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CASTILISCAR / 209 Localidad de la comarca de Cinco Villas situada junto a la falda occidental de la sierra de Santa Águeda, muy cerca de la frontera con Navarra y a 106 km de Zaragoza. A una altitud de 493 m se ubica su caserío, rodeando las faldas del cerro sobre el que se encaramó en su día la fortaleza que le dio nombre. Para desplazarnos hasta Castiliscar iniciaremos el viaje tomando la AP-68 con dirección a Logroño-Pamplona. En la salida 21 seguiremos las indicaciones hacia Tauste- Alagón, incorporándonos a la carretera A-126, que nos llevará hasta Tauste. En esta villa toma- remos la carretera A-127, con dirección a Ejea de los Caballeros. En la rotonda previa a dicha localidad tomaremos la segunda salida a la derecha, siguiendo la indicación de Sádaba por la circunvalación de Ejea. Llegaremos a una segunda rotonda, situada al norte de Ejea, en la que deberemos escoger la tercera salida, dirigiéndonos a Sádaba-Sos del Rey Católico, siguiendo por la misma carretera, la A-127. Atravesaremos Sádaba y seguiremos por la vía principal sin abandonar la A-127, en dirección a Castiliscar, a la cual llegaremos tras unos 12 km. En sus alrededores todavía subsisten abundantes huellas de la intensa romanización que vivió esta zona, conservándose restos de tramos y miliarios de la calzada romana que unía Caesaraugusta y Pompaelo. Siglos más tarde fue frontera entre los cristianos y los musulmanes. En el mes de mayo del año 1088 encontramos la primera referencia documental en una carta de Sancho Ramírez y su hijo, el infante Pedro, mediante la cual encargaron al señor de Sos, Galindo Sánchez, la fortificación del castello Liscare con las siguientes palabras: “Nos complace y te donamos el Castillo Liscar para que hagas un castillo como mejor puedas y determinamos el término del citado castillo...”. A principios del siglo XII, Alfonso I el Batallador concedió este castillo a la familia ribagorzana de los Entenza. En enero de 1129, el mismo monarca otorga el fuero de Cornago (La Rioja) a los pobladores de Uncastillo, Encisa, Pueyrredondo y otros lugares que se indican en el documento, entre los que se encuentra Castello ciscar. En abril de 1171, doña Jusiana, condesa de Ampurias, y su hijo Ponz, donan su patrimonio en Castel Siscar a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, incluyendo todos sus bienes y derechos, y al año siguiente el castillo, con pertenencias y jurisdicción, cedido ab integro, con yermo, pobla- do y todos los derechos señoriales que allí retenía esta dama con la finalidad de poblarlo. En febrero de 1179 los habitantes de Sos y los hospitalarios de Castiliscar señalaron los límites de ambos términos. En 1183 éstos redactan un contrato agrario colectivo para todos aquellos que acudan a establecerse en el lugar. En Jaca, el 14 de agosto de 1201, el monarca Pedro II otorga a la Orden del Hospital por donación real, a cambio de mil mazmutinas, sus derechos reales sobre el lugar. En los comienzos del siglo XIII fue Fernando de Luna quien ejercía las fun- ciones de primer comendador en Castiliscar. El 31 de marzo de 1224, el castellán de Amposta Folch de Cornell, concede a los pobladores de Castrossiscar el fuero de Ejea. A mitad del siglo XIII, Jaime I ordenó a los oficiales de Ejea y Navardún proteger a los hombres de Castiliscar. Durante toda la Edad Media fue un lugar de señorío disputado a los reyes de Aragón por los de Navarra. Según Lanaspa, durante el reinado de Jaime II, la defensa de Castiliscar dependía del alcaide de Rueyta. Ubieto contabiliza una población que se tasó en 60 maravedíes en 1414 y estaba formada por 34 fuegos en 1495. Del castillo al que hemos hecho referencia tan sólo queda en pie una de sus torres y algunos de sus lienzos de muralla. Las torres se levantarían entre 1088 y 1091, a juzgar por la documentación conservada, ocupando el lugar más elevado de la villa, junto con la iglesia de San Juan Bautista. Gracias a una intervención arqueológica reciente realizada en 1992, se pudo constatar que bajo la cota actual de la plaza que ocupa la zona interior del castillo se conservan algunos restos de las construcciones originales y restos de época romana utilizados como mate- CASTILISCAR

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Localidad de la comarca de Cinco Villas situada junto a la falda occidental de la sierra de Santa Águeda, muy cerca de la frontera con Navarra y a 106 km de Zaragoza. A una altitud de 493 m se ubica su caserío, rodeando las faldas del cerro sobre el que se encaramó en su día la fortaleza que le dio nombre. Para desplazarnos hasta Castiliscar iniciaremos el viaje tomando la AP-68 con dirección a Logroño-Pamplona. En la salida 21 seguiremos las indicaciones hacia Tauste-Alagón, incorporándonos a la carretera A-126, que nos llevará hasta Tauste. En esta villa toma-remos la carretera A-127, con dirección a Ejea de los Caballeros. En la rotonda previa a dicha localidad tomaremos la segunda salida a la derecha, siguiendo la indicación de Sádaba por la circunvalación de Ejea. Llegaremos a una segunda rotonda, situada al norte de Ejea, en la que deberemos escoger la tercera salida, dirigiéndonos a Sádaba-Sos del Rey Católico, siguiendo por la misma carretera, la A-127. Atravesaremos Sádaba y seguiremos por la vía principal sin abandonar la A-127, en dirección a Castiliscar, a la cual llegaremos tras unos 12 km.

En sus alrededores todavía subsisten abundantes huellas de la intensa romanización que vivió esta zona, conservándose restos de tramos y miliarios de la calzada romana que unía Caesaraugusta y Pompaelo. Siglos más tarde fue frontera entre los cristianos y los musulmanes. En el mes de mayo del año 1088 encontramos la primera referencia documental en una carta de Sancho Ramírez y su hijo, el infante Pedro, mediante la cual encargaron al señor de Sos, Galindo Sánchez, la fortificación del castello Liscare con las siguientes palabras: “Nos complace y te donamos el Castillo Liscar para que hagas un castillo como mejor puedas y determinamos el término del citado castillo...”. A principios del siglo xii, Alfonso I el Batallador concedió este castillo a la familia ribagorzana de los Entenza. En enero de 1129, el mismo monarca otorga el fuero de Cornago (La Rioja) a los pobladores de Uncastillo, Encisa, Pueyrredondo y otros lugares que se indican en el documento, entre los que se encuentra Castello ciscar. En abril de 1171, doña Jusiana, condesa de Ampurias, y su hijo Ponz, donan su patrimonio en Castel Siscar a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, incluyendo todos sus bienes y derechos, y al año siguiente el castillo, con pertenencias y jurisdicción, cedido ab integro, con yermo, pobla-do y todos los derechos señoriales que allí retenía esta dama con la finalidad de poblarlo. En febrero de 1179 los habitantes de Sos y los hospitalarios de Castiliscar señalaron los límites de ambos términos. En 1183 éstos redactan un contrato agrario colectivo para todos aquellos que acudan a establecerse en el lugar. En Jaca, el 14 de agosto de 1201, el monarca Pedro II otorga a la Orden del Hospital por donación real, a cambio de mil mazmutinas, sus derechos reales sobre el lugar. En los comienzos del siglo xiii fue Fernando de Luna quien ejercía las fun-ciones de primer comendador en Castiliscar. El 31 de marzo de 1224, el castellán de Amposta Folch de Cornell, concede a los pobladores de Castrossiscar el fuero de Ejea. A mitad del siglo xiii, Jaime I ordenó a los oficiales de Ejea y Navardún proteger a los hombres de Castiliscar. Durante toda la Edad Media fue un lugar de señorío disputado a los reyes de Aragón por los de Navarra. Según Lanaspa, durante el reinado de Jaime II, la defensa de Castiliscar dependía del alcaide de Rueyta. Ubieto contabiliza una población que se tasó en 60 maravedíes en 1414 y estaba formada por 34 fuegos en 1495.

Del castillo al que hemos hecho referencia tan sólo queda en pie una de sus torres y algunos de sus lienzos de muralla. Las torres se levantarían entre 1088 y 1091, a juzgar por la documentación conservada, ocupando el lugar más elevado de la villa, junto con la iglesia de San Juan Bautista. Gracias a una intervención arqueológica reciente realizada en 1992, se pudo constatar que bajo la cota actual de la plaza que ocupa la zona interior del castillo se conservan algunos restos de las construcciones originales y restos de época romana utilizados como mate-

CASTILISCAR

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rial de relleno. Alrededor del castillo se fue asentando la población medieval, construyendo un caserío que conforma una serie de calles en forma de anillos irregulares adaptados a la topo-grafía del terreno que ha llegado hasta nuestros días. En el siglo xvi las nuevas construcciones traspasaron las murallas defensivas para seguir creciendo en las sucesivas épocas. Además de los edificios románicos que comentaremos a continuación existe otro de interés, la ermita de San Román, que ha sido datada en el siglo xiv, aunque estilísticamente se relaciona con otras ermitas del románico de inercia cercanas, como las de Serún o Barués.

Iglesia de San Juan Bautista

La iglesia de san Juan Bautista de Castiliscar, además de ser el edificio de mayor interés artístico de la localidad, sigue ejerciendo sus funciones de templo

parroquial integrado en la diócesis de Jaca. Está ubicado junto al castillo, en el punto más elevado de la población.

En el lado meridional de la fábrica original románica se añadió a comienzos del siglo xvii una sacristía. Gracias a una inscripción en la que se puede ver la fecha de 1603 conoce-mos el año exacto de esta obra. También presenta un coro alto en el tramo de los pies, fruto de un añadido posterior al edificio original. La iglesia ha sido restaurada en dos oca-siones a lo largo del siglo xx, una en 1959 y otra en 1983.

Se trata de un templo de planta rectangular compues-to por una sola nave de 24,50 m de longitud y 7,20 m de anchura, rematada al Este por un ábside semicircular. La portada principal se encuentra en el lado norte, aunque existe otra de menores dimensiones a los pies, que es la utilizada actualmente para acceder al interior. En el cuarto tramo del lado sur abre una estrecha puerta que comunica con la torre. Las ventanas que iluminan el interior del edi-ficio se encuentran ubicadas en la cabecera y en el muro hastial, tres y una respectivamente.

El aparejo del que se sirvieron los maestros canteros fue la sillería, con piezas perfectamente escuadradas que todavía albergan en su superficie numerosas marcas en forma de línea diagonal, cuña, media flecha, L, N inversa, W y cruz griega. El sistema de cubrición usado para la nave es la bóveda de cañón apuntado sobre arcos fajones del mismo tipo, sustentados por pilastras adosadas al muro que dividen el espacio de la nave en cinco tramos, y para el cilindro absidal la bóveda de cuarto de esfera igualmente apuntada. Todos los vanos de iluminación son aspillerados sin adornos al exterior y con un derrame interno que acaba en arco de medio punto dovelado. El interior del edificio, tanto en la parte de la cabecera como en la nave, carece de cualquier tipo de ornamentación escultórica.

La cabecera está recorrida en su alzado interno por dos molduras lisas, una por encima y otra por debajo de

los ventanales. La superior continúa por todo el perímetro interior marcando la línea de imposta de la bóveda, mien-tras que la inferior tan sólo ocupa esta zona, además del primer tramo del lado sur, disponiéndose sobre la entrada adintelada de la sacristía. Este vano de acceso practicado a comienzos del siglo xvii obligó a convertir el pilar que sus-tenta el fajón en una ménsula. Las hiladas que conforman los muros llegan a tener en la parte más baja unos 40 cm de altura, para pasar más arriba a los 28-30 cm de las sucesivas.

Todo el conjunto exterior está coronado por un alero que carga sobre canecillos lisos y da paso a una cubierta de piedra labrada. La severidad ornamental se rompe ligeramente en el lienzo norte, en el que abre la portada principal, enmarcada por dos de los seis contrafuertes que a intervalos desiguales articulan la fachada septentrional (curiosamente la meridional carece de ellos). Dicha por-tada tiene una anchura de 4 m desde el interior de los contrafuertes y su vano cuenta con una luz de 1,43 m. Está compuesta por tres arquivoltas de medio punto en gradación, cuya sección se compone por un baquetón en la arista flanqueado por variadas molduras. Curiosamente, las arquivoltas no apean sobre el capitel, como es norma, sino sobre las esquina intermedias. Tan sólo la arquivolta exterior y la chambrana presentan elementos decorativos en forma de cabezas de clavo, estrellas de cinco brazos y flores de cuatro pétalos (la arquivolta) y flores de cuatro pétalos y cabezas de clavo circulares de ocho gallones (la chambrana). Por su molduración y por los elementos decorativos utilizados pueden relacionarse con las de la portada de San Lorenzo de Uncastillo. Bajo las arquivoltas se dispone el tímpano, sustentado por sendas ménsulas con garras y cabezas de animales de grandes ojos ovalados y dientes puntiagudos, de las que tan sólo se conserva la del lado este. El extradós del tímpano está decorado por una orla de palmetas inscritas evolucionadas (con gracio-sos lazos en sus extremos) en la zona semicircular y por un friso de celdillas romboidales bastante deterioradas en su parte inferior. En su interior, sobre un fondo liso,

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Lado norte

Planta

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se dispone el crismón trinitario aragonés, de seis radios y travesaño horizontal en el centro, con las letras colocadas en su posición ortodoxa, salvo por la s que es inversa. Las ocho columnas, cuatro a cada lado, que sustentan el con-junto de las arquivoltas son de fuste cilíndrico, a excep-ción de la exterior del lado oriental, que es de sección octogonal y fruto de alguna reforma posterior. Presentan capiteles con decoración vegetal esquemática, excepto el segundo del lado occidental que presenta dos aves con sus cuellos entrelazados y picoteándose las patas, similar al de San Esteban de Sos del Rey Católico y derivado como él del modelo pamplonés-legerense. El resto de los capiteles, desde el exterior del lado oriental, ofrecen la siguiente decoración: el primero es liso; el segundo tiene en su parte baja dos niveles de pencas con hojas lobuladas por delante; sobre ellas varias espirales separadas por las cabezas de clavo ya citadas; el tercero presenta grandes hojas digitadas superadas por volutas que rematan hojas festoneadas; y el cuarto de este lado muestra grandes hojas unidas por combados y terminadas en volutas; tercero y cuarto ofrecen dados bajo el cimacio, que en todos los casos muestra roleos de semipalmetas bien dibujados. Pasando al otro lado, el exterior occidental está decorado con formas vegetales muy esquemáticas que muestran

nervios conectados por incisiones en zigzag a modo de cabrios; el siguiente se distribuye en dos registros, mos-trando en el inferior unas vainas vegetales y en el superior unas volutas extremadamente carnosas bajo remate denta-do; el siguiente corresponde a la escena comentada de las aves picoteándose las patas, que se encuentra por delante de hojas lanceloladas lisas terminadas en volutas y dados; el último está en la línea de su homólogo del lado opuesto, con ligeras variantes. El examen del repertorio ornamental revela que se da una mezcla entre el repertorio propio del románico pleno hispanolanguedociano (palmetas, hojas digitadas, volutas) y diseños propios del tardorrománico (dados, hojas lisas unidas por combados), todo tratado con tosquedad y marcado por el gusto combinatorio de un maestro rural. El conjunto de la portada está cobijado bajo un pequeño alero encajado entre los contrafuertes que la flanquean, sustentado por cinco modillones con diversas decoraciones a base de rollos y bolas.

Existe constancia documental y gráfica de una inscrip-ción que se encontraba grabada en una de las jambas de esta portada, desaparecida en una de las recientes restaura-ciones de la iglesia. Según Cabañero y Escribano se trataba de un epitafio del monarca navarro Teobaldo I, lo que es razonable si consideramos que en aquel momento la igle-

Alzado norte

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Portada norte

Detalle de la cubierta de piedra

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Ábside

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sia pertenecía a la diócesis de Pamplona, lo que demuestra la gran influencia de este reino en la zona, aunque estuvie-ra sometida al mandato del rey aragonés. Según Almería, probablemente debió de ser grabado por orden de algún comendador de la Encomienda de Castiliscar y se leía e(ra) m(ilesima) cc / xci oBi / it / teoBald(us) / rex navarr / e, y se traduciría por: “En la era 1291 murió Teobaldo, rey de Navarra”, lo que hace referencia al año 1253.

En el muro de los pies abre otra puerta bastante des-centrada hacia el Sur, de menores dimensiones, con una anchura de 1,03 m. Es más sencilla que la principal, forma-da por un arco de medio punto dovelado, que apoya sobre impostas tremendamente erosionadas. Sobre ella se dispo-ne una chambrana en la que continúa la imposta anterior, menos erosionada en esta zona, lo que permite apreciar su biselado y varios restos de una decoración a base de piñas. Sobre este muro occidental, una espadaña con dos vanos campaniles de medio punto remata el conjunto.

A pesar de su cronología, previa al románico, no debe-ríamos pasar por alto la alusión a una pieza de extraordina-

rio valor artístico conservada en esta iglesia. Su proceden-cia no se ha aclarado completamente, ya que en un primer momento parece ser que se encontraría en el vecino pueblo de Sofuentes, aunque otras prospecciones más recientes hacen que los expertos se inclinen por el yacimiento de Sonavilla, cercano a la ermita de San Román. Se trata de un sarcófago paleocristiano que se usa actualmente como mesa de altar y está colocado en el presbiterio del templo. Es una pieza de mármol, de un color amarillo intenso, que mide 2,23 m de longitud y 0,74 m de altura. Recibió decoración escultórica en uno de sus lados, en el que, de derecha a izquierda, se pueden ver las escenas de la Resurrección de Lázaro, la Curación de la Hemorroísa, la Orante, las Bodas de Caná (en la que una figura muestra un pez, símbolo de Cristo para los primeros cristianos) y la Adoración de los Magos. Se fecha a mediados del siglo iv y por su material y tipología, de friso continuo, se considera una pieza impor-tada directamente de Roma.

Por otro lado, entre la iglesia y los muros del castillo, en una intervención reciente que requirió realizar una

Interior

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excavación arqueológica de urgencia, salió a la luz una tumba antropomorfa excavada en la roca, de 1,80 m de longitud y 50 cm de ancho, con la cabecera delimitada y el fondo plano. Presentaba orientación con la cabecera hacia el Oeste y contenía el esqueleto de un individuo adulto colocado en decúbito supino, sin ajuar.

No existe documentación ni inscripciones medievales que permitan datar de una forma precisa esta construcción, aunque sus esquemas arquitectónicos y las avanzadas for-mas escultóricas permiten ofrecer una cronología cercana a la transición de los siglos xii y xiii, aunque ya dentro de

este último, lo que coincide con las fechas en las que se instalaron los monjes de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén en Castiliscar, quienes debieron de ordenar su construcción y propiciar la advocación de San Juan Bautis-ta. Buenaga incluye esta iglesia en un grupo de templos en los que aprecia decoración relacionable con la propia de la arquitectura cisterciense, compuesto por otros ejemplos como San Miguel de Biota, San Esteban de Luesia o Santo Tomás de Layana, lo que corrobora la cronología avanza-da de la construcción.

Junto al lado sur de la iglesia, a un nivel superior, se levantan los restos de la fortaleza que dio origen a la villa medieval. A los vestigios conservados bajo la

plaza actual citados en la introducción, descubiertos por Rey Lanaspa, hay que sumar una de las torres originales del castillo, reutilizada como ermita u oratorio en un momento indeterminado y conocida como la capilla del Cristo, que alberga en su interior un magnífico calvario compuesto por dos tallas románicas y una gótica.

La antigua torre está situada en el flanco nororiental de la peña sobre la que se situaría la fortaleza, en la parte más cercana a la iglesia de San Juan Bautista. Todos los autores coinciden en afirmar que la planta baja de esta torre fue reutilizada en fecha desconocida como oratorio del castillo, modificándola estructuralmente, añadiéndose-le un cuerpo que la precede, y dedicándola al Santo Cristo. Por la documentación gráfica manejada se ha restaurado recientemente, posiblemente en el mismo momento que la iglesia, ya que en instantáneas antiguas se aprecian diver-sas construcciones adosadas a la estructura de la torre, inexistentes hoy en día.

Se trata de una construcción de planta trapezoidal de dos alturas y terraza almenada. La parte baja, en donde se alberga la capilla del Cristo, tiene una planta rectangular irregular dividida en dos tramos, de 9,50 m de longitud y 3,90 m de anchura. El segundo piso es cuadrangular y es usado actualmente como campanario. Se accede a la torre-capilla mediante una puerta de 0,93 m de anchura, situada en el muro de los pies. Hay dos vanos de iluminación, uno sobre la puerta de entrada y otro en el muro norte, ambos aspillerados al exterior y con derrame interno adintelado. En los paramentos exteriores quedan restos de antiguas aspilleras que actualmente se encuentran cegadas. La torre está construida en su mayor parte con sillería, distribuida

en hiladas cuyas dimensiones rondan generalmente los 25-30 cm, aunque en diversos puntos del alzado se utiliza el sillarejo y sillares más pequeños y peor trabajados. No se aprecian marcas de cantería en ninguno de sus para-mentos.

En el interior, el espacio de la planta baja ocupado por la capilla se cubre con bóveda de cañón apuntado reforzada por dos arcos fajones que descansan en ménsulas lobuladas y que crean a su vez dos tramos. La puerta de acceso está decorada por un relieve discoideo que contie-ne una cruz patada en el dintel, sustentado a su vez por dos salmeres en voladizo, decorados con rollos.

El Calvario que se puede contemplar en el muro oriental está formado por tres esculturas de madera talla-das y policromadas: un Cristo crucificado en el centro, la Virgen a la izquierda del espectador y San Juan a la derecha. Las dos primeras corresponden a esquemas de tradición románica, mientras que la tercera es de factu-ra posterior. La imagen del Cristo crucificado, también conocida como el Cristo del Castillo por los habitantes de Castilliscar, se trata de una talla anónima con unas dimen-siones similares a la escala natural, con 1,60 m de altura y 1,50 m entre ambas manos. Su anatomía está formada por varios bloques de madera perfectamente unidos, uno para el cuerpo y otros dos para cada brazo. Pertenece al tipo de crucificado de cuatro clavos, con los brazos desplegados en horizontal y perpendiculares al torso, con la cabeza suavemente inclinada sobre el hombro derecho, el cuer-po rígido perfectamente adaptado a la cruz y las manos abiertas. El torso de la figura está desnudo, mostrando una anatomía de rasgos esquemáticos. Un perizonium o paño de pureza largo con marcados pliegues en V oculta el resto del cuerpo desde la cintura hasta las rodillas, cubriendo la izquierda y dejando a la vista la derecha. El tratamiento de

Capilla del Cristo

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Calvario

Imagen del Cristo crucificado Imagen de la Virgen

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incipiente volumetría y la caída someramente naturalista del reborde del paño evidencia su ejecución en fechas avanzadas. Su rostro, barbado y con los ojos cerrados, pre-senta una gran severidad, aunque contiene ciertos apuntes naturalistas, sobre todo en las proporciones. La forma de presentar las facciones, alejadas de cualquier muestra de dolor o sufrimiento, se corresponde con la iconografía románica. Sobre la cabeza porta una corona dorada bajo la cual cae la melena, lisa y morena, hasta los hombros. Pre-senta un rasgo típico del arte románico y de las primeras décadas del gótico, basado en gruesos mechones de pelo que caen sobre los hombros del crucificado. Las formas anatómicas y la rigidez del cuerpo hacen pensar en una cronología de las décadas iniciales del siglo xiii. Abbad lo relaciona con el mismo autor del Cristo del Perdón de Sos del Rey Católico, aunque en este caso no se presenta con los ojos abiertos.

A su derecha podemos contemplar la imagen de la Virgen, conocida entre los vecinos como la Virgen de las Nieves. Se trata, al igual que la anterior, de una talla en madera policromada, aunque en este caso está realizada a partir de un solo bloque. La pieza, de aproximadamente 1,50 m de altura, destaca por la dulzura y belleza de su rostro, a pesar de que todavía persistan claramente ras-gos como la frontalidad, la rigidez y el hieratismo, de lejana tradición bizantina. Presenta la habitual postura de lamentación, en la que la cabeza apoya suavemente en la palma abierta de su mano izquierda, mientras que el brazo derecho cruza su vientre para sujetar a su vez el codo del anterior. Sobre su cabeza lleva un tocado que oculta su cabello, y sus ropajes caen rígidos hasta los pies mostrando pliegues en V en su halda, similares a los vistos en el paño de pureza del Cristo. Asimismo, apreciamos cierta volu-metría en el atuendo bajo el antebrazo derecho y pliegues en doble horquilla en el pecho, indicativas del recurso a

soluciones ya góticas. Al igual que la anterior se fecha en las primeras décadas del siglo xiii, en relación a obras del sur de Francia y del ámbito catalán. Giménez Aísa apunta como posibilidad que este conjunto escultórico pudiera haber llegado desde Ribagorza por medio de la familia de los Entenza, señores del lugar hasta su entrega a la Orden del Hospital. Por último, la tercera escultura del Calvario, San Juan (aunque algunos vecinos la identifican con San Nicolás) es una talla gótica realizada en madera policro-mada, más moderna que las anteriores.

La cronología de esta torre-capilla parece correspon-der a la primera mitad del siglo xiii, por lo que no perte-necería a la primera fortaleza relacionada con la fecha de 1088, año en el que, como se ha comentado en la intro-ducción, el rey Sancho Ramírez y el infante Pedro encar-gan a Galindo Sánchez la fortificación del castello Liscare.

Texto y fotos: JAN - Planos: MLAC

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