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    Tanto para eso, madre, pero entramos llorando,

    pero entramos llorando al laberinto

    como si nos cortaran el origen. Despus

    el carcter, la guerra.

    Gonzalo Rojas, Uno escribe en el viento.

    En un volumen de sus memorias tituladas Gentes, aos,vida, Ilya Erenburg evoca a sip Mandelstam: Con-servo en mi memoria muchos de sus versos, me los re-pito a menudo como si fueran frmulas mgicas; mirohacia atrs y me siento feliz por haber vivido junto a len su mismo plazo Pero, a quin poda molestar es-te poeta de cuerpo enfermizo, con sus poemas cuya m-sica llenaba nuestras noches?.

    Ms de uno se habr hecho esta pregunta y quizshasta el mismo sip Mandelstam se la plante la no-che del 16 al 17 de mayo de 1934, en que no durmipara nada. Anna Akhmatova haba llegado de visita esatarde y conversaba con Nadejda, la esposa del poeta,antes de prepararse a dormir en un rincn de la cocina.sip Mandelstam intentaba concluir una demorada

    conversacin con un tal Brodski, un inoportuno y has-ta turbio personaje que nada tiene que ver con el buenJoseph. Hacia la una, tocaron la puerta. Nadejda re-

    cuerda que los policas invadieron el diminuto depar-tamento moscovita sin decir una palabra y comenzarona pesquisar por todos lados. Era evidente que buscabanalgo. Pero, qu? Despreciaban las prosas cuyas hojasiban cayendo al suelo hasta formar el ms inslito y cul-to tapete bajo las botas de la antigua tcheka, rebautiza-da NKVD bajo Stalin. Lean velozmente los manuscritosque Nadejda conservaba en un bal, un poco contra lavoluntad de su marido que sostena que tena toda supoesa a inmejorable resguardo, es decir, en su cabeza.Pero tampoco los agentes parecan satisfechos con lo quehallaban. Qu les iba a importar la relacin que sipMandelstam se propona explorar en unos poemas en-tre la dificultad de respirar, a causa de su enfermedadcardiaca, y el oxgeno liberador de la poesa? A las sietede la maana se llevaron un montn de papeles juntocon el poeta hasta la temible Lubianka, la sede mosco-vita de la polica secreta.

    Anna Akhmatova le aconsej a Nadedja no recogerlas hojas que tapizaban el departamento y todava re-gistraban las huellas de la perquisicin nocturna. Las

    mujeres salieron un rato en busca de ayuda y, a su re-greso, oyeron que de nuevo tocaban la puerta. Uno delos agentes estaba de vuelta para una segunda perquisi-

    sip Mandelstam

    Escribeen el viento

    Fabienne Bradu

    La literatura rusa de la primera mitad del sigloXX, pese a Stalin,dio algunas de las voces ms interesantes de su tiempo, como

    Maiakovski, Bulgkov, Marina Tzvetieva o Anna Akhmatova.

    Fabienne Bradu, a travs de este ensayo sobre el martirio de sip

    Mandelstam por la polica sovitica, reflexiona acerca de las re-

    laciones siempre complejas entre la poesa y el poder.

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    cin, lo cual daba a entender que lo que andaban bus-cando no se encontraba entre los papeles que se habanllevado unas horas antes, en la primera perquisicin.Ahora sabemos que iban en pos de un poema en parti-cular, uno que aluda al Judas de los pueblos futuros,al demonio sifiltico, a la mentira de seis dedos, alsirviente del diablo, al presidente de la peste, al des-cuartizador de campesinos, al dolo de la montaa,en pocas palabras: al todopoderoso Stalin. Pero el agen-te se fue con las manos vacas.

    sip Mandelstam qued prisionero de la NKVD du-rante unos quince das: lo sometieron a largos interro-gatorios y lo privaron de sueo, lo alimentaron con co-mida salada sin darle de beber, lo encerraron en unacelda con una camisa de fuerza, todo esto por un poe-ma que l nunca haba escrito. Digo bien: escrito, por-que el poema satrico contra Stalin, se que los agentesen vano buscaban, lo haba compuesto como sola com-poner toda su poesa: en su mente. Sola decir su poe-sa en voz alta como si esto fuera suficiente para darleexistencia. Haba recitado el poema contra Stalin a losamigos ms cercanos, a los ms confiables, pero, pocoa poco, el crculo fue ensanchndose y odos menos es-crupulosos oyeron los versos de los labios de Mandel-stam. Lo cierto es que el poema no exista en el papel, locual hubiese sido la prueba indiscutible y fehaciente delinsulto a Stalin. Era, huelga recordarlo, el periodo del cul-to a la personalidad y Stalin era ms intocable que Ma-homa actualmente.

    Nadedja no slo puso a buen resguardo los manus-critos de su marido que haban quedado en el departa-mento, sino que movi cielo y tierra para buscar ayudaentre las autoridades soviticas para liberar al poeta. Lo-gr que Boukharine, miembro del comit central y di-rector del peridico Izvestia, interviniera a favor de Man-delstam. Pero hay que precisar que Boukharine slo sedecidi a hacerlo porque no conoca el poema de Man-delstam y, por lo tanto, no poda estimar la gravedad dela situacin. De lo contrario, no habra movido un de-do. En cambio, das antes del arresto, Boris Pasternak

    s haba odo el poema de marras de boca de Mandel-stam, con quien se haba cruzado en una calle de Mos-c. El hecho de que conociera el tenor del poema hizoque trastabillara en sus respuestas a la llamada telefni-ca de Stalin, quien pretenda cuestionarlo acerca delvalor del poeta y de su obra. Lo que en realidad sucedaera que Boris Pasternak no saba si Stalin haba ledo elpoema y sta fue la razn de su tartamudeo inicial. Aun-que hasta hoy la duda subsista, lo ms seguro es queStalin tampoco lo haba ledo porque, de lo contrario,sip Mandelstam hubiera sido fusilado en el acto. Ade-

    ms, cmo lo habra podido leer Stalin si el poema noera legible, pues nunca haba sido escrito? Todo parecauna comedia de enredos, una sucesin de quid pro quo,

    de dilogos de sordos en una ciudad colmada de odosabiertos. El poema era slo un rumor que el viento sehaba llevado, unos puros murmullos, apenas un pua-do de palabras.

    La prueba que el juez esgrimi en el interrogatoriofinal fue una copia del poema, escrita por la mano dealgn odo delator cuya identidad an permanece des-conocida. sip Mandelstam no neg la autora del poe-ma, aunque habra podido hacerlo, y lo firm con supuo y letra al cabo de los das de maltrato por parte delos agentes de la NKVD. Pero, gracias a la intervencinde Boukharine, Mandelstam no fue fusilado sino conde-nado a relegacin en Siberia occidental y luego en Cri-mea, en la ciudad de Veronezh, donde pas tres aosjunto con Nadejda.

    La condena de Mandelstam constituye uno de losepisodios ms espeluznantes en la historia de las rela-ciones entre la literatura y el poder poltico. En efecto,no resulta un dislate inaudito condenar a un poeta porun poema que nunca fue vertido al papel y nunca fuepublicado, sino, a lo sumo, recitado a unas cuantas per-sonas? Si hubiera habido un asomo de legalidad en elasunto, se habra podido argumentar que un poema noescrito es inexistente y nadie puede ser condenado porsoplar unas palabras al viento. A partir de 1935, nin-gn redactor se atrevi a publicar los textos del poetaproscrito, lo cual confera a su obra un semblante msfantasmal aun en la medida en que sta slo segua exis-tiendo en su mente y, tiempo despus, en la mente deNadejda, que la fue aprendiendo de memoria por te-mor a que se perdieran para siempre los manuscritos re-construidos por el poeta a partir de su arresto.

    Pese a todo, los aos pasados en Veronezh fueronfructferos por rfagas consecutivas: all sip Mandel-stam escribi tres cuadernos de poesa que fueron reu-nidos y publicados pstumamente con el ttulo de Cua-dernos de Veronezh. Anna Akhmatova escribi despusde una visita a los relegados, del 5 al 11 de febrero de1936: Es sorprendente cmo el espacio, la inmensi-dad, la respiracin profunda surgan en los poemas de

    Mandelstam precisamente en Veronezh, donde no es-taba para nada libre. En marzo de 1936, la acmestaigualmente perseguida escribi su clebre poema Vero-nezh, donde se lee: Pero en el cuarto del poeta pros-crito / alternan su vigilancia la Musa y el miedo / Yviene la noche / que no tendr aurora. Se sabe quedurante ese periodo, Mandelstam sola leer un libro ti-tulado: Poetas espaoles y portugueses vctimas de la In-quisicin, que se haba publicado dos aos antes enLeningrado. Le fascinaba un poeta judeoespaol quecada da compona un soneto en su cabeza y conserva-

    ba en su memoria los poemas concebidos durante suencarcelamiento. Entre la Inquisicin y la URSS de Sta-lin, el tiempo no haba pasado; tampoco las formas de

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    resistencia. Sin embargo, sip Mandelstam no fue nin-gn hroe. Intent suicidarse con una navaja Gillette quesiempre conservaba oculta en la suela de su zapato, pa-deci alucinaciones y enloqueci de miedo, pero defen-di como nadie lo que l mismo llamaba la libertad si-lenciosa, la libertad interior que le inspir estos versos:

    Privndome de los mares y del impulso y del ala,dndole a mi pie el asiento de una tierra violenta,qu obtuvieron? Brillante clculo:no me pudieron quitar estos labios que se mueven.

    La pareja sobrevivi gracias al dinero que manda-ban familiares y los pocos amigos que les quedaban. Enenero de 1937 Mandelstam intent escribir una Odaa Stalin para as tratar de salvar su vida y la de su com-paera. Pero, segn su bigrafo Ralph Dutli, el resulta-do fue una oda de una ambigedad extrema, que oscilaentre una pseudoloa pasada de tono, elementos par-dicos e insultos disfrazados.1 Por supuesto, fue vanointentar publicarla. Por lo dems, el cerco se estrecha-ba alrededor de Mandelstam, por inercia y tambin acausa de la ola de terror desatada por los grandes pro-cesos de Mosc a partir de 1936. En abril de 1937, Man-delstam escriba a un amigo:

    Lo dije: los que me condenaron tenan razn. Encontr

    un sentido histrico a todo esto. Trabaj hasta perder el

    aliento. Me aniquilaron por esto. Inventaron una tortu-

    ra moral. Trabaj a pesar de todo. Renunci a todo amor

    propio. Consideraba un milagro que se me permitiera tra-

    bajar. Consideraba toda nuestra vida como un milagro.

    En un ao y medio, me he vuelto un invlido. Durante

    este mismo lapso, sin que yo cometiera ninguna falta,

    me lo prohibieron todo: el derecho a la vida, al trabajo, a

    los cuidados de salud. Estoy reducido a la condicin de

    un perro, de un animal. Soy una sombra. No existo. Ten-

    go un solo derecho: morir. A mi mujer y a m, nos estn

    empujando al suicidio.

    En mayo de 1937, los Mandelstam regresaron a Mos-c, pero el poeta no reconoca su ciudad. Algo habacambiado, algo que lo inquietaba pero que no podacalificar exactamente sino balbuceando: Hasta la gen-te ha cambiado. Todos estn todos estn, de algunamanera, mancillados. El trmino es inmejorable paracalificar la atmsfera de espanto y de delaciones quereinaba en la URSS de esos aos. sip Mandelstam cayuna vez ms con la ola de arrestos provocada por el ter-

    cer gran proceso de Mosc. Estimaciones conservado-ras indican que entre 1937 y 1938, alrededor de 4 mi-llones de personas fueron detenidas o deportadas y queentre 600 mil y 800 mil fueron fusiladas. Esta vez leprohibieron residir en ms de 70 ciudades de la URSS,incluyendo Veronezh, as como en la zona de cien kil-metros alrededor de Mosc. Refugiado en Kalinin, lamadrugada del 2 de mayo de 1938, dos agentes llega-ron a detenerlo. Aos despus, Nadejda se pregunta ensus Recuerdos:

    Por qu no rompimos un cristal y saltamos por la venta-

    na para dar libre curso a nuestro miedo irracional que nos

    hubiera hecho huir bajo la metralla hacia el bosque? Por

    qu nos quedamos de pie, inmviles, mirando a los solda-

    dos que hurgaban en nuestras cosas? Por qu Mandelstam

    los sigui dcilmente, y por qu no me abalanc sobre

    ellos como una fiera salvaje? Qu tenamos que perder?

    Mandelstam ya lo haba entendido todo cuando ha-ba afirmado poco antes: No destruyen solamente aindividuos, tambin exterminan el pensamiento. Tiem-po antes, Diderot escriba: On ne tue point les ides,pero Stalin y sus esbirros pretendan lo contrario.

    Lo que sigui fue una precipitacin tan disparataday dolosa como el comienzo del martirio. A principiosde agosto de 1938, transfirieron a sip Mandelstam ala crcel de Boutyrki, en Mosc. All pasa un mes en unacelda comn con otros 300 presos, donde hay una enor-

    me cuba para hacer las necesidades frente a todos. Elaire hiede y, tanto de da como de noche, no cesan losgritos de los torturados ni los insultos de los torturado-

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    1 Para esta reconstruccin, me inspir en la biografa de Ralph Dutli,Mandelstam, mon temps, mon fauve, Le Bruit du Temps, Francia, 2012,607 pp. y de las memorias de Nadejda Mandelstam, Contre tout espoir,Gallimard, Paris, 1972, 437 pp.

    sip Mandelstam

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    res. De all, el 8 de septiembre de 1938 embarcan a Man-delstam en un tren hacia Vladivostok junto con 1,770presos. El tren corre de noche y no est permitido verel paisaje de da. Hace fro y la comida es muy escasa.El tren llega a su destino el 12 de octubre, o sea, ms deun mes despus de su partida. Ubican a sip Mandel-stam en un campo de trnsito, en Vtoraa Retchka, por-que est demasiado dbil para cumplir su condena detrabajos forzados en las minas cercanas. Poco a poco,deja de alimentarse, quiz tambin deja de componerpoesa en su cabeza, y muere el 27 de diciembre de 1938,a los 47 aos, de una crisis cardiaca al salir de una sala dedesinfeccin con vapor de azufre, destinada a erradicarla epidemia de piojos que se haba abatido en el campo.

    Su cuerpo fue arrojado desnudo, con un nmero ata-do al dedo gordo del pie, a la fosa comn del campo.

    Y todo por un poema! Pero Mandelstam, una vezen Veronezh, le haba dicho a Anna Akhmatova: La

    poesa es un poder, porque, por ella, a uno lo matan.Para Mandelstam no exista dualidad entre cuerpo mor-tal y alma inmortal, sino entre cuerpo moribundo yboca pensante, inmortal.

    Si bien mataron a Mandelstam por un poema di-cho al viento, como ya lo mencion, su obra sobrevivial viento del olvido gracias a la hazaa de Nadejda, queconsisti en aprenderse de memoria sus textos y sus poe-mas. Despus de enterarse de la muerte de su esposo,porque le regresaron un paquete enviado al campo, Na-dejda procur volverse invisible, hacerse olvidar para

    salvaguardar el fuego de la obra. Siempre se neg a en-tregar los archivos del poeta al estado sovitico. En 1972,logr mandarlos de contrabando a Pars y, en 1976, s-

    tos fueron transferidos a Estados Unidos, donde hastala fecha permanecen en el departamento de manuscri-tos de la Universidad de Princeton. La rehabilitacindefinitiva de Mandelstam no tuvo lugar hasta el 28 deoctubre de 1987, en el marco de laglasnostiniciada porGorbatchev. Nadejda muri el 29 de diciembre de 1980.Luego de su entierro, que se convirti en una suerte dehomenaje espontneo a sip Mandelstam, animado porunos jvenes rusos rebeldes, hubo un almuerzo que con-greg a unos cuantos amigos de la pareja. Uno de loscomensales atestigua:

    Sin previa concertacin, uno tras otro, cada uno se le-

    vant y recit de memoria poemas de Mandelstam. Y ante

    los comensales estremecidos por estas recitaciones total-

    mente inesperadas, se irgui el poeta sip Mandelstam

    en su cabal estatura. Nunca hubo jams retrato literario

    ms inspirado. Era como un rquiem. Y ya no haba muer-

    to ni pena. Qu fuerza increble tiene la poesa!

    Un da, sip Mandelstam le haba confiado a Na-dejda acerca de sus poemas: La gente los salvaguarda-r. Y si no los salva, esto significa que nadie los necesi-ta y que no valen nada.

    Por lo tanto, y antes de terminar, para salvaguardaraqu tan slo un texto de Mandelstam, quiero reprodu-cir el famoso poema satrico a Stalin que le vali el vacrucis en los laberintos de la Lubianka y la crucifixinpor vapor de azufre. Recurro a la traduccin al espaolque realiz Jos Manuel Prieto y que public en la re-vista Letras Libres, en su edicin de mayo de 2009. Elescritor cubano acompa su versin de unos comen-tarios muy valiosos para el desciframiento del poema:

    Vivimos sin sentir el pas a nuestros pies,nuestras palabras no se escuchan a diez pasos.La ms breve de las plticasgravita, quejosa, al montas del Kremlin.Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos,y sus palabras como pesados martillos, certeras.

    Sus bigotes de cucaracha parecen rery relumbran las caas de sus botas.

    Entre una chusma de caciques de cuello extrafinol juega con los favores de estas cuasipersonas.Uno silba, otro malla, aquel gime, el otro llora;slo l campea tonante y los tutea.Como herraduras forja un decreto tras otro:A uno al bajo vientre, al otro en la frente, al tercero[en la ceja, al cuarto en el ojo.Toda ejecucin es para l un festejo

    que alegra su amplio pecho de oseta.

    Noviembre de 1933

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    Nadejda Mandelstam