Bioletín 7
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8/17/2019 Bioletín 7
1/68
O L E T Í N
Edit.
Sursum. O . A
I N S T I T U T O
P E D A G Ó G I C O
D E P A R T A M E N T O D E C A S T E L L A N O . L I T E R A T U R A Y L A T Í N
-
8/17/2019 Bioletín 7
2/68
INSTITUTO PEDAGÓGICO
P E R S O N A L DIRECTIVO
Director:
Subdirector:
Secretario:
Pbro. Dr.
Prof.
Manuel Montaner
Prof. Salvador Iribarren
Mujica
Prof. Luis Alfonso Vivas
-"
Director
de
Cultura
y Publicaciones:
Prof.
Ramón
Piña-Daza-*"
DEPÁRTAMELO DE
CASTELLANO,
LITERATURA *Y LATÍN
PERSONAL
Profesor-Jefe
del Departamento:
Prof. Luis Quiroga Torrealba
Profesores:
Ed o ard o
Crema
José
Martínez Ballesta
Marco
Antonio Martínez*"
Armando Martínez Peñuela -.*
Augusto Germán Or ih u e l a—
Olga de León de Padrón -
Ramón
Piña-Daza ••
Félix
José
Poleo
Luis Quiroga Torrealba -
María Teresa
R o j a s -
•
Nery Salazar
Osear
Sambrano
Urdaneta
Horacio Vanegas W. —
Luis Al f o n so Vivas _~
Oficial
de
Secretaría:
Yolanda Israel
I N S T I T U T O
P E D G Ó G I C O
D E P A R T A M E N T O D E C A S T E L L A N O , L IT E R A T U R A Y L A T Í N
C A R A C A S
D I R E C T O R :
C O N S E J O
D E
R E D A C C I Ó N :
J U L I O
D E
1959
A Ñ O I I , N o . 7
Profesor Ramón Piña-Daza
Profesor Luis Quiroga
Tor
Profesor Marco Antonio M .a
Profesora Olga
de
León
de
Padrón
Profesor Luis Alfonso Vivas
-—
A l u m n o J. N. Silva-Castillo
A D M I N I S T R A C I Ó N :
Dirección de Cultura y Publicaciones de l
Instituto Pedagógico
Se edita trimestralmente.
Se autoriza la reproducción del material contenido en esta
publicación, siempre
que se
mencione
su
origen.
Las opiniones emitidas
por nuestros colaboradores
no
son, necesariamente,
las de la Dirección.
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Din
Sub
Seo
Din
Pro
"No hay que
llorar
la muerte de un viajero,
ha y
qu e llorar la
muerte
de un
camino.
.."
Oficí
Andrés Eloy Blanco
(1897-1955)
-
8/17/2019 Bioletín 7
4/68
Dir
Sub<
Seci
Diré
Proí
Proí
Ofic
S U M A R I O
Pag.
Promoción de
Profesores
"Andrés Eloy
Blanco" 4
¿Es la juventud
rebelde
sin
causa?,
por
Raúl Osegueda Polola
9
Manuel Díaz Rodríguez, Máximo Expo-
nente
del
Modernismo Venezolano, por
Augusto Germán Orihuéla 23
La Poesía de Anacreonte,
por
Edoardo
Crema 53
Interpretación
de la
Guerra
Federal, por
J. M . Siso Martínez 71
Análisis de
"Sobre
la
misma
tierra",
por
Daniel
Gómez Ferreiro
85
Noticias 103
Actividades
Culturales
en el
Instituto
Pedagógico
121
Y L A T Í N
-
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Dirí
Sub«
Seci
Dirí
Proi
Proí
Of
P R O M O C I Ó N D E P R O F E S O R E S
I N O R E S
E L O Y
B L f l N C O
E S P E C I A L I D A D D E C A S T E L L A N O , L I T E R A T U R A Y L A T Í N
1 9 5 5 - 1 9 5 9
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8/17/2019 Bioletín 7
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n > e
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̂ *r
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8/17/2019 Bioletín 7
7/68
Di r í
Subí
Seci
Diré
Prol
Prof
Ofic:
¿ E S L A J U I E N T U D
R E B E L D E S I N
po r Raúl
Osegueda
-
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8/68
Raúl O S E GUB D A
E n t r e
el
grupo
de
p r o f es ion a les
de la docencia
llegados
a
Ven ezu e la
durante el per íodo
de
reconstruc-
ción qu e
vive
el
p a í s desde
el 23
de enero
del año
pasado,
es el
doctor y p r o f esor
R A Ú L
O S E -
G U E D A , in du dab lem en t e , u n a de
las f ig u r as de m ayor
prestancia,
no
sólo por su dilatada t rayector ia
edu cat iva cu m p l ida en su p a í s de
origen y en otros de la América
Lat ina, sino también por su va-
liosa obra
de escritor.
Nacido
en la
capital
de la
R e-
pública de Gu at em ala , el 18 de
agosto de 1907, el doctor y profe-
so r
O se gue d a
posee lo s
s ig u ien t es
t í tulos: Maestro de Instrucción
Primaria
(E scu e la Nor m al
N° 1,
G ua ' t e ma la ) ;
Profesor de Edu ca-
ción
Física
(Instituto de Educación
Física, G u a t e m a l a ) ; Profesor de
Educación
Nor m al (E scu e la Nor -
m al
Su p er io r , Gu at em ala) ;
y
Pro-
fesor y Docitor en Filosof ía y
Ciencias de la Educación ( U n i v e r -
sidad Nacion al de L a Plata, R e-
pública
ArgSsntina) .
Ha realiza-
do t am b ié n es t u d ios com p lem en t a -
r ios: de Inglés, en el "John M u i r
School"
de Cali fornia, U. S .
A .;
y
de m at er ias de su esp ecia l idad , en
la
Escue la Nor m al Su p er io r
de
Ciudad de México.
S u la r g a
hoja
de ser v ic ios en
la
docencia comenzó
en
1931,
añ o
en que se
inició como
Di r ec t o r
en
u n a E scu e la
Primaria
de Gu at em a-
la . L u eg o fue, en su propia patria,
Director de l I n s t i t u t o de E d u c a -
ción Física, Director de la Escue-
la de
Educación Esté t ica, Director
de
la
Escuela Nacion al
de
Idiomas,
Di r ec t o r
de la
R evi s t a
de
E du ca-
ción,
Di r ec t o r de At le t i sm o y Je f e
de
la
Sección
de
Extensión Escolar
de l Minister io de E du cació n .
.11
-
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Diré
Sub<
Secr
Diré
Prof
Prof
Obligado a abandonar su país,
en 1935,
por el
régimen dictatorial
implantado por Jorge Ubico, mar-
cha a un primer exilio de diez
años, en compañía de Juan José
Arévalo, Adolfo Monsanto y
otros
distinguidos compatriotas suyos.
Viaja a México y la República
Argentina. En
esta
última se in-
corpora a la docencia y es, sucesi-
vamente, Profesor de la Universi-
dad
"Alejandro Korn",
de La
Plata;
Secretario de los Cursos de Cul-
tura Superior y Extensión Uni-
versitaria de la Universidad Nacio-
nal de La
Plata
y Profesor
Titular
de
Pedadogía de la misma Uni-
versidad.
Regresa
a
Guatemala
en
1945
y
durante el democrático gobierno
qu e preside el Dr. Arévalo
entra
el doctor y profesor Osegueda a
formar
parte
del Gabinete como
Ministro de Educación, alternan-
do
sus obligaciones con cátedras
de
Psicología, Historia
de la
Psi-
cología y Psicopedagogía, ejerci-
das en la Universidad de Guate-
mala.
La retr ógr adas fuer zas que se
co n ju g ar o n
para derribar el go-
bierno constitucional
de
Jacobo
Ar-
benz
lo obligan de
nuevo
a salir
de
su
país, vuelve
a la
República
Argentina y de ahí emprende viaje
por toda la América Latina y
Esta-
do s
Unidcjs y, p»r invitaciones
que le han formulado, ha dictado
cursillos
y
conferencias
en las
Uni-
versidades de México, Cuba, Bue-
nos Aires, Bahía Blanca, "San
Marcos" de Lima, y en la Uni-
versidad
del Sur
(República Argen-
tina), así como en el Instituto Pe-
dagógico de
Santiago
de Chile y
otras Casas
de
Es'tudio
de
países
de Centro América.
12
Actualmente presta sus
servicios
en la Facultad de Humanidades
y Educación de la Universidad
Central
y en
nuestro Instituto
Pe-
dagógico, donde tiene
a su
cargo
cátedras de Psicología General e
Historia de la Educación.
Su
obra bibliográfica
y didácti-
ca comprende los siguientes títulos:
"Referencias sobre
la
Escuela
Ac-
tiva", 1932; "El Quetzal", Libros
S eg u n d o y Tercero de Lectura,
1937, 10 ediciones (en
colabora-
ción) ; "Día la Raza", La Plata,
1942; "Los Motivos Humanos" (Te-
sis Doctoral), La
Plata,
1947; "El
Problema de la
Personalidad",
Ed.
de la
Facultad
de
Humanidades
de
la Universidad de Guatemala, 1949;
"El Problema
Universitario",
Ed.
de la Universidad de Guatemala,
1950; "Las Escuelas Federación",
Guatemala, 1950; "Operación Gua-
temala",
México, 1955; "Motivacio-
nes Escolares", México, 1955; "Ope-
ración Centroamérica", M é x i c o ,
1957
y
Santiago
de
Chile, 1958;
y
"Fabela, Docente",
México, 1959.
En la actualidad
prepara
dos obras
sobre educación y política docente
en Latinoamérica.
El
doctor
y
profesor O s e g u e d a
posee doce condecoraciones de paí-
ses latinoamericanos y numerosas
distinciones por su labor profe-
sional docente.
C on legítimo orgullo, este "Bo-
letín" acoge
en las
páginas
de la
presente
entrega
el
trabajo
del
doc-
tor y
profesor Osegueda intitulado
"¿Es la juventud
rebelde
sin cau-
sa?.
..",
trasunto verdadero
de las
in q u ie t u d es espirituales
del
autor
ante
el
espectáculo
que
ofrece
la
ad o l escen c ia en la
hora presente
y
la
problemática
que
plantea
a los
ed u cad o r es .
R. P-D.
¿ E S
L A
M E N T Í
E
por
R a ú l O S E G U E D A
Al Licenciado Isidro Fabela
¡Delincuencia
juvenil . . .
¡Criminalidad juvenil.
. .
¡Piedras
y más
piedras .
. .
¡Depredación, vandalismo,
barbarie . . . son
las
imprecaciones sociales
de la
hora.
E n
efecto:
en
cercana Navidad
los
jóvenes noruegos
"ce
lebraron"
la fecha incendiando
autobuses.
Sus
coetáneos esta-
dounidenses
jugaron a deportes más complicados: en Pedruzco
(Lit t le R o c k ) — nomb re simbólico —
lapidaron
impunemente
a jóvenes negros que quieren estudiar, ensayando en
otras
partes
juegos de
pistolas
y
dando muerte
a un poliomielítico qu e
tomaba
aire y sol en un
parque.
Por el
contrario,
en
Buenos Aires,
Santiago,
Lima,
Caracas, México, Río, magnificando
la
piedra,
los
jóvenes han circunscrito espacios vitales y espirituales, arro-
jando a los
intrusos
a
fuerza
de sus
brazos.
L a
piedra
h a
sido
heraldo de la muerte; pero esta juventud actuó por su cuenta y
no impunemente :
resultó
víctima de la
técnica
hecha
balas
de
piadosa ayuda hemisférica: Thompson
ha
dicho
su
palabra
rubricándola con
sangre.
En Cuba,
cientos
de
adolescentes,
en
lucha sin
nombre
ni
cuartel,
han
muerto
sin
disfrutar
el
paraíso
colombino, hecho
templo por
Martí.
En la
Guatemala
invadida,
la
juventud ha madurado con la prisa de planta de
invernadero
13
-
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Diré
Subí
Secr
Diré
Prof
Prof
su s
decisiones
so n
adultas como
su s
ideas
y por
tener patria
y
libertad han caído sin alardes, quejas o rencores. Los jóvenes
panameños, en rebelión de edades, han hecho de una colina de
estudios bastión de independencia y de soberanía. Como nueva
contraparte, en la Londres de los cendales de niebla y carbón
en el aire, los jóvenes caballeros de la City se han comportado
como
vulgares sureños de P edruzco, jugando a expulsar colonos
ultramarinos o a matarlos. E n Chipre, en Tahilandia, en Hun-
gría,
en
Paraguay,
en
Suráfrica,
en
Argelia,
en
París,
en Lí-
bano,
en Nicaragua , en . . . t odas par t es b urb ujean fe rmentos ,
hay desencuentro, lucha, alarma.
En todas partes, el desafío juvenil es respondido por la
sociedad
con
punición, diferición, abandono. Pero,
ante la
per-
tinaz
evidencia ¿seguiremos
aferrándonos a
ceguera, mudez
e inacción?. . . ¿A dónde se encamina la juventud de l m u n d o ?
¿Qué verdad encierra el estribillo prensístico de que se trata
de
un a rebelión sin causa? ¿Qué está pasando con el joven de l
hombre de nuestro minúsculo planeta ?. . .
En este nuestro siglo de la alergia y de las fobias nos hemos
ido
hiperestesiando:
lo que
ocurra
a un
camellero mesoriental,
a un
pescador nipón,
a una
quintuplera canadiense,
a un ca-
zador lapón,
a un camionero argentino; al chino que
tira
riska,
al goleador carioca, al tritón mexicano, etc., lo vivimos con
ellos;
con presteza y verdad. El hombre recobra en su ser el ser del
hombre. El hacer humano se
llena
de conexión de sentido, de
estar
allí
y ser
nuestro.
D e
donde resulta
que el
pretendidamente
universal desencuentro es
ficticio
y facticio, siendo su amargo
fruto una rebeldía que tanto es individual como gregaria. Por
dentro deja rabia emprender camino si está embrujado, si nos
pierde
o se
pierde dejándonos
al
garete.
Por
fuera
y con
nues-
tros
semejantes, quiebra el ánimo sent ir que el hermano deja
de serlo. Ante
la
doble presión
no hay
ecuanimidad posib le . Pero
la rebelión subsiste en un siglo en que el hombre ha sido
magnificado y los
pueblos
ha n
merecido exaltación
m ás
allá
de
las
supremas valoraciones. ¿Cómo
ha
ocurrido esto
y
cómo
la
indefensión individual
y el
desamparo colectivo
ha n
suplantado
a la sublimación de la persona y al reinado de l pueblo? . . .
L a
rebelión
juvenil americana constituye el más compacto
movimiento
universal de que se tenga memoria: nos trajo
independencia de pueblos, reformas esenciales, revoluciones s o-
ciales. N os dejó un ser de valor y de pelea. A l filo de l
siglo
la
juventud
alemana
se
hizo notar
en
rebeldía gregaria (los movi-
mientos
de l Wandervogel
y
el Wanderverein). E n
1918
la ju-
ventud
argentina unió
a la
simple rebelión contra
un
sistema
la
planificación ideal
de la sociedad; el
movimiento
se
hizo peruano,
mexicano, cubano, guatemalteco, americano en fin . Se llenó de
palabras al t iempo que la
plenificación
de l verbo en la realidad
se vio paliada, entrabada, desviada o simplemente decapitada.
Las dos guerras
fueron
sirenas ululantes que en la noche
de
la s almas pusieron alarma y llamaron a la extinción de un in-
cendio universal. Los hombres pactaron a medias pero
pactaron;
debieron admitir
su
propio valer
y
erigir
un a
comunidad
de
ideales de amor, paz y trabajo, en convención humana no basada
en semejanzas, sino en diferencias respetadas, cuya aceptación
configuró
la
imagen
de l
hombre contemporáneo.
En una era electrónica de cientificismo práctico triunfante
y de
cientificismo
teórico, igualmente t riunfante, el hombre se
asió al clavo ardiente de sí mismo, con nueva conciencia de su
nueva dimensión y de su nueva responsabilidad. N o pudo menos
de confesarse
que en su
propio corazón estaba
la
clave
de l
desen-
cuentro y de la guerra; que solamente en él había que buscar la
contrapar te; la comprensión y la paz. Pero el remedio ha resul-
tado ser de acción lenta: su contra-instinto, su contra-valor
resintió
el
impacto pero pudo sobrevivir readaptándose,
ca -
muflado, subterráneo pero no menos virulento. S u dinámica,
momentáneamente diferida, canalizó en substitutivos, no menos
letales
y no
menos eficaces.
L a
incomprensión cobró inusitada
fuerza
y la
guerra
se
hizo f r ía , racional, cient í fica,
no
dicha, sino
actuada,
tras
pesados cortinajes de falsía, disimulo o fuerza.
Y
sobre ese trasfondo vivo, la escisión radical de los hom bres
configuró doctrinas estridentemente
contrapuestas:
de la inde-
terminada tesis de la personalidad, la más noble, endeble y pura
aspiración tendida
a l
infinito,
se
quisó hace r iniciativa individual,
comercial, sin freno,
tope
o sanción; de la
un iversal socialización
de l
ser del
hombre
a
través
de su común
problemática
se
pretendió
resucitar
el
dogma
de
administración cesárea
y
determinaciones
rebañegas, remotas a la unanimidad bienhechora de lo que
en el hombre es valioso y propio. La disyunción con ser falsa ha
hecho
estragos. ¿Cuá l
es el
camino? .
. .
L a
capacidad supersónica
de l
adulto contemporáneo cen-
tuplicada en luneta o cohete, viaja muy por detrás de la com-
prensión
aparentemente
incomprensiva de la juventud del mundo.
14
15
-
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Diré
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Secr
Diré
Prof
Prof
La porción adulta del globo, gobernante y senecta, no puede
seguir
manteniendo
separes estelares entre los valores y los ob-
jetos
de valor; ni
dentro
de los himalayas de
incomprensión
qu e
los
hombres
facturan cada día,
se
puede
seguir
incurriendo
en
dialecsis elementales propias de l totalitarismo estimativo de
lo s cinco años de
edad:
todo-nada, blanco-negro,
parte-contra-
parte.
E l
ideal
ha
sido subti tuído
por una
ecuación
en la era
en
que la
fórmula misma
de la materia-energía nos es hermética.
Los jóvenes se debaten entre la separación existente de lo quese ha proclamado a favor del hombre y de lo que en la prác-
tica se
hace
en
contra
de l
hombre .
N o
pueden comprenderlo.
L a
postura absolutista de su edad
—q ue
es bella, que no vuelve,
que es
destello
en la
breve trayectoria vital—, exige
para su
autoafirmación
qu e
exista correspondencia firme entre
la s pos-
tulaciones de valor y los objetos de valor. La juventud no al-
canza que un piso ideológico vigente (cualquiera que sea) sea
suelo sísmico
ni
menos
que se le
fuerce
a ser
arena movediza
y
sorbente de confusión. Los jóvenes se sublevan contra la sos-
pecha : su bulla se levanta contra el silencio; el misterio es motor
hacia
un
saber comprensivo,
con
fuerza
de
necesidad consubs-
tancial. E l joven pretende saber. E l sabio epistemólogo pretende
saber.
Uno es
promesa
de
hombre
y el
otro hombre
que se
consume.
E l
joven pretende creer
en lo que es y
devendrá,
con
la misma urgencia de un pontífice en creer en lo que
fu e
y en lo
que le espera de bienaventuranza. E l joven pretende crear nuevo
cántico, nueva estrofa, nuevo molde, nueva verdad, nueva doc-
trina,
nueva sociedad, con la tenacidad que el adulto se
cierra
en
la conservación, en la evocación y en el recuerdo
(1).
Y no es
(1).-
-Pen sam ien t o gra t ame nt e co i nc i d e nt e s e e ncue nt ra e n e l ú l t i mo l i b ro
de Juan José A rév a lo : "An t ikom u n ism o en A mér i ca Latina (Ra-
diografía del proceso hacia una nueva colonización)", Edit.
Palestra,
B ue no s
Aires, 1959,
cuando
se
ref iere
a la
j uv e nt ud :
"...Es
es a
edad de la vida que mant iene en alto la d ignidad de la especie hu-
m a n a . La que pract ica aún la gallardía. E l joven es todavía el ho m-
bre con
í mpe t u a sce ns i o na l ,
co n
vocación
de
decencia,
y por
eso,
severo
e intransigente. La
juventud,
esencialmente la
universitaria,
ha
tom a do
en Lat ino América, como suyo, e l t ema de los Gobernantes
G e nd arme s .
Es la juventud la primera en rid iculizarlos, la primera en
combat irlos, la pr i me ra en maldecirlos . E s
también
ella, la ju-
v e nt ud , la primera que da su contribución de sangre y sin metáfora .
Y no es
porque
sea idealista: el idealista es un espectador que se
alimenta de futuro . La juventud es más b ien espiritualista: el espi -
que se trate de esa
bestia concupiscente
e
insaciable
que el
filósofo
desveló en el ser humano: el joven sabiendo
busca
creer y sabe conformarse.
Pero
no acepta en vano ser engañado;
el
escepticismo
y la
incredulidad
no son
ingredientes
juveniles,
hechos qu e
alertan
a
cualesquier dictadura
en
planes
de
indoc-
trinación pretendidamente válida.
A
pesar
de los obstáculos
los
jóvenes hallan
el
camino.
Pero
aquí
no
intentamos
contraponer
el resorte qu e arranca
con
vertiginoso impulso y la cuerda que se ha cansado o
está
rota. M ás bien parece cuerdo
percibir
la fina
entramación entre
lo
que se hace y lo ya hecho. Y pareciera ser que la clave
está
toda
en la
interrelación
de las
generaciones
y la congruencia
que
entre ellas deberá establecerse. Obrar de otro
modo
será
oponer
sin
fruto
el
credo
al
credo,
la
idea
a la
idea,
el
hermano
al hermano, el padre al hijo, el alumno al maestro, el gobernado
al
gobernante,
el país al
país,
el
hombre
a la raza.
¿Cómo
satisfacer a los jóvenes explicándoles que en nom-
bre de la paz nos
preparemos
para la guerra; que
apelando
a la seguridad sembremos la inseguridad; que la libertad se a
invocada
en el
acto opresivo;
que la
opinión
tenga po r
símbolo
la
mordaza; que la piedad se a máscara de cinis mo? . . . ¿Cómo
llenar su oquedad afectiva con invocaciones al amor, conducentes
a la
separación
y al odio?. . .
¿ Cómo
a él, que es
torrente
de
energía que brota y se pierde con avalancha de polen,
como
esperma inagotable, como lluvia incesante,
como
luz eternal va-
Ofici
16
ritualista es un
actor.
L a juve ntu d universi taria l at inoamerican a vive
ya, ahora mismo, valores morales que necesita para crecer interior-
mente: vive ahora, vive todavía, valores morales que muchos adultos
olvidaron. L a j uv e nt ud pre f i e re para sí y exige para lo s d e más un a
línea de pureza, de rectitud, de
ho mb r í a .
L a
j uv e nt ud
exige
con-
ducta
más que
ideas . Reclama
para
ho y
mi smo
la
justicia.
Y
para
todos los d ías la verdad . Y
para
su patria la soberanía. En la
juventud, más que una Sociología de fundamentos económicos, hay
un a Etica imperat iva. No valora lo
material:
no pref iere valores
materiales. No se m u e v e po r se nsua l i d ad ni cae en el vicio. Se r íe
de l d inero
y de los que lo
re par t e n .
N o
tiene vocación
de
pese-
bre.^ E s románt ica porque cree todavía en el
honor.
Y por eso es
suicida. Y ah í está la terrible autoridad de que hace gala en mi t ad
de la
calle , cuando grita
su
desprecio
y
e scupe
a la
cara
de l
tra-
ficante político, del que vende a la patria o del que viene a nego-
ciarla" (Págs.
4 9 - 5 0 ) .
17
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D i r é
Subí
Secr
Diré
Prof
Profi
Of ic i
mos a conformarlo con la inacción de lo vacuo cuando no de
lo falso?. . .
Crecientemente nos hemos afirmado en la idea de que la
crisis puberal
y
juvenil
es mal
social
que no
individual. ¿Cómo
puede el
rosal
sufrir crisis porque sus ramas se carguen de
botones
o se
abran
su s
rosas
? . . . La
real crisis proviene
de la
mala semilla, del exhausto yermo, del sol agostante, de la
perdigonada
de l
granizo,
de la
tijera inclemente,
de l
jarrón
qu e
encareta a la muerte y hace efímera la belleza del matiz y
de l perfume. Pero nunca provendrá del germen madurado,
de l
suelo que es humus, del calor de invernadero, del rocío
perlado,
del ambiente propicio, del hogar que se afirma, de la
patria acrecida, del mundo en progreso.
La adolescencia y la juventud del mundo están viviendo
instancias fuera
de l
círculo
de sus
urgencias
de
desarrollo,
po r
dos
razones
que se nos
ocurren valederas:
1 )
porque
no se
las atiende en toda su amplitud; 2) porque la sociedad des-
cubre ante ellas sus flancos débiles, con proyección, desnudez y
prontitud impensadas en el pasado. Y antes de hablar de clases,
al tratar de jóvenes, podemos comprobar ahora que el
fenó-
meno
de su rebelión es general.
La
información oral
y
periodística
de
principios
d e
siglo,
a los
efectos del conocimiento, era muy limitada por parte de ju-
ventudes
abrumadoramente analfabetas.
E l
advenimiento
de la
información audiovisual,
la
apertura
de
oportunidad educativa
más generalizada, el acrecentamiento de los medios escritos,
aderezados
co n
ilustraciones
y
eficaz metodología (para bien
y para m a l ) , han llevado la difusión a grados en que ya
se percibe la necesidad de su encauzamiento y de su utilización
más
efect iva, ajenamente
a su
sola comercialización.
L a téc-
nica, además, eliminó distancias; una cada vez más afirmativa
posibilidad de
información
no
deformada,
ha
puesto
en
primer
plano
los problemas del hombre en todas las latitudes; difusoras
hay que
transmiten noticias
a
cada minuto durante veinticuatro
horas. Y a los efectos de atraer la atención masiva — o b ien
en servicio
de
intereses
no sociales— las
noticias principiaron
siendo dramáticas, abultadas, negativas, amarillistas. Pero la
fatiga subsecuente ocasionó un fracaso en cadena; otros campos
fueron colonizados,
en los que el
hombre
no es
existencia
en
tragedia, ratonera sin salida o incógnita insoluble. Lo banal,
lo diario,
lo
desapercibido
se han
llenado
de
contenido
de
verdad,
de poesía, de dirección, de esperanzada fe . Pero, lo que inte-
18
resa destacar
de la
avalancha informativa, además
de la
liga-
zón que ha establecido entre los hombres, es la discusión de los
problemas
que a
éstos afectan.
L a
exposición
de
puntos
de
vista
contrapuestos,
la
posibilidad
de
examinarlos
y
tomar partido,
la imposibilidad
de
seguir imponiendo indefinidamente esti-
maciones
ayunas de verdad, han contribuido a afirmar nuestras
antenas mentales.
L a
total secrecía posible
de l
pasado
en el ma-
nejo de la
cosa pública local
e
internacional,
va
resultando
cada dí a menos mantenib le . L os asuntos humanos cada dí a
que
pasa
pierden propietarios y se hacen de l dominio común. Y
en este momento es cuando las contradiciones tácitas y mani-
fiestas cobran
ta l
relieve
qu e
impide puedan
se r
pasadas
po r
alto. El dictador mimetizado en campo de indiferencia, desco-
nocimiento
o
silencio
de l
pasado,
no
puede seguir sosteniendo
por más
tiempo
qu e
sirve
a la
democracia
ni al
pueblo
que lo
soporta : y esto está ocurriendo en momentos en que dispone de
una propaganda de la que puede
servirse
a discreción. Dentro
de la otra ligazón, establecida a través de organismos de
com-
prensión, concordia y construcción creadoras que han unido
a los pueblos, pese a sus gobernantes, los manchones
dic-
tatoriales se han vuelto espesos e insoportables.
En un siglo en el que la acción aparece magnificada con
imperativos
peculiares,
la cabeza no puede ignorar al cuerpo
que la sustenta. El latino vidente
pudiera
exclamar con moder-
nidad: "Hechos
y no
palabras".
Y en e l
campo
de la
realidad
es donde las sociedades contemporáneas sufrientes de desamparo
y discriminaciones
han
comprobado
la
abismal distancia entre
aquello
con lo que se las
consuela
y la
verdad hecha práctica.
N o
escapan
a la
crítica reyes, papas , preside ntes, secretarios,
l íderes. . . intocables hasta ayer. E l mesianismo agoniza cuando
su signo no llena instancias de valor, mientras que la contra-
parte legítima, no obstante circunstancias adversas, conmueve
a la humanidad en asequimiento y esperanza (llámese Gandhi
o Roosevelt) ,
sin que su
categoría
de
vigencia tengan nada
de
común
con el
éxito,
con la
muerte
ni
factores subalternos.
Tal panorama general acusa en lo doméstico notas seme-
jantes .
E l
reajuste aparece como imprescindible.
E l
grupo
más
otalitario del presente se ve obligado, ante una especie de
vindicta
universal,
a
esgrimir razones
y a
defenderse atacando.
-o
este tipo de justificación tiene sus límites: fatiga,
ofende,
enardece.
Y cuando se ha
confundido
la inercia con la
indife-
19
-
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D ir é
Sub(
Secr
Diré
Pro
Prof i
Ofici
rencia,
sorpresivos resultan
lo s
sacudimientos diarios
que ya
son decididamente universales.
Hoy como nunca vive la juventud una experiencia que no
puede
sino ser de primera mano: experiencia vivida, no
trans-
ferible, personal como de uso íntimo. Y en una sociedad contra-
dictoria ¿qué
de
extrañar resulta
que la
juventud aparezca
como contradictoria? . . . Pero vale
destacar
un a insolayable di-
ferencia : la juventud del mundo está abriendo caminos para
la
realización
de las
formulaciones adultas,
hasta
aquí
ta n
trabajosamente elaboradas
por los
hombres
y su
historia. ¡Aun-
qu e el
precio
se a
estafarla forzándola
a
protagonizar instancias
más
allá
de sus intereses del desarrollo y de sus impulsiones
psíquicas
valederas .
. .
Cuando ya disponemos — en la letra— de una tabla de dere-
chos humanos erigidos
como
absolutos y por
tanto
invulnerables;
cuando
no s
damos
cuenta de que en vez de proseguir la marcha
ascendente nos hemos sentado en el camino a la sombra del
árbol frondoso y acogedor de la conformidad; cuando la alar-
ma
adulta es general porque sabemos
estar
m uy atrás de l
cumplimiento de las formulaciones aceptadas en convenciones
de
pueblos.
. .
¡cómo
no s
sacude
que la
juventud
nos lo re-
cuerde ..
.
Existe
desencuentro entre una humanidad adulta erigida en
docente y un
educando t ierno
que no
comprende —-como
se
le
ha enseñado— que el pan no se le
llame
pan y al
vino
no se le
llame vino, precisamente allí
en el
momento
de l
banquete
su -
puesto suculento de pan, peces y vino bíblicos,
para
todos.
La humanidad adulta no puede seguir actuando fuera de los
cánones que ha elaborado y aceptado como válidos. Los jóvenes
los viven a cabalidad; se apoyan en ellos f i rmemente , con an-
siedad vital; no pue den prescindir de ellos sin conmoción, es-
panto
o lesiones imborrable s. Deb emos entonces, restablecer la
armonía
entre
el
decir
y el
hacer; entre
la
verdad
y su objeto;
entre nuestra conciencia
y la
urgencia social; entre
el
mundo
vivido
y el legítimamente ambicionado. Debemos los adultos
—con
decisión de honradez y sinceridad—, retomar el camino
qu e hará a los hombres iguales, hermanos, libres, dentro de
una comunidad mundial. No hacerlo así nos llevará, indefec-
tiblemente,
al
despertar pesaroso
y al
crujir
de
dientes
de un
"demasiado
tarde".
El harapo, el ayuno, la barraca, la sombra (material y del
a l m a ) , la cárcel, el silencio, la servitud, la muerte prematu-
20
ra
no son
banderas
que
tengan asta
en
México,
en
Amé-
rica, en el mundo, en el Siglo de los Derechos Humanos.
Mantener aquel sistema y esta
teoría
es cultivar semillas de
discordia, de tensión, de males sin cuento. La esperanza de
un hombre nuevo y de una sociedad nueva no son patrimonio
ni
moneda de usufructo de pueblo determinado, ajenamente a
su potencia. Es acervo humano. No comprenderlo, demorarlo,
es tanto
como
parangonar —infanti lmente— la potencia de la
física,
irrisoria, frente a la virtualidad del alma humana. Y la
juventud lo presiente, lo sabe, pues lucha, confía y espera y
muere porque el hombre se recupere en su posición estelar y
porque la
especie humana
se a
digna
de un
sitio
en el
universo.
México, 1958-1959.
21
-
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M A N U E L
D Í A Z R O D R Í G U E Z
po r Augusto ermán Orihuela
-
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Diré
Sub(
Secr
Diré
Prof.
Prof.
Ofici
A.
G. ORIHUELA
El profesor AUGUSTO GER-
M Á N ORIHUELA es una de las
cif ras valiosas de la docencia ve -
ne zo lana en la hora actual.
N a c i do
en
Caracas,
el 6 de
sep-
tiembre de 1920, cursó estudios de
Educación Secundaria en el Liceo
Andrés Bello ; luego se inscribe
en e l
Instituto Pedagógico,
de
don-
de
egresó
en 1946,
formando par-
te de la Promoción Cecilio Acos-
ta", con el
título
de Profesor de
Educación Secundaria
y
Educación
Normal en la Especialidad de Cas-
tellano, Literatura y Latín.
Su iniciación en la docencia tu-
vo lugar en el nombrado Liceo
Andrés Bello , para luego pasar
a la Subdirección de l Liceo de
ce o de
Aplicación
y de
aquí
a la
de l Liceo "Caracas", al propio
t i e m p o
que
regentaba cátedras
en
el
Instituto Pedagógico
y en al-
gunos planteles privados de la ca-
pital.
D e n t r o
de l campo profesional, el
pro f e so r Orihuela h a cumplido
además
las
siguientes actuaciones:
mi e mb ro de comisiones redactoras
de programas de su especialidad
para la Educación Secundaria y
Encargado de la Dirección Técnica
del
Ministerio
de
Educación.
En todos los cargos que ha te-
nido
a su
cuidado,
se ha desempe-
ñado con verdadera eficacia.
En e l presente es Vocal de l
Consejo
Técnico
de
Educación
por
la rama de Formación
Docente.
En 1957, el profesor Orihuela
fu e
exaltado
a la
Presidencia
del
Colegio
de
Profesores
de
Vene-
zuela,
para
un período de un año.
Su gestión
al
frente
de los
des-
tinos
de la
nombrada institución
se caracterizó por una ejemplar
consagración a los deberes que
tan elevado cargo conlleva.
25
-
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Diré
Subí
Secr
Diré
Pro*
Prof(
Ofici
E l
profesor Orihuela
ha
culti-
vado también el periodismo en los
diarios
"E l
Universal"
y "El Na-
cional".
D e
este último
es colum-
nista del Papel Literario.
Re c ie n te me nte le
fu e
conferida
la Orden
"Andrés
Bello".
El
Colegio
de
Profesores
de Ve-
nezuela editó en un volumen in -
titulado "En Tono Menor.
.."
(Edi -
torial "Simón Rodríguez", Madrid-
Caracas, 1956)
un
valioso conjunto
de
ensayos
y
crónicas
escritas po r
el profesor Orihuela, que tienen
po r denominador común su pasión
po r
la s letras venezolanas. De esa
obra tomamos hoy, para insertar-
lo en las
páginas
que
siguen,
el
ensayo "Manuel Díaz Rodríguez,
má ximo exponente del Modernismo
venezolano",
que es sin
duda
un o
de lo s
mejores trabajos
qu e hasta
el presente se han realizado en
Ven ezu e la acerca de la persona-
lidad
y la
obra
de l
autor
de
"Pe-
regrina".
Este "BOL ETÍN " se complace
en
hacer público el testimonio de
su satisfacción por contar entre
sus colaborados al profesor Ori-
huela
R. P -D.
26
por
A . G . O R I H U E L A
S Í N T E S I S
D E U N A
V I D A
F E C U N D A
Desde
lo s
remotos
tiempos de La
Colonia hubo
un
tipo
de
inmigrante al Nuevo
Mundo,
que sin duda constituyó uno
de los
puntales
más fuertes
para
el mantenimiento ,de. todo lo
que
representaba la España de entonces y de siempre. Este
tipo
no
era, precisamente,
el
peninsular, sino
qu e
venía
de
fuera,
de l mar mismo qu e sintió sobre su s ondas la s carabelas de l
Gran Almirante enfilar proas hacia
.estas tierras.
No e ra este
inmigrante el
prototipo
de l
español
culto, pero sí del trabajador
por excelencia. Venían, generalmente,
de
la s Islas
Canarias
y
formaron un grupo que con el tiempo llegó a ser poderoso eco-
nómicamente.
S us
apellidos
se
hicieron
los más
comunes
en
Venezuela;
eran González, Pérez, Fernández, Ro dríguez;
en
f in ,
an
esos apellidos
que llenan
varias
páginas
en la
guía
felefó-
ie
nuestras
ciudades hoy en día. Gente trabajadora, y
tanto,
que
todos,
co n rarísimas
excepciones, llegaron
a
haeer
fortuna,
aban su s familias
en
ventajosos matrimonios,, tanto .para
raza
como para el en grandecimiento del peculio propio,, y
.2 7
-
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Diré
Sub(
Secr
Diré
Proí
Prof.
se fu e tejiendo la red de apellidos sin ninguna resonancia
entre
los peninsulares de noble estirpe.
Dos jóvenes, pertenecientes a esas fam ilias ven idas de Zas
Islas,
como
se ha
dicho siempre
en
nuestro país, sobreenten-
diéndose por tales Las Canarias, contra jeron matr imonio . Eran
Juan Díaz Chaves y Dolores Rodríguez; él, analfabeto, pero
trabajador,
logró hacer
una
fortuna.
Era un matrimonio
feliz,
co n
ocho hijos que constituían su mayor preocupación, sobre
todo en lo referente a educación; aquel don Juan Díaz , como er a
conocido
por los
contornos, entendía
que era
grave
pecado
no
proporcionar a sus hijos una instrucción que les permitiera des-
envolverse en la vida y a la vez preven irse contra probab les
descalabros
en el
patrimonio
que les
legaría cuando muriese.
E l meno r de todos era Manuel ; había nacido el 28 de f eb r er o
de
1871 en "Las Dolores", la hermosa posesión cercana a
Chacao, donde
hoy
está emplazada Altamira,
y que
consti tuía
un o
de sus mayores orgullos.
Los
primeros siete años
de la
vida
de
Manuel transcurrieron
en aquella estancia, muy cerca del Avila, su "padre inmortal",
y
de
cuyas "canteras de granito" salió
su
"espíritu
valiente".
Fueron siete años de compenetración con la Naturaleza, allí
siempre esplendorosa, llenándose
las
pupilas,
y por
ende
el es-
píritu,
sin darse
cuenta ,
de esa
policromía maravillosa
que más
tarde pintara con tanta precisión y donosura. Fueron siete años
de constante corretear por entre opimos cafetales y ba jo bucares
florecidos. Pero su padre sabía que era necio de su parte dejar
a aquel hijo en la
estancia
siempre, sin ningún provecho intelec-
tual.
Por
eso, cuando Manuel tuvo
los
siete años
— la
edad esco-
lar
genera lmente aceptada—, toda
la
familia vino
a
radicarse
en
Caracas.
Era el año 1878: los medios de transporte eran difíciles,
lentos; mas era necesario que todos los hijos de D. J ua n D ía z se
instruyeran;
el mayor muy pronto se graduaría en
Medicina,
lo s
siete
restantes
debían seguir estudiando. El traslado a Caracas
se hizo inevitable, aunque doliera mucho dejar aquella sabro-
sísima vida campestre.
El
Colegio
"Sucre", que
dirigía
por
entonces
el Dr.
Jesús
María Sifontes, contó entre
los
nuevos inscritos
de
aquel
año
al niño Manuel Díaz Rodríguez, f lacuchento y rebelde. No
podía
contenerse dentro del recinto del colegio. Era demasiado
pedirle a él, que
estaba
tan acostumbrado a respirar a p leno
pecho
en su
estancia chacaoense.
Los
primeros días
de
colegio
fueron verdaderamente opresivos, mas e l
gran
lenitivo que es
28
el tiempo se encargó de ir suavizando el dolor, y los juegos
frecuentes con los compañeros
fueron
limando asperezas, y vino
lentamente
el
amor
por las
aulas,
y
llegó
a
tanto ,
que más
tarde
y
a
h omb re—como alguien quisiera oponerse a que f uer a
electo "segundo vicepresidente de la Junta Direc tiva , cuyo ob-
jeto muy noble es el de celebrar las Bodas de
Plata
del Colegio
"Sucre", escribió
una
carta
al
maestro
que
concluía
de esta
manera: "¿Acaso no amo y venero el suelo mismo, las mismas
paredes de esa casa del colegio, en donde se quedó para siem-
pre una partecita de lo mejor de mi alma?" (1 ).
Más tarde es el
"Santa
María" , de aquel venerable maestro
qu e
fu e
e l licenciado A gustín Ave ledo. Son los años inquietos
de la adolescencia ; cuando, probablemente, comienza a apun-
tar la vocación; cuando todavía es prematuro asegurar algo
con
respecto
al
porvenir ; cuando
se
reciben demasiadas
in -
fluencias,
pero se asimilan m uy pocas, acaso las más cercanas,
las de los seres más queridos, las de los hermanos; y fu e esto
último, sin duda, lo que hizo que Díaz Rodríguez estudiara
Medicina.
El
hermano mayor , para
esa
época,
ya se
ha b ía
graduado. Ahora son los años de
severas
disciplinas universi-
tarias; cuando la complejidad de las materias y la vocación no
bien
definida necesitan de l acopio d e toda la voluntad para salir
adelante; y
como
en é l esta última era una de sus mayores
cualidades, pudo ocupar sitio prominente en la promoción que
se graduó en 1891. Pero, entonces, el problema de encontrar el
camino se agudiza porque ya hay un radio de acción perfecta-
mente demarcado, y es necesario encontrar dentro de los lí-
mi tes
de la
profesión
la
especialidad
más en
consonancia
co n
su espíritu, que, sin saberlo, es de
artista.
¿A qué dedicarse
en Medicina cuando se posee una gran sensibilidad ? La repuesta
surge rápida, casi
como
un
grito:
¡A los niños ¿A caso no
son verdaderos artistas los especialistas de la medicina infan-
'
Sólo pueden serlo seres dotados
de
gran
sensibilidad e
^tuición.
Y Díaz Rodríguez es uno de ellos. Pero nuestro me-
di o aún no era lo suficientemente propicio para especializarse.
^ ra necesario concurrir a centros donde la Medicina tuviera
Layor desarrollo;
oír la
enseñanza
de
reputados especialistas,
en Venezuela no los había por
entonces;
ampliar el panora-
m a;
realizar
prácticas aún no
conocidas entre nosotros.
Y
fu e
D.-Manuel Díaz
Rodríguez.
"Entre
la s
colinas
en
flor",
pág. 127.
29
-
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18/68
Diré
S ub í
Secr
Diré
Prof
Prof .
as í
como Díaz Rodríguez, movido
por un
deseo
de
superación,
partió para Europa en 1892, pasando por las A ntillas y Nor-
teamérica.
Los grandes hospitales de París primero, y luego los de Vie-
na, lo
cuentan entre
lo s
médicos jóvenes
qu e
seguían cursos
de
los que hoy se denominan de posgraduados. Fueron dos años
de
intenso trabajo, durante los cuales fu e menester hacer uso
de toda la voluntad para no dejarse vencer por las múltiples ace-
chanzas
que la
Ciudad-Luz tiende
a los que la
visi tan;
y
des-
pués.
. . la
capital
de l
vals ;
era la
época
de
plena efervescencia
de la opereta y el can-can. Fu e verdaderamente torturador para
un
hombre, que apenas si alcanzaba los veintidós años, moverse
en aquellas dos grandes capitales de la
alegría.
Pero si hay
juventud
hay volutad, y Díaz R odríguez terminó fel izmen te su
curso bienal,
y en 1894
regresó
a la
patria.
Mas,
Díaz Rodríguez
ya ha
saboreado
la
vida europea;
ha
visto cosas qu e tardarán mucho en llegar a Venezuela, y despierta
el
deseo en él de
visitar
nuevamente el Viejo Continente, pero
no
como
estudiante, sino más bien un poco
como
turista, que
quiere ver mucho y pronto. El deseo va adquiriendo contornos
de verdadera ansia, y a mediados del 95 parte otra vez. No se
imaginó nunca la trascendencia qu e este viaje tendría en su
vida; no pensó
jamás
al
partir
que a su vuelta al lar nativo se -
ría recibido con el mayor beneplácito por los hombres de letras
caraqueños.
Esta vez no fu e Francia ni Austria, sino Italia el país
adonde
se dirigiera y que ligeramente conocía en la urgencia
de un viaje en ferrocarril. Es, probablemente, el viaje más im-
portante
de
cuantos realizó,
que por
cierto
no fueron
pocos;
es
un
viaje
en que el
alma
se le
ensancha,
que le
hace vibrar
todas
la s
fibras
de la
emoción,
y
llega
a
desarrollarle
un
amor tan grande po r aquel país, que en 1915, cuando Italia entró
en la Primera Gran Guerra, el 23 de mayo de ese mismo año, es -
cribe
un a
página llena
de
dolor
y
reproche
en la
cual
confiesa:
"Quizás nadie ha amado a Italia
como
yo, que la he amado casi
tanto
como al país de mi cuna, aún más que al amor de mi raza,
con amor desinteresado y perfecto" ( 2 ) . Y no era para menos,
puesto que
fu e
en Italia, en aquel 1895, cuando por una casuali-
dad y para ganar una apuesta al amigo que le acompañaba,
Of i ,
(2 ) . — Manue l D í az Ro d r í gue z ,
O p. Cit., pág. 276.
30
Armando Blanco
—como
el mismo Díaz Rodríguez nos lo cuen-
ta en hermosa narración que publicó junto con "Sermones Lí-
ricos
"̂
comenzó
a
escribir,
él, que
nunca
lo
había hecho,
aquellas deliciosas
"Sensaciones
de Viaje",
qu e
publica
en
París,
en 1896 y que tras largo e intenso debate premia nuestra
Academia de la Lengua, causando
gran
admiración —casi
conmo-
c
j¿
n en
ios
círculos intelectuales
del
país,
para los
cuales Díaz
Rodríguez
era un
perfecto desconocido, pues, como dice nues-
tro
gran crítico
Jesús
Semprún :
"L a
aparición
de
Díaz Rodrí -
guez en el
campo
de la
literatura
fu e
subitánea
y
definitiva.
N o había hecho tanteos
en
público;
no
pasó, como
es
común
en nuestras Repúblicas españolas, por el período de los ensayos
que
son "promesas" para los doctos más o menos tolerantes.
Su primer libro fu e la revelación cabal de un escritor hecho y
derecho,
que en la sombra y en el silencio, y sin duda a fuerza
de estudio perseverante, había adquirido un dominio sorpren-
dente
de la lengua; y que si no mostraba entonces tener cosas
grandes
o
nuevas
qu e
decir,
sí
parecía capaz
de
contar
lo que
le plugiera en una prosa llena de
sorpresas
y delicias"
( 3 ) .
Ese primer libro de Díaz Rodríguez no sólo alcanzó éxito
literario, sino
qu e
también
lo
fue
de
librería.
Y
halagado
po r
el
triunfo, que desde la patria le cuentan parientes y amigos,
vuelve; pero no como el joven médico que apenas se inicia en la
carrera, sino como un escritor que cerrará filas al lado de los
literatos
qu e
constituyen fuerte expresión
de la
nueva tendencia
denominada modernismo, que tiene por
corifeo
al más grande
poeta de América, el nicaragüense genial. Y son Pedro Emilio
Coll
y
Pedro César D ominici, también César
Zumeta y
Ángel
César Rivas, junto con Urbaneja Achelpo'hl y Gil Fortuol, que
están contentos
y
celebran
la
aparición
de
este nuevo escritor,
que
si acaso acusa cierta influencia d'annunzziana revela a la
ve z
unas condiciones y sobre todo un estilo ta n suyo y una
posesión tan cabal del idioma, que desde entonces presienten
lo
qu e
será
en el futuro. Y nuestra
gran
revista, de fama
con-
tinental
y sin sucesión en nuestras letras, "El Cojo Ilustrado",
3
siente
feliz
de poder contar entre su s colaboradores a Manuel
Díaz Rodríguez.
Pero la labor literaria no se limita a la colaboración perio-
>tiea,
pues prepara otro libro, que publica al año del primero.
—Jesús Sem p r ú n , Estudios
críticos .
C uad e rno
de la A . E . V .
31
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Diré
Subí
Secr
Diré
Prof
Prof:
Es el año de 1897, que presencia el nacimiento del segundo
hijo literario
de
Díaz Rodríguez, "Confidencias
de
Psiquis",
con prólogo de Pedro Emilio Coll. Y ese mismo año
"E l
Cojo
Ilustrado" recibe una colaboración suya que publica con el tí-
tulo de "Símbolo", que comienza: "Mi a lma era un mina aban-
donada" . Y que más adelante continúa: "Al f in apareció una
viajera misteriosa. Ve nía de un país lejano, conocido tan sólo
de poetas y niños: el país de donde vienen los anhelos puros,
los
amores castos y las hadas buenas . En ese país era ella la
mejor
de las
hadas.
Su
existencia corría dichosa
y
apacible
en
un ambiente azul poblado de ensueños y perfumes, a la
orilla de
lagos
en cuyo
cristal
se miran infinidad de lirios mien-
tras en el fondo de las aguas dormidas abren las n i nf a s sus
corolas
como
pupilas fantásticas. Fatigada, al cabo, de la mis-
m a
quietud monótona
e
imperturbable
de su
existencia, quiso
probar
las
angustias
del
ho mbr e
y
conocer
las
tristezas
del
amor.
Y para satisfacer tan caprichoso y temerario deseo, subió a un
pétalo de lirio, hizo de una gota de rocío carroza de diamantes,
y viajando
por un
rayo
de
sol, vino
hasta el
país árido
y triste
en donde mi a lma era una mina abandonada" ( 4 ) .
E l
hombre
se ha
enamorado
y el
poeta
que hay en él ha
respondido
al
l lamado
del
corazón.
Es una
caraqueña gentil
la viajera misteriosa, Graciela Gaicano Sánchez, con ascenden-
cia
de
músicos
y
poetas; tenía
que ser
necesar iamente
el
hada
buena capaz de descubrir aquella "mina abandonada".
Díaz Rodríguez t iene ahora
un
motivo
más
para seguir tra-
ba jando con ahinco y anhelando s iempre mayores tr iunfos para
ofrendar a la amada. Continúa colaborando en "E l
Cojo
Ilus-
trado",
y
en 1898 lanza a la luz pública ese precioso conjunto
de
acuarelas que lleva por t í tulo
"De mis
romerías", tercer
volumen
en
tres años, también tercer triunfo, porque
la
curva
de
Díaz Rodríguez
en la
l i tera tura nacional
es
siempre ascen-
dente .
N i
declina
ni se
estabiliza.
El 7 de julio de 1899, después de publ icar un a magníf ica
colección
de cuentos con título general de "Cuentos
de Color'',
en que se muestra
dominador
del difícil
género,
une su
vida
a
la de Doña Graciela, y parten en viaje de novios para Italia.
Pero Díaz Rodríguez lleva en éste, su
tercer
viaje a Europa,
una idea
de patriota
progresista:
una
inmigración.
Era em-
presa part icular, para la cual el Gob ierno venezolano sólo tenía
( 4 ) . — M a n u e l
Díaz
R odr í g u e z , O p.
Cit . , pág. 246 .
32
eme
dar su
asentimiento . Pero
el
noble propósi to
no se
pudo
realizar, pues la llegada de Castro al Poder lo echó po r tierra.
E nto nc es
el
escritor
se
dedica
a
via jar
po r
di ferentes pa íses
europeos, hasta que en 1901 vuelve a Caracas y se encuentra
co n que su úl t ima producción, una novela , "ídolos rotos" — ya
lo sabía
po r
Ángel César
y otros
amigos—, había levantado
polvareda, y hasta se le tachaba de
poco
patriota y desarraigado.
En 1902 hay una terrible conmoción en la vida del gran
esti-
lista: pierde a su padre, y en él a su mejor amigo. Y adquiere
la responsabi l idad de velar por el mante nimien to del pa trimonio
familiar
— ya un poco resentido— y se va a l campo a trabajar
la tierra con el mismo entusiasmo con que venía haciendo lite-
ratura, "dirigiendo en persona
— c o m o
dice Key Ayala— las
únicas rasgaduras que él hizo en el vientre de la patria, la s
sagradas her idas de la reja de l arado".
Pero siempre tendrá tiempo para escribir
y
d ur a nte
ese
mismo año publ ica su segunda novela : "Sanare patricia", co n
la cual inicia un a nueva etapa no c o nt i nua d a en nuestro país: \
de lajnovela psicológica. Sigue escribiendo y guardando origi-
na les que más tarde o más tempran o serán publ icados, a lgu-
nos en "E l Cojo Ilustrado", hasta qu e esta revista promovió
un concurso cuyo resultado se obtuvo en 1904, y que produjo
enorme revuelo , pues habiendo s ido premiado el cuento
"L a
bandera",
de Ale jandro Fernández G arc ía , Díaz Rodríguez pensó
qu e el jurado, que por cierto presidía su suegro, D. Eduardo
Gaicano,
no había procedido con la ecuanimidad necesaria, ya
que a él le parecía que de haber leído su trabajo "Música
bárbara",
el veredicto le hubiese sido favorable.
Irritado
por lo
qu e él creyó una injusticia, llamó por te léfono al Sr. Herrera
Irigoyen y le dijo que en el concurso de su
revista
se había
efectuado un cucambé. . . Na tur a lmente , el director de "E l Cojo
Ilustrado" hizo
la s
aclaraciones necesarias, mientras Díaz
R o-
dríguez y Fernández Garc ía se trabaron en una violenta lid
li teraria, en la que
—como
dice
J ua n
Santaella—
ganó la
teratura, pues de ella
fueron
producto joyas
literarias
como
ésta:
EL SONETO DEL ORGULLO O LO QUE
EL POET DICE L VIL
Como tú, que al tumulto de los mares
impones el silencio de la altura,
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Diré
Sube
Secr
Diré
Prof,
Prof
(
Ofic
se
alza
la
impavidez
de mi
bravura
encima de un tumulto de juagares.
Como
tú, si te muerde los ijares
la roza,
y tus
barrancos empurpura,
desdeño
la traidora mordedura
con
que el odio quemó mis calcañares.
Y
también como
tú, que
indiferente
¡oh mi padre inmortal del Infinito
a la diadema azul pones la frente,
ni voy
tras
de la
Gloria,
ni la
evito:
que
no e n vano mi espíritu valiente
salió de tus
canteras
de
granito.
(M . Díaz Rodríguez)
Pero al año de estos sinsabores, el destino le depara la
enorme dicha de ser padre de una niña, Yolanda, primera y
única. Son unas manecitas tibias que de entre pañales golpearán
imprecisamente su cara siempre adusta y poco dulcificada por
la sonrisa. Durante lo s tres años siguientes hace vida de cam-
po
hasta 1908. Cuan do el general Juan Vicente Gómez toma el
Poder, es nombrado vicerrector de la Universidad Central de
Venezuela; hecho que le obliga desde entonces a participar ac-
tivamente en la vida política del país. Lo que hizo, no con la
idea de colaborar con el régimen, sino por el contrario
para
dentro del mismo régimen poder neutralizar la acción funesta
de l Dictador, a quien en más de una ocasión dijo verdades
qu e
quizás en otros hubieran podido acarrear serias consecuen-
cias, pero
que su
recia personalidad, unida
a una
indudable
gran
suerte, logró evitar.
En el
mismo
año en que
empieza
s u
carrera
política,
publica "Camino de perfección". En 1910, siendo aún
vicerrector,
fu e
enviado, e n unión de l doctor César Zumeta, a la
Argent ina para representar a Venezuela en la IV Conferencia
Panamericana. Cuando vuelve ocupa la Dirección de Instrucción
Superior y Bellas Artes, cargo que desempeña hasta 1913,
cuando el doctor Gil Fortuol, que se halla en la
Cartera
de
Relaciones Exteriores, lo nombra director de la misma; y en
1914
se le
designa para
es e
mismo Ministerio;
es una
época
3 4
de
grandes dificultades para cualquier ministro de Negocios
Extranjeros, pues ya ha comenzado la terrible conflagración
nundial de 1914-18, y Díaz Rodríguez se desempeña brillante-
mente, tanto qu e
hasta
concibe el proyecto de un Congreso de
Neutrales a fin de evitar "La vieja pretensión de los beligerantes
como
él dice— a que priven los derechos de guerra. . ." "Di-
ch o memorándum fue, en
efecto,
redactado en ese mismo me s
de septiembre —explicaba él mismo en 1915, un año después,
cuando
ya no era ministro de Relaciones Exte r iores— ; pero,
circunstancias de orden interno de la Cancillería y que no es
oportuno historiar por ahora, estorbaron su comun icación a los
países amigos hasta mediados del siguiente mes de octubre. Y
estaba ya listo para comunicarse a todos lo s Gobiernos ameri-
canos, a las comisiones panamericanas de los
distintos
países y
a la
Unión Panamericana
de
Washington,
po r
conducto
de
nuestro
Ministerio
en los Estados
Unidos, cuando
sobrevino la
crisis ministerial por la que dejé de formar parte del Gabi-
nete"
(5 ) .
Pero
no por eso
fracasó
su
proyecto, sino
que el
nuevo
mi -
nistro de Relaciones Exteriores, general Ignacio Andrade, lo
adoptó
plenamente, "y por medio de nuestro ministro en Was-
hington lo
enrumbó
felizmente a la victoria" (6).
E n
1915
es
nombrado senador
por el
Estado Bolívar, pero
su labor en el Parlamento no tiene tiempo de desarrollarse,
pues en 1916 es llamado de nuevo a formar parte del Gabinete
y se
encarga entonces
de la
Cartera
de
Fomento, cargo
qu e
desempeña
durante dos años, y en 1918 vuelve al Congreso.
Publica "Sermones líricos".
Una vez
terminada
la
guerra (1919),
Italia hizo fuertes reclamaciones a Venezuela, razón por la
cual
el
Gobierno envió
a
Díaz Rodríguez
con el
encargo
de
atablar
negociaciones, y "el Maestro", como se le llamaba en
los medios literarios, se desenvolvió con el mayor acierto, con
habilidad tal,
qu e
logró reducir
la s
aspiraciones italianas
na cifra mínima en comparación a la cantidad inicial exigida.
Luego de este notable triunfo diplomático el Gobierno lo envió a
nebra
como
representan te de Venezue la ante la Sociedad de
Naciones. En 1922 publica "Peregrina". Después vuelve a
Ma nue l D í az R o dr í guez , Entre
la s
colinas
en
flor , pág. 291.
-Wem, id., pág. 291.
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Italia
e
inaugura
la
Plaza Bolívar
en el
Monte Sacro,
y en
1923
regresa
a
Venezuela.
E n 1924 ingresa en la Academia de la Historia.
Pasa
un año
sin actividad política y en 1925 es nombrado presidente de l
Estado Nueva Esparta , donde
intenta
realizar un a política in -
dustrial aprovechando productos naturales y típicos de la isla,
pero
tropezó, como
primer obstáculo,
"con la indolencia de l
pueblo y el
poco
empuje del Gobierno
Federal".
En julio de
1926
es
trasladado
a la
presidencia
de
Sucre,
que
desempeña
hasta
fines de l año. L a
salud está
muy resentida. El mal es
mortal;
progresa
en
forma
"inmisericorde". El lo
sabe. Sólo
un milagro podría salvarlo. Pero Díaz Rodríguez, viajero
de
todos lo s caminos, hurgador de todos lo s horizontes, siente qu e
tiene
un a deuda para con la tierra que lo v io
nacer :
conocerla y
describirla con su prosa maravillosa, que le ha valido s er conside-
rado el primer estilista de Venezuela y uno de los mejores de ha-
b la castellana, y a pesar de l cáncer
terrible
qu e cada día se
adueña más de su
garganta,
se siente todavía co n ánimo para
viajar por el Orinoco y el Apure y tomar apuntes lo mismo que
hizo cuando
estuvo
en
Margarita, compenetrándose
con el alma
de
su pueblo, penetrando su psicología, captando ambientes,
anotando hechos sobre personajes qu e hubieran podido se r
embrión de novelas venezolanas y que quizá ya se perfilaban
en su
mente, pero
qu e
nunca pudieron
se r escritas.
E l cáncer sigue progresando y hay que hacer un último es -
fuerzo,
sólo
la
cirugía podría hacer algo,
y en
mayo
de
1927 sale
para Nueva York. Son varios meses de tra tamiento, hasta qu e
en agosto ingresa en el Memorial Hospital. El 25 de agosto le
practican
un a t raqueotomía; ma s
todo
es
inútil,
el 27 muere . . .
'Pudo decir qu e continuaba siendo
— en
hora vecina a su pos-
trer instante— acusador y no acusado. Porque no
fu e
él de los
lúe
colaboran con afanes de cartiginismo sin escrúpulos, sino
los que dan el
caudal
de sus
merecimientos
a la
ocasión
que
n
propicia para alcanzar prefeccionamientos colectivos en la
da qu e demarquen la s modalidades de las circunstancias y
o
de las posibilidades del
instante.
Y además, ahí queda su
de patriota
expuesta
al
análisis
de la
crítica
histórica
para
lúe resalte su buena voluntad de hombre de acción. No es vir-
-
que
necesita
de l
aislamiento
y la
abstención para mante-
vidente.
Virtud mucho mayor qu e esa, mojigata o tímida,
ceptar lealmente el puesto en la milicia de la vida y cargar
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Diré
Sube
Secr
Diré
Prof .
Prof ,
con las responsabilidades que son liviana
carga
cuando se re-
cuestan en la bruñida lámina de una conciencia sin mácula" ( 7 ) .
L A O B R A D E U N E S T I L I S T A P S I C Ó L O G O
Con "Sensaciones de viaje"
se
inicia Díaz Rodríguez
en la
literatura.
Son siete capítulos los que
componen
la obra; cada
un o de ellos representa la captación de un paisaje distinto. "Los
siete capítulos son como siete melodías distintas
—dice
Pedro
Emilio Coll, el gran animador de "Cosmópolis"—, según fu e la
cuerda que hizo vibrar la impresión exterior: en Roma, en las
naves de San Pedro, se reveló por reacción el estudiante de me-
dicina, positivista
y
revolucionario;
en
Florencia fu e erudito;
en Venecia poeta; alrededor de Ñapóles travieso como un cole-
gial en
vacaciones;
en la Aldea Lombarda experimentó el anhelo
torturador
de los cerebrales, de
hacerse simple,
de
saborear
las
alegrías rústicas del campesino. . ." ( 8 ) .
Editado en París por Garnier Hermanos, en 1896, fu e obra
consagratoria, casi, para Díaz Rodríguez.
En el
primer capítulo,
"Aldea Lombarda", hay magnífica descripción del paisaje que,
unida a la de algunos personajes, son, además de maravilla es-
tilística, claro anuncio del novelista que había encerrado en Díaz
Rodríguez, narrador emotivo y buen captador de ambientes y
humanidades. Ningún otro capítulo de los del libro hubiera lle-
nado
mejor
su
cometido
d e
interesar
al
lector desde
el
momento
mismo
en que empieza uno a leerlo, que "Aldea Lombarda";
su solo título es ya promesa de
sabrosas
páginas, y a medida que
se progresa
en su
lectura
se
siente
el
ambiente
de la
Italia sep-
tentrional co n todos su s encantos y
todas
su s realidades.
En el segundo capítulo, "Venecia", la descripción siempre
viva
y
amena logra mantenerse dentro
de un
m arco poético, pro-
pio
de la ciudad de los canales y las góndolas, aunque en algún
momento
surja el recuerdo histórico de sabor amargo.
L a
ciudad
de los Mediéis
marca
la
tercera etapa,
en la que
Díaz Rodríguez hace, sin ponerse pesado, alarde de sus conoci-
mientos sobre arte renacentista, pero en una forma tal, que se
(7 ) A gus t í n
Aveledo
U r b a n e j a ,
"Panegírico". E n
"Cultura Venezolana",
O'ulio-agosto de 1927.
(8) Pedro Emilio
Coll, "Palabras",
pág. 110.
,
con
agrado,
pues
conserva siempre el ritmo de capítulo de
b ra
literaria
y no cae en la
aridez
de una
historia
de l
arte,
siempre apegada
al
dato.
No se puede decir lo mismo de "Roma", que es el cuarto ca-
pítulo,
pues
quién
sabe por qué causa la obra pierde aquí la
agilidad que le venía caracterizando. Tal vez
sería
falta de sim-
patía
que el
autor experimentase hacia
la
Ciudad Eterna.
Y si
as í
fuere,
¿ por qué lo escrib ió? Pues, probablemente po r com-
promiso con el
lector,
que se
habría quejado,
con
toda razón,
de no encontrar en un libro sobre
Italia
un capítulo especialmen-
te
dedicado
a Roma. Lo cierto es que, para mi gusto, este tramo
de l libro constituye un lunar, a pesar del estilo, ya que abunda
en
el
dato histórico
y
peca
de
erudición.
Ñapóles encauza de nuevo la narración por el grato sendero
de la aventura viajera que nos interrumpiera Roma con su adus-
tez
de gran señora. A
través
de las páginas que Díaz Rodríguez
dedica a la ciudad del Vesubio, se siente la
alegría
sana del via-
jero que busca las mil y una formas de aventura que salen al
paso en una ciudad desconocida y que, por tanto, encierran ma-
yores encantos. La deliciosa aventura de Ñapóles se prolonga
por sus alrededores en b ien hechas descripciones, que se leen con
placer
pues generalmente van salpicadas de la anécdota
narrada
con
facilidad.
E l
salto
qu e
Díaz Rodríguez
da
para
el
último capítulo
es
sorprendente . Nos traía casi de la mano, podríamos decir, por
Italia; mas de pronto,
para
cerrar el libro, nos mete en el abiga-
rramiento de colores, hombres y costumbres de Constantinopla.
L o
que verdaderamente llama la atención en la lectura de
"Sensaciones de viaje"
es la
soltura
con que
Díaz Rodríguez
se
desenvuelve, sobre todo si tomamos en cuenta que es su primera
producción
sin
haber hecho "tanteos
en
público". Cuando
se lee
esta obra
se
tiene
la
impresión
de
estar leyendo
a un
veterano
de
la
descripción, y por eso sorprende saber que entonces era nues-
o gran
estilista un
mozo
d e
veinticinco años,
qu e
nunca antes
abía pub licado nada. Y pen samos que si no sería po r esto por lo
que hubo tan largo debate en nuestra Academia de la Lengua
a
concederle
el
premio
d el
año.
Lo
cierto
es
que" Sensaciones
viaje" es un
lib