BENJAMÍN ARGUMEDO EL LEÓN DE LA LAG

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UNIVERSIDAD JUÁREZ DEL ESTADO DE DURANGO

BENJAMÍN ARGUMEDO: El León de La Laguna

Roberto Martínez García

Editorial de la Universidad Juárez del Estado de Durango

Título: BENJAMÍN ARGUMEDO: El León de La LagunaPrimera edición: 2010

Diseño de Portada: Carlos Martínez TorresDiseño de Interiores: Aidé Miranda Reza

© D.R. Roberto Martínez García© D.R. De esta edición, Editorial de la Universidad Juárez del Estado de DurangoConstitución 404 sur. Zona Centro CP. 34000Durango, Dgo., 2010 [email protected]

ISBN 978-607-503-003-6

Universidad Juárez del Estado de Durango

LUIS TOMÁS CASTRO HIDALGO Rector

JOSÉ VICENTE REYES ESPINO Secretario General

J. GERARDO IGNACIO GÓMEZ ROMERO Dir. General de Administración

CARLOS SILERIO MEDINA Abogado General

JUAN CARLOS CURIEL GARCÍA Dir. De Servicios Escolares

JACINTO TOCA RAMÍREZ Dir. De Planeación y Desarrollo Académico

Reimpresión: 2012

índice

PrólogoLos arrendatarios campesinosLos ArgumedoBenjamín Argumedo Hernández¡Vámonos con Madero!¡Viva el Plan de Ayala!La paz se asoma¡Otra vez a las armas!Una apoteósica bienvenidaLos rebeldes intentan tomar TorreónLa segunda toma de TorreónEl primer combate de ZacatecasLa toma de ZacatecasComo aves sin nidoLa toma de Puebla, 1914Empieza el decliveAl encuentro con el destinoEl corrido¿Dónde quedaron?Fuentes

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Prólogo

Sigue siendo materia de debate el cómo se construye un héroe; por tanto, tampoco hay certeza sobre la construc-ción de sus contrapartes: los villanos y los traidores. Se ha recurrido al examen de casos diversos para poder llegar a establecer algunas propuestas a discusión.

De la revisión de algunos de los materiales referidos, se-leccionamos y proponemos como dos de los componentes importantes del héroe histórico —porque existen también los héroes míticos y culturales, que habitan en sociedades y realidades diversas a, o contenidas en las naciones mo-dernas— los siguientes: 1) La figura del héroe histórico responde a las necesidades de creación y consolidación del estado nación; 2) por tanto, los hechos y las características que se destacan en su vida y trayectoria son aquéllos que apuntalan y fortalecen al propio estado nacional.

¿Esto implica entonces, que alguien que fue caracteri-zado alguna vez como villano y traidor, se queda? Intentos hay para revisar la imagen de algunos de nuestros traido-res o villanos nacionales más famosos: Antonio López de Santa Anna y Agustín de Iturbide, por ejemplo, pero aquí estamos hablando de figuras de alcance nacional que par-ticiparon de los grandes hitos de la construcción (o men-gua) de la nación.

¿Qué pasa entonces con los conocidos como traidores o villanos que desempeñaron un papel considerado me-nor en los “grandes sucesos nacionales”? ¿Es posible redi-mensionarlos, reconocerlos? Si no se les puede reivindicar plenamente, por lo menos debe ser posible comprender mejor sus razones y circunstancias, lo que implica un con-siderable esfuerzo de investigación y compromiso, habida cuenta además de la escasa atención que suscitan a nivel

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nacional y de sus con frecuencia inciertos o pobremente documentados orígenes.

Esto es lo que nos ofrece en este libro el profesor Rober-to Martínez García y para lograrlo no parte de cero. Deviene su trabajo de una preocupación previa por el conocimiento de revolucionarios convertidos en agraristas como el gene-ral Pedro Rodríguez Triana, en donde esboza ya el interés por Benjamín Argumedo y su poca atendida preocupación por la tierra, y continúa su trabajo en línea directa con el conocimiento que ha desarrollado de la actual zona Vies-ca-Bilbao, al noreste de la Comarca Lagunera, así como del corredor Jimulco-Nazareno-Picardías, todos estos lugares otrora servidos por la cuenca del río Aguanaval.

Difícil tarea sin duda mostrar al Benjamín Argumedo más objetivo posible. Con apego a los documentos, en la mayoría de los casos, y enunciando claramente algunas hi-pótesis, no le hace concesiones ni al prejuicio construido ni a su personaje. El saber acumulado le permite estable-cer la línea genealógica de Benjamín Argumedo desde los primeros reclamantes agrarios, los arrendatarios de Santa Ana de los Hornos, pasando por los combatientes libera-les del Cuadro de Matamoros que custodiaron el Archivo de la peregrinante república juarista y obtuvieron la tierra para perderla después en la especulación mercantil pos-terior, efecto ineludible del auge agrícola de la Comarca. Establece definitivamente el lugar declarado de nacimien-to y su edad. De aquí, parte de su historia se pierde hasta que aparece como alzado maderista y, de ahí en adelante se narra su accidentada participación en la revolución has-ta su fusilamiento en 1916. Complicado ejercicio que Ro-berto Martínez supera al mostrar la Revolución desde un Argumedo que nunca perdió de vista la reivindicación de la tierra, ya como maderista, ya fuera orozquista-zapatista, después huertista, luego zapatista a secas y, finalmente, convencionista. Mirada que da una nueva dimensión a he-chos y batallas ya conocidos o relegados como acciones de armas sostenidas por milicias irregulares. No por ello

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el autor abandona sus bien arraigadas convicciones sobre la historia nacional y por ello no duda en seguir denostan-do al tirano Victoriano Huerta mientras trata de entender las motivaciones de Argumedo. Sin embargo, ya lo dijimos, son los hitos de la construcción del estado-nación los cri-terios fundamentales para distinguir al héroe del villano y del traidor. Al convertirse en mártir Francisco I. Madero, la postura frente a él o frente a sus traidores distribuyeron a los distintos actores a ambos lados de la línea.

Es ésta, quizá, la parte más difícil de desarrollar sin ser condescendiente con tan complejo personaje. Pero de-bemos recordar que, en su momento, en muchos lugares se transitó de la esperanza al desencanto con el régimen maderista, debidamente alimentado por la prensa con-servadora que ridiculizaba al apóstol. Una cruda narración debida a don Adalberto Martínez Ruvalcaba , en 1913 tele-grafista del ferrocarril en estación Cárdenas, en la Huasteca potosina, nos da cuenta del júbilo de la población al ente-rarse del derrocamiento de Madero, júbilo que da paso, si bien poco a poco, a la consternación y al horror al conocer mejor los detalles de la traición y el asesinato y sus secue-las en el regreso ampliado de la guerra. En otros lugares tales como San Juan de Guadalupe, Durango, zona muy re-corrida por Benjamín Argumedo, una testigo ni siquiera anota el alzamiento maderista cuando sí le dedicó espa-cio en sus notas a los alzamientos “orozquista-vazquista”, carrancista; carrancista-villista, todos ellos caracterizados como “Revoluciones”; es hasta 1916-1917 que las notas de doña Petrita empiezan a hablar de una sola, el proceso de seis años ya empezaba a producir a “la Revolución”. Del desencanto con el maderismo da cuenta el discurso del se-cretario de Benjamín Argumedo desde el ayuntamiento de Zacatecas, cuando señala que “habían enarbolado la ban-dera de la rebelión (contra Madero) debido a (que fue) un gobierno que nunca cumplió con las promesas hechas al pueblo” y que “ahora que ese gobierno había desapare-cido, deponían sus armas y regresaban al trabajo”, espe-

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rando quizá el cumplimiento de algunos de los postulados agrarios del Pacto de la Empacadora. Vana esperanza. El autor da cuenta de la manipulación de estos bravos guerri-lleros —pues nunca dejaron de ser considerados “irregula-res”—, quienes serían utilizados como punta de lanza por las tropas federales huertistas en sus combates contra los rebeldes constitucionalistas. La ansiada tierra no llegó en esos años y los habitantes de la región de donde surgieron esos alzados, tendría que esperar más de veinte años para obtenerla.

La incorporación de campesinos rebeldes añadió com-plejidad a las fuerzas huertistas, pues se trata de comba-tientes distintos de los arrancados por la leva entre todos los sectores populares del país, urbanos y rurales. ¿Qué cosa en común podrían tener las tropas de Argumedo y el propio “general brigadier” de quien se quejaban amar-gamente los administradores españoles de las haciendas de la zona de San Pedro de las Colonias, por el duro tra-to recibido del jefe, con esos soldados forzosos o con “los huertistas citadinos [que] habían formado [en Torreón] el Cuerpo de la Defensa Social con numerosas personas ‘de la mejor sociedad y en auxilio de la causa del orden´, para to-mar medidas como la de arrestar a los simpatizantes de los revolucionarios que estaban comprometidos para levantar a la ciudadanía y así causar confusión y desorden, catear casas de donde extrajeron armas que pudieran servir a los atacantes, los organizados en este Cuerpo estuvieron siem-pre alertas durante los diez días de asedio”.

Huertistas los de Argumedo y las Defensas, evidente-mente sus posturas ante los privilegios económicos y el poder del dinero eran radicalmente diferentes; como sabe-mos ahora, la alianza de los campesinos no tuvo el menor efecto en la política general de protección a los podero-sos.

Derrotado el huertismo, nuestro personaje vuelve a buscar acomodo ya con el zapatismo, ya con la Conven-ción. Desde la mirada de Roberto Martínez, descubrimos a

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temibles combatientes cuya participación en el bando que fuere se revela como muy importante para la suerte de las acciones de armas en que participaron. Nos hace acompa-ñarlos hasta la traición, arresto y fusilamiento del caudillo, hechos velados por la tradición y el mito. Da seguimiento a sus hombres ya sin jefe, merodeando junto con algunos jirones de las fuerzas villistas, hasta la amnistía del Centau-ro.

Finalmente, rescata el nombre de “el León de La Lagu-na”, en contraposición al más conocido de “El Tigre”. Con su perspicacia característica, el autor propone que “quizá fue en el centro del país donde le adjudicaron ese sobrenom-bre”. Es muy posible. Hay que recordar que “tigres” hubo varios: el de Tacubaya y el de Santa Julia, por mencionar los más famosos, pero es quizá en la historia de “el tigre del Pedregal” (de Coapa, al sur de la ciudad de México), en los años 20 y 30 del siglo XX en donde podríamos tener más indicios de la invención del nombre adjetivado como crea-do y popularizado por la prensa para enfatizar un carácter presuntamente sanguinario y desalmado.

En el brillante análisis que Salvador Rueda hace de la figura y el mito de Emiliano Zapata, examina los hitos y circunstancias que hicieron del otrora bandido y temible “Atila” un héroe nacional, hitos y circunstancias que tienen que ver, ya lo dijimos, con la consolidación del estado pos-revolucionario. Pero hay una parte de su figura, presente en las narraciones y el recuerdo sobre el Caudillo del Sur, que pertenece más a los pueblos y la región que lo acuna-ron. Por ello, concluye:

Con todo, el hombre, su signo y sus restos siguen perte-neciendo más a Morelos que a la Nación: por consenso re-gional… se decidió que su tumba permaneciera en el cen-tro de Cuautla. Respecto a una realidad histórica todavía viva, Emiliano Zapata es el único héroe que no descansa en el Monumento a la Revolución.

Guardando las debidas distancias tanto en las estaturas históricas pues, finalmente, Zapata nunca apoyó a Huerta,

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como en los entornos culturales regionales, podríamos de-cir que quizá todos los rebeldes agrarios pertenecen más a su región que a la Nación. Roberto Martínez ha emprendi-do la ardua tarea de conocer mejor a uno de ellos, devol-viéndolo con nuevas luces a la región que lo explica.

Ruth Elizabeth Arboleyda

Investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de

Antropología e Historia (INAH).

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Los arrendatarios campesinos

Nuestras familias son … como ramas salidas del tronco, que es Parras, porque de ese lugar, que es la cabecera, fueron sacadas para que se poblaran estos lugares mo-dernos, pues consta que (mucho del) vecindario de Pa-rras murió en la campaña del año 22 del siglo pasado,1 y hasta la estación presente hemos quedado todos los vecinos pobres de estos lugares con la obligación de servir a nuestra costa y mención (como soldados) cus-todiando la frontera, nosotros hemos cultivado las tie-rras como arrendatarios, defendiéndolas de nuestros enemigos, siendo regadas con sangre de nuestras ma-nos y sudor de nuestro rostro... 2

Éstas fueron las palabras que Isidro Ramírez escribió en la queja que hizo llegar al comandante de las Provincias In-ternas Nemesio Salcedo el 17 de julio de 1807. Él era arren-datario de tierras de la hacienda Santa Ana de los Hornos, que había sido propiedad de los jesuitas.

Mientras los religiosos arrendaron sus posesiones a los campesinos pobres de Parras, ahora convertidos en lagu-neros, no hubo problema alguno, la sola figura eclesiásti-ca servía para evitar problemas; pero en 1767, los jesuitas fueron expulsados de todas las posesiones españolas en la Nueva España. Esta medida hizo que la corona creara la Junta de Temporalidades para administrar y arrendar, en su caso, las posesiones que habían pertenecido a la Com-pañía de Jesús.

Militares, civiles y religiosos llegaron a arrendar las tie-rras teniendo como subarrendatarios a los campesinos. 1 Efectivamente, el 5 de julio de 1722, un ataque de indios a la pobla-ción de Parras dejó 16 víctimas, en su mayoría españoles.2 Martínez García, Santa Anna…, 1997:38.

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Uno de esos arrendatarios fue el cura Dionisio Gutiérrez, quien aconsejó a los menesterosos, que tenían como cen-tro principal el rancho del Saucillo, que solicitaran para sí, a Teodoro de Croix, comandante de las Provincias Internas, quien estaba por visitar el lugar, las tierras de Santa Ana de los Hornos. Así lo hicieron, recibiendo esperanzas de lo-grarlo. Poco tiempo después el mismo cura les informó que las tierras estaban preciadas en siete mil 500 pesos y que como él sabía que no tenían efectivo, las había comprado y les haría entrega de una porción de terreno a cada uno.

El cura Gutiérrez murió en 1798 sin cumplir su inten-ción y dejó como heredero de sus propiedades a su sobrino José María de Herrera, a quien desde 1805 los campesinos reclamaron el cumplimiento de la promesa del eclesiás-tico. A partir de entonces iniciaron una serie de eventos de carácter judicial que finalmente no favorecieron a los arrendatarios. Los conflictos surgidos en el transcurso del pleito judicial originaron que los 66 campesinos y sus fami-lias fueran expulsados de la hacienda de Santa Ana de los Hornos, teniendo que emigrar hacia las tierras regadas por el río Aguanaval para fundar pequeñas poblaciones, siendo la principal San José de Matamoros.

Ya establecidos, y en previsión de futuras disputas, los labriegos decidieron adquirir en propiedad aquellas tie-rras. De esta manera pagaron mil 600 pesos al gobierno de Coahuila por las que se consideraron “tierras baldías”. Pero en 1842 Leonardo Zuloaga adquirió la hacienda de Santa Ana. El vasco reclamó como suya una parte de las tierras que sembraban los labriegos y exigió su expulsión. El con-flicto desembocó en una revolución agraria que a partir de 1863 entró en crisis. Al año siguiente, la intervención del Presidente Juárez, con el que se identificaron los campe-sinos, otorgó a más de 300 de ellos un lote (cuadrado de mil 200 varas por lado), pero también comisionó a varios de los beneficiados para que se encargaran de custodiar el Archivo Nacional. Al dejarlo en manos de aquellos leales patriotas dispuestos hasta al sacrificio por tal encargo, el

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Presidente Juárez aseguró las pruebas de la existencia de la República. Una verdadera epopeya se escenificó en las tierras de La Laguna entre 1864 y el triunfo liberal.3

Los esforzados laguneros que se encargaron de esa mi-sión republicana fueron: Juan de la Cruz Borrego, Julián Argumedo, Ángel, Vicente, Cecilio y Andrés Ramírez, Die-go de los Santos, Epifanio e Ignacio Reyes, Mateo Guillén, Francisco, Julián y Guillermo Caro, Telésforo y Gerónimo Reyes, Marino Ortiz, Guadalupe Sarmiento, Pablo y Ma-nuel Arreguín y Gerónimo Salazar.4

A partir de entonces el pasaje quedaría como el que ma-yor peso tuvo en el testimonio oral de todos los habitantes del Cuadro de Matamoros.

La llegada al poder del general Porfirio Díaz y su proyec-to de modernizar al país ―vía el liberalismo económico―, acarreó a los campesinos una serie de presiones para que vendieran sus terrenos, en algunos casos a precios irriso-rios. En otros casos el chantaje y el fraude fueron los prin-cipales argumentos para el despojo.

Parece ser que el comerciante de Matamoros, Coahuila, miembro de la Junta Directiva de Accionistas del Cuadro de Matamoros, Tomás Rodríguez Leos, representa al clá-sico acaparador porfirista en ese espacio geográfico; llegó a ser apoderado de las principales empresas procesadoras de la fibra de algodón y sus derivados. El Registro Público de la Propiedad de Torreón da razón de las operaciones de inmuebles en Matamoros, Torreón y Viesca, y contiene una serie de documentos que permiten afirmar que durante el periodo 1879-1896, Rodríguez Leos llegó a acumular más de ocho mil hectáreas en el Cuadro y los terrenos llamados “sobrantes”. Fue presidente municipal de Matamoros en cinco ocasiones, alternando el poder con Jesús Chavero, durante el periodo 1891—1901.5

3 Ídem, p. 27-29.4 Corona Páez Sergio Antonio, “Guardianes del AGN: Juan de la Cruz Borrego”, en www.cronicadetorreón.blogspot.com, 15 de febrero del 2010.5 Martínez García, La Visión Agrarista…, 1997:11-15.

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En La Laguna, que era una región con alta productividad y salarios por encima del promedio nacional, incidieron en el descontento rural varios factores: a) el despojo de tie-rras a los pueblos, b) la crisis financiera de 1907 que hizo caer el precio de la fibra y dejó sin trabajo a miles de peo-nes agrícolas, c) la circulación de periódicos como Regene-ración que repudiaba al estado de cosas, d) la influencia de grandes propietarios que alentaron el descontento, donde la figura de Francisco Ignacio Madero es el paradigma.

Francisco I. Madero y el Plan de San Luis vinieron a so-plar en el resentimiento, y la flama agrarista ardió en el corazón de los campesinos laguneros, quienes acudieron presurosos a afiliarse, primero al anti reeleccionismo, y ya en la etapa armada, al maderismo. No lo hicieron por las promesas de democracia, sino por la restitución de sus tierras y aguas, ya que el artículo 3o. del Plan de San Luis puntualizó:

3o. Abusando de la ley de terrenos baldíos, nume-rosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, han sido despojados de sus terrenos, ya por acuerdos de la Secretaría de Fomento o por fallos de los tribuna-les de la República.

Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos po-seedores los terrenos de que se les despojó de un modo tan arbitrario, se declaran sujetos a revisión ta-les disposiciones y fallos y se exigirá la devolución de dichos terrenos a quienes los adquirieron de modo tan inmoral o a sus herederos.…

Por esta causa se levantaron en armas miles de campe-sinos laguneros, entre los que destacaron: Gregorio A. Gar-cía, Pedro V. Rodríguez Triana, Juan Livas, Orestes Perey-ra, Sixto Ugalde, Benjamín Argumedo y Calixto Contreras, principalmente.

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Los Argumedo

La estirpe de los Argumedo llegó a La Laguna coahuilense cuando estas tierras casi estaban baldías. Los registros pa-rroquiales de Viesca, Coahuila iniciaron en 1731, y fue el 1 de enero de 1772 cuando Christobal Miguel Argumedo Palacio, vecino de El Saucillo, llevó a su hijo Lázaro de Jesús a la pila bautismal: un año después nació en el mismo lugar Joseph María de la Concepción y en 1779 Christobal en La Joya.

Joseph María de la Concepción (José María) fue uno de los 66 hombres del Saucillo que en 1805 reclamaron a José María Herrera, heredero del cura Dionisio Gutiérrez, los so-lares que éste prometió otorgarles en 1782.

El hijo mayor de Christobal Miguel fue Lázaro de Jesús, quien contrajo matrimonio con María Martina Ramírez Navarro el 9 de agosto de 1795, de esta unión, en 1807 nació José de la Cruz Argumedo Ramírez, quien a su vez se casó con María Nicomedes Adame el 27 de septiembre de 1827. Resultaron ser una pareja muy prolífica y procrearon a María Dorotea (1829), María Eginia (1830), Julián (circa 1830), José María (s.d.), José Cecilio (1834), María Nestora (1836), María Gregoria (1838), María Carlota (1841), José Estanislao (1844), y Alvino (circa 1855), todos ellos Argu-medo Adame.6

Julián nació aproximadamente en 1830, ya que en el censo de 1848 aparece con 18 años de edad viviendo en la casa de su padre en El Álamo, hoy Viesca, Coahuila; se casó el 21 de octubre de 1849 con María Florencia Ramírez.7 Fue uno de los 19 hombres que en septiembre de 1864 Juan de la Cruz Borrego escogió para custodiar el Archivo Nacional que don Benito Juárez les encargó cuando france-ses y conservadores lo acosaban. Todos ellos defendieron con lealtad la palabra dada al Benemérito y le entregaron buenas cuentas, devolviéndole intacto el valioso archivo. 6 www.familysearch.org 7 Corona Sergio Antonio, www.cronicadetorreón.blogspot.com

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Algunos fueron sacrificados por los enemigos de la Repú-blica al negarse a dar a conocer el lugar donde se encon-traban los papeles.

En esta breve genealogía sobresalen el anhelo por la posesión de la tierra y la lucha en favor de la República, causas que abrazaron José María Argumedo Palacio y Ju-lián Argumedo Adame. Luego vendría Benjamín quien fue la caja de resonancia de todos los campesinos despojados por la política “modernizadora y pro liberal del gobierno de Porfirio Díaz.

Christobal Miguel Argumedo*

Ana Gertrudis Palacio__________________________________________

Lázaro de Jesús Argumedo Palacio (n.1772)+

María Martina Ramírez Navarro__________________________________________José de la Cruz Argumedo Ramírez (n. circa 1807)

*Nicómedes Adame (1811)

__________________________________________Alvino Argumedo Adame (n. circa 1855)

+Tiburcia Hernández

__________________________________________Benjamín Argumedo Hernández (n.1874)

+Valeria Soto

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Benjamín Argumedo Hernández

Benjamín Argumedo Hernández nació el 31 de marzo de 1874 en el rancho San Buenaventura8 ―según lo declara-ron sus padres al cura párroco de Matamoros, Coahuila―.

PNSR, fe de bautismo de Benjamín Argumedo, acta 960 del 8 de mayo de 1874.

Fue bautizado nueve semanas después, el 8 de mayo de ese mismo año, en la parroquia de Nuestra Señora del Re-fugio de Matamoros de La Laguna, Coahuila, con el nombre que le correspondía de acuerdo con el santoral.9 El rancho San Buenaventura se encontraba como a siete kilómetros al sureste del actual poblado de Congregación Hidalgo (an-tes El Gatuño) y a sólo dos kilómetros al oeste del actual ejido Unión del Barreal, cercano a las actuales poblaciones del Cuadro de Matamoros, como Buenavista, San Antonio El Alto y otras.8 San Buenaventura se encontraba en el Cuadro de Matamoros. Ver en el mapa correspondiente.9 pnsr, fe de bautismo de bah, registro 960 del 8 de mayo de 1874.

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Sus padres fueron Alvino Argumedo Adame y Tiburcia Hernández Llaverino. De sus hermanos se sabe que fueron Basilio (1871), Sabino (1873), José Antonio (1878), María (1894) y María Guadalupe (1897).10

Hago esta aclaración sobre la fecha y lugar de su naci-miento porque durante el juicio militar al que fue sometido en 1916, dijo ser originario de la hacienda de Guadalupe, por lo que muchos que han escrito sobre él afirman que ahí nació, de igual manera declaró tener 40 años, cuando en realidad ya estaba por cumplir 42.

Cuando Benjamín era un niño todavía estaban frescos en la memoria de muchos pobladores del cuadro matamo-rense los pasajes llenos de sufrimiento de los arrendatarios de la hacienda de Los Hornos. Fue una niñez donde las his-torias que escuchaba sobre el sufrimiento de la expulsión de El Saucillo, especialmente la de los miembros de su fa-milia, como su tío bisabuelo Joseph María de la Concep-ción Argumedo Palacio, quien junto a muchos se vio obli-gado a emigrar en 1809 hacia San Antonio de La Laguna (hoy El Coyote, Coahuila).11 También escuchó la epopeya de los republicanos juaristas que resguardaron el Archivo de la Nación, donde uno de los protagonistas era su tío Ju-lián Argumedo Adame, hermano de su padre Alvino. Poco a poco fue madurando en su mente el deseo vehemente de poseer la tierra, tarea que tomó como una consigna or-denada por sus antepasados.

10 apv y apnsr, Basilio nació en San Buenaventura el 15 de julio de 1871, Sabino nació en la hacienda Guadalupe el 30 de diciembre de 1872, José Antonio nació en San Vicente y fue bautizado el 17 de no-viembre de 1878, María nació en la hacienda de Guadalupe el 10 de enero de 1894 y María Guadalupe nació en El Arenal el 12 de enero de 1897.11 Martínez García, Santa Anna de los…, 1997:56.

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¡Vámonos con Madero!

Con un patrimonio oral agrarista cargado de resentimiento social, a Benjamín no le fue difícil asimilar las ideas que pregonaba Regeneración, periódico magonista que llegó a circular profusamente por toda La Laguna. El hecho de que ejerciera el oficio de sastre en El Gatuño hace suponer que era un hombre que sabía leer y escribir, tomar medidas y hacer cuentas. Asistió a las juntas secretas organizadas por los desafectos al régimen de Díaz y fue de los que se levan-taron en armas el 20 de noviembre en la ciudad de Gómez Palacio, al lado de Jesús Agustín Castro y Calixto Contre-ras, entre otros más.12 Después de ese día se dedicaron a merodear por todas las haciendas laguneras en busca del elemental sustento y en espera de organizarse y lanzar el ataque contra lo grueso de los destacamentos militares en La Laguna, y especialmente el de la ciudad de Torreón.

Tuvieron que vivir en esas condiciones casi seis meses para que su objetivo se lograra, pues las primeras horas del sábado 13 de mayo de 1911 Benjamín y sus seguidores atacaron Torreón por el rancho La Rosita, al oriente de la ciudad, lugar donde había una gran cantidad de huertas de chinos; mientras, por el norte lo hacían Sixto Ugalde y Crescencio Soto, por el poniente Jesús Flores, Tomás Hui-trón y Rufino Castillo; los revolucionarios llegaron de todas partes al ataque de la plaza. Se combatió todo el sábado; el domingo 14 un tremendo aguacero hizo que el ataque cesara, situación que fue aprovechada por el general por-firista Emiliano Lojero y en la madrugada del siguiente día ordenó la evacuación por el rumbo de las colonias La Fe y La Polvorera. Entonces las fuerzas maderistas eran coman-dadas por Emilio Madero y sus subalternos Jesús Agustín Castro, Orestes Pereyra, Benjamín Argumedo, Calixto Con-treras, Sixto Ugalde y Gregorio A. García, entre otros.

Lo que siguió fue la terrible matanza de chinos a los que 12 est, Eduardo M. Ávila, “Del arcón de mis recuerdos”, 20 de noviem-bre de 1960, p. 3.

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se acusó de haber disparado desde las hortalizas contra los maderistas que comandaba Argumedo y utilizando las ar-mas que les había proporcionado el ejército federal porfi-rista. La cólera de los maderistas al no poder ejecutar a los soldados federales fue descargada contra los chinos, a los que se asesinó en forma despiadada, saqueando sus nego-cios y hasta sus personas; en esta labor hubo participación de muchos pobladores de la ciudad. Según los datos pro-porcionados por el gobierno oriental esa vez perecieron 303 ciudadanos chinos.13

Mientras esto pasaba en La Laguna, allá en Ciudad Juá-rez , Chihuahua una comisión del gobierno y los revolucio-narios encabezados por Francisco I. Madero firmaban los acuerdos de paz y sentaban las bases para el nuevo gobier-no.

El 21 de junio de 1911 en Torreón el capitán Benjamín Argumedo fue testigo, junto con otros revolucionarios, de la toma de posesión del cabildo torreonense presidido por el profesor Manuel M. Oviedo. Este acto fue convoca-do por los maderistas triunfantes y a él se presentaron los revolucionarios como miembros del Ejército Republicano de la Segunda División del Norte, comandados por Emilio Madero.14 Los días y las semanas pasaron y nada parecía cambiar, “los maderistas triunfantes” sentían que las cosas seguían igual, y a veces peor, pues se encontraban acuarte-lados en la ciudad de Torreón como irregulares y teniendo como superiores a los militares, a los que habían derrotado en el campo de batalla. Estaban bien enterados de lo que pasaba en el país, gracias a que el correo llegaba expedito a toda la región llevando Regeneración, periódico editado por los hermanos (Ricardo y Enrique) Flores Magón, así como uno que otro de la capital mexicana. Por medio de ellos se dieron cuenta de que el 8 de junio Emiliano Zapata

13 est, Elías L. Torres, “La matanza de chinos de Torreón”, 18 de julio de 1937.14 Ídem, “El primer ayuntamiento revolucionario de Torreón”, 2 de julio de 1950.

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había acudido a la ciudad de México para plantear al can-didato Madero la situación agraria en Morelos, y como res-puesta obtuvo el ofrecimiento de un rancho para así con-vertirse en propietario de muchas tierras. Emiliano Zapata, hombre íntegro en sus ideales, le respondió que él no se había lanzado a la revolución para ser hacendado.15

Benjamín ya sabía de la existencia de este caudillo y allá en sus adentros concluyó que era el tipo de hombre al que los laguneros deseaban seguir para hacer efectiva la consigna histórica recibida generación tras generación. Por eso en el Norte los campesinos que habían entregado sus armas, esperaban impacientes la consumación de la pro-mesa fundamental del Plan de San Luis, ¡Pero nada!

Madero había iniciado su campaña para ascender a la presidencia removiendo la conciencia de todas las clases, pero muchos como ellos no estaban contentos con el triun-fo sin resultados hasta entonces, especialmente ellos que tenían como consigna la posesión de la tierra.

En el mes de septiembre, con la directriz campesina pe-sando sobre sus hombros y por convocatoria de Pascual Orozco, Benjamín abordó el tren en Torreón para dirigirse a la ciudad de Chihuahua. Orozco seguramente supo del liderazgo que ejercía el lagunero sobre los antiguos pose-sionarios de tierras. Han de haber platicado largo y tendi-do sobre sus reclamos. Orozco ciertamente hablaba por los campesinos y obreros, aunque también por los resentidos políticos que no veían llegar el pago a sus sacrificios como revolucionarios. Orozquistas y laguneros afinaron sus re-clamos dirigiéndose a la capital mexicana, a donde llegaron el domingo 1 de octubre.16 Entretanto, Madero recorría en-tusiasmado los pueblos de México, explicando a todos los 15 Taracena,1991:35816 en, “Hoy en la madrugada salió el general Orozco de Chihuahua”, 29 de septiembre de 1911, p.1. Orozco fue acompañado por José Cór-doba, teniente coronel Abelardo Anaya, capitán primero Florentino Reyes Sánchez, licenciado Aureliano González, Benjamín Argumedo, Primitivo Enríquez y José Reyes Estrada. Los despidieron numerosas comisiones de clubes políticos.

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ciudadanos los beneficios de la democracia como forma de vida.

Mientras se terminaba la re-organización de las fuerzas re-volucionarias, Argumedo y sus hombres habían sido acuar-telados en uno de los corrales contiguos a unas bodegas. Un día tuvo la necesidad de dispo-ner de 500 pesos, los que soli-citó a Emilio Madero, creyendo que se los podría facilitar, pero sus cálculos fallaron; al contra-rio, Emilio le hizo un extraña-miento, dándole a entender que mucho hacía el gobierno con estar sosteniendo aquellas fuerzas irregulares. Esto le cau-só una gran decepción, pero

todavía insistió ofreciéndole al señor Madero una finca y una hermosa yegua de su propiedad. En vano fue su es-fuerzo; don Emilio siguió en su posición y hasta lo trató con desprecio. Desesperado buscó ahogar en el trago su frus-tración. Ante el barullo que provocaban en la cantina los argumedistas acudió la policía, que no pudo controlar a los escandalosos, por lo que fue necesario llamar al ejército; ante tal amenaza, los revolucionarios salieron huyendo del sitio, de ahí se dirigirían a sus lugares de radicación espe-rando ser llamados a luchar contra Madero, decepciona-dos porque no se cumplían sus propuestas y el trato era de patrón y peón, igual que con don Porfirio.17

Durante su estancia en la ciudad de México, Orozco y sus seguidores habían platicado con el mártir o con alguno de sus representantes, pero se intuye que también lo hicie-ron con los que sentían las mismas inquietudes que ellos, 17 est, Lozano Ismael, “El levantamiento de Argumedo”, 8 de julio de 1934.

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es decir, con los luchadores por la tierra que veían en Za-pata a su emblema, y quien desilusionado por la respuesta maderista, el 28 de noviembre decidiría lanzarse a la lucha armada, buscando hacer efectivas las promesas del Plan de San Luis. Zapata y sus hombres originalmente propu-sieron como jefe de ese levantamiento al general Pascual Orozco.

¡Viva el Plan de Ayala!

Los que siguieron a Argumedo eran hombres entre los que del decir a el hacer había un pequeño trecho, por eso al siguiente año al grito de: ¡Viva Zapata!, el 5 de febrero de 1912, se levantaron y atacaron Matamoros de La Laguna, tomándola el día 6.18

Trataron de hacer lo mismo con San Pedro de las Colo-nias, Coahuila, empresa en la que fracasaron, regresando a Congregación Hidalgo, de donde el zapatista y 100 hom-bres salieron rumbo a Picardías y La Flor de Jimulco. Al re-gresar, ese contingente ya pasaba de 200 hombres.19

Otro grupo formado por 20 hombres bien armados se presentó en la hacienda de Noé, llevándose caballos y ar-mas; luego se dirigieron a La Torreña, donde hicieron lo mismo, sembrando el pánico entre los pobladores. Los agricultores se aprestaron a organizarse con el fin de ha-cerles frente.20

El 26 de febrero de 1912, entre las estaciones Mieleras y Nazareno, ejército, rurales y voluntarios, atacaron a 200 rebeldes a los que les quitaron una bandera verde. La ba-talla se inició a las 11:20 para terminar seis horas después, resultando muertos entre 50 y 60 alzados. Los gobiernistas sólo perdieron a cinco soldados, entre ellos, al mayor Ma-nuel Olano.

De ahí los zapatistas se retiraron al cañón de Picardías 18 Valdés, 1973:319.19 Ídem, 365-366.20 ecr, “Por el Estado. Los zapatistas en la hacienda de Noé”, 12 de febrero de 1912, p. 6.

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donde se posesionaron de la cima de la sierra. En este sitio tenían municiones y bombas de dinamita, que arrojaban cuando los soldados y rurales iniciaban el ascenso.

La respuesta del gobierno maderista al levantamiento de Orozco fue enviar miles de hombres al mando del ge-neral José González Salas que había renunciado a su cargo como ministro de Guerra y Marina para dirigir personal-mente la campaña. Desde la ciudad de México empezaron a llegar soldados, caballada y armamento, los argumedis-tas decidieron enfrentarlos, el lugar que escogieron para detener al convoy federal fue el puente del ferrocarril que está sobre el Aguanaval, en la boca de Picardías. Por cierto, un rebelde tenía una bomba en una honda con la finali-dad de lanzarla, pero explotó antes de tiempo, destrozán-dolo.21 Muy cerca de ahí, en San José de Las Mangas (hoy La Unión, Durango), Argumedo entregó a sus seguidores nombramientos firmados por Pascual Orozco.22 Diez días después, el 9 de marzo, se informaba que las fuerzas del general Fernando Trucy Aubert y del comandante de rura-les Cándido Aguilar habían liberado el paso por ese cañón.

Entonces Argumedo destruyó las vías del ferrocarril que conectaban a La Laguna con Saltillo, a la altura de Hornos, para evitar la llegada de las tropas enviadas por el gober-nador Venustiano Carranza. En Buenavista y San Miguel se enfrentaron con 115 federales, donde se les atacó con ba-terías causándoles muchas bajas.23 La situación de Torreón era la de un cuartel de soldados, siete mil de ellos se apiña-ban por doquier, los habitantes se refugiaban en sus casas y los que podían buscaban irse de la ciudad; el primer tren que salió fue prácticamente asaltado por los pasajeros el día 13.24

La labor de la prensa maderista fue la de desmotivar a cualquiera que pensara en seguir a los levantados, se afir-21 Valdés, 1973:380 y relato de José Martínez Cardona, vecino de Pi-cardías, Durango.22 Esparza Santibáñez, 1991:125.23 dh, “Las operaciones militares en el norte de la República”, 9 de mar-zo de 1912.24 ecr, “La situación en La Laguna”, 16 de marzo de 1912, p. 1.

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maba que estaban desmoralizados, con armamento dispa-rejo, sin programa político, seriedad y disciplina. Respecto de la población, se dijo que apoyaban al gobierno y en sólo tres días 500 personas pedían trabajo aunque sólo les pa-gara con víveres, al mismo tiempo que se solicitaba ma-terial para reparar las vías de la ruta Torreón-Parras.25 Se daba la nota de que los vazquistas y orozquistas estaban divididos, y que sólo sobrevivían dispersos algunos miem-bros de las gavillas de Benjamín Argumedo, Pablo Lavín y Cheché Campos.

Y hasta desaparecieron de este mundo a Benjamín cuando se publicó:

La gente que seguía a Cheché ya no quiere pelear y se están amnistiando con Salas, ha quedado confir-mada la muerte del cabecilla Argumedo, su muerte ha desmoralizado a todos, se confirmó cuando un médi-co encontró en Ranchos su cadáver, las postrimerías de su vida fueron tristes, pues fue recogido por una curandera quien le aplicaba únicamente alcohol alcan-forado; si de las heridas no hubiera muerto, Cheché lo hubiera matado, pues lo consideraba cobarde por no haber saqueado Gómez Palacio antes de salir de ahí. El gobernador de Coahuila Venustiano Carranza y Agui-rre Benavides jefe político de Torreón, se pondrán al frente de 5 mil hombres en caso de que los orozquistas intenten penetrar a Coahuila.26

En la ciudad de Chihuahua, el día 6 de marzo de ese año de 1912, Orozco y sus seguidores, generales David de la Fuente, José Inés Salazar, Emilio P. Campa, Lázaro Alanís, Blas Orpinel y el capitán Rodrigo M. Quevedo, entre otros, firmaron el llamado Plan de la Empacadora, que pretendía

25 dh, “Las operaciones militares en la frontera”, 9 de marzo de 1912, p. 4.26 et, “Se confirma la muerte del cabecilla Benjamín Argumedo en un encuentro”, 19 de marzo de 1912, p. 1.

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continuar la lucha por los ideales planteados en los planes de San Luis y de Ayala.

El contingente estaba formado por hombres conocidos como Los colorados, miembros del Partido Liberal Mexica-no, es decir, magonistas, provenientes en su mayoría del distrito de Galeana en el noroeste del Estado, y mayormen-te rancheros liderados por Práxedes G. Guerrero; también los había de Casas Grandes, Janos, Buenaventura, etcétera. Eran hombres libres, con un concepto altísimo de la digni-dad y acostumbrados a actuar y defenderse por sí mismos desde las antiguas luchas libradas por sus ancestros contra los apaches. Misma situación que vivieron los campesinos laguneros, y también decepcionados de Madero.

Argumedo y sus 400 hombres, ya levantados contra el gobierno, se dirigieron al norte para unirse a los orozquis-tas. Llegaron a la estación Saucillo en espera del contingen-te chihuahuense, listos para enfrentar al ejército federal, a cuyo mando estaba el general González Salas. Reunidos los rebeldes marcharon a Camargo y Jiménez, Chihuahua. De ahí se dirigieron a Rellano, en el estado de Durango.27 El 24 de marzo de 1912 federales y orozquistas se enfren-taron ahí. En esa primera batalla el triunfo le sonrió a los rebeldes orozquistas, quienes utilizaron una máquina de ferrocarril cargada con explosivos, que lanzaron contra los federales y al explotar en su objetivo creó el desconcierto entre los ocho mil soldados, situación que fue aprovecha-da para lanzarse al ataque, causando la retirada total de las tropas de González Salas, quien avergonzado por la derrota se suicidó en la estación de Bermejillo, Durango.28

Después del desastre en Rellano el gobierno de Madero nombró como nuevo jefe de la expedición contra los oroz-quistas al general Victoriano Huerta, auxiliado por el en-tonces coronel Francisco Villa.

Mientras tanto, Argumedo y Emilio Campa fueron co-misionados por Pascual Orozco para apoderarse de las po-27 Armendáriz José Luis, “Los colorados”, en www.saucillo.com.mx.28 “Primera batalla de Rellano”, en http://es.wikipedia.org/

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blaciones del Estado de Durango, específicamente las de Nazas, Pedriceña y Velardeña. En Nazas hicieron 27 prisio-neros, entre ellos al teniente coronel Matías Parra, quien había mandado fusilar un mes antes en la hacienda de Teti-llas a cuatro rebeldes. Los revolucionarios perdieron cuatro soldados, mientras que los defensores de la plaza tuvieron siete bajas.

Un testigo de los hechos aseguró que en Pedriceña se encontraba un destacamento de Voluntarios de Duran-go al mando del capitán Luis Fernández de Castro, los de Nuevo León bajo las órdenes del mayor José Gómez y 66 carabineros de Torreón comandados por Martín Triana. El combate comenzó a las nueve de la mañana, y 10 horas después el parque de los federales empezó a escasear. Los rebeldes poseían tres cañones y una ametralladora con los que causaron mucho daño a una distancia no mayor de 200 metros. Los federales empezaron a retirarse a las 12 de la noche rumbo a Cuencamé y de ahí a Pasaje, sien-do protegidos por los carabineros de Torreón encabezados por Martín Triana, quien todavía tuvo el valor de regresar en una locomotora tratan-do de recoger a los soldados dispersos, llegando hasta el puente Agua Vieja que ya se encontraba incendiado.

En Velardeña estaba una gruesa sección de rurales, los Voluntarios de Velardeña y otros. Además ayudaban Cuevas y sus hombres, Calixto Contreras con algunos de los suyos y el capitán Argüelles con 40 del xxii Cuerpo Rural. No pudieron contener el em-puje de los tres mil rebeldesque se apoderaron de los mi-nerales de Pedriceña, Velar-

Benjamín Argumedo durante la rebelión orozquista, 1913,

ahjae, uia/Torreón

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deña y Asarco. En la capital duranguense todo era expecta-ción el día 15 de mayo, ante la llegada del tren proceden-te de Pedriceña repleto con rurales, carabineros de Nuevo León, algunos voluntarios del Batallón Victoria y carabine-ros de Torreón.

Las bajas calculadas fueron considerables, pues de los ca-rabineros de Nuevo León que eran más o menos 281 sólo regresaron 135, y del batallón Victoria se calculó que mu-rieron 35.29

Por toda esa región se podían observar puentes quema-dos y la hacienda de Avilés era merodeada por rebeldes, quienes se movían rumbo al sur. Torreón hervía de tropas federales dispuestas a enfrentar al grueso contingente re-belde que representaba a la retaguardia orozquista, cuyo fin era obstaculizar y distraer el movimiento de tropas, ya que las batallas en el Estado de Chihuahua eran las defini-tivas. De esa manera federales y orozquistas se enfrenta-ron en el cañón de Huarichíc, donde Argumedo y Cheché Campos se encontraban acampados con mil 200 hombres. El 22 de mayo la población fue informada de que el triunfo correspondió al general Ricardo Peña. Los federales se ha-bían posesionado de las alturas y desde ahí hicieron fuego causando grandes pérdidas a los orozquistas.30

Entretanto, en el Estado de Chihuahua se escenificaba la segunda batalla de Rellano, donde las fuerzas comandadas por José Inés Salazar decidieron detener el avance de los federales, a quienes veían superiores por la gran artillería disponible y decidieron enfrentarlos enviando máquinas locas, evitando así una batalla formal. Finalmente fueron derrotados dejando entre ambos contendientes 200 bajas en las 30 horas que duró el enfrentamiento; fue una lucha tenaz donde la artillería federal no permitió que los rebel-des salieran de las zanjas que habían hecho, retirándose en forma ordenada del lugar.31

29 ei, “Durango y Torreón incomunicados”, 19 de mayo de 1912.30 ecr, “La victoria fue completa”, 22 de mayo de 1912, p. 3. 31 lp, “Fueron derrotados los orozquistas”, 23 de mayo de 1912, p. 1 y

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Fue en el mes de mayo cuando en la hacienda de Avi-lés (hoy Ciudad Juárez , Durango) mil 200 revolucionarios orozquistas se enfrentaron al xxix Batallón. Al principio del combate la victoria parecía inclinarse en favor de los re-beldes, pero una vez que la artillería federal funcionó, los obligó a retirarse de sus posiciones, dejando en el campo algunos muertos y heridos, recogiendo las fuerzas del go-bierno una bandera y varias bombas de dinamita. En Picar-días hubo otro combate, siendo la artillería el factor princi-pal. Campa y Argumedo se habían dirigido hasta este lugar para aislar al ejército federal que se encontraba en Rellano. A la ciudad de Torreón llegaban numerosos heridos que eran internados en los hospitales, prueba manifiesta de que las bajas de las fuerzas federales y de voluntarios eran numerosas.32

Los colorados de Argumedo se dirigieron al cañón de Jimulco y el 21 de mayo en la boca de Picardías se enfren-taron a las tropas comandadas por Aureliano Blanquet, re-sultando dispersados.33 De ahí se dirigieron al sur, rumbo a San Juan de Guadalupe, donde enfrentaron a las fuer-zas irregulares comandadas por Cándido Aguilar, quien el día 27 resguardaba la plaza; según el gobernador interino Emiliano G. Saravia, ahí volvieron a ser derrotados los re-beldes.34

Luego se trasladaron a San Miguel del Mezquital (hoy Miguel Auza, Zacatecas) que estaba defendido por el coro-nel de rurales Santiago Rivero. Los 800 rebeldes de Argu-medo y Librado Galaviz atacaron con dinamita. Después de la batalla los rebeldes fusilaron a una docena de personas prominentes del lugar.35 En esa misma jornada, el 26 de mayo tomaron San Juan del Mezquital (hoy Juan Aldama, Zacatecas), lugar cercano de San Miguel. Esta población es-taba guarnecida por 90 soldados que abandonaron la pla-et, “Se rinden”, 2 de junio de 1912, p. 6.32 ecr, “Los combates de Avilés y Picardías”, 31 de mayo de 1912, p. 3.33 Ídem, “Parte oficial del general Blanquet”, pp. 1-2.34 et, “Argumedo y Campa”, 31 de mayo de 1912, p. 6 35 ecr, “Noticias generales”, 2 de junio de 1912, p. 2.

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za. Resultaron muertos 60 federales y algunos vecinos.36

Ya entrado el mes de junio los hechos que se comen-taban eran: el triunfo del gobierno federal en Rellano y el fallido fusilamiento del coronel Francisco Villa por órdenes de Victoriano Huerta, así como su traslado a la peniten-ciaria de la ciudad de México. En La Laguna el hambre se presentó en las haciendas, la prensa pregonó que la culpa era de los rebeldes, porque ellos se apoderaban de todos los cargamentos de víveres.

Nuevamente los orozquistas volvieron a la carga para re-cuperar San Juan de Guadalupe, ya que su tarea era man-tener ocupada la retaguardia federal y evitar que tropas y pertrechos fluyeran al Estado de Chihuahua, donde las batallas finales se recrudecían.

Durante los primeros días del mes de junio de 1912, en San Juan de Guadalupe, los campesinos laguneros coman-dados por Argumedo dieron a conocer su propuesta: en ese lugar proclamaron pertenecer al Ejército Libertador del Sur, es decir, zapatistas y luchadores por la tierra, pues bus-caban la restitución de tierras, luchaban por un reparto a los que no las poseían, pero sí las trabajaban y proponían además indemnizar a los extranjeros afectados por tales medidas.37

Una noticia poco común divulgada por El Tiempo fue la que afirmó que después del segundo combate de Rellano se presentó un rebelde ante el general Victoriano Huer-ta, el susodicho ofreció rendirse junto con algunos de sus compañeros; los levantados entregaron sus armas y hasta agua les dieron, acto seguido, los federales maderistas los fusilaron.38 Poco común fue esa noticia que daba una mala impresión del ejército que podría tomarse como una prue-ba de la libertad de expresión que se permitía a los medios de comunicación, o bien, manifiesta debilidad para el con-

36 edi, “Cómo tomaron los rebeldes San Juan del Mezquital”, 13 de ju-nio de 1912, p. 1-4.37 tmh, “Division of the lands”, 4 de junio de 1912, p. 1.38 et, “Se rinden”, 2 de junio de 1912, p. 6.

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trol de los mismos en tiempos de guerra. En el frente principal del orozquismo se esperaba un

gran enfrentamiento con los federales, que el 8 junio ya estaban en Santa Rosalía, Chihuahua.

Entretanto, Argumedo y sus hombres se enfrentaron a las fuerzas de Blanquet en la hacienda Pedriceña, situada a unos 70 kilómetros de la ciudad de Torreón, sobre la vía del ferrocarril a Durango. Los rebeldes fueron derrotados recogiéndoseles dos cañones, carros guayines y caballos, dejando abandonados a todos sus heridos, muertos y mu-chos prisioneros. Otra vez la prensa informó que Argumedo había resultado herido de gravedad y que era casi seguro que hubiese muerto.39 El lagunero ignoraba entonces que Orozco hubiera sido derrotado en la segunda batalla de Re-llano, él creía que ya estaban por tomar Torreón; y mejor que ni lo supiera, pues también se aseguraba que Orozco había enviado a su familia a Europa.

Después de la derrota en Pedriceña, el 12 de junio, el coronel Calixto Contreras, al frente de cientos de irregula-res, batió a los rebeldes orozquistas de Argumedo, según lo informó al presidente Madero el gobernador de Durango:

12 de junio de 1912. “Hoy me dice el coronel Contre-ras: tengo la honra de comunicar a usted que a las 4 de la tarde alcancé en la hacienda de Purísima a las fuer-zas de Argumedo y Galaviz compuesta de 1,300 hom-bres, la cual he batido con mi columna expedicionaria matándole como 60 hombres, haciéndole algunos he-ridos y 4 prisioneros, quedando en mi poder todo el pertrecho de guerra y dos cañones, carros, coches y provisiones de boca, lo que tengo el honor de comu-nicar a usted para su conocimiento felicitándole por este triunfo lo mismo que al Gobierno”. Atentamente. El gobernador G. Sarabia.40

39 edi, “Cómo tomaron los rebeldes San Juan del Mezquital”, 13 de ju-nio de 1912, pp.1-4.40 ece, “Telegramas oficiales”, 14 de junio de 1912, p.4.

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El Presidente Madero veía llegar el triunfo sobre los re-beldes orozquistas y tranquilamente acompañado por el ex presidente Francisco León de la Barra celebró en el Heroi-co Colegio Militar, con un festival deportivo, el ascenso del general Felipe Ángeles como director del plantel, teniendo como testigos a la elite porfirista que rabiosamente aplau-dió la presencia de León de la Barra.41

El ejército federal ya arrinconaba en Bachimba a los le-vantados, que eran asediados por tres columnas: Fernan-do Trucy Albert rumbo a Chihuahua con tres mil hombres para unirse a Huerta quien ya se dirigía hacia Bachimba; el comandante José de la Luz Blanco y el General Sanginés contra la ciudad de Chihuahua con tres mil hombres desde el oeste y el este, respectivamente, con la intención evi-dente de cortarle la retirada al orozquismo, y Toribio Orte-ga como vanguardia de Sanginés avanzaba desde Ojinaga impidiendo la llegada a Chihuahua.

Después de la derrota en La Purísma (al oeste de San Miguel del Mezquital) los argumedistas se dirigieron hacia Santa Catalina, Durango, y hasta allá los persiguió sin cesar el xxix Batallón de Artillería y ametralladoras al mando de Calixto Contreras y el Teniente Coronel Jiménez Riveroll.42

Desconectados desde hacía algún tiempo del grupo de Pascual Orozco, sin pertrechos y provisiones, los argu-medistas habían decidido dividirse en pequeños grupos y subsistir de esa manera; así empezaron a aparecer en pe-queñas gavillas por casi todas las haciendas del oriente de Durango, especialmente en los partidos de Cuencamé y Nombre de Dios. Lo primero que buscaban eran gallinas para ellos y tlazole (paja del frijol) para sus cabalgaduras, andaban en lamentables condiciones por ejemplo, al lle-gar a la hacienda La Ochoa de Julio Bracho pidieron maíz, caballos y armas, cargaron con el botiquín y hasta con las

41 edi, “Colegio de Chapultepec. Fiesta deportiva”, 14 de junio de 1912, p. 1.42 ece, “Notas de la revolución”, 15 de junio de 1912, p. 4.

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sábanas de la casa grande.43 El asedio de la tropa federal logró rescatar a la población de Nazas, Durango el 22 de junio; Emilio Campa se retiró rumbo a San Juan del Río, donde seguramente buscaba reunirse con Pedro Ortiz, Luis Murillo y Hernández del Campo, dejando 25 muertos, 15 carabinas y 20 caballos.44

El primero en llegar a San Juan del Río fue Benjamín Ar-gumedo, quien lo hizo el martes 18 de junio al frente de sus agraristas. Realizó grandes esfuerzos para impedir actos de vandalismo y cuando alguno de sus soldados se detenía en la puerta de una casa, era inmediatamente reprendido. Pero todas las buenas medidas vinieron por tierra cuan-do hizo su entrada Epigmenio Escajeda, cuyos hombres no respetaron nada, ni a nadie.45

Aunque se crearon varios grupos de rebeldes guerrille-ros casi todas sus acciones le eran adjudicadas al lagunero, su nombre aparecía en los diarios, resultando que a veces violando la ley de ubicuidad varias fuentes lo mencionaban al mismo tiempo en lugares distintos, pues mientras unos afirmaban que él se encontraba en San Juan del Río, otros lo hacían atacando la fábrica de Belén en Peñón Blanco y tomando prisioneros a dos altos empleados, acusándolos de haberles disparado desde ahí.

Poco antes el grupo comandado por Emilio Campa ha-bía atacado al mineral de la asarco de Velardeña, donde 40 voluntarios federales fueron capturados y ejecutados en pequeños escuadrones. Los oficiales rebeldes discutie-ron para tener el privilegio de llevar a cabo las ejecuciones. Uno de los casos más lamentable fue el asesinato de un vo-luntario federal de 65 años por el que un soldado rebelde, apenas adolescente, suplicó para obtener el privilegio de ejecutarlo, y se le concedió.43 ecr, “Una gavilla llegó al rancho Las Ánimas. Buscaban maíz y tlazo-le”, 16 de junio de 1912.44 et, “Nazas volvió ayer a poder de las fuerzas del gobierno”, 23 de junio de 1912, p. 1.45 ecr, “En el saqueo de San Juan del Río se distinguió Escajeda. Argu-medo quiso evitarlo”, 23 de junio de 1912, p. 3.

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No quedaron exentos del maltrato 17 americanos em-pleados de la empresa, quienes fueron amenazados, y con pistola en mano, se les exigió un millón de dólares como rescate. Finalmente les aceptaron los únicos siete mil dóla-res que se lograron reunir.46

Según El Tiempo, en la batalla de Bachimba, escenifica-da la primera semana del mes de julio de 1912, Argumedo, al frente de sus dos mil guerreros, sostuvo el empuje de los federales en el interior del cañón de Bachimba rechazando al general Antonio Rábago, y al acabarse el parque, se re-tiró en una línea diagonal después de pelear cuatro horas. Durante el encuentro los orozquistas tenían 16 cañones de montaña de alcance insignificante en tanto que los federa-les poseían de alto calibre, por lo que no pudieron resistir el embate. 47

El día 7 de julio a las once de la mañana hizo su entra-da triunfal a la ciudad de Chihuahua el general Victoriano Huerta, lo primero que ordenó fue liberar a los 34 soldados que estaban presos por orden de los orozquistas, y que por cierto habían sido tratados muy bien desde la primera ba-talla de Rellano. Huerta envió a Antonio Rábago y a Joaquín Téllez hasta Casas Grandes a perseguir a los orozquistas, quienes en trenes militares se dirigían a Ciudad Juárez .48

Nueve prisioneros argumedistas fueron cogidos en combate y trasladados en un tren desde Laredo a la capital mexicana, aquí confirmaron ser laguneros, haber estado en la primera batalla de Rellano y la derrota en Bachimba, además, dijeron ser de los que combatieron en La Purísma a Calixto Contreras, ¿sus nombres?: Serapio Mena, Nico-lás Ávalos, José Isabel Gallegos, Teófilo Rivera, Jacobo Ba-rrientos, Joaquín E. Reyes, Manuel Caldera, José Gómez y

46 tmh, “To cut his way”, 25 de junio de 1912, p. 2; lp, “Los rebeldes atentan contra los americanos”, 28 de junio de 1912, p. 2. 47 et “Sólo cuatro horas han peleado los rebeldes”, 19 de julio de 1912, p. 1 48 ei, “La división federal entró ayer a Chihuahua”, 8 de julio de 1912, p. 1.

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Samuel Reyes.49

Ya entrado ese mes se decía que en su desesperación, Argumedo planeaba reunirse con los zapatistas dirigiendo sus efectivos rumbo al sur del país.50

Los derrotados argumedistas de pronto se convirtieron en el grupo rebelde más importante y numeroso, pues el grueso del ejército de Orozco se dispersó, algunos huyeron hacia Sonora, otros a las montañas y hubo quienes hasta Estados Unidos fueron a parar.51 Después de Bachimba re-gresaron a La Laguna, pero antes combatieron en algunas poblaciones como Balleza, Chihuahua, y otras del noreste de Durango, como Rodeo y Santiago Papasquiaro. Por el cañón de Fernández llegaron al municipio de Lerdo para desde ahí acceder a la sierra de Jimulco.52 A partir de en-tonces los pobladores laguneros volvieron a presenciar el espectáculo macabro de ver colgando de los postes del fe-rrocarril los cuerpos de los orozquistas, algunos acusados de ser rebeldes armados, otros de espías y unos más por ser simpatizantes.53

Entonces Pascual Orozco pidió al gobierno de Madero la amnistía y el permiso para expatriarse; la persona que sirvió como intermediario de esa solicitud fue Rafael Her-nández ministro de Fomento. Madero aceptó platicar con él, pero repentinamente Orozco desistió, quizá porque se le pidió que con él se expatriaran los principales jefes del orozquismo.54

Mientras Orozco hacía esto, Argumedo y sus hombres

49 et, “Sólo cuatro horas han peleado los rebeldes”, 19 de julio de 1912, p. 1.50 ei, “La división federal…”, 8 de julio de 1912, p. 151 edi, “La revolución va en La Laguna de capa caída”, 22 de julio de 1912, p. 2.52 ece “Notas de la Revolución. Los rebeldes de La Laguna”, 8 de agosto de 1912, p. 4.53 edi, “Se halla desolada y triste la Región Lagunera, 10 de agosto de 1912, p. 1.54 edi, “Las proposiciones de paz las hizo al ministro Hernández ”, 11 de agosto de 1912, p. 1.

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llegaban a Bermejillo y Tlahualilo; ya en el estado de Coahui-la, el 23 de agosto asaltaron la hacienda de Santa Teresa, y al otro día, fueron derrotados en la de Los Ángeles (cerca de San Antonio del Coyote) por el v Regimiento al cargo del general Eutiquio Munguía después de cinco horas de combate, así como por los voluntarios de Roberto Rivas y Sóstenes Guajardo, ahí Argumedo llegó con 500 hombres de los que perdió 60 y más de 50 caballos. La derrota lo hizo refugiarse en la cercana sierra de Buen Abrigo.55 De ahí los argumedistas tomaron rumbo a la sierra de Ahuichi-la por lo que los federales se establecieron en la estación Symón del Ferrocarril Central, en espera de que por allá aparecieran.56

No fue así, tomaron rumbo a Cedros, Zacatecas; mien-tras tanto, en su transitar otros grupos destruían puentes y levantaban vías del ferrocarril para evitar el movimiento de tropas federales. El fin de Argumedo al dirigirse a Ce-dros, fue obtener recursos para continuar la lucha, ya que ahí funcionaba una gran empresa dedicada a la extracción de guayule. La hacienda de Cedros tenía 1.28 millones de acres y estaba al cargo de W. E. Giesecke, comerciante de Gómez Palacio, Durango y miembro de la sociedad propie-taria de la planta extractora. De ahí el guerrillero obtuvo caballos, mulas y otros efectos, huyendo rumbo a Apizola-ya, Zacatecas, una de las fracciones de la hacienda.57

Durante el periodo de la guerra de guerrillas los dife-rentes mandos rebeldes operaron en parte del territorio de Coahuila-Durango-Zacatecas, por eso es difícil detectar la presencia del grupo de laguneros argumedistas, aunque eso sí, casi todos los ataques se les achacaban, por ejemplo: se llegó a decir que habían atacado Chalchihuites, Hueju-quilla, Nazas, Rodeo y Guatimapé junto a Luis Murillo, Luis Caro, Cheché Campos y otros. Lo cierto es que la situación 55 edi, “Benjamín Argumedo se halla copado y tendrá que rendir-se o morir peleando”, 27 de agosto de 1912, p. 1.56 tmh, “Rebels dispersed in fight near Torreón. Command of Argumedo and Murillo in badly disorganized state”, 31 de agosto de 1912, p. 8.57 tmh, “Big guayule plant active”, 12 de septiembre de 1912, p. 7.

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era difícil para ellos y sólo operando en pequeños grupos podrían sobrevivir, aunque algunas veces lo hicieran en grupos más numerosos.58

El reporte del gobernador de San Luis Potosí fechado el 8 de octubre informó que la columna bajo el mando del capitán José M. Cosío del xxvi Batallón de Rurales estable-cida en Santa Clara, Durango, el día 4 de octubre persiguió a los hombres bajo el mando de Benjamín Argumedo y Luis Caro que se encontraban en Chalchihuites, logrando supe-rarlos, ya que estaban a punto de unirse. Los dos grupos se componían de 110 hombres encabezados por Argume-do, y 43 por Caro. Estaban muy bien aprovisionados y po-sicionados. El capitán Cosío atacó a Argumedo mientras el Capitán Arriola fue en contra de la banda más pequeña. Cosío le tomó al enemigo por asalto 150 cabezas de cabras y ovejas, los alzados huyeron precipitadamente en varias direcciones. Todavía el 6 de ese mes, la búsqueda de los rebeldes estuvo a cargo del comandante Octaviano Meraz y del teniente coronel L. G. González.59

Al finalizar el mes de noviembre de ese año, desde la estación Camacho, Zacatecas, se informó que los rebeldes fueron derrotados en la sierra de San José de Reyes y ha-bían formado tres gavillas donde la de Argumedo y “Juani-to” se dirigieron a la sierra de Ramírez, hasta la que fueron perseguidos por el mayor Guajardo, llegando a la estación Symón.60

Después de la fallida conjunción, Argumedo y sus hom-bres se dirigieron hacia La Laguna, ahí buscaron sobrevivir con lo que podían esquilmar a las haciendas algodoneras; el Ferrocarril Central desde México no llegaba al norte más allá de La Colorada, Zacatecas, pues tanto Argumedo como Luis Caro se encontraban posesionados del cañón de Jimul-58 ei, “Informaciones generales de la revolución”, 1 de diciembre de 1912, p. 8.59 tmh, “Federals in pursuit of rebels slayers of H. L. Russell”, 10 de octubre de 1912, p. 1.60 ei, “Informaciones generales de la revolución. Un nuevo combate con Argumedo”, 1 de enero de 1913.

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co, especialmente de la boca de Picardías, sitio importan-tísimo para acceder hacia el norte mexicano. Los rebeldes volvieron a apoderarse de minerales como Velardeña y ha-ciendas como la de Pedriceña, donde había suficientes re-cursos de sobrevivencia; sus impulsos abarcaron hasta Los Llanos, región reconocida como gran productora de frijol y maíz.

La paz se asoma Al iniciar el año de 1913 la situación para los rebeldes era insostenible, a la falta de parque se unía la de alimentos, pero apareció una pequeña luz: se iniciaron las conferen-cias de paz entre Pascual Orozco y el gobierno de Madero. El primero puso las cosas difíciles al pedir la renuncia del presidente, el vicepresidente y todo el gabinete, propo-niendo la sustitución por parte de un grupo de personas de clara filiación porfirista como el general Jerónimo Tre-viño, Francisco León de la Barra, Jorge Vera Estañol, Félix Díaz…, a cambio, prometió dejar las armas y renunciar a todo lo que pudiera hacerse en su provecho.61 ¡Era impo-sible aceptar esa propuesta! Es probable que grupos como el de Argumedo, ni siquiera estuvieran enterados de los acuerdos. Se acercaba el fin de la controvertida gestión del mártir.

En los primeros días del mes de febrero de 1913 el la-gunero se encontraba en la hacienda Santa Catalina, en la región de Los Llanos. Hasta ese lugar había llegado con cientos de hombres y se publicó que no cometieron depre-daciones, debido a que en varias ocasiones el lugar había sido visitado por ellos, y la actitud de la gente era pasiva.

El ambiente de pronto se tornó tranquilo, los acosos del ejército federal hacia ellos cesaron. Las cosas en el país iban de mal en peor y la autoridad del mártir era se-61 ep, “Pascual Orozco proclama al general Treviño para presidente”, 29 de enero de 1913, p. 1.

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riamente cuestionada por los neoporfiristas, la embajada norteamericana, el ejército y la prensa. Los maderistas sin-ceros habían sido desplazados, motivo por el que estaban decepcionados de la gestión del mártir, algunos de ellos alentaban a sus hombres para que se unieran a los rebel-des argumedistas pensando que éstos seguirían luchando contra el gobierno, tal actitud quedó confirmada en una carta publicada por La Tribuna donde el general José de la Luz Blanco,62 aconsejó a los hombres bajo su mando unirse a los rebeldes del Partido Liberal recalcándoles:

Siento que es mi deber señalar a ustedes que mi vida ha estado ligada a la de algunos de los dirigentes de este partido al que siempre voy a estar agradecido... Aquellos de ustedes que deseen ingresar en el ejérci-to del Partido Liberal pueden hacerlo, a sabiendas de que será un motivo de orgullo y satisfacción para mí ver que dan una prueba de valor y honradez, como us-tedes saben muy bien cómo. (Firmado: José L. Blanco R.)63

El periódico The Mexican Herald informó que los ferro-carriles transitaban sin ser molestados.64 Se aseguraba que estaba cerca una nueva era donde todo sería prosperidad, las minas y los campos volverían a producir y el estado de derecho prevalecería.

Mientras, en la capital mexicana, el festín de sangre lle-gaba a su fin con los asesinatos de Madero y Pino Suárez, después de la llamada Decena Trágica donde cientos de hombres, maderistas y civiles, encontraron la muerte ante las decisiones maquiavélicas de quienes dirigieron las ope-raciones. Victoriano Huerta asumió la presidencia después del sainete preparado, mientras el embajador norteame-ricano Henry Lane Wilson sonrió satisfecho. La encomien-62 El General Blanco había sido maderista y firmante de los Tratados de Ciudad Juárez , pero al igual que a muchos, la actitud del mártir no lo satisfizo.63 tmh, “Gen. Blanco alleged to have told his men to turn from Govern-ment”, 7 de febrero de 1913, p. 1.64 Ídem, “Train not molested” 8 de febrero de 1913, p. 1.

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da dada a Huerta fue la de apaciguar a los que se habían rebelado contra el gobierno y así reiniciar a una época de paz, donde la confianza y la productividad de las empresas volvieran a reinar.

En La Laguna Argumedo y sus hombres permanecían a la expectativa en la región de Jimulco desde donde inicia-ban sus continuas correrías.65 Hipotéticamente para esas fechas ya estaban enterados de las fallidas negociaciones de paz que habían entablado Orozco y Madero; cansados como estaban de combatir y sin obtener su objetivo funda-mental, que era el de la posesión de la tierra, vieron en el nuevo gobierno la oportunidad de poner fin a su aventura y regresar en son de paz a sus pueblos de origen.

Se ha especulado que Carlos González Montes de Oca, antiguo comandante de rurales en La Laguna y prominente propietario de La Concha y Anexas, así como de las tierras y aguas que reclamaban los rebeldes originarios de la villa de Bilbao, fue quien buscó el acercamiento entre los re-beldes y los comisionados de paz para que llegaran a un acuerdo, ofreciéndoles la restitución de tierras y aguas con la condición de que reconocieran al nuevo gobierno. No se les ofreció La Concha, pero sí Bilbao, aunque quienes desconocían las causas de la lucha llegaron a componer un corrido que en una de sus cuartetas afirma: El Gene-ral Argumedo/era el que más hacía roncha,/por el amor al dinero/y a la hacienda de La Concha.

De esta manera y con la promesa de restitución, paz y trabajo, unos cuantos días después del asesinato de Ma-dero los rebeldes laguneros decidieron reconocer al nuevo gobierno. Lo publicado por The Mexican Herald al respecto nos dice que:

Benjamín Argumedo comandante de los revolucio-narios al sur de Torreón, y últimamente operando en la parte norte del Estado de San Luis Potosí, ayer en un

65 Ídem,“Rail way situation reported to be much improved. Burned bridges on Laredo route being repaired without delay”, 22 de febrero de 1913, p. 1.

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telegrama dirigido al Departamento de Gobernación expresó su voluntad de reconocer al gobierno. Pidió y obtuvo permiso para traer a sus hombres al campo de Soledad en el Estado de San Luis Potosí, para conversar con el comandante de las fuerzas de San Luis Potosí.

El telegrama que envió desde Salinas, San Luis Potosí, al Departamento de Gobernación fue el siguiente:

He sido informado, por la comisión nombrada en la capital con ese propósito, a través de mi secretario Susano Aguilar, quien habla en términos favorables del nuevo gobierno, que se desea que me traslade, para conversar, hacia la comandancia de la zona militar en San Luis Potosí.

En vista de ello, pido al presidente de la República, a través de usted, a fin de que se me dé paso al campa-mento en el municipio de Soledad Díez Gutiérrez, con el fin de que pueda tener una fuente de suministros y un lugar donde pueda pagar a mis hombres. Les pro-meto garantizar la seguridad a la sociedad y las em-presas allí. Ahora estoy ordenando la concentración de mis fuerzas, para marchar hasta ese lugar, si así lo ordena y esperando nuevas instrucciones. (Firmado: Benjamín Argumedo.)

El ministro de Gobernación respondió a Argumedo que el gobierno de San Luis Potosí había recibido las instruccio-nes de permitir que sus hombres entraran al campamento en Soledad, y que tenía informes acerca de la garantía dada a la población en su vida y bienes, como una oferta hecha por él. El ministro aseguró que no parecía haber duda de que los resultados de la conferencia fueron satisfactorios en todos los sentidos, pues se eliminaba a un grupo de los más efectivos y que le daría al gobierno una fuerza consi-derable en caso necesario.66

66 Ídem,“Benjamín Argumedo promises support to government. Asks permission to concentrate his men at Soledad, San Luis Potosí. Ready

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Cierta consternación causó entre la población de Sole-dad de Díez Gutiérrez (hoy Soledad de Graciano Sánchez) el hecho de que una gran fuerza de hombres armados se aproximaba. En ese lugar había una gran colonia de extran-jeros que enviaron telegramas pidiendo protección des-pués de que a las fuerzas de Argumedo se les concedió el permiso para ocupar ese lugar en espera de las negociacio-nes para los acuerdos de paz con el gobierno. Tan pronto como se supo que los hombres iban a entrar pacíficamente y que se garantizaba la seguridad a mexicanos y extranje-ros, la tensión disminuyó.67

Ya para entonces se había firmado el Plan de Guadalu-pe el norte y el estado de Coahuila constituía el centro de la insurrección encabezada por su gobernador Venustiano Carranza y con el apoyo de simpatizantes, funcionarios y fuerza pública estatal. Para someterlo el gobierno de Huer-ta envió tres mil orozquistas, quienes ocuparon la capital coahuilense el 3 de marzo de 1913. Carranza se retiró al norte de la entidad, no sin antes dificultar su persecución, practicando lo que en esos ayeres se estilaba: volar puen-tes, levantar vías y cortar cables telefónicos y telegráfi-cos.68

La nueva rebelión también afectó a los ex orozquistas, pues muchos de ellos no profesaban la misma posición de sus jefes, respecto a reconocer al nuevo gobierno y po-nerse en paz; en el Estado de Aguascalientes surgieron los descontentos encabezados por el general Jáuregui, José Isabel Robles al frente de una partida volante fue el desig-nado para someterlo, consiguiendo su objetivo en el en-

to negotiate. Will communicate with commander of military zone as to conditions”, 27 de febrero de 1913, p. 1.67 Ídem, “Town in San Luis Potosí given scare. People frightened at aproach of Argumedo but soon are reassured”, 28 de febrero de 1913, p. 2.68 ep, “3,000 soldados federales ocuparon ayer la ciudad de Saltillo, en tanto que el gobernador Carranza huía con su gente a la sierra”, 4 de marzo de 1913, p. 1.

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frentamiento cercano a la capital potosina.69 Un telegrama dirigido por Argumedo a la Secretaría de Gobernación lo atestigua:

Marzo 2, Secretaría de Gobernación: Defección fuerzas Aguascalientes mandadas por Jáuregui desco-nociendo ese gobierno, tuvieron ayer encuentro con partida volante gente mía mandada por Isabel Robles, cerca de Soledad Díez Gutiérrez, tiroteándolos y ha-ciéndoles ocho prisioneros. Felicito a usted por triunfo legalidad gobierno. Reitero respetos. Benjamín Argu-medo, general revolucionario.70

¡Otra vez a las armas!

Hipotéticamente el gobierno, por medio del Departamen-to de Guerra, habría pedido a los argumedistas la prueba de su lealtad, ordenándoles perseguir a los rebeldes enca-bezados por Carranza, pues los intereses de los agraristas estaban puestos en los acuerdos de paz que se fraguaban.

Bajo estas circunstancias, Argumedo se dirigió a la re-gión lagunera con varios cientos de hombres y caballos, ahora viajaba rápidamente en el ferrocarril y con el apoyo de efectivo para el sustento del cuerpo combatiente. En los lugares por donde pasaba el grupo tenían la obligación de reportarse con la autoridad militar.71

En el transcurso del viaje de México rumbo a La Laguna, Argumedo y sus hombres fueron recibidos amigablemen-te en la ciudad de Zacatecas. Tan pronto como llegaron se dirigieron al ayuntamiento, donde su secretario habló a la multitud reunida frente al edificio diciendo que ellos “ha-bían enarbolado la bandera de la rebelión (contra Madero) debido a (que fue) un gobierno que nunca cumplió con las 69 tmh, “Argumedo´s men lost”, 3 de marzo de 1913.70 ep, “Argumedo batió a los de Aguascalientes”, 4 de marzo de 1913, p. 2.71 tmh, “Forces of Argumedo start campaigning for government”, 4 de marzo de 1913, p. 1.

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promesas hechas al pueblo”. Añadió que “ahora que ese gobierno había desaparecido, deponían sus armas y regre-saban al trabajo”. Esa tarde, jefe y oficiales, entre ellos Luis Caro, Pedro V. Rodríguez Triana, Marcelo Caraveo y otros, se reunieron con el jefe del xii Regimiento Vicente More-no, quien en representación del general Jesús Aréchiga, comandante y jefe de Operaciones Militares en Zacatecas, firmó el acuerdo de paz. Se decidió que las tropas partie-ran hacia La Laguna para reforzar a las de Cheché Campos y permanecieran allí hasta que el Departamento de Gue-rra los requiriera. ¿Pensaban los laguneros que la paz se acercaba? ¿Se les permitiría regresar a sus pueblos para sembrar la tierra tranquilamente?

El hecho de enviarlos a La Laguna era con el fin de que reforzaran a las fuerzas federales, sirviendo no como auxi-liares, sino como colchón protector, ya que siempre serían la vanguardia que enfrentó a los constitucionalistas.

Quien haya leído las Memorias de Huerta72 se habrá dado cuenta de que el motivo por el que fue nominado presidente provisional no fue otro más que el de poner en paz al país y convocar a elecciones para que fuera presi-dente constitucional Félix Díaz. Pero el retorcido cerebro del chacal seguramente atinó a percibir que mientras más tiempo pasara el país en guerra, más duraría él en la presi-dencia de la República.

El destino bélico de los laguneros y Argumedo se alar-gaba sin remedio, la paz, la tierra y las familias tendrían que esperar, y las promesas seguirían sin cumplirse hasta que todos entendieran que sólo llevando la justicia social a los mexicanos, y en especial a los hombres del campo, se lograría la satisfacción. El día 7 de marzo Argumedo entró a Gómez Palacio, y posteriormente, al saber que los rebeldes tomaron San Pedro salió hacia allá al frente de 900 hom-bres. Corrió la versión de que los ferrocarrileros se negaron a poner el tren en marcha, por lo que se vio obligado a 72 Se duda que Huerta pudiera haberse dedicado a escribirlas, aunque se reflexiona que quien las redactó lo conocía muy bien.

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desplazarse a caballo.73

En La Laguna, Argumedo y José de Jesús Cheché Campos han de haber recibido la orden de Pascual Orozco, quien ha-cía gestiones ante el gobierno del usurpador Huerta, para que se dirigieran a la capital del país.74 La prueba de buena voluntad referente al apoyo al gobierno estaba dada, era necesario que el mismo presidente la formalizara, pues de esa manera no habría retroceso. Al menos eso pensaban Argumedo y sus hombres.

Entretanto, los generales José María Mier y Fernando Trucy Aubert al frente de las tropas federales se batían contra las fuerzas de Carranza cerca de la estación Reata, después de que la comunicación telegráfica entre Carranza y Huerta se había roto desde Ramos Arizpe.75

Una apoteósica bienvenida

En un tren especial viajaron los delegados de paz y los ge-nerales Pascual Orozco hijo, Marcelo Caraveo, Benjamín Argumedo, Cheché Campos, José Inés Salazar, Félix Terra-zas, coronel Pascual Orozco padre, licenciado Francisco Te-rrazas, Luis Terrazas, Manuel Cardona y licenciado E. Gó-mez Robelo, así como los comisionados de paz para tratar con los revolucionarios del norte licenciados Ricardo Gar-cía Granados y Manuel Maqueo Castellanos; los viajeros llegaron a las cuatro de la tarde del día 10 a Aguascalientes, se detuvieron por unas horas internándose a la población y reanudaron su viaje a las 12 de la noche, proyectando su arribo a la capital mexicana la tarde del siguiente día; en este lugar, el Congreso debatía la Ley de Amnistía que cooptaría a los grupos deseosos de paz. Mientras tanto, un 73 ep, “Argumedo rumbo a San Pedro”, 8 de marzo de 1913, p. 2.74 tmh“Cheché Campos and Argumedo coming to capital”, 6 de marzo de 1913, p. 1.75 ep, “Los generales Mier y Trucy Aubert están batiéndose con las fuer-zas de don Venustiano Carranza cerca de la estación Reata, Coahuila”, 8 de marzo de 1912, p. 1.

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nutrido grupo de amigos de Orozco, entre ellos varios del gremio obrero, le preparaban un gran recibimiento.76

El arribo a la estación de Buenavista fue a las 6:30 de la tarde del día 12 de marzo, trasladándose de la estación a su hotel en medio de una lluvia de flores y confeti lanzados por algunos miles de sus entusiastas seguidores al grito de “¡Viva!”. El ministro Alberto García Granados, el goberna-dor del Distrito Federal Enrique Cepeda, Antonio Rivera G. y dos miembros del gabinete presidencial estuvieron en la estación esperando a los líderes revolucionarios para dar-les la bienvenida en nombre del Presidente Huerta y su gobierno, pero no pudieron llegar a ellos debido a que la multitud los llevó de la estación hasta unos automóviles. El General Orozco se destacaba por su vestimenta de campa-ña, estaba cubierto por un abrigo color café, abajo un traje color caqui, sombrero de cowboy de ala ancha y grandes botas pesadas. Otros miembros portaban sombreros del mismo estilo, con la excepción de general Cheché Campos, que fue vestido con traje típico mexicano, sombrero de palma, chaqueta corta y pantalones de charro.

Después de llegar al hotel, el gobernador, General Cepe-da, les dirigió palabras de bienvenida en nombre del Presi-dente Huerta. Más tarde se celebró una recepción informal por muchos amigos de Orozco y admiradores que lo llama-ron para felicitarlo.

Tan pronto como los líderes revolucionarios estuvieron en el hotel, cuatro soldados fueron puestos de guardia para mantener controlada a la multitud que había llegado de la estación, a la que se sumaron otras personas que llenaron la calle deteniendo el tráfico de automóviles. Por último, el secretario de Argumedo salió al balcón y se dirigió a la multitud.

Dijo que “todos los revolucionarios estaban dispuestos a apoyar al gobierno. La revolución del norte, explicó, ha-bía sido una revolución de ideales y no se había luchado 76 ep,“Pascual Orozco llega hasta hoy a México”, 11 de marzo de 1913, pp. 1,4.

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por motivos personales, y que por esta razón, ahora que los ideales de la revolución podían ser cumplidos por otros, ellos estaban dispuestos a cooperar para el establecimien-to de la paz. Algunos ya luchan por el gobierno. Una de las partes había ido a Saltillo a participar en la campaña, mientras que otros van en camino hacia la guarnición de Monterrey para preservar el orden en ese entorno”.

Como conclusión de su discurso fue vitoreado, pero la gente insistió en la presencia del General Orozco, quien finalmente salió al balcón. A las muestras de solidaridad respondió con un movimiento de cabeza, pero se negó a hablar. Tan pronto como se retiró, la multitud empezó a dispersarse, pero algunas horas después, muchos aún per-manecían en la puerta del hotel con la esperanza de ver a los revolucionarios.

El comisionado de paz, licenciado Maqueo Castellanos, declaró que Pascual Orozco Jr. y los otros líderes rebeldes del norte no trataban de imponer los términos de paz al gobierno, sólo hacían algunas sugerencias, y agregó:

La paz en el norte del país está garantizada y no sólo los rebeldes de Chihuahua están dispuestos a apoyar al gobierno, pues los que operaban en los estados de Zacatecas y Aguascalientes también se han comprome-tido a hacerlo. Las sugerencias que Pascual Orozco, Jr. y sus seguidores hacen al gobierno son las siguientes: resolver el problema agrario, formar un cuerpo de se-guridad en las zonas rurales con los mejores elementos de las fuerzas revolucionarias del norte, reconocer en las filas a los oficiales revolucionarios que se han dis-tinguido por su conducta en campaña y conceder pen-siones a las viudas y los huérfanos de los hombres que perecieron en la revolución en los estados del norte.77

Después de haber pasado casi tres días, el Presidente

77 tmh, “Orozco is given cordial greeting on arriving here. Chihuahua leader is given enthusiastic welcome by crowd wich gathers at the rail-way station”, 13 de marzo de 1913.

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Huerta hizo su aparición a las 11 de la mañana en el hotel Lascurain78 acompañado de su Estado Mayor y al frente de él el general Joaquín Mass. Tan pronto llegaron, el admi-nistrador los condujo hasta el alojamiento de los hombres del norte; el encuentro se desarrolló en lo que la prensa proclamó como “una imponente escena de patriotismo, pues se estrecharon en abrazo muy efusivo los enemigos de ayer.”

—Saludo al jefe del Ejecutivo. Habría dicho Orozco.

A lo que contestaría Huerta:—Y yo, al revolucionario del norte.

Se dieron un abrazo en medio de los aplausos de los ahí presentes, después conversaron; el mutismo inicial de Orozco desapareció para mostrarlo como afable y locuaz interlocutor. Huerta saludó cordialmente a los jefes revo-lucionarios Emilio Campa, Benjamín Argumedo, Marcelo Caraveo y José Córdoba. Al dejar la habitación Orozco lo acompañó hasta el hall del hotel.79

Ese mismo día (15 de marzo), Orozco hijo, así como los laguneros, se dirigieron al lugar que generalmente visita-mos los mexicanos: la basílica de Guadalupe. Poco después de las cuatro de la tarde llegaron a ese sitio Pascual Orozco hijo, Benjamín Argumedo y otros ocho revolucionarios que componían su Estado Mayor, todo con el fin de rendir un homenaje a la Morenita del Tepeyac.

Adentro del recinto religioso no dejó de llamar la aten-ción de los fieles el hecho de que el General Argumedo iba frecuentemente de un lado a otro, lo que indicaba cla-ramente que deseaba algo, por lo que el empleado de la basílica, Atanasio Suárez, lo interrogó atentamente, con-78 En 1913 la Ciudad de México contaba con 53 hoteles y seis casas de huéspedes. En la avenida Hidalgo se encontraban los hoteles Lascurain e Imperial, los cuales habían sido sede de suntuosas fiestas con motivo del primer centenario de la Independencia de México.79 ep, “El presidente Huerta visitó ayer a Pascual Orozco y demás jefes revolucionarios de la frontera”, 16 de marzo de 1913, p. 1.

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testando Argumedo que él y sus acompañantes deseaban ver la imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe. La pre-tensión de los visitantes fue insistente y entonces el pa-dre sacristán les indicó que luego que terminara el coro les descubriría a la Virgen de Guadalupe y subirían a verla. Y es que era la Semana Santa y las imágenes estaban cubiertas con una tela morada en señal de luto.

Al terminar el coro fue descubierta la imagen y se re-gistró un acto verdaderamente conmovedor cuando los visitantes, a excepción de Orozco hijo, que argumentó que tenía quehacer y afirmó que volvería, se postraron con gran veneración ante el altar, y después de rezar durante varios minutos, subieron hasta el lugar donde se guarda la imagen.80

Seguramente todos los revolucionarios laguneros, y en especial Argumedo, asistieron con fe y devoción al lugar. Él había vivido en la hacienda de Guadalupe, allá en la región lagunera, y muy probablemente fue testigo y practicante de la devoción de sus coterráneos por la Morenita del Te-peyac.

El gobierno informó el día 17 que el presidente de la República, teniendo en cuenta la patriótica actitud tomada por los revolucionarios fronterizos al deponer las armas y prometer que ayudarían al gobierno constituido para el res-tablecimiento de la paz, acordó que les fueran expedidos nombramientos de generales brigadieres Pascual Orozco, David de la Fuente, José de Jesús Campos, Benjamín Ar-gumedo, Marcelo Caraveo, Luis A. Murillo y Emilio Campa, así como también el nombramiento de coronel a Pascual Orozco padre. Hasta esas fechas muchos de éstos eran re-conocidos con grados militares a los que se les agregaba el término “revolucionario”, los que se les estaban otorgando eran grados reconocidos por la Secretaría de Guerra quien envió a la Cámara de Diputados la iniciativa de ley para

80 ep, “Orozco, Argumedo y otros cabecillas en el Tepeyac. Hicieron que les descubrieran a la Guadalupana para besarla”, 16 de marzo de 1913, p.1.

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crear la Tercera Milicia, que se denominaría Milicia Auxiliar Irregular en la que causarían alta los ex revolucionarios.81

Los grados con que fueron investidos los nuevos jefes del ejército se dieron a conocer a la corporación militar en la plaza de México. Acto seguido, y en posesión de sus al-tos rangos, desde luego marcharían a la campaña.82

Está claro que quienes llevaban la voz en los arreglos con el gobierno eran Pascual Orozco padre e hijo, pues después de haber logrado alinear con el gobierno a los norteños, se dedicaron a tratar de convencer a los rebeldes del sur, lide-rados por el general Emiliano Zapata, quien al igual que los laguneros tenían el anhelo por la posesión de la tierra; no dejaría el gobierno de Huerta de gritar a voz en cuello que la pacificación del país era un hecho, la Secretaría de Gue-rra publicó una lista de 80 jefes rebeldes que tenían bajo su mando a más de 12 mil hombres y que habían reconocido al gobierno entre el 22 de febrero y el 17 de marzo.83

Y ahora sí, a luchar contra quien fuera para lograr la paz y ponerse a trabajar en el campo, ése fue el sueño que pa-recía irreal: hacer la guerra para construir la paz. Segura-mente esperaban que pronto acabara aquello. En cuanto llegaron a La Laguna fueron enviados a combatir a Monte-rrey contra las fuerzas constitucionalistas de Evaristo Pé-rez, al que derrotaron en Santa Catarina.84

Al principiar el mes de abril se les asignó para ir contra los alzados en San Pedro de las Colonias, específicamente en la hacienda Santa Teresa, que poseía ranchos adminis-trados por españoles vascos que se quejaban de Argume-81 lp, “La milicia irregular será formada con los ex revolucionarios”, 25 de marzo de 1913.82 Ídem, “Serán generales efectivos. Orozco, De la Fuente, Campos, Ar-gumedo, Caraveo y Campa, pertenecerán al Ejército”, 18 de marzo de 1913, p. 1.83 ep, “La pacificación en la República avanza con notable rapidez”, 22 de marzo de 1913, p. 1.84 tmh, “Foreign consuls at Monterrey ask for protection. General Emiliano Lojero then assures them that the town is in no danger of rebel attack”, 22 de marzo de 1913.

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do, manifestando que los trataba con extrema dureza.85 Argumedo conocía muy bien el trato que muchos admi-nistradores y empleados vascos daban a los peones, pues los ranchos donde vivieron él y muchos de sus familiares estaban cercanos a la hacienda de Santa Teresa.

A partir de entonces empezaron a presentarse diferen-cias entre los miembros del ejército regular y los irregula-res, todo producto del celo de cada uno de los cuerpos. Los regulares opinaban que los irregulares estaban llevándose las palmas de la prensa nacional en casi todos los comba-tes, pero que a veces su participación era escasa, como la del día 3 de abril en Velardeña contra Calixto Contreras y Orestes Pereyra, donde las fuerzas que cargaron con el peso de la batalla fueron las que estaban en Pedriceña al mando del mayor Rafael Arredondo, y las de Velardeña, a las órdenes del capitán primero Francisco Gálvez.86

Pronto los irregulares se dieron cuenta de que su lucha no tenía futuro. Observaron cómo la inmensa mayoría del pueblo mexicano apoyaba a los constitucionalistas. El 16 de julio una agria discusión entre Luis Caro,87 quien esta-ba bajo las órdenes de Cheché Campos, con el jefe militar de Gómez Palacio, capitán Marcos Hernández, terminó en tragedia: Caro disparó contra el militar acabando con su vida, el coronel Pablo Lavín fue testigo de los hechos, pero no intervino para calmar los ánimos. Ese fue un acto que el jefe de la División del Nazas, general Ignacio A. Bravo, no toleró, calificándolo como amotinamiento.

Inmediatamente ordenó al general Felipe Alvírez tras-ladarse a Gómez Palacio para desarmar a las fuerzas irre-85 ep, “Puentes quemados en las cercanías de Torreón. Argumedo bate a los revolucionarios de La Laguna”, 13 de abril de 1913, p. 7.86 ep, “El combate en las cercanías de Asarco”, 16 de abril de 1913, p. 7.87 Luis Caro se inició como antirreeleccionista; al triunfo de Madero se volvió contra él. Nació en San Bartolo (hoy Simón Bolívar, Duran-go), era propietario de más de nueve lotes de tierra. Cuando estalló la revolución estaba casado, dejó las comodidades para luchar por un cambio.

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gulares comandadas por Jesús José Campos. En el acto de captura fueron aprehendidos Luis Caro, Pablo Lavín, José Orozco y Juan Pablo Estrada, éste último era el ex jefe po-lítico maderista en esa ciudad. Al día siguiente, 17 de julio, fueron pasados por las armas Luis Caro, Pablo Lavín y Epig-menio Escajeda en Gómez Palacio.88 Caro fue ejecutado a las 6 de la mañana y el Coronel Lavín cuatro horas y media después. Los fusilamientos se efectuaron de la siguiente manera: el de Caro en la parte interior de la barda de la Jabonera, cerca de la planta de enfriamiento; y el de Pablo, en la parte exterior de la misma barda, frente al barrio de Santa Rosa. Epigmenio Escajeda fue fusilado en la estación de Picardías, Durango.89 Cheché Campos, dolido por la pér-dida de sus valiosos colaboradores, buscó acercarse a los constitucionalistas, trasladándose a Gómez Palacio disfra-zado de arriero y montado en un burro, ahí lo apresaron los seguidores de Calixto Contreras; éste lo presentó ante Venustiano Carranza, quien ordenó que lo fusilaran.90

Noticias como los supuestos fusilamientos de irregula-res (como Manuel Chao, Argumedo, y Maclovio Herrera) eran publicadas continuamente y se explicaba que los mo-tivos de esas medidas eran el amotinamiento.91 La supues-ta muerte de Argumedo se habría dado por ahorcamiento. Pero él seguía vivo y luchando.

Por el contrario, la prensa norteamericana, de hecho, desmentía lo publicado por la prensa gobiernista y afirma-ba que todos los recién llegados desde Torreón elogiaban la labor de Benjamín Argumedo, el antiguo líder guerrillero que estaba operando con su fuerza a lo largo de la línea 88 ep, “Una relación verídica de los últimos acontecimientos en la ciu-dad de Torreón”, 16 de octubre de 1913, (testimonio del ingeniero Víc-tor M. Granados).89 Machuca Macías Pablo, “La revolución en una ciudad…”, 1978.90 edi, “Cómo relata un testigo presencial los diversos ataques a la ciu-dad de Torreón”, 30 de agosto de 1913.91 ep, “El General Bravo ha fusilado a los ex revolucionarios Chao, Ar-gumedo y Herrera”, 30 de julio de 1913, p.1; ei, “Los cabecillas Chao y Herrera fueron fusilados”, 30 de julio de 1913, p. 1.

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troncal del Ferrocarril Central entre Monterrey y Torreón. Recientemente había logrado derrotar a los rebeldes de la región.

Al decir de los pasajeros, los laguneros irregulares esta-ban haciendo un buen trabajo, patrullando y protegiendo las vías del tren con las reparaciones que se llevaban a cabo desde Monterrey hasta Torreón, dejando mucho más de la mitad de esa línea en condiciones de operar. Argumedo y sus hombres tenían entonces su sede en San Pedro de las Colonias.92

Por estas fechas circuló en San Pedro un manifiesto fir-mado por el general brigadier Benjamín Argumedo, los co-roneles Pedro V. Rodríguez Triana y Narciso R. Martínez, los mayores Ernesto de la Fuente y Juan Livas, donde explica-ban a sus coterráneos las causas por las que apoyaban al gobierno y habían estado en contra de Madero y luego de Carranza; del primero afirmaban había dejado de cumplir lo prometido en el Plan de San Luis, y de Carranza encon-traban que durante su gobierno en Coahuila:

se amordazó a la prensa independiente, se encar-celó sin motivo justificado, se fusiló sin formación de causa, se adornaron los árboles del camino y los postes telegráficos con racimos de cadáveres de hermanos… Hoy hemos triunfado; pero aún no se disipan por com-pleto los negros nubarrones que anuncian tempestad y quieren elevar a la ruina a nuestra patria …hoy nos hacemos de nuevo a la trinchera y decidimos a luchar contra el mal, a pelear contra los enemigos del pue-blo y de la patria … Ese es Carranza y sus secuaces, ambiciosos, vulgares y bandidos de patente; sin ban-dera, sin principios, sin ideales y sin patriotismo; pero llenos de ambición… ¡Contra ellos pelearemos porque ellos son los enemigos del pueblo, nosotros somos los soldados del pueblo y estamos obligados por el deber y el patriotismo! ¡Pueblo de Coahuila! ¡Pueblo de San

92 tmh, “Argumedo does good work”, 30 de julio de 1913, p. 2.

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Pedro! Ya conoces a tus enemigos, y a Carranza míralo en su obra de exterminio haciendo que se debilite la patria, provocando la matanza de hermanos con her-manos…93

Los rebeldes intentan tomar Torreón

Pero Coahuila hervía de rebeldes constitucionalistas, en-tonces comandados por Venustiano Carranza y Julio Ma-dero, se calculaba un ejército de siete mil.94 Los jefes de los miles de rebeldes fueron organizados en tres columnas desde el cuartel general en Pedriceña, las comandaron To-más Urbina, Orestes Pereyra y Calixto Contreras, quienes eran apoyados por José Rodríguez, Sixto Ugalde, Cándido Aguilar, Martín Triana, Eugenio Aguirre Benavides y otros más. La defensa de la plaza estuvo a cargo de los genera-les Ignacio A. Bravo, Eduardo M. Ocaranza, Felipe Alvírez y Eutiquio Munguía, así como el general irregular Benja-mín Argumedo, “cuyos hombres se distinguieron por su valor”.95

El día 18 de julio salieron de Torreón, al mando del ge-neral Eutiquio Munguía, el xxxi, el v Cuerpo de Rurales, así como el i Regimiento del Nazas, para atacar a los alzados que estaban en La Loma y Avilés. Se entabló el combate todo ese día 20, Munguía ordenó retirarse hacia Torreón por el peligro que se corría, pues una columna de los rebel-des atacaba desde el norte.

Otro día por la tarde los rebeldes marcharon sobre Ler-do. Las familias de ese lugar se trasladaron a Torreón, ya que eran pocos los soldados que resguardaban la ciudad. Al siguiente día fue ocupada por los rebeldes y la mitad se desprendió hacia Gómez Palacio, donde ya estaba Mun-93 Taracena, 1992: 258-259.94 ep, “Sale una columna a encontrar al enemigo”, 12 de agosto de 1913.95 ep, “Quince ataques consecutivos sufrió la ciudad de Torreón”, 12 de agosto de 1913, pp.1, 3 y 8

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guía con el v Batallón esperando la llegada de Argumedo y su gente que se encontraba en San Pedro. Pero la situación se tornó imposible de controlar, por lo que acordaron reti-rarse rumbo a Torreón entre una lluvia de balas.

El día 20 el General Alvírez atacó a la tercera columna dirigida por Calixto Contreras, que desde La Loma se dirigía a la hacienda de Avilés, el encuentro fue en Monterreycillo y ante el empuje de los atacantes la columna federal tuvo que retroceder hasta su base en Torreón, envalentonados los rebeldes se decidieron tomar la ciudad; Urbina atacó por el cañón del Huarache y el cerro de la Cruz; Contreras por Gómez Palacio y Lerdo; así como Orestes Pereyra por el sur de la ciudad.

Hasta después de la llegada de Munguía los federales tomaron posiciones para resistir el ataque. En el cerro de la Cruz y la estación del ferrocarril fueron emplazadas las piezas de artillería, entre ellas el famoso cañón El Niño. Los siete mil revolucionarios de Toribio Ortega, Calixto Contre-ras y Orestes Pereyra atacaron hasta muy entrada la noche, sin lograr avanzar. El cerro de la Cruz estaba defendido por el Cuerpo de Zapadores piquetes del xxviii y iv batallones, y una compañía de voluntarios. Los huertistas citadinos ha-bían formado el Cuerpo de la Defensa Social con numero-sas personas “de la mejor sociedad y en auxilio de la causa del orden”, para tomar medidas como la de arrestar a los simpatizantes de los revolucionarios que estaban compro-metidos para levantar a la ciudadanía y así causar confu-sión y desorden, catear casas de donde extrajeron armas que pudieran servir a los atacantes, los organizados en este Cuerpo estuvieron siempre alertas durante los diez días de asedio.96

El día 23 los constitucionalistas atacaron furiosamente a la artillería apostada en el cerro de la Cruz, francotiradores dentro de la ciudad hacían lo mismo en la alameda y la ca-lle Treviño, así como en las colonias Metalúrgica y La Cons-tancia. El combate fue tremendo, los constitucionalistas 96 ep, “Sale una columna …”

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llegaron hasta la plaza donde se trabó el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Durante varios días los olores provoca-dos por la quema de cadáveres penetraban a los hogares torreonenses; el temor se apoderó de las familias ante el rumor de que los rebeldes iban a abrir la represa de Cala-bazas con el fin de inundar la ciudad; la desazón provocada por el ir y venir de los irregulares, así como los continuos disparos de El Niño, instalado sobre una plataforma ferro-viaria, hicieron esos días imborrables.

Pero la posición de los federales era ventajosa y los re-beldes tuvieron que retroceder con numerosas pérdidas. La ciudad permaneció en calma las siguientes 24 horas, mientras se planeaban nuevos ataques, los cuales se reini-ciaron del día 26 al 29, siendo rechazados, dándose el caso de que los participantes se negaron a entrar en combate; no hubo insistencia por parte de los jefes rebeldes, quie-nes comprendieron la penosa situación y decidieron que los hombres tomaran nuevos bríos y solicitar refuerzos.

La madrugada del 27 la artillería y los disparos de fusile-ría sobresaltaron a los pobladores, los rebeldes a toda cos-ta trataban de apoderarse del cerro de la Cruz y acallar el fuego de artillería, y el día 29, al mando del teniente coro-nel Secundino Zapata, atacaron por el lado de la Metalúrgi-ca siendo repelidos por los voluntarios de Lerdo al mando de Federico Reyna y su segundo Enrique Larriva. Mientras tanto, los irregulares de Argumedo se encargaban de batir a los que se parapetaban en los cerros, desalojándolos de esos lugares.

Pero el ataque más furioso fue el de la madrugada del día 30, cuando los constitucionalistas enviaron una máqui-na loca contra los vagones estacionados, buscando acabar con El Niño. Después del estallido, que no logró su come-tido, Pánfilo Natera dirigió el encarnizado ataque que vino terminando a las once de la mañana, con muchas bajas para los dos bandos.

Durante este enfrentamiento surgió el grito tan peculiar de los laguneros comandados por Argumedo, cuando en

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una inspección en coche que dio el jefe federal Ignacio A. Bravo sin darse cuenta se dirigió rumbo a la línea enemiga; Argumedo con su mirada de águila reaccionó y alentando a sus campesinos lanzó el grito: “¡Arriba muchachos! ¡el que cayó, cayó!” Y a mata caballo se precipitaron como ava-lancha interponiéndose entre el enemigo y su jefe, resca-tando de una muerte segura al general Bravo, a quien casi reconvino Argumedo por su imprudencia.97

Hasta el día 31 el Primer Jefe, Venustiano Carranza, lle-gó para hacerse cargo del último ataque. Fue recibido en El Huarache, puerta suroeste de la ciudad de Torreón, llegó acompañado por un contingente de 600 hombres mal ar-mados y peor montados. Habían hecho el viaje en un tren especial desde la ciudad de Durango hasta Pedriceña y de ahí al Huarache, lugar donde se encontraba el cuartel ge-neral.

En ese sitio fue recibido con los honores propios de un presidente de la República. La banda del xvi Regimiento tocó el Himno Nacional y los soldados le formaron guardia de honor; al líder lo acompañaba Julio Madero y el tenien-te coronel José María Treviño; después de una reunión se acordó que fuera el Primer Jefe quien organizara el asalto decisivo. Y así fue. Se formaron cuatro columnas: Urbina con la brigada Juárez atacaría al cerro de la Cruz; Orestes Pereyra con la Brigada Morelos atacaría Gómez Palacio; Calixto Contreras tomaría por los cerros cercanos al punto anterior y Julio Madero, Cándido Aguilar, Martín Triana y Eugenio Aguirre Benavides por El Pajonal.

Antes de iniciar el ataque Carranza se dirigió a los com-batientes para pedirles lo hicieran con brío, asegurándoles que esta vez el triunfo sería de ellos.

Pero otra vez el desastre fue tremendo, los constitucio-nalistas quedaron completamente derrotados y tuvieron que abandonar la lucha, siendo perseguidos por los argu-medistas hasta San Carlos, y en franca huida se dirigieron 97 est, Eduardo M. Ávila, “Del arcón de mis recuerdos”, 12 de febrero de 1949, pp.2 y 8.

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otra vez a Pedriceña. El Diario informó que los carrancistas sufrieron mil 200 bajas y la tropa federal 300.98 La primera columna comandada por Argumedo sería la encargada de la persecución y el rescate de víveres que los torreonen-ses demandaban. En Gómez Palacio, después de expulsar a los rebeldes, rescataron ocho carros de ferrocarril repletos con sacos de harina, así como cinco de ellos con latas de conservas alimenticias, provisiones que fueron repartidas entre los pobladores, quienes lanzaron vítores a los hom-bres de Argumedo, que siguieron persiguiendo constitu-cionalistas hasta Matamoros de La Laguna.99

El triunfo huertista no terminó con el acoso rebelde, va-rias columnas como las de Calixto Contreras merodeaban la Comarca Lagunera esperando la reorganización de sus fuerzas. El encargado de combatirlos fue Argumedo y sus hombres, que en Viesca derrotaron a la fuerza comandada por Francisco Coss.

Todavía en el mes de septiembre el Departamento de la Guerra preparaba los documentos necesarios para ser enviados al Senado con el fin de que los nombramientos y ascensos prometidos por Huerta fueran ratificados. Entre las promociones que serían ratificadas por la Cámara Alta estaban los ascensos de los generales Felipe Alvírez, Rubio Navarrete, Joaquín Mass, Eduardo Ocaranza y varios otros. En cambio, había resistencia de algunos senadores para ra-tificar los grados tanto de Orozco como de Argumedo, bajo el argumento de que tenían poco tiempo sirviendo en el ejército.100

98 edi, “Ocho mil rebeldes atacaron durante diez días la ciudad de To-rreón”, 13 de agosto de 1913, pp. 1 y 8.99 ep, “Toman la ofensiva las fuerzas leales”, 24 de agosto de 1913, p.1 y 5.100 tmh, “Senate to pass on army promotions. May be opposition to giving high rank to former revolutionists”, 25 de septiembre de 1913.

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La segunda toma de Torreón

Al finalizar el mes de septiembre El Diario anunció que Francisco Villa, Tomás Urbina y Manuel Chao se dirigían con sus fuerzas, desde Parral y Santa Rosalía, Chihuahua, a La Laguna, para tomar la ciudad de Torreón, claro, con el auxilio de las fuerzas que la habían atacado en el mes de julio. Los federales se encontraban afortinados en Torreón y Gómez Palacio, y contaban con suficiente material de guerra: 19 cañones, 10 ametralladoras y parque; tenían un contingente de más de dos mil hombres, cuyos jefes eran el general Felipe Alvírez (mil), Eduardo Ocaranza (400), Benjamín Argumedo (500) y voluntarios, policías y rurales (500). No se cansaba la prensa gobiernista de asegurar que los rebeldes no lograrían su cometido, pues aunque eran varios miles, estaban en un estado de desmoralización, mal armados y peor disciplinados.101

Cuando Villa llegó a la hacienda de Avilés el día 28, con-taba con suficiente armamento; la prensa aseguró que go-zaba de la protección y simpatía de los norteamericanos, quienes le hicieron llegar un millón de cartuchos. En Avilés se encontraron las fuerzas rebeldes con las del general Fe-lipe Alvírez, que fue enviado a enfrentarlos; se informó que éste partió de Torreón con sólo 400 hombres y una bate-ría de artillería. Los irregulares le seguían a corta distancia con 200 hombres; de pronto fue emboscado por cuatro mil rebeldes que provocaron que ambas fuerzas federales se separaran. Alvírez y sus hombres se vieron irremedia-blemente cercados, siendo masacrados desde los cerros cercanos. En ese lugar el General Alvírez y casi todos sus hombres pagaron con su vida por defender al gobierno de Huerta.102

Con la moral en lo alto, los constitucionalistas atacaron

101 edi, “¿Será nuevamente atacada Torreón?”, 28 de septiembre de 1913, p. 2.102 tmh, “Nine spaniards are slain by rebels in Torreon”, 12 de octubre de 1913, p. 1.

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a la ciudad por el norte, sur y poniente, comenzando el día 30 a las siete de la noche, resistiendo los federales hasta las ocho de la noche del día 1 de octubre, hora en que Bra-vo ordenó la evacuación. El General Munguía, encargado del mando, declaró que se vio obligado a evacuar la ciu-dad ante la falta de parque, tanto de cañón como de fusil, amén de que las provisiones de boca en la ciudad eran exi-guas. Bravo no tuvo el mando debido a que estaba enfer-mo. Ocaranza y su tropa se encontraban reparando las vías del ferrocarril cerca de San Pedro de las Colonias, y elogió el valor de Argumedo al afirmar que: “peleó como un león, desplegando una valentía poco común”.103

¿A partir de entonces se le conocería como El León de La Laguna? Porque los testimonios orales recogidos por el profesor José Santos Valdés aseguran que a la extensa familia De León, que eran habitantes de La Laguna, se les conoció como “los leones” y a una brigada de Argumedo se le llamaba El Ejército de los Leones que eran comanda-dos por Porfirio de León.104 También se le conoció como El Tigre de La Laguna; quizá fue en el centro del país donde le adjudicaron ese sobrenombre, porque en La Laguna tigres no había, lo que existió en las sierras laguneras era puma o león americano, y así era como Argumedo peleaba junto a los suyos. Sus declarados enemigos lo apodaron El Resella-do en alusión a que no le fue fiel a los caudillos, él fue fiel al ideal heredado: la tierra para los campesinos. Sus coterrá-neos lo llamaban El Zarco105 por el color claro de sus ojos.

Un enterado, Antonio Castellanos, dijo que a raíz de los sucesos, y cuando ya salían de la población, los últimos en 103 edi, “Antonio Castellanos gestionará la rendición de los cabecillas de Durango. Argumedo iba a matar al General Munguía”, 16 de octubre de 1913, p. 2.104 Valdés, 1973: 321105 ccj, “Expediente del Juez de Distrito de Coahuila referente al juicio contra los acusados de homicidio y robo a ciudadanos chinos”, Lucas Marrufo, refiriéndose a la filiación de Benjamín, dijo que era “trigueño, ojos zarcos, alto… usa bigote, de estatura regular y como de 40 años de edad… de poca barba, cara afilada y sin señas particulares”.

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hacerlo fueron los hombres de Argumedo, quien, “suma-mente abatido por la pérdida de más de 80 de sus valien-tes fronterizos tenía la intención de matar a Munguía, por creerlo culpable del desastre, pero fue disuadido por per-sonas que estaban cerca de él.” Agregó Castellanos acerca de la valentía de los hombres de Argumedo, que “se batie-ron bizarramente hasta el momento en que la plaza cayó en poder de los rebeldes de Francisco Villa.106

Junto con el ejército, muchos españoles y norteameri-canos abandonaron la ciudad con el General Munguía, te-miendo represalias de los rebeldes; aunque gran parte de la artillería cayó en manos rebeldes, los federales se habían encargado de inutilizarla.

En la estación Hipólito tomó el mando el General Trucy Aubert, quien junto a Benjamín Argumedo y Emilio Cam-pa, se quedaron en ese lugar, seguramente para proteger el desplazamiento tanto de los generales que bajo una escolta eran conducidos a Monterrey y de ahí a la capital mexicana, como a los civiles extranjeros que llegaron a la Sultana del Norte el día 8 de octubre.107

A partir de entonces Argumedo y sus hombres se dedi-caron a reparar las vías del ferrocarril y redes telegráficas entre las ciudades de Saltillo y Torreón, seguramente pen-sando en la recuperación de ésta, pues las fuerzas de la re-cién formada División del Norte constitucionalista concen-traron sus esfuerzos en dominar al estado de Chihuahua.

Desde Monterrey, lugar al que trasladó a su familia, Ar-gumedo salió el 4 de noviembre con el fin de acometer su misión;108 los rebeldes al mando de Calixto Contreras, en número de más de tres mil hombres lo enfrentaron en Ge-neral Cepeda, y los de Francisco Coss en Parras de la Fuente, Coahuila, las dos poblaciones situadas en la línea ferrovia-ria Torreón-Saltillo; en tanto el general Eduardo Ocaranza 106 edi, “Antonio Castellanos gestionará…”107 Ídem, “Conducidos por el general Ocaranza vienen a México los ge-nerales que evacuaron Torreón”, 10 de octubre de 1913, p. 8.108 ep, “El General Argumedo salió para Saltillo”, 10 de noviembre de 1913, p. 7.

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lo hacía sobre la línea del ferrocarril Monterrey-Gómez Pa-lacio. En los dos enfrentamientos (General Cepeda y Pa-rras) los irregulares salieron victoriosos. En el primer caso los rebeldes eran dirigidos por Agustín o Tomás Carrión, y en el segundo, por el arteaguense Francisco Coss.109

Tropa de Argumedo en 1913 escoltando un tren con exiliados. Library of Congress of usa.

Mientras tanto, el recién nombrado jefe de la División del Nazas, general Refugio Velasco, esperaba en la reta-guardia a que los rebeldes se retiraran al norte para recu-perar la ciudad de Torreón.110

109 edi, “Benjamín Argumedo recuperó la ciudad de Parras”, 20 de no-viembre de 1913, p. 2; tmh, “Coss is killed”, 20 de noviembre de 1913, p. 2; edi, “Tres cabecillas murieron en las cercanías de Doctor (General) Cepeda”, 26 de noviembre de 1913, p. 1; ep, “La columna del general Benjamín Argumedo ha derrotado a los rebeldes cerca de Torreón”, 26 de noviembre de 1913, p. 1.110 edi, “Las tropas del General Velasco no se han dedicado a las cose-chas”, 5 de diciembre de 1913, p. 6.

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El domingo 7 de diciembre las fuerzas del General Velas-co salieron de San Pedro rumbo a Gómez Palacio, Durango, y atacaron con fuego de artillería a los rebeldes coman-dados por Eugenio Aguirre Benavides y Calixto Contreras, obligándolos a replegarse hasta Torreón, donde se guare-cieron en la estación del ferrocarril, el cerro de la Cruz y sitios aledaños como el hotel Francia. Hasta esos lugares entraron los federales, quienes cuerpo a cuerpo combatie-ron, dándose una sangrienta carnicería entre ambos con-tendientes. No habiendo más expectativas de triunfo los constitucionalistas abandonaron la ciudad, unos hacia la vecina ciudad de Lerdo y otros por el oriente, siguiendo las vías del Ferrocarril Central; al pasar por la boca de Pi-cardías volaron el puente del ferrocarril para evitar su per-secución.111

La prensa gobiernista informó que “El cuerpo de caballe-ría irregular, mandado por el General Argumedo, contribu-yó poderosamente al triunfo, cargando sobre las columnas rebeldes que evacuaron la plaza llevándose a sus heridos, siendo esta carga la que completó brillantemente el triunfo de los federales”.112

Los constitucionalistas de pronto dejaron sus pretensio-nes de retomar la ciudad de Torreón, su interés principal se hallaba más al norte, en el Estado de Chihuahua. Ante es-tas condiciones los federales se dedicaron a resguardar las exportaciones de la fibra de algodón cosechado ese año, enviándola por las rutas del ferrocarril a Saltillo y Monte-rrey; la fibra era mandada al sur del país para surtir a los centros textiles. Como resguardo de la entrada occidental a la región se estableció una fuerza al mando del general Ricardo Peña en la hacienda La Loma, auxiliado por Ar-gumedo y sus valientes hombres.113 Esta fuerza, al iniciar 111 Ídem, “Los rebeldes de Torreón se refugian en ciudad Lerdo”, 14 de diciembre de 1913, pp. 1 y 7.112 ep, “Después de ocho sangrientos combates, los federales recupera-ron la ciudad de Torreón”, 12 de diciembre de 1913, p. 1.113 tmh, “Federal forces to discontinue Durango advance”, 26 de di-ciembre de 1913, p. 1.

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el año de 1914, trataba de expulsar a la de los hermanos Arrieta, quienes encabezaban a una parte de los rebeldes; la otra estaba formada por Calixto Contreras y Tomás Ur-bina, quienes se habían apoderado de la capital de Duran-go. Entonces las expectativas rebeldes eran muy buenas, el General Villa con el grueso de la División del Norte se había apoderado del Estado de Chihuahua y ahora con su-ficientes recursos económicos, producto de la minería y la ganadería, rearmaba a sus seguidores y buscaba domi-nar el norte mexicano.114 El avance de las tres columnas federales, bajo los mandos de los generales Ricardo Peña, Benjamín Argumedo y Eduardo M. Ocaranza, había llega-do hasta Yerbanís, rescatando a su paso los minerales de Velardeña y Pedriceña.115 También las haciendas de Avilés, La Loma, así como el pueblo de Nazas. Las noticias atra-sadísimas llegaban con dificultad a la capital mexicana vía Monterrey-Laredo-Galveston-Veracruz, señal inequívoca de que los rebeldes constitucionalistas ocupaban un gran espacio en la República.116

La llegada de Pascual Orozco y Marcelo Caraveo al frente de mil orozquistas a La Laguna, denotó cierto temor al ata-que que ya se preparaba en el cercano Estado de Chihua-hua; la tarea ordenada al General Argumedo y sus laguneros fue resguardar los flancos de las tropas del ejército regular, labor por demás riesgosa, porque como hasta ese momen-to lo venían haciendo, eran los primeros que enfrentaban a los rebeldes y estaban expuestos a cualquier embosca-da.117 Sus correrías fueron las ya conocidas por ellos des-114 ep, “Antes de ocho días la ciudad de Durango será recuperada”, “Villa ordenó en Chihuahua más de 140 fusilamientos”, 10 de enero de 1914, p. 1.115 tmh, “The federal forces are rapidly near Durango”, 10 de enero de 1914, p. 1.116 Ídem, “Several skirmishes in vicinity of Torreón”, 17 de enero de 1914, p. 1.117 ep, “El general Benjamín Argumedo con su brigada de caballería ha sido comisionado para el servicio de guarda-flancos, medida muy im-portante para evitar sorpresas”, 26 de enero de 1914, p. 1.

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de la rebelión contra Madero, es decir la parte oriental del Estado de Durango.118 Los últimos días del mes de enero de 1913 el gobierno huertista se preparaba para recibir el ataque de los constitucionalistas que encabezados por Vi-lla, se alistaban para atacar La Laguna; la primera medida fue reconcentrar una fuerza de 10 mil hombres para que defendieran las posiciones federales, con ese propósito lle-garon las tropas del general Joaquín Maas con tres mil y las de Carlos García Hidalgo con 400. En La Laguna, Argumedo y sus hombres custodiaban todo intento rebelde de ata-car por el occidente, rumbo al estado de Durango; Ricardo Peña, Eduardo M. Ocaranza y Pascual Orozco comandaban una fuerza de cuatro mil hombres y tenían como respon-sabilidad parar cualquier ataque por el norte, en donde los rebeldes Toribio Ortega y Tomás Urbina estaban al mando en espera del contingente chihuahuense.119

Las noticias del día informaban que varios periódicos norteamericanos habían enviado corresponsales de gue-rra, —seguramente uno de esos corresponsales fue John Reed—, que Pancho Villa se nombraba “gobernador del Estado de Chihuahua y jefe supremo de la revuelta en el norte” y que había extendido el nombramiento de gober-nador provisional del Estado de Coahuila a Eugenio Aguirre Benavides, en sustitución de Toribio Ortega, porque éste había sufrido un fracaso durante el primer ataque a Ojina-ga.120 Las noticias tenían varios fines: el primero, presentar al gobierno de Huerta como abierto al mundo, y el segun-do, crear discordia entre los rebeldes al remover la pugna Villa-Carranza, así como atizar resentimiento entre Ortega y Villa.118 tmh, “Campaign against Sombrerete also”, 31 de enero de 1914, p. 1.119 Ídem, “Federal forces Mass at Torreon to make defense. Expected garrison of 10,000 will be concentrated in Laguna city against the in-surgent attack. Francisco Villa to take command”, 1 de febrero de 1914, p. 1.120 ep, “Varios corresponsales vienen en camino hacia Méjico”, “Llegó a Ciudad Juárez el revolucionario Francisco Villa”, 7 de febrero de 1914, p. 1.

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El día jueves 12 de febrero de 1914, por la mañana, Benjamín Argumedo y sus hombres se enfrentaron en la hacienda Jesús Nazareno con un grupo comandado por To-más Urbina, al que le causaron 40 bajas y varios prisione-ros. Los rebeldes tuvieron que replegarse hasta Picardías; los prisioneros aseguraron que Francisco Villa había orde-nado a todos los líderes que operaban en Durango y Zaca-tecas concentrarse en las cercanías de Torreón y ayudar a las tropas rebeldes que estaban llegando de Chihuahua.

Ante el inminente ataque, las fuerzas federales se dedi-caron a fortificar la ciudad, esto les impidió moverse más allá de Jiménez, Chihuahua, lugar en que por el norte se encontraban ya las fuerzas de Villa; por el occidente y sur los Arrieta, Calixto Contreras y Tomás Urbina acosaban continuamente.121 Los huertistas aspiraban a tener 15 mil hombres de las tres armas: infantería, caballería y artillería, contingente dividido en tres secciones.122 Los irregulares de Argumedo, tal y como siempre fueron utilizados, se ocu-paron de expulsar rebeldes que merodeaban por el norte, por el rumbo de Bermejillo, Peronal y Conejos, paso obliga-do para los que llegaban desde Chihuahua.123 Los generales Toribio Ortega y Orestes Pereyra seguían luchando contra los federales, el 13 de marzo se dio un enfrentamiento en Conejos, donde fueron derrotados tres mil rebeldes por el general Ricardo Peña, auxiliado por la caballería de Argu-medo; en ese lugar se dio una feroz batalla en que la caba-llería de éste tuvo un exitoso desempeño. En esa región se habían escenificado grandes encuentros durante la rebe-lión orozquista y en ese momento ahí se concentraban los constitucionalistas, poco a poco, en espera del gran ataque 121 tmh, “40 carrancistas killed in fight around Nazareno. General Ben-jamín Argumedo defeats rebels under Tomás Urbina south of Torreón”, 14 de feberero de 1914, p. 1.122 Ídem, “Division of North now is organized”, 15 de febrero de 1914, p. 2.123 edi “El general Argumedo está en Bermejillo”, 2 de marzo de 1914, p. 3; ei, “Las fuerzas del general Argumedo cerca de Conejos”, 2 de marzo de 1914, p. 9.

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a La Laguna.124 Según el diario The Mexican Herald la dolo-rosa derrota hizo que el General Villa decidiera retrasar el ataque a La Laguna.125

El 23 de marzo los rebeldes ya se encontraban mero-deando poblaciones del norte, como Noé, Sacramento, Mapimí y Brittingham y hasta la ciudad de Lerdo, mientras tanto, el general Aureliano Blanquet, ministro de Guerra, declaraba que los rebeldes no tenían oportunidad alguna de tomar Torreón, pues las tropas bien municionadas lo evitarían; no obstante, Velasco había ordenado a todas sus fuerzas concentrarse en Torreón y emprendió una campa-ña represiva contra cualquier simpatizante de los rebeldes, llegando a fusilar a varios.126

A partir de entonces la prensa empezó a publicar con más insistencia una serie de testimonios personales, la mayoría de ellos exagerados e inexactos, tratando de dar seguridad a la población nacional. Las noticias sobre muni-ciones rescatadas, la desmoralización de los constituciona-listas y otra serie de afirmaciones dudosas, eran el pan de cada día. Los rebeldes seguían llegando a la región por mi-les. Por su parte los federales recibían refuerzos vía Saltillo, dominando pueblos como Parras y Viesca situados en la ruta del ferrocarril Coahuila-Pacífico, ya que la línea Mon-terrey-Gómez Palacio había sido controlada por los alzados a la altura de la hacienda Sacramento. Las tareas riesgosas corrían a cargo de Argumedo y sus hombres, Velasco los envió con la consigna de destruir las vías del ferrocarril que iba al norte y de esa manera hacer imposible la llegada a los que merodeaban la región, y sobre todo evitar que se renovara el tráfico ferroviario con el estado de Chihuahua, lugar desde donde estaban llegando contingentes y pro-

124 tmh, “Peña´s forces rout big rebel force near Conejos”, 11 de marzo de 1914, p. 1.125 Ídem, “Villa delays move for attack on Torreón”, 13 de marzo de 1914, p. 1.126 Ídem,“Rebels claim to hold the town of Lerdo, Durango”, 24 de mar-zo de 1914, p. 1.

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visiones.127 Las notas nacionales daban como un hecho el fusilamiento del general Felipe Ángeles “por orden de Ben-jamín Argumedo”.128

El ataque a la Comarca Lagunera ese 1914 por las fuer-zas de la División del Norte tuvo su principal evento en el cerro de la Pila de la ciudad de Gómez Palacio, Durango. Fue una dura batalla que para muchos constituyó la más grande de las acciones bélicas que se registran en nuestra historia revolucionaria iniciada en 1910.

El periodista norteamericano John Reed, testigo de los hechos, nos dejó un pequeño relato que describe aquella justa:

Más he aquí que apareció de pronto un espectácu-lo de encantamiento. En lo alto del escarpado declive del cerro, en su derredor y por tres lados, se elevó len-tamente un círculo de luz. Era la llama incesante del fuego de fusilería de los atacantes. La cima también se vio circuida por el fuego que se intensificaba a medida que el círculo convergía hacia ella, más áspero ahora. Brilló un intenso resplandor de lo alto; después otro. Un segundo después, llegó el aterrador estampido del cañón. Abrían el fuego con artillería sobre la pequeña fila de hombres que subían el cerro. Sin embargo, ellos seguían ascendiendo por el negro pedregal. El círculo de llamas se había roto en muchos lugares, pero no cedía. Así se sostuvo hasta que pareció unirse con la maligna ráfaga que procedía de la cima. Pero entonces, repentinamente, todo pareció extinguirse casi comple-tamente, quedando sólo luces individuales que iban cayendo cuesta abajo; aquellos que habían logrado sobrevivir. Y cuando pensé que todo se había perdido, maravillándome ante el heroísmo inútil de aquellos

127 tmh, “General Romero joins forces of Velasco close to Torreón. Suc-ceeds in repulsing rebels who atempted to check his advance in fights at towns of Parras and Viesca”, 15 de abril de 1914, p. 1.128 ece, “Prensa del día”, 18 de abril de 1914, p. 2.

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peones que subían por el cerro frente a la artillería, he aquí que el flameante círculo empezó a subir otra vez, poco a poco, lamiendo el cerro. Aquella noche ataca-ron el cerro siete veces a pie, y en cada ataque murie-ron setenta y ocho de los atacantes...129

Como se puede comprender, la estrategia villista fue en-viar al sacrificio a más de 500 hombres con el propósito de obligar al enemigo a disparar y de esa manera acabar con sus pertrechos. Entrar a Torreón fue cosa fácil. Casi todos los principales generales del ejército federal fueron muertos o heridos por las balas de los rebeldes, ya que se expusieron imprudentemente yendo a la cabeza de sus hombres, por ejemplo los generales Ricardo Peña y Federico Reyna, con-siderados líderes expedicionarios muy valiosos.130 En esta crucial batalla Argumedo resultó herido.

No le quedó más reme-dio a Velasco que ordenar la evacuación rumbo a Parras valiéndose de la línea ferro-viaria Coahuila-Pacífico. La evacuación se realizó el 2 de abril, fecha en que entraron victoriosos los rebeldes; en un acto de cinismo el gobier-no de Huerta informaría que el dejar la ciudad en manos de los constitucionalistas ha-bía sido una estrategia mili-tar, pues ello obligaba a los rebeldes a encerrarse en esa ciudad y ahí tendrían que lu-char, en lugar de hacerlo en campo abierto, desde donde

129 Reed John, México insurgente, SARPE, España, 1985.130 tmh, “General Velasco is in mexican capital”, 28 de abril de 1914, p. 4.

El Imparcial, 5 de mayo de 1914.

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fácilmente podían huir hacia el norte.131 Argumedo y sus mil 500 valientes hombres se concentraron en Saltillo, su jefe Ricardo Peña —de quien jerárquicamente dependían por ser irregulares— “murió como mueren los verdaderos soldados”, dijo Argumedo.132 Los guerreros laguneros espe-raban ser movilizados y se especulaba que probablemente irían a Veracruz en caso de que no se resolviera favorable-mente el conflicto internacional con la nación vecina. La prensa afirmó que la brigada de Argumedo estaba forma-da por “gente fronteriza, conocedora perfecta de aquéllos terrenos… tienen comprobado su valor y disciplina… son hombres sufridos, de una resistencia a toda prueba y tie-nen una gran práctica de campaña”.133

Al llegar a la capital mexicana los Generales Argumedo y Antonio Rojas recibieron el encargo de la Secretaría de Guerra de reclutar cuando menos a cinco mil “voluntarios” que se emplearían, de preferencia, en la defensa de la in-tegridad nacional. El centro de reclutamiento estaba en el hotel Ambos Mundos establecido en la calle Bolívar. A los voluntarios se les acuartelaba en Peralvillo. También se crearon centros de reclutamiento en los estados de Hidal-go y Puebla.134

Pero el destino final sería Zacatecas, lugar a donde se dirigirían los ataques de los constitucionalistas que en-tonces enfrentaban serios problema internos provocados por el ansia de poder del Primer Jefe y el principal caudillo Pancho Villa. Antes de llegar a Zacatecas las fuerzas de Ar-gumedo se aprestaron a combatir en San Luis Potosí, ahí se recogió a los carrancistas una cantidad considerable de mercancías, muchas máquinas de escribir, pianos, camas finas y otra multitud de objetos que habían robado en an-131 Ídem, “Torreón battle still continues with much vigor”, 21 de abril de 1914, p. 1.132 ei, “Llegó el General Argumedo”, 3 de mayo de 1914, p. 3.133 Ídem, “Se dará una comisión especial al valeroso General Argume-do”, 5 de mayo de 1914, p. 1.134 ep, “Los Generales Argumedo y Rojas están organizando cuerpos de voluntarios”, 11 de mayo de 1914, p. 3.

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teriores correrías. En esa campaña les fueron arrebatadas 14 máquinas de ferrocarril y cientos de vagones.

En el audaz asalto del día 19 de mayo a San Luis Potosí los rebeldes entraron hasta sus calles dando vivas al profe-sor y general, entonces constitucionalista, después villista, Alberto Carrera Torres. Los generales José Trinidad Ruiz, Gutiérrez y Santiago Mendoza se encargaron de expulsar-los, finalmente los persiguieron Antonio Rojas y Argume-do, derrotándolos en Soledad Díez Gutiérrez, por lo que la capital potosina quedó libre de asedio y al cargo de siete mil federales.135

El primer combate de Zacatecas

La ciudad de Zacatecas estaba ocupada por los federales al mando del gobernador del Estado general Luis Medina Ba-rrón, quien al darse cuenta de que los constitucionalistas de Pánfilo Natera se acercaban y después de que el coman-dante de la guarnición en la ciudad hidrocálida se negó a reforzarlo, argumentando que él también temía un ataque del rebelde Alberto Carrera Torres, retiró sus fuerzas rumbo a la cercana Aguascalientes. Otro factor que coadyuvó para el abandono de la ciudad fue la negativa del Departamento de Guerra de México para reforzar la ciudad, pero cuando esta instancia supo que Zacatecas sólo estaba guarecida por la policía, y que el gobernador se había retirado, envió al General Argumedo con dos mil hombres, con quienes se encontraba estacionado en San Luis Potosí, para volver y ocupar la minera ciudad. Afortunadamente para los fede-rales, Natera no se había enterado de que la ciudad estaba desocupada, por lo que la columna de Medina Barrón vol-vió sin disparar un tiro.

Junto con las fuerzas de Medina se habían ido los eje-cutivos del Banco de Zacatecas, trasladando su sede a 135 ei,“700 carros y 14 máquinas recuperados”, 30 de mayo de 1914, p.1 y 5.

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Aguascalientes. Cuando Argumedo pasó por ésta, apro-vechó para tomar el efectivo y con él cubrir los haberes a sus tropas, a las que no se había pagado desde hacía dos meses. El banco protestó, pero Argumedo les informó que si querían que sus bienes fueran protegidos en Zacatecas deberían colaborar con el gobierno federal, pues al cabo se les devolvería el efectivo tomado.136

Entre las filas rebeldes, el Primer Jefe sorpresivamen-te ordenó al general Pánfilo Natera y Domingo Arrieta que atacaran la importantísima plaza. Los revolucionarios ini-ciaron los combates el día 10 de junio, pero con resultados negativos, ya que en todos los asaltos fueron rechazados; esto obligó a Natera a solicitar refuerzos para continuar, por lo que Carranza ordenó al General Villa que enviara cinco mil hombres a las órdenes de José Isabel Robles o de Tomás Urbina. Villa, pretextando que el primero estaba enfermo y que Urbina no se llevaba bien con los Arrieta, sugirió que marchase toda la División para evitar un nuevo descalabro. Se cruzaron varios telegramas sin que lograran ponerse de acuerdo, siendo notorio que Carranza trataba de evitar a toda costa que Villa siguiera hacia el sur. Había que detener sus éxitos militares, ya que entonces el du-ranguense gozaba de mayor popularidad que don Venus-tiano.137

El País informó que si las fuerzas de Pánfilo Natera fue-ron rechazadas con grandes pérdidas, se debió al oportuno auxilio de los efectivos del General Argumedo, pues de no haber sido así, los revolucionarios se hubieran apoderado de la ciudad. Y concluía: “La gente de Argumedo se ha dis-tinguido por su valor y lealtad, aunque cansados por la lar-ga jornada para llegar al lugar, se batieron con bizarría, y en pocas horas consiguieron el triunfo, persiguiendo al enemi-

136 tmh, “Zacatecas city reoccupied by federal troops”, 23 de junio de 1914, p. 1137 Langle Ramírez Arturo, “El significado de la toma de Zacatecas”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, unam en http://www.iih.unam.mx

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go hasta donde la fatiga pudo permitírselos”.138 El General Argumedo dio a conocer:

Ciudadano Ministro de Guerra. Hónrome en mani-festar a usted que, con fecha 14 del presente (junio) llegué a Guadalupe a las 4:30 p.m. Desde luego trabé combate con el enemigo que estaba posesionado de las alturas que rodean la ciudad de Zacatecas y de los cerros inmediatos. Después de media hora de combate el enemigo fue completamente derrotado y perseguido por mi caballería en una extensión de cinco kilómetros fuera de la ciudad. Regresé después de la persecución a levantar el campo donde combatí, encontrando 50 muertos, dos heridos e hice 18 prisioneros, entre ellos el coronel rebelde José María Cabral. Se recogieron monturas, caballos, fusiles máuser, 50 carabinas, muni-ciones de guerra, un coche y 4,000 cabezas de ganado. El día 15 me incorporé con mis fuerzas a Zacatecas y le entregué al general Medina Barrón 300,000 cartuchos como botín de guerra. Todos los jefes, oficiales y tropa a mis órdenes se portaron con todo valor y heroísmo. Firmado: General Benjamín Argumedo.139

Después de que Natera fue rechazado empezaron a lle-

garle refuerzos desde Durango y Sombrerete. Con todo y eso se vio imposibilitado de atacar la ciudad, quizá porque los federales recibieron nueve carros de tren con tropas desde San Luis Potosí y Guadalajara, y su fuerza fue tan grande, que el asalto a la ciudad habría sido temerario.140

Poco después Medina Barrón formó una columna con las tres armas: caballería, infantería y artillería, y la puso al mando de Argumedo para que se lanzara contra los restos del grupo rebelde que se había estacionado en Calera, que 138 lp, “El suceso de Zacatecas”, 16 de junio de 1914, p. 1.139 ei, “El desastre de Zacatecas hace aumentar las disensiones entre los revolucionarios”, 17 de junio de 1914, p. 1.140 tmh, Priests coming here to escape feared rebels”, 14 de julio de 1914, p. 1.

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diezmados huyeron con rumbo a la estación La Colorada, dejando tras de sí una gran cantidad de bajas.141 Este triun-fo, y las muestras en campaña presentadas hasta entonces, le valieron al General Argumedo el ascenso al grado inme-diato superior que poseía como brigadier. El ministro de Guerra, Aureliano Blanquet —según publicó El Correo Es-pañol— dictó tal acuerdo el día 23 de junio de ese año.142

141 ei, “El General Argumedo persigue a Natera”, 21 de junio de 1914, pp. 1 y 3.142 ece, “El ascenso del General Argumedo”, 24 de junio de 1914, p. 2.

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La toma de Zacatecas

El primer combate, que fue un triunfo para el gobierno, terminó el día 17, pero 24 horas después ya estaban en Calera las fuerzas de Villa y Ángeles listas para reforzar a Natera y los Arrieta, quienes se les incorporaron en La Co-lorada. Era un ejército de 25 mil y sin previo aviso a la plaza, atacaron por el norte de la ciudad, procurando envolverla con la gran cantidad de gente que traían. Según Medina Barrón, él tenía bajo su mando a dos mil 500 hombres al iniciar el segundo combate, después llegó el general Anto-nio G. Olea con dos mil 500 desde San Luis Potosí. Durante el combate 400 o 500 hombres se pasaron a las filas de los constitucionalistas, eran irregulares provenientes del Estado de Morelos y pertenecían a las fuerzas auxiliares, “que faltos de disciplina militar en los momentos difíciles, se inclinan al lado que más les conviene y ven perspectivas de triunfo…”, recalcó el General Medina. 143

Para recibir el ataque, la guarnición había sido reforzada con cañones pesados que se colocaron en las alturas que rodean la ciudad. El testimonió del General Rojas nos dice que aunque el enemigo era superior en número, los fede-rales contaban con tropas más disciplinadas bajo el man-do de Luis Medina Barrón, Argumedo, Marcelo Caraveo y otros, los que inspiraban confianza, y agregó:

Los veteranos irregulares de Argumedo y yo fuimos puestos a cargo de La Bufa, el punto más fuerte cerca de la ciudad. Después de que el enemigo se acercó, hubo varias escaramuzas en todas las laderas que ro-dean la periferia. De repente, algo sucedió a las tropas, en la colina situada a nuestra derecha y en la vertiente occidental de la Bufa. Parece que estos soldados ha-bían recibido órdenes de abandonar sus posiciones y avanzar hacia el centro de la ciudad, pero se subleva-

143 ep, “El General Medina Barrón hace importantes declaraciones a El País”, 5 de agosto de 1914, p. 6.

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ron contra sus oficiales, desconociendo el mando del coronel Eleno Gutiérrez.144

¿Qué había motivado que los hombres abandonaran sus posiciones ante el ataque de la artillería enemiga? Los re-beldes dirigieron el fuego de sus cañones contra las tropas de Argumedo, quien tenía a sus hombres distribuidos en la parte superior y a los lados del cerro de La Bufa. Ésta es una montaña de roca sólida y piedra arenisca que al recibir un fuerte golpe desprendía piezas de regular tamaño, que alcanzaron, irremediablemente, a los soldados huertistas.

Cada vez que el cañón acertaba en la piedra, se mul-tiplicaba su efecto. Los hombres de Argumedo, al no te-ner donde protegerse, se desplazaban de un cerro a otro en forma desorganizada; de esa manera, muchos fueron capturados; los que lograron salvarse se deshicieron de sus uniformes y lograron reunirse con el general Luis Medina Barrón.145

En medio de la confusión se realizó el asalto final en el que se tomó la ciudad. La lucha en las calles fue sangrienta y salvaje, en ella los rebeldes sufrieron las mayores pérdi-das. Los federales minaron muchos edificios con dinami-ta. Luego de que las minas hicieron estallar las conexiones eléctricas, un gran número de personas perecieron por los efectos de las explosiones; bastantes casas quedaron re-ducidas a meros montones de vigas, piedra y mortero. Mu-chos federales fueron aislados a la hora de retirarse, por lo que quedaron fueron hechos prisioneros. El combate final de Zacatecas duró hasta que a los federales casi se les aca-baron las municiones de artillería e infantería, dejando so-lamente una dotación de 200 cartuchos para cada soldado, que fue con lo que se rompió el sitio.146

144 tmh, “Argumedo the hero of Zacatecas fight”, 1 de julio de 1914, p. 2145 Ídem, “Más de 5.000 víctimas en la lucha de Zacatecas”, 29 de junio de 1914, p. 1 y 3.146 Ídem, “4,000 killed in Zacatecas fight Villa declares. Rebel leader says federal casualties were 6,000 and that he took 5,000 prisoners

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Ante situación tan apremiante, se ordenó a la guarni-ción concentrarse en Guadalupe para la evacuación hacia Aguascalientes. Al llegar a Guadalupe los irregulares, se enfrentaron a una fuerza de unos cinco mil rebeldes, quie-nes trataban de cortarles la retirada. Argumedo y Rojas re-cibieron la orden de cargar con su caballería. Argumedo cumplió su palabra y obligó a los atacantes a retirarse hacia todas partes, dejando el camino abierto hacia el sur.

En el fragor del combate el coronel federal Eleno Gutié-rrez recibió un disparo en el pecho, fue hecho prisionero y enviado al hospital de Guadalupe. Aquí los prisioneros eran mantenidos bajo vigilancia estricta. El coronel, una vez que se quitó la ropa que lo identificaba, proporcionó otro nombre cuando le preguntaron cómo se llamaba. Dijo que había algunos parientes cercanos que se podían hacer cargo de él. Fue puesto en libertad, y se dirigió a Soledad, cerca de San Luis Potosí, donde el general Pascual Orozco controlaba la ciudad.147

La toma de Zacatecas se produjo a las 7:30 de la tarde del 23 de junio de 1914, después de varios días de comba-te. El constitucionalismo propinó al gobierno del General Huerta el golpe más terrible desde el estallido de la Revo-lución en el norte de la República. Después del triunfo, Villa declaró que el número de federales muertos fue de cuatro mil y dos mil heridos, capturándose a cinco mil huertistas. También se capturaron 12 cañones, nueve trenes militares, seis mil fusiles y tres furgones para trasladar cañones, así como municiones de fusil. Dieron a conocer sus bajas, las que estimaron en 500 muertos y 800 heridos.

Villa manifestó que mandó 15 mil hombres en el asalto a Zacatecas y que la guarnición de federales era de al me-nos 14 mil. Se entiende que en cuestión de números los vencedores trataban de abultar el número de enemigos, and captured 12 cannons. Reports rebels lost 500 killed, 800 wounded. Federals dynamited buildings in which constitutionalists sheltered”, 26 de junio de 1914, p. 1.147 Ídem, “Argumedo the hero of Zacatecas fight”, 1 de julio de 1914, p. 2.

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así como de disminuir las fuerzas y bajas propias. Para no variar, a Benjamín Argumedo lo dieron por muerto y ase-guraron que había perecido junto con Antonio Rojas en los enfrentamientos del 19 de junio en las afueras de la ciu-dad. El general Trinidad Rodríguez, de las fuerzas de Villa, que fue herido, falleció más tarde.

Villa no pudo estimar el número de federales que logra-ron salir de la ciudad y huir hacia el sur, sólo un pequeño remanente del ejército al mando del General Medina esca-pó. Más tarde se supo que las estimaciones de Villa respec-to de las bajas federales eran exageradas, lo cierto es que poco quedó de la Comandancia General del Ejército, que concentró bajo su mando el General Medina.148

Sobre el número de bajas Luis Medina Barrón dijo:

El enemigo tuvo un número de bajas considerable y el gobierno lo mismo, siendo ocasionadas la mayor parte de las bajas del gobierno, porque cayeron mu-chos prisioneros en poder del enemigo, que sin consi-deración, sin distinción de grados y desconociendo por completo el derecho de guerra, los fusiló.149

Sobre otros aspectos, también declaró que muchos fili-busteros norteamericanos participaron en la lucha. Según él, alrededor de 65 aventureros resultaron muertos en los combates y vestían uniformes que eran del ejército ame-ricano. Y aseguró haber enviado a la ciudad de México las evidencias, como prueba de que los estadounidenses esta-ban luchando al lado de los rebeldes. La prensa confirmó, por medio de algunos pasajeros que llegaban a la capital del país, y ellos dijeron que el gobierno estadounidense envió a oficiales y soldados de su ejército para que cruza-ran la frontera y ayudaran a los rebeldes.

148 Ídem, “4,000 killed in Zacatecas…149 ep, “El General Medina Barrón hace importantes declaraciones a El País”, 5 de agosto de 1914, p. 6.

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Los pasajeros también afirmaron que la fuerza federal del general Benjamín Argumedo fue quien a lo largo de los combates hizo el trabajo más brillante contra los rebeldes y literalmente este grupo de valientes fue destrozado por el fuego.

La mortalidad entre los hombres de Argumedo fue muy grande, dijeron, y una gran proporción, probablemente más de la mitad, fueron ejecutados sumariamente. Argu-medo defendió el cerro de La Bufa y del Grillo, así como el cerro Colorado y los demás que circundan la ciudad.

Según The Mexican Herald más de cinco mil hombres fueron muertos y heridos en los combates de Zacatecas antes de que los federales abandonaran la ciudad. Medina Barrón, el general Antonio G. Olea, Pascual Orozco y otros dirigentes federales que combatieron en Zacatecas llegaron a Aguascalientes el día 26; sus tropas estaban desmoraliza-das y se percibía que no harían ningún esfuerzo para seguir luchando, y buscaban dirigirse hacia Querétaro, donde se reunirían con las tropas federales de San Luis Potosí.150

El general Antonio Rojas, quien llegó el domingo 28 a México, llevando consigo a los heridos en la batallas de Zacatecas, declaró a los periodistas que Benjamín Argume-do no había muerto, como se informó al principio, y se en-contraba en Aguascalientes. Dijo que Argumedo, en cuyo mando había estado, fue el héroe de la lucha, habiendo he-cho una carga desesperada contra cinco mil rebeldes, que les estaban cortando la retirada de Guadalupe y aseguró que tres días después de la toma, los villistas ejecutaron al padre Benito Márquez, quien había servido durante mu-chos años como encargado de la pequeña capilla del cerro de la Bufa, lugar hasta donde acudían los creyentes a orar. Los cargos contra el sacerdote fueron los de haber permiti-do a los irregulares de Argumedo fortificar ese lugar, desde donde se hicieron fuertes durante el ataque, frenando la

150 tmh, “Más de 5.000 víctimas en la lucha de Zacatecas”, 29 de junio de 1914, p. 1 y 3.

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caída de la ciudad durante varios días.151

Una anécdota escrita por don Vito Alessio Robles en El Siglo de Torreón afirma que el 23 de junio de 1914 Argume-do se salvó de morir, pues al dar la contraseña saliendo de Zacatecas casi lo reconocen; pero en Ojocaliente, pensan-do que él y sus hombres eran villistas triunfantes, los po-bladores los aclamaban gritando: “¡Viva mi General Villa!” En un arranque de buen humor les preguntó Argumedo “¿Y qué me dicen de Argumedo?”, le contestaron: “Dicen que lo quemaron en Zacatecas cuando quería huir vestido de mujer…”, el general los sacó de su error aclarándoles: “Aquí estoy, soy Argumedo”. Imagine el lector la gran sorpresa que se llevaron. Pero no pasó nada, Argumedo tomó el he-cho con sencillez, conocía a la gente del pueblo y sabía que lo único que los vecinos buscaban era sentirse seguros.152

La toma de Zacatecas marcó el triunfo definitivo del constitucionalismo. El triunfo de Villa le dio la oportunidad de resaltar su personalidad y anteponerla ante muchos a la del Primer Jefe con el que las relaciones eran tirantísimas.

Libre el camino hacia la capital, Carranza tomó la de-lantera y envió representantes el 13 de agosto para entrar en pláticas en Teoloyucan, Estado de México, con Francisco Carvajal, quien había sido el sustituto de Huerta cuando éste renunció el 15 de julio.153

Como aves sin nido

Ante estas circunstancias los agraristas de Argumedo de-bieron haber experimentado la frustración de no ver sus demandas cumplidas respecto a obtener un pedazo de 151 Ídem, “Priests coming here to escape feared rebels”, 14 de julio de 1914, p. 1.152 est, Vito Alessio Robles, “Gajos de la historia”, 17 de enero de 1946.153 Langle Ramírez Arturo, “El significado de la toma de Zacatecas”, Es-tudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, unam, en www.iih.unam.mx.

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tierra, trabajar en paz y reencontrarse con su familia. La situación en que quedaron hizo que, por lo pronto, bus-caran salvaguardar la vida. Ya vendrían tiempos mejores. Después de la derrota en Zacatecas, Benjamín Argumedo, Antonio Rojas y sus hombres, al saber que Orozco se había retirado de la capital, declararon que no estaban dispues-tos a seguirlo, y que su confianza estaba con el general Re-fugio Velasco y el presidente provisional Francisco Carvajal. El licenciado Nemesio García Naranjo atribuyó la actitud de Rojas y Argumedo al hecho de que conocían muy bien al General Velasco,154 y que los protegería, ya que no les convenía el establecimiento de un gobierno presidido por los constitucionalistas; temían la cruel venganza, por eso se refugiaron en la idea de que el gobierno de Carvajal permanecería un largo periodo, mientras tanto se calma-rían los ánimos, ya que a éste lo tenían como un hombre sin enemigos entre los bandos existentes.155 Pero no fue así, y con la inminente llegada a la capital de las fuerzas constitucionalistas, Benjamín Argumedo, Juan Andrew Al-mazán, Higinio Aguilar y Gregorio Ruiz partieron rumbo al sur con todo su contingente. Unos días después de estar en Puebla, donde exigieron préstamos forzosos, partieron rumbo a Tehuacán. No terminarían ahí sus congojas, en el camino se encontraron con una gran fuerza zapatista que los identificó como federales debido a que portaban toda-vía el uniforme huertista, estos enfrentamientos frenaron su avance. Al abandonar Tehuacán para dirigirse al Estado de Oaxaca se valieron del Ferrocarril Mexicano del Sur. Su objetivo era tomar la ciudad de Oaxaca, pero aquí los es-peraba una fuerza provista de artillería bajo el mando del licenciado Guillermo Meixueiro, personaje de confianza de la administración estatal. El Gobernador Canseco informó de este hecho al Primer Jefe:

154 tmh, “Orozco in the field with all his command”, 22 de julio de 1914, p. 1.155 lp, “Amenazas de más revoluciones”, 24 de julio de 1914, p. 1

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Telegrama oficial. Oficina del secretario del Pre-sidente. Oaxaca, Septiembre 3, 1914. Sr. Venustiano Carranza.- Muy urgente. El señor Guillermo Meixueiro en un telegrama que envió desde Tomellín, me dice lo siguiente:

Acabamos de tener una conferencia con el capitán Adán Toledano, enviado de Juan Andrew Almazán, tie-ne una carta firmada para usted y tiene otra para mí, que, por descuido no había firmado y por ese motivo yo no la había tomado en cuenta. Le he dicho a Toleda-no que se debería ir a conferenciar con usted, que es el jefe legítimo del gobierno. Entiendo que estas perso-nas están tratando de llevar simpatizantes de Oaxaca a su movimiento rebelde, sin saber que en el actual momento Oaxaca no está pensando en asuntos parti-distas, sino sólo en preservar su paz interior, la defensa de su suelo y soberanía.156

En otro comunicado le afirmó:

Sr. Venustiano Carranza, presidente de la República. Urgente. Refiriéndose a un nuevo mensaje, anoche en-tregué al capitán Adán Toledano la siguiente respuesta para su transmisión a los jefes revolucionarios.

Respuesta a Almazán:De Oaxaca de Juárez, 4 de septiembre de 1914. Al general Juan Andrew Almazán. San Rafael, cam-

pamento. Estimado Señor. El gobierno provisional de Oaxa-

ca, que en ningún momento tuvo relaciones, y mucho menos estaba de acuerdo con don Victoriano Huerta, aceptó con la aprobación de todas las clases sociales en el estado al gobierno provisional emanado de la Revo-lución Constitucionalista, porque proclama principios de libertad y atención a las necesidades del pueblo.

156 tmh, “Ex-federal forces invade Oaxaca State”, domingo, 6 de sep-tiembre de 1914, p.1.

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El gobierno provisional de la República, por su parte, reconoció el gobierno de Oaxaca y los dos mantienen relaciones muy amistosas. Esto es motivo suficiente para rechazar las propuestas realizadas por usted y los Generales Aguilar y Argumedo, a través del capitán To-ledano, ya que el gobierno del Estado ha de mantener-se firme en sus obligaciones y determinaciones, y fiel a los compromisos que ha asumido, pero está, de una manera especial, obligado a rechazar, y rechazar con más energía, como un gobierno serio y honesto, las proposiciones en cuestión, para no involucrar a este Estado en un levantamiento armado, sin un programa político, en contra de los ideales de una revolución con el firme apoyo de la opinión pública.

La propuesta de que el general Félix Díaz sea pro-clamado presidente de la República, que parece con-cebido como una oferta para la buena voluntad del gobierno y el pueblo de Oaxaca, no apelamos ni a una ni a otra, en primer lugar, porque nos oponemos a las revoluciones personales y en segundo lugar, porque la Presidencia de la República debe ser alcanzada por los votos de la gente y no por la fuerza de las armas.

El gobernador, por lo tanto, no acepta las propues-tas formuladas a él, pero rechaza con energía y por su parte, exhorta a los rebeldes a deponer las armas por patriotismo, ofreciendo sus buenos oficios con el pre-sidente, don Venustiano Carranza, para el fin de que se les den todos los tipos de garantías.

Lo anterior, tengo el honor de transmitirlo a usted para su información, con un cordial saludo. (Firmado) Francisco Canseco.157

157 Ídem, “Oaxaca rejects plea of rebel ex-generals”, 9 de septiembre de 1914, p. 1.

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Aunque no se dieron de-talles sobre la rendición de re-volucionarios en este Estado, se supo que el gobernador los persuadió para que ce-dieran. Todos los dirigen-tes aceptaron los términos, sólo los Generales Aguilar y Argumedo se negaron. El gobierno oaxaqueño ar-gumentó que éstos pron-to serían derrotados, pues tenían pocos hombres con ellos, además eran perso-nas que no estaban familia-rizadas con esa tierra, y por lo tanto se verían obligadas a rendirse.

De Juan Andrew Almazán, cabeza visible del movimien-to revolucionario en Oaxaca, se publicó que ya había aban-donado su aventura en vista de la negativa del gobernador para apoyarlo; y que ante tal situación se embarcaría hacia uno de los puertos de América Central.

Una campaña sistemática fue inaugurada de nuevo en contra de los generales Argumedo e Higinio Aguilar. El Pri-mer Jefe Carranza, junto con los generales Álvaro Obregón, Juan Cabral y muchos más, concurrieron en la capital mexi-cana a la estación del ferrocarril el día 17 de septiembre de 1914, para presenciar la salida de las tropas, y llevar a cabo la ceremonia con el objetivo de conferir la bandera nacio-nal al Batallón Vicente Guerrero, que formaba una parte de las fuerzas del general Ernesto Santos Coy. Eran cinco mil soldados constitucionalistas bajo su mando, los que viaja-ron a bordo de cinco trenes del Ferrocarril Mexicano rum-bo a la ciudad de Puebla, ya que desde ahí se trasladarían

El rebelde Argumedo, El Demócrata, 6 de octubre de 1914

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hasta Oaxaca. En la ciudad de Puebla se les unieron otros tres mil encabezados por el general Teodoro Elizondo. Se pensaba que con los ocho mil se debería restablecer el or-den, todo con la cooperación de las tropas del estado de Oaxaca comandadas por Guillermo Meixueiro.158

El Jefe Carranza veía a su gobierno fortalecido con los siguientes signos: a) El Demócrata, en su número 4, fecha-do el 18 de septiembre de 1914, dio a conocer que el go-bierno constitucionalista nombró al general Cándido Agui-lar gobernador de Veracruz con el fin de que recibiera la ciudad porteña de Veracruz que se encontraba en manos del ejército norteamericano,159 b) los grupos huertistas en fuga estaban siendo combatidos con todo. Pero un asunto de suma importancia inquietaba a Carranza: la propuesta de quienes tomaban una serie de acuerdos para realizar una magna reunión de revolucionarios en la que tratarían los principales problemas nacionales, y que a partir del 5 de octubre inaugurarían la Soberana Convención Revolu-cionaria en Aguascalientes.

Mientras tanto, Argumedo y Aguilar obstruían la vía del ferrocarril México-Veracruz, a la altura de Esperanza, esta-ción situada en el estado de Puebla, muy cerca del Pico de Orizaba y las Cumbres de Maltrata. Ante el hecho, el gober-nador veracruzano ordenó su persecución.

Las tropas carrancistas llegaron hasta la estación Espe-ranza a bordo de trenes. Los ahora rebeldes y ex federales habían pasado ahí la noche después de haber asaltado la hacienda de San Antonio Nopalucan de la Granja. En la es-tación no sólo afectaron a las cuatro locomotoras, sino que asaltaron y saquearon las oficinas, arrancando también los instrumentos del telégrafo. Algunos coches que se aban-donaron con las locomotoras fueron destruidos, ya que los quemaron por completo.160

158 Ídem, “More ex-federals in Oaxaca surrender”, 13 de septiembre de 1914, p. 1159 ede, “Vamos hacia la paz. La evacuación de Veracruz”, 18 de sep-tiembre de 1914, p. 1.160 tmh, “Order to evacuate Veracruz suspended”, 27 de septiembre

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Según el gobernador de Puebla, el coahuilense Francis-co Coss, eran sólo tres gavillas con 300 hombres cada una las que se resistían, pero para su extinción se contaba con 12 mil hombres.161

La prensa, otra vez, publicó que Benjamín Argumedo había fallecido en un combate en Santa Inés Ahuatempan, lugar situado al sur de la ciudad de Puebla. Dijeron que el lagunero había sufrido una severa derrota propinada por la fuerzas al mando de Santos Coy.162

Pero tanto Argumedo como Aguilar seguían con sus hombres en las montañas, no muy lejos de Tecamachalco y Tepeaca, Puebla. Tres generales constitucionalistas fueron los encargados de atacarlos: Ernesto Santos Coy, que con cerca de cuatro mil estaba en Tepeaca, el General Lechuga en Tehuacán con una fuerza poderosa, así como el general Gabriel Gavira.163

Hipotéticamente, fue a finales del mes de septiembre o principios del de octubre cuando Argumedo se unió a las fuerzas del general Emiliano Zapata, su testimonio así pa-rece definirlo, pues declaró que después de que se retiró de la capital mexicana, ante la inminente entrada de los constitucionalistas (20 de agosto de 1914), llevando bajo sus órdenes a 150 hombres, “permaneció inactivo… por espacio de cerca (más o menos) de un mes… sin pelear a favor o en contra de algún partido”, y detalló que “habien-do sido invitado por Zapata para que se uniera a sus fuer-zas, en la creencia que el Plan de Ayala que persigue Zapa-ta, persigue los mismos ideales a favor de la clase pobre que el que levantó en armas al Sr. Madero, el exponente siempre ha creído pelear por esos ideales”.164 Zapata cono-cía los ideales y bravura de los laguneros, quienes desde de 1914, p. 2.161 Ídem, “Rebel band of ex federals is near Orizaba”, 28 de septiembre de 1914, p. 1.162 Ídem, “Notes of the passing day”, 14 de octubre de 1914, p. 6.163 Ídem, “Troops gathering in Puebla state”, 27 de octubre de 1914, p. 2.164 Martínez Guzmán, 2001: 37-39.

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principios de 1912 se habían levantado en armas a favor del Plan de Ayala. La unión entre sureños y laguneros, de hecho, a partir de entonces duraría más de un año. En es-píritu muchos años más.

Los rebeldes, ahora zapatistas, seguían en pie de guerra y provocando interrupciones en el tráfico de los Ferrocarri-les Nacionales. El servicio de trenes entre Puebla y Tehua-cán se suspendía constantemente por varios días, debido a las acciones de los dos rebeldes.165

Mientras esto pasaba en el sur, en Aguascalientes las facciones villista y zapatista tomaban el mando de la Sobe-rana Convención y nombraban, en el mes de noviembre, como presidente provisional, al general Eulalio Gutiérrez, desconociendo al Primer Jefe Venustiano Carranza.

Durante los primeros días del mes de diciembre las fuer-zas de Francisco Coss, estacionadas en la ciudad de Puebla, fueron seriamente presionadas por Argumedo, Juan An-drew Almazán y Aguilar. A la capital mexicana habían acce-dido los caudillos Villa y Zapata; los carrancistas buscaban trasladar sus tropas rumbo a la ciudad de Córdoba, en el vecino estado de Veracruz. La nación era gobernada por dos presidentes. Las fuerzas de la Convención Revolucio-naria se lanzaron contra Carranza en el centro del país y ya tenían el control de Yurécuaro, por ejemplo.

Los habitantes poblanos, según el periódico The Mexi-can Herald, veían esperanzados la llegada de un mejor es-tado de cosas en la ciudad, estaban cansados de vivir en una ciudad sitiada, donde prevalecía la escasez de artículos de primera necesidad, los altos precios y la anarquía.

165 Ídem, “Travel interrupted at various points”, 28 de octubre de 1914, p. 2.

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En el último mes del año algunos viajeros atestiguaron que la vía de Puebla a Apizaco estaba en buenas condicio-nes, pues habían utilizado una corrida regular entre Puebla y Veracruz sin sufrir molestias de cambios de tren o de ata-

En Xochimilco, 3 de diciembre de 1914: parados, de izquierda a derecha, Ignacio Ocampo, George Carothers y Amador Sala-zar; sentados, Benjamín Argumedo, Emiliano Zapata y Manuel

Palafox. Colección del Archivo Histórico de Gómez Palacio, Durango.

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ques de los zapatistas, que habían sido numerosas en toda la línea de esa ruta. 166

Argumedo entró a la ciudad de México en el mes de di-ciembre y el día 3 asistió al convivio en Xochimilco con el fin de celebrar la entrada a la capital mexicana del gobier-no nombrado por la Convención Revolucionaria de Aguas-calientes, encabezado por el general Eulalio Gutiérrez, así como al encuentro, por primera vez, de los caudillos Villa y Zapata.

En el acto el General Gutiérrez estuvo sentado en el centro, y a su lado los dos caudillos, quienes fueron aplau-didos por las dos facciones presentes: los del Ejército Liber-tador del Sur y los de la División del Norte. También estu-vieron presentes Lucio Blanco, José Isabel Robles, Felícitos Villarreal y muchos más. La fiesta se desenvolvía con gran fraternidad, los caudillos repartieron sonrisas para todos lados, más Villa que Zapata, ya que éste era muy reserva-do. La barbacoa en salsa roja, el pulque, la cerveza y las tortillas de maíz se sirvieron a raudales. Aquí dejo a don Elías L. Torres que narre lo que sucedió:

De pronto Villa distingue a Marcelo Caraveo y a Benjamín Argumedo, antiguos generales maderistas, que la ambición y error de Pascual Orozco convirtió en “colorados”, defeccionando de las filas del Presidente Mártir. Villa no tuvo más pasión política en su vida que una verdadera idolatría por Madero; que era capaz de perdonar hasta las ofensas que a él le hicieran, pero nunca a los que hubieran traicionado a aquel apóstol, le dijo a Zapata, después de la comida:

―Sería bueno, mi general, que me diera usted a esos dos colorados traidores, para ajustarles las cuen-tas que tienen pendientes—.

Zapata se excusó, diciendo:

166 Ídem, “Puebla being evacuated by Coss is report. Refugees state majority of troops have been sent towards Córdoba on military trains”, 10 de diciembre de 1914, p. 1.

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―No, mi general; los dos han sido elementos de mucha valentía en el Ejército del Sur y muy leales con-migo… Madero tuvo la culpa de lo que le hicieron… no cumplió su palabra… no hacía caso de nosotros los re-volucionarios de buena fe… en otra ocasión atenderé sus deseos, mi general…—.

―Está bien, contestó Villa… ya hablaremos después mi general—.

Los que no escaparon de la venganza de los dos caudi-llos fueron el general villista Guillermo García Aragón y el periodista Paulino Martínez, cuyas vidas fueron cegadas en uno de esos trueques mortales.167

La toma de Puebla, 1914

Días después el general Emiliano Zapata, desde la estación de San Lázaro en el Distrito Federal, se dirigió hacia Puebla con el fin de tomar las riendas del ataque a esa capital.168

Los generales Argumedo, Almazán, Aguilar y otros diri-gentes zapatistas mostraron tácticas magistrales en la toma de Puebla, pues la mayoría de los combates se hicieron por la noche. El sistema de ataque de los zapatistas consistió en lanzar grupos de 20 a 30 hombres, los que silenciosamen-te, en la oscuridad de la noche, tomaban posiciones en un lugar protegido por un barranco o un cauce, y enseguida lanzaban descargas contra los carrancistas, éstos respon-dían con artillería pesada y disparos de fusil, que hacían poco o ningún daño debido a la oscuridad y al hecho de que los zapatistas estaban detrás de un terreno elevado. Cuando el fuego carrancista disminuía, los zapatistas vol-vían a repetir su descarga.

Esto desmoralizó a los atacados, pues este proceso se

167 est, Elías L. Torres, “Trágica permuta”, 23 de junio de 1946.168 tmh, “General Zapata leaves to take Puebla command”, 10 de di-ciembre de 1914, p. 1.

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repetía constantemente sin permitir que los asediados pu-dieran descansar, por lo que decidieron cargar con todo. Esto era lo que los zapatistas esperaban, y cuando apa-recieron en avanzada, desde su posición atacaron por los flancos con gran fuerza causando todas las veces muchas bajas a los de Coss. Los zapatistas entraron a Puebla con muy pocas municiones en sus cartucheras, pero pronto se surtieron gracias a la cantidad del material de guerra abandonado. Las autoridades de la ciudad que habían sido depuestas fueron reinstaladas, prevaleciendo el orden y un espíritu de optimismo.169

Las tropas carrancistas antes de salir destruyeron el ma-terial rodante, los tanques de aceite y la vía a Panzacola. También quemaron los vehículos de transporte de mercan-cías, carros de pasajeros, el pullman Chiquita y seis loco-motoras; además, vaciaron los tanques de abastecimiento de combustible. Las pérdidas materiales se calcularon en aproximadamente dos millones de pesos.

Durante su retirada desde La Unión hacia Veracruz, a lo largo de la línea Interoceánica sufrieron fuertes bajas. De esta manera los generales Zapata, Argumedo y Almazán entraron a la ciudad con no más de cincuenta caídos.170

El ingreso de los zapatistas a la ciudad fue desde las cin-co de la mañana del día 16 de diciembre; los habitantes despertaron a causa del fuerte toque de todas las cam-panas de las iglesias de la ciudad en muestra de regocijo, recibiendo con gran algarabía y ovaciones a los generales Benjamín Argumedo, Higinio Aguilar, Juan Andrew Alma-zán y Amador Salazar, que fueron los primeros en llegar, cada uno por dirección diferente y desfilando ordenados por las calles.

En todas las iglesias hubo misa, que esa misma mañana 169 Ídem, “Arrivall tell of taking of Puebla”, 19 de diciembre de 1914, p. 2.170 Ídem, “Damage Puebla city estimate at $ 2.000,000. Column be-fore reatreat destroyed rolling stock, oil tanks, and track at Panzacola. Final stand made at Union junction. Generals Zapata, Argumedo and Almazán enter town with small losses”, 18 de diciembre de 1914, p. 1.

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se reabrieron después de haber sido cerradas por los ca-rrancistas. Uno de los primeros actos efectuados por orden directa del general Zapata fue la liberación de los presos, así como de los muchachos que estaban confinados en la Escuela Correccional. Entre los presos liberados estuvieron algunos de los llamados “científicos” y el general Mucio Martínez, ex gobernador del Estado. Estas acciones cau-saron una gran sorpresa, ya que la liberalidad de los zapa-tistas alcanzó a muchos, incluso a los que se suponía que eran enemigos de sus ideales.

Todas las simpa-tías en Puebla esta-ban con los zapatis-tas, pues al fin éstos habían llevado el orden y otorgado garantías. Poco des-pués de su llegada, el General Almazán solicitó un présta-mo a los principales hombres de la ciu-dad por 15 mil pe-sos, tan rápida fue la respuesta, que en el término de dos ho-ras se había suscrito la suma de 17 mil, que fueron entrega-dos al líder.

Como contraste de este incidente, está el hecho de que el General Coss ha-bía hecho grandes esfuerzos para con-seguir un préstamo

Partitura de la marcha dedicada a Benjamín Argumedo, 30 de marzo de

1915.

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por un millón de pesos, justo antes de salir de Puebla. Pri-mero intentó obtener esta suma con los comerciantes, pero se lo negaron rotundamente, diciendo que el estado de sus negocios era tal, que no podían contribuir. Ni las amenazas fueron capaces de persuadirlos.

Entonces los carrancistas intentaron obtener fondos del Banco Oriental de Puebla, exigiéndolos. Sus esfuerzos no tuvieron éxito en esta dirección al igual que con los comer-ciantes, y el gerente del banco se mantuvo firme en que su institución no estaba en condiciones de aportar nada. No obstante, se llevaron la suma de 160 mil pesos en efectivo del Monte de Piedad.171

La estancia del gobierno surgido en la Convención de Aguascalientes le dio a la gente lagunera un respiro, pues Villa y sus comandados se retiraron hacia el norte buscan-do enfrentar al grueso del carrancismo, representado por la fuerza que desde el Noroeste se acercaba al centro del país.

Los laguneros de Argumedo se dedicaron a reforzar los puntos conquistados en el centro del país al lado del Ge-neral Zapata. Mientras tanto, Carranza desde Veracruz ob-servaba detenidamente el paso de los guerreros norteños. Villa y Obregón estaban listos para enfrentar la batalla que daría rumbo a la conquista del poder en México.

Entre el mes de diciembre de 1914 y los primeros meses del año de 1915 los guerreros laguneros pudieron conocer sitios importantes de la capital mexicana, incluso tuvieron la oportunidad de reunirse con viejos conocidos que mili-taban como villistas y que hasta antes de la unión de Villa y Zapata habían figurado como contrarios. El 31 de marzo se escenificó un acto insólito en la capital mexicana: Argume-do escuchó la interpretación de la marcha que el composi-tor Nicolás Esquivel Ontiveros le dedicó con motivo de su onomástico (Día de San Benjamín).

Durante el mes de abril de 1915, en el estado de Tlax-cala, las fuerzas de la División de Oriente del Ejército de la 171 Ídem, p. 2.

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Convención, de la cual Argumedo era el jefe, se apodera-ron de la importante plaza de Soltepec, cercana a los lími-tes con el Estado de Hidalgo. Se buscaba impedir que los constitucionalistas enviaran por esa ruta mayores refuer-zos a sus correligionarios, que al mando del general Álvaro Obregón combatían contra la División del Norte, al mando del general Francisco Villa.172

Desgraciadamente para los convencionistas, Obregón destrozó a la División del Norte en los campos de Celaya; fue un golpe decisivo para la existencia del gobierno surgi-do de la Soberana Convención Revolucionaria que se había inaugurado en Aguascalientes. Los esfuerzos de los que reconocían la autoridad de Venustiano Carranza eran los de recuperar los terrenos perdidos, como Tezontepec, con-trolado desde hacía una mes por las fuerzas al mando del coronel Pedro V. Rodríguez Triana, jefe del Estado Mayor de Argumedo.

Con el fin de lograr ese objetivo el general A. Machuca, gobernador de Hidalgo, el día 20 intentó apoderarse del lugar. Tezontepec está sobre la línea del ferrocarril que iba desde México hasta Beristáin. Al día siguiente, la batalla se decidió en favor de los convencionistas cuando replegaron a sus contrarios hasta la estación Téllez, haciéndoles 47 pri-sioneros, y recogiéndoles armas y municiones.

Aunque los carrancistas pidieron auxilio al destacamen-to de Pachuca y se les enviaron tres trenes con refuerzos, los convencionistas les impidieron la llegada, obstruyendo la vía y tiroteándolos por los flancos. Finalmente tuvieron que desistir de su intento. Los prisioneros fueron conduci-dos a la capital mexicana, donde quedaron internos en la Penitenciaría.

Las fuerzas de Carranza que se encontraban en Ometus-co y Pachuca esperaban el momento oportuno para caer sobre su enemigo. El gobierno provisional emanado de la Convención, y encabezado por el general Roque González Garza, el día 21 de abril ignoraba todavía que Villa había 172 Ídem, “Argumedo capturó ayer Soltepec”, 17 de abril de 1915, p. 2.

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sido derrotado en los campos de Celaya, y no así los carran-cistas, que volvían por sus fueros. Al saber de la derrota villista los convencionistas trataron de tomar medidas has-ta cierto punto desesperadas, como la de enviar a Estados Unidos a los Generales Villa y Zapata, acompañados por tres personajes para que expusieran la situación real de nuestro país. ¿Buscaban el apoyo norteamericano?

El coronel Pedro V. Rodríguez Triana en 1915, (colección de Juan Francisco Pámanes Rodríguez)

Entretanto, las discusiones en el interior de la Soberana Convención se veían envueltas en una serie de alegatos re-lacionados con asuntos como derecho de huelga, duración de la jornada de trabajo, prestaciones sociales a los traba-jadores, supresión de tiendas de raya, pensiones de retiro, higiene y seguridad en las fábricas, entre otras. Y todo en un ambiente bronco, donde las alusiones personales eran

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el pan de cada día; se veía venir una escisión entre el norte y el sur (villistas-zapatistas).173

Durante los últimos días del mes de abril las noticias daban a conocer los esfuerzos del gobierno por detener a los carrancistas, que en trenes militares se acercaban a la capital mexicana. Se supo que varios jefes convencionistas volaron siete trenes militares de los adictos al señor Venus-tiano Carranza en diversos puntos, sobre la red ferroviaria que cruza desde Tula hasta Apam. Las víctimas fueron nu-merosas.

Otra batalla librada entonces fue la de Zempoala, sobre la vía férrea que va desde Pachuca hasta Ometusco. Fue un combate de importancia, en el cual las armas convencio-nistas lograron el triunfo sobre el enemigo. Las tropas que alcanzaron la victoria fueron las del General Argumedo, en combinación con las del general Domingo Arenas.174

La mañana del día 30 de mayo las tropas de Carranza atacaron a las de la Convención que se encontraban en Sa-linas, desalojándolas de sus posiciones y haciéndolas re-plegarse hasta el cerro de San Ignacio. El coronel Rodríguez Triana, que tuvo oportunamente noticias del hecho, orde-nó que el coronel Ramón T. Marroquín con sus tropas fuera en auxilio del Coronel Cruz. Igualmente pidió refuerzos al Coronel Córdoba, que con los suyos se encontraba en un punto cercano, reorganizándose con los mejores hombres con que contaba.

Rodríguez Triana dispuso que sus soldados en cadena de tiradores avanzaran resueltamente. Los carrancistas estaban posesionados de una gran extensión de terreno y apoyaban su cabeza en la presa de la hacienda de Te-zontepec. El ataque de los convencionistas fue formidable y los contrarios no pudieron resistirlo, viéndose obligados 173 Ídem, “En Tezontepec salió victorioso el General Argumedo”, “Se reanudaron las sesiones de la Convención”, “No se decide aún la lucha en Celaya, Guanajuato”, 22 de abril de 1915, pp. 1 y 2.174 Ídem, “Han entrado en actividad las tropas del sur. En las oficinas del presidente se informa a la prensa que volaron siete trenes militares. Un triunfo del General Argumedo”, 27 de abril de 1915, p. 1.

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a buscar la salvación en la huida, puesto que habían sido derrotados por completo. Ciento cincuenta hombres que-daron en poder de las fuerzas de la Convención.

Los Generales Rodríguez Triana y Jesús Sifuentes em-prendieron la persecución hasta Salinas, donde se les dio alcance, venciéndolos de nuevo. El informe de Rodríguez Triana dice:

Tengo la honra de poner en el superior conocimien-to de Ud. que el día de ayer, a las 9:30 a.m., tuve co-nocimiento por un correo de que el enemigo había atacado la hacienda de Salinas, donde estaba de des-tacamento el Coronel Vicente Cruz y los Capitanes pri-meros Gregorio Bedoya y Bernardino López; en vista de lo ocurrido, ordené que el Coronel R. Marroquín fuera en su auxilio, quien se encontraba de avanzada en la Hacienda de Guadalupe; pocos momentos después, por soldados que llegaron dispersos de la Hacienda de Salinas, supe (que) los habían desalojado de sus posi-ciones, haciéndolos replegarse con escaso número de sus fuerzas hasta el Cerro de San Bernardo; en vista de ello, inmediatamente mandé se reconcentraran todas las fuerzas y poniéndolas en línea de tiradores listas para el caso de que atacaran y ordené al coronel Do-lores Sifuentes que con una ametralladora sostenida por el Tercer Escuadrón, al mando del Capitán Primero Pablo Huitrón; pero previendo fuéramos desalojados del lugar, ordené que las ametralladoras y gente desar-mada avanzaran sobre la vía hasta el crucero.

Reorganizándome con el mejor elemento de que disponía, ordené a los jefes Jesús Sifuentes, Dolores Si-fuentes, Ramón T. Marroquín y demás oficiales, siendo los capitanes primeros Huitrón, (¿Antonio?) Argumedo, Rodríguez Ledezma, Mayor Ismael Sifuentes y oficiales, clases y tropa, poniéndome al frente de dichas fuerzas ordené se diera una carga de caballería a la infantería enemiga que ya había avanzado hasta el tanque de San

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Ignacio, comenzando la refriega con huestes enemigas, empezó la lucha que fue cuerpo a cuerpo, dando por resultado que nuestra caballería envolvió a la infantería enemiga, derrotándola completamente y capturándole más de 145 prisioneros, los cuales di orden que fueran fusilados y cuanto más prisionero se hiciera en el com-bate, ordenándoles después a los CC. coroneles Dolo-res Sifuentes y Ramón T. Marroquín, a oficiales y tropa, se replegaran a Tezontepec y San Ignacio, siguiendo yo personalmente la persecución en compañía del general Jesús Sifuentes y diez más entre oficiales y tropa has-ta la Hacienda de Salinas, donde dimos último alcance a la infantería enemiga, haciéndoles diez prisioneros, los cuales fusilé inmediatamente. A mi regreso encon-tré que posesiones nuestras habían sido desalojadas y ocupadas por fuerzas enemigas que habían llegado de auxilio por el rumbo de Téllez, ocupando el pueblo y Cerro de San Ignacio, donde tenían ya emplazadas dos ametralladoras, haciendo fuego sobre fuerzas nues-tras y tren explorador al mando del general Federico Córdova, quien desde la 1:30 p.m. venía en mi auxilio, según su mensaje que desde temprano le había puesto a Ud. que el mencionado compañero con su gente se portó muy bien en dicha refriega durante seis horas de recio combate.

Volviendo a lo anterior, he de manifestarle a Ud., mi General, que una vez que regresé de la Hacienda de Salinas, púdeme poner de acuerdo con compañeros que estaban en el Cerro de San Bernardo, estando ahí el teniente coronel José Montiel, y puesto de acuer-do con los jefes Dolores Sifuentes, Ramón Marroquín y jefes de la Brigada Flores Alatorre, todos con caba-llería, una vez de acuerdo con 30 hombres del general Jesús Sifuentes avancé resueltamente sobre caballería enemiga, que estaba posesionada de la vía a una legua de Tezontepec, en número aproximado de quinientos, protegidos por sostén que tenían en el Cerro de San

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Ignacio y emplazadas dos ametralladoras; siguiéndo-me los jefes antes mencionados por la vía y que se en-contraban a dos leguas protegiendo al tren explorador, una vez reunidos, ordené se diera una segunda carga de caballería que nos dio el mejor éxito, aunque los enemigos hicieron prodigiosos esfuerzos por sostener sus posiciones, llegando hasta diez metros de ellos, dando por resultado que de allí se escapó el enemigo como pudo, dispersándose por distintas direcciones, capturándoseles más de 50 prisioneros, de los cuales 20 fueron fusilados, siendo la mayoría de éstos jefes y oficiales, terminando la refriega hasta las 6:30 de la tarde. Habiendo traído después el Mayor Gallardo y otros oficiales a 35 prisioneros y otros que fueron con-ducidos por oficiales de esta División, resultando un número de 82 prisioneros que mandé a la Estación de Tizayuca al cuidado del C. mayor Ismael Sifuentes y una escolta, los mismos que por tren de hoy remito a Ud. para lo que a bien tenga que ordenar, entregando el mismo Mayor lista de ellos, advirtiéndole a Ud. que la mayoría de éstos fueron aprehendidos haciendo fuego y los otros se rindieron entregando sus armas y par-que. Como se avecinaba la noche, ordené se reuniera toda la caballería y por precaución nos retiramos hasta el crucero, lo mismo que el tren conduciendo infante-ría; una vez estando allí, ordené que toda la gente se pusiera en línea de tiradores, contando con la gente de Flores Alatorre, y el tren ordené se retirara a Tizayuca conduciendo los heridos. Volviendo a lo anterior, digo a Ud. que el enemigo sufrió una de las mayores pérdi-das, saliendo completamente derrotado, no obstante habernos atacado en número de 3,000 hombres poco más o menos, perdiendo en la refriega a sus mejores jefes y soldados, quedando en nuestro poder el arma-mento y municiones, las cuales fueron a la vez gastadas en el combate que duró nueve horas y media, dándose el caso de haber peleado cuerpo a cuerpo.

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Ya daré a Ud. más detalles. Ordené se levantara hoy el campo y dar sepultura a nuestros descarriados her-manos los contrarios. Los nuestros fueron hoy sepulta-dos en el panteón de este pueblo.

Permítome, mi General, a nombre de generales, je-fes, oficiales, clases y soldados, que tomaron parte en tan gloriosa jornada, felicitarlo por este nuevo hecho de armas en contra de los desafectos a nuestra sagra-da causa, mandando a Ud. nota por separado de jefes, oficiales y tropa que más se distinguieron. Yo remitiré a Ud. el armamento que nos sobre.

Lo que tengo el honor, mi General, de comunicar a Ud. para su superior conocimiento y fines consiguien-tes.Protesto a Ud., mi General, una vez más, mi subordina-ción y respeto.Reforma, Libertad, Justicia y Ley.Tezontepec, el 31 de mayo de 1915.El Coronel Jefe de E(stado) M(ayor) de la División de Oriente.Pedro V. Rodríguez Triana.175

Los ochenta prisioneros llegaron a la ciudad de México

el 1 de junio y fueron conducidos en un tren especial bajo la custodia de los mayores Antonio del Bosque y Manuel Sifuentes; la mayoría de ellos eran muchachos de entre 15 y 18 años de edad que habían sido reclutados por la fuerza en Teziutlán y otras poblaciones del estado de Puebla; de-clararon que ya no deseaban seguir en la lucha, sino regre-sar a sus hogares, donde los esperaban sus familias.

175 Ídem, “Están en México 80 prisioneros carrancistas. Los capturaron las tropas de Argumedo”, 2 de junio de 1915, pp. 1 y 2.

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Empieza el declive

Pero ya el fin se veía venir, los convencionistas poco a poco se replegaban para defender la capital mexicana, y el mes de junio fue testigo de combates en Chapingo y Texcoco, donde los comandados por el general Francisco Coss los derrotaban. El periódico El Demócrata, carrancista de pura cepa, el que a todos los que se opusieran al mando de Ca-rranza les daba el mote de “reaccionarios”, informó que a éstos le habían hecho 440 muertos y ellos sólo habían sufrido 20 bajas y 10 heridos. Tenían como jefe de la Ofici-na de Información a M. Garrido Alfaro, quien publicó que “los Generales Machuca y Agustín Millán batieron a los zapatistas que se posesionaron de las Lomas de Barrien-tos”, y agregaba que Roque González Garza (presidente del gobierno de la Convención) “mandaba en persona a los reaccionarios que resistieron en dicho lugar el avance de nuestros leales”.176

El día 21 de junio ya se encontraban asediando los alre-dedores de la capital mexicana, la presencia de las fuerzas de los generales Francisco de P. Mariel en Otumba, Pablo González, quien figuraba como general en jefe, en San Juan Teotihuacan y del General Millán en las Lomas de Santa Fe, confirman lo aquí expresado.177

En esos momentos los miembros de la Soberana Con-vención pasaban por una severa crisis de unidad. Francisco Lagos Cházaro, en estos dramáticos instantes, asumió la presidencia ―se dijo― del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos Mexicanos. A la capital eran trasladados los heridos que los carrancistas les hacían, para ese fin se utilizaban las ambulancias de la Cruz Roja.178

176 ede, “Mandan a los zapatistas que defienden Los Reyes, Argumedo y A. Almazán”, “Las fuerzas de los Generales Machuca y Millán batieron a los zapatistas que se posesionaron de las Lomas de Barrientos”, 22 de junio de 1915, p. 1.177 Ídem, “De última hora”, 22 de junio de 1915, p. 1.178 tmh, “De Santa Clara se trajeron heridos. Procedían de los combates entablados en el sector de Cerro Gordo”, 27 de junio de 1915, p. 2.

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El 29 y 30 de junio se escenificaron varios combates en cerro Gordo, cerro de Chiconautla, Texcoco y cerro de Te-patitlán. Las tropas de la Convención estaban al mando del general Jesús Sifuentes; Argumedo se encontraba delicado de salud, pero viajaba constantemente a los lugares donde se encontraban sus soldados, quienes provocaban a los ca-rrancistas para que entraran en combate.179

El sector del Gran Canal fue el escogido por las fuerzas carrancistas para tomar la capital, por considerar que ese era el punto más débil, por lo que concentraron allí un re-gular número de hombres de las tres armas, principiando el ataque con gran rudeza desde cerca del mediodía del 4 de julio.

Los defensores del sector, general Jesús Sifuentes y co-ronel Pedro V. Rodríguez Triana, opusieron una tenaz resis-tencia, y hasta una hora avanzada de la tarde habían tenido a raya a las fuerzas asaltantes, sin permitirles que lograran su intento.

El general Rafael Eguía Liz, que comandaba el sector de Cerro Gordo, marchó desde este lugar para auxiliar a los defensores de la capital. Entonces el sector norte tenía su cuartel general en Lechería y estaba al mando del gene-ral Roque González Garza y no presentaba mayor proble-ma.180

Pero el día 9, poco después de las 11 de la mañana, los capitalinos fueron presas del pánico, muchos lugareños de la Villa de Guadalupe se apresuraron a resguardarse, las noticias de que Cerro Gordo había sido tomado por los ca-rrancistas (desastre que se achacaba a las brigadas de Lá-zaro Alanís, Agustín Cázares y algunas del general Antonio Barona Rojas que desprotegieron el flanco izquierdo), los tenían muy alarmados, veían venir un rudo enfrentamien-to, los movimientos de tropa y cañones así lo confirmaban.

179 Ídem, “Rudos combates hubo el martes y miércoles”, 1 de julio de 1915, p. 2.180 Ídem, “Atacaron por el Gran Canal los carrancistas”, lunes 5 de julio de 1915, p. 1.

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Y efectivamente, el ataque carrancista se dio por ahí.La División Argumedo sostuvo el repliegue de muchos,

salvando con esto toda la artillería convencionista y aún más, destruyó algunos parapetos para que el contrario no los pudiera utilizar. Los convencionistas tomaron posicio-nes en los bordos del Río del Consulado hasta el canal de Derivación; otros cubrían los flancos del enemigo, tanto por el rumbo de la hacienda de Aragón como por Azaca-potzalco. Era inminente la entrada de los carrancistas a la ciudad. A las dos de la tarde Peralvillo sufría los primeros cañonazos.181

Triunfantes, Carranza y los suyos, se dedicaron a fortale-cer su presencia ante la población mexicana. Villa, huyen-do en el norte, Zapata en los montes del Sur, el único grupo importante organizado en pie de lucha era el Argumedo, que seguía apoyando, ahora desde Toluca, a las sesiones de la Soberana Convención Revolucionaria, que día tras día se desmoronaba. El veracruzano Francisco Lágos Chá-zaro había recibido la presidencia el 10 de junio de 1915, pero no pudo sostenerse, dado el distanciamiento que se produjo entre los principales jefes revolucionarios, y por acuerdo mayoritario trasladó su sede a la ciudad de Toluca, capital del Estado de México. Fue presidente hasta el 10 de octubre de 1915.182

Mientras tanto, los zapatistas de Morelos, desde el cerro del Ajusco, atacaban Xochimilco, que se encontraba res-guardado por el General Cepeda. Al decir de la Oficina de Información estas dos tentativas fracasaron y sufrieron 87 bajas. En Los Reyes estaban escasos de parque y la prensa carrancista difundió una nota en la que según declaracio-nes de algunos prisioneros capturados el 16 de septiembre, “el General Argumedo resultó herido en un carrillo (cache-te) por un proyectil”. Dijo que los testigos habían visto al jefe aludido cuando se retiraba de la línea de fuego con el

181 ec, segunda edición extra, “El enemigo no avanzará”, 9 de julio de 1915, p. 1.182 “Francisco Lagos Cházaro” en: http://es.wikipedia.org/

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rostro bañado en sangre.183

Argumedo y Juan Andrew Almazán atacaron Los Reyes con seis mil hombres, el lugar estaba defendido por el ge-neral Heriberto Jara, según informó a Pablo González jefe del Cuerpo del Ejército de Oriente. Cuajimalpa se encon-traba custodiada por el general Rafael de la Torre. En todos los casos los convencionistas fueron rechazados.184

Además de la angustia por los combates y la falta de alimentos, la sociedad civil sufrió los efectos de la epide-mia de tifo que sentó sus reales en casi todo el centro del país. Ese año, en Atizapán murieron muchas personas, lo que obligó a las autoridades municipales a sepultarlas en cuevas.185 En León, Guanajuato, desde octubre de 1915 y hasta el mes de marzo de 1917, gran cantidad de poblado-res fallecieron a causa de la persistente epidemia de tifo y la hambruna.186

El gobierno provisional al mando de Venustiano Ca-rranza obtuvo permiso del gobierno norteamericano, por medio del agente confidencial avecindado en Washington, licenciado Eliseo Arredondo, para que fuerzas armadas mexicanas utilizaran territorio estadounidense para llegar hasta Agua Prieta, Sonora, con el fin de combatir a sus ene-migos, los villistas.187

Pero era importante para el gobierno de Carranza sem-brar el desánimo y descrédito entre los seguidores del go-bierno de la Convención. Era preciso dar a entender que sus principales jefes habían desaparecido, por eso los in-fundios acerca del fin de Argumedo. Según las notas, el 183 tmh, “Desde el día 15 hubo combates cerca de México”, 17 de sep-tiembre de 1915, p. 5.184 ede, “Los combates en los alrededores de la plaza, contra los zapa-tistas, continúan hoy con energía. Los exfederales Argumedo y Andrew Almazán, son los que mandan a las bandas enemigas”, 17 de septiem-bre de 1915, pp. 1 y 2.185 “Atizapán de Zaragoza”, en www.metroscubicos.com/186 “León, Guanajuato” en: http://members.tripod.com/187 ede, “Se arregla el paso de nuestras fuerzas por territorio norteame-ricano, para ir a Sonora”, 19 de octubre de 1915, p. 7.

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general lagunero había fallecido por un balazo en la frente cuando eran perseguido al salir de Toluca, donde para faci-litar la huida de los demás jefes, destruyó la comunicación por telégrafo y atacó a las fuerzas bajo el mando del gene-ral Irineo Rauda, quien capturó 86 hombres y mandó fusi-lar a 200, rescató dos cañones de 80 mm y muchas armas. La persecución se extendió hasta Ixmiquilpan y Polotitlán.

En su informe, el general Irineo Rauda aseguró que los combatió en Encinillas el día 15 y el 16, en compañía de las fuerzas del general Juan Espinosa y Córdova.

Dicho informe desde Polotitlán concluyó así:

El enemigo va mandado por el llamado “General Argumedo”, escoltando a la tristemente célebre “So-berana Convención”, y aunque en un número muy su-perior, dicho enemigo huye en precipitada fuga y sus partidarios desertan desmoralizados. Se les hicieron dos prisioneros de tropa, y dos “capitanes primeros”, así como 120 muertos, entre los que se encuentran un “general”, dos “coroneles” y un “mayor”, recogiéndo-les dos cañones de grueso calibre; ciento sesenta y tres carabinas, monturas, caballos, archivos y gran cantidad de dinero “convencionista”.188

La primera página de El Demócrata publicó una lista de varios zapatistas y convencionistas que se estaban acogien-do a la amnistía ofrecida por el jefe Carranza, entre ellos destacó el periodista Heriberto Frías, director del periódico La Convención. Se le juzgó en consejo de guerra y ahí decla-ró que “había estado en el bando contrario, por un lamen-table error”. Frías fue el autor de la novela Tomóchic.

Él desertó de las fuerzas de la Convención cuando se encontraba en Ixmiquilpan, punto del que pudo escapar, dijo, “del machete de Argumedo”, que según su declara-ción, custodiaba por la retaguardia al personal de la Con-188 Ídem, “Se tienen noticias de que Lagos Cházaro ha muerto en com-bate”, edición extra, 19 de octubre de 1915, p. 7.

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vención, para que no fueran a acogerse a la amnistía, por lo que había fusilado a varias personas. Expresó también que cuando Argumedo ocupaba el monte de las Cruces, entre México y Toluca, mataba sin compasión a los que se sospechaba buscaban amnistiarse. Dijo también, que ciego como se encontraba, no podía ir por ningún camino sin ex-ponerse a peligros: pero que una vez que en Taxquillo pudo burlar a las tropas de Argumedo, tomó para Ixmiquilpan, en donde le fue concedida la amnistía por el general (Ra-fael) de la Torre.189 Seguramente mucho de lo que expresó fue con el fin de salvar su vida, pero el jurado lo condenó a muerte y sólo la intervención de un amigo pudo salvarlo.

En 1920 después del asesinato de Carranza, el general Álvaro Obregón lo envió al consulado de Cádiz. En ese mo-mento Heriberto Frías padecía una ceguera casi total, por lo que él le dictaba a su esposa sus escritos. De esta mane-ra se escribió ¿Águila o sol?, así como el inicio de El diluvio mexicano, novela inédita e inconclusa en donde Frías hace una fuerte crítica del carrancismo.190

Al encuentro con el destino

En el mes de noviembre de 1915 las huestes de Argumedo vagaban por el sur y este del Estado de San Luis Potosí. Diezmado su ejército y con escaso parque, buscaba salir hacia el norte; cabalgaba en la vanguardia con 500 hom-bres, por ser los mejor dotados de parque con la misión de abrir paso; el resto de la gente llamada Ejército Conven-cionista iba en la retaguiardia. Logró apoderarse de varias poblaciones pequeñas y mal guarnicionadas, pero fueron atacados en Tablas y huyeron hacia Ciudad del Maíz donde las tropas de los coroneles Rogelio Cepeda, Félix González,

189 Ídem, “El periodista Heriberto Frías, que era director del diario ene-migo La Convención, fue juzgado ayer en Consejo de Guerra”, 9 de no-viembre de 1915, p. 1. 190 “Heriberto Frías”, en www.kokone.com.

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Fernando Rodríguez y tenientes coroneles Ismael Galán, M. Z. Martínez, Melchor Dávila y Jesús Soto, todos perte-necientes a la Brigada Maclovio Herrera a las órdenes del general Vicente Dávila, gobernador y comandante militar del Estado, los desalojaron de San Bartolo, Río Verde, Cár-denas y Ciudad del Maíz. En estos lugares sufrieron muchas bajas entre muertos, prisioneros y dispersos. La prensa no dejaba de machacar la mente de la sociedad afirmando que se trataba de “Las chusmas del traidor y reaccionario Benjamín Argumedo.191 Al General Zapata lo llamaban El Atila del Sur, tal y como la prensa en tiempos de Madero lo hacía.

En sus correrías se internaron en la huasteca, donde para vivir saqueaban pequeñas poblaciones. La comandan-cia militar y jefatura de armas de San Luis Potosí con la bri-gada al mando del general Herminio Álvarez, los persiguie-ron cerca de la línea que une al Estado de San Luis Potosí con Tamaulipas, poco después de que asaltaron un tren; ahí trabaron un reñido combate donde los argumedistas sufrieron muchas bajas, abandonando elementos de gue-rra; después de perseguirlos se logró hacerles prisioneros, que fueron fusilados horas después.

Muchos de los que pudieron escapar enviaron un re-presentante de paz que expresó su deseo de rendirse sin condición; se les consideró amparados por la amnistía de-cretada. Entre los amnistiados se encontraba el periodista Herrera y Cairo, que fue director del periódico convencio-nista Regeneración, el cual llegó a editarse en la capital po-tosina.192

A mediados del mes de noviembre de 1915 Argume-do se encontraba operando en la región potosina de Río Verde. En ese momento El Demócrata afirmaba que había 191 ede, “Los restos desmoralizados y mal armados del titulado ‛Ejérci-to Convencionista’ sufren los últimos descalabros. Argumedo con 500 villistas va abriéndose paso para el norte, siempre perseguido y casti-gado por los leales”, 11 de noviembre de 1915, p. 6.192 Ídem, “Los argumedistas fueron batidos con toda energía, cerca de San Luis Potosí”, 16 de noviembre de 1915, p. 1.

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propuesto rendirse ante el gobierno del Estado, pues

ha comprendido que le es imposible seguir por más tiempo en su loca aventura. Su gente está completa-mente desmoralizada y desprovista de armas y pertre-chos. El gobierno potosino le ha hecho saber que sólo le aceptaría la rendición incondicional, pues no tiene facultades para aceptar otra cosa y será el Primer Jefe quien determine lo conducente.

Desde el día 8 de ese mes con el fin de amnistiarse en Cerritos, se habían presentado ante el coronel Melchor Dávila los siguientes jefes y oficiales: coroneles Román Peregrino y Gonzalo A. de Aguilera, mayores Eduardo A. Martínez y Felipe Cerda; capitanes primeros Ignacio Cotés, Alfredo Martínez y Jorge Cerdeña; capitanes segundos An-tonio García Gutiérrez y Jenaro Díaz, tres subtenientes y varios individuos de tropa. A todos se les extendió pasa-porte para que pudieran regresar al seno de sus hogares.193 Al finalizar ese mes la lista de amnistiados aumentó consi-derablemente con la rendición de los generales G. Aviña, Andrés Pérez, Miguel Navarro, Rodolfo Pacheco, Leyva, Gil Sierra, Manuel Martínez, Prado y Luis G. Caloca, coroneles Roberto Serrano, José Matute y Manuel Soto India; tenien-te coronel Santiago González; un jefe de artillería con 57 efectivos que entregaron dos cañones y 300 granadas.

Al terminar el mes de noviembre Argumedo había su-frido derrotas los días 28 y 29 en un poblado del desierto zacatecano, el desastre del valiente guerrero de La Laguna fue en La Gruñidora de ese Estado. Ahí la fuerza coman-dada por Francisco Murguía lo despedazó; muchos de sus seguidores tomaron el rumbo que pudieron o que les con-venía. Unos llegaron hasta Saltillo, según testimonió Rafael Cepeda, entre ellos figuraban apellidos como Argumedo (¿sería su hermano Antonio?), Bonilla, Rodríguez, Peralta, 193 Ídem, “El infidente Benjamín Argumedo se dirige al gobierno para formalizar su rendición”, 19 y 20 de noviembre de 1915, p. 1.

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Vega, Guerra, Escuaza, Santos Coy, Nieto e Ibarra. En el lis-tado que entregó Cepeda también aparecen datos genera-les donde se afirma que en ese grupo iban varios tenientes coroneles, 14 mayores, 25 capitanes, 17 capitanes segun-dos, 17 tenientes, 17 subtenientes y 15 civiles, estos últi-mos pertenecientes al gabinete del presidente Lagos Chá-zaro.194 Le faltaron a Cepeda los nombres de los generales Manuel y Joaquín del Valle, 15 oficiales y 300 soldados que en Arteaga, Coahuila, solicitaron ser amnistiados, y que acompañaban a Benjamín Argumedo y se dispersaron des-pués de la batalla en La Gruñidora. Ellos afirmaron que con la derrota sufrida y la muerte de su hija, ocurrida durante el combate, se encontraba profundamente desmoralizado y suponían que trataba de llegar a la frontera con intencio-nes de pasar al territorio norteamericano.

Argumedo enfermo, desconsolado y solitario, al que si acaso acompañaban pocos de sus hombres, entre ellos los laguneros que habían sobrevivido tantas batallas, buscó llegar a su tierra, la que cobijó a muchas de sus acciones de guerra en el periodo 1910-1914. 195

Las declaraciones que hizo al tribunal militar que lo juz-gó fueron en el sentido de que después de la derrota en La Gruñidora se dirigió a Santa Clara, en donde comenzó a sentirse enfermo, motivo por el cual dejó el mando efecti-vo de sus fuerzas en favor del general Canuto Reyes, pero encabezados por el argumedista Espiridión Rodríguez. Los combates del mes de enero de 1916 en Pasaje, Gómez Pa-lacio, Lerdo y Avilés fueron hechos por grupos de villistas y argumedistas al mando del General Reyes.196 A todos ellos los unía ser luchadores por la posesión de la tierra y haber pertenecido a las fuerzas que defendieron a los gobiernos surgidos de la Soberana Convención Revolucionaria.

194 Ídem, “Se rindieron al general Dávila, 8 generales con 5,000 hom-bres”, 2 de diciembre de 1915, p.1, 6.195 Ídem, “Argumedo trata ahora de pasar línea divisoria”, 21 de diciem-bre de 1915, p. 1.196 Martínez Guzmán: 2001:33-46.

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Dijo el General Argumedo que debido a su enfermedad no fue él quien dirigió el ataque a los carrancistas que res-guardaban Pasaje y todo el tiempo del combate lo pasó en un rancho por el rumbo de Cuencamé y muy cerca de la lí-nea de fuego, en ese lugar fue acompañado solamente por su asistente. De Pasaje se dirigió a Avilés (hoy Ciudad Juárez , Durango) donde buscaba remedio a su enfermedad “se quedó pastiado”, dijo, y ya no se dio cuenta de las acciones que sus hombres, unidos a los villistas, realizaron.197

Después del intento para tomar las ciudades de Lerdo y Gómez Palacio, el gobierno de Carranza inició la perse-cución de los rebeldes; para ello se dio la orden a los jefes carrancistas Heliodoro T. Pérez, Pablo González y Eduardo Hernández para que acometieran la misión de capturarlo. Hernández se situó en las poblaciones zacatecanas de Rió Grande y Nieves, mientras Heliodoro Pérez y Pablo Gonzá-lez, valiéndose del ferrocarril, se encontraban cerca de To-rreón, dispuestos a cerrar la pinza que atraparía al valiente general lagunero.198

Existen varias versiones acerca de las causas de su enfer-medad: por lo regular se afirma que padeció de “los fríos”, y hay quien hasta asegura que era paludismo contraído en sus correrías por el sur. De acuerdo con las condiciones del país, pudo haber sido víctima de la epidemia de tifo que en 1915 azotó a gran parte del centro de la República, lugar donde estuvo después de salir de Toluca.

197 Ídem.198 Torres Elías L., “La muerte de Argumedo”, en Relatos e historias en México, revista, año II, número 19, pp. 62-66, marzo del 2010.

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Fuerzas Auxiliares de Coahuila al m

ando del teniente coronel Pablo González en la estación de Picar-

días, Durango, (circa 1916), colección del autor

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Los síntomas de esa enfermedad son fiebre, dolor de ca-beza intenso, escalofríos, dolores musculares y articulares, malestar general, inquietud, nauseas y vómitos ocasiona-les.199 Hasta un periódico norteamericano propaló la ver-sión de que había muerto por envenenamiento de la san-gre, causado por una herida recibida en El Pasaje.200 Tantas conjeturas se habían hecho durante muchos años acerca de su destino, que también en esa ocasión surgieron du-das, por eso Regeneración de los Flores Magón, publicó:

¿Que la pluma no mata? Ahí está Benjamín Argu-medo, muerto veinte veces a plumazos carrancistas. No hay periódico carrancista que deje de publicar la muerte de Argumedo, ya en combate, ya en su cama, ora ahorcado, ora fusilado. Pero Argumedo está vivo. Como los gatos, Argumedo debe tener siete vidas.201

Con su enfermedad a cuestas llegó junto con el coronel Ramón T. Marroquín y su asistente a un refugio en la sierra cercana al poblado San José de los Reyes, en el Estado de Durango. De ahí procedían muchos de sus seguidores.

San José de los Reyes está situado como a 10 kilómetros de Santa Clara, Durango. Escogió para rehabilitarse una pe-queña cueva. Un corrido dice que se llama “La cueva del gallo”, en la sierra llamada Picachos, donde en su falda se encontraba el sitio conocido como El Paraíso, “porque Dios así lo hizo”, cantan los cardencheros.

Es un lugar de los pocos que por ahí existen donde se puede hallar agua y verdor debido a los escurrimientos de la sierra y por la presencia de manantiales, lo que permite se formen grandes charcas; recurro al corrido cuando los juglares populares entonan:

199 “Síntomas de tifo”, http://salud.edomex.gob.mx.200 td,“Por envenenamiento de la sangre murió un general”, New Lon-don Connectticut, USA, 31 de enero de 1916.201 r, Semanal revolucionario, “Notas al vuelo”, Los Ángeles, California, USA, sábado 12 de febrero de 1916, p.2

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Donde se encuentra Argumedo (se repite)tenía el camino andado donde se encontraba enfermo (se repite) a orillas de una lagunayendo a bañar su caballo.

Benjamín Argumedo dos días antes de ser fusilado en la ciu-dad de Durango, colección del Museo Juarista de

Congregación Hidalgo, Coahuila

La anterior foto, tomada al General en estado de conva-lecencia lo presenta físicamente disminuido.

También el coronel Ramón T. Marroquín fue llamado para declarar en el juicio que se le siguió, su testimonio afirma que el arribo a Santa Clara fue después de los com-bates en Torreón y Gómez Palacio; veamos:

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Llegando después de los combates de Torreón y Gó-mez Palacio al pueblo de Santa Clara, dio el mando de las fuerzas al general Canuto Reyes, agravándose más, al grado que los médicos que lo atendían no solamente no quisieron ya curarlo, sino que, llamando a todos los jefes que a sus órdenes militaban, les dijeron que el General Argumedo no podía salvarse, pues que antes de cinco días dejaría de existir. En vista de esto, todos los jefes con mando de fuerzas desaparecieron de su lado; entonces, el de la voz, en compañía del General Argumedo, se dirigieron a un lugar de la sierra llamado “El Paraíso”, lugar cerca a San José de Reyes, municipio de Simón Bolívar, Durango y Morteros, Zacatecas, y es-perar ahí el día que expirara, pero como se encargara de su curación un individuo que se decía doctor, para el que habla desconocido, logró aliviarlo relativamen-te, y como pasados los días se sentía mejor, le suplicó al que habla lo llevara a dar un paseíto en el sol, a lo cual accedió, sentándose los dos a la orilla de un ojo de agua donde momentos después se presentó el mayor Adrián Martínez, quién les intimó la rendición… con-duciéndolos a ésta (Durango) en calidad de prisione-ros.202

La tradición oral, por medio de los corridos, nos dicen que la captura del General Argumedo se realizó el mes de enero de 1916. Se hizo público el evento hasta el inicio del siguiente mes, pues el 1 de febrero El Demócrata publicó la nota enviada por el general Juan Barragán donde da razón del hecho y en ella se observa que, contra lo que afirmó el coronel Ramón T. Marroquín, el lagunero fue capturado acompañado por tres generales y armas. ¿A quién creerle? He aquí el telegrama enviado por el general Juan Barra-gán:

202 Martínez Guzmán, 2001: 47-51.

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Con satisfacción comunico a usted que acaba de dar parte el general de división Francisco Murguía al C. Pri-mer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, de haber sido aprehendi-do en el Estado de Durango, el exgeneral Benjamín Ar-gumedo, con tres “generales” más de la llamada “Divi-sión Argumedo”, capturándosele también gente que lo acompañaba y tres ametralladoras. Salúdolo afectuo-samente. El Jefe del Estado Mayor del C. Primer Jefe, coronel Juan Barragán.203

Después de ser capturado en El Paraíso, el General Ar-gumedo fue llevado en un carromato hasta Sombrerete, Zacatecas, después de haber pasado por San Miguel del Mezquital (hoy Miguel Auza, Zacatecas). Desde la capital duranguense, y utilizando el ferrocarril que iba al mineral de Sombrerete, una escolta federal acudió hasta la esta-ción Lo de Mena, distante unos cuantos kilómetros del di-cho mineral, para conducirlo hasta la capital duranguense, lugar donde se le juzgaría. El tribunal militar encargado de hacerlo estuvo formado por: como presidente el general de brigada Pablo González; secretario, capitán Antonio Ro-mero; juez instructor, general Humberto Barrios; secretario del juez, capitán Hilario Domínguez Millán; asesor, licencia-do Pérez Treviño; agente del Ministerio Público, teniente coronel Manuel Soto Larrea.204

En la obra publicada por el historiador duranguense Ga-bino Martínez Guzmán se pueden leer las declaraciones que rindió al tribunal militar que lo juzgó; ahí Benjamín hizo algunas afirmaciones que ayudan a comprender el porqué de su actitud en cada una de las etapas de la lucha armada en que participó.

Cuando se le preguntó ¿por qué se levantó contra Ma-dero?, contestó: “por haber tenido conocimiento de que

203 ede, “Benjamín Argumedo, con tres de sus generales fue aprehendi-do en Durango”, 2 de febrero de 1916, p. 1.204 Martínez Guzmán, 2001:51.

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ya Madero no sostenía los mismos ideales en favor de las clases pobres, sino que ya defendía y sostenía los procedi-mientos de Don Porfirio”.

Y es que Madero no aseguró a los agraristas la pose-sión de las tierras y aguas que les fueron esquilmadas tal y como lo prometió el texto del Plan de San Luis.

Preguntado acerca de por qué siguió levantado en armas cuando ya parecía que los constitucionalistas habían con-trolado la mayor parte del país, Argumedo respondió que después de la derrota del huertismo pensó en deponer las armas y retirarse a trabajar en la agricultura, y que con tal motivo pretendió obtener del Primer Jefe que se respetara su vida y se le dieran garantías, pero que el General Velas-co, a las órdenes de quien él estaba, le manifestó que ha-bía una disposición del referido Primer Jefe, en virtud de la cual los irregulares no tenían garantías, motivo por el que decidió seguir con las armas en la mano, en tanto le fue-ra posible acogerse a alguna persona que gestionara que se le otorgaran garantías, llevando bajo sus órdenes como 150 hombres y permaneciendo inactivo en San Juan Teo-quistla, cerca de Puebla, por espacio de aproximadamente un mes sin pelear en favor o en contra de algún partido, y habiendo sido invitado por Zapata para que se uniera a sus fuerzas, en la creencia de que el Plan de Ayala perseguía los mismos ideales en favor de la clase pobre, ya que él siempre creyó pelear por esos ideales, por lo que tuvo por conveniente aceptar la invitación que se le hacía y se unió a Zapata. Dijo tener en su cuerpo tres heridas, de las que una fue cuando combatió como soldado del señor Madero, y las otras dos, en los diversos combates llevados a cabo en contra de los carrancistas.

Afirmó también que con Zapata militó poco más de un año y que como los soldados de éste y los suyos no se veían del todo bien, decidió separarse, cosa que efectúo después del combate de Jalapa, en el Estado de México, y regresó a la región de La Laguna ya como jefe de la guarnición que lo adoptó como tal, siendo su ánimo el de venir a operar en

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los lugares que le eran conocidos, o el de obtener que se le amnistiara y se le dieran garantías.205

Fue un juicio en el que Argumedo nunca esperó que se le perdonara la vida. Sus desencuentros con Venustiano Ca-rranza lo evitaban. Al general Juan Gualberto Amaya, quien perteneció a la fuerzas de Francisco Murguía y fue uno de los que platicaron con él ya preso, le contó lo siguiente:

Yo les agradezco infinito la intención del señor ge-neral Murguía y suya para salvarme del patíbulo; pero créame que de antemano sabía perfectamente que sus nobles gestiones tendrían que verse fracasadas, pues hay un secreto entre el señor Carranza y el ex-ponente, que nunca esperé permitiera se me juzgara con indulgencia, y como en breves horas desapareceré del mundo de los vivos, voy a revelarle a usted dicho secreto.

A fines de 1911 el señor Carranza me llamó a Sal-tillo para tratar asuntos confidenciales, y pude darme cuenta inmediata de que estaba bastante desagradado con el señor Madero, porque entre otras cosas me hizo ver que dicho señor era totalmente incapaz de condu-cir la Revolución a sus verdaderos fines y que lo más probable era la necesidad de volver a las armas para eliminarlo de un movimiento en que sólo constituía un verdadero obstáculo. Después de darle algunas vuel-tas al asunto, el señor Carranza me interrogó de ma-nera terminante en el sentido de (que) si en caso dado podía contar resueltamente con mi modesta coopera-ción. Como yo, francamente no tenía ninguna simpatía por el señor Carranza ni lo consideraba con positivos méritos revolucionarios, categóricamente le manifesté que conmigo no contara bajo ningún concepto, porque mi criterio revolucionario me obligaba y me acercaba a otros hombres. Esta confesión de mi parte produjo vi-sible desagrado en el ánimo del señor Carranza y pude

205 Ídem, 2001: 36-39.

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percatarme de su arrepentimiento de haberme tratado cosas tan delicadas que provocaron su incertidumbre. Nuestra entrevista terminó muy agriamente y desde entonces yo sabía perfectamente que don Venustiano para ocultar su secreto, aprovecharía la primera opor-tunidad para quitarme de en medio. Por las anterio-res razones siempre lo vi con desconfianza y combatí contra el partido que él dirigía, y dados estos antece-dentes, como usted verá, necesitaba ser muy ingenuo para esperar que en las presentes circunstancias me perdonara la vida.206

La vida del depositario de la consigna histórica “luchar por la posesión de la tierra”, heredada de sus antepasados, se extinguió el primer día del mes de marzo de 1916 en los patios de la penitenciaría duranguense. El parte de su eje-cución quedó inscrito en el siguiente telegrama:

Durango, 1o. de marzo.- General Ignacio L. Pesquei-ra.- Secretario de Guerra.- Hoy a las doce y quince mi-nutos fue ejecutado en los patios de la Penitenciaría, el reo de alta traición Benjamín Argumedo, cumplién-dose así el fallo dado por el presidente y personal del Consejo Extraordinario de Guerra que se formó para conocer el proceso respectivo, fallo que fue ratificado y sancionado por el Jefe de la Zona de Operaciones, y así me honro en comunicarlo. (Rúbrica ilegible).207

El corrido

Un hombre tan controvertido y atacado no pasó desaperci-bido para los juglares pueblerinos, y poco a poco se empe-

206 est, Vito Alessio Robles, “Gajos de historia”, 1 de enero de 1948, pp. 4 y 14.207 ede, “El reaccionario Benjamín Argumedo fue ejecutado en Duran-go”, 2 de marzo de 1916, p. 1.

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zó a escuchar un corrido que es ejemplo de cómo el pueblo estampa su versión, muchas veces ignorada por los que sólo cantan los hechos de los vencedores. En ella encontramos algunas afirmaciones, como el hecho de que originalmente iba a ser fusilado en el panteón, pero el pueblo se opuso, “porque no fue de opinión”. El anterior telegrama afirma que la ejecución fue a las 12:15 a.m; el juglar corrige, ase-gurando que se realizó a las cinco de la tarde.

Es muy probable que la composición original haya sido creada en la ciudad de Durango, inmediatamente después de la ejecución de Benjamín. Los ánimos revolucionarios todavía estaban exaltados, por lo que el autor “pide per-miso primero”, para cantar el corrido del odiado por sus contrarios.

Es uno de los corridos más representativos de la época revolucionaria, tanto en los cancioneros impresos como en los repertorios de los músicos ambulantes y las colecciones discográficas. Y todo a pesar de que Argumedo nunca gozó de un papel de primera fila en el desarrollo de la tragedia nacional. Rebelde de los rebeldes casi siempre, y en defen-sa de sus ideales, se alineó con la oposición, no obstante fueron incuestionables sus méritos como jefe militar y ji-nete valiente.208

Una versión propalada por los trovadores populares Án-gel Morales y Juan Manuel Morales parece ser la heredera de la primera versión del corrido:

208 Nicolópulos Jaime, “Algunos datos sobre el corrido del fusilamiento del General Argumedo”, en “E:\2009\Argumedo 09-1105\Argumedo, su corrido.htm.

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Corrido de Benjamín Argumedo

Para empezar a cantar, (se repite)pido permiso primero, para cantar el corrido, (se repite)de Benjamín Argumedo.

Donde se encuentra Argumedo, (se repite)tenía el camino andado,donde se encontraba enfermo,a orillas de una laguna,yendo a bañar su caballo.

Aprehendieron a Argumedo, (se repite)enfermo en El Paraíso,enfermo en El Paraíso, (se repite)porque Dios así lo hizo.

Para bajarlo del cerro, (se repite)en una silla de mano,cuando llegaron al plan, (se repite)lo montaron en un carro.

Lo montaron en un carro, (se repite)que lo llevaban a flete,pasaron por San Miguel, (se repite)llegaron a Sombrerete.

Montó en la estación de Mena, (se repite)comenzó el tren a silbar, para llegar a Durango, (se repite)lo salieron a encontrar.

Luego lo toma una escolta (se repite)pa´l hospital militar,le pusieron dos doctores, (se repite)que lo fueran a curar.

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Luego que ya se alivió, (se repite)que se le llegó su día, lo fueron a presentar, (se repite)con el General Murguía.

Lo llevaron al Palacio, (se repite)donde fue su tribunal,le leyeron la sentencia: (se repite)era pena capital.

Y Benjamín Argumedo, (se repite)sin demostrar cobardía,le sentenciaron a muerte, (se repite)él se agachaba y sonreía.

Su familia que allí estaba, (se repite)muy triste y muy asustada,al oír esa sentencia, (se repite)tuvo que cair desmayada.

Y Benjamín Argumedo, (se repite)habló al General Murguía,que le pedía una merced, (se repite)que si se la concedía

Y don Francisco Murguía, (se repite)le contestó con esmero:¿Qué merced quiere que le haga, (se repite)mi General Argumedo?

Oiga usté mi general, (se repite)yo también fui hombre valiente,quiero que usted me a fusile, (se repite)al público de la gente.

Oiga usted mi general,mi General Argumedo,

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yo no le hago ese favor,todito lo que yo hago, (se repite)es por orden superior.

Su familia que allí estaba, (se repite)muy triste y muy asustada,al oír esa sentencia, (se repite)tuvo que cair desmayada.

Luego que Argumedo vio, (se repite)que no se le concedía,Adiós todos mis amigos, (se repite)Adiós Penitenciaría.

Caminan con Benjamín, (se repite)a fusilarlo al panteón,el pueblo se les opuso, (se repite)porque no fue de opinión.

Regresan con Argumedo, (se repite)como a volverlo a juzgar,a las cinco de la tarde, (se repite)lo fueron a fusilar.

Cuando oyeron la descarga, (se repite)toda la gente corría, derecho a la plaza de armas, (se repite)pa´ver lo que sucedía.

Adiós águila preciosa, (se repite)que en mi sombrero lucía,dónde viniste a quedar, (se repite)en las manos de Murguía.

Ya se acabó Benjamín, (se repite)ya no lo oirán mentar,

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ya está juzgado de Dios, (se repite)su alma ya fue a descansar.

Adiós montañas y sierras, (se repite)ciudades y poblaciones,donde me vide en la sierra, (se repite)que parecían quemazones.

Después de tanto sufrir, (se repite)y tanto andar navegando,vine a quedar sepultado, (se repite)en el panteón de Durango.

Siempre yo ya me despido, (se repite)porque cantar ya no puedo,aquí da fin el corrido, (se repite)de Benjamín Argumedo.209

El 27 de abril de 1928 apareció una corta versión fono-gráfica llamada El corrido de Benjamín Argumedo, interpre-tada por Luis Hernández y Leonardo Sifuentes en los estu-dios de El Paso, Texas. Empezó a escucharse profusamente en las victrolas laguneras, se le habían agregado cuatro versos, ahí se acusaba al general Pedro V. Rodríguez Triana, jefe del Estado Mayor de Argumedo, de haber sido el que proporcionó la información para dar con el lugar donde el general se había refugiado. En 1928 el General Rodríguez estaba empeñado en organizar políticamente a los cam-pesinos del Estado de Coahuila para lograr la restitución y dotación de tierras, buscando hacer efectiva “la consigna histórica de La Laguna”. Algunos poblados, gracias a sus gestiones, lo habían logrado a partir de 1924, claro, ante la fuerte oposición de las autoridades estatales y los propie-tarios de tierras del estado de Coahuila.

209 “Benjamín Argumedo 1916” en www.youtube.com.

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¿Dónde quedaron?

Los idealistas y valientes laguneros que dieron tanto de qué hablar durante la Revolución, luego de la ejecución de Argumedo, los que permanecían en pie de lucha siguie-ron al general Canuto Reyes, tal y como se los había reco-mendado su jefe. Muchos se amnistiaron y regresaron a sus lugares de origen a trabajar, los más, como peones de hacienda.

Reyes, después de la derrota villista en Celaya, había regresado a la región de Santa Clara, Cuencamé y Peñón Blanco, lugar de donde procedían él y sus hombres, los tres municipios en el Estado de Durango. Con él, en el mes de enero de 1916, los argumedistas trataron de tomar las tres grandes ciudades laguneras. Lo más importante del hecho fue que se llegó a afirmar que los zapatistas y villistas se ha-bían unido para luchar en el norte contra Carranza. Cuando Villa atacaba Santa Isabel, Chihuahua, y ejecutaba nortea-mericanos, los villistas al mando de Canuto Reyes y los de Argumedo atacaban en la región lagunera, convirtiéndose en otro foco importante de insurrección. El gobierno de Carranza, por medio de la embajada en Estados Unidos, afirmó que los zapatistas no se recuperarían, y menos en el norte del país, lugar tan alejado de su zona de influencia que era el Estado de Morelos. Lo que no se aclaraba era que los zapatistas eran los valientes laguneros que habían apoyado al General Zapata desde 1912.210

Siguiendo con su estrategia de apaciguamiento, el go-bierno ordenó al general Gabriel Gavira, en marzo de 1916, se trasladara hasta la región situada al sur de la ciudad de Torreón para concertar con Canuto Reyes las condiciones de una amnistía.211 No tardaría don Canuto Reyes en acep-tarla, lo hizo el 20 de mayo; poco más de dos meses des-pués de la ejecución de Argumedo. La prensa norteameri-210 tpp, “Revolt unimportant”, 22 de enero de 1916, p. 1.211 tb, “Chief Carranza foe is executed”, Toledo, Ohio, 9 de marzo de 1916.

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cana aseguró que el general carrancista Federico Maycotte había logrado que Reyes accediera al desarme de sus tro-pas, dejando solamente 25% en tareas de apaciguamiento de los grupos que no se sometieran al acuerdo.212

Porque no todos habían aceptado la amnistía y seguían integrados en pequeñas gavillas, especialmente en los es-pacios que mejor conocían, como el cañón de Jimulco, lo habían hecho no porque les gustara vivir fuera de la ley, sino porque temían por su vida, o simplemente porque no les dijeran “rajados”. La tradición oral en boca de Francisco Orona Martínez (1900-1994) afirmó que “don Canuto” mu-rió asesinado por el general Michel, a orillas del río Nazas, y que seguramente había obedecido órdenes de Francisco Villa.213

Todavía en 1919 y 1920 en el agro lagunero aparecían gavillas de villistas y argumedistas, como las encabezadas por Carlos García, Antonio Calzada—originarios de Hor-nos—, Roberto Jameson, Perfecto Rocha, Eligio Serna, José García y varios más. Estas pequeñas gavillas vivían del sa-queo de ranchos agrícolas establecidos en los ranchos la-guneros. Algunos practicaban el secuestro de prominentes empresarios agrícolas. Estos grupos de rebeldes termina-ron su actividad cuando en el mes de julio de 1920 el gene-ral Francisco Villa firmó un armisticio en Monclova y unos días después entregó las armas en la hacienda de Zaragoza (hoy Tlahualilo, Durango).214

Después del asesinato de Venustiano Carranza, el go-bierno provisional de Adolfo de la Huerta se propuso lograr la paz interna adoptando una política de reconciliación ha-cia los grupos disidentes, como los villistas y zapatistas. Por eso, el 13 de junio de ese año éstos formaron el pna (Parti-do Nacional Agrarista), su emblema serían dos franjas cir-

212 tnyt, “Canuto Reyes Surrenders. reports says he will disarm 75% of his men inmediateley”, New York, eu, 21 de mayo de 1916.213 Martínez García, Santa Anna…1995: 122-124.214 lo, noticias de los días 26 de febrero, 21 y 29 de junio de 1919; 27 de febrero, 6 de marzo, 1 de mayo y 14 de agosto de 1920.

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culares rojas alternadas por franjas blancas. La dirigencia del pna nombró, en el mes de octubre de 1920, como su delegado en el Estado de Coahuila al general Pedro V. Ro-dríguez Triana, jefe del Estado Mayor del general Benjamín Argumedo.

Rodríguez Triana mostró a los coahuilenses su poder de convocatoria basado en la comprensión de las necesidades fundamentales de los trabajadores del campo y la ciudad, y con el respaldo de los ex combatientes se convirtió en el abanderado de los económicamente débiles, cargando con “la consigna histórica”, aquí tratada. De esa manera, los ideales agrarios de los campesinos laguneros fueron reivindicados por él y por la acción del general Lázaro Cár-denas del Río, acción que desembocó en el reparto agrario de 1936.

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Fuentes

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