bonsai · penas Ricardo Coler se interesó por el matriarcado, leyó un libro del antropó-logo,...

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Artista total Lectura y género El reino de las mujeres pág 3 pág 4 Cooperativa Ex Trabajadores del Diario Crítica bonsai A una edad que prefiere no confesar, Ramón Ayala escribe, pinta y canta manteniendo el asombro como si aún fuera un niño. Alejandra Darín El refugio de la autogestión Abril 2015 pág 8

Transcript of bonsai · penas Ricardo Coler se interesó por el matriarcado, leyó un libro del antropó-logo,...

Artistatotal

Lectura y género

El reinode las mujeres

pág 3

pág 4

Cooperativa Ex Trabajadores del Diario Crítica

bonsai

A una edad que prefiere no confesar, Ramón Ayala escribe, pinta y canta manteniendo el asombro como si aún fuera un niño.

Alejandra Darín

El refugio de la autogestión

Abril 2015

pág 8

la investigaciónpenas Ricardo Coler se interesó por el matriarcado, leyó un libro del antropó-logo, sociólogo, filólogo y jurista suizo

Johann Jakob Bachofen, del año 1800, que fue muy popular, pero que estaba plagado de mentiras y de fantasías. “Sin embargo, la cues-tión del matriarcado había prendido mucho en la gente”, refiere con asombro. Después, leyendo, investigando y mirando publicacio-nes, consiguió una revista italiana que tenía un artículo, con una referencia muy corta, que en realidad también resultó ser equivocada. Has-ta que pudo asistir a una muestra sobre ropa tradicional china, de diferentes comunidades, y finalmente conoció la existencia de la aldea Mosuo. Consiguió contactarse con un oriental, experto de una universidad americana, que le dio las coordenadas para llegar. “Fui sin mucha seguridad de que iba a encontrar algo y al final salió bien”, comenta con entusiasmo y con una total seguridad de haber logrado el objetivo que perseguía. De todos modos, pasó bastante tiempo hasta que pudo armarse una idea clara y con esa idea viajar. En Mosuo encontró lo que había ido a buscar. Una sociedad “pura”

“Lo que se puede notar en ella son las ca-racterísticas femeninas: que no exista el ma-trimonio para que pueda perdurar el amor, el cariño por la familia y el hogar, la falta absoluta de violencia: es sumamente pacífica. En cambio hay otros lugares en donde aunque todas las leyes favorecen a las mujeres se evidencia una impronta masculina. Por ejemplo en Meghala-ya, una provincia de la India, viven los Khasi, un grupo que poco se diferencia de los siste-mas patriarcales clásicos ya que existen movi-mientos de defensa de los derechos del varón y cuando pretendés hablar con una mujer, te contesta el hombre”.

o quería ver qué pasa-ba en una sociedad en donde las mujeres eran

las que tenían el poder”, comienza contando el médico, fotógrafo y pe-riodista Ricardo Coler, para explicar por qué decidió estudiar el tema del matriarcado. La realización de su libro El reino de las mujeres, del año 2005, implicó escrituras y reescri-turas, le llevó muchos años y varios viajes a China, todo con un único fin: poder responder a su inquietud. “Es inevitable que para que una investi-gación salga bien, uno tiene que tener una pregunta. Si hay algo que te in-teresa y tenés que escribir, necesitás saber mucho sobre eso porque sino las cosas pasan por delante tuyo y no podés verlas”, asegura.

Pasó bastante tiempo hasta que pudo armarse una idea clara y con esa idea viajar a la aldea Mosuo. In-cluso, cuando volvió, tuvo que seguir investigando. El gran complemento fueron las anotaciones, entrevistas, filmaciones y un extenso registro fotográfico que obtuvo durante los períodos en los que visitó Loshui, el poblado que está a orillas del lago Lugu, en la región de Yunnan de la República Popular China y en el que las mujeres están al mando. “Me sirvió mucho sacar fotos. Volvés a la escena, te acordás de cómo estaba vestida la gente, de si estaban conten-tos o apurados, te acordás de si hacía frío o calor, de si se había acercado alguien”, revela.

Lo que más le llamó la atención de la cultura, a la que define como “el último matriarcado”, fue que las mujeres no quieran casarse: “Ellas

desean estar todo el tiempo enamo-radas. Hay que entender que una cosa es la pareja, otra es la familia, otra es el amor y otra es el sexo. No-sotros agarramos, metemos todo en una bolsa y queremos que funcione”. Además, le resultó llamativo que no exista la figura del padre: “Yo tengo hi-jos, no puedo entenderlo, no me entra en la cabeza”, expresa convencido. Y manifiesta: “Algunas cuestiones cul-turales que nos parecen muy sólidas, pueden ser totalmente diferentes. No es que hay una verdad absoluta sino que existe la posibilidad de que sea de otra manera. Eso significa que, si uno piensa como actúa, ciertas cosas, tanto personales como sociales, podrían cambiarse”.

–¿Considera que la forma de organización de los Mosuo logrará extenderse a otros territorios?

–Después de que fui a Loshui construyeron una autopista y lo que provocó es que vaya mucha gente. Se establecieron una serie de nego-cios que lo colocaron como un lugar muy turístico y eso podría destruir el matriarcado, por la fuerza del capi-tal. O sea, se puede ver cómo lo más masculino, que tiene que ver con la lógica del tener, está arrasando y va ganando el mundo. Aunque sí creo que en algunos casos se puede llegar a adoptar esa cosmovisión, pero lo necesario es acostumbrarse a no

imitar el varón, esa es la diferencia.Ricardo pudo ir descifrando otra

manera de concebir e interpretar el mundo. Aunque reconoce que al no comprender el lenguaje se le hizo más difícil, por ejemplo, hacer un chiste: “Y no es un detalle. Al hacer entrevistas, es algo que te deja entrar, que te permite romper las barreras”. También le fue difícil establecer una relación con los traductores, que tampoco pertenecían a la colectivi-dad, porque a veces se negaban o se ponían tensos al tener que hacer de-terminadas preguntas: “Eran de otro mundo, les costaba entender lo que veían y, a su vez, tener que transmitír-melo a mí”.

Sin embargo, su caso puede diferen-ciarse totalmente del de los intérpre-tes que lo acompañaron en su esta-día. Para él fue muy placentero que se le cayera a pedazos lo que creía: “Una de las cuestiones más atractivas de la vida humana, que va a ocurrir siem-pre, es que vas a estar sin advertir un montón de cosas hasta que un día se va a producir un acontecimiento, algo cambiará y te hará cambiar subjeti-vamente. Habrá algo interno que se modifica”. Finalmente, y en relación a si considera que estuvo en una socie-dad perfecta, concluye: “Los ideales son siempre tenebrosos, son propios de nuestra cultura, pero no siempre necesarios”.

En China existe un poblado en el que ellas tienen el poder.No quieren casarse; solo enamorarse.

“Ypor maría celina toledofotos: ricardo coler

Pg 3

donde mandan

las mujeres

A

gesto. Ramón, que hace que la ignora, como parte de ese mismo juego, sigue relatando su sueño.–Mirá, acá hay lugar como para setenta u ochenta personas. Éste va a ser un lugar esencialmente argentinolatinoameri-canista. Nada que tenga que ver con la cosa extranjera. Toda la música argen-tina, todo el arte argentino estará aquí. Porque ya bastante desvío hay en la calle. Yo conozco una cantidad de gente que vive con un envase argentino y un contenido extranjero.–¿Cómo es eso?–Hay pendejos que no saben quién es Atahualpa Yupanqui. No saben quién es Ramón Ayala. No saben quién es Tejada Gómez, Lima Quintana. No saben quién es Gardel inclusive. Entonces esos tipos son extranjeros. Pero saben qué calzon-cillos usa Michael Jackson o qué lentes usa John Lennon o Paul Mc Cartney. Están enterados de todo pero no saben nada de su país. Lo ignoran. Y delibera-damente le dan la espalda a su país. Son extranjeros dentro de su propia tierra. Vos te das cuenta lo triste que es esto. Porque cualquiera puede comprar un

documento, pero la identidad del alma... esa no se compra jamás. Esa se siente, se lleva en la carne. ¿Qué es lo que nos pasa a nosotros? ¿Por qué deliberada e intituivamente estamos detrás de nuestra cultura? Estamos proyectándola, recreándola. ¿Por qué es el Mensú, el Jangadero, el Cosechero? Esas obras, que dicen que son columnas de la identidad argentina, son por el amor que se siente por la tierra y por un estado de concien-cia de devolverle algo a este país maravi-lloso que nos ha tocado por una putísima casualidad. Purísima, quise decir.

Entrar a la casa, y sobre todo al mundo de Ramón Ayala, es como entrar en otro tiempo. El hombre, una institución viviente de nuestro folclore, ni nos conoce pero ya nos trata como amigos. Nos muestra los cuadros que pinta, en medio de una pregunta se pone a cantar, nos recita poemas. Lo vimos desde aba-jo de un escenario, en algunos videos y entrevistas, pero ahora que lo tenemos enfrente nos parece mucho más joven. ¿Es posible que no tenga arrugas? Lo escuchamos hablar, sea de cualquier tema, y lo hace con el entusiasmo del que acaba de descubrir algo. Algo pasa con el tiempo en el mundo de Ramón Ayala. Recién, por ejemplo, se refería a Michael Jackson o a los Beatles en presente. –¿Usted cuántos años tiene?–Pero no quiero que lo pongas, eh. Aca-bo de cumplir.... No lo podés creer, viste. Si casi somos parecidos. Vos tendrás treinta y pico y si alguien nos ve, entre vos y yo no hay mucha diferencia. –¿Cuál es el secreto?–Ser un niño, producto del asombro. Si hablaras con mi mujer ella te contaría cosas inverosímiles. Es que la vida es asombro. Y el que no se asombra es porque tiene muerto el niño que todos tenemos dentro. Y después cuidar la

carcaza, cuidar el motor. Y gozar de la vida porque la vida es un acontecimiento único y maravilloso.–¿Siempre se sintió artista?–Desde que me siento. Desde el colegio primario. A mí la maestra me decía, por ejemplo, cuántas monedas de oro tendría usted si llevara diez en la mano y hubiera perdido cuatro. Y entonces yo dibujaba un cuerno blanco, con mone-das de oro en la mesa, en una mesa roja, y las paredes de alrededor eran beidge o verdes. Y entonces yo dibujaba el origen del oro. Una carroza y unas vías que se meten en la minas de oro, con tipos con linternas que se metían a cavar la tierra para sacar el dorado metal. Toda la historia del oro dibujaba yo. En vez de una solución matemática, lo mío era una solución plástica. –¿El dibujo viene de familia?–Mi madre era una mujer muy especial. Era campesina. Ella decía: “Alguien pasa cantando con sonido de campana”. Mirá qué cosa hermosa. Decía: “Soy como el clavel del aire, que se mece allá en lo alto. Envidia del caminante que va cruzando el agua ahí”. Qué imagen. Esa era mi ma-dre. Una mujer muy primaria. –¿Y poeta desde cuándo?–De chiquito más que nada dibujada, pin-taba y tocaba la guitarra. Después descu-brí la palabra. Ya tenía andado bastante, entre los 18 y 20 años, cuando empecé a escribir. Me fui a Salta y me encontré con Manuel J. Castilla, con Don Juan Carlos Davalos, con el Cuchi Leguizamón, me encontré con todas esas bestias y ellos me miraban con cierta deferencia, por-que yo era un pendejo al lado de ellos que eran unos próceres. Pero yo tampo-co sabía la dimensión que tenían ellos. –¿En algún momento ha dudado de su música, de su poesía, de su pintura?–No, yo nunca dudé. Lo que dudé es del camino que había emprendido, porque no estaba seguro. Esta voz que escuchás la busqué por arriba, por abajo, por el páncreas, por el hígado, por los riñones. Es una voz diagrafagmática. Algooo se mueve en el fooondo del Chaco borea-aaal.–En el último tiempo se hizo justicia con usted a partir de la película que filmó con Marcos López y los homenajes que le realizaron. ¿Por qué cree que recién ahora es reconocido?–Mirá, todo madura en la vida. Y todo tiene su tiempo. Yo agradezco que no me hayan descubierto antes porque yo

stá empeñado en hacer un centro cultural en su casa. A todo el que se cruza, le cuenta su proyecto. Y

cuando le toca ser anfitrión, lo primero que hace es pedirle a sus visitas que lo acom-pañen escalera arriba para mostrarles ese amplio salón que para él ya es un auditorio. –Acá se podría armar un escenario redondo, y acá estaría el público. Y aquí el aire que le va a dar frescura al artista. Esto va a ser un lugar de encuentro, de músicos, de poetas, de yoga a lo mejor, de enseñanza de mapuche, de toba, de guaraní, de quichua.

A la compañera de Ramón Ayala no la convence demasiado la idea. Es el hogar que comparten, un paraíso íntimo que fueron construyendo con mucho trabajo; una casa antigua que se venía abajo y que lograron levantar. Entonces ella pone caras, y hasta habla por lo bajo pero con clara intención de que la escuchen. Hace que no, con la cabeza. Pero hay mucho de complicidad en ese

o sabía quién era el Che pero no comprendía la magnitud de

su persona. No estaba capacitado todavía para ver la magnitud plane-taria de su gesta ni de su persona. Yo fui invitado por el Instituto de amis-tad por los pueblos debido a que mi obra tiene ribetes sociales. Y ahí aparecí en Cuba. Y estaba Salvador Allende, que era un político y aún no era presidente. Estaba Rodolfo Wal-sh. Rigoberta Menchú, y otras per-sonalidades. Y yo entre todos ellos. El Che Guevara estaba sentado ahí, y yo estaba donde estabas vos, ahí. Y de repente dice: Ramón Ayala, yo he cantado tu canción el Mensú, en los fogones de la Sierra Maestra. Que bien, Comandante, le digo, le agradezco tanto. Pero uno es muy joven y ve las cosas un poco así, co-sas que pasan. Tenía una magnitud todo eso. Me dio verguenza sacar-me una foto con él, para que no cre-yeran que era un cholulo. Después me arrepentí.

Un niño”

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el encuentrocon EL CHE

Autor de clásicos del folclore como el Mensú, el Cosechero o el Jangadero, recién hace unos pocos años Ramón Ayala empezó a gozar del reconocimiento que se merece. Mientras sueña montar un centro cultural en su propia casa, este hombre con espíritu de niño se dedica todos los días a lo que mejor sabe hacer: pintar, cantar y hacer poesía.

“Hay pendejos que no saben quién es Atahualpa Yupanqui. Pero saben qué calzoncillos usa Michael Jackson. Están enterados de todo pero no saben nada de su país.”

entrevista

por maxi goldschmidtfotos: federico imas

Pg 5

“Es que la vida es asombro. Y el que no se asombra es porque tiene muerto el niño que todos tenemos dentro.”

n la poesía son Neruda, Nico-lás Guillén, Machado. Me gusta

más Machado que García Lorca, que me parece más chisporroteante. El otro no, tiene una luz sombría, pro-funda. Ahí voy yo. En la pintura me gusta Cezane, que cambió la pintura. El tipo salió del impresionismo que era una cosa disuelta y le dio la geo-metría que habita en todos lados en la naturaleza . Y también Leonardo Da Vinci y Luca Paccioli, que descu-brieron la obsesión dorada, que es aquello que habita en el dedo del hombre. Esta parte menor, con la parte mayor, es lo mismo que lo ma-yor con el todo. La sección aurea. Y todo ese desarrollo de la naturaleza que está en las plantas, en el aire, que está en la luz y está en el hombre.

sus maestros

“El secreto es seguir siendo

no estaba ni tenía esa voz, ni tenía la capacidad mental que tengo ahora de tener esta coordinación luminosa de las cosas, y verdadera. Éste es el tiempo. Soy un hombre consciente y sé a qué cumbre quiero trepar. Pero uno no puede trepar si no tiene bue-nos pies. Hay que saber esperar. Hay grandes artistas como Neruda o Lorca que han querido correr a comprar li-bros primarios que han tenido porque los consideraban de menor calidad. Entonces yo no quería que me pasara eso. Yo me guardé, y ahora parece que me están descubriendo.

EE

Y

Música vidaCuál fue el sonido primigenio -el inicial,

el que dio lugar a la génesis?

Habrá sido un rugido,

un estruendo,

un espectro sonoro y de luz?

Qué sonidos tiene el universo?

Antes que nosotros, el cosmos.

Y anidados en el útero materno

otra sonoridad nos invade,

sonido acuoso,

latido del corazón propio y ajeno,

-el de la madre que nos alberga-

Respiración y gorjeos.

Luego nuestro llanto inicial

para conectarnos con la expresión.

Los sonidos nos acompañan.

La música, maravillosa forma de

combinación de un código

pura expresividad, para tomar contacto

con nosotros mismos,

on nuestras emociones,

con los demás.

Música “arte de las musas”, “duende

de la tierra”.

refugio, arrullo, expresión, emoción.

Pg 6

Un libro y yo por horacio dall’oglio

lectura

E

Ritualen Anidia

e sabe, la vida del arquero no es para nada fácil. Menos

aún si uno tiene diez años y des-conoce las sutilezas del oficio. Sin embargo, tuve la fortuna de encontrarme con alguien que me regaló todos los secretos sobre los tres palos; Don Toti le decíamos, un gringo corpulento y canoso de unos sesenta años que había dejado el fútbol por causa de la artrosis, que le vino de tanto atajar media res en el camión del frigorífico, se lo impi-dió. Cuando la categoría ’80 ya no pisó las canchas de las ligas

infantiles, y sus jugadores nos tu-vimos que empezar a probar en clubes “grandes”, Don Toti dejó de dirigir y se fue a pasar las tar-des en la piedra que tenía frente a su casa. Ya se había ido a achi-carle el arco a San Pedro cuando una noche, sin saber muy bien porqué, lo soñé, y junto con él a Alejandro Apo, por quien a principios del nuevo siglo nos reuníamos en nuestra pieza en torno a la radio con mi hermano Walter para escuchar su mítico programa de los sábados por la tarde, Todo con afecto, expectan-tes de que llegara el tan ansiado cuento de fútbol. Mucho antes que por sus novelas, conocí a Soriano a través de la lectura de Apo del cuento El penal más lar-go del mundo, y desde ahí pasó a integrar mi propio seleccionado de narradores. Pero es preciso comentar ese sueño. Don Toti estaba sentado en su piedra junto al barbudo de Alejandro Apo y cuando los vi desde la esquina pasé a saludarlos. Toma-mos mates oníricos, hablamos de Amadeo Carrizo y les conté

que hacía rato había dejado el fútbol y que ahora estaba en la universidad. En un momento Don Toti se acordó de algo y me dijo “tengo un regalo para vos”. Se metió a su casa de material sin revocar y me dejó ahí con Alejandro Apo cebándome unos mates amargos. Al rato Don Toti volvió con un libro entre las manos. Al pasar por el portón oxidado me desafió, “¿A ver si te atajás éste?”, y revoleó el libro al aire como para que lo descolgara mientras Apo lo comentaba con unos auriculares en la cabeza que no sabía de dónde los había sacado. Era un libro de cuentos de Osvaldo Soriano y empezaba con El penal más largo del mun-do. “Llevalo, te va a gustar” me dijo, y fue esa la última vez que “vi” a mi maestro. Al día siguiente me metí en una librería y no salí hasta que me llevé Arqueros, ilu-sionistas y goleadores, la compi-lación post mortem de todos sus relatos de fútbol, y le agradecí a Soriano por su prosa, a Apo por sus lecturas y a Don Toti por sus regalos.

n Anidia asistí al ritual del Ojo Oscuro, una ancestral ceremonia que se repite toda vez que las dos lunas de ese planeta se alinean

para ocultar la estrella que lo ilumina.Como un mar de lava que se mueve en sentido

inverso, el día del eclipse una multitud apretada trepa las laderas del Monte Vigía, el último sitio donde habi-taron los dioses de Anidia antes de invisibilizarse.

Allí, en lo alto del cerro, una abertura entre dos piedras desafía el coraje de los anidianos. El hueco se abre como una herida entre dos rocas y no es más grande que el tamaño del cuerpo de un adulto. Su entrada está cubierta por una masa viscosa de color marrón, de la cual chorrea una baba espesa que pinta de vómito las piedras.

Los ancianos cuentores –juglares que arrastran en su memoria la historia de ese mundo– aseguran que ningún anidiano se ha atrevido jamás a meter una mano en el Ojo Oscuro, por temor a lo que se oculta en el interior de esa boca amorfa y legendaria.

Se cuenta que en la alborada de los tiempos salió de allí un demonio de ojos rojos y halo de ponzoña que abrasó los poblados con su lengua de fuego.

Se cuenta que en el pasado más umbrío, con la tin-ta de esa baba infecta se dibujaron formas de horrores y sacrificios.

Se cuenta que ese hueco siniestro es hoy la mora-da de una serpiente silenciosa que aguarda paciente la llegada del primer hereje.

Como ocurre en tantos otros mundos, también en Anidia la fe se alimenta de los espantos.

Desde tiempos inmemoriales, cuando los astróno-mos anuncian la llegada del eclipse, los habitantes de Anidia emprenden el ascenso hacia lo alto de la mon-taña y allí esperan pacientes el momento en que la luz del día comienza a desvanecerse.

Y aunque todos sospechan que en esa caverna habita una bestia secreta o arde un fuego infernal, y creen que lo que sea devorado por esa boca jamás volverá a salir, los anidianos siguen congregándose alrededor del ojo putrefacto, con la esperanza que algún día, abriéndose paso entre la muchedumbre que tapiza las laderas, trepe hasta la cima aquel que se atreva a demostrar que ninguno de esos horrores es cierto.

S

Poesía por sandra viviana miguez

Pg 7

por fanue

oy licenciada en Comunicación Social,

egresada de la Universidad Nacional de Entre Ríos.

Nací en Avellaneda, Bue-nos Aires, pero desde los 9 años vivo en Paraná, Entre Ríos, donde como dice Juan L. Ortíz “me atraviesa un río”. Soy madre de Juan Martín y Florencia a quienes intenté inculcar el amor por la lec-tura sacrificando las típicas siestas paranaenses.

El río y la naturaleza, el paisaje de este litoral, son parte de mi ser cotidiano. Me formé en el enfoque gestáltico lo que me cambió mi forma de ser en este aquí y ahora.

Tal vez estos textos no tengan mucho sentido si no es al calor de mi propio pro-ceso personal de darle una nueva forma a aquello que siento, respiro, vivo.

S

Atravesarás ese cielo -sin estrellas-donde alguna vez que-dó perdida tu mirada

y dirás ‘era esto, sólo esto’.O tal vez te maravilles desde la altura

con las luces proyecta-das a lo lejos…y los espectros de colo-res desgastados.

Tus sueños te abrazarán ahoray romperán el espejo

dónde te mirabas.Todo será entonces más leve.

Ya no habrá estigma,ni el compromiso de terminar con un destino.

Todo estará allí tan cercanoY nosotros aquí como a lo lejos

Mirando a través de los cristales rotos.

oy tengo ganas de estar en una fiesta, en una

de quince o en un bar-mitzva o en un casamiento. En una de esas fiestas en las que hay que ir bien vestido. De las que hay que llevar camisa, pantalón, saco, zapatos y por supuesto una incómoda corbata. Una de esas fiestas en las que hay que tener una invitación para entrar y cada invitado tiene asignado un número de mesa y debe com-partirla con quien el homena-jeado haya determinado. En una de esas fiestas en la que ser feliz es una obligación.

Estoy sentado en la mesa mirando a la gente bailar. Ahí está ella, de vuelta con ese vestido rojo ajustado. No para de moverse, de saltar, de cantar, de gritar, sabe todas las letras. De todas las canciones, de las que son en inglés y las que son en castellano. Mis mo-vimientos son demasiado tor-pes, como para que me sume a su alegría pero no confieso que ese es el motivo por el que

no bailo, simplemente digo que no me gusta bailar y dejo que mis amigos conjeturen que soy tímido o vergonzoso. Yo bailo mal y no quiero ser testigo de las burlas, las risas disimuladas, los cuchicheos que acuchillan por la espalda. Y no quiero que ella me vea. Tal vez pueda conquistarla de otra forma. Hablando de los libros que no nos dan para leer en la escuela, tal vez. No ne-cesito bailar, pudo quedarme aquí viendo felicidades ajenas, sonriendo y envidiando como Nicolás baila con la chica que le gusta, en su más noble minuto de ilusión. Pero ahí, al costado, está ella, llamando la atención con feroz disimulo, moviéndose sin disgusto ni tropiezo entre las pavorosas ambiciones que delatan todas las miradas. En el salón oscuro, con música fuerte, sin nadie con quien hablar puedo reflexionar: sacar conjeturas, idear planes, pensar en las obras que voy a hacer cuando sea grande, soñar con escapar

de este entorno que marcará mi futuro. Ella baila moviendo los brazos, la cintura, desli-zando sus pies descalzos en el parquet. El contorno de su cuerpo logra burlar la oscuri-dad. Aunque nada se vea, su baile es imposible de dejar de ser visto. Se mueve como un ángel con sexo, dejando flotar sus caderas, sin darse cuen-ta de lo que su baile puede provocar en los ojos o en los cuerpos de los que espera-mos por ser hombres. Salta,

se suspende en el aire, como demostrando que puede estar en otro mundo, que puede conseguir la libertad. La fiesta ya se termina, ya hubo mesa dulce, ya se regalaron los juguetes del carnaval carioca del que no agarré nada. El disk-jockey empieza a nom-brar los nombres de los chicos a los que los padres vienen a buscar.

Hoy tengo ganas de que ella venga y me pida mi corbata para atársela en la cabeza y la

use como vincha. Y después, cuando mi mama venga a buscarme, ella salga corriendo a la calle para devolvérmela bajo un diluvio. Y quiero que me diga: “Gracias, nos vemos mañana en la escuela”. Y en-tonces yo agarraré la corbata y cuando llegue a casa, en lugar de ponerla en el cesto de lavar la ropa, la dejaré sobre mi mesita de luz y cada vez que la vea recordaré que esa cor-bata la usó la chica que mejor baila en el mundo.

H

por pablo bruetman

La corbata

Minicuento

n un parpadeo Ale-jandra Darín entra a la Asociación Argentina

de Actores (AAA). “Vamos por el ascensor” dice mientras presiona el botón con ansias. Sin embargo no hay respuesta al llamado. “Vamos por las escaleras”, apremia. En el primer piso, varias personas se le acercan poniéndola al tanto de lo que le espera en el día. Y no es poco. Ya en el piso correspondiente, dice con una sonrisa cálida: “Pasa por acá”. En un salón inmenso con una mesa de las mismas características, la presiden-ta de la AAA, explaya con firmeza todo el accionar de la Asociación, su postura sobre los medios de hoy en día, y hasta sus pensamientos más profundos.Desde el 2011 es presidenta de la AAA: “Fue una convoca-toria de mis compañeros que

contratapa

E

Pg 8

“EN LA TELEVISIóN PREDOMINAN

los inSultos”

por mariana buonomo

venían trabajando en diferen-tes gestiones de actores. Al principio me sorprendió, hoy también estoy sorprendida”, recuerda con una sonrisa y asegura que no tiene ninguna atadura partidaria, sino que apunta a desenvolverse con

libertad. Su principal objetivo es el trabajo en equipo y trata de siempre compartir su pun-to de vista con la visión de sus compañeros y construir algo entre todos.

Alejandra cree que la situación laboral del actor

fue cambiando a lo largo del tiempo debido a la televisión: “Uno depende no solo de la técnica sino también de la convocatoria de los dueños de las empresas”. Para ella el refu-gio del actor aún está sobre las tablas: “El teatro a mi entender es lo más cercano al actor, lo más compañero, uno siempre se puede refugiar en el teatro con su propia autogestión”.

“En la televisión lo vacío es lo que prima en estos últimos tiempos”, expone sin ánimos de juzgar la actriz cuya últi-ma aparición televisiva fue en 2010 en la tira de Pol-Ka Alguien que me quiera. Para ella los productos televisivos no están bien encarados: “Lo que predomina son los insultos, meterse en la vida de la gente con mentiras muchas veces o verdades, no importa. No se fomenta nada que nos haga crecer y ser mejores”, sostiene con el ceño fruncido y un dejo de indignación se dibuja en su rostro.

A pesar de esta realidad, Alejandra destaca orgullosa los logros obtenidos durante su gestión. En 2013, la AAA logró el restablecimiento de la Comedia Municipal de Mar de Plata, disuelta en 1976. Lue-go de su recuperación, se la denominó “Nachman – Conti” en forma de homenaje a su director, Gregorio Nachman y a uno de los actores, Luis Conti, que fueron secuestra-dos en el momento en que se clausuró el organismo y aún continúan desaparecidos. El Fin de la Comedia Municipal es promover y desarrollar la

actividad teatral, convocar actores locales y difundir pro-ducciones culturales. “Si bien es imposible reparar la pérdi-da del secuestro, la tortura y la desaparición de personas, parte de la reparación era restituir la comedia”, expresa Alejandra con ímpetu.

Otro logro significativo fue la ley de doblaje. “Hace 37 años es-taba promulgada pero no efec-tivizada”, señala la presidenta de la AAA mientras enfatiza sus palabras con esa mirada intensa que la caracteriza. La ley 26.522 obliga a los canales de televisión abierta a doblar en nuestro país las películas, series, publicidades y avances de programas extranjeros y ani-mados. Es importante aclarar, que el programador de cada canal puede decidir en qué productos realizar el doblaje y en cuáles mantener las voces originales. Asimismo, esta ley tiene como finalidad garantizar los derechos a los actores de doblaje, los más desprotegidos del cine y la televisión, debido a que no están en blanco, no tienen salarios estipulados y carecen de protección sindical.

Por otro lado, la AAA junto al Ministerio de Trabajo de la Nación, emprendieron un plan de formación actoral en delegaciones de actores del interior del país. “No es solamente lo que sucede acá; son un montón de actores que viven en diferentes puntos del país que tuvieron por primera vez la oportunidad de asistir a un curso de actuación frente a cámara”, defiende Alejandra al federalismo.

Desde el 2011 Alejandra Darín preside la Asociación Argentina de Actores. Alejada de la televisión, prefiere la autogestión del teatro.