Australia, Paraisos Lejanos

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Fotografias: John Simmons 1 Redaccion: Erika Gonzalez El continente de Oceanía, ese punto alejado del mapa y ubicado en el hemisferio austral del planeta, guarda miles de secretos y lugares dichosos que quedan a salvo de las masas y la explotación turística a gran escala. El hecho de hallarse tan alejado del resto del mundo hace que muchas de sus islas, playas y bosques guarden un encanto verdaderamente especial, capaz de embrujar a cualquiera. El subcontinente australiano es buena prue- ba de ello. Aquellos viajeros y turistas que se atrevan a alejarse de la media zona de lugares concretos marcados por antonomasia en los paquetes de viajes organiza- dos, o aprovechen su visita para alejarse unos días de Australia muchas veces asusta por su lejanía en el mapa, pero una vez de sortear los miles de kilómetros que nos alejan de ella, la gran isla nos compensará con paraísos que se ajustan a todo tipo de gustos y de presupuestos Australia Paraísos Lejanos las rutas y enclaves archiconocidos, no quedarán decepcionados con el descubrimiento de nuevos parajes y puntos geográficos que normalmente quedan fuera de los catálogos de las agencias de viaje del resto del mundo. Aprovechando el invierno austral y la temporada baja de la industria turística, nos de- cantamos por pasar una semana de ocio en alguna de las numerosas islas del estado de Queensland, Australia, donde el clima es tropical y se pu- ede disfrutar de esas temperaturas agradables y suaves, que ya han abandonado estados más me- ridionales como Nueva Gales del Sur o Victoria. Las agencias locales, en los meses que abarcan de junio a septiembre/octubre, ofertan descuentos y paquetes interesantes en una gran variedad de islas y destinos atractivos de todo el país. Tras barajar varias posibilidades, nos decantamos por

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Articulo de viajes sobre isla tropical ubicada en Queensland, Australia

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El continente de Oceanía, ese punto alejado del mapa y ubicado en el hemisferio austral del planeta, guarda miles de secretos y lugares dichosos que quedan a salvo de las masas y la explotación turística a gran escala. El hecho de hallarse tan alejado del resto del mundo hace que muchas de sus islas, playas y bosques guarden un encanto verdaderamente especial, capaz de embrujar a cualquiera. El subcontinente australiano es buena prue-ba de ello. Aquellos viajeros y turistas que se atrevan a alejarse de la media zona de lugares concretos marcados por antonomasia en los paquetes de viajes organiza-dos, o aprovechen su visita para alejarse unos días de

Australia muchas veces asusta por su lejanía en el mapa, pero una vez de sortear los miles de kilómetros que nos alejan de ella, la gran isla nos compensará con paraísos que se ajustan a todo tipo de gustos y de presupuestos

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las rutas y enclaves archiconocidos, no quedarán decepcionados con el descubrimiento de nuevos parajes y puntos geográficos que normalmente quedan fuera de los catálogos de las agencias de viaje del resto del mundo.

Aprovechando el invierno austral y la temporada baja de la industria turística, nos de-cantamos por pasar una semana de ocio en alguna de las numerosas islas del estado de Queensland, Australia, donde el clima es tropical y se pu-ede disfrutar de esas temperaturas agradables y suaves, que ya han abandonado estados más me-ridionales como Nueva Gales del Sur o Victoria. Las agencias locales, en los meses que abarcan de junio a septiembre/octubre, ofertan descuentos y paquetes interesantes en una gran variedad de islas y destinos atractivos de todo el país. Tras barajar varias posibilidades, nos decantamos por

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conocido como las Whitsundays. En ellas se puede encontrar una amplia gama de posibilidades que se ajustan a todos los bolsillos y a todos los gustos, y abarcan desde los viajes de aventura y los combina-dos para mochileros y gente joven, hasta las escapa-das románticas, y estancias en instalaciones súper lujosas de islas totalmente aisladas del mundanal ruido. Nuestra opción estaba ubicada en un enclave perfecto para pasar unos días rodeados de quietud y plena naturaleza. Nada que ver con esos veranos de mi infancia en las costas mediterráneas de España, en los que había que dejar la toalla en la playa antes de ir a desayunar para reservarse un minúsculo espacio en el entramado de toallas, bolsos de playa, hamacas, sillas, colchonetas de agua y mareas huma-nas sedientas de sol.

Brampton pertenece al grupo de las Islas Cumberland, dentro de las ya mencionadas Whit-sundays, y se sitúa en el extremo sur de las mismas. Se ubica a 32 km al noroeste de Mackay y se carac-teriza por su tranquilidad y entorno, ya que la isla en sí es un parque natural. El alojamiento lo gestiona una única empresa, con lo cual, la tranquilidad y la no masificación están más que garantizadas.

Para llegar a Brampton lo más fácil es volar a Mackay, que se halla a dos horas de vuelo de Syd-ney y a una de Brisbane. Desde Mackay, se puede llegar a la isla tanto en barco, como en avioneta. Nosotros abogamos por el barco, pero la mañana en

la que llegamos a Mackay, nuestro medio de trans-porte sufrió una avería y nos comunicaron que nos desplazarían en una avioneta particular a la isla, lo cual sonaba bastante bien y prometedor. Tras pasar la mañana deambulando por las calles de Mackay disfrutando de la amabilidad y frescura que carac-teriza a los lugareños, al mediodía pudimos presen-ciar un pequeño festival local donde abundaban los puestos de comida y bebida con delicias de los cinco continentes. Mackay, al igual que el resto del país, representa un crisol de culturas espectacular, donde se fusionan el color y el sabor de gentes procedentes de todas partes del globo.

Por la tarde nos dirigimos de nuevo al aeropuerto para tomar el vuelo que nos llevaría a Brampton. Las vistas desde las alturas eran sobrecogedoras, a pesar de que la isla no esté ubicada en el corazón de La Gran Barrera de Coral Australiana, ya que se sitúa más bien a los pies de la misma. La Barrera es uno de los mayores encantos naturales que tiene nuestro planeta, y el mero hecho de contemplarla es un de-leite para la vista y un regalo para todos los sentidos. Si se dispone de tiempo para visitar Cairns más al norte, o algún otro punto desde el cual se organicen excursiones en barco o avioneta para sobrevolarla, merece la pena que tal experiencia quede grabada en el cuaderno de viajes de cualquiera. Forma parte de una de las siete maravillas naturales del mundo, y este ecosistema acoge a más de 1.500 especies de peces, así como a más de 400 tipos diferentes de coral. Aglutina además a unas 600 islas continental-

Ation utet ad tat. Tionsequam nulla adionum esed tin estrud magna feugait veliqua mconum dolorting er si etum velit lut nostisi.Amet, quat. Com-my nis num essenis amet niat. Nulput

es y 350 cayos de coral. Todo ello la convierte en uno de los hábitat marinos más ricos de nuestro Planeta.

Desde Mackay el vuelo hasta Brampton tiene una duración aproximada de 15 minutos. Nada más llegar a la isla, Ali se encargó de brindarnos una cal-urosa y amabilísima acogida y nos explicó todos los detalles relacionados con la estancia en la isla.

Una vez instalados en nuestra habitación, y tras refrescarnos a base de una cerveza local para aliviar la calorina del atardecer, escuchamos la algarabía de jóvenes que se dirigían con sus bebi-das a la piscina elevada en una especie de pequeño promontorio sobre el mar, donde se estaban enton-ando para asistir al enlace de unos amigos. Durante nuestra estancia de seis días en la isla, tuvimos la oportunidad de presenciar dos bodas. Brampton se ha convertido en la meca de muchos novios, recién casados y parejas en busca de una escapada román-tica. A pesar de ello, el ambiente festivo que se creó no parecía intervenir en la tranquilidad del resto de los viajeros y visitantes.

Brampton ofrece posibilidades para todos los gustos, tanto para aquellos que deseen hacer múltiples actividades, como para los que simple-mente quieran disfrutar de la paz de un entorno casi virgen y genuino. Dentro de los servicios que ofrece el complejo, existe la posibilidad de apuntarse a nu-merosas actividades acuáticas y paseos guiados por la isla. Para los más activos también hay un gimnasio y varias pistas de tenis, así como un pequeño campo de golf. Los que prefieran llevar a cabo un plan me-nos ajetreado y quieran dejarse mimar o hacerse un regalo personal, no tienen más que dirigirse al Sea Spa, donde encontrarán un sinfín de tratamientos y masajes a base de productos y esencias naturales.

La isla consta de doce playas y se puede ac-ceder a siete de ellas a través de los circuitos marca-dos. Uno de los señalados circuitos conducen hasta la cima de Brampton, donde en el atardecer se pu-eden vislumbrar las vistas de este privilegiado recodo del mundo. Un día decidimos hacer a pie el circuito que da la vuelta a la isla y nos dejamos perder por las playas totalmente desiertas que encontramos por el camino. En una de ellas, en la misma orilla, avista-mos alrededor de una docena de pequeños tiburones nadando en círculos, a su vez que mostraban con majestuosidad al resto de los habitantes marinos su

liderazgo en el arrecife. El hecho de hallarnos cara a cara con la naturaleza, en un paraje desolado donde el único ruido lo constituían la algarabía de la variedad de aves que poblaban el lugar, así como las ramas de los árboles que bailaban al son de la leve brisa, hacía sentirnos seres dichosos en medio de tal esplendor natural.

Otro de los agradables recuerdos que guardamos de nuestra estancia en Brampton es la visita que realizamos a la vecina isla de Carlisle, la cual está como a 10 minutos en barco. Su flora y fauna son espectaculares. Además de un denso bosque de eucaliptos, existe en Carlisle un lugar, un pequeño tesoro que nos transportó a todos a un cuento de hadas. La visita al bosque de árboles de té (Melaleuca Alternifolia), fue como escapar a

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un mundo irreal de ensueño. Yo misma me sentí como la pequeña Ofelia, la protagonista del Laberinto del Fauno, perdida entre aquellos ár-boles ancestrales y las miles y miles de mariposas tigre azuladas que habitan el bosque encantado. Parece un lugar embrujado en el que prima la ley del más fuerte. La especie arbórea citada es capaz de asfixiar con sus ramas a los ejemplares más débiles para asegurar su propia superviven-cia. En los meses que van de mayo a julio las mariposas pueblan la isla, pero cuando las mis-mas abandonan el lugar, las tortugas reaparecen en escena. Es en el mes de marzo sobre todo, cuando un sinfín de tortuguitas se dirigen a las orillas de Carlisle para emigrar al Caribe. Sólo unas pocas de ellas lograrán culminar su viaje, ya que la mayoría no sobrevivirán a las duras condiciones de la migración, ni a los ataques de otras criaturas marinas, para las cuales represen-tan un suculento manjar. Merece la pena alejarse por una mañana de las actividades de Brampton, para explorar la enigmática Carlisle. Los turistas además cuentan con la compañía de un guía del mismo complejo de Brampton, que se asegura de explicar a todo detalle las características naturales de la isla y las de los animales que la pueblan.

Del mismo modo que la isla de Brampton ofrece actividades para todos los gustos y edades, su restaurante también permite complacer el gusto de todos los paladares. Destacan en la carta semanal el buffet a base de marisco, y la parrillada australiana compuesta por carnes locales entre las que predomi-nan la de canguro entre otras.

Tras pasar casi una semana inolvidable en un lugar tan maravilloso, nos costó volver a hacer nuestras maletas para regresar a Sydney. A veces puede resultar duro vivir en las antípodas por los miles de kilómetros que la distan de nuestros seres queridos, pero existen pequeños regalos con los que el país nos colma de vez en cuando, y que nos recuerdan por qué un día elegimos vivir en este lugar alejado del planeta.