Ayn Rand para latinoamericanos

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EL PENSAMIENTO DE AYN RAND Hace un siglo, América Latina se consideraba el continente de la esperanza. Cien años después, seguimos esperando. América Latina, junto con África, es la zona que más se atrasa, mientras que el resto del mundo avanza a pasos agigantados. Como el subdesarrollo empieza en la mente, debemos buscar otras formas de pensar, otros paradigmas teóricos que liberen nuestro potencial cautivo y nos hagan dar el gran salto hacia delante. Con el propósito de llevar a cabo una revolución en la mente que permita cambiar nuestras realidades, propongo aquí considerar la obra de Ayn Rand, una de las filósofas y literatas más profundas e importantes del último siglo, cuyas ideas lamentablemente son poco conocidas en América Latina. Ayn Rand (1905-1982) nació en San Petersburgo, Rusia, en donde sufrió el impacto de la Revolución Bolchevique. Observó cómo las promesas del socialismo se convertían necesariamente en cadenas de muerte. Ansiando libertad, en 1926 abandonó la Unión Soviética y emigró a los Estados Unidos, donde llegó a ser una novelista y filósofa renombrada. En 1957 publicó su obra más destacada, Atlas Shrugged, traducida al español como La Rebelión de Atlas. En un mundo donde masivamente se predica el socialismo en todas sus formas, generando caminos de servidumbre, como les llamó Hayek, Ayn Rand se erige a sí misma en una brillante defensora del capitalismo libre, de los derechos individuales y de la libertad individual. La filósofa pretende ofrecer una visión racional, consistente e integrada de la vida humana, con el fin de ofrecer lo que ella llamó “una filosofía para vivir sobre la tierra”. Ayn Rand empieza diciéndonos que la razón es el único instrumento de conocimiento del ser humano, la facultad que le permite percibir los hechos de la realidad. Actuar racionalmente es actuar de acuerdo con los hechos de la realidad. Y si la razón es el instrumento básico de supervivencia, la racionalidad es la más alta virtud. Pero esta racionalidad, esta capacidad de entender el mundo no es automática. Requiere un esfuerzo, es un acto de voluntad. Hay que querer pensar. Esto me recuerda la irracionalidad con que actúan los políticos en América Latina y sé que muchos ejemplos de gobernante también vendrán a su mente. También recuerdo a los economistas, que nos recetan una y otra vez las mismas fórmulas fracasadas del pasado, tomadas de teorías que se reciclan continuamente. En contraste, Ayn Rand nos advierte contra la tentación tan frecuente de no querer enfrentarse a la realidad, contra la tendencia a preferir no saber algo pues podría ser demasiado desagradable, contra la tentación de desear caprichosamente y sentarse a esperar a que algo mágico cambie el destino. Y al actuar contra la razón, el individuo amenaza su propia supervivencia, pues actuar contra la realidad solo puede conducir a la destrucción del ser humano. Entonces entendemos que la destrucción y el daño que observamos en

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Documento divultativo elaborado por Alex Montero.

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EL PENSAMIENTO DE AYN RAND

Hace un siglo, América Latina se consideraba el continente de la esperanza. Cien años después, seguimos esperando. América Latina, junto con África, es la zona que más se atrasa, mientras que el resto del mundo avanza a pasos agigantados. Como el subdesarrollo empieza en la mente, debemos buscar otras formas de pensar, otros paradigmas teóricos que liberen nuestro potencial cautivo y nos hagan dar el gran salto hacia delante.

Con el propósito de llevar a cabo una revolución en la mente que permita cambiar nuestras realidades, propongo aquí considerar la obra de Ayn Rand, una de las filósofas y literatas más profundas e importantes del último siglo, cuyas ideas lamentablemente son poco conocidas en América Latina.

Ayn Rand (1905-1982) nació en San Petersburgo, Rusia, en donde sufrió el impacto de la Revolución Bolchevique. Observó cómo las promesas del socialismo se convertían necesariamente en cadenas de muerte. Ansiando libertad, en 1926 abandonó la Unión Soviética y emigró a los Estados Unidos, donde llegó a ser una novelista y filósofa renombrada. En 1957 publicó su obra más destacada, Atlas Shrugged, traducida al español como La Rebelión de Atlas.

En un mundo donde masivamente se predica el socialismo en todas sus formas, generando caminos de servidumbre, como les llamó Hayek, Ayn Rand se erige a sí misma en una brillante defensora del capitalismo libre, de los derechos individuales y de la libertad individual. La filósofa pretende ofrecer una visión racional, consistente e integrada de la vida humana, con el fin de ofrecer lo que ella llamó “una filosofía para vivir sobre la tierra”.

Ayn Rand empieza diciéndonos que la razón es el único instrumento de conocimiento del ser humano, la facultad que le permite percibir los hechos de la realidad. Actuar racionalmente es actuar de acuerdo con los hechos de la realidad. Y si la razón es el instrumento básico de supervivencia, la racionalidad es la más alta virtud. Pero esta racionalidad, esta capacidad de entender el mundo no es automática. Requiere un esfuerzo, es un acto de voluntad. Hay que querer pensar.

Esto me recuerda la irracionalidad con que actúan los políticos en América Latina y sé que muchos ejemplos de gobernante también vendrán a su mente. También recuerdo a los economistas, que nos recetan una y otra vez las mismas fórmulas fracasadas del pasado, tomadas de teorías que se reciclan continuamente. En contraste, Ayn Rand nos advierte contra la tentación tan frecuente de no querer enfrentarse a la realidad, contra la tendencia a preferir no saber algo pues podría ser demasiado desagradable, contra la tentación de desear caprichosamente y sentarse a esperar a que algo mágico cambie el destino. Y al actuar contra la razón, el individuo amenaza su propia supervivencia, pues actuar contra la realidad solo puede conducir a la destrucción del ser humano. Entonces entendemos que la destrucción y el daño que observamos en

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América Latina tiene que ver con la irracionalidad de nuestras actuaciones, como consecuencias lógicas de lo que está mal.

Rand continúa hablándonos del “libre albedrío”, que es la libertad que tiene la mente de pensar o no. Se trata de la elección que controla todas las otras elecciones que hacemos y determina nuestra vida y nuestro carácter. Nuestra vida se hace a partir de nuestras decisiones. Por tanto, hay que rechazar toda forma de determinismo, es decir, toda creencia de que el hombre es víctima de fuerzas que escapan a su control, tales como los dioses, el destino, los genes, las condiciones de nacimiento o los factores económicos.

La razón del hombre es la única fuente que le permite juzgar valores y guiarlo hacia la acción. Para las personas racionales, el estándar de valor es la vida humana. Es decir, la medida ética de cualquier acción debe ser la supervivencia del ser humano como ser humano, lo requerido por su naturaleza para sobrevivir como un ser racional y no su momentánea supervivencia física como un bruto sin mente.

El ser humano existe para sí mismo. Por tanto, debe buscar su propia felicidad, debe seguir su realidad y realizarse a través de valores racionales. Conforme con esta visión racional, los seres humanos deban tratarse unos con otros en respeto, dando valor por valor, por medio de un libre y mutuo consentimiento y para un mutuo beneficio. Cuando queremos algo de otra persona, tenemos dos formas de hacerlo: por medio de la persuasión o de la coacción, es decir, por medio de la razón o por medio de la fuerza. Rand opta por la razón y condena la fuerza como anti-humana, por lo que insiste en la sociedad libre.

Este ideal de respeto y libre intercambio es contrario a la práctica de nuestras sociedades actuales. Ayn Rand denuncia que vivimos en una cultura de sacrificios, que pide a los individuos que sean altruistas y se sacrifiquen para beneficiar a los demás o a la sociedad. En contraste, la filósofa sostiene que las necesidades de los demás no pueden representar una hipoteca sobre la felicidad de uno mismo. Rand denuncia como inmoral que en nombre del altruismo se niegue a las personas el derecho a beneficiarse a sí mismas y a vivir su propia vida. Este supuesto altruismo pide que el individuo haga la total sumisión a la muchedumbre y condena a toda persona capaz a sacrificar todo su ser en el altar colectivo a cambio de nada. Y se pide que la persona que destine toda su atención y esfuerzo a personas que no se lo han merecido y que reclaman ese sacrificio del que se beneficiarán sin escrúpulos.

Pensemos en los discursos de tantos y tantos gobiernos que mantienen a América Latina en la pobreza. Hablan de sacrificio, de entrega a la patria, de solidaridad impuesta por la fuerza a los ciudadanos. ¿Quiénes han sido los beneficiados?

Ayn Rand nos va a hacer una propuesta radical, a veces difícil de aceptar para los latinoamericanos, que hemos sido amaestrados para ser víctimas y ser entregados por otros al sacrificio. La filósofa defendió el ideal de “selfishness”, es decir, la atención propia debe estar dirigida hacia los propios intereses (egoísmo racional). Rand afirma

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en que el individuo es un fin en sí mismo y no un medio para los fines de los demás; debe vivir por su propio propósito, sin sacrificarse para otros y sin sacrificar a los otros para sí; la persona debe trabajar por su propio interés racional y lograr su propia felicidad como el propósito moral más alto de su vida.

Una sociedad racional y justa es aquella en donde las personas, cada persona, sea fin supremo en sí misma y no víctima y sacrificio para otros, para los victimarios. Detallemos, por tanto, este ideal social.

Basándose en la idea de que toda persona es dueña de sí misma, Ayn Rand pasa a insistir en el derecho a la propiedad privada. El hombre tiene que trabajar y producir para poder sostener su vida. Tiene que sostener su vida mediante su propio esfuerzo y su propia mente. Si no puede disponer del producto de su esfuerzo, no puede disponer de su esfuerzo. Si no puede disponer de su esfuerzo, no puede disponer de su vida. Sin los derechos de propiedad, ningún otro derecho puede practicarse.

La conclusión es que una mente libre y una economía libre son correlativas. No pueden existir separados. En la visión de mundo de Ayn Rand, los individuos deben tratar unos con otros como comerciantes, intercambiando valor por valor, por medio de un libre y mutuo consentimiento y para un mutuo beneficio. El único sistema social que permite esa libertad en las relaciones humanas y que no usa la imposición ni la fuerza física es el capitalismo de laissez-faire (libre comercio). El capitalismo es el sistema económico que reconoce los derechos individuales y los acuerdos libres, sin que se impongan a los individuos alternativas con las que están en desacuerdo a través de la fuerza propia o a la del Estado. Es un sistema de libertad individual, diversidad y dinamismo, donde cada uno puede hacer sus propias elecciones y es responsable por su propia vida y felicidad y donde es posible la convivencia pacífica y una prosperidad abundante para quienes trabajen por ella.

Esta descripción es acorde con el imperativo básico de la ética de Rand: que ningún individuo tiene el derecho de usar la fuerza física contra otro para imponerle sus ideas o quitarle sus bienes. El único uso legítimo de la fuerza es en propia defensa. Esto nos explica la misión del gobierno en una sociedad libre, cuya función única y exclusiva del gobierno es proteger los derechos individuales y defender a las personas contra el uso de la fuerza. Las demás actividades sociales en una sociedad libre están sometidas al diálogo y al libre acuerdo de los individuos, que deben recurrir a la persuasión y no a la fuerza para convencer a los otros.

En consecuencia, Ayn Rand rechaza cualquier forma de colectivismo, como el fascismo y el socialismo, que subordinan al individuo al grupo y le niegan el derecho a realizar su propia vida. Pero hay más. Ella también rechaza la 'economía mixta', en donde el gobierno “regula” la economía y “redistribuye” la riqueza usando la fuerza para obligar a los individuos a aceptar decisiones económicas que libremente nunca tomarían. Aunque se utilicen “buenos propósitos” como pretextos, esto es despojar a los individuos del poder sobre su vida y sobre su mente y, por tanto, reducirlos a una condición inhumana e inmoral.

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Esta oposición a la economía mixta nos recuerda la crítica de nuestros abuelos a quienes quieren “quedar bien con Dios y con el diablo”, lo que en política es querer aceptar la libertad pero pretender imponer regulaciones que la terminan haciendo imposible y absurda. Ayn Rand es radical y nos propone una clara separación entre lo bueno y lo malo. Si sabemos que algo es bueno y que algo es malo, es injustificable mezclarlos para escoger “tonos grises”: no hay justificación racional para aceptar ni siquiera una parte de lo que sabemos que es malo. Decía Rand que al mezclar comida y veneno, el veneno gana. Apliquemos esto a teoría del Estado y entenderemos por qué el fracaso latinoamericano se ha extendido por un siglo.

Concluyo destacando que la filosofía de Ayn Rand concluye en una visión optimista del ser humano y de la vida. Se opone a quienes ven al ser humano como indefenso y condenado al fracaso o a la destrucción. Por el contrario, nos invita a mirar hacia los impresionantes logros de la mente humana y a recordar la grandeza humana, construyendo una sociedad libre, que es la única forma racional y digna de trato entre los seres humanos.

Muchas gracias.