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    nales de la Facultad de Medicinaniversidad Nacional Mayor de San [email protected] (Versión impresa): 1025-5583SN (Versión en línea): 1609-9419

    ERÚ

    2004

    Pedro Ortiz

    EL VALOR MORAL DEL TIEMPO Anales de la Facultad de Medicina, año/vol. 65, número 004

    Universidad Nacional Mayor de San Marcos

    Lima, Perú

    pp. 260-266

    mailto:[email protected]://www.redalyc.com/mailto:[email protected]

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     Pedro Ortiz 

    260 An Fac Med Lima 2004; 65(4)

    ISSN 1025 - 5583Págs. 260 - 266

    Anales de la Facultad de MedicinaUniversidad Nacional Mayor de San Marcos

    El valor moral del tiempo

    PEDRO ORTIZ

    Insti tuto de Ética en Salud, Facultad de Medici na, UNMSM.

    ResumenLas personas son los únicos seres vivos que pueden adscribir, conscientemente, un valor a lanaturaleza y a las cosas que hacen, puesto que de ellas depende su vida. Como consecuencia desu desarrollo cultural, y sobre todo de su estructura económica, nuestra sociedad ha privilegiadola propiedad territorial, y las personas valoran más las cosas que sus propias acciones. Estasituación implica una menor valoración de la vida en sí, tal como se la debería apreciar a travésde la medida del tiempo. Es evidente que los niveles de valoración del tiempo varían de unaestructura económica a otra. En las sociedades subdesarrolladas como la nuestra, está claro quela poca valoración del tiempo se expresa en la impuntualidad y en la pérdida casi irracional deltiempo en vez del estudio y el trabajo. Una explicación histórica de esta limitación de nuestrodesarrollo personal, que desmitifique la impuntualidad como cuestión graciosa o idiosincrásicade nuestro pueblo, debería hacernos recapacitar acerca del valor del tiempo que es, en realidad,la valoración de nuestra propia vida y lo que significamos en términos de valor para los demás.

    Palabras clave: Valor moral ; tiempo; valor social.

    The moral value of timeAbstractPersons are the only living beings who might consciously ascribe some value to the nature andthose things they make, because their lives depends on it. As a consequence of its culturaldevelopment, particularly of its economic structure, our society has privileged territorial property,and people overvalued things more than their proper actions. This situation implies a lesser valuationof life as it should be appreciated thorough the measure of time. It is evident that the level of valuation of time varies from one economic structure to another. In the underdeveloped countrieslike ours, the minute valuation of time is clearly shown in unpunctuality and the irrational waste of time instead of studying and labor. An historical explanation of this kind of limitation in ourpersonal development, instead of considering unpunctuality as a idiosyncratic characteristic of ourpeople, should make us to reconsidered about the value of time, which is, actually, the valuationof our own life, and what we mean in terms of our value for everybody else.

    Key words: Moral values; t ime; social values.

    Cuando frente a l a cri sis de valores  tratamosde comprender qué se espera de una campañade formación en valor es , e indagamos sobre quéítem constituyen la tabla de valor es  que debeenseñarse y debe poseer una persona, lo primeroque seguramente hacemos es preguntar ¿quévalores tenemos que enseñar o aprender?. Y aquí se nos presenta el problema de que las listas devalores que deben formarse no son coincidentes(1-4). En efecto, es interesante notar que taleslistas, para una sociedad en crisis, son sólo losllamados valores éticos, pues no contienen los

    valores que podemos llamar físicos , a falta deun término más comprensivo, y que sin dudaestán en relación con la esencia material de lavida, como son justamente el valor del espacioy el valor del tiempo. Estos valores están, sinduda, ligados a los valores económicos, que parala ética metafísica, idealista, no convienerelacionarlos con los valores espirituales. Aquí el problema fundamental es que, en realidad,no disponemos de una teoría convincente quenos explique qué son y dónde están exactamentelos valores (5).

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    Lógicamente que no es este el lugar paradiscutir una teoría del valor que sustente cuantodigamos más adelante. Sin embargo, tomandocomo base nuestra propuesta teórica acerca dela naturaleza de la sociedad, la conciencia y lapersonalidad (6-10), es posible remarcar losiguiente: 1) que los hombres son los únicos seresvivos que han sido capaces de constituirse enuna sociedad organizada a base de informaciónsocial, que es la única que existe por fuera delos individuos; 2) que toda valoración y todovalor son clases de información social, quepueden ser codificadas como informaciónpsíquica consciente en el cerebro(específicamente en el neocórtex prefrontal

    dorsolateral) de las personas. De estas premisaspodemos deducir: 1) que las personas, aladscribir un valor a las cosas que producen ocrean, también adquieren la capacidad de valorarsus propios actos, como buenos o malos, alconfrontarlos con un modelo ideal; 2) que estasvaloraciones aparecen luego en el nivel socialcomo valores abstractos, es decir, como lainformación social que más tarde determina laconducta de las personas; 3) que estadeterminación social de la conducta necesita dela codificación de los valores (de una sociedad)

    como parte de la conciencia (de cadapersonalidad). El resultado de estos procesos esla posibilidad de adscribir un valor, ya no sóloa los productos del trabajo social de los hombres,sino a todo aquello que determina su propiaexistencia: el resto de los seres vivos, el planeta,el universo. De este modo, todo lo que es fuentede vida tiene  valor, y todo lo que los hombreshacen dentro de la sociedadson  valores; valoresque pueden clasificarse a partir de cualquierprincipio más o menos universal. Así, puedenser calificados y clasificados desde un punto de

    vista económico, religioso, lógico, estético;pero, por encima de todo, ético. En estecontexto, mi cuerpo que ocupa un espacio y mivida que se desarrolla en un tiempo son valoresde esta sociedad. Pero también el espaciotiempodonde vivo y se desenvuelve la historia de lasociedad, debe tener un valor para mí y paratodas y cada una de las personas queconformamos esta misma sociedad.

    Es posible que muchas veces hayamospreguntado a un estudiante, y cierta vez a algún

    profesor: ¿Por qué se llega tarde a clases? ¿Porqué no se cumple a tiempo con las tareasasignadas? ¿Por qué es tan frecuente plagiar enlos exámenes? Tal vez en una conversaciónamical alguna vez hayamos tratado de encontraruna explicación para estos problemas, por sihubiera algo más esencial detrás de estas formasde inconducta , por lo común aceptadas comodefectos banales, o como expresión de unaidiosincrasia nacional. Pero es también probableque no nos hayamos interrogado en serio acercadel significado moral de esta clase de problemas.Mejor dicho, no parece que problemas de estetipo hayan sido considerados como problemasque merezcan una reflexión ética.

    En efecto, es posible que al tocar este asuntoen alguno de los ámbitos de nuestrasinstituciones, la respuesta haya sido el esbozode una sonrisa displicente, como la de quienacepta una realidad que no tiene explicación,una realidad que no puede modificarse o quesimplemente es una cuestión intrascendente.Pero esta sonrisa también puede significar queno se trata de un defecto, sino de una graciamuy personal. Hasta podría llegar a decirse quees una habilidad o virtud innata; que es la simple

    demostración de una posición superior quepor desgracia  no todos la tienen tan desarrolladacomo para asegurarse así el éxito personal.Hacerse esperar, por ejemplo, parece implicaruna cierta autoridad. Además, no es fácilplantearse esta clase de preguntas cuando se esel actor principal, y menos cuando se esestudiante. Lógicamente que no es lo másdeseable que quienes son estudiantes ahora, sehagan estas preguntas al momento de retirarsede su trabajo efectivo, una vez que están segurosde que no tendrán que asistir a clases, presentar

    tareas o rendir nuevos exámenes.Infortunadamente, una postergación de este tipono hará sino aumentar la brecha entre nuestrarealidad actual y el nivel de desarrollo moralesperado para uno mismo y para la sociedad;sobre todo en un momento en que la crisis moralde la humanidad debe estar por llegar a suextremo más grave, especialmente en aquellospueblos que de modo implícito han aceptado quecopiar todo lo que se hace en el mundodesarrollado  es el mejor camino para lograr elbienestar o la felicidad; sin tomar en cuenta que

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    una estrategia de desarrollo por simple imitacióncorre el riesgo de copiar cualquier forma, o todaforma, de corrupción implícita a toda relaciónde dominación y dependencia.

    Hemos planteado tan sólo tres preguntas, talvez demasiado rutinarias como para encontrarlesel lado interesante. Se refieren a situaciones tanrutinarias, que no llamaría la atención que deinmediato se diga, que por su prevalencia , soncualidades normales que pueden, o que talvezdeban, ser toleradas. Así, sólo se corre el riesgode que al responder a estas preguntas, se diga,como efectivamente se ha dicho, que soncaracterísticas peculiares a nuestra idiosincrasianacional; pero sin aludir al hecho de que es

    peculiar al subdesarrollo cultural, económico ymoral.

    Por otro lado, cuando se pregunta a quienllega tarde, no ha cumplido con una tarea o haplagiado un examen, casi siempre se respondecon una expresión de fastidio, pues casi todosexperimentan la sensación de que cada uno tienesus propias razones y que no hay razón algunapara averiguar acerca de la vida privada de cadaquien. Si el interrogado es una persona madura,es posible que piense que se está vulnerando su

    intimidad, su autonomía, y que es bien sabidoque como alumno, cualquiera puede llegar tarde,no entregar las tareas a tiempo, o que nadiepuede saber todo lo que debería. Es pues rara larespuesta de preocupación, ya que no parece serun tema de naturaleza moral; se trataría másbien de cuestiones tan banales que sólo puedenpasar como faltas que se cometen casi por lafuerza de las circunstancias.

    En realidad, no sabemos bien qué clase decondiciones sociales determinan éstas como

    muchas otras fallas morales aparentementebanales que cometemos todos los díasinconscientemente ; pero que al darnos cuenta,de inmediato nos convencemos que deben serintrascendentes y por lo mismo perdonables. Eneste breve ensayo quisiéramos, sin embargo,reseñar algunos intentos de explicación acercade la naturaleza inmoral de estas faltas, que sona todas luces problemas de la conducta, todavez que son desviaciones inaceptablessocialmente de la actuación objetiva de laspersonas, actuación que por principio debe ser

    esencialmente moral. Nos referiremos sobre todoa los aspectos de la ubicación y categorizaciónde esta clase de problemas, así como a losprocesos que los determinan y a sus posiblesefectos.

    Desde el punto de vista de su categorización–si son faltas, fallas, incorrecciones, fallos,infracciones, errores, descuidos, negligencias,engaños, anomalías, irregularidades–, hay quetener en cuenta, en primer lugar, que comocualquier forma de ruptura de las normassociales estos problemas tienen que ser ubicadosen una escala que depende de la estructura moralde la sociedad, tanto de su base tradicional comocultural, pero sobre todo económica. Enrealidad, la escala está disfrazada, como siestuviera detrás o antes de aquella normatividadque explica lo real, el hecho actual, con la quese pretende evitar la realización efectiva de lanormatividad moral, potencial, en la conductade cada persona.

    Dentro del esquema de la normatividad social,el asunto se simplifica diferenciando: 1) losdelitos, sancionados por los códigos penales yciviles; 2) las faltas morales   sancionadas porlos llamados códigos de ética (en realidad,

    códigos morales); y, 3) las faltas sociales sancionadas por las reglas de cortesía (reglasque, dígase de paso, ya no se practica ni seenseña). Hay faltas que pueden estar en uno uotro nivel, pues su ubicación va a depender deuna serie de circunstancias, las que, a su vez,dependen de la escala de valores que subyace alcurso de los hechos sociales reales. La cuestiónes que la escala de faltassociales  es tan flexible,que muchas veces se las tolera, se las vuelvebanales y por lo mismo quedan sin sanciónalguna, excepto el ridículo o una intrascendente

    reprobación. Al no catalogarse como faltasmorales, como inmoralidad, toda calificación sedirá que es sólo una frase que exagera el hechocon el fin de que el infractor dé las razones desu incumplimiento.

    Desde el punto de vista de su determinación,hay varios denominadores  comunes  detrás deestas formas de inconducta   tradicionalmentebanales, entre los que destacaremos la fatalidadde una sociedad que no ha logrado desarrollarun apropiado sentido del tiempo, lo que se

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    traduce en una incapacidad para valorar el tiempo,aunque éste sea sólo una medida del devenir. Esprobable que nuestra sociedad haya desarrolladoel concepto de espacio mucho antes que el deltiempo. Más aún, al delimitarse el lugar en quese vive, desde el momento en que cada hombretiene la plena conciencia de propiedad sobre suterritorio y sobre las cosas, es posible que hayaprivilegiado el valor del espacio, propio y ajeno.Es pues posible que la conciencia de la propiaexistencia, del decurso de la vida de sí mismo yde los demás, sea un logro más tardío. Estadiferencia podría mantenerse hasta nosotros, atal punto que mientras el respeto por el tiempode los demás ya es cuestión de hábito en las

    culturas llamadas desarrolladas, donde ladependencia del reloj es la regla, entre nosotrosla regla es la desestimación del tiempo: aceptamoscomo normal la desorganización institucional,desde el uso de las calles, al tomar un vehículocolectivo y entrar a un ascensor, hasta el tiempoindefinido que toma un burócrata para resolverun simple trámite administrativo, o un juez pararesolver un asunto que bien sabe está afectandola dignidad, la autonomía o la integridad de unapersona.

    Lógicamente que el tiempo en sí no tienevalor. Pero, si nuestra vida es un valor, el tiempoviene a ser la medida del valor de toda vida quese expresa en un trabajo productivo o creativo;medida que por extensión atribuimos al universoen general y a los sucesos de nuestro entornolocal en particular. Pues así “como el modo deexistencia cuantitativo del movimiento es eltiempo, de la misma manera el modo deexistencia cuantitativo del trabajo es el tiempo de tr abaj o ”. “El tiempo del trabajo es laexistencia viviente del trabajo…”.

    Recíprocamente, cuánto valoro un minuto, unahora, un día, depende de cuánta importancia déa mi propia vida. Y no tanto como vida en sí,sino en cuanto capacidad de producir y crear.Si fuera uno consciente de sus potencialidades,cuánto lamentaría haber perdido quince o treintaminutos de una clase o de su trabajo. Cuánto deinformación social sin asimilar o incorporarperderá un estudiante si suma todos los minutosde ausencia a sus labores de estudio. Hasta ciertopunto, saber lo que uno ha perdido no sea tantola hora en sí: es más bien el hecho vital de no

    haber aprendido, producido o creado algo enese lapso. No cabe duda que el tiempo perdidopor cada persona da como suma no sólo elretrazo o subdesarrollo social, sino la pobreproductividad y creatividad de los pueblossubdesarrollados.

    Es bien conocido, desde los puntos de vistaclínico y experimental, que las lesiones de loslóbulos prefrontales –que constituyen elcomponente conativo-volitivo o motivacional dela conciencia (10)– determinan una notablepérdida de la noción del tiempo. Pero esta mismarelación entre la lesión prefrontal y el tiempo,podemos verla desde otro ángulo: como larelación de una estructura neocortical, que poralgo hemos denominado el componente moralde la conciencia (6,8) y la valoración del tiempoque es determinada socialmente. No es difícilcomprobar que cuando la personalidad enformación, especialmente en la adolescencia, nologra estructurar sus actitudes –frente a lasociedad, frente al trabajo y frente a sí mismo–le será prácticamente imposible dar un valor altiempo, y es probable que experimente el tiemposólo como la angustia de perderlo, la posibilidadde medirlo, mas no como la convicción de su

    valor como base de su desarrollo personal, einclusive de la sociedad a cuyo desarrollo debecontribuir.

    No usar el tiempo es lo mismo que no tenerconciencia del tiempo. Es, sin duda, interesantetener una explicación de por qué es tangeneralizada la ausencia de una valoración deltiempo en el mundo subdesarrollado. Es posibleque hayamos heredado de la sociedad tradicionaly de la cultura, la noción del espacio, de nuestroterritorio donde poder vivir; pero, al parecer,

    no hemos desarrollado, por lo menos en su formaacabada, la noción del tiempo dentro del cual sedesarrolla nuestra propia esencia. Por algohemos desarrollado la capacidad de memoria quenos permite recordar el pasado para proyectarnosintencional y motivadamente hacia el futuro.Pero si no usamos esta capacidad, o no la hemosdesarrollado adecuadamente, ¿no se explicaríaasí nuestras características insuficiencias,aquellas por las que nos catalogan como hombresde cortos alcances, pequeños ante el desafío delas crecientes necesidades que nos impone el

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    mundo desarrollado, y que por la misma razónno pasamos de extractores de bienes naturales ode simples consumidores? De la estructuraeconómica hemos adquirido la convicción dedefender nuestro territorio –desde nuestrahabitación hasta nuestro país–, pero no hemosdesarrollado lo suficiente nuestra convicción dedefender nuestra historia, que abarca tanto losmiles de años que tomaron nuestras culturas paraformarse y desarrollarse, como el tiempo denuestra propia vida, donde cada minuto en algotiene que emplearse, al fin y al cabo en aprender,producir y crear.

    Sin duda que conocer los procesos que handeterminado esta deficiencia personal es aún más

    importante, dado que debemos saber qué haydetrás de esta suerte de déficit de expectaciónque adolecemos; por lo menos si es quequeremos superar las limitaciones que nos generaesta insuficiencia social que no tomamos encuenta, y mucho menos valoramos.

    Si siguiéramos pensando que el hombre esun primate, tal como aconsejan las cienciasnaturales, es decir, un animal superior apenasmás complejo que las demás especies, tambiénseguiríamos pensando que esta característica tan

    personal de no saber usar el tiempo es cuestiónpropia de nuestra naturaleza animal. Porque unacosa es ser puntual sólo por condicionamiento opor imposición de la costumbre, y otra por lanecesidad de trabajar para ganar un salario otener un mejor ingreso. Pero mucho máspersonal es ser puntual porque se da valor altiempo como atributo de la vida misma, dondeel trabajo es la única manera de llegar a ser y deser personalidad.

    Por tanto, si comprendiéramos el hecho

    fundamental de que los individuos de la especieHomo sapiens  fueron los únicos animales quehace miles de años atrás empezaron a codificarla información que se encontraba únicamenteen su cerebro para guardarla en las cosas y ellenguaje por fuera de ellos mismos, fácilmentellegaríamos a la conclusión de que los hombresactuales formamos parte de un sistemasupraindividual cuya organización depende deesta clase de información de naturaleza social.Por esa razón hemos definido la sociedad comoun sistema (10) organizado por la información

    social que determina sus estructuras tradicional,cultural y económica, donde ahora nacemos, nosformamos, producimos y creamos comopersonas.

    En efecto, el hecho de que exista lainformación social y la sociedad significa quecada hombre tiene que incorporar y asimilardicha información si es que ha de formar partede esta sociedad. Como resultado de esteproceso, cada individuo humano tiene quecodificar esta clase de información en la formade los sentimientos, los conocimientos y lasmotivaciones que llegarán a constituir laestructura neocortical superior de su conciencia. Y es esta misma conciencia la que reorganiza y

    estructura la totalidad del ser individual y así cada individuo humano es convertido en unapersonalidad (6,7). Es pues evidente que estaestructura cerebral de base social no tiene porque existir en los animales.

    Esta concepción implica que cadapersonalidad debe reflejar la estructura de lasociedad donde ha nacido y se ha formado. Pero,¿cuánto de información se supone que necesitauna personalidad para servir eficientemente alos demás, por ejemplo, en el caso del

    profesional de salud, tanto para la atención delos enfermos, el cuidado de los mismos y de sufamilia, como para contribuir al desarrollo dela sociedad? A demás, ¿se puede guardarinformación sin organizarla, sistematizarla oconfigurarla? ¿Se puede recuperar toda estaenorme cantidad de información si se la guardade cualquier manera, displicente ydescuidadamente? ¿Se puede acumular toda lainformación social necesaria para ejercer nuestropapel social si no se emplea el tiempo debido?

    Por supuesto que en el estudio, especialmenteen el cumplimiento de las tareas académicas,donde se acumula toda la cantidad necesaria dedicha información social, el empleo del tiempoes fundamental. Además, toda esta informacióndebe ser clasificada, sistematizada la base deuna estructura de motivos y valores, y debemossaber que esta estructura también comprendenuestras convicciones, responsabilidades,deberes, obligaciones, aspiraciones, objetivos,intereses; que por eso es el componentemotivacional de la conciencia, y que por la

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    misma razón es el componente moral de todapersonalidad. Mal haríamos en almacenarinformación sin objetivos claros. Por lo tanto,es imprescindible saber que tales objetivos sonde naturaleza moral, que esta estructuramotivacional debe ser esencialmente moral, puessólo así cada quien será capaz de orientar suconducta –o actuación moral– en cada instantede su vida.

    Es pues necesario saber también que lasmotivaciones morales de la conciencia no sontan fáciles de adquirir y formar. Por un lado,este es el componente de la conciencia que mástiempo toma para formarse; es un componenteque, a diferencia de los sentimientos, no se puede

    formar sólo jugando; que a diferencia de losconocimientos no se puede aprender sóloestudiando: las motivaciones requieren no delestudio y menos del juego, sino del trabajo. Lasconvicciones morales se forman en el curso deltrabajo. Por eso sería mejor admitir que elestudio universitario es una forma de trabajosocial que exige la formación autoconsciente denormas morales y de formas morales de ser. Yasí como en la infancia aprendimos las reglasmorales que nos agradan y así las expresamosen nuestro comportamiento, así como en la niñezaprendimos las reglas morales que nos dijeronson las correctas, así también en la adolescencia(que en el caso de los profesionales de la saludse prolonga por muchos años más de lo usual)asumimos las reglas morales en la forma deconvicciones, como la estructura de valores denuestra conciencia.

    Por consiguiente, habrá que asumir a plenitudla idea de que de este componente moral de laconciencia depende el uso el tiempo en elservicio a los demás. Y quién puede servir más

    que el profesional de la salud cuyo trabajocontribuye a defender y desarrollar la integridad,la autonomía y la dignidad de las demáspersonas, bajo la permanente aspiración de quela nuestra llegue a ser, alguna vez, una sociedadsolidaria, libre y justa.

    Por desgracia, también es verdad que estasson sólo aspiraciones de la humanidad. Eslamentable que la sociedad, en los treinta milaños de existencia en que adoptó su forma actual,haya optado por una organización

    intrínsecamente injusta. El hecho de que hayapaíses ricos y países pobres, ya de por sí expresala injusticia, que no es sino la inmoralidadinherente a su estructura intrínseca. No podemoscontemplar el mundo sin darnos cuenta quemientras a los ricos les falta tiempo paradivertirse, a los pobres les sobra tiempo paraaprender a superar sus propias insuficiencias.Sólo tomando nota de esta realidad, es posibleasumir la responsabilidad de usar el tiempo paraformarnos más allá de los límites que nos imponela propia injusticia social.

    Aceptemos que el mal uso del tiempo, comotodo acto no moral, determina una serie deconsecuencias que pueden afectar a las demáspersonas, hasta la naturaleza misma. Así,conviene aceptar por lo menos dos de losaspectos del empleo correcto del tiempo: 1) elde sus efectos personales, esto es, que sirve paraorganizar nuestra actuación concreta; 2) el desus resultados sociales, es decir, que nos puedeservir para contribuir al desarrollo moral de lasociedad. En otros términos, debemosconvencernos de que la interiorización de lasnormas que regulan el uso social del tiempodetermina nuestro respeto de la puntualidad, y

    éste el cumplimiento de nuestras tareas, y éste,en cierta etapa de nuestra formación, quepodamos rendir un examen honestamente.

    En términos recíprocos, el mal uso o no usodel tiempo, debemos aceptar que es fatal parael desarrollo personal y de la sociedad. Usar eltiempo debidamente es lo mismo que emplearel tiempo con responsabilidad, es decir, comoresultado de una convicción moral: felizmente,al aprender a trabajar al servicio de los demás,se forma la convicción de emplear en forma

    autónoma y efectiva la norma que nos obliga aemplear el tiempo en el trabajo social de toda lavida. Debemos convencernos que del mal uso ono uso del tiempo, depende que tengamos menoscantidad de conocimientos, menos posibilidadde rendir un examen satisfactorio, menosposibilidad de cumplir una promesa. El mal usodel tiempo impide que tengamos lo necesariopara cumplir con las exigencias de cualquiertarea cotidiana. Y si por 25 o 30 años no hemospodido aprender a controlar el tiempo, difícil,aunque no imposible, será usarlo bien en el

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    trabajo profesional, cuando hayamos asumidola responsabilidad de contribuir de modo efectivoa mantener la integridad de la vida de otros. Siuno no desarrolla por sí mismo la convicciónmoral de usar bien el tiempo, de atribuir un valormoral al tiempo, es decir, repetimos, a nuestrapropia vida, también será difícil que comoprofesionales maduros tengamos el tiempodebido para examinar, explicar, diagnosticar,pronosticar y contribuir a modificarfavorablemente el curso de la historia de unapersona que confió en nuestras capacidades lasuperación de su enfermedad o de sus problemas.¿Tendrá el profesional de salud el bagajeapropiado de sentimientos, conocimientos y

    motivaciones que necesita para cumplir aquellosobjetivos, si es que supuestamente no tienetiempo suficiente para estudiar, ni para cumplirlas tareas que la institución que lo educa y lainstitución donde trabaja le imponen?

     Justamente, lo que se espera de una personaíntegramente moral que ha aprendido a usar ydistribuir su tiempo durante sus etapasformativas, es que también podrá dedicarloapropiadamente a cada enfermo; al estudio alque siempre estará obligado mientras trabaje; a

    la formación y mantenimiento de su familia; asu participación en las acciones sociales,políticas y administrativas a las que estaráobligado como ciudadano; a la educación dequienes trabajan o se forman junto a él; alfomento del propio desarrollo personal paracontribuir a transformar y superar una sociedaden extremo injusta, para fundarla de nuevo a finde que puedan disfrutarla quienes vengandespués de nosotros. Toda personalidad maduradebe saber que hacer todo esto toma tiempo.Debe saber que todo ser vivo tiene un espacio,

    propio o prestado, pero que sólo el hombre sabeque su vida se da en un proceso que podemosmedir en la forma de tiempo; y que por ellodebe saber que el tiempoes  un valor; a diferenciadel espacio, que es un valor sólo para su dueño,y que para los demás únicamente tiene  valor.

    Por tanto, más que la ineficacia de los cursosy las conferencias, son las actitudes delestudiante frente a ellos lo que constituye todauna barrera que obstaculiza su propia formaciónprofesional. Llegar tarde, no cumplir con lastareas, plagiar un examen, son faltasaparentemente banales que esconden la realidadde una conciencia no plenamente moral, paradecirlo con alguna severidad. Una personalidadque no ha logrado atribuir un valor al tiempo,no sólo tiene un serio retraso en su formaciónmoral, sino que se constituye en un retraso aúnmás serio para el desarrollo de su país, puestoque del uso del tiempo depende la realizacióntanto de las capacidades de la personalidad como

    de su contribución a la sociedad en su conjunto.

    REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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    Editores; 1997.8. Ortiz CP. El componente moral de la personalidad. Revista

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    10. Ortiz CP. Cuadernos de psicobiología social 2: El nivelconsciente de la actividad personal. Lima: Fondo Editorialde la UNMSM; 2004.

    Correspondencia: 

    Dr . Pedro Orti z Cabanill as 

    Instituto de Ética en Salud 

    Facultad de Medici na - UNMSM 

    Av. Gr au 755. L ima 1, Perú.

    Correo-e: [email protected]