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BOLETÍN ARTÍSTICO LITERARIO Año 2, Nº 8, setiembre 2013
La Universidad La Salle inauguró este mes el Cineclub: “La otra mirada”, a propósito de esto, el director de cine y televisión Leo Cáceres nos alcanza un texto sobre la importancia de un cinefórum. Emanuel Rosales Marino, alumno de la ULASALLE, nos entrega un relato acerca de la educación sentimental. Y celebramos los 49 años de Mafalda.
Orlando Mazeyra Guillén
ÍNDICE Sección A LA IMPORTANCIA DE UN CINEFÓRUM El realizador de cine y televisión Leo Cáceres nos comenta acerca de la importancia de generar espacios de análisis fílmicos. Sección B ¿AMOR? QUIÉN SABE… Un relato de Emanuel Rosales Marino, alumno de la ULASALLE. Sección C MAFALDA ESTÁ DE ANIVERSARIO Personaje de Quino, inspirado en su abuela, cumple casi media centuria.
La importancia de un cinefórum
Por: Leo Cáceres p.02
¿Amor? Quién sabe… Por: Emanuel Rosales Marino p.06
49 años de Mafalda p.22
Editor Orlando Mazeyra Guillén
BOLETÍN ARTÍSTICO LITERARIO Año 2, Nº 8, setiembre 2013
El 23 de septiembre, a mediodía y celebrando el Día de la Juventud, en el Auditorio de la ULASALLE se proyectó la primera película del Cineclub de la Universidad La Salle: “La otra mirada”. Se eligió Días de Santiago del cineasta Josué Méndez (Lima, 1976). Este largometraje nos cuenta la historia de Santiago Román Arce, un joven comando de la Marina que, luego de combatir contra el terrorismo, el narcotráfico y el Ecuador, se retira de la vida militar y busca volver a encajar en esa Lima infernal y decadente, que se niega a abrirle un porvenir. Santiago existe en la vida real: contó su conmovedora historia e inclusive asistió diligentemente a Méndez durante el rodaje de la película.
El director –que empezó su prometedora carrera realizando cortos de bajo presupuesto en Arequipa–, estudió cine y estudios latinoamericanos en la Universidad de Yale fue seleccionado por la Cinefondation del Festival de Cannes para participar de la Residencia, donde gestó su segundo largometraje: “Dioses” (2008). La película que proyectaremos es del año 2004 y es también un homenaje a “Taxi Driver” de Scorsese.
El Cineclub de la ULASALLE: “La otra mirada” busca difundir y discutir películas clásicas y contemporáneas. Luego de las proyecciones se inicia un conversatorio, espacio de reflexión y crítica en el cual participan invitados especiales como el director de cine y televisión Leo Cáceres, quien nos habla en esta ocasión de la importancia de un cinefórum.
Amores perros será la segunda película a proyectarse.
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LA IMPORTANCIA DE UN CINEFÓRUM
Por Leo Cáceres*
En su libro Qué es el cine, el crítico
y teórico de cine, André Bazin,
traza una línea por la historia, no
solo del cine sino de la imagen, la
pintura y la fotografía y las artes
plásticas; para llegar a una
comprensión total del por qué el
cine es un arte que satisface al ser
humano. «La fotografía y el cine
son invenciones que satisfacen
definitivamente, y en su esencia
misma, la obsesión del realismo»,
nos dice con indudable acierto. El
autor comienza a explicar, paso a
paso, cómo el hombre lucha
contra desaparecer, siempre
buscando representar la realidad
para dejar un testimonio, pasando
de la pintura a la fotografía, esta
última, logra brindar imágenes
con total veracidad, eliminando la
subjetividad impresa en los
retratos o pinturas, por el artista.
Para Bazin, los orígenes del cine,
no fueron más que el intento de
representar el movimiento
existente en la realidad.
Justamente esa misma realidad ha
estado en constante
cuestionamiento desde el
despertar de la conciencia en los
humanos. Es uno de los meollos de
la filosofía y una de las grandes
tareas de la ciencia, el resolver
qué queremos decir exactamente
con ese término. Filosofías aparte,
el sentido común, en el día a día,
nos dice que la realidad es aquello
que sucede delante de nuestros
ojos, aquello que podemos
comprobar nada más palparlo u
observarlo, guiados por nuestros
sentidos y nuestro intelecto. El
cine al intentar diseccionar esa
realidad (la del día a día) nos
ayuda a entender la sociedad, las
relaciones de poder, las
mentalidades, el individuo y
demás cuestiones de la vida
cotidiana. Otro gran crítico del
cine vinculado a la sociología,
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Pierre Sorlin, afirma que las
películas nos hablan más de cómo
es la sociedad que las ha realizado,
del contexto, que del hecho
histórico o anécdota que
pretenden contar.
De esta manera, la pedagogía de
un cinefórum, debe apoyarse en la
capacidad de mostrar con claridad
una situación o el desarrollo de
una acción y el impacto emotivo
que produce el lenguaje
cinematográfico en la sociedad
que nos haya tocado vivir. Un
cinefórum debe enseñar a ver las
películas como algo más que un
mero producto de ocio y consumo.
Es decir, debe generar hábitos de
observación, reflexión, análisis,
comprensión, síntesis, relación e
interpretación.
También posibilitar la crítica, la
contestación y el compromiso
social y democrático. Descubrir la
riqueza de las culturas diferentes
a la propia, evitando así un
etnocentrismo estrecho y
empobrecedor. Incitar a adquirir
la afición al cine en particular y al
conocimiento de la cultura
popular y de masas en general.
Tiene, además, que valorar el
impacto emocional producido. La
puesta en común emocional se
debe completar con un análisis de
los objetivos que se atribuyen a la
película y de los medios utilizados.
Este análisis debería ser doble:
desde el punto de vista de los
valores y desde un punto de vista
estrictamente fílmico.
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En palabras de Javier González
Martel en su libro El cine en el
universo de la ética. El cinefórum
afirma que «El cinefórum es una
actividad grupal en la que a partir
del lenguaje cinematográfico o el
cine, y a través de una dinámica
interactiva o de comunicación
entre sus participantes, se
pretende llegar al descubrimiento,
la interiorización y la vivencia de
unas realidades y actitudes
latentes en el grupo o proyectadas
en la sociedad».
Mirar una película es, de entrada,
una experiencia individual. El
objetivo del cinefórum es
completar esta experiencia
individual mediante el diálogo,
estimulando la expresión de las
emociones suscitadas y las ideas
sugeridas. La actividad debe
permitir el descubrimiento de las
características y las posibilidades
del lenguaje cinematográfico. Una
buena película siempre amplía el
«vocabulario cinematográfico» del
espectador y lo estimula a
interesarse por el medio.
Queda bastante claro que toda
sociedad que se precie de serlo,
debe generar espacios donde
realizar estos análisis fílmicos,
para buscarse a sí misma a través
de una de sus grandes
representaciones artísticas: el
cine, y proponer que sus
ciudadanos interactúen en un flujo
constante de opiniones y
reflexiones acerca de lo que nos
toca vivir. ‡
* Leo Cáceres es realizador de cine y televisión. Cursó
estudios en el País Vasco – España, en la Escuela de Cine y Vídeo
de Andoain (ESCIVI). Trabajó en diversas productoras de cine y
televisión haciendo labores de realización, guión y edición. Está
a punto de publicar un poemario titulado «Aromas Oscuros».
Actualmente radica en la ciudad de Arequipa.
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¿AMOR? QUIÉN SABE…
Emanuel Rosales Marino
Aún la recuerdo, cómo poder
olvidarla: su sonrisa me iluminaba
el alma cada vez que la veía, su
pelo negro como la noche y su
mirada profunda como el mar me
enamoraron desde el primer
momento en que la vi. Jamás
olvidaré la tarde en que nos
conocimos, tan solo se sentó
delante de mí en esa reunión.
Cuando ella volteó sonriendo me
pareció encantadora. Pasé toda la
jornada cotilleando con ella. Su
nombre, aunque quiera no puedo
olvidarlo, está presente en todas
partes, en más de una película, en
muchos libros he visto su nombre.
Tal vez sea por su nombre que me
enamoré finalmente de ella, en esa
época leía La Eneida, en cuanto
escuché su nombre viniendo de
sus rojos labios, asocié de
inmediato su nombre y quedé
prendado de ella.
La veía cada semana en ese mismo
lugar, conversábamos mucho. Mis
amigos me fastidiaban con ella, y
sus amigas a ella conmigo.
Finalmente decidí confesarme, le
envíe un texto que decía: “El
sábado te tengo preparada una
sorpresa.” Y ella me respondió de
inmediato: “¿Qué será? Vamos
dime.” “Ya lo verás”.
Siempre me ha gustado mucho la
música, especialmente la
romántica. Aunque suene un poco
fuera de contexto mis canciones
favoritas son de los años 60’s, 70’s
y 80’s, específicamente las del
cantautor argentino, muerto ya,
Sandro. En una película suya, él
cantó una canción a su amada
mientras viajaban en una lancha
por el Río de La Plata. La canción
me fascinó desde el primer
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momento y la escuché muchas
veces hasta que logré aprenderla.
Finalmente, llegó el día prometido,
fuimos a un lugar apartado del
colegio, en el segundo piso, y
empecé a cantar la canción sin
más ni menos.
—Te propongo…
Eran aún las tres de la tarde. Tenía
aún miedo de mirarla
completamente a los ojos, ella no
dejaba de seguirme con la vista,
finalmente terminó la canción, me
felicitó y empezó a mirarme
fijamente. Yo sabía que debía
seguir, que era el momento
adecuado.
—Bueno, este… —mi nerviosismo
era tal que las palabras no
salían—. Quiero, no, este… Me
gustaría que tú…
Entonces, pasó algo terrible, jamás
me lo hubiera esperado, y
realmente odio este hecho. Un
amigo nuestro apareció cerca al
lugar donde estábamos. De
improviso volteó la mirada y nos
vio en el segundo piso, el infeliz
subió las gradas y mi mirada se
perdió en dirección a donde él
estaba, mientras la de ella se
quedó fija en mí.
—Hola, ¿cómo están? —nos
saludó tranquilamente.
—Hola —respondí con una falsa
sonrisa—, qué bueno verte —
luego le di la mano y presioné
fuertemente.
—Hola —dijo ella con su dulce voz
y su sonrisa angelical, mientras mi
sangre se convertía en ácido que
quemaba mi alma—. ¿Cómo estás?
Hace mucho que no te veo.
Para mí no era mucho, tan solo un
día, y que maldita suerte haberlo
visto tan pronto y no esperar
hasta el lunes como era habitual.
En fin, tan solo me quedaba
guardarme mi confesión un poco
más. El momento había sido
arruinado, y aunque en ese
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momento no lo sabía, también
otras cosas fueron echadas abajo.
Efectivamente, no me declaré.
Pasaron los días, juntos tuvimos
buenos recuerdos, de entre ellos
hubieron muchos tan felices que
los recuerdo a pesar del tiempo
que transcurrió.
En una pernoctada realizada en el
colegio, ella y yo tuvimos una
pequeña discusión. No sabía cómo
solucionarlo y como un completo
estúpido le dije:
—Aquí cerca vive una amiga mía
—la verdad es que la había visto
un par de veces, nuestra
conversación fue extremadamente
casual, y ella no me llamaba la
atención—. Está loca por mí —le
dije con un tono idiota.
—¿Qué estás pensando? No me
voy a molestar por eso —aunque
se le notaba muy molesta.
—Bien, entonces me voy —le dije
con una sonrisa en el rostro,
aunque sabía perfectamente que
no podía salir del colegio.
—No, espera —su rostro
mostraba una expresión de susto,
que en ese momento me hizo
realmente feliz—, no te vayas.
—¿Por qué no? —le dije con
cinismo— Si tu querías que me
fuera.
En ese momento mis sentimientos
estaban encontrados, necesitaba
disculparme y a la vez quería ver
hasta dónde podía llegar ella si yo
seguía con ese juego. Finalmente
nos amistamos, aunque ese
mismo día, hubo otro conflicto.
Se preguntarán por qué diablos
estábamos en una pernoctada en
el colegio. Pues la explicación es
muy simple: Aunque ella era de
otro colegio, ambos
participábamos de una actividad
extracurricular que se realizaba
en mi colegio, y dentro de esta
actividad, de vez en cuando habían
pernoctadas.
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El nuevo conflicto se suscitó y
solucionó durante una
competencia en la noche.
—Empezaremos con el juego de
acecho, chicos, ustedes ya conocen
las reglas —dijo la jefa.
—Está bien, hagámoslo —volteé a
ver a quién ustedes ya saben—. Es
una lástima que no estemos en el
mismo equipo.
—Sí, bueno, sería un milagro que
nos tocase juntos —efectivamente
nunca nos llegó a tocar en el
mismo en esa ni ninguna otra
pernoctada.
Estarán perdidos también
respecto a este juego, aunque en
verdad es muy sencillo de jugar. El
acecho se juega, preferentemente
de noche, se trata de robar la
bandera del equipo oponente,
habiendo posibilidad de atrapar a
miembros del otro equipo cuando
haya oportunidad. En sí se trata de
cazar al oponente capturando su
bandera. Mi posición era la de una
especie de cazador que capturaba
a los oponentes que se acercaban
al territorio de mi equipo. La
posición que ella tenía era de
cuidar de aquellos capturados por
su equipo.
Como decía, ella y yo tuvimos un
pequeño conflicto iniciado el
juego, aunque no recuerdo la
razón, estoy seguro que la culpa
fue mía.
—Ahí viene —gritó una
compañera del otro equipo
cuando me logró distinguir en la
oscuridad—. Vamos todos,
captúrenlo.
—Ey, ¿qué ocurre? —grité en
cuanto me vi rodeado por todos
los flancos— Muchachos, no se
acerquen, es una trampa.
Me resistí lo más que pude, pero
mis captores eran muchos.
Sabíamos todos que, como
prisionero, sería un excelente
intercambio para recuperar a dos
jugadores fuertes, de los que más
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me costó capturar al inicio.
Entonces, fui llevado a la prisión
del otro equipo, y no adivinan a
quién tuve como carcelera. A
aquella carcelera por la que
preferiría nunca ser liberado.
—Vaya, vaya, miren nada más con
quién que me han enviado –dije en
tono algo burlón, aunque por
dentro estaba realmente feliz por
mi captura—, bueno, bueno, con
ella no van a poder pararme.
Escaparé en cuanto pueda.
—Cállate, realmente me
desagrada tener que vigilarte —
me decía un tanto molesta ya
saben qué persona.
—En fin, no escaparé —dije
falsamente resignado.
Se propuso un intercambio, mi
equipo me quería a cambio de dos
prisioneros del otro equipo, yo ya
me daba por liberado, puesto que
a pesar de que me gustaba su
compañía, era demasiado
orgulloso para admitirlo mientras
estábamos enojados.
—No acepten —dijo ella, ya saben
a quién me refiero—, no nos
conviene, aunque lo cambiemos
por dos de los nuestros, los
atrapará de inmediato, tan solo
volveremos a tenerlo como
enemigo.
—Gracias querida mía, yo también
disfruto tu compañía —dije
sarcásticamente—, pero parece
que ya descubriste la verdad de
este intercambio –dije cambiando
el timbre de mi voz.
—No creas que quiero verte aquí
—volteó a ver a los demás en su
equipo—, si quieren lo cambian,
pero ya saben lo que pasará.
Efectivamente, la muy hábil
convenció a su equipo, y ellos
terminaron intercambiando a
otros dos prisioneros de mi
equipo por los dos prometidos.
El exceso de seguridad a mi
alrededor, hizo que mis captores
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bajasen la guardia ante los míos.
Finalmente ganamos el juego, sin
embargo, antes de esto ocurrieron
cosas realmente gratas, al menos
para mí.
Conforme aumentaba el frío, todos
nos pegamos más, entonces yo
aproveché para abrazarla con el
pretexto que se podía enfermar.
Estuvimos juntos buen rato y la
abracé con mayor calidez, mis
brazos rodeaban su fina cintura
mientras yo le susurraba al oído:
—Discúlpame, fue mi culpa —la
abracé aún más fuerte—, no
quiero que sigamos así.
—Ya basta —se intentó zafar sin
éxito—, lo que hiciste realmente
me dolió.
–Perdóname, por favor —
entonces pasé a la coacción, froté
su vientre y acaricié su
abdomen—, de lo contrario… —la
acaricié con más vehemencia.
—¿Qué te pasa? —preguntó
extrañada— Si no paras, voy a…
—¿Qué? ¿Qué vas a hacer?
—Nada, te perdono —no vi su
expresión debido a que estaba de
espaldas, aunque la tonalidad de
su voz me dejo una sensación de
vergüenza. Pero en mi mente solo
quería ver su rostro—. ¡Ah!, nos
pueden ver.
—No te preocupes —le di un beso
en la mejilla, y quise seguir hasta
sus labios, pero por la posición en
que estábamos solo logré darle la
mitad del beso—, nadie nos ve
aquí.
El juego terminó y nosotros
estábamos amistados, aunque
cuando los demás nos vieron dejé
de abrazarla y nos sentamos
mirando al frente como si no
hubiera ocurrido nada. Al menos
eso hice yo, lo que sintió o pensó
ella me sigue resultando un gran
misterio.
El tiempo pasó, nos seguíamos
viendo todos los sábados casi
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religiosamente, si ella faltaba mi
preocupación era notoria para
todos. Para nadie era secreto que
estábamos enamorados, excepto
para nosotros mismos, aunque en
el fondo estoy seguro que lo
sabíamos. Cuando preguntaban
mis amigos, qué sentía,
eventualmente era capaz de
decirlo, pero no siempre. Si eran
amigas las que me preguntaban,
inmediatamente me negaba. Era
extraña la situación, muchas veces
me decían, tanto amigas como
amigos, que me declare, que ya la
habían preparado, que me diría
que sí, que haríamos una bonita
pareja. Realmente nunca me atreví
a declararme, aunque más de una
vez tuve la oportunidad, ahora,
cuando veo hacia atrás y pienso en
ello, me siento como un completo
estúpido. Un estúpido que no se
atrevió a luchar por aquella
persona que quiso, un tonto que
tan solo se limitó a perderla.
Todos los sábados, al terminar las
reuniones nos encontrábamos de
casualidad sin falta camino al
paradero. Aunque tomábamos el
bus en distintos lugares, siempre
caminábamos juntos,
conversábamos sobre cómo nos
fue durante la semana o qué
pasaba en nuestros hogares. Ella
me ayudaba a solucionar muchos
problemas que tenía en el
transcurso de la semana.
—Estoy cansado y molesto, esta
semana ha sido de perros —inicié
la conversación estando
aparentemente molesto, aunque el
problema ya lo había superado.
–¿Qué ocurrió? Dime —dijo
preocupada, por lo menos es la
impresión que daba. Me declaro
oficialmente como un completo
inútil leyendo a las mujeres,
aunque claro, en ese momento,
inocentemente pensaba todo lo
opuesto.
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—Demasiado complicado, mejor
lo dejo ahí —le dije fingiendo
estar hastiado, aunque en verdad
tan solo estaba serio.
—Vamos, cuéntame —en ese
momento cambió completamente
su voz y se hizo más cálida—
confía en mí, por favor… —
entonces se abrazó a mi hombro,
por dentro me sentí muy alegre,
entonces consideré que era la
hora de decírselo.
—Está bien, te lo diré —cambié mi
tono de voz un poco, de forma casi
imperceptible, pero indicando
algo más de confianza—. El padre
Hernán, ¿recuerdas que te lo
nombré antes?, mi tutor de clase,
que también me enseña religión…
—Sí, recuerdo que me hablaste de
él anteriormente, ¿qué pasó?
—Bueno, él siempre nos pide que
llevemos Biblia a su clase —
cambié mi voz haciéndome la
víctima hasta cierto punto—,
jamás me había faltado llevarla, la
olvidé en mi casillero por única
vez. Y el infeliz, para no bajarme
nota, me dio un chicotazo en la
mano —simulé algo de dolor en
ese momento, solo frente a ella lo
haría. Usualmente si caigo o me
hiero y me preguntan si estoy
bien, digo que sí, sin importar el
dolor. Pero con ella, no siempre
me mantuve de esa forma, en
ocasiones era aparentemente
fuerte o en otras la persona más
vulnerable del mundo.
¬—Tranquilo, no te expreses así
de él —lo dijo casi maternalmente,
cosa que no me agradó nada,
porque, bueno, es obvio lo que yo
quería—, probablemente te
aprecie.
—Sí, puede ser —entonces, hice
algo de memoria—, tienes razón,
de hecho que si me aprecia. Pero
ya no puedo borrar lo que dije.
—¿Ves?, de seguro pasa algo
bueno —me dijo un poco
emocionada.
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—Gracias ¬—sonreí—, me has
ayudado mucho. Por eso —bajé
mucho la voz, de forma que se
hizo casi imperceptible— te
quiero tanto…
—¿Qué?
—Nada, nada —disimulé.
—Vamos, sé que dijiste algo en
voz baja —se me acercó a modo
de súplica— dímelo, por favor.
No dije nada, en serio.
—Bueno… —por un momento se
sumió en sus propios
pensamientos—. Ja, es extraño.
—¿Qué cosa?
—Se nos ha hecho costumbre el
caminar aquí siempre… juntos —
se sonrojó un poco—. Mis amigas
podrían pensar que tenemos algo
¬—entonces, bajó la voz y habló
rápido como para sus adentros,
aún era algo perceptible—,
aunque no estaría muy alejado de
la realidad después de todo –no
era muy entendible, pero eso es lo
que oí o creí oír. Sin embargo
actué como si no hubiese
escuchado nada, tengamos en
cuenta que en ese momento creía
escuchar aquello que más me
convenía; de todas formas quería
oírlo de ella en voz alta.
—Ahora tú, ¿qué dijiste? —le dije
fingiendo no haberla escuchado.
—No, nada —me dijo
avergonzada.
—No mientas, vamos, dímelo —
dije casi exigiéndoselo.
—No, no tiene sentido, dejémoslo
ahí.
—¿Por qué no me lo dices? —me
hice la víctima— ¿No confías en
mí?
–No, es decir, no es eso. Solo que
no te lo puedo decir.
–¿Estás nerviosa? —hablé con
sarcasmo— Vaya, tú poniéndote
nerviosa por mí —dije de forma
inquisitiva.
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—No, ¿cómo crees? —cambió de
voz—, no hay forma. Mira, si yo
estuviera realmente nerviosa,
probablemente estaría temblando,
no te mantendría la mirada y
querría irme.
—Pues, la verdad, no me estás
manteniendo la mirada, aunque
no dejo de buscar la tuya, luego, sí
estás temblando y por último da la
clara impresión que quieres huir
ahora mismo.
—No es cierto, si tiemblo es por
frío, no quiero huir, lo que pasa es
que ya tengo que irme a mi casa
llevando el pan.
—Ah ya, entonces, la mirada ¿por
qué no me la mantienes?
—Es que… bueno… hmm, mira ya
viene mi carro.
—Espera —me acerqué a su
oído—, ¿te puedo besar? ¬—me
acerqué entonces a su rostro y la
besé en la mejilla muy cerca de la
boca. Ella puso sus manos en mi
pecho, pero no tenía la intención
de apartarme, pero
instintivamente yo lo hice.
Probablemente, si no lo hacía
hubiera terminado besándola
como todos se imaginan… tal vez
más no: ¡de hecho!
—Eh… —con una voz muy
apagada, casi ahogándose— ya me
tengo que ir, el carro se me va a
pasar.
–Sí, ve, no te preocupes —lo dije
cambiando totalmente mi actitud.
Como podemos ver, nuevamente
dejé pasar una oportunidad, pero
haga lo que haga, ya no puedo
cambiarlo.
Pasó el tiempo y, en ese
transcurso, muchos otros sucesos,
aunque nunca logré declararme.
En fin, no hay nada que pueda
hacer.
Llegó una de esas pernoctadas de
las que hablé. Allí coincidiríamos
una vez más, pero no tenía ni idea
de lo que pasaría, ni de cómo
acabaría. Bueno, llegó el día y al
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encontrarla, esperé al momento
para poder hablarle.
—Hola, ¿qué tal?
—Hola, qué bueno verte. Estoy
bien y ¿tú? –en eso me dio una
sonrisa increíble, jamás me
cansaría de verla sonreír.
—Bien, una buena semana.
Todo transcurrió con normalidad
hasta la hora de dormir. Y, por
suerte, a su grupo le tocó dormir
junto al mío. Conste que todos
dormíamos en el auditorio del
cole, la diferencia está en el orden
en que dormíamos. Bueno, me las
arreglé para dormir justo a su
lado. No piensen mal, cada uno
tenía su sleeping.
En fin, cuando nos acostamos, en
un determinado momento, la
abracé porque se supone que
teníamos frío. Tal vez ella sí, pero
yo no aguantaba el calor. Después
nos quedamos dormidos y así
pasó la noche. Sin embargo, en la
mañana, cada vez que duermo
fuera, tiendo a levantarme
temprano, y ella por otro lado,
tiende a ser muy dormilona. Lo
que pasó cuando desperté, fue
único, la tenía abrazada, entonces
subí mis manos a su rostro y lo
acaricié, luego ella dio la vuelta y
la vi sonriente, aunque con los
ojos cerrados por el sueño. Su
rostro durmiendo, me transmitía
una sensación de ternura única,
recordé su nombre y comprobé
que en verdad le correspondía,
recordé una canción de Sandro y
la ubiqué como una descripción
suya, mi alegría era tal que me
perdí completamente en ella. No
pude resistir la tentación e hice
algo que aunque tal vez
incorrecto, no me arrepiento de
ello. La besé, sí, eso pasó, y al no
ver que despertaba lo hice
nuevamente. Después abrió los
ojos. Realmente, verla despertar
me transportaba a un mundo
ideal, una utopía en vida y casi sin
darme la besé directamente.
Increíblemente, ella no me apartó,
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al contrario correspondió al beso,
luego, yo ya no podía despegarme
de sus labios, y ella tampoco me lo
permitía. La felicidad que sentí en
ese momento y el placer que sentí
con ese beso traspasó cualquier
recuerdo anterior, e incluso ahora,
jamás me he vuelto a sentir así.
Nos volvimos a besar y así
estuvimos por mucho tiempo.
Finalmente, debíamos levantarnos
y salir para continuar con la
actividad, muchos ya se habían
levantado, pero nosotros
seguíamos allí, sin importarnos
nada, sin darnos cuenta de lo que
pasaba, hasta que fuimos
llamados.
Ese día, sus padres vinieron a
recogerla. Antes de que se fuera,
intenté besarla de nuevo, pero no
me respondió de la misma forma
que antes, pero salió sonriendo y
dando brincos, cosa que casi
nunca hacía, de hecho era la
primera vez que la veía hacerlo.
A la siguiente semana no fue a la
reunión, el día anterior me dejó un
mensaje en la casilla de voz que
decía, o mejor dicho que alcancé a
escuchar, puesto que su voz se oía
algo temerosa, como ocultándose,
lo que oí fue: “Oye, este, no…,
bueno… en, fin creo que
deberíamos mantenerlo en
secreto”. No entendí mucho, pero
supongo que se refería a ocultar lo
pasado en la pernoctada. En la
reunión, una amiga suya se me
acercó a conversar.
—Oye, ¿podemos hablar?
—Sí, claro, ¿qué necesitas?
—¿Estás con mi amiga?
—¿Ah?, ¿por qué lo dices? —en
verdad, yo hubiera querido
predicarlo a los siete vientos, sin
embargo, recordé el mensaje que
creí entender. Y también por otro
lado, no hubo una declaración
formal de mi parte, solo el beso.
–Vamos dime, ¿están o no?,
porque la he visto demasiado feliz
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últimamente en el cole, toda esta
semana estaba sonriendo –en sí,
yo también había estado feliz y en
la semana me pareció que en todo
me iba bien.
–No sé qué responderte.
–Sí están ¿verdad?, los pesqué,
pillines.
A la siguiente semana volvió a
faltar y no la volví a ver hasta
luego de dos semanas más. En esa
reunión una amiga me dio pases
para su fiesta de quince años.
Después la busqué e intenté
hablarle, aunque parecía muy
ocupada, mas, en cuanto me vio,
dejó de hacer lo que estaba
haciendo y me habló.
—Hola, hay algo que quiero hablar
contigo.
En ese momento, quise saludarla
con una sonrisa, pero al oír esas
palabras no pude hacerlo.
—¿Sí?, ¿qué pasa? —intenté
sonreír, aunque no sé si lo logré o
no.
—Este… —la vi algo triste, y no
sabía por qué, en mi pecho se hizo
un nudo—, te lo digo ahora, y es
mejor, en otro momento, no sé si
tenga la fuerza para decírtelo.
—Lo que sea, dilo —intenté actuar
desinhibidamente.
—Mira, yo… ya no puede seguir
así, éramos buenos amigos, pero…
no sé, tal vez debimos seguir así.
En ese momento mi espíritu se
quebró, no sabía qué decir,
entonces, movido por la
desesperación y el orgullo dije
algo de lo que hasta ahora me
arrepiento.
—No te preocupes —simulé una
perfecta sonrisa y hablé con suma
tranquilidad—, no pasa nada, no
importa. De hecho yo iba a… —por
alguna razón no completé la frase.
BOLETÍN ARTÍSTICO LITERARIO Año 2, Nº 8, setiembre 2013
Antes de que termine la semana,
estuve pensando una y otra vez en
ella, en lo que pasó, en lo que me
dijo, en lo que le dije. Estaba
realmente confundido, y pensé
que debía arreglarlo.
Llegó el viernes, debía ir al quince
al cual sabía que ella debía asistir.
Lo que pasó allí, todavía está
grabado en mi mente, como fuego
ardiente grabando una espada,
que una vez grabada, aunque se
oxide o parta no borrará la marca
del grabado, esos hechos se
guardaron en mi memoria. Jamás
olvidaré esa noche ni lo que allí
pasó y jamás amaré a otra mujer,
ni ella será amada como hasta ese
momento la amé. Aunque es
posible que aún la quiera, y de ser
así ello explicaría mi actual
incapacidad de amar. Realmente
no estoy para nada seguro de ello,
solo sé que no puedo sentir nada
por otra mujer que no sea ella, por
lo menos en este momento es así.
He tenido muchas posibles
relaciones, en momentos incluso
se me han declarado, pero jamás
he aprovechado, por decirlo así,
ninguna de estas “oportunidades”,
la razón es que a pesar de que
quise olvidarla por todos los
medios, no lo logré.
–Hola, ¿cómo estás Ju? Feliz
cumple.
–Hermano, ¿cómo estás? –me dijo
un amigo.
–Bien, hermano, genial.
En eso llegó quien esperaba, vino
con su prima, que no era fea. Sin
embargo yo solo tenía ojos para
ella (ya saben quién).
—Hola —le intenté sonreír.
—Hola —casi de inmediato volteó
la mirada hacia los demás, ni
siquiera me vio a los ojos.
La fiesta ya había dado inicio y no
pude hablar con ella en buen
tiempo. Luego llegó el momento
del brindis, allí logré recién
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escabullirme hasta ella entre
todos los asistentes.
—Oye, este… —intenté hablarle,
aunque ella no me miraba—,
¿podemos hablar un momento?...
¿Me puedes oír?
—¿Sabes qué? —me dijo
molesta— No quiero hablar
contigo.
—Pero, ¿por qué?
—Ya, por favor: no empieces con
tus cosas…
—¡Espera!, ¡que no empiece con
mis cosas? —en ese momento no
sé qué pasó en mi interior, solo sé
que apareció en mí una extraña ira
que me hizo reaccionar de muy
mala forma—. Creo que no debí
intentar arreglar nada, ¿sabes
qué? ¡Vete al diablo! Por vida que,
por mí, puedes hacer lo que te
venga en gana. Adiós.
Lo que pasó allí, ciertamente
resultó un desastre. Aquella
reunión que debía arreglarlo todo,
lo terminó por destruir. Era una
de esas ocasiones en las cuales nos
sentimos como unos completos
perdedores. Realmente no sé por
qué me afectó tanto, si bien es
cierto que me enamoré de ella, en
más de una ocasión no lo creía yo
mismo, básicamente actué de
forma poco racional ante las
circunstancias que se me
presentaron, tal vez si no la
hubiese querido así no me habría
perdido en mis impulsos. Por
último, explicaré un poco la
situación años después. Ella y yo
nos reencontramos en varios
momentos en ese lugar, aunque
ese año yo asistí continuamente,
ella ya casi no asistía, así como
tampoco hablábamos, en
ocasiones ni siquiera nos
saludábamos. Al siguiente año,
dejé de asistir y ella iba con la
misma poca frecuencia de
siempre. Al siguiente año iba en
ese mismo horario, pero para
realizar mi proceso de
confirmación, así que en alguna
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ocasión me la encontré. Así nos
volvimos a hablar aunque,
obviamente, ya nada era igual, no
hablábamos del pasado, ella me
decía que ya casi no recordaba
cuando nos conocimos, pero muy
bien me podía reconocer incluso
cuando estaba lejos. Esta historia
termina aquí. Actualmente la veo
en muy pocas ocasiones. Evito
pasar por lugares en los cuales
podría encontrarla, y he intentado
olvidarla con el viejo dicho “un
clavo saca otro clavo”. No
obstante, ninguna otra mujer que
he conocido se le compara (en
relación a lo que significó para mí)
y sinceramente, ya me rendí,
tengamos en cuenta que hasta
ahora no sé bien por qué las cosas
se dieron así (acepto sugerencias
u opiniones). Luego decidí no
volverme a involucrar en ninguna
relación o algo que se le parezca
hasta que pueda olvidarla. Más
que una condición es una prueba
que me impuse y deberé pasarla
en algún momento.
Sin duda, esta historia tiene un
final de lo más estúpido, y es
porque no tiene un final en sí. En
la gran aventura de la vida, estoy
seguro que en algún momento
lograré encontrar ese final que tal
vez esperaban. Debo pedir
disculpas por no ser capaz de
darles un buen final, pero qué se le
va a hacer: lo único que hago con
este relato es exorcizar mis
demonios contándoles uno de mis
más grandes problemas. En fin,
eso es todo.
Hasta otra oportunidad y, bueno,
si lo desean, tal vez pueda contar
algo sobre los múltiples intentos
que hice por olvidarla durante el
transcurso de mi vida. ‡
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49 AÑOS DE MAFALDA
Mafalda, célebre personaje de
historietas creado por Quino
(seudónimo de Joaquín Salvador
Lavado, pensador y humorista
gráfico mendocino), cumple este
mes medio siglo de humor
inteligente. La historia dice que el
personaje, que está inspirado en la
abuela comunista del argentino,
nació un 15 de marzo de 1962 y
tenía seis años de edad. Su llegada
a los medios se produjo por
primera vez el 29 de septiembre
de 1964 y hoy es considerado
como uno de los personajes de
historietas más influyentes del
siglo XX. ‡