común a la ética cívica de mínimos morales, junto a la cual puedan coexis- tir las diversas éticas de máximos morales. La articulación de unos mínimos morales comparti- dos y exigibles de Justicia, así como el respeto efectivo a los distintos máximos morales o invi- taciones a la felicidad, constituyen para Cortina el auténtico pluralismo moral que supera el poli- teísmo axiológico como el relativismo moral. De ahí que, esta autonomía se subscribe en una actitud dialógica, es decir, en condiciones simé- tricas donde los interlocutores consideren nor- mas justas las que han sido queridas por los afectados, con el fin de lograr en el ámbito ético su universalidad mediante criterios mininos mo- rales para lograr una sociedad justa y responsa- ble . Palabras clave: diálogo, máximos morales, mí- nimos morales, politeísmo axiológico, pluralis- mo moral. HISTORICAL APPROACH TO ADELA CORTINA'S ETHICAL PROJECT IN A PLURAL SOCIETY Abstract Adela Cortina’s thought is based on the autono- my of the human person that has as a common basis the civic ethics of moral minima, next to which moral maxima ethical diversities can co- exist. The joint of moral minima shared and de- mandable of justice, as well as the effective re- spect to the different moral maxima or invita- tions to happiness, constitute what Cortina calls the authentic moral pluralism that goes beyond the axiological polytheism as the moral relativ- ism. Hence, this autonomy is subscribed in a dia- logical attitude; it means in equal conditions where interlocutors consider fair rules required by people involved in, this with the purpose of reaching its universality by moral minima crite- ria to get a fair and reasonable society. Keywords: autonomy, dialogue, moral maxima, moral minima, axiological polytheism, moral pluralism. Recibido: 24/01/2015 Aceptado: 08/06/2015 Jonathan Vielma Magíster em Filosofía Universidad de Carabobo [email protected]

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ISSN-e 2443-4442 , ISSN-p 1856-9153

Aproximación histórica del proyecto ético de Adela Cortina en una sociedad plural

Vielma Jonathan

APROXIMACIÓN HISTÓRICA DEL PROYECTO ÉTICO

DE ADELA CORTINA EN UNA SOCIEDAD PLURAL

Resumen

El pensamiento de la Adela Cortina se funda-menta en la autonomía de la persona humana que tiene como base común a la ética cívica de mínimos morales, junto a la cual puedan coexis-tir las diversas éticas de máximos morales. La articulación de unos mínimos morales comparti-dos y exigibles de Justicia, así como el respeto efectivo a los distintos máximos morales o invi-taciones a la felicidad, constituyen para Cortina el auténtico pluralismo moral que supera el poli-teísmo axiológico como el relativismo moral. De ahí que, esta autonomía se subscribe en una actitud dialógica, es decir, en condiciones simé-tricas donde los interlocutores consideren nor-mas justas las que han sido queridas por los afectados, con el fin de lograr en el ámbito ético su universalidad mediante criterios mininos mo-rales para lograr una sociedad justa y responsa-ble .

Palabras clave: diálogo, máximos morales, mí-nimos morales, politeísmo axiológico, pluralis-mo moral.

HISTORICAL APPROACH TO ADELA CORTINA'S ETHICAL PROJECT IN A

PLURAL SOCIETY Abstract

Adela Cortina’s thought is based on the autono-my of the human person that has as a common basis the civic ethics of moral minima, next to which moral maxima ethical diversities can co-exist. The joint of moral minima shared and de-mandable of justice, as well as the effective re-spect to the different moral maxima or invita-tions to happiness, constitute what Cortina calls the authentic moral pluralism that goes beyond the axiological polytheism as the moral relativ-ism. Hence, this autonomy is subscribed in a dia-logical attitude; it means in equal conditions where interlocutors consider fair rules required by people involved in, this with the purpose of reaching its universality by moral minima crite-ria to get a fair and reasonable society. Keywords: autonomy, dialogue, moral maxima,

moral minima, axiological polytheism, moral

pluralism.

Recibido: 24/01/2015 Aceptado: 08/06/2015

Jonathan Vielma

Magíster em Filosofía Universidad de Carabobo

[email protected]

DE ADELA CORTINA EN UNA SOCIEDAD PLURAL

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Aproximación histórica del proyecto ético de Adela Cortina en una sociedad plural

Vielma Jonathan

Introducción

La aproximación histórica del proyecto ético de la

filósofa Adela Cortina versa sobre dos realidades

latentes en la filosofía práctica que son: El poli-

teísmo axiológico que es consecuencia de la caída

del único código moral-religioso como guía de

las verdades universales y únicas, para regir el

comportamiento moral de las personas. Dicho de-

clive trajo como consecuencia una sociedad relati-

vista, es decir, la valoración moral de los indivi-

duos dependerá de su criterio de bondad o maldad

que tendría su ápice en la humanización o deshu-

manización. Por tanto dicho politeísmo axiológico

consiste en creer que las cuestiones de valores, y

por supuesto las cuestiones de valores morales son

“muy subjetivas”, que en el ámbito de los valores

cada persona elige una jerarquía de valores u otra

(relativismo moral) .

En otras palabras, el soporte epistémico de nuestra

autora es la autonomía de la persona y su actitud

dialógica, donde la justicia y solidaridad son ex-

presiones de respeto por dicha autonomía y por

ello exige un mínimo moral, donde sólo se con-

sideran normas justas las que han sido queridas

por los afectados, tras un diálogo celebrado en

condiciones de simetría.

Y la segunda connotación filosófica , que desa-

rrolla nuestra autora como realidad histórica que

vive la ética como filosofía práctica es el pluralis-

mo moral , que consiste en compartir unos míni-

mos morales desde lo que es posible construir jun-

tos una sociedad más justa, y en respetar, precisa-

mente desde esos mínimos compartidos, que cada

quien defienda y persiga sus ideales de felicidad.

Esta máxima de Cortina de compartir unos míni-

mos morales es la manera como se enfrenta al po-

liteísmo axiológico. Desde estas dos realidades se

inserta nuestra reflexión sobre la aproximación

histórica del proyecto ético de Adela Cortina

(Cortina,1994)

Ahora bien, la caída del código moral-religioso

como unificación de significado, se expresa en un

relativismo religioso, social, sobre la verdad y

moral. En otras palabras, este fenómeno moral-

religioso como único criterio unificador de com-

portamiento moral de las personas en la socie-

dad ,es conocido como nacional catolicismo, tra-

yendo como consecuencia secuelas perniciosa el

código moral único (Cortina,1994). En efecto, pa-

ra resolver los problemas de disgregación com-

portados por la modernidad, se toma como argu-

mentos fundantes y verdaderos a la tradición ca-

tólica, con el fin de unificar criterios como ele-

mento de cohesión y de reducción de la conflicti-

vidad ideológica y social. Por tanto, las restantes

concepciones morales y religiosas, quedan exclui-

das por atentar con esta unificación.

Obviamente, esta actitud queda debilitada, cuando

se comienzan a garantizar y fundamentar la liber-

tad ideológica, religiosa y de culto de los indivi-

duos y las comunidades, constituyendo así , una

implacable dosis de veneno mortal, en contra de

este nacional catolicismo, y por tanto su código

moral único como hegemonía absoluta de una

determinada moral católica, que quería ser univer-

sal .

Frente a esta realidad histórica, nace el nuevo reto

del proyecto ético que promueve y defiende Adela

Cortina en esta aldea global. Dicho reto, se funda-

menta en unos criterios mínimos morales, expre-

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sada en su ética mínima, que tiene su raíz en la

autonomía y diálogo simétrico de las personas,

como autolegisladores donde cobra fuerza la dig-

nidad como fuente de normas morales. Por consi-

guiente, el declive del código moral único como

hegemonía absoluta, donde la nueva máxima so-

cial y moral seria, si dios está muerto se permite

todo, y su nefasta consecuencia llamada relativis-

mo moral, expresado en el politeísmo axiológico .

De allí que , este proyecto nace como respuesta a

este relativismo, desde una ética mínima que re-

conoce en la sociedad un pluralismo moral para

fundamentar el entendimiento o la voluntad de

entendimiento de las personas en la socie-

dad ,mediante el consenso en el que los hombres

se reconozcan recíprocamente sus derechos.

Por consiguiente, la base ontológica de la ética

desarrollada por los clásicos y rescata por los filó-

sofos modernos entre ellos Emmanuel Kant, argu-

mentan que el ser y deber ser de los actos morales

de las personas sustentado desde la reflexión éti-

ca, consiste en forja el carácter, para lograr una

vida buena y un buen vivir, donde la máxima del

arte de vivir, se traduce como sabiduría práctica

de la perfección humana. Es decir, fundamentar

cuáles son las razones que tienen los seres huma-

nos para actuar moralmente guiados por valores

universales y universalizables , tales como la li-

bertad, igualdad, solidaridad y justicia.

Otra tarea titánica, del proyecto ético de nuestra

autora es la problemática social del crimen orga-

nizado y desorganizado que cobra diariamente

medio centenar de víctimas en la que la seguridad

social, muy deficiente, ni siquiera beneficia a la

mitad de la población laboralmente activa, ade-

más su función de resguardar la seguridad de to-

dos los ciudadanos resulta ineficiente frente al de-

lito, en que la violación de las leyes es normal.

(Cortina, 1985).

En otras palabras, observamos como la impuni-

dad oscila entre la falta de aplicación de la ley pe-

nal y la evasión y distorsión del ejercicio de la ac-

ción penal. En la primera quienes deben procurar

la justicia y quienes deben dictar las sentencias

que señala la ley no actúan eficazmente o simple-

mente no actúan. En la segunda quienes deben ser

castigados, no lo son, por distintas razones, o bien

se sustraen del ejercicio de acción penal por ocul-

tarse o por medio de artimañas legales.

De allí que, muchos “expertos”, expresan que el

papel de la ética como reflexión de la moral es

urgente y necesario, ya que estamos frente a una

sociedad relativista, es decir, la valoración moral

de los individuos dependerá de su criterio de bon-

dad o maldad que tendría su ápice en la humaniza-

ción o deshumanización.

De lo anterior, es necesario aclarar que la ética

como disciplina filosófica tiene como objeto de

estudio a la moral, el cual analiza el comporta-

miento moral de los individuos a través de los ac-

tos concretos en que se manifiesta, es decir, tratar

de averiguar cuáles son las razones por las que

tiene sentido que los seres humanos se esfuercen

en vivir moralmente. Y la moral trata del bien en

general, y de las acciones humanas en orden a su

bondad o malicia. (Sánchez, 1969).

En otras palabras, “la moral es el conjunto de nor-

mas aceptadas libre y conscientemente, que regu-

lan la conducta individual y social de los hom-

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Vielma Jonathan

bres” (Sánchez, 1969,p.61) .De la definición ante-

rior, se desprenden nos aspectos esenciales del

comportamiento humano y combina un plano do-

ble en el que se especifica su carácter objetivo

estos aspectos son: el plano normativo y factico.

El primero, está constituido por las reglas o nor-

mas que enuncian algo que debe ser. Y el segun-

do, lo constituyen ciertos actos humanos que se

dan efectivamente, es decir, que son, independien-

temente de cómo estimemos que debieron ser.

De allí que, la relación entre ambos planos es dia-

léctica, uno implica al otro, pero de una manera

especial, lo normativo existe para ser realizado, lo

cual no quiere decir que se realice necesariamente.

Por consiguiente, postula una conducta que se

considera debida, es decir, que debe realizarse,

aunque en la realidad efectiva no se cumpla la

norma. De tal manera que la esencia de lo moral

se busca, pues, en ambos planos.

Ahora bien, dado la urgencia y el nuevo reto his-

tórico de la ética que promueve y defiende Adela

Cortina en esta aldea global que se enfrenta al re-

lativismo y a la caída del único código moral-

religioso, surgen nuevos problemas que aquejan a

la humanidad y por tanto, imprimen la necesidad

discursiva de un nuevo ethos mundial. En primer

lugar, notamos como la actividad tecnológica y la

misma biotecnología favorece un crecimiento de

riqueza mediante su producción y comercializa-

ción en esta aldea global, sin menoscabar sus bon-

dades, observamos una brecha generacional. Don-

de estas nuevas realidades promueven una des-

ventaja competitiva con relación al concierto in-

ternacional, fundamentalmente en ámbitos de

mercado y producción de bienes y servicios, como

lo afirma Cortina (2008) en su libro Ética y Globa-

lización. Por consiguiente, esta realidad crea en los

individuos un consumismo tan grande que acre-

cienta más la desigualdad social, el más acto per-

manece.

Dicha riquezas son ganancias de las grandes cor-

poraciones transnacionales y mundiales que vie-

nen a ser el disfrute de unos pocos frente a una

gran mayoría que todavía en pleno siglo XXI vi-

ven bajo el nivel de la pobreza extrema, la priori-

dad es darse cuenta e impedir que la gente siga

muriendo de hambre y de frío. Asimismo, vemos

con estupor como los niveles de solidaridad entre

los humanos han retrocedidos a los tiempos de la

barbarie. Frente a esta barbarie según Cortina y

Pereira (2009), existen voluntades para erradicar

la pobreza como prioridad en esta globalización

de mercado.

Frente a lo anterior, el nuevo reto de la ética que

promueve y defiende Adela Cortina en esta aldea

global es la de fundamentar una praxis ética que

busca el consenso | entre sujetos simétricamente

dialógicos, a partir de unos mínimos acuerdos éti-

cos, cuyo autonomía es fundamento de deberes

universalmente exigibles: sólo las personas, en

virtud de su autonomía, tienen que ser universal-

mente respetadas. Son, pues, los afectados quienes

tienen que decidir qué intereses deben ser prima-

riamente satisfechos, pero para que tal decisión

pueda ser racional, argumentable, no dogmática,

el único procedimiento moralmente correcto para

alcanzarla será el diálogo que culmine en un con-

senso entre los afectados, que se enfrenta al relati-

vismo y a la caída del único código moral-

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religioso en el mundo occidental como forma de

cohesión social de fundamentación de normas y

de legitimación del poder político. Es decir, el có-

digo religioso-moral como proyecto de un ethos

mundial, había dejado de aglutinar a los ciudada-

nos y ellos parecían comportar la muerte de la mo-

ral. (Cortina, 1994).

De lo anterior, podemos decir que la visión única

del mundo, como el universo simbólico y de signi-

ficado de verdad universal cae en declive a conse-

cuencia del nacimiento de la modernidad y su se-

llo disgregador manifestado en lo social y cultural.

Dicha fragmentación da paso a que cada sector

tales economía, política, ciencia, educación entre

otros, se agrupen autónomamente y desarrollen

sus propias normas e interpretaciones, para darle

sentido a la vida cotidiana desde su enfoque. Co-

mo consecuencia de lo anterior aparece una socie-

dad pluralista, como lo han acuñado los sociólo-

gos.

Ahora bien, al surgir una sociedad pluralista, don-

de impera el politeísmo de valores, carecemos de

valores absolutos y verdaderos vinculantes, aun-

que no de integración social. Esto proceso se dio

gracias a la modernización, influyendo de manera

directa a los países occidentales desde los albores

de la modernidad, dando paso al progreso. De

acuerdo a lo anterior, el progreso de la racionali-

zación de las estructuras sociales y las formas de

pensar, como el impacto de ese progreso en aque-

llas formas de pensamiento religioso y morales,

que eran el referente social (Weber,1984).

Dicho progreso paralizó a la comunidad creyente,

pues trajo un retroceso de las imágenes del mundo

religioso y morales compartidas, es decir, las

creencias religiosas y morales mantenían encanta-

do, hechizado al mundo, de ahí que el proceso de

desencantamiento se da gracias a la racionaliza-

ción

Por consiguiente, el progreso de racionalización

se extendió a diferentes ámbitos sociales y las di-

ferentes formas de pensar. En efecto la razón está

habituada a descubrir qué medios son adecuados

para alcanzar los fines que se persiguen como me-

dir las consecuencias, los fines y valores últimos

se aceptan o rechazan, por tanto, no es posible

argumentar a favor de unos u otros, pretendiendo

que son racionalmente superiores, porque no hay

otros fines o valores (ajustar a la normativas sobre

la elaboración de referencias)

Ahora bien, esos valores y fines últimos fueron

justificados tradicionalmente por las imágenes re-

ligiosas del mundo (único código moral religioso),

y al presentarse la razón instrumental, que se ha

erigido como la nueva diosa, van quedando rele-

gadas como irracionales, como metas que se acep-

tan o rechazan por algún tipo de fe pero las que se

pueden argumentar. Al avance de la racionalidad,

el desencantamiento religioso y axiológico del

mundo llega a su última consecuencia, el politeís-

mo Axiológico.

En este sentido, podemos decir que el politeísmo

axiológico consiste en creer que las cuestiones de

valores, y por supuesto las cuestiones de valores

morales son “muy subjetivas”, que en el ámbito

de los valores cada persona elige una jerarquía de

valores u otra (relativismo moral). Por eso, se pro-

duce en el terreno de los valores un politeísmo,

porque cada uno se “inclina y adora” a su dios,

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acepta su jerarquía de valores y no deja que otro le

diga que valor debe asumir como verdadero refe-

rente, de ahí que sea imposible encontrar razones

morales que puedan llevarnos a encontrar un

acuerdo común a través del argumento, es posible

que alguno piense que este relativismo es un sin-

cretismo, o donde se cree en todo y no se termine

creyendo en algo.

Sin embargo, la visión del politeísmo axiológico

desarrollada por Adela cortina no cabe tal afirma-

ción, porque para ella la existencia del politeís-

mo axiológico se manifiesta en los diferentes có-

digos morales que tiene una sociedad, pero en

donde no hay una comunicación ni consenso entre

las personas que tienen diferentes principios. Por

tanto, cada individuo traza su propio proyecto de

vida, no le interesa los valores o comportamientos

comunes, sino solo lo que él piense y como actué;

es entonces que podemos deducir de que existe

una moral subjetiva, la moral es un asunto priva-

do, ya no depende lo que todos pensemos y discu-

tamos, sino la idea individualista.

Ahora bien, quienes defiendan el subjetivismo

moral se alistan en las filas del politeísmo axioló-

gico, y no en la de un sano pluralismo. Ya que el

pluralismo, es totalmente incompatible con el sub-

jetivismo moral. Y esto porque, el pluralismo con-

siste en compartir unos mínimos morales desde lo

que es posible construir juntos una sociedad más

justa, y en respetar, precisamente desde esos míni-

mos compartidos, que cada quien defienda y per-

siga sus ideales de felicidad. De allí que, el pro-

yecto ético de Adela Cortina reconoce la impor-

tancia del diálogo, como reconocimiento de las

personas, donde es posible convivir ciudadanos de

distintas confesiones religiosas y distintas concep-

ciones de felicidad, para así lograr fundamentar en

esta sociedad pluralista unos mínimos elementos

éticos racionales que se puedan compartir.

En este sentido dice Cortina (1994):

...Se necesita una voluntad común nacidas desde el interior de las personas, aunque esa voluntad se limite a unos mínimos elementos compartidos. Tales mínimos son en realidad indispensable para hablar de pluralidad y no existe, en cambio, en una sociedad en que impera el politeísmo axiológico. (p.45).

Pues bien, para que este proceder relacionar tenga

éxito, es menester aceptar que entre hablantes y

oyentes se produce una doble relación: hermenéu-

tica y ética. La relación hermenéutica es necesaria

porque sin un entendimiento mínimo, sin un míni-

mo acuerdo entre hablante y oyente la acción no

puede prosperar. Por tanto, el acuerdo tiene que

ser simétrico, y en actitud dialógica, como expre-

sión de reconocimiento mutuo.

De allí que el reconocimiento, está vinculado ne-

cesariamente a una relación ética tiene que tener

en cuenta el reconocimiento recíproco de los in-

terlocutores como persona, es decir, como seres

con autonomía (Cortina, 1992). De allí, que la éti-

ca dialógica asumida por Adela Cortina retoma el

concepto moderno de autonomía, que en la filoso-

fía Kantiana distinguía a todo hombre como fin en

sí mismo, como absolutamente valioso, razón de

ser de imperativos categóricos.

En este sentido, podemos decir que la ética dialó-

gica ofrece una reconstrucción dialógica del impe-

rativo moral Kantiano, es decir, el principio de la

autonomía de la voluntad, por el que cualquier ser

racional tiene dignidad y no precio, cobra ahora

cuerpo dialógico al convertirse en derecho a parti-

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cipar en discursos que afecten las decisiones de

todas las personas, dicho derecho capacita a las

personas para intervenir en condiciones de sime-

tría, es decir, entre interlocutores; además tienen

derecho a que sus propias intervenciones tengan

un peso decisivo en el resultado final, si el impe-

rativo Kantiano pudo parecer abstracto, cobra aho-

ra consenso social al convertirse en imperativo

dialógico.

En este orden de ideas, Levinas (1977) en su obra

Totalidad e Infinito, nos recuerda la importancia

del discurso como medio necesario del hombre y

de la mujer para ponerse de acuerdo en cualquier

tema, y dice:

La comunicación de las ideas, la reciprocidad del diálogo, ocultan ya la esencia profunda del lenguaje. Esta reside en la irreversibilidad de la relación entre el yo y el otro, en la maestría del maestro coincidiendo con su posición de otro y de exterior. (p. 124).

Esta afirmación de Levinas expresa lo importante

que es el diálogo como reciprocidad entre las per-

sonas, ya que hoy más que nunca es necesario el

diálogo en esta sociedad pluralista, porque pare-

ciese que los valores moral-religiosos ya no dan

razones valederas ni tienen una base racional para

dialogar. Al respecto, lo que se quiere lograr es

que en esta sociedad pluralista nos pongamos de

acuerdo a través del diálogo en unos mínimos ele-

mentos éticos racionales, para así poder comenzar

a construir una sociedad más humana y humaniza-

dora.

Por tanto, ante esta realidad social es necesario

hallar un criterio de verdaderas razones, comuni-

cables y aceptables por todo ser racional, como lo

describe muy bien Adela Cortina .En consecuen-

cia, antes de hallar criterios racionales como en-

tendimiento entre sujetos, para lograr acuerdos y

consensos bajo el fundamento de la intersubjetivi-

dad. Por tanto, es necesario el reconocimiento mu-

tuo como interlocutores válidos con el fin de lo-

grar unos mínimos fundamentos éticos tales como

justicia, libertad, igualdad, bondad y fraternidad

que sean comunicables y aceptables en una socie-

dad pluralista.

En otras palabras, un mínimo de respeto a los de-

rechos de los demás hombres y mujeres, el aprecio

a unos valores; y la estima a una actitud dialógica

que permita tener una base común para ir constru-

yendo desde ellos responsablemente y en serio un

mundo humano y solidario.

En efecto, allí donde se encuentre a un ser racio-

nal, que es fin en sí mismo y no simple medio pa-

ra fines egoístas, en términos kantianos, está

prohibido privarles de la vida, forzarles física o

moralmente, negarles los elementos materiales y

culturales exigidos por un contexto para ser un

interlocutor facultado en los diálogos sobre cues-

tiones que le incumbe . De allí que , la reconstruc-

ción dialógica del imperativo moral Kantiano del

principio de la autonomía de la voluntad, determi-

na que cualquier ser racional tiene dignidad y no

precio, cobra ahora cuerpo dialógico al convertirse

en derecho a participar en discursos que afecten

las decisiones de todas las personas, dicho dere-

cho capacita a las personas para intervenir en con-

diciones de simetría, es decir, entre interlocutores

validos; además tienen derecho a que sus propias

intervenciones tengan un peso decisivo en el re-

sultado final. Esto implica a su vez, reconocer a

cualquier persona como relación comunicativa

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que se produce entre un hablante y un oyente, esto

es interlocutores válidos, donde uno y otro se re-

conocen recíprocamente en esa acción como per-

sonas autónomas, siendo así que pueden responder

con un sí ó con un no a la oferta del diálogo; pero

ante este reconocimiento es necesario fortalecer

los lazos de seguridad para seguir siendo persona.

De tal manera, la idea kantiana de la dignidad hu-

mana cobra vigencia, ya que la persona es vista

como un ser valioso en sí mismo, bajo el enfoque

de la ética dialógica, la cual constituyen un buen

programa, “para una ética de los ciudadanos del

siglo XXI”. En este sentido, Adela Cortina (1994),

afirma:

La autonomía seguirá siendo el principio cla-ve de la ética, pero entendida como participa-ción en las discusiones sobre normas por las que se puede resultar afectado, y en la inci-dencia en la decisión final. En este derecho a la participación son todos los hombres igua-les, como muestran el desarrollo del juicio sobre la justicia, el constructivismo kantiano y el discurso práctico; la solidaridad la virtud que permite extender universalmente la preo-cupación por los mínimos morales, más allá de la simpatía. (p.96).

Por consiguiente, autonomía y solidaridad son en-

tonces las dos claves de este personalismo dialógi-

co, que rompe los esquemas de cualquier indivi-

dualismo abstracto. Por ende, surge un nuevo hu-

manismo que prolonga, no la tradición individua-

lista moderna sino la también moderna tradición

del sujeto autónomo en el que se articulan de mo-

do inseparable subjetividad e intersubjetividad,

autonomía y solidaridad.

El proyecto ético de Adela Cortina se enmarca en

un conjunto de valores y normas que comparte

una sociedad moralmente pluralista que permite a

los distintos grupos, no sólo coexistir, no sólo

convivir, sino también construir la vida juntos a

través de proyectos compartidos y descubrir res-

puestas comunes a sus desafíos esos valores no

son estáticos ni pertenecientes a un grupo social

reducido, sino a toda la humanidad.

Por tanto, en una sociedad pluralista que tiene co-

mo clave para fundamentar el entendimiento o la

voluntad de entendimiento al hombre como fin en

sí mismo, debe promover en la vida social valores

como la autonomía, la igualdad, la solidaridad y la

justicia serían una teleología existencial que nos

ayudaría a exclamar que la vida es digna de ser

vivida, yquien la viviera desearía seguir viviéndo-

la. Atender a este lado experiencial del reconoci-

miento recíproco es indispensable para lograr la

voluntad de entendimiento de los sujetos morales

(Cortina ,2007).

De esta forma el reconocimiento que atiende al

vínculo comunicativo en su integridad, Adela Cor-

tina le llama “reconocimiento cordial” y

“reconocimiento compasivo”, porque es la compa-

sión el sentimiento que se a preocupa por la justi-

cia. Pero no entendida como condescendencia,

como la magnanimidad del fuerte que se aviene a

tener en cuenta al débil, sino como la capacidad

de compadecer, (padecer con) el sufrimiento y el

gozo de quienes se reconocen recíprocamente co-

mo carne de la propia carne y hueso del propio

hueso.

Por consiguiente, en este proyecto ético la justi-

cia y bondad van de la mano, para lograr en los

ciudadanos una vida buena y un buen vivir. Ya

que, los seres humanos somos los únicos que tene-

mos dignidad y no precio, valor absoluto y no re-

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lativo, valor en sí y no para otra cosa

(cortina ,2009). De allí que es inmoral instrumen-

talizar al hombre, ni utilizarlo para metas ajenas a

su bien, sean económicas, científicas o políticas,

ni tampoco suplantarse a la hora de decidir en qué

consiste su bien.

En efecto, la dignidad humana nos lleva a recono-

cer la autonomía de las personas y sus derechos a

la autorrealización con el fin de poder llevar ade-

lante sus planes vitales, siempre que no perjudi-

quen los planes de las otras personas. De ahí que,

el mandato supremo de la autonomía es el de "no

instrumentalizar" a los seres humanos, es decir, no

intervenir en sus cuerpos, en sus mentes o en sus

conductas para conducirles adonde no desean ir.

Esta es la función del estado, lograr que la justicia

y el bien se ejecuten en una sociedad pluralista

donde la dignidad humana se respete y defienda.

De allí, la necesidad de retomar la discusión sobre

qué es lo justo y lo bueno en una sociedad plural.

Ya que, la ética mínima como es sabido busca los

“mínimos de justicia”, derechos humanos, a los que

sería ya inmoral renunciar, razón por la cual se

transmiten de generación en generación.

En este sentido , vemos que los requisitos mínimos

que deben ser universalmente cumplidos por todos,

creyentes y no creyentes es la justicia , pues cuando

estimo que algo es “justo” no estoy expresando un

sentimiento meramente subjetivo o grupal, relativo

a mi cultura o circunstancia, sino que pretendo que

lo tenga por justo cualquier ser racional que quiera

pensar moralmente, esto es, que se sitúe en condi-

ciones de imparcialidad y de universabilidad, pues

se intenta sumar y no restar, detectar cuáles son

nuestros valores comunes a todos, también a todas

las religiones, a saber la no violencia y el respeto a

la vida.

En efecto, estos mínimos acuerdos racionales mo-

rales irán creciendo pero no alcanzaran la totali-

dad de una vida personal que encuentra sus res-

puestas en “Éticas de Máximas”. La clave funda-

mental del pluralismo consiste entonces en com-

partir unos mínimos de justicia progresivamente

ampliables y en respetar activamente unos máxi-

mos de felicidad y de sentido a la vida.Es por ello

que, desde la noción de sujeto, la exigencia de li-

bertad o es universal o no es moral, la aspiración

de una sociedad sin dominación es irrenunciable,

la solidaridad es el humus (terreno, base, fuente)

desde el que un individuo deviene persona, y sólo

si alcanza a todo hombre puede reconocerse como

auténtica solidaridad.

Analizar, por tanto, el pluralismo moral lleva re-

conocer que es la antítesis del politeísmo axiológi-

co y del monismo moral. Pues, rechaza cualquier

forma de desmoralización en la apuesta irrenun-

ciable por potenciar el tono moral de las socieda-

des, contrasta además una forma de defensa en el

diálogo entre ética y religión y que en definitiva,

consiste en la defensa de la dignidad humana, por-

que todo hombre es un fin en sí mismo, y le co-

rresponde deberes de justicia y obligaciones de

gratuidad. La realización personal conlleva tam-

bién vincularse a los demás mediante la vivencia

de bienes intangibles como el cariño, la compa-

sión o el consuelo.

Por este motivo conviene articular la ética de mí-

nimos y de máximos, distinguirlas en las exigen-

cias de justicia y obligaciones o aspiraciones de

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felicidad. Las éticas de máximo crecen en profun-

didad, en interioridad y admiten que el misterio

forma parte de lo humano, en ellas surge la expe-

riencia básica de la ética del reconocimiento recí-

proco.

Por eso, lo que importa es indagar si en una socie-

dad pluralista, que ha superado la etapa del código

moral único (moral-religioso), existen unos valo-

res morales compartidos entre los ciudadanos que

les permiten trabajar juntos y si esos valores tie-

nen algún fundamento racional. Sobre esta moti-

vación Adela Cortina, hilvana una respuesta al

problema actual, de la sociedad pluralista que su-

perando el código moral único, promueve unos

mínimos elementos éticos racionales compartidos

entre personas. Tales mínimos son en realidad in-

dispensable para poder hablar de pluralismo moral

y no se quiere en cambio que en una sociedad

pluralista impere un politeísmo axiológico.

En consecuencia, los mínimos se alimentan de los

máximos, y desde allí recordar que los mínimos se

alimentan también de los máximos, es decir, quien

proclame unas exigencias de justicia lo hace desde

un proyecto de felicidad, por eso sus premisas es-

tán fundamentadas en el ámbito de las éticas de

máximos.

No obstante, es necesario y urgente fortalecer esos

proyectos, que no se defienden de forma cerrada,

dogmatica sino antes bien están dispuestos a de-

jarse revisar críticamente. Dicha urgencia es una

condición sine qua non en las sociedades pluralis-

ta, Porque los poderes políticos deberían aprove-

char, en el buen sentido de la palabra el potenciar

dinamizador de los máximos, ya que el arte de

hacer política no es solamente eliminar los pro-

blemas sociales, sino sobre todo el de intentar re-

solverlos de modo que la solución favorezca el

bien de todos los ciudadanos, con sus diversos

proyectos de felicidad dinamizados por criterios

mínimos de justicia.

Por eso ,urge explicitar que los criterios de los

máximos de felicidad han de purificarse desde los

mínimos, ya que los mínimos cívicos se nutren de

los máximos y pueden a su vez encontrar desde

ellos nuevas formas sugeridas de justicia, sin olvi-

dar que con frecuencia las éticas de máximos de-

ben auto- interpretarse y purificarse desde los mí-

nimos.

En consecuencia, hay que poner a la mesa social

los acuerdos mínimos, con actitud de reconoci-

miento , es decir, simetría en el diálogo, que se

deben promover y respetar como criterio compar-

tido entre los ciudadanos, sin asumirlos como un

mundo aparte de las distintas propuestas de felici-

dad. La ética cívica se ha ido desarrollando desde

las propuestas de felicidad que conviven y por eso

puede exigírseles desde la intimidad de la con-

ciencia que la acepten y potencien. El proyecto

ético desarrollado por Cortina, quiere fundamentar

una ética universal y universalizable desde unos

mínimos acuerdos que es igual desde la ética mí-

nima, donde la idea kantiana de la dignidad hu-

mana como algo valioso en sí mismo es la base de

la ética del diálogo basada en el valor del recono-

cimiento mutuo para construir una sociedad más

justa y humana. El proyecto ético de Adela Corti-

na, plantea y profundiza el problema de la ética

dialógica como responsabilidad solidaria, frente a

la situación de la caída del único código moral-

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religioso.

La autora es optimista, con relación a la supera-

ción de la caída del único código moral. Este opti-

mismo tiene sus raíces en la argumentación y en el

diálogo entre las personas como verdaderos inter-

locutores autónomos. Dicho diálogo se expresa en

la búsqueda común de unos mínimos éticos com-

partidos en la sociedad. Esta actitud, es traducida

y profundizada en la reflexión y elaboración de su

pensamiento ético. Estos principios son a la vez,

el trasfondo donde se fundamenta su práctica co-

mo ciudadana de este mundo. El cual, invita a cre-

yentes y no creyentes a unir esfuerzos para cons-

truir juntos, desde unos mínimos éticos, una socie-

dad más justa, igualitaria y solidaria.

Por tanto, quien se oriente por el principio de la

ética dialógica, según Cortina, reconocerá a los

demás seres dotados de competencia comunicati-

va, y a sí mismo, como personas, es decir, como

interlocutores igualmente facultados para partici-

par en un diálogo sobre normas que le afecten y

fomentar la participación en ellos de todos los

afectados, como también en promover tales diálo-

gos; se comprometerá a respetar la vida de los

afectados por las normas y a evitar que los fuerce

a tomar una posición en los debates con presiones

físicas o morales, como también asegurar el respe-

to de cuantos derechos (expresiones, conciencia,

unión), hacen de los diálogos procesos racionales

en busca de entendimiento; se empañará en la ta-

rea en conseguir la elevación del nivel material y

cultural de los afectados de modo que pueden de-

batir en condiciones de simetría y los debates no

sean un sarcasmo, evitará tornar decisiones que no

defiendan intereses universalisables, lo cual signi-

fica que, no sólo no se orienta por sus intereses

individuales, sino tampoco por los intereses gru-

pales que pueden ser defendido por consenso fác-

tico; empeñará su esfuerzo en sentar la base de

una comunidad ideal de habla en la que las deci-

siones acerca de la corrección de normas se tomen

en condiciones de simetría.

De ahí que, sea necesario hacer una valoración

crítica a la ética dialógica, que puede pasar casi

inadvertidos a una sensibilidad propia del primer

mundo, pero de ningún modo a una realidad del

tercer mundo. La primera advertencia es, ver a la

realidad como punto de partida de la ética: la

realidad de la miseria y la explotación, de los opri-

midos y excluidos por la política, la economía, la

erótica o la pedagogía.

Porque ciertamente, se nos dirá, la ética es filoso-

fía primera en la medida en que comienza con la

realidad y la realidad humana es práctica, es siem-

pre ya a priori relación persona - persona en una

comunidad de comunicación presupuesta trascen-

dental. Pero esa comunidad de comunicación no

es sólo de lenguaje, sino también de vida; es me-

nester recordar que cualquiera de los juegos de

lenguaje de la comunicación real de comunicación

(político, económico, erótico, pedagógico) hay

excluidos de la comunicación, que resultan afecta-

dos, pero nunca serán participantes.

Por eso, es necesario que la ética de la liberación

reinterprete la ética dialógica desde "el otro", el

silenciado, el marginado, que puede identificarse

con pueblos enteros. Los diálogos reales, que ob-

servamos en nuestra querida América Latina

siempre excluyen desde los diversos poderes a un

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buen número de afectados, pueden creer haber

alcanzado la totalidad con sus consensos. Pero el

otro, el excluido del diálogo es el que irrumpe

desde la exterioridad, el que quiebra, cuestiona el

acuerdo y pone de nuevo en marcha el diálogo a

una luz diferente. No basta, pues, con pasar del

Yo al Nosotros, como han intentado hacer Hegel y

la ética discursiva porque, aunque es verdad en

que esta ética el nosotros es la comunidad de to-

dos los afectados, el uso que de este lenguaje sue-

le hacerse tiende a identificar el nosotros con los

participantes en el diálogo, no con los afectados, y

a creer que todo queda resuelto cuando tales parti-

cipantes han llegado a un acuerdo. Por eso, es ur-

gente indagar los mecanismos por los que en cada

diálogo hay excluidos y cambiarlos para que pue-

dan pasar a participar realmente. Porque en defini-

tiva, el acto interpélativo inicial es "tengo hambre

por ello exijo justicia”.

Referencias

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