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Bases para la Alimentación del Niño en los Primeros Dos años de vida (I) Olga Lucia Cardona H Profesora Escuela de Nutrición U de A Luis Fernando Gómez U Profesor de Pediatría U de A El cuidado nutricional de las crías es tal vez el mayor desafío de muchas especies animales, sin que el humano sea una excepción a ello. En los mamíferos, por ejemplo, existe un gran reto para los padres desde el mismo momento en que se secciona el cordón umbilical, hasta que la cría es capaz de obtener todos sus requerimientos nutricionales compartiendo la dieta familiar, lo que implica un período de tiempo que pude ser de grandes dificultades el cual se extiende, en el caso de los humanos, a lo largo de los primeros años de la vida; este reto se resuelve inicialmente con la alimentación materna exclusiva, la cual debe ser complementada posteriormente con otros alimentos. Alrededor de este proceso, que se desarrolla en medio de circunstancias socio-económicas, culturales ambientales y políticas que mucha veces le son adversas, intervienen una serie de eventos fisiológicos y comportamentales que hacen que el niño dé importantes pasos que lo llevarán en este terreno, de una relación inicial de completa dependencia, a una independencia progresiva. Los alimentos que se utilizan para ajustar las necesidades del niño alimentado al seno se conocen como “alimentos complementarios”. En otra época, se empleaba el término “alimentos de destete” para referirse a los mismos, pero la connotación que se puede derivar de ésta denominación en el sentido de que la introducción de la alimentación complementaria implicaría el inicio de la supresión de la lactancia materna, ha hecho que la OMS (1) desaconseje su utilización. Si se tiene en cuenta que la malnutrición infantil es un serio problema, especialmente en los primeros años de la vida que son los que hacen parte del proceso de la lactancia materna y de la introducción de la alimentación complementaria, este tema adquiere gran relevancia. Es de tal magnitud este problema, que algunos autores (2,3) estiman que entre un 33% y un 50% de la mortalidad infantil es atribuible a la desnutrición, siendo muchas de estas muertes debidas a desnutriciones leves a moderadas, lo que le oculta la importancia que éstas tienen como causa de mortalidad (2). Además, la desnutrición en estas primeras etapas de la vida tiene grandes repercusiones negativas en la función cognitiva y en las

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Bases para la Alimentación del Niño en los Primeros

Dos años de vida (I)

Olga Lucia Cardona H Profesora Escuela de Nutrición U de A Luis Fernando Gómez U Profesor de Pediatría U de A

El cuidado nutricional de las crías es tal vez el mayor desafío de muchas especies animales,

sin que el humano sea una excepción a ello. En los mamíferos, por ejemplo, existe un gran

reto para los padres desde el mismo momento en que se secciona el cordón umbilical,

hasta que la cría es capaz de obtener todos sus requerimientos nutricionales compartiendo

la dieta familiar, lo que implica un período de tiempo que pude ser de grandes dificultades

el cual se extiende, en el caso de los humanos, a lo largo de los primeros años de la vida;

este reto se resuelve inicialmente con la alimentación materna exclusiva, la cual debe ser

complementada posteriormente con otros alimentos. Alrededor de este proceso, que se

desarrolla en medio de circunstancias socio-económicas, culturales ambientales y políticas

que mucha veces le son adversas, intervienen una serie de eventos fisiológicos y

comportamentales que hacen que el niño dé importantes pasos que lo llevarán en este

terreno, de una relación inicial de completa dependencia, a una independencia progresiva.

Los alimentos que se utilizan para ajustar las necesidades del niño alimentado al seno se

conocen como “alimentos complementarios”. En otra época, se empleaba el término

“alimentos de destete” para referirse a los mismos, pero la connotación que se puede

derivar de ésta denominación en el sentido de que la introducción de la alimentación

complementaria implicaría el inicio de la supresión de la lactancia materna, ha hecho que

la OMS (1) desaconseje su utilización.

Si se tiene en cuenta que la malnutrición infantil es un serio problema, especialmente en los

primeros años de la vida que son los que hacen parte del proceso de la lactancia materna y

de la introducción de la alimentación complementaria, este tema adquiere gran relevancia.

Es de tal magnitud este problema, que algunos autores (2,3) estiman que entre un 33% y un

50% de la mortalidad infantil es atribuible a la desnutrición, siendo muchas de estas

muertes debidas a desnutriciones leves a moderadas, lo que le oculta la importancia que

éstas tienen como causa de mortalidad (2). Además, la desnutrición en estas primeras

etapas de la vida tiene grandes repercusiones negativas en la función cognitiva y en las

actividades escolares (4,5), y se le relaciona con retardo en el desarrollo motor (6). En estas

condiciones, una buena alimentación en los primeros años de la vida tiene grandes

posibilidades de producir un impacto positivo muy notorio en los aspectos antes

mencionados. De todo lo anterior se desprende la necesidad de tener muy buenas bases

científicas sobre los diversos aspectos que intervienen en la alimentación del niño en ese

periodo de la vida, para poder hacer un acompañamiento adecuado a los padres en tan

difícil tarea; lo anterior cobra vigencia si tenemos en cuenta las delicadas condiciones

socioeconómicas en las que sobrevive una gran masa de nuestra población.

Es muy importante hacer claridad en el significado de algunos términos que se utilizan al

respecto, pues ello nos permitiría unificar criterios. En ese sentido, cuando se utiliza el

término Alimentación materna exclusiva, significa estrictamente que todos los requerimientos

(líquidos, energéticos y nutricionales) son aportados por la leche materna. Algunos autores

proponen el término Alimentación materna casi exclusiva, para referirse al niño que recibe

solamente agua u otros líquidos no nutritivos en adición a la leche materna, mientras que

Alimentación materna parcial se aplica cuando el niño tiene otras fuentes de energía o

nutrientes fuera de la leche materna. Alimento complementario se refiere a cualquier

alimento (sólido o líquido) de valor nutricional que se da adicionalmente a la alimentación

materna, durante el período de tiempo de la alimentación complementaria. En la revisión

de la literatura, especialmente la de los trabajos de investigación sobre el tema, se

encuentra que no siempre hay una buena definición de los términos anteriores, dificultando,

a la luz de los criterios anteriores, la interpretación y análisis de los resultados expuestos.

Es muy importante, como ya se dijo, tener en cuenta que la alimentación infantil ocurre en

un amplio contexto en el que interactúan múltiples fuerzas sociales, políticas, económicas,

ambientales y culturales, pero en esta revisión haremos el mayor énfasis en los aspectos

puramente nutricionales. Es de anotar, en este sentido, que la nutrición infantil adecuada y

la ausencia de enfermedad son los principales determinantes directos de la supervivencia de

los niños, así como de su crecimiento y desarrollo.

Es útil introducir propiamente el tema con la revisión de algunos aspectos del desarrollo

fisiológico del niño que tienen relación directa con las prácticas de la alimentación. Se

pudiera decir, a grandes rasgos, que las prácticas exitosas de la alimentación del niño se

deben enmarcar al menos bajo cuatro aspectos fundamentales: -Proporcionar cantidades

suficientes de alimentos de adecuada calidad para satisfacer sus requerimientos

nutricionales, -Utilizar alimentos que no predispongan a la aspiración de las vías aéreas, –

evitar o disminuir el riesgo de las alergias alimentarias, –orientar la alimentación según la

capacidad funcional del niño, especialmente en lo que se relaciona con la maduración del

tracto gastrointestinal y de los riñones. De los tres últimos puntos se desprende la

importancia de tener muy buenos conocimientos de los cambios que se producen por el

desarrollo de los sistemas neuromuscular, gastrointestinal y renal, los que a su vez se

relacionarán con el logro de los cuatro puntos propuestos.

La leche materna cumple con las cuatro condiciones mencionadas y es la alimentación

inicial ideal por excelencia, pues además de cumplir a cabalidad con los anotados

requisitos, el recién nacido a término está capacitado para obtenerla y para aprovecharla.

Inicialmente, la leche materna deberá ser la fuente única de alimentación para el niño,

dado que le llena por completo sus requerimientos energéticos y nutricionales y podrá

seguirlo siendo por un período notorio de tiempo que será definido más adelante. En estas

condiciones, la leche materna será el centro de la alimentación del niño debiéndose

complementar a su debido tiempo con otros alimentos. El anterior concepto ha sido

representado por (7) mediante el llamado “cuadrado de la alimentación” (Figura 1, página

12), el cual puede ser de utilidad para tener una visión general del proceso. Como se

puede ver en dicho esquema, los alimentos complementarios, ubicados alrededor de la

leche materna, deben ajustar en el momento debido los faltantes de la leche materna,

teniendo en cuenta los requerimientos proteicos, energéticos y de vitaminas y minerales.

Como un componente importante de estos alimentos complementarios, algunos autores

destacan la utilidad de los “Staple” (alimento principal), los que además de ser los más

consumidos, sirven como vehículo del resto de los componentes ya mencionados en el

cuadrado de la alimentación. Los alimentos más utilizados como “Staple” son algunos

cereales (arroz, maíz, avena, sorgo…), raíces (yuca, papa, ñame…) y frutas almidonosas

(banano, fruto del pan, plátanos…) (7,8)

Con esta mirada introductoria sobre la forma como se lleva a cabo la alimentación del niño

en los primeros meses de vida, nos referiremos en adelante a la alimentación

complementaria partiendo de la base ideal de que los niños son alimentados al seno. Para

los que no reciben alimentación materna (que desafortunadamente son muchos), el

esquema propuesto puede tener algunas modificaciones, en el sentido de que la

introducción de los alimentos que complementarán la fórmula láctea podrá hacerse a una

más temprana edad, pero teniendo en cuenta siempre las limitaciones que se desprenden

de los fenómenos relacionados con la maduración renal, gastrointestinal y neuromuscular

del niño. Este aspecto es importante incluso para escoger y adecuar la fórmula láctea que

se utilizará en aquellos casos en los que no se pueda disponer de fórmulas comerciales

modificadas, para que se acomoden a las condiciones fisiológicas del riñón del niño en los

primeros meses de vida.

Desde el punto de vista del desarrollo del niño en aspectos que se relacionan directamente

con la alimentación, empecemos mencionando algunos reflejos presentes en el momento

del nacimiento y que facilitan la lactancia materna (reflejos de succión, deglución y

búsqueda), mientras que se tienen otros reflejos también presentes al nacer, que pueden

incluso oponerse a la práctica temprana (e indeseable) de la alimentación complementaria

(reflejos de protrusión y de nauseas). Entre los 4 y los 7 meses de edad se incrementa la

capacidad de succión y aparece una temprana masticación; además, el reflejo nauseoso,

localizado inicialmente en el tercio medio de la lengua, se desplaza hacia la base de la

misma; estas tres modificaciones dadas por el desarrollo capacitarán al niño para recibir

algunos alimentos sólidos (purés, papillas) entre los 4 y los 7 meses de edad y para aceptar

la cucharita sin que le desencadene reflejo nauseoso. Vale la pena recalcar que el hecho de

que estas habilidades aparezcan a ésta edad, no significa que sea la ideal para introducir

los alimentos mencionados; más adelante se revisará este aspecto de una manera más

apropiada.

Entre los 7 y los 12 meses de edad, sumado a un buen control muscular alcanzado que

facilita la alimentación complementaria, aparecen las pericias de morder (partir) y masticar,

de realizar movimientos laterales de la lengua y de llevarse alimentos a la boca, además de

que el niño es ya capaz de obtener alimentos desde la cucharita; en estas condiciones, el

niño pude recibir alimentos majados, amasados o picados y puede además, recibir

alimentos de sus manos. Entre los 12 y los 24 meses aparece la capacidad de efectuar

movimientos rotatorios de masticación y hay más estabilidad de la mandíbula, lo que le

permite utilizar la dieta de la familia, que es la meta final la cual se logrará mediante una

muy buena orientación de las prácticas de la alimentación complementaria.

No sobra resaltar que aunque los eventos iniciales del desarrollo antes señalados están

presentes en las edades mencionadas, el desarrollo de la eficiencia de dichas pericias

continúa a través del tiempo, hasta alcanzar la llamada “madurez completa de consumo”

(9), meta que se logra hacia los 24 meses de edad. En apoyo a lo anterior, hay estudios en

niños entre los 6 y los 24 meses de edad que demuestran que los niños más pequeños

pueden gastar hasta tres o cuatro veces más tiempo que los mayores para consumir

algunos alimentos sólidos. Incluso, para algunos autores la eficiencia masticatoria hacia los

seis años de edad es apenas el 40% de la del adulto (10), lo que implica que si la comida

que se le ofrece al niño exige un alto esfuerzo masticatorio, la porción consumida puede ser

inferior a sus necesidades, pudiéndolo llevar a un compromiso del estado nutricional.

Desde el punto de vista de la maduración del tracto gastrointestinal, empecemos por

mencionar que la capacidad gástrica en el recién nacido es de unos 10-20mL., la que va

aumentando hasta llegar a unos 200mL (8) a 300mL. (10) al final del primer año de vida.

Este dato nos obliga a pensar en la densidad energética de los alimentos que vamos a

utilizar, para poder cumplir con los requerimientos mediante un volumen acorde con ésta

limitante fisiológica del niño pequeño.

Aunque en los primeros meses de vida están disminuidas las concentraciones intestinales de

amilasa, tripsina, lipasa y sales biliares, estos cambios tienen poca importancia clínica para

la alimentación complementaria de niños normales. Es así como durante la infancia tardía,

la absorción de la mayor parte de los almidones cocidos es casi completa. Incluso, en los

primeros meses de vida las bacterias del colon son capaces de convertir los carbohidratos

no absorbidos en ácidos grasos de cadena corta que sí se absorben (11,12); este

“salvamento colónico” (“colonic salvage”) de los carbohidratos no absorbidos previene las

pérdidas de la mayor parte de la energía de dichos carbohidratos.

Con respecto a las grasas, para el momento en que se introducen oportunamente los

alimentos complementarios, hay poca evidencia, desde el punto de vista nutricional, de de

que la eficiencia en su absorción esté comprometida de manera significativa (13). A pesar

de que existen pocos estudios, se puede decir que igual cosa sucede con los micro

nutrientes, siempre y cuando se cuente con una buena cantidad de ellos en los alimentos

utilizados y no existan sustancias que compitan con su absorción.

En la leche materna se ha identificado un Factor de crecimiento epitelial de la mucosa

gastro intestinal que hace que en los niños que reciben alimentación materna, se alcance la

maduración de la mucosa intestinal a más temprana edad, con lo que se evita la absorción

de moléculas grandes desde muy temprana época, contribuyendo en esta forma a la

prevención de las alergias alimentarias (14)

En el recién nacido a término la mayor parte de los aspectos que tienen que ver con la

función renal están bien desarrollados o muy cerca de alcanzar su completo desarrollo. La

excepción en este sentido sería la capacidad de concentración, la cual está comprometida

en los primeros meses de vida, pero sin que esto tenga mayor importancia para el momento

en que se inicia adecuadamente la alimentación complementaria; la importancia de esta

inmadurez está limitada, como ya se dijo, a los niños que no reciben alimentación materna

y que en consecuencia pueden recibir fórmulas con una alta carga de solutos renales a muy

temprana edad, especialmente en climas cálidos o en situaciones acompañadas de baja

ingesta de líquidos, con los inconvenientes que ello conlleva (15)

Como ya quedó dicho, la alimentación materna debe ser indiscutiblemente la fuente

exclusiva de nutrición del recién nacido por un período apreciable de tiempo; dada esta

importancia, aunque ésta revisión está orientada hacia la alimentación complementaria, es

necesario hacer algunas observaciones sobre ciertos aspectos de la lactancia materna.

Empecemos por mencionar que está claramente demostrada la menor morbimortalidad en

los niños alimentados exclusivamente del seno, hecho que es mucho más notorio cuando se

analiza la incidencia de las enfermedades diarreicas y de las infecciones respiratorias.

Además, se ha demostrado que en períodos de enfermedad, el niño alimentado al seno no

disminuye prácticamente la ingesta de la leche materna, mientras que pueden rebajar

notoriamente la ingesta de energía obtenida de otros alimentos. Algunos estudios han

demostrado incluso que los niños que reciben alimentación materna tienen un desarrollo

intelectual superior al de los que han sido alimentados con fórmulas (16)

También está suficientemente claro que una lactancia frecuente y exclusiva, especialmente

durante las primeras semanas de vida, es crucial para estimular una producción óptima de

leche materna, pues la demanda del niño es el principal estímulo para su producción.

Acorde con lo anterior, se debe recomendar alimentación a libre demanda en lugar de

esquemas con períodos de tiempo predeterminados. Con esta recomendación será más

rápida la producción máxima de la leche materna (17) con una correspondiente mejor

ganancia de peso en el niño (18), al mismo tiempo que con la ocurrencia de menos

problemas de pezón en la madre (19), y haciéndose posiblemente más duradera la

lactancia (17). No es aconsejable entonces el ofrecimiento de otros líquidos, advirtiendo al

respecto que si tenemos en cuenta que la aparentemente poca cantidad de calostro que se

produce inicialmente es suficiente para suplir las necesidades de líquidos del niño en los

primeros meses de vida, el ofrecimiento de otros líquidos no tiene sentido y puede influir de

manera negativa en la lactancia, además de ser una fuente posible de contaminación.

Incluso el uso de entretenedores ha sido relacionado por algunos con un mayor número de

problemas en la lactancia y menor duración de la misma (20,21). Algunos hablan del

fenómeno de la “confusión del pezón” por el uso de biberones, mecanismo discutido por

otros que advierten que lo que ocurre es que el niño establece “preferencias” por el chupo,

dadas las diferencias existentes entre estas dos formas de alimentación.

De otra parte, algunos autores han demostrado la disminución de calorías recibidas de la

leche materna debido a las calorías que reciben de otros alimentos cuando estos son

utilizados antes de la edad recomendada, fenómeno que es más notorio cuando dicha

complementación se hace a más temprana edad. Así por ejemplo, en un estudio realizado

en Perú (22), por cada Kcal obtenida de los complementos, se encontró una disminución de

la ingesta calórica de la leche materna en 0.8 Kcal en el grupo de 1-2 meses de edad

(relación cercana al 1:1), 0.5 Kcal en el de 3-5 meses de edad y 0.4 Kcal en el de 6-8

meses de edad; es de anotar que este fenómeno se puede presentar a pesar de que se

mantenga el número de tetadas. En estas condiciones, para el éxito de la lactancia es

indispensable evitar la rápida introducción de otros líquidos y alimentos. Otro factor a tener

en cuenta al respecto, es el de la calidad nutricional de los líquidos o alimentos

introducidos, pudiendo llegar ésta discutible práctica a resultados perjudiciales para la

nutrición del niño, pues incluso la ingesta de agua (exenta de calorías) puede interferir con

la ingesta calórica como lo demostró un estudio realizado por Sachdev (23). A pesar de lo

anterior, el ofrecimiento de agua entre las tetadas se ha convertido en una maña muy

socorrida y que va en contra de los resultados de varios estudios que han demostrado que

para satisfacer los requerimientos hídricos del niño alimentado al seno, no se necesita la

adición de agua, siendo ello válido incluso para niños que viven en climas cálidos

(23,24,25). No es extraño entonces que algunos estudios demuestren que el inicio

temprano de líquidos y alimentos complementarios puede llevar a una más rápida

terminación de la lactancia materna, incluso si se controla la frecuencia de las tetadas (26),

efecto que parece ser agravado cuando se utiliza el biberón como vehículo de los

complementos (27)

Otro aspecto importante en cuanto a la rápida introducción de alimentos complementarios,

es el que se relaciona con la interferencia de la absorción de algunos nutrientes de la leche

materna, como se ha demostrado para el hierro cuando se utilizan determinados vegetales

ricos en fitatos (28), y para el Hierro, Calcio y Zinc provenientes de otros alimentos cuando

se utilizan algunos cereales también ricos en fitatos(8,29)

De manera repetida a través del tiempo, la OMS propuso la iniciación de la

complementación entre los 4 y los 6 meses de edad (resolución 43.3 de 1990, resolución

45.34 de 1992, resolución 47.5 de 1994, comité de expertos 1995). En algunos de los

documentos la recomendación habla de iniciar los alimentos complementarios hacia los

seis meses de edad, término que expresa cierta flexibilidad que se deriva de las variaciones

de la velocidad de crecimiento que se pueden observar en diferentes poblaciones. Y el

Grupo Consultivo sobre Nutrición Materna e Infantil, recomienda textualmente, como

conclusión, que “En general, los alimentos complementarios no deben darse al niño antes

de los 4 meses de edad, ni empezarlos después de los 6 meses de edad. Cuando se altera

negativamente el crecimiento, se deben tomar las medidas remediales independientemente

de la edad”; a pesar de que los autores recalcan que existen muchas evidencias de los

riesgos elevados que en los países subdesarrollados siguen a la iniciación de la

alimentación complementaria entre los 4 y los 6 meses de edad, desde el punto de vista del

crecimiento, que ha sido el argumento principal para su temprana introducción, no existen

ventajas o desventajas bien demostradas.

De manera teórica e “ideal” se ha definido que el momento de la introducción de la

alimentación complementaria debe ser determinado por el análisis de las ventajas y

desventajas de adicionar los alimentos complementarios en diversas edades. En dicho

análisis se deben tener en cuenta aspectos como la evolución del crecimiento y del

desarrollo del niño, además de la evolución de la morbimortalidad infantil, de las

repercusiones sobre la salud materna y de los costos que se derivan de la determinación

tomada. En este contexto se ha planteado el famoso “dilema del destete”, según el cual, los

riesgos infecciosos que se derivan de la adición de alimentos complementarios a la leche

materna cuando el peso del niño empieza a comprometerse, se contraponen a los riesgos

de permitir el deterioro nutricional si no se inicia oportunamente dicha complementación. Al

respecto se debe advertir, que mientras existen evidencias de los riesgos infecciosos

señalados, hay confusión sobre la mejor manera de precisar, desde el punto de vista

nutricional, el tiempo ideal de la duración de la lactancia materna exclusiva. Las

aproximaciones a esta última inquietud se han hecho mediante análisis de los

requerimientos energéticos y de los patrones de crecimiento.

En cuanto al análisis planteado desde el punto de vista de los requerimientos energéticos,

es de advertir que se asume que si la leche materna exclusiva es suficiente por un periodo

determinado de tiempo para llenar la totalidad de dichos requerimientos, también sería

suficiente para llenar los requerimientos de los diferentes nutrientes. A pesar de que ello no

es necesariamente cierto, es un punto que se ha tenido en cuenta como un importante

argumento para definir la edad apropiada para iniciar la alimentación complementaria.

Además, recientemente se ha discutido si las estimaciones teóricas de los requerimientos

energéticos que se derivan de observaciones hechas en niños no alimentados al seno, así

como sus patrones de crecimiento, si pudieran ser aplicables a los niños que reciben

alimentación materna exclusiva. En general, la ingesta calórica de estos últimos es menor

que la de los niños que reciben biberón y su patrón de crecimiento difiere notoriamente,

especialmente a partir de los tres meses de edad. Algunos autores mencionan el hecho de

que más que estar pobremente alimentados los que reciben alimentación materna exclusiva,

posiblemente los que reciben biberón están sobrealimentados; esta afirmación se deriva de

la observación de que el “deterioro” en las curvas de crecimiento entre los 4 y los 6 meses

de edad no se acompaña del menoscabo esperado en otros aspectos (en el desarrollo

sicomotor por ejemplo), lo que debiera ocurrir si dicho cambio obedeciera a una pobre

alimentación. Existen incluso datos recientes (30) sobre los estimativos de los requerimientos

calóricos, los que resultan inferiores a los clásicamente utilizados, hecho que concuerda con

lo antes planteado y que en consecuencia nos puede obligar a cambiar conceptos sobre el

cálculo de las necesidades calóricas.

Para saber por cuanto tiempo es suficiente la leche materna en el humano como fuente

única de alimentación, es muy importante tener en cuenta que, a diferencia de lo que

ocurre en algunos animales, la producción de leche se amolda a las demandas del bebé;

es así como en las ratas la producción de leche empieza a declinar antes de que la cría

reciba complementos, mientras que en el humano, dicha disminución depende en gran

medida de la iniciación de los mismos y no hay evidencias de que empiece a disminuir

“automáticamente” con el tiempo. Esta aseveración parece verse confirmada en las madres

con gemelos, puesto que son capaces de producir mucha más leche que la que produce la

madre que alimenta a un hijo único. En estas circunstancias, la producción de leche

materna luego de un solo hijo está probablemente por debajo de las capacidades reales de

producción.

Otro asunto importante para tener en cuenta sobre el momento de la iniciación de los

complementos, es conocer si las madres desnutridas están en capacidad de alimentar

adecuadamente a sus hijos. Aunque no hay estudios completamente apropiados para

resolver esta inquietud, el grueso de las evidencias sugiere que la producción de una mayor

cantidad de leche en ellas compensa relativamente bien los posibles efectos nocivos de la

desnutrición sobre la calidad de la leche, salvo en los casos de madres muy delgadas y con

un balance negativo de ingesta energética durante el proceso de la lactancia. Hay estudios

que demuestran igual ingesta de leche por edad en los niños de países subdesarrollados

cuando se comparan con los de los países desarrollados, observación que podría apoyar lo

arriba expuesto. Además, un interesante estudio realizado en Bangla Desh en mujeres

pobres y desnutridas, encontró que estaban en capacidad de producir 750mL diarios de

leche cuando sus niños estaban en entre los 5 y los 7 meses de edad (31); el contenido de

grasas en la leche materna puede estar más bajo en las mujeres más delgadas, pero esto se

puede compensar energéticamente por un mayor consumo de leche de los niños cuando se

les permite alimentarse a libre demanda (32). De todas formas, es bien obvio que la

solución a los posibles problemas para la lactancia derivados de la desnutrición materna no

debe ser la disminución de la duración de la lactancia, sino la mejora del estado nutricional

de la madre lactante.

Se pudiera asegurar entonces, dada la plasticidad en la producción de la leche materna

derivada de los datos anteriores, que no se puede concluir cuanto tiempo se debiera

recomendar una lactancia materna exclusiva con base en una relación entre las

necesidades energéticas del niño y la producción de la leche materna.

El otro criterio que se tiene para definir la duración de la lactancia materna exclusiva, como

ya se dijo, es el seguimiento del crecimiento del niño. En forma clásica, cuando el peso de

un niño se desvía hacia abajo según las curvas de crecimiento, se supone que le están

haciendo falta aportes nutricionales y pudiera ser una clara señal de necesidad de iniciar la

complementación. Ya se mencionó anteriormente que las curvas utilizadas como patrón de

referencia incluyen un número grande de niños que no reciben alimentación materna

exclusiva y que incluso pueden estar sobrealimentados, lo que hace que el “deterioro” de la

curva en los que reciben alimentación materna exclusiva sea interpretado erróneamente

como un déficit en el aporte de nutrientes que obligaría a una temprana complementación.

Está visto que muchos niños de los países subdesarrollados con alimentación materna

exclusiva, empiezan dicho “deterioro” del peso entre los 3-4 meses de edad cuando se les

compara con el patrón de referencia, fenómeno también visto en niños de los países

desarrollados; también se ha podido observar que cuando los datos de peso de niños de

países subdesarrollados alimentados exclusivamente del seno se grafican en curvas

obtenidas de niños de países desarrollados que también reciben alimentación materna

exclusiva, el deterioro es un poco más tardío. Además, se debe tener en cuenta la dificultad

de la certeza en cuanto a una alimentación materna exclusiva en algunas de las

publicaciones al respecto, hecho de suma importancia, dado que incluso el aporte extra de

pequeñas cantidades de otros líquidos o alimentos, conlleva mayor riesgo de morbilidad

que puede afectar aun más la ganancia de peso. El seguimiento del crecimiento con la talla

es más difícil de interpretar, pues puede verse afectado por más factores ajenos a la

nutrición, como son los factores genéticos y algunos otros prenatales no dependientes de la

nutrición. Además, en un interesante estudio, (33) encontraron que la adición a los 4 meses

de edad de alimentos complementarios que cumplieran con las normas higiénicas y que

fueran nutricionalmente adecuados, no mejoró las curvas de crecimiento en talla.

Aparte de lo mencionado, las consideraciones anteriores tienen mucha importancia para

resaltar que la interpretación de las curvas de peso y talla en los niños (incluso los que no

reciben alimentación materna), debe ser muy cuidadosa, para evitar preocupaciones

innecesarias a los padres, recalcando al respecto que no todos los cambios de percentil

hacia uno inferior implican desnutrición o patología, y que no debemos hacer

interpretaciones que hagan pensar que todos los niños deben estar en el Percentil 50 (P50)

de talla para su edad o de peso para talla o edad. Se deben tener en cuenta una serie de

condiciones en las cuales estos cambios nada tienen que ver con aspectos nutricionales y

pueden ser identificados mediante el conocimiento de la fisiopatología y la clínica de dichas

condiciones, una buena historia clínica (con antecedentes personales y familiares bien

definidos), un examen físico completo, y el seguimiento de las curvas individuales a través

del tiempo. Un ejemplo muy frecuente de “deterioro” de las curvas es el retardo

constitucional del crecimiento, en el que se observa desviación de las curvas de peso y talla

que puede hacer que un niño con esta variable genética de crecimiento pase del P50 al P3,

fenómeno que ocurre muchas veces antes de los seis meses de edad, sin que sea motivado

por déficit nutricional y que en consecuencia no se beneficia de la introducción temprana de

complementos.

Es claro entonces que el deterioro del crecimiento (en peso o talla) no es un índice que nos

permita deducir que lo podemos modificar favorablemente mediante la iniciación de la

alimentación complementaria; o lo que es peor, la iniciación temprana de los

complementos pueden incluso empeorar dicha situación. Para poder sacar conclusiones al

respecto, se necesitan estudios que comparen la evolución de niños de una población

determinada con alimentación materna exclusiva, con la evolución de los que sí reciben la

complementación.

Se han realizado múltiples esfuerzos para tratar de definir el efecto de los alimentos

complementarios en los primeros seis meses de vida, haciendo énfasis, por las

consideraciones anteriores, entre los 4 y los 6 meses de edad. Existen, sin embargo grandes

dificultades en la interpretación y comparación de los resultados, pues no siempre queda

bien definida en dichos estudios la duración de la alimentación materna exclusiva, e

incluso, no hay completa claridad sobre el significado estricto del término “alimentación

materna exclusiva”; además, en muchos de ellos no hay una aleatorización de los grupos

estudiados, o el número de niños estudiados es muy pequeño. El resumen de estos estudios

arroja resultados contradictorios, pues los datos de algunos países (Sudan e Indonesia por

ejemplo) pueden evidenciar ventajas en el crecimiento para el grupo de niños que recibe la

alimentación materna exclusiva más allá de los 4 meses, comparados con los que reciben

otros alimentos en ese periodo de tiempo, mientras que los de otros países (Perú, Brasil,

Filipinas) no revelan diferencias significativas en la velocidad de crecimiento entre los niños

que reciben complementación entre los cuatro y los seis meses de edad y los que continúan

recibiendo alimentación materna exclusiva. En todo caso, ninguno de los estudios reveló

ventajas para la complementación entre los cuatro y los seis meses de edad.

En los anteriores estudios es bien clara la mayor incidencia de diarrea en los grupos de

niños que recibieron alimentación complementaria entre los cuatro y los seis meses de

edad, llamando entonces la atención de que a pesar de ello no se encuentre una clara

superioridad en la evolución del crecimiento en los niños que recibieron alimentación

materna exclusiva en ese periodo de tiempo. Algunos autores explican esta situación,

advirtiendo que la alimentación materna, aunque no exclusiva, puede mitigar los efectos de

la enfermedad (34,35). Recordemos al respecto que durante la enfermedad, los niños

generalmente rebajan la ingesta de los alimentos complementarios, pero siguen recibiendo

de manera aceptable el alimento materno.

En un estudio experimental efectuado en niños Hondureños que recibieron alimentación

materna exclusiva hasta los 4 meses de edad y que se distribuyeron en tres grupos (1.

Alimentación materna exclusiva hasta los seis meses de edad (n=63), 2. Introducción de

alimentos complementarios entre los cuatro y los seis meses de edad continuando con la

alimentación materna ad libitum (n=51) y 3. Introducción de la alimentación

complementaria entre los cuatro y los seis meses de edad manteniendo una frecuencia de la

alimentación materna basal (n=50) ) (32,33,36,37-40), no se encontraron diferencias entre

los grupos para el Z-score de peso para edad, talla para edad y peso para talla. Solo dos

niños del grupo 1 abandonaron el estudio (uno por percepciones maternas de “disminución

de la lactancia”, otro por el deseo materno de introducir otros alimentos), sin que se

hubiera demostrado una pobre ganancia de peso antes de abandonar el estudio. La

cantidad de leche materna ingerida (g/día) no se modificó en el grupo 1, pero disminuyó

significativamente en los otros dos grupos. La ingesta calórica total fue igual para los tres

grupos. En el grupo 2, el desplazamiento de la leche materna por otros alimentos fue un

poco menor que en el grupo 3. Mediante la medición del volumen de leche residual se

encontró que en ninguno de los tres grupos los niños consumieron el total de leche materna

potencialmente disponible a los 4, 5 y 6 meses de edad, lo que demuestra que sus

necesidades energéticas estaban satisfechas antes y después de la intervención. No hubo

diferencias significativas en la ganancia de peso entre los tres grupos durante el periodo de

intervención (4–6 meses de edad), ni durante la observación subsiguiente efectuada hasta

los doce meses de edad. Tampoco hubo diferencias significativas en la incidencia de

procesos infecciosos, advirtiendo al respecto que los alimentos complementarios utilizados

durante la intervención eran precocidos y sellados para garantizar la higiene de los mismos.

Otro hallazgo interesante es el que se relaciona con los hijos de madres con Índice de

Masa Corporal (IMC) menor a 21 Kg/m2, pues no se demostró deterioro en la ganancia de

peso o talla en ninguno de los niños de dichas madres en los tres grupos. Todos estos

hallazgos nos permiten concluir que con respecto al crecimiento (peso y talla) de los niños

alimentados al seno, no hay necesidad de introducir la alimentación complementaria antes

de los seis meses de edad

A pesar de las anteriores consideraciones, cabría preguntarnos si la alimentación materna

exclusiva hasta los seis meses de edad conlleva algún riesgo nutricional específico para el

niño. Existen, por ejemplo, muchas discusiones sobre el hierro, dado que sus

concentraciones en la leche materna son muy bajas. En la misma forma, podrían plantearse

inquietudes similares para otros nutrientes específicos. Esto es especialmente importante si

tenemos en cuenta que los datos disponibles expresan circunstancias correspondientes a

situaciones promedio, pero que de hecho existen condiciones individuales muy variables

que se pueden alejar de las planteadas para dichos promedios.

Con respecto a las proteínas, el estudio realizado en Honduras permitió concluir que un

mayor aporte de proteínas en la complementación (20% mayor que en el grupo alimentado

al seno), no tuvo impacto positivo en el crecimiento de los niños complementados. Este dato

está acorde con el de otro estudio realizado en Estados Unidos, en el que tampoco se

demostró relación entre la densidad proteica de la dieta y el crecimiento durante el primer

año de vida (41)

En cuanto al hierro, el mayor riesgo se presenta en los niños con bajo peso al nacer, pues

en general tienen unas reservas más bajas para este nutriente. En los niños a término con

peso normal que reciben alimentación materna exclusiva hasta los seis meses de edad, es

difícil que se presente anemia antes de los 9 meses de edad a pesar de que presenten

algunos índices bioquímicos deficitarios entre los seis y los nueve meses de edad, pues se

defienden con las reservas de hierro presentes en el momento del nacimiento. De otra

parte, en otros estudios se han encontrado niños con alimentación materna exclusiva que

presentan cifras bajas de hemoglobina hacia los seis meses de edad, pero con niveles

normales de ferritina sérica. En el estudio hondureño, por ejemplo, la incidencia de anemia

(Hb < 10.3g/dL) a los seis meses de edad fue similar para los que recibieron alimentación

materna exclusiva hasta los seis meses y los que recibieron complementos entre los cuatro y

los seis meses de edad, a pesar de que los complementos eran fortificados en hierro; todo

lo anterior hace pensar que se deben replantear los puntos de corte para hablar de anemia.

En estas condiciones, se puede asegurar que desde el punto de vista del balance de hierro,

la alimentación materna exclusiva hasta los seis meses de edad es adecuada para niños a

término normales. (42,43)

El zinc comparte con el hierro las características de una baja concentración en la leche

materna, pero con una muy buena biodisponibilidad. En el estudio de honduras no se

encontraron diferencias en el crecimiento entre el grupo que recibió alimentación materna

exclusiva y los grupos que recibieron complementación entre los cuatro y los seis meses de

edad, a pesar de que los grupos complementados recibieron el doble de zinc en ese

periodo. Además de lo anterior, algunos autores aseguran que no hay evidencias de que

los niños con alimentación materna exclusiva hasta los seis meses de edad hagan

deficiencia de Zinc (44-46)

Existen dudas en relación con algunos nutrientes como el selenio y el Yodo, así como con el

raro evento en nuestro medio de los hijos de madres vegetarianas, en quienes podría haber

problemas con la vitamina B12; por otro lado, aunque en otras latitudes en las que hay

dificultades con la exposición al sol se han demostrado deficiencias de vitamina D en los

niños alimentados al seno de manera exclusiva hasta los seis meses de edad, no es para

nuestro medio tropical un problema de importancia. Respecto a la vitamina A, es muy rara

la xeroftalmia en niños con alimentación materna exclusiva hasta los seis meses de edad,

incluso en poblaciones en donde la deficiencia de esta vitamina es un problema serio.

Es de resaltar de todas formas, que la forma más conveniente de manejar estas situaciones

especiales como las antes planteadas, sería mejorando el estado nutricional de la madre

cuando ello sea necesario, o en última instancia, utilizando preparados farmacéuticos en el

niño según las circunstancias, pues no hay garantías de que la rápida introducción de los

complementos supere estos posibles problemas.

Lo hasta aquí expuesto se puede resumir de una manera práctica, resaltando que la

alimentación materna es el alimento natural por excelencia para los recién nacidos, y que

estos la deben recibir en forma exclusiva por lo menos hasta los 4 meses de edad, y en lo

posible hasta los 6 meses de edad. Después de este periodo es necesaria la introducción de

alimentos adicionales (alimentos complementarios), continuando con la leche materna

como una fuente importante de alimentos hasta los dos años de edad. Para que el niño

crezca óptimamente y se conserve sano, la alimentación debe ser nutricional, limpia y

segura, además de que se debe dar en cantidades suficientes. Los alimentos que recibe el

niño pueden ser alimentos especiales para él, o los mismos alimentos de la familia que se

han modificado para adaptarlos a sus características fisiológicas.

La necesidad de la alimentación complementaria se deriva del hecho de que en la medida

que el niño crece y es más activo, la leche materna se hace insuficiente para suplirle todas

sus necesidades energéticas y nutricionales, creando una brecha (Gap) energética y

nutricional que debe ser llenada por los alimentos complementarios. La figura 2 (página 12)

nos muestra la forma en que, según las necesidades energéticas del niño y los aportes de la

leche materna, se establece la brecha energética, siendo muy claro en ella que hasta los

seis meses de edad los aportes de la leche materna son suficientes para suplir dichas

necesidades, apareciendo la mencionada brecha hacia los seis meses de edad, para

evolucionar de allí en adelante de una manera creciente hasta los dos años de edad.

Desde el punto de vista de lo que ocurre con algunos nutrientes en particular, la figura 3

(página 13) nos muestra lo concerniente al hierro, deduciéndose de ella que la leche

materna es suficiente para suplir los requerimientos de hierro en un niño con depósitos

adecuados (a término y de buen peso) hasta los seis meses de edad. Es claro en ella que a

pesar de que la leche materna tiene muy poca cantidad de hierro (altamente biodisponible),

estos aportes se suman a los depósitos del niño para logra cumplir con los requerimientos

de hierro hasta los seis meses de edad. A partir de esta edad aparece la brecha para este

mineral, la cual evoluciona, a diferencia de la brecha energética, en forma decreciente con

el correr de la edad del paciente. Ejercicios similares se podrían hacer para diversos

nutrientes, y en términos generales, como ya se discutió antes, la alimentación materna

exclusiva cumple prácticamente con todos los requisitos energéticos y nutricionales del niño

a término en los primeros seis meses de vida, no siendo necesaria la complementación

antes de esta edad. Se ha establecido que las brechas más difíciles de llenar son las que se

establecen para los requerimientos energéticos, para el hierro, para el Zinc y para la

vitamina A.

Desde el punto de vista de los requerimientos energéticos y nutricionales, solo en

circunstancias muy especiales se debiera iniciar la alimentación complementaria antes de

los seis meses de edad, advirtiendo, como ya quedó planteado, que no existen suficiente

convencimiento sobre los beneficios que se obtienen con esta práctica en niños que

aparentemente no están creciendo bien con la alimentación materna exclusiva entre los 4 y

los 6 meses de edad, mientras que si hay datos suficientes que alertan sobre los riesgos que

pude conllevar ésta práctica, especialmente en comunidades que viven en zonas de pobre

higiene ambiental.

Es importante también al respecto, definir cuales son los alimentos que más se deben tener

en cuenta para poder cumplir con los todos los requerimientos del niño esbozados de

manera esquemática en el cuadrado de a alimentación. Se pudiera decir que son aquellos

ricos en energía, proteínas y micronutrientes, especialmente Hierro, Zinc, Vitaminas A y C y

folatos. Además de lo anterior, deben ser limpios, seguros (sin toxinas, sin patógenos, sin

huesos u otros componentes sólidos duros que puedan sofocar al niño, no muy calientes),

que se acostumbren en la región, fáciles de comer por el niño, no picantes, que le gusten,

fácilmente disponibles, poco costosos y de fácil preparación.

Usualmente se recomienda iniciar con un alimento principal (“Staple”) fácil de conseguir en

la comunidad, entre los cuales se pueden mencionar los cereales (arroz, avena, maíz,

sorgo…), raíces (papa, ñame, yuca…) y algunas frutas almidonosas como el plátano y el

fruto del pan. El alimento principal (“Staple”) es en general una buena fuente de energía,

aunque algunos de los cereales también aportan proteínas; algunas raíces también tienen

proteínas, pero en general son más pobres en ellas que los cereales. Además de que los

cereales son muy pobres en hierro, zinc, y calcio, pueden interferir con la absorción de estos

nutrientes por el contenido de fitatos que los caracteriza.

Dadas las características anteriores, el alimento principal (“Staple”) debe acompañarse de

otros alimentos, e incluso, como ya se dijo, puede ser utilizado como vehículo de ellos.

Otro punto importante con este tipo de alimentos, es que no se deben dar muy aguados o

diluidos, como ocurre con algunas sopas, pues la capacidad gástrica del niño puede verse

colmada fácilmente con un alimento que le aporta muy pocas calorías; desde este punto de

vista es importante tener en cuenta el concepto de la densidad energética de los alimentos.

Dadas las breves nociones anteriores sobre el “Staple”, queda claro que este se debe

acompañar de otros alimentos, entre los cuales se destacan las leguminosas (arvejas,

habichuelas, fríjoles, habas, judías, maní…) y las semillas aceitosas. Estos alimentos son

ricos en proteínas, pero muy pobres en Vitamina A y cuando están secos, también son

pobres en Vitamina C. Las semillas aceitosas y algunas leguminosas son ricas en grasas, de

tal manera que ayudan a aportar al componente energético del cuadrado de la

alimentación. Igual que los cereales, estos alimentos son ricos en fitatos, con lo que pueden

interferir con la absorción de hierro, zinc y calcio. Además, la mayoría de las leguminosas

contienen sustancias que actúan como anti-nutrientes, las cuales son destruidas en su

mayoría por la cocción, la que no es capaz de destruir los fitatos. Entre las leguminosas

bajas en grasas tenemos: garbanzo, lentejas, varias clases de frijoles… Entre las semillas

aceitosas y las leguminosas ricas en grasas: maní, soya, semillas de calabaza, semillas de

girasol, semillas de melón, semillas de ajonjolí…

Otro importante componente potencial de la alimentación complementaria, está dado por

el grupo de los alimentos de origen animal, los cuales son ricos en muchos nutrientes, pero

desafortunadamente usualmente son muy costosos. Todos ellos son ricos en proteínas,

además de que algunos de ellos son también muy ricos en Hierro y Zinc (carne y órganos

de animales, aves y peces o alimentos preparados con sangre). Dado que el Hierro, la

Vitamina A y los folatos se almacenan en el hígado, aun pequeñas cantidades de él tienen

grandes cantidades de estos nutrientes. La yema de huevo es otra fuente de muchos

nutrientes, especialmente de la Vitamina A. La leche y varios alimentos derivados de la leche

también tienen buena cantidad de Vitamina A. El hierro de la yema de huevo, aunque

notorio en cantidad, es de muy pobre absorción. Los alimentos derivados de la leche y los

que tienen pequeños huesos que pueden ser ingeridos (pescados pequeños) son ricos en

calcio.

Se deben tener en cuenta, además, una gran variedad de productos vegetales que

contribuyen a llenar los requerimientos de micronutrientes y de algunas vitaminas. Algunas

pequeñas cantidades de algunos de ellos, alcanzan por ejemplo a llenar las necesidades de

Vitamina A.

Los aceites y las grasas son fuentes concentradas de energía que deben ser también muy

tenidas en cuenta; además, algunos de estos productos son muy ricos en Vitaminas A y D.

Otros alimentos que aportan energía de una manera concentrada, son el azúcar y la miel.

En la orientación que se de a la madre sobre la alimentación complementaria, se deben

tener en cuenta todos los aspectos anteriores, además de las brechas (gaps) energéticas y

las de los diferentes nutrientes, las que se van formando, como ya quedó establecido, a

partir de los seis meses de edad. La figura 4 (página 14) nos da una idea de las brechas

que debemos llenar entre los 12 y los 24 meses de edad en un niño que recibe

alimentación materna, lo que nos puede dar una idea de la forma en que debemos indicar

a los padres la mejor manera de hacer la complementación, con el fin de llenar bien todas

y cada una de las brechas anotadas. Es de resaltar en esta figura, el aporte notorio de la

leche en cuanto Vitamina A y proteínas se refiere, desvirtuando el socorrido pensamiento de

que a esta edad la leche materna tiene muy poco valor nutricional. Muchos de los

alimentos que utilizaremos para llenar las brechas representadas en la figura 4, servirán

para llenar las brechas de otros nutrientes no representados en la figura, como la Vitamina

C, los folatos, el Zinc y el Calcio.

La figura 5 (página 15) nos permite ilustrar, a través de lo que puede ser una de las

comidas del día para un niño de 12 a 24 meses de edad, la forma en que la introducción

planificada de los alimentos complementarios va llenando las diferentes brechas. Es de

resaltar en esta ilustración, que la brecha de las proteínas se llena muy fácilmente, mientras

que las del Hierro y la energética son muy difíciles de llenar. Los alimentos animales más

ricos en Hierro deben ser utilizados periódicamente con el fin de facilitar la

complementación adecuada de este nutriente, mientras que algunos alimentos energéticos

se deben tener en cuenta para que, como refrigerios (snaks) o como parte de las comidas

principales, llenen la brecha energética.

En la figura 6 se observa como la introducción de un alimento de origen animal (el hígado)

en una de las comidas principales del día, ayuda a llenar la brecha de Vitamina A y de

manera notoria, la brecha del hierro, que como ya quedó dicho, es la brecha más difícil de

llenar; es importante entonces la utilización frecuente de este tipo de alimentos para evitar

las consecuencias del déficit de este mineral. El aporte de hojas verdes también puede ser

útil para llenar las brechas de Hierro y de Vitamina A. La referencia 8 (Complementary

Feeding; family feeding for breastfed children. WHO/NHD/00.1; WHO/FCH/CAH/00.6) es

una buena guía sobre la forma de hacer ésta complementación, con ejemplos útiles que

nos indican la forma práctica de lograr una complementación adecuada.

En cuanto a la forma de dar estos alimentos complementarios, se recomienda que en el

niño alimentado del seno en forma exclusiva hasta los seis meses de edad, reciba (en forma

gradual y progresiva) hasta unos tres alimentos complementarios al día hacia los siete

meses de edad, para llegar a unos cinco alimentos complementarios diarios (desayuno,

almuerzo, comida y dos refrigerios (snaks) nutritivos para la media mañana y el algo) hacia

los doce meses de edad, los que se deben continuar hasta los 24 meses de edad.

Creemos que con esta revisión panorámica de la alimentación complementaria logramos el

objetivo planteado inicialmente de tener unas bases adecuadas para orientar a las madres

en esta difícil pero importante tarea de alimentar a sus hijos, de la que dependerán, como

ya se dijo, su estado de salud, su crecimiento y su desarrollo.

Staple Energéticos Leche materna Proteínas Vitaminas y minerales

Figura 1. El cuadrado de la alimentación (Cameron M)

Figura 2. La línea roja expresa el total de requerimientos calóricos en Kcal/día (eje Y) para

la edad (eje x); en amarillo se representa lo aportado por la leche materna, quedando en

blanco la brecha energética que se inicia a los seis meses de edad y que aumenta

progresivamente con la edad.

Figura 3. La línea roja representa el total de las necesidades de hierro para la edad, el

amarillo representa el aporte de hierro de la leche materna a diferentes edades, mientras

que el rosado simboliza el hierro que aportan los depósitos. El blanco, a partir del sexto

mes, representa la brecha de hierro que aparece en esa edad y que disminuye con el correr

del tiempo.

Energía Proteína Hierro Vitamina A

Figura 4. La línea roja corresponde al 100% de los requerimientos energéticos y de distintos

nutrientes (Hierro, proteínas, Vitamina A) para un niño entre los 12 y los 24 meses de edad.

En amarillo se representa lo que aporta la lecha materna para cada uno de ellos en dicho

periodo de tiempo, mientras que en blanco se expresan las brechas que se deben llenar con

la alimentación complementaria. Nótese el buen aporte de la leche materna en proteínas y

especialmente en Vitamina A.

Energía Proteína Hierro Vitamina A

Brecha Arroz y aceite Frijoles Naranja

Figura 5. El aporte de nutrientes de una comida compuesta por una cucharada sopera de

fríjoles, tres cucharadas soperas de arroz, una cucharadita cafetera de aceite y media

naranja de mediano tamaño, para un niño entre los 12 y los 24 meses de edad,

contribuyen a llenar las diferentes brechas en distintas proporciones. Obsérvese que la

brecha de las proteínas se llena fácilmente con ésta comida, mientras que las brechas del

Hierro y la energética son más difíciles de llenar (recordar que el amarillo representa los

aportes de la leche materna)

Energía Proteína Hierro Vitamina A

Brecha Arroz y aceite Hígado Hojas verdes

Figura 6: se observa el efecto de la introducción de hígado (una cucharada sopera) en una

de las comidas principales del día, para un niño entre los 12 y los 24 meses de edad,

contribuyendo notoriamente a cerrar la gran brecha del hierro y a completar la de la

Vitamina A (las flechas indican que esa porción de hígado aporta Vitamina A en una

cantidad 20 veces mayor que la expresada en la figura). La adición de hojas verdes (una

cucharada sopera) también hace importante aporte de estos nutrientes (recordar que el

amarillo representa los aportes de la leche materna)

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Bases para la Alimentación del Niño en los Primeros

dos años de vida (II) Olga Lucia Cardona H Profesora Escuela de Nutrición U de A Luis Fernando Gómez U Profesor de Pediatría U de A

Introducción

Como ya quedó dicho en la parte I, una alimentación adecuada es un factor primordial

para el crecimiento y desarrollo de los niños en sus primeros años de vida. Si los niños en

ésta época de la vida satisfacen sus requerimientos nutricionales y se les proporciona un

ambiente físico y social sano, podrán desarrollar su potencial genético en su máxima

expresión.

La alimentación materna exclusiva en los primeros 4 a 6 meses de edad se constituye en la

mejor alternativa para los niños, por las ventajas nutricionales, sicológicas, económicas, e

inmunológicas que ésta proporciona al niño. Además, la leche materna se adapta en forma

perfecta al desarrollo del tracto gastrointestinal del niño, aportándole las enzimas que

requiere para digerir los nutrientes que ésta le proporciona1

El aporte exclusivo de leche materna durante los primeros 6 meses de vida, considerado

como la práctica ideal, disminuye en el niño el riesgo de morbi-mortalidad por diarrea y

enfermedades respiratorias, al ser comparados con aquellos niños que no la reciben o que

a su vez reciben alimentación artificial2.

Los estudios reportan que los niños alimentados exclusivamente con leche materna durante

los 6 primeros meses de vida tienen un crecimiento satisfactorio y no se encuentran trabajos

consistentes que prueben las ventajas de la introducción precoz (antes de los 3 meses) de

otros alimentos en la dieta de los niños. Después de los 6 meses de vida no parece haber

controversia en cuanto a la necesidad de la complementación de la leche materna tanto en

los países desarrollados como en vías de desarrollo3.

Durante el primer año de vida, el niño hace la transición entre el amamantamiento y la

alimentación complementaria, constituyéndose por lo tanto en una etapa definitiva en la

formación de una adecuada conducta alimentaria en los niños, pudiéndose de esta manera

evitar que se presenten trastornos como la inapetencia infantil, la que puede conducir a

retrasos en el crecimiento y desórdenes alimentarios en la niñez y la adolescencia.

El progreso en la maduración del tracto gastrointestinal y las habilidades motoras que va

adquiriendo el niño, le permiten el consumo de otros alimentos diferentes a la leche, lo que

le da la posibilidad de acceder a una alimentación variada y finalmente apropiarse de la

cultura alimentaria de la familia.

Algunos de los anteriores aspectos de la alimentación del niño durante los primeros dos

años de vida ya fueron revisados en la parte I, dedicando esta sección (II) a otros tópicos

sobre los que hay que hacer importantes consideraciones, que esperamos sean de ayuda en

el momento de prestar apoyo a las familias en el a veces difícil proceso de la alimentación

de sus hijos.

1. Energía requerida de los alimentos complementarios y factores que afectan su consumo.

Cuando al niño se le inician los alimentos complementarios, se requiere estimar cuantas

kilocalorías deben aportar estos alimentos para que puedan cubrir sus necesidades. Las

necesidades energéticas fueron definidas por la OMS, teniendo en cuenta las kilocalorías

que el niño consume en la leche materna y cuantas le restarían para cubrir sus

requerimientos. Los resultados de la cantidad de energía requerida de los alimentos

complementarios, deben ser tomados con precaución, porque son muy pocos los niños que

continúan con alimentación materna exclusiva mas allá de los seis meses de edad.

1.2. Consumo de energía de la leche materna

La información del consumo de energía proveniente de la leche materna, fue obtenida

mediante la revisión de investigaciones que fueron rastreadas en el Medline. Se incluyeron

todos los estudios desde 1980, proveniente de países industrializados y en vía de desarrollo,

que dieran información cuantitativa del consumo diario de leche materna y las kilocalorías

aportadas4. En general, el consumo de leche materna se incrementa durante los primeros

meses y alcanza su pico máximo entre los 3 y los 8 meses, declinando a partir de esta edad.

De estas revisiones se concluyó que la ingesta energética de la leche materna de los niños

de los países industrializados, fue ligeramente más alta que la de los niños de los países en

vía de desarrollo, lo cual se debe probablemente a una densidad energética mayor en la

leche.

La densidad energética en la leche materna tuvo unos rangos de 0,53 a 0,70 Kcal/g en los

países en desarrollo y de 0,60 a 0,83 Kcal/g en los países industrializados. Después de los

9 meses de edad, la ingesta de leche materna de los niños de países en desarrollo son más

altas que la de los niños de países industrializados, posiblemente debido a la mayor ingesta

de energía proveniente de alimentos complementarios de estos últimos.

A partir de estas revisiones, la OMS definió estimativos del promedio de ingesta energética

para niños menores de 6 meses que reciben alimentación materna exclusiva en países en

vías de desarrollo; para niños de 6 a 24 meses se juntaron los datos de los niños que

reciben leche materna exclusiva y parcial (tabla 1).

Tabla 1 Estimativos de ingesta energética (Kcal/dia) en leche materna por edad

EDAD EN MESES INGESTA ENERGÉTICA

EN LECHE MATERNA

0- 2 437

3-5 474

6-8 413

9-11 379

12-23 346

Con estos datos se estimaron las cantidades teóricas de energía que sería necesario ingerir

con los alimentos complementarios, para asegurar que los niños a partir de los seis meses

de edad pudieran satisfacer teóricamente sus requerimientos calóricos.

1.3. Requerimientos energéticos de niños menores de 2 años

De acuerdo con las investigaciones de gasto energético, en los últimos años ha venido

creciendo el consenso de que las recomendaciones de ingesta energética para niños

menores de 2 años que fueron publicadas por la FAO/OMS/UNU en 1985, están

sobreestimando las verdaderas necesidades de los pequeños como lo confirman los

estudios de Butte, 1996 y Torun et al. 1996.

El requerimiento de energía de un individuo es la dosis de energía alimentaria ingerida que

compensa el gasto energético cuando el tamaño, composición corporal y el grado de

actividad física de ese individuo son compatibles con un estado duradero de buena salud y

permite el mantenimiento de la actividad física que sea económicamente necesaria y

socialmente deseable. En los niños el requerimiento energético incluye además la energía

asociada con la formación de tejido a velocidades compatibles con una buena salud

(FAO/OMS/UNU)5.

Los requerimientos energéticos de los niños desde el nacimiento hasta los 10 años, fueron

estimados de las ingestas dietarias de niños saludables, que crecían normalmente. Los

consumos de los niños menores de 2 años, fueron recopiladas por Whitehead et al

(1981),.quien obtuvo 9046 datos que había en la literatura desde 1940 hasta 1980. Se

utilizaron ecuaciones y el peso de la mediana de la NCHS y se asumió que la mitad de los

lactantes fueron alimentados con leche materna y la otra mitad con fórmulas lácteas. La

FAO/OMS/UNU, incrementó a estos requerimientos el 5% para compensar las posibles

subestimaciones de las ingestas energéticas6 (tabla 2).

Las diferencias observadas en la tabla 2 entre las recomendaciones energética de la

FAO/OMS/UNU y Butte, obedecen a las estimaciones de gasto energético de los niños

investigadas por Butte y otros que han empleado métodos de calorimetría indirecta como el

“Agua Doblemente Marcada”, que utiliza isótopos no radioactivos (Deuterio y Oxígeno 18),

por medio de los cuales se puede determinar con un error estándar del 2-8%, el total de

energía gastada y por lo tanto puede ser usada en la definición de las recomendaciones de

energía de los niños de 0 a 2 años, con mayor exactitud que el de la “Ingesta Dietaria” 6

Tabla 2. Requerimiento energético de niños desde el nacimiento hasta 1 año

(FAO/OMS/UNU 1985).

TOTAL REQUERIMIENTO

Edad

(en meses) Kcal/Kg/d Niños Kcal/d Niñas Kcal/d

0.5 124 470 445

1-2 116 550 505

2-3 109 610 545

3-4 103 655 590

4-5 99 695 630

5-6 96.5 730 670

6-7 95 765 720

7-8 94.5 810 750

8-9 95 855 800

9-10 99 925 865

10-11 100 970 905

11-12 104.5 1050 975

Fte: Butte F N. Requirements of infants. Europan Journal of Clinical Nutrition Suppl, 1

S241996

En la tabla 3 se pueden observar las diferencias en las recomendaciones calóricas para

niños menores de 2 años hechas por la FAO/OMS/UNU (1985) basadas en ingestas y las

obtenidas por estudios de gasto energético por Butte y Torun (1996), donde se ve

claramente que las obtenidas por estos últimos son menores.

Tabla 3. Recomendación de ingesta energética durante los primeros 2 años de vida.

Recomendaciones energéticas

Grupos de edad FAO/OMS/UNU Butte 1996 Torun et al 1996

(meses) 1985

Kcal/Kg/d Kcal/d Kcal/Kg/d Kcal/d Kcal/Kg/d Kcal/d

0-2 116 520 88 404 ------- ------

3-5 99 662 82 550 ------- -------

6-8 95 784 83 682 -------- --------

9-11 101 949 89 830 ------- --------

12-23 106 1170 ------- -------- 86 1092

Fte: OMS. Complementary feeding of young children in developing countries. 1998, p 49

En las tablas 4 y 5 se resume el promedio de las kilocalorías que deben aportar los

alimentos complementarios por grupos de edad, obtenidas del cálculo de la diferencia entre

la recomendación total y el promedio de energía consumido en leche materna. Como

existía un amplio rango entre la energía ingerida de la leche materna, se establecieron

rangos de kilocalorías que se deberían recibir de los alimentos complementarios

dependiendo de si los niños recibían baja o alta cantidad de leche materna y estos fueron

definidos usando –2 DS y + 2DS respectivamente.

Tabla 4. Kilocalorías de la leche materna y la cantidad de kilocalorías que necesitan

aportar los alimentos complementarios para niños de países en vías de desarrollo, por

grupo de edad.

Grupos Kilocalorías consumidas Kilocalorías necesarias

de

de edad leche materna alimentos

complementarios

(meses)

BAJO PROMEDIO ALTO BAJO PROMEDIO ALTO

0-2 279 437 595 125 0 0

3-5 314 474 634 236 76 0

6-8 217 413 609 465 269 73

9-11 157 379 601 673 451 229

12-23 90 346 602 1002 746 490

Fte: : OMS. Complementary feeding of young children in developing countries. 1998, p 51.

Tabla 5. Kilocalorías de la leche materna y la cantidad de kilocalorías que necesitan

aportar los alimentos complementarios para niños de países industrializados, por grupo de

edad.

Grupos Kilocalorías consumidas Kilocalorías necesarias

de

de edad leche materna alimentos

complementarios

(meses)

BAJO PROMEDIO ALTO BAJO PROMEDIO ALTO

0-2 294 490 686 110 0 0

3-5 362 548 734 188 2 0

6-8 274 486 698 408 196 0

9-11 41 375 709 789 455 121

12-23 0 313 669 1092 779 423

Fte: : OMS. Complementary feeding of young children in developing countries. 1998, p 51

Los resultados de estudios experimentales sugieren que la introducción de los alimentos

complementarios antes de los 6 meses, podría desplazar grandemente la ingesta energética

de la leche materna.4 La introducción de alimentos complementarios después de los 6

meses es específicamente para suplir las kilocalorías que no logren cubrir con la leche

materna. De acuerdo con los análisis, la cantidad promedio de calorías requeridas de los

alimentos complementarios por rangos de edad se muestra en la tabla 6.

Tabla 6. Promedio de kilocalorías requeridas de los alimentos complementarios para niños

de 6 a 23 meses de edad.

Edad

(meses)

Promedio del

Requerimiento energético

aportado por los

alimentos

complementarios

6-8 269

9-11 451

12-23 746

1.4 Componentes del gasto energético total de los niños

El gasto energético total en los niños está integrado por 4 componentes: la tasa metabólica

basal (TMB), la actividad física, termogénesis inducida por los alimentos y el crecimiento.

• Tasa metabólica basal (TMB): Corresponde a la producción de calor o el oxígeno

consumido por las células y tejidos del organismo, durante el mantenimiento de las

funciones normales del organismo (latidos cardíacos, función muscular, respiración,

síntesis de compuestos orgànicos, energia consumida por el sistema nervioso). La TMB

depende de la edad, el sexo, estado hormonal, tamaño y composición corporal y el

estado de salud y significa un 60-70% del gasto total corporal7 La TMB se mide por

calorimetría indirecta cuando los sujetos se someten al reposo en un ambiente

termorregulado y después de 12 a 18 horas de ayuno. La tasa metabólica en reposo

(TMR) es medida bajo condiciones similares, excepto que el sujeto no está en un

ambiente termoneutro previo a la medición; en niños se relajan un poco más las

condiciones y puede haber ingestión de una comida ligera.

La TMB también puede ser obtenida mediante ecuaciones de regresión derivadas de la

estimación de la TMB o de TMR por calorimetría indirecta. En la serie de informes técnicos

de 1985, el Comité FAO/OMS/UNU adoptó las ecuaciones de regresión de Schofield

para niños según edad, sexo, talla y peso corporal que fueron construidas teniendo en

cuenta los estudios publicados sobre estimación de TMB por calorimetría indirecta que

incluían numerosas mediciones representativas de países en desarrollo y de algunos

desarrollados8. El error estándar para predecir TMB por estas ecuaciones es muy bajo.

En la actualidad se utilizan ecuaciones lineales, porque a pesar de que los investigadores

ensayaron ecuaciones cuadráticas y logarítmicas, el uso de funciones más complejas no

permitió que la predicción fuera más exacta que al utilizar la ecuación lineal. Las

ecuaciones incluyen el peso corporal del niño. Lo más aconsejable hasta el momento para

el cálculo de la TMB, es utilizar las ecuaciones propuestas por la FAO/OMS/UNU.

Fórmula para obtener tasa metabólica basal en niños de 0 – 3 años9

Niños: 60,9 * P-54

Niñas: 61,0 * P-51

P: peso en kilos.

• Actividad física: El segundo componente del gasto energético está representado por

el costo de la actividad física realizada por encima de los niveles basales. Para el

ajuste por actividad física el Comité FAO/OMS/UNU definió para los lactantes, los

niveles de actividad física o también conocidos como PALs. Para bebés de 1 mes

definió un PAL de 1,3 y de 1,7 hasta los 12 meses de edad. Es importante tener en

cuenta que disponibilidad de datos sobre gasto energético total en lactantes, es

limitado en número, rango de edad y distribución geográfica, por lo tanto se

requiere de mas datos sobre todo de los 6-12 meses de vida. En el intervalo de 1-5

años, para

Ambos sexos se definió para nivel de actividad física leve 1,45 y actividad moderada 1,60

• Crecimiento: El costo energético del crecimiento comprende el valor energético por el

tejido formado y el costo de sintetizarlo. Como no se pueden conocer con exactitud la

composición del tejido formado, solo se hacen estimaciones aproximadas del costo

energético por crecimiento. El valor propuesto por la FAO/OMS/UNU 1985 como

costo energético para crecimiento es de 5,6 kilocalorías/gramo de tejido ganado,

basados en las curvas de crecimiento publicadas por la OMS (1983) para uso

internacional, derivadas de las curvas de crecimiento de la NCHS. A pesar de que la

composición corporal varía notablemente en las diferentes épocas de la vida, el

crecimiento representa una función muy pequeña de las necesidades energéticas totales

con excepción del primer mes de vida, donde equivale al 35% del gasto energético total

y al año solo el 3%.

• Respuesta metabólica a los alimentos: Se refiere al gasto calórico por encima de la TMB

que tiene lugar después de la ingestión de una comida y representa aproximadamente

el 10% del gasto energético total en una dieta mixta9.

Los estudios que se han realizado de gasto energético total por técnicas más exactas que la

determinación de las ingestas, revelan que los requerimientos de los lactantes están 9-39%

mas bajas que lo recomendado por la OMS, lo que significa que se estarían

sobreestimando los requerimientos calóricos de los niños, sin embargo como las bases de

datos son pequeñas por el momento se recomienda seguir lo que ha determinado El

Comité FAO/ OMS/UNU hasta tanto no se amplíen las bases de datos en el mundo que

permitan ajustar las kilocalorías requeridas a valores mas reales.

1.5. Resultados de estudios experimentales acerca de la frecuencia y densidad energética

de los alimentos complementarios

Para estimar la densidad energética de los alimentos complementarios, es necesario evaluar

la frecuencia con la cual estos son ofrecidos a los niños. Si al niño se le ofrecen varias

comidas al día, es posible que se cubran sus requerimientos energéticos con dietas de baja

densidad energética y por el contrario si se ofrecen pocas comidas al día es muy probable

que se tenga que aumentar su densidad energética si se desea cubrir todos sus

requerimientos energéticos.

Varios estudios publicados hacen referencia a los efectos de la frecuencia de los alimentos y

la composición de las comidas sobre la ingesta energética diaria de los niños que han sido

destetados y se están recuperando de una desnutrición. El objetivo de estas investigaciones

ha sido desarrollar recomendaciones alimentarias cuantitativas que faciliten dar un aporte

adecuado de alimentos complementarios, sin detrimento del estado nutricional de los niños.

El problema de estos estudios es que se realizaron en niños que se estaban recuperando de

una desnutrición y que no recibían lactancia materna y por lo tanto no pueden ser

generalizados a niños bien nutridos que reciben leche materna.

En la tabla 7 se presentan los resultados de los estudios sobre la estimación de la densidad

energética mínima que deben tener las comidas de los niños dependiendo de la frecuencia

de las mismas, para cubrir sus ingestas energéticas diarias. Los estudios examinaron los

efectos de 3 comidas diferentes en cuanto a la frecuencia y la densidad energética. Las

dietas semisólidas fueron preparadas con arroz, leche, aceite vegetal, azúcar y una mezcla

de vitaminas y minerales. Se les adicionó a las comidas, espesantes, colorantes y

saborizantes, con el objetivo de que no se distinguieran en apariencia y sabor. Las

preparaciones fueron ofrecidas ad libitum, 3, 4. 5 veces por día a 18 niños con edades

entre 6 y 18 meses. La cantidad diaria consumida fue aproximadamente 16% mas cuando

el número de comidas fue incrementándose 3 a 4 por día y del 7% más, cuando la

frecuencia de la alimentación, subió de 4 a 5 comidas por día, lo cual tuvo significancia

estadística4.

Estos mismos estudios clínicos examinaron los efectos de las diferentes densidades

energéticas sobre la ingesta de los niños (Brown et al. , 1995. Las densidades de las dietas

fueron, 0.4, 0.7, 1.0, 1.5 Kcal/g. Se observó que a mayor densidad energética de la dieta,

los niños disminuían la frecuencia en el consumo de las mismas; sin embargo, la ingesta

energética total aumentó significativamente cuando se les dieron las dietas con mas

densidad energética. Estos resultados indican que los niños fueron capaces de ajustar su

ingesta para compensar, las diferentes densidades energéticas. Sin embargo, cuando los

niños recibían dietas de muy baja densidad energética, no fueron capaces de compensar

sus necesidades calóricas aumentando el consumo por las limitaciones en su capacidad

gástrica las cuales han sido estimadas en 30-40 ml/kg de peso (Sánchez –Griñan, Peerson

and Brown, 1992; --Ashworth, personal communication)4 Los resultados de este estudio han

sido usados para establecer cual es la densidad mínima que se necesitan para satisfacer

teóricamente los requerimientos de un niño, así, los niños que

tiene un requerimiento de 112 Kcal/Kg/d, necesitan consumir dietas con densidades

mínimas de 1,05 Kcal/g, en tres comidas al día para cubrir dicho requerimiento. Comidas

con más baja densidad calórica, podrían ser adecuadas si se suministran con mayor

frecuencia.

Los niños bien nutridos de 6 a 8 meses que reciben alimentación materna, podrían recibir

solamente 3 comidas al día, si la densidad energética de sus alimentos complementarios es

de 0.85 Kcal/g y si su ingesta de leche materna es baja. Los niños desnutridos de la misma

edad podrían necesitar alimentos complementarios con densidad energética ligeramente

mayor o recibir una comida más. Los niños mayores, necesitarían incrementar la densidad

energética de sus dietas o aumentar la frecuencia en la medida que aumentan su edad. Se

puede concluir que los niños de 6 a 8 meses que reciben lactancia materna y

adicionalmente 2 o 3 comidas por día, dependiendo de su estado nutricional, dependerá

también la densidad energética de sus alimentos complementarios. Teóricamente sería

mejor aumentar la densidad energética de sus alimentos complementarios y no su

frecuencia para no interferir con la lactancia. Los niños mayores de 8 meses podrían

beneficiarse de un mayor número de comidas siempre y cuando la densidad energética de

sus alimentos sea menor de1,03 Kcal/g o si ellos son desnutridos y la densidad de la dieta

es menor de 1,29 Kcal/g.

Tabla 7. Densidad energética mínima estimada (Kcal/g) requerida para lograr los niveles

de ingesta energética diaria, a varias frecuencias en la alimentación, en niños destetados.

Niveles de ingesta

Kcal/Kg/d

Frecuencia de la alimentación (comidas/24 horas)

3 4 5

Densidad energética de la dieta

70 0.52 < 0.40 < 0.40

80 0.59 0.44 < 0.40

90 0.65 0.51 0.46

100 0.77 0.57 0.52

110 1.02 0.64 0.59

112 1.05 0.65 0.60

120 1.17 0.72 0.65

130 1.33 0.97 0.77

Fte: : OMS. Complementary feeding of young children in developing countries. 1998, p 51

1.5. Contenido de grasa de los alimentos complementarios

Las grasas juegan un papel fundamental en la nutrición de los niños porque les aporta

energía, ácidos grasos esenciales y vitaminas liposolubles (FAO/OMS, 1994). Hasta el

momento existe consenso con relación a los requerimientos mínimos de ácidos grasos

esenciales pero hay poca información acerca de los niveles mínimos y óptimos de la

cantidad de grasa que deben aportar los alimentos complementarios.

Los ácidos grasos poliinsaturados omega 6, araquidónico y los omega 3 docoxahexanoico

(DHA) son precursores esenciales de las prostaglandinas, tromboxanos, leucotrienos y otros

mediadores de un amplio rango de procesos celulares. Estudios recientes indican que el

DHA, es esencial para el desarrollo normal de la retina y el cerebro.

El ácido araquidónico y el DHA, pueden ser sintetizados de sus respectivos precursores que

son el ácido linoleico y el alfa linolénico, pero esta capacidad es limitada en niños

prematuros y posiblemente en niños a término. Hay evidencias de que la leche materna

provee en cantidades adecuadas estos ácidos y los niños que son alimentados al seno no

requieren de suplementación; pero no hay muy poca información acerca del consumo de

ácidos grasos esenciales en niños que progresivamente disminuyen el consumo de leche

materna e incrementan el consumo de alimentos complementarios con bajo contenido de

grasa. En 1994 la FAO/OMS, recomendó que la dieta debe aportar el 3% de sus calorías

en ácido linoléico. El aceite de maíz y de soya contienen mas del 50% de ácido linoleico,

considerando que estos aceites se constituyen en la mayor fuente de grasa de la dieta, si

proveen el 6% de las calorías totales se cubre el requerimiento de ácido linoléico. Así por el

contrario si las grasas de la dieta son aportadas por aceite de palma y coco que solo tienen

el 10% de ácido linoléico, se necesitaría que estos aceites aportaran el 30% de las caloráis

de la dieta para cubrir los requerimientos de este ácido.

La grasa, se constituye en la fuente más importante de energía para los niños lactantes, de

hecho la leche materna aporta entre el 40-55% de la energía en grasa. Por esto, cuando el

niño disminuye su ingesta de leche y aumenta el consumo de alimentos complementarios,

disminuye el consumo de grasas. Varios autores recomiendan que la grasa debe aportar en

los niños menores de 2 años entre el 30-45% de las kilocalorías totales en grasa

(Michaelsen y Jorgensen, 1995), además la grasa es una excelente alternativa para

aumentar la densidad de la dieta sin aumentar su viscosidad. No existen estudios

longitudinales que demuestren que el alto consumo de grasas en los lactantes aumenten el

riesgo de hiperlipidemia y enfermedad cardiovascular en la edad adulta, es más, algunos

investigadores sugieren que mientras los niños estén en crecimiento el aporte de grasas no

se debe disminuir del 30% del valor calórico total5

Los estudios de contenido de grasa de la leche materna en mujeres de países en vía de

desarrollo, tomando como bajo contenido en –2DS y alto en +2DS, permiten concluir que

el aporte de grasa de los alimentos complementarios debe ser de 21% para aquellos niños

que toman leche materna con un contenido adecuado de grasa, y de 24% si los porcentajes

de grasa de la leche son bajos. Aquellos niños que tengan consumos muy bajos de leche

materna debe te, su consumo de grasa en los alimentos complementarios debe estar entre

el rango de 30-45%.

2. Proteínas y micronutrientes requeridos de los alimentos complementarios.

Un fenómeno que es común en los grupos socioeconómicos pobres de los países en vía de

desarrollo, es el retrazo en el crecimiento en talla de los niños al compararlos con los

valores de las normas de referencia. Esto ha sido reportado en niños de 6 meses (Dewey et

al, 1992); esta falla en el crecimiento continua hasta cerca de los 18-24 meses de edad,

después de este tiempo, los niños crecen a la misma velocidad que los niños de los países

industrializados. Algunos niños pueden reversar su retrazo pero va a depender de la

alimentación y el medio ambiente. El retrazo en el crecimiento de estos niños en estos

primeros meses de vida, puede deberse a una pobre acumulación de micro nutrientes in

útero debido a la baja ingesta e inadecuado almacenamiento de los mismos en las madres

de estos niños, los cuales rápidamente depletan sus reservas después del nacimiento. Esta

situación se empeora si la concentración de micro nutrientes es baja en la leche materna y

si la calidad y la cantidad de alimentos complementarios son inadecuadas.

Otras causas de los retrasos en el crecimiento, son las altas tasas de morbilidad en los

primeros dos años de vida en los países en vía de desarrollo

y las bajas estaturas de las madres.

A continuación se hará referencia al papel de la deficiencia de proteínas, minerales y

vitaminas que están relacionados con las fallas en el crecimiento y que son las más

comunes en los países en vía de desarrollo.

2.1 Proteínas

Las evidencias sugieren que el déficit de proteínas por sí solas no son las únicas

responsables de la falla en el crecimiento de los niños, puesto que los alimentos que las

contienen, tienen además otros nutrientes como hierro, zinc, cobre, calcio, vitamina A,

ribofavina y B12, por lo tanto es difícil evaluar el papel solo de las proteínas en el

crecimiento.

2.2. Zinc

Las deficiencias de zinc son comunes en niños de países en vía de desarrollo, especialmente

e aquellas comunidades donde se consumen dietas pobres en alimentos de origen animal y

alta en fitatos; por ejemplo las que están basadas en maíz, leguminosas, trigo y arroz

integral (Sandstead, 1991). Adicionalmente la diarrea es una de las causas más importantes

en la pérdida intestinal de zinc (Castillo-Duran, Vial y Uauy; 1988).

Un reciente meta-análisis de estudios de intervención con suplementos de zinc, y placebos,

que incluyeron 1834 niños de diferentes regiones del mundo, muestran alta significancia

estadística en el incremento de la ganancia en talla en aquellos niños que recibieron el

suplemento.

2.3 Hierro

La deficiencia de hierro es mas prevalente que la de zinc, sin embargo su papel en el

crecimiento no es muy claro y existen muy pocos estudios que reporten el impacto de la

suplementación en la ganancia de longitud en los niños. La suplementación de hierro por

un año en niños de 18-30 meses de edad con anemia por deficiencia de hierro, aumentó

la ganancia de peso y talla (Rosado et al 1997). Sin embargo hasta el momento no se

puede asegurar que la deficiencia de hierro perjudique el crecimiento de los niños, la

respuesta a esta pregunta amerita un meta-análisis con datos de estudios longitudinales que

incluyan mas niños lactantes y preescolares anémicos.

2.4 Cobre

El riesgo de deficiencia de cobre se presenta en niños de bajo peso al nacer, con bajas

ingestas de cobre porque su alimentación es basada en leche de vaca y exclusión de otros

alimentos, por mala absorción y diarrea. No existen evidencias claras de que la

suplementación con cobre mejore el crecimiento de los niños que se están recuperando de

la desnutrición. Esto puede ser debido a que las pruebas fueron cortas y por lo tanto no se

reportó mejoramiento en el crecimiento.

2.5 CALCIO, FÓSFORO Y MAGNESIO

Un análisis cuantitativo de la ingesta de alimentos revelan que los niños en países en vía de

desarrollo tienen consumos de fósforo y magnesio más altos que las necesidades estimadas.

Mientras qué las ingestas de calcio son menores que los requerimientos por disminución en

la absorción (Prentice and Bates, 1994). Los bajos consumos de calcio en niños inducen a

raquitismo, retardo en el crecimiento y signos bioquímicos de hiperparatiroidismo que se

normalizan después de la suplementación con el calcio. Sin embargo la revisó de los

estudios disponibles concluyen que suplementos de calcio solo o junto con el fósforo, no

mejora la ganancia en talla y peso de los niños que tiene bajos consumos de calcio

(Prentice and Bates 1994).

2.5 Yodo

La deficiencia de yodo es endémica en muchas regiones del mundo. Deficiencias severas de

yodo causan retardo en el crecimiento (Greene, 1980), esta puede ser reversada con la

suplementación del yodo en adultos. Existen pocos datos sobre el impacto de la deficiencia

de yodo y su asociación con el retrazo en el crecimiento.

2.6 VITAMINA A

Los efectos de la suplementación con vitamina A sobre la ganancia de peso y talla han sido

inconsistentes. Lo que si es claro es que su deficiencia no solamente causa daños en la

visón manifestada como ceguera nocturna y xeroftalmia y aumenta la severidad y el riesgo

de mortalidad por infecciones como el sarampión (Beaton et al, 1993)

2.7 Recomendación de proteínas y micro nutrientes para niños

Después de una extensa revisión de toda la información disponible, la FAO/OMS/UNU

decidió hacer uso de los Valores de Referencia Diarias Británicas (British Daily Reference

Values) (Departamento de Salud 1991), para la definición de la mayoría de los

requerimientos de los niños4 (Tabla 8. Ellos recopilaron los datos más completos y recientes

sobre requerimientos, e incluyeron valores para la Estimación de Requerimiento Promedio (

Estimated Average Requirement : EAR) así como también la Recomendación de Ingesta de

Nutrientes ( Recommended Nutrient Intake: RNI), la cual es la EAR mas un factor de

seguridad de +2 DS, equivalente a las Recomendaciones Dietarias en los Estados Unidos

(Recommended Dietary allowances.

Los RNIs para niños son basados en la cantidad de nutrientes consumidos en la leche

materna y ajustados a los estimativos por absorción y utilización. Los requerimientos para

tiamina y riboflavina fueron calculados basados en los estimativos mas recientes de las

recomendaciones de energía para este grupo de edad. Los requerimientos de proteínas

fueron recalculados basados en la reciente compilación de requerimientos de proteínas

para lactantes y niños (Dewey et al, 1996),preparados por el Grupo Consultivo

Internacional de Energía Dietaria. Para el hierro y folato, las recomendaciones de la

FAO/OMS (1988) fueron usadas porque ellos tuvieron en cuenta las tres niveles de ingesta

y biodisponibilidad del hierro (baja, intermedia y alta) y proporcionaron la recomendación

específica de folato para cada grupo de edad. Los requerimientos de zinc fueron calculados

usando una aproximación factorial basada en nuevas estimaciones para lactantes y

extrapolaron a niños mayores (Krebs and Hambidge, 1986, krebs et al, 1993). La

FAO/OMS en 1996 publicó las nuevas recomendaciones de ingesta de zinc4

2.8 Densidad y biodisponibilidad de nutrientes

la cantidad de nutrientes disponibles para el crecimiento y desarrollo de los niños va a

depender de la cantidad de leche materna y de los alimentos complementarios que ellos

ingieran y de la biodisponibilidad de los nutrientes.

El término biodisponibilidad es usado para describir la absorbilidad y la disponibilidad del

nutriente, para ser utilizado en los procesos metabólicos.

La densidad de los nutrientes se refiere a la cantidad que hay en 100 Kilocalorias. En los

alimentos de origen animal hay una mayor densidad de retinol, vitamina D, E, riboflavina,

vitamina B12, calcio y zinc. El contenido de hierro es alto en carnes, pollo y pescado,

mientras es bajo en leche y productos lácteos. En contraste la cantidad de tiamina, vitamina

B6, ácido fólico y ácido ascórbico es mas alto en los alimentos de origen vegetal. Algunos

alimentos vegetales como las leguminosas y el maíz contienen minerales como el hierro,

zinc, y calcio, pero su biodisponibilidd es pobre. Así mismo, la absorción de B

caroteno, retinol y otras vitaminas liposolubles, es pobre si se consume una dieta baja en

grasa (de Pee et al, 1995),4

El 40% del hierro de las carnes está en la forma de hierro hemo que tiene una

biodisponibilidad del 25%, comparado con un 2-8% de la forma no-hemo. La molécula del

hierro hemo se absorbe intacta y su captación por la mucosa intestinal no es afectada por

otros componentes del alimento (excepto el calcio). La carne de res, pollo y pescado tienen

un factor, no identificado, que mejora la absorción del hierro no-hemo de otros alimentos.

La biodisponibilidad del hierro, el zinc y el calcio se reduce en cereales y leguminosas que

tiene un alto contenido de ácido fítico. Los fitatos son moléculas grandes que constituyen

cerca del 1-2% del peso de muchos cereales, nueces y leguminosas. Estos fitatos forman

con los minerales, complejos que son insolubles y poco disponibles para su absorción. El

ácido urónico de la fibra de las plantas puede inhibir la absorción del calcio.

El efecto inhibitorio de los fitatos sobre la absorción del hierro, puede ser disminuido, si el

ácido ascórbico es consumido en la misma comida. El consumo de 25 mg de ácido

ascórbico con alimentos como el arroz, trigo, maíz, leguminosas, dobla la cantidad de

hierro absorbido en estos alimentos (Allen y Ahluwalia, 1997). El contenido de fitatos en los

alimentos puede ser reducido sustancialmente mediante la fermentación, germinación y

remojo. Esto puede ser aprovechado para aumentar la biodisponiblidad de los los

minerales incluyendo el hierro y el zinc de los alimentos complementarios, especialmente en

aquellas regiones donde estos alimentos son la base de la alimentación familiar.

Tabla 8. Requerimiento de nutrientes durante los primeros dos años de vida

NUTRIENTE Recomendación ingesta de nutriente

0-2 3-5 6-8 9-11 12-23

Proteína (g/d) 9.6 8.5 9.1 9.6 10.9

Vitamina A (ug

ER/d)

350 350 350 350 400

Folato (ug/d) 16 24 32 32 50

Niacina

(mg/d)

3 3 4 5 8

Riboflavina

(mg/d)

0.4 0.4 0.4 0.4 0.6

Tiamina

(mg/d)

0.2 0.2 0.2 0.3 0.5

Vitamina (B6

mg/d)

0.2 0.2 0.3 0.4 0.7

Vitamina (B12

ug/d)

0.3 0.3 0.4 0.4 0.5

Vitamina C

(mg/d)

25 25 25 25 30

Vitamina D

(ug/d)

8.5 8.5 7 7 7

Calcio (mg/d) 525 525 525 525 350

Cloro (mg/d) 320 400 500 500 800

Cobre (mg/d) 0.2 0.3 0.3 0.3 0.4

Yodo (ug/d) 50 60 60 60 70

Magnesio

(mg/d)

Hierro baja

biod. (mg/d)

---------------- 21 21 21 12

Hierro

Mediana

Biod. (mg/d)

--------------- 11 11 11 6

Hierro alta

biod. (mg/d)

-------------- 7 7 7 4

Mangnesio

(mg/d)

55 60 75 80 85

Fósforo (mg/d) 400 400 400 400 270

Potasio mg/d 800 850 700 700 800

Selenio Ug/d 10 13 10 10 15

Sodio mg/d 210 280 320 350 500

Zinc mg/d 4.0 4.0 5.0 5.0 6.5

Fuente: OMS Complementary feeding of young children in developing countries. 1998, p

93

En la tabla 8, las recomendaciones de hierro aparecen dependiendo si las dietas son de

baja, media o alta biodisponibilidad. Esta categorización fue establecida por la FAO/OMS

1988. Estas categorías se establecieron asumiendo que la absorción del hierro no hemo de

una comida puede ser 5,10 ó 15% respectivamente para un individuo sin reservas de

hierro. Una comida de baja biodisponibilidad es definida como monótona y basada en

cereales como harina de trigo integral, maíz, sorgo, leguminosas, raíces y tubérculos y

cantidades muy pequeñas de carne, pescado, o alimentos ricos en ácido ascórbico. Una

comida de biodisponibilidad intermedia intermedia, es a base de otros cereales, raíces,

tubérculos y cantidades pequeñas de carne, pescado, pollo y alimentos con ácido ascórbico

y de alta biodisponibilidad contiene cantidades generosas de carne de res, pollo, pescado y

alimentos con ácido ascórbico. La biodisponibilidad del hierro de los alimentos

complementarios de los niños en los países en vía de desarrollo suelen ser de baja o

intermedia biodisponibilidad de hierro4. El café y el té son fuertes inhibidores de la

absorción del hierro. En Guatemala es costumbre dar café a los niños desde muy pequeños

y en Egipto té (Dewey et al, 1997)

Parece que es casi imposible cubrir los requerimientos de hierro en los niños menores de 2

años con alimentos complementarios que no han sido enriquecidos. Los niños de 6 a 8

meses, para cubrir sus requerimientos de hierro, necesitarían consumir 136 g de hígado de

res, 155 g de hígado de cerdo o 108 g de hígado de pollo. Los niños de 12-23 meses,

tendrían que consumir 76 g de hígado de res, 90 de hígado de cerdo o 73 g de hígado de

pollo. Esto está sustentado en la alta prevalencia de anemia en lactantes4l

1Giugliani E R. Importancia de la lactancia materna para la salud de los niños latinoamericanos. En: Nutrición y alimentación del niño en los primeros años de vida. Serie Paltex. OPS; OMS; CESNI, FUNDACION CAVENDES. Washington 1997 p 131-162 2 World Heath organization. Complementary feeding of young children in developing countries: a review of current scientific knowledge. 1998 Geneva p 45- 76 3 FAO/OMS/UNU. Necesidades de energía y de proteínas. Serie de Informes Técnicos 724. OMS. Ginebra 1985. 4 Butte N. F. Energy requirements of children. In: Eur. J. Clin. Nutr. 1996; (suppl 1): S24-36 5 Barness L A. Suplemental foods for infants. In:Pediatric Nutrition handbook. Third edition Illinois 1993 p 23-42 6 Parra S. B E. Alimentación complementaria del lactante. Documento presentado en la ponencia “curso de atención integral a la madre y el niño”Medellín Universidad de Antioquia. Agosto 2000 p 11-13. 7 FAO/OMS/UNU. Necesidades de energía y proteínas. Serie de Informes Técnicos. 724 OMS. Ginebra 1985