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La trama y el paisaje urbano de Béjar, sus edificios ymonumentos reflejan la historia de una población quese remonta esencialmente a la etapa medieval, inicia ysupera la Edad Moderna bajo el dominio omnipresentede la Casa Ducal, y se desarrolla y transforma duran-te el siglo XIX en un importante enclave industrial deCastilla y León, que hemos visto tristemente hundir-se en el siglo XX.

En buena parte este pasado y esta configuración hanestado condicionados por su peculiar emplazamientogeográfico: una depresión dominada por los impo-nentes macizos graníticos de la serranía de Béjar, enlas últimas estribaciones del Sistema Central. Graciasal agua de los numerosos regatos y fuentes que bajande la sierra, la vegetación del lugar es rica y variada,con abundantes pastizales que propiciaron desde laantigüedad una importante explotación ganadera, com-pletada con el cultivo, más o menos intenso según lasépocas, de un extenso viñedo, algunas plantas textiles ytintóreas, cereales, frutales y todo tipo de hortalizas enlas huertas, a lo que hay que sumar el beneficio de losbosques, en particular del castaño, que sigue siendo elárbol predominante en los montes.

Todo esto hace del entorno natural de Béjar uno de losmás bellos de la provincia salmantina, pero tambiénuno de los peor comunicados. Para llegar a él desdeSalamanca, Cáceres o Ávila es necesario atravesar

algún puerto de montaña –Vallejera, Baños o SanBartolomé–, lo que ha supuesto un aislamiento que hadificultado su desarrollo, aunque en algún momentode su historia pudo favorecer su resguardo.

Varios miliarios atestiguan la proximidad de Béjar a laVía de la Plata, el más importante eje de comunicaciónen el occidente peninsular de la Antigüedad, constituidosobre los caminos naturales ya existentes. No parece,

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Vista panorámica de Béjar

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sin embargo, que laconstrucción de lacalzada fomentase elpoblamiento de estatierra bejarana másde lo que estabaantes de la ocupaciónromana. A juzgar porlos restos cerámicos

y utensilios de sílex hallados en Valdesangil, ya en elCalcolítico debía haber un pequeño núcleo de pobla-ción en el valle, que posiblemente se trasladó al cerrocuando en la Edad del Hierro se establecieron aquí losvettones, ganaderos y pastores, buscando un emplaza-miento más estratégico. A falta de restos arqueológicosque la avalen, esta ocupación se apoya en el propiotopónimo de Béjar, de indudable origen prerromanotanto si se hace proceder de la antigua Deóbriga comode Bíclaro, según defiende Llorente Maldonado. De serasí este castro habría estado enclavado en el mismolugar de la ciudad actual, un estrecho espolón queemerge hasta los 959 metros de altitud entre el profun-do valle del río Cuerpo de Hombre al norte y una peque-ña vaguada labrada por el arroyo de los Moros en el surque confluyen en su extremo occidental, mientras eldesnivel va descendiendo suavemente hacia el sudestehasta fundirse con la llanura inferior.

Hay quien sostiene que en lo más alto del cerro estu-vo situado también en época visigoda el antiguo ceno-bio benedictino de “Bíclaro”, que habría sido destrui-do durante la ocupación musulmana. Pero lo quesucedió con la pequeña población existente durantelas invasiones germánica e islámica no pasan de serconjeturas, dada la falta de testimonios fehacientes.Es verosímil que, al quedar este territorio en la líneafronteriza, en el siglo XI los árabes reforzaran lasdefensas naturales del cerro mediante la construc-ción de un recinto amurallado, convirtiendo el extre-mo occidental en un reducto militar, cerrado en elacceso más vulnerable por una alcazaba, que selevantaría sobre el antiguo monasterio. Ciertamentelos restos de la muralla que todavía se mantienen enpie no son árabes, pero es muy probable que en suconstrucción se respetase el planteamiento de un tra-zado anterior allí donde lo había, como sucedió enotras ciudades y villas configuradas a comienzos dela Baja Edad Media.

En la fiesta del Corpus se sigue rememorando cada añouna antigua tradición, según la cual Béjar habría sidoreconquistada a los moros en 1180, siendo vencidospor hombres cubiertos de musgo que entraron por lapuerta de la Traición. Sea como fuere, a finales delsiglo XII el control de este pequeño núcleo, aunque

Muralla

Casa de Clavijo Puerta del Pico

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quizá por entonces semidespoblado, resultaba esen-cial a los monarcas castellanos tanto para consolidarsus posiciones en el Sistema Central frente a losmusulmanes, como para asegurar su territorio frenteal Reino de León, debido a su proximidad a la Vía dela Plata que marcaba el límite entre los dos reinos cris-tianos conforme al reparto realizado por Alfonso VIIentre sus hijos Fernando y Sancho.

Según testimonios históricos, cada vez más numero-sos a partir de ahora, la conquista y repoblación de Béjar

fue encomendada por Alfonso VIII de Castilla al Concejode Ávila. En torno a 1209 habría adquirido entidad pro-pia, pasando poco después –en 1216– a depender de ladiócesis de Plasencia. El mismo monarca le otorgó quizáun primer fuero y ordenó su cercamiento.

La muralla de Béjar se adaptó a las peculiaridades yaccidentes del terreno, traduciendo en su perímetroalargado y estrecho la forma oblonga del espolónsobre el que se asentó la población. La distinción queaparece en el plano de Coello de 1867 entre PueblaNueva y Barrio Nuevo, al norte y sur de la mitadoriental, frente al barrio de la Antigua situado al oeste,ha reforzado la idea de que el recinto amurallado seconstruyó en dos etapas: en la primera, a comienzosdel siglo XIII, los repobladores ocuparían la superficiede unas diez hectáreas que abarcaba la cerca musul-mana reconstruida de nuevo, mientras que en unafase no muy posterior, coincidiendo quizá con la ele-vación de Béjar al rango de villa y cabeza de un granalfoz, se ampliaría la muralla para proteger a los nue-vos pobladores asentados en la zona oriental, englo-bando una extensión de unas veintiséis hectáreas. Laantigua alcazaba convertida en castillo vendría asituarse casi en el centro del espacio cercado, “abro-chando” los dos sectores, tal como señala Tomás deLemos en 1685 al referirse al palacio ducal que susti-tuyó a aquél.

Todavía se mantienen en pie importantes restos deesta muralla en el extremo occidental, restauradoshace unos años, que permiten hacernos una buenaidea de su aspecto. Se trata de un muro de mampos-tería de granito de gran altura, provisto de algunastorres cuadradas o redondas que reforzaban los ángu-los o protegían las puertas. De éstas quedan dos: la delPico, situada en la proa del espolón, y próxima a ella lade San Pedro o San Antón, en el lienzo sur. Ambas estánconformadas por sencillos arcos ojivales con tramoabovedado intermedio donde se alojaba el rastrillo yel hueco para la tranca. Junto a las puertas, en la parteinterior, encontramos escaleras de piedra integradasen el muro que permitían subir al adarve, resguardadopor parapetos almenados hoy reconstruidos. El hechode que hayan conservado su aspecto medieval mani-fiesta la situación marginal en que quedó este sectorde la población cuando la función defensiva dejó de

Rincón de la Plaza Mayor (lienzo oriental)

Fachadas típicas de arquitectura popular

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ser decisiva, y su escasa importancia tanto desde elpunto de vista económico como representativo.

La prueba la tenemos en la puerta de Ávila, tambiénconocida como puerta de la Corredera o puerta de laVilla, que se abría en el extremo oriental, como toda-vía recuerda la toponimia. Era sin duda la entrada fun-damental, al confluir en ella los principales caminos decomunicación, y por este motivo fue reconstruida enfechas posteriores –probablemente en el siglo XVI–alterando su aspecto original para ofrecer una imagenmás moderna. Según una fotografía de 1868 presenta-ba un gran arco de medio punto, con tondos en lasenjutas y ático almenado, flanqueado por torrecillascirculares y decorado en su centro por el escudo ducalde Béjar sostenido por putti.

Las fuentes documentales dan cuenta de la existenciade otras puertas secundarias tanto en la zona nortecomo en la sur –la de los Osos, Barrioneila, SanNicolás, el Yezgal, Santa María, del Matadero o de laLanza, Nueva, de San Andrés, etc.–, que facilitarían alos vecinos la salida a los huertos, los prados o el río.Todas ellas, junto con los lienzos donde se encontra-ban, fueron desapareciendo o integrándose en otrasconstrucciones desde mediados del siglo XIX, comoconsecuencia del gran crecimiento experimentadopor la población, que fue expandiéndose sobre todohacia el este y sur, donde el terreno era menos abrupto.

Sin embargo, la incidencia de la antigua murallasigue siendo evidente en la morfología del casco históri-co de Béjar, como refleja su plano. Indudable-mentela comunicación entre la puerta de Ávila y la del Picogeneró un eje fundamental, relativamente paralelo alos muros, a cuyos lados se organizó el poblamiento,eje que constituye aún hoy la calle principal. Sumismo origen explica las características de su traza-do: muy sinuoso, al irse adaptando a las irregularida-des del suelo, y de escasa y desigual anchura. Dadasu gran longitud esta calle “Mayor” recibe distintosnombres o adjetivaciones en cada tramo que, curio-samente, en lugar de remitirnos a la época medievalen que se formó, como se podía esperar, recuerdanhoy día acontecimientos o personajes de la historiadecimonónica de Béjar: el 29 de agosto de 1867 enmemoria de un incidente protagonizado tal día por

los liberales, a don Nicolás Rodríguez Vidal, diputadoy alcalde bejarano, al general Ramón de Pardiñasvencedor del carlismo en 1837, a don José SánchezOcaña y a don Mariano Miguel de Reinoso, políticosbejaranos que llegaron a ser ministros de Hacienda eInstrucción Pública, respectivamente, en el reinado deIsabel II.

De la puerta de Ávila y de la del Pico arrancan tam-bién otras calles longitudinales, sin regularidad algunaen su traza, que antes o después acaban confluyendoen la calle Mayor. Todas ellas se comunican entre sí ocon las antiguas rondas y portillos a través de reduci-das callejas transversales, que acusan la empinadapendiente del cerro. En este caso su origen hay quebuscarlo en los caminos que unían las pequeñasiglesias parroquiales en torno a las cuales se agruparonlos pobladores.

En época medieval Béjar llegó a contar con diez parro-quias distribuidas por todo su perímetro cercado. Eltemplo, con su cementerio, solía mantenerse aisladodel caserío, dando lugar a placitas que a veces no vanmás allá de un simple ensanchamiento de la calle pararealzar el edificio. El terreno intramuros, relativamen-

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Plaza Mayor. Ayuntamiento

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te extenso aunque accidentado, se iría rellenando sinplan preconcebido dando lugar al apretado entramadode calles y callejuelas angostas y desiguales que con-forman la estructura de Béjar, entre las que se hacinanlos edificios en manzanas irregulares. Esta configura-ción forjada en el siglo XIII, en la que tuvo también unaincidencia decisiva la topografía del lugar, experimen-ta sobre ella los sucesivos avatares históricos, que sinmodificarla en lo sustancial han ido cambiando lafisonomía y el paisaje urbano de Béjar, entremezclán-dose en él las construcciones medievales de sus igle-sias con las huellas e intervenciones del largo dominioducal y la transformación del caserío que impone elauge industrial del siglo XIX.

Como se ha señalado, Béjar fue repoblada a finales delsiglo XII o comienzos del XIII esencialmente por caste-llanos, pero también por numerosos judíos y moros,dado que según recoge el fuero las creencias no eranobstáculo para conceder la vecindad. Los moros, depaz o siervos, debieron vivir mezclados con la pobla-ción cristiana en sus mismas colaciones, pero la mino-ría judía, que formaba aljama con la de Hervás, habi-tó hasta 1492 en un barrio independiente con su sina-goga. Éste –según Martín y Aguilar y los recientesestudios de Muñoz Domínguez– estuvo situado en lazona norte, detrás de San Gil, entre la iglesia delSalvador y el convento de San Francisco, y no en elbarrio de la Antigua, en torno a la calle 29 de Agosto,como muchos siguen sosteniendo.

Además de esta variedad étnico-religiosa, la sociedadbejarana bajomedieval mostraba también una claradiferenciación social, distinguiéndose en particular unreducido grupo de caballeros, grandes propietariosagropecuarios y exentos de contribuciones, que aca-baron monopolizando en su favor los cargos conceji-les. Los mismos privilegios que los caballeros tuvieronlos miembros del Cabildo, institución supraparroquialcreada en torno a 1229 que rigió la vida de los clérigosdel arcedianato de Béjar hasta el siglo XIX. Sin embar-go, esta situación se vió alterada decisivamente alcambiar su condición de villa de realengo, que habíatenido desde la repoblación, por la de villa señorial.

El origen del señorío ducal de Béjar está en la permu-ta que realizó en 1396 el rey Enrique III con don DiegoLópez de Estúñiga de la villa de Frías por la de Béjar,concediéndole plena jurisdicción sobre las personas ytierras de ésta. Casi un siglo después, en 1485, donÁlvaro de Zúñiga recibía de los Reyes Católicos eltítulo ducal. Los señores y duques de Béjar usaron yabusaron desde el primer momento de todos sus pri-vilegios en detrimento de los derechos del pueblo,comportándose como auténticos señores feudales enlas facetas más diversas, aunque con matices segúnseñores y épocas como –señala López Benito–. Dehecho el dominio ducal sobre Béjar se extendió nosólo al cobro de impuestos y derechos o al nombra-miento de los cargos públicos, sino también –y sinánimo de hacer una relación completa– a los bosques,los pastos, los ganados, las tierras, las fuentes, los ríos,la nieve, el coto pesquero o el tinte.

La mejor imagen externa del poder político, económicoy social que detentaron los duques sobre esta antiguavilla, que consideraron su estado particular, es su pala-cio ducal, y en un plano inmediato las obras que patro-cinaron poniendo en ellas sus armas como testimonio.

El palacio fue edificado durante el siglo XVI, cuandolos duques que habían vivido hasta entonces habi-tualmente en Plasencia establecieron su residencia enBéjar. En realidad más que una edificación propia-mente dicha debieron llevar a cabo una transforma-ción del antiguo castillo medieval, convirtiendo la for-taleza por entonces inhabitable en palacio y adaptán-dola en lo posible a los nuevos gustos. Como se ha

Patio del palacio ducal

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dicho, el castillo estaba situado en lo alto del promon-torio, en una posición relativamente central dentro delespacio cercado y unido a la muralla por dos murostransversales, como todavía se aprecia en la plaza delos Aires. El bloque cúbico, construido en mamposte-ría de granito, tenía su entrada principal a poniente yestaba fortificado por cubos redondos y torreonespoligonales.

En la reforma o construcción acometida en el siglo XVI

la fachada principal se traslada al este, abriendo en ellauna gran puerta adintelada, los muros exteriores seperforan con numerosos vanos y la primitiva plaza dearmas se transforma en plaza ducal, disponiendo suacceso desde la Plaza Mayor por un arco escarzan–hoy desaparecido–, lo que manifiesta una apertura ala población inexistente hasta entonces. Aunque laspotentes torres siguen recordando la función defensiva,este carácter desaparece por completo cuando se entraen el patio renacentista, elemento sustancial de todopalacio y objeto de especial atención como exponentedel prestigio del propietario.

Las obras de la escalera y patio fueron contratadas afinales de 1567 con el cantero Pedro de Marquina, unode los más activos en la Alta Extremadura durante eltercer cuarto de siglo –según Andrés Ordax–, ajustán-dose la puerta a mediados del año siguiente. El patioes rectangular, amplio (23,10 x 18,60 m) y de diseñoasimétrico. En sus lados oeste y norte presenta doblepiso de arquerías de medio punto sobre columnas defuste monolítico, el inferior con capiteles de volutasresaltadas y elementos vegetales –similares a los delpalacio cacereño de los Perero– y el superior con capi-teles jónicos y balaustrada, alternándose en las enjutaslos escudos de los Zúñiga y Sotomayor, correspon-dientes a los duques de Béjar, con las iniciales F. G.alusivas a don Francisco de Zúñiga y Sotomayor(1565-1591), cuarto de los duques de Béjar y artíficede la reforma, y a su primera esposa, doña Guiomarde Mendoza, ya fallecida en estas fechas. El flancomeridional lo ocupa una elegante escalera paralela almuro, abierta al patio por un largo arco deprimidosobre columnas jónicas, que decrecen en altura amedida que ascendemos buscando un curioso efectode perspectiva, que se acentúa por la posición oblicuade las basas sobre el antepecho macizo. Por último, el

lienzo donde está el acceso se adorna con una fuentede cubierta avenerada y enmarque arquitectónico decolumnas corintias, que lleva grabada en el friso delentablamento la fecha de conclusión (A.D.M.Q.S.N,es decir, Anno Domini Mil Quinientos Sesenta yNueve) y la identidad del promotor (F D II: FranciscoDuque II) en las cartelas de cueros recortados delremate; sobre ella resaltan dos enormes blasones tim-brados con corona ducal de los Zúñiga y Sotomayor.La ausencia de mayores alardes decorativos se suplepor la nobleza del material bien tallado que debía con-trastar con el blanco enjalbegado de los muros, dondese abre todavía alguna puerta en arco apuntado. Fueposiblemente en estas mismas fechas, a juzgar por losblasones de la parte superior, cuando se reforzaron loscubos de la fachada principal, modificando la formaoriginal de uno de ellos, y cuando se abrió una peque-ña loggia de tres arcos en la cara norte –hoy perdida–,desde la que poder disfrutar de la Huerta del Aire y dela vista del río.

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Plaza de la Piedad

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Anterior al patio fue la ampliación de la fortalezamediante la construcción de una gran ala o galería enla parte meridional. Debía estar ya iniciada en tiem-pos de la Gran Duquesa doña Teresa de Zúñiga yGuzmán (1531-1565), que adornó su frente con unpequeño jardín, según testimonio de 1552; no obstan-te su conclusión se prolongó durante todo el siglo XVI

y aún después. Tal como hoy la vemos consta de tresplantas, reforzadas en su base por contrafuertes circu-lares, en las que se abren amplios vanos en disposi-ción perfectamente regular, remarcados en los pisossuperiores por molduras simples y guardapolvos degranito que destacan sobre el enlucido. La única deco-ración es de tipo heráldico a base de toscos escudos delos Zúñiga entre las ventanas de la planta principal ydispuestos sobre ellas en el piso superior. En este casoademás de variar su factura y tamaño, se combinancon el apellido Sotomayor y se introduce entre el din-tel y el guardapolvo de las ventanas una cartela des-plegada con el anagrama FM en el centro, alusivo adon Francisco III de Zúñiga y Sotomayor (1591-1601)y su esposa doña María Andrea de Guzmán, quienesse habrían ocupado de terminarla. Flanqueaban estafachada hasta el siglo XIX dos torreones circulares casitotalmente desaparecidos, cubiertos con cúpulasencamonadas que debieron añadirse en reformas pos-teriores. No se conservan tampoco sus salones ni lasobras artísticas que atesoraban, entre ellas veintiochocuadros de Ribera sobre la vida de Santa Teresa, unaasombrosa colección de armaduras y piezas armeras olas pinturas murales realizadas en la primera mitad delsiglo XVIII por el italiano Ventura Lirios, protegido del

duque don Juan Manuel, a quien se atribuye asimismouna interesante “Vista de Béjar” de hacia 1727. El pala-cio fue declarado Monumento Histórico Artístico en1931. Estuvo dedicado a usos de lo más dispares hastaque en los años sesenta se restauró y se adaptó paraalbergar el Instituto “Ramón Olleros”.

El palacio ducal precedido por su plaza ocupa el sec-tor occidental de la Plaza Mayor de Béjar dominándo-la desde su ubicación más elevada y sus grandesdimensiones. Presenta una forma alargada, sin regula-ridad en su trazado ni en los edificios del entorno. Elorigen de esta plaza hay que buscarlo en el espacioque rodeaba a la iglesia del Salvador, que sigue presi-diéndola, en torno a la cual dispusieron sus casas lospobladores, como era costumbre. Dada su posicióncentral y su mayor amplitud frente a otras, esta plazadel Salvador asumió pronto otras funciones ademásde la religiosa. Allí se reunía el concejo, se celebrabantodo tipo de festejos –incluidas las corridas de toros–y los jueves acogía un mercado que la desbordabaextendiéndose también hacia la Carrera (RodríguezVidal) y las plazas inmediatas de la Piedad y San Gil.

El actual ayuntamiento está situado en un extremo delcostado meridional, haciendo esquina a la calleChorreras. Fue edificado en el último cuarto del sigloXVI por el maestro cántabro Francisco de la Torre.Siguiendo un esquema habitual en esta tipología, lafachada consta de dos galerías porticadas superpues-tas de cinco arcos de medio punto sobre columnasgraníticas con capiteles renacentistas y antepechosmacizos de escamas en el piso superior. En las enjutasde éste hay medallones sin decoración mientras en elinferior se disponen cueros recortados con los emble-mas de la ciudad en los extremos y los escudos de losZúñiga en el centro, que fueron picados en 1812 comorechazo del vasallaje. Una inscripción situada en unode los muros laterales recuerda unas reformas realiza-das en 1739, que no parece que afectaran a su exterior.Además del consistorio el edificio albergó la alhóndi-ga y la cárcel.

Todas estas dependencias, junto con las carnicerías,estuvieron situadas en un principio detrás de la cabe-cera del Salvador, según Muñoz Domínguez. Del anti-guo edificio concejil se conserva una parte del sopor-

Calle “29 de agosto”

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tal adintelado, junto a la Posada del Peso, apoyado endos columnas de basas góticas y capiteles blasonadoscon las armas de los Zúñiga sin corona ducal, anterio-res por tanto a 1485.

Algunas de las casas que demarcan el resto de la PlazaMayor son relativamente recientes, pero otras podrí-an datarse en el siglo XVII y sobre todo en el primertercio del XVIII, en que por iniciativa del duque donJuan Manuel (1686-1747) se reformó la plaza buscan-do regularizarla en lo posible y darle mayor unidad ynobleza. Se construyó entonces casi toda la línea sep-tentrional, en buena cantería de granito y siguiendoun diseño uniforme. En estas casas, además de acogerun “colegio de niñas huérfanas”, debieron residir per-sonas allegadas a los duques, como sugieren los escudos–a veces picados– que aparecen en sus fachadas. Éstas ylas que cierran el lado oriental presentan soportales ensu parte inferior, elemento esencial en las plazas mayo-res castellanas con función mercantil, y dos pisos deviviendas donde se abren balcones, algunos corridospara ampliar el aforo.

Otros nobles o caballeros bejaranos buscaron su aco-modo en la calle o en la plaza de las Armas, actualplaza de la Piedad, unida a la Plaza Mayor por la calleMayor de Pardiñas. Era el espacio que se abría delan-te del “Palacio Nuevo”, la residencia que tuvieron losduques frente a la iglesia de San Gil, antes de ocupar

el castillo. Estaba ya habitable a la muerte de donÁlvaro I, primer duque de Béjar, en 1488 y ocupabauna amplia manzana entre la calleja de Ferrer y lacuesta de la Solana, que incluía corrales, cortinas ytambién un jardín. Tras la amplia reforma del viejocastillo, a fines del siglo XVI el duque Francisco II y susegunda esposa doña Brianda Sarmiento de la Cerdacedieron el “Palacio Nuevo” para albergar el “conven-to de la Piedad” de monjas dominicas fundado porellos. Se mantuvo allí hasta la Desamortización, trans-mitiendo su propio nombre a la antigua plaza.Quedan algunos restos de lo que fue el patio o claus-tro interior integrados en los salones del Casino, levan-tado en 1871 en una parte de su solar. Estaba formadopor triple arco por panda sobre columnas, con empleode superposición de órdenes, toscano en la planta baja yjónico en la galería superior.

En la misma plaza, haciendo esquina a la calle lasArmas, se levanta la llamada Casa de Clavijo, singula-rizada por varios blasones y una ventana de ángulo,única en Béjar pero muy frecuentes en las construc-ciones renacentistas de Plasencia, con la que estavilla estaba estrechamente relacionada. Allí vivióGonzález Suárez, hombre de confianza del duqueFrancisco II, que ocupó diversos cargos públicos delConsistorio en el siglo XVI. Casi frente a ella, en ellado norte de la plaza construyó su casa el ganaderoy regidor perpetuo don Antonio Pizarro a comienzos

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Plaza Mayor. Lado norte e iglesia del Salvador

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del siglo XVIII. El aparejo es de sillería, pero lo quemás llama la atención es el estrecho pórtico de quin-ce arcos de medio punto sobre pilares con cubiertade arista de la parte interior, conocido como“Portales de Pizarro”.

Además de la fundación dominica que acabamos deseñalar, la Casa Ducal ayudó a otras órdenes religiosaso instituciones asistenciales y contribuyó directamen-te a la ampliación o renovación de alguna delas iglesias.

En época medieval Béjar llegó a contar, como ya seapuntó, con diez parroquias, pero en el siglo XVI estenúmero se consideró excesivo y, a pesar del aumentode la población, en 1568 se redujeron a las tres quehay en la actualidad: Santa María –a la que se anexio-naron Santiago, San Pedro y San Andrés–, SanSalvador –a la que se unió San Gil– y San Juan, a laque se incorporaron San Nicolás, Santo Domingo ySan Miguel. Las fábricas de estas iglesias, a pesar delas reformas posteriores, conservan rasgos significati-vos que nos hablan de su origen, que puede remon-tarse a la repoblación del siglo XIII. Todas se orientanclaramente hacia el este, como era preceptivo.

La iglesia de Santa María está situada en la mitad occi-dental, inmediata a la muralla. Presenta al exterior unbello ábside semicircular con cornisa de nacela, que es

obra mudéjar de ladrillo sobre zócalo de granito. Sedivide horizontalmente en tres filas de nueve arcos demedio punto ciegos, recuadrados y dispuestos en ejesverticales; buscando la variedad, los inferiores se handoblado y los centrales llevan amplias impostas denacela en su intradós, algo excepcional en las iglesiasmudéjares de la provincia salmantina –según PrietoPaniagua–. En el costado norte de esta cabecera está latorre construida también en el siglo XIII aunque ensillares de granito. Los arcos apuntados que la aligera-ban fueron cegados al añadirse un nuevo cuerpo decampanas a fines del siglo XVI o comienzos del XVII,como denota su sobriedad arquitectónica.

El interior de la iglesia fue también transformado en elsiglo XVI, conservándose exclusivamente de la fábricaantigua el tramo recto que precedía al ábside, cubier-to por bóveda de cañón apuntado reforzada por arcosfajones. Consta de amplia nave con coro a los pies, enla que destaca la original techumbre a dos aguas enmadera de castaño adornada con casetones de florestalladas. La sostienen tres enormes arcos diafragma,ligeramente apuntados, que son reforzados al exteriorpor potentes contrafuertes sobre los que campean lasarmas de los Zúñiga, patrocinadores de esta reforma–posiblemente iniciada en tiempos de la GranDuquesa– y de posteriores obras de consolidación. Lapuerta se abre en el costado sur, entre dos de los estri-bos, enmarcada por pilastras cajeadas y entablamentopartido que manifiestan una intervención ya barroca,quizá contemporánea de la ventana que se abre enel ábside.

A esa misma época pertenece buena parte del amue-blamiento que todavía conserva la iglesia. Destaca enparticular el retablo mayor, realizado entre 1622 y1640 por los ensambladores Andrés de Paz yFrancisco Hernández y el escultor Pedro Hernández.Consta de calle central de mayor altura, cerrada enfrontón semicircular, y dos laterales articuladas en doscuerpos por columnas corintias y friso de follaje en elentablamento. Los encasamentos alojan relieves de lavida de Cristo y de la Virgen, sobresaliendo por la cali-dad de su talla el de la Asunción, situado sobre eltabernáculo. Los cinco retablitos que se reparten porel cuerpo de la iglesia son posteriores, como mani-fiestan el empleo de columnas salomónicas, la abun-

Iglesia de Santa María

Fuente en el patio del palacio ducal

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dante decoración de hojarasca o la aparición demotivos de rocalla en algún caso, que nos sitúa yaavanzado el siglo XVIII. En Santa María se guardanademás obras de distinta procedencia. Del conventode la Piedad se trajo el grupo de Nuestra Señora delas Angustias, situado bajo el coro, obra del sigloXVIII, de buena factura pero necesitado de una res-tauración. El cuadrito del Ecce-Homo, en la línea delas obras de Morales, situado en la sacristía, se habríasacado del antiguo retablo de San Andrés y colocadoaquí en 1703 –según inscripción leída por GómezMoreno–. Asimismo en la sacristía está ahora arrin-conada la escultura orante del “licenciadoCastañares”, policromada en blanco para imitar már-mol, que dicho autor vio colocada en una hornacinade la costanera izquierda del presbiterio y datableposiblemente en el siglo XVI. La iglesia posee tam-bién un buen órgano, restaurado recientemente. Noen vano contó entre sus organistas con el padre delgran músico José Lidón, que nació en Béjar en 1848.

Antes que la reforma y engrandecimiento de la iglesiade Santa María se inició la de San Salvador, situada enla Plaza Mayor, en la actualidad muy desfigurada trasel incendio sufrido en 1936, que destruyó el retablo de1612, obra del escultor Esteban Fernández. Como enel caso anterior, en el siglo XVI el interés se centró enampliar la nave, quizá no sólo por necesidades delculto, sino también porque en el interior de las iglesiasparroquiales se solían hacer representaciones teatraleshasta que en 1601 fueron prohibidas por el obispoGonzález de Acevedo. De la primitiva fábrica del XIII,construida en sillería de granito, se conservó el ábsidesemicircular precedido por dos tramos de bóveda decañón apuntada reforzada con fajones, y se reaprove-charon de nuevo las dos portadas, formadas por senci-llos arcos apuntados decrecientes sin decoración en lasarquivoltas, que en el caso de la meridional son flan-queados por pilastras. Al exterior llaman la atención loscanecillos tallados del ábside y destaca sobre todo latorre, emplazada a los pies, con el cuerpo superior aña-dido a fines del XVI, como en Santa María.

En el interior se pueden ver todavía algunos arcos conmolduración del XVI que sostendrían el coro o tribuna.En el lado del evangelio hay un sepulcro enmarcadopor columnas corintias sobre altos pedestales, enta-blamento partido y frontón, que debió construirse afines del XVI o comienzos del XVII por la decoraciónmanierista utilizada. Sus rasgos coinciden con los deltúmulo del capitán Bolaños, fallecido en 1585, cuyaestatua orante, con arnés completo, llegó a verGómez Moreno en el encasamiento, donde ahorahay un escudo timbrado con casco y lambrequinessobre varias lápidas de los Núñez, nobles de origenburgalés, fechadas en torno a 1600. En la paredopuesta se colocó una losa sepulcral con el grabadoinciso de una mujer yacente, que según Majada Neilacorrespondería a Mari Fernández, datable a comien-zos del siglo XV.

La tercera de las iglesias mantenidas, la iglesia de SanJuan, atendería la feligresía de la mitad oriental. Susrasgos esenciales son muy similares a los de las dosanteriores. Como ellas conserva del momento funda-cional la cabecera semicircular, con sencillos canecillosen el alero como única decoración, las puertas ojivalesabocinadas abiertas en los costados de la nave, tal

Iglesia de Santa María

Puerta de casa “Barrio de la Antigua”

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como estaban originalmente en el Salvador, y tambiénla torre, a los pies aunque separada del cuerpo de laiglesia, dividida horizontalmente por varias líneas deimposta antes del cuerpo de campanas, que se abrepor medio de arcos doblados apuntados. Como eshabitual en Béjar toda la fábrica antigua está labradaen granito.

En la segunda mitad del siglo XVI se reformó la naveadoptando una estructura similar a la de Santa María:una cubierta de madera –renovada quizá con posterio-ridad– apoyada en dos arcos transversales de notablealtura, que apean en ménsulas de volutas. Al exterior soncontrarrestados por sendos contrafuertes rematados enpináculos renacentistas, entre los que se abren las puertas,sin más adorno que los baquetones que guarnecen la por-tada meridional, la principal del templo.

En el interior destaca el enterramiento del licenciadoBartolomé López de Ávila, canónigo de Plasencia,que aparece representado en actitud orante dentro deun arcosolio de formas manieristas. Fue construidoen 1635 y con la dotación de este entierro se sufragóla obra del coro o tribuna erigida a los pies en el sigloXVII. Otros dos nichos de características similares allucillo sepulcral, dispuesto a cada lado del ábside, sir-ven para alojar retablos. Flanquean la cabecera dosestancias que cumplen ahora la función de sacristías.La meridional, de forma cuadrangular y cubierta abo-

vedada, debió construirse en el siglo XVI yfue patrocinada por el obispo cuyas

armas aparecen al exterior sobre unade las ventanas de arcos conopia-les. La septentrional fue origina-riamente una capilla funerariafundada a principios del sigloXVII por un clérigo de la nobleza,como atestiguan tanto una lápi-da como los abundantes moti-vos heráldicos. Es rectangular,cubierta con dos tramos debóveda de cañón y testero ilu-minado por dos ventanasdecoradas con veneras yenmarcadas por una combina-ción de arcos y moldurastodavía muy manierista. Allí

se encuentra un lienzo de Bartolomeo Romano de1629, con la Virgen y San José adorando al Niño.

Delante de la iglesia de San Juan se levanta la capillabarroca de la cofradía de la Vera Cruz. Inicialmente erauna construcción abierta con arcos lobulados, a modode baldaquino, destinada al “Nuevo Descendimiento”–según la vista de Ventura Lirios–, lo que sugiere unafinalidad similar al humilladero que se levantó enSalamanca delante de la capilla del mismo nombrea comienzos del siglo XVIII. Guarda imágenes proce-sionales, algunas del escultor bejarano FranciscoGonzález Macías.

Tras la reducción parroquial las fábricas de las otrasiglesias fueron desapareciendo, con excepción de dos:la de la Antigua o Santiago y la de San Gil. En el primercaso su conservación sería el resultado de su empla-zamiento en el extremo más occidental del primitivorecinto amurallado, una zona que se había convertidoen marginal por estas fechas. Posiblemente siguiómanteniendo algún tipo de culto, lo que explica lastransformaciones que se aprecian en la primitiva obrade comienzos del XIII, y sobre todo la realización deun nuevo retablo en el siglo XVIII con el bajorrelieve deSantiago en el ático. Se trata de una construcciónmodesta de nave única, armadura a dos aguas soste-nida por pies derechos y profunda cabecera semicir-cular de mampostería con reducidas saeteras. Al nortede ésta se adosa la torre, recrecida con un nuevo cuerpo

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Plaza Mayor

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de campanas en el XVI, y la entrada se abre, como eshabitual, en el lado de la epístola mediante un sencilloarco de medio punto. En el interior se conservan treslucillos de traza gótica, del siglo XIII. Uno de ellos, enel lado del evangelio, presenta alfiz y rosca del arcodecorada con puntas de diamante; en otro se ha colo-cado un Cristo yacente del siglo XVI, que al parecerprocedía de la iglesia San Gil, lo mismo que el sepul-cro renacentista de doña Juana de Carvajal, fechadoen 1520, con tres escudos nobiliarios sobre la tapa dela urna dentro de tondos, y otro más sobre la hornaci-na adintelada. Esta obra está labrada en piedra arenis-ca, por lo que posiblemente se encargó a un maestroforáneo. El edificio, convenientemente restaurado, sededica en la actualidad a actividades culturales.

Por lo que respecta a la iglesia de San Gil el obispodon Martín de Córdoba y Mendoza dispuso en 1575que se destinase a la fundación de un hospital, quemantendría su advocación. Este Hospital de San Gil fueposible gracias a los importantes legados que para estefin dejaron tanto la mencionada doña Juana deCarvajal, en 1520, como doña María de Zúñiga en1533. Al suprimirse los antiguos hospitales se aplica-ron también para su sustento los bienes de las ochocofradías asistenciales existentes hasta el momento en

Béjar. El hospital se edificó en el cuerpo de la iglesiaconservándose su cabecera como capilla del mismo ytambién la torre, donde se colocó por esas fechas elreloj de la Villa y Tierra, según Rodríguez Bruno. Latorre presenta todavía los rasgos de la primitiva fábricadel XIII, mientras que la cabecera –rompiendo la tónicageneral– se rehizo en torno a 1500. Sus rasgos son toda-vía góticos: ábside poligonal con contrafuertes angula-res que recogerían los empujes de una bóveda de cru-cería hoy perdida, cuyos nervios se prolongaban enbaquetones de basas independientes adosados a lospilares, como se ve en los restos del arco triunfal.

En su interior podemos contemplar las tablas del mag-nífico retablo hispanoflamenco que tuvo la iglesia,datable a fines del siglo XV o comienzos del XVI. Elretablo de San Gil se compone de cinco calles y doscuerpos más la predela. La calle central está ocupadopor una tabla de San Gil de mayor tamaño, y bajo ella,en el lugar que iría el tabernáculo, se ha dispuestoahora una imagen de la Virgen. En la predela se repre-sentan la Oración del Huerto, la Crucifixión, la Piedady el Noli me Tangere. El primer cuerpo está dedicado alCiclo de la Infancia de Cristo: el Nacimiento, laAdoración de los Reyes, la Presentación y la Huida aEgipto, mientras que en las tablas superiores se repre-sentan episodios de la vida de San Gil: herido por unaflecha disparada por el rey Wamba, entregando sutúnica a un mendigo, la Misa de San Gil y la muertedel santo. La técnica es minuciosa y el colorido vivo,obra quizá de un seguidor de Fernando Gallego, conposible influencia del maestro de Ávila y ecos del esti-lo de Bermejo. Obstaculiza su contemplación el colo-sal Autorretrato sedente de Mateo Hernández.

Del hospital propiamente dicho sólo queda su porta-da, constituida por una puerta de arco adinteladosobremontada por una pequeña hornacina aveneradacon la Virgen de la Leche, que aparece flanqueada porlos escudos de las dos fundadoras: el de los Zúñigacon corona ducal y el de Carvajal, también con banda desable pero sin cadena y culminado por una cruz. Sirvede ingreso al edificio que se construyó a fines de lossetenta para Museo de Béjar sin tener en cuenta el entor-no. En la actualidad está reservado íntegramente paraexponer el importante legado al Estado español del beja-rano Mateo Hernández, uno de los grandes escultores del

Iglesia de San Juan

Torre de San Gil y Museo de Mateo Hernández

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siglo XX. Lo forman un total de cincuenta y una piezas,representativas de sus temas más característicos, enespecial el animalístico –halcones, focas, monos, dro-medarios, etc.–, retratos y figuras humanas, como labañista. Son obras trabajadas directamente en materia-les de gran dureza granito, basalto, diorita o pórfidocuyos motivos y tratamiento evocan la estatuaria egip-cia. Como ésta prescinde de detalles anecdóticos paraquedarse con las formas esenciales.

El resto de los fondos del Museo Municipal han sidoinstalados recientemente en el edificio del antiguoconvento de San Francisco. Allí se trasladó también en1867 el hospital de San Gil.

El convento de San Francisco de Béjar pasa por ser una delas fundaciones franciscanas más antiguas de la comar-ca, cuya construcción se habría iniciado a principiosdel siglo XIV junto a la cerca norte, casi extramuros.Parte de la fábrica gótica quedó incorporada –comoatestiguan algunos arcos ojivales– en la ampliación yreforma que se inició a finales del siglo XVI. En estemismo siglo pasó de la provincia de Santiago a depen-der de la de San Miguel y se estableció la Observancia.Como el resto de los conventos bejaranos, contó conel apoyo de los duques que costearon el nuevo claus-tro y posiblemente también la iglesia, hoy destruida,

que se adosaba al sur dejando el característico compásdelante de su fachada. Aquí se abrió también, ya en elsiglo XVII, la sencilla portería del convento que hoyvemos, con arco de medio punto flanqueado por pilas-tras cajeadas y hornacina avenerada sobre ella. Pero sinduda lo más sobresaliente es el amplio claustro, ligera-mente trapezoidal. Presenta dos plantas de siete arcospor panda, de medio punto en la inferior y carpanelesen la superior, en ambos casos sobre columnas tosca-nas de fuste monolítico unidas por antepechos maci-zos, que sólo se conservan en el piso alto. Es una cons-trucción en granito de una gran sobriedad, en la que seprescinde de toda decoración salvo los escudos de lospatrocinadores o las cartelas de cueros recortados conlos emblemas de la Orden dispuestos en las enjutas delarco central de cada crujía. En el lado norte encontra-mos el escudo ducal de Zúñiga y otro con el anagramaFMA, alusivo a don Francisco III de Zúñiga ySotomayor (1591-1601) y su esposa doña MaríaAndrea de Guzmán, que también figura en la clave; yen el sur los escudos de Sotomayor y Guzmán. En lasotras dos líneas la cartela de la clave recoge las inicia-les XF de Cristo y Francisco, flanqueadas por la repre-sentación simbólica de la estigmatización de SanFrancisco, las llagas de los brazos, corazón y pies, losinstrumentos de la Pasión y la versión más frecuentede las cinco llagas.

Palacio Ducal

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El edificio es ahora un Centro Municipal de Cultura, yparte de sus dependencias se han habilitado paraMuseo Municipal. Sus fondos están constituidos engran parte por el legado de don Valeriano Salas y de sumujer doña María Antonia Tellechea Otamendi, for-mado por una gran diversidad de objetos y obras artís-ticas adquiridos normalmente en sus viajes: bronces ymarfiles comprados en Japón, una serie de librosminiados procedentes de la India, muebles, etc. Perosobre todos ellos sobresale la colección pictórica inte-grada por unas cincuenta pinturas de pequeño tama-ño de la escuela flamenca (Pieter Bout, Pieter Neefs,Cornelis Saftleven, etc.) y holandesa del siglo XVII

(Jacob Duck, Hegbert van Hemskerck, Jan MienseMolenaer, Justum van Huysum, etc.), y por obras depintores españoles de los siglos XIX y XX, comoVillaamil, Eugenio Lucas, Francisco Padilla, TomásCampuzano, Sorolla, etc. El museo se completa conuna serie de piezas arqueológicas, algunas donacionespictóricas y un conjunto de esculturas, entre las quefiguran obras de Francisco González Macías o deMarino Amaya.

Existió en Béjar un tercer convento, el de laAnunciación o de “las Isabeles”, de monjas francisca-nas, fundado en el siglo XVI en la zona del actual CasinoObrero, entre la calle Mayor y la de San Nicolás. Igualque los otros dos, tras la Desamortización fue adquiri-

do en 1838 por uno de los propietarios industrialesmás destacado del siglo XIX, que lo convirtió en casa-fábrica. Es un pequeño reflejo de los cambios sociales,económicos y políticos producidos por la gran expan-sión que experimenta la industria lanera bejarana desdemediados del siglo XVIII, y sobre todo con posteriori-dad a la Guerra de la Independencia. En este progresotuvo también su parte, aunque interesada, la casaducal al impulsar en 1690 la fábrica de paños finos conla traída de varios maestros flamencos para que ense-ñasen a los naturales. Sin embargo, el monopolio deltinte supuso en el siglo XVIII un grave obstáculo para laproducción de los fabricantes que sólo se logró rom-per en 1782, al conceder la Junta de Comercio a DiegoLópez el privilegio de poder teñir en instalación pro-pia. Béjar conserva todavía el recuerdo de estos doshechos que tanta repercusión tuvieron en su historia:el Tinte del Duque, una construcción que se remonta alsiglo XVI donde luce el escudo de los Zúñiga, integra-do en la actualidad en la fábrica “Tintes GutiérrezMorales” próxima al Puente Viejo, y la Fábrica depaños de Diego López, instalada sobre los restos delantiguo palacio de verano del obispo, frente a SantaMaría, con el escudo real que Carlos III permitióponer en su fachada.

La industria textil bejarana contó para su desarrollocon un elemento natural de primer orden: el río de

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Convento de San Francisco

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montaña Cuerpo de Hombre, que como se dijo, discu-rre rodeando la ciudad por el norte de este a oeste.Tuvo un papel defensivo inicial, pero su incidenciaeconómica ha sido mucho más duradera y trascen-dental. Desde siempre ha proporcionado buenapesca, en particular truchas y barbos, y sus aguas, uni-das a las que aporta el río Frío, no sólo han facilitadoel riego de las huertas sino que han sido imprescindi-bles para lavar y teñir la lana. En la ribera inmediata ala entonces villa se fueron instalando poco a pocodiversos establecimientos industriales. El Catastro deEnsenada de 1753 nos habla de once molinos harine-ros sobre el río, más cinco batanes activos y el tintedel duque. Aquí se concentraron también los estable-cimientos fabriles hidráulicos a medida que se incre-mentaba la producción de paños en los siglos XIX y XX,grandes naves que podemos contemplar desde lacarretera de Ciudad Rodrigo: las fábricas de GómezRodulfo, de García Cascón, de Agero, Gonsálvez,Bruño, Gilart, etc., y allí se ha instalado el MuseoTextil, junto al puente de San Albín. Este puente fue

durante mucho tiempo el único que tuvo Béjar. Debióconstruirse poco después de la repoblación por laforma ojival de su único arco, quedando perfecta-mente controlado su paso desde el castillo.

El desarrollo industrial y comercial de Béjar en los dosúltimos siglos estuvo acompañado de un incrementodemográfico que desbordó el casco antiguo produ-ciéndose la expansión urbana hacia el este, donde sefueron construyendo nuevos barrios, como la barriadaobrera “Virgen del Castañar” proyectada por Franciscode Asís Cabrero en 1942. Esta nueva situación tieneun claro reflejo en la transformación del caserío, másintenso en la calle Mayor y a partir de la mitad orien-tal a causa del progresivo desplazamiento de las acti-vidades vitales. Gracias a su posición marginal en elbarrio de la Antigua y detrás del ábside de SantaMaría todavía permanecen en pie algunas viviendasde finales del siglo XV, con portadas decoradas porpomas, ventanas con conopios o voladizos de triplehilera de canes tallados en maderas, de influenciamudéjar. El tipo de parcelamiento medieval, de estre-cho frente y crecimiento en altura, se mantiene tam-bién –aunque a punto de desaparecer– en lo que fue lajudería, así como la construcción tradicional de piedraen la planta baja y entramado de madera y ladrillo enlas superiores. Podemos encontrar también casas delos siglos XVI, XVII o XVIII, algunas con la fecha en eldintel, pero siempre fuera de los tramos de la calleMayor, como sucede en la calle Tomás Bretón o en lacalle de las Armas. Estas casas presentan ya un rasgoque va a ser característico de la tipología domésticabejarana para combatir su frío clima: la disposición degrandes solanas al mediodía, con pequeños huertos ojardines escalonados, siempre que lo permita la tramaurbana o el relieve, ofreciendo la imagen de “casascolgantes” que señala Majada Neila. Este elemento semantiene en las casas que construye la burguesíaindustrial en el siglo XIX y comienzos del XX. Merececitarse la casa de los Rodríguez Arias, de ecos neoclá-sicos, con grandes pilastras jónicas enmarcando lospisos y los balcones afrontonados, en la calleRodríguez Villar y próxima a otras dos viviendas degusto ecléctico, con vano de entrada escarzano, mira-dor central y medallones en la parte alta de la fachada.Un carácter más monumental ofrece la casa de lafamilia Olleros, en la calle Sánchez Ocaña, con varios

Calle Mayor

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pisos y ático, proyectada en un eclecticismo barroco.La moda neoplateresca que tanto éxito tuvo enSalamanca, alcanza también a Béjar, como se ve enuna casa construida en 1920 por Benito Guitar en lacalle Mayor de Pardiñas, con mirador en el piso prin-cipal decorado con medallones y grutescos, alficesenmarcando los vanos y empleo de azulejos en elático, en una valoración de texturas y policromía quese repite en el portal. Pero al margen de estos y otrosedificios singulares, los antiguos inmuebles y los nue-vos se ponen al día con la introducción de miradoresy la proliferación de balcones, que ofrecen una nuevaimagen arquitectónica y muestran una modificaciónen los hábitos sociales.

Otra manifestación de ese cambio fue la creación en1881 del Parque Municipal de la Corredera, donde anti-guamente se celebraba la feria de ganado. Es posibleque este “salón” se proyectase ya a fines de sigloXVIII, pero fue en el XIX cuando se transformó enpaseo público. Son también las necesidades lúdicasde la pujante burguesía industrial las que justifican laconstrucción de un teatro nuevo, detrás de San Gil.Este teatro, conocido hoy como Teatro Cervantes, fueinaugurado en 1857. Tenía capacidad para setecien-tos espectadores entre los palcos, la platea y las buta-cas de las galerías alta y baja. En el interior se esme-ra el adorno, mientras el exterior presenta un diseñode gran sobriedad –que no se ha respetado plena-mente en la reciente restauración– en una línea degusto neoclásico. Contrasta con la fachada moder-nista del Teatro de Variedades construido en la prime-ra década del siglo XX en la plazuela de Olleros. Deél todavía se pueden ver varias puertas de la plantabaja enmarcadas por motivos ornamentales en estu-co policromado. La educación de esta burguesía seconfía fundamentalmente a los salesianos, cuyocolegio abrió sus puertas en 1855 recibiendo la plazadonde se encontraba, detrás del palacio ducal, elnombre de San Juan Bosco.

Fuera del casco histórico, aunque estrechamente vincu-lado a la historia de Béjar, está el santuario de “ElCastañar”, cuya Virgen se venera como patrona de laciudad y su comarca. Según Majada Neila tiene su ori-gen en la ermita medieval de Nuestra Señora delMonte, situada en la falda de la montaña, que pasó a

denominarse sucesivamente “del Monte Castañar” yluego “del Castañar”. De este modo se cita ya en actasdel cabildo de 1447, y por tanto la devoción sería muyanterior a la fecha del 25 de marzo de 1446 en la quesegún la leyenda se había aparecido la Virgen al pas-tor Joaquín López y a su mujer. Este tipo de literaturapiadosa, favoreció la reanimación del fervor popularhacia esta advocación mariana desde mediados delsiglo XVII, y tanto el cabildo como la casa ducal, elobispado e incluso el pueblo se volcaron en realzar laermita y su entorno, dejando sus escudos como testi-monio. Según la moda del momento, en 1663 se revis-tió la imagen con ricos ropajes jubón, basquiña,manto... regalados por doña Teresa Sarmiento, madredel Buen Duque y posiblemente también se reformóentonces la talla original, que según la crónica erasedente, con el Niño en brazos y morena, muy pare-cida a la de la Peña de Francia. El arcediano donFrancisco Rodríguez de Vega fundó una capellanía yconstruyó una casa del sacerdote. Después se fueronañadiendo la sacristía, el camarín de planta centralcuadrilobulada (en 1730), la tribuna (1749) y final-mente un nuevo retablo realizado en 1774 por eltallista bejarano Lucas Barragán y Ortega dentro toda-vía de la estética barroca con detalles rococó. Las pin-turas que decoran la capilla mayor se han atribuido aVentura Lirios y los óleos del camarín a los hermanosÁlvarez Dumónt, con representaciones de la mujeresfuertes de La Biblia. Fuera del santuario, en la parte deabajo en 1714 se construyó la fuente de dos caños quepreside la gran explanada.

La celebración de corridas de toros contribuyó a darpopularidad a la fiesta y a la ermita. Venciendo la pro-hibición ducal a estos festejos, junto a la ermita seconstruyó una plaza de toros, considerada una de lasmás antiguas de España. La primera fue de madera,pero en 1706 se hicieron muros de piedra, añadiéndo-se en 1712 los asientos y en 1714 los toriles.Inicialmente la plaza era cuadrangular, como se apre-cia en la vista de Ventura Lirios, y sirvió también pararepresentaciones teatrales hasta que en 1747 se cons-truyó la casa de comedias. A mediados del siglo XIX sele dio la forma actual y se añadió el edificio de tresplantas con su puerta y fachada exterior. Junto alCastañar se levanta hoy día una casa de espiritualidadllevada por los teatinos.

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