Brújula suramericana “nuestro norte es el sur” liliana casteblanco

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BRÚJULA SURAMERICANA: “Nuestro norte es el sur” Lo genial de viajar es vivir esoque es emergente, todo aquello que no está previsto. Liliana Casteblanco Moverse de un lugar a otro por cualquier medio de transporte no es viajar. Viajar es sentir repetida y poderosamente cada soplo de vida en ese lugar al que se llega. Nelson D’Olivares Había llegado la hora de lanzarnos a la aventura. Salimos de Tunja para Bogotá con nuestras ilusiones a cuestas. En Bogotá nos cercioramosde que las mochilas estuvieran completas para “hacer camino al andar”. “Este no será un viaje, será una experiencia más”. Dijo Liliana, quien invitó a hacer el ritual de cada viaje. Simple, la acostumbrada oración al universo y la canción que se convirtió en nuestro himno: lowrider. Ahora sí, rumbo al sur.Tal vez no pisemos el suelo de toda Suramérica, pero ir de Colombia a Ecuador y luego a Perú, literalmente, es una cruzada para nosotros. Salimos temprano en la fría noche bogotana hacia Cali en una flota con equipo completo: mini pantallas y audífonos en los espaldares recargables de las sillas y wi-fi. El buen ánimo se hizo notar en el ambiente interno de aquel bus. Al comienzo, hubo una especie de euforia calmada, se escuchaba pequeñas risotadas en conversas telefónicas, pequeños planes para hacer en navidad y año nuevo. Los distintos acentos colombianos más marcados hacían de las suyas: medellinense, caleño, pastuso, y nosotros del centro del país. Luego, una emisora radial nos despedía de Bogotá y le daba paso a una película, para después, sólo escuchar el silente eco del motor del bus. En realidad el cansancio que produce estar sentado a medio sueño durante tantas horas se vio reflejado cuando nos bajamos en el terminal de transportes de Cali. Decidimos quedarnos en la “capital de la salsa”ese día con su noche para tomar un nuevo aliento.Para nosotros, Cali siempre ha sido una ciudad de paso, por esto, más que visitar y agasajarnos, solicitamos descanso. Así quesin ir muy lejos, caminamos un poco para estirar nuestras extremidades. Encontramos un restaurante y, al lado, un lugar para hospedarnos esa noche. Para alargar el día, salimos temprano en la mañana, desayunamos y arribamos al terminal para abordar un bus que nos llevaría a Pasto.Ésta es una ciudad fría, pero esta vez el clima decembrino estuvo muy agradable. Aquí ya se siente los aires que buscábamos, llegamos a un hotel multicolor de gran riqueza cultural, viajeros que venían subiendo del sur hacia Colombia y, junto con nosotros, otros viajeros subiéndose al tren al sur. Los días que estuvimos en Pasto e Ipiales fueron excelentes por motivos diversos, aparte de quelas dos son ciudades especiales, porque nos encontramos a Oscar Bermúdez y su amigo Mario. Oscar un estudiante de Mecatrónica en Tunja,a quien recurrimos para que fuera nuestro guía. Esta compañía fue una gran ventaja, pues probamos el “hervidito” (una bebida caliente con aguardiente y sabor a maracuyá), pudimos pasearseguros por calles y parques que sin este encuentro no lo hubiéramos podido hacer.

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BRÚJULA SURAMERICANA “Nuestro norte es el sur”

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BRÚJULA SURAMERICANA: “Nuestro norte es el sur”

Lo genial de viajar es vivir esoque es emergente, todo aquello que no está previsto.

Liliana Casteblanco

Moverse de un lugar a otro por cualquier medio de transporte no es viajar.

Viajar es sentir repetida y poderosamente cada soplo de vida en ese lugar al que se llega.

Nelson D’Olivares

Había llegado la hora de lanzarnos a la aventura. Salimos de Tunja para Bogotá con

nuestras ilusiones a cuestas. En Bogotá nos cercioramosde que las mochilas estuvieran

completas para “hacer camino al andar”.

“Este no será un viaje, será una experiencia más”. Dijo Liliana, quien invitó a hacer el ritual

de cada viaje. Simple, la acostumbrada oración al universo y la canción que se convirtió en

nuestro himno: lowrider. Ahora sí, rumbo al sur.Tal vez no pisemos el suelo de toda

Suramérica, pero ir de Colombia a Ecuador y luego a Perú, literalmente, es una cruzada para

nosotros.

Salimos temprano en la fría noche bogotana hacia Cali en una flota con equipo completo:

mini pantallas y audífonos en los espaldares recargables de las sillas y wi-fi. El buen ánimo

se hizo notar en el ambiente interno de aquel bus. Al comienzo, hubo una especie de euforia

calmada, se escuchaba pequeñas risotadas en conversas telefónicas, pequeños planes para

hacer en navidad y año nuevo. Los distintos acentos colombianos más marcados hacían de

las suyas: medellinense, caleño, pastuso, y nosotros del centro del país. Luego, una emisora

radial nos despedía de Bogotá y le daba paso a una película, para después, sólo escuchar el

silente eco del motor del bus.

En realidad el cansancio que produce estar sentado a medio sueño durante tantas horas se

vio reflejado cuando nos bajamos en el terminal de transportes de Cali. Decidimos quedarnos

en la “capital de la salsa”ese día con su noche para tomar un nuevo aliento.Para nosotros,

Cali siempre ha sido una ciudad de paso, por esto, más que visitar y agasajarnos, solicitamos

descanso. Así quesin ir muy lejos, caminamos un poco para estirar nuestras extremidades.

Encontramos un restaurante y, al lado, un lugar para hospedarnos esa noche.

Para alargar el día, salimos temprano en la mañana, desayunamos y arribamos al terminal

para abordar un bus que nos llevaría a Pasto.Ésta es una ciudad fría, pero esta vez el clima

decembrino estuvo muy agradable. Aquí ya se siente los aires que buscábamos, llegamos a

un hotel multicolor de gran riqueza cultural, viajeros que venían subiendo del sur hacia

Colombia y, junto con nosotros, otros viajeros subiéndose al “tren al sur”.

Los días que estuvimos en Pasto e Ipiales fueron excelentes por motivos diversos, aparte de

quelas dos son ciudades especiales, porque nos encontramos a Oscar Bermúdez y su amigo

Mario. Oscar un estudiante de Mecatrónica en Tunja,a quien recurrimos para que fuera

nuestro guía. Esta compañía fue una gran ventaja, pues probamos el “hervidito” (una bebida

caliente con aguardiente y sabor a maracuyá), pudimos pasearseguros por calles y parques

que sin este encuentro no lo hubiéramos podido hacer.

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Como es época decembrina, el motivo decorativo es la navidad; y como uno de las distintivos

de la cultura nariñense es el cuy, visitamos un parque donde encontramos grandes figuras de

cuyes hechos en papel maché y otros en fibra de vidrio. Además, música típica y pantallas

gigantes que muestran videos y promocionan a Pasto como destino turístico.

Agradecimos a Oscar y a Mario por haber estado con nosotros en su ciudad durante varias

horas. No sólo fue el habernos acompañado y mostrado los lugares, sino el acercarnos a la

gente para conocer sus costumbres y su riqueza cultural.

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A IPIALES

Dejamos Pasto y nos dirigimos a Ipiales.

Salimos del terminal para ir a almorzar, con la fortuna que encontramos unas viandas que

trastornaron mi paladar, al punto de comer más de cinco. Una mezcla de plátano, queso,

bocadillo y batido de “arepuela” con el nombre de “emborrajado”.

No sé si era el lugar, la jovencita que atendía o los emborrajados, pero yo quería seguir

comiendo de esas frituras. De repente, escuche una vocecilla en mi oreja que decía

“vámonos a almorzar”, era Liliana que no le encontró el gourmet a la arepa frita rellena de

queso, bocadillo y plátano.

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LAS LAJAS

Creas o no creas al estar en el sur de Colombia es obligatorio hacer una visita a una de las

muestras arquitectónicas más bellas que tiene nuestro país: El Santuario de las

Lajas.Untemplo maravilloso construido en una falda rocosa, de cara al abismopor cuyo fondo

pasa un río.

Por tal razón, y sin las mochilas a la espalda nos enrutamos hacia la Basílica.Es fácilde

llegar, ya que en el mismo terminal salen los taxis(colectivos) que cobran sólo 2000 pesos

por una carrera de no más de 15 minutos a las afueras de Ipiales.

Hoy no es fin de semana, por eso los múltiples puestos de ventas de relicarios, estampas,

escapularios y hasta tarros para bendecir agua no están, como tampoco la romeríaque

habíamos encontrado en otra ocasión. Para llegar al templo se empieza con un descenso en

su única calle empedrada y larga, eso sí,con unbello paisaje, que en seguida de un pequeño

parqueadero continúa con unas cortas escaleras queconducen a un costado del templo.

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Aunque ya habíamos estado en este lugar, como niños que recorren un parque de

atracciones, fuimos y vinimos por los senderos señalados que existen en derredor de la

imponente catedral; además, bajamos al río para sorprendernos no sólo con la construcción,

sino con todo lo que compone a este mágico lugar.

Más tarde, con un bello recuerdo en la cámara del celulary un poco de meditación

emprendimos el camino de retorno. Sin embargo, aquella bajada breve ycon divino

panorama, ahora era una subida empinada, eterna y de corta vista.Quizás, porque el 50% de

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nuestro equipo no es dado a creencias, y el otro 50% le resultó algo así como si se estuviera

librando de sus culpas y pecados con esa caminata.

Finalmente, fuimos avanzando lento en las pocas tiendas para apreciar los recordatorios

hasta llegar al paradero de los taxis (colectivos) que nos llevaronnuevamente al terminal de

transportes de Ipiales.

A la frontera

Nos dirigimos al Puente Internacional de Rumichaca, que es el último punto colombiano:

frontera Colombo-ecuatoriana.Antes de pisar tierra ecuatorianahay que pasar por la oficina

de migraciones. La fila estaba larga en las dos ventanillas, pero fue rápido el trámite.

Una sonrisa y un saludoamable del funcionario;luego, “pasaporte y cédula”. Se escucha el

tintineo de la impresora chiquitica; en seguida, “que disfrute su viaje” y “esperamos su pronto

regreso” son las sentencias que ese colombiano detrás de la ventanilla le desea al otro

colombiano que deja su país.

Ahora, el mismo proceso en el lado ecuatoriano.

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Para salir de suelo colombiano se debe cruzar el Puente Internacional de Rumichaca. Felices

como perdices llegamos a tierra ecuatoriana.En contraste, la inmigración Ecuatoriana no fue

tan ágil, pues la fila no estaba tan larga como la colombiana, pero las señoritas encargadas

del permiso no daban abasto, no sólo porque de cinco ventanillas disponibles para

extranjeros sólo estaban habilitadas dos, sino porque en la fila estaban familias completas

con niños y niñas.

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Con el pasaporte sellado quedamosdispuestos para deambular por Ecuador a nuestras

anchas (y así fue).Antes que nada debíamos cambiar nuestros congelados pesos

colombianos por dólares. Es bueno cerciorarse de un buen precio y hacer las propias

cuentas. Ambos lados del Puente rebosanlos cambistas así que por el cambio no hay

preocupación. Con los dólares en el bolsillo nos embargaba elgozo, eljúbilo, la felicidad y la

despreocupación. Ahora sí estábamos preparados ¡¡con toda!!

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A Tulcán

Nos montamos en un colectivo hacia el terminal de Tulcán. Se pagan 75 centavos. El

conductor, una persona de edad avanzada, un poco lento en su recorrido,permitió un

comentario que no se hizo esperar: “este señor maneja como abuelita”. Ya que normalmente

un colectivo se demora 10 minutos, éste se demoró 25 hasta el terminal de Tulcán.

Llegamos a Tulcán hacia la media tarde. Optimistas de cruzar la frontera sin complicaciones,

tomamos una cerveza Pilsener 680 ml por un dólar diez centavos. Tulcán es un pueblo de

paso pero escuchamos que el cementerio es una obra de arte. Finalmente, pagamos los

tiquetes para Otavalo. Salimos bien entrada la noche.

A Otavalo

El bus nos dejó sobre la Panamericana alrededor de las 11:00 pm. Tomamos un taxi que nos

llevó a conocer Otavalo para justificar los tres dólares que cobró, porque al otro día nos

dimos cuenta de que el hotel al que nos llevó quedaba a pocas cuadras de donde nos había

recogido. Después de descansar esa noche, salimos al tradicional mercado otavaleño que se

extiende varias cuadras a la redonda desde el parque principal.

Otavalo es un pueblo indígena. Es un lugar mágico. Su gente, su comida, sus trajes típicos,

su música, su lengua materna es el Quechua y su segunda lengua, el español. En este

mercado uno puede encontrar las artesanías hechas a mano que estaba buscando, y si no

estaba buscando, seguro se enamorará de algún artículo de barro, metal, bambú, madera,

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ropa de lana de llama, antigüedades, pinturas, cucarrones fritos con maíz, y hasta hoja de

coca.

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Despuésde dos días visitando las cascadas, la plaza indígena, de haber paseado por todo

Otavalo, su mercado y de haber encontrado manufacturas de muchas clases (pues somos

amantes de las artesanías) decidimos comprar algunosy continuar nuestro recorrido por la

panamericana.

A Quito

Inmediatamentede haber llegado al terminal de Carcelén (norte) supimos que en ese terminal

no encontrábamos transporte para continuar hacia el sur, y que debíamos tomar otro bus que

nos llevara a Quitumbe, el terminal del sur; por lo cual, decidimos alojarnos en un hostal

cerca al centro histórico de Quito.

Allí, aprovechamos para conocer monumentos, catedrales, parques; pues ésta es una ciudad

de brazos abiertos y de muchos lugares para visitar. Por esto, resolvimos ir primero a

recorrer el centro histórico de Quito; luego, el teleférico y la Ciudad Mitad del mundo.

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En centro histórico pudimos ver varios templos, piezas arquitectónicas antiguas, calles

empedradas, peatonales y artesanales, y la plaza centenario. Probamos dos platos típicos de

la comida ecuatoriana: el encebollado y la sopa de bola (si no los probaste no estuviste en

Ecuador).

El teleférico no es diferente del de Bogotá.Pero en la cima, es emocionante caminar por el

sendero que lleva al cerro Guagua Pichinchaa más de 3000 msnm. En ese punto nos

encontramos con Daniel, un arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia, quien estaba

de paso en Quito porque su viaje terminaba en Argentina. Al regreso compartimos vagón con

una pareja de estadounidenses.

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La Ciudad Mitad del Mundo es un complejo de diferentes atracciones como el monumento a

La Mitad del Mundo, incluye la línea amarilla que divide el sur del norte, pequeñas

construcciones dedicadas a las naciones que han hecho estudios sobre astronomía y

geografía no sólo en Ecuador, sino en otros países como Francia y España. Además, hay un

Insectarium, museos y muchas tiendas para comprar recordatorios y artesanías.

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Del hostal del centro de Quito nos movimos a un hostal cerca de Quitumbe, el terminal del

sur. Ese mismo día, quisimos conocer centros comerciales y parques, así que fuimos al

parque “El Egido” y visitamos “El Recreo” y “El Supermaxi”, cuando pretendíamos regresar al

hotel, tomamos la misma ruta de metrobuses, pero nos perdimos. El último bus no nos dejó

en la estación de “Capulí” que era donde debíamos estar, sino en la paralela, la estación del

terminal de Quitumbe, justo ahí nos dimos cuenta que no teníamos la tarjeta del hotel, pero

estábamos seguros de saber llegar.Tomamos un taxi que dio varias vueltas en el sector y

nos retornó a la estación de Quitumbe.

Sin más opciones recurrimos dudosos a la policía del terminal. Nosotros un par de

colombianos con una mala imagen de la policía colombiana, nos tomó por sorpresa que en

Ecuador la POLICÍA sí es POLICÍA y no ejército. Les relatamos nuestro último itinerario, y

con gran asombro vimos como nos invitaron a un sedán de su institución y nos llevaron al

hotel. Fue una experiencia no muy grata, porque en once años de viajes no me había

sucedido y me hacía sentir mal las burlas de Liliana. En general, Quito es una gran ciudad y

su gente amable está siempre en función de colaborar.

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A Lasso

Nos aprovisionamos para los días siguientes. Nos dirigíamos a Lasso un caserío de poco

comercio cerca del gran Cotopaxi. Una aventura inconclusa, pues no estaba permitido el

ascenso, así que tocó conformarnos con la poca vista a causa de la neblina.

Con el permiso de don Marcelo, acampamos tres días en un lote baldío utilizado como

parqueadero de su familia. Nos tomamos unos tragos bajo la carpa escuchando Bossa Nova

en el celular, hubo un momento sobre las 11:00 pm que salimos de la carpa y para ver el

eclipse de luna y las estrellas con tan mala fortuna que la niebla no nos lo permitió, sin

embargo dormimos un instante afuera, mirando la oscuridad del firmamento.

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A Latacunga

Latacunga es una ciudad fría, afortunadamente era un puerto de paso. Llegamos temprano

en la mañana, supimos que el único bus de la mañana para Quilotoasalía a las 10:00 am, así

que teníamos un par de horas para desperdiciar en el pequeñísimo terminal de Latacunga.

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Al Quilotoa y su laguna verde

El camino fue frío, afortunadamente llevamos nuestras frazadas de viaje, las mismas que

usamos todas las noches.La neblina se había posado sobre el caserío indígena, por esta

razón decidimos dormir un poco cuando estuviéramos en el hostal cualesquiera que fuera. Y

así fue.

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Quilotoa significa diente de princesa y está ubicado a 4050 msnm, justo en el cráter de un

volcán, cuyo centro es una laguna azufrada y tibia de color verde. Sobra decir que no hay

vida en esas aguas. El lugar es habitado por una comunidad indígena, quienes te dan la

bienvenida y te acogen como uno más, todo en su lengua materna: el “quichua”, los adultos

hablan muy poco español y los jóvenes dado que estudian en pueblos y ciudades cercanas,

son bilingües y más.

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Existen pequeños hostales rústicos para pernoctar ymuchos lugares para guardar bellos

recuerdos, como el nevado Illinizasque está a 5100 msnm pero muy cerca en línea recta.

Dentro de los atractivos se encuentranvarias caminatas: por el sendero a la laguna verde,

alrededor del cráter, a la cueva del Inca Mama Jataba, a Chugchilán (un pueblo cercano); la

feria en su galería artesanal, comida típica, música y bailes folklóricos, Shaman indígena, y

otras actividades que supimos de ellas pero no experimentamos.

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La caminata a la Laguna Verde es obligada. Desayunamos y salimos a las 9:00 am.

Caminamos despacio, pues es unabajada casi de 90 grados por un sendero en zig-zag

bañado en arena gris, nos demoramos una hora en el descenso. Fuimos y vinimos en el

lugar por unos 50 minutos, visitando algunos puntos atractivos a nuestros ojos, tomamos

muchas fotos. Comenzamos a subir el cerro con energía, pero ese entusiasmo menguaba a

cada paso, el ascenso fue exhausto, pero elpaisajeera un espectáculo y el lugar fenomenal.

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5 horas de sendero (Quilotoa - Chugchilán)

A la mañana siguiente,después de un suculento desayuno, con la sonrisa de Fabricio, un

niño indígena que sueña ser futbolista, y con la mochila en la espalda dejamos el Quilotoa y

abrimos camino hacía Chugchilán.

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Empezamos a caminar alrededor del cráter. Éste es un paraje sin mucha vegetación. Una

senda sinuosa que avanza por arenales y peñascos hasta encontrar un bosque de pinos que

advierte el abandono por completo de la cima del volcány el comienzo del descenso por el

sendero.

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Caminamos, caminamos y seguimos bajando. La neblina anuncia el cambio de clima, el aire

se pone frío y la respiración pesada. A lo largo del camino, nos encontramos con niños

campesinos con quienes compartimos dulces y chocolatinas.

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Luego de tres horas de caminata, llegamos a un caserío que creímos era nuestro destino. Un

lugar de completa calma, de habitantes ocultos llamado Guyama San Pedro. Hicimosun largo

descanso para hidratar y comer nuestras viandas.

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Sobre el mediodía, algunas gotitas de lluvia pronosticaban tiempo pasado por agua. Sin

menguar el paso, y para distraernos, y no permitir que el mal clima que se avecinaba nos

afectara, comenzamos a inventar canciones. Pese a que nos faltaban dos horas de sendero,

la estábamos pasando muy bien. Al llegar a una cabaña, al final del risco, salieron seis niños

con los que nos dimos un banquete de dulces y galletas. A partir de ese momento

retomamos el sendero demarcado directo a Chugchilán.

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La llegada a este pequeño pueblo fueagotadora, debido a que la lluvia nos empapó y mojó

las mochilas, las hizo más pesadas y el cansancioaparecía.Éste fue un trayecto a piepor un

pasaje desgastado por las botas de muchos caminantes, una prueba de fuego, pero valió la

pena. ¡El sendero valió la pena!

En el único restaurante que encontramos abierto a las 3:00 pm almorzamos y pedimos

información acerca del pueblito. Nos dijeron que únicamente salían dos buses, uno a las 3:00

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am y otro a las 6:00 am; que los tres hoteles eran caros. Confirmé la información: 25 dólares

por persona, lo cual estaba fuera de nuestro presupuesto.

El agotamiento nos sometió, así que le preguntamos a la señora del restaurante por un lugar

para dormir, ella nos dijo que tenía un cuarto desocupado con una cama y que nos cobraba

15 dólares por los dos. No salimos a conocer el agreste lugar, pues desde quedescargamos

las mochilas nos dedicamos a dormir satisfechos.Comimos bien y dormimos bien, estábamos

recuperados para lo que viniera ese día, con el agravante de que nos habíamos despertado

a las 7:00 am y para esa hora ya los dos buses que salían del caserío aquel ya habían

partido.

Desayunamos sin preocupaciones. Teníamos suficiente tiempo para salir de esa aldehuela.

Era hora del famoso autostop (o echar dedo que llaman), dos horas después íbamos en la

parte trasera de una camioneta camino al pueblo deSugcho e intermedias.

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Entretanto, nos producía impresión saber que nuestro único afán era llegar a sitios

desconocidos para darle rienda suelta a la diversión, tal vez eso sea lo que llaman felicidad.

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A Riobamba

La ruta de Quito a Cuenca es larga. Eso sí nos habíamos informado de todo acerca de

Cuenca. Son ocho horas de recorrido, por eso decidimos quedarnos en Riobamba para

apreciar desde la terraza del hotel, la majestuosidad del imponente Chimborazo.

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Continuamos la ruta de noche enun bus muy cómodo. Durante el trayecto, el bus se detuvo

un par de veces a causa de varios retenes de la policía que inspecciona los documentos y el

equipaje.Despierto, en medio de la noche, con Liliana a mi lado dormitando plácidamente, a

través de la ventana las estrellas se dejaban caer.

ACuenca

Llegamos a Cuenca en un amanecer tranquilo.Rápidamente, buscamos un hotel para

ubicarnos y, sobre todo, para dejar las mochilas y descansar.

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En la tarde, fuimos a Vilcabamba,entretenido e interesante, ahí se nos pasó la tarde, por lo

que no pudimos conocer más.Como en todos los sitios suramericanos, los taxistas y

encargados del transporte informal, quieren cobrar el doble y hasta el triple del costo real por

el servicio que prestan. Por eso, siempre hay que negociar con ellos y nunca creer en sus

precios.

Nos llamó la atención las campañas que hace el pueblo ecuatoriano contra la mendicidad,

encontramos un afiche donde se leía “El dinero no lo compra todo, no regales monedas”, nos

pareció acertado para no acrecentar en el número de indigentes.

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Al volver al terminal de transportes, una señora que por su edad podría ser mi abuela,con

una sonrisa se acercó a pedirnos centavos a lo cual tuvimos que decirle que no con un gran

peso en el alma.

A Loja

Arribamos a Loja en un apacible amanecer. Ésta es una ciudad pequeña. Tanto que cuando

llegamos al terminal, aun no vendían pasajes. Liliana y yo aprovechamos el tiempo de espera

desayunando y tomando un par de fotos de las afueras.

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A Macará

Desde el bus, ya se podía ver que dejábamos atrás la cordillera y su paisaje paraadentrarnos

en el calor diurno del desierto, pero esto era nada comparado con lo que viviríamos.

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Había que darle más pasos al camino, así que la frontera entre Perú y Ecuadorse convirtió

en la segunda frontera de tres que debíamos cruzar. Siempre tuvimos presente llegar a

Macará. Teníamos una ruta abierta. A medida que avanzamos, consultamos en los mapas, el

gps del celular y la billetera la posibilidad de llegar cada vez más lejos delo planeado. Suena

a locura, pero en la ruta de un mochilero siempre la hay.

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A Piura (Perú)

Una vibración interna nos aligeraba, puesto que por fin estaríamos en la patria Inca. Del frío

de los 4000 metros sobre el nivel del mar, fuimos al calor del nivel del pacífico.Así que

después de hablar con los lugareños y aceptar cambiar dólares por soles en esa población,

pues en la frontera no hay cambistas, y un buen almuerzo tomamos como primer destino

peruano a las playas de Piura.

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Al bajar del bus en Piura, animados por un sol recalcitrante que nos dio la bienvenida a aquel

suelo hermano, descargamos las mochilas y tomamos un receso hasta el otro día para

cargar nuestras almas de optimismo universal.

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Nuestro mapa muestra a Piura sobre la playa, pero al estar en la ciudad nos dimos cuenta de

que la playa está a dos horas de ahí. Sin embargo, había que descansar, hidratarnos y

comer algo.

Luego de un par de horas y varias indicaciones, decidimos tomar un taxi que nos acercaría

hasta donde el ovni bus nos podía llevar a Paita.

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Emocionados por pisar tierra peruana, salimos de Piura (ciudad caliente) rumbo a Paita y las

playas de Colán, Máncora, cangrejos y Ayasilda.

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La ruta no reconforta, hay desierto por todas partes y un hedor a cadáver descompuesto que

hace revolver las entrañas. Este tufo hediondo proviene de las muchas factorías

procesadoras y empacadoras de pescado.

Atentos por lo que nos esperaba, nos bajamos en un caserío muy playero.

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Quizás buscando una conversa corta con nosotros, el joven conductor se interesó por

recomendarnos un hotel-restaurante con playa privada:donde Maikinhofrente al mar. Este fue

el comienzo de un maravilloso tour por las playas de Colán, Máncora, Cangrejos y Ayasila.

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¡¡BUENOS DÍAS MUNDO!! GRACIAS POR OTRO DÍA MÁS DE VIDA

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Ecuador y Perú nos conquistaron no sólo con sus montañas, sino con sus playas

encantadoras. Comentamos que debíamos quedarnos más días, para conocer mejor sus

pueblos costeros; sin embargo, la balanza se inclinaba hacia playa y más playa, a veces

porque nos sumergimos en el ambiente rumbero a veces porque la misma gente

recomendaba que no nos internáramos en el pueblo por algún riesgo que podríamos tener.

Al final, todas fueron buenas decisiones.

Tanto en las playas de Colán, Cangrejos y Máncora como en Lima y Chiclayoel calor iba en

aumento, tanto que sudamos bajo las palmeras;era necesario tomar varias duchas diarias

después de salir a pasear por la playa y encontrar la gloria en una mesa junto al mar azul

tomando un trago en las rocas y jugando poker con los amigos.Así se pasabannuestras

tardes, entre el bronce, el mar, el sol, los amigos, la brisa, la buena comida…perfecto como

si estuviéramos en una escena de James Bond.

Ya son diez años viajando, los últimos cuatro viajes con Liliana de copiloto. Nos

acostumbramos a salir, a cargar la mochila porque sí, porque hicimos carrera de mochileros,

caminantes, senderistas, viajeros, montañistas, turistas y así nos quedamos, y a pesar de los

años, esperamos que no se nos acabe las ganas de seguir siendo jóvenes.

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FIN DEL PERIPLO

Los encuentros con otros viajeros fueron memorables, desde el arquitecto de la Nacional,

Daniel; Jimmy y su novia en el teleférico de Quito; todos los del hostal La casona; y muchas

personas más en Ecuador, hasta el pequeño Max, un argentino de 1,98 mts que se gana la

vida modelando ropa; Miguel (Maikinho), gran chef;el estadounidense Brad, un piel roja

playero; y más gente en Perú.

Aunque sabemos que cada uno de los países latinoamericanos posee sus propios

problemas, la única eventualidad que puede surgir es que decidas quedarte en alguna

comunidad indígena, algún pueblo antiguo, tal vez, en un centro histórico o colonial, o quizás,

en una ciudad tradicional de uno de estos paísesmaravillosos a los que prometimos

firmemente algún díavolver para sentir su gente,caminar sus senderos andinos,apreciar su

mar.

A pesar de que no deambulamos por todas las calles y sitios turísticos de esos pueblos y

ciudades, por lo menos estuvimos en algunos renombrados yquizás en otros que nadie

conoce, pero que más allá de todo eso, queda la memoria inmortal de la cultura de la gente,

la geografía, la alegría y todo eso que hace que uno siempre quiera volver e ir más allá para

ver lo que nuestra Latinoamérica tiene para ofrecer, apelo el grafiti de una pared al sur de

Ecuador “porque nuestro norte es el sur”.

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