Benedicto16 oracion(19)jesusora1

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BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL Sala Pablo VI Miércoles 30 de noviembre de 2011 Oración de Jesús bautizado en el Jordán El color amarillo en letras o de fondo indica texto de la catequesis. http://www.vatican.va/holy_father/benedict _xvi/audiences/2011/index_sp.htm Adaptación a diapositivas, 27 abril 2012.

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BENEDICTO XVIAUDIENCIA GENERAL

Sala Pablo VIMiércoles 30 de noviembre de 2011

Oración de Jesús bautizado en el Jordán

El color amarillo en letras o de fondo indica texto de la catequesis.http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/index_sp.htmAdaptación a diapositivas, 27 abril 2012. Emilio Perucha Herranz

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Queridos hermanos y hermanas: En las últimas catequesis hemos reflexionado sobre algunos ejemplos de oración en el Antiguo Testamento. Hoy quiero comenzar a mirar a Jesús, a su oración, que atraviesa toda su vida, como un canal secreto que riega la existencia, las relaciones, los gestos, y que lo guía, con progresiva firmeza, a la donación total de sí, según el proyecto de amor de Dios Padre.

Jesús es el maestro también de nuestra oración, más aún, él es nuestro apoyo activo y fraterno al dirigirnos al Padre.

Verdaderamente, como sintetiza un título del Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, «la oración es plenamente revelada y realizada en Jesús» (541-547).

A él queremos dirigir nuestra mirada en las próximas catequesis.

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Un momento especialmente significativo de su camino es la oración que sigue al bautismo al que se somete en el río Jordán.

El evangelista Lucas señala que Jesús, después de haber recibido, junto a todo el pueblo, el bautismo de manos de Juan el Bautista, entra en una oración muy personal y prolongada:

«Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él» (Lc 3, 21-22).

Precisamente este «estar en oración», en diálogo con el Padre, ilumina la acción que realizó junto a muchos de su pueblo, que acudieron a la orilla del Jordán.

Orando, él da a su gesto del bautismo un rasgo exclusivo y personal.

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El Bautista traía algo realmente nuevo: someterse al bautismo debía significar un cambio decisivo, abandonar una conducta vinculada al pecado y comenzar una vida nueva. También Jesús acoge esta invitación, entra en la gris multitud de los pecadores que esperan a la orilla del Jordán.

El Bautista había dirigido una fuerte llamada a vivir verdaderamente como «hijos de Abraham», convirtiéndose al bien y dando frutos dignos de tal cambio (cf. Lc 3, 7-9). Y un gran número de israelitas se había movilizado, como recuerda el evangelista san Marcos, que escribe: «Acudía a él [a Juan] toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados» (Mc 1, 5).

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Pero, como los primeros cristianos, también nosotros nos preguntamos:

¿Por qué Jesús se somete voluntariamente a este bautismo de penitencia y de conversión?

No tiene pecados que confesar, no tenía pecados, por lo tanto no tenía necesidad de convertirse.

Entonces, ¿por qué este gesto? El evangelista san Mateo refiere el estupor del Bautista que afirma: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?» (Mt 3, 14), y la respuesta de Jesús:

«Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia» (v. 15).

El sentido de la palabra «justicia» en el mundo bíblico es aceptar plenamente la voluntad de Dios.

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Jesús muestra su cercanía a aquella parte de su pueblo que, siguiendo al Bautista, estima insuficiente considerarse simplemente hijos de Abraham, pues: quiere cumplir la voluntad de Dios, quiere comprometerse para que su propio comportamiento sea una respuesta fiel a la alianza que Dios ofreció en Abraham. Entonces, Jesús, al bajar al río Jordán, sin pecado, hace visible su solidaridad con aquellos que reconocen sus propios pecados, eligen arrepentirse y cambiar de vida;

da a entender que ser parte del pueblo de Dios quiere decir entrar en una perspectiva de novedad de vida, de vida según Dios.

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En las palabras que resuenan desde el cielo (cf. Lc 3, 22) está la referencia anticipada al misterio pascual, a la cruz y a la resurrección. La voz divina lo define «mi Hijo, el amado», refiriéndose a Isaac, el hijo amado que el padre Abraham estaba dispuesto a sacrificar, según el mandato de Dios (cf. Gn 22, 1-14).

En este gesto Jesús anticipa la cruz, da inicio a su actividad ocupando el lugar de los pecadores, asumiendo sobre sus hombros el peso de la culpa de toda la humanidad, cumpliendo la voluntad del Padre.

Recogiéndose en oración, Jesús muestra la íntima relación con el Padre que está en el cielo, experimenta su paternidad, capta la belleza exigente de su amor, y en el diálogo con el Padre recibe la confirmación de su misión.

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En el momento en que, a través de la oración, Jesús vive en profundidad su filiación y la experiencia de la paternidad de Dios (cf. Lc 3, 22b), desciende el Espíritu Santo (cf. Lc 3, 22a), que lo guía en su misión y que él derramará después de ser elevado en la cruz (cf. Jn 1, 32-34; 7, 37-39), para que ilumine la obra de la Iglesia. En la oración, Jesús vive un contacto ininterrumpido con el Padre para realizar hasta las últimas consecuencias el proyecto de amor por los hombres.

Jesús no es sólo el Hijo de David descendiente mesiánico regio, o el Siervo en quien Dios se complace,

sino también el Hijo unigénito, el amado, semejante a Isaac, que Dios Padre dona para la salvación del mundo.

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[La vida Cristo es Misterio, Jn 14,

9]En el trasfondo

de esta extraordinaria

oración está toda la existencia de Jesús vivida en

una familia profundamente vinculada a la

tradición religiosa del

pueblo de Israel.

[Lc 1,41↑]Lo muestran las referencia que

encontramos en los Evangelios:

su circuncisión (cf. Lc 2, 21) y

su presentación en el templo (cf. Lc 2, 22-24),

como también la educación y la formación en Nazaret, en la

santa casa (cf. Lc 2, 39-40 y 2, 51-

52).

Se trata de «unos treinta años» (Lc 3, 23), un largo tiempo de vida

oculta y ordinaria,

aunque también con experiencias de participación en momentos de

expresión religiosa

comunitaria, como las

peregrinaciones a Jerusalén (cf. Lc

2, 41).

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Narrándonos el episodio de Jesús a los doce años en el templo, sentado entre los doctores (cf. Lc 2, 42-52),

el evangelista san Lucas deja entrever que Jesús, que ora después del bautismo en el Jordán, tiene un profundo hábito de oración íntima con Dios Padre,

arraigada en las tradiciones, en el estilo de su familia, en las experiencias decisivas vividas en ella.

La respuesta del muchacho de doce años a María y a José ya indica aquella filiación divina, que la voz celestial manifiesta después del bautismo:

«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 49).

Al salir de las aguas del Jordán, Jesús no inaugura su oración, sino que continúa su relación constante, habitual, con el Padre;

y en esta unión íntima con él realiza el paso de la vida oculta de Nazaret a su ministerio público.

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La enseñanza de Jesús sobre la oración viene ciertamente de su modo de orar aprendido en la familia,

pero tiene su origen profundo y esencial en su ser el Hijo de Dios, en su relación única con Dios Padre.

El Compendio del Catecismo de la Iglesia católica responde así a la pregunta: ¿De quién aprendió Jesús a orar?:

«Conforme a su corazón de hombre, Jesús aprendió a orar de su madre y de la tradición judía.

Pero su oración brota de una fuente más secreta, puesto que es el Hijo eterno de Dios que, en su humanidad santa, dirige a su Padre la oración filial perfecta» (541).

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En la narración evangélica, las ambientaciones de la oración de Jesús se ubican siempre en el cruce entre: la inserción en la tradición de su pueblo y la novedad de una relación personal única con Dios:

«El lugar desierto» (cf. Mc 1, 35; Lc 5, 16) a donde se retira a menudo, «el monte» a donde sube a orar (cf. Lc 6, 12; 9, 28), «la noche» que le permite estar en soledad (cf. Mc 1, 35; 6, 46-47; Lc 6, 12) remiten a momentos del camino de la revelación de Dios en el Antiguo Testamento, indicando la continuidad de su proyecto salvífico. Pero al mismo tiempo, constituyen momentos de particular importancia para Jesús, que conscientemente se inserta en este plan, plenamente fiel a la voluntad del Padre.

DESIERTO. EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

1. Sacrificios en el desierto, Ex 5.3.2. Desierto de Sinaí, Ex 19.2.3. Desierto como frontera, Ex 23.31.4. Macho cabrío, Lv 16.22.5. Desierto de Zin, Nm 20.1.6. Descripción del desierto, Dt 8.15.7. Desierto de Maón, 1S 23.24.8. Desierto de Gabaón, 2S 2.24.9. "El desierto ... donde nadie vive", Jb

38.26 VP).10. Habitat de asno montes, Jb 39.5-6.11. "Ríos en desierto", Sal 107.33-34.12. Aguas en el desierto, Is 43.20.13. Convierte desierto en paraíso, Is 51.3.14. Recuerdos del desierto, Jr 2.2-6.15. Viento seco del desierto, Jr 4.11-12.16. Refugio de viajeros en el desierto, Jr

9.2.17. Moradores del desierto, Ab 19.18. Tierra baldía para siempre, So 2.9.

DESIERTO EN EL NUEVO TESTAMENTO

19. Jesús en lugares desiertos, Lc 1.80.20. Camino desierto, Hch 8.26.

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«el monte» a donde sube a orar (cf. Lc 6, 12; 9, 28), MONTE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

1. Arca reposa en Ararat, Gn 8.4.2. Holocausto en monte, Gn 22.2.3. Collados eternos, Gn 49.26.4. Monte de Sinaí, Ex 19.20.5. Tierra de montes y vegas, Dt 11.11.6. Monte de Gilboa, 2S 1.6.7. Montes sagrados para paganos, 1R 20.23.8. Dominio de Dios sobre montes, Jb 9.5; Ez 38.20.9. Monte de Sion, Sal 68.15.10. Paisaje prehistórico, Sal 90.1-2.11. Montes de Dios, Sal 95.4.12. Montes derretidos, Sal 97.5.13. Montañas alegres, Sal 98.8.14. Montañas de esperanza, Sal 121.1.15. Monte del templo, Is 2.2.16. Monte desierto, Ez 35.7.17. Montes de Israel, Ez 36.1-12.18. Cimientos de montes, Jon 2.6.19. Cabecera de montes, Mi 4.1.20. Montañas antiguas desmenuzadas, Ha 3.6.

MONTE EN EL NUEVO TESTAMENTO21. Jesús desciende de montaña, Lc 6.17.22. Ascensión desde los Olivos, Hch 1.9-11.23. Monte de Sion, Ap 14.1.

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NOCHE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

1. Campamento nocturno, Gn 28.11.2. Samuel duerme en el templo, 1S 3.3.3. Vigilias de la noche, 1S 11.11; Sal 119.148; Lm 2.19; Mt

14.25; Lc 12.38.4. Bóveda celeste, 2S 22.12.5. Inspección nocturna, Ne 2.11-16.6. Oscuridad interminable, Jb 3.9.7. Sueño profundo, Jb 4.13.8. Cánticos nocturnos, Jb 35.10.9. Meditación nocturna, Sal 4.4; Sal 16.7.10. Pensamientos de maldad en la cama, Sal 36.4.11. Meditación nocturna, Sal 63.6.12. Cánticos nocturnos, Sal 77.6.13. Clamor en la noche, Sal 88.1-2.14. Luna señala estaciones, Sal 104.19.15. Animales nocturnos, Sal 104.22-23.16. Gratitud en la noche, Sal 119.62,148.17. Búsqueda del Señor en la noche, Is 26.9.18. Lámpara apagada, Jr 25.10.19. Amanecer, Am 4.13.20. Guarida de animales, So 2.14.21. Luz perenne, Za 14.7.

NOCHE EN EL NUEVO TESTAMENTO

22. Vigilia nocturna, Mc 13.35.23. Temor en la noche, Lc 2.8-14.24. Resplandor nocturno, Lc 2.9.25. Vigilia de oración, Lc 6.12.26. Nicodemo pregunta en la noche, Jn 3.1-2; Jn 19.39.27. Tropiezo en la noche, Jn 11.9-10.28. Horas nocturnas, Hch 23.23.29. A la luz del día, Rm 13.13.

«la noche» que le permite estar en soledad (cf. Mc 1, 35; 6, 46-47; Lc 6, 12)

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En la diapositiva 12 se dice: El lugar desierto, el monte, la noche remiten a momentos del camino de la revelación de Dios en el Antiguo Testamento… Pero al mismo tiempo constituyen momentos de particular importancia para Jesús…También en nuestra oración nosotros debemos aprender, cada vez más, a entrar en esta historia de salvación de la que Jesús es la cumbre, renovar ante Dios nuestra decisión personal de abrirnos a su voluntad, pedirle a él la fuerza de conformar nuestra voluntad a la suya, en toda nuestra vida, en obediencia a su proyecto de amor por nosotros.

Esta propuesta del Papa puede concretarse en realizar ejercicios espirituales. Una forma muy extendida son los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, que el mismo definió así: Por este nombre se entiende todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de razonar, de contemplar; todo modo de preparar y disponer el alma, para quitar todas las afecciones desordenadas (apegos, egoísmos, ...) con el fin de buscar y hallar la voluntad divina.

Formas nuevas de EE. – Por el impulso renovador del Concilio Vaticano II, surge una renovación de los EE; afecta al método y a la tematización, pero sin afectar la finalidad primordial de los mismos, que es conseguir una experiencia de Dios que conduzca a la conversión.

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La oración de Jesús afecta a todas las fases de su ministerio y todas sus jornadas. Las fatigas no la impiden. Es más, los evangelios dejan traslucir una costumbre de Jesús a pasar parte de la noche en oración.

El evangelista san Marcos narra una de estas noches, después de la agotadora jornada de la multiplicación de los panes y escribe: «Enseguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del mar y Jesús, solo, en tierra» (Mc 6, 45-47).

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Cuando las decisiones resultan urgentes y complejas, su oración se hace más prolongada e intensa. En la inminencia de la elección de los Doce Apóstoles, por ejemplo, san Lucas subraya la duración nocturna de la oración de Jesús: «En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles» (Lc 6, 12-13).

Cómo oro yo? ¿Cómo oramos nosotros? ¿Cuánto tiempo dedico a la relación con Dios? ¿Se da hoy una educación y formación suficientes en la oración? Y, ¿Contemplando la oración de Jesús, debe brotar en nosotros una pregunta: ¿quién puede ser maestro en ello?

En la exhortación apostólica Verbum Domini, hablé de la importancia de la lectura orante de la Sagrada Escritura.

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Recogiendo lo que surgió de la Asamblea del Sínodo de los obispos, puse también un acento especial sobre la forma específica de la lectio divina. Escuchar, meditar, callar ante el Señor que habla es un arte, que se aprende practicándolo con constancia.

En un tratado sistemático en forma de carta al monje Gervasio. El autor la presenta como una escala de los monjes para subir al cielo: «La lectio es un estudio detenido de las Escrituras realizado con un espíritu totalmente esforzado en comprender. La meditatio es una actividad de la inteligencia que con la ayuda de la razón busca la verdad escondida. La oratio es un dirigir el corazón a Dios con el intenso deseo de evitar el mal y conseguir el bien.La contemplatio es una elevación del alma por encima de sí misma, permaneciendo como suspensa en Dios y saboreando los gozos de la dulzura eterna... La lectura busca la dulzura de la vida bienaventurada, la meditación la encuentra, la oración la pide y la contemplación la experimenta».

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Ciertamente, la oración es un don, que pide, sin embargo, ser acogido; es obra de Dios, pero exige compromiso y continuidad de nuestra parte; sobre todo son importantes la continuidad y la constancia. Precisamente la experiencia ejemplar de Jesús muestra que su oración, animada por la paternidad de Dios y por la comunión del Espíritu, se fue profundizando en un prolongado y fiel ejercicio, hasta el Huerto de los Olivos y la cruz. Los cristianos hoy están llamados a ser testigos de oración, precisamente porque nuestro mundo está a menudo cerrado al horizonte divino y a la esperanza que lleva al encuentro con Dios.

Ética de empresa” y Psicología del Trabajo Filed under: Actualidad, Ciencias Sociales by Carlos Javier González Serrano http://apuntesdelechuza.wordpress.com/2010/12/

El buen samaritano de Van Gogh Evangelio de Lucas, capítulo 10, versículos del 25 al 37.

vivimos inmersos en el mundo, pero entramos en el reino cielos si vivimos inmersos en oración y la practicamos:Lucas 10, 25-37: El mandamiento más importante: Amarás al Señor tu Dios, con todo el corazón,…; y a tu prójimo como a ti mismo… ¿Y quién es mi prójimo?¿cuál de estos tres hombres, te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de ladrones?...El que tuvo compasión de él…

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En la amistad profunda con Jesús y viviendo en él y con él la relación filial con el Padre, a través de nuestra oración fiel y constante, podemos abrir ventanas hacia el cielo de Dios. Es más, al recorrer el camino de la oración, sin respeto humano, podemos ayudar a otros a recorrer ese camino: también para la oración cristiana es verdad que, caminando, se abren caminos.

El Reino revelado a los sencillosMateo 11, 25-26 Por aquél entonces dijo Jesús: Padre, Señor del cielo y de la tierra,te doy gracias porque has ocultado todo esto a los sabios y entendidos y se lo has revelado a los sencillos.Sí, Padre, así lo has querido tú.

Lucas 11, 1-11 Jesús y la oración 1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro…11 «¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!»

Un recordatorio del Espíritu Santo a través del índice analítico del Catecismo de la Iglesia Católica enhttp://www.mercaba.org/MIS%20WEBS/CATECISMO/PRINCIPALMARCOS.htm, en las dos diapositivas siguientes.

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ESPÍRITU SANTOLa blasfemia contra el Espíritu Santo, 1864 El cristiano, ungido por el Espíritu Santo, 1241

El cristiano como templo del Espíritu Santo, 1197 1265 Los deseos del Espíritu Santo sacian el corazón y son contrarios a los deseos de la carne, 2541-43

Objetivos de la misión del Espíritu Santo, 1108 La gracia del Espíritu Santo y la justificación, 1987-95 2003El hombre participa de la luz y de la fortaleza del Espíritu Santo, 1704 El hombre como templo del Espíritu Santo, 364 782 2519El comienzo de la vida en el Espíritu Santo, 1231 La invocación para la infusión del Espíritu Santo, 1083 1196 1299 1353 2670-72La ley nueva del Espíritu Santo, 782 Orar con el Espíritu Santo y en conformidad con el Espíritu Santo, 2736 2756El poder de santificación del Espíritu reconocido en los canonizados, 828 Presencia y acción del Espíritu Santo en las facultades del hombre, 1813La renovación del Espíritu Santo, 243-45 683 686-87 Significado de la noción del Espíritu Santo, 691El Espíritu Santo en el Símbolo de la fe, 190 El Espíritu Santo consubstancial con el Padre y el Hijo, 685 689La Trinidad y el Espíritu Santo, 253 255 263

Los dones del Espíritu Santo 1830-32Amor, 733 735 2712 La caridad como fruto del Espíritu Santo y plenitud de la ley, 1824Castidad, 2345 El carisma de curación, 1508Los carismas, 799 951 Los dones en la Confirmación, 1289 1303Los dones en la consagración episcopal, 1556 1558 Los dones en el poder de perdonar los pecados, 976Los dones en el sacramento del Matrimonio, 1624 Los dones en el sacramento del Orden, 1538 1585-89Los dones en la Unción de los enfermos, 1520 Los frutos del Espíritu Santo, 736 1832La gracia de la Penitencia y la conversión, 1433 La gracia, 2003Requisitos para recibir los dones del Espíritu Santo, 1310 Sabiduría, fe y discernimiento, 2690Los siete dones del Espíritu Santo, 1831 1845 El temor de Dios, 2217

El Espíritu Santo en la Economía de la Salvación.El Espíritu Santo educa para la vida de oración, 2623 2644 2803 El Espíritu Santo convierte el alma humana, 1989El Espíritu Santo como autor principal de la Sagrada Escritura, 137 304 El Espíritu Santo reúne a los cristianos en la unidad, 738El Espíritu Santo ilumina al cristiano, lo fortalece y lo renueva, 1695 1769 El Espíritu Santo guía a los creyentes a la verdad, 79 El Espíritu Santo otorga a todos sus dones, 2003 El Espíritu Santo se entrega como don en los últimos tiempos, 2819El Espíritu Santo guía a los fieles, 79 91 737 1607 1742 El Espíritu Santo sostiene y ayuda a la fe, 94 152 158 175 683-84El Espíritu Santo devuelve al hombre la semejanza divina, 720 734 El Espíritu Santo actúa en la economía de la Salvación, 685El Espíritu Santo nos da la justicia de Dios a pesar de los pecados, 1987 El Espíritu Santo intercede por los hombres, 2634El Espíritu Santo inspira la revelación y la transmite, 76 81 105 El Espíritu Santo interpreta las Sagradas Escrituras, 109-19 137

El Espíritu Santo como fuente de toda santidad, 749 El Espíritu Santo como Maestro de la oración, 741 2625 2630 2650 2670 2681 2711 2726 2766

El Espíritu Santo y CristoLa misión conjunta del Hijo y del El Espíritu Santo, 485 680 690 727 Relación entre el Espíritu Santo y Jesús, 739 747 797 1108El Espíritu Santo prepara para recibir a Cristo, 1093-98 1113 El Espíritu Santo y el Misterio de Cristo, 1099 1104-07El Espíritu Santo revela a Jesucristo, 152 683 687 689 702 727 727-30 1092 1112 El Espíritu Santo en comunión con Cristo, 1286El Espíritu Santo en el misterio de Cristo, 535 555 El Espíritu Santo en la oración de Cristo, 2600El Espíritu Santo en la resurrección, 648 El Espíritu Santo trae a la memoria el misterio de Cristo, 1099-07El Espíritu Santo revela al Padre y al Hijo, 243-48 687 El Espíritu Santo como don de Cristo,

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El Espíritu Santo y la Iglesia 738-41La acción del Espíritu Santo en los sacramentos, 1116 1127-29 1152 1155 1227 1316 La comunión del Espíritu Santo en la Liturgia, 108-09

La Iglesia como templo del Espíritu Santo, 797-01 La efusión del Espíritu Santo en el Bautismo, 784 786

La efusión del Espíritu Santo en la Confirmación, 1302 1316 La Ley Nueva y la ley evangélica como gracia del Espíritu Santo, 1965-66

La obra del Espíritu Santo en los Hechos de los Apóstoles, 2640

El Espíritu Santo, entregado a los Apóstoles y a la sucesión apostólica, 1087

El Espíritu Santo regala los dones jerárquicos y carismáticos, 768 El Espíritu Santo edifica y santifica la Iglesia, 747

El Espíritu Santo conduce a la Iglesia por caminos de misión, 852 El Espíritu Santo elige ministros aptos, 1142

El Espíritu Santo convierte el pan y el vino, 1333 El Espíritu Santo pone en acción las primicias de toda acción misional de la Iglesia, 852

El Espíritu Santo como fuente de la vida y de la santidad de la Iglesia, 749 767-68 867

Donde está la Iglesia allí está el Espíritu de Dios y a la inversa, 797

El Espíritu Santo y María

María preparada por el Espíritu Santo, 493 721-22 El Espíritu Santo como autor de la Encarnación del verbo en María, 456 484-86

La promesa profética del Espíritu SantoDesde el principio, 702 En la creación, 703-04La promesa hecha a Abrahán, 705-06 En las teofanías, 707-08En el reino y en el exilio, 709-10 La expectación del Mesías y de su Espíritu, 711-16En la plenitud de los tiempos, 717-20 En María, 721-26En Jesucristo, 727-30 En Pentecostés, 731-32

Símbolos del Espíritu SantoEl agua, 694 1137 2652 La paloma, 535 701Dedo de Dios, 700 El fuego, 696La luz, 607 La mano, 699Las nubes, 555 697 El sello, 698 1295-96Unción, 695

Títulos del Espíritu SantoLos títulos según San Pablo, 693 Fuente de la bondad, 291Consolador, 1433 Paráclito, 692Espíritu creador, 291 El Espíritu Santo como nombre propio, 691Espíritu de la verdad, 692 1848 2466 Vivificante, 291

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Queridos hermanos y hermanas, eduquémonos en una relación intensa con Dios,en una oración que no sea esporádica,sino constante, llena de confianza, capaz de iluminar nuestra vida, como nos enseña Jesús.

Y pidámosle a él poder comunicar a las personas que nos rodean,a quienes encontramos en nuestro camino, la alegría del encuentro con el Señor, luz para nuestra vida. Gracias.

MAGNIFICAT Cántico de la Virgen María (Lc 1, 46-55)Alegía del alma en el Señor46Proclama mi alma la grandeza del Señor,47se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;48porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,49porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:su nombre es santo,50y su misericordia llega a sus fielesde generación en generación. 51Él hace proezas con su brazo:dispersa a los soberbios de corazón,52derriba del trono a los poderososy enaltece a los humildes,53a los hambrientos los colma de bienesy a los ricos los despide vacíos. 54Auxilia a Israel, su siervo,acordándose de la misericordia55-como lo había prometido a nuestros padres-en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

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SaludosSaludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, Bolivia, Chile, Guatemala, México y otros países latinoamericanos. Invito a todos a una relación intensa con Dios, cultivando una oración constante, llena de confianza, capaz de iluminar la vida, para así comunicar a todos la alegría del encuentro con el Señor. Muchas gracias.