Articulo Dvorak. Letras Libres

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7/17/2019 Articulo Dvorak. Letras Libres http://slidepdf.com/reader/full/articulo-dvorak-letras-libres 1/3  Ya entendí: ahora estoy dentro de mi cabeza.” Esta línea de diálogo es pronunciada por Joel, un hombre que se mira a sí mismo tendido en su cama, con un casco de metal en la cabeza, mientras un par de técnicos adolescentes debaten sobre cómo borrar de su memoria ciertos recuerdos nocivos. En el con- texto concreto de la película que la incluye, la frase tres veces re- flexiva da tanto a Joel como a más de un espectador un paradó-  jico sentido de realidad y pertenencia a un mundo familiar para ambos. El personaje simplemente contempla sus propios pen- samientos; el espectador –aquel que conoce la genealogía de la película– se encontrará muy a gusto revisitando las obsesiones de Charlie Kaufman, el único guionista que opera desde Holly- wood al que hoy en día se le conoce por su nombre y apellido.  Eterno resplandor de una mente sin recuerdos es la película de un escritor célebre, casi una contradicción en los términos, aún ma- yor si lo que escribe es cine. Las razones de su celebridad son, como él, inusuales en el medio: Kaufman ha hecho del solipsis- mo el método narrativo en boga –técnica y tema a la vez–, y ha legitimado la escritura egocéntrica como nueva bandera del ci- ne independiente estadounidense. En su libro Down and Dirty  Pictures: Miramax, Sundance and the Rise of Independent Film , el di- rector y crítico de cine Peter Biskind atribuye esta insistencia en la primera persona narrativa no a un talante introspectivo de las nuevas generaciones, sino a un simple y más vulgar desequili- brio económico: hay tan poco dinero y tantas personas detrás de él, que la segunda película de un cineasta novato acaba siendo un proyecto más inaccesible que su debut. “Los guionistas y directores independientes –dice en su libro Biskind– dejan de vivir una vida normal en aras de conseguir medios para su proyecto: si su primera película era sobre ‘mi vida hasta ahora’, la segunda suele ser sobre nada o, si eres Charlie Kaufman, sobre el trabajo mismo de escribir un guión.” Pero si eres Charlie Kaufman –habría que acotar a Biskind–, tu guión será punto y aparte: genial, o por lo menos deslumbran- te, al margen de una teoría socioeconómica de la inspiración. Desde sus primeros avances, la estrategia Kaufman se dirigió a atacar los frentes de una industria acéfala, no por falta de “hombres a cargo”, sino por privilegiar películas a su vez desce- rebradas, cuyos guiones se arman por partes según las técnicas vociferadas en caros seminarios de paga, y que luego se publican a manera de manual. Su primera historia notable (aunque no su ópera prima) ya mostraba a la cabeza humana como metáfora de terreno por explorar con vistas a beneficiarse de él. En ¿Quieres  ser John Malkovich? (1999) una pareja de losers descubría un pasaje que desembocaba en la cabeza del mentado actor –el guionista siempre es un loser , insiste en sus guiones Kaufman–, perspectiva que les permitía ver el mundo a través de una cele- bridad pedante, y de paso lucrar con el viaje. En una escena en la que el propio Malkovich tiene la opción alucinante de entrar al pasaje que lo conduciría a su mente, Kaufman plantea la pregunta leitmotiv de sus películas siguientes: ¿Qué pasaría si uno eligiera habitar en su paisaje mental? No sólo no pasa nada –parece haberse respondido pronto–, sino que es la morada ideal para un guionista con naturaleza de  auteur . Ya sin complejos de escritor chamagoso –o, mejor dicho, explotando esa identidad como nueva venganza de nerd–, Kauf- man hizo de su siguiente película, El ladrón de orquídeas (2002), un alegato a favor del guión desestructurado (que no descere- brado) e insistió en la autorreferencia explícita como punto de arranque legítimo de cualquier relato de ficción. Protagoniza- da por un guionista sudoroso de nombre Charlie Kaufman, la película toma como pretexto la ansiedad y dilemas del escritor: ese género de “la página en blanco” que en literatura ya hizo tra- dición. El bloqueo que tortura al guionista desaparece cuando lo vuelve tema: “Primera escena: abrimos con Charlie Kaufman pensando que no puede escribir. Para su tercera película,  Eterno resplandor de una mente sin recuer- dos, Kaufman renovó la fórmula al incursionar en un cerebro ajeno al mundo del espectáculo –un pleonasmo entre el fondo y la forma que no debía explotarse de más– y especular sobre el potencial imaginativo de un hombre más común que él. Y tomó, además, otra buena decisión: encontrarse a medio camino con el director en turno, restituyéndole el alto porcentaje creativo que le corresponde por definición. El director en turno, por otro lado, exige un párrafo más. Conocido como el autor de los mejores videoclips de Björk y otros muchos premiados a lo largo de quince años (a pesar de que su debut en cine, en mancuerna con el propio Kaufman, fue un inexplicable fracaso mutuo), el francés Michel Gondry ha instaurado técnicas visuales de una sofisticación tal que fueron adoptadas, por ejemplo, por los creadores de Matrix . Sus videos musicales, pequeñas obras perfectas de un género en el que la 104 : Letras Libres Agosto 2004 C I N E  La memoria considerada un lastre, el refugio en la subjetividad, la reconfiguración al gusto de una identidad emocional. En Eterno resplandor de una mente sin recuerdos el guionista Charlie Kaufman y el director Michel Gondry convergen en los temas clave de su obra previa, y se erigen como mancuerna en boga de un cine –en el mejor de los sentidos– cerebral. De mentes inmaculadas A R T E S Y M E D I O S

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7/17/2019 Articulo Dvorak. Letras Libres

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“ Ya entendí: ahora estoy dentro de mi cabeza.” Esta línea dediálogo es pronunciada por Joel, un hombre que se mira así mismo tendido en su cama, con un casco de metal en la

cabeza, mientras un par de técnicos adolescentes debaten sobrecómo borrar de su memoria ciertos recuerdos nocivos. En el con-texto concreto de la película que la incluye, la frase tres veces re-

flexiva da tanto a Joel como a más de un espectador un paradó- jico sentido de realidad y pertenencia a un mundo familiar paraambos. El personaje simplemente contempla sus propios pen-samientos; el espectador –aquel que conoce la genealogía de lapelícula– se encontrará muy a gusto revisitando las obsesionesde Charlie Kaufman, el único guionista que opera desde Holly-wood al que hoy en día se le conoce por su nombre y apellido.

 Eterno resplandor de una mente sin recuerdos es la película de unescritor célebre, casi una contradicción en los términos, aún ma-yor si lo que escribe es cine. Las razones de su celebridad son,como él, inusuales en el medio: Kaufman ha hecho del solipsis-mo el método narrativo en boga –técnica y tema a la vez–, y ha

legitimado la escritura egocéntrica como nueva bandera del ci-ne independiente estadounidense. En su libro Down and Dirty Pictures: Miramax, Sundance and the Rise of Independent Film, el di-rector y crítico de cine Peter Biskind atribuye esta insistencia enla primera persona narrativa no a un talante introspectivo de lasnuevas generaciones, sino a un simple y más vulgar desequili-brio económico: hay tan poco dinero y tantas personas detrás deél, que la segunda película de un cineasta novato acaba siendoun proyecto más inaccesible que su debut. “Los guionistas ydirectores independientes –dice en su libro Biskind– dejan devivir una vida normal en aras de conseguir medios para suproyecto: si su primera película era sobre ‘mi vida hasta ahora’,la segunda suele ser sobre nada o, si eres Charlie Kaufman,

sobre el trabajo mismo de escribir un guión.”Pero si eres Charlie Kaufman –habría que acotar a Biskind–,

tu guión será punto y aparte: genial, o por lo menos deslumbran-te, al margen de una teoría socioeconómica de la inspiración.Desde sus primeros avances, la estrategia Kaufman se dirigió aatacar los frentes de una industria acéfala, no por falta de“hombres a cargo”, sino por privilegiar películas a su vez desce-rebradas, cuyos guiones se arman por partes según las técnicasvociferadas en caros seminarios de paga, y que luego se publicana manera de manual. Su primera historia notable (aunque no su

ópera prima) ya mostraba a la cabeza humana como metáfora deterreno por explorar con vistas a beneficiarse de él. En ¿Quieres

 ser John Malkovich? (1999) una pareja de losers descubría unpasaje que desembocaba en la cabeza del mentado actor –elguionista siempre es un loser , insiste en sus guiones Kaufman–,perspectiva que les permitía ver el mundo a través de una cele-

bridad pedante, y de paso lucrar con el viaje. En una escena enla que el propio Malkovich tiene la opción alucinante de entraral pasaje que lo conduciría a su mente, Kaufman plantea lapregunta leitmotiv de sus películas siguientes: ¿Qué pasaría siuno eligiera habitar en su paisaje mental?

No sólo no pasa nada –parece haberse respondido pronto–,sino que es la morada ideal para un guionista con naturaleza de

 auteur . Ya sin complejos de escritor chamagoso –o, mejor dicho,explotando esa identidad como nueva venganza de nerd–, Kauf-man hizo de su siguiente película, El ladrón de orquídeas (2002),un alegato a favor del guión desestructurado (que no descere-brado) e insistió en la autorreferencia explícita como punto de

arranque legítimo de cualquier relato de ficción. Protagoniza-da por un guionista sudoroso de nombre Charlie Kaufman, lapelícula toma como pretexto la ansiedad y dilemas del escritor:ese género de “la página en blanco” que en literatura ya hizo tra-dición. El bloqueo que tortura al guionista desaparece cuandolo vuelve tema: “Primera escena: abrimos con Charlie Kaufmanpensando que no puede escribir.”

Para su tercera película, Eterno resplandor de una mente sin recuer-dos, Kaufman renovó la fórmula al incursionar en un cerebroajeno al mundo del espectáculo –un pleonasmo entre el fondoy la forma que no debía explotarse de más– y especular sobre elpotencial imaginativo de un hombre más común que él. Y tomó,además, otra buena decisión: encontrarse a medio camino con

el director en turno, restituyéndole el alto porcentaje creativoque le corresponde por definición.

El director en turno, por otro lado, exige un párrafo más.Conocido como el autor de los mejores videoclips de Björk yotros muchos premiados a lo largo de quince años (a pesar deque su debut en cine, en mancuerna con el propio Kaufman, fueun inexplicable fracaso mutuo), el francés Michel Gondry hainstaurado técnicas visuales de una sofisticación tal que fueronadoptadas, por ejemplo, por los creadores de Matrix . Sus videosmusicales, pequeñas obras perfectas de un género en el que la

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C I N E

 La memoria considerada un lastre, el refugio en la subjetividad, la

reconfiguración al gusto de una identidad emocional. En Eterno resplandor deuna mente sin recuerdos el guionista Charlie Kaufman y el director Michel Gondry convergen en los temas clave de su obra previa, y se erigen comomancuerna en boga de un cine –en el mejor de los sentidos– cerebral.

De mentes inmaculadas 

A R T E S Y M E D I O S

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perfección no es necesariamente un valor, tienen como deno-minador común planos espaciales en apariencia imposibles, lapresentación simultánea en pantalla de historias que se cuentanhacia delante y hacia atrás, o la interacción de un personaje conclones que se integran a la escena uno a uno y sin cortes deescena perceptibles. Eterno resplandor de una mente sin recuerdos estanto una franquicia del monopolio temático Kaufman –la psi-que y sus extraños engendros, el incesante monólogo interior,la memoria y su composición arbitraria– como el vehículo quepermite a Gondry presumir su propia excentricidad.

Tomando como título de su experimento un verso de Ale-xander Pope (“ Eternal Sunshine of the Spotless Mind”, la traducciónal español es casi literal), Kaufman y Gondry parten de una ideacompartida para ensayar sobre la posibilidad de un presenteemocional renovado, libre de las averíasy estragos que provoca la acumulaciónde memoria. Un tipo normal, Joel (un JimCarrey sin caras ni gestos, y que recuerdaque también es actor), se trepa una maña-

na a un tren que no es el de su destino ha-bitual, agobiado por su reciente rupturaamorosa y empujado por un impulso ex-traño de viajar a un lugar diferente. En eltrayecto es abordado por Clementine (Ka-te Winslet), una chica con pelo azul quelo convence de que sean amigos, despuésirse a tomar un trago y luego, por qué no,vivir juntos en casa de Joel. La secuenciase revela pronto como un epílogo antici-pado que da lugar al meollo real: unos díasantes del encuentro en el tren, Clemen-

tine (entonces de pelo color mandarina)había contratado los servicios de ciertacompañía para borrar el recuerdo de su exnovio y la historia dolorosa de su relacióncon él. Joel es el ex novio de Clementine.Al encontrarse en el tren, Joel tampoco lareconoce a ella porque, al enterarse de lainfame maniobra, decide someterse élmismo a una cirugía plástica mental.

Hasta aquí el universo Kaufman, in-cluida la ineludible vuelta de tuerca, y eldespliegue casi soberbio de su habilidad para entretejer líneasde tiempo invertidas. Lo que toca reconocer de Gondry es la

ilustración del proceso mediante el cual Clementine es borradapoco a poco de la memoria de Joel y que se complica, entre otrascosas, cuando a medio camino él decide conservar el recuerdode su ex novia, esconderla en resquicios de su memoria dondelos técnicos no pensarían en buscar –bajo la mesa cuando eraniño, una cama en una playa nevada–, y pasársela bien conella en el espacio virtual del recuerdo. Estas viñetas en esce-narios imposibles y que son, paradójicamente, las que dan a lapelícula plausibilidad emotiva, evocan del  Solaris de AndreiTarkovsky la disyuntiva desgarradora entre habitar una

realidad solitaria o, mejor, una fantasía feliz.En el último de los niveles, Eterno resplandor de una mente sin

recuerdos significa la convergencia de Kaufman y Gondry en elmotivo pivotal de su obra, que es por un lado un pretexto narra-tivo y, por otro, una poética que explica su despunte entreuna marejada de colegas que no hacen sino ejecutar oficios.Más de una escena filmada por Gondry –después de todo, unex estudiante de dibujo– remite a motivos escherianos tantolas conocidas estructuras imposibles, como aquellos otros quealuden al principio de la autorreferencialidad creativa (como lasTres esferas que reflejan a un dibujante en su mesa, concentradoen observarlas y en pasarlas a papel) y a una simetría complejaentre realidad y mímesis.

En el ejercicio de la autocontemplación a través de su repre-

sentación literal –los personajes de los guiones de Kaufmanatisban sus propios cerebros y los cantantes de los videos de

Gondry conviven con sus múltiples yoes–, ambos cineastassugieren la correspondencia entre el retrato del artista trazadoen la obra y la marca de la obra como aquello que define alartista. Esto sin exagerar: su fábula amorosa sobre el (re)co-nocimiento de uno en el otro, y sobre la contundencia de laficción y la subjetividad como escenarios posibles –y pre-feribles– de habitar, alude al cine como espacio de prueba ycorrección de vivencias, de otra manera vetadas al hombre porla tiranía de su existencia lineal. ~

– Fernanda Solórzano

Clementine (Kate Winslet) y Joel ( Jim Carrey): el amor como déjà vu.

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M Ú S I C A  

 Admirado por Franz Liszt y Johannes Brahms en su tiempo, Antonin Dvorák

cumple cien años de haber fallecido. Este texto es un breve recorrido por la vida yla obra del siempre querido compositor de Bohemia.

Dvorák: El Canto de Bohemia 

Este año celebramos el centenario de la muerte de uno delos compositores más distinguidos de todos los tiempos,el inigualable Antonin Dvorák. Nació en Nelahozeves,

Bohemia, el 8 de septiembre de 1841, y murió en Praga el 10 demayo de 1904. Siendo niño disfrutaba más con las cancionesfolclóricas que tocaba su padre en la cítara para solaz de los cam-pesinos que con temas “aburridos” como la lectura, la escritu-ra y las matemáticas. Naturalmente enfurecía al maestro del pue-

blo. No pasó mucho tiempo para que Anto-nin tomara su violín y tocara el bello reper-torio paterno antes de aplicarse a los estu-dios en serio. Insistió con sus padres paraque le permitieran estudiar en la escuelade organistas en Praga. Sufrió penurias, in-cluyendo el hambre, mientras estudiaba,y su único ingreso venía de actuacionesesporádicas en una pequeña banda.

El día de su graduación en 1860 fueimportante. Un decreto imperial levantóel yugo austriaco del cuello de Bohemia,

y Bedrich Smetana acababa de regresara Praga desde Götheborg llevando en sualma la llama creativa para una escuelanacional de música. Dvorák se unió de inmediato a la causa.Obtuvo empleo en la orquesta del teatro para mantenerse.Contrajo pronto el “sarampión” wagneriano y compuso laópera Alfred y una ópera cómica Rey y Minero, que resultaronsimples destilaciones de Wagner.

Borró las malas vibraciones de estos desastres con la can-tata Hymnus y el emotivo himno patriótico  Los Herederos de las

 Montañas Blancas. Renunció a su puesto en el teatro prefiriendola labor de organista que le daba tiempo para la composición.En 1875 el Ministerio de Cultura Austriaco, a instancias de

 Johannes Brahms, le otorgó un estipendio anual como recono-cimiento a sus Duetos de Moravia.

Con varios años de casado, la trágica muerte de su pequeñahija lo inspiró para escribir el Trío para Piano en sol menor y un

 Stabat Mater .Meses después de los exquisitos Duetos de Moravia, de fran-

ca confección folclórica, nacieron las Rapsodias Eslavasy las Danzas Eslavas, que adquirieron gran popularidad en Alemania así comoen Bohemia, y de la noche a la mañana Dvorák se volvió fa-moso. Franz Liszt y Johannes Brahms lo ayudaron y alabaron,

y los editores se disputaban la publicación de sus obras. Cuandoestaba en la penuria conoció la generosidad y el apoyo deBrahms, un hecho que nunca se divulgó.

Una invitación para ir a Inglaterra para dirigir su  Stabat Mater resultó una bendición a medias. Le comisionaron muchosoratorios, pero en este terreno Dvorák no se hacía justicia. Lasobras se entregaron a tiempo, pero son pesadas y encierrancierta prepotencia que no se identifica con este músico. Basta

escuchar las  Danzas Eslavas, las Cancionesque me enseñó mi madre y la Sinfonía del Nuevo

 Mundo para darnos cuenta que valen másque una tonelada de oratorios.

 La Sinfonía del Nuevo Mundo (N0 9) fuecompuesta durante el tiempo en que Dvo-rák era director del Conservatorio Nacio-nal de Nueva York (1892-1895). Durante susviajes había descubierto un pueblo debohemios inmigrantes, Spillville, Iowa, yfue allí a componer su Sinfonía y aliviar lanostalgia que sentía por su tierra natal.

Muchos temas de la Sinfonía incorporanlos “espirituales” que Dvorák aprendióen la voz de un alumno negro, Harry

Burleigh, y esto provocó que los estadounidenses abrazaran deinmediato la obra como si fuera suya.

Cuando izó las velas para regresar a casa en 1895, dio seña-les de alivio. Su casa en el sur de Bohemia le emocionaba másque las cataratas del Niágara, Longfellow, las canciones de losnegros, o sus alumnos en América. A todos amaba intensamen-te, pero su corazón era bohemio. Se convirtió en director delConservatorio de Praga y durante sus años finales acumuló mu-chos honores, doctorados y medallas, siendo el primer músicohonrado con una silla en la Casa de Distinciones Austriacas.

La vida era amable y dulce cuando murió repentinamentede apoplejía a los 63 años. Dvorák se caracterizó como unmúsico de lenguaje sencillo y directo, belleza en el sonido yperfección en la forma. Nunca hemos escuchado una composi-ción suya que no nos haya gustado. Está colocado al lado deSmetana en el afecto del pueblo checo, y el resto del mundolo conserva en un lugar de honor. Dvorák respira felicidady bienestar en una serie de expresiones musicales de granvariedad. ~

– Ricardo Rondón