Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

10
1 La herencia insoportable Freud (Nietzsche) y Derrida * René Baeza Derrida trata de leer a Freud al compás del ritmo nietzscheano. Lo que observa en Freud, primero, es la evitación deliberada del texto de Nietzsche: “Es preciso (il faut) evitar lo más próximo, por la misma razón de su proximidad” 1 . Subrayemos, para hacer notar el rendimiento económico que la hipótesis deconstructiva acredita, que no es otra que la misma nomenclatura puesta en juego por estos autores la que se va a sugerir ahora en relación a los nombres propios. Y la afirmación inversa, sin duda, no sería menos cierta. Al no haber diferencia oposicional entre placer y dolor, por ejemplo (no única y exclusivamente), tampoco la habrá entre Freud y Nietzsche. Está demás así que Freud suprima o ponga en suspenso la herencia nietzscheana 2 . No se trata para Derrida, por cierto, de denegar el mismo la relativa originalidad de los enunciados de Freud, de no reconocer ingratamente las problemáticas legítimas que históricamente detenta. Lo que importa mas bien, es mostrar cómo, de un legado pretendidamente bastardo, se puede también heredar. Si el encuentro es la separación, si la separación y el encuentro sólo pueden ser posibles por una precomprensión del ser, por una anticipación del sentido (de la cercanía y la distancia), lo que hay en el origen es siempre la ilegitimidad primera 3 . El “antecedente” sin nombre por el cual se libera el sistema de la legitimidad en general. Es innecesario aquí también querer despreciar tal o cual linaje, pues el movimiento genealógico, por donde rastree, se encontrara huérfano. Lo mismo que el movimiento psicoanalítico. Con el retorno de esta orfandad es que Freud se toca, en efecto, a cada paso en Más alla..., admitiendo su parálisis 4 . Hubo de dejar escrito (aunque no necesariamente legible para el) que la “herencia insoportable le habrá dictado subrepticiamente su propia andadura. Dicha parálisis puede verse obrar comentando el análisis que Derrida hace del concepto de Represión. La noción de Represion freudiana no sería posible sino por una * El título original del presente texto es “Pasos: Freud ... Derrida (y más allá)”. Ha sido modificado y dispuesto como artículo para el presente número de Actuel Marx Intervenciones con el premiso de su autor. El libro del que procede lleva por título: Resistencias: Economía de la inscripción en Jacques Derrida, Santiago, Filosofía Universidad ARCIS/Cuarto Propio, 2001, pp. 275-300. 1 Derrida, J., La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá, México, Siglo XXI, 2001, p. 19. 2 Ibidem. 3 Derrida, J., La escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989, p. 101. 4 Freud, S., “Más allá del principio del placer , en Los textos fundamentales del psicoanálisis, Barcelona, Ediciones Altaya, 1997, p. 333.

description

ensayo nietzsche

Transcript of Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

Page 1: Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

1

La herencia insoportable Freud (Nietzsche) y Derrida*

René Baeza

Derrida trata de leer a Freud al compás del ritmo nietzscheano. Lo que observa en Freud, primero, es la evitación deliberada del texto de Nietzsche: “Es preciso (il faut) evitar lo más próximo, por la misma razón de su proximidad”1. Subrayemos, para hacer notar el rendimiento económico que la hipótesis deconstructiva acredita, que no es otra que la misma nomenclatura puesta en juego por estos autores la que se va a sugerir ahora en relación a los nombres propios. Y la afirmación inversa, sin duda, no sería menos cierta. Al no haber diferencia oposicional entre placer y dolor, por ejemplo (no única y exclusivamente), tampoco la habrá entre Freud y Nietzsche. Está demás así que Freud suprima o ponga en suspenso la herencia nietzscheana2. No se trata para Derrida, por cierto, de denegar el mismo la relativa originalidad de los enunciados de Freud, de no reconocer ingratamente las problemáticas legítimas que históricamente detenta. Lo que importa mas bien, es mostrar cómo, de un legado pretendidamente bastardo, se puede también heredar. Si el encuentro es la separación, si la separación y el encuentro sólo pueden ser posibles por una precomprensión del ser, por una anticipación del sentido (de la cercanía y la distancia), lo que hay en el origen es siempre la ilegitimidad primera3. El “antecedente” sin nombre por el cual se libera el sistema de la legitimidad en general. Es innecesario aquí también querer despreciar tal o cual linaje, pues el movimiento genealógico, por donde rastree, se encontrara huérfano. Lo mismo que el movimiento psicoanalítico. Con el retorno de esta orfandad es que Freud se toca, en efecto, a cada paso en Más alla..., admitiendo su parálisis4. Hubo de dejar escrito (aunque no necesariamente legible para el) que la “herencia insoportable ” le habrá dictado subrepticiamente su propia andadura. Dicha parálisis puede verse obrar comentando el análisis que Derrida hace del concepto de Represión.

La noción de Represion freudiana no sería posible sino por una

* El título original del presente texto es “Pasos: Freud ... Derrida (y más allá)”. Ha sido

modificado y dispuesto como artículo para el presente número de Actuel Marx Intervenciones con el premiso de su autor. El libro del que procede lleva por título: Resistencias: Economía de la inscripción en Jacques Derrida, Santiago, Filosofía Universidad ARCIS/Cuarto Propio, 2001, pp. 275-300. 1 Derrida, J., La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá, México, Siglo XXI, 2001, p. 19. 2 Ibidem. 3 Derrida, J., La escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989, p. 101. 4 Freud, S., “Más allá del principio del placer”, en Los textos fundamentales del psicoanálisis, Barcelona, Ediciones Altaya, 1997, p. 333.

Page 2: Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

2

hipótesis especulativa5. Mas allá de una lógica filosófica o científica se pretende por la misma que el placer pueda ser experimentado como desplacer. Lo que se trata de inquirir así es el lugar que ocupa la Represión en la estructura tripartita del placer, el dolor y su diferencia. El que la hipótesis represiva aparezca “muy enigmática” (très énigmatique) en Freud, se debe en principio a la dificultad de localizarla en lo que Derrida llama la “gráfica”, el rodeo difiriente. Pues no se sabe muy bien si la Represión es aquí un efecto de la estructura, otro nombre para aquella, o bien su causa645. Definirlo sería por otra parte determinar la especificidad última del psicoanálisis. Y esto porque a una ciencia le estaría vedada la “evaluación cuantitativa” del afecto cualitativo (placer).

La intolerancia de la oposición simple entre cantidad y cualidad era ya uno de los motivos centrales, en Freud y la escena de la escritura (1966), para elucidar el estatuto del psiquismo freudiano: el de la memoria como imposible abrirse-paso puro. Motivo ya por lo mismo para imprimir anticipadamente a Freud el lenguaje de Nietzsche: la vida psíquica no sería ni la lucidez del sentido ni la opaca manifestación de la fuerza7. Se trataba ya también de insistir, al tenor de la misma descripción que Freud hacía en el Proyecto de una psicología para neurólogos (1895), en la relevancia de la noción de resistencia, la cual se hacía indispensable para que el mismo acto productor de memoria se imprimiera. En efecto, en este escrito de juventud, Freud se había dado la tarea de pensar el psiquismo a partir del quantum de energía, lo que lo llevó a elaborar la teoría de la “facilitación” (Bahnung). El problema es poder concebir de este modo la huella mnémica en el medium neuronal, el cual debe ser para este efecto, tanto impresionable como eternamente virgen. Para Freud es preciso que la excitación energética modifique por un lado a las neuronas de memoria, mien-tras que no deja de percibir por otro que dichas marcas impresivas deben operar siempre bajo las mismas condiciones de recepción8. El excitamiento neuronal se da así de la misma forma en que se da el tiempo: modificación de un ahora por otro ahora (nun). Veremos más adelante que es esta misma necesidad la que determina la aporía entre el principio del placer y el principio de realidad.

Para señalar en conjunto la circunstancia inmodificable de la receptividad y la alteración constante que eventualiza la excitación, Freud debe concebir cierta virtud indiferencial de las neuronas. Indiferencial que, desde luego, apunta a suprimir la distinción entre el cambio y la permanencia. Sin aceptar como dice Derrida, la diferencia entre células perceptivas y células mnemónicas, trabajándola más bien operativamente, Freud procura desarmar la

5 Derrida, J., La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá, op. cit., p. 42. 6 Ibid., p. 41. 7 Derrida, J., La escritura y la diferencia, p. 27 8 Freud, S., Proyecto de una psicología para neurólogos y otros escritos, Madrid, Alianza Editorial, 1974, p. 17.

Page 3: Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

3

oposición a través de la hipótesis de las “celdas de contacto”. Se trata aquí, dice Freud, de una “salida”: “La teoría de las barreras de contacto adopta esta salida formulándola en los siguientes términos. Existen dos clases de neuronas: primero, aquellas que dejan pasar la cantidad (Q'n) como si no poseyeran barreras de contacto, o sea que después de cada pasaje de una excitación queden en el mismo estado que antes; segundo, aquellas en las cuales se hacen sentir las barreras de contacto, de modo que sólo difícil o parcialmente dejen pasar cantidad (Q'n) a través de ellas. Las neuronas de esta segunda clase pueden quedar, después de cada excitación, en un estado distinto al anterior, o sea que ofrecen una posibilidad de representar la memoria”9.

La hipótesis de la facilitación homogénea, del abrirse-paso sin resistencia diferencial es desechada por Freud toda vez que ello provocaría la parálisis de la memoria, al plantearse una suerte de indefinición de la fuerza que elabora el surco mnémico. Ahora bien, Freud parece conducir este análisis (como siempre) de una forma notablemente pedagógica: primero afirma que la memoria puede ser comprendida a partir de las facilitaciones entre las neuronas, para luego indicar que es más apropiado decir que la memoria debe ser concebida en el contexto de las diferencias de facilitación entre las mismas10. Como advierte Derrida, la primera forma de pensar el abrirse-paso muestra su intolerancia en tanto que presupondría la presencia, el punto fuente que vendría luego a ser modificado; en la segunda opción esto se evitaría suponiendo la facilitación en tanto barrera resistente, lo que haría indiscernible algo así como la primera vez de la impresión. Diferencia y resistencia permitirían luego dar cuenta de la memoria sin postular un origen meramente actual. Es por esto además que tampoco sería necesario definir a priori aquí la diferencia entre cantidad y cualidad como recurso teórico para pensar lo mnemónico: “No nos apresuremos a determinar como cualidad otra cosa que la cantidad pura: se transformaría la fuerza mnemica en conciencia presente y percepción translúcida de las cualidades presentes. Así, ni la diferencia entre las cantidades plenas, ni el instersticio entre las repeti-ciones de lo idéntico, ni el abrirse paso ( frayage) mismo se dejan pensar en la oposición de la cantidad y de la cualidad”11. Se anticipaban así las razones de la “parálisis” de Más allá.. 12. Y esto, en primer lugar, porque Freud atribuye a

9 Ibid., p. 18. 10 Ibid., p. 19. 11 Derrida, J., La escritura y la diferencia, op.cit., p. 279. 12 Ya había sido Lacan quien establecía un nexo esencial entre el Proyecto y Más allá del principio del placer. Al referirse al automatismo de repetición puesto en escena en esta última obra, Lacan ve su ligadura esencial al descubrimiento inaugural de Freud: la concepción de la memoria: “El automatismo de repetición (Wiederholungszwang) —aunque su noción se presenta en la obra aquí enjuiciada (Más allá...) c o mo destinada a responder a ciertas paradojas de la clínica, tales como los sueños de la neurosis traumática o la reacción terapéutica negativa— no podría concebirse como un añadido, aun cuando fuese para coronarlo, al edificio doctrinal... Es su descubrimiento inaugural lo que Freud reafirma en él: a

Page 4: Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

4

la neuronas de memoria la cualidad psíquica exclusiva. En efecto, a través de este esquema de lectura de Freud, Derrida ya advierte una traducción posible para enfrentar la diferencia entre el principio del placer y el principio de realidad en Jenseits13.

El motivo de la parálisis de Freud se localiza en el pasaje de relevo o de herencia entre el principio del placer (pp.) y el principio de realidad (pr.). En otras palabras: en la experiencia de un placer-displacentero. Y es la noción de Represión la que permite que una paradoja tal pueda darse. ¿Cómo hablar de una Represión en estos términos, si, como lo dice Derrida respecto de la descripción del abrirse paso de la memoria, está vedado el lenguaje de las presencias puras, el de las ciencias naturales como el de la fenomenología? 14. En el mismo texto de 1966, en una suerte de presentación del escrito, Derrida distinguía entre olvido o exclusión y “Represión no lograda”

(Refoulement non réussi), para advertir precisamente que es este no logro el que da a la estructura cierta inteligibilidad histórica. Suponemos así que la Re-presión, en la lógica de Más alla..., debe permanecer sin una localización definida en la estructura de la gráfica (en la gráfica de la estructura). Que necesita, al igual que el paso analógico, una cuota de indiferencia (a la dife-rencia oposicional) para atrapar y liberar el movimiento atético de placer-diferencia-dolor. Si es imprescindible, como vimos, interrumpir la diferencia métrica entre dolor y placer, si a la vez es necesario conservarla, no absolverla, si la Represión, por lo mismo, no es por completo exitosa, la marcha de este paso marcha mal.

Es aquí donde le es fundamental a Derrida enfatizar un cierto privilegio asignado por Freud a la metáfora de la cojera. Esta ilustraría el instante de cadencia, como el parpadeo ilustra, en La voz y el fenómeno, el cierre del ojo15. Ahora, si la cojera marca el límite-pasaje, el pasaje-límite, la compulsión de repetición sin origen, un cierto rechinar nihilista puede darse a oír aquí16. Y esto lo decimos evidentemente por los compromisos que la deconstrucción contrata con él. La consecuencia es importante si, por ejemplo, ha de hacerse una traducción al plano etico-político. El mismo Derrida sugiere muy bien en Espectros de Marx a propósito de la expresión

saber, la concepción de la memoria que implica su ‘inconsciente’... Lo que aquí se renueva se articulaba ya en el ‘proyecto’...”. Ver Lacan, J., Escritos I, México, Siglo XXI, 1971, p. 39. 13 Derrida, J., La escritura y la diferencia, op. cit., p. 279. 14 “¿Cómo hacer entender un no cuando se quiere decir no sin nombrarlo? ¿Cómo traducir no por sí, que significa traducir respecto a esa pareja singular si/no” (“Ulises gramófono: El oui-dire de Joyce”, en Teoria literaria y deconstrucción, p. 90). “¿(...) se puede hacer estallar el tímpano de un filósofo y continuar haciéndose oír por él” (“Tímpano”, en Márgenes de la filosofía, Madrid, Cátedra, 1989, p. 19). 15 Véase todo el capítulo V de La voz y el fenómeno, “El signo y el parpadeo”. Derrida, J., La voz y el fenómeno. Introducción al problema del signo en la fenomenología de Husserl, Barcelona, Pre-Textos, 1995. 16 Nietzsche, F., El nihilismo: Escritos póstumos, Barcelona, Península, 1998. Y Heidegger, M., “Hacia la pregunta por el ser”, en Acerca del nihilismo, Barcelona, Paidós, 1994.

Page 5: Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

5

"The time is out of joint", de Shakespeare, que la traducción de la fórmula “pasa fácilmente de lo desajustado a lo injusto”17. Y no debe entenderse que aquí, como en cualquier otro lugar de traducibilidad, Derrida se sitúe de entrada en una estable delimitación de la regiones. Es porque esta frontera permanecerá siempre indecidible por lo que el paso apresurado se haría solidario de la mayor violencia. En efecto, en el sistema que el pasaje instaura, el nihilismo se dará a leer como indecisión entre la justicia (diké) y la injusticia (adikia). Incluso el “mal” (técnico-ontológico: axiológico-etico) se ofrece rápidamente también como lo dado del don. ¿No ha sido interpretado siempre el mal como carencia de presencia plena? ¿y fuera de ella la diferencia mal-bien es imposible? La preocupación de Derrida por reorientar lo que llama el “mal de archivo”, precisamente a propósito de Freud, confiesa ya el dolor extremo al que la deconstrucción 18 se expone. Malestar decidido, en todo caso, asumido, reivindicado como condición de la transferencia: “Si la especulación [de Freud] queda necesariamente irresuelta, porque juega en dos tableros, banda contra banda, perdiendo en ganar y ga-nando en perder, ¿cómo asombrarse que las cosas marchen mal? Pero es preciso (il faut) que la cosa ande mal para que marche; si es preciso (s'il faut), si es preciso (s'il faut) que las cosas marchen, tienen que andar mal” 19.

Es lo que se podría llamar el período de la conciencia o la conciencia del período. El período, con toda la connotación de dolor y de pérdida. Tal como aquí se concibe, el período tiene el mérito de “representar” tanto el flujo del deseo (libido), como la “Represión” que permite su traducibilidad. La decisión, por la cual este “lugar” de traducción se “origina”, soporta el juego de intercambios entre el placer y el dolor; la transferencia sobreimpuesta, luego, necesita que el pasaje así efectuado quede ilocalizable al instante de definir los dos momentos en el continuum del flujo.Y lo mismo puede decirse evidentemente de la transacción entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte, sujeta al mismo juego de tráfico y bloqueo. Lo que se dijo en relación al tiempo, a su instancia puntual, vale aquí de igual forma para la traza sintáctica: es preciso concebirla también en el instante de climax, en que es, en conjunto, despuntar y caída. La decisión se hereda, pero lo que es recibido o dado en la herencia es sólo la reespedición del envío (il faut...s'il faut...sil faut). Se lega, en otras palabras, el desajuste. Y si el “mal” aparece en esta escena, el “mal” es la traducción. Desde luego, no se trata de denunciar con esto la traición a una verdad original, la infidelidad, por ejemplo, al principio del placer, pues la fidelidad y la traición se traducen ellas mismas en el pasaje, son momentos inscritos de la transferencia. El atareamiento

17 Derrida, J., Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional, Madrid, Trotta, 1995, p. 33. 18 “Aquello por lo que ésta sufre o aquello por lo que sufren aquellos a los que ella hace sufrir”. Derrida, J., Fuerza de Ley, Madrid, Técnos, 1997, p. 13. 19 Derrida, J., La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá, op. cit., p. 19.

Page 6: Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

6

compulsivo de la síntaxis, como repetición del ritmo de Más allá..., es “Fidelidad” irrestricta al fluir deseante, dolorosamente pulsional del sujeto llamado Freud. La normalidad, en sentido psicoanalítico, permanece atrapada en el juego de herencia de lo sin norma, queda rehén de la “locura” por la cual prontamente se traduce la “salud”. Es el ritmo del pasar, que no aparece definido bajo ninguna escena estable, el que desbarata la oposición entre lo normal y lo patológico. Poco antes se podia leer: “Fort:da: Es preciso (il faut) que el paso más normal comporte el desequilibrio, en sí mismo, para echarse hacia adelante, para hacerse seguir por otro, el mismo una vez más, que sea paso, y que el otro regrese, a lo mismo, pero como otro. Es preciso (il faut) que el cogeo sea ante todo el ritmo mismo de la marcha, unterwegs”20.

Si hay aquí un performativo, se trata ahora de uno extraordinario 21. La performance, como acto de habla, debe permancer indecidible en relación a cualquier fijación enunciativa. La resistencia, en su doble sentido, impide el logro del speech act convencional. Derrida escribe que escribe. Reescribe en otras palabras lo que le parece el movimiento inclausurable del pasaje atético. Y esto, como se dijo, no deja de ser “analogado” a cualquier relación de relevo que emprenda el psicoanálisis: en la historia del movimiento psiconalítico, por ejemplo, o en los vínculos sanguíneos que se establecen entre Freud y su familia. El fort:da ofrecido a la lectura, repite sin duda lo que Freud ya observa en el movimiento de alejamiento y de distancia que elabora Ernest, su nieto, en el juego tornado como eje esencial en el Segundo capítulo de Más allá del principio del placer. Se da a leer así el dolor y el placer que experimenta el nieto con sus principales objetos de afecto: la madre, el padre e incluso su propio falo. Si bien para Freud el placer de la operación, especialmente la de regreso, comanda la intención “completa” del juego22, la repetición compulsiva no deja de reintroducir en él la pulsión de muerte. Es esta la parálisis de Más allá,..: que habiéndose otorgado primacía exclusiva al placer, todavía éste siga siendo atormentado por el sufrimiento. Un sufrimiento que necesita, como cualquier sentido, la preconstitución, vale decir, una cierta estabilidad de lo que significa aquí sufrir. Se verá por lo dicho que el juego del niño es tanto la “metáfora” de cualquier operación de herencia que por él se proyecte como, al mismo tiempo, él mismo es un plano de traducción posible al que se puede transitar desde cualquier otra relación de relevo; sobre todo —hay que dar un cierto privilegio a ésta— desde la relación entre el espacio y el tiempo. La operación es la misma, solo se traslada de un nivel a otro.

Tómese por caso, además, que no es otro el movimiento descrito en la circulación de la carta a propósito del Seminario de Lacan. Aquí, como en el fort:da de Ernest, lo que se envía en círculo, es tanto el falo como la mujer. Y, se

20 Derrida, J., La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá, op. cit., p. 148. 21Derrida, J., El monologuismo del otro, Buenos Aires, Manantial SRL, 1997. 22 Freud, S., Textos fundamentales del psicoanálisis, op cit., p. 281.

Page 7: Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

7

diría, la presencia en general. Derrida discute por ello que la “carta robada” tenga un propietario efectivo, que el robo sea un momento de pérdida segundo, por lo que se necesite, consecuentemente, más allá de la cadena de intercambios, la restitución al lugar de origen. La deconstrucción pasa más bien por hacer recaer el análisis en la noción de lettre (letra y carta), que Lacan paradójicamente desea mantener a resguardo de la partición. Lacan quiere, en efecto —incluso habiendo advertido que el significante eventualiza en su forma material la instancia de la muerte23—, que la letra resista la división24. Paradoja, pues, por otra parte, Lacan considera que la noción de división (Spaltung) es esencial a la constitución del inconsciente25. La indivisibilidad, y la consecuente definición de la trayectoria del significante parece ser el movimiento más decisivo de la interpretación del Seminario. En tanto que la carta presupone un remitente legítimo, presupone también que ésta llegue a su destino: “... puesto que puede sufrir una desviación, es que tiene un trayecto que le es propio”26. Evidentemente, Lacan trata de probar que en Freud, el automatismo de repetición, la circularidad, sigue el “desfiladero” del significante27, que el sujeto, por lo tanto, corre o rueda descentrado en su cadena28. Si bien todo un estrato del texto lacaniano reconoce que la marca borra la diferencia29, que el sujeto está en esta “oscura cosa” que se llama trauma o placer exquisito 30, que un cierto silencio subjetivo advendría si no fuese por la “curiosa organización” que impulsa a romper la “barrera” del placer31, y que, finalmente, la pérdida (objeto “a”) no aparece antes que el lenguaje venga a dar cuenta de su lugar32, la predestinación segura de la trayectoria del significante, que vaticina, reintroduce en la lettre una idealización que, para Derrida, no está de ningún modo inscrita en su concepto. Le resta al principio del placer aquella indecidibilidad que Derrida trata de hacer legible en Más allá... Todo sucede como si Lacan “jugara” con el desvío del significante, para luego reconducirlo con seguridad a su lugar de destino. Parece creer que toda la operación consistiera solo en descentrar al sujeto, dejando como centro todavía la letra que lo disloca. Lacan ciertamente juega con el “sufrimiento”. Si bien los sujetos hacen fila y se relevan detentando momentáneamente la carta en el relato de Poe tal como él lo describe, si la

23 Lacan, J., Escritos I, op. cit., p. 18. 24 Ibid. 25 Lacan, J., Escritos lI, México, Siglo XXI Editores, 1994, p. 669. 26 Lacan, J., Escritos I, op. cit., p. 23 27 Ibid., pp. 23-24. 28 Lacan, J., “De la estructura como ‘inmixing’ del prerrequisito de alteridad de cualquier de los otros temas”, en Los lenguajes críticos y las ciencias del hombre (Editada por Richard Macksey y Eugenio Donato), Barcelona, Barral Editores, 1972, p.212. 29 Ibid., p. 210. 30 Ibid., p. 211. 31 Ibid., pp. 213-214. 32 Ibid., p. 215.

Page 8: Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

8

subjetividad en general es un “efecto” determinado de la locación del significante, más allá de esta descentración, el pasaje tiende a la centralidad, a la teleología que opera el soporte. Derrida, por el contrario, quiere dar a leer el “mal”. Aunque la carta tiene un lugar de remitencia, este lugar es un agujero: las “jambas de la chimenea”, en el relato de Poe, la intimidad de la mujer, en el discurso psicoanalítico. La “mujer” es leída, por lo tanto, como “lugar de la verdad”, orificio de la castración, que, como en Heidegger, queda siempre reapropiado en el circuito del develar (aletheia)33. Todo esto a condición de que la letra no se parta, de que permanezca indivisible, de que quede sujeta a la identidad consigo. Pero la doble necesidad (ser letra y al mismo tiempo permanecer indivisa) es imposible, al menos en este envío postal que Lacan construye. El lugar es un no lugar, la falta (o carta) falta necesariamente en él: “La falta no tiene lugar en la diseminación”34. La falta no es en rigor un no-saber que alguna topología de la castración podría eventualmente venir a determinar35. Si la mujer (o la verdad) está castrada, si es el falo, la erección, la presencia (o la carta) lo que da a la feminidad (o al juego del niño) aquí todo su sentido, la mujer, dice Derrida en Espolones..., “finge la castración”36. Y se adivina ya con qué fin: “para dominar al señor de lejos, para producir el deseo y al mismo tiempo, lo que viene a ser `lo mismo ', matarlo”37. Es esta posibilidad de fingimiento o simulacro la que soporta todo el discurso deconstructivo. Un cierto juego de apariencias que no cabe asignar ya a la estrategia de un sujeto, por ejemplo a la mujer. Producir el deseo viene a ser lo mismo que matarlo; el pasaje entre simular (representar) y no simular queda sujeto, como traducción, a la resistencia. La simulación de la mujer, incluso el fingimiento en general, aparece y desaparece tal como el paso del tiempo, en ese ahora que no puede abandonar el presente. Por más que se desee... Pero si el contorno de la abertura de la castración, no pertenece al espacio, no es un punto, tampoco es más propiedad del tiempo: como el lugar, el instante falta. De ahí el placer, el dolor, de la pérdida: “sufrida e inflingida” dice también el pasaje del que extractamos la cita. El placer como el dolor solo son posibles en el instante de traducibilidad, hay “gozo” y “sufrimiento” entonces allí donde hay pasaje,

33 Derrida, J., La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá, op. cit., p. 179. 34 Ibid., p. 181. 35 Derrida, J., Márgenes de la filosofía, op. cit., p. 42. 36 Sobre este poder de fingimiento no insistimos aqui. Sólo una referencia para señalar, sin problematizarla, la aporía de este lenguaje. Se trata también de un simulacro para asesinar: “Lévinas nos exhorta, pues a un segundo parricidio. Hay que matar al padre griego que nos mantiene todavía bajo su ley. Pero lo que un Griego, en este caso, no pudo hacer, un no-Griego ¿podrá conseguirlo de otro modo que disfrazándose de griego, hablando griego, fingiendo hablar griego para acercarse al rey? Y como se trata de matar una palabra, ¿se sabrá alguna vez quién es la última víctima de esta ficción? ¿Se puede fingir hablar un lenguaje?”. Ver Derrida, J., La escritura y la diferencia, op. cit., p. 121. 37 Derrida, J., Espolones. Los estilos de Nietzsche, España, Pre-Textos, 1981, p. 58.

Page 9: Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

9

transferencia, metáfora. Y no sólo entre placer y dolor, sino, en la misma lengua, en el “placer” mismo38.

¿ Q u i é n sufre aquí? ¿Qué significa sufrir? Lo decimos por que no es otra la pregunta que podría determinar las condiciones de herencia entre la deconstrucción y el psicoanálisis (lacaniano). ¿Quién sufre más?: ¿el legatario que trata en la consulta con los que sufren, el psicoanalista profesional que interpreta por anticipado lo que significa sufrimiento? o el heredero que soporta el dolor, que lo contiene y lo libera en la punta? ¿Quién ama más? Si “amar, como dice Lacan, es dar lo que no se tiene”39, la deconstrucción ha dado ya innumerables veces esta prueba. Es, se diría, su único trabajo. Por la matriz interpretativa similar en ambos casos, puede concluirse que como Freud con el juego, Lacan pretende dar cuenta de la circulación completa. En el caso de Freud, de la andadura sin control que la gráfica describe, la incompletud del juego pone en entredicho también la preeminencia del complejo familiar. El rodeo difiriente sólo podría adquirir tal título si se advierte que la estructura edípica es un “efecto” ejemplar del movimiento atético40.

Volvamos a lectura sobre Más allá..., para concluir. La compulsión de repetición, como pulsión de muerte, habrá puesto en entredicho entonces la supremacía del principio del placer. En entredicho, pero nunca absuelto. Lo que se desapropia, el pp., se apropia y se liga. Se liga en un “cinturón”, en una zona indiferente. Si no hay diferencia oposicional entre pp. y pr., habrá habido indiferencia, no preferencia entre dolor y placer: “Cuando insiste uno en un placer sin fin, se resigna uno al fin del placer. Sólo se toma placer para perderlo”41. La sexualidad en general trabaja, para Derrida, bajo esta misma economía. Desde el momento que hay rodeo, Umweg, diferencia no sobrevenida, sino inauguradora del paso del deseo, hay exapropiación, represión, dominio y mando. El poder es también el que llega tarde aquí, borrándose, como el placer. Se presenta en ausencia, se representa. Así, a la sexualidad, sobrevenida en la historia del desarrollo orgánico, la antecede una pulsión presexual. Es lo que impediría que, en círculo económico o familiar, la reapropiación complete el cierre42. El privilegio asignado a lo sexual es, pues, su no privilegio. El merito del principio del placer, es su demérito. El paso es un anuncio: ¡“no”! (pas), la prohibición: pasaje sin dominio, sin principio, sin poder: “Y la sexualidad ya no determinaría (a la conciencia) en última instancia ¿Hay dominio en este otro sentido? ¿dónde situarlo? ¿Sobre qué y en vistas a qué especularía? No

38 Derrida, J., “Yo —el psicoanálisis”, en "¿Como no hablar?"y otros textos, Barcelona, Anthropos, 1989, p.38. 39 Lacan, J., “Juventud de Gide, o la letra y el deseo”, en Escritos II, p. 734. 40 Derrida, J La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá , op. cit., p. 87. 41 Ibid., p. 140. 42 Ibid., p. 107.

Page 10: Baeza, Rene - La Herencia Insoportable. Freud (Nietzsche) y Derrida

10

se trata de contestar estas preguntas. Sino por el momento rendirse a esta necesidad: si es preciso (s'il faut) seguir rigurosamente, es decir si es preciso (s'il faut) rendirse a lo que hay que (il faut) encadenar estrictamente, si hay que (s'il faut) reespedir...”43.

Derrida confiesa ser el escatologista de vanguardia44, pero no es necesario decidir aquí quién va a la punta, la deconstrucción o el psicoanálisis. El eterno retorno, por el cual Derrida hereda también de un cierto Nietzsche decidido45 (“Lo cual no le privaba necesariamente de placer en el momento en que el otro conserva entonces la pluma en la mano”46), se desliza, se liga, se resiste y vuelve (s'il faut... s'il faut... it faut... s'il faut). Es el “estilo espoleante”, el “hermoso juego” que la deconstrucción se da a sí misma. Es también la “clínica”, el ritmo ferroviario y la lógica de la obsecuencia. Se observará que el montaje sintáctico no tiene sólo aquí un carácter pragmático, habría que poder atribuirle también (y Derrida así lo sugiere respecto a Freud47) un estilopoético. No se trata como en Freud, sin embargo, de un poema que venga a limar las asperezas, las desventuras de la ruta48. Ni de una estética de la escritura que no reconozca la deuda que contrae con el fenomenalismo 49. Se trata de una poética y una estética latentes, porvenir, que Freud y Husserl, según Derrida, postergaron siempre. Adivinamos por qué: el placer es sólo el pasaje del paso50 “Finalidad sin fin, la belleza del diablo”51

43 Ibid., p 145. Derrida ha tematizado, hecho objeto de discurso y de análisis esta sintaxis de la decisión. Aunque siempre hay en esta sintaxis, aun cuando no se tematice, un cierto guiño al lector más o menos advertido. Por el necesario carácter parasitario de la escritura derridiana, suele ocurrir que esta sintaxis viene a redoblar, a repetir, las decisiones asumidas por los autores que lee, o sobre los que escribe; es, se diría, una suerte de efecto “cursiva” a nivel de la cadena hablada. Como ya se ha podido ver se relaciona esencialmente con el tiempo, con un “golpe” impreso sobre la punta del instante, para interrumpirlo, a la vez que para marcar su resistencia. En Dar (el) tiempo, a propósito de las decisiones de Pascal: “Es dificil decidir o concluir si el `hay que' (il faut) (se refiere a `poner juntas la justicia y la fuerza; y ello para hacer que lo que es justo sea fuerte o lo que es fuerte sea justo") de esta conclusión.,. es un `hay que' prescrito por lo que es justo en la justicia o por lo que es necesario en la fuerza”'. Cf. J. Derrida: Fuerza de ley, p. 27. Véase también Memorias para Paul de Man, Barcelona, Gedisa, 1989, pp. 45-46. 44 “..nunca me han perdonado que sea el escatologista más avanzado...soy el final del judaísmo”, Ver. Bennington, G. y Derrida, J., Jacques Derrida, Madrid, Cátedra, 1994, pp 114 y 143. 45 Derrida, J., Márgenes de la filosofia, op. cit., p. 53. 46 Derrida, J., La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá, op. cit., p. 194. 47 Ibid., p. 108. 48 Para una lectura “deconstructiva” de la noción de estética en Freud, véase Sarah Kofman: El nacimiento del arte. Una interpretación de la estética freudiana, México, Siglo XXI, 1973. 49 Ver a este respecto, Paul de Man: La ideología estética., Barcelona, Cátedra, 1998. 50 Derrida, J., La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá, op. cit., p. 141.

51 Ibid. p. 88