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ARQUEOLOGIAY SOCIEDAD

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Publicación trimestral del Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Lima, Diciembre de 1970.

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HOMENAJE AL DR. SEIICHI IZUMI1

El Dr. Seiichi Izumi nació en 1915 en Tokio, como su padre era funcionario del Gobierno se trasladó a Corea juntamente con él. En Corea el Dr. Izumi estudió en la Universidad del Estado, primero Filosofía y después Antropología. En su vida de estudiante se interesó mu-

cho en el estudio etnológico de Corea y comenzó a trabajar recogiendo materiales en el campo, aprovechando de sus vacaciones, y días feriados; perteneció, además al Club de Alpinismo en la Universidad donde estudiaba, dedicándose a escalar en los montes de Correa.

Cuando salió de la Universidad ya se había entusiasmado mucho por el estudio de la antro-pología. Después fue nombrado Asistente en la Universidad de Corea y comenzó a dedicarse al trabajo etnológico de campo en Manchuria, Mongolia y Asia Central. Durante la Segunda Guerra Mundial el Ministerio Naval de Japón envió al Dr. Izumi como miembro de la expedición promotora para indagar materia prima en Nueva Guinea, a su regreso al Japón presentó un tra-bajo sobre morfología de la tribus primitivas de Nueva Guinea; al mismo tiempo fue nombrado en otra Universidad, Catedrático Asistente.

Cuando hacía estudios en Mongolia para profundizar los trabajos antropológicos de campo, obligada por la guerra, la misión científica dirigida por el Dr. Izumi tuvo que regresar y como Japón perdió la guerra quedaron frustrados los sueños del Dr. Izumi para acabar los estudios antropológicos del continente asiático.

Concluida la Guerra Mundial, la Universidad de Tokyo, distinguió al Dr. Izumi. La UNES-CO lo envió a Brasil para hacer trabajos sociológicos; desde entonces el profesor Izumi decidió dedicarse al continente americano. Desde los estudios sociológicos de la colonia japonesa en Brasil y Perú, bajo los auspicios del Ministerio de Relaciones Exteriores del Japón, se interesó mucho en la arqueología andina. En 1957 regresó al Japón desde Brasil, pasando por el Perú, donde hizo pequeños trabajos en el Valle de Chancay. En esta oportunidad, el Profesor Izumi, se puso en contacto con el Museo de Arqueología y Etnología del Universidad Nacional Mayor de San Marcos, haciéndose acompañar con los estudiantes Rosa Fung y Luis G. Lumbreras, que trabajaban en el Museo. En 1958 participó como Vice-Presidente de la Expedición Científica de la Universidad de Tokio e hizo estudio de las antiguas culturas peruanas, con la participación

1 Las informaciones bibliográficas del profesor Izumi han sido obtenidas de las Necrologías leídas por el señor Yasushi Miyazaki y el Director del Museo, en oportunidad del homenaje que el Museo hizo a su memoria el día miércoles 25 de noviembre de 1970.

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de varios estudiantes de arqueología de la Universidad de San Marcos; ese mismo año formó el Instituto Andino. En 1963, 1966 y 1969 volvió para terminar sus trabajos en las ruinas de Kotosh, iniciados en 1960.

Como miembro del Directorio de la Sociedad Etnológica del Japón y de la Asociación Pro-motora de Etnología japonesa, cumplió con todos sus proyectos, resolviendo sus problemas.

El año 1970 asumió la Dirección del Instituto de Cultura.

Justamente, una semana antes de que ocurriera su sensible fallecimiento, el doctor Seiichi Izumi asistía, como de costumbre, al Congreso Nacional de Antropología y Etnología. El 15 de noviembre de 1970 el mismo día de su muerte, planeaba la construcción de un Museo Antro-pológico de tipo mundial.

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ARQUEOLOGÍA DE ÑAUPASJ. E. González Carré y Carlos Chahud

INTRODUCCIÓN

Ñaupas es un yacimiento arqueológico ubica-do en las cercanías del pueblo de Paqcha, den-tro del distrito de Vinchos en el departamento de Ayacucho, sierra central del Perú.

Culturalmente Ñaupas representa una uni-dad, por el conjunto de evidencias que hemos encontrado, pero se trata de dos conjuntos cer-canos de estructuras que nos demuestran haber sido parte integrante de una población esparcida depositaria de una tradición cultural común.

Desde la ciudad de Ayacucho existe comu-nicación por carretera con el distrito de Vin-chos, pero a partir de este lugar se debe utilizar un camino de herradura para llegar a Paqcha pudiendo hacerse el viaje a pie o en acémila durante horas.

Paqcha es un pueblo etimológicamente importante por tratarse de un grupo humano cuyas costumbres difieren notablemente de sus similares que se encuentran en el área tenien-do poco contacto con la ciudad de Ayacucho y desarrollar una vida de aislamiento voluntario frente al avance de la modernización.

El pueblo de Paqcha se encuentra aproxima-damente a unos 15 Km. al nor este del pueblo de Vinchos y tiene una altitud de 3500 m.s.n.m.

La unidad arqueológica que hemos deno-minado Ñaupas, se compone de dos sitios co-

nocidos como Atún Ñaupas y Uchuy Ñaupas, nombres dados por los mismos lugareños y que aluden al tamaño y antigüedad de cada uno de los conjuntos. Ñaupas se refiere al que se en-cuentra “adelante” o mas “antiguo”; Atún sir-ve para denominar un lugar extenso y Uchuy a un sitio pequeño y reducido.

Hatun Ñaupas se encuentra a unos 8 Kms. Al nor este de Paqcha, siendo visible desde este pueblo. Es un cerro cuya, altura es de 3,700 m.s.n.m. Las faldearías de este cerro, presentan en sus cuatro lados gran cantidad de enormes rocas lo que dificulta su acceso. Limita al O con la gran quebrada de Hatun Ñaupas Wayqu; al S.O. con Quchapata; akl Sur con Lliwa; al E. con Muqupampa; al S.E. con la casa comunal de Chichirayuq y con Cu-rachayoq Muq; al N:O con Aqumarca Qasa y al Norte con Qarwachayoq.

Uchuy Ñaupas, ubicado al E. de Paqcha y muy cerca de Huatun Ñaupas. Limita al N. con Ñaupa Chaka; al N.O. con Hatun Ñau-pas; al Sur con el cerro Antasol; por el ÇO. Con Paqcha Waiju y por el E. con el río Ñau-pa Chaka.

LAS ESTRUCTURAS

Hatun Ñaupas presenta un conjunto de habi-taciones, en número aproximado de 400, en

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buen estado de conservación y que albergaría a una considerable población.

Las casas son de forma circular, unas son más grandes que otras y el conjunto no res-ponde a una clara planificación, teniendo evi-dentes semejanzas a los sitios de Pilluco y Au-kimarca en la Hoya del río Pampas en la región Cangallo, Departamento de Ayacucho.

Para su construcción se han empleado pie-dras de forma irregular, colocadas formando un parejo constituido de dos hileras de piedras unidas con argamasa de barro en algunos ca-sos. El ancho de los muros varia entre 0.40 y 0.70 cms. el paramento no tiene revoque y las piedras presentan aristas y salientes.

No se han encontrado evidencias de los materiales y la forma del techo que utiliza-ron en estas construcciones circulares, pero es posible que haya sido la forma cónica y el material básico habría sido la paja natural de las zonas altas conocidas como Ichu; ya que actualmente, los grupos de pastores q2ue vi-ven en las zonas altas de la región continúan construyendo en forma circular y utilizando el tipo de techo que mencionamos.

Las casas están dispuestas sin ningún or-den y las distancias entre una y otras presentan variaciones de 4 mts., 3 mts.; 2.50 mts. y 1m.; presentándose casos en que dos construccio-nes se encuentren completamente unidas.

Como hemos dicho, las construcciones, en general, pueden ser tipificadas como circulares a primera vista, pero presentan ligeras defor-maciones que dan lugar a que no formen un círculo perfecto, para adecuarse a los acciden-tes del terreno.

Tomando aproximadamente el centro, he-mos constatado que se presentan las siguientes variaciones en las dimensiones: 3.35 x 2.60mts. de radio; 3.90 x 3.90 mts. De radio, plenamen-te circular, 4.70 x 4.20 mts. De radio y 6.10 x 5.50 mts. De radio.

Los vanos de acceso, en una gran mayoría, no tienen muy notoria su exacta ubicación por encontrarse totalmente derruida la parte de los muros donde estaban ubicados, Pero en los

casos que se han podido comprobar la entrada se encuentra ubicada al norte.

En Uchuy Ñaupas las construcciones que pueden ser identificadas son pocas en numero y no llegan a un centenar las que se encuen-tran en buenas condiciones de conservación, ya que la mayoría se encuentra derruidas de-bido a que el terreno es utilizado para realizar sombríos de cebada.

Uchuy Ñaupas es relativamente más pe-queño, pero se debe tener en cuenta la gran cantidad de muros derruidos cuyos materia-les han sido utilizados en la construcción de cercos para corrales contemporáneos. La des-trucción y los restos de estructuras que existen en el lugar hacen difícil precisas el numero de habitaciones con exactitud sin haber realizado previamente una limpieza en el sector.

Las características arquitectónicas y los principios de organización de las edificaciones de Uchuy Ñaupas son totalmente similares a las que se presentan en Hatun Ñaupa lo que nos lleva a pensar que ambos sitio eran simple-mente dos sectores de un solo conjunto pobla-cional.

Las habitaciones siguen siendo circulares, tanto el aparejo como el paramento de los mu-ros tienen similares características al Hatun Ñaupas. El espesor de los muros varia entre 0.50 y 0.68 cms., el radio de las habitaciones varia entre 5.70, 6.50 y 3.50 mts. E radio to-mado a partir del centro de las habitaciones.

En ambos sectores no ha sido posible pre-cisar con exactitud la altura de los muros por no encontrarse completos, pero se encuentra una variación entre las medidas tomadas que va de 70 cm. a 1.32 mts. de altura y el anchos de las puertas también varia entre 86 cms. A 1.32 mts. en ambos sectores.

Los sitios que describimos se encuentran en lugares estratégicos, en alturas desde las cuales es posible observar amplios sectores. En las falderías y pendientes que rodean ambos si-tios se encuentran restos de lo que podrían ser tipificadas como una arquitectura funeraria de características muy peculiares que desarrolla-ron estos grupos humanos.

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En las falderías este un conjunto de abrigos rocosos naturales que ha sido aprovechados como lugares de enterramientos múltiples. En estos abrigos se ha construido `pequeños mu-ros a manera de contención en unos casos y en otros en forma de nichos de gran tamaño en el interior de los cuales se encuentran gran cantidad de restos humanos con diferentes de-formaciones, todo ello asociados con restos de cerámica fragmentada.

LA CERAMICA

La exploración superficial realizada nos ha permitido recolectar un pequeño conjunto de 4 fragmentos en toda el área del yacimiento de Ñaupas en número de 350. Tomando como base esta pequeña muestra superficial hemos intentado una clasificación preliminar logran-do diferencias los siguientes tipos:

Ñaupas Rojo Pintado.1. Ñaupas Naranja alisado.2. Ñaupas Ante3. Ñaupas Tosco4. Ñaupas Ante Claro5. Ñaupas Gris.6.

1. Ñaupas Rojo Pintado.

La pasta presenta algunas variaciones por el tipo de desgrasante utilizado, pudiendo obser-var la utilización de cuarzo en gran proporción; también existe una mezcla de cuarzo y mica de fina apariencia y una tercera variante de com-binar mica y cuarzo pero presenta porosidades en a pasta.

El color de la pasta tiene distintas tonalida-des que van de un naranja claro al gris, ya que si el conocimiento ha sido por atmósfera oxi-dante esta se ha realizado en forma totalmente incompleta.

La superficie exterior es de color rojo lige-ramente diluido y el tratamiento aplicado es el alisado. El interior de los fragmentos tiene el mismo color rojo pero en algunos casos es de color ante, el tratamiento es también alisado auque en algunos casos se aplica el brochado.

El método de manufactura empleado ha sido el modelado.

Los bordes son de labios aplanados de for-ma recta, doblados al exterior en algunos casos y ligeramente ensanchados. La abertura de los bordes es de 26, 14 y 18 cm.

El espesor de los fragmentos varía entre 3 y 7 mm hasta 1 cm. Las asas son cintadas con una hendidura en el centro y su ancho es de 5 y 3 cm. Las bases son planas y mamiformes.

2. Ñaupas Naranja Alisado

La pasta tiene como desgrasante la mica y el cuarzo en cantidades proporcionales, no pre-senta porosidades y es de una textura regular con apariencia compacta. Su color varía de un ante claro a rojizo y su cocimiento es de oxida-ción completa.

La superficie exterior es alisada y de color naranja pálido sin ningún tipo de pintura o engobe. El interior de los fragmentos tiene las mismas características. El método de factura es el modelado.

Los bordes son rectos, de labios redondea-dos y con engrasamiento en algunos casos. Las aberturas varía entre 10 14 cm y su espesor de los fragmentos va desde 7 mm hasta a 1.5 cm. Las asas son cintadas de 2.3 y 3 cm de ancho y las bases son mamiformes.

3. Ñaupas Ante

La pasta está compuesta de gran cantidad de cuarzo y algunas incrustaciones de mica con asperezas y porosidades. El color varía de un ante pálido al naranja y gris claro. El cocimien-to es de una oxidación incompleta. El método de factura es el modelado.

La superficie exterior es de un alisado irre-gular, erosionada y deleznable al tacto notán-dose las partículas de desgrasante. El color es ante claro y oscuro. El interior es de un alisado menos uniforme, también hay fragmentos bro-chados siendo el color también ante.

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Los bordes son de labios redondeados, de forma recta, en algunos casos ligeramente ex-pandidos al exterior y con pequeño engrosa-miento. La abertura es de 2, 18 y 10 cm. El espesor de los tiestos varía entre 1 cm y 8 mm. Las bases son planas y las asas cintadas, algu-nas con hendiduras al centro y el ancho varía entre 2 y 4 cm.

Existen dos fragmentos que corresponden a cuellos de vasijas con una decoración de ban-das verticales incisos parecidas la decoración de lo que se conoce como Argalla.

4. Ñaupa Tosco

El desgrasante se compone de cuarzo y mica, formando una mezcla áspera y porosa, el co-lor es de varias tonalidades que van de negro a gris. El cocimiento es de una oxidación incom-pleta. El método de factura es el modelado.

La superficie exterior es de color ante claro con alisamiento irregular notándose el tempe-rante. Interiormente se utiliza el alisado más uniforme y también el brochado.

Los bordes son de labios redondeados y en algunos casos aplanados, ligeramente expandi-dos y también rectos. La abertura varía entre 18, 28 y 30 cm. El espesor de los fragmentos es de 7 mm hasta los 13 mm.

La base es de tipo mamiforme y las asas cintadas y toscas de 3 y 4 cm de ancho.

5. Ñaupas Ante Claro

La pasta en algunos casos tiene preponderancia de cuarzo y en otros se presenta en combina-ción con mica, el color marrón oscuro al negro. La cochura es de una oxidación incompleta y el método de manufactura es el modelado.

Ambas superficies son alisadas y de un co-lor ante muy claro que tiende a un blanco gri-sáceo.

Los bordes son rectos y ligeramente expan-didos, de labios aplanados y redondeados. La

abertura varía entre 18 y 24 cm, las bases con mamiformes y el espesor de los tiestos es de 10 y 15 mm. Las asas son cintadas, toscas y su grosor varía entre 3 y 3.5 cm.

6. Ñaupas Gris

La pasta tiene como desgrasante básico al cuarzo con algunas incrustaciones de mica, la mezcla no es homogénea y su color varía de ante a negro y gris, el cocimiento es de oxida-ción incompleta. El método de manufactura es el modelado.

Exteriormente la superficie es alisada de color gris oscuro en el interior los fragmentos son alisados y también existen algunos brocha-dos.

Los bordes son ligeramente doblados hacia fuera y también expandidos de labios redon-deados. Las bases son mamiformes y las asas cintadas, con un ancho que varía los 2 y 5 cm. La abertura de los bordes presenta variaciones que van de los 16 a los 20 cm y el espesor de los fragmentos tiene 5 y 8 mm.

Todos los fragmentos presentan en la su-perficie manchas de carbón y restos de partí-culas de ceniza, tomando coloraciones grises y negras, que son producto de la utilización de los recipientes en tareas domésticas.

MATERIAL LÍTICO

Hemos recolectado dos tipos de artefactos de piedra de diferente utilización y características. Los artefactos líticos se encuentran fractura-dos y es posible colectar en el lugar diferentes fragmentos producto de roturas como también pedazos de artefactos que no han sido termina-dos de elaborar.

Un tipo es el conocido como Maqanas, que son artefactos circulares con un orificio cen-tral, evidentemente con un fin de introducir un mango. El espesor de los artefactos varía entre 2.5 y 3 cm en igual forma que la abertura del orificio central.

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Un segundo tipo, las formas determinadas hachas, que son artefactos laminados que en uno de sus bordes presentan un afilado unifor-me. Estas láminas tienen un espesor de 8 mm y 1 cm.

Ambos artefactos presentan un pulido su-perficial, conseguido a través de la abrasión.

CONSIDERACIONES GENERALES

Por el conjunto de evidencias recogidas y las comparaciones con materiales similares de la Sierra Central, el sitio arqueológico de Ñaupas es un lugar de ocupación tardía que propor-cionará mayores elementos para el estudio de lo que hoy, y en forma tentativa, se ha venido identificando culturalmente con el nombre de Chankas.

Ñaupas debe ser incluido en la lista de si-tios arqueológicos correspondiente a la etapa de Estados Regionales o Intermedio Tardío, consignada por Luis Lumbreras en un trabajo al II Congreso Nacional de Historia del Perú (1958); trabajo que es el resultado de sus ex-ploraciones en las hoyas de los ríos Cachi y Pampas en el departamento de Ayacucho.

Por las excavaciones realizadas en Vilcas-huamán y en Pillucho durante 1965 por el Ins-tituto de Antropología de la Universidad de Huamanga, se ha comprobado que los mate-riales que son denominados actualmente como Chankas se encuentran estratégicamente en posición anterior al material cultural reconoci-do como incaico, a la vez, en algunos casos hay cierta contemporaneidad en la ubicación de lo Chanka con lo Inca. Evidentemente que las evidencias recogidas hasta el momento, permi-ten con mayor seguridad precisar la ubicación temporal de lo conocido como Chanka.

Por la comparación hecha entre los ma-teriales de Ñaupas, Vilcashuamán y Pillucho, notamos la existencia de rasgos similares tanto en lo que a cerámica se refiere, como también a los restos de su estructura y material lítico. Esto viene a corroborar lo que Luis Lumbreras anota en su trabajo ya mencionado, al decir-nos que “Los Chankas inmediatamente antes

que los Incas y contemporáneos con ellos” (1958 p. 228): lo cual es importante para la ubicación en el tiempo de este grupo, ya que si Vilcashuamán es un yacimiento típico incaico y la posición del material Chanka estratigráfi-camente es anterior y contemporáneo a la vez, la etapa del Intermedio Tardío y los primeros momentos del Horizonte Incaico sería el mo-mento en el que se desarrollaron las manifes-taciones Chankas. Esta afirmación no es hi-potética pues la hacemos en base a evidencias recogidas en el campo.

En cuanto a la arquitectura y los patro-nes de asentamiento, las características de las construcciones de Ñaupas nos permiten esta-blecer relaciones homólogas con los rasgos en-contrados en los sitios arqueológicos de Caba-lloyuq, Pillucho, Arqalla, Ayataki, Lawirasqa, Aukimarca y otros.

En general las construcciones son circula-res ubicadas en las cumbres de los cerros y dis-puestas en forma desordenada. La ubicación en lugares altos y abruptos obedecería a una estrategia defensiva, tal como lo afirma Duccio Bonavia en su informe sobre sus investigacio-nes en Caballoyuq: “todos obedecen al mismo patrón de ocupación consistente en construir en las puntas de los cerros, evitando las laderas y las partes bajas. Es una medida estratégica de protección: en determinados lugares hay es-tructuras de defensa” (1964 p. 51). También es frecuente encontrar en una misma área, cons-trucciones circulares junto con construcciones incaicas, y aún más en la actualidad, este tipo habitacional tiene similitud con el usado entre grupos de pastores andinos contemporáneos.

Los muros circulares que encontramos en Ñaupas como los otros sitios ya mencionados, coinciden con la descripción de Lumbreras que. Al referirse a la técnica y a los materiales usados anota que “la estructura está dada por piedras de forma irregular, generalmente canteadas y uni-das, una veces con barro mientras que en otras es de simple mampostería” (1958, p. 232).

El material lítico procedente de Ñaupas es característico y está formado por artefactos catalogados por nosotros como hachas y ma-qanas. Este tipo de hacha es algo diferente a lo conocido hasta el momento como tal.

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Este artefacto n mención lo ha ubicado Lumbreras en sitios Chankas y nos dice que son “artefactos de piedra achatada en forma de hachas y que algunos creen que han sido ins-trumentos de labranza y otros hacha” (1958, p. 233).

En lo que se refiere a cerámica hemos lo-grado diferenciar seis sitios, todos caracteriza-dos por presentar evidencias de una mala ma-nufactura, que si bien no es incipiente, se aleja de todas las técnicas usuales en el área andina que durante esta etapa ya habían alcanzado un alto desarrollo, es decir, es una cerámica tosca en comparación con otras cronológicamente anteriores y posteriores.

Tecnológicamente la cerámica nos demos-traría que loa grupos humanos que la fabrica-ron no contaban con los medios y las condi-ciones adecuadas para producir una alfarería fina y bien elaborada, teniendo en cuenta que los pueblos andinos dominaban y conocían plenamente la técnica alfarera, presentándose el caso Chanka como una “regresión” en di-cha actividad. La razón de este fenómeno debe buscarse no en la cerámica misma sino en las condiciones sociales y económicas que la ge-neraron.

El tipo que hemos denominado Ñaupas Rojo, presenta similitudes con la descripción que hace Lumbreras de tipos ubicados por él en yacimientos semejantes. “La cerámica pin-tada tiene como elemento principal un engobe rojo de poca consistencia y diluido. Es un rojo semejante al que se conoce con el nombre de rojo ladrillo. Hay unos cuantos fragmentos con un engobe rojo consistente y bruñido” (1958, p. 234).

Las otras características de las cerámica de Ñaupas como son: base mamiforme, asas cin-tadas con hendiduras al centro y decoración incisa, también han sido halladas por Lumbre-ras en los lugares que él visitó (1958, p. 234).

El tipo que denominamos Ñaupas Ante, que lo hemos comparado con muestras de Caballoyuq, analizadas por Bonavia, presenta evidente relaciones en sus características con el tipo denominado por él, Ante A y B, espe-cialmente en el tratamiento de la superficie y

temperante utilizado (1964, pp. 30, 31, 32).

El estudio sobre lo que hasta el momento se viene denominando Chanka, se encuentra en sus momentos iniciales. Excavaciones que en el futuro puedan hacerse, tanto en Ñaupas, Caballoyuq y en los otros sitios ubicados por Lumbreras, permitirán completar el conoci-miento de un pueblo de singular importancia.

Las informaciones que nos proporcionan las fuentes documentales sobre los Chankas, unidas a las evidencias de la cultura material, pueden permitir en el futuro resolver el pro-blema que plantea la demostración que si los Chankas que lucharon contra los ejércitos in-caicos, fueron el mismo pueblo que vivió en el tipo de poblados como Ñaupas y son los pro-ductores de una cultura material rudimentaria a la cual se denomina actualmente “Chanka”.

APÉNDICE

En la prospección superficial en el distrito de Vinchos, hemos registrado la existencia de va-rios sitios arqueológicos no estudiados hasta el momento y de los cuales damos noticia:

1.- RITKRA:

Situado al S.O. de Vinchos en donde se han ubicado una serie de abrigos rocosos con hue-sos humanos y fragmentos de cerámica de tipo Huarpa y Cruz Pata.

2.- PUKRUPATA:

Situado al N. del pueblo de Paqcha, donde existen construcciones derruidas que, al pare-cer, son chullpas incaicas que contienen hue-sos y cráneos humanos.

3.- AYAPATA:

Situado a 5 km al N.O. de Paqcha, donde se observan construcciones circulares de 6 m de diámetro, con muros de piedra de dos hileras unidos con barro de 0.50 cm de ancho.

Un segundo tipo de construcciones de for-ma rectangular con el mismo tipo de aparejo y además varias cuevas funerarias protegidas

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con muros que contienen huesos y cráneos de niños en gran cantidad.

Por último, se encuentran chullpas con muros de piedra unidos con barro, en igual forma que las construcciones circulares. Lo in-teresante son las cornisas de lajas grandes y la forma de las puertas que son trapezoidales y el dintel monolítico que son típicamente in-caicos. En estas chullpas se observan también huesos y cráneos humanos deformados y con trepanación.

La cerámica que se encuentra no es incai-ca sino de tipo Arqalla, propia de los lugares Chankas.

4.- WARIPIRQA:

Ubicado muy cerca del lugar anterior, presen-ta estructuras cuadradas y circulares, edificada con los materiales y técnicas descritas.

La cerámica que se encuentra en este sitio, es de tipo Huarpa, Cruzpata, Caja, Inca y Arqa-lla.

5.- MUYU URQU:

Al Sur Oeste de Paqcha. Es un montículo donde existe una gran cantidad de variedad de restos cerámicos como Chavinoide negro, tipo Wichqana; Tunasniyuq, Rancha, Huarpa, Caja, Ocros, diversos fragmentos Wari, Arqa-lla, Inca y contemporánea.

Por otra parte, se recogieron algunos restos líticos como raspadores, puntas de proyectil, hachas con hombros y otros artefactos.

BIBLIOGRAFÍA

BONAVIA, Duccio“Caballoyuq. Investigaciones arqueológicas en la ceja de selva de Ayacucho”. Lima. Arqueoló-gicas Nº 6. Museo Nacional de Antropología. 1964.

CHAHUD, Carlos“Investigaciones arqueológicas en Vilcashua-mán”- Huamanga. Informe presentado a la Universidad Nacional San Cristóbal de Hua-manga. 1965.

GONZÁLEZ CARRÉ, J. E.“Investigaciones arqueológicas e Ñawimpu-kio”. Huamanga. Informe presentado a la Uni-versidad Nacional San Cristóbal de Huaman-ga. 1965.

LUMBRERAS, Luis“Sobre los Chancas”. Lima. Acta del II Con-greso de Historia del Perú. Vol. I. pp. 211-242. 1958.

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BREVES NOTAS ACERCA DE PACHACAMACArturo Jiménez Borja y Alberto Bueno Mendoza

Pachacamac ofrece una larga historia de ocu-pación humana. La más antigua, lo constituyen unas gentes portadoras del tipo de materiales culturales que denominamos Maranga. Estas gentes hacían edificios ceremoniales complica-dos, la base de adobitos pequeños modelados a mano y dispuestos en forma vertical para for-mar muros. Frente a las instalaciones del Mu-seo de Sitio y Cafetería, se excavó en 1964-65, una de las varias estructuras Maranga que hay en el sitio. El resultado fue la aparición de un templete con un recinto rectangular central, que presentaba una especie de terraza, don-de estaban implantados unos maderos, quizás para sostener una ramada. Este recinto central se comunicaba con el exterior por un pequeño vano que fungía de puerta. Le rodean depósi-tos hacia el Este y hacia el Oeste un patio cen-tral dividido por un muro central. Uno de los espacios presenta una doble hilera de maderos implantados en el piso, colocados uno frente al otro; éstos también deben haber sostenido un techo. Los enlucidos de muros y pisos son magníficos, conservándose un buen ejemplo de ellos. La cerámica recuperada presenta una forma novedosa y también las ya conocidas en otros centros del mismo estilo en el Valle del Rímac: “San Marcos”, “Juliana”, “Catalina Huanta”, “Cajamarquilla I”, etc. La decoración tricolor y tonalidades del rojo, negro y blanco son características de los motivos pictóricos, diseñados geométricamente en superficies ex-ternas y el exterior de platos abiertos de bordes simples. El edificio fue excavado por “pisos”,

hallando durante los trabajos seis “pisos” de ocupación sucesiva, que fueron considerados como estratos. Cada uno de ellos arrojaron a su tiempo una fase estilística de cerámica. Así tenemos, cerámica Maranga de este edificio, desde la fase 4 hasta la 9, teniendo como re-ferencia la seriación hecha por Thomas Carl Patterson, que publica en su libro “Pattern and Process in the Early Intermediate Period Po-ttery of the Central COSAT of Peru”, 1966. Hemos utilizado la cerámica para tratar de fe-char relativamente el edificio. Así, considera-mos que la gente Maranga ocupó por primera vez el estilo hacia el 400 d. C. y se mantuvo hasta más o menos el 800 d.C., en que empe-zaron a llegar influencias extrañas al sitio y a la costa central en general. En que empezaban los tiempos Wari en la costa central lo que tra-taremos más adelante.

Otros sectores del sitio con ocupación Ma-ranga lo hemos detectado debajo de Mama-cuna (edificio más tardío); en Urpi Wachak, estructura arquitectónica circular completa-mente sepultada en la actualidad. También pensamos que los Maranga deben haber em-pezado a construir el templo redondo preinca de Pachacamac, se le siguió construyendo du-rante el efímero periodo de la vigencia Wari y seguramente fue completado en el periodo Re-ynos y Confederaciones, Futuras exploraciones nos permitirán comprobar estas hipótesis, que ahora son sólo variables de trabajo.

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Habíamos dicho líneas atrás que la gente Wari empieza su influencia en el sitio a partir del 800 d.C. Esta influencia debe haberse ejer-cido a través de la gente maranga, desde el sitio de Cajamarquilla ubicado en el valle del Rímac; inferimos esto debido a que la cerámica Maran-ga del valle del Rímac, acusa contactos con la Sierra Central desde los tiempos pre-Wari. El comercio inter-regional por otro lado, se acre-centó enormemente durante la expansión Wari y Cajamarquilla era colonia Wari en la Costa Central a partir del 800 d.C. Los comerciantes Wari de Cajamarquilla habrían venido al Valle de Lurín fomentando su comercio y como la gente Maranga habitaba estos valles, tuvieron necesariamente que verse impactados y poco a poco absorbidos por las ideas y modos culturales de esta corriente serrana. Desde el punto de vista arqueológico la presencia Wari en Pachacamac sólo está presente en tumbas que excavó Uhle al pie del templo, preinca de Pachacamac. Estas tumbas estaban ubicadas sobre otras anteriores conteniendo muertos y materiales Maranga que al arqueólogo alemán llamó Proto Lima. Justa-mente el hecho de que el cementerio más viejo de todo el sitio contenga esta superposición de tumbas, hace sospechar que por lo menos una parte de la edificación se haya empezado des-de tiempos Maranga. Este edificio ceremonial servia seguramente de elemento gregario en de-rredor del cual se congregaba la gente Maranga del valle. Los comerciantes Wari apreciarían su importancia y consideraron lugar apropiado para sus enterramientos. La gente Wari no debe haber hecho edificios en Pachacamac, sino más bien en Cajamarquilla, que era su centro. De este modo vemos claros dos cosas: por un lado, la ceremonialidad ha sido una característica propia del sitio desde los primeros tiempos de su ocupación y por otro, el auge constructivo de estructuras arquitectónicas empezó bien tarde.

La vigencia Wari en Pachacamac debe ha-berse diluido al mismo tiempo que se abando-naba Cajamarquilla y toda esta gente empezó de nuevo a acomodarse en lugares aptos para la vivienda, el trabajo y el aprovechamiento de recursos naturales. Desocupada Cajamarquilla la gente empezó a establecerse en “pequeños lugarejos de corta vecindad”: nacieron en-tonces Campoy, Puruchuco, Pariachi, Ceres, Orión, Gloria, etc. todos seguramente por el 1300 d.C. En los que respecta a Pachacamac,

es el tiempo que la burocracia dirigente del culto en el templo inconcluso de Pachacamac, debe haber empezado a predicar la necesidad de continuar la obra, a la vez que propalaban las seguridades que otorgaban para su prosecu-ción. Para esto recurrieron a la invención de la deidad, basándose en un “epígono” de antiguos cultos andinos, pero con atributos novedosos. Surgió así el culto al ídolo de Pachacamac, los sacerdotes, hombres que a lo largo de toda la humanidad se autotitulan intérpretes de la vo-luntad de los dioses, lo rodearon del misterio, atributos y símbolos necesarios para su omni-potente funcionamiento y autoridad. El ídolo es de madera (¿llonque?); mide 2.10 metros de altura. En algunas figuras de los motivos repre-sentados puede verse su antigua filiación a los tiempos Wari, pero en forma reinterpretada. Su nombre preincaico será “IRMA”, deidad tutelar del valle de Irma. Pachacamac, es su nombre inca en quechua, y se lo pusieron al incluirlo en su relación de dioses. Ahora se le llama con su nombre quechua, así como tam-bién a la ciudad que ahora desconocemos su nombre original.

Los tiempos post Wari fueron de paz en el mundo andino, al parecer, por lo menos en la Costa Central. Es cuando “IRMA” se desarro-lla grandemente, gracias al culto que ganaba en prestigio y a la casta sacerdotal dirigente que usufructuaba su beneficio.

Los tiempos post Wari, denominados Rey-nos y Confederaciones, que Pachacamac crece y se expansiona arquitectónicamente. Las edi-ficaciones fueron apareciendo en forma espon-tánea por los cuatro rumbos de la ciudad, sólo teniendo cuidad que se establezcan a la vera de los cuatro caminos principales que cruzan la ciudad de Norte a Sur, de Oeste a Este y de Este a Oeste. Todas las grandes estructu-ras de la parte baja que son de este periodo, los consideramos “Templos Provinciales”, és-tos repiten monótonamente el mismo patrón constructivo, con distintas dimensiones. Ale-daños a ellos hay canchones cercados, al pa-recer parcelas listas para ser entregados a nue-vas provincias costeñas que solicitaban tener un templo en la ciudad, pues ello acrecentaba enormemente su prestigio regional. Los diri-gentes del culto asegurándose que los nuevos inquilinos tengan solvencia económica como

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para mantener regularidad en la tributación, pues detrás del culto existía una verdadera organización económica, cuyos comerciantes eran los sacerdotes en exclusividad. Fue una de las cosas que Wari aportó y difundió por los Andes: el comercio organizado; mucha gente, antaño de origen Wari debe haberse arraigado en la Costa Central haciéndose pronto vecinos importantes y tomando la dirección del culto en Pachacamac. Más adelante Veremos que los cronistas españoles encuentran funcionando, pero muy disminuidos por la presencia inca, a la organización pre incaica.

Las Costa Central fue conquistada por los Incas más o menos por el año 1470, en Pacha-camac hallan gente que hablan un dialecto aymaroide muy localizado; la cerámica que usaban era atípica, afectando formas y motivos decorativos imitados de los estilos Chancay, lo que hace suponer que este valle era su princi-pal tributario y varios señores de aquella pro-vincia deben haber tenido edificios ceremonia-les en Pachacamac. El modelo arquitectónico de los edificios de este sitio se repiten mucho en Chancay, sirvan como ejemplos: Lumbra y Pisquillo Chico, sitio visitado por los autores. En el valle de Rímac, el modelo se repite con exactitud, pero en pequeñas dimensiones, en el sitio de Huaquerones III, km 8 de la carretera central. En general todos los pueblos aledaños a Pachacamac deben haber sido tributarios, si bien no en productos y/o especias, pero sí en trabajos personal y comunal.

Los incas al llegar a posesionarse de la ciu-dad respetaron el templo de la antigua deidad, pero consideraron al lugar saturado de misticis-mo, viendo que podía utilizarse ello para servir a sus intereses; de manera que permitieron que continuara el orden anterior, pero su dirección. Edificado el Templo al Sol, la tributación se encaminaba no ya a las capillas provinciales de Pachacamac, sino a las calles construidas en las terrazas del edificio inca. Cobo dice que tenía muchos aposentos, estos deben ser los depósi-tos ica de los cuales salían la tributación para ir a servir en la expansión del imperio. El tem-po del Sol de Pachacamac como su similar del valle de Pativilca (Paramonga) son fñabricas inca pero utilizando mano de obra costeña por eso difieren arquitectónicamente, de los edifi-cios cuyo obraje fue quechua. Mamacuna, otro

edificio Inca del estilo, sí parece haber tenido para su construcción mano de obra cuzqueña, pues paramentos líticos denuncian el estilo de cantería Cuzco, así como el ensamble sin mordiente de las piedras utilizadas. Mamacuna fue explorado, limpiado y reconstruido en un comienzo por el Dr. Julio C. Tello en 1941-42 y terminado por sus discípulos. Actualmen-te está cual lo dejaron sus descubridores. En el Templo del Sol nosotros hemos excavado, limpiado y consolidado la esquina Norte y el frente Oeste parcialmente, durante los años 1965-67. Así mismo, en 1963, el Dr. Arturo Jiménez Borja exploró y limpió un sector de la verdadera escalera de acceso al edificio; esta es en zigzag con descansos, y los muros que la enmarcan muy pintados con amarillo y rojo. El mismo Dr. Jiménez Borja había trabajado desde 1958 hasta 1962, uno de los edificios provin-ciales de la parte bajan que fue bautizado por Hans Horkheimmer como “JB” por su peculio trataba de hacer arqueología en este sitio a la sazón ya cuasi abandonado.

Durante la segunda mitad del año 1967 y todo 1968 hemos excavado y limpiado el pala-cio de Tauri Chumbi curaca orejón que gober-naba políticamente Pachacamac a la llegada de los españoles, los materiales están en estudio y serán publicados oportunamente, Este edificio lo denominamos Grupo Tauri Chumbi ahora todavía no puede ser visitado porque falta tra-bajo, en la misma situación está el Grupo “JB”. Para sintetizar todo lo dicho, arquitectónica de los edificios, así como de su ubicación cultural:

Arquitectura Inca: Templo del Sol- Mamacuna- Plaza de los Peregrinos- Grupo Tauri Chumbi- Edificio pintado-

Arquitectura Pre Inca:E)Calles: Norte-Sur; Oeste-Este; Este--

OesteD)Templo de Pachacamac- C)Palacios periféricos- B)Capillas provinciales- A)Edificios Maranha:-

Urpi Wachako Cercanías de Mamacunao Templete adobitoso

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Los edificios mayores son el templo Pre Inca de Pachacamac y el templo Inca del Sol.

Mamacuna estuvo rodeado de sembríos en la antigüedad, que eran parcelas del Sol y Tello puso en evidencia una serie de canales servi-dos por napa freática, para almacenarla en re-servorios de piedra.

A continuación presentamos un estudio a base de crónicas, que son testimonios algunos directos y otros indirectos de lo que los espa-ñoles pudieron aprehender en Pachacamac.

stando preso en Cajamarca el Príncipe Atahualpa ofrece a sus captores como precio por su vida dos estancias casi colmadas de oro y plata. Aceptado el rescate comienzan a lle-gar tesoros desgajados de templos y palacios. Muchas de las piezas eran de tamaño temera-rio y demandaban tiempo y esfuerzo para su transporte. Conocedor de la prisa que tenían los conquistadores porque tal riqueza se reúna, Atahualpa sugiere se recoja de los bienes que atesora Pachacamac. Era este un lugar famoso asiento de una antigua deidad del mismo nom-bre venerada por las naciones que habitaban los llanos a la orilla del mar. Francisco Pizarro se sorprende cómo siendo tan gran dios este Pachacamac se le iba a quitar lo suyo. Ata-hualpa responde con agudeza notable. Testigo del diálogo es un paje y pariente del Gober-nador, quien años más tarde sería el cronista Pedro Pizarro. En su vejez recuerda este epi-sodio y lo trasmite en su crónica “Relación del Descubrimiento y Conquista del Perú”: “Has de saber señor, dijo Atahualpa, que estando mi padre malo en Quito, le envió a preguntar que haría para su salud; dijo que lo sacasen al sol, y en sacándole murió, Huascar mi hermano le envió a preguntar quién había de vencer, y dijo que él, y vencí yo; cuando vosotros vinisteis yo le envié a preguntar quien había de vencer, vosotros y yo, enviome a decir que yo y vencis-teis vosotros. Así que es mentiroso y no Dios, pues miente”.

Pachacamac es un nombre quechua. Quie-re decir Dios Creador. Según el Vocabulario de 1608 compuesto por Diego Gonzales de Hol-guín la palabra Pacha equivale a decir: tiempo o lugar y Camac Dios Creador. Considerando que la conquista del litoral central fue acome-

tida por los Incas en el siglo XV, resulta en-tonces el nombre Pachacamac relativamente reciente. Su nombre arcaico debe haber sido Irma. Según la Relación Origen, Descenden-cia Política y Gobierno de los Incas, escrito por el licenciado Fernando Santillán, estando en gestación Topa Inca habló en el vientre de su madre diciendo: “que el Hacedor de la tierra estaba en los yungas, en el valle de Irma”. El cronista aclara “dicho valle de Irma que ago-ra se llama Pachamama” o sea el actual valle del río Lurín en una de cuyas márgenes están las ruinas del templo dedicado al Dios Pacha-camac. Lo dicho concuerda con el nombre de un lugar próximo llamado Arma Tambo. Qui-zá en la antigüedad se le conoció como Irma Tambo; vale decir Tambo o Parador del Dios Irma. Aun hoy es posible ver allí importantes construcciones prehispánicas. Un nombre aun más antiguo pudo haber sido Kon. El padre Ávila gran extirpador de idolatrías informa de un dios muy venerado en las altas montañas de Yauyos y Huarochirí en el siglo XVII, llamado Con Iraya. Francisco López de Gómara trae una importante noticia acerca de lo mismo. Apare-ce en la primera parte de la “Historia General de las Indias” e el capítulo “Opinión que tiene acerca del diluvio y primeros hombres”. Allí se puede leer “Dice que a los comienzos del mun-do vino de la parte septentrional un hombre que se llamó Con, el cual no tenía huesos” (re-ferencia metafórica a cu condición de espíritu). Prosigue Gómara: “llenó la tierra de hombres y mujeres que crió”. “Pero sin embargo, enojado por lo que algo no le hicieron, volvió la buena tierra que les había dado en arenales secos y estériles, como son las de la costa y les quitó la lluvia, pues nunca más desde entonces volvió a llover allí”. Aparece entonces en el relato, en forma dramática, el Dios Pachacamac. “So-breviene Pachacamac que significa creador y desterró a Con”. El mito describe muy bien el teatro de los acontecimientos, arenales secos y estériles, y pone en evidencia el orden de apa-rición de las divinas personas.

Reinando el Emperador Topa Inca Yupan-qui (1471-1494) lleva a cabo la conquista del litoral y Pachacamac pasó a formar parte del Es-tado Inca. Los conquistadores españoles llega-ron a Lima en 1533. El tiempo entre una y otra ocupación no es grande, por tanto el gobierno Inca no pudo cambiar gran cosa la fisonomía

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de Pachacamac. El grueso de los edificios que los conquistadores vieron eran de origen pre-inca, siendo los edificios incas más sobresalien-tes, el Templo dedicado al Sol y otra fábrica en dónde funcionaba la institución femenina lla-mada Mamacuna. Tan grandes instalaciones, como hasta ahora se ve, tomaron del gobierno Inca gran importancia de su tiempo.

Volviendo al principio del nuestra historia, el Gobernador ordenó a su hermano Hernan-do se encamine hacia Pachacamac en procura de cuanto atesoraba la ciudad sagrada. Pizarro advierte por el camino que la tributación de los valles marítimos la recaudaba Pachacamac: “toda esta tierra de los llanos y más adelante no tributa al Cuzco, sino a la mezquita” dice en carta escrita a los oidores de Santo Domingo.

La tributación en el antiguo Perú era com-pleja. Se tributaba, en general, aquello que más abundaba en el lugar. Materias primas como maíz, sal, algodón, tinturas, etc.; manufacturas como ovillos de algodón hilado, mantas, ropa, etc.; mano de obra como olleros, carpinteros, músicos, etc. La tributación por excepción era oro y plata. Todos estos valores se atesoraban en Pachacamac de modo tal que el sitio venía a ser una suerte de Banco de las Naciones que vivían en los llanos. Los valores que se guarda-ban en este repositorio no coincidían, como es natural, con la idea que los valores tenían los conquistadores españoles. El cuerpo sacerdotal componía un cuadro subalternos y ejecutivos encargado de llevar cuentas de lo atesorado y de cuanto salía de los depósitos en beneficio del pueblo o del culto de Dios.

El cronista Miguel de Estete que acompañó a Hernando Pizarro desde Cajamarca a Lima y que vio a Pachacamac funcionando bajo la administración Inca, recoge esta impresión: “Debe ser cosa muy antigua, porque hay edifi-cios caídos y han sido cercados el pueblo, aun-que al presente lo más de la cerca está caída”. Este deterioro, correspondía probablemente al antiguo sector preinca, cuyo esplendor había declinado hacía años, en beneficio del nuevo culto solar y las instituciones incas. Los tra-bajos arqueológicos han puesto en valor esta observación de Estete, pues se ha hallado edifi-cios preincas que estuvieron dedicados al culto transformados en basureros. Como muchos de

ellos no tenían ninguna función religiosa que cumplir, pues el ceremonial tenían ahora otros escenarios; fueron entonces lentamente aban-donados y se acumuló allí gran cantidad de de-sechos de la población inca.

Miguel de Estete refiere también que los in-dígenas le información acerca de las funciones del dios Pachacamac expresando, que “los cría y sostiene” y “que les puede hundir si le eno-jan”. Como los griegos y muchos otros pueblos de la antigüedad, los peruanos se imaginaban quizá que el mundo era plano y sostenido por los lomos de la deidad. Esta creencia hall justa expresión al decir los indígenas “que les puede hundir si se le enojan”, pues se entiende que de faltar el principio se sustentación el mundo se había de hundir y siendo la costa tierra de temblores, abona a favor de lo dicho. Corrobo-ra todo esto, un acontecimiento que sucede a Hernando Pizarro y a los suyos a las puertas del templo de Pachacamac. Lo refiere Miguel de Estete “Acaecionos una cosa muy donosa, una noche antes que llegáramos a él en un pueblo junto a la mar, que nos tembló la tierra de un recio temblor y los indios que llevábamos que muchos de ellos iban tras nosotros a vernos, huyeron aquella noche de miedo diciendo que Pachacamac se enojaba porque íbamos allá y todos habíamos de ser destruidos”. A través de estos testimonios es fácil advertir el diseño majestuoso de la divinidad sustentadora del mundo antiguo y como la buena marcha de las cosas de la tierra dependían de la quietud y bondad de Dios.

Antes que los Incas conquistaran el litoral, el tributo estaba dirigido al Dios Pachacamac. El cuerpo sacerdotal adscrito a él lo recibía y administraba, De cada cantón costeño partía probablemente, según su tiempo, el curaca local acompañado de una corte de servidores con ofrendas que se almacenaban en “casas de depósito” como los llama Estete y Hernando Pizarro. Estas casas eran en cierto modo tem-plos provinciales. En Pachacamac los hay de muchas clases, mas todas ellas muy parecidas. Constan de un gran patio delantero o atrium luego un edificio en forma de pirámide trunca en cuyo tope hay unas pocas cámaras sagra-das. Rampas muy ceremoniosas permiten as-cender a la pirámide. Tras todo esto, enormes depósitos. Mirando uno de estos edificios, con

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los ojos del espíritu, se puede volver a revivir el pasado. Es posible ver a los curacas locales, acompañados por músicos, bailarines y por-tadores, presentar los tributos en los grandes patios y sacerdotes desde lo alto de las pirá-mides, dando majestuosamente su aceptación. Este tributo bendecido y grato era entregado a los servidores del templo que lo guardaban y contabilizaban.

Cada uno de estos templos provinciales re-cibía ofrendas de una comunidad muy señala-da, Año a año recibía casi siempre lo mismo: algodón, maíz, pescado, etc aquello que más abundaba en la localidad. Era un rubro conoci-do y sobre la base de él giraban las operaciones del templo. Al llegar la época de recolección, cada unidad-templo almacenaba un reperto-rio monótono. Más considerando la ciudad en conjunto con sus muchos templos-almacenes, la diversidad era muy grande. Probablemente cada grupo sacerdotal realizaba operaciones para diversificar su riqueza trocando lo que te-nía en abundancia por aquello que le faltaba. Quizá esperaba que llegasen a su templo de-votos o tratantes a solicitar aquello que sabían constituía la especialidad del templo. En suma la ciudad recibía una riqueza que sin duda no quedaba estática, sino que circulaba y se trans-formaba. Esta complicada dinámica estaba di-rigida por el cuerpo sacerdotal. Así las cosas la ciudad no era sólo un centro religioso, sede del Dios Pachacamac, sino también un empo-rio de riqueza, de valores que acrecentaba su prestigio y su poder. Con la llegada de los In-cas cambia el rumbo de los tributos. Ahora en lugar de henchir los depósitos del gran Dios Pachacamac y de sus servidores. El grueso de ellos se dirige al templo del Sol y a los alma-cenes de las instituciones Incas. La vieja ma-quinaria Pre-Inca vendrá a menos poco a poco y los funcionarios de Pachacamac se trans-forman en pobres vergonzantes. No obstante el Dios sigue en funciones, Huayna Capac le pregunta sobre sus males, el Inca Huascar le pide opinión sobre su suerte en la guerra con su hermano y Atahualpa pide también conse-jo. Y, sin embargo, ya se duda mucho de él y se le llama mentiroso descaradamente. Y el gran Dios, como si estuviese resentido, de respues-tas contrarias, una y otra vez, como silo hiciera de intento.

La crónica “Historia General y natural de las Indias” escrita por Gonzáles Fernández de Oviedo escribe, en el capítulo X del tomo V, la vida del príncipe Atahualpa en prisión: “Sabía por los caciques e señores de aquellas provincias la ida del gobernador a Caxamalca e la presión de Atabaliba, muchos e de diver-sos pueblos vinieron e algunos aún desde bién lejos a ver al gobernador, de paces e algunos dellos eran señores de a veinte a treinta mil indios, e todos subjetos a Atabaliba la hacían grandísimo acatamiento, besándole los pies e las manos y él los recibía sin alzar los ojos aún a mirarlos, porque su gravedad o grandeza deste príncipe era muy grande e la obediencia de sus súbditos conforme a ella, e cada día le traían muchos presentes de la tierra”. ¡Así mismo, pasados sesenta días después de la prisión de Atabaliba, llegó un cacique del pueblo donde está aquella mezquita general de Pachamama, y el guardián Della. E llegados ante el gober-nador, preguntó a Atabaliba quién eran. e dijo que se holgaba con su venida, porque pagarán las mentiras que le habían dicho; e pidió que le trajesen allí una cadena para echársela a aquél guardián, porque era un bellaco mentiroso que le había dicho e acnsejado que tuviese guerra con los cristianos, que su dios le había dicho que los mataría a todos, e que también dijo a su padre Guainacaba, cuando se quiso morir, que no moriría de aquella enfermedad, certi-ficando que su dios lo decía”. El gobernador mandó traer la cadena a Atabaliba se la echó al guardián e dijo que no se la quitase hasta que trajese todo el oro que tenía en el dicho templo o mezquita para los españoles. E dijo Atabaliba que él lo quería dar a los cristianos, pues su dios de aquel mal sacerdote era menti-roso, e dijo así; Yo quiero ver agora tu saber, e como tu dios te quita desa cadena”.

Hernando Pizarro se hallaba por aquel tiempo en Huanachuco, Allí recibe orden de encaminarse a Pachacamac. Un hidalgo llama-do Miguel de Estete fue encargado de relatar el viaje. Desde Huamachuco se encaminan a través de las altas montañas hacia el sur, lue-go desviándose del camino real descienden al encuentro del camino de los llanos, junto al mar. Según Estete partieron de Cajamarca un miércoles 6 de enero de 1533 y llegaron a Pa-chacamac el 30 de enero del mismo año. AL entrar en la ciudad sagrada el día al parecer

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declinaba, pues poco antes habían comido en Armatambo a las afueras de la actual ciudad de Chorrillos. No bien llegaron a Pachacamac, según Estete, “se fueron a aposentar a unos aposentos grandes que están a una parte de dicho pueblos”. Refiere luego cómo Hernando Pizarro comunicó al principal del pueblo lla-mado Tauri Chumbi “que el iba por mandato del señor gobernador por el oro que el cacique y obispo de aquella mezquita había mandado al dicho gobernador, e que luego a la hora lo juntasen e se lo diesen” “E juntos todos los se-ñores del pueblo e principales e pajes de aquel ídolo que allí tenían dijeron que lo darían, e andovieron disimulando e dilatando: en con-clusión que trajeron muy poco y dijeron que no había más”.

Pachacamac era un grandioso repositorio. Hasta hoy quedan los inmensos depósitos, distribuidos por doquier, en número y tamaño verdaderamente abrumador. Por tanto llama la atención la conducta de principales y sacerdo-tes, que tras dilatar la entrega trajeron poco y dijeron que no había más. Es probable que a lo largo de los veinticuatro días de viaje de Hernando Pizarro llegaron a Lima noticias de las intenciones de los españoles. Quizá el sumo sacerdote humillado y encadenado en Caja-marca ordenaría la conducta a seguir.

Estete menciona unas “casas donde se echaba el tributo”. Estos edificios, qua aún es-tán en pie, los hemos llamado tentativamente “templos provinciales”. La limpieza de uno de ellos ha proporcionado una idea más o menos

clara de cómo eran los demás, que sólo se di-ferencian en proporciones. Estete dice que en estos edificios “se halló algún oro y muestras de haber alzado mucha cantidad dello”.

El viaje de Hernando Pizarro a la ciudad sagrada hubiese resultado un fracaso de no mediar un notable acontecimiento. Poco a poco comenzaron a llegar a Pachacamac seño-res y príncipes del contorno. Presentaban su obediencia y con ella, conforme a la etiqueta, regalos de oro y plata. La lista de señores, poco firme en sus convicciones la ha transmitido Miguel de Estete. Estos son: Lincoto, señor de Mala; Allaucax, señor de Noax; Guaralla, señor de Huayco; Guagchapaicho, señor de Huarca; Ispillo, señor de Sulliscasmarca, y por último Chumbiauca, señor de Chincha que se presentó con un brillante cortejo de diez caba-lleros principales.

No puede quedar sin un comentario pos-trero la valerosa conducta de los sacerdotes y señores de Pachacamac. Se necesitó gran en-tereza para presentarse ante los españoles con las manos vacías.

Se necesitó también valor grande para va-ciar los depósitos de la deidad y del pueblo, y destruir u ocultar lo atesorado y desmantelar los templos.

Sin duda alguna, la realización de esta for-midable tarea debió tomarlos muchos días de trabajo y dolor inmensos.

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CHAN CHAN: LA CIUDADELA “RIVERO”Lorenzo Alberto Samaniego R.

Por Resolución Ministerial Nº 260 de fecha 15 de abril del presente año, la Casa de la Cultura del Perú mediante su Área de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, se hizo cargo de los trabajos arqueológicos de las Rui-nas de Chan Chan, inaugurando su programa para el año en curso con las excavaciones en la ciudadela “Rivero” el 26 de mayo.

Chan Chan, la ciudad arqueológica más grande del Perú, está ubicada al Oeste y a 4 km más o menos de Trujillo, en la margen derecha del Río Moche; la ciudad está orientada de Sur a Norte, ocupando un área que comprende 5 km de largo y 3 km de ancho; empero, en el pasado debió haber tenido mayor extensión hoy disminuido por la acción depredadora de los agricultores.

En el área urbana se puede distinguir con claridad; 1) Las Ciudadelas que son verdade-ramente unidades urbanas monumentales de gran elaboración, estas son: “Martínez Com-pañión”, “Squier”, “Velarde”, “Gran Chimú”, “Laberinto”, “Bandelier”, “Uhle”, “Tello”, “Chayhuac”, “Tschudi” y “Rivero”; 2) Estruc-turas o construcciones anexas a las ciudadelas: pirámides de plataformas superpuestas, plazas, patios, grupos de habitaciones y depósitos re-servorios de agua, etc.; y 3) Construcciones de casas pequeñas, aglutinadas, ubicadas en gran parte del lado occidental de la ciudad. Es indu-dable que esta diferenciación en la arquitectu-ra se fundamenta en una clara estratificación

de clases sociales condicionado por un sistema socioeconómico y político de explotación.

LA CIUDADELA “RIVERO”

Está ubicada al Sur-Oeste de la ciudad de Chan Chan, al occidente de la ciudadela “Tschudi” el parecido entre ambas es tal que podríamos afirmar que son gemelas; sólo que la primera es de menor extensión y está mejor conservada, factores que han permitido una adecuada pla-nificación de los trabajos actuales y una mejor visión de conjunto para la interpretación. Su nombre fue conferido en honor al Ingeniero de Minas, Arequipeño, don Mariano Eduardo de Rivero y Ustariz “autor de numerosos tratados y ensayos científicos, alcanzó renombre junto a Juan Jacob Diego de Tschudi, con su Antigüe-dades Peruanas, el primer manual de arqueo-logía andina” (1) M. E. de Rivero en el siglo XIX se interesó vivamente en nuestro pasado, era hombre de ciencia y de aguzado criterio, sus ideas brillantes traslucen en el siguiente párrafo escrito en 1828 “Los monumentos de Tiahuanaco, del Cuzco, sus grandes calzadas y acueductos, sus artes y sus leyes benéficas, hacen pensar con algún fundamento, en la existencia de un reino anterior a los datos de los cronologistas. Mas todos los escritores han consagrado sus plumas a pintarnos con colores exagerados su grandeza y magnanimidad; no habiendo ninguno querido tomarse el trabajo

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de describir el grado de civilización a que ha-bían llegado por las artes y las ciencias, objeto de grande interés para los conocimientos hu-manos” (2).

La planificación y construcción de “Rive-ro”, como las otras ciudadelas, obedecieron a una nítida distinción de clases sociales en el Reyno Chimú.

Existe bastante similitud en el planeamien-to de la mayor parte de ellas; existe también la posibilidad de funciones diferentes de algunas, agregándose a todo esto el problema de espacio y tiempo, pues hay dos o tres de ellas que esta-ban en proceso de construcción. Es necesario considerar la Ciudad de Chan Chan con sus problemas económicos, con la gran población que albergaba con sus problemas políticos para mantener en tranquilidad los valles conquis-tados, con sus necesidades habitacionales que hacían crecer la ciudad año tras año, en fin, ver Chan Chan con las mismas necesidades de nuestras grandes ciudades, indudablemente, en otro nivel.

“Rivero” está dividido en tres sectores y un sub sector, a éste posiblemente más adelante se le considere como un cuarto sector, pero se espera mejores evidencias.

PRIMER SECTOR

Delimita la ciudadela cuatro murallas orien-tadas de acuerdo a los puntos cardinales, con una entrada por el lado Norte, que fuera des-cubierta por la Misión Arqueológica de la Uni-versidad de Harvard el año 1969. Paralelas a estas murallas, en el interior hay otras similares que forman en los flancos amplios y largos pa-sadizos que se denominan “ciegos” porque no tienen salida ni comunican a otros comparti-mentos.

Las murallas son de corte trapezoidal, an-chas de base y delgadas hacia arriba; la base está fabricada con enormes piedras de río uni-das con mortero de barro y piedras pequeñas, cuya consistencia recuerda el “concreto”; en-cima se levanta el muro de adobes con barro o, en caso contrario, sólo con barro mezclado con

piedras pequeñas, es decir, un tapial, de gran dureza y resistencia.

La entrada, muy angosta y con hornaci-nas laterales que guardaban ídolos de madera, conduce a dos corredores laterales, rectangu-lares, rodeados de poyos –otros prefieren los términos de bancos o banquetas- el corredor lateral derecho comunica a la gran plaza públi-ca o principal, de forma rectangular, con poyos laterales y con una plástica rampa en la parte frontal que conduce al centro ceremonial. Los desniveles en la arquitectura de Chan Chan se solucionaron con planos inclinados o rampas, lo que no indica desconocimiento de la esca-linata, ya que también la usaron aunque en menor escala. La plaza principal debió haber tenido múltiples funciones tal como nuestras Plazas de Armas.

El centro ceremonial lo componen salas de recibo, adoratorios y depósitos, todos comuni-cados por angostos y laberínticos pasajes. Las salas de recibo que se cruzan antes de pasar a los adoratorios, tienen forma rectangular, sus paredes están exornadas con frisos modelados con motivos geométricos u hornacinas cua-dradas, que tienen dinteles de cañas delgadas amarradas con soga de totora y muy bien enlu-cidas con una capa delgada de barro.

Los adoratorios de forma casi cuadrangular tiene un altar, cuyo plano es en forma de U, con hornacinas interiores siempre en número de seis que es posible dieron cabida a ídolos de madera tal como las hornacinas de la en-trada; cada adoratorio tiene anexa una o dos habitaciones pequeñas que debieron servir de aposento al encargado del culto y de la pre-servación del lugar. Los adoratorios en general tuvieron techos de una sola agua, hechos de cañas y encima de “torta” de barro, que eran sostenidos por columnas de algarrobo, que al-gunas veces eran recubiertos con barro. Los depósitos que acompañan a los anteriores, sir-vieron para recepcionar las ofrendas.

En el ángulo NE de este sector la Misión de Harvard ha encontrado un cuarto amplio con residuos de alimentos y de cenizas que indican su función de cocina.

Este sector está delimitado del segundo

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por dos murallas transversales que forman un corredor angosto comunicados por estrechas entradas.

SEGUNDO SECTOR

Posee una plaza de menor extensión y similar ala del primer sector; está rodeada de patios y de numerosos depósitos distribuidos en re-cintos cuadrados también con pequeños pa-tios. Todos los depósitos tuvieron techos a dos aguas, la evidencia actual está en que los mu-ros laterales de éstos terminan en ángulo hacia arriba.

En este sector está generalmente un reser-vorio de agua, tal como en Tschudi”, abaste-cidos en el pasado con agua del subsuelo. Los reservorios son de formas cuadradas o rectan-gular, con paredes en talud, impermeabilizados por cantos rodados engastados y unidos con barro; alcanzan generalmente de 4 a 5 m de profundidad, es decir, la profundidad está dada por el hallazgo del agua. Actualmente están secos los reservorios.

Este sector por los elementos que lo com-ponen tiene evidentemente una función eco-nómica, dado que los demás son depósitos donde se almacenaba la producción.

TERCER SECTOR

Dividido del anterior por una gran muralla trasversal, y comunicados por una angosta en-trada.

En el cementerio, de planta rectangular, orien-tado de Sur a Norte y delimitado por altos muros. Se ingresa por el lado Norte donde hay una entrada que da a un patio de regular ex-tensión; enseguida aparecen sobre la superficie las tumbas que son verdaderos mausoleos, am-plios y altos, distribuidos a manera de “rejilla” en un área grande, una vez que eran ocupadas se las sellaba, construyéndose encima otras; así “Rivero” tiene un cementerio de tres platafor-mas superpuestas y cada una tiene un número determinado de mausoleos.

De la naturaleza del cementerio que en realidad es monumental, se puede derivar que eran exclusivamente para los dirigentes de la ciudad, es decir, tumbas señoriales.

Desgraciadamente, todos los cementerios de las ciudades han sido saqueados durante más de cuatro siglos y las riquezas que se han extraído de ellas sólo la imaginación puede de-tallar.

SUB SECTOR

Está ubicado al lado Sur de la Ciudadela, de forma rectangular, cubierto de abundante res-tos de comida, huellas de fuego, evidencias de ligeras estructuras y con un pequeño reservo-rio d agua. Se piensa que éste debe haber sido vivienda del personal de servicio que atendía las necesidades de los “señores”.

EPÍLOGO

De todo lo anterior, puede concluirse en la pla-nificación convencionalizada de “Rivero” con sus tres sectores y un subsector, de funciones: político-religioso, económico, funerario y de servicios respectivamente.

La fortificación de la Ciudadela y la dificul-tad para llegar a la entrada, pues hay que reco-rrer pasajes laberínticos exteriores, inclusive, los ídolos de madera que cuidaban la entrada como verdaderos “guardianes”, ponen de ma-nifiesto la importancia y la crucial naturaleza de ella con respecto a la ciudad toda y, de las gentes que lo habitaban.

“Rivero” parece ser una de las últimas Ciu-dadelas construidas, pues el material arqueoló-gico es de estilo Chimú tardío y presenta me-jor conservación. Estos breves apuntes son el resultado de los preliminares trabajos de pros-pección y excavación arqueológica en el sitio.

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FORMACIONES CULTURALES PREHISTÓRICASDE LA REGIÓN CENTRO-SUR DE CHILE

Bernardo Berdichewsky S.

Contenido

Delimitación y características ecológicas del 1. áreas

Historia de la Investigación2.

La problemática3.

Esquema del desarrollo cultural4.

1. DELIMITACIÓN Y CARACTERÍSTI-CAS ECOLÓGICAS DEL ÁREA

Las sub-áreas ecológico-culturales de la Re-gión Centro-Sur (desde el Valle del Choapa hasta el Seno de Reloncaví)

Límites: N = Región del Norte Chico; S = Chiloé y Patagonia; W = Océano Pacífico; E = Argentina.

Se divide en dos grandes zonas: I.- Central (Choapa al Itala); II.- Sur (Itala-Reloncaví).

I.- Zona Central

1ª Sub-zona= Petorca – Maipo

2ª Sub- zona = Rapel – Itata

1ª Sub-zona = Petorca – Maipo.- (Prov. Acon-cagua, Valparaiso).

Área costera 1) La Ligua, Viña del Mar; 2) a. Laguna Verde, Punta Toro.

Área cordilleranab.

Red fluvial de Petorca y vecindadesc.

Red fluvial del Aconcagua y vecindadesd.

Red Fluvial del Maipo y vecindadese.

2ª Sub-zona = Rapel – Itata (Prov. O’Higgins, Colchagua, Curicó, Talca, Maule, Linares, Nuble)

área costera 1) Rapel – Lloca 2) Lloca – Di-a. chato

área cordilleranab.

red fluvial Rapel – Cachapoal y vecindadesc.

red fluvial Mataquito – Tinguiririca y vecin-d. dades

red fluvial Maule y vecindadese.

red fluvial Itata y vecindadesf.

II Zona Sur

1ª Sub-zona = Bío- Bío – Toltén

2ª Sub-zona = Toltén – Reloncaví

La sub-Zona = Bío-Bío – Toltén.- (Prov. Con-cepción, Arauco, Bío-Bío, Malleco, Cautín)

Área costera (Concepción-Arauco)a.

Área cordilleranab.

Red fluvial del Bío-Bío y vecindades (Malle-c. co – Bío-Bío)

Red fluvial del Imperial y Toltén (Cautín)d.

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2ª Sub-zona = Toltén –Reloncaví (Prov. Val-divia, Osorno, Llanquihue)

Área costera a.

Red del Calle-Calle y región de los lagos Ca-b. lafquén, Panguipulli y Riñihue (Valdivia)

Red del río Bueno y región de los lagos Ran-c. co, Puyehue y Rupanco (Osorno)

Red del Maullin y región del lago Llanqui-d. hue y seno Reloncaví (Pto. Montt- Llan-quihue)

Resumen de las Regiones geogRáfiCas

La zona el Valle Central o longitudinal que se extiende por la región Centro-Sur del territo-rio nacional, ocupa prácticamente el centro de este largo país. Abarca desde la provincia de Santiago, por el Norte hasta la de Llanqui-hue, por el Sur, o sea, desde el Río Aconcagua y la Cuesta de Chacabuco hasta el canal de Chacao y el monte Tronador en el Sur, ocu-pando una superficie aproximada de 180.000 km2. Como lo hemos indicado puede dividirse en dos secciones con asl siguientes respectivas características:

Zona Central: Desde la Cuesta de Chacabu-a. co al Norte hasta el colcán Copahue, ríos Laja y y Bío-Bío, por el Sur. En ella las tres fajas características del relieve se distin-guen claramente. Los Andes descienden gradualmente hacia el Sur y aparecen nue-vamente los volcanes. Presenta numerosos ríos que riegan extensas y fértiles tierras, pero no apropiados para la navegación. El clima es muy saludable. Las aguas caen normalmente en invierno y aumentan gra-dualmente hacia el Sur. Es la región más poblada e importante del país por sus gran-des ciudades, industrias y recursos. La agri-cultura predomina en importancia sobre la minería.

Zona Sur.- Se extiende desde el límite ante-b. rior hasta el canal de Chaco.

La cordillera andina sigue aquí siendo vol-cánica, pero comienza a perder su continuidad por depresiones que la fragmentan. Los ríos son caudalosos y atraviesan el país de cordi-

llera a mar. Son en su mayoría navegables y, a excepción del Bío-Bío en su curso superior, ninguno forma valles longitudinales, como su-cede con los ríos argentinos que corren frente a ellos al otro lado de la cordillera. Existe una gran abundancia de lagos, casi todos situados en el Valle Central y que comienzan en el sis-tema del río Toltén. Las lluvias aumentan ha-cia el Sur, caen durante todo el año y alcanzan su mayor intensidad en las provincias de Val-divia y Llanquihue. La vegetación es variada y abundante. Hay presencia de valiosos mantos carboníferos, especialmente en la provincia de Arauco.

La agricultura, la ganadería, la explotación de los bosques y yacimientos carboníferos al-canzan gran desarrollo y proporcionan los ma-yores recursos económicos de la región.

Más al Sur de nuestra región en estudios se extiende la zona austral o patagonia.

BiBliogRafía

CORFO.- Geografía Económica de Chile. Texto refundido Corp. Fome. Prod. Santiago, 1965.

CUNILL, Pedro.- Geografía de Chile.- 2ª. Ed. Santiago, 1965.

INSTITUTO GEOGRÁFICO MILITAR.- At-las de la República de Chile.- Santiago 1966.

KAPLAN C., Oscar.- Geografía de Chile, San-tiago, 1956.

PLATH, Oreste.- Guía Turística de Chile, 1967. Publicación Anual, Secc. Prop. Y Turis-mo. Empresa FF. CC. EE. Santiago, 1967.

2. HistoRia de la investigaCión

Los clásicos de la Prehistoria Chilena, desde el abate Ignacio Molina en el siglo XVIII Diego Barros Arana y José Toribio Medina en el siglo XIX y Ricardo Latcham, Aureliano Ayarzún y Tomás Guevara, a comienzos del siglo XX tra-taron todos de dilucidar de alguna manera el problema del origen de los araucanos o, lo que venía a ser más o menos lo mismo, el origen

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de los indios del reyno de Chile, desde la Se-rena hasta Chiloé. Por falta de investigación arqueológica suficiente se basaron mas que nada en datos de carácter etnohistóricos y et-nológicos, de aquí la falta de asidero firme para muchas de sus elucubraciones.

El modelo más conocido y popular sobre el origen de los araucanos fue el de Letch-man que postuló la llegada de los Mapuches o araucanos típicos, como venidos de allen-de los Andes, en un período más bien tardío, precolombino y preincaico, portadores de una cultura simple de cazadores-recolectores que habrían irrumpido sobre la región sur de Chile, asentándose en ella y transculturándose hacia la forma de vida agrícola sedentaria de los po-bladores primitivos de la región, con los que se habrían mezclado; pero, sobre todo a quienes habrían expulsado y empujado hacia el Norte (un sector) y hacia el Sur (el otro sector), y se constituyeron así las 3 etnias del grupo arau-cano: a) los Mapuches, en el centro del área que abarcaría la hoya hidrográfica del Bío-Bío y del Toltén; b) los Picunches hacia el Norte ocupando la zona central de Chile y c) los Hui-chilles hacia el Sur, hasta Chiloé.

Con la mayor cantidad de investigaciones arqueológicas en las últimas décadas, nuevos modelos sobre el origen y la prehistoria de los araucanos Han sido elaborados basados esta vez no ya en datos etnohistóricos y etnológi-cos; sino básicamente en los arqueólogos. Los más significativos e importantes –y en el mis-mo orden cronológicos- serían los (para la zona centro-sur en total o para su parte meridional solamente) de los investigadores Dillman S. Bullock, Oswaldo F. A. Menghin, Bernardo Berdichewsky y Jorge Silva.

Resumen de los modelos PReHistóRiCos de la zona CentRo-suR.

aBate molina (1776)

Carácter étnico de estos indios: Araucanosa. Contenido cultural: Andino de nivel altob. Origen: en última instancia asiático, proba-c. blemente índico.

BaRRos aRana (1874)

Carácter étnico de: unidad étnica y lingüís-a. tica de los indios chileno-araucanos.Contenido cultural: de nivel bajo.b. Influencias culturales: todos los importantes c. avances culturales fueron introducidos por la conquista incaica, como ser metalurgia, textiles, agricultura, pastoreo y cerámica.

José toRiBio medina (1882)

Carácter étnico: varias etnias diferentes en a. distintos periodos.Contenido cultural: tres niveles culturales b. en secuencia evolutiva desde inferior a su-perior: varios milenos atrás culturas muy primitivas (tipo paleolítico?): después las culturas de la “piedra pulimentada” (neo-lítico) entre los cuales los araucanos. Por último la etapa de influencia Inca que co-rrespondería a la “Edad del Bronce” (Es-quema clásico europeo).

tomás guevaRa (1927)

Carácter étnicoa. Contenido cultural: sigue más o menos a b. MedinaInfluencias culturales: llegarían principal-c. mente del norte, desde el altiplano; tam-bién para los “Neolíticos” araucanos.

RiCaRdo e. letCHam (1928)

Establece también periodos de distintos nive-les, de los cuales el período neolítico agroal-farero tiene un desarrollo autónomo y largo (cultura de los Túmulos) y los araucanos se-rían pueblos nómades cazadores de las pam-pas argentinas que habían irrumpido sobre los agricultores locales dividiendo en tres etnias: ellos mismo (Mapuches), Norte (Picunches) y Sur (Huilliches).

La influencia incaica sería de menor im-portancia:

osvaldo f. a. mengHin (zona suR 1962)

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Contenido étnico: trata de darle contenido a. a las culturas agro-alfareras de la región Sur tratando de ubicar a los araucanos y a los pre y proto araucanos.Contenidos culturales. Establece una se-b. cuencia de varios periodos en dos o tres niveles fundamentales:

1º Pre-cerámico con tres unidades cultu-rales: epiprotolítico Riogalleguense, el Chanchanense epimiolítico como una manifestación local Ayampitinense y el paraneolítico talcahuanense. Todas cul-turas de cazadores o recolectores.

2º Neolítico agrícola, dividido en tres perio-dos: Pitrense, Tiruense y Vergelense (Pre, Proto y Paleo Araucano)

3º Neo-araucano o Valdiviense, dividido en tres periodos. Estos serían sucedidos por el Pacopiense y después la cultura arau-cana moderna.

Influencias culturales: desde el norte de Chi-a. le, Noroeste argentino y zona Amazónica.

BeRnaRdo BeRdiCHewsky (zona CentRal) (1963, 1964)

Contenido étnico: se trata de dar contenido a. étnico a las culturas agro-alfarerasContenidos culturales: Se establece una b. serie de periodos con diferentes conteni-dos culturales desde los precerámicos de recolectores y de cazadores-recolectores, respectivamente de tipos físicos dolicoides: 3 periodos agro-alfareros locales: Molloide primero de pescadores y primeros agricul-tores ya braquiodes, Molloide 2º posible-mente identificados con Paleo-Picunches y un tercero de horizonte local negro sobre naranja, identificado ya con los Picunches y que se continúa hasta la aculturación un periodo colonial de pescadores indígenas y mestizos (changos)Influencias desde el Norte Chico y de la c. Zona Central al Sur.

JoRge silva o (1964)

y b) No da contenidos étnicos y establece a.

una secuencia cultural de 5 periodos un precerámico con dos fases diferentes, un “Formativo” con una fase cerámica inicial, un periodo intermedio con tres tradiciones cerámicas (monocroma, bícroma y trícro-ma), un periodo incaico y otro colonial con una fase inicial de contacto hispánico.

3. la PRoBlemátiCa

En los modelos sobre la prehistoria de la zona centro-sur, indicados más arriba, especialmen-te en los últimos, el énfasis está dado en la elaboración de una secuencia cultural para la zona. En algunos de ellos se pretende también en forma menos enfática establecer el conte-nido étnico de algunas culturas arqueológi-cas, especialmente en lo que se refiere a una posible etnia araucana. Otro aspecto que se contempla también en estos modelos, aunque parcialmente, es la representación de una di-námica de las influencias culturales prehistó-ricas; como igualmente, en menor escala, un esquema del origen del doblamiento de la re-gión, en especial en lo que se refiere al origen de los araucanos. Pero, el centro de gravedad de todos estos esquemas teóricos, descansa so-bre las secuencias culturales y cronológicas.

Naturalmente uno de los quehaceres bá-sicos del arqueólogo es establecer cronologías y secuencias culturales en las cuales ordena verticalmente sus culturas y fases culturales. Esto está muy bien y un modelo teórico debe contemplarlas de manera preferente. También debe incluir los otros aspectos indicados, como ser, origen, dinámica humana y contactos, contenidos étnicos, etc.

Aunque en algunas de las secuencias pro-puestas se evidencia más bien en carácter im-plícito, una evolución cultural en base a esta-dios de desarrollo, ellos son preferentemente secuencias cronológicas de periodos históri-cos. Justamente lo que hace falta para que es-tos modelos sean coherentes es que planteen y expliquen de manera explícita y orgánica una secuencia evolutiva de estadios o niveles socioculturales con una clara definición y ca-racterización de estos estadios como diferen-tes niveles de integración socio-cultural y dis-tintos tipos básicos de sociedades y grados de

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evolución cultural. Este modelo debe contener también, definiéndolas y explicándolas, las va-riables que producen estos cambios básicos. A nuestro juicio, para que estos modelos sean coherentes estas variables deben corresponder esencialmente a los factores ecológico-econó-micos y de manera correlacionada los de la es-tructura social.

Pensamos que un modelo evolutivo cohe-rente para la zona Centro-Sur de Chile debe contemplar los siguientes estadios y etapas cul-turales:

Est. I) Paleo-indígena de Bandas recolectoras-cazadorasFase a) Paleo-indios cazadores sup. (Ta-gua Tagua)Fase b) Recolectores Mariscadores (La Raspa Tagua Tagua II)Fase c) Cazadores recolectores.

Tipo Huentelauquén1. Tipo Longotoma (anzuelo de concha)2.

Fase d) Nivel o etapa superior (Hipoté-tico) Agricultores incipientes?

Est. II) Agro-Alfarero-TribalEtapa I) Temprano (molloide)

Fase a) Influencia Molle InicialFase b) Influencia Molle avanzado

Etapa II) Tardío (cerámicas pintadas N/N etc.)

Est. III) Agro-alfarero de CacicazgosEtapa 1. – Horizonte IncaicoEtapa 2.- Colonial Temprano (Cacicaz-gos: Picunches y Mapuches)

Est. IV) Agro-alfarero Colonial Valdiviano Neo-Mapuche1. Araucano contemporáneo2.

Este modelo evolucionista presupone es-tablecer los tipos básicos de las formaciones socioeconómicas de cada estadio y sus etapas y los respectivos niveles de integración socio-cultural. Para cada uno de estos niveles debe descubrirse un modelo de ajuste y adaptación ecológica y reconstruir su ecosistema. Es im-portante en este empeño establecer también los nichos ecológicos o micro ambientes y de-tectar las correlaciones ecológicas y económi-cas con los patrones de doblamiento y los tipos

de enterratorios.

El modelo debe explicar de qué manera el desarrollo de las fuerzas productivas, incluyen-do en estas los factores ecológicos al modifi-car las relaciones de producción condiciona el cambio de una formación en otra y de un nivel en el siguiente.

Entre los primeros niveles y a la vez los más primitivos, como ser 1) el de las Bandas caza-doras-recolectoras pre-agro-alfareras y 2) el de las sociedades tribales agro-alfareras basados ambos en una organización básicamente de parentesco, sin verdadera división del trabajo, ni clases ni estratos sociales, las relaciones de producción continúan todavía esencialmente semejantes; aunque se aprecia un importante aumento de las fuerzas productivas en la se-gunda. Corresponderían ambas a dos diferen-tes niveles de la Formación Social de la así llamada comunidad primitiva o sociedad gen-tilicia. Los cacicazgos, en cambio, representa-rían ya una sociedad de transición a una nueva Formación Social, la así llamada formación de tipo asiático o civilización arcaica, como la ci-vilización andina.

Los cacicazgos picunches surgirían como producto del conflicto con la Sociedad Incai-ca hasta ser incorporados a esta e integrados como una periferia de ella con lo que pasarían de hecho a pertenecer la formación social de la Civilización Andina. Los Cacicazgos Mapuches mucho menos integrados y más débiles y dilui-dos que los otros, surgirían del conflicto con la Sociedad Histórica, hasta integrarse posterior-mente en una formación capitalista, la Sociedad Chilena, en el marco de su clase campesina.

4.- esquema del desaRRollo CultuRal

Los niveles del desarrollo agro-alfarero y sus a. principales fases culturales.Las fases culturales en las sub áreas ecoló-b. gicasRelaciones y dinámica humana externas e c. internas.

1.- las fases PReCeRámiCas de las foRmaCio-nes de CazadoRes-ColeCtoRes

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Sólo a manera de antecedente necesario in-dicaremos brevemente nuestra versión con respecto a la época precerámica de la zona Centro-Sur, puesto que este es tema de otra ponencia en este mismo simposio.

Gracias a hallazgos de los últimos años (Ta-gua-Tagua) tenemos cierta certeza que el do-blamiento de nuestra zona se remonta a una época tan antigua como a las que se conocía para culturas de los extremos Norte y Sur, res-pectivamente, es decir, de una cronología del orden de los 10,000 años o más de antigüe-dad.

Tenemos entonces un verdadero periodo paleo-indígena (representando en el mencio-nado yacimiento) de cazadores superiores, evi-denciando –como era de suponer- en el inte-rior de la zona.

Hay otras fases culturales posteriores de cazadores, ya no de grandes animales, y al parecer en una ecología tanto interior como marítima, evidenciando especialmente en la parte más septentrional, con la cultura de Huentelauquen ya usa piedras de moler y otro instrumento lítico más variado, además de las puntas de proyectil.

Una fase, paralela a la anterior, de caza-dores recolectores y de una ecología marítima solamente –relacionado de alguna manera a la cultura del anzuelo de concha del Norte- pa-rece darse en la costa central de Chile desde el Petorca al Maipú. Esta está evidenciada en nuestros trabajos, en el yacimiento de Longo-toma.

Una fase cultural distinta y al parecer tam-bién paralela a las últimas dos, de un género de vida aparentemente de recolectores puros, especialmente mariscadores, se ha podido evi-denciar también en la costa central de Chile; en nuestros trabajos a través del yacimiento de La Raspa en Zapallar, que parece darse tam-bién en el nivel II de Tagua-Tagua.

Una hipotética, pero no imposible última fase del periodo precerámico, como podría ser culturas de agricultores incipientes, no se ha evidenciado todavía en nuestra región de es-tudio.

2.- las foRmaCiones tRiBales agRo-alfaReRas

Hasta el momento el aparecimiento de cultu-ras agro-alfarefas se presentan como dadas de una vez y ya relativamente desarrolladas. No hay una evidencia de una evolución local par-tiendo de las culturas de cazadores-recolecto-res hasta los aldeanos-agrícolas pasando por el periodo transicional de la agricultura incipien-te. Sin excluir esta posibilidad que aún no se ha descubierto, el cambio de nivel sociocultu-ral del Estadio I de las Bandas cazadoras-reco-lectoras al de los productores de alimentos del Estadio II de aldeanos agro-alfareros tribales, parece presentarse en la zona Centro-Sur del país de manera brusca y acabada.

No nos cabe duda que las primeras culturas agro-alfaferas de su etapa temprana han sur-gido en la zona central, como una influencia directa de culturas del Norte Chico. Esto está bien evidenciado en el yacimiento EN AP 3 de la desembocadura del Valle de Aconcagua en Con-Con que hemos trabajado nosotros, como también en otros sitios que hemos inves-tigado en la costa central, como ser, Horcón 4 (Los Jotes), Carabineros de Tabo, etc. Aparen-temente parecen darse dos fases sucesivas de influencia Molloide, que corresponderían a la acción de las Fases I y II de la Cultura Molle, respectivamente. Sin embargo, ni las dos fases Molloides de la zona central están suficiente-mente evidenciadas, ni tampoco las propias dos fases de la Cultura Molle en el Norte Chi-co. Por lo tanto es necesario mayores hipótesis o en su defecto desecharlas. En todo caso, la influencia de la cultura del Molle como una sola, o como dos fases está a nuestro juicio su-ficientemente clara, por lo menos para las sub-áreas de la red hidrográfica del Aconcagua y la costa central en su parte Septentrional del Choapa al Maipo.

Con respecto a la cronología de dichas fases culturales es difícil precisarla, pues no hay aún datos de cronología absoluta, sino sólo relativa y sus correlaciones culturales con el Norte Chi-co. Pero, por desgracia la cronología de la cul-tura de El Molle en dicha área es aún bastante imprecisa. Hay una sola fecha del C14 por el momento, que permitiría ubicarla alrededor de

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mediados del primer milenio de nuestra era y por lo tanto su proyección hacia la zona cen-tral no antes de la segunda mitad de dicho mi-lenio. Fijar una cronología para la hipotética segunda fase de influencia Molloide en la zona central es aún más hipotético. Sin embargo, con una o con dos fases esa formación cultural se prolongó sin duda hasta los primeros siglos del segundo milenio donde sería reemplazada por una segunda etapa agro-alfarera de perio-dos cerámicos tardíos con cerámica pintada a diferencia de los anteriores que era lisas mono-cromas, grabadas o solamente con pintura de un solo color, negativa o figurativa.

Aunque en el área meridional de nuestra región o zona Sur propiamente tal, las investi-gaciones arqueológicas con excavaciones con-troladas son más escasa que en la zona central, se evidencian también algunas fases cultura-les de una etapa agro-alfarera temprana que también parecen presentar una discontinuidad con respecto al precerámico. La fase Pitrense de Menghin y Pucara muestra con cerámi-cas lisas, grabadas y con decoración plástica antropo y zoomorfa y al parecer también con pintura fugitiva que se semejan a las cerámica de las fases Molloides de la zona central, pa-recen corresponder a ese periodo temprano. Eventualmente, el nivel inferior de la cueva de los Catalanes puede pertenecer también a este periodo.

Las poblaciones de los pueblos agro-alfa-reros de esa etapa temprana (y las posteriores también) parecen diferenciarse de los delicoi-des cazadores-recolectores precerámicos, en que son fundamentalmente baraquiodes. Con respecto a su carácter étnico sería muy arries-gado sacar conclusiones. Creo que, en el mejor de los casos, en este sentido, como pre-arauca-nos o a lo más proto-araucanos.

Además de la abundante cerámica y bien elaborada, estos pueblos usan variado instru-mental lítico, como metales, morteros (inclu-yendo piedras tacitas), piedras horadadas y puntas de proyectil de preferencia triangulares de base recta o cóncava. También se incluye en su utillaje tembetás de diversos materiales y hasta indicios de cobre, orejeras circulares, pi-pas especialmente de forma de T invertida. Al parecer tenemos también hachas cilíndricas

(poco abundantes) que después serán tan co-munes entre los pueblos araucanos. Todo este material apunta en dirección a influencias, no sólo del Norte Chico, como lo hemos indicado, sino también del Noroeste argentino, como lo han señalado algunos investigadores, y hasta elementos de culturas amazónicas como lo ha indicado Menghin y otros.

En la zona Central, por lo menos, tienen entierros generalmente semi flectados, dejados a veces en sus propias cabañas (Concón) con ofrendas de cerámica, conchas y restos de au-quénidos. Las construcciones de sus habitacio-nes eran de material perecible, probablemente quincha o algo similar, las que parecen agru-parse en pequeñas aldeas. Esto no es seguro para la zona Sur.

La etapa II de los periodos tardíos se ca-racteriza especialmente por el apareamiento de estilos cerámicos de tipos pintados bi y tri-color. En la zona Central es característica la fase cultural de un horizonte local de cerámica Negro-Naranja, como ser en la costa central la de el Fundo el Peral (yacimientos del Potrero de la Viña y del Cerro Paraguas) y sobre todo en la región del Aconcagua, especialmente en la parte media y superior del Valle como en los yacimientos de Bellavista, Palomar, Ocoa, etc. No hay una discontinuidad total con la etapa anterior y algunos tipos de artefactos se con-tinúan. Las hechas cilíndricas tan típicas de la cronología araucana se hacen abundantes. Los tipos de enterramientos má comunes son ahora los túmulos con diversos tipos de tum-bas, como ser bóvedas y sobre todo, especie de cistas toscas de piedra. Metal, cobre se da un poco más abundante que en la etapa anterior donde era muy exiguo.

En la zona Sur esta etapa estaría represen-tada, al parecer, con las fases culturales como la de Tirua, estos horizontes locales, tanto de la zona central como de la zona Sur se prolon-gan en la primera hasta el periodo Inca local donde se transculturan y, en la segunda, direc-tamente hasta un periodo colonial temprano, dando paso con estas fases aculturadas a una nueva etapa la III de la evolución cultural de la región Centro-Sur, en que estas culturas loca-les de sociedades tribales libres e independien-tes pasan a integrar de alguna manera el con-

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texto de sociedades mayores como especie de subculturas o segmentos étnicos en el primer caso a la Civilización incaica y a través de esta posteriormente a la hispánica y en el segundo caso directamente a esta última aunque en for-ma periférica y marginal debido al constante conflicto con ella.

Con la etapa II, indicada más arriba, se habrían constituido ya, a nuestro juicio, en la región Centro-Sur las etnias propiamente araucanas, probablemente Picunches en la zona Central y mapuches y Huilliches en la zona Sur.

Las fases culturales del Vergolense en Al-gol, Valdiviense más al Sur, Lindan-Ray con ti-pos cerámicos lisos policromados geométricos y cerámica negra con incrustaciones corres-ponden en la zona Sur a periodos coloniales que se prolongan a veces incluso hasta el siglo pasado1.

Estamos concientes que a pesar de las evi-dencias indicadas en la bibliografía, estas no son del todo suficientes para nuestro empeño, pero permiten esbozar un esquema y un mode-lo teórico que sirva, por lo menos, como hipó-tesis de trabajo para la investigación.

BiBliogRafía

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1 En este resumen no podemos presentar en detalle las evidencias que nos hacen sustentar el esquema presentado, pero este se basa en el resultado de alrededor de 12 excavacio-nes estratigráficas o de cementerios controlados realizadas en este región, especialmente por nosotros (Berdichewsky 1963, 1964a, 1964b, 1968), pero también por otros investigadores no menos confiables (Mostny 1942, Shaedel 1954, presenta-dos en Berdichewsky 1964b; O. Menghin 1962 y Silva 1964). Véase también el interior del Valle de Aconcagua a Nuñez (1964) y Berdichewsky (a través de Madrid, 1965).

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UM ESQUEMA INTERPRETATIVODA ARQUEOLOGIA BRASILEIRA

Fernando Altenfelder Silva

Devido principalmente a pobreza das informa-ções de que se dispunha até bem pouco tempo não contamos ainda com qualquer tentativa interpretativa da arqueologia brasileira que possa ser ajustada ao quadro geral americano. Já em 1962, durante e Congresso Americanis-ta do México, Betty J. Meggers e o autor apre-sentaram um quadro do “Desenvolvimento Cultural no Brasil” baseado nas limitadas in-formações existentes, incluindo para análise duas grandes áreas a da Bacia Amazônica e a parte Central e Sul do Brasil. Em trabalho mais recentes, o autor tentou uma ampliação desse esquema apoiando se nas numerosas contribuições-que desde então se fizeram para a pré-história brasileira. Todavia a grande nú-mero de trabalhos realizados especialmente no Centro e Sul do Brasil, e as valiosas datações absolutas já obtidas para o Brasil pelo Carbo-no-14, exigem una revisão do quadro arque-ológico Brasileiro bem como sugerem uma interpretação tipológica bem mais ampla. E o que, no intuito de contribuir para um melhor entrosamento da arqueologia sul americana, tentaremos apresentar aqui.

Entre os novos trabalhos e áreas de pesquisa melhor examinadas nos últimos oito amos, no Brasil, merece especial menção a parte centro Sul do Brasil onde as atividades do Instituto Anchietano de Pesquisas, orientado pelo Prof. Inácio Schmitz no Rio Grande do Sul, as pes-

quisas realizadas pelas Universidades de Santa Catarina y Paraná, com a valiosas colaboração de Wesley Hurt os trabalhos promovidos em São Paulo por Paulo Duarte em Rio Claro es-pecialmente por Tom O. Miller Jr. e pelo autor, e ainda a atividade extremamente produtiva do Programa Nacional de Pesquisas, desenvol-vido pelo Museu Paraense Emilio Goeldi com a colaboração da Smithsonian Intitution e com a orientação valiosa de Betty J. Meggers e Cli-fford Evans, contribuíram de maneira valiosa para uma modificação geral da perspectiva da arqueologia brasileira.

Todavia, na medida em que se ampliam as informações sobre novos sítios arqueológicos aumentam também os problemas demandan-do novas pesquisas esclarecedoras. Possuíram-se agora pelo menos meia centena de datações pelo Carbono-14, já divulgadas, permitindo situar cronologicamente, em parte, a distribui-ção das tradições das populações pré-colom-bianas no território brasileiro, de outro lado, as seriações que melhor poderiam responder a essas perguntas, tais como as de Marajó, Estia-rão Comprido e Rio Claro não foram - ainda totalmente ou em parte si quer, datadas as da-tas que possuímos se referem ou a sítios cujas seriações ou não foram adequadamente tra-balhadas ou não existem em absoluto, como por exemplo é o caso de sitio do Igarapé do Caqueiro nas proximidades de Manaos.

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Faz-se pois mister um grande cidade no estabelecimento das grandes linhas interpre-tativas as quais estarão sempre formuladas em caráter experimental e provisório.

Em sua crítica as interpretações culturais, Steward menciona três requisitos para a for-mulação de regularidades culturais: uma trilo-gia das culturas, padrões e instituições o esta-belecimento de una inter-relação causal entre os tipos estabelecidos; a formulação da recor-rência sincrônica ao de seqüência em termos de causa e efeito. Os tipos que sugere, contu-do, não conviriam ao esquema brasileiro, pois somente três dos seus seis tipos se aplicariam a nossa arqueologia.

De outra parte o tipo “paleo-indios”, au-sente na tipologia de Steward, e mais con-veniente a nossa realidade pré-histórica. Ao mesmo tempo, os estágios de Willey e Phillips “lítico” e “arcaico” são bastante sugestivos e convenientes para a problemática brasileira.

Em um esquema interpretativo não cabe-ria falar em horizontes arqueológicos para una área tão ampla como a brasileira e acreditamos que a expressão estágio, será mais adequada para una formulação tipológica. A utilização da expressão “lítica” sugerida por Willey e Phillips a nosso ver seria sujeita a críticas com-paráveis as que se poderiam fazer as de “pa-leo-indígenas”, uma vez que a tecnologia lítica subsistiu até períodos posteriores aos contatos hispano-portugueses na América. Mas feitas as necessárias ressalvas e com as dividas defini-ções antecipadas, poderão os estágios “lítico” e “arcaico” serem de utilidade na esquematiza-ção da arqueologia brasileira, a semelhança de que sugerem Gordon Willey e Phillip Phillips. Propomos, então, os estágios de Lítico Antigo, ou (Paleo-indígena); Lítico Avançado (corres-pondendo ao que anteriormente chamáramos da Arcaico, Arcaico, Cerâmico Antigo e Cerâ-mico Recente.

Passaremos, em seguida, a definir cada um desses estágios e, depois de um rápido exame das áreas básicas de pesquisa arqueológica no Brasil, tentaremos aplicar esses cinco estágios propostos ao panorama da arqueologia brasi-leira.

estágios PRoPostos

1.- A antiguidade comprovada dos sítios arque-ológicos de Cerca Grande, em Lagoa Santa, e do Sambaqui de Maratúa no litoral do Estado de São Paolo, exige que se postule um estágio Lítico Inferior, com inicio provável ao redor de 10,000 anos a.C. estendendo se até 4,000 a.C. capaz não só de incluir essas manifestações, mas ainda mais, o possível horizonte lítico são oriundas essas diferentes manifestações.

Tal estágio corresponde ao período das extensas savanas que avançavam até a foz de Rio da Prata, e além da atual linha costeira. A fauna, tipicamente pleistocênica, como o do-cumentam as formações da praia marítima rio-grandense do sul. Caracteriza se este estágio, por uma indústria lítica predominantemente de núcleos e lascas, obtidos pela técnica de percussão. Uma indústria característica de ca-çadores de grandes herbívoros.

Este estágio lítico inferior vai ser substituído por um estágio marcado por um clima propicio ao desenvolvimento de grandes florestas.

2.- Lítico Superior ou Avançado

Corresponde a um período de 5000 a.C. a 2000 a.C. com uma invasão de florestas e um desa-parecimento dos animais de grande porte. Há uma mudança na tecnologia dos instrumentos líticos, que se tornam mais adequados ao tra-balho em madeira.

3.- Arcaico

Este estágio corresponde ao inicio de uma fase migratória de caçadores e coletores ou de ocu-pações, as vezes temporária, dos sambaquis cos-teiros mais recentes. As populações ainda espar-sas, apresentam diferentes formas de adaptação local. Estendem-se de 2000 a 500 a.C.

4. Formativo

Corresponde este estágio, ao segundo estágio proposto por Steward é na verdade, uma ten-

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tativa de adaptação de “formativo” de Wil-ley y Phillips, definido como a lenta revolução da agricultura, a presença de agricultura ou outro tipo de economia de eficiência compa-rável. E um período com um crescimento de população e início de tecnologias básicas, in-troduzidas pelo contato ou eventualmente de-senvolvidas localmente. Apresenta-se aqui o inicio da cerâmica provavelmente recebida de empréstimo, correspondendo ao que anterior-mente chamáramos de Horizonte Cerâmico Antigo. Estende-se de 500 a.C. até 500 d.C. A indústria lítica, com uma grande variedade de instrumentos, continua ainda neste estágio, prolongando se até o final do estágio seguinte.

Aqui, como no estágio anterior, os sepul-tamentos apresentam-se freqüentemente com oferendas e revestimento do ocre vermelho.

5. Estágio Recente

E o estágio final que se inicia ao redor de 500 d.C. e se entende até os primeiros contactos com colonizadores hispano-lusitanos.

Os cinco estágios postulados são, eviden-temente, tipos conceptuais, que, embora base-ados na realidade arqueológica dos sítios bra-sileiros, conhecidos, não representam nenhum deles em particular, embora se aproximam ora mais ora menor de todos. Esses estágios bus-cam, também, uma possível equivalência com os estágios correspondentes da seqüência an-dina, platina e do caribe, cujas ligações são muitas vezes postuladas por diferentes autores e deverão ser comprovadas futuramente.

Não seria de utilidade propor outros está-gios mais avançados pois não há, na arqueolo-gia brasileira, correspondência aos seus homó-logos de outras áreas.

Seria interessante, agora, examinar algumas recentes ampliações do panorama arqueoló-gico brasileiro ocorridas nestes últimos anos, bem como alguns problemas básicos que exi-gem reexame a maior ampliação de pesquisas. Passaremos, pois, a considerar rapidamente os diferentes sectores onde se desenvolveu a pes-quisa arqueológica, em intensidades diferen-tes: Amazônia a Faixa Litorânea, incluindo os

sambaquis; as Jazidas do Interior, incluindo a área de Rio Claro; a Área Sul do País.

Área Amazônica: O que comumente se de-nomina de área Amazônica na arqueologia brasileira, alcança na verdade quase metade do território brasileiro. Embora de extraordi-nária importância para explicar os possíveis cominhos de penetração das migrações que aqui demandaram, ainda continua, em termos de conhecimentos arqueológico, quase que no mesmo ponto em que estava há 8 anos. Algu-mas pesquisas foram promovidas pelo Museu Goeldi e pela Faculdade de Filosofia de Be-lém, mas não houve una mudança básica no quadro anteriormente delineado por Evans e Meggers.

Como parte das pesquisas promovidas pelo Programa Nacional de Pesquisas Arqueoló-gicas (Ponapa) sob o patrocínio de Conselho Nacional de Pesquisas e em colaboração com a Smithsonian Institution, sob orientação de Clifford Evans e Betty J. Meggers foram exa-minados alguns sítios arqueológicos de Alto e Baixo Xingu, ao Norte do Estado de Mato Grosso, do qual nos dá noticias em 1967, em publicação do Museu Goeldi. Os sítios exami-nados apresentam artefatos de osso, pedra e conchas, e uma cerâmica cuja decoração apre-senta engobe vermelho e pintura vermelha so-bre branco.

Em um trabalho de campo realizado em 1967, Adélia de Oliveira e Eduardo Galvão fornecem descrições da atual cerâmica Juruna, grupo lingüístico Tupi. Os autores acreditam encontrar nessa cerâmica, caracteres de per-sistência de tradição Santarém.

Infelizmente não há ainda datações su-ficientes para tão ampla área. A mais antiga data por C-14 obtida para a fase Ananatuba, na Ilha de Marajó, revela a presença de cerâ-mica na foz de Amazonas em 980-200 a.C. (SI-385). Isso corresponde a “Tradição Hachurada Zonada”, onde a decoração principal além do engobe vermelho e do escovado é feita por lar-gas linhas incisas.

Segue-seuma “Tradição Borda Incisa” com ênfase em “motivos incisos sobre largas bordas horizontais das tigelas. Na ilha de Marajó, a

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fase Mangueiras. Datações por C-14 incluem A.D. 425 º 58 (P-406) para Manacapuru e A.D. 761 º (P-161) para a fase Nicarágua, no sul da Venezuela”.

A “Tradição Policroma”, é caracterizada em Marajó pela fase Marajoara, com datas que se estendem de “A.D. 480’’200 (SI-386) a A.D. 690=200 (SI-199).

A “Tradição Incisa Ponteada”, mais recente na área não conta aparentemente com datação ainda. E interessante observar que já em 1956, durante o XVIII Congresso Internacional de Geografia, realizado no Rio de Janeiro, Hilgrad O’Reilly Sternberg apresentava informes sobre datações de um sítio arqueológico do Igarapé do Caqueiro, nas proximidades de Manaos, a 1560 km de Belém obtidas a partir de dois lotes de cacos. O material analisado pelo La-mont Geological Observatory da Universidade do Columbia, oferece as datas respectivas de 2170=120 e 1100=130 (em 1953). Conver-tendo-se as datas obtemos 217 a.C. e 23 d.C. respectivamente. Infelizmente não houve por parte do autor a elaboração de uma seriação previa do material coletado, que foi apenas reunido na jazida. Todavia, o exame das re-produções de algumas dos cacos coletados ofe-recidos pelo autor em seu trabalho permitem localizados dentro da tradição “Huchurada Zonada”, que é caracterizada no Marajó, pela fase Ananatuba. A comparação das datas ob-tidas mostra claramente a contemporaneidade da “Tradição Huchurada Zonada” ao longo do Amazonas e sua ampla distribuição. Mas não se pode, ainda, garantir o sentido do caminha-mento desta tradição cerâmica. Isso ressalta a enorme necessidade de pesquisas sistemáticas em toda a faixa extremamente ampla da Bacia Amazônica.

Área da Faixa Litorânea: Tradicionalmente, na arqueologia brasileira esta é uma das áreas consideradas como melhor estudadas, sempre com ênfase nas manifestações dês Sambaquis. Todavia, semente nos últimos anos é que os trabalhos sistemáticos de Laming e Emperai-re Hurt, Rauth e muitos outros, vieram orde-nar, até o certo ponto, o caótico amontoado de dados de há muito acumulados. Numero-sas datas pelo C-14 foram obtidas permitindo equacionar cronologicamente os Sambaquis e

as jazidas abertas do interior. De outra parte, o inventario mais cuidados dos restos encon-trados em sambaquis revelaram uma tecnolo-gia muito mais elaborada do que se supunha a principio.

As datas obtidas para os níveis inferiores do Sambaqui de Maratúa, por exemplo, são de 7.327 ‘ 1300 e 7.083 ‘, eu 5000 a.C.

O Sambaqui de Gunraguacú em Parana-guá, Estado de Paraná forneceu uma data de 4128=134 correspondendo ao 3º milênio a.C.

No inventario dos sambaquis encontram-se: torturais feitos com bula timpânica, de baleia; berloques perfurados, feitos de valvas de ostras? Goivas? Agulhas; pontas; perfuradores e enter-ramentos com o emprego de ocre vermelho.

O sambaqui de Maratúa, cuja base se en-contra abaixo do nível do mar, sugere que sua construção foi iniciada quando o nível do oce-ano estava mais baixo do que o atual. De outra parte, no Sambaqui de Gomes, com uma da-tação de 2537 = 76 A.C. a 2540 = 136 A.C., encontram-se artefatos que incluem macha-dos lascados, facas, raspadores e projeteis de osso e pedra, além de sepultamentos revestidos de ocre vermelho, tradição que Hurt acredita semelhante á Cerca Grande.

Mas os sambaquis mais recentes, como o da Ilha dos Ratos, oferecem datações até de 410=150 A.D., e apresentando mesmo, nas camadas superiores, indícios de ocupação por grupos ceramistas. Esta continuidade de ocu-pação dos sambaquis, por mais de 10,000 anos é comparável a dos abrigos de Lagoa Santa que apresentam também tal extensão temporal de utilização humana.

As datações dos Sambaquis vieram de cer-ta forma conservara antiga hipótese de que os Sambaquis da Costa do Estado de São Paolo e Paraná eram mais antigos que os da área de Santa Catarina e Rio Grande do Sul. As da-tas obtidas para os sambaquis de Pontas das Almas, 1670=100 A.C. e Sambaqui Caieira, 1280=150 A.C., revelam uma ocupação rela-tivamente antiga, comparável á das jazidas de Macedo bem como os de São João, Porto Mau-rício e Gomes, estes últimos ainda no Paraná,

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e comparáveis também ao de Macedo. Uma série de datas obtidas para este último indicam de 2937=65 A.C. a 1321=48 A.C.

De outra parte, os sambaquis das Almas, próximo a Florianópolis e o de Espinheira I, próximo a Joinville, ambos de Santa Catarina, forneceram respectivamente as datas C-14 de 2300 A.C. a 450 A.C., para o primeiro e de 970 A.C. a 270 A.C. para o segundo.

Outro aspecto interessante é o ajustamen-to de tecnologia ás condições do material de sambaquis as condições ambientais. Assim é que a análise do material lítico de 14 sam-baquis do litoral paulista, feitas por Luciano Isotta, revelou a utilização da matéria prima existente na área selecionada de acordo com a destinação desejada.

Um número bastante grande de sambaquis localiza-se na orlam marítima do Estado de Guanabara embora ainda não tenha sido feito um trabalho sistemático de análise dos mes-mos. Dias Junior faz referencia a dês jazidas de sambaquis, na maioria quase completamente destruídas mas não oferece tipologia.

No litoral da Bahia, Calderon estudou o Sambaqui de Pedra Oca, com manifestações cerâmicas, para o qual foi obtida a data de 880 ± 130 a.C.

A Área do Interior: Sob esse título, de uma maneira muito geral e pouco precisa, costuma-se reunir em um só grupo os sítios arqueológi-cos de Lagoa Santa, e, os Sul do Pais como os de Rio Claro, José Viera e os do Rio Grande do Sul.

Em Minas Gerais, os trabalhos de Hunt e as numerosas e valiosas dotações por ele obti-das em Cerca Grande, permitem recuar o pas-sado pré-histórico brasileiro até 10.000 anos atrás. No abrigo Nº 6, de sítio arqueológico de Cerca Grande, foram obtidas para sítios arqueológicos brasileiros. “O clima teórico de região, nessa época era aparentemente mais frio e mais seco que em datas posteriores”, –es-creve Hunt. “Novamente o hipotético retor-no a condições mais secas e mais frias a cerca de 2500 A.C. pode ter estimulado um cresci-mento da população em Lagoa Santa”. Hunt

reconhece, no abrigo 6, acima mencionado, 3 grandes unidades estratigráficas: os estratos inferiores, que forneceram a data de 8000 anos A.C., aproximadamente, contém indícios da presença do homem, através de enterramentos e de artefatos e um nível intermediário, bas-tante solidificado, apresenta ainda vestígios de ocupação humana; uma terceira unidade, superior, bastante seca, apresentava, ainda in-dícios de ocupação. Hunt calcula para a uni-dade A, de 8 a 5 mil anos A.C. para a unidade B, de 5 a 2500 anos A.C.; para a unidade C, de 2500 anos A.C. a 1850 A.D. E caracteriza o “complexo de Cerca Grande” pela presença abundante de fragmentos e lascas de cristais de quartzo não retocados e poderiam ter sido utilizado; há contudo lascas e fragmentos de cristais de quartzo definitivamente transfor-mados em artefatos padronizados os machados manuas e machados com indícios de acaba-mento são também comuns.

Ainda como parte de “complexo Cerca Grande” incluem-se –talhadores de várias for-mas, confeccionados por percussão, martelos de seixos ovóides, pedras polidas feitas de sei-xos pequenos, pontas de flexa de osso, sove-las, perfuradores, além de pontas de flexa de quartzo.

A jazida José Vieira, no interior do Para-ná oferece uma datação respeitável de 4723 ± 355 A.C. para o seu nível mais antigo. Nos ní-veis inferiores some te foi encontrado material de pedra talhada.

As camadas superiores (II e I) acusam po-rém a presença de cerâmica do tipo tupi-gua-rani, foram obtidas as datas de 4723 ± 355 A.C., 3281 ± 306, 200 D.C.

Laming e Emperaire reconhecem uma in-dústria de núcleos e uma indústria de lascas. A primeira tem como instrumento mais ca-racterístico o “chopper”, trabalhado em uma única face. As lascas retocadas são extraordi-nariamente pouco numerosas. São menciona-dos também raspadores. No nível mais inferior, contudo, foi encontrada uma ponta de flexa, bem trabalhada, com haste curta.

A cerâmica de José Vieira sem dúvida ti-picamente tupi-guarani, pode ser atribuída a

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cerca de 500 a 600 anos A.D., a área de Rio Claro, extraordinariamente rica em sítios ar-queológicos não cerâmicos, com algumas ja-zidas cerâmica do tipo tupi-guarani não con-ta até o momento com um datação absoluta. Todavia, a análise geomorfológica da bacia de Rio Claro, sugere uma antiguidade bastante grande para os terraços, onde se encontram localizados muitos dos sítios arqueológicos, antiguidade comparável as de Lagoa Santa e de Maratúa, e a tipologia dos artefatos, feitas por Miller Jr., animaram aquele autor a propor para as fases mais antigas (Santa Rosa) entre 8 mil a 11 mil anos; e para as mais recentes (Monjolo Velho, Santo Antonio e Marchieri) respectivamente 6000 a 8000, 2500 a 4500 anos e de 2000 até a época atual.

O que caracteriza o horizonte Santa Rosa descrito por Miller Jr., é o ambiente de sava-nas apresentado um ótimo para as condições de caça, e ainda intervalo tecnológico indican-do uma adaptação ecológica a caça de porte médio e grande. Os instrumentos líticos são caracterizam por uma grande variedade de raspadores, facas bolas de pedra. A indústria é predominantemente de lascas rudes, unifa-cias, embora núcleos bifaces também estejam presentes.

São Lourenço, de outra parte, acusa uma mudança de clima mais úmido com possível invasão de florestas. E o inventário dos instru-mentos indica uma adaptação ao trabalho em madeira.

Quanto as manifestações cerâmicos da re-gião elas serão mencionadas juntamente com as considerações sobre chamada tradição tupi-guarani. Os numerosos sítios inventariados no Rio Grande do Sul especialmente a perspecti-va arqueológica brasileira dois novos aspectos: os das casas de pedra e dos aterros.

Os aterros eu cerritos são pequenas forma-ções artificiais com altura variando entre 30 cm até 3 m, com um diâmetro variável entre 20 a 80 m levantados junto a banhados, arrois ou lagoas. Examinados, revelam asses cerritos, restos de mamíferos com ossos quebrados ou calcinados. A cerâmica neles encontrada se caracteriza por três tipos: Cerritos, com anti-plástico de areia fina; o tipo Palmares, com um

antiplástico de areia grosa, menos friável que a anterior e o tipo Chuí, com um antiplástico de areia de grossura média. São encontrados ain-da nos cerritos, lascas de quartzo, machados de pedra, polidores e ponta de flexas.

As casas de pedra ou casa subterrâneas se aprestam como uma “cratera de 2 a 13 m de diâmetro e de 30 a 60 m de profundidade”. Em uma das casas escavadas por Schmitz fo-ram encontrados buracos de postes. Quanto ao material tecnológico, caracteriza-se ele por mãos de palao e cacos de cerâmica. Essa mani-festação Casa Subterrânea ou Casa de Pedra, foi também estudada por Schmys no Paraná, com manifestações cerâmica de tradição não tupi-guarani. Para essa fase, fui obtida a data C-14 de 1150 ± 50 A.D.

A chamada tradição tupi-guarani: Este e um dos aspectos mais estudados e tal vez ainda muito pouco conhecido de arqueologia brasi-leira. A jazida de Estirão Comprido, estudada em 1954 pelo autor, não possui até hoje infe-lizmente, uma datação absoluta, o que e aliás deplorável pois a sue seriação tipológica ainda é das mais satisfatórias. Muitas outras jazidas tupi-guaranis foram estudadas desde então no Brasil, entre as quais a de José Vieira (1957) por Laming e Emperaire. Durante os anos de 1965 a 1969 inúmeros jazidas tupi-guaranis, ao longo de toda a faixa costeira e no interior dos Estados de São Paolo, Rio de Janeiro, Bahia, Paraná, Santa Catarina e Rio Grande do Sul, foram estudados. Hoje são bastante numerosos os sítios tupi-guaranis para os quais já cerâmi-ca tupi-guarani, identificada em todo Brasil principalmente pela sua decoração de pintura negra sobre emgobe branco ou vermelho, ou mesmo simplesmente pelo emgobe branco, o ainda pela tradição corrugada e a presença de urnas funerárias, corresponde em traços ferais com as cerâmicas encontradas nas antigas re-duções ou missões jesuítas e, principalmente a cerâmica tupinanbá escrita por Metraux.

Não há um tipo de sitio que possa ser deno-minado tupiguarani apenas pela sua localiza-ção. Ao contrario, a sua distribuição é indicio de uma adequada adaptação ecológica. E co-mum, contudo, encontraram se sítios arqueo-lógicos tupi-guaranis nas elevações a margem, das curvas de rios com amplo descortino de

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áoz zagem, tal como em Estirão Comprido, Paraná, com indícios cios, de uma permanên-cia e uso prolongados. Mas a mesma chamada cerâmica tupi-guarani é encontrável no faixa costeira, em sítios abertos a até nas chamadas “casas subterrâneas” ou “cãs de pedra”, e mes-mo sambaquis.

A ocorrência de artefatos uma vez que eles são comuns em quase todas as jazidas e sua tipologia ainda não foi devidamente estabele-cida. Em Estirão Comprido predominavam os raspadores de muitas formas, machados de pe-dra almofarizes, polias, adornos, perfuradores, e anzóes de osso.

A ocorrência simultânea das tradições ce-râmicas pintadas corrugadas ao lado de uma cerâmica lisa acompanhada muitas vezes de uma cerâmica escovada e untulada sugerem a questão da origem dessas tradições. As data-ções obtidas pelos pesquisadores do Programa Nacional de Pesquisas Arqueológicas para essas diferentes tradições parecem indicar caminha-mento no mesmo sentido mias de velocidade diversa. Para a tradição pintada da cerâmica tupi-guarani, foram obtidas as datas de C-14 de 570 ± 150 A.D. para a fase Umuarama, no Paraná, e 980=100 A.D. para a fase Itapicurú, na Bahia, o que apontaria para um caminha-mento do Sul em direção ao Norte. De outra parte, a tradição corrugada, Maquinó, no Rio Grande do Sul, foi datada de 880 ± 110 A.D.; a fase Mondí, em Santa Catarina, 1180 ± 100 e Sernambitiba no Rio de Janeiro 1380 ± 100. Isso indicaria, também um caminhamento em direção ao Norte.

A comparação das seriações obtidas em Estirão Comprido e na área de Rio Claro per-mitiu afirmar que a tradição tupiguarani, nesta ultima região, e mais recente que as manifesta-ções similar ocorridas no Estado do Paraná, o que, de certa forma parece confirmar-se agora. Todavia, somente uma comparação sistemáti-ca das diferentes seriações em diferentes partes do Brasil poderá resolver partes dos problemas que vão se levantando em torno desta mani-festação tupi-guarani.

Somos de entender que as sítios tupi-gua-ranis, identificados pela cerâmica que recebeu essa denominação, devem ser referidos a um

tipo ideal, independiente das manifestações locais, e tendo como ponto de partida, para as características arbitrarias que Lhevenm ser atribuídas, a manifestação tupi-guarani descri-ta pelos cronistas de contacto europeu. A tra-dição tupi-guarani representará então um tipo de adaptação que realmente ocorreu inician-do-se possivelmente no começo de nossa era e prolongado-se ate a período de contacto como os colonizadores Europeus.

esquema inteRPRetativo PRoPosto

Acreditamos que um melhor entendimento da Arqueologia Brasileira será obtido não em termos de sua análise, simplesmente baseada na distribuição geográfica dos sítios, mas com o auxilio de conceitos de estágios ideais, que servirão de ponto de referencia, para uma classificação das Jazidas e sua posterior com-paração com outras jazidas fora do território Brasileiro.

Estágio Lítico Interior, com seu possível iní-cio 10,000 A.C. e com uma duração até 5.000 A.C. incluem as jazidas de Cerca Grande em Lagoa Santa, o sambaqui de Maratúa, na costa do Estado de São Paolo, em seus níveis mas antigos, a fase Santa Rosa, em Tio Claro, Es-tado do São Paolo, e as camadas inferiores de José Vieira, Estado de Paraná. Caracteriza-se esse estágio por uma adaptação tecnológica a caça de mamíferos de porte médio e grande. Encontram-se pontas de projeteis de sílex eu de osso, machados de pedras bifacias, talha-dores com acabamento parcial por percussão, bolas de pedra e machados manuais, Os enter-ramentos apresentam-se com oferendas e em posição fetal e simifetal.

Estágio Lítico Superior: Com um inicio em 5000 A.C. estendendo-se até 2000 A.C., ca-racteriza-se por uma invasão de florestas na área das antigas savanas, devido a mudança para limais úmido. Houve um conseqüente desaparecimento da caça de grande porte. Há também uma mudança na tecnologia dos ins-trumentos líticos adaptados agora ao trabalho em madeira

Incluem-se neste estágio a Unidade He de Cerca Grande, os níveis médios de José Vieira, a fase Monjolo Velho, de Rio Claro, os samba-

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quis de Saquarema, Gomes, Mauricio e Gua-raguacú.

Estágio Arcaico: Estendendo-se de 2000 A.C. corresponde ao início de uma fase migratória de caçadores e coletores e de ocupação, as ve-zes temporária, dos sambaquis costeiros mais recentes, Incluem-se neste estágio os samba-quis de Macedo, Saquarema Superior, e de Ilha dos Ratos, bem como a Unidade C. de Cerca Grande as fases Santo Antonio e Marchiri em Rio Claro, e as camadas médio superior sem cerâmica de José Vieira.

Neste estágio, com uma população esparsa, as diferentes fases se apresentam como adap-tações locais. Pode-se, todavia considerar que a volta a um clima seco, e a intensificação da atividade migratória abrigou a uma readapta-ção tecnológica. Há uma redução no tamanho dos instrumentos e predominam novamente os raspadores, e laminas de tipos variados, bem como aparecessem também, em uma maior quantidade, as volas de pedras com sulcos.

Incluem-se neste estágio as casas de pedra, encontrados no Rio Grande do Sul, Santa Ca-tarina e Paraná.

Estágio Formativo: Estende-se este estágio de 500 anos A.C., até 500 de nossa era. Acom-panha a revolução da agricultura e acusa um grande acréscimo de população e inicio de tecnologias básicas. Inicia-se a cerâmica e en-contra o seu maior desenvolvimento emfins do Estágio. A indústria lítica acompanha essa evolocao com uma variedade de instrumentos melhor elaborados incluem se neste estágio os níveis superiores dos sambaquis, em geral, os níveis superiores de José Vieira, os níveis in-feriores e médios de Estiro Comprimido (Pa-raná), a fase Arnatuba, em Marajó, as mani-festações cerâmicas registradas em Manaos, os sítios no Igarapé do Caqueiro, bem como o Sambaqui da Pedra Oca, na Bahia.

A não ser tal vez na área Amazônica, este estágio não alcança o seu completo desenvol-vimento no Brasil.

A manifestação tupi-guarani que se desen-volve neste estágio não evolui para o estágio seguinte que seria tal vez, o dos cultistas. Parte

apreciável dos sítios tupi-guarani dos Estados do Paraná, Santa Catarina e Rio Grande do Sul podem ser incluídos neste estágio.

Estágio Recente, de 500 A.D. até a época de contacto. Alcança fase de ampliação mais ma-nifestações ceramistas mais completas e ima grande intensificação dos contactos das mais variadas tradições. Incluem-se neste estágio a maioria dos sítios tupi-guaranis do Estado de São Paolo e Rio de Janeiro, e tal vez manifesta-ção cerâmicas de Santaram.

O futuro conhecimento que certamente, obteremos da Bacia Amazônica, possibilitará tal vez a ampliação do esquema proposto com a inclusão do estágio cultista. Todavia, no mo-mento, não teria sentido a sua proposição.

Como consideração final seria interessan-te podermos relacionar cada um dos períodos propostos com os períodos equivalentes das áreas vizinhas o que deverá constituir uma ta-refa a parte e tal vez o possível, resultado de este seminário.

Os estágios propostos não implicam evi-dentemente em um abandono do estudo das razoes de contacto e linhas do difusão das di-ferentes tradições culturais presentes na área Brasileira. Ao contrario. Significa uma tenta-tiva de ordenações dos dados já bastante nu-merosos que começam a se acumular nas pra-teleiras de nossa pré-história, e um convite a sua análise.

Rio Claro, julho de 1970

BiBliogRafia

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ACTIVIDADES DEL MUSEO

CURSO DE INTRODUCCIÓN A LA ARQUEOLOGÍA PERUANA

El 18 de diciembre de 1970 se clausuró el Curso de Introducción a la Arqueología Peruana, que venía dictándose en nuestro local desde el 16 de setiembre último.

En esa oportunidad hizo uso de la palabra el Director del Museo, Dr. Luis G. Lumbreras, resaltando la importancia de las ciencias antropológicas y su necesaria difusión entre el público no especializado. En ese mismo acto se procedió a la entrega de Certificados de asistencia a quienres cumplieron con los requisitos establecidos en dicho Curso.

HOMENAJE AL DR- SEIICHI IZUMI

Considerando que era un deber de lealtad a uno de sus más distinguidos amigos y pioneros de la investigación científica japonesa en nuestro país, el Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, rindió homenaje póstumo al Dr. Seiichi Izumi, el 25 de noviembre de 1970.

En la ceremonia de homenaje al ilustre antropólogo japonés, intervinieron el Director del Museo, Dr. Luis G. Lumbreras, Prof. Toribio Mejía Xesspe, Conservador del Archivo Tello y el Sr. Yasushi Miyazaki, miembro de la Expedición Científica de la Universidad de Tokyo, que diri-giera el Dr. Izumi en nuestro país.

En el presente número publicamos una breve reseña de las cecrologías meidas en esa ocación

MARTES HISTÓRICOS

Para complementar los datos que sobre las investigaciones de nuestro pasado histórico se venían difundiendo en los Miércoles Arqueológicos, el Museo de Arqueología y Etnología, en coordi-nación con el Archivo Histórico de la Universidad, que dirige el Dr. Carlos Daniel Vacárcel, instituyó los Martes Históricos, los mismos que se han venido realizando quincenalmente, en su primera etapa.

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Durante 1970 se programaron las siguientes sesiones:

OCTUBRE

12: TAURO DEL PINO, Alberto.- Vidaurre en la Independencia Peruana

NOVIEMBRE

3: VALCÁRCEL, Carlos Daniel.- Tupac Amaru, Revolucionario.

17: GUILLÉN GUILLÉN, Edmundo.- Documentos inéditos para el estudio de la visión peruana de la Conquista.

DICIEMBRE

1: MACERA, Pablo.- La agricultura en los siglos XVII y XVIII

MIÉRCOLES ARQUEOÓGICOS

OCTUBRE

7: GONZÁLEZ CARRÉ, Jesús Enrique.- La Formación Aldeana en el Perú

14: ÁLVAREZ GHERSI, Juan F.- La fauna andina prehispánica

21: ANIVERSARIO DEL MUSEO: Programa especial

NOVIEMBRE:

4: FUNG PINEDA, Rosa.- Inferencias económicas, sociales, políticas y religiosas del tejido en el antiguo Perú

11: LUMBRERAS, Luis G.- Investigaciones arqueológicas en Puno. El problema de la domesti-cación de los auquénidos

18: RADICATI, Carlos.- El estudio científico del Quipu

25: HOMENAJE AL DR. SEIICHI IZUMI

- Palabras del Dr. Luis G. Lumbreras, Director del Museo.

- Palabras del Prof. Toribio Mejía Xesspe.

- Palabras del Sr. Yasushi Miyazaki, miembro de la Expedición Científica de la Universidad de Tokyo.

DICIEMBRE

2: THOMPSON, Donald.- Notas preliminares sobre unos sitios tardíos en la cuencia del Alto Marañón

9: SAMANIEGO, Lorenzo.- Investigaciones arqueológicos en la Costa Norte