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DirecciónLuis Fernández-Galiano Antonio Vélez Catrain Director Ejecutivo Luis Fernández-Galiano Consejeros de Redacción Ricardo Aroca Flernández-Ros Ignacio González Pérez Redactor Jefe Justo F. Isasi Diseño Gráfico Javier Alau Massa ProducciónFernando de Miguel Fueyo SecretaríaPaloma Sagi-Vela

EditaS.G.V. (Sociedad Estatal de Gestión para la Rehabilitación y Construcción de Viviendas, S. A.)PresidenteRamón Muríagorri Triana

Redacción y suscripcionesCasado del Alisal, 5 28014 Madrid Tf. 227.38.97

Precio del número 900 ptas.Suscripción anual (4 números) 3.000 ptas.

Fotocomposición: Efca Fotomecánica: Gráfico Hispano Impresión: Grefol

DistribuyeHermann BlumeRosario, 17 28005 Madrid Tf. 265.92.00/08/09

A&V © S.G.V. 1985 Dep. legal: M-23776-1985

PortadaCollage: el espacio urbano de Rob Krier y escenografía de Karl Friedrich Schinkel para Die Zauberflóte de W. A. Mozart

Las traducciones han estado a cargo de Fernando In-glés, arquitecto, para los originales alemanes de Grót- zebach y Posener y de Jorge Sainz Avia, arquitecto, para el original inglés de Rowe. La entrevista con Klei- hues fue transcrita del inglés por J. F. Isasi.

A&V agradece la especial colaboración en Berlín de Jerry Blomeyer y Barbara Tietze, Franciska Bollerey y Kristiana Hartmann, Ralf Dahne y Helge Dahl, Rai-ner Emenlauer, Andreas Friedrich, Gudrun Hama- cher, Uli Hellweg, Hans Kolhoff y Arthur Ovaska, Mi-chael Kraus, Peter Kurt, Vittorio M. Lampugnani, Ju-lius Posener, Gerhard Spangenberg y Dieter Frowein, Helmuth Schermeyer y Lisa e Ignacio Sotelo.

Monografías de Arquitectura y Vivienda

BERLIN. IBA'87. (2)2 Luis Fernández-Galiano

Berlín: vivienda y glamour

La IBA nueva

4 EntrevistaJoseph Paul Kleihues

6 Un nuevo Berlín8 Dietmar Grótzebach

Aprendiendo de los maestros

Tres proyectos españoles

14 Rafael MoneoConcurso Prinz Albrecht Palais

18 Oriol BohigasUnidad residencial Friedrichstadt

22 Carlos Martí! Grupo 2CLa manzana entendida como pequeña ciudad

Valoraciones críticas

26 Colin RoweLa IBA entre respublica y resprivata

34 Julius PosenerLa Arquitectura, entre el individualismo y la convención

Dos proyectos en ejecución: Rauchstrasse y Victoria

44 El proyecto de Rauchstrasse55 Rob Krier

Casa 952 Rob Krier

Casas 5 y 660 Aldo Rossi, Gianni Braghieri

Casa 166 Giorgio Grassi y colaboradores

Casa 368 Francy Valentiny, Flubert Hermann

Casa 770 Hans Hollein/K. T. Brener y B. TononIH. Nielebock

Casa 8/Casa 4/ Casa 2 72 El proyecto Victoria 78 Hans Kollhoff y Arthur Owaska

Jardines del Museo de Berlín 80 Hans Kollhoff y Arthur Owaska

Aproximaciones al bloque lineal 84 Arata Isozaki

Un edificio entre dos patios 86 Dieter Frowein y Gerhard Spangenberg

Viviendas en la esquina Ritterstrasse/Alte-Jakobstrasse 88 Franz C. Demblin

Cuatro villas urbanas90 Jochem Jourdan, Bernhard Müller, Sven Albrecht

Cuatro villas urbanas 92 Stavoprojekt

Viviendas en la Alte-Jakobstrasse 94 Werner Kreis, Peter Schaad, Ulrich Schaad

Un edificio junto al Museo de Berlín

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Luis Fernández-GallanoBerlín: vivienda y glamour

«Esta ciudad necesita algo de glamour». Co-lin Rowe, quizá el más respetado de los crí-ticos de arquitectura actuales, resumía de esta forma su diagnóstico sobre Berlín, ante un numeroso público de estudiantes y pro-fesionales congregados en uno de los en-cuentros con los que la Exposición Interna-cional de Arquitectura (IBA) ha querido ha-cer balance de sus primeros años de gestión.

Y glamour, en efecto, han suministrado a Berlín las promociones de vivienda que, di-señadas por un selecto grupo de arquitectos internacionales, se han realizado o se están construyendo en diferentes zonas de la ciu-dad, y que han hecho de ésta un formidable museo de arquitectura que reúne piezas de las más cotizadas estrellas del firmamento profesional.

La IBA es, desde luego, algo más que una colección de firmas: la IBA es también una defensa de la manzana frente al bloque, del arquitecto frente al urbanista, de la ciudad tradicional frente a la ciudad moderna, de la poesía frente a la construcción, de la teo-ría frente al pragmatismo. Pero la IBA es, por encima de todo, una gigantesca opera-ción de relaciones públicas, una exaltación de la individualidad de los creadores, una búsqueda febril y acelerada de la seducción a través de la moda, una persecución arqui-tectónica del glamour.

En el terreno de la vivienda, la IBA ha su-puesto, respecto a su inmediato anteceden-te, la Interbau de 1957, la renuncia definiti-va a las convenciones modernas. Un cuarto de siglo después, se prestaYnás atención a la imagen que al programa, al observador que al habitante, al alzado que a la planta: el consumo de la arquitectura ha logrado el protagonismo que antes estaba reservado a la producción.

Como tantas otras veces, los arquitectos han sido lentos en aprender la lección. Des-pués de varias décadas de fascinación por el fordismo —la producción en cadena— los profesionales del diseño han abrazado con entusiasmo el sloanismo —el cambio de mo-delo anual; el marketing, asociado al consu-mo de imágenes, ha triunfado sobre la mera producción. Pero han tenido que transcurrir más de cincuenta años desde la victoria de

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los Chevrolet sobre el Ford modelo T para que los arquitectos vuelvan a descubrir la fórmula de General Motors, expresada en palabras del hombre que la impulsó, Alfred P. Sloan Jr.: «La aplicación de las ‘leyes’ de los modistos parisinos... a la industria del automóvil».

En la industria de la construcción, sin em-bargo, es dudoso que «la aplicación de las ‘leyes’ de los modistos parisinos» tenga tan-to éxito como el que acompañó a la profun-da transformación que General Motors ope-ró en la industria del automóvil norteame-ricana. La política de gama y el fomento de la variedad que permitieron a General Mo-tors adelantar espectacularmente en cuota de mercado a Ford —aferrada a la consigna de «máxima producción al mínimo coste»— no es fácil de trasplantar a la construcción de viviendas. No obstante, existen paralelis-mos significativos entre el viraje automovi-lístico de los años veinte y el que se ha pro-ducido medio siglo después en la arquitec-tura de la vivienda.

Entre 1921 y 1927 Ford pasó de vender el 55% de los coches americanos a menos de

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la cuarta parte. Su insistencia en la estanda-rización a ultranza (aquel famoso «puede te-ner el coche del color que desee, siempre que sea negro») le llevó a perder la batalla comercial frente al cambio acelerado de mo-delos en la división Chevrolet de General Motors. En 1927, y tras haber fabricado 15 millones de vehículos, Ford sustituyó el mo-delo T por el modelo A; cinco años después introduciría el V-8 y, a partir de entonces, la política de cambio anual de modelo que había caracterizado a su principal competi-dor se haría también ortodoxia en la com-pañía Ford. Los años del cambio contem-plaron el caos organizativo, el desastre eco-nómico y la confusión ideológica. Ford aprendió la lección del marketing, pero no sin haber pagado por ello un elevado precio.

Aunque los arquitectos siempre han sido aficionados a buscar analogías entre edifi-cios y automóviles, los objetos de su aten-ción han ido mudándose. El mayor propa-gandista del Movimiento Moderno, Le Cor-busier, admiraba a Henry Ford y pensaba que sus líneas de montaje eran las catedra-les de nuestro tiempo, pero ignoró por com-pleto su esfuerzo por adoptar el marketing. Lo que interesó a los arquitectos de la in-dustria del automóvil fue la normalización y la producción en cadena: «fabricar viviendas como se fabrican los coches» sería una con-signa vigente hasta los años sesenta. El cam-bio se entendía sólo como un progresivo re-finamiento de la adecuación funcional, nun-ca como una mutación voluble sometida a la transformación del gusto, los avatares de la moda y el deseo de novedad del consumi-dor. En la gran tradición de la modernidad que arranca de finales del XVIII, los arqui-tectos pensaban que la moda, como antaño la describiese el ilustrado abate Galiani, no era sino «una enfermedad del alma humana».

En los años setenta, los arquitectos redes-cubrieron la moda, la seducción y el gla-mour. Charles Jencks, el crítico que intro-dujo el término postmoderno para denomi-nar el nuevo talante cultural, iniciaba su análisis de la arquitectura británica con el Homenaje a la Chrysler Corporation de Ri-chard Hamilton, donde la forma del vehícu-

N.° 2 1985 A&V

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1 Richard Hamilton. Homenaje a la Chrysler Corporation, 1957.2 Rob Krier. Bocetos de interiores para las viviendas propuestas en la Schinkelplatz.

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lo se interpretaba en términos eróticos. El automóvil servía de analogía arquitectónica, pero era ya un objeto diseñado para la se-ducción del consumidor, sometido al dicta-do de la moda y en cambio permanente para evitar el aburrimiento y excitar el apetito del comprador.

La operación berlinesa de la IBA, sensi-ble a la nueva temperatura cultural, ha pro-curado introducir el glamour en la arquitec-tura de la vivienda a través de las firmas de grandes modistos. Al igual que en los años veinte de la industria automóvil, la defensa de la variedad se ha apoyado en la necesa-ria heterogeneidad de una sociedad demo-crática y plural; también igual que entonces, la variedad es sólo cosmética. Si se exami-nan detalladamente los edificios de la IBA, se comprobará que, tras su aparente disimi-litud formal, las opciones constructivas o ti-pológicas son de una pobreza abrumadora; han aprendido, es cierto, las reglas del mar-keting, pero ello en nada modifica lo subs-tancial del proceso. El hombre elegido por Sloan para transformar la General Motors fue William Knudsen, un «mago de la pro-ducción» de la fábrica Ford: la variedad de los Chevrolet se fabricaba con la misma tec-nología que el modelo T. En Berlín, la va-riedad de modelos postmodernos de vivien-da se construye con los mismos métodos con los que se ha levantado la vivienda moder-na en Europa.

Seguramente no es casual que haya sido la ciudad de Berlín el escenario elegido para este «ensayo general con todo» de la vivien-da postmoderna. La modernidad era insepa-rable de un proyecto progresivo instalado en el futuro: y si para los actuales europeos el futuro ha dejado de ser una categoría de análisis y actuación, en los berlineses esto se produce de forma especialmente manifiesta. La necesidad de vivir en el presente es casi obsesiva en Berlín, y la sensibilidad hacia la caducidad de lo nuevo francamente neuró-tica. Europeos extremos en su voluntad de anticipación, los berlineses adelantan quizá la vivienda que viene: convencional en el fondo y renovadora en la forma, un objeto habitual en un envoltorio de glamour.

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