Aventura en el Ártico, de Peter Freuchen

download Aventura en el Ártico, de Peter Freuchen

of 21

description

Primeros capítulos de esta obra maestra del famoso explorador danés.

Transcript of Aventura en el Ártico, de Peter Freuchen

  • AVENTURA EN EL RTICO

  • AVENTURAEN EL RTICO

    Mi vida en los hielos del norte

    por

    PETER FREUCHEN

    Leer y Viajar Clsico

  • PRIMERA PARTE

    (Peter Freuchen a los 19 aos. Primer viaje a Groenlandia.)

  • IHaba pasado todo el da arreglando los arneses y cuan-do ya no me quedaba nada que hacer pens que poda dar un paseo sin ms preocupacin que echar un pie delante del otro. El hambre voraz parece avivar los dems sentidos y, a la vez que mis movimientos eran casi automticos y estaba demasia-do cansado para sentarme y descansar, mi mente se mantena extraordinariamente alerta.

    Era la primera primavera que pasaba en Groenlandia, la de 1907. Gundahl, Jarner y yo habamos dejado la base de la expedicin danesa al noroeste de Groenlandia para familiari-zarnos con el paisaje y recoger cuantos ejemplares geolgicos pudiramos. Decidimos empujar los trineos, pues se conoce mejor el pas de este modo que no yendo sentado ocupndose de los perros y mirando hacia adelante.

    Nos tenan guardados vveres y petrleo en todo el camino, pero al llegar al primer depsito nos encontramos con que se nos haba adelantado un oso. Hasta las latas de conservas haban desaparecido: el animal las abri ve a saber cmo, lo lami todo y se comi despus su conteni-

  • Aventura en el rtico10

    do. Tambin debi de olisquear el depsito del petrleo y al darse cuenta de que no le serva para nada, lo hizo pedazos de un manotazo. No podramos encontrar nada, ni almizcle-ros, ni conejos, ni chochas. El oso que visit el lugar pocos das antes que nosotros no se molest en esperarnos para el banquete.

    Podamos volver a otro escondrijo en las islas Koldewey donde tenamos vveres su0cientes para varios das mien-tras estudibamos las formaciones geolgicas. Pero aunque hubiramos conseguido, dndonos mucha prisa, recorrer doble camino del que recorrimos antes, tardaramos tres das en llegar a aquellas islas. Emprendimos la marcha ya que no podamos hacer otra cosa.

    Avanzbamos lentamente. Era el quinto da que no comamos. Estbamos muy dbiles y al acampar aquella noche, cortamos unas astillas del trineo para hacer fuego con objeto de derretir hielo y tener agua para beber. Despus de colocar la tienda se nos quitaron las ganas de hablar. Era intil tratar de sobreponerse a la situacin, porque estbamos dema-siado preocupados para pensar en otra cosa y era tan grande nuestra desesperacin que hasta nos irritaba vernos las caras los unos a los otros.

    Aburrido y sin saber qu hacer, cog la escopeta y sal al campo. Vi huellas de conejos, de zorras y de chochas, pero ni un ser viviente en todo lo que alcanzaba la vista. Sub y baj por los montes: no quera volver a encontrarme con las caras tristes de mis dos compaeros.

    Al 0n vi un conejo. A menos de estar hambriento como estaba no habra podido descubrirlo. Era un animalito vivo y blanco que se mova entre las piedras. Poco familiarizado con

  • Peter Freuchen 11

    el hombre, apenas me hizo caso y me permiti acercarme a l. Luego se decidi a huir. Yo dispar, desapareciendo el animal en lo alto de la colina. Cuando llegu al lugar donde le vi por ltima vez el conejo estaba muerto a pocos pasos.

    Experiment la sensacin misma que el nufrago que se salva despus de haber perdido toda esperanza. Cog el cone-jo muerto y lo sopes. En el Norte los conejos suelen pesar tres kilos y medio. Comprend lo que aquello signi0caba para nosotros: un buen guisado para los tres y una oportunidad nica despus del tiempo que llevbamos sin comer, que nos pareca una eternidad.

    Despus de la excitacin, me sent tan dbil que tuve que sentarme en una piedra a descansar. Pens en comerme el conejo. Me lo comera enseguida o esperara al da siguiente? Quizs lo mejor fuera comerlo sin ms dilacin y salir luego para el campamento. Era posible que encontrara ms en el camino. Mientras descansaba trac varios planes distintos, todos fundados en el hecho de que tena un conejo, cuando una hora antes no saba cundo podra comer un bocado.

    Por 0n me levant y tom la direccin del campamento. Llevaba el conejo colgado del hombro y me pesaba bastante; no poda avanzar muy deprisa. Entonces pens:

    Si le abro el vientre y le saco los intestinos, seguramen-te pesar menos.

    Pero en mi subconsciente mi idea era comerme crudos el hgado y el corazn, sin compartirlos con los compaeros que continuaran hambrientos en la tienda. Me avergonc enseguida de mi traicin y ech a correr. Pero pronto tuve que detenerme a descansar y volvi la tentacin con ms fuerza todava.

  • Aventura en el rtico12

    Puesto que yo haba matado el conejo y anduve mucho para alcanzarlo, no tena derecho a la mitad por lo menos? Si me lo coma, estara ms fuerte y podra trabajar ms. Pero si empezaba a comer sera difcil que no acabara por devorarlo todo. Y si me lo coma entero? No tena necesidad de decir-les a Gundahl y a Jarner que haba matado un conejo.

    Mientras estuviese sentado no podra resistir la tenta-cin. Me puse en pie de un salto.

    Recuerdo las voces que hablaban dentro de m. Con tres kilos y medio de carne colgados del hombro volvan a m duplicadas todas las torturas del hambre. Empec a cantar para distraerme y desechar los malos pensamientos que surgan del estmago vaco. Medio canturreando, medio llorando, luchando con la tentacin de burlar a mis compa-eros que esperaban en la tienda, segu andando sin apenas poder echar un pie tras otro. Cuando extenuado me dejaba caer en el suelo, slo poda pensar en mi estmago.

    Me deca que podra, por lo menos, comerme las patas del conejo royendo bien los huesos. Y seguramente nadie querra las orejas y por lo tanto podra comrmelas. Final-mente decid comrmelo todo, confesndome luego que no era hombre a propsito para explorar en el rtico. Despus me sent ms calmado y me dije:

    No, esperar a llegar a la otra colina.Pero cuando llegu arriba, no s qu me impuls a deci-

    dir que no era lugar a propsito para comer; seguira ms adelante.

    Y as, engaando al estmago una y otra vez, alcanc una altura desde la que se vea nuestra tienda en el valle como un puntito blanco que se destacaba en el fondo de las rocas.

  • Peter Freuchen 13

    Sent algo as como si me hubieran rescatado, pero estaba ms avergonzado de lo que nunca lo estuve en mi vida. Tengo la seguridad de que si en aquel momento no veo la tienda, nada hubiera evitado que traicionara a mis amigos egostamente.

    Y despus de aquello jams habra podido sentirme orgulloso de m mismo.

    Me pareci que llegaba a un puerto seguro despus de luchar denodadamente con las aguas de un mar bravo. Jarner y Gundahl me vieron acercarme y me saludaron con gritos dbiles, pero de satisfaccin. Yo estaba a punto de llorar. Entr en la tienda cansado y agotado y cada vez que les oa alabar la calidad de la carne y lo sabroso de las tajadas del conejo y decirme: Toma el mejor bocado puesto que has sido t el que has cazado el conejo, me pareca un sarcasmo. Me fue imposible comer con la misma satisfaccin que ellos experimentaban.

    En el rtico todo lo que se hace hay que hacerlo con lucha, con lucha continua por la existencia. Y gran parte del xito depende del individuo. Si da menos de lo que debe, est perdido y su fracaso puede ser fatal para los que van con l y para l mismo tambin.

    Haba odo decir que los exploradores del rtico son seres inferiores que estaran perdidos en el mundo civilizado. Quizs sea verdad, en algunos casos, pero lo ms frecuente es que en ellos se desarrolle el carcter y una fuerza de voluntad frrea. Yo he observado una gran valenta entre los explorado-res y todava ms en los nativos; un valor sereno que rara vez se encuentra entre gentes civilizadas. Y s por experiencia que nadie debe ir al rtico sin estar muy seguro de s mismo. Yo tuve la suerte de ver nuestra tienda a tiempo.

  • Aventura en el rtico14

    En el primer viaje que hice al rtico no estaba muy seguro de m mismo. No tena ningn propsito determina-do. No me llev el deseo de contribuir al conocimiento de la super0cie de la tierra. Pensndolo bien, estoy convencido de que no era sino un joven inquieto, cansado de la existencia rutinaria, y fascinado por los relatos de aventuras y herosmos en el rtico. Ignoraba en absoluto lo que se me exigira. Eso lo supe despus.

    De nio siempre me atrajo el mar, donde pas gran parte de mi primera juventud, por ser la ciudad en que nac una ciudad de marineros. Tuve el primer barco a los ocho aos y si mis maestros se hubieran molestado en buscar a los chicos que hacan novillos, siempre me habran encontrado en l.

    La historia natural me fascinaba aunque su estudio tena poco porvenir. Es un estudio reservado a los muy a0cionados y a los jvenes de buena posicin, y yo saba que me sera di0-cilsimo dedicarme a ello. Pero mis a0ciones eran tan variadas por no decir tan poco 0jas que me rebelaba a someterme a una profesin lucrativa y hasta que se acerc la madurez no eleg ninguna.

    Por 0n ingres en la Escuela de Medicina de la Universi-dad de Copenhague, llegando a ser un alumno bastante acep-table. Mi trabajo en los hospitales era satisfactorio y todos los profesores me queran. Estudi mucho, y mis manos, llenas de callos, se suavizaron y se blanquearon. Aprovech las invi-taciones que me hacan aprendiendo a bailar y convirtindo-me, por lo menos en apariencia, en un muchacho agradable y respetado, pues cualquier padre no tena inconveniente algu-no en con0ar su hija a Peter Freuchen.

  • Creo que yo estaba tan contento con mi suerte como suelen estarlo todos los muchachos, pero de cuando en cuan-do me vesta con la ropa ms vieja y, pasando por callejuelas retiradas, me iba al puerto a hablar con mis antiguos amigos.

    Un da, que estaba yo trabajando en el hospital, ocurri un accidente en el muelle y llevaron all a la vctima. Haban credo que estaba muerto, pero luego descubrieron que respi-raba. El pobre hombre tena el crneo fracturado y no se le reconoca apenas, tambin padeca fractura en la cintura y rotura de todos los ligamentos. Pero a pesar de ello todava le lata el corazn.

    Todos los mdicos aseguraron que se morira, que era imposible que viviera. Lo dijeron en el momento de reco-nocerle y luego durante varios meses. Pero no se cumplie-ron sus pronsticos y seis meses ms tarde estaba en vas de recuperacin.

    Todo el mundo dijo que era un milagro de la medici-na y la ciruga modernas: un ser humano surgido de un saco de huesos y carne y de un poco de sangre. Cirujanos ilustres acudieron a Copenhague desde todo el continente para verle, discutiendo el caso, examinndolo detenidamente y sacando fotografas. Por ltimo, los doctores se resignaron a reconocer que podra volver al mundo. Todos le vimos salir del hospital, andar con paso inseguro hasta la esquina y decidirse a cruzar la calle. Y todos vimos, consternados, que un automvil uno de los primeros que hubo en Copenhague lo derrib y lo mat.

    Aquello me hizo estallar en una furia impotente. Cre que no tena temperamento de mdico y abandon la facul-tad inmediatamente.

  • Aventura en el rtico16

    En aquella poca haba empezado una campaa para hacer mapas de la parte oriental de Groenlandia, todava sin explorar. Se organiz en Dinamarca una expedicin que costeaban el Estado y fundaciones particulares, dirigida por Mylius-Erichsen.

    Yo deseaba alejarme de los hospitales y de las ironas e irritaciones de la vida de Copenhague y decid presentar-me a las autoridades para ver si me aceptaban como miem-bro de la expedicin. Al principio rechazaron mis servicios, pero yo insist con Mylius-Erichsen hasta que me prometi un puesto.

    II

    Di0cultades de ltima hora retrasaron la salida de la expedicin y durante el perodo de espera me enviaron a m a la Groenlandia del Sur a preparar las provisiones y comprar perros.

    Desembarqu en Sukkertoppen, la colonia ms gran-de de la Groenlandia meridional. Me desilusion mucho la ciudad. Slo vi antiguas casas danesas completamente fami-liares. Ms tarde descubr que las viviendas indgenas, chozas de turba y hierba, imposibles de ver de primera intencin, estaban metidas en agujeros y cubiertas por la nieve. Resul-taba un espectculo verdaderamente extrao ver a las gentes que salan de la tierra como hormigas humanas.

  • Peter Freuchen 17

    Me dijeron que un nativo que viva a algunas horas de distancia en barco, tena perros para vender y tom un gua mestizo de esquimal1 para que me condujera a su casa. Fuimos en un barco de cuero. En la Groenlandia meridional el mar est accesible todo el ao y en aquella poca todo el mundo utilizaba esta clase de embarcaciones que llaman en el pas barcos de mujeres, porque son mujeres las que reman en ellos. Para un hombre sera un deshonor ir en un barco de esta clase no siendo de pasajero o de patrn.

    Viajar en estos barcos es una delicia. Flotan como gran-des gaviotas movindose sin que entre en ellos ms agua que la que salpica de las crestas de las olas. Y aun esto podra hundir-los si no fuera por el ardid de que se valen los esquimales: cada barco de estos va rodeado de los cazadores en sus kayaks. Estos kayaks son destructores ligeros y el barco el transporte pesado. Los hombres van en ellos sin preocuparse, lanzando 3echas a los pjaros y en ocasiones tratando de arponear a una

    1 En 1977 se celebr en Barrow (Alaska), la primera Inuit Circumpolar Conference o Council (ICC) que reuna a los repre-sentantes de distintos grupos inuit de Alaska, Canad y Groenlan-dia. En ella se decidi que deba usarse la palabra inuit, plural de inuk, para designar a cualquier grupo esquimal, con indepen-dencia del nombre que se diera a s mismo localmente o en su lugar de origen. El trmino esquimal quedaba as obsoleto oficialmente y era sustituido por el nombre correcto de inuit que significa perso-nas o seres humanos.

    No obstante, hemos optado en esta edicin por dejar el trmino utilizado originalmente en la obra.

    Se pueden consultar ms detalles sobre estos trminos en el prlo-go de Francesc Bailn a la obra de Rasmussen De la Groenlandia al Pacfico, dos aos de intimidad con tribus esquimales desconoci-das, que est disponible en www.interfolio.es

  • Aventura en el rtico18

    ballena. En alta mar los kayaks se despliegan a barlovento del barco y reciben las salpicaduras de las olas. Los tripulantes llevan impermeables que los cubren totalmente y se ren del agua.

    Cuando hay tormenta, el tripulante del kayak puede darle la vuelta a la embarcacin con objeto de protegerse del castigo de las olas. Si el que lleva el kayak contina sentado y le cae encima el oleaje podra romperle la espalda. Por eso debe agacharse y dejar que la fuerza de las olas se estrelle contra la quilla del barco.

    Cuando fui a comprar los perros me sent en la popa de la embarcacin observando con gran satisfaccin la tcti-ca del barquero. Pero como no tena costumbre de perma-necer inactivo mientras trabajaban las mujeres, insist en que me permitieran remar, lo que hice con gran diversin para los hombres y las mujeres. Al poco tiempo de seguir el ritmo que llevaban estas ya no poda ms y no les cost gran esfuerzo hacer que entregara el remo a la joven que me estaba entrenando.

    El vigor y la fuerza de estas muchachas es asombroso. Reman durante todo el da sin dejar de cantar, casi siempre canciones alusivas al trabajo del momento, siguiendo una tonadilla familiar danesa. Se ren, cuentan cuentos y se burlan del pasajero que no entiende lo que dicen.

    La mayora de las que iban en mi barco eran viejas. Cuan-do nos detenamos a descansar siempre se acercaba algn marinero joven, de unos quince aos, para saludar a su madre que era una de las remeras. Esta se inclinaba sobre la borda, se levantaba la chaqueta o la blusa y le daba de mamar al chico como si fuera un beb de un ao o menos. Ms tarde me ente-

  • Peter Freuchen 19

    r de que era costumbre entre los indgenas que el ms joven de los chicos mamara durante muchos aos y conoc a un muchacho al que dio el pecho su madre hasta que se cas. Las mujeres esquimales tienen a orgullo y consideran una seal de juventud, el poder amamantar a un hijo aunque sea ya adoles-cente. Cuando deja de hacerlo ya es vieja.

    Pasamos en la barca por 0ordos y dimos la vuelta a altos promontorios de rocas. No hay nada ms impresionante que un 0ordo de Groenlandia en verano. Est rodeado por montes cubiertos de nieve en la cresta y el aire es difano como cristal y tranquilo como la muerte. Las cumbres empinadas se re3e-jan en el espejo de las aguas y los majestuosos tmpanos que 3otan en la super0cie brillan con colores maravillosos. Resue-nan alegres las voces de los nativos y todo da sensacin de vida.

    Empleamos en la excursin trece horas, por lo que supo-na yo que las remeras estaran cansadsimas. Pero cuando se enteraron de que iba a haber baile aquella noche en casa del capataz de los obreros, lanzaron exclamaciones de alegra. Una noche de baile despus de un da de remar sin cesar era un verdadero descanso para ellas!

    Una de las muchachas en que me 0j durante el viaje, que se llamaba Arnarak, era muy guapa. Dijo que tena un vestido especial para el baile y yo la acompa a casa de su padre a vestirse. El padre era cazador y me recibi con gran cordialidad.

    La joven se visti viendo enseguida que tena que peinar-se de nuevo. Se solt el pelo, verdaderamente bello, produ-cindome una impresin extraa ver que le llegaba al suelo. El sol que entraba por la ventana le daba los re3ejos del ala de un

  • Aventura en el rtico20

    cuervo. Mi corazn de marinero salt de alegra y pens que sentira un gran orgullo llevndola como pareja al baile.

    Todo habra marchado como sobre ruedas si la mucha-cha no hubiese sentido el deseo de impresionar a un blanco. Para demostrarme lo extraordinariamente limpia que era, sac de debajo de un anaquel un gran cubo de orina humana que usaban para curtir las pieles y para lavar. Con mucho cuidado meti el pelo en el cubo y se lo lav, logrando con aquel gesto enfriar mi amor y que bajara mi admiracin como la marea en el Canal de la Mancha.

    Al llegar al taller estaba desilusionado. Volv a entu-siasmarme luego porque Arnarak se haba arreglado el pelo hacindose una especie de moo complicado que se mova mientras bailaba. Por fortuna yo era alto y ella bajita. Como el techo del taller era tambin bajo, yo tuve que inclinarme hacia ella al bailar, no pudiendo por menos que recordar la escena que habra dado cualquier cosa por olvidar.

    Pero tenamos que bailar (contradanzas que los nati-vos aprendieron de los daneses) y lo hicimos a los sones de un acorden que tocaba un esquimal. Solamente saba tocar algunas tonadillas que oy a los marineros daneses que visita-ban Groenlandia, pero sacaba tanto partido del ronco instru-mento que compensaba lo limitado del repertorio. Otro nativo les daba a las danzas su nombre en esquimal, lo cual me desconcert bastante apartndome de los dems. Consegu, mirando a todas partes, descubrir un tragaluz en el techo que abra haca el tico. Lo levant y por 0n pude bailar el resto de la noche completamente derecho con todos los dems bailarines dando vueltas en torno mo. Claro que mi radio de accin era limitadsimo y el olor de las pieles sin curtir que

  • Peter Freuchen 21

    haba en el tico, mezclado con el de las trenzas de mi pareja, me produca cierto malestar, pero al 0n logr divertirme tanto como los dems muchachos.

    Qu bellos das aquellos de Groenlandia!

    III

    De vuelta en Dinamarca esperaba que la expedicin estara ya en condiciones de salir para el rtico, pero todo se hallaba todava sin terminar. La tripulacin tropez con di0cultades insuperables para almacenar los vveres, el barco necesitaba reparaciones indispensables, y constantemente nos detenan visitas que deseaban ver el barco, los perros, los instrumentos y a los valientes que se disponan a arriesgar sus vidas por la ciencia.

    Los centenares de curiosos hacan poco menos que imposible nuestra partida. De ordinario cuando un barco sale del puerto, nadie se 0ja en l. Pero si una determinada embar-cacin parte hacia un rumbo desconocido y con peligro de muerte para alguno o para todos los que van en l, la multitud lo rodea como las moscas a la carroa.

    La expedicin era la ms numerosa que haba salido nunca desde Dinamarca hacia el rtico y nuestra partida fue anunciada con una gran publicidad que atrajo al muelle al prncipe de Dinamarca (ms tarde el Rey) y a un prncipe alemn.