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    rientad pr un dese melanclic de aerrarse a una institucin en decadencia cuymment histric ya estaba tcand a su n? Despus de td, sta era una de las carac-tersticas de la bra de Brdthaers que tiene que recrdarse en este mment: el nasiscntinu que pus en la melancla cm dimensin esencial , ms bien, cm estrate-gia esencial de tda la prduccin esttica cntemprnea, desde su punt de vista.Sin embarg, existe un peligr cult, cm curre siempre cn la bra de MarcelBrdthaers si se tma cualquiera de sus a rmacines al pie de la letra en lugarde recncer su carcter prundamente dialctic. Cn recuencia, las palabras deBrdthaers transrman nuestras prpias palabras le dan la vuelta a la interpreta-

    cin que hacems de sus cncepts, inclus cn anteriridad a que se haya captadsu signicad pr cmplet. As que puede que resulte adecuad en ests mmentspreguntarse si de hech n se trataba de un act de irreverencia singularmente prv-cadra el hech de que la escenic acin de Brdthaers se aplicara al muse, si n erams bien un espectcul de payass, muy en la lnea del espritu de 1968, de stinada desmantelar las estructuras jerrquicas de la simiente discursiva e institucinal delpder dentr de la que se cnstitua y en la que la prpia actividad de Brdthaersestaba cntenida. N sera esa descripcin ms acertada que el mdel melanclicque a veces se arguye?Despus de td, una de las uncines principales de la in stitucin musestica habasid, desde su llegada a nales del sigl XVIII, l lenar la prduccin artstica de valry autridad cn el n de aprtarle legitimidad. Parece que Brdthaers asumi en summent, l mism que hems hech muchs de nstrs hasta hace muy pc, quesi la bra de arte n viene acreditada pr el muse, tampc puede uncinar en elmercad. Da la impresin de que el muse ha uncinad cm institucin legitimad-ra y acreditativa, dnde a ls valres cticis de l esttic se les suman las garantasy el apy pltic, cultural, idelgic y ecnmic.Se tratara de una analga exacta cn la uncin que hubiera tenid el banc na-cinal, tras la desaparicin del patrn r, al darle al papel ese valr asignad quel acaba deniend cm diner. Esa es la interpretacin tradicinal de la actividadde Brdthaers en relacin cn el muse, incluidas mis prpias interpretacines, quehaban partid tdas del supuest de que Marcel Brdthaers, siguiend una manerade actuar muy tpica de 1968, en realidad haba querid invertir y dar la vuelta a laestructura de pder que tena la jerarqua tradicinal de rganizacin del muse. Estalectura y ahra me pregunt si estar a tdava justicad hasta ciert punt habrallegad ms lejs en el cntext de la revuelta estudiantil y labral de 1968, en casde que Brdthaers hubiese desmantelad, al mens de una rma simblica, las jerar-

    quas que determinarn su existencia y su subjetividad cm artista.Cuand intercambi el papel de artista pr el de directr de su prpi muse ct ici,llev a cab una i nversin revlucinaria de la clsica dialctica entre am y esclav?, l hiz siguiend el mdel del cmit de trabajadres, quizs, en la brica de rel-jes situada en el sur de Francia, mediante el desmantelamient de ls pderes adminis-trativs suprems de ls directres y el alzamient del sujet de prduccinen busca de su autdeterminacin?Per esta inversin de papeles tena en realidad muchas ms ramicacines de las quey capt en su mment. Y esas ramicacines sl se haran visibles en un mmen-t much ms tard de la histria, algunas inclus han tenid que esperar hasta elmment actual.

    eL MuSeO COMO eSPACiOde RegeneRACinCoNFERENCIA: BENJAMIN BUCHLoHINTERLoCUToRES: SIMN MARCHN FIZY SANToS ZUNZUNEGUIMoDERACIN: MANUEL BoRJA-VILLEL

    Mal Borja-vlll Empezams esta primera jrnada cn la charla de B enjaminBuchlh. Benjamin es bien cncid pr tds: su trabaj en Interunktinen, su labrcm editr de October, sus librs sbre Richter, la intensidad cn que ha estudia-d la bra de alguns artistas cm Marcel Brdthaers, Daniel Buren, etc. Un dels temas undamentales en su actividad cm crtic e histriadr de ar te ha sid laatencin que prest desde muy prnt a la crtica institucinal y al rl de ls muses.As pues, pareca lgic empezar esta cumbre cn su pnencia. Su intervencin esrelevante n sl pr l que ns ha de aprtar tericamente, sin tambin prque sutrabaj es testimni del devenir de una serie de mments histrics en el arte de lsltims as que ns parecen undamentales para entender el presente. Tampc nece-sitan presentacin ls trs ds pnentes que l acmpaan en la mesa. Pr un lad, lapresencia crtica de Simn Marchn Fiz en el cntext del arte espal ha sid esencial

    en nuestra histria reciente. Nadie cm l cnce tan bien ls avatares institucinalesde nuestr pas y sus es tudis sn reerentes claves en nuestra histrigraa. Final-mente, ns pareci necesaria la presencia de un autr cm Sants Zunzunegui, que,partiend de tra disciplina, aprtar luz a n pcs aspects centrales en la institu-cin arte. En las ltimas dcadas el cine de camp expandid ha supuest una apertu-ra insspechada en ls espacis musestics. Su i ntervencin ir en esta direccin.

    LA PROMeSA fRAuduLentABENJAMIN BUCHLoH

    Quisiera crrespnder a la genersa presentacin de Manl dndle las gracias prsu excelente trabaj cm directr de muse en Barcelna, ya que es un de ls pcsmuses que cnzc dentr del mbit de la prduccin de arte cntemprne yreciente que parece seguir cumpliend en la actualidad cn la tarea histrica y scialde ls cmienzs, es decir, la del muse cm institucin de la esera pblica burguesaen sus rmas ms avanzadas.Cm el ttul de esta cnerencia es La promesa raudulenta (que es el ttul queMarcel Brdthaers di a una entrevista cticia en la que tant las preguntas cm lasrespuestas uern redactadas pr el prpi Brdthaers), cmenzar tambin cn la pre-gunta de qu tip de muse pud tener en mente Marcel Brdthaers cuand hizde este tema un de ls ncles principales de sus investigacines artsticas en 1968.Fue la serie de ccines musesticas de Brdthaers un pryect de redencin alegrica

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    Ahra ns encntrams en mejr psicin para plantear, quizs, qu implica desdeel punt de vista histric cuand el artista se transrma en un at artstic, en elejecutr designad del pryect jurdic administrativ del directr del muse. Y, almism tiemp, qu signica que el artista abandne su papel tradicinal de rebelde,de visinari utpic, de prductr revlucinari y crtic, de prveedr de las trans-rmacines estticas radicales de l ctidian. Qu signica, en denitiva, que elartista llegue a sugerir, en 1968, la asimilacin del papel del artista cn las estructurasexistentes de pder institucinal y de cntrl del discurs, mientras, pr el cntrari,la anterir uncin esttica era la de acilitar un acces a la ramicacin de la libid,

    a la anticipacin utpica, a la cr tica radical que desapareci pr cmplet del mdelde actividad artstica prnunciad en esa casin?Cuand el artista se dene a s mism directr de muse, asume una psicin de p-der? Desaparece en esa uncin el artista cm crtic y cntestatari de las relaci-nes de pder?Esta situacin, esta lectura, e sta perspectiva n se asemeja a un pryect melanclic de recuperacin en abslut. Ms bien al cntrari. Desde la perspectiva del presen-te, el als supuest de Brdthaers sbre el papel del di rectr del muse da pr hechun diagnstic lcid n anticipad y un prnstic radical a la hra de implantarprecisamente el desencant cada vez ms rpid del mund de la prduccin artstica,alg que hems presenciad en ls ltims veinte as.Esta situacin muestra, pr descntad, un misteris parecid cn el mment presen-te y cn las ccines musesticas de Brdthaers de nales de ls as 60 que ahra,a su vez, adquieren una dierente perspectiva diagnstica pr n decir prtica.En una de sus muchas rases enigmticas de la pca, Brdthaers advierte en repeti-das casines del pas que el muse da de ser un lugar de recgida y recepcin del artea ser un lugar de prduccin del ar te. Una vez ms, hace treinta as esta a rmacinue simplemente pasada pr alt cm un cmentari curis cuya prunda calidadcm prnstic n pda ser entendida pr la mayr parte del pblic, incluidy mism, en la dcada de 1960.As pues, quin estara plenamente cnvencid de la inminencia de ls cambis pl-tics y ecnmics radicales? El pblic n era cnsciente de ls c ambis inminentesy dramticamente dierentes que se avecinaban pr el hriznte de la histria pcdespus de la marcha de Brdthaers del mund del ar te.Despus de td, cules haban sid ls criteris y las uncines sciales que habadeendid el muse? En cualquier cas, sera el rden de este d iscernimient y elaparat de juici y de cncimient que pus en marcha? Y apyara en primer lugar,

    y siguiend a Jrgen Habermas, pr supuest, que el muse en el sigl XIX haba siduna institucin para la di erenciacin del sujet burgus.El muse ue, junt cn la universidad, una de las primeras institucines de la eserapblica, una institucin para la prduccin y la cnmemracin del cncimient, dela memria histrica y de la pedagga y el aprendizaje. An as, el muse, al ser unde ls pilares de la prpia cu ltura burguesa, tambin se haba basad en una serie decncepts extremadamente cntradictris, y la dialctic a aparentemente disparatadade las ccines de Brdthaers tambin haba puest es a prueba.En el mment actual estams ante una expansin pr n decir una explsin ini-maginable e inaudita de actividades artsticas, que generalmente se clasica baj elnmbre de arte cntemprne. Tal y cm l recrdams, tras Duchamp, ue supues-

    tamente una peracin meramente nminalista, que dene qu tip de actividad puedellamarse bra de arte y qu bjet puede identicarse cm un bjet que merece elnmbre de bra de arte.L que quiera que signique esa situacin del arte en un mment dad del tiemp,tal y cm pdems ver ahra, n se trata de una categra estable en abslut. Y si launcin del muse en el sigl X IX y la primera mitad del sigl XX hubiera sid la deprprcinarns ess criteris de juici, de discernimient, de cultura y de distincincrtica, parece que sas han dejad de ser las uncines que el muse de arte cntem-prne desempea. Y n quiere desempearlas prque ningun de ess criteris se

    aplica ya ms a la prduccin en s misma, es parece.Pr tant, se pdra argumentar, y y intentar hacerl aqu pr l mens en trminsheurstics, que la actual abundancia de prduccin artstica y de expsicines dearte, as cm una inmensa prduccin y diusin del arte, n sn l que pdramshaber supuest desde la perspectiva incente de un ciudadan encantad, que n snmuestra de una liberacin intensa de ls sentids, de una liberacin intensa de lssujets (que seran cada vez ms libres de las penurias de la vida ctidiana), de trasseales de creatividad universalmente accesible y de rmas n mediadas de la articu-lacin del y. Ms bien pued decir que se trata de l cntrari.La inmensidad de la prduccin y distr ibucin artsticas en el mment actual es lareaccin inmediata a un nivel de respuestas s ciales clectivas ante cndicines inima-ginables de alienacin scial, y la prpia dis traccin de la uncin que la prduccinartstica pdra haber tenid en alguna casin.As pues, en ese sentid, ls enigmtics cmentaris de Brdthaers tienen la aparien-cia de cmentaris srprendentes y tambin prtics. Despus de td, si el museera el centr del sujet burgus, l que haba determinad la dialctica del sujetburgus dentr del muse se establece cn su encuentr cn la bra de arte y llega aalcanzar una dimensin incnmensurable. Ns gustara sugerir que una de las dimen-sines ms imprtantes de ese encuentr ue precisamente la incnmensurabilidad delsujet , ms bien, la incnmensurabilidad de la bra de ar te cn respect al sujet.Cuand el sujet se cnrnt cn el bjet esttic se vi repentina perpetuamentede rente a la realidad, que est cmpletamente alienada respect a ls parmetrs dels prpis principis idelgics del sujet que la subjetividad de la cncepcin haballevad a una prunda crisis mediante la cnrntacin cn la prduccin ar tstica.Adems, quier armar que esta cnrntacin ns lleva a decir que sta es una un-cin clave desarrllada pr la bra de arte para el sujet burgu s. Y se trataba de unauncin que el sujet burgus haba esperad que la reali zara la bra de arte: el desa

    casi el desmantelamient de la dualidad que reclama la burguesa al cuestinar lahegemna de la identidad burguesa y pnerla a ls principis supuestamente vlidsuniversalmente de cnducta y de clase, casi tant cm la psicin a la apariencia dela relacin dada de rma natural entre bjet y sujet y de ls bjets en s misms.Esas eran las uncines, las principales uncines, de una bra de arte.Esta cndicin de incnmensurabilidad ue una de las grandes aspiracines del sujetde la cultura burguesa de la Ilustracin. El imaginar que un mism est deshaciendlas peracines simblicas del prductr artstic, y el encntrarse cn visines derganizacines que sn ttalmente incmpatibles cn las uncines del bjet en lasciedad cm parte integral de las dimensines del bjet artstic.En resumen, la bra de arte y el sujet artista muestran una psicin dialctica y se

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    presentan cm negacines de las denicines predminantes de ls rdenes psiclgi-c, scial, pltic y ecnmic del privilegiad sujet burgus, as cm del bjet ysu interrelacin.Pr tant, el muse sirvi cm institucin para el encuentr cn la incnmensurabi-lidad, dnde pdra cur rir el desmantelamient del sujet rente a la liberacin de lsbjets, la sumisin a la prduccin del valr de cambi.El muse habra sid precisamente el centr dnde esa dialctica ha jugad un papelundamental.Entnces, de qu manera pdra describirse la situacin actual mediante una cmpa-

    racin? Quines sn ls prductres, ls espectadres y ls receptres de la bra dearte en la actualidad? Y cules sn las uncines que desempea el muse cn vistasa ls cnsumidres de la prduccin artstica de hy da?Vy a cmenzar cn una hiptesis un pc extraa. La prlieracin masiva de laprduccin artstica cntemprnea, si es que pdems mencinar l artstic, es lacrrelacin histrica exacta del aburguesamient cada vez mayr de las clases medias.Se trata de un mdel de transrmacin scial que ya se haba desarrllad en lacultura de Estads Unids a l larg de ls ltims treinta a s. Pensems en las lun-ticas prpuestas de Jseph Beuys realizadas a l larg de las dcadas de 1960 y 1970de que td el mund se transrmara en ar tista si tuviera un mtiv real de natura-leza ecnmica e histrica, de que td individu perteneciente a las clases medias sevlvera un peque capitalista especuladr en el mercad de valres, prl que nalmente abrazara ls principis gbernantes de la rgan izacin ecnmicade la sciedad y garantizara su cntinua expansin hacia una escala mundial.

    Este emprendedr y especuladr universal, que es un nuev peque burgus, necesitasin duda unas crrespndencias cultu rales. As que intentar aclarar al mens de r-ma muy sucinta cm uncinan estas interrelacines en la actualidad, cm rma-ms parte de es, de un u tr md.La primera cndicin que necesita esta reestruc turacin masiva del sujet psburgusy de sus relacines cn ls bjets supne, pr supuest, un desmantelamient de t-ds ls criteris de discernimient y de evaluacin. L nic que tenems que haceres acudir a un muse de arte mdern y bservar sus nuevas bases para el arte cn-temprne, en las que un criteri clar de juici, de discernimient, de dierencia-cin, de especicidad histrica, de claridad analtica, de evaluacin acadmica, estausente de manera maniesta.Se presenta scialmente cm el gran emancipadr scial que ls libera de l estricty de ls rdenes jerrquics tradicinales. Ese desmantelamient de criteris sir ve de

    hech undamentalmente para la i mplantacin del pryect del que Adrn ya habahablad en la dcada de 1940 cm una de las causas y un de ls s ntmas clave dela prpia distraccin de la subjetividad, principalmente de la liberacin atal de lasdicultades necesarias de dierenciacin y de las presines intrnsecas de la man debra y las rmas de prduccin a partir de ls prcess de creacin del sujet. En es tesentid, la liberacin de ls criteris de evaluacin se cnvierte en una estrategia esen-cial para el pryect general de la desublimacin incesante de la experiencia del sujetincluida dentr de la prduccin cultural.Desde este punt de vista, alguns de ls aspects ms enigmtics de las bras deMarcel Brdthaers sbre el muse, tales cm sus plaques de 1968, pr ejempl,pdran adquirir de repente una presencia y una lectura di erentes.

    L que resulta ms llamativ es ese en igmtic enunciad que aparece en lsplaquesque dice: Muse, enants nn admit [Muse, n se admiten nis]. Este plantea-mient aparentemente hstil y srprendente ante cualquier aspiracin pedaggicay me acuerd l srprendid que me qued cuand le lsplaques pr primera vezapunta de rma directa al nex que vincu la la priridad antica de la cultura de lvisual y divisible cn sus crrientes subyacentes desublimatrias. Y la tra ins cripcinque se puede ver en la bra de Brdthaers uncina igualmente cnquistada cmuna legibilidad repentina que se ha scurecid previamente, la aparente deensa delmuse cm centr de una eternidad de experiencia disecada, cm un centr de

    pder administrativ irrmpible. De repente revela las estructuras inevitables de laresistencia y las instruccines de acces a ls mits de inmediatez visual cm unade las experiencias undacinales de las cndicines de la man de bra cultural yde las cndicines labrisas de la sublimacin cultural.Este diagnstic pc alentadr del mment presente n carece de pruebas histri-cas y empricas. Despus de td, ue el desmantelamient de ese sistema de valres yjuicis, de criteris y discernimient, l que ha denid cada vez ms la actividad delmuse de arte cntemprne en ls ltims veinte as. El desmantelamient desdela experiencia del espectadr, en primer lugar, la dimensin de una dialctica innataentre la representacin cultural y la cndicin dminante de l a rmacin del sujet ens misma. Est se ve reemplazad ahra pr una igualacin del bjet de cnsum c-lectiv y del bjet cm cnsum esttic. Y, pr supuest, dentr del registr de lpuramente visual est el hech de que d icha cnfuencia puede tener lugar, y del lugaren que se pueda implantar cn ms xit. Ya que es nicamente en el registr de

    l visual dnde las cndicines de la prduccin material pueden verse milagrsamen-te uscadas, si n llegan a desaparecer en la mtrica mgica de la cu ltura cntemp-rnea cm una pura dermacin del espectcul.Dad que la man de bra y la prduccin sn cncepts subyacentes de la rmacindel sujet, y que ahra se han vist desplazads de rma sistemtica pr el de splieguevisual de ls mits de una subjetividad que n presenta esuerzs, el muse de ar tecntemprne se ha cnvertid en una institucin que cnlleva el mit de esa subjeti-vidad universal de l visual que est establecida y rearmada de rma permanente.Pr cnsiguiente, resulta esencial para el muse de a rte cntemprne presentarsea s mism cm la ms liberal y genersa de tdas l as institucines. Dad que es suliberalism l que muestra mejr su desmantelamient de ls cnnes del pasad, laeliminacin de ls criteris de juici de evaluacin en el presente y el hacerse ntar lscriteris denitris que pdran haber dierenciad en una casin el masiv aparat

    idelgic del estad de mda, dise y cnsum. Y cm puest a su actividad cmartista, en la actualidad el muse in icia su cnfuencia, dad que es precisamente ladialctica de la incnmensurabilidad de la que hems hablad al principi la que tieneque liberarse de la experiencia del bjet cultural en cnjunt en el mment actual.La bra de arte en el muse ya n presenta el desa dialctic al sujet burgus, sinque su uncin se ha transrmad en la armacin del rein un iversal del especuladrpeque burgus cm participante activ y cnstitutiv en el univers crprativ,que espera tambin de la bra de arte y del muse la armacin de su s entid de pse-sin de derechs y legitimidad.La presencia de l, y dig l de rma deliberada, su presencia, cmunica a md deespej, cm un mund uni cad en el que esta cntradiccin y prduccin han sid

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    prhibidas tant cm la memria y la crtica han sid brradas de la in stitucin enla que el rgimen de l visual ha asumid el pder pr el que y en el que ha encntradaparentemente su hbitat natural.Sin embarg, el prblema es quizs ms cmplej tdava. Al igual que tdas las pe-racines empresariales, cnducidas en principi pr la cmpulsin de sacar el mximpartid de ls valres de cambi y la cndicin inevitable de generar de manera per-manente una cantidad cada vez mayr de valr aadid, el especuladr y el inversrpeque burgus, al igual que su predecesr gran burgus, requiere una liberacinintensa del rgimen de prduccin del valr aadid.Y sta es una de las principales uncines de la prduccin artstica en el mmentactual, incluida cm parte de las muestras masivas y en cntinua expan sin pr tdel mund, que intentan unicarns cm participantes especuladres e inversresdentr de un rgimen de cntrl y dminacin empresarial. En numerss acts de lavisibilidad pblica de la distraccin pequea y cada vez mayr del valr aadid, en sucmprmis cn la prduccin esttica que se muestra.En trmins generales, n es nicamente la guerra l que genera la distraccin delvalr aadid. Tambin necesitams la cultura para sbrevivir a esa guerra. Quizssa era tambin tra de las adivinanzas que Marcel Brdthaers ns invit a acertarcuand public, y esa ue su ltima bra, un pequesim libr cn el ttul Atlas lusage des artistes et des militaires.Muchas gracias.

    Pblco Buens das. Despus de elicitarle pr la cnerencia, me gustara pregun-

    tarle alg que se me ha curr id al hil de l que es taba escuchand, que quiz ustedpueda desarrllar. Me ha parecid entender que ha plantead que el muse cminstrument cultural pas de ser un siti dnde se atesra ar te, en el que se atesrabaciert tip de tesr, a ser un lugar en el que se prduce ar te. El muse es el lugar enel que se legitima el valr artstic de cier t tip de bjet. Si el muse pasa de ser elsiti en el que se atesra ese tesr que llamams ar te a ser el lugar dnde se prduce,pues estams en el cas, pr ejempl, en una reerencia ms que cncida, del urina-ri que, al ser expuest en un espaci cnsagrad para la cntemplacin de bras dearte, queda cnvertid en bra de arte. E s el muse, y est n es nuev, el que haceque cierts bjets adquieran la cndicin de bra de arte. Muchs de ls de sarrllsrealizads pr ls artistas del sigl XX van en el sentid de decnstruir la ccinacerca del arte, de hacer ver cm se prduce la bra de arte y en qu cnsiste la brade arte en tant que tal. Qu izs Duchamp pueda ser un c as clsic, y Brdthaers

    un ms reciente. Si la uncin del muse e s prducir arte y par te de l que se prducecm arte es la decnstruccin de la misma ncin de arte que manejams, el hacerevidente que el arte es una c cin, la uncin del muse entnces parece que pasa aser la de hacer ver que es una ccin cm institucin, y en lugar de cnmemrar sacralizar ls valres burgueses peque burgueses, didctics del tip que seaque l undamentan cm institucin, l que hace es ver la cndicin de ccin scial idelgica que l sustenta y que, pr tr lad, cnsagra, prmueve y pryecta, cnl cual la psicin del muse pasa a quedar en entredich. Es decir, l que est hacien-d ver es que carece de undament real. Me ha parecid que en algn mment hasugerid alg as y, si n le parece mal, me gustara que pudiera desa rrllar alg msesta psibilidad. Gracias.

    Bjam Bchloh Es una pregunta cmpleja y larga que me llevara un d a, per in-tentar recer una respuesta breve. Cnvertir a Duchamp en el centr de la argumen-tacin que usted est haciend es perectamente cnvincente y, cm usted sabe, pesea la adulacin universal que Duchamp ha recibid en la segunda mitad del sigl XX enparticular, tambin ha habid bastantes mments de crticas ms bien cmplejas desu prpuesta. Desde el ams text de Thmas Hess Jaccuse Marcel Duchamp , queue publicad a principis de 1960, cuand estaba cmenzand a tener lugar el despla-zamient de Picass pr Duchamp, hasta la vilenta crtica de Daniel Buren en 1966,y desde lueg hasta el mism Marcel Brdthaers, que cnst ruy un mdel bastanteambigu de pensamient acerca de Duchamp. As que n es cm si el mdel du-champian uera un mdel universalmente vinculante que haya permanecid sin serdetestad. sta es la primera respuesta.La segunda es que el mism hech de la intervencin de Duchamp en la prduccinartstica en 1930 1917, cuand quiera situarla, n ue armada pr el muse, ver-dad? Me reer a que se es pr supuest el curs de la ruptura epistemlgica que elready-made duchampian intrduce, n es la cnsecuencia que Th ierry de Duve hadesarrllad y que usted est repitiend ahra mism cuand est diciend que la de-nicin nminalista del bjet que Duchamp intrduce ns permite pr tant denircualquier csa que querams pr su marc in stitucinal cm bra de arte. sa es unapsible prpsicin inherente a Duchamp, per n cre que, en pri mer lugar, sea sli-da, inclus aunque sea vlida. La prpsicin inicial es dierente del desarrll ulterirde la prpuesta, cn l que quier decir que cuand un bjet es, pr su denicinnminalista, situad cm bra de arte en 1930 1917 en el marc del muse est n

    ns prvee de una denicin universalmente vlida de l que el muse puede hacer, del que el muse debera hacer de l que la bra de arte debera hacer en trmins desus relacines sciales. Es una entre muchas, y es una entre bastantes que discutiernradicalmente su credibilidad en el cntext. Es cm si usted estuviera argumentandque tras Andy Warhl n tenems tra pcin salv la de la prctica artstica ttal-mente armativa de la industria de prduccin cultural. E s es una cnse cuencia deltrabaj de Warhl, per para m n es aceptable cnvertir a Warhl en el punt episte-mlgic undamental de la prduccin artstica en el presente tampc, al igual quelas interpretacines, malinterpretacines, de Duchamp en 1917 n pueden devenirun punt undamental para el muse cm siti de prduccin artstica.La ltima parte de mi respuesta ser decir que existen trs mdels, simultnes inmediatamente psterires a Duchamp, que intrducirn precisamente un amplicnjunt de mdels radicalmente dierentes de l que la prduccin artstica pue-

    de tiene que hacer, e inclus indi erentes, sin relacin independientes del musecm un centr de prduccin. Me vienen a la cabeza mdels en las dcadas de 1920y 1930 en la Alemania de Weimar, per tambin mdels de ls as 20 y 30 en laUnin Svitica, as cm mdels de la prctica tgrca en Estads Un ids en lsas 30. Tds ells amplan cnsiderablemente el panrama en el lugar que se atribu-ye a la prduccin cultural y la sitan uera de la institucin del muse.

    Pblco Gracias pr una cnerencia tan prvcativa y refexiva. Me gustara hacerleuna pregunta buen, realmente ds preguntas relacinadas entre s. Usted ha des cri-t muy bien la crisis del papel tradicinal del muse en la sciedad burguesa y cmexiste una transrmacin del muse, segn he entendid, cm el escenari en el que

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    el espectcul de la mda, el cnsum y el di se est siend representad. Mi prime-ra pregunta es si piensa que el muse an mantiene este rl jerrquic baj las nuevascndicines ecnmicas de la sciedad de mercad glbal. Y la segunda pregunta essi n piensa que este rl del muse cm lugar de discusin crtica de nuevs paradig-mas est amenazad. Quiz piensa que las uerzas del mercad estn asimi land esterl del muse?

    BB Bien, gracias. Buen, si n le he malentendid en l que ha dich sbre el rljerrquic del muse... sa es una de las cues tines clave que cre que Brdthaersns ensea, aunque cn un alt grad de a mbigedad, y de ah emergen mi intrigay ascinacin pr las prcticas y tesis de Brdthaers sbre el muse. Era un rlrealmente jerrquic el que el muse tena en el sigl XI X y a principis del XX, era un rl nicamente jerrquic? o, tal y cm estaba intentand argumentar, cmestaba realmente intentand asumir, era el ltim cnservadurism de la crtica deBrdthaers, cm y l llam. Adems de que el argument que prpne es cnser-vadr, y mism estaba hrrrizad ante la aparicin de mi prpi cnservadurismen el text tal y cm l escr ib, ya que me a y vea a m mism prnunciand unasdeclaracines que jams pens realizar. Per, aunque disrazadas de ntas explicativasde Brdthaers, he intentad articular alguns de ls aspects que cre que estn enjueg en la actualidad. As que n esty de acuerd cn la de nicin del muse cmuna institucin jerrquica. En realidad es mism era l que intentaba criticar cuanddeca que el muse era pud haber sid uncinaba cm un lugar de cnrnta-cin dialctica. De tal md que el muse era a rmativ y crtic, el muse estructura-

    ba y desestructuraba idelgicamente al sujet burgus. As que en ese sentid piensque el cncept de Brdthaers del muse cm un lugar de r iesgs extrems es muyatractiv para m.En la situacin actual, y de nuev esty en desacuerd cn alguns aspects de l queusted acaba de decir, n cre que sea tan sencill cm entregar el muse a las uerzasdel mercad. Es n es en abslut nuev, y tampc es muy amenazadr cm tal.Si el muse uera nicamente entregad a las uerzas del mercad arts tic estara-ms tratand cn un prblema bastante sencill, verdad? Puest que la escria delmercad del arte se traga, digiere y desaparece en cicls de cinc as ms. A s queest sera alg cn l que hems estad viviend durante la histria de la mdernidad:ls prductres del mercad del arte demandan un prduct de actualidad y seductry que, en minuts, desaparezca de la vista para siempre. L ciert es que ste es unprblema relativamente menr en cmparacin cn que el muse asuma cm institu-

    cin scial una uncin central en la rerdenacin de la espectacularidad de la culturaen general. As, que el Guggenheim se entregue a una expsicin de Armani cm unincidente singular n es l mism que el hech de que el Guggenheim se entregue a lainfuencia de Larry Gagsian. Per dira que inclus est n es una cndicin catastr-ca para el muse actual. La cndicin catastrca del muse actual es que se cnvier-ta en un element ttalmente integrad en la rerganizacin de la sciedad del espec-tcul en general y que desempee un papel extrardinariamente imprtante, debid aque su valracin independiente, que estaba uera de tal rgimen, cupe ahra un rlcentral en este rgimen, puest que el mi lagr extrardinari de la transrmacin dela nada en plusvalas est en exhibicin permanente, mientras que la gente se asmbradel creciente nmer de muses de arte mdern que hay en td el mund y el muse

    atrae ms y ms visitantes. Evidentemente, est es l que est en jueg, pr supues-t. La atraccin absluta hacia la exhibicin maniesta de rmas de prduccin dela plusvala. Est es l que genera la atraccin irresistible y absluta hacia la bracntemprnea de arte. En el mism mment en que una pintura de Jasper Jhns,que bsicamente es un mntn de garabats, atrae 80 millnes de dlares, tienes queir a verla, verdad? Tienes que ir all cm sea y cntemplar el bjet que realiza unmilagr ecnmic que prcticamente sl es cmpatible cn ls milagrs bblics,en trmins de desmaterializacin. As que se es un de ls imanes de la cultura cn-temprnea y es un de ls imanes que genera la creciente centralidad del muse enla armacin del rden ecnmic.Ahra, respect a la ltima parte de su pregunta, si hay una dimensin que cntrarres-te est, si le he entendid crrectamente, s, exis te una dimensin que l cntrarreste.Precisamente la tarea precaria y dicil del muse que, sin adulacin a mi antrin,piens que Manl est desarrlland. El muse puede uncinar a la vez cm unlugar que resucite, mantenga, cnmemre y des empee cntra-prcticas, cntra--memrias, estrategias cntra-culturales que hayan sid desarrlladas pr ls ar tistasen el pasad y en el presente cntra el aparat. Que est se lleve a cab a cs ta de lavisibilidad y legibilidad, que se haga a csta de abandnar la participacin del pbli-c... buen, y n piens que el MACBA tenga la cantidad de visitantes que tiene elMMA, y prbablemente nunca ls tendr, debid a las expsicines que rganiza.Pr supuest, ste es un de ls prblemas que un espaci de resistencia, psiciny crtica arnta, aunque tambin existen trs.Que sea una estrategia exitsa scial y plticamente, que lgre la cnstruccin de un

    espaci de cntra-memria que tenga cnsecuencias plticas, es un asunt especulati-v. Per en este mment y dira abslutamente que s. El muse es un de ls pcslugares entre las rganizacines sciales dnde tales cntra-prcticas pueden ser anperativas. En este sentid, pr supuest que an tiene una uncin.

    Palo Hrkho Llegar a mi pregunta en algn mment. Per cmenzar c-mentand tu cnerencia, diciend que la idea de que el trabajadr se cnvierta en uninversr es cm la gran divisin entre ls trabajadres de las sciedades avanzadas,cm Estads Unids, y de sciedades en desarrll, cm Brasil. sa es la alienacinde la plusvala en el mism da de hy. Vy a sealar el ejempl en Brasil del trabajde Hli oiticica, tratand cn ciertas cmunidades en avelas y trayend a esa genteal muse, gente cuya entrada n estaba permitida. Cre que es es tratar cn ls lmi-tes de una sciedad muy estricta e inmvilista. Per mi experiencia en Estads Uni-

    ds, en cncret en el MMA, me hiz ver que la cmprensin de las cuatr lti masdcadas en el cicl de expsicines MMA 2000 se basaba nicamente en el arte ppy en el minimalism, l cual en ciert md presentaba al arte pp cm la estrategiaartstica estadunidense durante la guerra ra, representar el cnsum, la libertadde expresin, alguns de ls valres de la sciedad americana, etc., mientras que elminimalism sera la esttica en srdina actible y adecuada para una situacin depstguerra, ya que, en cierta manera, td pdra ser mnim para siempre. Y ahrame reerir al asunt de la divisin entre la universidad y el muse. El muse se resistaa la lsa pst-estruct uralista, cm es bien sabid. Y entnces llega la situacinRichter. Sn Richter y las pinturas de grup de la Baader-Meinh en el muse el...,cm se dice, tre de guerra?

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    BB La recmpensa?

    PH S, la recmpensa. Se ve en esa perspectiva? Y me reerir ahra a la dierencia entretu interpretacin de Richter en la histria y la del cnservadr de muse Rbert Strr.Cm dierenciaras entre la universidad y el muse en este prces? He sid clar?

    BB S, clar y cmplej. Pr qu td el mund aqu hace preguntas largas y cm-plejas? Esty bastante de acuerd en l que has dich en las ds pr imeras partes detu pregunta, y cre que has hech una descripcin muy precisa. As que e s me dejacnrntad a la cuestin sbre Richter, que pr supuest es muy dicil de respnder.En vez de es pdr a ensayar la respuesta del Muse de Ar te Mdern y decir entncesque el grup de la Baader-Meinh es simplemente una bra de arte extrardinaria. Nimprta l que represente, es sl una pintura esplndida. Es es l que Rbert Strr tedira. Es una pintura asmbrsamente buena, Richter es el pintr ms imprtante de lasegunda mitad del sigl XX y s te es su trabaj ms imprtante. De ah que t uviramsque cmprarla. l dira es y esty segur de que dira csas as de trs artistas tam-bin. N me apetece en particular dierenciarme a m mism de la escritura de RbertStrr, prque ambs hems estad en el mism camp larg tiemp y cn grandes d i-erencias, y n piens que ste sea el mment ni el lugar para airearlas en pblic. Asque n esty muy segur de querer pder cntestar a esa ltima parte de t u pregunta.Per seguramente sera en la pregunta de qu es la pintura dnde emergeran nuestrasdierencias. N cre que exista la buena pintu ra cm tal, que se merezca en s y pr smisma ser celebrada sl pr el hech de ser buena pintu ra.

    Cre que la bra se psicina en un nmer de relacines, en un nmer de desa sy exmenes crtics sbre la cndicin de representacin y l que representa. Y peradentr de esta red, n es ni de cerca en la rmacin de una gran tradicin artstica yartesanal dnde la bra de ar te se dene a s misma cm bra de arte. As que sustraer eliminar la d imensin icngrca de la Baader-Meinh de Richter cnvertir es ensu cndicin de exhibicin es una empresa prblemtica. Pr supuest, existe tambinun aspect cnic, y es que el MMA asume cn tda la razn que nueve de cada diezespectadres ni siquiera sabran qu es es. De tal md que hay ciert clcul en mar-cha en el MMA que permite jugar relativamente a salv cn la imagen de la rebelin.Y supng que una vz cm la de la prtesta de Hiltn K ramer cuand la pinturaue cmprada pr el Mdern (pidi inclus el despid de Rbert Strr de su puest decurator, ya que l era el respnsable de la adquisicin y, despus de td, se trataba depinturas de terrristas) es la declaracin luntica y slitaria de un tip de cnservaduris-

    m que ya n es una caracterstica de las rmas avanzadas de las plticas pragmticas.Y cre que est es td l que pued decir sbre este tema.

    PH Per, y la cnsideracin respectiva de la universidad y del muse sbre lamisma bra?

    BB Buen, s... Si y enseara la serie de la B aader-Meinh cm tema en un semina-ri de arte eurpe de pstguerra, csa que he hech y que en realidad acab de nali-zar, n tratara la serie de Baader-Meinh cm un ejempl de lgr pictric. Tendrala libertad y la independencia de tmar ese trabaj y cmpararl cn la idelga de larepresentacin de la histria en Alemania en ese mment cncret.

    La idelga de la impsibilidad, la dic ultad de representar la histria y la necesidadde representar la histria que sita a K ieer y a Richter en un dilg muy intens en esemment. Y virtualmente es n puede reutarls mutuamente, as que necesitara unaexplracin en prundidad del cntext particular en el que se hiciern esas pinturas.sta sera una d ierencia entre la universidad y el muse, que artunadamente ansigue en pie.

    Mar Ja Ds preguntas. Una inclus ms cmplicada que la tra...

    BB Buen, vale.

    MJ La primera tiene que ver cn l que me parece una narrativa prvcativa y quizsimplicada del muse primer cm lugar de cntestacin y cnmensurabilidad delsujet burgus, para despus aprximarse a la cmplicidad cn, cuant mens, la ar-macin de un tip de sentid psburgus , quizs. La segunda tiene que ver cn el temadel nminalism. Sbre la primera cuestin: es psible decir que durante el perdde cntestacin y cnmensurabilidad del sujet burgus, en lugar de ser desaad, steera en realidad alimentad precisamente pr la dispnibilidad de un siti as? Es decir,el sujet burgus n es, ni nunca ue, cmpletamente integrad, cmpletamente inma-nente y cmpletamente autsuciente, ms bien tena que ver cn un e spaci saludablede una realidad alternativa en la que escapar y regresar de nuev, cm el carnaval enla Edad Media... dnde siempre haba un mment de inversin y despus se vlva alas estructuras que la inversin transparentaba, per que, en realidad, nunca llegaba a

    subvertir. Pr tant, en este sentid, n es un cambi radical, la cmplicidad existe encierta manera inclus cn la incnmensurabilidad. El s egund argument es el tema delnminalism, que es un tema ext remadamente cntrvertid e interesante, y ya menci-naste a Thierry de Duve y su tesis del nminalism pictric, el elgi de Duchamp queDe Duve realiza a menud... Adrn, en su Teora Esttica, hace una crtica al nmina-lism, sin hablar de l visual ya que descnca pr cmplet a Duchamp, per hablaen reerencia a las rmas en las que las tradicines genricas sn subvertidas pr eletichism de l nuev, pr el etichism de simplemente nmbrar, en lugar de recurrira la tradicin. Y argumenta que en ciert a manera est es prblemtic prque cncededemasiad pder al sujet designad, demasiad pder a la vluntariedad del sujet y,en ciert md, n tiene en cuenta la resistencia previa de rmas genricas que n snreducibles a l nuev, que n sn reducibles a la mda, n reducibles a l que el sujetcnstruye. Ahra, si de hech st a es, digams, la alacia del nminalism, qu existe

    hy que resista al nminalism?, hay algn md en que pdams vlver a las rmasgenricas?, hay algn md en que pdams vlver a la resistencia del material, cm quieras llamarl, de aquell que n es prducid ex pres pr el sujet?, cmpdems evitar el etichism de l nuev sin regresar a alg que sea retrgrad?

    BB Bien, gracias pr estas ds preguntas abulsas! Intentar cntestarlas de algnmd. La primera: s, l s. N cre que pr ejempl Czanne uera un espaci de re -creacin para el burgus. Tim Clark ns ha dad un relat maravills sbre un de lsprimers grandes cleccinistas de Czanne, quien se suicid cuand se arru in prquese senta mralmente avergnzad de haber racasad en la cnstruccin de su rl cmburgus. ste es para m un de ls grandes ejempls de l que un cleccinista burgus

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    pdra haber sid. El tr ejempl que siempre bserv es el de Charles Ephrussi, elbanquer de odessa, quien lleg a ser un banquer muy prsper en Pars, y tambinse cnvirti en un de ls especialistas en Albert Durer ms destacads de su tiemp,un banquer que tambin era histriadr del arte. l le encarg naturalezas muertas aManet y pag de ms una naturaleza muerta prque estaba tan encantad cn l queManet le haba entregad que inclus el pintr le envi una segunda pi ntura adicinal,de un simple esprrag, sl para cmpensar el pag extra que genersamente habarecibid de Ephrussi. Este tip de dilg, pr muy anecdtics que ambs ejemplspuedan ser, respnde para m, y esty segur de que pdems explrarl ms en pr-undidad, a una cmplicada relacin entre el cleccinista burgus y el artista en el siglXIX. As que s, pr supuest, cuand hablabas del espaci de recreacin y rearma-cin pdrams reerirns a G auguin, pr ejempl. Cul ue el papel de Gauguin en elestablecimient de la centralidad del sujet burgus en la visin clnialista del mund?Cre que tienes un buen ejempl ah, un pdra crrbrarl cilmente. Per n creque sea tan evidente que sumergirse en el muse uera hacerl en un espaci de desinte-gracin, distraccin y digresin tempral para rearmar el y en el mbit de sus metasdiarias de cnquista, expltacin y dmini un iversal. Cre que la cntestacin es queCzanne n permita es en 1880, y que si de veras te cmprmetes cn esta bra, tebliga a recncer que tu md de percepcin era a la pstre raudulent y als en bas-tantes maneras. As que la respuesta a la pr imera parte de tu maravillsa pregunta seras y n. Cre que era una relacin muy cmplicada. Permita Warhl es mism cuandibas y veas una expsicin de Warhl? Pues n l s.Est me lleva a la cuestin nminalista y pr supuest a la cita de Adrn, que deseara

    haber tenid cuand estaba trabajand en la presentacin, es una articu lacin perectade este prblema. Sin embarg, es cntradicha cuand llega a la reevaluacin de la m-sica. Pr ejempl, si la cita que has trad a clacin uera vlida, su crtica a Stravinskyn sera tan vilenta cm ue, puest que Stravinsky es el cmpsitr que vuelve a c-nectar cn la tradicin, mientras que Schnberg es el cmpsitr que impne la nvedadnminalista en un rgi men tan abslutamente radical que excluye cualquier tra pera-cin. As que es una cntradiccin extraa, per es una cntradiccin determinante enla tera y prcticas artsticas para tds nstrs, supng.En cntestacin a la ltima parte de t u pregunta, si hay mments en el presente dndetal dilg entre la redenicin y la vuelta del cmprmis cn la tradicin en el pre-sente sea evidente? Dira que s que ls hay. Cre que un de ls mejres ejempls es elprpi Brdthaers, cn su enigmtica invcacin del sigl XIX, que parece sentimen-tal, nstlgica, melanclica, perversa, ridcula y, en ltima i nstancia, cm un travesti,

    aunque en realidad n l sea, cm he intentad explicar brevemente hy. El segundejempl que me viene a la mente de manera extrardinaria y cmpleja es la bra deJames Cleman, cuy pryect enter es, en mi rma de entenderl (y ste n es unentendimient exclusivamente vlid para nada), un enrme i ntent pr cnrntar lacultura cntemprnea del espectcul cn las rmas tradicinales de cnstruccinde las representacines visuales, de las nar rativas y de las experiencias de la histria yhacerlas perpetuamente incmpatibles en la bra que cnstruye. Y el ltim ejemplsera de hech Gerhard Richter. Una de las raznes pr las que en realidad esty tanunid, tan esclavizad a sus bras, i ntentand escribir sbre ellas durante 30 as,es precisamente prque me llev bastante tiemp averiguar si el tip es un prundreaccinari n. Prque si miras pinturas cm Betty, pinturas cm la representa-

    cin tgrca de su mujer en ls ltims d iez as, estn a menud en ls l mites delabslutamente insurible umbral de las prcticas del retorno al orden cn implicacinesprundamente sexuadas que a veces sn bastante indigestas. Pr l tant, sa es unaambigedad que piens que un mntn de... buen, n un mntn, desartunadamen-te, per que algunas bras cntemprneas han intentad interpretar una y tra vez, ycn la que han intentad cmprmeterse. Cre que la dialctica perpetua de Richter deextraer la dimensin artesanal de la pintura, denstndla y smetindla a una enr-me rma cmputerizada de abstraccin digital cn prcess pictrics... buen, se esprecisamente el mdel que prbablemente Adrn habra descubiert si hubiese miradel arte cntemprne dierente a Pllck.

    Pblco Quizs vuelva a la misma pregunta que ha hech Martin Jay, per de unarma ms vulgar, n tan bien planteada. En esta especie de dialctica que usted hapresentad aqu hy en la que, digams, el muse hiptticamente debera resistirse a esaespecie de intensicacin de las lgicas del mercad que le rdea, e inclus a veces a laintensicacin de las leyes de valres inmbiliaris, pues sabems que muchs muses,adems de cntenedres, uncinan cm catalizadres de una realidad ecnmica Ycre que si tambin l mirams desde tra perspectiva l que ha cu rrid es que ese rlexcepcinal que debera desempear el arte mdern y de vanguardia ha sid asumid eincrprad pr la prpia lgica del capitalism. Y, en este sentid, me esty rerienda l que Luc Bltanski y ve Chiapell escriban en El nuevo espritu del c apitalismo, esdecir, esa especie de actualizacin weberiana de una lgica en la que aquella excepcinque se prduce en el camp del arte es incrprada cm un mtr de renvacin del

    prpi capitalism. Luc Bltanski y ve Chiapell han descrit de una manera muy claracm aquellas reivindicacines de autnma, libertad y fexibilidad, sn ahra las quedenen al nuev empresari del capitalism, de md que, de alguna manera, perpetuaresa idea del muse cm lugar de excepcin, y es verdad que Adrn deca que en elmment en que la excepcin es neutralizada, esa excepcin que caracteriza la bra dearte, la bra de arte deja pr tant de ser bra de arte y pasa a ser tra csa cualquieraen medi de esa sciedad..., es decir, que se valra igual que en la ecnma, etc. L quequier decir es que realmente me da la i mpresin de que, en su presentacin, usted haestad describiend una necesidad de resistencia prque la describe desde el lugar delmuse y desde su perspectiva, es decir, desde el camp del arte. Habra que aadir queme parece que es alg que cntribuira a den ir tambin ese extra papel del nmi-nalism, del cual inclus el capitalism se ha apderad. Recrdems el lenguaje cmlugar de trabaj. Una de las csas interesantes que curren en ls as 70 es cm una

    resistencia a ese dmini visual que impera campa en el muse es el traslad del lugarde trabaj a la cnversacin. El lenguaje se cnvierte, as, en el estudi que ha perdid elartista, l sustituye. Ser el lugar dnde su trabaj se va a prducir. En resumen, tengla impresin de que usted ha descrit esta dialctica desde el lugar del muse, desde ellugar de la resistencia que, digams, tradicinalmente se arrgaba la bra de arte. Percuand esa excepcin est amenazada da la impresin de que l que se ns plantea es msbien una persistencia. Es decir, cntinuar resistiend a esas lgicas externas del muse escm, de alguna manera, seguir alimentand la renvacin de nuevas rmas capitalistasde innvacin, si es que ns ams de esa lgica que han descrit Luc Bltanski y veChiapell. Buen, n s si la pregunta est clara n. Simplemente quera darle la vueltaa esa dialctica que usted ha plantead aqu hy.

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    BB Vale. obviamente su argument es cnvincente y plausible. Se ha plantead demuchs mds. Un ejempl que me viene a la mente es el trabaj de Hans Haacke,quien ha cncebid el muse precisamente cm una institucin as. Y exi ste evidenciapara cnrmar su armacin. L que esty intentand sugerir, sin embarg, es que n ils artistas, ni ls espectadres, ni las i nstitucines estn ttal y exhaustivamente de-nidas pr una sla tendencia idelgica, pr muy dminante hegemnica que sea.Aquells cn visin histrica sabrn que sera una i nsensatez, pr ejempl, decir queel trabaj de Antnin Artaud n ue ms que un rejuvenecimient del teatr capitalis-ta. Y as, tambin sera insensat decir que el trabaj de Martha Rsler n tiene trauncin ms que rejuvenecer la uncin del muse. Pr l tant, debems recncerque las prcticas culturales estn dispnibles en una gran variedad de rmas, y quesn muy vlidas y muy exitsas en la cntestacin a la cultura hegemnica. As que nme sient muy cmd derriband las ds eseras tan rpidamente cm usted ha ar-mad. N tdas las prcticas musesticas, n tdas las ins titucines musesticas. Cmdije antes, en alguns lugares existe la evidencia que puede inrmar esa lgica. Y unapregunta an ms cmplicada, y sta es una pregunta que n pued cntestar, es aquin se dirigen. Qu tip de pblic rman, cn qu tip de pblic se cmunicanen realidad? Se cmunican cn una minra de MacGregrs cabreads, cm y mis-m? Quier decir, se cmunican cn un nmer de sujets aislads, bslets, quen han encntrad su papel en la sciedad y que n se encuentran cmds en armarl que est sucediend cn elglamour, la seduccin, l esplndid alrededr nuestr,y pr qu seguirl? N l s muy bien... o cntribuyen a la rmacin de un tip desubjetividad dierente que al nal, ahra mism, en realidad, tenga una vz y psi-

    cines plticas que tendrn cnsecuencias plticas en la redenicin al redenir lque la representacin y cmunicacin cultural signican en el presente? sta es unadenicin muy mdesta, muy neutral, muy explcita, per cre que para m sera elrequisit indispensable. Que l que la institucin cnsiga y l que el esp ectadr puedacntribuir y cntribuya seran cnsecuencias que pdran derivar de una prctica as.N suena cm un gran hriznte histric, per, segn mi pinin, es un pryectespecc y creciente ms urgente y necesar i que nunca.

    Mal Borja-vlll Si n hay mucha urgencia cn ninguna tra pregunta y l deja-ra aqu, prque lueg vams a cntinuar cn temas similares. Gracias.

    LAS RuinAS deL MuSeO deSde LA PtiCAde LA inStituCin ARte, LA ReCePCiny LA OntOLOgA de LAS OBRASSIMN MARCHN FIZ

    En mi breve intervencin en esta mesa rednda, resaltar en primer lugar alg tanbvi cm que cada muse es un cas par ticular que exige ser abrdad de un mdcncret, sin caer en la ascinacin que irradian ls mdels que ns deslumbran en lahistria mderna, cm el clsic MMA de Nueva Yrk, en ls actuales escenarisde la cultura de masas, cm ls eects Beauburg en la tardmdernidad, el

    Guggenheim en la pstmdernidad y trs similares. Quien ms quien mens, persbre td ls respnsables pltics de ls muses pblics, siente una ascinacindesmesurada pr tales mdels, ya que su transrmacin en muses de masas aecta,desde una pltica de ls signs y ls smbls, a las rentabilidades plticas, y reper-cute, asumida cm est cada vez ms en el mbit de l pblic la lgica de la ecn-ma liberal, si n en la autnanciacin, s al mens en uns rendimients ecnmicsgraticantes.En mi pinin, n pdems dejarns bnubilar pr semejantes espejisms, pues en larealidad ctidiana descubrims una gama de muses bien dierenciads. En este sentiddira que, del mism md que en arquitectura hablams de las diversas escalas deintervencin, ls muses, sin ir ms lejs ls espales, recen una variedad que tieneque ser encada en cnsnancia cn ls respectivs rmats. N es l mism unmuse enclavad en una de las grandes metrplis que en una ciudad mediana en unams pequea. Ls numerss ejempls de Alemania u Hlanda en Eurpa ns l pnende maniest desde hace as. N valen, pr tant, recetas de aplicacin general, im-prtadas de csecha prpia, si bien esta evidencia n bsta para que seams recepti-vs a las leccines csechadas en ls ejempls prpis ajens que ns preceden.En td cas, l que sugier es que, renuente pr igual a gemir lamentacines sbrela crisis cm a entnar altisnantes discu rss, sl plausibles en su aplicacin a lsmuses de las grandes capitales mundiales, la bsesin pr adptar adaptarse a lasmaster narratives hegemnicas es neasta, y tan sl cntribuir a velar u cultar lasparticularidades de cada un de ells. Pr es mism, me parece cnveniente apelar alsentid cmn que se destila en el ala mbique, n siempre incntaminad, de numer-

    sas experiencias recientes y ls prblemas que se suscitan en cada cyuntura.En suma, sn dignas de admiracin y encmi las iniciativas que han ructicad enla actual red de muses d isperss pr nuestra gegraa, i mpensable hace tan sluns as. Per es meridian que sus prblemas n se resuelven siguiend mdelscm el del MMA, el Pmpidu, el Guggenheim y trs similares. Es ineludible, prtant, abrdar cada un de ells en las crdenadas cncretas de su rigen, histria ydesarrll, en ls marcs gegrcs y las situacines distintivas y peculiares en dndeperan, en sus cndicinamients y psibilidades reales. Ciertamente, para m lprimer de td es tener clara una idea del mism, denirl, cnerirle un mbit deactuacin, una especicidad pr limitada que sea, s pena de caer en uns esquemasque se repiten una y tra vez. Prevencin sta que aecta pr igual a ls muses s ee-rs, cm el siempre discutid Reina Sa, y, tdava ms, a ls medians y p equesde reciente undacin autnmica municipal.

    Asimism, entre las cuestines recur rentes suele aparecer la dialctica entre el muse,dependiente de una cleccin, y el centr de arte, ligad a la actividad de las expsi-cines. Siempre me ha parecid una cntrapsicin un tant arti cial, pues un muse,junt a tras uncines ineludibles cm la educacin y la investigacin, ha de atendera ls ds pilares que le dan su razn de s er: el cleccinar y el expner. A la vista desu prlieracin n siempre justicada pr las realidades sciales, l que sucede es queEspaa n se disti ngue precisamente pr la atencin que presta al cleccinism en elmbit pblic privad. Pr es mism, al carecer de nds, en muchs cass se hatenid que hacer de la necesidad virtud. Es decir, se priman ls centrs de arte, y a lainversa, cuand ls muses dispnen de una cleccin n siempre estn siend recepti-vs a la versatilidad que se les exige cm centrs de ar te.

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    Ls equvcs, pr tant, se cruzan en las ds direccines. De cualquier md, desdeel inici cnviene jar cn clarividencia la pcin elegida: muses que asumen el dblecmprmis, el equilibri inclus la tensin entre el patrimni que cnservar y laactualidad que mstrar, centrs de arte, entregads a trazar las cartgraas de lassensibilidades artsticas, las actual idades, que inevitablemente, a n tardar, terminarnpr devenir antigedades. Y pr ciert, si n querems que generacines uturas selamenten de la carencia de cleccines, de nds, que pr supuest n han de ser cn-undids cn la expsicin permanente de ls misms; si n deseams que piensen quesus antepasads perdiern el tren de sus actual idades, cm ns lamentams nstrsrespect a l que ha sucedid cn el arte del sigl XX, tendrems que prpiciar de vezen cuand una parada en la crriente del fuir incesante de actualidades para retenerls ragments, ls jirnes inclus, de la vida ar tstica del presente, sean de la natura-leza y ls medis que ueren, que en el utur se alzarn cm testimnis de nuestrtiemp, se cnvertirn en nuestr patrimni de pca.Asimism, ya sea en el uncinamient de ls muses existentes ya, sbre td, enls de nueva creacin, n basta cn prmver su apertura cn entusiasm, a bmby platill, sin que, cm es cil clegir de las experiencias negativas que venimscsechand pr dquier, n es mens relevante prever su utur uncinamient y,tdava ms, asumir el crrespndiente mantenimient, midiend bien las uerzas desu ecnma, pltica y scial. A veces da la impresin de que a sus prmtres lesimprta ms prvcar el impact meditic de turn que cmprmeterse cn su cn-slidacin. Traspasams as ls umbrales de uns territris que, dada la dependenciaen la mayra de ls muses de ls presupuests pblics, sn abiertamente pltics,

    y teniend en el recuerd ls cnfic ts que se han multiplicad en ls as recientessera instructiv analizar una casust ica n mens intrincada, de la que sencillamentedej cnstancia en esta prtunidad.nicamente sealar que, aunque ests cnficts n sean privativs de nuestrsmuses, merecan ser inscrits en las cmplejas relacines que existen entre el arte yla pltica en una sciedad demcrtica cm la nuestra, marcada tdava cn dema-siadas lacras del pasad. En este aspect, las situacines varan enrmemente n slentre ls muses de Eurpa y Amrica del Nrte del Sur y ls nuestrs, deudras engran medida de las dierencias de su s respectivas micrsicas y macrsicas del pder,sin tambin entre ls del cntinente eurpe y ls espales. En este marc, nuestrared de muses guarda parentescs cilmente recncibles cn la que se extendi haceunas cuantas dcadas pr ls dierentes Lnder alemanes, si bien cn el matiz aadi-d nada desdeable de que all existan magncas cleccines de arte mdern que

    sirviern de punt de partida para muchs de ells. Td l cntrari, salv cntadasexcepcines, de l que sucede en Espaa!De un md similar a cuand me reera a la necesidad de prestar la debida atencina la naturaleza y las dimensines de cada muse, sera igualmente urgente dispner deuns dats ables que ls situaran en sus crdenadas sciales, ecnmicas, plticasy, n altaba ms (aunque para alguns parezca mentira), artsticas. Prpndra, encnsecuencia, la cnveniencia de elabrar un libr blanc sbre ls muses espa-les que reciera una radigraa dedigna y undada sbre cada un de ells. Desdeesta premisa, si ests encuentrs cntinuaran celebrndse, sugerira que sta uerauna tarea preerente para prximas edicines.Mientras tant, me limitar a cmentar brevemente cierts aspects generales que

    aectan a la hdierna cndicin del muse. En primer lugar, sealar ls reerids almbit del mism muse cm una institucin siempre sspechsa y en crisis perma-nente, per, tambin, ls relacinads cn perspectivas ms inusuales, tal vez un tantintempestivas, cm sean la esttica de la recepcin y la ntlga de las bras.

    La institucin museo: una historia interminable de amores y odios

    Cm es sabid, en el mund del arteasistims a una trama cntinuada de dis yamres respect a la existencia misma de ls muses desde las diatribas que lanzarancntra ells las vanguardias uturistas. Bastara recrdar las cncidas palabras deMarinetti, que, cn ms mens cadencia, se repetan pensaban en ls distintsescenaris de las vanguardias clsicas: Nstrs querems destruir ls muses...Muses: Cementeris! Idntics, verdaderamente, pr la siniestra prmiscu idad detants cuerps que n se cncen. Muses: Drmitris pblics en que se repsapara siempre junt a seres diads e ignts! Muses: Absurds mataders de pin-tres y escultres que van matndse erzmente a glpes de clres y de lneas a llarg de paredes disputadas!.Salta a la vista que estas palabras dentan una enemistad generalizada hacia ls mu-ses, cm asimism la advertims en las vanguardias dadastas y cnstructivistas.Una enemistad, si es que n negacin radical de ls misms, cm la que expresabamuy bien Maiakvski en una velada uturista titulada Templo o brica?, que tuvlugar en nviembre de 1918 en el Palaci de las Artes de Petrgrad: El ar te n debede cncentrarse en ls templs muerts del muse, sin pr dquier: en la calle, en el

    tranva, en las bricas, en ls tal leres y en ls barris brers.Sin embarg, pr ess misms as se prduca una primera fracin de muses m-derns. As, pr ejempl, mientras que en 1919 Justi mstraba bras cntemprneas enel Knprinzepalais de Berln, la vanguardia rusa creaba numerss muses entre 1918y 1922 baj el paraguas de la herencia cultural y la necesidad de intrducir el artemdern en la nueva sciedad; en 1929 se undaba el MMA de Nueva Yrk desde unascrdenadas sciales y plticas bien dierentes; en 1930 el Krller-Mller en otterl.Durante ls as sesenta del pasad sigl, en la cultura crtica inspirada pr el climareinante durante el may rancs, en ls mments lgids en ls que se apelaba a uncruce entre Marx y Freud, n slamente se vaticinaba el asesinat de las Bellas Ar tes,sin que, a imitacin de l que sucediera entre ls dadastas ls integrantes de laProletkultque tant disgustaban a Lenin cuand les tildaba de padecer la enerme-dad inantil del cmunism, se negaba la pervivencia de la herencia cu ltural. Desde

    semejante radicalism, que identicaba sin ms a la bra de arte cn la mercanca abgaba pr su desaparicin desmaterializacin, n es de ext raar que triunaraun mvimient antimuse desde premisas un tant marcusianas , tales cm que elarte slamente tena existencia para ls individus en rma museal; que el muse erael santuari aprpiad para reprducir la distancia de la acticidad y alejarse de lactidianidad real, actuand cm un enaltecimient cnsladr para un mund msdign, cm cmpensacin de la existencia prsaica y rma sustitutiva de las caren-cias prpias del sistema scial.Desde el mbit ms actad del mund del arte, cn este clima sintnizaba la llama-da crtica institucional. Una crtica que, si creems a su s representantes ms insignes,cuestinaba el estatut de la bra misma, la psicin del artis ta y el papel del especta-

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    dr. Un cuestinamient que n sl aectaba al espaci sic habitual de ls muses,sin que incida sbre la red de ls discurss (crtica, histria, esttica y tera del arte)de la institucin arte, que se entrelazan cn tras instancias sciales, incluids lspderes pblics y privads, ls medis de cmunicacin y el mercad.Sin embarg, paradjicamente, pr ess misms as se asisti al frecimient de unasegunda generacin de muses: Muse Lehmbruck en Du isburg (1964), Natinalgale-rie de Berln (1968), Sprengel en Hannver (1977-79), Kimbell A rt Museum en FrthWrth (1972), y un elenc numers de muses en las ciudades hlandesas, la Alema-nia descentralizada ls pases nrdics.Pr ltim, cincidiend cn la indierencia y el cin ism que enarbla la pstmderni-dad, se superan atemperan las crticas agudas al muse cm institucin, avrecien-d el frecimient de una nueva generacin de muses de ls que mencinar ni-camente sus hits ms cncids. De hech, desde ls umbrales de ls as chentahasta la actualidad estams disrutand padeciend de una epidemia benigna aguda de muses cuy tque de salida sn despus de que se hubieran extinguid lsecs puricadres del may rancs.La prcesin precesin de simulacrs se iniciaba cn la creacin del Pmpidu(1977), y se encadenaba cn la G alera Nacinal de Washingtn (1978), la NuevaPinacteca en Mnich (1981), la ampliacin de la Tate Gallery en Lndres (1980), elAbteiberg en Mnchengladbach (1982), la Nueva Galera de Stuttgart (1982), el Mu-se de Frncrt (1983), el Museum r Kunsthandwerk en el mism Frncrt (1985),la remdelacin del Whitney en Nueva Yrk (1985), el Fine Arts de Atlanta (1983),el Muse de Mrida (1985), el I VAM de Valencia (1985), el Muse Nacinal Centr

    de Arte Reina Sa (1989) el Muse Guggenheim en Bilba (1990). Asimism, enparalel cn la descentralizacin pltica y administrativa de las autnmas, desdela pasada dcada en Espaa ns vims srprendids pr las sucesivas creacines, casileada, de muses cncids pr tds nstrs. Y alg parecid ha sucedid en traslatitudes allende ls mares.Pr l dems, n slamente es relevante la creacin de muses a l larg y anch delextens mund, l que implicara una cuest in meramente cuantitativa, sin que quizl ms srprendente sea que, junt a ls muses de ar te cntemprne, estn pten-cindse ls muses de arte mdern, ls de arquelga, ls histrics, antrplgi-cs y etngrcs, cientcs, etc. N sl ls prducts artstics, sin ls de ampliasreas de la actividad humana, estn recaland en ls muses.Limitndme a ls artstics, tal vez a esta nueva situacin respnda la acgida de laque en el mbit de la esttica est gzand la teora institucional del arte. Segn la

    misma, las sucesivas bras artsticas, sbre td desde ls llamads indiscernibles enla estela de ls ready-mades de Duchamp, Warhl Brdthaers, hasta las ms ch-cantes en nuestrs das, sn recncidas cm ejempls valiss candidats a unaapreciacin esttica pr parte de unas persnas grups que, erigindse en guardia-nes de un virtual muse imaginari, actan en la uncin vicaria de la institucin arteyterminan pr recalar en su espaci institucinal ms prestigis, que pr ahra siguesiend el del muse. Vists retrspectivamente, l que sale a la luz en ls escndalsprpiciads pr ls artistas que se han mvid y se mueven en la rbita de una crticainstitucional, en particular antimuse, es una cntinuada renegciacin de las cnven-cines tcnic-artsticas aceptadas pr la institucin.Inclus, a dierencia de las actitudes radicales de as atrs, hy en da se ha mitiga-

    d la hstilidad hacia el muse, siend la prueba ms cntundente de ell la mismaprlieracin de muses, en el entendid de que en la lgica del sistema arte actancm unas mediacines necesarias, aunque n sucientes. En este sentid, si resultameridian que en cuant agente destacad de la entera institucin arte legitima susbras, n l es mens que puede llegar a ser excluyente y presiv. Pr l dems, daque pensar que, tras la experiencia histrica de ls ltims cuarenta as, ls artistasanti-institucinales de la primera generacin se hallan cnrtablemente instalads enls espacis de ls muses y en las redes institucinales, incluida una reevaluacin desus bras entnces impensable en la ecnma pltica y n pltica del sign, mien-tras que a las nuevas generacines estas cuestines n les atribulan en demasa.En este asunt, a veces me da la impresin de que las bras y tdava ms ls artistasse hallan encausads entre la ins titucin arte (para nada incente) y l que denmi-nara el rente de liberacin del nuev espectadr. Inclus si hasta ahra el musesancinaba las bras cuand stas ya existan, en nuestrs das las legitima antes deque hayan sid prducidas, erigindse en instigadr de td valr, celadr de lasnrmas artsticas en una pca en que supuestamente n existen. En suma, el musepera cm un prmtr que aspira a mstrar un ar te que an n existe en su mate-rialidad, per que ya est legitimad antes de cristalizar en bras. En gran medida,la prctica casi generalizada de la presentacin de pryects en vez de bras avalaesta presuncin. Ls prcess de legitimacin se han ampliad tant que, antes deser prducida, cualquier bra queda legitimada sin cncer sus resultads sensibles.Las ideas, y n siempre precisamente las kantianas, han id much ms lejs de lque se pda imaginar. L dems se resuelve en la mera cnrntacin, en el rgimen

    de cmpetencias cmunicacinales y n cmunicacinales de la esera pblica.Cm cnsecuencia de ell, y de un md un tant paradjic, entre ls diverssagentes de la institucin arte el muse s e ha rtalecid cm nunca, si bien tambinest siend a csta de tener que asumi r numersas transrmacines prvcadastant pr ls nuevs mds de recepcin de las bras cm pr la naturaleza de lasmismas y las dicu ltades para ser mstradas, exhibidas, pryectadas, almacenadas,digitalizadas, l que sea, en l.

    Breve incursin desde la esttica de la recepcin

    En un plan ideal, casi trascendental, el muse es deudr de ls mtivs que, a llarg del sigl XVIII, le d iern vida cm rut madur de la Ilustracin. Desde estaperspectiva, surge cn la vluntad explcita de erigirse en una institucin educadora

    en sintna cn ls ideales de la Bildung, de una rmacin del gner human que,tras recncer a l esttic cm una actividad humana dierenciada e irreducible alas restantes desde una ptica antrplgica, encumbra las bras de arte a un estatu-t hasta entnces descncid: el de una autnma que parece desentenderse tantde su marc sic cm histric-scial.En esta nueva situacin, ligada a la cnstitucin y la emancipacin del sujet mder-n, burgus e ilustrad pr ms seas, el muse en cuant espaci que se inter-pne en la esera pblica entre la creacin privada del artista y la percepcin de susbras salvaguarda la puesta en prctica eectiva de la universalidad del gust, equi-parand en la cntemplacin del arte a tds ls hmbres cm ciudadans libres,iguales en derech a ls ms nbles. Una visin demcrtica liberal del muse, reb-

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    sante tdava de ptimism, que, aunque puede ser tildada de idealista y rmntica, lencumbra a la institucin artstica que mejr encarna y garantiza entre ls ciudadansel ideal de igualdad esttic-scial, cn la que sara el visinari peta Schiller ensus Cartas sobre la educacin esttica del hombre. A pesar de ls pesares, el cmpr-mis de ls muses cn la emancipacin de cada un de ls sujets sigue vigente. Lautpa ilustrada se realiza, al mens parcialmente, en ls muses. Per, si n uese as,para subsanarl estn las reiteradas apelacines a la educacin artstica y la relevanciaque se cncede a ls departaments que se ded ican a ell.Esta visin ptimista ns ayuda a entender la preeminencia de la que gza el musecmlugar sic, cm cntenedr, en dnde recalan las bras sin un destin cn-

    cid, las nuevas bras autnmas. Per si est suceda en las sciedades liberales, suexaltacin actual n se explica si n es desde la creencia de que cntina siend unainstitucin que, a pesar de las ambivalencias y cntrariedades, sigue garantizand me-jr que ninguna tra ese espaci pblic de exhibicin en las sciedades demcrticas.N en van, adscrits a una tiplga privilegiada de la arquitectura civil, ls nuevsmuses n sl aspiran a ser cnsiderads arquitecturas insignes, casi bras de arte enel sentid estrict, sin, a veces, bras de arte ttal, as cm hits mnuments en eltejid de la ciudad que quedarn grabads en la memria clectiva. A ell bedece quela ereccin de nuevs muses sea un de ls cmetids ms deseads pr ls arquitectsestrellas del mment, as cm que ls autres de ls muses recientes se ascien cnls nmbres ms recncids en el panrama internacinal actual.Sin embarg, aadira, ls muses actuales n se sustraen a las mdicacines que estsuriend la experiencia esttica reciente ante las obras. En relacin cn ell evcara

    tres tiplgas de muses cuys rgenes se remntan a la imperial Viena Fin-de-sigl:En primer lugar, cuand Camil Sitte refexina sbre La construccin de las ciu-dades (1899) cncibe el muse cm alg n cntaminad pr la real idad, que debaptenciar el pasad cntra las depredacines del presente. Pr ell, inspirndse en Elholands errante de Richard Wagner, l bautiza cm la torre del holands. Cn taln, l desplaza a una playa yerma, cnvencid cm est de que sl situndl uerade la metrpli mderna era psible cultivar esa antasa necrlica y almacenar unahistria del arte ttal (Gesamtkunstgeschite).Prbablemente en nuestrs das n hace altasalir de la ciudad para que esta histriase cnvierta en una histria del cleccinism ttal (Gesamtsammlungengechichte).Tal vez cn ell tenga que ver la actual tendencia ala musealizacinde td l exis-tente, l que es l mism, la desaparicin de l a actualidad en aras de la cnstruccindel recuerd cm enmen de pca, cm si deambulsems descncertads entre

    las ruinas del pasad. Asistims pr igual a una estetizacin y a una etnologizacin dels munds bjetuales y sgnics. La mdernizacin ha impulsad una articisidadacelerada y una deshistrizacin de la realidad que estn siend cmpensadas pr undesarrll muy peculiar de un sentid para la histria en sus actividades de cnserva-cin, tal cm se maniesta en ls muses, ls mnuments, el patrimni, etc. Unsentid que, sin embarg, n se rienta tant a las resp ectivas ramas del saber cuanta la generalidad, a uns signicads metauncinales, estetizads, n muy dierentesa ls que destilaban a primers del sigl pasad ls dls aricans en el Primitivis-m. Este enmen est aectand pr igual a las bras a rtsticas y a las n artsticas,acercand casi cnundiend a las pr imeras cn ls restantes sistemas de ls bjetsy las imgenes.

    J. M. olbrich, en cambi, recibi en 1898 el encarg de cnstruir en el nuev Ringde Viena la Casa de la S ecesin y se j cm bjetiv erigir un templ del arte quereciera un lugar seren y elegante de reugi para el amante del ar te. Ls resulta-ds, bien celebrads, uern ls espacis blancs, pulcrs y purs, del interir de estemagnc edici, que, pryectndse hacia nuestr presente, pdra ser cnsideradcm el embrin de ls muses en su cndicin de templos del arte. Es decir, de tdsaquells que estn cmprmetids cn el ment de la experiencia artstica en suvertiente de una contemplacin esttica desinteresada y condensada . Esta clase dereugis, prclives al recgimient,sn ms numerss de l que a veces creems, sibien su lcalizacin se encuentra cn ms recuencia en las ciudades medianas y pe-

    queas, y n digams en ls parajes alejads de la natu raleza reservads explcitamen-te para ells. Aunque n se trate de un muse, la Capilla de Rthk en Hustn ser ael eptme de esta tendencia.Pr ltim, tr gran arquitect viens,ott Wagner, n tuv la suerte de que leencargaran un muse, pr l que n le qued ms pcin que cnrmarse cn e sb-zarl. Pryect varis. Entre ells destaca la Galera para las obras de arte de nuestrapoca (1900), interpretada cm una vitrina dinmica que presentar una imagendel estad de la prduccin artstica del sigl venider. Estarams ante una prpues-ta en la que l priritari sera la exaltacin de la actualidad y la exasperacin delespectculo. Se anticipaba as a l que Baudrillard bautizara cn g ran xit cm eleect Beauburg. Un eect que amplica el eect Guggenheim y el de tds aque-lls muses tan querids pr las masas y predilects para un buen estratega pltic,en ls que la exhibicin de las bras de arte es in separable del marketing urbano y de

    la visibilidad meditica, inclus desbrdada pr ambs. obsesinads pr atraer alas masas y pr seducirlas, aunque sl sea pr l espectacular de sus arquitecturas,subrdinan td l dems a ests bjetivs, sin que imprte pstergar a las brasmismas y carecer de cleccin. Una exaltacin de l actual y una exasperacin delespectcul que, a nada que se descuiden, cntaminarn a las tras tiplgas.De acuerd cn la naturaleza de las tres tiplgas insinuadas, en cada una de ellaspredminan ls cmprtamients hiptecads, respectivamente, a la estetizacin,la contemplacin y el espectculo de masas, per, tdava ms, a las tensines queestn brtand entre ells. Dejand de lad el enmen, decisiv para m en estsmments, de la estetizacin de las bras artsticas y las n artsticas, cada da es msrecuente bservar que si tdava, en ciertas c asines, las bras pueden ser percibidascm baluartes cntra la desaparicin del aura, en tras se tambalea la autoridad delaura.o, en traspalabras, a menud las experiencias artsticas se desdblan bas-

    culantes entre el recogimiento propio de la percepcin tradicinal y la dispersin recepcin distradas. En la mayra de ls cass nuestras experiencias sn hbridas sedesplazan de cntinu en una direccin en tra.En estas situacines nuestras reaccines se aprximan a las de un estado de masa inte-grada, del ujo constante y de la circulacin acelerada, que ns embarga igualmenteenlas visitas multitudinarias atrpelladas a muses, ya sea cuand, pr ejempl, inten-tams cntemplar una pintura cm la Mna Lisaen el Muse del Luvre cuandns invade el agtamient sic y p squic debid al excesiv nmer de bras queatrpelladamente vems en una magna expsicin, a la duracin de la visita, a la cm-petencia espacial cn tras miradas, etc. En ests y trs cass similares la experienciaesttica ante las bras puede inclus llegar a t ransmutarse en anesttica.

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    N en van, segn una leyenda art stica, ls diligentes japneses trazarn, ya en 1975,recrrids sealizads pr ls que ls visitantes haban de discurrir en la i ndia,jand un tiemp mxim de diez seg unds para cntemplar la mencinada MnaLisa. otr tant pdrams decir si accedems a visitar una magna expsicin deVelzquez de Gya en Madrid, de Van Ggh en msterdam, hasta en el tranquilKrller-Mller. En estas y tras situacines, cada da ms inevitables, resuenan tda-va ls ecs de aquellas palabras de Walter Benjamincuand sentenciaba:La masa esuna matriz de la que actual mente surte... td cmprtamient cnsabid rente a lasbras artsticas. El crecimient masiv del nmer de participantes ha mdi cad landle de la participacin.

    Pr el cntrari, qu est sucediend cn las bras nacidas para n ser nicas niaurticas? Cntra las previsines del mism Benjamin, excesivamente crdul en estsasunts, el aura n aecta nicamente a la bra ni se tritura sin ms pr mr de lareprductibilidad tcnica, sin que, ms bien, el aura que desprende la ntlga de labra nica, autnma, en su valr expsitiv, a veces parece trasvasarse a la experien-cia aurtica de la recepcin en ciertas bras recluidas en las cajas negras de agtad-ras expsicines cm las Documentas, las Maniesta cualquier presentacin que seprecie de bras audivisuales, inclus en algunas que se transmiten a travs de la red.Pr ltim, antes de cncluir, me permitir insinuar ciertas sugerencias sbre lastransrmacines que estn incndse en la naturaleza misma de las bras de artey la incidencia que ellas supnen para su presencia y permanencia en ls muses. Mereer, en pcas palabras, a ls aspec ts ligads a:

    La nueva ontologa de las obras

    Cn esta expresin n alud sin a las transrmacines que estn experimentandlas bras de arte en su naturaleza sica y las cnsecuencias que se desprenden de lasmismas en su relacin cn ls muses. En eect, a medida que en nuestra mderni-dad la bra rmpe sus ligaznes cn el lugar e incrementa su valr esttic de exp -sicin, se queda sin hgar, pierde el marc sic, l que hy en da denminams , nsin cierta slemnidad, el contexto. Semejante ruptura prdida prmueve una mvi-lidad incndicinal, un destin errtic y errtil, que acmpaa desde su emergenciaa la obra autnoma moderna.Una vez ms, de un md un tant paradjic, si, pr un lad, el muse pne aldescubiert y cnsagra la ausencia d e ligaznes de las bras cn su s marcs cntex-ts (que pr l dems ahra ya n existen en rigen), pr tr intercepta e sa misma

    mvilidad, cnvirtindse as en un de ls pcs repss que les resta a unas brasdespsedas de un destin cncret nacidas para perpetuarse en su cndicin errti-ca. Inclus tienen que agradecer que el muse acte cm una reserva que les cneraun nuev contexto clasifcatorio. A est bedece la existencia de una coleccin delas obras en cuanto fccin ms o menos coherente de ordenacin en el nuevo marco

    espacial que le proporciona el museo. N bstante, n es mens evidente que cuan-d ls nuevs muses subrayan en exces su vluntad de cneri rles un nuev hgar,cm aranza del perdid, pueden sbrevenir numersas tensines entre las bras yls nuevs marcs espaciales. Cm interpret ar de tra manera, pr ejempl, las quebrtan entre las exigencias de unas bras autnmas y unas arquitecturas que exaltanesa misma cndicin? N scurecen algunas arquitecturas de ls nuevs muses la

    presencia y el prtagnism que deberan desempear las mismas bras? En talescass calicarams de narcisistas a ests muses.En trs, cm se aprecia en el muse de Mnchengladbach, el Castell de Rivli,el Muse de Frncrt, las instalacines de tda clase y cndicin, las site-spe-cifc, aspiran a recuperar v nculs cn el lugar. Per en tal tentativa, n clausurancualquier psibilidad de un desarrll utur del muse? N bstante, tal vez lascuestines ms agudas se plantean cuand ls muses pretenden albergar brasque, pr l mens desde el Land Art en adelante, pnen en crisis el estatut ntl-gic de la bra autnma mderna y se desliza n sin cmplejs hacia la expansindel arte. Siempre me ha parecid un sins entid cntemplar bras sicas de este

    gner, que debieran estar clcadas en el espaci exterir, recluidas en ls espa-cis angsts y presivs de un muse, cnviviend cn tras muchas cn las quese enrentan abiertamente, inclus laceradas pr un impertinente ray de sl quelas disuelve en la articisidad de una vulgar tarima. Pr ell, a veces me resultapattic el trpezarme cn piezas, ntlgicamente expansivas, que estn atrapa-das en uns espacis musestics hasta quedar desdibujadas, precisamente, en esacndicin expansiva.En tras casines se pne al descubiert una ambivalencia en cuya urdimbre seentrelazan las ds actitudes estticas cntrapuestas en las que, sin excluirse, actapreerentemente el arte en cuantpoder de simbolizacin de realizacin. Piens,pr ejempl, la que se alimenta de psicines tales cm las que se interpnenentre el arte pr el ar te y el arte scial, el arte autnm y el usinad cn la vida,el arte de labratri y el arte de prduccin, el arte esttic y el arte de la vida, la

    reclusin de la experiencia esttica en las bras de arte y su expansin en el desbr-damient de ls gners, entre ls viejs y ls nuevs medis, etc.Qu signica, pr ejempl, la cnstatacin de que desde las vanguardias clsicasalgunas maniestacines se resistan a quedar recluidas en la bra de arte y ambi-cinen intervenir en la misma realidad, ya sea en la arquitectura y la ciudad, laprduccin industrial, la vida ctidiana inclus la vida scial y pltica? Estypensand en aquellas prcticas artsticas que tienden a la utopa de su propia reali-zacin en mbits de la realidad muy distints, p er que cmparten el rasg cmnde desbrdar ls territris artstics habituales, ls gners de tradicin artsticahistrica mderna.Desde una segunda psicin ms escptica, en cambi, trs, sin rjarse dema-siadas ilusines, prcu ran aprvechar l que las bras de ascendencia autnmamderna y sus pervivencias recen pr s mismas, ya sea en sus pderes de simb-

    lizacin, de suave narctic cnsl adr , simplemente, cm cncentrads de laexperiencia singular en la lnea de la esttica antrplgica de Schiller, Feuerbach, el jven Marx Marcuse la tera de las necesidades radicales de la Escuela deBudapest.Estarams pues ante unas actitudes de deensa de rechaz, centrpetas cen-trugas, respecta ls espacis de ls muses. La primera tiene que ver cn larevalrizacin de la bra autnma, y en las pervivencias de la mi sma se alimenta,precisamente, el renacer inusitad de ls muses. La segunda v iene avalada praquellas bras cuya naturaleza ntlgica rechaza tda reclusin. Citara, entretras mdalidades, las prcticas vinculadas a la bra de arte ttal, el cntextualis-m, las intervencines en la naturaleza, la bra emera, ls inmateriales, etc. Es

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    decir, tdas aquellas iniciativas que desde ls sistemas bjetuales y mass-mediticos ,y n digams de la realidad virtual, se ertan cm respuestas artsticas ampliadas,si es que n diusas y generalizadas.N bstante, en el mment actual me parece ineludible evcar ds mbits en dn-de las bras artsticas, i ndistintamente las prclives a la reclusin a la expansin,estn cada da ms inmersas, crriend el riesg de verse devaluadas pr exces pr deect en su naturaleza ntlgica, l que es l mism, en sus mismas existen-cias dierenciadas cm bjets cm bras de arte. Me reer a ds enmensque discurren en paralel per se mueven en direccines cntrapuestas: la museif-cacin y la estetizacin. Mientras que la primera acenta la distincin, el carcter

    ntlgic de la bra de arte, la segunda l disuelve; mientras que la primera se re-ugia en ls muses pr much que se reniegue de ells, la segunda ls rebasa y haceinnecesaris. Alg que cnrm ehacientemente el renmbrad Muse Guggenheimde Las Vegas, cuy destin imparable ue su clausura denitiva.Desde esta ptica, la estetizacin generalizada que nos envuelve trabaja cntra elarte y, pr ende, cntra el muse. Las bras de ar te, anegadas pr una realizacincasi imperceptible, desparramada y diusa de l esttic (que, a semejanza de la p-lucin ambiental, se inltra pr cualquier resquici de la vida ctidiana), cristalizancada vez mens en bras en la acepcin habitual, dislvindse entre la maraa dels bjets ctidians, del dise y de la mda, de ls mass-media y de la realidadvirtual. Desde esta premisa, dirams que mientras la naturaleza ntlgica de labra artstica en su sentid histric mdern parece dislverse en la maraa dels sistemas bjetuales, mass-mediticos virtuales, puede acntecer que ls bjets

    ctidians de tds ests sistemas experimenten un prces de transrmacin arts-tica en virtud de su museicacin.N bstante, a dierencia de l que acnteciera en trs mments de la mder-nidad, ahra es cnveniente prestar atencin a un peque matiz que puede pasardesapercibid. En eect, si antes estas estrategias cntrapuestas se excluan, ahra sesuperpnen de tal manera que el frecimient del muse cexiste cn su dislucinen la estetizacin diusa. Y aunque pcs se atrevan a prclamarl cm el templde las musas, cntina siend el espaci pblic pr antnmasia de la bra antiguay mderna, inclus de aquellas tras que, h iptticamente, brdean l antimusealen el cntextualism, la desmaterializacin la dislucin vir tual. Qu pensar sin de ls inmateriales, desde el vde arte hasta las bras cibernticas apresurada-mente recluidas en las cajas scuras en su recnversin en instalacines cada vezms aparatsas y espectaculares? Ciertamente, las cristalizacines de es tas nuevas

    prcticas artsticas n han encntrad tdava su lugar, han recalad en el que nles crrespndera si cnsiderams su naturaleza medial. Un desenlace que, psible-mente, nunca hubiera imaginad el Walter Benjamin de l a reprductibilidad tcnica.Quiz tambin pr ell hems vist regresar a ls muses las bras de ls a rtistasicnclastas anti-institucinales, pues me da la i mpresin de que, en abierta p-sicin a esa estetizacin ambiental, se aanza un rente cmn entre tds aquellsque deambulan sbre las ruinas del muse.

    de un eSPeCtAdOR LeJAnO.Cine, MuSeO y ARteSANToS ZUNZUNEGUI

    El punt de partida de este text n es tr que destacar el paralelism de ds crisiscmplementarias: de un lad, la del muse cnvencinal, la del muse-galera quebrinda al espectadr un recrrid pautad y previsible cnstruid baj ls auspicisde recer a sus visitantes una visin ms mens representativa (en uncin de susnds) de la histria cannica del arte; de t r, la crisis del dispsitiv lmic que

    durante ms de un sigl ha venid regu land la relacin entre las pelculas y ls re-cuentadres de las salas scuras.Quizs la cnsideracin de esta dble crisis ayude a entender tr enmen cntem-prne: la creciente penetracin del cine en ls muses de Bellas Artes, que adpta larma de una irresistible tendencia hacia la museicacin del cine, durante muchtiemp mantenid a distancia del espaci sagrad del muse, cn la cnsabida excep-cin de ls lmes realizads pr artistas plstics.Prque cnviene decirl de entrada (aunque tds l sabems n hacems cuentas cnsus implicacines): el cine n es un arte. o al mens n l es en el s entid que estaexpresin recubre cuand pensams en trmins de las artes cnvencinales. Aunquepensams habitualmente el cinematgra en ls trmins de un arte industrial,quizs uese ms recmendable, para n llamarns a engas, denirl cm unaindustria artstica, invirtiend las psicines del sustantiv y el adjetiv que usams

    para caracterizarl. Industria que, pdams matizar, a veces (y a menud pr azar)ve cnvertirse alguns de sus prducts en autnticas bras artsticas. Cn est nquier decir que las bellas artes cnvencinales estn al margen de las i mpsicines ylas tiranas de ls mercads, per s subrayar que el cinematgra lleva cnsig, desdesu misma estructura cnceptual, la dble inscripcin de la reprductibilidad tcnicay de la dependencia de unas determinacines ecnmicas que han marcad a ueg sudesarrll, hacindle tributari tant del espectcul cm de la narratividad.Pr es nadie puede extraarse de que el muse n l haya acgid hasta echas muyrecientes. Ni de que, al hacerl, le impnga unas cndicines leni nas. Baste pensar enel cas del cine mainstream, que cuand ha hllad las salas de ls muses ha sid alpreci de ragmentar brutalmente su cuerp, alterar de manera sust ancial sus cndi-cines de recepcin, cnvirtindl, en una palabra, en instalacin. o utilizndlcm medi de captacin del acontecimiento, en tant en cuant que ese aconteci-

    miento se cnverta en materia museable.Si las csas estn empezand a c ambiar puede deberse a que la dble crisis a la que an-tes haca reerencia bliga a ambas institucines a buscar sinergias, a cmpartir terri-tris. All dnde el cine (cm la televisin y el audivisual en general) tiene que en-rentarse al prblema de las audiencias (entendidas en su pu ra dimensin c uantitativa),el muse ha vivid durante muchs as el sue de que sus visitantes cngurabanunpblico (en sentid cualitativ) singularizad, para acabar descubriend, nalmen-te, baj la presin del tardcapitalism y la sciedad del espectcul, que de maneracada vez ms exigente su mera supervivencia depende de rma bvia de la mismapsibilidad de transrmar un pblic al que el muse estaba en cndicin de cntaruna histria (n es el mment de preguntarse pr qu tip de histria) en audiencia

  • 8/7/2019 Buchloh_museo como Espacio de Regeneracion

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    que pueda contarse. Quizs n sea descabellad decir que l que buscan ls artistascinematgrcs1 al acercarse al muse n sea tra csa que un pblic en la medidaen que sea es l que, justamente, les est vedad en ls rmats cnvencinales deexhibicin, y que l que ls curators creen encntrar cn la incrpracin del cine asus territris sea, nada ms y nada mens, que una audiencia siquiera ptencial.Es verdad, en cualquier cas, que esta dble crisis n es de hy. Si querems ubicar-la para el muse hay que decir que lleva inscr ita la echa de la aparicin de ls sitespecifc, en la medida en que las bras que se adscriben a esta tendencia cuestinan elmuse entendid cm (cada un puede elegir la denminacin que desee) templ,caja de caudales, hangar, etc., al resistirse a su integracin en el mism. Per tda-

    va ms cntribuye a esta crisis la pinza que supne, para el muse tradicinal, de unlad la creciente desmaterializacin del bjet artstic (hurgand en la herida inf igi-da al arte cnvencinal pr Duchamp, herida que, cm la del A mrtas wagnerian,parece n pder cerrarse nunca) y, de tr, la ampliacin irreversible de las prcticasartsticas hacia el acntecimient, cn l que ste tiene de singu lar e irrepetible.En el cine tds sabems que el cmienz del n (desde entnces viene hablndse dela muerte del cine) suele jarse cn la irrupcin de la televisin, que cuestin lasrmas de cnsum audivisual dminantes en echa tan temprana cm ls as cin-cuenta del pasad sigl. Per tambin es verdad que, de una u tra rma, la i ndustriadel cine ha capead el tempral rermuland prgresivamente sus pcines, hibri-dand sus prducts a parti r de las nuevas exigencias de las audiencias televisivas,reciend en prenda su inmens patrimni de i mgenes y snids, y prestanda la televisin (para recuperarl despus cn creces) td su arsenal de recu rss expre-

    sivs. Per n es mens ciert que hy ls nuevs tiemps l que vienen a cuestinares la misma pervivencia del mdel de la Black Box, de la sala scura en la que se hanedicad ls sues de varias generacines a l larg del sigl XX. Hasta el punt deque en la era de l digital, de Internet y de E-Mule, parece empezar a ser csa del pasa-d la pervivencia de un mdel (la instalacin Lumire) que parece estar a punt deser sustituid pr una variante ssticada (a la altura tecnlgica de ls tiemps quecrren) del viej mdel Edisn que se un