Bill Drost El Pentecostal Cap 1
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Bill drost el pentecostal
Un hombre con una misión
CAPÍTULO 1
NORTE DE EUROPA, 1944-1945
El diez de diciembre de 1944, el presidente Roosse- velt, en
una larga carta de respuesta a Winston Chur- chill referente al
curso de la guerra, escribió que «incluso el Todopoderoso
estaba ayudando».
El Todopoderoso estaba ayudando en otro lugar también;
estaba ayudando a un oscuro soldado canadiense que había
sido destinado a otro tipo de guerra en otro campo de batalla.
Pero Bill Drost, en aquel momento, no sabía que tenía una
misión a cumplir, un destino. De hecho, su futuro parecía
singularmente corto.
El Día D, Caen había sido liberado, y 30 divisiones aliadas —la
mitad norteamericanas y la otra mitad británicas y
canadienses— estaban alojadas en la cabeza de puente de
Normandía, preparadas para avanzar hacia Alemania. El
Primer Cuerpo de Ejército canadiense, compuesto todo de
voluntarios, bajo el general Cre-rar, estaba luchando con el
Segundo Cuerpo de Ejército británico, bajo el alto mando
conjunto del mariscal de campo Montgomery. La primera
tarea de los canadienses había sido avanzar hacia el sur,
hacia Falaise, contrarrestando el ímpetu concentrado de
cuatro divisiones acorazadas alemanas, en tanto que el
Primer Cuerpo de Ejército de los Estados Unidos, bajo el
general Bradley, arremetía hacia el oeste para limpiar la
península de Cher- bourg. Después de tomar Falaise, en
agosto, les había ordenado limpiar el flanco occidental aliado,
avanzando a lo largo de la costa desde Le Havre, a las playas
de Scheldt, bajo Amberes. El puerto de Amberes, que los
alemanes dejaron casi intacto, por milagro, debido al rápido
avance aliado, fue de gran importancia estratégica. Sin
embargo, el enemigo controlaba todavía los lados del río,
impidiendo llegar al mismo. Fue necesaria una lucha
encarnizada para limpiar el estuario del Scheldt, en tanto que
la isla de Walchéren no cayó hasta que se lanzó un tremendo
bombardeo contra ella por mar y por aire, seguido de un
asalto por comandos. La lucha encarnizada de esta batalla fue
luego contada y hecha famosa por el libro de Saunders, «The
Green Beret».Avanzando a pesar de las temibles lluvias de
noviembre hacia el sur de Holanda, los canadienses se
encontraron, para febrero, en el saliente de Nijmegen, entre
los ríos Meuse y Rin, precisamente al sur de la famosa
Amhem. A partir de aquí, con parte del grupo de ejércitos n.°
21, avanzaron hacia Wesel, y establecieron una cabeza de
puente sobre el Rin. Simultáneamente, más al sur, el 12.°
grupo de ejércitos hizo retroceder al enemigo a través del Rin,
en un frente enorme, entre Dusseldorf y Coblenza.
El plan aliado era bordear el norte del Rur, el corazón
industrial de Alemania, y avanzar hacia la llanura central
alemana, hacia Hamburgo y el Báltico. Al mismo tiempo, iba a
establecerse un segundo empuje hacia Kassel, dejando el Rur,
para someterlo después. Haciendo frente al Primer Ejército
canadiense había once divisiones alemanas fuertemente
atrincheradas, cuya moral era elevada; estos factores,
añadidos a las dificultades causadas por el terreno
empantanado, dificultaban el avance.
Hacia el sur de la posición canadiense, el Primer Cuerpo de
Ejército de los Estados Unidos había capturado los diques que
hay en el Roer, haciendo posible que el Noveno Cuerpo de
Ejército de los Estados Unidos, corriente abajo, cruzara el río
con seguridad. Avanzando hacia el este y el norte, los
norteamericanos alcanzaron las cercanías de Dusseldorf para
marzo, y los canadienses, que ya podían reanudar el ataque
para este tiempo, empujaron hacia Xanten. Los dos ejércitos
se encontraron, forzando al enemigo a abandonar la cabeza
de puente del Wesel, y hacia el 10 de marzo, dieciocho
divisiones alemanas habían cruzado el Rin en su retroceso.
Desde la orilla occidental del río, asolada, los aliados podían
contemplar, un cuarto de milla hacia el este, la otra orilla.
Se organizó y ejecutó un ataque aéreo, sólo superado en
intensidad por el del día D, para poder cruzar el Rin; ola tras
ola de bombarderos, algunos procedentes de Inglaterra, y
otros de Italia, barrían el territorio alemán. En un período de
media hora, se lanzó un asalto con paracaidistas, desde dos
mil aviones que volaban sobre el territorio al otro lado del
Rin.A primeras horas de aquella mañana, los cuerpos de
ejército segundo británico y noveno de los Estados Unidos,
bajo Montgomery, habían establecido cabezas de puente al
norte y al sur de Wesel, dejando a los canadienses que
protegieran el flanco izquierdo. Los canadienses entonces
cruzaron el río avanzando hacia Emmerich, al norte. Aquí, de
nuevo, debido a estructuras defensivas poderosas, se halló
fuerte resistencia, y las tropas de la vanguardia se vieron
embotelladas al no poder forzar el obstáculo puesto por los
alemanes, los cuales al mismo tiempo, concentraban todo su
fuego sobre el área. Era una verdadera trampa, y el obstáculo
debía ser forzado, por lo que se llamó al personal de
ingenieros para que se abrieran paso.Una escuadra de
ingenieros, a resguardo hasta entonces, estaban esperando
con aprehensión la orden de avanzar. Entonces, un oficial
señaló a uno de ellos para que con una carga de dinamita
hiciera volar el obstáculo. Tan pronto como el soldado dio un
paso adelante cayó sobre él una lluvia de balas dejándolo
muerto. Se dio orden a otro para que avanzara en dirección al
obstáculo. Aún no había avanzado tres metros que le alcanzó
una ráfaga de balas en la espalda y cayó allí mismo
agonizante.«OK, Drost, ahora tú», ordenó el oficial.La guerra
tiene muchas caras. En cierto sentido era paradójico que Bill
Drost estuviera en el ejército. ¿No se había hecho voluntario
con la decisión de no llevar nunca un arma? Pero la razón por
la que estaba allí venía de mucho tiempo atrás... de la época
en que tenía diez años.