Atlas. Páginas 1 a la 240

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Atlas Cmo llevar el mundo a cuestas?

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Atlas Cmo llevar el mundo a cuestas?GEORGES DIDI-HUBERMAN

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofa, Madrid 26 noviembre 2010 28 marzo 2011 ZKM | Museum fr Neue Kunst, Karlsruhe 7 mayo 28 agosto 2011 Sammlung Falckenberg, Hamburgo 24 septiembre 27 noviembre 2011

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En la nueva exposicin del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofa, nos adentramos de la mano de Aby Warburg en un territorio en el que ante las imgenes sobran las palabras, donde a la lnea cronolgica se impone el diagrama transversal y el viaje entre pasado y presente, y en el que somos llamados, como espectadores, a una atenta participacin en la construccin de nuestras historias y nuestras identidades. La propuesta de Atlas Mnemosyne fue de radical inters en el momento de su formulacin, en el primer tercio del siglo pasado; sin embargo, slo recientemente ha sido analizada con herramientas metodolgicas slidas como las utilizadas por Georges Didi-Huberman, comisario de la exposicin, quien le ha dado forma visual y ha actualizado un complejo corpus terico. Su intencin y la de los organizadores de la exposicin no ha sido nicamente hacer un homenaje a una gura intelectual del calado de Warburg, sino ms bien convertirlo en el genius loci, el espritu protector, motivador e inspirador de una propuesta de revisitacin de las imgenes desde 1914 a nuestros das en un formato distinto del editorial y en un espacio distinto del acadmico: el del museo. Resulta apasionante, por tanto, intentar imaginar qu respuestas provocar en los pblicos del Reina Sofa esta nueva exposicin, cmo completar cada uno de estos visitantes su propia cartografa de las imgenes tras verse envuelto en un vrtice de sugerencias visuales. Adems, esta exposicin nos obliga a un replanteamiento institucional y a una (auto)crtica de las funciones del museo. Desde ahora, arquetipos antiguos como el museo imaginario, o arquetipos del presente como el museo virtual y el acceso universal a las imgenes, se encuentran en la propuesta de Atlas. Cmo llevar el mundo a cuestas? y abren el camino a nuevas consideraciones sobre la gestin y la puesta en valor del patrimonio visual e intelectual de la humanidad. As, este particular atlas no es slo una descripcin topogrca de territorios de fronteras volubles; es, literalmente, el personaje mitolgico que soporta el peso, si no de un mundo fsico, s al menos de las imgenes que lo construyen. Que una institucin como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofa dedique una exposicin monogrca inspirada en el Atlas de Warburg nos da una idea de cmo es necesaria una lectura del pasado desde el presente, y nos demuestra que la contemporaneidad no se entiende sin la relectura crtica, analtica y participativa de los tiempos pasados. No en vano, la musa de la nueva disciplina de Warburg no sera Clo, protectora de la historia, sino Mnemosyne (la memoria), todo un maniesto en favor de la lucha contra la amnesia de las imgenes.

Ministerio de Cultura

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ndice

Presentacin, por Manuel Borja-Villel (8)

2. ESBOZOTREINTA Y SEIS TRAVESAS EN LA HISTORIA DEL ATLAS (223)

1. ENSAYOATLAS O LA INQUIETA GAYA CIENCIA

3. CATLOGOI. Dispar[at]es. Leer lo nunca escrito Lo inagotable, o el conocimiento por la imaginacin (14) Herencia de nuestro tiempo: el atlas Mnemosyne (18) Visceral, sideral, o cmo leer un hgado de carnero (23) Locuras y verdades de lo inconmensurable (28) Mesas para recoger el troceamiento del mundo (36) Heterotopas, o las cartografas del extraamiento (44) Leopardo, cielo estrellado, viruela, lo salpicado (52) II. Atlas. Portar el mundo entero de los sufrimientos Un titn doblegado por el peso del mundo (60) Dioses en el exilio y saberes en espera (68) Pervivencia de la tragedia, aurora de la inquieta gaya ciencia (76) El sueo de la razn produce monstruos (80) Una antropologa del punto de vista de la imagen (86). Muestras del caos, o la potica de los fenmenos (93) Puntos de origen y lazos de anidad (99) Atlas y el judo errante, o la edad de la pobreza (108) III. Desastres. La dislocacin del mundo, se es el tema del arte Tragedia de la cultura y psicomaquias modernas (118) Explosiones del positivismo, o la crisis de las ciencias europeas (128) Warburg ante la guerra: Notizksten 115-118 (139) El sismgrafo explosiona (150) Mesas de orientacin para regresar del desastre (160) El atlas de imgenes y la mirada abrazadora (bersicht) (165) Lo inagotable, o el conocimiento por remontajes (177) ndice bibliogrco (192) ATLAS CMO LLEVAR EL MUNDO A CUESTAS? Obras en la exposicin (228) Conocer por las imgenes Dispar[at]es + desastres = atlas (244) Porque la historia del arte siempre est por recomponer (254) Abecedarios y pedagogas de la imaginacin (264) El nio-trapero-arquelogo (274) Recomponer el orden de las cosas Historia natural innita (274) Pero cules son esas cosas? (298) Y qu quieren decir esas variaciones de formas? (306) Lmina-tablado, cuadromesa (314) Recomponer el orden de los lugares Mapas patas arriba (322) Lo que el atlas hace al paisaje (334) El paseante de las ciudades, su cmara, sus mil y un puntos de vista (344) Geografas subjetivas (360) Recomponer el orden de los tiempos Imgenes para escribir y buscar el tiempo perdido (368) Imgenes para desmontar el desastroso presente (382) Una historia de fantasmas para adultos (396) Del desastre al deseo, por el gesto (406)

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Presentacin

Si el atlas como gnero editorial naci con la intencin de recopilar imgenes de un mismo campo de conocimiento, por medio de los trabajos de Aby Warburg se desvel que esa coleccin de imgenes poda nacer de un denso esquema de pensamiento en la misma medida que de una pulsin; un sistema, en n, no sistemtico, y sensible a la compleja trama que hila el tejido (el texto) formado por fenmenos intelectuales, espirituales, artsticos. El sistema de Warburg qued para siempre inserto en el pensamiento contemporneo a travs de su Bilderatlas, inabarcable, irreductible e incontrolable por cuanto nacido de una pulsin de archivo compulsiva, podramos decir excesiva. Su discurso ha estado muy presente en el entorno acadmico, tanto en la creacin (durante su vida) del instituto londinense que lleva su nombre, como con el largo camino recorrido desde los primeros estudios acerca de su gura (la biografa intelectual de E. H. Gombrich) hasta las ms profundas y brillantes aportaciones de Georges Didi-Huberman, comisario de esta muestra. Sin embargo, nunca hasta hoy se haba intentado reactivar el discurso del Bilderatlas desde las salas de un museo mediante su aplicacin a nuestro mundo, el surgido de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias. La tentacin de volver a la problemtica del archivo, casi una subdisciplina de la cultura contempornea (dada la atencin que ha atrado en los ltimos aos), es contestada de forma vehemente por el propio discurso warburgiano. La oportunidad de recoger y restaurar su legado en forma de exposicin nos sita como museo ante un reto bien distinto: hay, indudablemente, en el Bilderatlas de Warburg, una pulsin archivstica, pero su caracterstica ms interesante no la ha sabido aprovechar la historiografa que, tras su muerte, glos su obra; frente a un Warburg positivista, cientista, archivista, como el surgido de los escritos de Gombrich o Panofsky, nosotros volvemos al origen primigenio de su discurso y nos apoyamos en uno de los arquetipos del paganismo: lo dionisaco. Qu queremos decir al hablar del componente dionisaco de Aby Warburg? Se trata de volver a conectarlo (jugando con su forma diacrnica de conexin a travs del tiempo), a la vez con Nietzsche y con Derrida: el archivo de Warburg es dionisaco en la medida en que est relacionado con el deseo, con una pulsin, con un mal. El museo se convierte as en un dispositivo capaz de recoger estas pulsiones sin neutralizarlas, de poner en relacin imgenes y discursos intelectuales sin adoctrinar, y encuentra en Warburg la base terica sobre la que fundamentar nuevas maneras de hacer dialogar e interactuar a los sujetos histricos, ms desde una perspectiva transversal y dialgica que lineal8

y programtica. Se abren de esta manera campos de posibilidades, eco lejano de esos campos magnticos de Breton y Soupault o de las relaciones matemticas de Michel Tapi, nuevos territorios en los que las fronteras entre individuos, perodos histricos y geografas se disuelven, y lucen nuevas constelaciones de imgenes que imponen una visin del ser humano como ente eminentemente histrico, dotado de memoria, pero tambin como ser esquizofrnico, capaz de vivir varias capas de realidad. As, en esta nueva exposicin, el sujeto histrico y el historiador siguen ms la danza de la mnade dionisaca que la procesin de la sacerdotisa apolnea: la primera se muestra, la segunda se explica. De hecho, en esta exposicin hemos querido insertar a Warburg dentro de otro de los arquetipos que nos leg la Antigedad, el genius loci, gura protectora e inspiradora cuya presencia impregna el lugar y, aunque no es visible, es perceptible. De su mano, presentamos series de imgenes que nos permiten repensar aspectos fundamentales, momentos pregnantes de la modernidad y sus derivaciones: los conflictos blicos, el mundo postatmico, la reconstruccin de la civilizacin, la memoria, la acumulacin y circulacin del capital, etc. Esta nueva forma de relacionar las imgenes se muestra, no se explica, por eso, como todo lo procedente del legado del Dioniso nietzscheano, es inagotable y tendr tantas lecturas como visitantes. Quien acuda a disfrutar de esta nueva exposicin del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofa tendr la posibilidad de caminar dentro de un nuevo Bilderatlas. Si se ha tendido a interpretar (de manera lcita) a Warburg como el padre del museo virtual, en esta ocasin los pblicos del Reina Sofa entrarn en contacto directo, no mediado, con esos campos de imgenes creados ex profeso. Si el espectador siempre crea su propio montaje en funcin del tiempo y recorrido de su deambular por las salas de un museo, ahora a ese ensamblaje primario de imgenes se le une un montaje aadido que sugiere pero no impone. Una doble moviola, la del espectador y la del Bilderatlas, se activa desde el momento de la inauguracin: el genio del lugar acompaa, pero no gua al visitante; ste impone, en ltima instancia, su deseo.

Manuel J. Borja-Villel Director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofa

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Atlas Inquieta gaya ciencia1. ENSAYO

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Siempre sucede, Amarga presencia, Duro es el paso! Y no hai remedio. Por qu? No se puede saber por qu. No se puede mirar. Brbaros! Todo va revuelto, Yo lo vi! Tambien esto, Y esto tambien. Cruel lstima! Que locura! No hay que dar voces, Esto es lo peor! Muri la verdad. Si resucitar? F. Goya, Los desastres de la guerra *

Qu es lo universal (das Allgemeine)? El caso singular (der einzelne Fall). Qu es lo particular (das Besondere)? Millones de casos (millionen Flle). J. W. Goethe, Los aos de aprendizaje de Wilhelm Meister Nosotros generosos y ricos del espritu, como fuentes pblicas estamos al borde del camino, y no quisiramos impedir a nadie que tome agua de nosotros; por desgracia, no sabemos defendernos cuando quisiramos hacerlo, ni tenemos medio alguno de impedir que nos enturbien, que nos ensombrezcan que la poca en la que vivimos arroje en nosotros lo ms actual de ella, sus sucios pjaros, su inmundicia; los chavales, sus baratijas, y el viajero extenuado que se acerca a nosotros para descansar, sus miserias grandes y pequeas. Pero haremos lo que siempre hemos hecho: absorbemos lo que se arroja en nosotros, en nuestra profundidad pues somos profundos, no lo olvidemos y volvemos a ser transparentes F. Nietzsche, La gaya ciencia

*. Lminas 8, 13, 14, 15, 32, 35, 26, 38, 42, 44, 43, 45, 48, 68, 58, 74, 79 y 80

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I. DISPAR(AT)ES Leer lo nunca escrito

LO INAGOTABLE, O EL CONOCIMIENTO POR LA IMAGINACIN Imagino que al abrir este libro, mi lector sabe ya prcticamente en qu consiste un atlas. Sin duda posee por lo menos uno en su biblioteca. Pero lo ha ledo? Probablemente no. No se lee un atlas como se lee una novela, un libro de historia o un argumento losco, desde la primera a la ltima pgina. Adems, un atlas suele comenzar no tardaremos en comprobarlo de manera arbitraria o problemtica, de modo muy diferente al comienzo de una historia o la premisa de un argumento; en cuanto a su nal, suele aplazarse hasta que se presenta una nueva regin, una nueva zona del saber que explorar, de suerte que un atlas casi nunca posee una forma que quepa dar por denitiva. Por otro lado, no puede decirse que un atlas est hecho de pginas en el sentido habitual de la palabra: ms bien de tablas, de lminas en las que van dispuestas imgenes; lminas que consultamos con un objeto preciso o bien que hojeamos con tranquilidad, dejando divagar nuestra voluntad de saber de imagen en imagen y de lmina en lmina. La experiencia muestra que casi siempre usamos el atlas combinando esos dos gestos, tan dismiles en apariencia: lo abrimos, s, para buscar en l una informacin precisa, pero obtenida la informacin, no abandonamos forzosamente el atlas, sino que recorremos una y otra vez todas sus bifurcaciones, sin poder cerrar la coleccin de lminas antes de haber deambulado cierto tiempo, errticos, sin intencin precisa, a travs de su bosque, su ddalo, su tesoro. Hasta la prxima vez, igual de intil o de fecunda. Comprendemos as, por simple evocacin de este uso desdoblado, paradjico, que tras su apariencia utilitaria e inofensiva, el atlas bien podra revelarse, para quien lo mira con detenimiento, como un objeto dplice, peligroso, cuando no explosivo, aunque inagotablemente generoso. En una palabra, una mina. El atlas constituye una forma visual del saber, una forma sabia del ver. Mas al reunir, imbricar o implicar los dos paradigmas que supone esta ltima expresin paradigma esttico de la forma visual, paradigma epistmico del saber, el atlas subvierte de hecho las formas cannicas a las que cada uno de esos paradigmas atribuye su excelencia, e incluso su condicin fundamental de existencia. Sabemos que la gran tradicin platnica ha promovido un modelo epistmico fundado en la preeminencia de la Idea: el conocimiento verdadero supone en dicho contexto que una esfera inteligible ha sido previamente extrada o puricada del medio sensible, o sea de las imgenes, donde se nos aparecen los fenmenos. En las versiones modernas de esa tradicin, las cosas (Sachen, en alemn) no encuentran sus razones, sus explicaciones, sus algoritmos, sino en causas (Ursachen) correctamente formuladas y deducidas, por ejemplo en el lenguaje matemtico.14

Esa sera, brevemente resumida, la forma estndar de todo conocimiento racional, de toda ciencia. Resulta relevante que la desconanza de Platn hacia los artistas peligrosos hacedores de imgenes, manipuladores de apariencia no evitara que la esttica humanista asumiera como propios todos los prestigios de la Idea, como bien ha mostrado Erwin Panofsky1. Y as, Leon Battista Alberti logr reducir en su De Pictura la nocin de cuadro a la unidad formular de un perodo retrico: una frase correcta donde cada elemento superior se deduzca lgicamente idealmente de los elementos de rango inferior: las supercies engendran a los miembros que engendran a los cuerpos representados, como en un perodo retrico las palabras engendran a las proposiciones que engendran a las clusulas o grupos de proposiciones2. En las versiones modernas de esa tradicin, que encontramos por ejemplo en el modernismo de Clement Greenberg o, ms recientemente, de Michael Fried, los cuadros hallan su razn superior precisamente en el cierre de sus propios marcos espaciales, temporales y semiticos, de modo que la relacin ideal entre Sache y Ursache conserva intacta su fuerza de ley. Forma visual del saber o forma docta del ver, el atlas trastoca todos esos marcos de inteligibilidad. Introduce una impureza fundamental pero tambin una exuberancia, una notable fecundidad que dichos modelos se proponan conjurar, pues para ello fueron concebidos. Contra toda pureza epistmica, el atlas introduce en el saber la dimensin sensible, lo diverso, el carcter lagunar de cada imagen. Contra toda pureza esttica, introduce lo mltiple, lo diverso, la hibridez de todo montaje. Sus tablas de imgenes se nos aparecen antes de cualquier pgina de relato, silogismo o denicin, y tambin antes de cualquier cuadro, entindase esa palabra tanto en su acepcin artstica (unidad de la bella gura encerrada en un marco) como en su acepcin cientca (exhaucin lgica de todas las posibilidades denitivamente organizadas en abscisas y ordenadas). As pues, de entrada, el atlas hace saltar los marcos. Quiebra las autoproclamadas certezas de la ciencia segura de sus verdades y del arte seguro de sus criterios. Inventa, entre todo ello, zonas intersticiales de exploracin, intervalos heursticos. Ignora deliberadamente los axiomas denitivos. Y es que responde a una teora del conocimiento expuesta al peligro de lo sensible y a una esttica expuesta al peligro de la disparidad. Por su propia exuberancia, deconstruye los ideales de unicidad, de especicidad, de pureza, de conocimiento integral. Se trata de una herramienta, no del agotamiento lgico de las posibilidades dadas, sino de la inagotable apertura a los posibles no dados an. Su principio, su motor, no es otro que la imaginacin. Imaginacin: palabra peligrosa donde las haya (como lo15

1. Vase E. Panofsky, 1924, pp. 17-23 y 61-89. 2. L. B. Alberti, 1435, III, 33, p. 123. Vase M. Baxandall, 1971, pp. 37-50 y 151-171. Id., 1972, pp. 202-211.

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es, ya antes, la palabra imagen). Repitamos con Goethe, Baudelaire o Walter Benjamin3 que la imaginacin, por desconcertante que sea, nada tiene que ver con una fantasa personal o gratuita. Al contrario, nos otorga un conocimiento travesero, por su potencia intrnseca de montaje, consistente en descubrir precisamente all donde rechaza los vnculos suscitados por las semejanzas obvias vnculos que la observacin directa es incapaz de discernir: La Imaginacin no es la fantasa; tampoco la sensibilidad, aunque resulte difcil concebir a un hombre imaginativo que no sea sensible. La Imaginacin es una facultad cuasi divina que percibe ante todo, fuera de los mtodos loscos, las relaciones ntimas y secretas de las cosas, las correspondencias y las analogas. Los honores y funciones que conere [E. A. Poe] a esa facultad le dan tal valor [] que un sabio sin imaginacin no puede aparecer ya sino como un falso sabio o cuando menos un sabio incompleto4. La imaginacin acepta lo mltiple (e incluso goza con ello). No para resumir el mundo o esquematizarlo en una frmula de subsuncin: en ello se diferencia un atlas de un breviario o un compendio doctrinal. Tampoco para catalogarlo o agotarlo en una lista integral: en ello se diferencia un atlas de un catlogo e incluso de un archivo supuestamente integral. La imaginacin acepta lo mltiple y lo renueva sin cesar a n de detectar nuevas relaciones ntimas y secretas, nuevas correspondencias y analogas que sern a su vez inagotables, como inagotable es todo pensamiento de las relaciones que cada montaje indito ser siempre susceptible de manifestar. Lo inagotable: existen tantas cosas, tantas palabras, tantas imgenes en el mundo! Un diccionario soar ser su catlogo ordenado segn un principio inmutable y denitivo (alfabtico en este caso). El atlas, sin embargo, no se gua ms que por principios movedizos y provisionales, los que pueden suscitar inagotablemente nuevas relaciones mucho ms numerosas todava que los trminos entre cosas o palabras que nada en principio pareca emparejar. Si busco la palabra atlas en el diccionario, en principio nada ms me interesar, salvo quizs las palabras que comparten con ella una semejanza directa, un parentesco visible: atlante o atlntico, por ejemplo. Pero si comienzo a mirar la doble pgina del diccionario abierto ante m como una lmina donde podra descubrir relaciones ntimas y secretas entre atlas y, por ejemplo, atoln, tomo, atelier o, en el otro sentido, astucia, asimetra o asimbolia, habr comenzado entonces a desviar el propio principio del diccionario hacia un muy hipottico, muy aventurado principio-atlas. La pequea experiencia que acabo de describir evoca, claro es, algo parecido a un juego infantil: apenas preguntamos al nio la lectio de una palabra en el diccionario, y enseguida le vemos atrado por la delectatio de un uso transversal e imaginativo de la lectura. Un nio tan poco dcil como las propias imgenes (de ah la falsedad e hipocresa del dicho francs dcil como una imagen). El nio no lee para captar el signicado de algo especco, sino para relacionar imaginativamente ese algo con muchos otros. Tenemos pues dos sentidos, dos usos de la lectura: un sentido denotativo en busca de mensajes, un sentido connotativo en busca de montajes. El diccionario nos brinda sobre todo una herramienta valiosa163. Vase G. Didi-Huberman, 2002, pp. 127-141. Id., 2009, pp. 238-256. 4. Ch. Baudelaire, 1857a, p. 329. *. En algunas ocasiones hemos utilizado las traducciones en castellano existentes. En otras, hemos optado por hacer una traduccin propia de las versiones propuestas por el autor, a n de respetar su eleccin y no entorpecer la coherencia y fluidez del texto. [N. de la T.]

para la primera de esas bsquedas, el atlas nos brinda ciertamente un aparato inesperado para la segunda. Nadie ha expuesto mejor que Walter Benjamin el riesgo y la riqueza de esa ambivalencia. Nadie ha articulado mejor la legibilidad (Lesbarkeit) del mundo en las condiciones inmanentes, fenomenolgicas o histricas de la propia visibilidad (Anschaulichkeit) de las cosas, anticipndose as a la monumental obra de Hans Blumenberg sobre este problema5. Nadie ha liberado mejor la lectura del modelo meramente lingstico, retrico o argumentativo que por lo general asociamos con ella. Leer el mundo es algo demasiado fundamental para conrselo slo a los libros o connarlo en ellos: pues leer el mundo signica asimismo vincular las cosas del mundo segn sus relaciones ntimas y secretas, sus correspondencias y sus analogas. No solamente las imgenes se ofrecen a la vista como cristales de legibilidad histrica6, sino que toda lectura incluso la lectura de un texto debe contar con los poderes de la semejanza: El sentido tejido por las palabras o las frases constituye el soporte necesario para que aparezca, repentina como el relmpago, la semejanza7 entre las cosas. En esa perspectiva, cabra decir que el atlas de imgenes es una mquina de lectura, en el muy amplio sentido que Benjamin atribuye al concepto de Lesbarkeit. Forma parte de toda una constelacin de aparatos que van desde la caja de lectura (Lesekasten) hasta la cmara multibanda y la cmara fotogrca, pasando por los gabinetes de curiosidades o, algo ms trivial, las cajas de zapatos repletas de tarjetas postales que encontramos todava hoy en los puestos de nuestros antiguos pasajes parisienses. El atlas sera un aparato de la lectura antes de nada, quiero decir antes de cualquier lectura seria o en sentido estricto: un objeto de saber y de contemplacin para los nios, a la vez infancia de la ciencia e infancia del arte. Eso es lo que apreciaba Benjamin en los abecedarios ilustrados, los juegos de construccin y los libros para jvenes8. Eso es lo que trat de comprender a un nivel ms fundamental antropolgico cuando con magnca frmula evoc el acto de leer lo nunca escrito (was nie geschriben wurde, lesen). Ese tipo de lectura, aada, es el ms antiguo: la lectura antes de todo lenguaje9. Mas el atlas ofrece asimismo todos los recursos para lo que podramos llamar una lectura despus de todo: las ciencias humanas especialmente la antropologa, la psicologa y la historia del arte experimentaron al nal del siglo XIX, y sobre todo en las tres primeras dcadas del XX, una perturbacin capital en la cual el conocimiento por la imaginacin desempe un papel no menos decisivo que el conocimiento de la imaginacin y de las propias imgenes: desde la sociologa de Georg Simmel, tan atenta a las formas, hasta la antropologa de Marcel Mauss, desde el psicoanlisis de Sigmund Freud donde la observacin clnica dispuesta en cuadro da paso al laberinto de las asociaciones de ideas, transferencias, desplazamientos de imgenes y sntomas hasta la iconologa de los intervalos en Aby Warburg Iconologa fundada en la conaturalidad, la coalescencia natural de palabra e imagen10 (die natrliche Zusammengehrigkeit von Wort und Bild), hiptesis de la cual la Lesbarkeit benjaminiana no slo se revela contempornea, sino adems ntimamente concomitante. Iconologa cuyo ltimo proyecto fue, como es sabido, la elaboracin de un atlas: la famosa17

5. W. Benjamin, 1927-1940, pp. 473-507. H. Blumenberg, 1981. 6. W. Benjamin, 1927-1940, pp. 479-480. 7. Id., 1933a, p. 362. 8. Id., 1916-1939, p. 145. 9. Id., 1933a, p. 363. 10. A. Warburg, 1902, p. 106 (traduccin modicada). [N. del A.]

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compilacin de imgenes Mnemosyne, que ser aqu nuestro punto de partida y nuestro leitmotiv 11. HERENCIA DE NUESTRO TIEMPO: EL ATLAS MNEMOSYNE No resultara difcil, parafraseando las frmulas de Ernst Bloch en Herencia de esta poca, considerar la forma atlas al igual que el montaje del cual proviene como el tesoro de imgenes y pensamientos que nos queda de la coherencia derrumbada del mundo moderno12. Desde Warburg, no slo el atlas ha modicado en profundidad las formas y por ende, los contenidos de todas las ciencias de la cultura o ciencias humanas13, sino que ha incitado adems a gran nmero de artistas a repensar por completo, en forma de compilacin y de remontaje, las modalidades segn las cuales se elaboran y presentan14 hoy las artes visuales. Desde el Handatlas dadasta, el Album de Hannah Hch, los Arbeitscollagen de Karl Blossfeldt o la Bote-en-valise de Marcel Duchamp, hasta los Atlas de Marcel Broodthaers y de Gerhard Richter, los Inventaires de Christian Boltanski, los montajes fotogrcos de Sol LeWitt o bien el Album de Hans-Peter Feldmann, toda la armadura de una tradicin pictrica hace explosin. De este modo, lejos del cuadro nico, encerrado en s mismo, portador de gracia o de genio hasta en lo que denominamos obra maestra15, algunos artistas y pensadores se han aventurado a bajar de nuevo, digmoslo as, hacia la ms simple aunque ms dispar mesa. Un cuadro puede ser sublime, una mesa probablemente nunca lo ser. Mesa de ofrenda, de cocina, de diseccin o de montaje, depende. Mesa o lmina de atlas (dcese plate en ingls o lmina en espaol, pero el francs table, lo mismo que Tafel en alemn o tavola en italiano, posee la ventaja de sugerir cierta relacin tanto con el objeto domstico como con la nocin de cuadro*). Como en el caso de la huella procedimiento sin edad que tantos contemporneos habrn explorado sistemticamente desde Marcel Duchamp16, comprobamos que, para inventar un futuro ms all del cuadro y su gran tradicin, hubo que retornar a la ms modesta mesa y a sus pervivencias impensadas. El atlas constituye un objeto anacrnico porque tiempos heterogneos trabajan en l siempre de comn acuerdo: la lectura antes de nada con la lectura despus de todo, como he dicho, pero tambin, por ejemplo, la reproductibilidad tcnica de la edad fotogrca con los usos ms antiguos de ese objeto domstico denominado mesa. Recuerdo que, en la poca estructuralista, se hablaba mucho del cuadro como supercie de inscripcin: en efecto, instituye su autoridad a travs de una inscripcin duradera, un cierre espacial, una verticalidad que nos domina desde el muro del que cuelga, una permanencia temporal de objeto cultural. El cuadro consistira, por lo tanto, en la inscripcin de una obra (la grandissima opera del pittore, escriba Alberti)17 que pretende ser denitiva ante la historia. La mesa es mero soporte de una labor que siempre se puede corregir, modicar, cuando no comenzar de nuevo. Una supercie de encuentros y de posiciones pasajeras: en ella se pone y se quita alternativamente todo cuanto su plano de trabajo, como decimos tan bien en francs, recibe sin jerarqua. A la unicidad del cuadro sucede, en una mesa, la apertura continua de nuevas posibilidades,18

nuevos encuentros, nuevas multiplicidades, nuevas conguraciones. La bellezacristal del cuadro su centrpeta belleza encontrada, jada con orgullo, como un trofeo, en el plano vertical de la pared da paso, en una mesa, a la belleza-fractura de las conguraciones que en ella sobrevienen, centrfugas bellezas-hallazgos indenidamente movientes en el plano horizontal de su tablero. En la famosa frmula de Lautramont, bello como el encuentro fortuito en una mesa de diseccin de una mquina de coser y un paraguas, los dos objetos sorprendentes, mquina de coser y paraguas, no constituyen desde luego lo esencial: cuenta ms el soporte de encuentros que dene a la propia mesa como recurso de bellezas o de conocimientos conocimientos analticos, conocimientos por cortes, reencuadres o disecciones nuevos18. Al propiciar el encuentro, en la misma lmina preliminar de su atlas Mnemosyne, de un mapa geogrco de Europa y Oriente Medio, un conjunto de animales fantsticos asociados a las constelaciones del cielo, y el rbol genealgico de una familia de banqueros florentinos19 [g. 1], Aby Warburg no pensaba en modo alguno que obraba como historiador surrealista. Lo que sin embargo aparece en su lmina su pequea mesa de trabajo o de montaje es la propia complejidad de los hechos de cultura que todo su atlas trata de relatar en la larga duracin de la cultura occidental. Por lo dems, las pocas palabras elegidas por Warburg para introducir la problemtica en juego no trataban de simplicar lo inagotable de su tarea: existe, deca, una gran diversidad de sistemas de relaciones en las que el hombre se encuentra comprometido (verschiendene Systeme von Relationen, in die der Mensch eingestellt ist) y que el pensamiento mgico (das magische Denken) presenta en forma de amalgama20 (Ineinssetzung). Desde el comienzo, pues, Warburg enuncia en su atlas una complejidad fundamental de orden antropolgico que no se trataba ni de sintetizar (en un concepto unicador) ni de describir de modo exhaustivo (en un archivo integral), ni de clasicar de la A a la Z (en un diccionario). Se trataba de suscitar la aparicin, a travs del encuentro de tres imgenes dismiles, de ciertas relaciones ntimas y secretas, ciertas correspondencias capaces de ofrecer un conocimiento transversal de esa inagotable complejidad histrica (el rbol genealgico), geogrca (el mapa) e imaginaria (los animales del Zodaco). Aun cuando el atlas Mnemosyne constituye una parte importante de nuestra herencia herencia esttica, ya que inventa una forma, una manera nueva de disponer las imgenes entre s; herencia epistmica, pues inaugura un nuevo gnero de saber21, y contina marcando profundamente nuestros modos contemporneos de producir, exponer y comprender las imgenes, no podemos, antes incluso de esbozar su arqueologa y explorar su fecundidad, silenciar su fragilidad fundamental. El atlas warburgiano es un objeto pensado a partir de una apuesta. Apostar que las imgenes, agrupadas de cierta manera, ofreceran la posibilidad o mejor, el recurso inagotable de una relectura del mundo. Releer el mundo: vincular de diferente manera sus trozos dispares, redistribuir su diseminacin, un modo de orientarla e interpretarla, s, pero tambin de respetarla, de remontarla sin pretender resumirla ni agotarla. Pero en la prctica, cmo es ello posible?19

11. Id., 1927-1929. 12. E. Bloch, 1935, p. 9. 13. Vase G. Neumann y S. Weigel (dir.), 2000. 14. Vase S. Flach, I. Mnz-Koenen y M. Streisand (dir.), 2005. 15. Vase H. Belting, 1998. *. En francs: tableau. (N. de la T.) 16. Vase G. Didi-Huberman, 1997. 17. L. B. Alberti, 1435, III, 33, p. 240.

18. Lautramont, 1869, p. 240. 19. A. Warburg, 1927-1929, p. 9. 20. Ibd., p. 8. 21. Vase G. Didi-Huberman, 2002a, pp. 452-505.

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Sin duda al famoso dictum warburgiano Dios anida en el detalle (der liebe Gott steckt im Detail) cabra aadir ste, que lo interpreta dialcticamente: un diablillo anida siempre en el atlas, esto es, en el espacio de las relaciones ntimas y secretas entre las cosas o entre las guras. Un astuto genio yace en algn punto de la construccin imaginativa de las correspondencias y analogas entre cada detalle singular. Acaso cierta locura no es inherente a todos los grandes retos, no se sustentan en ella, en el fondo, todas las empresas expuestas a los peligros de la imaginacin? As es el atlas Mnemosyne: proyectado en 1905 por Aby Warburg22, su comienzo efectivo no se produjo hasta 1924, o sea en el preciso momento en que el historiador emerga remontaba, se repona de la psicosis23. El Bilderatlas no fue para Warburg ni un simple prontuario ni un resumen en imgenes de su pensamiento: propona ms bien un aparato para poner el pensamiento de nuevo en movimiento, precisamente all donde se haba detenido la historia, precisamente all donde faltaban an las palabras. Fue la matriz de un deseo de recongurar la memoria, renunciando a jar los recuerdos las imgenes del pasado en un relato ordenado, o algo peor, denitivo. Qued inconcluso a la muerte de Warburg en 1929. El carcter siempre permutable de las conguraciones de imgenes, en el atlas Mnemosyne, seala por s solo la fecundidad heurstica y la sinrazn intrnseca de tal proyecto. A la vez anlisis acabado (pues Mnemosyne no utiliza en total ms que un millar de imgenes, realmente muy pocas en una vida de historiador del arte y, ms concretamente, en un archivo fotogrco como el constituido por Warburg con sus colaboradores Fritz Saxl y Gertrurd Bing), y anlisis innito (pues siempre podremos encontrar nuevas relaciones, nuevas correspondencias entre cada una de las fotografas). Warburg, sabido es, colgaba las imgenes del atlas con pequeas pinzas en una tela negra montada en un bastidor un cuadro, vaya, despus tomaba una fotografa o mandaba que la tomasen, obteniendo as una posible mesa o lmina de su atlas, despus de lo cual poda desmembrar, destruir el cuadro inicial, y volver a comenzar otro para deconstruirlo otra vez. Esta es, as pues, nuestra herencia, la herencia de nuestra poca. Locura de la deriva, en cierto sentido: mesas proliferantes, desafo ostensible a cualquier razn clasicadora, trabajo sisco. Pero en otro sentido, prudencia y saber: Warburg comprendi bien que el pensamiento no es asunto de formas encontradas, sino de formas transformadoras. Asunto de migraciones (Wanderungen) perpetuas, como gustaba decir. Comprendi que incluso la disociacin es susceptible de analizar, remontar, releer la historia de los hombres. Mnemosyne lo salvaba de su locura, de sus ideas huidizas, tan bien analizadas por su psiquiatra Ludwig Binswanger24. Pero, al mismo tiempo, sus ideas continuaban brotando tilmente, cual imgenes dialcticas, a partir del choque o de la relacin de las singularidades entre s. Ni desorden absolutamente loco, ni ordenacin muy cuerda, el atlas Mnemosyne delega en el montaje la capacidad de producir, mediante encuentros de imgenes, un conocimiento dialctico de la cultura occidental, esa tragedia siempre renovada sin sntesis, por tanto entre razn y sinrazn o, como Warburg deca, entre los astra de aquello que nos eleva hacia el cielo del espritu y los monstra de aquello que vuelve a precipitarnos hacia las simas del cuerpo.20

todas ls imgenes (73) por blanco/negro

22. Vase E. H. Gombrich, 1970, p. 285. 23. Vase L. Binswanger y A. Warburg, 1924-1929. 24. Vase L. Binswanger, 1933b.

Fig. 1 Aby Warburg Bilderatlas Mnemosyne, 1927-1929. Panel A Warburg Institute Archive. Londres Foto Warburg Institute 21

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VISCERAL, SIDERAL, O CMO LEER UN HGADO DE CARNERO Leer lo nunca escrito: la imaginacin es ante todo antropolgicamente aquello que nos capacita para tender un puente entre los rdenes de realidad ms alejados, ms heterogneos. Monstra, astra: cosas viscerales y cosas siderales reunidas en la misma mesa o la misma lmina. Walter Benjamin desconoca sin duda los montajes de Warburg en Mnemosyne, pero describe con exactitud sus resortes fundamentales cuando, en su ensayo Sobre la facultad mimtica problemtica evidentemente comn a ambos pensadores, evoca esa lectura antes del lenguaje (das Lesen vor aller Sprache) y precisa dnde acontece: a partir de las vsceras, o de las danzas o de las estrellas25 (aus den Eingeweiden, den Sternen oder Tnzen). Las danzas, los ademanes humanos en general, constituyen efectivamente lo esencial, el centro de la compilacin de Warburg, pensada desde el inicio como un atlas de frmulas del pathos (Pathosformeln), gestos fundamentales transmitidos y transformados hasta nosotros desde la antigedad: gestos de amor y gestos de combate, de triunfo y de servidumbre, de elevacin y de cada, de histeria y de melancola, de gracia y de fealdad, de deseo en movimiento y de terror petricado El hombre se halla, pues, en el centro del atlas Mnemosyne, en la energa contrastada de sus gestos, sus pensamientos, sus pasiones. Mas Warburg pone mucho cuidado en que esa energa aparezca con un teln de fondo que designa su lmite conflictivo, lo impensado, la zona de no saber : astra a un lado, monstra al otro. De un lado, el hombre se agita bajo un cielo innito del que muy poco sabe, razn por la cual las lminas preliminares del atlas se consagran a la correspondencia sideral-antropomorfa, o sea el reporte del sistema csmico sobre el hombre26 (Abtragung des kosmischen Systems auf den Menschen) [g. 2]. De otro lado, se hallan los simtricos abismos del mundo visceral, ya que el hombre se agita sobre la tierra sin entender exactamente lo que le mueve por dentro: sus propios monstruos. Sugiere el atlas que no existe gesto humano sin conversin psquica, ni conversin sin humores orgnicos, ni humor sin la secreta entraa que, justamente, lo segrega. El panel 1 de Mnemosyne resulta desde ese punto de vista tan asombroso como signicativo [g. 3]. Asombroso porque junto a imgenes fcilmente identicables, como las guras astronmicas o astrolgicas del sol, la luna o el escorpin, junto a guras reales (Asurbanipal visible a la izquierda) que acaso indican el horizonte o al menos el uso poltico de toda representacin del mundo, aparecen destacadas, en la parte superior del panel, cinco cosas brutales, cinco formas informes que al historiador del arte occidental le costar sin duda reconocer. Hemos de acercarnos [g. 4]. Nos percatamos entonces mas para ello ser preciso explorar pacientemente determinadas zonas de la extraordinaria biblioteca reunida por Warburg27, espacio de pensamiento (Denkraum) del que nunca puede disociarse nada de cuanto emprendi de que se trata de representaciones antiguas, babilnicas o etruscas, de hgados de carnero.25. W. Benjamin, 1933a, p. 361. 26. A. Warburg, 1927-1929, p. 10. 27. Principalmente las cotas FEI, FME y FMH.

Fig. 2 Aby Warburg Bilderatlas Mnemosyne, 1927-1929 Panel B Warburg Institute Archive, Londres Foto Warburg Institute Fig. 3 Aby Warburg Bilderatlas Mnemosyne, 1927-1929. Panel 1 Warburg Institute Archive, Londres Foto Warburg Institute Fig. 4 Aby Warburg Bilderatlas Mnemosyne, 1927-1929 Panel 1 (detalle) Warburg Institute Archive, Londres Foto Warburg Institute 22

Qu extrao! Si el atlas Mnemosyne aparece efectivamente como un tesoro de saber visual, herencia de nuestro tiempo, convendr reconocer que el objeto inicial, si no inicitico, de esa herencia prestigiosa herencia pues en ella nos jugamos23

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nada menos que nuestra historia del arte en su larga duracin, se encuentra ah, en unos hgados de carnero presentados como las primeras frases, valga decir, de una historia de la cultura occidental! El carcter pasmoso de esta entrada en materia, en la parte superior de la lmina 1 de Mnemosyne, nada tiene empero de arbitraria, aunque slo sea porque Warburg tomaba en serio, en el plano losco y antropolgico, a las potencias oscuras de la imaginacin. En primer lugar, esos objetos informes, estratgicamente escogidos por el historiador de las imgenes, no son objetos ni insignicantes ni simples. La complejidad obedece precisamente a su funcin de imgenes dialcticas: imgenes destinadas a componer juntas los espacios heterogneos que representan los repliegues viscerales por una parte y la esfera celeste por la otra. Warburg dedic una parte considerable de su investigacin a los temas de astrologa: leer los movimientos de tiempo en conguraciones visuales como son las constelaciones de estrellas, no constituye en el fondo un paradigma fundamental para todo conocimiento que trate de extraer lo inteligible a partir de lo sensible? Y no es se, dicho sea de paso, el principal trabajo de todo arquelogo, de todo historiador del arte? Sea como fuere, Warburg consagr mucho tiempo a entender la importancia cultural de la pre-ciencia o presciencia astrolgica en la historia esttica del Renacimiento28, as como en su historia poltica y religiosa29. En el lado derecho de nuestro panel, por cierto, Warburg decidi colocar, en abyme o en medalln, dos lminas que cre para una exposicin de astrologa oriental antigua 30. A la sazn se inspiraba en los trabajos de su amigo Franz Boll, de quien tom y cuyas ideas adapt a sus propios retos tericos la famosa frmula per monstra ad sphaeram31. En segundo lugar, los hgados de carnero adivinatorios interesaban a Warburg32 en cuanto representaban, a su modo de ver, un caso ejemplar de esa movilidad histrica y geogrca de la cual las imgenes son vehculos privilegiados: imgenes migratorias que al ser tomadas en consideracin convierten todo estilo artstico y toda cultura nacional, como por abuso se dice, en una entidad esencialmente hbrida, impura, mestiza. Mezcla o montaje de cosas, lugares y tiempos heterogneos. Una de las contribuciones ms decisivas de la historia del arte warburgiana radica en su descubrimiento, precisamente en el fondo de lo ms clsico o ms mesurado que Occidente ha producido a saber, el arte grecorromano por una parte y el Renacimiento italiano por la otra de una impureza fundamental relacionada con grandes movimientos migratorios, que slo poda sacar a la luz una Kulturwissenschaft digna de ese nombre, esto es, capaz de leer los movimientos de espacios en cada conguracin visual33. As, para dar cuenta de los frescos astrolgicos del Palazzo Schifanoia de Ferrara, Warburg comprendi que deba pasar, no slo por la evidente tradicin griega y latina, sino tambin por sus menos obvias ramicaciones rabes, desvo histrico y geogrco observable en muchos otros rdenes, por ejemplo en la perspectiva34. Cuanto sucede en el corazn de los centros artsticos obedece asimismo a esos hilos menos visibles que tejen las migraciones culturales, de modo que hemos de ir hasta Bagdad o Tehern, Jerusaln o Babilonia, para evaluar lo que ocurre en Roma, Florencia o msterdam. A este conocimiento nmada,24

desterritorializado, nos invita la impureza fundamental de las imgenes, su vocacin para el desplazamiento, su intrnseca naturaleza de montajes. Y por ello, cuando Warburg quiso exponer, ms adelante en su atlas, las Lecciones de anatoma de Rembrandt, comenz por disociarlas de su signicado ms evidente cientco, cartesiano con un montaje de escenas religiosas y evocaciones antiguas susceptibles de hacrnoslas comprender desde el punto de vista de una lejana supervivencia de anatoma mgica35 (magische Anatomie), recordndonos as los hgados adivinatorios de la primera lmina. El primero de ellos, arriba a la izquierda [g. 4], es un hgado de arcilla babilnico que se encuentra en el British Museum [g. 5]. Sin duda fue modelado hacia 1700 antes de nuestra era. Los otros tres adyacentes provienen del museo de arqueologa oriental de Berln y pueden ser de la primera mitad del siglo XV antes de Jesucristo. Objetos fascinantes y dplices, como todas las imgenes dialcticas: en ellos coinciden al menos dos temporalidades, dos mundos, dos rdenes de realidad a las que normalmente todo separa. Por un lado, se trata de imgenes realistas en extremo: el hgado del carnero est representado a su verdadera escala, poco ms o menos como poda verlo y manejarlo el hepatscope babilonio al colocar en una mesa el rgano sangrante recin arrancado del cuerpo del animal sacricado. Un anatomista contemporneo reconocer sin dicultad la morfologa completa del rgano: los lbulos disimtricos uno de los cuales se llama lbulo cuadrado, la protuberancia denominada processus pyramidalis, la vena porta con su porta hepatis, arriba, as como la vescula biliar que desciende hacia la derecha. Los numerosos modelos de arcilla hallados por los arquelogos en Oriente poseen idntico carcter de precisin anatmica36. Pero, por otro, esos objetos son otra cosa que simples representaciones naturalistas. Lo comprendemos de inmediato al advertir que el hgado del British Museum, al igual que los dems, est cubierto de escritura y dividido en zonas geomtricas marcadas por concavidades regulares, se dira que estratgicamente dispuestas sobre toda la supercie del objeto. La escritura hace pensar en una ley o una sentencia grabada, la distribucin geomtrica en un misterioso tablero de ajedrez. En un estudio fundamental sobre prcticas adivinatorias mesopotmicas, Jean Bottro mostr que la denominada adivinacin deductiva ocupaba un campo considerable que se extenda desde la simple observacin de los fenmenos naturales astros, meteoros, eclipses, guijarros, plantas, animales y, desde luego, el hombre observado en su sionoma e incluso en sus sueos37 hasta una compleja elaboracin de situaciones articiales como la colocacin de las piezas en un juego de azar38 (as lo hace an hoy el o la que echa las cartas con propsito de prediccin). La adivinacin litrgica, a la que pertenece la observacin de los hgados de animales sacricados para la ocasin, superpone lo articial a lo natural, la construccin inteligible al conocimiento sensible. De ah que la hepatoscopia mezcle tan ntimamente precisin emprica (la visin cercana, entada en las entraas) y proliferacin simblica39 (la videncia obsesionada por toda una dramaturgia de lejanas relaciones entre los dioses). Los hgados de arcilla vienen a ser interfaces, operadores de transformacin entre lo visceral observado de cerca y lo sideral25

28. Vase A. Warburg, 1912, pp. 197-220. 29. Id.,1920, pp. 245-294. 30. Id., 1926, pp. 559-565. 31. Id., 1925a, pp. 2-5. Vanse F. Boll, 1903. F. Boll y C. Bezold, 1911 y 1917. F. Saxl, 1927-1928, pp. 58-72. Id., 1936, pp. 73-84. J. Seznec, 1940, pp. 56-61. M. Ghelardi, 1999, pp. 7-23. M. Bertozzi, 1999. Id., p. 2002, pp. 97-113. D. Stimilli, 2005a, pp. 13-36. 32. A. Warburg, 1925b. Vase P. Matthiae, 2009, pp. 123-138. 33. Vase E. Wind, 1931, pp. 21-35. 34. Vanse A. Warburg, 1912, pp. 197-220. H. Belting, 2008. 35. Vase A. Warburg, 1927-1929, pp. 124-125. 36. Vanse M. Rutten, 1938, pp. 36-70. G. Contenau, 1940, pp. 235-283. M. Mani, 1959-1967. J. Nougayrol, 1968b, pp. 31-50. J.-W. Meyer, 1983, pp. 522-527. R. Leiderer, 1990 (con un atlas anatmico). 37. Vase J. Bottro, 1974, pp. 100-111. 38. Ibd., pp. 123-124. 39. Ibd., pp. 134-143 (ritual), 143-168 (empirismo) y 168-193 (racionalizacin). Vase C. J. Gadd, 1966, pp. 21-34.

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invocado de lejos. Resultan tan inseparables de la observacin anatmica como de la imaginacin astrolgica y mgica40. Por ejemplo, como escribe Jean Nougayrol citando una inscripcin babilnica, el dios Sol continuaba inscribiendo sus voluntades en el vientre del carnero. El espectculo de la naturaleza era un mensaje que poda ser ledo41. Los repliegues del cuerpo animal dejaban efectivamente leer lo nunca escrito en el mapa celestial y en el cuerpo de los dioses. Los rituales de aruspicina, la adivinacin por las vsceras, componen una extraa mezcolanza donde los gestos del cuerpo, ante el informe cmulo sangrante del rgano arrancado, se asociaban con un formalismo jurdico, religioso, casustico, donde reinaba la escritura42. A cargo de la imaginacin y de la imagen o sea, el modelo de arcilla quedaba montar, memorizar o ligar realidades tan diversas. Los sacerdotes colocaban ante la estatua de un dios una tablilla grabada con la pregunta formulada al destino por algn seor (en general el propio rey, por ejemplo Asurbanipal dirigindose al dios Shamash). Una vez que el sacricador haba inmolado y abierto a la vctima, se tomaba nota escrupulosa del aspecto de las entraas, de sus colores, se disociaba despus el hgado del cadver y se inspeccionaban las partes circundantes, denominadas palacio del hgado. El adivino o br pona el rgano an caliente en su mano izquierda o sobre una mesa y observaba todas sus peculiaridades. El estilete suceda entonces al cuchillo, pues el br redactaba un largo informe basndose en formularios muy precisos, aproximadamente de este tenor: Hay un lugar. El camino es doble. El de la izquierda cruza al de la derecha: las armas del enemigo causarn estragos contra las armas del rey. No hay kal. Se encuentra una protuberancia en la parte derecha del lugar: ruina de ejrcito o de santuario. La porcin izquierda de la vescula biliar es compacta: tu pie aplastar al enemigo. El dedo y el meique son normales. La parte posterior del hgado est daada a la derecha: herida en la cabeza, cambio del plan de campaa del ejrcito. La porcin de abajo va as: un sa-ti se halla en la corona, el dedo del hgado en el centro, su base es inconsistente, el kaskasu es brillante, hay quince circunvoluciones intestinales, el interior del carnero es normal. En resumen: el camino es doble; el de la izquierda cruza el de la derecha; no hay kal; un dedo por la parte del lugar; la porcin trasera del hgado est daada a la derecha; un sa-ti ocupa la corona. Total: cinco signos desfavorables. Ni un solo signo favorable. Desfavorable43. La usanza oriental de contemplar hgados arrancados a los animales recordemos que contemplar signica ante todo observar una realidad natural delimitndola como templum, es decir, como un campo estrictamente acotado de accin sobrenatural que revela sus signos de prediccin, de modo que mirar al espacio se torna mirar en el tiempo, ese uso ritualizado, casustico, formal, permita en efecto leer lo nunca escrito. A partir de ah, no obstante, emprenda una dialctica completa de la materia informe vista como cartografa de sntomas, lo que suscitaba una intensa actividad de escritura interpretativa. La mesa en la que se presentaba la masa orgnica del hgado se volva imagen en el modelo de arcilla que serva de prontuario y de manual de orientacin, despus tablilla de escrituras26

siluetear y restaurar esquina inferior izda

40. Vanse M. Jastrow, 1908, pp. 646-676. J. Nougayrol, 1966, pp. 619. Id., 1968a, pp. 25-81. E. Reiner, 1995. T. Abusch y K. van der Toorn (dir.), 1999. 41. J. Nougayrol, 1968a, p. 32. 42. Vase J. Bottro, 1987, pp. 233251. 43. Citado por G. Contenau, 1940, p. 262. 44. Vanse F. Fossey, 1905. A. Boissier, 1905-1906. V. Scheil, 1917, pp. 145-148. Id., 1930, pp. 141-154. J. Nougayrol, 1941, pp. 67-80. Id., 1945, pp. 56-97. Id., 1950, pp. 1-40. Id., 1968a, pp. 27-45.

Fig. 5 Annimo babilonio Hgado adivinatorio, hacia 1700 a.C. Arcilla British Museum, Londres Foto DR Fig. 6 Annimo babilonio Anomalas del hgado dibujadas en tabletas hepatoscpicas Segn G. Contenau, La Divination chez les Assyriens et les Babyloniens Pars, 1940, p. 242 27

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a la vez diagnsticas (meticulosamente descriptivas) y pronsticas (que declinan hasta el innito las relaciones ntimas y secretas de las cosas, las correspondencias y las analogas inherentes a cada singularidad observada). La literatura hepatoscpica asiria y babilnica es considerable. Desde el inicio del II milenio se haban creado autnticas bibliotecas, con millares de informes adivinatorios, de compilaciones de observaciones del hgado y de frmulas interpretativas. Se encuentran, por ejemplo, dos mil documentos slo de la poca sargnida, entre 721 y 627 a. C.44. Florecen por doquier notables formulaciones, por ejemplo: Si, siendo doble el Camino, [ambos] son abrasados: revuelta; los das ensombrecern constantemente45. El vocabulario es inmenso, a la vez preciso y metafrico: presencia (manzzu, sin duda la palabra ms frecuente), cuerpo, peligroso, mentira, excrementos, pastel, lamentacin, insecto, patas arriba, ruina, fundacin, sublevarse, intervalo, pstula, palacio semejante a, al lado uno de otro46. Ya la tabla de materias de un compendio Brtu que signica la adivinacin por antonomasia da que pensar: I. De las partes de la vctima distintas del hgado, el pulmn, el intestino, esto es, por ejemplo la espina dorsal y las costillas, los riones, etc. II. De los intestinos [y especialmente del colon espiral]. III. De la lnea y zona del hgado denominada Presencia [divina]. IV. De otro surco heptico, normalmente perpendicular al precedente, que lleva el nombre de Camino. De la cara estomacal del hgado, con su Crisol, su Fuerte, su Puerta de Palacio, su Paz. VI. De la Amarga [la vescula biliar], antes llamada el Pastor y que, desde los orgenes, forma junto con el Dedo la parte esencial. VII. Del Dedo mismo [el tercer lbulo caracterstico del hgado de carnero]. VIII. Del Arma y otras marcas fortuitas. IX. Del pulmn en sus diversas partes. X. De la confrontacin [o dialctica, que ya no estudia los signos por separado, sino sus relaciones entre s o con las circunstancias exteriores]47. El enunciado del ltimo captulo de ese tratado adivinatorio nos informa por s solo sobre la complejidad y gran sutileza del universo semitico que opera en las prcticas de la aruspicina. Una teora completa de los signos que se extiende mucho ms all de la simple regla universal plasmable en un diccionario. La imaginacin de las relaciones abocaba a todos los juegos posibles de correspondencias, cediendo a las cadenas de asociaciones la ocasin de relacionar, de releer el rgano, fuera de todo vnculo jado entre el dato sensible y el signicado inteligible48. La observacin de las peculiaridades, a su vez, no disociaba la nomenclatura general de los signos y la excepcin circunstancial de los sntomas49. De ah la importancia capital de las marcas fortuitas que daban lugar a sistemas de anotaciones grcas que constituan, de ese modo, atlas de singularidades descubiertas en el hgado de los animales sacricados50 [g. 6]. LOCURAS Y VERDADES DE LO INCONMENSURABLE Al disponer en la primera lmina de su atlas Mnemosyne, justo al lado del hgado adivinatorio del British Museum, tres objetos de igual naturaleza relacionados con28

los intercambios entre las civilizaciones hitita y babilnica [g. 4], Aby Warburg abrigaba, sin duda alguna, el deseo de sugerir la migracin (Wanderung), tanto geogrca como temporal, de las sorprendentes prcticas que acabamos de resumir. La aruspicina asiria y babilnica, en efecto, se dispers por todas partes desde Oriente Medio Egipto, el reino de Susa, Canan hasta Grecia, hasta el Occidente etrusco y romano51. Migracin estrictamente homognea, dicho sea de paso, respecto de la astrologa, con la que la adivinacin hepatoscpica mantiene, segn hemos visto, conexiones fundamentales52. Si el hgado gura especialmente valorizado en dichas prcticas, se debe asimismo a una psicofsica muy extendida que haca de l, en el hombre, el rgano por antonomasia de la vida y del alma53 (las cosas cambiaron de modo sensible cuando Hipcrates, en el siglo V a. C., volvi a centrar la sede de la vida en el corazn). De ah que hallemos, en el mbito semtico, gran cantidad de frmulas que transmiten esa antiqusima concepcin psicofsica: incluye desde el canto del hgado de los Salmos, hasta ciertas frmulas rabnicas acerca del alma humana alojada en el hgado54. Y se prolonga adems hasta en la expresin de poetas rabes ms tardos, sobre el hgado roto y desgarrado por la pena de amor o sobre los frutos del amor los hijos que se forman con la sangre ms profunda del hgado. Uno de ellos escribe por ejemplo: El dolor que causa tu ausencia en mi alma es sal arrojada en mi hgado. Otro preere decir que la letra del deseo [] traza en mi hgado lneas que dictan mis insomnios55. Richard Onians recalca, por otra parte, la importancia del hgado en Los orgenes del pensamiento europeo. Cita como ejemplo el himno fnebre de Din para Adonis, en el cual Cipris reclama un beso que dure hasta que, desde tu alma, tu aliento fluya por mi boca y por mi hgado56. As pues, tambin para los griegos el hgado se halla en el centro de la relacin entre el cuerpo y el alma. Se asocia con el phrn, que designa primero el diafragma por cuanto envuelve al hgado, pero tambin separa el corazn y los pulmones de las vsceras inferiores y, por ende, el principio espiritual que alternativamente nos torna cuerdos y locos (frenticos). El hgado es el centro del cuerpo porque fabrica las substancias de la vida (la sangre) y de la pasin (la bilis). Cuando Ulises piensa matar a Cclope con su espada, apunta ante todo al hgado; cuando Zeus castiga a Prometeo o Titios, en el hgado es donde reciben golpes; cuando los personajes trgicos se suicidan, se atraviesan el hgado57. El hgado servir adems de carne privilegiada en los sacricios animales de la Grecia antigua: se colocar en una mesa de ofrenda y se observar su disposicin interna con su hogar, decan, y sus puertas de modo que el propio espacio de la ciudad, por decirlo as, recobre el orden58. El hgado ser por tanto, tambin para los griegos y con preferencia a otros rganos como el corazn, el bazo, el estmago, los pulmones o los riones , la sede por antonomasia de la adivinacin, el trpode de la mntica, escribe Auguste Bouch-Leclerc en Histoire de la divination dans lAntiquit. Sin cabeza o lbulo, presagia ruina y muerte. As fueron avisados de su n prximo Cimn, Agesilao y Alejandro. Mas ese primer examen era slo el comienzo de un complicado anlisis en el que se revisaban todos los signos o lenguas (glssai) del29

51. Vanse A. Boissier, 1935. G. Contenau, 1940, pp. 269-283. J. Bottro, 1974, pp. 70-72. 52. Vanse F. Cumont, 1906, pp. 37-68 y 253-296. F. Boll y C. Bezold, 1911. 53. Vase G. Contenau, 1940, pp. 235-237. 54. Vase A. Merx, 1909, pp. 436-443. 55. Citado ibd., pp. 429-435. 56. Citado por R. B. Onians, 1951, p. 113. 57. Ibd., pp. 42-43 y 109-115. 58. Vase F. Lissarrague, 1979, pp. 92-108.

45. Citado por J. Aro y J. Nougayrol, 1973, p. 50. 46. U. Koch-Westenholz, 2000, pp. 493-540 (ndice de palabras). 47. J. Nougayrol, 1968a, p. 40. 48. Vase G. Manetti, 1993, pp. 1-13. 49. Vase J. Bottro, 1974, pp. 144-193. 50. Vanse G. Contenau, 1940, p. 242. J. Nougayrol, 1968a, p. 34.

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hgado. El arte, bastante simple al comienzo, debi sobrecargarse, como siempre ocurre, con distinciones arbitrarias o incoherentes. Bien podemos adivinar que las puertas del hgado (plutai, dochai), cuyo encogimiento constitua un presagio enojoso, eran las aberturas de la vena porta, pero dnde encontrar y cmo repartir todas estas regiones designadas con los peregrinos nombres de: hogar, mesa, tumba, cuchillo, dios, ro, vnculo, barrera? El hgado ocupaba tanto a los hierscopes griegos que descuidaban casi por completo a los otros rganos59. Pero nos hallamos en Grecia, patria de la dialctica. Qu poda decir la losofa de unas prcticas donde el destino de toda una sociedad humana poda ser ledo en las vsceras de un animal por medio de una organizacin celeste que comprometa la voluntad de los dioses? Un epistemlogo moderno, conocedor de la nocin de obstculo epistemolgico apuntada por Gaston Bachelard60, cuestionara sin duda la propensin tpica de la astrologa, de la adivinacin, del pensamiento mgico en general a inventar vnculos, mediante analogas, entre rdenes de realidad inconmensurables: los astros o los dioses, los animales, los hombres. All donde un signo objetivo parece inducir una relacin legtima (lo que es el humo para el fuego), all donde la monstruosidad fsica o imaginaria crea un vnculo ilegtimo (la barba en una mujer o los dientes en la gallina), los adivinos griegos se complacan justamente en comprender dentro de un mismo conjunto signos, monstruosidades e imgenes, smia, trata y phasma61. Platn, por supuesto, se plante estas cuestiones de legitimidad. Y se las plante precisamente a partir del hgado. Cuenta as, en Timeo, cmo el Demiurgo, consciente de que la especie humana se hallara perpetuamente dividida entre la razn (logos) y las imgenes (eidla), decidi fabricar un hgado para el cuerpo humano: [El Demiurgo] form el hgado y lo coloc en el espacio reservado para la parte que desea. Lo concibi compacto, liso, brillante, y conteniendo dulzura y amargor, para que en l, al igual que en un espejo que recibe las impresiones y deja ver las imgenes (eidla), la fuerza de los pensamientos que llegan desde la inteligencia le produzca espanto cada vez que utiliza la parte congenital del hgado que es la amargura, sta difunde acidez por todo el hgado y muestra el color de la bilis, cada vez que contrayendo el rgano lo hace por completo rugoso y spero, pliega y contrae el lbulo, bloquea y cierra los receptculos y entradas y proporciona penas y disgustos. Pero cuando alguna inspiracin de dulzura procedente de la inteligencia pinta imgenes contrarias, proporciona tranquilidad a la amargura por no querer agitar ni juntarse con una naturaleza contraria a ella, utiliza la dulzura innata sobre aqul y lo consigue todo, lo hace liso y libre, vuelve benigna y feliz la parte del alma que vive junto al hgado, hace que pase un da agradable y le concede por la noche el don de la adivinacin en el sueo, puesto que no participa de la razn y la inteligencia62 (logou kai phronsos). Vemos, pues, al propio fundador del racionalismo occidental forzado a entrar en los remolinos, los repliegues de la vida orgnica e irracional. Confrontado a la obscura potencia de una monstruosidad visceral situada en el centro del cuerpo humano masa amorfa y sin embargo activa por dentro, Platn se ve obligado a concertar las exigencias de la razn con los usos, conocimientos3059. A. Bouch-Leclerc, 1879-1882, I, pp. 171-172 (reed. pp. 136-137). Vase R. Bloch, 1984, p. 36. 60. G. Bachelard, 1938, pp. 13-22. 61. Vase R. Bloch, 1963, pp. 15-16. 62. Platn, Timeo, 71 a-d, pp. 2029-2030.

y creencias de su tiempo acerca del papel del hgado en las relaciones entre el alma y el cuerpo63. Retrospectivamente, el texto de Timeo justica con creces que las representaciones de hgados adivinatorios abrieran el gran lbum de la tragedia de las culturas y de la historia del arte occidental que despliega, a su manera, el atlas Mnemosyne. Pues lo que Platn arma, ante todo, es que el hgado constituye el rgano del deseo o al menos que est colocado en el espacio reservado para la parte que desea y, en ese sentido, funciona como un receptculo de imgenes. Segn esa antigua perspectiva, el hgado sera pues una especie de mesa de imgenes: un plano de inscripciones errticas o, como dice Platn, un espejo brillante y ntido (cuyas impurezas limpia con regularidad el bazo) capaz de recibir y reflejar las impresiones y los fantasmas que llegan hasta l64. Sera tambin una bolsa de imgenes, por cuanto contiene los humores y colores, dulces o amargos, que tien nuestros deseos. Y sera, por ltimo, un volumen de imgenes, descrito por Platn en su texto con sorprendente plasticidad: la amargura lo curva, lo contrae, lo arruga, lo vuelve spero, obstruye sus lbulos e induce nuestro mal humor hasta la nusea, cuando no hasta la locura; la dulzura, en cambio, le devuelve su posicin recta, su extensin normal, su textura lisa, su libertad, lo cual inducir nuestro buen humor hasta en el sueo. Un rgano, por tanto, del deseo y de la imaginacin. Basta con articular esos dos paradigmas para entender por qu el inters de Warburg por la adivinacin y la astrologa no estaba en absoluto al margen de su interrogacin fundamental sobre la ecacia de las imgenes en una historia de muy larga duracin. Las imgenes proporcionan gura no slo a las cosas y a los espacios sino a los tiempos: las imgenes conguran los tiempos a la vez de la memoria y del deseo. Poseen simultneamente carcter corporal, mnemotcnico y votivo65. De ah que a Platn no se le ocultara que el hgado, receptculo de las imgenes, era tambin o mejor: por eso mismo un aparato para predecir, para gurarse los tiempos venideros sobre la base de cierta memoria de los tiempos pretritos. El hgado, conclua en el pasaje del Timeo, es efectivamente la sede de la adivinacin que el bazo se encarga de mantener siempre brillante y limpio, con el n de que las imgenes adivinatorias, enviadas por los dioses, se plasmen en l lo ms ntidamente posible66. El lsofo, desde luego, est para diferenciarse del adivino. Nos advierte de que la razn se opone con rmeza a la imaginacin y los signos distintos a los signos indistintos, por brillante y limpia que sea la supercie heptica de un carnero sacricado. Platn recuerda as, en Fedro, que no media ms que un paso entre mantik, o arte del adivino, y manik, o delirio del loco67 (una sola letra separa, en francs, las palabras foie* y folie*). Pero Platn sabe adems, por tradicin o por intuicin an informulable, que las imgenes saben prever los tiempos a travs del ejercicio de montajes entre cosas inconmensurables, como los que componen los soadores inspirados o los orculos entusiastas: Es un hecho: la profetisa de Delfos y las sacerdotisas de Dodona prestaron bajo el imperio de la locura cuantiosos y eminentes servicios a los griegos tanto a particulares como a pueblos, mientras que en su sano juicio nada o poco hicieron. Y qu decir de31

63. Vase J. Pigeaud, 1981, pp. 50-53. 64. Platn, op. cit. 72 c-d, p. 2031. 65. Vase G. Didi-Huberman, 2006a. 66. Platn, op. cit. 71d-72d, pp. 2030-2031. 67. Platn, Fedro, 244c, p.1260. *. Hgado y locura. [N. de la T.]

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la Sibila y dems adivinos inspirados por los dioses, que tanto predijeron a tanta gente, orientando por buen camino su porvenir?68. En la doctrina platnica existe, claro, todo un arsenal de soluciones conceptuales destinadas a resolver esas dicultades. Mas el recelo permanecer, como permanece en el propio Platn e incluso en Descartes, por ejemplo la inquietud de la razn ante los poderes de la imaginacin. Que la imaginacin tenga que ver con la locura y, por consiguiente, con el error y la ilusin, en nada puede inquietar a un lsofo racionalista. Pero que, dada su proximidad con la locura, la imaginacin sea capaz de alumbrar razones que la razn ignora como consideraron, entre otros, Goethe o Baudelaire, Benjamin o Bataille, complica de modo singular cualquier teora del conocimiento. Locura y verdad no son tan inconmensurables como los dualismos tradicionales pretenden hacernos creer. Lo que Sigmund Freud nos ense a nivel psquico sobre el saber inconsciente de los sueos o de los sntomas, nos lo demostr Aby Warburg a nivel cultural al concentrarse en los saberes supervivientes que las imgenes transmiten en la larga duracin69. As es como sobrevivieron las inmemoriales prcticas hepatoscpicas de asirios y babilonios en el mundo etrusco y romano, a diez o quince siglos de distancia. La primera lmina del atlas Mnemosyne dispone, bajo los hgados adivinatorios babilnicos, dos vistas fotogrcas de un pequeo objeto de bronce, objeto extraordinario descubierto en Grossolongo, cerca de Piacenza, en 1877 [gs. 3-4 y 7-9]. No sorprender que un artista como Joseph Beuys manifestara su fascinacin ante esa cosa sin edad, que evoca mucho menos una estatua itlica que algunas esculturas surrealistas realizadas por Alberto Giacometti en los aos treinta del siglo XX70. Se trata de un modelo etrusco de hgado adivinatorio. Posee las mismas caractersticas que sus predecesores babilnicos: un realismo suciente para que podamos orientarnos con precisin en la morfologa del rgano; un simbolismo extremo que organiza la supercie en compartimentos dismiles aunque cuidadosamente delimitados un crculo, varios tringulos, una zona de borde que sigue con regularidad los sinuosos contornos del objeto y, adems, cubiertos de escritura. Ese objeto fascinaba a Aby Warburg. Trat de conseguir un molde (no sabemos si lo consigui, en cualquier caso el objeto no se encuentra en el archivo hoy guardado en Londres). En su biblioteca posea diversas monografas sobre el Hgado de Piacenza71. Desde aquellos trabajos pioneros, la datacin del objeto ha sido revisada por los arquelogos, gracias sobre todo al estudio de las inscripciones: hoy se considera que el objeto fue realizado, no en el siglo III, sino a nales del II o en el siglo I a. C.72 No deja por ello de dar testimonio de una prctica evidentemente muy antigua, que caracteriz a la religin etrusca y marc sin duda a la religin romana arcaica, y que continu dando que pensar hasta los tiempos de Plinio y de Cicern73. El bronce de Piacenza aparece, en todo caso, como una herramienta de orientacin adivinatoria, un prontuario tcnico, un atlas en miniatura para los adivinos encargados de reconocer en cada parte visceral, observada de facto en la mesa de diseccin o de consulta, las zonas siderales correspondientes de jure, a saber, los dioses del panten etrusco implicados en cada sntoma, en cada repliegue del propio rgano.33

68. Ibd., 244b, p. 1260. 69. Vase G. Didi-Huberman, 2002, pp. 273-362. 70. Vanse A. Giacometti, 1916-1965, p. 481. Id., 1948, pp. 86-94. J. Beuys y V. Harlan, 1986, pp. 107-111. 71. W. von Bartels, 1910. E. Galeotti-Heywood, 1921. A. Grnwedel, 1922, pp. 128-131. G. Furlani, 1928, pp. 243-285.

Figs. 7-8-9 Annimo etrusco Hgado de Piacenza, siglo II-I a. C. Bronce, 12 x 8 x 6,4 cm Museo civico, Piacenza Foto DR 32

72. Vanse G. Colonna, 1984, pp. 171-184. L. B. van der Meer, 1987, pp. 17-19. G. Rocchi, 1993, p. 9. 73. Vase G. Dumzil, 1966, pp. 636-640.

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As, el Hgado de Piacenza es a la vez un objeto prctico y un objeto conceptual: un objeto prctico, puesto que admita orientar las zonas favorable (pars familiaris) y desfavorable (pars hostilis) del hgado en el ejercicio concreto de su interpretacin74; un objeto conceptual, puesto que sus zonas geomtricas forman un mapa simblico que delimita, en el detalle del hgado examinado, los diferentes templa o marcos de inteligibilidad atribuidos a cada una de las veintiocho divinidades invocadas75. Sin duda Aby Warburg se interes de modo especial por el hecho de que la zona del borde se presenta en el Hgado de Piacenza como una divisin del cielo, una particin astrolgica en diecisis regiones, particin que hallaremos seis siglos despus en Martianus Capella, cuya influencia, como es sabido, se prolong a su vez durante toda la Edad Media y el Renacimiento76. Todo lo cual justicaba igualmente que objetos tan extraos y no artsticos como esos hgados adivinatorios abrieran el atlas warburgiano de la memoria (Mnemosine) y no de la crnica (Clo) de nuestras artes visuales occidentales en muy larga duracin. Objeto prctico y conceptual, el Hgado de Piacenza no por ello dej de ser un objeto emptico, en el sentido concreto en que Warburg adapt el concepto de Einfhlung a sus propios retos antropolgicos sobre el conocimiento por incorporacin77; en el sentido tambin en que Karl Reinhardt pudo reflexionar acerca de las correspondencias csmico-antropomorfas en la Antigedad78. As, cada sura del hgado de carnero contemplado deba representar a su escala, en la mesa de diseccin, las fuerzas siderales de un relmpago de rayo, un trayecto meterico o un movimiento de planeta. Pero no nos engaemos sobre la palabra contemplacin: en absoluto denota una pureza sublime de la mirada. Es tcnica, concreta hasta en el manejo de los conceptos. Y sobre todo, polimorfa. Pues hemos de reconocer en el Hgado de Piacenza un autntico objeto cosmopolita, hbrido, mestizo. Un montaje de heterogeneidades cultuales, culturales y temporales. Un objeto tpicamente etrusco79, sin duda, pero cuajado de creencias exgenas no todas las divinidades inscritas l son etruscas y de lejanas migraciones asirio-babilnicas cuyos armnicos se oyen hasta en el vocabulario descriptivo e interpretativo de los adivinos hepatscopes: el Camino, la Presencia, la Magna Puerta, el Ro, el Impedimento80. Incluso la palabra que designaba al ociante el arspice, haruspex en latn desafa a la etimologa habitual aun evocando, indefectiblemente, la palabra asiria que signica el hgado: la palabra har81. Tal cosmopolitismo provena del pasado migraciones de creencias y prcticas de Oriente hacia Occidente, pero tambin se enriqueci y prolong hasta pocas ulteriores en el medio romano donde ociaba el haruspex (intrprete de las vsceras) junto al auspex (intrprete de los pjaros). Roma integr, pues, incluso dentro de una conflictividad siempre posible, las antiguas tcnicas etruscas de la adivinacin, y ello hasta la Antigedad tarda82. El hgado del enemigo, por ejemplo, era particularmente valorado por los romanos en las prcticas de hechizo reguladas por tablillas de maldicin o tabellae dexionis83. Las andanzas y peripecias de los emperadores rebosaban, por lo dems, de acontecimientos prodigiosos y de presagios, como esta ancdota de Augusto que relata Suetonio en la que se conjugan de modo signicativo el vuelo de pjaros buitres, nada menos con los repliegues del hgado:34

Durante su primer consulado, cuando consultaba los augurios (augurium capienti), doce buitres surgieron ante l, como otrora ante Rmulo, y al ofrecer un sacricio, los hgados de todas las vctimas aparecieron replegados en s mismos hasta la ltima bra (omnium victimarum iocinera replicata intrinsecus abima bra paruerunt): ahora bien, los arspices fueron unnimes en ver en ello presagios de grandeza y de prosperidad84. Por supuesto, hemos de tener en cuenta diferencias y especicidades: all donde los etruscos troceaban las vsceras para su examen aislado en la mesa prevista al efecto, los romanos reunan ambos actos, el de la ofrenda benca (litatio) y el del examen (probatio) de las vsceras no desprendidas del animal abierto (adhaerentia exta)85. Mas, como apunta Robert Schilling, ambas prcticas acabaron a menudo confundindose86. Lo cierto es que la disciplina etrusca, as llamaban a la aruspicina, suscit en el mundo romano sospechas incesantes desde la misma autoridad que se le confera. En el ao 44 a. C., en un contexto de reflexiones sobre la religin (en su De natura deorum) y sobre el destino (en su De fato), Cicern escribi un tratado ntegramente dedicado a los presagios, el De divinatione. Su argumentacin dialctica perturbar a ms de un comentarista: deja constancia, toma posicin sobre todo contra la instrumentalizacin poltica de los arspices, pero tambin deja libre al lector de elegir las conclusiones87.74. Vanse A. Bouch-Leclercq, 1879-1882, IV, pp. 68-74 (reed., pp. 867-870). A. Grenier, 1946, pp. 293-298. A. Maggiani, 1982, pp. 53-88. L. B. van der Meer, 1986, pp. 5-15. Id., 1987, pp. 147-152. 75. Vanse L. B. van der Meer, 1987, pp. 141-144. G. Rocchi, 1993, p. 9 (que cuenta treinta y nueve divinidades). 76. Vase G. Moretti, 1995. 77. Vase G. Didi-Huberman, 2002, pp. 391-432. 78. Vase K. Reinhardt, 1926, pp. 52-53 y 105-106. 79. Vanse C. O. Thulin, 1906-1909, II. R. Bloch, 1984, pp. 49-60. 80. Vanse R. Pettazzoni, 1927, pp. 195-199. G. Furlani, 1928, pp. 243-285. J. Nougayrol, 1955, pp. 509-519. G. Dumzil, 1966, pp. 640-646. 81. Vase A. Boissier, 1900, p. 330. Id., 1901, p. 36. A. Ernout y A. Meillet, 1932, pp. 289-290. 82. Vase J. Bayet, 1937, pp. 44-63. R. Bloch, 1968, pp. 201-203. F.-H. Pairault-Massa, 1985, pp. 56-115. S. Montero Daz, 1991. D. Briquel, 1999, pp. 185-204. Id., 2000, pp. 177-196. M.-L. Haack, 2003. S. W. Rasmussen, 2003, pp. 117-148. 83. Vase R. B. Onians, op. cit. nota 56, p. 594. 84. Suetonio, Auguste, XCV, p. 142. 85. Vase G. Dumzil, 1966, pp. 635-636. 86. Vase R. Schilling, 1962, pp. 1371-1378. 87. Vanse F. Guillaumont, 1984, pp. 43-120. Id., 2006, pp. 325-354. S. W. Rasmussen, 2003, pp. 183-198. 88. Cicern, De la divination, I, 118, pp. 180-181.

Como Platn antes que l, Cicern critica la inconmensurabilidad de las escalas de magnitud la demasiado cercana y peculiar forma de un hgado de carnero, la demasiado lejana y general estructura de las realidades supraterrestres reunidas en el acto adivinatorio: Los estoicos dice para apuntalar su argumento no admiten que Dios se ocupe de cada sura del hgado (singulis iecorum ssis) o de cada canto de pjaro (no sera ni conveniente, ni digno de los dioses, ni de ninguna manera posible), pero piensan que, ya en el origen, el mundo fue conformado de manera que ciertos hechos vayan precedidos por ciertos signos (ut certis rebus certa signa praecurrerent), unos en las vsceras, otros en las aves, o bien en los relmpagos, los prodigios, los astros, las visiones onricas, las palabras pronunciadas durante el delirio88. Tal sera, una vez ms, la inquietud de la razn ante las imgenes hechas, no para ver solamente las cosas que se nos presentan, sino para entrever y prever cosas que an se nos ocultan. Sin duda habremos de acusar a la locura de toda imaginacin entregada a las correspondencias entre cosas o tiempos inconmensurables. Pero, por otro lado, habremos de admitir la posible verdad del sntoma, que sugiere un vnculo entre ciertas cosas (ut certis rebus) y ciertos signos (certa signa). De ah que Cicern adopte una postura doble ante la aruspicina que l contesta en el plano de la razn pura valga semejante vocabulario pero que se niega a excluir en el plano de la razn prctica: Comencemos por la aruspicina; a mi juicio, hay que practicarla por el bien de la Repblica y de la religin comn, pero estamos solos y podemos buscar la verdad sin estar mal vistos, sobre todo yo que dudo de la mayora de las cosas. Examinemos primero, por favor, las vsceras. A quin convencer que los signos presuntamente dados por las vsceras son conocidos por los arspices gracias a una larga observacin? Cmo de larga? Cunto tiempo35

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ha durado la observacin? Cmo se ha producido la confrontacin entre los arspices para determinar cul es la parte enemiga (pars inimica), la parte familiar (pars familiaris), qu lesin seala un peligro, cul otra una ventaja? [] Evidentemente unos interpretan las vsceras (exta interpretari) de una manera, otros de otra, y la doctrina no es igual para todos. Y si existe sin duda en las vsceras un poder capaz de anunciar el futuro, est necesariamente ligado a la naturaleza o formado de algn modo por voluntad de los dioses y por un poder divino. Qu puede tener en comn la tan vasta y esplndida naturaleza, que se prodiga en todas partes y en todos los movimientos del mundo, no osar decir con la hiel de un pollo (pues algunos arman que esas son las vsceras ms locuaces), sino con el hgado, el corazn o el pulmn de toro cebado para el sacricio: qu tienen de natural (quid habet naturale) para poder anunciar el futuro89 (quid futurum sit)? Un siglo despus, Plinio el Viejo renovara implcitamente esa ambivalencia epistemolgica. Al presentar la estructura general del mundo en el libro II de su Historia natural, no tarda en vituperar los avisos del rayo, las previsiones de los orculos, las predicciones de los arspices [] e incluso naderas como los estornudos o los traspis90, que desde luego no tienen punto de comparacin con la marcha del universo. Pero cuando se trata de describir, en el libro XI, las partes internas de los animales, mezcla sin recato las peculiaridades del hgado completamente fantasiosas algunas con los presagios que se les atribuan: A la derecha est el hgado. En l se encuentra la llamada cabeza de las entraas (caput extorum), parte expuesta a grandes variaciones. Fall en la vctima ofrecida por M. Marcellus poco antes de morir, el da que pereci en combate contra Anbal, y a la maana siguiente se encontr doble; fall tambin cuando C. Marius sacric a Utique; lo mismo ocurri con el emperador Gayo, en las calendas de enero, en la toma de posesin del consulado, el ao en que fue asesinado, y con su sucesor Claudio, el mes en que muri envenenado. Durante un sacricio ofrendado por el dios Augusto en Spoleto, el primer da de su poder, se hall en seis vctimas el hgado replegado en s mismo a partir del lbulo inferior, lo cual se interpret respondindole que duplicara su poder en el transcurso del ao. Tambin es mal presagio que la cabeza de las entraas est incisada, salvo en la inquietud y el temor donde ese hecho disipe los desvelos. Las liebres de los alrededores de Briletos, Tharne y de Chersones en la Propntida tienen dos hgados y, cosa extraa (mirumque), uno de ellos desaparece si se trasladan los animales a otra parte91.

transgura segn un nuevo sistema de cualidades concretas cuya interpretacin se organiza con el n de orientar los gestos humanos, las prcticas, las decisiones92. Jacques Vernant prolong esos anlisis en un estudio clsico sobre psicologa de la adivinacin, donde describe justamente la transformacin estructural que alcanza, en la tcnica de los arspices, la percepcin del rgano observado: En el momento de abrir el cuerpo de la vctima, invocar a las divinidades que presiden las diversas partes del organismo transmuta el cuerpo, sin cambiar su aspecto, en templo. Las influencias de las diversas divinidades se localizan en el lugar que les est reservado93. El arspice ve bien e incluso contempla con especial atencin el hgado animal colocado sobre su mesa de diseccin. Pero no slo lo ve y lo ve bien: lo ve de otro modo. La transmutacin que evoca Jacques Vernant concierne sobre todo a una modicacin decisiva en el estatuto de visibilidad del objeto contemplado: pasa de cosa visible en el sentido emprico de la palabra, a ser soporte para otras cosas que entrever o prever. Digo entrever, lo que no quiere decir ver menos bien sino, al contrario, ver desde el punto de vista de las relaciones ntimas y secretas de las cosas, las correspondencias y las analogas. Existe transformacin estructural porque, en el marco espacial y temporal muy preciso del templum, la cosa en cuanto unidad visible, da paso a un sistema de mltiples relaciones gurales donde todo cuanto es visto lo es slo mediante rodeos, relaciones, correspondencias y analogas. Aunque para ello es preciso modicar el propio espacio: el espacio de aparicin, de presentacin o de disposicin de las cosas que ver. Aunque para ello es preciso dotarse de una mesa para acoger esa transformacin de la mirada y del sentido, para recoger el haz de multiplicidades gurales que esperan ser vistas. En cuanto un espacio est orientado, limitado y dividido sin que esas operaciones respondan a necesidades o requisitos implicados por la situacin actual sensible, sino atenindose a un rito, adquiere por ello un valor simblico que lo hace apto para servir de campo de prcticas adivinatorias94. Se comienza por una secuencia de gestos precisos, concretos, tcnicos: el arte, valga decir, de poner o preparar la mesa [g. 10]. Y se acaba con la instalacin de un conocimiento nuevo cuyo perl epistemolgico esboza Vernant en conclusin: la adivinacin por consiguiente no se funda aqu en una confusin afectiva, sino en clasicaciones a la vez concretas y precisas, aunque no pueden superponerse a nuestras clasicaciones cientcas95. Jacques Vernant nos invita en ese texto a reconsiderar por completo la nocin de pensamiento mgico o pensamiento mtico, obnubilada como puede hallarse en las teoras unilaterales positivistas o neoevolucionistas sobre la confusin de las ideas, esa locura de la imaginacin que Platn y Cicern comenzaron a vituperar en nombre de la razn o de la naturaleza. Texto fundacional sobre esa cuestin en el cual Vernant encontr probablemente recursos para sus propias hiptesis es el artculo de mile Durkheim y Marcel Mauss publicado en 1903 sobre las formas primitivas de clasicacin. Aquello que en los ritos y los mitos nos lleva a hablar de pensamiento primitivo no responde en absoluto, escriben, a funcionamientos simples y elementales (como Freud acababa37

MESAS PARA RECOGER EL TROCEAMIENTO DEL MUNDO Pensamiento mgico, se dir. Aunque conviene entenderse sobre el alcance de tal expresin. Stefan Czarnowski, socilogo de las religiones que trabajaba en el crculo de mile Durkheim, Marcel Mauss y Henri Hubert, estudi con gran pertinencia la nocin de templum adivinatorio, desde el punto de vista del troceamiento de la extensin y de su limitacin en un marco preciso, donde todo se36

89. Ibd., II, 28-29, pp. 218-219. Vase F. Guillaumont, 1986, pp. 121-135. 90. Plinio el Viejo, Historia natural, libro II, V, 24, p. 15. Vase id., Historia Natural XXVIII, III, 10, p. 21. 91. Id., Historia natural, libro XI, LXXIII,189-190, pp. 88-89. 92. S. Czarnowski, 1923, pp. 339-359. 93. J. Vernant, 1948, p. 305. 94. Ibd., pp. 311-312. 95. Ibd., p. 311.

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de demostrar, dicho sea de paso, con los sueos y sntomas psquicos), sino que abarca operaciones mentales en realidad harto complejas96. Resulta, pues, sencillamente falso abordar el pensamiento mgico, la adivinacin por ejemplo, tan slo desde el punto de vista de la confusin o el contagio emptico opuesto a cualquier distincin conceptual. Ambos trabajan de comn acuerdo, que es como decir que en esa materia resulta inoperante oponer a toda costa la imaginacin a la razn. La imaginacin se halla en la encrucijada exacta de lo sensible y de lo inteligible (sabemos que Kant trat de construir su frmula a travs de ese arte escondido en las profundidades del alma humana, que l llamaba esquematismo trascendental)97. Ahora bien, las cosas sensibles y sus relaciones inteligibles operan juntas en toda clasicacin, en todo conocimiento o prctica tcnica, por primitivas que sean. Marcel Mauss arma que la propia participacin lo que Warburg a su vez considera a partir de la nocin esttica de Einfhlung ha de ser reconocida en sus virtudes estructurales y operatorias, lo cual se verica en el estudio preciso de las clasicaciones australianas, chinas, hopi o winnebago98. Todo ello guiado por una intuicin sociolgica y antropolgica fundamental: el elemento afectivo tanto como cognitivo de las clasicaciones primitivas, sus monstra tanto como sus astra, no seran nada ms que la reconduccin, a nivel de representaciones mentales y de categoras de inteligibilidad, de determinada organizacin de la sociedad99. Sin duda habr que completar ese punto de vista sociolgico con la nocin tcnica de cadena operatoria, introducida en antropologa por Andr Leroi-Gourhan. Por una parte, la operacin tcnica trocea el mundo, segn se observa muy pronto en la industria prehistrica de las lascas, donde las primeras formas distintas, como las denomina Leroi-Gourhan, se obtienen por desmontaje violento, percusivo una suerte de diseccin de las cosas, por decirlo as, de los cantos naturales [g. 11]; por otra parte, Leroi-Gourhan entiende la herramienta obtenida como una verdadera secrecin del cuerpo donde convergen los dos sentidos de la palabra griega organon100. Lstima que esta antropologa tcnica haya descuidado ahondar en aquello que hace de toda mesa un verdadero instrumental del mundo y del cuerpo, o sea, algo mucho ms complejo que un simple soporte101. En El gesto y la palabra, empero, se encuentra un captulo crucial sobre el nacimiento del grasmo, donde Leroi-Gourhan pasa de modo signicativo de los grabados rupestres prehistricos a los exvotos extremo-orientales, y luego a dos guraciones colocadas al lado una de otra, aunque procedan de contextos culturales muy diferentes [g. 12]. Vemos en ellas, a la izquierda, el dibujo de una estatuilla polinesia que representa el mito de la creacin de los dioses y los hombres sobre el cuerpo del gran dios del Ocano; a la derecha aparece reproducida una xilografa del Renacimiento con un Hombre zodiacal, al igual que Aby Warburg, en la lmina B de su atlas Mnemosyne, haba dispuesto varios avatares del mismo en un perodo que va del siglo XII al siglo XVIII [g. 2]. En ambos casos, el cuerpo antropomorfo est gurado como lugar de troceamiento y de multiplicidad a la vez: los enjambres de criaturas extraas que lo invaden semejan adherir3896. . Durkheim y M. Mauss, 1903, p. 13. 97. E. Kant, 1781-1787, pp. 150-156. 98. Vanse . Durkheim y M. Mauss, 1903, pp. 19-81. M. Mauss, 1907a, pp. 94-96. Id., 1907b, pp. 96-99. Id., 1913, pp. 100-103. Id., 1923, pp. 125-131. Id., 1925, pp. 103-105. 99. Vase . Durkheim y M. Mauss, 1903, pp. 82-89. 100. A. Leroi-Gourhan, 1964, pp. 130-133. Vanse id., 1943, pp. 47-64. 101. Vase id., 1945, pp. 183 y 283.

Fig. 10 Escena de sacricio en la Grecia antigua Segn C. Daremberg y E. Saglio (dir.), Dictionnaire des antiquits grecques et romaines, I, Pars, 1873, p. 349 Fig. 11 Tcnica prehistrica de lascas Segn A. Leroi-Gourhan, Le Geste et la parole, I. Technique et langage, Pars, Albin Michel, 1964, p. 131 [ed. cast. El gesto y la palabra. Caracas: Publicaciones de la Universidad Central de Venezuela, 1971] Fig. 12 Estatuilla polinesia (Tubuai, siglo XIX) y Hombre zodiacal (Francia, siglo XVI) Segn A. Leroi-Gourhan, Le Geste et la parole, I. Technique et langage, Pars, 1964, p. 277 [ed.cast. El gesto y la palabra, I, Tcnica y lenguaje, Caracas: Publicaciones de la Universidad Central de Venezuela, 1971]