Cabalgado en los recuerdos de aliste.

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CABALGANDO EN LOS RECUERDOS DE ALISTE. MARZO DEL 2013 Por Simón KATON ÁLVAREZ. Desde la ciudad de Buenos Aires, Rep. Argentina Si bien los refranes son sentencias certeras de comportamientos, actitudes y conductas humanas, desde que el hombre ha penetrado con sus observaciones y descubrimientos en el Genoma Humano, muchas de esas certeras sentencias refraneras, han entrado en revisión. Pongamos por caso, que el “hombre no es de donde nace, sino de donde pace”, muy bien citado en el Lenguaje Quijotesco. Lo que en principio es cierto. Pero también es cierto, que las herencias genéticas llevan consigo una memoria colectiva y unas cadenas de genes, que tienen mucho que ver, con la cultura, los sentimientos y los entornos medioambientales de precedencia, negativos o positivos, donde esas cadenas se han consolidado, con excesos o penurias ¡ No importa ! Lo importante, es que han podido sobrevivir por muchas generaciones, a pesar de todo, que en definitiva es la transcendencia de la lucha por la Vida, el gran objetivo de la evolución biológica. En razón de esas herencias, con sus enlaces de adaptación, surgen los intereses animales de volver a los orígenes; los llamados irracionales, por imperio del instinto. Los humanos, por la necesidad de conocer sus raíces, dado que su historia biológica, está más en la precedencia que en la derivación consecuente; de ahí, que con los ciclos de los años que pasan, se potencien las morriñas, la saudades, o las melancolías; por las raíces de los orígenes, de la persona que las abandonó aunque fuera en “estado de necesidad”, reivindicadas en parte por los hijos; que suelen ser más potentes, las realizada por los nietos. A partir de ahí, el paso del tiempo se va encargando de echar olvidos sobre ese tipo de sentimientos. Con el precedente exordio, sí me voy a internar en las geografías alistanas, para escardar algunas postales de los cultivos de mis recuerdos y vivencias personales. Siempre teniendo como eje el pueblo de Tolilla de Aliste, situado a los 41º y 44´ de Latitud Norte y a 06º y 13´ de Longitud Oeste (ayuntamiento de Gallegos del Río,

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Marzo 2013. Articulo desde Argentina po Simón Katón sobre la comarca alistana.

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CABALGANDO EN LOS RECUERDOS DE ALISTE. MARZO DEL 2013 Por Simón KATON ÁLVAREZ. Desde la ciudad de Buenos Aires, Rep. Argentina Si bien los refranes son sentencias certeras de comportamientos, actitudes y conductas humanas, desde que el hombre ha penetrado con sus observaciones y descubrimientos en el Genoma Humano, muchas de esas certeras sentencias refraneras, han entrado en revisión. Pongamos por caso, que el “hombre no es de donde nace, sino de donde pace”, muy bien citado en el Lenguaje Quijotesco. Lo que en principio es cierto. Pero también es cierto, que las herencias genéticas llevan consigo una memoria colectiva y unas cadenas de genes, que tienen mucho que ver, con la cultura, los sentimientos y los entornos medioambientales de precedencia, negativos o positivos, donde esas cadenas se han consolidado, con excesos o penurias ¡ No importa ! Lo importante, es que han podido sobrevivir por muchas generaciones, a pesar de todo, que en definitiva es la transcendencia de la lucha por la Vida, el gran objetivo de la evolución biológica. En razón de esas herencias, con sus enlaces de adaptación, surgen los intereses animales de volver a los orígenes; los llamados irracionales, por imperio del instinto. Los humanos, por la necesidad de conocer sus raíces, dado que su historia biológica, está más en la precedencia que en la derivación consecuente; de ahí, que con los ciclos de los años que pasan, se potencien las morriñas, la saudades, o las melancolías; por las raíces de los orígenes, de la persona que las abandonó aunque fuera en “estado de necesidad”, reivindicadas en parte por los hijos; que suelen ser más potentes, las realizada por los nietos. A partir de ahí, el paso del tiempo se va encargando de echar olvidos sobre ese tipo de sentimientos. Con el precedente exordio, sí me voy a internar en las geografías alistanas, para escardar algunas postales de los cultivos de mis recuerdos y vivencias personales. Siempre teniendo como eje el pueblo de Tolilla de Aliste, situado a los 41º y 44´ de Latitud Norte y a 06º y 13´ de Longitud Oeste (ayuntamiento de Gallegos del Río,

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Partido judicial de Alcañices, provincia de Zamora, Comunidad de Castilla y León, en el Noroeste de España), el mío, donde nací y viví, con amores y dolores, la niñez, adolescencia y primera juventud de mi Vida. Período donde se forman los pilares de la personalidad, para decidir la suerte del Río de la Vida a seguir, “…sea grande, mediano e más chico, que en todo caso irá a parar a la mar, que es el morir…” memorando e imitando las Coplas del Poeta J. Manrique ( 1440 -1479). Para un mejor entendimiento, habida cuenta que esa parte de mi vida transcurrió en él, las épocas, meses, estaciones del año, y el resto de las descripciones, corresponden al Hemisferio Norte, el de las Osas Mayor y Menor con su Estrella Polar, por siglos guía de navegantes. No al Hemisferio Sur, el del Crucero del Sur, que aunque he pasado en el mismo algo más del 73% de mi vida, he dedicado menos tiempo en mirar las estrellas , con lo que no quiero decir, que mirar las estrellas sea malo, ni mucho menos. Pero una cosa era la visión de la bóveda celeste por tierras alistanas, de atmósfera diáfana, desde sierros y cumbres, en tareas de pastoreo nocturno al aire libre; y, otra diferente, la atmósfera húmeda y brumosa de la ciudad de Buenos Aires y sus amplias zonas de influencia a nivel del mar, llamada zona Cero. Sobre Aliste, voy a referirme a los Pueblos más caminados, que en principio son los rayanos de Tolilla, por orden de cercanía: Lober de Aliste, Mellanes de Aliste, Flores de Aliste, Fradellos de Aliste ( para mi el menos visitado) y Rabanales de Aliste. También a otros varios, también muy visitados, empezando por la villa de Alcañices (distante de Tolilla unos 13,5 Kms., por camino de rodera de mis años, entre jarales y matas de robles), capital de la “Comarca de Aliste”, de la mano del marquesado del mismo nombre: Marqués de Alcañices, históricamente emparentado y/o incorporado a los designios de los Grandes ducados de España, a partir de la Reconquista, y la Unificación de España con los Reyes Católicos. Otros de los más visitados, Ceadea, Fornillos, Fonfría,Samir de los Caños, Domez de Alba, Vegalatrave, Muga de Alba, Valer, Bercianos, San Vicente, Cabañas, Sarracín, Abejera, Villarino Cebal, Grisuela, San Vitero, San Juan del Rebollar, Tola, Trabazos, Sejas, Matellanes, Moveros; todos de Aliste, salvo los signados con la comarca lindera Alba, hacia el Sureste. 001-TAREAS HABITUALES AGRÍCOLAS-GANANDERAS Y COSTUMBRES DURANTE CADA MES DEL AÑO. 001-01- MES DE ENERO:

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En mis tiempos, era el mes más frío del año, casi siempre con alguna nevada, pero especialmente de heladas sostenidas, una sobre otra, de tal manera que las capas de carámbano eran muy gruesas en las aguas remansadas del Río Mena, en el caso de Tolilla, y en cada pueblo de la Comarca, con el río o curso de agua que le correspondiera; bien los que desaguan en el Río Aliste, que corre la Comarca hacia el Sureste, camino del Esla y, éste, hacia el castellano-leonés Duero, que por territorio salmantino, se interna en Portugal, donde se internacionaliza camino a Oporto. Y esas heladas a repetición, en esas claras y frías noches de Enero con luna, se veían crecer. Es más, las praderas se dilataban, levantando las pasturas de la hierba al congelarse su subsuelo, lo que se podía palpar con sólo dar unas zancadas con las cholas por arriba, con un sonido similar a lo que resultaría pisar nueces con las mismas cholas sobra una superficie dura. Si en la madrugada llegaba a cerrarse la niebla, era muy común la impresionante visión del cenceño (término alistano), sobre plantas y árboles, cargados de hielo, al congelarse la humedad saturada por la niebla. Todo un espectáculo, copiado para la sociedad de consumo con las postales de Navidad. Si de casualidad llegara a filtrase algún rayo de Sol mañanero, la descomposición de la luz, en los colores del espectro, era un espectáculo inigualable hacia la perspectiva del Oriente. Como dijimos, sí era un mes frío sin cuento; y si por ahí le añadía soplos sostenidos del Noreste, engendrados en el Norte de las tundras siberianas, canalizados por los puertos de montaña, que embocan los Pirineos por los corredores de Burgos y Soria, las raíces de las barbas quedaban congeladas. De cualquier manera, aparte del abrigo de las capas pardas, todavía estaban presentes las enérgicas calorías de las matanzas de Diciembre. No ya de los torrejones, que se habrían extinguido, sí tal vez de algún remanente de las morcillas dulces, como desayuno; que luego en la comida del mediodía, bien podría ser el cocido de berzas con patatas, con su caldo enriquecido con el tocino de papada, para encarar la cena nocturna, con un guiso de patatas y botillo, con sus ternillas y huesos carnosos saborizados por el tradicional adobo, que alegraban el sabor y la vista rindiendo la voluntad de los comensales. Tampoco en ese mes, había que descartar un desayuno tradicional, de unas torradas de pan, pringadas con la grasa de un pedazo de tocino clavado con un espeto, que se ponía en las llamas turbulentas de las jaras, la lumbre en chamusquina, para hacerlo gotear en forma sostenida y abundante sobre la torrada de pan, aunque una parte fuera a incentivar como energía el fuego de las brasas.

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¡Claro! En esos tiempos, que yo todavía visualicé ( y gusté) con rumbos de salida, no había remota idea de lo que era el “síndrome metabólico”, una extraña alianza de la diabetes tipo-II desmadrada, presión arterial alta, colesterol LDL(el malo) alto, triglicéridos abundantes, y en casos puntuales, un ácido úrico bien saturado como desecho metabólico. Y no había idea, no sólo en los vecinos de Aliste, tampoco en los médicos rurales, pues la ignorancia llegaba a los mejores consultorios médicos de N.York, Boston, Londres, Berlín, Roma, Madrid y Barcelona. Eran años donde las calorías eran deficitarias, para mayorías, y donde las comadres entonaban el “no hay mejor espejo que la carne y la grasa sobre el hueso”.La gordura ¡ Era Salud ! Enero era un mes de transición, de poca acción agrícola, pero ya activa en la ganadería, con la reproducción de corderos y la cosecha de de terneros. Además era común sacar vacas y burros a retozar por arroyos y montes, en especial para beber agua de los arroyos, muy soleada en las superficies inclinadas hacia el lecho, con una temperatura mucho más alta en grados que las frías corrientes del Río. Tampoco era extraño, que Enero se dedicara en parte a la recolección de carros de hojarascas de jara, encina, roble y otros, par llevar a los corrales, que esparcidas, y pisadas por los animales (vacas y burros), se convertían en estiércoles orgánicos para derivar en su días a las tierras de Sementera. También era mes de piensos y suplementos para ovejas , vacas y burros, inclusive del forraje natural y fresco, de la llamada en Aliste herraña ó ferraña. Para los cazadores autorizados, era un mes muy apto, para la caza de palomas torcazas, pollas de agua, perdices, conejos y liebres; oficio que yo no logré desempeñar; sí nuestro primo hermano Domingo Casas, que además de buen cazador, era un excelente cocinero (su padre, el tío Simón, también lo era de ambas cosas); Celedonio, también accedió a ese oficio. Los días de Domingo en general, en los pueblos de Aliste se celebraban bailes. Algunos con tamborilero, otros con gaitero, pocos con dulzaina, y más con una lata grande con palotes, en manos de las mozas, que también eran las cantantes. En mi etapa inicial, allá por final del 38 (de Julio del 36 a Marzo del 39, por la Guerra, los bailes estaban prohibidos). Mi primera maestra de baile, fue Julia, la prima hermana de mi madre, que me llevaba 9 años de edad. Las ejecutoras de lata y canto, la número uno era Cándida Álvarez, prima hermana de mi madre; la seguía Paula Casas, y de vez en cuando la parienta Cristina (luego se irían sucediendo los relevos).

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Lo clásico era la jota, el pasodoble y el vals. Los salones de baile, si no llovía, la Plaza del Negrillo o del Rincón, con vista a nuestra Casa de Arriba, al Portal del tío Pablo Casas, lateralizada por la Calle Real, con vista al Portal del tío Vicente Cruz. Si hacía mucho frío, llovía, o estaba el piso con barro, entonces el salón se llevaba a la Casa Concejo, que con los años, en invierno se hizo más habitual. Alguna vez para la Fiesta de Santa Inés, patrona de Tolilla, que se celebra el 21 de Enero, se hizo en el Salón principal de la Casa del Maestro, cuando el Maestro de turno no la habitaba; propio de los Maestros solteros, que se alojaban en alguna casa de familia. Voy a ensayar la memoria, de las bailarinas y bailarines de fin del 39 a más o menos 1944-45, partiendo de la punta de arriba del Pueblo en sentido inverso de las agujas del reloj: Francisca (Quica), Cristina, Juana, Miguel, Catalina y María; Valentina, Anastasia, Dionisia, Paulina y Asunción; Paula; Gregoria; María; Cándida, Rufina y Julia; mi tía Victorina; Consuelo y Rufina; Matea; mi tía Antonia, Brígida, Julita, Francisca; Dorotea, Marcelina, Teodora, Dominga y Margarita. Bailarines: Miguel; Tomás; Celestino; Teodoro, Manuel, Bernardino y Cándido; Domingo; Jacinto y Pedro; Angelito y Juanito; Teodoro y Agustino; Simón (yo) y Paco; Marciano, Antolín, Domingo, Celedonio e Isaac; Julián, Isidoro y Marcelino; Atilano. Esto como media general, con salidas e ingresos, por razones de estado civil más que de edad en las salidas, y una edad razonable para las entradas. En mis tiempos de escolar primario, era un mes apto para llevar a la Escuela una lata cargadas con una especie de cisco de jaras, bien encendido. Como eran años de crecimiento para los escolares, lo más seguro era que los pantalones quedaran cortos para llegar a las rodillas, y las medias de lana tejidas, estuvieran bien por debajo de ellas, sin tener en cuenta, que las medias eran mayoría de las llamadas de peal , que en concreto eran las que en el pie, sólo tenían una tira de paño de unos 05 centímetros de ancho, que dejaba todo el pie libre y desnudo dentro de las cholas, para que viviera en plena libertad; lo que así hacía, aunque congelado. Y, bueno, voy a despedirme de Enero, porque ya me parece que esta mañana escuché cantar la “abubilla” encima del cañón de la chimenea. 001-02-MES DE FEBRERO: En este mes (Febrerillo el corto que sus días son 28 ó…), es frecuente que caigan las Fiestas de Carnaval, que en España a partir de 1936 por muchos años se prohibieron.

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En sus primeros días, aparte de las fiestas de San Blas, era común observar la llegada de las cigüeñas a sus tradicionales nitos, con ese castañeo de pico y pala, con su largo pescuezo doblado hacia atrás, para el sostenido y acelerado repiqueteo de gola y picos. Los días son algo más largos, algo más soleados, y las abubillas toman por asalto desde temprano las chimeneas, con su monótono ¡bu,bu,bu! ¡bu,bu,bu!...Las golondrinas, vuelven a sus nidos, por aquello de la canción:”Llega la Primavera y el pájaro voló, en busca de su nido que antaño se dejó…”Los furiosos vencejos, en días aparecerán con sus formaciones de cazas a reacción, de vuelos rasantes, para anidar en los huecos de las torres de las iglesias, y de esta manera empieza a ponerse en marcha, de a poco, la Naturaleza de la Vida, con incipientes apariciones, en esquinas soleadas y escondidas al viento, de alguna mata de próximas flores de violetas. Entre otras cosas, ya están listas las nabizas, con sus grelos, que en el caso de Aliste, tienen destino de alimentos ganaderos; y creo sin él, para el costumbrismo gallego, del famoso lacón con grelos, que yo llegué a comer bastante una vez instalado en la ciudad de Buenos Aires. Además, si el tiempo lo permitía, se iniciaba el “período de la borregada”, donde borregos y ovejas machorras, se juntaban las de varios rebaños, para montar los chiqueros sobre las tierras de labranza. Los turnos de los pastores eran de más o menos 03 días seguidos, y el rebaño iba a dormir en el chiquero asentado sobre la tierra del pastor de turno. Recién en el mes de Marzo avanzado, los rebaños propios integrados: Carneros, ovejas de cría, machorras y corderos, iban a parar a los propios chiqueros, para abonar las propias tierras de labor, a sembrar en la Sementera de turno. El abono principal era el de los orines, con sales minerales nitrogenadas, puesto que el de los excrementos, era mucho más visible, pero de baja calidad. Si la tierra no estaba muy húmeda, en Febrero se le daba la primera arada, llamada rielba, que en términos del Astur-Leones, como es el Alistano, es la primera arada después de la siega de la cosecha. Si el grado de humedad es alto, y la tierra está barrosa, hay que esperar algo más para que se seque, y pasaría la acción al mes de Marzo. Desde hace años, y en muchas partes del mundo, también en Argentina, se han dejado de lados las aradas, por el fenómeno de desertización, para aplicar la técnica de siembra directa, sobre la que no estoy en condiciones de opinar. Sí recuerdo, que las dos o tres aradas que se daban a las tierras de cereales en Aliste, producían polvaredas, y tanto el viento sostenido, como el lavado de la lluvia, iban reduciendo las capas mas sustentables de la tierra, hasta aflorar la base de guijarro

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granítico, subsuelo muy alistano e improductivo, entre otras cosas, por no retener la humedad ni los nutrientes. A mediados de Febrero, era común que los prados productores de hierba para la ganadería, quedarán vedados a las pasturas de hacienda (vacas, ovejas y burros), para que luego su producto, la tupida hierba, fuera segada por las guadañas y sus operadores, desde mediados a finales de Junio de cada año. En el mes de Junio, se hablará de la operatoria de mis tiempos. Allá por la última quincena del mes (Febrero), en los rebaños de las ovejas madres, en sus salidas a los rastrojos, para solearse y pastar un rato, ya empezaban a formarse corrillos de pequeños corderos mamones, empezando a ensayar entre sí, cortas carreras de brincos de ida y vuelta, pues algunos andaban ya por los 03 meses de vida. Eso sí, de haber algún cabrito mamón (que solía haber), los mismos eran mucho más inteligentes, más juguetones y, mucho más simpáticos y amigables. Era un mes, en el que se buscaba, por animales y personas, la confortabilidad de las solanas al abrigo del viento y a los rayos del Sol ( tiempo de recolección de alrrabazas y berros por los regueros de las fuentes de las Fonticas del Castro, Urrieta el Espino y las Llameras) ; aunque la exposición alargada al sol, solía producir, de verdad, buenos dolores de cabeza. También empezaba a potenciarse, la pesca de las “sardas” con caña simple en el Río Mena, al incrementarse los bancos de las mismas, en las aguas soleadas y poco profundas; en especial, en una pequeña poza delante de los huertos de la tía Vicenta y la tía Luisa, que venía del brazo del Río de los Llenaderos – Lavaderos. 001-03-MES DE MARZO: Este mes, era definido por los Manuales escolares, como el de los vientos fuertes y el de las granizadas. También en bastantes casos, cuando los carnavales eran tempranos en febrero, la Semana Santa y el Domingo de Pascua, eran marcianas. Pues hay que tener en cuenta el dicho popular:”Miércoles de ceniza, que triste vienes, con cuarenta y cinco días, todos de viernes”. Antes en Febrero, decíamos de las matas de violetas, todavía sin violetas; pero en Marzo, sí, ya aparecían las flores de violetas en esos rincones soleados al abrigo del viento, unas de las primera flores que anunciaban la inminente Primavera, flores que por su aparente naturaleza, aparte de menudas, dan la impresión de ser vergonzosas,

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con su repliegue sobre sí mismas, como sintiendo pudor de ser las primeras, ante lo que será todo el aluvión floral de la arrolladora Naturaleza en la Estación.

En este mes se consolidaba la rielba de las tierras del rastrojos cerealero, ya

descripta en Febrero; pero también , la arada de las cortinas de secano , a expensa de las lluvias primaverales, para el sembrado de garbanzos, patatas tempranas, almortas o muelas, guisantes y cebada tardía; cultivos que se inscribían en ese tipo de tierras arenosas – pedregosas, que formaban parte de las cercanías de los entornos urbanos de los pueblos (tras las casas), denominados popularmenrte como “cortinas”( en Alistano). También comenzaban las aradas de las huertas de riego, productoras de forrajes invernales, en general las herrañas ó ferrañas de centeno, para que con dos , tres o más aradas, complementadas con rastra y abigador / arrodador y, debidamente abonadas con estiércol orgánico de animales, fueran receptoras de patatas, fréjoles, alubias, lechugas, tomates, pimientos, berenjenas (poco comunes) y otras variantes de legumbres y hortalizas de consumo en la Comarca. Además era un mes, donde se acrecentaban las posibilidades de la pesca con caña simple, pues aparte de los bancos de sardas más crecidas, aparecían en la escena los escallos, un intermedio entre las sardas y los barbos, más receloso que las sardas en el pique, bastante más grandes, y más luchadores, especies muy comunes en los Ríos de Aliste, entre ellos el Mena, en su paso por Tolilla. En el Mena, en las cercanías de las regaderas, en los huecos de las paredes que sostienen la Calzada de Arriba, desde la base del Pueblo, en la desembocadura de la llamada Guadiana (hoy un recreo con mesa de piedra de Molino) en el Río Mena de Tolilla, se daban las primeras muestras de lo que podría ser la campaña de pesca de los cangrejos del año, en cuanto a cantidades y calidades, campaña que empezaba en Abril-Mayo en aguas superficiales, y finalizaba en Julio en aguas más profundas, en cuanto a la pesca con cangrejeras o garlitos, pesca de la que fui un gran aficionado, como ya he referido en otros escritos de la Web de Aliste. Los cangrejos del Mena, muy abundantes en todo el recorrido por Tolilla, a partir del tramo del Río que va desde la parte de abajo del pueblo de Mellanes, donde desagua un arroyo que viene de la Sierra, en su encuentro con otro brazo que viene de Arcillera, y ambos desembocan en el brazo del Mena, propiamente dicho, que nace en unos manantiales de Tola de Aliste. Los cangrejos eran de buen tamaño, de un color oscuro verdoso, muy

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parecidos (en escala menor) a las langostas marinas, incluso a los langostinos grandes en tamaño (no en color), con las dos patas delanteras prensoras, muy fuertes y grandes, cola larga y bien desarrollada. En sus distintas aplicaciones culinarias, eran un verdadero manjar, de sabor y calidad nutricional: En tortilla, con arroz, o la misma simpleza de mojar la cola cocida, en una mezcla de aceite y vinagre / limón. En los últimos tiempos, en mis viajes, me he enterado que han desaparecido; primero por haberse reiniciado la actividad de una mina en Arcillera, cuyos vertidos dañan las aguas de ese brazo del Río, que luego desagua en el Mena; segundo, por las pertinaces sequías recurrentes; y, tercero, porque alguien sembró por Aliste el cangrejo americano, más fuerte, voraz y agresivo, que ha ido desplazando al natural en esos ríos por los siglos. En este mes, era la época de los injertos, de viñas y frutales, por alguno de los sistemas tradicionales conocidos, como era el caso del injerto de púa ingles, uno de los más usados. Consistía en hacer una incisión, en una rama o pequeño tronco a injertar, colocando en la misma la parte del injerto o cuña, por un lateral, de tal manera que la corteza del injerto, coincidiera con la de la rama o tronco injertado, para que de esta manera, hubiera una buena circulación de la savia de la base injertada, con la del injerto, luego a través de un hilo especial se sostenía el injerto y se cubría la incisión con tierra, en el caso de las viñas, o con una masa de cerote resinoso en los árboles frutales. El éxito de los injertos, en el caso de las viñas era de casi el 100%; en los frutales, entre el 70 al 80%. Yo fundamentalmente, con mi hermano Paco, plantamos primero la Viña del Ramajal, con sus pozos alineados, por Marzo del 45, la injertamos por Marzo del 47, y empezó a dar algo de uvas en el año 1948. Los injertos de las clases de uvas elegidas, se hicieron sobre los troncos híbridos de base plantados. Viña que duró pocos años, hasta mediados de los 60, pues al emigrar la gente del Pueblo hacia otras latitudes, al faltar los cuidados y limpieza, todo se llenó de zarzas, malezas y matojos, quedando sepultadas las cepas, entre esa maleza generalizada y absorbente. También por Marzo-Abril de 1951, en una de las llameras nuestras de Entre las Aguas, yo con una palanca de hierro había plantado un par de chopos de ramas de otro; creo que sólo creció uno. En el viaje de Febrero de 1982, en el viaje a Tolilla, mi hermano estaba en trato para venderlos a unos interesados compradores de Fradellos de Aliste; uno de esos chopos era el que yo había plantado casi 31 años antes, de gran tronco y una excelente altura. De manera que logré ver en vivo y en directo, la obra de mi plantación, que de verdad resulta emocionante, logrando cubrir

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las exigencia básicas del dicho popular, que por lo menos hay que plantar un árbol y tener un hijo. En general, Marzo es el mes especializado en procurar el emparejamiento de gran parte del mundo animal, en particular de una gran diversidad de pájaros y aves de mayor porte. Los conejos silvestres y las liebres, también están comprendidos en esos principios naturales (no sé sobre los humanos); pero sí conozco de primera mano, por la simple observación, el emparejamiento de las perdices, a las que se las ve con facilidad a la distancia, cómo va junta la pareja a beber agua, por la mañana temprano, cuando andan en la búsqueda de la elección del lugar del nido; digo del lugar, porque el nido es un simple revolcadero hecho con las patas, a orillas de alguna pared, a buen cubierto, con algo de zarzas y follajes de hierbas secas y verdes entreveradas, que lo oculten a la vista de los posibles destructores, Aunque claro, como el camino se hace al andar (al decir de A.Machado), las perdices hacen lo que se llama el seguidero, una especie de senda-túnel que redondean en las malezas previas al nido con el paso del cuerpo, tanto en la preparación, como en las sucesivas puestas de los huevos por la hembra, que suele ser día por medio, según mis buenas experiencias y observaciones de los 10 a los 14-15 años. En general a fines del mes, las siembras de huertas de patatas, hortalizas y demás productos de huerta, debían estar concluidas. Asimismo debían estas disponibles las almácigas y plantíos de lechugas, tomates, pimientos, berenjenas, para plantarlas en las respectivas huertas en los últimos días del mes. Si mal no recuerdo, con la luna en menguante. También a mediados de mes, se unificaban los rebaños de ovejas: Carneros, borregos, ovejas de cría, ovejas machorras, corderos y corderas, en los respectivos chiqueros, de cañizas de madera móviles, enrejadas, insertas en el cepo de base con dos agujeros, donde se insertaban las patas de las cañizas, y en la parte de arriba de las mismas, se sujetaban con un círculo de gruesos mimbres trenzados. Cada mañana, tres (03) lados de las cañizas del chiquero, se extendían sobre la superficie de la tierra (finca), de tal manera que no se movían las cañizas del lado de arriba de la noche anterior, que pasaban a ser el lado de abajo de la noche siguiente, y así, noche tras noche, hasta que se abonara ( con los orines y excrementos) totalmente la finca. Luego de esa finca, el chiquero sería trasladado a otra finca de proximidad, la mayoría de las veces a hombros de los respectivos pastores. Y otras, de mayor distancia, eran cargados los elementos de los chiqueros en los clásicos carros tirados por vacas.

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El pastor, disponía del armazón de una cabaña, algo curvada en la parte de arriba, que se rellenaba, en forma muy compacta, con capas prensadas de largas pajas de centeno. La tal cabaña, se sujetaba, algo inclinada hacia delante, con una o dos estacas de madera. Siempre la parte de atrás de la cabaña, es la que hacía frente al viento, y en la parte de abajo trasera, para que el viento no se filtrara, se ponía un pequeño túmulo de tierra, que de los surcos se arrastraba con el propio calzado, casi siempre cholas, con base de madera de negrillo, sobre las que iba montada una bota de cuero resistente acordonado. La base de madera de las cholas (llamadas también zuecos) , levaban unas herraduras de hierro: Una de la parte de adelante y otra en la parte de atrás, debidamente clavadas a la madera con unos clavos de fragua, que como las herraduras eran hechas por herreros. Ese anclaje herrado, era para evitar el desgaste de la madera, que al friccionar sobre superficies irregulares, llenas de piedras y/o guijarros, más otras malezas, durante las largas caminatas de cada día, de no estar las herraduras, la madera se gastaría demasiado pronto, para todos los caminantes activos, pastores o no. Debajo de la cabaña, el pastor hacía su cama, aunque vestido para un alerta rápido por el peligro del lobo. En algunos casos, no en todos, había un armazón de madera tipo cama simple, a una distancia de 20 centímetros del suelo, y dentro de ese armazón tipo cama, lo común era un jergón de largas pajas de centeno majadas en toda su longitud. En algunos pocos caso, como fue el de mi tío Agustino, mi predecesor en el pastoreo, se había tejido un colchón de espadañas del Río Mena, en varias capas trenzadas, que era muy, pero muy confortable. En la mayoría de casos, la base de la cama era una aleación de base de jaras con el jergón de pajas La ropa de la cama, alguna manta gruesa, secundada por la “capa parda del pastoreo”, y la colaboración del perro ó perra que cuidaba el ganado, que generalmente se acurrucaba muy bien del lado de los pies del pastor ó pastora, con un trasiego de calor recíproco. Para concluir, el mes de Marzo de cada año, comenzaba a marcar la tendencia de lo que serían las “milagrosas lluvias de la Primavera”. Un mes de Marzo lluvioso, era un signo esperanzador para los atribulados vecinos de la Comarca; luego deberían acompañar los meses de Abril y de Mayo con sus bien distribuidas lluvias. Pero Marzo, era el punto de partida del buen estado de ánimo de los labradores, para sólo mirar al suelo y ver las perspectivas; caso contrario, cuando el labrador miraba

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preocupado al suelo, y levantaba su imploración, con ceño fruncido mirando el cielo, era una muy mala perspectiva para las cosechas: Empezaban a ver los agricultores / ganaderos, la alta posibilidad de ¡ Un año perdido ! 001-04- EL MES DE ABRIL ( EL DE LAS LLUVIAS MIL, SEGÚN EL REFRANERO): Este mes, si bien requería atenciones varias de los vecinos alistanos, era un mes de transición, entre el atareado Marzo y el esperado Mayo. De cualquier manera, ya los cultivos de las cortinas estaban en marcha, y junto con ellos, aparecían las naturales “malas hierbas”, que eran más aprovechadoras de los nutrientes de la tierrra, que forzosamente había que eliminar, al ir en detrimento de los cultivos elegidos para la alimentación de las personas y los animales domésticos. Esas “malas hierbas”, había que combatirlas con frecuencia e intensidad, y como eran todavía años en los que no se usaban los plaguicidas y pesticidas, el único recurso natural era la herramienta del “sajo”, un combinado de hierro acerado, con punta de un lado y pala del otro, de pequeñas dimensiones, con un mango de madera. Y con ese pico y pala del sajo, más el recurso de las manos, se iba haciendo la limpieza de los cultivos útiles a la subsistencia familiar. Era una sostenida y paciente lucha contra esa cizaña sutil, mimética y escurridiza, que claro, crecía a lo grande en la tierra oxigenada, húmeda y enriquecida con los abonos orgánicos naturales; el deber, por razones simples de economía y utilidad, era eliminarla. En esas tareas, como fuerza auxiliar de segunda línea, la costumbre, la necesidad, y la disciplina social por la cultura del trabajo, embarcaba a la gente menuda de la familia, que era utilitaria más o menos a partir de los 06-07 años. Generalmente esa fuerza infantil colaboradora (más bien forzada a colaborar), era liderada por las madres, que por naturaleza son más ordenadas, pacientes y pedagogas que los hombres, que consideraban a tales tareas como algo secundarias y descansadas. En mis lejanos tiempos, Abril era el mes típico de las segundas aradas:”Bimar”, de las tierras de cereales, que luego descansaban hasta el mes de Octubre, el mes de la Sementera. Aparte, la Naturaleza empezaba a explotar como preludio primaveral, proliferaban los pájaros y los nidos por doquier, con sus cánticos y trinos, tan distintos y diversos, que entre las plagas de las hojas de las arboledas y ramas verdes (en especial los negrillos, cuando todavía la grafiosis no los había extinguido), incluso en un mismo árbol, se formaban verdaderas orquestas de sinfonías pajarescas, en una especie de competencia pacífica y dialogante, que parecía decir de cada uno: “yo, canto más y mejor”. Había una mezcla de trinos sin confusiones, de tordos con

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pinzones; pinzones con jilgueros; jilgueros con ruiseñores; ruiseñores con mirlos; mirlos con negrilleros; negrilleros con tórtolas; y, oropéndolas armando sus nidos balanceados en las puntas colgantes de una alta rama de chopo…Y, todos, formaban el gran concierto gratuito que ofrecían, sin interés alguno, a los atareados vecinos del Pueblo. Por ahí de vez en cuando, no lejos del recinto urbano, el canto sonoro de alguna perdiz o codorniz, macho, por las cercanías cortineras que reclamaba la presencia de su pareja. O allá por Tolilla , en los atardeceres en el Monte del Castro, algún grito zorrino con quien sabe qué intención, dada la alta calidad de sus astucias y fingimientos. Al final del mes, ya los jarales de Aliste, incluidos los muchos de Tolilla, eran portadores de los botones en ciernes, que de la noche a la mañana de mediados del mes de Mayo, infectarían con hermosas flores todos los jarales de Aliste, matizados aquí y allá, con las amarillas de los piornos y, especialmente, de las numerosas retamas. Y¡Ah! Se empezaban a perfilar también, las próximas apariciones de las más olorosas florecillas de las zonas húmedas de las Riberas:”Las enredaderas de la madreselva”, de olor sutil, suave y penetrante a la vez, que hacía expandir a los bronquios con quietud y profundidad. De fines del mes de Abril, pero de 1932, tengo una anécdota personal de mi abuela Juana (que aunque abuelastra, fue una Abuelaza incomparable). Yo todavía no iba a la Escuela, tenía 3 años y medio (ella murió un año después), y andaba con mis abuelos Juana y Simón, por una de las huertas del Prado Curato, no sé si sembrando patatas tardías, o algo así. El caso que mi abuela, encontró un nido de tordo, entre una enredadera de hiedra en una pared de la huerta, con tres huevos. Los huevos eran pequeños, de un color verde oscuro, y mi abuela dijo que los llevaba para hacerme una tortilla. El caso que más tarde, cuando llegamos a casa, a esos huevos pequeños, le agregó uno grande de gallina, y me hizo la tortilla, que naturalmente, yo comí de cabo a rabo, como era normal. Pero la anécdota viene de la mano de la tortilla, pues mi abuela (Juana) a escondidas me dio el primer trago de vino del que yo tenga recuerdo. Y seguro me debe haber gustado, pues por algo tengo ese “grato recuerdo”, casi 81 años después. Claro, que tampoco en esos tiempos había pediatras que prohibieran el vino a los niños, era de puro sentido común, y aunque no recuerdo, es casi seguro que yo se lo pedí a mi Abuela.Y ella ¡ Claro ! Me lo dio.

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En el caso de Tolilla, en ese mes tenían comienzo los arreglos de las azudas (azud) sobre el Río Mena para el riego de las huertas. Comenzaba por despejarse las regaderas múltiples, de zarzas y malezas, y en caso necesario, cavar más profundidad en las mismas, reparando las roturas que se hubieran producido desde el desuso de los riegos del año anterior, más o menos a principios de Agosto del pasado año. Las regaderas eran a cielo abierto, cavadas en la misma tierra, compacta y arcillosa, sostenidas por las praderas laterales con la red de sus raíces herbáceas. Cada tramo de regaderas tenía una profundidad y anchura, equivalente al caudal de agua que debía transportar con la correspondiente presión, en consonancia con las superficie de riego y sus alturas, que en todo caso era por inundación, lo que implicaba más consumo de agua. Naturalmente, todo eso requería de ciertos conocimientos de hidráulica, donde la sabiduría de la cultura popular observada, daba paso de la necesidad al interés y la afición de muchos de los vecinos, para suplir los cálculos y fórmulas que impartía Salamanca (como ejemplo de Universidad). En esos años ese tipo de aptitudes, fruto del ingenio de la observación aplicada, recaía en varios vecinos: Mi abuelo Simón, mi tío Simón Casas; Marciano, Antolín y Celedonio y otros; casi todos los nombrados de la familia de los Álvarez ( mi línea materna) , que era pródiga en toda una variedad de artesanías útiles, prácticas y necesarias, en la lucha por la Vida en las Tierras de Aliste. En el término de Tolilla, la red de regaderas, tenía estos grandes esquemas: a).Las derivadas de la Azuda (Azud) el Ancho, que aprovisionaba principalmente al Molino Harinero del Pueblo, con un canal de gran flujo. Del remanente de agua que saltaba por encima de la pared apalancada de la represa, se formaba la represa secundaria del riego, hacia dos sectores: Uno hacia las huertas del Alisón, con regadera interna en las mismas huertas. Otra lateral de las huertas nombradas, por terreno comunal, para las huertas de la Güera-Huera y la Juncal. b).Las regaderas que salían desde los Llenaderos, de una pequeña represa, que contenía al brazo del Río, que discurría por la base de la pradera ribereña del Ejido, encarrilado por la Calzada de Arriba hacia los citados Llenaderos, donde a continuación de los mismos (desde hace unos años hay un merendero, con una mesa de piedra de molino), salía la regadera que lateralizaba por la parte de atrás la Casa del tío Juan González, cruzando por debajo de la Calzada de Abajo, por las cercanías del costado Norte de la Iglesia. Aquí la regadera se bifurcaba en dos: Una por el

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costado de la Calzada de Abajo, rozando el prado del tío Juan González, para el riego de los Huertos de la Puente (de Abajo), que en este orden eran: Uno nuestro, otro del tío Anastasio, de Santiago o Cristina, de la tía María Gelado, del tío Mariano Sutil de Lober ( que en los años compraría mi familia), otro nuestro, otro de la tía María Gelado, y otro huertito final, de pocos metros, que tenía un manzano. La otra regadera de bifurcación, era para regar los huertos de los Linares, con paso a otros huertos de Vega Molino, que como los de los Linares, daban por un lado con el camino de rodera de Lober, y por el otro, con las riberas del Río (otras veces, este último riego podía venir por las regaderas de la primera parte de este apartado b). Y, por último, las regaderas finales, las del punto siguiente. c).Estas, partían de la Azuda (azud), de un embalse colectivo, de varias pozas del Río, que empezaban en el Pozo el Pontón, las azudas (azuds) de la Juncal y la del Pradote, donde cada año se levantaba la represa de piedras apalancadas, con refuerzos de panes de la pradera ribereña, como elementos impermeables, que daba a la Caleja (calleja), que en zigzag pasaba las puentes de la Regadera b), entre el huerto del tío José Calvo y el cabañal del tío Juan González, luego la puente del Río, por donde se cruzaba del lado de los Lavaderos, y enfilaba por la Caleja (calleja) propiamente dicha, que desembocaba en otra puente del brazo principal del Río, para el paso hacia el Castro y las huertas del Curato, con un pasadizo lateral de piedras lajas, por afuera de las huertas, encaminadas a cruzar la puente de la regadera, que da acceso a cortinas y huertas del lado del Castro. Esta red de regaderas, regaba primero el sector de las huertas llamadas del Curato, y unos pequeños huertos al final del mismo sector, ya encuadrados en la Puente de Abajo. Luego pasaría a la serie de huertas del lado del Carrascal y su arroyo homónimo, para dar riego a la Huerta del Cura, y finalizar en huerto que era entonces de la tía María Gelado. Y aquí termina la red de Riego, de mis tiempos, en mi pueblo de Tolilla. Todo sin perjuicio de algunas bomba manual impelente a mano, del tío Roque de Lober, algún cigüeño de riego antiguo y lento, como el del tío Benito Martín por la huerta del Molino los corderos, luego cambiado por una noria; la primera noria de Tolilla, instalada en la Cortina-Huerta ( creo llamada Cortina Nueva) sobre el Camino de Mellanes por el Río, paralela al canal del Molino, del tío Juan González; y, la última por mi vista, la instalada por Agustín Casado Bermúdez, el tabernero, en una Cortina que daba a la Calzada de Arriba, cuyo pozo se llenaba con el agua del brazo del Río (Mena) que recorría la base de la pradera comunal del Ejido, camino de los Llenaderos, como antes se ha referido.

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001-05- MES DE MAYO (EL MES DE LAS FLORES) Este mes, como queda dicho, era el mes del cierre (o casi), positivo o negativo de las esperanzas o angustias de los vecinos de Aliste (aunque unas y otras tenían más andadura y acción en un radio más extenso de los fenómenos climáticos).Mayo no salvaba por sí, las pasturas y las variadas cosechas, incluidas las pecuarias, si Marzo y Abril habías sido muy escasos de lluvias, y por añadidura ventosos, pero sí podía remediar buena parte, si era pródigo en ellas. Por algo las sonadas y sentidas frases:”Esperada(s) como lluvia(s) de Mayo”. Pero vamos a hablar de un Mayo, más o menos normal, dejando de lado los malos Mayos, de alrededor de Uno y pico, por cada ciclo de Cinco años, tal como yo más o menos conocí en un período de 10 años:1940 a 1950, con muy malos , en 1944 y peor 1945, año donde se extinguieron en gran parte de la Comarca, la mayoría de los manantiales. Un mes de Mayo bueno, traía consigo unas lluvias sostenidas y persistentes, sin aluviones, aunque fueran ya acompañadas por fuertes tormentas eléctricas. Los efectos se notaban de inmediato en los verdes patatales, en el batir de las tierras cargadas del alto centeno con sus espigas abundosas, y el verde verdor de las en desarrollo espigas de los trigales, donde ya se veían infiltradas las vecinas amapolas simples, de rojos colores, que se escondían sin permiso entre las enhiestas plantas del trigal, gozando también de las bondades húmedas de la tierra. El trigo y las amapolas, no eran de la familia, pero al parecer se llevaban bien como vecinos. Un Mayo normal, era mirar a las vacas de las vacadas de las tardes pastando la abundante hierba en la Ribera del Río: Las Cruces, la Juncal, los laterales de la Azuda, entre la Puente del Pontón y el Ancho, con los laterales de las del Molino Tubal; que luego a partir de Junio y Julio, pasarían por las praderas del Carrascal, los Campetes y Pie la Mula, cuando la cosecha de cereales era la Hoja de Abajo; cuando era la de Arriba, las praderas de las Fontaninas y los accesos a Ferradales. Como era un Mayo normal, según dijimos, ver los prados particulares atestados de frondosa y tupida hierba, que aseguraban buena nutrición del ganado para el no tan lejos próximo invierno. También era normal ese quinto mes del año, que además de reventar en forma explosiva las alfombras de flores de los jarales alistanos, tirados por carros de vacas

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desde distintas direcciones, iban encima los gordos y lustrosos terneros, camino de las Ferias de Ranales de Aliste y de San Vitero, los días 15 y 04 de cada mes, en ese mes, o en algunos casos quizás en Junio. En todos los fines de Mayo normales, o mejor virtuosos por concesión climática, ya los ansiosos y preocupados labradores de Aliste, en forma general, casi tenían la venia emocional para la entrada en un estado de ánimo placentero, donde las buenas cosechas, vegetales y animales, estaban aseguradas; que aunque a nivel de subsistencia, y nada más, cubría las ordinarias necesidades de la familia. No era posible abrigar más aspiraciones, pues el medio no daba para más, los vecinos lo sabían, y por ello se mostraban satisfechos. También era muy agradable recorrer la campiña, de sembrados, prados, huertas, cortinas, praderas; sierros, montes, riberas y planicies. Mi padre era muy afecto a ello, y de tanto en tanto me llevaba a mi en su recorrido, desde más o menos los tres años, pues siempre he sido buen andador, y resistente al camino. Recuerdo que en uno de esos paseos de visualización en este mes nombrado, de 1933 ( yo con 3 años y siete meses), Hoja Sembrada la de Abajo, andábamos por la pradera de Pie la Mula, y al mirar en una finca sembrada, de repente salió corriendo un lobo por entre las mieses verdes de los Carrapitales, al que mi padre le dio grandes gritos. Mi padre me dijo que era loba con cría, pues me hizo notar que tenía la barriga colgada, y al correr las tetas crecidas se le zurraban de un lado al otro. Luego años después, por el 42 ó 43, salió a colación ese tema y él se acordaba bien de ese incidente, que para mi representó ser la primera vez que veía un lobo. Ese mismo año, pero debió ser a principios de Mayo, la excursión fue por el camino , primero de rodera y luego sendero peatonal, que nos llevó hasta la fuente de Urrieta el Agua, donde nosotros teníamos un prado. De vuelta hacia casa, a la altura de una fuente y pradera de Tras del Castro, había una gruesa y añosa encina, que como toda encina añosa, tiene algún hueco en los interiores de tronco y grandes ramas, es de naturaleza esos huecos, donde muchas veces anidan algunas variantes de buhos / mochuelos y similares; también es refugio de algunos animales. El caso que cuando llegamos ahí, nuestro pariente Antolín y el vecino Jacinto Calvo, andaban pesquisando el paradero de una jineta, que se había refugiado por un hueco de una gruesa rama de la encina referida; debió ser uno de los últimos ejemplares ( yo no volví a ver ninguno en el resto de mis años por Tolilla). El caso que por aquí, por allá, por el otro lado la jineta no apreció. La jineta es un animal carnívoro, esencialmente nocturno, de la

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familia de los vivérridos, cuerpo alargado, patas cortas, cola muy larga y gruesa, grandes moteados oscuros sobre pelaje gris, grandes ojos y pupilas verticales, que viven en madrigueras. Ahora, tengo entendido, que mucha de la fauna desplazada por la siembra de cereales en perjuicio del monte, al desaparecer la misma, ha reflotado el monte natural de siglos atrás, y han retornado en forma potenciada la antigua fauna natural: Jinetas, garduñas, jabalíes y otros. Como nota especial de Mayo, pero de 1942, allá por el 14-16, fue un día donde yo reuní en un solo día media docena de perdices, cazadas con lazo, de ellas 05 hembras y un macho, las hembras el ingresar al nido a la puesta de los huevos, el macho, al volver a inspeccionar el nido por ausencia de la hembra cazada dos días antes. Ya sé que es una caza prohibida, de hecho entonces también lo era, aunque no se tenía demasiado claro. De cualquier manera, no era una caza depredadora ni mucho menos, teniendo en cuenta la gran cantidad de perdices que había por la zona, y lo poco que podía representar la caza por lazo, que no era fácil, y había que ser un buen observador, para saber las astucias de las perdices. Yo aprendí el oficio de manos de mi tío Agustino, pero apliqué una técnica, que me dio un gran resultado, usé para la confección de lazos el hilo de la marca Cadena blanco como él, pero se me ocurrió teñirlo con las mismas hierbas vecinas al suelo de cada nido descubierto, de esta manera, era del mismo color verde del túnel herbáceo que la perdiz usaba como entrada al nido. Ese detalle, más el haber observado que los machos cuando le falta la hembra volvían al nido a buscarla, me dio un gran resultado. Y los machos, además de ser más grandes, en tales momentos estaban más cebados que las hembras; son los ¡Aprendizajes de la Vida ! Además, en el Aliste de aquellos tiempos, una perdiz guisada con arroz y patatas, era una exquisitez, proveyendo otro tipo de proteínas, mucha más nutritivas que las de “aquel pan nuestro de cada día”.La necesidad de aquellos tiempos encarecían el ingenio. No voy a olvidar mis años de pescador aficionado de cangrejos con las cangrejeras, en la riberas del Mena, en el término de Tolilla, desde las transparentes aguas por los pozos del Molino Tubal, desparecido desde hace muchos años, solamente en esos mis años de pescador, se podían notar por donde pasaba la calienta o canal que suministraba el agua al molino, y unos montículos cubiertos de césped, donde estaba la obra civil. Pero el lugar por excelencia para la pesca de los cangrejos, sobre todo cuando eran días de tormenta, era en los recodos enraizados de alisos, del sector de ribera llamado Molino los Corderos. En muchas de esas tardes de Mayo, en las

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llamadas cangrejeras grandes, con aro de alambre grueso de más diámetro, y malla de red más extendida, salían hasta 15 ejemplares en algunas cangrejeras. Una pesca útil, muy demandada, sabrosa, nutritiva, y de gran satisfacción personal. Ahora dejamos atrás el mes de Mayo, y vamos por el siguiente, donde la acción de mayor calado era la Siega de la hierba con la guadaña. 001-06-EL MES DE JUNIO, Y EL RUIDO DE LAS PIQUETAS: Ya estamos en el mes de entrada del Verano, cuando los garbanzales, aunque verdes, están ahítos de garbanzos, y las plantaciones más modestas de guisantes ó arvejas, también con vainas verdes hinchadas. Ambos en ese estado, se pueden comer sin problemas, antes de cosecharlos ya secos. En el caso de los garbanzos, en las mañanas temprano cuando tenían una especie de rocío, éste era sumamente salado, de tal manera que si se tocaba con la piel de las piernas en un tipo de pelusa de los troncos o de las vainas, se producía un escozor muy desagradable. Pero dejemos estos cultivos por ahora. Antes de entrar en los trabajos que nos manda el Señor, para “ganar el pan con el sudor de la frente”, pues cuando se dictó el auto de la cultura del Trabajo (antes ni ahorro ni trabajo, todo de balde para todos; no como ahora para pocos privilegiados), seguro que no se llevaba ni pañuelo ni sombrero en la cabeza, por eso el “sudor de la frente”, que es la primera expresión de reacción al trabajo duro, vamos a invocar las Tierras Alistanas, más que tierras, montes de jaras y otros matorrales, llenos de los morados “tomillos de San Juan”, de tallos coronados con olorosas flores, de aroma parecida a las flores de la lavanda, que junto con las plantas de cornezuelos rastreros y comestibles, venían a saludar la entrada del Verano en el Hemisferio Norte. En el caso de Tolilla de Aliste, si bien había en varios montes, la mayor presencia se notaba en ese cotorro que nacía en la Peña del Carrascal, entre el Camino de entre los Prados, la hilera de prados propiamente dichos que iban hasta Tras del Castro, de un lado, y del otro, del lado de la Puente de Abajo, por donde se iniciaba el camino de la base del Castro, hacia ese lado, y otro sendero peatonal bien inclinado, camino del Carrilón, que con sus vueltas, llevaba a la llamada Corona del Castro, una de las atalayas más altas y significativas de Tolilla, de gran visión panorámica de día, y no menos de noche, cuando en mis funciones de pastor, el chiquero de las ovejas acampaba en una tierra que teníamos en ese lugar, visualizando con toda claridad muchas constelaciones, entre ellas la Osa Mayor, y la Osa Menor, que contenía la guía por excelencia de la navegación: La Estrella Polar.

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Ahora sí, vamos a las faenas agrícolas: Junio, es el mes de la siega de hierba con guadaña por excelencia, cuyas tareas, día más o día menos, se extendían por casi todo el mes, entre la siega y la recolección de la hierba en los respectivos pajares. Las herramientas de base para la siega de la hierba, son (eran) las siguientes: a).Una buena guadaña, en mis tiempos marca La Bellota, original de Vasconia. b).Un mango de madera, con una culata en cruz, para la mano izquierda, un agarre curvo en la mitad, para la mano derecha. En la punta, una ranura de inserción en la madera, para el rabo de la guadaña, y una abrazadera metálica con dos tornillos a rosca para el ajuste firme, sin vibraciones o movimiento de flojedad. c).Una cuerna de un cuerno de bovino, de la parte gruesa, de unos 16-18 centímetros de largo, con un tapón de buen corcho encerado y sin poros, con un gancho en la parte de arriba para colgar del cinto, 3 / 4 de agua, y una piedra especial para el afilados de las guadañas, tipo Carborundum, ó Carborundum de verdad. d).Un martillo piqueta, de calidad bien acerada, para picar la guadaña, unas dos veces al día, para mantener el filo de la guadaña a punto. e).Una bigornia de hierro y cabeza acerada, grande y plana, par picar con la piqueta nombrada el filo de la guadaña. La bigornia, afilada de abajo, para clavarla en el suelo, hasta un tope horizontal, sobresaliente, que impedía penetrar a más profundidad, el cuerpo de la herramienta. Con todo este herramental, manos a la obra: Cuando en Junio empezaba en los prados a ponerse la hierba en la parte de arriba de color tostado, era el aviso que estaba lista para segar. El comienzo era en los prados donde la tierra retenía menos humedad, de manera que este déficit, adelantaba la maduración de la hierba; incluso era muy común, que en muchos prados de más superficie en ladera o inclinada, hubiera que hacer dos siegas por separado, al ser diferente la retención de la humedad, reguladora de los distintos grados de maduración de la hierba. Las tareas de la siega de la hierba, no empezaban demasiado temprano, en cuanto a la hora, pues todavía solía haber un alto grado de rocío, lo que dilataba el secado de la hierba al sol, por el grado de humedad contenido en el encolumnado de la hierba cortada. No obstante, eso se fue dejando atrás, al verificarse que un día más de exposición al sol, dejaba seca y lista la hierba para amontonarla en los pajares bien seca.

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Esta siega era oficio duro, pesado y cansador, teniendo en cuenta el compás de manos y piernas, y la rotación de cuerpo y cintura de izquierda a derecha, y de derecha a izquierda, para los impulsos de la fuerza y potencia a través de los brazos y la firmeza de las piernas. Pero de cualquier forma, se requería una buena alimentación, de por lo menos 04 comidas: Desayuno temprano; un intermedio llamado colación de las 10, de común tortillas, fiambre de chorizo o jamón y vino; la comida, alrededor de las 13, generalmente cocido de legumbres potenciado; una corta siesta de descanso, a la sombra de encina o roble; otra colación llamada de las 05 de la tarde, de fiambre y algo de vino; y, a la noche, un caldo y una ensalada, no más. A dormir y a esperar el día siguiente guadaña en mano ¡Ah! Formaban parte del menú, tanto el lomo de cerdo adobado, embuchado en la tripa gorda del mismo animal, donde se conservaba de maravilla para esas fechas, como el queso de oveja zamorano, de un sabor y calidad excepcional ¡ Muy bueno ! Aunque caro. Mis primeras tentativas de siega guadañera, fueron allá por Junio de 1940, con 11 años y 8 meses (mi padre todavía estaba en la Cárcel de Zamora por Alcalde de la II República, un año más, hasta cumplir los 04 años largos). La tal tentativa fue en la tierra de las Lizaces, que sembrada de nabizas, cuando estas se arrancaron empezaron a salir matas de hierba, que aunque algo ralas, mi madre quería aprovecharlas, y quería que mi tío Agustino las fuera a segar, pues él ya tenía 18 años, pero él era el pastor de los rebaños de ovejas de mi abuelo Simón y nuestro, y se le hacia dificultoso. El caso que yo me decidí, y arremetí con un guadañín ó guadaña más pequeña, pero claro, el suelo de la tierra tenía piedras, y yo todavía no tenía la mano del corte parejo a una determinada altura, de manera que de vez en cuando, bajaba la línea y me encontraba con alguna piedra que rebotaba en el filo de la guadaña. De manera que sí corté la hierba, pero el filo de la guadaña se hizo polvo, con más ondulaciones que las olas de un mar de fondo. Pero sí, ya en 1943, con 14 años y ocho meses, colaboré bastante en la siega con mi padre; a partir de 1944 a pleno, y en 1946 (en 1945 por la sequía no hubo siega), antes de los 18 años, era un segador de los mejores, estatus que conservé hasta 1950, último año de la operatoria, antes de viajar a la Argentina. En esos años de acción: 1946-47 y 50 (el 48 y 49 estuve en la Academia de Aviación), incluso segué para terceros vecinos del Pueblo: Juan González, Benito Martín, el pariente Marciano y Hermanos, Santos Casas y alguno más.

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Luego de segada y secada la hierba a los rayos del Sol en los mismos prados, se cargaba en los carros de vacas, acondicionados al efecto, con unos complementos a los carros que permitieran el mayor volumen de hierba, dado que la misma era de poco peso, en relación a su mayor volumen. Se cargaba a granel en los carros, hasta una buena altura; y, como la carga era muy muelle, se tiraban unas sogas por parte de arriba, atadas a las costanas del carro para sujetarla, para luego descargarla y acomodarla en los pajares, en los lugares designados . De cualquier manera, en la acomodación dentro del pajar, la hierba al sacudirla liberaba un polvillo picante y penetrante, que a muchos, entre ellos a mí, nos producía una especie de tos alérgica muy desagradable, que parecía cerrar los bronquios con muchos trazos de disnea respiratoria. Para evitarlo, tenía que recurrir a un pañuelo moquero grande que me filtrara el aire de nariz y boca, molesto, pero más tolerable. Hecha la siega de la hierba en los prados, con su secado a los rayos solares, transportada en los carros tirados por vacas hasta los pajares (pajares de hierba y/o de paja, mixtos o independientes, según la comodidad y disponibilidad en cada caso), entraba de lleno el mes siguiente: Julio, el de la siega de las mieses: Centeno, algarrobas, centeno y algarrobas, trigo y cebada (ésta más de Junio), todo a golpe de

manos y hoz. 001-07-JULIO EL MES MÁS CALIENTE. EL DE LAS SEGADORAS: Habrá lectores, que por ahí sí han oído hablar de la siega de las mieses, pero que le suena algo muy arcaico. Otros, que de veras o de casualidad, hayan escuchado el Coro de la Rosa del Azafrán cantando Las Segadoras, donde en forma coreográfica y musical se dice de los trabajos de “Levantarse y volverse agachar…”Y otros pocos, entre los que me encuentro, que empezó las tareas en 1939, con 10 años, y siguió segando, más y más, el 40-41-42-43-44-45-46-47(48 y 49 estaba en la Academia de Aviación), para rematar el oficio en Julio de 1950, que fue mi último encuentro, camino de los 63 años, con la hoz empuñada en la mano derecha y las mieses en la mano izquierda, con una acción temporal de tres surcos, el del centro orillado por los pies de las dos piernas calzados, y la hilera de las gavillas a la mano izquierda, a partir del surco de afuera, el tercero de derecha a izquierda; gavillas que en el centeno eran generalmente cruzadas, y en trigo, las espigas hacia fuera, con el orden señalado para el centeno sólo, o mezclado con las algarrobas semirrastreras, cuando la siembra había sido mixta.

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El comienzo de la Siega con Hoz, en mis lejanos tiempos, empezaba más o menos con el mes de Julio; pues el centeno se sembrada en las tierras que tenían menos tierra, valga la redundancia, y por tanto retenían menos la humedad, y a menos humedad con igual calor, el centeno madura antes que el trigo, por el simple fenómeno de la función nutritiva, que sin agua se interrumpe. Y aquí también se repite el fenómeno de las llamadas Hojas, de siembra-cosecha un año sí y otro no, para el laboreo y el descanso de las fincas cerealeras. En el caso de Tolilla, la Hoja de Arriba, correspondía a los años pares, para la siega; y, la de Abajo a los impares. Y por antiguos acuerdos preexistentes e institucionalizados, la división territorial de cada pueblo, a efectos de las Hojas de Siembra, que casi la totalidad es de campo abierto sin barreras de piedras entre fincas, solamente demarcadas en sus límites por pequeños marcos-mojones, de referencia lineal entre sí, y de pastoreo comunitario cuando están de barbecho, los límites de cada pueblo en relación con los circundantes, y los circundantes con el que funciona como eje, deben coincidir tanto en sembrados como en barbecho. Por ejemplo, Tolilla en la Hoja de Arriba, tiene límites con Lober y Mellanes, de manera que los sembrados de los tres Pueblos coinciden. En la Hoja de Abajo, tiene límites con Lober (pocos), con Flores (el más), con Fradellos (no mucho), de manera que los 04 Pueblos, tienen coincidencia, en las siembras y las vacancias del barbecho. Con Rabanales tiene raya común, pero de terrenos comunales, destinados a pasturas, especialmente de pastoreo. Hechas estas aclaraciones, de unos acuerdos sociales entre pueblos vecinos, para no entorpecer las importantes funciones del “pastoreo de ganados”, en especial de ovinos. Vamos a los detalles de la Siega con Hoz. La hoz, es una herramienta por todos conocida, sino en vivo y directo, sí en los medios gráficos y simbólicos, que junto con el martillo, son la dupla que representa al Trabajo y a las reivindicaciones sociales de los trabajadores, de la llamada izquierda en el orden político. Como simple ilustración, voy a tomar como ejemplo un día de siega, de la que participé hace años, digamos en 1946, en unas tierras de Encima del Camino, tierras en general aptas para el centeno, cuya parte de abajo limita con el camino de rodera que va, por tierra de Mellanes, hacia Ceadea de Aliste:

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Un día de semana cualquiera, antes de salir el Sol por Oriente, al toque campanero del llamado a la Vacada, Tolilla comienza su bullicio tempranero, sacando vacas de corrales para reunir a la Vacada, que esa mañana irá a pastar por las praderas de las Fontaninas, de manera que el arreo bovino será desde la parte de abajo el Pueblo hacia la parte de arriba, en las praderas preliminares a las del pasto. Ya en ese arreo, se ven los operadores y operadoras, con la hoz en ristre, en general sobre su brazo izquierdo, en la parte del cabo de hierro no afilado, sujeta por la empuñadura del mango de madera, donde la hoja de acero de la hoz se inserta. Varias cuadrillas de segadores, entre ellas la nuestra, tomamos rumbo, por el camino polvoriento de rodera que va a Ceadea, por la pradera del Campo, vía el Ramajal. La nuestra, estaba formada por mi padre Pablo, mi hermano Paco, Consuelo con 10 años, como aguatera ayudante de cántaro y barrila, y el suscripto. El Sol empezaba a despuntar por el lado de Lober, y Paco y yo, que calzábamos abarcas (piso de cubierta usada de auto, con bota abierta en tiras de cuero, sujeta con grampas), notábamos que el polvillo molido del camino estaba frío por el frescor de la noche, pues un rato más, en horas del mediodía, el mismo polvo pasaba los 40º C., en todo caso ese polvo remolido, era de fácil ingreso a las abarcas, y oficiaba como talco absorbente en los pies, como sucedía en todo ese tipo de recorridos con ese cómodo calzado. En la ruta nos acompañaba la cuadrilla de los primos de mi madre: Antolín, Celedonio y Julia. Tanto mi Madre como Cándida, en su calidad de amas de casa, quedaban en casa, en procura del almuerzo que traerían un rato después en las alforjas de las burras, más la puesta en marcha del cocido del mediodía, que a bordo del mismo transporte, solía llegar a eso de la hora solar de las 13:00. Si bien por la mañana casi se salía de casa sin desayunar, las comidas usuales, como comidas de cuchara, se distribuían en almuerzo, mediodía y cena, aunque a veces la cena, por el cansancio del día, se limitaba a una ensalada de lechuga y poco más. Había durante el día dos colaciones: La de las 10 y la de las 17:00, más conocida como la de las 05 de la tarde. Vamos a enumerar un día de siega típico, en cuanto a la alimentación estándar normal: Desayuno muy temprano, a la sombra de la aurora: Casi inexistente. Almuerzo, entre las 07 y 07:30:Ya engrasados los goznes de la dorsal, con los subes y bajas de la

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bisagra de cintura, y cuando ya las pajas empezaban a secarse del rocío nocturno, para volverse más quebradizas por el calentamiento solar, y por tanto más sensibles al filo de la hoz, llegaba el ama de casa, llamando al corro de comensales, que solía ser una base de tierra al centro allanada con el calzado, cholas o abarcas, con un mantel rústico encima de la pista allanada, donde se colocaba una olla de buen calado, con reparto de cucharas, en nuestro caso 06: Madre, Padre, Paco, Consuelo, la menor Rufina con 04 años cumplidos (todavía sin funciones laborables) y el suscripto, que desde años atrás, desde 1941, con 12 años era el jefe de la cuadrilla, me seguía Paco a cierta distancia, nuestra madre después, y Consuelo con 10 años, era la aguatera y poco más. Mi padre, que era mejor segador de guadaña que de hoz, se había autoerigido el atador de las gavillas, es decir, de los haces o manojos, apretados por la cintura con un puñado de las mismas pajas, que hacían las veces de un cinto. Esa mañana, el almuerzo en cuestión, con exposición solar por la hora, contenía un guiso de patatas, de las patatas nuevas de la Cortina de tras la Casa, mezcladas con unas buenas raspas de bacalao, y abundante presencia de arroz, con un aderezo de aceite y manteca en la sartén, cebolla bien picada, una cucharada de pimentón, y ese rehogado, echado en la cocción final de la base, todavía dentro del pote de hierro fundido de tres patas y tapadera con agujero para la salida del vapor, donde cohabitaban todos los ingredientes por unos minutos más. Luego del pote a la olla, y de la olla a la boca, cada uno con su cuchara, en forma ordenada para la entrada a la olla y la salida a la boca. Consumido que fuera el almuerzo con cierta rapidez, en trámite acelerado se seguían las faenas, para unas 03 horas después, con la ingesta de las 10, en general algo de tortilla de patatas y cebolla, algo de chorizo y/o jamón, con pan y un trago de vino o agua, pero ya a la sombra de una encina o roble, la más cerca. Cerca de las 12, el ama de casa desandaba el camino en busca de la comida, que bien podría ser unas alubias cocidas con patatas, complementadas por una porción de panceta o tocino, y por ahí, algún hueso de espinazo. La comida llegaba a eso de las 13, hora solar, se hacía un corro similar de comensales como en el almuerzo, pero eso sí a plena sombra de encina o roble, el de mejor sombra, pues el calor apretaba, y luego de la rápida comida, el cuerpo pedía una corta siesta, de media hora o 45 minutos más o menos. Para reanudar tareas a eso de las 02:30, hasta más o menos las 05 ó 05:30, para la última ingesta al aire libre del día, más o menos repetitiva de las proteínas de las 10 de la mañana, que duraba una media hora. De ahí, hozazo, que va, gavillas que se arman y haces que se atan ; hasta que desapareciera la luz natural del Sol, que hacía rato se había puesto con unos reflejos rojizos, primero por el

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alto Sierro de Mellanes, para desaparecer luego por la frontera de Portugal. Sin luz a la vista para seguir segando, de vuelta por el camino a casa, todos cansados y con pocas ganas de hablar. Ya se estaba pensando en el día de mañana. De vuelta en casa , a lo más, una ensalada de lechuga y a descansar, en tanto y cuanto algún mosquito zumbón no molestara, o algún chinche con insomnio no saliera de su guarida; aunque ya en esos años, la aplicación del mágico DDT, los tenía muy raleados. Luego se descubrirían los efectos perniciosos de esos descubrimientos para la salud. Ya en Argentina, en no sé que tango, la letra decía en una de sus estrofas simbólicas:” …Rajá, polilla, que te aplico el DDT...”.Se refería a una mujer seguidora, pesada y exigente en atenciones de su novio. Bien, caída la noche después del día, como suele suceder, en el camino a Casa, con zancadas cortas y pies arrastrados ( que volvían a recibir por las abarcas los halagos del talco polvoriento, pero caluroso) ; ya en penumbras, se veían con frecuencia varios espectáculos por el camino brindados por la Naturaleza: a).El ejercicio de los nocturnos murciélagos, que salidos de sus guaridas, arremetían con sus agudos chillitos, para con sus radares naturales ubicar los insectos que le servirían de banquete. Era un espectáculos ver los rápidos cruces de los unos con los otros en busca de sus presas sin que chocaran entre sí, y eran centenares y centenares en vuelo. b).Las bandadas de luciérnagas en cruces de ballet, de arriba abajo, de abajo arriba, de lado a lado, en remolinos, que en miniatura semejaban los fuegos artificiales de las mejores fiestas de fin de año. c).Unos pajarracos grises (ya no me acuerdo el nombre) que volando a los empujones en forma baja, se situaban delante de la gente a poca distancia como aplastados al suelo, para volver a repetir el vuelo y la rutina, cuando en esa nocturnidad invisible volvían a levantar vuelo delante de los pies. Campo abajo, calle Real en directo, en busca de la ensalada de lechuga, ya referenciada. Yo solía dividir el descanso de la noche en dos partes. La primera, hasta más o menos las 02 de la madrugada, dormía tumbado encima de una de las largas banquetas del salón de entrada, debajo del sobrado de adentro, que era el lugar más fresco de la casa. Luego me trasladaba a la cama del sobrado de afuera, hasta las cercanías del toque de campana llamando a la Vacada, también referida.

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Las mieses segadas, engavilladas y atadas en manojos y haces, se amontonaban en forma ordenada, siguiendo una costumbre tradicional, que salvo la superficie superior se viera filtrada por la lluvia. Es lo que se llamaba la “morena”, que podían ser una o más, según la superficie de la tierra y la cantidad de manojos de la misma. Estas morenas serían transportadas por los carros de vacas, los días de acarreos hacia las Eras, donde también se ordenaba, por clase de cereal, con parecidos lineamiento de las “morenas”, pero de nominadas “Medas”, primero del centeno, luego del centeno y las algarrobas, para finalizar con el trigo, que solía segarse entre el 20 y el 30 de Julio. Cada tipo de cereal tenía su Meda, y cada Meda tenía su trilla y parva por separado. Las parvas se formaban con los haces o manojos abiertos y tendidos, en forma circular, sobre las Eras de la Trilla, de las que hablaremos el mes que viene: Agosto. 001-08-EL MES DE AGOSTO, MES DE TRILLADO Y VENTEO DE GRANOS: Como hemos visto, este mes, con extensión al de Septiembre, los ciudadanos de la

Comarca de Aliste, especialmente los páter familia y sus amas de casa, ya tenían a ojo de buen cubero o mano alzada, cómo venía la mano de la economía familiar de subsistencia para el resto del año y, cómo no, para los muchos meses del siguiente. Pues es de certeza, que las direcciones de las unidades de familia, en forma general, eran portadoras (sin saberlo) de unas previsiones darwinianas, que intuían que la previsión y el ahorro eran sostenedoras de la procreación de “la especie”, cuando era imprevisible que el desarrollo, tenía que venir de la mano de los créditos y deudas financieras, que también es una adaptación darwiniana; pero mentirosa y falsificada, como dice una muestra de nuestros tiempos, modelo 2012, que el 1% (Uno por ciento) de los más ricos, sean dueños del 13% de toda la riqueza mundial . Que ese 13% (Trece por ciento), representa una bicoca , del orden de los ¡ 700.000 millones de $USA ! Según Forbes, la revista especializada que se ocupa de estos temas de la riqueza. Y, en gran parte, fruto de la degradación de la Vida sobre la Tierra, en lo

ambiental, con sus múltiples enfermedades rerivadas, en lo social y en lo político. Bien trillada la parva, con sus episodios naturales, se pasa al amontonamiento de la paja y el grano en el parvón, que se sitúa en la mitad de la parva, y con rastras y bieldas, se va formando el parvón referido, en una acumulación piramidal direccionada, de tal manera que la dirección es de Norte a Sur, para ser venteado con

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el viento del Este o el Oeste, que eran los comunes en las Eras del Campo de Tolilla en el mes de Agosto. Pero volvamos a la tierra; en este caso concreto a las Eras de Aliste, que son las vivencias (las mías, aunque comunes) del modelo: Ya se comentó la siega con la hoz, las gavillas, las morenas y, el transporte por carro de vacas, de las morenas a las medas. Medas que en general, eran no menos de 02 (Dos): la del centeno y la del trigo. Se empezaba por la meda del centeno, sólo por tradición, para que se iniciaran las acciones de la parva para el trillado. En forma excéntrica ó concéntrica, mejor del centro hacia fuera, se desataban los manojos para tenderlos sobre la superficie de la Era en forma circular, dado que circulares eran las vueltas de las yuntas de vacas tirando de los trillos, hasta que la paja quedara bien molida y el grano de las espigas desgranado, mezclado con la paja, luego de muchas vueltas con tornaderas de hierro, todavía con la paja larga y gruesa, y después con palas de madera en forma de cuchara, cuando la paja estaba molida y el grano mezclado con ella. La trilla de cada parva era del orden de los 03 a 04 días, con una media de dos a tres parejas a lo sumo; por ahí excepcionalmente cuatro, cuando era una asociación de trilla interfamiliar; por ejemplo mi abuelo Simón y nosotros, de 1937 a 1940. Por supuesto antes de lanzar la trilla, había que poner a punto los trillos. Los usados con anterioridad, dotarlos de nuevas piedras sustitutas de todas las caídas en la campaña anterior, y si había alguno nuevo, someterlo como los usados con piedras repuestas, a unos chapuzones sostenidos de agua, para que la madera creciera y apretara bien a la pedrería de molienda de la paja, y se asentara bien la nueva masticadora de fricción. Los trillos, eran unos artefactos específicos para una de las formas de trillar, de las que ya Plinio el Viejo hablaba en sus tiempos. Los que yo conocí, generalmente eran fabricados en la localidad de Cantalejos (Segovia). Eran de madera de pino sin sangrar, de unos 07 listones de maderas encastradas entre sí, sujetas a dos travesaños, uno en la parte delantera, donde llevaba un soporte de hierro en el centro, ligeramente inclinado hacia atrás con una especie de cabeza en la parte de arriba, que servía de enganche al tirante de arrastre sujeto con la clavija al yugo de tiro, y otro

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casi al final del tablado. El tablado anterior al travesaño delantero, era curvado tipo trineo, para no chocar con las mieses de la parva ni arrastrarlas; ese sector no llevaba piedras, era de tablas lisas curvadas. El resto de las tablas, por la parte de abajo, hacia atrás, sí tenía una especie de celdas o alvéolos encolumnados hundidos en la madera, donde se incrustaban las piedras, llamadas lascas, negras o blancas. También había algunos, que aparte de las piedras, llevaban unas sierras o cuchillas para una mayor acción de corte y trituración de arrastre. Las dimensiones era más o menos de 1,80 a 2 metros de largo, y un ancho del orden de 1,50 -1,60 metros; la parte delantera curvada, era algo más estrecha que la superficie empedrada. El trabajo del trillado, era más derivado hacia la muchachada, era bien aburrido, con ese run, run, de fricción sordo y sostenido, más el flujo de los rayos solares, que en Agosto no son moco de pavo, y era difícil no dormirse de tal monótona rutina. El dormirse, significaba perder el alerta, que se suponía que todos los rapaces (y los mayores) debían mantener. Los riesgos principales eran dos: Uno, que un trillo se montara encima de otro, el de abajo saldría todo arañado por las piedras del de arriba, y el de arriba perdería piedras por la resistencia de la madera del de abajo. Sobre estos incidentes, de un trillo por arriba del otro, yo tengo una anécdota, todavía picante, de Agosto de 1937 con mi abuelo Simón (abuelo materno); yo en un descuido (con 08 años cumplidos), pasé el trillo de mi conducción, sobre otro nuevo que había comprado mi abuelo; enseguida me percaté de la reacción de mi abuelo, que con la vara en la mano, venía con el ademán de darme un latigazo en el culo. Como lo vi venir; cuando abrió el brazo para tomar el ángulo de la descarga, yo instintivamente tensé la musculatura de las nalgas y del bajo vientre, de tal manera que cuando llegó el palo, yo me meé todo con toda la fuerza, por la presión muscular sobre la vejiga en espera del golpe. El otro riesgo, solía ser más frecuente, dado que cuando las vacas van a excretar (cagar), suelen preanunciarlo con un movimiento del rabo en su inserción más gruesa, y al estar dormido o aletargado el trillador conductor, impide ver tal movimiento y la boñiga va a caer en la parva, el trillo se embadurna, y arrastra consigo parte de la paja de la parva sin trillar, lo que requiere levantar el trillo y hacer una limpieza a fondo de la boñiga y de las piedras afectadas; aunque hay otra veces, cuando las vacas andan con cierto grado de diarrea, que lanzan el excremento con rapidez y sin aviso, sin dar tiempo a ponerle cagadera y la historia se repite. La cagadera tradicional, era una especie de lata de sardinas grandes, acondicionada a manera de pala recolectora con un mango; las ordinarias o comunes, que eran las

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más, eran las mismas latas grandes de sardinas, pero sin mango; el mango eran las manos del operador sosteniendo la lata.

Y otra anécdota, esta sin riesgo, era la caza de los famosos tábanos, los gordos, los

que tenían colores tornasolados (no los más pequeños de color gris), que se situaban en las cercanía del espinazo de las vacas para chuparle sangre hasta que no daban más, durante las horas calientes de la Trilla. Yo los veía, y había desarrollado una gran habilidad para cazarlos con la palma de la mano derecha, dentro del hueco de la misma; luego los sometía a una prueba de esfuerzo y eficiencia de vuelo, pues por el grueso de la barriga, le metía afilada una paja de centeno del lado de la punta fina de unos 10 a 12 centímetros, más liviana que la de trigo, y los soltaba al vuelo, que yo llamaba el de la muerte, muchos años antes que en la realidad se hicieran en Argentina de 1976 a 1982 durante el Proceso (de la muerte, tirando desde los aviones al mar o al Río de la Plata a los presuntos guerrilleros, sin proceso judicial previo). Trillada la parva, entre 3 ó 4 días de duración, según la grandeza de la parva y la cantidad de yuntas vacunas trillando, comienza la acción del emparvado para formar el parvón, más o menos en la mitad de la parva. Con rastras y bieldas, se va arrastrando, de un lado primero y del otro después, o de ambos lados en simultáneo, según la cantidad de operadores (estas tareas eran de tipo colectivo voluntario, donde todos los vecinos se ayudaban entre sí ). Generalmente las rastras y el arrastre combinado del grupo de bieldas, era tarea masculina, y el barrido del suelo con piornos adaptados y escobas de retama, también adaptadas a los efectos, eran tareas femeninas. El parvón, a todo lo largo de la parva por el diámetro principal, era un cúmulo de paja y grano en forma de pirámide larga, de dirección Norte a Sur, para el venteo de los vientos del Este o del Oeste, que eran los más comunes por las Eras en el Campo de Toliila. Tanto los parvones de paja y granos de centeno, como los de paja centeno-algarrobas, y los de paja y trigo, tenían un procedimiento de venteado común, que era el siguiente: El viento del Este, era mucho más madrugador, por lo tanto había que estar listos desde muy temprano, antes del alba, habida cuenta que el viento solía mitigarse hacia las horas del mediodía. El del Oeste, era más cálido, más fuerte y mas sostenido durante todo el día. A la caída del Sol, el viento solía amainar hasta desaparecer, para volver, probablemente al siguiente día.

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El instrumento idóneo para el venteo era el bieldo, un cabezal de madera blanda, con mango redondeado de la misma o parecida madera. Ese cabezal, llevaba 05-06 agujeros de de mecha de berbiquí o barreno, en los que se insertaba unos dientes de madera dura afilados y aplanados hacia las puntas, con los que se levantaba del parvón la paja y el grano mezclados, con una cierta altura inclinada hacia la dirección de donde venía el viento, es decir, en contra de él. Por simple efecto de la Ley de la gravedad, los granos al ser más pesados y, con menos resistencia al viento, caían en hilera de granos muy ordenada por la homogeneidad del mismo. La paja, más ligera de peso y con más resistente al viento, era arrastrada hacia el lado opuesto del grano, donde se iba amontonando en una especie de parvón de sólo paja. Esta era la separación de la paja y el grano. La hilera del grano, que iba engordando con el sostenido venteo del parvón, de paja y grano, hasta su fin, se llamaba en Aliste “pejo”. Y como el pejo se formaba del grano, pero también de otros elementos mezclados, que por peso y resistencia al viento se confundían con el grano, como las granzas, granzones, incluso algunas diminutas piedras, portadas en alguna raíz de las plantas del cereal. De tal manera, que desde el principio del pejo se ponían en marcha las llamadas baleas, una especie de escobillas acondicionadas, que en mano de las mujeres, desde el principio, iban limpiando las granzas y granzones del “pejo”, para un grano más limpio. Luego el pejo, con el auxilio de las palas de madera romas, accionada por brazos masculinos, se iba avanzando el grano, aireado al viento con la pala roma, de ambos lados, hacia la parte central, donde se iba conformando el “muelo”, que era todo el grano de la parva / parvón, amontonado en un túmulo de grano de forma cónica.. Generalmente en el siguiente día, con la medida del alquer, una medida tradicional antigua, representada por un artefacto de madera rectangular, con punta en diagonal y agarradera en el opuesto, que tenía una herramienta de madera llamado rasero, para que el alquer quedara nivelado a ras, para luego, vaciarlo en los sacos o costales, hasta completar la carrada de costales, que se llevaban a los graneros, casi todos en sobrados, con escaleras fijas de peldaños. El sostener los costales en las espaldas del porteador, llevarlos del carro por el camino unos buenos metros, subir las escaleras y descargarlos en los sobrados, era de alguna manera un desafío machista, sobre todo si en un rato se aguantaba la tracción de 4-5 sacos o costales por cada operador. Mi última experiencia, Agosto de 1950, tanto para nosotros como par parientes y amigos; incluso ese año, fui también a ayudarle a Antonio Sutil Casado, un

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gran amigo personal y de la Familia, todavía residente en esa época en Lober de Aliste. Luego de guardados y almacenados los granos, recolectada la paja trillada en los pajares, con unos paramentos de tablas de madera en los carros tirados por vacas, que como en el caso de la hierba, por el menor peso se agrandaba el volumen, que también tenía su buen contenido de polvillo en dispersión, se daba por terminado el ciclo de la cosecha de granos y pajas. En el caso de Tolilla, lo normal es que estuviera finalizado antes del 8 y 9 de Septiembre, que eran los días de la Fiesta Grande de mis tiempos. Al finalizar esa recolección, era común festejarla con la llamada Cena del Gallo; al parecer una vieja festividad pagana de origen celta, que era una manera de agradecer a los dioses las buenas cosechas. Luego el catolicismo estableció el día de la recolección del Trigo, que la costumbre difirió al finalizar la cosecha de granos. El caso, que se mataba el gallo más importante del gallinero de la casa, alineado con patatas y arroz, que era uno de los guisos importantes por Aliste, teniendo ese día, el sentido de una confraternización familiar. En general, aparte de la familia ampliada, eran invitados los costaleros porteadores de los granos de las Eras a los Sobrados. Costumbre que se entronizó en los EE.UU de América, más pomposa y abundante, con el pavo asado y varios aderezos y profusos postres, hasta convertirla en Día de Acción de Gracias: Primero el 01-11-1623, y en 1863, el Presidente A.Lincoln, instituyó el último Jueves de Noviembre de cada año, con pomposas celebraciones. También es costumbre que el Presidente de los EE.UU, indulte a alguno de los pavos regalados a la Casa Blanca, para la celebración de la referida festividad. Y, nos vamos a Septiembre. 001-09-SEPTIEMBRE, LAS FIESTAS DE TOLILLA DE ANTES, Y LA RECOLECCIÓN DE LAS PATATAS Y VARIOS: Concluidas las tareas de la cosecha de granos, las amas de casa y, sobre todos los muchachos y jóvenes, empezaban a soportar las ansiedades de las Fiestas, en mis años, los días 08 y 09. En nuestra casa de hecho, las Fiestas se empezaron a celebrar a partir de 1941, con la libertad de mi padre; pues a partir de 1932, que murió mi abuelo paterno Francisco, del 33 que murió mi abuela materna Juana, del 34 que falleció el tío Juan, cuñado de mi abuelo Simón con doble enlace , y del 35 que murió

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mi abuela paterna María; del 36 al 39 que fue la Guerra de España, las celebraciones, de todos esos años fueron muy limitadas a la pura intimidad. En las Fiestas de 1932, en Casa de mi abuelo Simón, sí se celebraron, pues mi abuela Juana recién falleció en Abril de 1933. Era el año que yo iba a empezar a ir a la Escuela, todavía con 03 años cumplidos; tal vez el día lunes 12 de Septiembre, segundo lunes del mes. El caso, que en casa de mi abuelo Simón y mi abuela Juana, aparte del matrimonio, eran solteros: Mi tía Victorina, de unos 22 años, mi tío Ángel (fusilado en Octubre de 1936) con unos 18 años, mi tío Teodoro de unos 15 y, mi tío Agustino, de unos 11 años. Si recuerdo bien, que el día 09 de Septiembre, estuvieron invitados a comer los dulzaineros de Gallegos del Río (con redoblante, puntera y bombo), que habían contratado los mozos de Tolilla para tocar los bailes de la Fiesta. Y como yo era aficionado a tocar el redoblante, a instancias de mi tío Ángel, el dueño del redoblante me permitió gozar de ese debut, lo que repetiría con los años con otras dulzainas, como simple aficionado. Lo tocaba muy bien, de la misma manera que era un muy buen repicador de las campanas de Tolilla, alguna vez de las de Lober, alguna otra en Mellanes y finalmente, el día del Corpus Cristi de 1950, las de Abejera, todos pueblos de Aliste. En las Fiestas de Tolilla, yo recién me incorporé a la categoría de Mozo junior (joven), en el año 1943, a punto de cumplir los 15. Y junto con un ayudante de carpintero, que aprendía el oficio con supervisión de nuestro pariente Marciano Álvarez, que era un joven de San Vicente de la Cabeza. Ambos, allá por los primeros días de Septiembre del 43, fuimos al pueblo de la Comarca llamado Samir de los Caños, un pueblo que lateralizaba la ruta de rodera a Fornillos de Aliste, y rozaba con su Fuente con caños el lateral del Pueblo, en la ruta de rodera a Fonfría de Aliste . En Samir, por esos años 43, había una dulzaina formada por tres hermanos: Puntera, redoblante y bombo, fijamos el precio en pesetas, importe que no recuerdo, con el adicional de ser invitados a los almuerzos, comidas y cenas a casa de los mozos de Tolilla, como era la costumbre tradicional, de esos años y venideros. En ese año, al abundar más las mozas que los mozos, hubo un acuerdo previo, de mozas y mozos, para prorratear el costo dulzainero entre ambos géneros. Convenio que trajo algunos inconvenientes, pues el día 9 por la tarde, yo recibí un reproche de dos mozas del pueblo, Teodora y Asunción (de 18 años, 3 años más que yo), quejándose que yo no había sacado a bailar a ninguna de ellas, y que no iban a pagar la prorrata de la dulzaina. Ahí

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despunté un diálogo de negociación diplomática, le prometí que saldría a bailar con ellas esa tarde noche, cumplí con la promesa, y la casi rotura del convenio financiero, quedó resuelta y bien soldada. También, a partir de las Fiestas de 1941, se reanudaron los festejos recíprocos con los amigos de Lober, vinculados a las descendencias de la tía María la Tabernera, ella incluida: El matrimonio de Andrea Casado con Mariano Sutil, y su hijo Antonio, y el matrimonio de Paula Casado con Isidoro Salvador (los nuevos Taberneros de Lober) y su hija Rosario, suspendidos recíprocamente, por los lutos de nuestra Familia, la Guerra de Epaña del 36 al 39, y la cárcel de mi padre por Alcalde de la II República, del 37 al 41, ya explicado con anterioridad. Las Fiestas de Lober en esos años, eran los días 18 y 19 del mismo mes de Septiembre de cada año. En esas Fiestas, de ambos pueblos, eran notables las sobremesas entre mi padre Pablo y el de Rosario, Isidoro Salvador, con mil anécdotas de la vida real que ellos recordaban. Ellos se reían a mandíbula batiente, y todos nos reíamos a coro con las trapisondas recordadas, y mucho más, por las gracias del aire festivo y jocoso que ponían en contarlas. Yo de las últimas Fiestas que participé, fueron de las de Septiembre de 1950, incluso de la de Santa Inés, Patrona de Tolilla, del 21 de Enero de 1951, cuando ya tenía en mi poder la Carta de Llamada y el Certificado de Libre Desembarco, emitido por la Dirección General de Emigraciones de la Argentina, expedidos a finales de Septiembre de 1950 En las Fiestas de Tolilla de 1950, el día 08 de Septiembre, desde muy temprano salí con las vacas por las tierras de rastrojo del Campetón y las Perinquinas, con un libro recién comprado en una librería de Zamora, editado en Argentina por Espasa Calpe, de la Colección Austral en formato de bolsillo. Tal libro se titulaba:” A buen fin no hay mal principio y Trabajos de amor perdidos”, del autor genial inglés William Shakespeare, de quien había leído los más famosos, pero pocos de la segunda línea, como eran estos títulos, y la verdad que son muy interesantes, con unos aires festivos llenos de ironía pícara, tipo Bocaccio (como que la virginidad engendraba más gusanos que el queso), y unas seriedades con múltiples intenciones risueñas, bien al uso y consumo inglés. El caso que desde las 07 horas por el Campetón, hasta las pasadas 13 por la Ribera del Río Tubal, me despaché de cabo a rabo el ejemplar mencionado, con una

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excelente retención memorística, que todavía persiste, como síntesis del argumento y como vídeo del itinerario geográfico recorrido. Llegaba el 10-09 de cada año, y salvo que fuera día de Domingo, otra vez de vuelta a las rutinas de las obligaciones de subsistir; en el caso, tocaba el turno de la recolección de las patatas, uno de los alimentos básicos más importantes, tanto en sí mismo, cuanto en las múltiples combinaciones con muchos otros productos. Casi se

puede decir, que combina con todos. De ahí el dicho, “a la mañana patatas, al mediodía patatolas, y a la noche patatas solas”. En general, como tengo dicho hasta el cansancio, las huertas de Tolilla, incluso las cortinas de secano para las patatas tempraneras de Junio y Julio, si la lluvia de primavera de Abril a Junio había sido generosa, eran buenas productoras de tubérculos, legumbres y otras variadas hortalizas. Las huertas, luego que el ramaje de las patatas, llamado parreras se hubiera agostado, se cortaban y se le echaban de comida a las vacas (a partir de los 40 había que lavarlas, por haber sido encaladas con arseniato de plomo, por la peste que las azotaba), y en Septiermbre, del 12-14 al 24-25, se cosechaban, con este procedimiento:”Con el tipo de arado romano modernizado, con reja de hierro y punta de acero, tirado por una yunta de vacas, se metía la reja por el surco del sembrado para dejar al descubierto la proliferación de las patatas debajo la tierra, con ayuda de las orejeras del arado, a unos 15-20 centímetros de profundidad; las patatas quedaban a la vista, se iban recolectando en unos cestos y/o cestas de mimbre tejido, y se iban llevando al carro tirado por vacas tradicional, que oficiaba como cubículo receptor; la cosecha de la tierra al carro se hacía sin clasificación de tamaños; y, cuando el carro se llenaba hasta la altura normal, a última hora de la tarde se llevaba al corral de las cercanías donde se iban a guardar las patatas, bien en algún cuarto adecuado de alguna casa sin uso, bien en algún rincón de sobrado o pajar. En ese momento, sí se imponía la clasificación, que solía ser por tamaños; los más normales, redondeados, de tamaño homogéneo y forma regular, con destino al consumo y simiente para el próximo año, los más reducidos, irregulares y extravagantes, para la comida del engorde de los cerdos con miras a las matanzas de Diciembre, que junto a las calabazas y las remolachas (de proceso más largo, en la misma tierra de la plantación, arrancadas de acuerdo al consumo), más granos cocidos y harinas de centeno con sus salvados, eran la comida de elección para el engorde. En general, tanto las cortinas como las huertas sembradas con patatas, se

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laboreaban para la siembra del forraje verde de invierno, la herraña ó ferraña de centeno, para el alimento del ganado: Bovino, ovino y asnal. Como dije, también las Fiestas de Lober se celebraban el 18 y 19 de Septiembre, a las que asistí desde muy pequeño, incluso algún año de la interdicción por los “lutos” referenciados, a las que asistí yo sólo, en 1932-1934 y 35. Luego en 1941-42-43-44-45-46-47(el 48 estaba en la Academia de Aviación) ; en 1949 (de regreso de Morón de la Frontera, Sevilla a León, me redireccioné a la Fiesta el 17, y el 20 viajé para León) y el 50 fue mi última Fiesta en Lober. Ya a partir del 44-45, éramos buenos amigos y compinches con Antonio Sutil Casado, aunque él tuviera algunos años más que yo; pero en esencia, teníamos muchos pensamientos, ideas y deseos compartidos, para encarar la “lucha por la Vida”, que como es natural, algunas cosas se dan y otras no, dado que la Vida brinda moldes, unos a medida y, otros, sustitutos y/o alternativos, que en todo caso, van dejando atrás las marañas de los necesarios sueños de juventud, que van puliendo y conformando la propia personalidad, bajando en forma ordenada y silenciosa los decibeles de las “utopías”, dado que la Vida, además de ser eso, es el Gran todo de la Realidad. 001-10- EL MES DE DE OCTUBRE Y MI VIDA: El mes de Octubre, para mí no es un mes cualquiera, dado que luego de la travesía en el mar del líquido amniótico de la matriz de mi Madre, en un recinto cerrado y pequeño, bien claustrofóbico, a eso de la hora 21 del día 28 de Octubre de 1928, una hora para nada madrugadora, sino con vocación de dormir, apareció un varón, además en día Domingo. Lo que no sé, si ese día mi madre, había ido o no a la Misa, pero que no tiene mayor importancia. Yo no lo sabía, por supuesto, pero mis padres sí, que me impondrían el nombre de Simón, como mi abuelo paterno; que cosa curiosa, él había nacido un 28 de Septiembre de 1879. De manera que hubo coincidencia en el día 28 de ambos nacimientos, con 49 años y un mes de diferencia. Pero la coincidencia del nombre va más allá de un episodio familiar: Yo en realidad, no fui el primer hijo de mis padres Balbina y Pablo, casados en 1926, con 20 y 26 años de edad respectivamente. Pues un año antes, había nacido el primer varón, al que también le iban a poner el nombre elegido de Simón; nombre que no llegó a perfeccionarse como identidad, pues el niño falleció en las 48 horas después

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del nacimiento, de manera que no llegó a ser bautizado, pasando de esta manera a integrar el recinto intelectual teológico, del Limbo, por imperio del Pecado Original, del que habló en su teología Tertuliano (160-220 d.C) y profundizó especialmente San Agustín, hasta que ese recinto intelectual (el Limbo), fue dado de baja por el Papa Benedicto XVI en 2007. La muerte del Simón, que pudo haber sido y no fue, resultó dudosa en cuanto a la causa:”No se sabe si se asfixió mamando la teta de la madre (la mía) al quedarse ella dormida, o fue algún problema neurológico, de muerte súbita, por causa de alguna severa apnea, ó…” Todo esto, al parecer, era una especie de “predestinación”, al mejor estilo teológico de J. Calvino, el teólogo reformador más fundamentalista de las iglesias protestantes, las llamadas presbiterianas o reformadas, que calaron hondo en Holanda, Escocia, Inglaterra y, por supuesto, en la Suiza ginebrina como núcleo, siendo llevadas a los futuros EE.UU de Norteamérica en 1620, por los Padres peregrinos del Mayflower, cuando desembarcaron en la Nueva Inglaterra. Con esto, quiero decir, que yo también me llamaría Simón, sí o sí, como así ocurrió, con el colmo de haber nacido el día de San Simón, que es el 28 de Octubre. Siendo Bautizado en la Iglesia de Santa Inés, Patrona de Tolilla de Aliste, los primeros días de Noviembre de 1928, por el cura párroco de Tolilla y Lober, don Sebastián, siendo padrinos los vecinos de Tolilla, Rafael Álvarez y Lucía Fernández. El año anterior, mis padres, había sido padrinos de la primogénita de ellos, llamada Balbina. Y con estos detalles y pensamientos, nos vamos a internar en las jornadas laborales y costumbristas de Aliste y sus vecinos, en el mes de Octubre, el segundo mes del Otoño del Hemisferio Norte, el más típico de las siembras de granos en general. En los últimos días de Septiembre y primeros de Octubre, si la humedad de la tierra era la adecuada, empezaba la siembra de la nabina, diminuta semilla medio rojiza, cuya planta era la nabiza y el fruto los nabos ( diferentes a los de la remolacha), que en Aliste se utilizaban como alimento para el ganado, en especial para los bovinos y asnales, por Febrero - Marzo del año siguiente. También en Octubre, se sembraban los forrajes verdes del invierno para el ganado a base del centeno, llamados ferraña u herraña, de los que hay referidos en esta nota. En esos primeros días, por medio de los carros tirados por yuntas de vacas, se transportaban los estiércoles orgánicos de base animal y vegetal, cargados de los muradales o muladares, particulares, luego de haber pasado por las etapas de

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mezclas removidas con tornaderas de hierro, para renovar la combustión de esas mezclas a través del C02, que según se decía en aquellos años, lo enriquecía en calidad de nutrientes (a los cuantos años después, al parecer esas mezclas y esas combustiones no eran buenas). Pero así son las cosas, cuando lo bueno de hoy se convierte en lo malo de mañana. Los carros cargados de esos estiércoles, se iban descargando tierras arriba, en pequeñas cantidades, de trecho en trecho, de tal manera que al desperdigarlos con la tornadera, la superficie de la tierra quedara cubierta por una pequeña capa de abono. Esa capa, luego del voleo de los granos, centeno, algarrobas y trigo, según el caso, se mezclaba con las semillas (granos), y quedaban sepultados debajo de la tierra, por efectos del arado, con sus rejas de hierro con punta de acero, que completaban las llamadas orejeras, dos, en formato triangular que iban abriendo la capa superficial de la tierra, para tapar abono y semilla a la derecha y a la izquierda del surco de ida y vuelta I I I. Como la tierra tenía un buen grado de humedad, el tiempo de Octubre era bastante estable, con agradable temperatura, la semillas en pocos días empezaban a despuntar, con la cáscara de cada grano en la punto de cada tallo germinado. En las mañanas de Octubre, solían aparecer en las madrugadas, nieblas sobre las riberas de los Ríos Aliste, y sus afluentes: Mena, Cebal y Ríofrío; nieblas que en general cedían posiciones tan pronto el Sol inundaba la Comarca. Cuando la Hoja de la Siembra era la de Abajo, era notable la bóveda de sonoridad de los valles de Aliste, en su choque acústico con las Sierras de la Culebra. Desde algunas atalayas de Tolilla, se divisaban las locomotoras de los trenes con sus humaredas, y el toque de los silbatos, más su trac trac en las maniobras, allá por los términos de Sarracín y Cabañas, locomotoras que llevaban materiales para el tendido del Ferrocarril de Madrid Galicia por Zamora, que hasta pasados los años 50 todavía estaba en construcción. En cambio los Domingos de Octubre, se escuchaban los repiques de campanas de muchos pueblos alistanos, llamando a Misa, en ese segmento de observación de los Sierros de Tolilla, hacia la derecha y la izquierda del virtual meridiano centrado en la Peña el Burro de la Sierra de la Culebra, entre Sarracín y Cabañas, más hacia el lado de Cabañas desde el punto de observación. Eran días de Octubre de mucho trajín, hombres sembrando con los talegos sembradores, mujeres arando con las yuntas de vacas, yuntas de vacas tirando de los carros con estiércol hacia algunas de las tierras a sembrar; yuntas de vacas con el arado calado en el yugo, de una tierra sembrada , a otra a sembrar, o ya sembrada, a

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cubrir con la arada la semilla sembrada y así. Entre sembrar, arar, esparcir los abonos orgánicos con tornadera, transportar los abonos en los carros tirados por vacas, burras con cargas de granos par la siembra, se iban enredando esos días de Octubre en las mil y una jeras, de hombres, mujeres y jóvenes de profesión “labradores”, dando paso a otro mes de transición, como eran Noviembre, en espera de lluvias y algunos fríos ; incluso alguna nevada al final del mismo, en espera de las Matanzas de Diciembre. 001-11-MES DE NOVIEMBRE: Como dije, es un mes en tránsito camino de las Matanzas, donde una vez finalizadas las sementeras, declinaban bastante las tareas agrícolas, en espera que los esfuerzos y dedicaciones intensivas dieran sus frutos al año siguiente, para lo que sin duda, eran imprescindibles los fenómenos meteorológicos favorables, a partir de este mes inclusive, que eran los condicionantes de esa economía de subsistencia en toda la geografía alistana: “ Las lluvias del cielo y las humedades normales del suelo”.Ya se sabe, que para toda la Tierra el agua es Vida, pero para el Aliste tradicional de los siglos, era la Vida misma; cuyas observaciones y percepciones, yo las veía en los rostros y expresiones de las gentes, de cuya angustia y ansiedad expectantes, yo formaba parte, pues desde el comienzo del uso de la razón, el agua formaba parte importantísima de esa “Cofradía colectiva de preocupaciones”.Los jóvenes descendientes de la Comarca, hoy seguro lo aprecian de otra manera; hasta dudarán si el “drama” era para tanto, incluso pensarán, que todas esas angustias existenciales, no tenían sentido, pera nada más lejos de la realidad:”No poder cubrir la Sed y el Hambre, de personas, animales y plantas, deben ser, a la luz de las razones y emociones, unas de las carencias más angustiantes de la Vida”. Como tal mes, enfilado hacia el cercano invierno, requería los primeros aprovisionamientos de jaras enteras, ramas de robles, y especialmente de encinas y otras colaterales y auxiliares, para ir armando los cabañales de cada vecino, sustentados en algún rincón del Corral, encima de algunos pilares, de rollizos de madera o piedras de clavado vertical, con una red de cruzados de rollizos de no mucho diámetro, alisos, robles o fresnos, para soportar la cemba de jaras que se montaban encima en forma ordenada, para que a través de las lumbres del invierno, de muchas horas de duración, esas jaras se fueran dando de baja, con rápida reposición. El sistema de cabañal, mantenía las jaras y el resto de leñas secas, habida cuenta que estaba alejadas del suelo del corral, siempre con humedad invernal, y las lluvias caídas escurrían de inmediato del cabañal al suelo, de tal manera que las jaras,

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de fácil y buena combustión, pues además sus diminutas hojas de verde oscuro, estaban impregnadas de una resina pegajosa muy combustible. Hay que tener en cuenta, que las llamas y brasas de la leña, orilladas en el morillo de cantería de la

lumbre, apuntada en vertical por la cadena del llar y sus ganchos reguladores, de la

mayor o menor altura de las calderas sobre las brasas y llamas del fuego, oficiaban como resplandor lumínico en el ámbito de la cocina, en general un recinto bastante cerrado, con poca luminosidad por los formatos de campana y cañón de las chimeneas, que oficiaba como calefactor radiante en ese ámbito, muy apto para que fuera, además, el recinto natural de casi la totalidad de las reuniones del “grupo familiar” y de sus 03 comidas básicas. Donde Noviembre, era casi el mes de remate del engorde máximo de los cerdos de las cercanas matanzas, comidas preparadas en las calderas grandes:”Patatas, berzas, calabaza, remolacha, granos, que luego al volcarlos en la pila de cantería redonda, que adornaba cada pocilga o corteja, se salpicaba con una buena mezcla de harina y salvado. Ya en todo noviembre, las comidas de los cerdos de cada día, eran calientes, y sus elementos cocidos en una caldera de cobre en la lumbre. Yo recuerdo bien, cómo mi padre Pablo, a la luz de las llamas de las jaras y resto de leña, leía perfectamente cada mañana el periódico YA, al que estábamos suscriptos junto con Marciano Álvarez y Familia (todos parientes muy cercanos y amigos), que yo generalmente había leído la tarde noche anterior, a la luz natural y del candil. Además en este mes, también empezaba la recolección de las hojas de jara y el resto de las hojarascas de roble y encina, amontonadas en lugares específicos del monte, para cargarlas en los carros, y transportarlas a los Corrales, para esparcirlas, que luego vacas y burros se encargaban de pisar y mezclar con el agua de lluvia, como base de mezcla con los estiércoles de establos y pocilgas, que en su día iban a parar al “muladar o muradal” antes referido, para al tiempo ser esparcidos en huertas y tierras de siembra de granos, como abonos orgánicos. Muchos años Noviembre coronaba con una nevada, en general la primeriza, pues es conocido el refrán :”En San Andrés, la nieve por los pies”. Que por otro lado es la Fiesta de Ceadea de Aliste, pueblo a una distancia de 7,5-8 kilómetros de Tolilla hacia el Oeste, que desde muchos años atrás, entre ambos pueblos, hubo un flujo importante de casamientos, de tal manera que en las respectivas Fiestas, había siempre, tanto en jóvenes como en mayores, varias personas del recíproco Pueblo.

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001-12-MES DE DICIEMBRE Y CIERRE DEL AÑO: Aparte de las expectativas de las cercanas Matanzas, que solían ser entre el 05 y el 20 del mes, de las Fiestas de Navidad, y del fin del año, que como todo lo viejo hay deseo de despedirlo, aunque haya sido un año bueno; era común, que entre Navidad y la primera decena de Enero del año nuevo, hubieran fuertes y sostenidas lluvias, que traían aparejadas las riadas o grandes crecidas de los Ríos y arroyos de Aliste, que inundaban las zonas aledañas llanas. Esto en principio, siempre en función de los intereses de la agricultura y ganadería, era un buen síntoma, habida cuenta que las lluvias invernales sostenidas por varios días, eran sinónimo de agua; lo que era lo mismo, que riego de huertas, y buena humedad en la tierras para praderas y pasturas, en beneficio de la ganadería. Si a eso se le agregaba 02 ó 03 buenas nevadas, casi, casi, se podía intuir (no todavía apostar), buen nivel de agua en la próxima primavera. Por eso no me cansaré de repetir, y especialmente en Aliste : El agua es ( o era) la sobrevivencia de la Vida. De manera que la entrada del mes, disponía el ordenamiento y puesta a punto de los accesorios y útiles matanceros: Dornajos, calderos, herradas, tijeras, cuchillos, calderas de cobre, ollas vidriadas, hogazas a punto, cebollas, azúcar, miel y, una vista a los orejales, del año anterior, que servirían de base a la recordada (por mí) chanfaina del primer día de la Matanza; sin olvidar claro está, el estado de los bancos de madera, donde se perpetraba el sacrificio porquero, con el auxilio del gancho de hierro, en unos casos, o la soga gorda para atarle la quijada de arriba de los cerdos, por detrás de los colmillos para que no resbalara, con una buena lazada, para luego arrastrar a los animales a fuerza de tirar de la soga o el gancho, por unos cuantos, ante los solitarios e indefensos cerdos. La realidad es que era un ceremonial muy cruento, pero con un fondo festivo, de grandes y chicos, que ni más ni menos simbolizaba, la provisión de grasas y proteínas, de no menos del 80-90% de todo un año, para todas y cada una de las “familias de Aliste”. Era, en fin, un gran regocijo, pues la Vida se salvaba a través de la muerte, tan común en los ámbitos de la hoy “estrecha y reducida Tierra”. Luego de ese mencionado ceremonial de fuerza, gritos desesperados, sujeción al banco, que oficiaba como cámara de muerte para los adorados cerdos, el afilado y largo cuchillo en manos expertas, era introducido con cautela y fuerza, entre esternón y costillas, con ligera inclinación hacia el lado izquierdo del animal, que respondía con lastimeros gruñidos del “dolor de la muerte”, que ni más ni menos es el fin de la

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existencia del ser vivo, para pasar a ser el “que nunca existió”, más allá del olvidado engranaje del pasado, en las cadenas alimentarias de la muerte por la Vida. Ahora mismo, me vienen a la vista los recuerdos, de aquellos roncos estertores porcinos, que casi en coma profundo, parecían suspirar con eco torácico, por la misma señal de muerte que en la anatomía profunda había rasgado las entrañas vitales. Luego, todavía calientes los cuerpos de los también llamados cochinos, vendría el ceremonial de la purificación externa a través del fuego. Primero, con patas abiertas y barriga sobre el suelo, una camada de largas pajas de centeno enteras sobre los animales, reservadas en los días de la Trilla, para tales sacrificios, encendidas con un tizón de la lumbre de la cocina, con grandes llamaradas, que tostaban la epidermis y quemaban las cerdas o pelos, naturales de las especies porcinas. La segunda parte de la chamusquina, comenzaba dando vuelta a los cerdos, patas arriba, calzados con alguna piedra lateral, para que no cayeran de costado; otra camada de paja de centeno de la misma partida anterior, encendido y purificación, con algún detalle adicional, como era el caso del interior de las orejas, o de las castañetas / pezuñas, que requerían algún puñado de pajas adicionales, para el bien quemado de las orejas y su interior cargadas de pelos o cerdas, y para el ablande de las pezuñas para arrancarlas a mano y tirarlas al suelo, que era casi la única parte anatómica que no se aprovechaba. Purificados por el fuego, se montaban sobre un banco, y los animales se abrían a la canal a punta de cuchillo, para extraerle bronquios, pulmones, corazón, estómago, hígado y todas las tripas. Estómago y tripas, antes o después de la chanfaina, según los tiempos, se llevaban al Río o arroyo según los casos, para lavarlos bien por la cuadrilla matancera, que el torrente de agua llevara esos residuos orgánicos río abajo, que serían alimentos futuros de peces, ranas y cangrejos. En ese mismo día, el primero de la Matanza, se confeccionaban las morcillas dulces, con sangre, untos y azúcar, colgadas en unas varillas de madera, que dentro una caldera grande con agua hirviente, que cubría con creces todas las morcillas, para hervir fuerte unos 20-30 minutos, y de tal manera esa acción de hervido, oficiaba de pasteurización de las morcillas, e impedía la formación y proliferación de gérmenes, en su corta vida útil, de no más de 10-15 días, pues la demanda impedía un plazo mayor. Ese mismo primer día, se colgaban cabeza abajo los cerdos por el hueso circular del culo, con una soga atada a una viga del techo. Al colgarlos, el manto de manteca se

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estiraba y extendía desde las patas de atrás, que de alguna manera simulaba un mantón de Manila blanco. El día dos de la Matanza, era el día del despiece. Se cortaban las cabezas con sus hocicos y orejas; se seccionaba la porción de la papada, un tocino especial de consumo, que en general era buen compañero de berzas y patatas, incluso a veces matizado con alubias. Con una macheta afilada, se iban cortando las costillas del espinazo, pieza ésta, que era la raya divisoria de las dos hojas de tocino, a las que se les sacaba los costillares, para dejar los tocinos limpios de carnes, donde cada hoja era una unidad con su jamón de paleta y el jamón propiamente dicho de la parte trasera. Los costillares y el espinazo se pelaban de la carne, para los embutidos de los chorizos, y parte del solomillo, se embuchaba en la llamada tripa gorda o tripa el culo, muy grasa, pero buenas conservadoras de ese tipo de fiambre adobado al uso; los costillares en general iban a parar a los botillos, parte del espinazo pelado también y, el resto, espinazo salado de uso general en los cocidos diversos a través del año. Los embutidos, de carne picada a tijera o máquina manual (menos), eran convenientemente adobados, con bastante sal para su mejor conservación, algo de aceite, bastante ajo machacado y bien saturado de pimentón, dulce, picante, o mixto (el más habitual), donde chichos y adobos bien mezclados se dejaban descansar en dornajos o pequeñas artesas de tablas de madera, hasta su envasado en las tripas delgadas, las naturales de los chorizos, o en su caso de botillos, que eran huesos y ternillas envasados en cubiertas del estómago, también adobados como se dijo antes. También ese segundo día de la Matanza, en una caldera adecuada de cobre, montada en el Llar, sobre el gancho del sube y baja, vertical a las brasas de la lumbre, debidamente cortado en trozos se ponían los llamados mantos de la manteca, esos parecidos a los mantones de Manila blancos, referenciados en lo precedente. Esos trozos de los mantos de manteca, por efectos del calor del fuego, comenzaban a freírse derritiéndose la manteca, dándole frecuentes vueltas y revueltas con un cucharón de madera grande. Cuando ya los residuales fibrosos de los mantos grasos tiraban a tostados, al haber soltado la materia grasa, con un cazo grande metálico se iba sacando la manteca líquida para unas ollas de barro cocido vidriado en la parte interior (fabricadas en esos años en el Valle de Vidriales, paralelo al de Tera, más cercano a Benavente que era la sede del Partido judicial), ollas cilíndricas alargadas con un asa, que luego se tapaban, cuando la manteca cuajaba, de su estado líquido natural, sin agregado alguno. Tampoco llevaba sal, habida cuenta que la manteca en

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sí, por su tenor graso, impide la proliferación de bacterias u hongos, propios de los tejidos orgánicos proteicos (menos grasos), que sí necesitan el cloruro de sodio, para impedir esas proliferaciones. Con el residual fibroso de los mantos de manteca, con alto tenor graso, se hacían los torrejones, y parte de ellos, llamados chicharrones se apartaban, y solían utilizarse para hacer alguna torta de chicharrones, dulces o no, cuando se amasara la primera hornada de pan en la casa. En cambio los torrejones se hacían con los chicharrones destinados a ese fin, a los que se les agregaba las migas de una hogaza, cortadas con cuchillo afilado. Esas migas se calentaban dentro de la misma caldera citada, dándole vueltas y vueltas a migas y chicharrones con el mismo cucharón de madera, con una dosis de azúcar, o de azúcar y miel; todo bien revuelto y molido, daba por resultado los Torrejones, de uso habitual en los desayunos / almuerzos mañaneros, bien calientes en una sartén a la lumbre. En algunos casos, para los hombres adultos, la compañía adicional, era un buen trago de aguardiente; y, con esas calorías, a empezar las faenas desde temprano, como arrancar jaras para la lumbre. Para Navidad y Año Nuevo, si bien los chorizos de las Matanzas, todavía no estaban curados, de manera que no se podían todavía comer como fiambre seco; sí se podían comer cocidos con berzas, patatas y alubias, o con berzas y garbanzos. También envueltos en papel de estraza o periódico, con los papeles húmedos, se metían un rato debajo de las brasas de la lumbre y se asaban. Para fines de Diciembre, los guisos de patatas con botillo aran fenomenales. Todas estas cosas, en aquellos años, como dije con anterioridad, eran ajenas al llamado Síndrome Metabólico, dado que se desconocía, incluso por los mejores especialistas médicos. De manera que se comía sin culpa, ni preocupaciones. Los tocinos, puestos en unos bancos y tablones de madera, eran impregnados de sal gruesa en toda su superficie, por abajo y por arriba, invirtiendo las posiciones a los 15 días. Al mes eran colgados en las cercanías de la cocina, en lugar donde le llegara algo de calor de la cocina, para el oreado, y especialmente el humo de la leña de la lumbre, que le daba ese sabor característico de ahumado. Luego del ahumado y secado, de tocinos, jamones y chorizos, se llevaban a la despensa, se trozaban y se colgaban en ganchos y varales resistentes, para el consumo durante el año. En el preámbulo, anuncié que iba a hablar sobre muchos de los Pueblos de Aliste que conocí, entre otras cosas de Fiestas, Ferias y otros detalles. Pero voy a tener que

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diferirlo para un próximo artículo, pues este ha resultado ser más largo de lo que pensaba. Les deseo a los alistanos de origen, derivados y asociados, que disfruten con salud la cercana Primavera de ese Hemisferio Norte , que luego dará paso al Verano, pero en estos tiempos ya no es el sinónimo de las jornadas sudorosas de las Siegas (hierba y cereales, con guadaña y hoz) y las Trillas, como fueran los míos en la infancia y juventud. Más bien, son los tiempos de vacaciones estivales, para hacer un alto en el camino, en todos los quehaceres del año, que en última instancia se vuelven rutinarios, sean los que sean, para reconstituirse el ánimo saludable con la “Savia de las Raíces”, y seguir, cada uno en su puesto, con los placeres y sinsabores que implican la “Lucha por la Vida”. Un fuerte abrazo. Simón En Buenos Aires, 17 (diecisiete) de Marzo de 2013-03-14