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ISSN 1668 4737 Archivos Departamento de Antropología Cultural XV - 2017 CIAFIC ediciones Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural de la Asociación Argentina de Cultura Azul Sagrado Cuadernos del Sahara Ruth Corcuera

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ISSN 1668 4737

ArchivosDepartamento

de Antropología Cultural

XV - 2017

CIAFICediciones

Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Culturalde la Asociación Argentina de Cultura

Azul SagradoCuadernos del Sahara

Ruth Corcuera

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Archivos, Vol. XV - 2017ISSN 1668 4737

Directora:Dra. Ruth Corcuera

Miembros del Consejo Editorial:Dr. Eduardo Crivelli - Universidad de Buenos Aires, ArgentinaDr. John Palmer - Brookes University, Oxford, InglaterraDr. Tadashi Yanai - Universidad de Tenri, Nara, JapónDra. María Cristina Dasso - Universidad de Buenos Aires, Argentina

Archivos es la publicación periódica del Departamento de AntropologíaCultural del Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica yCultural (CIAFIC), que por este medio busca servir a la tarea delconocimiento y la reflexión sobre las culturas. Con esta finalidad, tienecomo cometido difundir las investigaciones del Departamento, publicarcolaboraciones que versen sobre antropología cultural y rescatar trabajoscuyo valor se considera meritorio para la disciplina.

8 2017 CIAFIC EdicionesCentro de Investigaciones en Antropología Filosófica y CulturalAsociación Argentina de CulturaCONICETFederico Lacroze 2100 - (1426) Buenos Aireswww.ciafic.edu.are-mail: [email protected]ón: Lila Blanca Archideo

Los dibujos son de la Autora.La mayoría de los dibujos coptos del cap. II han sido realizados a partir de ilustraciones dePierre Du Bourguet.

Impreso en ArgentinaPrinted in Argentina

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LOS TAMASHEQ, O ELDESIERTO COMO UNAADVERSIDAD POBLADADE MARAVILLAS

Protobereberes y garamantesEl ayer y el hoy de los tamasheqDel pudor, de su rey y de su lenguaAgua y VidaDe la fragilidad de la existenciaDel honorAzul sagrado

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LOS TAMASHEQ, O ELDESIERTO COMO UNAADVERSIDAD POBLADADE MARAVILLAS

Los tamasheq o tuareg son conocidos desde el Mediterráneo alNíger y del Atlántico a Egipto. Ellos nunca formaron una nación, nitampoco conforman una raza. Comparten, en cambio, una cultura, unlenguaje y una forma de ser plena de actitudes que les son propias.

Hemos comenzado nuestro relato asociando estas “memoriassaharianas” con el color azul, con el índigo. Vamos a hablar ahora deestos arcaicos navegantes del Sahara, que aún se designan a sí mismoscomo Kel Tigelmust, “los que llevamos en la cabeza el velo índigo”.Considero que caeríamos en un serio error si parcializáramos nuestramirada, volcando sólo los rasgos técnicos de sus tejidos o de sus tin-turas; de hecho, su relación con el color sólo puede entenderse plena-mente si nos acercamos a sus rasgos sociales, a su modo de vida y,especialmente, a sus valores espirituales. El lector occidental, acos-tumbrado al uso de la denominación tuareg para este pueblo, advertiráen las páginas que siguen mi preferencia por la denominacióntamasheq, que significa “hombres libres”.

Protobereberes y garamantes

En la milenaria historia del Sahara, el arqueólogo Henri Lohte,que trabajó largamente sobre pinturas rupestres, distingue en ellas laantigua presencia de tres grupos étnicos que aún habitan el desierto.Aleste, en el Tibesti, los tubús; al oeste, en los grandes espacios atlánti-cos, los moros, y los tamasheq. Este mítico grupo estaría formado,

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según Lohte, por descendientes de los llamados garamantes, pueblomencionado por Herodoto y que sería el de aquellos conductores de ca-rros tirados por caballos que vimos aparecer en las pinturas rupestres.

A partir de la época de Septimio Severo (siglo III d.C.) sabemosque el caballo comienza a ser suplantado por el dromedario asiático1,gracias al cual continuó el transporte sahariano. El recorrido de lasviejas pistas quedó asegurado.

Como ya señalamos en el capítulo I, algunos especialistas supo-nen el origen egeo de los garamantes, pero aún se está lejos de aceptarplenamente esta hipótesis. Otras alternativas sobre la llegada de estepueblo venido del mar incluyen la posibilidad de que hayan sido ori-ginarios del Asia Menor o de otras áreas de la cuenca oriental del Me-diterráneo. En todo caso, su belicosidad fue demostrada desde susalbores en suelo africano: lo prueba el hecho de que la XVIIIª Dinastíaegipcia debió hacerles frente, tras lo cual se internaron en el Sahara.Las relaciones entre el Imperio Romano y el África profunda tambiénfueron difíciles y en ello debe haber cabido buena parte de la respon-sabilidad a los garamantes.

Hubo intentos de Roma de llegar a zonas muy alejadas. La ex-pedición de Flaccus y de Maternus, en el siglo I, habría llegado al “paísde los rinocerontes”, a Agisymba, que hoy se cree podría tratarse dellago Chad. Por otra parte, en las ruinas de Herma, y en algunos oasisdel Hoggar, especialmente enAbalesa, los investigadores han halladomonedas, cerámicas y vidrio romano. Pero el imperio no pudo estable-cerse en forma permanente.

La arqueología nos acerca algo más hacia la verdad sobre el ori-gen de estos antiguos nómadas. Desde 1976, algunos programas deinvestigación del instituto francés de investigación científica para eldesarrollo y la cooperación internacional (ORSTOM) y llevadas a cabo

1 En el Sahara verde los carros fueron tirados por bueyes y, luego, por caballos.La importación del dromedario al África respondió al aumento de la frecuenciade las sequías que modificaban velozmente el ecosistema sahariano; allí dondecomenzaban a desfallecer los caballos cuando los pastos escaseaban, los drome-darios continuaban con su marcha, resistiendo normalmente unos veinte días sinagua.

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en estrecha relación con el instituto de investigaciones en ciencias hu-manas de Niamey (IRSH, Níger), han permitido reunir informaciónsobre la ocupación humana de este país en los últimos diez mil años.De estos trabajos ha surgido la evidencia de que existió una muy an-tigua presencia de elementos neolíticos, como una temprana cerámicay la llegada de otros pueblos que aportan el conocimiento de metales.Ignoramos los datos referentes al tejido, sólo podemos reflexionaracerca de la indumentaria de los “recién llegados”. Dicha indumenta-ria, que inicialmente debe haber sido la típica del Mediterráneo orien-tal, corresponde a un bagaje de conocimientos que suponemos luegose perdieron.

El período postneolítico lo tenemos reflejado en los hallazgosque conciernen al período de los carros que había señalado HenriLohte. En el norte del Air, en el sitio de Kori Iwelen, se ha podido tra-bajar sobre la cultura material que correspondería a los legendariosguerreros de los grabados rupestres. En un pequeño valle al pie delmonte Grebun se encuentra un gran grupo de ellos, de más de tres hec-táreas de extensión. Numerosas sepulturas monumentales están dise-minadas en las colinas; estas sepulturas están emplazadas en medio delas rocas que presentan los grabados.

Los trabajos de campo se realizaron entre 1979 y 1985, habién-dose excavado metódicamente alrededor de sesenta monumentos fu-nerarios. Los primeros resultados obtenidos han permitido demostrarla contemporaneidad del área habitada y de la necrópolis. Esta con-temporaneidad está fundada en los hallazgos de una cerámica idénticadescubierta en superficie o en estratos de la excavación y en el mobi-liario funerario de las tumbas.

La decoración de esta cerámica aparece como renovadora de losestilos que se presentan en otras partes del Air.

La explotación del yacimiento trajo otros datos acerca de la ocu-pación humana. Numerosos morteros, todo un instrumental líricoabundante y aquello que más llamó la atención: objetos de metal, comopuntas de flecha y de lanzas de cobre. Los grabados del lugar presentanhombres armados con lanzas. Los grabados demuestran que estoshombres utilizaron unas cortas túnicas ajustadas al talle, que crean unasilueta bitriangular.

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Un personaje así vestido está asociado a los carros. Los nume-rosos relevamientos de grabados rupestres efectuados en todo el ma-cizo muestran numerosos bovinos, y el tema pastoral del hombre y delbuey constituía, por lo visto, un tema predilecto en la época de los ca-rros. Mientras, la fauna salvaje era abundante y diversa. Se encontra-ban jirafas, elefantes y rinocerontes. Estos son los grandes rasgos quepermiten caracterizar las pinturas rupestres de Kori Iwelen, sitio quepuede constituir, a nuestro parecer, una estación de referencia para elperíodo de los carros en el Sahara meridional. El yacimiento y la ne-crópolis han dado una veintena de dataciones, todas efectuadas sobremateria orgánica, que sitúan la ocupación humana entre el 3410 y el1260 a.C. Es claro que estamos frente a una cerámica y a un arte grá-fico nuevo, que nada anunciaba en esa región. De la realidad arqueo-lógica surge que llegó al macizo del Air una población que traía unacultura original. La gente de los carros ha dejado un arte marcado porla esquematización y que va denotando la desaparición progresiva dela fauna, a medida que la desertificación avanzaba. Los últimos depo-sitarios de esta tradición deben ser, probablemente, los tamasheq, cuyoantiguo pasado es difícil de descifrar, pero acerca del cual nosotros te-nemos algunos elementos de apreciación (Roset S/F).

El ayer y el hoy de los tamasheq

Este pueblo tiene actualmente su centro, su hogar, en las mon-tañas volcánicas que se recortan como solitarias mesadas de piedra enel Hoggar (Argelia).

A causa de sus desavenencias tribales y de los pactos internospor los que se dividían el espacio desértico, se fueron extendiendo porel Tassili, N’Aijer y aún más hacia el sur, por elAir. Varios factores ad-versos hicieron que continuaran desplazándose tanto las tribus noblescomo las vasallas, hacia las zonas más verdes.

Guerreros, predadores, poetas, pastores nómadas, supersticiososy creyentes, el mundo actual los encuentra adheridos a sus viejas for-mas.

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Caravaneros por excelencia, los tamasheq son sin duda los me-jores jinetes de camello del Sahara. Antiguamente también lo fueron,cumpliendo el rol de contacto entre civilizaciones alejadas. El tributoque obligaban a pagar a otros caravaneros, el pillaje a los pueblos se-dentarios para conseguir bienes y cautivos con el consiguiente tráficode esclavos, y el comercio de sal, tan codiciada en el desierto, fueronlos recursos económicos que poseyeron dentro de una sociedad jerár-quica fuertemente estructurada: nobles guerreros, nobles religiosos,agricultores, artesanos y vasallos. Cada hombre debe conformarse auna imagen fija, bajo pena de exclusión social.Aquél que intenta trans-gredir esa imagen, alterando de algún modo su situación dentro delgrupo, será objeto de versos ridiculizándolo, versos que se repetirán decampamento en campamento, y que significarán una pérdida tangrande de respeto por su persona que tornará muy difícil su conviven-cia dentro del grupo.

Cada tribu nómada tiene bajo su mando a un cierto número devasallos, los iklan, gente originada de otras tribus que ha sido raptadaen algún momento por los tamasheq, y que, tras años de esclavitud,continúa su vida nómada con ellos, desarrollando una relación de con-vivencia obediente.

Los artesanos (enaden), por su parte, poseen la imagen de ser dé-biles, incapaces y mentirosos. Actualmente son hábiles trabajadoresdel cuero y del metal. Los nobles no pueden “descender” a la ejercita-ción de una actividad manual. Sin embargo, pese a esta “óptica de gue-rrero”, ellos serán los encargados de ciertas misiones muy importantesy delicadas, que no son permitidas a los nobles como, por ejemplo, ladifícil mediación durante los pasos precedentes a una boda, o la nego-ciación de alianzas con otras tribus. “...Se nace esclavo o artesano; elque lo fue, lo es y lo será...”, me explicó con toda naturalidad unamujer tamasheq.

Las castas nobles son llamadas Imajghen. Los guerreros debensiempre conservar un ideal de coraje, belleza y fuerza viril. De ellos seespera que jamás desfallezcan moralmente y que nunca muestren uncomportamiento innoble. Los guerreros aristocráticos son pocos; con-ducen la guerra y dirigen la más importante tarea predadora de estepueblo: el pillaje de ganado, bienes y esclavos a otras caravanas y tri-

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bus, al que justifican como natural, considerándolo un acto de valentía.Los actos de pillaje o razzias han sido durante siglos su principalfuente de riqueza. Uno de los últimos grandes ataques de los que tengonoticias ocurrió en 1988, en el Sudán, con el fin de conseguir esclavos.

Si bien los tamasheq se dicen islámicos, los guerreros prefierensin duda la guerra a la oración. La religión queda a cargo de los com-ponentes de las tribus marabúticas, los ineslemen, que conocen y en-señan el árabe, rezan por la victoria y preparan amuletos antes del com-bate. Esta religiosidad sincrética, en la que se confunden el islamismoy el animismo, permite la creencia de que el Sahara es un desierto po-blado por espíritus que a veces pueden tomar apariencia humana, losgenios o Kel esuf. Los genios aparecen durante la noche, y se encuen-tran tanto en la superficie como en el subsuelo del desierto. Ciertos lu-gares son objeto de temor y se los considera particularmente peligrosos;ellos son los cementerios y las poblaciones o campamentos abandona-dos, es decir, los sitios en los que está ausente la vida.

No obstante, estas tribus religiosas también llevan las armas ycombaten junto a las guerreras. Son escasas las que se consagranexclusivamente a la oración, a la lectura y enseñanza del Corán. Losjefes religiosos que presiden las plegarias son llamadosmarabúes.Al-gunos tienen gran reputación por sus dotes para la administración delderecho coránico.

Los ineslemen utilizan la escritura árabe, mientras que los gue-rreros tienen como axis de su historia a la tradición oral.

Entre los tamasheq, los poetas abundan; como en toda sociedadcaballeresca, el amor y la guerra están asociados. Son tan adictos a lospoemas como a las bromas. Su poesía y sus proverbios resaltan la es-tricta separación de las clases sociales, el valor superlativo de la jerar-quización de las personas y los objetos. “...Los elementos nobles (lasmujeres de condición libre, la manteca y el trigo) no deben mezclarsecon las cosas sin valor (como los esclavos, las raíces y el harina de dá-tiles)” (Bernus y Bernus 1983).

El primer poemario de los tamasheq se lo debemos al PadreCharles de Foucauld, un sacerdote atraído por sus arcaicos valores,que vivió entre ellos y fue muerto en el Hoggar, en 1916. Sus restos

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descansan en un humilde sarcófago de piedra al lado de una pequeñaiglesia católica cerca de El Golea, en el desierto argelino.

He aquí una plegaria de un guerrero tamasheq de Kel Ajjer:“Todopoderoso, tiendo hacia Ti mis manos.Te ruego cien y mil veces,Todopoderoso, te pido tres cosas...El amor de las muchachas,la valentía en los combatesy el perdón el día de la resurrección...”Según la tradición, hay tres cosas importantes para un tamasheq:

su mehari (camello), su akiba (cuchillo) y una mujer que le espere enalgún lugar.

Estos nómadas viven en una sociedad matriarcal. Sólo las mu-jeres se descubren la cara; su rol es de una gran importancia, aunquesu influencia es variable según si pertenecen a una tribu guerrera omarabútica. En las primeras, hombres y mujeres se sientan mezcladosalrededor de los braseros para compartir el té y charlar, apoyados sobresus almohadones de cuero. La mujer tamasheq se viste con una prendarectangular (de 3,60 m de largo en promedio) de algodón similar alsari. Su ropa es oscura, negra por lo general, o azul índigo. En las tri-bus marabúticas, la incorporación de la mujer al mundo es menor quela del hombre; si salen del campamento, lo hacen envueltas en esterasque impiden vislumbrar su figura.

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Mali-Gao. Mujeres Tamasheq

Sari de algodón muysaturado de índigo, casi negro.

Algodón color índigo claro.

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Tamasheq

Motivos de trabajos en cuero o en metal

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Tamasheq

Porta Corán de cuero. Cruz de Zinder de plata.

Khomissar. Colgante femenino demarfil y cuero

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Camino a Tombuctu.Un grupo de Tamasheq.

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Del pudor, de su rey y de su lengua

Para los etnógrafos que convivieron entre los tamasheq, estosnómadas tienen ciertas reglas comunes que, pese a la diversidad geo-gráfica y racial de sus tribus, conforman una ética de comportamientocolectivo. Una de ellas es la tekaraqit, que se puede traducir como elsentido del pudor (Bernus y Bernus 1983).

Este sentimiento de reserva se aplica tanto entre jóvenes comoen adultos, y es muy intenso entre cierto tipo de parientes. Los jóvenes,entre ellos, ríen, se interpelan y hablan en voz alta, pero callan en pre-sencia de los mayores. Los que llevan la exaltación de este sentido delpudor al extremo son los hombres. Ellos usan el velo alrededor de todala cabeza; sólo una pequeña rendija permite advertir los ojos. El vasode té se introduce bajo el velo sin dejar ver la boca...

En cuanto al matrimonio, la monogamia es la regla; la esposaprefiere dejar a su marido antes que aceptar que éste tenga una segundaesposa. Aún las tribus marabúticas son monogámicas. En ambos gru-pos se admiten la separación y el divorcio.

Los tamasheq estuvieron organizados políticamente enconfederaciones dirigidas por un jefe o rey, el Amenokal, elegido den-tro de las castas de los guerreros. Desde comienzos del siglo XVman-tiene ese título el Sultán de Agadez, en Níger, quien permanecesedentario entre sus tamasheq nómadas. Este hombre, consideradocomo un Santo omarabú por todas las tribus, es el árbitro de los juiciosy problemas caravaneros.

La lengua que hablan forma parte del grupo de lenguas berebe-res, que se usan desde elAtlántico a Egipto y del Mediterráneo al deltadel Níger. Los tamasheq son los únicos saharianos que poseen una es-critura propia, tifinagh, aún usada por los pastores para grabar su pasopor las rocas.

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Agua y Vida

Un proverbio tamasheq dice: “aman, imán”, el agua es la vida.Estas tribus saben muy bien que dependen de sus pozos de agua, dise-minados en el gran océano de arena, y de las débiles lluvias o la hu-medad que se condensa con el rocío de la noche, particularmente en laszonas montañosas. Ambas son las únicas formas de sobrevivir en elSahara. La vegetación está recluida en los valles montañosos, y aúnasí, generalmente se trata de un magro estrato herbáceo. Sólo en los fa-rallones del Tassili, del Ahaggar y del Air pueden encontrarse algunaspasturas. Esos núcleos de vida están rodeados de inmensos espaciosvacíos; la posibilidad de subsistencia sólo se acrecienta cuando estastribus se acercan al sur. Las lluvias estivales, por irregulares que sean,caen cada año de junio a septiembre, y dejan que reverdezcan algunashierbas y se formen lagunas. Estas, al terminar la época de lluvias, setransforman en pantanos, los que finalmente se secan. Su suelo se en-durece y se agrieta, guardando las huellas del ganado que alguna vezpasó por allí.

En este medio tan frágil, los lagos y cuerpos de agua temporariosdel nordeste del delta del río Níger, en Mali, cumplen un papel consi-derable. Sus lagos, a veces muy fangosos, se llenan de vida durante laépoca de lluvias. Entonces van allí a pastar camellos y vacas, y loshombres se ingenian para llenar sus odres de ese lodo, del que extraenagua con coladores de madera, hojas de arbustos o trozos de corteza.

En las montañas los tamasheq buscan agua perforando el suelode arena gruesa y guijarros de los mezquinos arroyos. Si encuentranalgo de líquido, los nómadas construyen pequeños reservorios, quellaman “ojos de agua”. Algunas de esas aguas transcurren por zonasvolcánicas y pueden, incluso, poseer propiedades terapéuticas, agre-gando al agua un aprecio mayor.

Así, el tema conductor de sus trayectos, de sus largos viajes através de la nada, es el agua.

Sus caravanas nos muestran en el horizonte la silueta familiar delos camellos, las vacas, los corderos y las cabras para proveerse deleche, los búfalos para el transporte; ante tal aridez, sólo el nomadismopastoral puede ser la respuesta. Agiles como pocos, estos grupos que

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desconocen los calendarios agrícolas son los dueños de la clave parasobrevivir en un medio tan hostil. Aman, imán.

De la fragilidad de la existencia

Su filosofía de vida parece basarse en atravesar ese suelo de-jando pocas trazas visibles. Cuando su campamento parte, buscandolas ansiadas riberas del Níger, quedan muy pocos datos de esa presen-cia: apenas algunos postes formando un óvalo, alrededor de una tiendaque ya no está. Cercano, un fogón excavado entre tres piedras. Las de-yecciones de sus animales, o a veces los restos de algún corral, fabri-cado con ramas espinosas, para los cabritos o los corderos, son el rastroefímero del grupo que partió.

Oponiéndose a la mentalidad del sedentario, que ama dejar susello en el paisaje que ha ocupado, que sueña con el campo cultivadoy encuentra su gran desafío en la dominación del ambiente, estos nó-madas prefieren pasar por sus rutas sin dejar marcas duraderas, comosi hubieran firmado un pacto secreto con la naturaleza, despreciandola pretensión de dominarla, estableciendo el mínimo de diálogo posiblecon ella, temiéndola y respetándola. Quizás este hipotético pacto sehaya fundado en el temor a morir de sed o de hambre, en la necesidadmaterial de mantener los muy escasos recursos que encontrarán cícli-camente, cada vez que vuelvan por esas rutas. Pero creo que aquel mí-nimo intercambio con su medio también denota una cierta concienciade lo precario de su existencia, el infinito orgullo de aceptar la fragi-lidad humana frente a las potencias infinitas del cielo y del desierto.

Pueblo guerrero, violento por tradición y necesidad, pese a ello,conoce la sabiduría de la humildad, como para responder al silencio deldesierto con el silencio de sus huellas.

Hemos constatado hasta qué punto la búsqueda del agua es unode los temas principales de las poblaciones del desierto; el otro, es elcielo. Como es lógico, el sentido de la orientación se encuentra parti-cularmente desarrollado en estos grupos de viajeros a través de dunasy rocas. Los tamasheq mantienen la regla de “no apartarse de su ca-mino”, siguiendo puntos de referencia transmitidos por su educación

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tradicional. Son grandes conocedores del mapa astral; utilizan la po-sición de las constelaciones y estrellas, así como las variaciones de lu-minosidad de los astros, que les anuncian sus caminos y lascondiciones del tiempo que les espera.

“...Cuando sale Shet n’chad (la constelación de las Pléyades),tú te despiertas y te cubres. Es la época fría que llega...” dicen lostamasheq.

Su excelente capacidad de observación no se limita, por su-puesto, al estudio del cielo. Los colores, los sonidos del viento, lassombras y su variación, también son referencias. “.. .Los pastores sue-len ser tan diestros en el conocimiento y la observación de sus anima-les que, según la tradición, pueden reconocer las huellas de cada unode ellos en la arena. Un viejo servidor de los tamasheq, llamado Tama-zlalayt, vasallo originario del Níger, tenía tal reputación de gran cono-cedor de las pisadas de su tropilla que otros pastores decidieronponerlo a prueba. Tamazlalayt había perdido una hembra de camello,que había muerto. Sus camaradas le cortaron una pata al animal, y conella imprimieron huellas en la arena. Luego le mostraron las huellas alviejo pastor quien, mirándolas, dijo: -Si mi camella no estuvieramuerta, diría que son sus huellas. Sino, son las de sus hijos- ...” (Ber-nus y Bernus 1983).

Ser tamasheq no corresponde a compartir ningún tipo físico,puesto que como grupo humano es muy variado. Se trata más bien deuna manera de vivir, de una elección del espíritu, que traduce a la vezun complejo importante de técnicas para utilizar el medio desérticosahariano y saheliano.

Del honor

Pero ser tamasheq significa sobre todo compartir un código dehonor, que incluye la tekaraqit ya citada, y que sienta las bases de unanobleza moral “...que se le exige tanto al soberano como al esclavo...”(Yussuf 1986). Esta sociedad vive incluso de una manera propia suIslam, puesto que concede una amplia libertad a la mujer, libertad queno conocen otras tribus del desierto.

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Dotados de un mundo de tradiciones tan extenso y especialcomo el espacio en el que habitan, han sido capaces de hacer fértil suexistencia, allí donde la fertilidad es una vaga esperanza.

La disposición constante a partir a otro lugar, la esencia del no-madismo, forma a los tamasheq para una mentalidad de desapego delmundo, de no aferrarse a lo material, que les otorga una indudable su-perioridad espiritual y psicológica sobre aquellos que intentan vencermaterialmente al Sahara.

Los tamasheq se aferran con persistencia a un modo de ver lavida pleno de grandeza, aceptando el desafío de existir en el lugar máshostil del planeta como una continua prueba para el cuerpo y el alma.Ello les impide distraerse en las cosas y los problemas pequeños. Susvalores son sus rutas, las del agua, las del cielo, y sus tradiciones. Enel desierto no hay cabida para lo inútil, para la moda superficial o elingenuo ejercicio del engaño. Esta mentalidad que los caracteriza, esesentido de que, justamente por lo fugaz que es el paso por este mundo,sólo las cosas importantes merecen atención, constituye un rasgo pro-pio de la verdadera nobleza.

La aceptación de una dura existencia no es de ningún modoresignación; así lo prueban su amor por la guerra y particularmente suvisión mística del mundo. No se sienten “abandonados”, sino “hom-bres libres” que actúan, aunque sus pasos desaparezcan pronto en laarena. Son viajeros tamasheq, no tuaregs. Y con esa cosmovisión lo-gran transformar ese desolado mundo de ausencias que aparenta ser elSahara en una adversidad poblada de maravillas.

El país tamasheq está formado por un espacio continuo de dosmillones de kilómetros cuadrados, desde los confines del Fezzan hastaHodh. Los Kel Tamasheq han tratado de preservarse de toda domina-ción y de resistir durante largo tiempo a la penetración colonial. Aúnhoy los tamasheq que quedan en el desierto intentan participar enzonas de guerra, siempre coherentes con su insumiso y belicoso ca-rácter.

Hacia 1917, la administración colonial francesa comenzó elcambio profundo de su sociedad y su economía. Las confederaciones,forma tradicional de las alianzas tribales, se fueron disolviendo. Peoraún, se intentó sedentarizarlos, lo cual tendía a restarle poder a las cas-

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tas guerreras, obteniendo mayor espacio político los grupos religiosos,los ineslemen.

Numerosos y antiguos vasallos fueron liberados en esa épocapor sus amos, tanto si eran de origen bella, shongai o bozo.Muchos deestos libertos prefirieron continuar bajo sus viejos patrones. Otros op-taron por convertirse en pequeños agricultores y pastores alrededor delos puntos de agua en el sur del Sahel. El espacio pastoral ha ido res-tringiéndose, y cabe preguntarse sobre la probabilidad de que estospueblos puedan adaptarse sin traumas a las nuevas leyes y reglamen-tos. Ellos mismos manifiestan ser conscientes de su probable destino“…Briznas que el viento trae. He aquí lo que somos...” decía uno delos cien mil tamasheq refugiados en Lazaret, cerca de Niamey, luegode las grandes sequías de 1970. “…Dónde nos va a depositar esteviento?...” (Bugnicourt 1989).

Actualmente los tamasheq se distribuyen en cinco países: mediomillón de ellos vive en el Níger, trescientos mil habitan en Mali y al-rededor de unos cien mil viven entre Libia, Burkina-Faso y Argelia(Bugnicourt 1989).

Pero esta sociedad demográficamente debilitada y en vías dedestrucción, puesto que sus castas y jerarquías van perdiendo su sig-nificación, trata de no perder aquello que fue su sentido del honor. Re-visemos, por ejemplo, el valor del “pillaje”, que aún hoy es la fuenteeconómica natural de los tamasheq. Para nosotros se trata simplementede la apropiación de lo ajeno, es decir, de un tipo de robo. Para ellos,en cambio, el pillaje representa una prueba de destreza, de la que lospueblos atacados saldrán derrotados porque su debilidad no les permitedefender esos bienes. El pillaje guarda, entonces, un halo de honor;emprenderlo significa buscar el combate, enfrentar la muerte con co-raje.

Los pastores, por su parte, cuando vuelven de su largo viaje,buscan el honor de presentar a sus camaradas una tropilla más bella ycompleta.

La tropilla no es solamente un medio de existencia; su valor nose restringe al capital que significa. La tropilla forma parte de su mediofísico y psíquico, y su mejora también representa la mejoría espiritualde quien la conduce, ya que ha aprendido a ser responsable, cuidándola

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y protegiéndola exitosamente. Esta aptitud es aprendida desde la infan-cia; a menudo el pastor niño o adolescente se aleja del campamento, ala soledad del desierto, e identifica cada animal, al que nombra ha-ciendo una referencia al color de su pelo o a la belleza de sus propor-ciones.

Moros, toubous y tamasheq desarrollaron una civilización pas-toril que además de mostrarnos una serie de altos valores humanosconservados y otros de difícil comprensión para nosotros, sirvieron denexos culturales importantes e involuntarios. La búsqueda de pastos,el comercio de la sal, los tejidos, la orfebrería, etc., comunicaron du-rante centurias civilizaciones alejadas.

Esos nexos hoy están desapareciendo, junto a los pueblos quelos realizaban.

Las naciones nordafricanas modernas, surgidas a partir del pro-ceso de independencia de la segunda mitad de este siglo, han vistocómo su mapa interior se subdivide, acarreando interdicciones, contro-les aduaneros, papeles y sellos muy lejanos a la mentalidad de sus pue-blos. Sobre el viejo comercio caravanero de la sal, que fue uno de losmotivos de sus desplazamientos durante milenios, pesan actualmentetantas restricciones administrativas que no pueden sino sumergirlo enuna serie de desajustes personales con la sociedad actual.

Por otra parte, la misma memoria colectiva que guarda el nom-bre de los muertos célebres y los combates más gloriosos también re-cuerda los grandes períodos de desolación por falta de lluvias. Lasgrandes sequías entre 1969 y 1974 han puesto en evidencia la fragili-dad del sistema pastoril nordafricano, sustentado en la existencia depozos de agua como estaciones de descanso dentro de las pistas de lascaravanas. El número de pozos, que decrece continuamente, es uno delos factores que atenta contra la supervivencia de los nómadas.

El crecimiento poblacional y la necesidad del mejoramiento delganado han provocado que muchos de estos grupos migraran buscandomejores espacios y lluvias más regulares. Ello ha llevado a lostamasheq a enfrentarse con los otros grandes pastores sahelianos, lospeuls. Estos últimos, pastores de bueyes, a su vez se han infiltrado, enbúsqueda de zonas verdes, dentro del país nómada tamasheq.

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La aparición de fronteras, las grandes sequías, los requerimien-tos del ganado y las exigencias demográficas desembocan en una se-dentarización obligada. Un número cada vez mayor de antiguospastores nómadas se torna sedentario; ello los vuelve lógicamente ce-losos de sus tierras húmedas. Los pastores en general (y los tamasheqen particular) son vistos como peligrosos depredadores de la débil cu-bierta vegetal cercana a los grandes ríos, como el Senegal y el Níger.

Desertificación, aumento poblacional, burocratización del espa-cio y sedentarización; estos son algunos de los temas que merecennuestra reflexión frente a la mayor crisis que jamás haya experimen-tado esta milenaria forma de vida sahariana.

Azul sagradoPoetas, artesanos de cuero en la etapa pre-telar de acuerdo a

nuestra clasificación, el tejido lo han conseguido casi siempre pormedio del trueque con los pueblos que han contactado, como los peuls.Si bien existe alguna mención del uso del telar horizontal, son los peulsquienes van a cubrir esta necesidad, con su entrada en el Sahel.

Entre los tamasheq, el tejido se reduce a las formas más elemen-tales como, por ejemplo, un simple entrelazado realizado a mano.“...Algunas tribus del Sahara tejen sus bolsas de viaje con fibras depelo de camello o de cabra con ese método” (Nicolaisen 1963). Meinclino a pensar que, como en otras partes del Sahara, es posible quelos tamasheq hayan conocido el telar, horizontal o vertical, y que luegosu manejo se haya perdido con el tiempo. Esta podría ser la razón porla cual Gabus (1955a) describe su uso entre la tribu tamasheq de losGhât, mientras que, algunos años más tarde, Nicolaisen (1963) sóloregistra su ausencia (“El telar no es conocido por ellos”). Su arte ma-nual se concentra en la maestría con que trabajan el cuero, finamentecurtido, al que luego trenzan, graban o pintan, e incluso a veces bordan.Involuntariamente han sido los grandes difusores del color por anto-nomasia de gran parte del África: el azul, el índigo. Los tamasheq sonlos hombres azules, los hombres del índigo.

De índigo tiñen por frotación los seis metros de la estrechabanda con que envuelven gran parte del rostro y la cabeza. Esa cober-

187Azul Sagrado - Capítulo V

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tura del turbante o K’ala, adoptada a partir de la pubertad, apenas debedejar libre la zona de los ojos.

Los tamasheq son “hombres azules” porque el color índigo desu turbante se adhiere a la piel, debido a una mala fijación de la tinturacausada por la falta de agua para enjuagar la tela.

Los amplios hábitos de sus mujeres también son teñidos en ín-digo, en azul claro; he observado, sin embargo, numerosos vestidosnegros como parecería ser el color que en general distingue a los nó-madas, tanto en algunas regiones del Magreb como en el Asia Menor.

El bordado, el otro elemento de las galas tamasheq, alcanza, suexpresión más alta, no entre ellos, sino, entre sus vecinos haussa delNíger, grupo clave para proponer una hipótesis acerca de su actual di-fusión. Es probable que estos bordados constituyan el lazo de uniónentre los antiguos bordados coptos y la actual moda de bordado en elÁfrica Occidental.

En definitiva, si bien su textilería es rudimentaria, pues no co-nocen la mecánica del telar, los tamasheq aportan al mundo textil la sa-cralización del azul. El color se constituye en el símbolo de una formade existir que refleja la búsqueda de la aristocracia del espíritu.

Índigo color uránico, color de la bóveda celeste. Índigo que hasido objeto del ancestral trueque en el cual a nuestros ojos la equiva-lencia es desigual, pero no lo es culturalmente para ellos, puesto queun paño de índigo puede ser equivalente a varios bueyes o numerososcamellos. Su turbante azul es no sólo un distintivo del grupo sino tam-bién un objeto textil potenciado por lo sagrado, que atrae el favor delcielo augurando la felicidad en este rápido espejismo que es la vida. Elíndigo es el color que testimonia el pacto secreto entre la amenazadavida del nómada tamasheq y el cielo.

Hoy, solos, fuertemente hostiles al cambio de vida que se lesestá imponiendo, los tamasheq son más un objeto de curiosidad que decomprensión. El nombre con que se los conoce indica la visión quetenemos de ellos, en nada similar a la que ellos tienen de sí mismos.

Se los denomina “tuareg”. Tuareg se origina en el participio dela lengua árabe tarek, cuya significación es “abandonado”. Ellos pre-fieren llamarse tamasheq o tamahoq, nombre generado en su lenguadel Hoggar, y cuya raíz es la del verbo ohagh: “ser libre”.

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