Avila, Guedea, Ibarra, Eds Diccionario Independencia 2015

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DICCIONARIO DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO

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Diccionario sobre el periodo de la Independencia mexicana.

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  • DICCIONARIO DE LA INDEPENDENCIA DE MXICO

  • DICCIONARIO DE LA

    INDEPENDENCIA DE MXICO

    Alfredo vila Virginia Guedea

    Ana Carolina IbarraCoordinadores

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICOComisin Universitaria para los Festejos del Bicentenario

    de la Independencia y del Centenario de la Revolucin Mexicana

  • Primera edicin: diciembre de 2010

    DR Universidad Nacional Autnoma de MxicoAvenida Universidad 3000 Universidad Nacional Autnoma de Mxico, C.U. Coyoacn, C.P. 04510, D.F.

    Comisin Universitaria para los Festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolucin Mexicana

    ISBN 978-607-02-2045-6

    Queda prohibida la reproduccin total o parcial por cualquier medio sin la autorizacin escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Impreso y hecho en Mxico

  • 5CONTENIDO

    PresentacinAlicia Mayer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

    IntroduccinAlfredo vila, Virginia Guedea y Ana Carolina Ibarra . . . . . . . . . . . . . . . . 9

    Personajes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13La guerra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161Conceptos y cultura poltica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215Instituciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309Sociedad, economa y cultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 359Los historiadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 403

    Cronologa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 457

    ndice onomstico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 533ndice toponmico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 549ndice de artculos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 561Autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 565

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  • 6

  • 7PRESENTACIN

    La Universidad Nacional Autnoma de Mxico (unam), a travs de la Comi-sin Universitaria para los Festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolucin Mexicana, decidi conmemorar estas fechas con un amplio programa de actividades y publicaciones. Entre estas ltimas destacan dos diccionarios, el de la Independencia de Mxico y el de la Revolucin mexicana, que buscan ofrecer a un amplio pblico conocimientos indispensa-bles para comprender estas efemrides de profundo significado simblico para los mexicanos.

    La obra que el lector tiene en sus manos se ha propuesto ofrecer una selec-cin de temas y reflexiones en torno a estos acontecimientos fundacionales de la historia de la nacin. A travs de sus pginas, es posible advertir cules fueron las propuestas de estos dos grandes momentos histricos y cuestionarse sobre su alcance y vigencia. Escrita desde el presente, est hecha en la conciencia de que cada poca interroga de manera distinta al pasado. La actualizacin y renovacin de nuestra historia se confirma al revisar la labor de historiadores y profesionales de las ciencias sociales que han contribuido a hacerla posible. Ms de 200 autores, acadmicos de la unam y de otras instituciones del pas y del extranjero, resumen cada uno de ellos, en muy pocas pginas, los temas de su especialidad. La obra se debe a ellos y revela indudablemente la vitali-dad de una comunidad de historiadores mexicanos y mexicanistas capaz de profundizar y de poner al alcance de un vasto pblico los conocimientos ms especializados.

    A nombre de la unam y de la Co misin Universitaria para los Festejos, que me honro en presidir, quiero agradecer profundamente la generosa colabora-cin de los autores que aportaron sus ensayos para estos diccionarios. De igual modo, hago patente mi gratitud a los coordinadores de la obra: Alfredo vila, Virginia Guedea, Ana Carolina Ibarra, Javier Torres Pars y Gloria Villegas Mo-reno, as como a quienes realizaron tareas editoriales con enorme dedicacin.

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  • 8Gracias a todos ellos fue posible organizar y llevar a su conclusin este amplio proyecto colectivo.

    Expreso finalmente mi sincero deseo de que el lector encuentre en esta obra una lectura interesante y un instrumento til para reencontrarse con la extraor-dinaria riqueza de nuestra historia.

    Alicia MayerCoordinadora de la Comisin Universitaria

    para los Festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolucin Mexicana

  • 9INTRODUCCIN

    La obra que presentamos no es una enciclopedia, ni un diccionario en el senti-do ms frecuente del trmino. Difcilmente las 102 entradas que la conforman podran aspirar a abarcar tantos actores, tantos acontecimientos y tantas nove-dades como las que involucr el rico y complejo proceso de Independencia. Su inspiracin es selectiva necesariamente, retoma algunas cuestiones esenciales pero le interesa privilegiar aquello que la historiografa de los ltimos aos ha aportado al conocimiento sobre el tema. Se trata de un repertorio de palabras clave, de un muestrario de nombres y conceptos que nos permiten dar sentido a este acontecimiento fundacional de nuestra historia. El Diccionario de la Inde-pendencia de Mxico recoge aquello que, nos parece, da cuenta del avance de los trabajos recientes.

    Nuestro objetivo es dirigirnos a un pblico amplio, interesado en cono-cer los puntos de vista ms recientes sobre los grandes temas del proceso de Indepen dencia de Mxico. El lector no encontrar en su interior la abundan-cia de notas a pie de pgina ni los debates historiogrficos tan necesarios para el de sarrollo de la disciplina historiogrfica, pero que suelen ahuyentar a quien slo se interesa en conocer y comprender parte de su propia historia. El diseo en forma de diccionario permite que las consultas sobre temas especficos sean giles, que el lector encuentre con rapidez respuesta a las preguntas que tenga sobre alguno de los muchos aspectos de la emancipacin mexicana y cuente con referencias bibliogrficas por si le interesa abundar en su estudio. De igual manera, encontrar algunos artculos sobre personajes y procesos en los que nunca hubiera pensado. As el Diccionario de la Independencia de Mxico puede generar curiosidad para seguir ahondando. Creemos que esto puede ser muy til, en especial para los estudiantes de nuestro pas.

    Un trabajo de esta naturaleza no podra concebirse sino como una labor colec tiva, puesto que, por distintos caminos, en los ltimos quince aos la his-toriografa sobre la Independencia de Mxico ha ampliado sus horizontes,

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    planteado nuevos problemas y aprovechado enfoques distintos a los que tradi-cionalmente haban servido para explicarla. Las entradas que componen este diccionario han sido redactadas por 55 autores imprescindibles para el estudio de la Independencia, quienes nos ofrecen, en una brevsima sntesis, una por-cin del amplio trabajo que han realizado en torno a los procesos que llevaron a que la Nueva Espaa dejara de ser colonia, una parte de la Monarqua espaola, y se convirtiera en una nacin independiente. En consecuencia, el conjunto de los artculos constituye una sntesis muy apretada que ofrece una mirada plural, diversa y necesariamente compleja.

    El Diccionario de la Independencia de Mxico est integrado por seis secciones: Personajes, La guerra, Conceptos y cultura poltica, Instituciones, Sociedad, cul-tura y economa y Los historiadores. Cada una de estas secciones est compuesta por varios artculos, en cada uno de los cuales se ofrece al final una breve orienta-cin bibliogrfica para que el lector pueda profundizar en el tema tratado. Com-pleta la obra una cronologa que permite organizar temporalmente el conjunto de los contenidos. Los ndices onomstico y toponmico facilitan la localizacin de personajes y lugares.

    Personajes

    La lista de personajes comprende a los principales caudillos y a algunos lderes representativos de la insurgencia, pero la seleccin se ha ampliado con otras fi-guras de la historia que fueron tambin determinantes: pensadores, polticos y representantes en foros y congresos, sin cuya presencia la comprensin de los procesos de la poca sera limitada. Cmo no referirnos a los autonomistas de 1808? A la actuacin de figuras como Guridi y Alcocer o Ramos Arizpe en las Cortes de Cdiz? Por extrao que parezca a una mirada tradicional, aparecen tambin los virreyes y los defensores del rgimen: jefes militares, adems de obispos, cannigos y otros intelectuales que argumentaron en fa-vor de la unin con la metrpoli. Como toda seleccin, la nuestra puede ser vista como incompleta, pero conviene sealar que ste no es un diccionario de insurgentes, como el elaborado hace dcadas por Jos Mara Miquel i Ver-gs, ni uno biogrfico. Nuestra intencin es dar cuenta de algunos de los per-sonajes que tuvieron una participacin relevante en la emancipacin, sea cual fuere su posicin frente a ste. Se trata de mostrar la participacin de actores fundamentales del proceso, independientemente de la causa que abrazaron. En estas biografas lo que interesa no es narrar los pormenores de sus vidas (que desde luego no estn de ms), sino destacar la peculiaridad y riqueza de

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    algunos de los individuos que participaron y valorar su aporte al desarrollo de los acontecimientos.

    La guerra

    La guerra atraviesa el proceso novohispano. De all que sea necesario recons-truirla a travs de sus grandes hitos y pasajes: desde el Grito de Dolores hasta la conformacin del plan trigarante, las campaas de Hidalgo, Morelos y Mina, adems de estudiar el papel de la contrainsurgencia. Pero tambin interesa mos-trar lo que sucedi en aquellos lugares que no fueron propiamente insurgentes, en los que el movimiento dur poco y fue derrotado o, simplemente, en los que los historiadores no han puesto sus afanes para comprender los complejos pro-cesos que significaron la desarticulacin, militarizacin y final cada del gobier-no espaol. Se trata de otros escenarios en los que la crisis y la confrontacin toma ron rumbos polticos distintos, en donde la accin se encauz en un senti-do diferente al de las principales campaas, pero que se vieron afectados por los sucesos de la revolucin.

    Conceptos y cultura poltica

    Siendo un periodo que dio lugar a la creacin y difusin de un nuevo lenguaje y una nueva cultura poltica, nos pareci indispensable subrayar su importancia en uno de los grandes apartados del libro. Una seleccin no necesariamente exhaustiva de conceptos y nociones, de prcticas polticas diversas, algunas de las cuales an rigen nuestra vida poltica, como soberana, constitucin, repbli-ca, opinin pblica; otras, en cambio, que fueron clave en las circunstancias de la poca (como las juntas representativas o las polticas clandestinas) y cuya im-portancia no haba sido subrayada o comprendida suficientemente. Cabe aadir que algunos de los conceptos y nociones tratados en este apartado de la obra tienen una relacin directa con la creacin de instituciones.

    Instituciones

    Presentamos algunas muy asociadas con el antiguo orden y que sufrieron im-portantes cambios y mutaciones a raz de la guerra y la revolucin: la Audien-cia, la Iglesia, la Inquisicin; otras que, por el contrario, fueron responsables de

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    transformaciones revolucionarias: las Cortes, las diputaciones provinciales. El conjunto incluye instituciones perdurables, como el ejrcito o la Iglesia, junto con otras que tuvieron una vida breve pero con consecuencias de muy largo plazo, como las diputaciones provinciales. En todos los casos, es posible advertir el impacto que los acontecimientos tuvieron sobre las instituciones y la capa-cidad que algunas de ellas mostraron para renovarse y ponerse a tono con las nuevas circunstancias.

    Sociedad, economa y cultura

    Nos pareci imprescindible brindar a los lectores un marco general que ofre-ciera el adecuado contexto material en el que se produjeron estas transfor-maciones. La demografa, la agricultura, el comercio o la industria; la produc-cin literaria o plstica explican y expresan permanencias y transformaciones de la poca, en el caso especfico de la Nueva Espaa.

    Los historiadores

    Finalmente, interesa dar cuenta del proceso intelectual que nos ha permitido conocer cada vez con mayor profundidad el proceso de la Independencia. Las quince entradas de esta seccin resumen las que consideramos las principales aportaciones de un largo pasaje intelectual cuya riqueza no puede comprender-se sino situando enfoques e interpretaciones que provienen de distintas pocas, distintas posturas polticas y mltiples escuelas. Los nombres consignados no interesan tanto en relacin al dato biogrfico, sino en la medida en que ofrecen, desde su muy particular ngulo de visin, los elementos para ir reconstruyendo, cada vez con mayor certeza, este momento determinante de nuestra historia.

    Alfredo vila Virginia Guedea

    Ana Carolina Ibarra

  • +PERSONAJES +

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  • +ABAD Y QUEIPO, MANUEL +

    Abad y Queipo haba nacido el 26 de agos-to de 1751 en el pueblo de Villarpedre, en el obispado de Oviedo. Fue hijo natural de Jos Abad y Queipo y Josefa de la Torre. Luego de estudiar Derecho Cannico en la Universidad de Salamanca y de obtener el grado de Ba-chiller en Cnones, en 1776 pas a la ciudad de Guatemala como familiar del arzobispo Cayetano Francos y Monroy, quien lo orde-n sacerdote en esa misma ciudad y en 1779 lo nombr promotor fiscal diocesano. Por ese tiempo comenz a fungir, adems, como abo-gado de la Audiencia de Guatemala.

    En 1784 se incorpor a la familia de fray Antonio de San Miguel, obispo de Comaya-gua y obispo recin electo de Michoacn, a quien acompa a esta dicesis, en la que pa-sara gran parte de su vida. Antes de su arribo a Va lladolid de Michoacn, fray Antonio de San Miguel lo nombr juez de testamentos, cape-llanas y obras pas, cargo que Abad y Queipo desempe durante ms de veinte aos con gran tino y que aprovech para establecer re-lacin y amistad con gran parte de las elites de la dicesis y con muchos de los miembros del cabildo catedral de Valladolid de Michoacn, ganndose su confianza y respeto.

    Desde los primeros aos de su estancia en la capital michoacana logr el aprecio de mu-cha gente del pueblo al lograr conciliar una enorme cantidad de dificultades, contribuir para sufragar los costos de varias obras pbli-

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    La personalidad y la obra de Manuel Abad y Queipo fueron multifacticas. Por una parte, fue uno de los miembros ms avanzados de la ilustracin catlica, sugiri reformas econ-micas y sociales profundas y de corte liberal con las cuales buscaba mejorar las condicio-nes de vida de todos los novohispanos, y re-comend a la Corona tomar diversas medidas fiscales que no afectaran a los habitantes de la Nueva Espaa. Por otra parte, durante los dos aos que antecedieron el inicio de la guerra insurgente, y durante los cinco primeros aos de sta, recomend la modernizacin del ejr-cito. Finalmente, los ltimos cuarenta aos de su vida se revel tambin como un destacado canonista y telogo.

    Para muchos historiadores, Manuel Abad y Queipo fue tambin un personaje enorme-mente contradictorio, pues luego de ser ami-go del principal caudillo de la insurgencia, Miguel Hidalgo, lo excomulg y despreci cuando supo que haba dado el Grito de Do-lores. Adems, aunque simpatizaba con me-didas reformistas y liberales de cierto carcter radical, fue uno de los ms decididos oposi-tores a la independencia de la Nueva Espaa, proponindoles a las autoridades virreinales diversas medidas para sofocar el movimien-to insur gente y emitiendo varios edictos di-rigidos a los ha bitantes del obispado de Mi-choacn, con los cuales buscaba disuadirlos de seguir la causa independentista.

  • 16 PERSONAJES

    cas y proporcionar considerables sumas para la construccin de la factora de tabaco. Ade-ms, en la epidemia de viruela de 1797, en ca-bez una importante colecta de dinero para la vacunacin de mucha gente a la cual l mis-mo haba convencido de los beneficios del fluido vacuno.

    Siendo juez de testamentos, capellanas y obras pas de la catedral michoacana, y por la gran estima y aprecio en que lo tenan el obispo y el cabildo catedral, a nombre de ellos redact la Representacin sobre la inmunidad per-sonal del clero, trascendental documento fecha-do en diciembre de 1799 y dirigido al rey Car-los IV. En l, Abad y Queipo llam la atencin sobre la abusiva aplicacin que la Real Sala del Crimen de Mxico haca de la re forma intro-ducida en 1795, que desaforaba al clero secular y regular cuando incurran en delitos atroces y enormes. Sin embargo, aquel documento so-brepas el mbito de lo puramente jurdico pues su autor aprovech para proponerle al rey varias reformas que podran aliviar la des-igualdad social que padeca la poblacin de la Nueva Espaa y expona un espritu crtico de la condicin econmica del clero. En la Re-presentacin sobre la inmunidad personal del clero se propusieron reformas como, por ejemplo, la eliminacin del tributo indgena, lo cual, junto con el resto de sus propuestas, le gan a Abad y Queipo la admiracin de muchos de sus contemporneos, as del mbito civil co-mo del eclesistico.

    En enero de 1805 fue elegido acadmico de honor de la Real Academia de San Carlos, jun-to con importantes personalidades como don Benito Mox y Francoli, arzobispo de Charcas; Nemesio Salcedo, comandante general de las Provincias Internas; el brigadier Roque Abarca, gobernador intendente de Guadalajara; el in-tendente de Puebla, Manuel de Flon; el inten-dente de Guanajuato, Juan Antonio de Riao y el intendente de Valladolid, Felipe Daz de Ortega. Aquella eleccin fue otro de los ele-

    mentos que proyectaron el nombre de Manuel Abad y Queipo por todo el virreinato.

    Ese mismo ao obtuvo los grados de Li-cenciado y Doctor en Cnones por la Uni-versidad de Guadalajara y gan por oposicin la canonja penitenciaria de la catedral de Va-lladolid de Michoacn, misma que haba que-dado vacante por la muerte del to de Miguel Hidalgo, don Vicente Gallaga Mandarte.

    En 1806 viaj a Espaa con el propsi-to principal de solicitar al rey la dispensa de la irregularidad de su nacimiento. Sin embargo, el cabildo catedral de Valladolid de Michoacn y muchos particulares aprovecharon ese viaje de Abad y Queipo para solicitarle que procura-se convencer al rey sobre los enormes per juicios que ocasionaba a la economa novohispana la aplicacin de la real cdula de consolidacin de vales, en contra de la cual l mismo haba redactado, a solicitud de muchos de los propie-tarios de la dicesis, una representacin y un escrito de enorme vala. Este viaje, sin embargo, tambin fue utilizado por Abad y Queipo para relacionarse en la corte e introducir una gran cantidad de certificaciones y expedientes que hablaban muy positivamente de su persona.

    Antes de regresar a la Nueva Espaa, Ma-nuel Abad y Queipo pas por Francia y ah tuvo la oportunidad de observar el funcio-namiento del ejrcito napolenico y de en-terarse pormenorizadamente de los planes expansionistas de Napolen Bonaparte. De esta manera, ya en la Nueva Espaa, dirigi a las autoridades espaolas diversas recomenda-ciones para evitar una invasin de Francia a la pennsula y a sus posesiones ultramarinas.

    Todo lo anterior, as como las peticio-nes que el cabildo catedral de Valladolid de Michoa cn, los ayuntamientos ms importan-tes de la dicesis y varios particulares podero-sos hi cieron al rey para que lo eligiera obispo de Mi choacn, le valieron para que, en mayo de 1810, la Regencia espaola lo declarase obis-po electo. Amplio conocedor de la situacin

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    social y poltica por la que atravesaba el virrei-nato, a los pocos das de haber tomado pose-sin de la mitra escribi a la Regencia para ad-vertirle que la Nueva Espaa estaba dispuesta a una revolucin general, a menos que se to-masen medidas sabias y prudentes para pre-venirla. Sin embargo, aquella advertencia fue desoda, quiz por ser demasiado tarda o por las circunstancias por las que atravesaba Espa-a. El 16 de septiembre de ese ao, estall el movimiento armado.

    El 24 de septiembre de 1810, apenas tuvo noticia del levantamiento armado encabezado por Miguel Hidalgo, Manuel Abad y Queipo emiti una carta pastoral en la que declaraba excomulgados a los principales caudillos de la insurgencia y a todos sus seguidores presen-tes y futuros. Todo esto, adems, con la finali-dad de asestar un firme golpe contrainsurgente desde los principios mismos del levantamien-to independentista. Asimismo, en el antedi- cho docu mento haca ver a sus feligreses los males y horrores que traera la insurgencia en caso de continuar el rumbo que haba tomado, para lo cual puso como ejemplo de la destruc-cin, barbarie y anarqua de una insurreccin arma da lo sucedido cinco aos antes en la isla La Espaola.

    La excomunin fulminada por Manuel Abad y Queipo contra los caudillos y segui-dores de la insurgencia le gan la enemistad y furia de stos, por lo que, a la entrada de las huestes de Hidalgo a Valladolid de Michoacn, tuvo que huir hacia la ciudad de Mxico. Por su parte, los insurgentes, para demostrar la in-validez del edicto de excomunin, hicieron pblica la condicin de hijo ilegtimo que te-na el obispo electo, lo cual, desde el punto de vista del Derecho Cannico, lo imposibilitaba para ejercer el sacerdocio. Sin embargo, Abad y Queipo sigui oponindose a la insurgen-cia, y a la salida de aquel caudillo y sus huestes de la capital michoacana, retorn a sta y con-tinu haciendo recomendaciones a las autori-

    dades virreinales y a los jefes militares realis-tas, emitiendo varias pastorales y edictos para disuadir de la causa insurgente a sus feligreses, y proporcionando diversas cantidades de di-nero a las tropas del rey.

    As se mantuvo hasta 1815, cuando parti hacia Espaa llamado por Fernando VII para consultarlo directamente sobre la situacin por la que atravesaba la Nueva Espaa. Antes de su viaje y temeroso de morir sin haber llegado a su destino, redact una representacin dirigi-da al rey, fechada el 20 de junio de 1815, que fue llamada por el propio Abad y Queipo su testamento poltico. En ella, entre otras cosas, peda al rey proteger a los po bres de los ricos dspotas y deja de manifiesto que sus esfuer-zos haban sido dirigidos a evitar el caos, la destruccin y la ruina en la Nueva Espaa, pe-ro no a justificar ni a continuar la tirana ni la opresin.

    Estando en Espaa se le continu un pro-ceso que se le haba iniciado por la Inquisi-cin de la Nueva Espaa y fue recluido en el convento dominico del Rosario, en Madrid. Entonces, se le acus de ser partidario de los insurgentes y se le cuestion sobre su antigua amistad con Miguel Hidalgo. Sin embargo, al no poder probrsele acusacin alguna de infi-dencia o hereja, pudo salir libre.

    En 1820 fue nombrado miembro de la Junta Provisional que formaron los liberales espaoles, adems de que fue elegido dipu-tado a las Cortes por la provincia de Asturias y, en 1822, obispo de Tortosa. Sin embargo, restituido el rey Fernando VII al trono espa-ol, en 1824 orden su aprehensin por ha-ber formado parte de la Junta Provisional y fue condenado a seis aos de reclusin en el convento de Santa Mara de Sisla, cerca de To-ledo, donde muri el 15 de septiembre de 1825, a los 74 aos de edad, totalmente sordo, casi ciego y en la ms absoluta pobreza.

    Juvenal Jaramillo

    ABAD Y QUEIPO, MANUEL

  • 18 PERSONAJES

    Orientacin bibliogrfica

    Abad y Queipo, Manuel, Coleccin de escritos. Est. introd. y notas de Guadalupe Jimnez Codinach. Mxico, Conaculta, 1994.

    Fisher, Lilian Estelle, Champion of Reform, Manuel Abad y Queipo. Nueva York, Rus-sell and Russell, 1971.

    Herrejn Peredo, Carlos, Las luces de Hi-dalgo y de Abad y Queipo, en Relaciones, nm. 40, vol. x, 1989, pp. 29-65.

    Jaramillo Magaa, Juvenal, Hacia una Iglesia beligerante: la gestin episcopal de fray Antonio de San Miguel en Michoacn, 1784-1804: los proyectos ilustrados y las defensas cannicas. Zamora, El Colegio de Michoacn, 1996.

    Sierra de Casass, Catalina, El excomulga-dor de Hidalgo, en Miguel Hidalgo: ensayos sobre el mito y el hombre (1953-2003). Selec. de textos y bibliografa de Marta Tern et al. Mxico/Madrid, inah/Fundacin His-trica Tavera, 2004, pp. 177-184.

    + ALLENDE Y UNZAGA, IGNACIO +

    Ignacio Jos de Jess Pedro Regalado de Allen-de y Unzaga naci en la villa de San Miguel el Grande el 21 de enero de 1769, siendo el quin-to de siete hijos del matrimonio de Domingo Narciso de Allende, prspero comerciante viz-cano, y Mara Ana Josefa de Unzaga y Men-chaca, criolla nacida en San Miguel. La familia Allende y Unzaga era una de las ms distingui-das de la villa, pues gozaba de gran prestigio e influencias. Ignacio qued hurfano cuando era muy pequeo al morir su madre en 1772 y su padre en 1787.

    Igual que sus hermanos, Ignacio asisti al Colegio de San Francisco de Sales, de San Mi -guel el Grande, cuyos alumnos tenan la po-si bi lidad de estudiar posteriormente en la Univer sidad Real y Pontificia de Mxico; as lo hicieron Jos Mara y Domingo Allende, ambos obtuvieron el grado de Bachiller en la Universidad, sin embargo, Ignacio tomara un camino distinto.

    La imagen que nos ha llegado a travs de sus bigrafos nos describe a Ignacio como un joven amable, de espritu resuelto y carcter decidido. Era alto, de tez blanca y pelo rubio y crespo, ojos garzos sumamente vivos, nariz aguilea, boca sonriente y complexin atl-tica. Se sabe que tuvo tres hijos: Indalecio,

    quien particip en la insurgencia y muri en Acatita de Bajn cuando su padre fue apresa-do; Jos Guadalupe, que pele en 1847 contra Estados Unidos y lleg a tener el grado de ca-pitn de la Primera Compaa del Escuadrn de Independencia y, finalmente, Juana Mara, que entr al convento de Santa Catalina de Siena, de la ciudad de Mxico. Ignacio se cas una sola vez, el 10 de abril de 1802, con Ma-ra de la Luz Petra Agustina Regalada de Santa Brbara de las Fuentes y Vallejo, criolla de San Miguel el Grande, quien falleci apenas unos meses despus del enlace.

    Una faceta definitoria en la vida de Igna-cio Allende fue la que vivi como parte de la milicia provincial novohispana. Ingres como sus hermanos al Regimiento Provincial de Dragones de la Reina de San Miguel el Gran-de en 1795. Al momento de su entrada, obtu-vo el grado de teniente y, para 1809, apenas unos meses antes de que iniciara el movimien-to insurgente, haba obtenido el grado de capi-tn. De su trayectoria en las milicias provincia-les interesa destacar las principales comisiones que desempe a lo largo de estos aos: a fina-les de 1800, por ejemplo, Allende viaj a San Luis Potos, junto con parte de su regimiento y trabaj bajo las rdenes de Flix Mara Ca-

  • 19ALLENDE Y UNZAGA, IGNACIO

    lleja del Rey, quien lo puso al mando de la compaa de granaderos. Posteriormente, en 1806, el virrey Iturrigaray determin ubicar un cantn de tropas en Xalapa, Perote y otros puntos como medida preventiva ante la guerra que haba declarado Napolen a los britnicos, a la que arrastr a Espaa poniendo en riesgo sus dominios. En estos puntos, el virrey logr reunir cerca de 14 000 hombres. La reunin de estas tropas result de gran importancia puesto que en ese ambiente naci un espritu de grupo entre los americanos, los milicianos que las integraban trabaron relaciones perdu-rables, tomaban conocimiento de las noticias sobre lo que ocurra tanto en la metrpoli co-mo en el virreinato e intercambiaban puntos de vista y opiniones.

    Despus del golpe que depuso al virrey Iturrigaray en septiembre de 1808, el recin designado virrey, el mariscal de campo Pedro Garibay, decidi, junto con otras disposiciones de carcter militar, disolver el cantn de Xala-pa. La medida fue sin duda muy polmica ya que los milicianos que componan el can tn haban trabajado bajo las rdenes de Iturriga-ray y vieron con muy malos ojos su derroca-miento as como la serie de determinaciones que tom el gobierno tras la accin del 15 de septiembre. Los milicianos tuvieron que re-gresar a sus lugares de origen con un pro fundo descontento, sobre todo hacia sus superiores, a quienes vean coludidos con los autores del golpe al virrey.

    Es posible que la situacin de crisis que se deton a raz de la invasin napolenica y del vaco que dej la ausencia de Fernando VII haya conducido a Ignacio Allende a tomar de cisiones que quiz no habra contemplado en otras circunstancias. Entre los factores que lo movieron a actuar estuvo el que viera la oportunidad de aprovechar la ausencia del rey para ganar mayores espacios para que el virrei-nato consiguiera autonoma en los asuntos de gobierno y los criollos tuvieran la posibilidad

    de una mayor participacin poltica. Muchos criollos como Allende advertan la posibilidad de que los france ses, que marchaban con xito sobre la pennsula, buscaran invadir tambin la Nueva Espaa; exista adems el temor de que los peninsulares entregaran el reino a Napo-len. Con el golpe a Iturrigaray y la desapari-cin del cantn de Xalapa, se esfumaba la poca confianza que pudieran tener en los peninsu-lares que ocupaban los puestos ms altos en el gobierno virreinal.

    En estas circunstancias, Ignacio Allende se convirti en el principal promotor de la cons piracin de la villa de San Miguel, que se extendi hacia Quertaro y Dolores, en-tre otras poblaciones. Una buena parte de la histo riografa ha ignorado la importancia del papel fundamental que tuvo Allende pues, como advirti con toda claridad el fiscal, don Rafael Bracho, quien, despus de haberse he-cho cargo de tomar declaracin a los princi-pales caudillos insurgentes presos en la villa de Chihuahua a mediados de 1811, asegur que el seor Allende fue el primero que pens en semejante coligacin; fue l, a ojos de Bra-cho, el caudillo principalsimo de la revolu-cin. Como bien lo consign en el proceso, fue Allende quien invit a participar en ella al cura Miguel Hidalgo y Costilla e incluso a encabezar el movimiento.

    La fecha planeada para iniciar el levan ta-miento sera en la feria de San Juan de los La-gos, en diciembre de 1810. Segn el plan, Ig-nacio Allende y Juan Aldama deban ocupar se de atraer a todos los oficiales y soldados en quienes tuvieran absoluta confianza y acordar con ellos dirigirse en grupos al lugar sealado el 1 de diciembre. Una vez iniciado el movi-miento en la feria, lo mismo deba verificarse en todas las villas que estuvieran implicadas en la red de conspiraciones. Sin embargo, du ran te el juicio que se le sigui en Chihuahua, Allen-de declar que no se tena un plan bien defi-nido, sino que se segua uno que le haba plan-

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    teado el capitn Joaqun Arias y que consista en: reunir cierto nmero de sujetos de dis-tintas clases, los cuales hiciesen una represen-tacin al virrey para que se le hiciese presen te lo referido, y solicitasen la formacin de una Junta compuesta de regidores, abogados, ecle-sisticos y dems clases con algunos espaoles rancios, cuya junta deba tener cono cimiento en todas las materias de gobierno, y por la misma razn haba de haber una comisin de americanos en Veracruz que recibiesen las correspondencias de Espaa, porque se tema que se interceptaba y no se manejaba bien la fe pblica, y no se manifestaba el verdadero esta-do de las cosas [...] Empero, esta idea no pudo concretarse, ya que al ser descubierta la cons-piracin, cualquier plan se vio desplazado por la urgencia de actuar lo ms rpido posible.

    Cuando se le pregunt en el proceso acer-ca de las razones que lo movieron a actuar al ser descubierta la conspiracin, Allen de dej ver que nunca estuvo dispuesto a claudicar y expres que prefera morir antes que rendir-se. Pero adems explic que aunque saba muy bien que levantarse en armas contra las legti-mas autoridades era considerado un delito de alta traicin que mereca el mayor de los casti-gos, tena buenos argumentos para justificar su conducta. Los conspiradores se haban levan-tado contra un gobierno ilegtimo, el que se haba erigido tras los acontecimientos de 1808, y por lo tanto no incurran en el crimen de lesa majestad. Lo explicaba de esta manera: El declarante siempre ha estado en esa inteligen-cia de que todo vasallo que haga armas contra las legtimas autoridades incurre en el delito de alta traicin, pero que habiendo faltado el rey don Fernando Sptimo por la traicin de su primer valido; y estar conven cido de que este segundo en el espacio de diez y ocho o ms aos de su valimiento haba criado las autori-dades, por cuya causa desconfiaba de las ms [...] Entonces, Allende asegura ba que lejos de estimar que caa en delito de alta traicin,

    lo estimaba de alta lealtad, y ms cuando vio la impunidad en que quedaron los que atentaron contra la persona del Sr. Yturrigaray [...]

    Es probable que los primeros insurgentes creyeran que contaban con muchos apoyos y que por eso se lanzaran a la insurreccin. Des-afortunadamente, desde el primer momento fueron perceptibles las diferencias entre los caudillos. La tolerancia del robo y del saqueo por parte de Hidalgo dio lugar a las prime-ras fricciones entre el prroco de Dolores e Ignacio Allende. Para Allende, el movimiento deba ser una campaa militar ordenada, aun-que pensaba que haba que atraer a las clases bajas. De todas formas, las proporciones que ha ba alcanzado la revolucin social quiz no las haba imaginado. El movimiento insurgen-te haba tomado un rumbo muy distinto del que l haba previsto.

    El 28 de septiembre de 1810, los insurgen-tes estaban ya en Burras, con 50 000 hombres y desde all intimaron al intendente Juan An-tonio Riao. Hidalgo tom Guanajuato a san-gre y fuego y, despus de la violenta toma de la alhn diga de Granaditas, muchos de los apo-yos que se esperaban de los miembros de la eli-te criolla se perdieron. Los simpatizantes que tuvo el movimiento en un primer momento vieron con horror los alcances de las hordas de Hidalgo. Aun as, el ejrcito insurgente creci mucho durante los primeros meses y, coman-dado por Allende, consigui vencer a las tropas del coronel Torcuato Trujillo en el Monte de las Cruces el 29 de octubre de 1810, aunque a un precio muy alto, ya que murieron ms de dos mil de sus hombres. Despus de este en-cuentro, se present una de las ms grandes diferencias entre Ignacio Allende y Miguel Hi-dalgo: Allende propuso aprovechar la victoria y tomar la ciudad de Mxico, pero Hidalgo se neg a entrar, decisin que resultara definito-ria para el destino del movimiento.

    El 6 de noviembre de 1810, tras enfrentarse a las fuerzas de Calleja en Aculco, los insurgen-

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    tes sufrieron una fuerte derrota. Despus de la batalla, Allende se separ de Hidalgo y mien-tras ste march rumbo a Valladolid y lue go hacia Guadalajara, el capitn de dragones se dirigi hacia Guanajuato para intentar de-fenderla. Sin embargo, no fue posible evitar que Calleja se echara sobre ella. Guanajuato se perdi y Allen de se dirigi a Guadalajara para reunirse con Hidalgo. Ah, las diferen-cias entre los jefes insurgentes se haran ms profundas pues, entre otras cosas, el cura dej de mencio nar como parte de su causa al rey Fernando VII. Ade ms, las matanzas de penin-sulares tuvieron mayores alcances, con plena anuencia de Hidalgo.

    La ltima batalla que Allende pele junto al cura de Dolores tuvo lugar el 16 de enero de 1810, en Puente de Caldern, ante el ejr-cito comandado por Flix Mara Calleja del Rey. La derrota fue tremenda. Los insurgentes tuvieron que abandonar la ciudad que haban ocupado en diciembre y dirigirse al norte. En Pabelln, los jefes insurgentes obligaron a Hi-dalgo a renunciar al mando para dejarlo en ma nos de Allende. Esto se verific como un acuerdo verbal, que no se hizo pblico para que se siguiera pensando que Hidalgo era el jefe mximo de las tropas. El plan de Allende era marchar a Estados Unidos y aprovechar el apoyo con el que suponan que contaban en las provincias del norte.

    En Coahuila, grupos de insurgentes que se haban hecho firmes en aquellas regiones espe-raban a los caudillos. Sin embargo, vctimas de la traicin del teniente coronel Ignacio Elizon-do, fueron hechos presos en las Norias de Bajn,

    el 21 de marzo de 1811. Allende intent resis-tirse pero fue intil; su hijo Indalecio muri en el lugar, vctima de un balazo en el corazn. Los principales jefes insurgentes, en calidad de prisioneros, fueron conducidos a Chihuahua y condenados a la pena capital. El generalsimo Ignacio Allende fue pasado por las armas el 26 de junio de 1811 junto con el capitn gene-ral Mariano Jimnez, el mariscal Manuel Santa Mara y el teniente general Juan Aldama.

    Adriana Fernanda Rivas de la Chica

    Orientacin bibliogrfica

    Abad Arteaga, Benito, Rasgos biogrficos de don Ignacio Allende. Ed. facs. de la de San Mi-guel de Allende, de 1852. Ed. conmemo-rativa 2003, ao de don Miguel Hidal go y Costilla, Padre de la Patria. Guana juato, Ar-chivo General del Gobierno del Esta do de Guanajuato, Secretara de Gobierno, 2003.

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    Militar cataln, naci en Barcelona en 1768, de ascendencia navarra, hijo del virrey del Ro de la Plata. Lleg a la Nueva Espaa en

    1807 co mo coronel del batalln fijo de in-fantera de Veracruz. Su disciplina y dones de mando le va lieron ser enviado al noreste no-

    +ARREDONDO Y MIOO, JOAQUN DE +

  • 22 PERSONAJES

    vohispano para obstruir el paso de los rebel-des que, despus de la derrota en la batalla de Caldern, huyeron hacia el septentrin novo-hispano con pretensiones de pasar a Estados Unidos.

    Arredondo lleg a las llamadas Provincias Internas en marzo de 1811 casi de forma si-multnea al incidente en Acatita de Bajn. A su llegada, inmediatamente inici la re presin con mano dura de todo vestigio insur gente en la regin sur del Nuevo Santander; tambin se dio a la tarea de restituir la institucionalidad perdida durante los meses de la insurgencia.

    Su primera incursin militar fue en la zo-na norte de la Huasteca en donde, desde su llegada y hasta mediados de 1813, Arredon-do repri mi a la insurgencia con la firmeza propia de un militar al servicio del rey y con aspiraciones de lograr cada vez mayores posi-ciones en la estructura administrativo-militar de la Monarqua espaola.

    Y si ste era el caso, tal parece que Arre-dondo cometi un grave error al desobede-cer las rdenes del virrey Venegas de que se des plazara a Huauchinango, en Puebla. Los estudiosos del personaje sugieren que la ins-truccin del virrey responda a quejas sobre el comportamiento del coronel cataln, hecho extrao en vista de que, desde los primeros meses de 1812, Arredondo haba ascendido a la posicin de brigadier de los reales ejrcitos. Es ms probable que Venegas cometiera un error tctico al ordenar a Arredondo que se desplazara hacia el sur, error comprensible pa-ra un mandatario lejano al campo de batalla y con informacin muy limitada y fraccionada.

    En cualquier caso, la decisin de Arre-don do de desobedecer las rdenes de Vene-gas (de cisin muy severamente criticada por los historiadores de la poca y la historio gra-fa pos terior) result ser correcta. Y es que en los primeros meses de 1813 la situacin en Texas exiga la atencin de un militar con el nivel del brigadier y al mando de un ejrci-

    to experimentado como el batalln fijo de Veracruz.

    Texas se convirti en motivo de preocupa-cin para la Corona espaola cuando, en 1803, Estados Unidos compr la Luisiana a Francia. La situacin desde entonces se present difcil en vista de que la frontera no estaba del todo bien definida y los angloamericanos buscaban afanosamente tierras para expandir su joven repblica.

    Por otro lado, la proclividad de Texas ha-cia la insurgencia haba quedado de manifies-to desde enero de 1811 con el levantamiento en San Antonio de Bjar de Juan Bautista de Casas en contra del gobernador Manuel Ma-ra Salcedo y el militar de ms alto rango en la frontera, Simn de Herrera. Despus del regreso a la normalidad, como resultado de las capturas de Acatita de Bajn, la proclividad insurgente de Texas se hizo an ms evidente con el ingreso de Bernardo Gutirrez de Lara al territorio desde la poblacin fronteriza de Nacogdoches, con un grupo de insurgentes y angloamericanos.

    El asunto fue atendido por Arredondo, quien de la Huasteca se desplaz a Aguayo en donde tom su tiempo para ver cmo se desenvolvan los acontecimientos texanos. La cada de San Antonio de Bjar a manos in-surgentes y el asesinato de Salcedo y Herrera acicatearon a Arredondo a marchar con pron-titud a tierras texanas.

    Simn de Herrera haba sido amigo per-sonal del comandante y despus del virrey Calleja; al momento de su muerte era tam-bin el candidato virreinal para ocupar la Comandancia General de las Provincias In-ternas de Oriente, ocupada nominalmente por el propio Calleja. A la muerte de Herrera, a Arredondo se le con firi el mando de las Provincias Internas orientales. El triunfo en la Batalla del Ro Medina (agosto de 1813) confirm a Calleja que haba tomado la deci-sin correcta.

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    Despus de unos meses en Texas, en abril de 1814, Arredondo se desplaz a Monterrey. Desde su llegada a las Provincias Internas a principios de 1811, el brigadier cataln haba tenido una relacin bastante conflictiva con las oligarquas regiomontanas por el desmedi-do apoyo que haban proporcionado a Maria-no Jimnez durante los meses insurgentes de 1810-1811. En parte por este motivo, cuando Arredondo lleg a la capital neoleonesa rea-liz una serie de acciones en contra de sus habitantes. Por otro lado, ensoberbecido por tantos triunfos militares, el comandante se comportaba como verdadero mandatario vi-rreinal, lo que provoc dos acciones infruc-tuosas por parte del virrey Apodaca en vistas a su remocin.

    Desde su llegada, Arredondo mantuvo la sede de la comandancia militar en la ciudad de Monterrey, lo que en cierta forma explica la relativa preeminencia de la misma en los aos posteriores. De las acciones ms desta cadas de Arredondo en el noreste novohispano des-pus de 1814, destaca su trabajo en contra de la invasin de Xavier Mina en 1817. Esta accin no slo consisti en marchar a la cos-ta del golfo, tambin signific la organizacin de su financiamiento por la va de una junta de hombres importantes de Saltillo, Monterrey y, en menor medida, Aguayo. A pesar de que se le acus de actuar con lentitud, razn por la cual Mina pudo internarse en el virreina-to, fue el brigadier quien empe su palabra a cambio de la rendicin de los que quedaron en el fuerte de Soto la Marina: uno de ellos fue el padre Servando Teresa de Mier.

    La restauracin del liberalismo en la Nueva Espaa a inicios de 1820 muestra a Arredondo

    como hombre de su poca, ajustndose a la situacin; incluso se adhiri al Plan de Igua-la cuando lleg a las provincias nor orientales en febrero de 1821. Pero era demasiado tarde; desde 1810 la regin haba simpatizado con la independencia y muchos grupos continuaban albergando la esperanza de su consumacin.

    Con la proclamacin de la independen-cia novohispana, Arredondo debi huir de las provincias nororientales. Casi a salto de mata se traslad a San Luis Potos y de ah a Tam-pico, de donde zarp hacia Cuba. Muri en 1837.

    Luis Juregui

    Orientacin bibliogrfica

    Herrera Prez, Octavio, La zona libre: excep-cin fiscal y conformacin histrica de la frontera norte de Mxico. Mxico, Secretara de Re-laciones Exteriores, Direccin General del Acervo Histrico Diplomtico, 2004.

    Juregui, Luis, Las tareas y tribulaciones de Joaqun de Arredondo en las Provincias In ternas de Oriente, 1811-1815, en Ana Carolina Ibarra, coord., La independencia en el septentrin de la Nueva Espaa: provin-cias internas e intendencias norteas. M xico, unam, Instituto de Investigaciones Hist-ricas, 2010.

    Morado Macas, Csar, Monterrey: acto-res polticos y fuerzas militares en torno al proceso de Independencia, en Ana Caro lina Ibarra, coord., La independencia en el septentrin de la Nueva Espaa: provin-cias internas e intendencias norteas. Mxico, unam, Insti tuto de Investigaciones Hist-ricas, 2010.

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    +AZCRATE Y LEZAMA, JUAN FRANCISCO +

    cio, sino tambin ampli algunas de sus reas y funciones, organizndolo en cuatro departa-mentos: escuela patritica, hospicio de pobres, correccin de costumbres y partos reservados.

    Una de sus obras de mayor trascendencia fue la representacin que el Ayuntamiento pre sent al virrey ante los acontecimien-tos que vivi la pennsula en 1808. Azcrate ejerca el cargo de regidor honorario cuando llegaron a la Nueva Espaa noticias de la abdi-cacin del rey Carlos IV, la exaltacin al trono de su hijo Fernando VII y las renuncias de Ba-yona en favor de Bonaparte. El Ayuntamiento se reuni para decidir las acciones que deba eje cutar ante dichos acontecimientos, en su carcter de metrpoli y cabeza de todo el rei-no. La resolucin fue manifestar al virrey su inters en conservar los dominios americanos para sus legtimos soberanos, as como instarlo a que dictara las providencias necesarias para ello. El 19 de julio se leyeron dos representa-ciones elaboradas para ese fin, una de Manuel de Acevedo y Coso, marqus de Uluapa, y la otra de Juan Francisco Azcrate.

    La primera estaba concebida en trminos muy tradicionales, o al menos poco compro-metedores. El marqus se limitaba a asegurar la lealtad de la ciudad al soberano y a sealar que las renuncias de Bayona haban sido re-sultado del herosmo de los monarcas, quienes deseaban evitar que los espaoles se convir-tieran en vc timas de los franceses. El texto de Azcrate estaba escrito en un tono muy dis-tinto. Tambin protestaba mantener su jura-mento de fidelidad al rey y sealaba que las renuncias de la familia Borbn haban sido arrancadas por la fuerza en un momento de conflicto, pero afirmaba que, por tal razn, di-chas abdicaciones eran nulas e insubsistentes por ser contra la voluntad de la nacin, a la que ninguno poda nombrarle soberano sin su

    Juan Francisco Azcrate naci en la ciudad de Mxico el 11 de julio de 1767. Su padre fue Jos Andrs de Azcrate y Aguirre Urreta, ori-ginario de Anzuola, provincia de Guipzcoa, miembro de una hidalga familia vizcana, y su madre, Mara Manuela Lezama Meninde, ori-ginaria de la ciudad de Mxico.

    Juan Francisco Azcrate ingres en 1780 al Colegio de San Ildefonso, donde llev cur-sos de Latinidad, Filosofa y Jurisprudencia, facultad de la que se gradu como Bachiller. Continu sus estudios en el Colegio de Santa Mara de Todos los Santos. Sustituy la ctedra de Vsperas de Cnones en la Real y Pontificia Universidad de Mxico, institucin en la cual fue nombrado consiliario por la rama de Artes en 1787. En octubre de 1790 fue registrado como abogado en la Real Audiencia, y el 20 de noviembre del mismo ao fue aceptada su documentacin de ingreso al Ilustre y Real Colegio de Abogados de Mxico.

    Fue miembro del Ayuntamiento de la ciu-dad de Mxico, corporacin en la que tuvo una larga carrera. En 1803 fue nombrado re-gidor, cargo para el que fue reelecto en 1804. Al parecer, su cercana relacin con el virrey Jos de Iturrigaray influy para dicha reelec-cin, pero tambin fue fundamental la labor que haba venido realizando, por encargo de Cosme de Mier, en las obras iniciadas el 9 de abril para llevar a la ciudad el agua prove-niente de las montaas de Cuajimalpa.

    Azcrate desempe numerosas comisio-nes como integrante del Ayuntamiento. El 2 de enero de 1804 fue designado abogado de la ciudad. Adems, la Junta Protectora del Hospicio de Pobres lo nombr secretario; en 1806 propuso reformas para el gobierno de dicha institucin, que cristalizaron en las Or-de nanzas del 1 de julio de ese ao. Con ellas no slo modific la reglamentacin del hospi-

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    consentimiento, ya que la monarqua espaola era el mayorazgo de sus soberanos, fundado por la nacin misma. Afirmaba que, por au-sencia del monarca, la soberana representada resida en todo el reino y las clases que lo for-maban, en particular en los tribunales supe-riores que lo gobernaban e impartan justicia, y en los cuerpos que llevaban la voz pblica.

    Igual que el marqus de Uluapa, Azcrate solicitaba que subsistiera el orden que el mo-narca haba establecido antes de ser impe dido, es decir, que se mantuvieran las leyes exis-tentes y que el virrey continuara al frente del reino, sin entregarlo a ninguna otra nacin, ni a la misma Espaa, mientras los monarcas no estuvieran libres de Napolen. Pero lleva-ba el asunto ms all, al pedir que si al virrey lo ratificaban en su cargo los reyes estando en Francia, o el emperador o el duque de Berg, Iturrigaray no deba obedecer ni cumplir esa orden, sino seguir en el gobierno por el nom-bramiento del reino.

    El cabildo acord que fuera la segunda re-pre sentacin la que se entregara al virrey, por comprender todos los puntos acorda dos por la ciudad. El propio Azcrate fue el encargado de leerla ante Iturrigaray. Inde pendientemente de si dicha representacin llevaba intenciones independentistas o autonomistas, es induda-ble que, aunque se mante na en el marco le-gal de la monarqua y en los lenguajes que en ese momento eran aceptables, contribuy a las muchas transformaciones del orden pol-tico que se suscitaron en el reino a partir de entonces. Las ms importantes fueron mostrar a la Nueva Espaa como parte de la nacin espaola y sealar que al Ayuntamiento y de- ms corporaciones que integraban el reino competa encargarse de la soberana, para con- ser varla en depsito al monarca. Con ello, el Ayuntamiento no slo se adjudic el derecho a representar a la ciudad, a la que en realidad en ese momento nadie representaba del todo, si-no tambin se erigi, en su carcter de metr-

    poli, como representante de todo el rei no. Es-to, adems de ir poniendo en juego el sentido de algunos conceptos polticos fundamenta-les, cuestionaba a las autoridades virreinales, a las jerarquas territoriales, a las atribuciones de otros cuerpos y mostraba el mayor proble-ma al que se enfrentaba toda la Monarqua hispana: la falta de una autoridad cuya legiti-midad fuera indiscutible, a la que todos debie-ran obedecer.

    Las posibles novedades que de ah se deri-vaban no pasaron inadvertidas para los inte-grantes del Real Acuerdo, que se opusieron a tales medidas. El Ayuntamiento y el virrey propusieron entonces la formacin de una Junta General del reino, con representacin de los ayuntamientos. La convocatoria para dicha Junta no slo fue rechazada por el Real Acuer-do, sino tambin por otros cuerpos, tanto ayuntamientos que se rehusaban a someterse a los de capitales de intendencia, como diversas corporaciones que no fueron convocadas.

    Pese a la oposicin, el 9 de agosto de 1808 se realiz la primera Junta General, en la que participaron varios notables de la capital, entre ellos Juan Francisco Azcrate. En el voto que emiti el 6 de septiembre de 1808, se pronun-ci para que no se reconociera a la Junta de Sevilla y para que se convocara a un congreso vigilante. Sostena que, dado que Sevilla estaba incorporada a la Corona de Castilla del mismo modo que lo estaba la Nueva Espaa, no poda obedecer a dicha junta sin recibir orden de la Junta de Castilla. Adems, afirmaba que la Jun-ta General por s sola no representaba al reino, por lo que era preciso consultar cualquier me-dida con l, a travs de una Junta de Ciudades y Villas.

    Una vez ms, estos argumentos evidencia-ban la ausencia de una autoridad indiscutible, amn de que la propuesta de Azcrate alte raba las jerarquas territoriales al convocar a todas las ciudades y villas. Pero tambin dejaba a las au-toridades novohispanas sin superiores a quie nes

    AZCRATE Y LEZAMA, JUAN FRANCISCO

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    rendir cuenta de sus actos. De modo que, tu-vieran o no el Ayuntamiento y el vi rrey inten-ciones independentistas, en trmi nos prc ticos la ereccin de esos rganos de autogobierno los dejaba actuar de manera in dependiente. A ello se opuso nuevamente el Real Acuerdo, que temeroso de que dicha medida condujera a la sedicin y a la destruccin de la monar-qua, prefera reconocer a la Junta de Sevilla. Esto contribuy a que una medida que en Es-paa haba sido aceptada la formacin de juntas, en la Nueva Espaa fuera calificada como intento de infidencia.

    La situacin se complic porque otros per-sonajes, como Melchor de Talamantes y Jaco-bo de Villaurrutia, estaban preocupados ante la po sibilidad de que el virrey se erigiera como autoridad absoluta si la junta quedaba integra-da por sus partidarios, por lo que el apoyo se dividi. Los resultados fueron infaustos para Azcrate. Un grupo armado comandado por Gabriel de Yermo destituy a Iturrigaray y lo encarcel. Azcrate fue aprehendido la noche del 15 de septiembre de 1808, por orden del Real Acuerdo, y el 27 fue llevado al conven-to de Betlemitas. Ah permaneci hasta que, a principios de 1809, sufri un severo ataque de epilepsia, por lo que fue trasladado a su casa, donde estuvo arrestado mientras se le segua causa por el delito de infidencia. En ese lapso murieron tres de sus hijos y su situacin eco-nmica fue precaria. No obstante, su familia permaneci fiel a la Corona y al gobierno vi-rreinal; sus hijos Juan Mara y Felipe sirvie-ron en las filas realistas, mientras Jos Ignacio y Manuel se mantuvieron en sus destinos ecle-sisticos, recibiendo elogios y distinciones de las autoridades.

    Pese a encontrarse an en juicio, en octu-bre de 1810, Antonio Torres Torrijo, rector del Colegio de Abogados, encomend a Azcrate que elaborara una alocucin que fijara la pos-tura del colegio ante la creciente divisin de la sociedad novohispana, que empeoraba con el

    estallido de la insurgencia. En dicha obra exal-t las bondades de la Corona e inst a espa-oles peninsulares y americanos a permane-cer unidos entre s y con Espaa, advirtiendo que la divisin atentaba contra la seguridad misma del Estado. Azcrate no se mostr en-ton ces proclive a la insurgencia ni a la rup-tura con la pennsula, aunque sin duda s lo era del auto gobierno, pero en el marco de la Monarqua.

    Mientras tanto, su causa sigui su curso hasta que, el 10 de septiembre de 1811, la Jun-ta de Seguridad y Buen Orden resolvi que quedara finiquitada, con el total olvido y res-titucin del buen concepto que tena antes de los acontecimientos de 1808.

    Al ao siguiente fue fiscal y vicepresiden-te de la Academia de Jurisprudencia Terico Prctica, a cuyos estatutos propuso reformas que tenan como objeto principal adaptar su funcionamiento a las realidades novohispa-nas y ajustar los ejercicios literarios a la edad y circunstancias de los alumnos, impartindoles materias como Oratoria, Bellas letras, De recho patrio y Derecho de las Cortes gadi tanas. Dos aos ms tarde, el 26 de octubre de 1814, por superior oficio del virrey Flix Mara Calleja, se le restituy su nombramiento como regi-dor honorario.

    Durante el sexenio absolutista continu su labor como abogado y ocupando cargos en el Ayuntamiento, amn de diversas comisiones, como ser vocal de la Junta del Fondo Piadoso de las Californias y miembro de la Junta de Sanidad, en la que destac por el dictamen en el que ordenaba a los mdicos recetar en cas-tellano.

    Sobresali de nuevo en la vida pblica en 1821. Fue uno de los firmantes del Acta de In-dependencia, form parte de la Suprema Junta Provisional Gubernativa y de la Comisin pa-ra la Preparacin del Cdigo Civil. En julio de 1822 fue nombrado Caballero de Nmero de la Orden Imperial de Guadalupe. Fue ade-

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    ms socio fundador de la Sociedad Econmi-co-mexicana de Amigos del Pas.

    Su relacin con Iturbide fue muy cercana; no slo asisti como invitado a su corona cin sino que fue nombrado presidente de la Co-misin de Relaciones Exteriores. En tal carc-ter elabor, a finales de ese ao, un dictamen sobre la poltica exterior que deba seguir el go bierno de Agustn I, en el que adverta el cuidado que deba tenerse por las intenciones expansionistas de Estados Unidos; peda que si Espaa reconoca la independencia se le tra-tara con preferencia y propona una estrecha relacin con los pases de Amrica del Sur. En 1822 se entrevist con Joel R. Poinsett, en-viado por el gobierno norteamericano para conocer las circunstancias del Imperio; aos despus asegur que desde entonces Poinsett le hizo saber el inters que su gobierno tena en Texas.

    Tambin desempe diversas actividades durante la Repblica federal. Sigui ocupando cargos en el Ayuntamiento, promovi en 1825 la formacin de una compaa en Londres para la explotacin de minas en Guanajuato, fue orador en la celebracin del 16 de septiem-bre de 1826 y miembro de la Junta Patritica de 1827, amn de ser parte de la comisin para obtener fondos para reponer el bergantn Gue-rrero. Pero su actuacin pblica en este perio-do tampoco estuvo exenta de problemas. En 1823, su hija Juliana haba contrado ma tri-monio con otro destacado iturbidista, Manuel Gmez Pedraza, y esa relacin dio lugar a que fuera recusado como asesor de la causa que la esposa de Manuel Negrete entabl contra Pe-draza, a que fuera muy criti cado por denun-ciar algunos escritos publicados en 1827 en contra de su yerno e incluso a que en 1828

    fuera nuevamente enviado a prisin por un artculo que public en el guila Mexicana en contra de Vicente Guerrero.

    En 1830 su salud comenz a empeorar, aunque a pesar de ello apoy las pretensio-nes de Gmez Pedraza de regresar a Mxi-co y alcanzar la presidencia que le haba sido arreba tada en 1828. Finalmente, a los 63 aos de edad, Juan Francisco Azcrate falleci el 31 de enero de 1831, en la ciudad de Mxi-co. Le sobrevivieron su esposa y varios hijos, algunos de ellos muy destacados, como Juan Mara, quien continu con su sobresaliente carrera militar, y Miguel Mara, quien fue go-bernador del Distrito aos ms tarde. Su hija Josefa recibi, en 1834, de parte de la Comi-sin de Justicia, una pensin de 2 000 pesos, en atencin a los importantes servicios que su padre prest a la independencia.

    Mara Eugenia Vzquez Semadeni

    Orientacin bibliogrfica

    vila, Alfredo, Sujetar al virrey: 1808 en Nue va Espaa, en Metapoltica, nm. 61, sep tiembre-octubre de 2008, pp. 56-61.

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    Sosa, Francisco, Biografa de mexicanos distin-guidos. Mxico, Porra, 1986.

    AZCRATE Y LEZAMA, JUAN FRANCISCO

  • 28 PERSONAJES

    +BERGOSA Y JORDN, ANTONIO +

    Naci en Jaca (Aragn) en el norte de Espa-a, hijo de una familia de la baja nobleza, sin influencia ni poder. Intelectualmente capaz, se gradu en dos universidades principales de Es-paa y encontr un patrn poderoso en el obis-po de Salamanca (1763-1784) Felipe Beltrn, valenciano ilustrado, regalista y reformador de la poca de Carlos III. Aunque preparaba su carrera en Espaa, Bergosa alcanz sus mayores puestos en la Nueva Espaa, desde 1780 has-ta 1817, como inquisidor fiscal (1780-1801), obispo de Antequera de Oaxaca (1801-1812; 1815-1817), y arzobispo electo de Mxico (1813-1815). No era una figura fsicamente distinguida y pas gran parte de su tiempo en la Nueva Espaa porque sufra de mala salud. No obstante, lleg a ser uno de los obispos ms im-portantes de Oaxaca y un personaje central en la contrainsurgencia, en defensa de la unidad de la Monarqua hispana, aun si eso implica-ba cooperar con el constitucionalismo gadita-no de 1810-1814. Sin embargo, pag un duro precio por su lealtad al rey Fernando VII, quien se rehus a sancionar su elevacin a la arqui-dicesis de Mxico a la que haba sido nom-brado por el Consejo de Regencia en 1811. Rehabilitado en 1817, muri como arzobispo de Tarragona, primado de Catalua.

    Bergosa se gradu en Leyes y Cnones en la Universidad de Salamanca en 1768 y recibi el grado de Doctor en Cnones de la Universi-dad de Valencia en 1771. Regres a Salamanca e hizo varias oposiciones a ctedras, pero slo consigui el puesto de cannigo doctrinal de la catedral de Tarragona, en 1772 o 1773. Su pa trn, Beltrn, ahora inquisidor general (1774-1784), lo describe como nuestro cape-lln y familiar, y lo autoriz, en septiembre de 1774, a administrar los sacramentos en su di-cesis, luego de conseguirle la posicin de rela-tor general del Consejo de la Inquisicin en

    Madrid, en 1776, habindose hecho las prue-bas de legitimidad y limpieza de sangre. Des-de ese momento, Bergosa subi no por la ruta de canonjas o parroquias, sino por el Santo Oficio. En agosto de 1779, se le nombr in-quisidor apostlico fiscal de Mxico y Beltrn le autoriz pasar a Cdiz para embarcar. Lle-g a Mxico y ejerci su nuevo puesto has-ta que Carlos IV lo present para la dicesis de Oaxaca, en octubre de 1800. Se sabe poco de sus 20 aos en la Inquisicin de Mxico. En abril de 1784, pidi al rey su traslado a Espa-a, debido a su mala salud y para cuidar a su madre mayor de 70 aos de edad, sola despus de la muerte de sus tres hermanos, que servan en regimientos de infantera diferen tes (por lo menos uno de ellos en la Nueva Espaa), y con las dos hijas religiosas de Santa Clara en Huesca. En 1790, sin embargo, lo encontramos todava en Mxico, publicando, con otros tres inquisidores, un edicto contra libros prohi-bidos. En 1796, Carlos IV le confiri la Cruz de Caballero de la Real Orden Espaola de Carlos III.

    En 1800, Oaxaca era una dicesis con 198 curatos; la provincia era 88% indgena y se hablaban 22 lenguas. Fue un poco extrao que el gobierno metropolitano eligiera co-mo obis po a un inquisidor que nunca haba teni do experiencia en las parroquias. Quizs el precedente fue el caso del obispo Jos Gre-gorio de Ortigoza (1775-1792), previamente inquisidor general de la Nueva Espaa, aun-que l haba actuado como arcediano de la ca-tedral de Sigenza. Bergosa lleg a Antequera en abril de 1802. Ana Carolina Ibarra escribe que: entre 1802 y 1812, Bergosa cont con un cabildo catedralicio mayoritariamente crio llo y con antecedentes acadmicos sobresa lientes en Oaxaca, que tena trece miembros, lo que contrasta con los 27 del cabildo eclesistico de

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    Pue bla. Segn Jos Luis Gonzlez M., la ima-gen de Bergosa y Jordn entre 1802 y 1813 es la de reformador identificado con la Iglesia de Carlos III su proyecto de reformas proviene del encuentro de la pastoral catlica y las re-formas borbnicas.

    Entre 1802 y 1807, Bergosa hizo cuatro vi-sitas a la dicesis y pas por 140 curatos. Man-d a los prrocos un cuestionario sobre las condiciones sociales y religiosas, y los ingre sos de sus parroquias, datos valiosos para los in-vestigadores actuales. En 1805, Bergosa pidi otra vez su traslado a Espaa por razones de mala salud, exacerbada por los rigores de la vi-sita. Su archivo aporta detalles de sus enferme-dades en 1806 y 1810. Debido a ellas, declin su promocin al arzobispado de Guatemala en 1810 y argumentaba, al mismo tiempo, que continuar en Oaxaca era necesario por la de-teriorada situacin poltica en Nueva Espaa.

    En Oaxaca, Bergosa formaba una alianza tctica con los comerciantes principales co-nectados con los del consulado de Mxico, principal opositor a las reformas comer ciales borbnicas. Esta alianza alcanz su madurez durante la crisis imperial de 1808, cuando el obispo apoy un movimiento popular en la ciudad, con la participacin de todos los ve-cinos y autoridades prominentes, para jurar el 17 de agosto de 1808 al nuevo rey, Fernan-do VII, en cautividad en Francia, mientras que el virrey Iturrigaray discuta la cuestin en Junta General en Mxico. Evidentemente, el obispo apoy el derrocamiento del virrey en la noche del 15 de septiembre, efectuado por miembros del consulado. Debido a la muerte del intendente reformista Antonio de Mo-ra y Peysal, en marzo de 1808 Bergosa lleg a ser la autoridad ms poderosa en Oaxaca. El estallido de la insurreccin de Hidalgo en el Bajo le enfureci por la amenaza a la unidad de la Monarqua. Una serie de edictos episco-pales, escritos en 1811 y 1812, la condenaron en fuertes trminos. El 11 de enero de 1811,

    denunci a los clrigos apstatas, represen-tantes del diablo, que llevaron la guerra civil a la Iglesia y a la patria, llamando a todos los cristianos verdaderos a oponerse a ellos. Ber-gosa intentaba formar un batalln que inclua no slo a laicos sino tambin a clrigos bajo el mando del cannigo lectoral Josef San Martn, para combatir a los insurgentes en la Mixteca.

    El 23 de noviembre de 1811, el Segun-do Con sejo de Regencia, en Cdiz, lo desig-n arzo bispo electo de Mxico, despus de la muer te, en marzo de 1811, de Lizana y Beau-mont (virrey en 1809-1810). La influencia del antiguo oidor de Mxico, Ciriaco Gonzlez Carvajal, partidario del golpe de septiembre de 1808, parece haber sido decisiva en la Cmara de Indias en Espaa. A solicitud del intenden-te y el Ayuntamiento, Bergosa se detuvo en Oaxaca, debido a la amenaza de los insurgentes al valle central, pero el peligro de caer en sus manos ocasion su fuga al reino de Guatemala, con el propsito de llegar finalmente a Vera-cruz y Mxico. El 25 de noviembre de 1812, Morelos tom Antequera.

    Bergosa asumi las funciones de arzobis-po electo desde marzo de 1813, actuando en consorcio con el virrey Calleja (1813-1816). Su labor contra la insurgencia continu al en-viar una misin apostlica a la ciudad de Que-rtaro en 1813-1814 para combatir las ideas separatistas. Junto al virrey, el arzobispo electo estaba preparado para cooperar con el sistema constitucional como la nica manera, en esa poca, de mantener la unidad de la Monarqua. El 10 de junio de 1813, su carta pastoral a los obispos aparentemente justific como opor-tuno el decreto de las Cortes (22 de febrero de 1813) para la extincin de la Inquisicin. Bergosa argument que la Constitucin de 1812 garantizaba la exclusividad de la religin catlica. El 18 de julio de 1813, predicando en la catedral con motivo de la eleccin de diputados, celebr la apertura de las Cortes, la legitimidad del Consejo de Regencia y el

    BERGOSA Y JORDN, ANTONIO

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    decre to que declaraba las provincias america-nas parte integrante de la Monarqua es paola con igualdad a las de la Espaa europea. Es-tas dos fallas le costaron la confirmacin de su ttulo de arzobispo, cuando Fernando VII regres a la pennsula y nulific la obra de las Cortes en mayo de 1814.

    El rey restableci el Consejo de Indias (2 de junio de 1814) en su forma de 1808 y nombr al amargo enemigo de las Cortes, el mexicano (residente en Espaa) Miguel de Lardizbal y Uribe, ministro universal de Indias. Debido a su influencia, la consulta de la Real Cmara de Indias del 19 diciembre de 1814 rechaz la confirmacin de Bergosa, y el rey le orden volver a Oaxaca en su categora de obispo. El 21 de julio de 1814, el rey restableci la Inqui-sicin, que comenz a funcionar en Mxico desde enero de 1815.

    Bergosa nunca volvi a Oaxaca y se reti r al convento de los carmelitas descalzos, en Mxi-co, para preparar su defensa. Recibi el fuerte apoyo del consulado (4 de abril de 1815), de Melchor lvarez (30 de julio de 1815), quien retom Antequera en marzo de 1814, y de muchas otras figuras importantes, como el vi-rrey Calleja. Bergosa describi cmo lo haba tratado el gobierno metropolitano en una car-ta a aqul, el 3 de mayo de 1815: para m una degradacin infamante, y para este pblico un general escndalo, sin que ni uno ni otro sepa-mos la causa de novedad tan nunca vista; y ha sido tambin un triunfo para los insurgentes descubiertos en Amrica y para los encubier-tos en Espaa. El mismo da mand una larga defensa al rey: se me ha despojado sin orme. Argument que su rechazo implicaba que los insurgentes tenan razn cuando cuestionaron la legiti midad del Consejo de Regencia y que su apo yo al gobierno cons titucional result del deseo de pre servar la unidad de la Monarqua y no porque fuera constitucionalista. Bergosa decidi volver a Madrid para vindicar en per-sona mi desaire pblico y deshonor, por no

    decir difamacin (9 de septiembre de 1816). Mientras tanto, particip en la degradacin y el proceso contra Morelos en diciembre de 1815 y consagr al arzobispo que le sucedi, el cannigo Pedro de Fonte, en junio de 1816.

    La Real Orden del 24 abril de 1816 le exo-ner parcialmente. Fonte le inform, el 8 de septiembre, que el rey le haba concedido vol-ver a Espaa, y Calleja le dio su pasaporte el 10 de septiembre. Se march diez das despus. El rey expres su confianza en l y, en agosto de 1817, lo nombr primado de Catalua, arzo-bispo de Tarragona, otorgndole la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Catlica. Bergosa lle-g a Tarragona en febrero de 1818.

    Brian Hamnett

    Orientacin bibliogrfica

    Gmez lvarez, Cristina y Francisco Tllez Guerrero, Una biblioteca obispal: Antonio Ber gosa y Jordn, 1802. Puebla, Benemrita Universidad Autnoma de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, 1997.

    Gonzlez M., Jos Luis, Encrucijada de lealta-des: don Antonio Bergosa y Jordn: un aragons entre las reformas borbnicas. Zaragoza, No-valia Electronic Editions, 2005.

    Hamnett, Brian R., Poltica y comercio en el sur de Mxico, 1750-1821. Mxico, Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1976.

    Hamnett, Brian R., La iglesia de Oaxaca du-ran te las primeras dcadas del siglo xix, en Mara de los ngeles Romero Frizzi, comp., Lecturas histricas del estado de Oaxa-ca. Oaxaca, Gobierno del Estado de Oaxa-ca/inah, 1990, t. iii, pp. 71-82.

    Ibarra, Ana Carolina, Clero y poltica en Oaxa-ca. Oaxaca, Instituto Oaxaqueo de las Culturas, 1996.

    Ibarra, Ana Carolina, El cabildo catedral de An-tequera de Oaxaca y el movimiento insurgente. Zamora, El Colegio de Michoacn, 2000.

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    Ibarra, Ana Carolina, coord., La independencia en el sur de Mxico. Mxico, unam, Instituto de Investigaciones Histricas, Direccin General de Asuntos del Personal Acadmi-co, 2004.

    Torres Puga, Gabriel, Los ltimos aos de la Inquisicin en la Nueva Espaa. Mxico, Po-rra/inah, 2004.

    +BERISTIN Y SOUZA, JOS MARIANO +

    Cannigo y den de la catedral de Mxico; literato ilustrado, bibligrafo emprendedor y publicista polmico. En sus numerosos escri-tos dio muestra de lo que Ernesto de la Torre Villar, uno de sus principales bigrafos, califi-c de fe hispanista. Defenda las virtudes de una monarqua espaola construida a ambos lados del Atlntico y sostuvo ese principio de hispanidad durante la crisis poltica que co-menz en 1808.

    Naci en Puebla de los ngeles el 22 de mayo de 1756. Fueron sus padres Juan Anto-nio de Beristin y Souza, criollo de Tehuacn, fallecido tempranamente, y Lorenza Rome-ro y Fernndez de Lara, quien sola organizar tertulias literarias a las que concurran ami-gablemente unidos jesuitas, dominicos y cl-rigos palafoxianos. Jos Mariano realiz sus primeros estudios en el colegio de San Jer-nimo de Puebla y pas despus al seminario diocesano de San Juan, o seminario pala-foxiano, que rega el extremeo Jos Prez Calama. Este ltimo reconoci la inteligencia del joven estudiante y comenz a favorecerlo. Aos despus, Beristin afirmara que deba su suerte al afecto singular que le haba pro-fesado ese rector, genio benfico al progreso y buen gusto de los estudios. Graduado de Bachiller a los 16 aos y recomendado por el rector del seminario, Beristin se convirti en protegido del obispo Francisco Fabin y Fue-ro, quien debi instruirlo en la lealtad a Espaa y en los principios regalistas, pues tuvo aquel prelado el encargo de justificar la expulsin de

    los jesuitas y exponer en su dicesis la necesi-dad de restablecer la unidad de la Iglesia. Al ser elevado a la mitra de Valencia, Fabin y Fue-ro llev consigo al joven Beristin, quien ya estaba convencido de emprender una carrera acadmica y eclesistica.

    Beristin ratific su grado de Bachiller en Valencia y, a los 25 aos, recibi el grado de Doctor en Teologa ante el claustro de esa universidad. Probablemente en ese periodo for mativo tuvo su primer contacto con la Bi-bliotheca Mexicana, de Juan Jos de Eguiara y Eguren. El sabio criollo slo haba conseguido publicar el primer tomo de su erudito catlo-go bibliogrfico y Beristin se propuso com-pletar la obra algn da. En 1782 fracas en su intento de ocupar una canonja en Valladolid, pero, en compensacin, consigui una ctedra en la universidad de esa ciudad espaola, mis-ma que desempe hasta 1788. Por entonces destac tambin como literato y fundador del primer peridico vallisoletano, El Diario Pin-ciano, en el que consign elogios crticos y jui-cios severos sobre obras literarias. Sobresa le, en particular, su acerba invectiva contra los villan-cicos navideos, que le parecan de mal gusto y poco edificantes para un espritu religioso.

    Su labor periodstica y su deseo de fama lo acercaron a la repblica de las letras. Form parte de la Real Sociedad de Amigos del Pas y de otras sociedades literarias. No obstante, su estancia en la pennsula no estuvo exenta de suspicacias. Tena una conducta demasiado re- lajada para el estado eclesistico; frecuenta-

    BERISTIN Y SOUZA, JOS MARIANO

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    ba el teatro y mantena una amistad estrecha con las comediantes. Gustaba de vestir como laico y se gan fama de libertino. En Madrid, la Inquisicin lo reprendi ligeramente por haber ledo y retenido un libro prohibido. En Valladolid se vio obligado a cerrar su diario, al parecer, por ciertos pasajes polmicos que ocasionaron, al igual que su conducta relaja-da, una averiguacin inquisitorial que, para su fortuna, no prosper. Para entonces, Beristin buscaba acercarse a la esfera del poder. Su es-tilo lisonjero y su egolatra descollaban ya en quien publicaba adulaciones a los poderosos y no tena reparo en colocar ms de trece ttu-los despus de su nombre. En 1785, dio a la imprenta madrilea una Oracin fnebre al in-fante Luis Antonio Borbn, que consigui reimprimir en Puebla un ao ms tarde. En 1789, instalado en Madrid, pronunciaba e im-prima elogios a Carlos IV, que contribuyeron a su acomodo en la jerarqua eclesistica. Al ao siguiente recibi una plaza en el cabildo eclesistico de Vitoria, pero prefiri probar suerte en Amrica. Sin renunciar a su canonja, acompa al recin electo obispo de Puebla, Salvador Biempica, con la esperanza de trocar su plaza por otra en el cabildo de su ciudad natal. Al no conseguir su objetivo, se embarc nuevamente hacia la pennsula. En el trayecto padeci un naufragio que estuvo a punto de costarle la vida. Despus de once meses, logr arribar a La Corua y publicar en Madrid el recuento de ese accidentado viaje. Al relatar su extraordinaria supervivencia en una isla de las Bahamas, no perdi la ocasin de aseverar que la lealtad al monarca haba prevalecido entre los nufragos, desde el comandante hasta el ltimo paje de escoba, pues en tan crticos lances cuidaron ms de los cajones de pliegos [reales] que de los sacos de pan. Esta singular aventura lo acerc ms a la corte y, sobre todo, al primer ministro, Manuel Godoy, quien premi sus mritos y servicios con una canonja en Mxico.

    En 1794 pas nuevamente a la Nueva Es-paa en compaa del marqus de Brancifor-te y su esposa, Antonia Godoy, hermana del primer ministro, cuando Espaa se encontra-ba enfrascada en una guerra contra la Francia revolucionaria. Ese mismo ao, habindose posesionado ya de su plaza de cannigo, pro-nunci un sermn que ha sido considerado por Carlos Herrejn como un parteaguas en la retrica sagrada de la Nueva Espaa. Haban vuelto los tiempos de guerra santa y Beris-tin invitaba a los feligreses a dar muestras de lealtad a la religin y al monarca. Sus arengas exacerbaron el discurso antifrancs, pero fue-ron tambin blanco de crticas. Para entonces, su fe regalista se confunda con una adulacin que le provoc animadversin en la Nueva Espaa. En diciembre de 1795, al trmino de la guerra con Francia, decor el balcn de su casa con versos dedicados a Godoy, recin nombrado Prncipe de la Paz. El gesto provo-c la indignacin de varios individuos de la capital, que divulgaron versos ofensivos en los que lo tildaban de adulador y barbero. Al mismo tiempo, un reconocido abogado, Juan Nazario Peimbert, colg en su casa unos ver-sos de agradecimiento a la Virgen de Guada-lupe, en contraposicin a los del cannigo. A este ataque se sum una denuncia contra Beristin ante la Inquisicin de Mxico, pero este tribunal la descart por improcedente.

    En 1796 se coloc la estatua ecuestre pro-visional de Carlos IV, que se solemniz con un sermn de gracias a cargo del cannigo Be ristin: Yo no vengo a adular sino a referir, advirti en l, anticipndose a la crtica y sos-teniendo, con san Juan Crisstomo, que no era adulacin el elogio a los reyes. En ese mismo sermn advirti el riesgo que corra la penn-sula por el estado de guerra en Europa y es-pecul sobre un posible traslado de la familia real a la Nueva Espaa: Aqu ests, t, Mxico, con un trono de corazones preparado para tus prncipes [...] Qu excesos no haras para

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    recibir en tus puertos, conducir a esta capital y colocar en tu palacio sus personas! En el pice de su retrica, afirmaba que el reino ameri-cano recibira a los doce millones de espao-les que poblaban la pennsula, en caso de que sta sucumbiera ante una invasin. Temblad entonces, naciones todas del universo [...] No os atrevis jams a pensar en que salga [el rey] huyendo de vuestros ejrcitos, porque ese da os dejar la pennsula, para que en ella y vues-tros continentes seis los esclavos hambrientos del soberano emperador de Mxico. Ocho aos despus, cuando se estren la estatua de-finitiva del rey, fundida en bronce, el cannigo promovi la celebracin de un concurso de odas al rey, al ex virrey Branciforte y al escul-tor, Manuel Tols. Los versos se publicaron en una curiosa coleccin titulada Cantos de las musas mexicanas.

    En 1808, Beristin era una de las voces ms importantes de la ciudad de Mxico, pero se vio comprometido por su cercana con Go-doy y el virrey Jos de Iturrigaray. Cuando ste fue hecho prisionero por los comercian-tes y grupos de patriotas en connivencia con algunos miembros de la Audiencia, el canni-go fue apresado por considerrsele demasiado cercano a la familia del virrey. Ms all de esto, es muy dudoso que simpatizara con las ideas de Talamantes, Azcrate o Primo de Verdad. Tras su liberacin, casi inmediata, Beristin se esforz por demostrar que su lealtad a Espaa estaba muy por encima de su adulacin y sim-pata por aquel ministro que haba entregado el reino a los franceses. As, en 1809 publicaba su Discurso poltico-moral y cristiano en el que exaltaba la fuerza de la nacin espaola, pre-sente a ambos lados del Atlntico; subrayaba la necesidad de mantener la unidad entre crio-llos y gachupines y elevaba sus plegarias para conseguir el exterminio del seductor del or-be, Napolen Bonaparte.

    Iniciada la insurreccin de Hidalgo, Beris-tin se mostr acrrimo opositor a la insurgen-

    cia. El discurso hispanista dej de ser mera re trica y se convirti en un arma esgrimida en el plpito y en la imprenta. En 1810 fir- m como abad de la congregacin de San Pedro, compuesta por sacerdotes naturales de la ciudad y el arzobispado de Mxico, una pro-clama en la que se comprometan a dedicarse con el mayor empeo en confesionarios, en los plpitos y en las conversaciones pblicas y privadas, a inspirar y mantener en el pueblo fiel de esta capital el horror a la diablica em-presa y proyectos de aquellos delincuentes fac-ciosos. En 1811 public unos largos Dilogos patriticos, con un estilo ameno y poco usual en las letras americanas. El personaje princi-pal, Filopatro, mostraba las contradiccio nes de sus interlocutores y los convenca de la in-existencia de agravios por parte de Espaa. La divisin entre gachupines y criollos era, en su opinin, producto de la incomprensin y causa de una destructora discordia. Sostena que los americanos haban tenido grandes oportunidades de ascenso en el conjunto de la monarqua hispnica y lleg a sostener que el trmino espaol deba incluir a mulatos, indios y castas. Public tambin, en colabo-racin con otros personajes, en El amigo de la Patria (26 nmeros entre 1812 y 1813) y en El Verdadero Ilustrador Americano (diez nmeros en 1812), en el que impugnaba al peridico insurgente de Jos Mara Cos.

    En 1812 su hermano Vicente, que haba sido almirante real, se alist en la insurgencia, pero, bajo sospechas de traicin, fue fusilado por el jefe rebelde Jos Francisco Osorno. Jos Mariano Beristin, por el contrario, consolid su autoridad bajo el mandato de Flix Mara Calleja. En 1813, convertido ya en den de la catedral, recibi los mayores elogios de este virrey, quien lleg a afirmar que el eclesistico mereca el primer lugar entre quienes defen-dan la justa causa, pues ninguno ha atacado ms de frente la rebelin y sus secuaces. Fue tambin presidente de la junta de censura y

    BERISTIN Y SOUZA, JOS MARIANO

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    dio su aprobacin para la publicacin de una serie de escritos polmicos que acercaron a los americanos el debate de las Cortes de Cdiz. En ese tiempo se mostr favorable al constitu-cionalismo y a los principios de libertad que esgriman las Cortes.

    A pesar de las turbulencias, o inspirado por ellas, se esforz por completar su magna obra, la Biblioteca hispanoamericana, a partir de los manuscritos inditos de Eguiara y Eguren. En esa tarea, tan difcil como ambiciosa, el sa-bio mexicano dio muestra de su gran capaci-dad de trabajo y logr completar el catlogo de li bros, sermones y folletos, manuscritos e impresos de los principales autores de la Am-rica Septentrional, en orden alfabtico. No obstante, la obra tuvo caractersticas peculia-res y un propsito distinto al de Eguiara. Mien tras ste haba glorificado las plumas mexicanas para contrarrestar el desprecio de un autor espaol el den de Alicante, Ma-nuel Mart, Beristin trataba de mostrar la grandeza de la cultura espaola a ambos lados del Atlntico, desbaratando las acusaciones ex-tranjeras y con el nimo de convencer a los americanos del legado que deban a su madre Espaa.

    Tras la restauracin de Fernando VII y la supresin del rgimen constitucional, Beris-tin volvi a una retrica de lealtad apartada de innovaciones polticas. En 1815, se pre-sent en el plpito para celebrar el regreso del monarca y clamar nuevamente contra la insurgencia, pero un insulto o conato de in- farto lo arroj al suelo. A partir de entonces, padeci una hemiplejia que lo acompa hasta su muerte, dos aos ms tarde. Inmovili-zado del lado izquierdo de su cuerpo, acudi

    a la junta eclesistica que ese mismo ao revis la causa contra el lder insurgente Jos Mara Morelos y decret su degradacin eclesistica. En 1816, pens en viajar de nuevo a Espaa, pero el agravamiento de su enfermedad se lo impidi. Ese mismo ao pudo ver impreso el primer tomo de su Biblioteca, que dedic, con sus fuerzas desfallecientes, al restablecido so-berano: Quiero cerrar mis ojos y entrar en el sepulcro con la gloria de haber puesto el nom-bre de vuestra majestad en la portada de este monumento. Beristin falleci en 1817, cua-tro aos antes de la independencia de Mxico y de que el tercero y ltimo volumen de su obra saliera a la luz pblica.

    Gabriel Torres Puga

    Orientacin bibliogrfica

    vila, Alfredo, La crisis del patriotismo crio-llo: el discurso eclesistico de Jos Mariano Beristin, en Alicia Mayer y Ernesto de la Torre, coords., Religin, poder y autoridad en Nueva Espaa. Mxico, unam, 2004, pp. 205-221.

    Torres Puga, Gabriel, Beristin, Godoy y la virgen de Guadalupe. Una confronta-cin por el espacio pblico en la ciudad de Mxico a fines del siglo xviii, en His-toria Mexicana, vol. 52, nm. 1. Mxico, El Colegio de Mxico, julio-septiembre de 2002, pp. 57-102.

    Torre Villar, Ernesto de la, El bibligrafo Jos Mariano Beristin y Souza (1756-1817), en Tempus. Revista de Historia de la Facultad de Filosofa y Letras, nm. 2, 1993-1994, pp. 83-113.

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    +BOCANEGRA, MARA GERTRUDIS +

    En la ciudad de Ptzcuaro, Michoacn, naci Mara Gertrudis Bocanegra Mendoza, el 11 de abril de 1765, siendo hija de los espaoles Pedro Javier Bocanegra y Feliciana Mendoza. Es poco lo que se sabe de su vida aunque, se-gn sus bigrafos, desde su juventud se preo-cup mucho por el estudio.

    A los 18 aos de edad conoci al soldado del regimiento de la provincia de Michoa-cn, Pedro Advncula de la Vega, con quien contrajo matrimonio, aunque no sin ciertos problemas, ya que el padre de Gertrudis se negaba a que la ceremonia se efectuase, bajo el argumento de que Pedro no era de origen espaol. Finalmente, el enlace se llev a ca-bo el 18 de febrero de 1784 en Ptzcuaro; sus padrinos fue ron Miguel Ansorena y Mara Josefa Anso rena y, como testigos, Josefa Ma-ra Valladares y Antonio Ansorena. Del matri-monio de Gertrudis y Pedro nacieron tres mu jeres y un varn.

    Al estallar el movimiento insurgente en 1810, Gertrudis y su familia tomaron el parti-do de la insurreccin. Tanto su esposo como su hijo, a instancias suyas, se unieron a las fuerzas del insurgente Manuel Muiz, que se apodera-ron de la ciudad de Ptzcuaro, y una de sus hijas se cas con un soldado insurgente de apellido Gaona. Por su parte, Ger trudis particip como correo de los insurgentes proporcionndoles informacin sobre las fuerzas realistas, tanto en Ptzcuaro como en Tacmbaro, y tambin los apoy con el envo de recursos.

    Mientras se encontraba trabajando por la causa independentista, Gertrudis recibi la tr gica noticia de que su hijo haba muerto en batalla a manos de los realistas y, poco despus, le avisaron que su esposo estaba herido de muerte tambin en el campo de batalla. Aun as, el nimo de esta fuerte mujer no decay y sigui participando con los insurgentes, al

    grado de acompaar a su yerno mientras estu-vo activo y en campaa durante aproximada-mente tres aos.

    Enviada de regreso a Ptzcuaro a cumplir con la misin de informar a los insurgentes sobre la situacin en la ciudad y de conseguir adeptos, incluso entre los soldados del ejrcito realista, para organizar una conspiracin que estallara en dicha ciudad, Gertrudis Bocane-gra fue descubierta y apresada junto con sus hijas. Durante el interrogatorio y bajo amena-za de ejecutarla, siempre mostr la fortaleza de carcter que acompaaba a aquellas mujeres que, sin importar los riesgos que corran, tra-bajaban convencidas por la causa insurgente. De esta forma fue imposible lograr que de-nunciara a los adeptos a la independencia que haba en Ptzcuaro.

    Atrapada en aquella situacin y habien-do perdido buena parte de su familia por la causa a la que permaneci siempre fiel, doa Gertrudis fue sometida a juicio y condenada a la pena mxima. Fue as como el 11 de oc-tubre de 1817 se le pas por las armas en la Plaza Mayor de Ptzcuaro, no sin antes arengar nuevamente al pueblo para que continuara lu-chando por la causa independentista.

    Sus restos fueron sepultados en la iglesia de la Compaa, en Ptzcuaro, y ms de un siglo despus, en 1938, se erigi un monumento en su memoria en la Plaza de San Agustn, que a partir de aquel momento tom su nombre. Por su incansable labor en apoyo a la insurgencia es conocida como la herona de Ptzcuaro.

    Adriana Fernanda Rivas de la Chica

    Orientacin bibliogrfica

    Diccionario Porra de historia, biografa y geografa de Mxico. Mxico, Porra, 1964.

    BOCANEGRA, MARA GERTRUDIS

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    Gutirrez, ngel, Mara Gertrudis Bocane-gra Mendoza. Herona de Ptzcuaro. Mo-relia, Comit Editorial del Gobierno de Michoa cn/Comisin Estatal encar gada de la celebracin del 175 Aniversario de la Iniciacin de la Independencia Nacional y

    el 75 Aniversario de la Revo lucin Mexi-cana, 1985.

    Miquel i Vergs, Jos Mara, Diccionario de insurgentes. Mxico, Porra, 1969.

    Rubio Siliceo, Luis, Mujeres clebres en la Inde-pendencia de Mxico. Mxico, Talleres Gr-ficos de la Nacin, 1929.

    +CALLEJA DEL REY, FLIX MARA +

    Calleja naci el 11 de noviembre de 1753 en Medina del Campo, Reino de Castilla la Vieja. Hijo y nieto de escribanos del Ayuntamiento; por hidalgua le corresponda conservar el car-go de sus predecesores; sin embargo, se inclin por el servicio de las armas al ser reclutado por el procedimiento de quintas. El 29 de no-viembre de 1773 se incorpor como cadete al regimiento de infantera de Saboya. Sin recur-sos para comprar el grado de subteniente, de-bi esperar tres aos para conseguirlo (24 de agosto de 1776), despus de su participacin en la desastrosa expedicin sobre Argel. Lue-go fue re