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La mayor limitación de BCS es el agua bebible y de lluvia: antecedentes, consideraciones y datos.

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Baja California Sur:

la historia, la cultura

y el agua

Sen. Armando Trasvina Taylor

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Hecho en México, 1988

D.R. Armando Trasviña Taylor

Edición de la Dirección de Publicaciones de la Coordinación de Información y Relaciones Públicas del Senado de la República.

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Abramos la compuerta. . .

Un día se reunieron los técnicos y los políticos para buscar las mejores soluciones en torno al

problema del agua en Baja California Sur.

—¿Por qué no tratas el tema de la historia, de la cultura y del agua? —Me dijeron.

—¿Y por qué no? —Les dije.

Conformar un apunte sobre tema tan amplio y profundo como la vinculación de la historia, la cultura y el agua no es tarea fácil para el corto tiempo.

Trazaremos al aire algunos rasgos generales para enfocar su importancia en el contexto de la mitad de la península de Baja California, a donde nos interesa particularmente dirigir esta relación.

En principio debemos asentar que el agua es el origen del hombre y, por consecuencia, de la historia y de la cultura. Recordemos que al entibiarse las aguas, en el seno mismo de las grandes aglomeraciones acuáticas, nace la célula viviente, la extensa vida microscópica y elemental, los vegetales, los peces, los anfibios, los reptiles, los mamíferos, los primates y, dentro de éstos, el hombre, en una edad que se calcula hoy en más de tres millones de años.

Con la aparición del hombre surge la protohistoria y con su evolución, la cultura. A través de todo esto el hombre, que surge del agua, sigue dependiendo de ella para sobrevivir.

El agua, en las épocas más remotas, formó parte del aire en forma gaseosa. Las elevadas temperaturas del hidrógeno y el oxígeno dieron origen al líquido. La mayor parte de las aguas del mar contuvieron lo que puede llamarse el agua original. La reacción vuelve a repetirse en la atmósfera: la lluvia forma ríos y estas corrientes alimentan y mantienen las tres cuartas partes líquidas de! planeta, depositadas en fosas y hundimientos que son mayores que los relieves montañosos de la superficie. Cabe recordar la Fosa del Mindanao en tas Filipinas, ubicada en el Pacífico Norte, que tiene una profundidad de 11 mil 515 metros, en contra del Pico del Everest, que sólo alcanza los 8 mil 882 metros de altura. Aun

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cuando toda el agua existente procede de una misma fuente, el agua del mar tiene sales minerales y el agua terrestre, superficial o profunda, carece de ellas. Si alguien dudara de nuestro origen, científicamente darwiniano (1857), debemos tener en cuenta que el suero de la sangre humana posee los mismos elementos que el agua de mar: sal, potasio, magnesio, calcio, hierro, etcétera, sólo que en menor proporción.

Para efectos del tema, nos ocuparemos de la mal llamada agua dulce, es decir, del agua químicamente pura: elemento incoloro, inodoro e insípido, compuesto de hidrógeno y oxígeno, único que en la naturaleza se encuentra en los estados líquido, sólido y gaseoso; con punto de congelación a los cero grados centígrados y de ebullición a los cien; el agua, que por efectos del sol se evapora y regresa en forma de lluvia, el agua que se filtra hacia el interior de la tierra, el agua que se desconoce en los desiertos africanos, en las vastas extensiones de Mongolia y el Tíbet y en el 40 por ciento del territorio australiano. Esa agua que los católicos invocan en la figura de San Isidro Labrador, los aztecas en Tláloc y los mayas en Chaac. Esa agua de lluvia que en nuestros años infantiles demandábamos a la inversa al milagroso y contradictorio santo, aquél: "¡San Cayetano, que no llueva!..." y llovía.

La historia misma de la península es la historia del agua. En la búsqueda de este elemento se asentó en la abrupta sierra de San Francisco la vieja cultura de los indígenas pintores; en las islas con manantiales los indómitos pericues, y, donde las sierras de La Laguna, San Lázaro, Las Cacachilas, La Giganta y Las Vírgenes formaron vertientes, nacieron las poblaciones indígenas de Yenecamú, (Cabo San Lucas), Añuití (San José del Cabo), Aiñiñí (Santiago), Ai-rapí (La Paz), Conchó (Loreto), Cadacaamán (San Ignacio), y otras más que aún conservan sus topónimos aborígenes, como los de Comondú, Mulegé, Vondó, Ligüí, Tripuí, Nopoló, Canipolé, etcétera.

En algunos libros de geografía suelen figurar los ríos de Mulegé y San Ignacio, que son escurrimientos de lluvia o de manantiales que llaman "ojos de agua", procedentes de las alturas del tronco montañoso que genéricamente se conoce como Sierra de San Pedro Mártir, a lo largo de la península. "Debido a su singular formación geográfica —dice Miguel Mathes— y a sus cielos libres de nu-bosidad, Baja California es la región más fotografiada por los

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satélites espaciales". Su escaso y variable régimen pluviométrico define en la población peninsular un 'comportamiento sui generis, particularmente en los asentamientos rurales, al grado de que un buen número de rancherías tiene su propio "cambiadero", nombre con el cual designan un sitio alterno al que se mudan con todo y ganado cuando la temporada de lluvias es mejor en un lugar que en otro.

El hombre del rancho, en su afán por captar la corriente de las aguas que escurren o filtran de los cerros y forman arroyos, han construido con sus propias manos pequeños represos que aprovecha para regadío y abrevadero. Ahí están los retenes de El Salto, construidos en los tiempos del Gral. Domínguez (1933), Juan Márquez, El Oro, San Bartolo, Todos Santos, San Isidro, Mulegé, San José de Gracia y otros.

En el segundo periodo gubernamental del Gral. Agustín Olachea Aviles, de 1946 a 1956, se realizó un amplio programa de perforación de pozos profundos que dieron lugar a la apertura de dos importantes zonas agrícolas del estado: el Valle de los Planes y el Valle de Santo Domingo. En los tiempos del Gral. Bonifacio Salinas Leal (1959-1965) se inicia la etapa de las desalinizadoras. Durante el gobierno del Lie. Hugo Cervantes del Río, de 1965 a 1970, fue impulsada la explotación del Valle del Vizcaíno, en el desierto del mismo nombre, donde se estableció un ejemplar ejido comunitario con el primer sistema de riego por goteo. En el ejercicio del Ing. Félix Agramont Cota, de 1970 a 1975, la agricultura recibió un nuevo empuje y comenzaron a funcionar nuevas plantas desalinizadoras en la zona del Pacífico Norte con diversas aplicaciones de tecnolo-gía mexicana. El gobierno del Lie. Ángel César Mendoza Arámburu, de 1975 a 1981, se caracterizó por la instalación de la primera planta de energía solar para la producción de agua para riego en Todos Santos, Baja California Sur; la iniciación del Plan Sontlan en las barrancas para la obtención del agua y energía eléctrica mediante paneles solares; la construcción de pequeñas presas de gavión para el incremento del acuífero del Valle de Santo Domingo; la operación de dos nuevas desalinizadoras en las inmediaciones de La Paz; la construcción del acueducto de San José del Cabo a Cabo San Lucas y el de Santa Águeda a Santa Rosalía; el programa de lluvia inducida a través de la inseminación de las nubes con yoduro de

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plata y la iniciación de las obras de protección a la ciudad de La Paz, que actualmente desvían las aguas del arroyo de "El Cajón-cito".

En el transcurso de los últimos años se ha realizado también la construcción de bordos de contención de las aguas pluviales en sitios estratégicos de los arroyos, para detener las avenidas de las aguas en su camino hacia el mar.

A través de los años el hombre de la península ha intentado todo para ganar la batalla a la limitancia del líquido vital. Desde el rehusó de las aguas residuales para la atención de jardines en algunos hoteles, hasta un monumento a la reflexión para el consumo consciente, como lo es el molino del puente de El Esterito. En repetidas ocasiones hemos escuchado: "El agua es la vida, ¡cuídela!..." desafortunadamente también es la muerte, el ciclón "Liza", en 1976 nos lo recuerda. La tromba en "las Cacachilas" escribió la historia de la más copiosa y violenta precipitación jamás ocurrida, que bajó incontenible desde lo alto de la sierra que se yergue al este de la ciudad, por lo que también escribió la tragedia más grande del país, quizá.

Los asentamientos establecidos en torno de los ríos y de los lagos conforman su propia filosofía e idiosincrasia con una muy peculiar conducta frente a la vida, porque su problema es el agua en demasía. Las poblaciones sedientas que saben de su disminución en el subsuelo y de su ausencia en el cielo raso, bajo el sol canicular, tienen también su propia manera de pensar y de luchar contra la naturaleza que otorga complaciente o niega implacable y agresiva. La cultura de un pueblo, su actitud ante los embates de la existencia, no la da, por consecuencia, el bienestar y la abundancia, la da también el sufrimiento y la carestía. La peninsularidad del territorio que habitamos nos ofrece un contraste singular, un contrasentido absurdo; estamos rodeados de agua y nos acecha la sed. El día que la técnica nos permita desalinizar y consumir el agua del mar, nuestra guardia ante la vida será otra y nuestros adversarios serán distintos. Muchos de nuestros antepasados que tuvieron que trasponer las distancias entre una y otra ranchería para aplacar su sed, tuvieron que cortar un tajo de biznaga, cactus común del monte, y succionar con la boca el agua dulzona que conserva en su pulpa interior aun durante las más prolongadas sequías.

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Es frecuente, por otro lado, saber de la existencia de algunos personajes dotados de cualidades excepcionales que, por la horqueta de una vara flexible, encuentran corrientes o depósitos de aguas subterráneas contra la opinión de los técnicos hidráulicos. He tenido la suerte de conocer a este tipo de localizadores de agua, que en otras partes llaman chuscamente "horquetólogos" o "varítonos", quienes con precisión de profundidad y cuantía, calculan el manto que la vara les señala en una clara manifestación de fenómeno de radiestesia que, según el diccionario, no es otra cosa más que la "facultad que permite percibir las radiaciones de la naturaleza, mediante aparatos especiales o con el empleo de varillas o péndulos".

En San José del Cabo corre un río subterráneo, casi por debajo de la carretera que va desde el aeropuerto hasta el estero que está junto al Hotel Presidente, donde desemboca. Este caudal fue, en las primeras décadas del siglo actual, la razón del gran desarrollo frutícola de la región que después vino a menos y desoló las huertas y secó los árboles. Tiempo atrás, en la época de la Colonia, San José del Cabo era conocido con el nombre de "Aguada Segura", a donde llegaba la Nao de China o de Manila, en ruta hacia Acapul-co, para abastecerse de agua.

Así llegó al sur de la península un gran número de navegantes y pescadores extranjeros para llevar a sus embarcaciones el agua necesaria, y de la amistad primero y de la unión después, nacieron las viejas familias sureñas que hoy conocemos con los apellidos de Green, Ritchie, Wilkies, Collins, Robinson, Herst, Gavarain, Taylor, Sanders (Sandez), Mc Donald (Maldonado), etcétera, los cuales ingresaron en la genealogía sudcaliforniana con el timbre anglosajón de la cultura europea.

El sur del estado, por su ubicación estratégica en la zona ciclónica del Pacífico, es la parte de la entidad con el más alto régimen pluviométrico y con el mayor número de depósitos acuíferos. Se dice que un acueducto de Todos Santos a Cabo San Lucas por el litoral del Pacífico podría desarrollar la región, captando mediante un sistema de vasos comunicantes las aguas profundas de la vertiente hacia un colector común que corriera de manera paralela a la playa. El sur tiene soluciones, el norte tiene desiertos. No hace mucho tiempo las poblaciones pesqueras de Bahía Asunción y Bahía Tortugas se abastecían del pozo de San José de Castro y del

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vecino estado de Baja California, a muchos kilómetros, cruzando las arenas voladoras, a través de camiones cisterna en tráfico continuo.

Las barrancas, donde está en proceso el proyecto mexicano-alemán del Plan Sontlan, fue localizado, por satélite y computadora, como el sitio de mayores días de sol al año (360). Estos y otros casos nos llevan a pensar en la energía solar como opción válida para la parte norte de la entidad, especialmente para una zona hasta ahora deshabitada del municipio de Mulegé que comprende la Costa del Golfo, entre Santa Rosalía y el paralelo 28, con abundantes recursos naturales de pesca y minería.

Mientras tanto, la búsqueda de salidas al problema continúa firme y obstinadamente como es, desde hace siglos, característica del hombre peninsular. "Yo seré muy pendejo para pescar", dijo un pescador ribereño con la piola en la mano, "pero en lo terco nadie me va a ganar".

De 1981 a 1987, bajo la responsabilidad de Baja California Sur, Alberto Alvarado Arámburu inaugura el programa hidráulico estatal que contempla todas las alternativas posibles a corto, mediano y largo plazo para resolver en definitiva el problema del agua en la larga extensión de la entidad; esto es, propiciar su crecimiento y fomentar la industrialización de sus recursos, tan generosamente ofrecidos por una naturaleza hostil y tan lastimosamente limitados en su explotación por el agua de la que tanto hemos hablado.

El programa deberá ser objeto de evaluación por quien mejor lo conozca; sin embargo, deseo destacar tres aspectos que me parecen de la mayor importancia: la conservación, el rehusó y la obtención, la CONSERVACIÓN, con base en una nueva educación desde el hogar y el jardín de niños: el REUSO de todo lo que represente la capacidad residual para el regadío, y su OBTENCIÓN a través de la más avanzada tecnología e infraestructura, como las presas por tantos años requeridas, el largo acueducto de 300 kilómetros, al Pacífico Norte, los sistemas de agua potable y alcantarillado y los modernos empleos de la desalinización, la energía solar, la perforación, la rehabilitación de acuíferos y los sistemas de captación del agua pluvial, entre otros.

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El programa hidráulico estatal es el único entre las entidades de la República que ha recibido el apoyo económico de la población para contribuir a su realización ante la importancia de obtener la satisfacción completa.

El gobernador, Lic. Víctor Manuel Liceaga Ruibal (1987-1993), ha otorgado nuevos impulsos a este programa: ha incorporado a la enseñanza básica del estado los conocimientos relativos a la cultura del agua y ha fortalecido las acciones del programa estatal del uso eficiente del agua.

Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, dice el refrán. De ahí que sea difícil creer que los sudcalifornianos deseemos los ciclones. Mientras no haya pérdidas humanas, cualquier huracán es benéfico. Los daños materiales son susceptibles de reponerse; el agua, en cambio, no la podemos reponer; el chubasco es agua, agua que se filtra para el consumo del siguiente año, el agua que requieren las nuevas presas.

La relevancia del programa hidráulico estatal como solución integral al problema es evidente. Por eso, Baja California Sur es la historia del agua, la cultura de la sed, la vida que se pasa mirando al cielo con la esperanza puesta en una nube.

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Este ejemplar se terminó de imprimir en junio de 1988, en los talleres de Herrero Hnos.

Sucs., S.A., Comonfort 44, Centro, y consta de 2 000 ejemplares.